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El buen juicio genera afecto; el camino de los transgresores es inflexible” (Proverbios 13:15).

El dolor, la tristeza, la tragedia y el aburrimiento se han convertido en palabras muy oídas en este
tiempo. Vivir la vida parece hoy más complicado. A pesar de vivir en la época más avanzada de la
información, la tecnología y los avances científicos, los seres humanos parecen hallarse en un
momento existencial muy espinoso. Hemos construido una sociedad que invierte cantidades
estratosféricas de dinero en la diversión, el entretenimiento y las distracciones: música, vacaciones,
televisión, modas y emociones fuertes. Pero casi no nos hemos detenido a pensar en los
elementos fundamentales de la existencia humana: la vida y la muerte, los valores y las
identidades personales, la vulnerabilidad y la satisfacción. Es así como estamos pagando muy alto
el precio de desconocer nuestra naturaleza humana, porque hemos ignorado los elementos que
nos distinguen del resto de los seres vivos -la racionalidad, la capacidad de reír, la creación a
imagen y semejanza divina- y hoy vivimos empeñados en acercarnos a niveles degenerados de vida
y organización social, indignos del plan original que Dios tenía para este mundo.

Por eso hoy se percibe una incapacidad cada vez más preocupante de enfrentar los problemas
cotidianos: las diferencias familiares, la muerte de seres queridos, los fracasos laborales. Estas
dificultades no son nuevas, pero hoy se presentan como situaciones sumamente complejas. ¿Por
qué? Porque estamos perdiendo nuestra sensibilidad humana en aras de mantener un estilo de
vida que nos acerca a lo irracional, a lo vulgar y a lo inhumano.

Actualmente contamos con muchas ventajas para vivir en comparación con nuestros antepasados,
¿pero acaso somos mejores que ellos? ¿Por qué a veces parecemos más insatisfechos? En realidad,
nuestros sufrimientos parecen ridículos ante los desafíos que enfrentaron los que nos precedieron.
¿Por qué parecemos incapaces de afrontarlos?

Es muy importante reflexionar todavía más sobre la muerte, la vida, el dolor o la tragedia. Se trata
de elementos que muestran la vulnerabilidad humana y nos invitan a volver el rostro ante la
amorosa figura de nuestro Padre celestial. De ahí que la sabiduría nos conduzca a la compasión y
nos haga más sensibles de lo que en realidad somos.

Este día pide al Señor que te ayude a ser una persona más humana y satisfecha con la vida que él
te ha dado, para así aprender a disfrutar los momentos de felicidad que el cielo te concede.

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