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José Ángel Valente

FRAGMENTOS
DE UN LIBRO FUTURO

Galaxia Gutenberg
Círculo de Lectores

1
Primera edición
Barcelona, 2000

2
Ieu sui Arnautz qu'amas l'aura
e cas la lebre ab lo bueu
e nadi contra suberna.

(Yo soy Arnaut que amontona el viento


y caza la liebre con el buey
y nada contra corriente.)
Arnaut Daniel

Dios del venir, te siento entre mis manos.


Juan Ramón Jiménez

3
SUPO,
después de mucho tiempo en la espera metódica
de quien aguarda un día
el seco golpe del azar,
que sólo en su omisión o en su vacío
el último fragmento llegaría a existir.

(Raíz de Fragmentos de un libro futuro.


Fragmento XXXVII de Treinta y siete
fragmentos)

4
TÚ que regresas de las montañas
has debido de estar en Tianmu;
dime, bajo las ventanas de mi casa
¿cuántos crisantemos habían florecido?

(Versión de un apócrifo:
«Preguntas a un emisario»)

5
ESTE sueño, que acabo de soñar y en cuyo tenue borde te hiciste no
visible, limita con la nada.

(Ausencia)

6
CAER en vertical. Sueño sin fin de la caída. Qué repentina formación
el ala.

7
LLORAR por lo perdido cuando no deja huella el pie en la arena que
no sea borrada por la cierta sucesión de las aguas.

8
PERO tú, muerto,
ya no puedes llorar, llorarme.
Dime.

(Insomnio)

9
ENTRE el sauce apenas rozado por las aguas y la torre amarilla, el tiempo
mira al tiempo y lo devora. El río lleva lento, hacia lo lejos, imágenes sin
nombre, rostros muertos, el ritual aciago del adiós. Y tú, pálida sombra, en
la cruel ruina de la memoria encuentras todavía fundamento.

(Tubinga, otoño tardío, 1991)

10
INCORPÓREO, cela en la nuca el ángel toda su luminosidad.

(Posesión del ángel)

11
EL día en que este juego sin fin con las palabras se termine habremos
muerto. No nos dijiste adiós. Un rostro de mujer se desdibuja en los últimos
fríos del otoño. Nos duelen a la vez su muerte y tu memoria. Conocí a tu
hijo en el teatro del Rond-Point hace algún tiempo. Guardaba un raro
parecido contigo. Prestidigitador del aire. Dónde estás. Ruido sordo el de tu
cuerpo en las aguas oscuras.

(Memoria de Paul Celan, en la muerte de Giselle


Celan-Lestrange, fines de 1991)

12
A las niñas les crecen largas piernas, delicadas orejas, incandescentes vellos,
moluscos sumergidos, muslos húmedos, cabelleras doradas por el viento de
otoño, insondables ojeras, párpados y pétalos, cinturas inasibles,
precipitados límites del cuerpo hacia la lenta noche del amor, su infinita
mirada.

(Imágenes tardías)

13
A Andrés Sánchez Robayna

EL humo aciago de las víctimas.

Todo se deshacía en el aire.


La historia como el viento dorado del otoño
arrastraba a su paso los gemidos, las hojas, las cenizas,
para que el llanto no tuviera fundamento.
Disolución falaz de la memoria.
Parecía
como si todo hubiera sido para siempre borrado.

Para jamás, me digo.


Para nunca.

(Sonderaktion, 1943)

14
LA soledad se puebla de fantasmas de papel y de paja, de retratos de nadie,
de láminas metálicas, de páginas desnudas donde nada está escrito. El frío
arrasa la memoria y ya empezamos a no ser, el frío que desciende del lado
más aciago de la noche donde se inicia la consumación. Y no podemos
recordar a quién habíamos amado. Pregunto: —¿dónde estás? Pero ni
siquiera yo mismo sabría quién puede responder. Llamo a todas las puertas.
La única que se abre es la sola que no conoce el perdón.

15
EL cabo entra en las aguas como el perfil de un muerto o de un durmiente
con la cabellera anegada en el mar. El color no es color; es tan sólo la luz. Y
la luz sucedía a la luz en láminas de tenue transparencia. El cabo baja hacia
las aguas, dibujado perfil por la mano de un dios que aquí encontrara
acabamiento, la perfección del sacrificio, delgadez de la línea que engendra
un horizonte o el deseo sin fin de lo lejano. El dios y el mar. Y más allá, los
dioses y los mares. Siempre. Como las aguas besan las arenas y tan sólo se
alejan para volver, regreso a tu cintura, a tus labios mojados por el tiempo, a
la luz de tu piel que el viento bajo de la tarde enciende. Territorio, tu cuerpo.
El descenso afilado de la piedra hacia el mar, del cabo hacia las aguas. Y el
vacío de todo lo creado envolvente, materno, como inmensa morada.

(Cabo de Gata)

16
TÚ duermes en tu noche sumergido. Estás en paz. Yo araño las heladas
paredes de tu ausencia, los muros no agrietados por el tiempo que no puede
durar bajo tus párpados. Ceniza tú. Yo sangre. Leve hoja tu voz. Pétreo este
canto. Tú ya no eres ni siquiera tú. Yo, tu vacío. Memoria yo de ti, tenue,
lejano, que no podrás ya nunca recordarme.

(In pace)

17
EN el umbral hay una figura de mujer. Temblor del cuerpo, leve palpitación
del prolongado gris del chal sobre el que se derramaban sus cabellos. Le
pregunté: —¿De dónde vienes? Sus ojos se perdieron en la tarde. Volví a
decirle: —¿Adonde vas? Y regresó despacio a su mirada. Entonces
comprendí que, en el umbral, no era la mujer ni un antes ni un después. No
era; estaba. Estaba, solamente.

18
NADIE. No estoy. No estás. ¿Volver? No vine nunca.

19
SÓLO la soledad resuena larga
igual que cola o viento.
Vienen
desde el vacío las palabras,
nos poseen desnudos en su centro abrasado
y en él nos desengendran
para hacernos nacer.
Escucha
como en la soledad despierta,
inaudible, la pura raíz del aire.

(Segunda oda a la soledad, fragmento)

20
SE llena a veces el mundo de tristeza.
Los armarios de luna con la imagen de un niño
navegan en la noche.
El viento llora
como animal herido,
solo bajo las nubes.
Los blancos lirios de la primavera
nadie podría ahora recordarlos.
Baja
tumultuoso el río
opaco de las sombras.

Piedras. Norte. Estalla


lejos la luz, muy lejos.

Andemos todavía.

(Días de invierno de 1993)

21
AL lento sol que baja hacia la tarde
ceder, abandonarse.
Declinación.
El flujo del vivir
se ha ido deteniendo imperceptible
como el borde del vuelo o la caricia.
Aún dura leve lo que fuera huella
de su tacto tenue.

No sé si salgo o si retorno.
¿Adonde?

El fin es el comienzo.
Nadie
me dice adiós. Nadie me espera.

Entrar ahora en el poniente,


ser absorbido en luz
con vocación de sombra.

Y tú, que me has amado, sacrifica


a las divinidades de la noche
lo más puro de mí
que en tu secreto reino sobreviva.

(Luces hacia el poniente)

22
A Derek Harrts y James Valender

LA luz caía vertical sobre la piedra.

En la losa desnuda pusimos siemprevivas.


También son leves y te representan,
a ti, tan duradero entre nosotros.

Subimos al lugar en donde yaces


dos amigos ingleses y un hombre de tu tierra,
amigos ciertos que te aman
de dos países que al cabo desamaste.

Tal fue tu sino, engendrar el amor


en el difícil reino de lo siempre contrario
unido por el fuego.

Señor de la distancia y lo imposible.


Luis Cernuda, poeta, reza
la piedra, y los lugares y las fechas
que acotaron tu paso entre los vivos.

Entre ellos soñaste un poeta futuro


y al final lo engendraste
y hoy puede así el futuro hablar contigo.

Otros han desaparecido entre las sombras.


Tú no. Tu luz escueta permanece,
lo mismo que estas flores, para siempre.

(A Luis Cernuda, con unas siempre vivas)

23
LA lluvia cayó sobre las hojas
hasta agotar los números del tiempo.

El río trajo la bronca imagen de los asesinos


reflejada en sus aguas más oscuras.
Venían con sus dioses de bolsillo,
aguardentosos, tristes, ávidos.
El áspero ruido de sus botas
llegaba hasta las bóvedas del cielo.

Vosotros os levantasteis hacia el aire


como bandada de aves indefensas.

No sabéis cuántos murieron,


cuántos habéis quedado,
qué quedará de todo y de la luna
cuando ya nadie quede de vosotros.

Fazendeiros de fazendas e mortes,


cheios de sombra.

Quien esté ciego para verlo no merece


vivir.
El mate ardiente pasa
de una mano a otra mano.

Todas las manos juntas representan


el nuevo nacimiento, el vuestro, el nuestro
si aún nos fuese posible
nacer a vuestro lado
en la tierra sin mal.

(Redoble por los kaiowá del Mato Grosso del Sur)

24
TAN sólo escribe criptografías. Sigue en su hechura las técnicas instintivas
del disimulo y de la ocultación. Percibirlo, hace esas composiciones
inquietantes. Tal vez hay en una de ellas, en la que acaso constituya el
centro del laberinto, un secreto, un tesoro escondido. Pero no sabemos cuál
es.

(Estética)

25
SI hay un momento en el mundo
donde el pico de un pájaro
dijérase parece suspender el caos,
un súbito momento de tenue paz, ahora,
en el parque de una ciudad extraña donde me encuentro por azar.

Si existe repentino este silencio


en el leve descenso de la tarde,
si hay aves que se funden y hacen uno el canto y la quietud
y una mujer joven que cruza con su hijo pequeño de la mano
me mira, intensamente,
si este eterno es verdad, merecería
la pena haber venido,
estar presente, dios, en esta cita tuya no anunciada.

(Parque de Figueras)

26
A Coral

AL norte
de la línea de sombras
donde todo hace agua,
rompientes
en que el mar océano
se engendra o se deshace,
y el naufragio inminente todavía
no se ha consumado, ciegamente
te amo.

(SOS)

27
HA pasado algún tiempo. El tiempo pasa y no deja nada. Lleva, arrastra
muchas cosas consigo. El vacío, deja el vacío. Dejarse vaciar por el tiempo
como se dejan vaciar los pequeños crustáceos y moluscos por el mar. El
tiempo es como el mar. Nos va gastando hasta que somos transparentes. Nos
da la transparencia para que el mundo pueda verse a través de nosotros o
pueda oírse como oímos el sempiterno rumor del mar en la concavidad de
una caracola. El mar, el tiempo, alrededores de lo que no podemos medir y
nos contiene.

(Desde el otro costado)

28
PÁJARO del olvido
jamás te tuve más cierto en mi memoria.

Vuelvo ahora
desde no sé qué sombra
al día helado del otoño en esta
ciudad no mía, pero al fin tan próxima,
donde el sol de noviembre tiene
la última dureza
de lo que ya debiera
morir.
¿Y es éste el día
de mi resurrección?

Las hojas arrastradas por el viento


apagan nuestros pasos.

Llego y ni siquiera sé muy bien quién llega


ni por qué fue llamado a este convite
tantos años después.

(Comparición)

29
DE ti no quedan más
que estos fragmentos rotos.

Que alguien los recoja con amor, te deseo,


los tenga junto a sí y no los deje
totalmente morir en esta noche
de voraces sombras, donde tú ya indefenso
todavía palpitas.

(Proyecto de epitafio)

30
FLOTAR en la incierta realidad del ser, tentar a ciegas lo improbable, no
tener asidero en tanta sombra. Los cuerpos de los ahogados en la mar
meditan boca abajo, pero no ven el fondo con los ojos vacíos. El anciano
volvió con una antorcha e iluminó los barcos naufragados. Se alzó desde la
noche un coro en una lengua imposible de interpretar. Ésta es la verdadera
canción, pensaste, y luego te fuiste diluyendo, despacio, muy despacio, en lo
no descifrable.

(Nadie)

31
ESTÁBAMOS en un desierto confrontados con nuestra propia imagen que
no reconociéramos. Perdimos la memoria. En la noche se tiende un ala sin
pasado. Desconocemos la melancolía y la fidelidad y la muerte. Nada parece
llegar hasta nosotros, máscaras necias con las cuencas vacías. Nada
seríamos capaces de engendrar. Un leve viento cálido viene todavía desde el
lejano sur. ¿Era eso el recuerdo?

(Lotófagos)

32
SI después de morir nos levantamos,
si después de morir
vengo hacia ti como venía antes
y hay algo en mí que tú no reconoces
porque no soy el mismo,
qué dolor el morir, saber que nunca
alcanzaré los bordes
del ser que fuiste para mí tan dentro
de mí mismo,
si tú eras yo y entero me invadías
por qué tan ciega ahora esta frontera,
tan aciago este muro de palabras
súbitamente heladas
cuando más te requiero,
te digo ven y a veces
todavía me miras con ternura
nacida sólo del recuerdo.

Qué dolor el morir, llegar a ti, besarte


desesperadamente
y sentir que el espejo
no refleja mi rostro
ni sientes tú,
a quien tanto he amado,
mi anhelante impresencia.

(Elegía: fragmento)

33
TE vas saliendo
un poco
de la vida, over-
lapping, borde-
ando el limite impreciso en donde
ya comienzas a estar
lejano y próximo
de este lado del día o aquel lado
de sombra.

(Rué du Dragón)

34
EN la ventana
las gotas de la lluvia fingen llanto
del prematuro rostro frío de este otoño.

Hay días
en la estación que baja
con las nieblas primeras
hacia la fronda aún verde
del jardín tan íntimo,
velados días como tenues telas,
días tejidos en el hueco oscuro,
suspendidos del borde
de los días iguales,
como ayer, como siempre.

(Otoño, 1994)

35
TAL vez en el sediento, oscuro, rápido
deshacerse del día
te has ido transformando en otra cosa
limítrofe de ti,
no tú.
No vuelves
a encontrarte
si regresas a tientas
al cuerpo que tuviste,
al lugar donde ardiera
hasta el blanco del sueño
el hierro del amor.
Depón tu rostro
que ahora desconoces.
Deja huir tus palabras,
libéralas de ti
y pasa lentamente,
desmemoriado y ciego,
bajo el arco dorado
que arriba tiende el anchuroso otoño
como homenaje póstumo a las sombras.

(Arco de triunfo)

36
HAY una leve luz caída
entre las hojas de la tarde.
No podemos hollarla.
Dame
tu mano y cruza
de puntillas conmigo
para nunca pisarla,
para no arder tan tenue
en sus dormidas brasas
y consumirte lenta
en el perfil del aire.

(Octubre)

37
SAN Jorge es apenas un niño
sobre un blanco caballo de cartón.

En el cielo azul pálido


hay una luna mínima, cortante,
y discurren distraídas las nubes.

La boca de la cueva se abre enorme,


apenas defendida por el dragón
con ojos en las alas
de encendidos colores
como el pavo real.

Su sangre corre roja,


convencional la sangre,
y tiñe tierno el verde de su piel.

La mujer, roja y verde


como el dragón, apenas
lo sujeta con una leve cuerda
que nada tensa.
Dócil, el animal
se presta al vencimiento.

La mano izquierda de ella


presenta, muestra, invita
a la entregada bestia.
Mientras,
la prolongada lanza
del San Jorge inocente
perpetúa la oscura
penetración.

(Paolo Ucello)

38
MORTECINO el otoño cae despacio
(¿dónde está su triunfo?),
lame mi mano con la antigua
fidelidad del can de Ulises,
se desliza a mis pies,
se arrima al último reborde ciego
de las cosas, deja un hilo delgado
como huella del apenas estar,
se posa y vuela en la mirada y forma
en ella un horizonte para siempre
de imperceptible sombra.

39
ALREDEDOR de la hembra solar aún sigue girando oscuro el universo.

(Centro)

40
LA voz en el teléfono fue una sorda agresión de la sombra. Dijo tu muerte,
bronca, cruel, inexorable. Como un destino. Dijo. No podía entenderla.

(Aniversario)

41
DESDE Granada subimos hasta Víznar. Vagamos por el borde sombrío del
barranco. —¿Dónde?, decíamos. Era el otoño. Los hermanos, las viudas, los
hijos de los muertos venían con grandes ramos. Entraban en el bosque y los
depositaban en algún lugar, inciertos, tanteantes. ¿En dónde había sucedido?
—Lo mataron a él, decía la mujer, pero aquí también mataron a otros
muchos, a tantos, a esos que ahora nadie ya recuerda. —Él ya no es él, le
dije. Es el nombre que toma la memoria, no extinguible, de todos.

(Víznar, 1988)

42
EN la sala hay un viejo reloj de madera semiempotrado en el muro. Un niño
toca el reloj: el péndulo se detiene. Como lo divino es indiferente a la forma,
el tiempo, número del movimiento, sería indiferente a la cantidad. El
péndulo se detiene. Sólo en el péndulo parado se inscribe en verdad el ser
del tiempo.

(Cero, matriz de lo posible)

43
PÉNDULO, cero irreal o número del tiempo,
del antes y el después.
Del antes
de qué, de quién, de cuándo, y del después
de qué palabra que nunca antepusimos.

Péndulo inmóvil.
Cero.
Tantos después envuelve ya el pasado
y tantos antes no nacidos nunca.

(Variación sobre un tema barroco)

44
TAL día como hoy empezamos a andar.

Un coro
de blancas voces
saludaba a la luz recién nacida
en las cercanas torres de Magdalen.

Pasaron luego el tiempo


azul de la alegría
y oscuro del dolor.
Te fuiste.

Yo desanduve solo el terrible camino


para llegar al punto del origen donde acaso
aún podría encontrarte,
nacer de nuevo a la misma mañana,
abrirse al despertar,
abrir los ojos como entonces,
los ojos que aún se miran,
nos miramos, con idéntica luz.

(May Day, 1956)

45
A Jacques Ancet

To a green thought in a green shade


Andrew Marvell

EL espesor del bosque,


su verde luz oscura,
la voz que llama adonde,
el borde, el límite
donde comienzan los senderos
que a su vez se entrecruzan
y se anulan hasta el súbito claro, repentino
lugar de un dios
que aquí se manifiesta,
¿cuál dios?,
podríamos hacer en él nuestra morada,
en esta claridad,
al menos hasta el tiempo de las lluvias
para identificar aún nuestro camino
en la hierba pisada, para qué, jamás
podríamos volver, pues los senderos
se cruzan infinitos en el bosque,
me llama el bosque todavía
y la naturaleza madre me reduce,
me asume en sí, me devuelve a la nada.

(El bosque)

46
Antonio in perpetuum

Y tu cuerpo surgía de las aguas


lustrales, resurrecto,
como una espada inextinguible.

(Lo blanco)

47
SUBE en nosotros
el nivel de la sombra.
Muy despacio
sube la noche.
Abajo brilla
radiante un sol oscuro.
Llama.
Nos llama.
Vértigo
sin tiempo.
Dime,
ahora que sentado al borde de las aguas
veo pasar la sombra que me lleva, dime,
¿se irá con ella tu indeleble memoria?

48
ENTRA la tarde entera en la quietud.
El cuerpo yace en la profundidad oscura de sí mismo.
Y anida o nace un águila
en la boca secreta de tu sexo.

(Coronación)

49
ME pedís que explique las razones del fracaso o del éxito.
La canción del pescador se sumerge en las aguas.

(Versión de Wang Wet, siglo VIII)

50
DETRÁS de la biblioteca de la escuela
aparecían en otoño flores amarillas
cuyo nombre aún ignoro.

(Versión de Takuboku, 1886-1912)

51
LA puerta abre la casa hacia su adentro
donde no estás.
Vacío.
Late
el corazón muy tenue, solo.
Todavía.

(Últimos días de 1995)

52
LA memoria nos abre luminosos
corredores de sombra.

Bajamos lentos por su lenta luz


hasta la entraña de la noche.

El rayo de tiniebla.

Descendí hasta su centro,


puse mi planta en un lugar en donde
penetrar no se puede
si se quiere el retorno.

Se oye tan sólo una infinita escucha.

Bajé desde mí mismo


hasta tu centro, dios, hasta tu rostro
que nadie puede ver y sólo
en esta cegadora, en esta oscura
explosión de la luz se manifiesta.

(Tamquam centrum circuli)

53
SÓLO queda la fábula.

Lo que se narra y al narrarse crea


la sola narración para ninguno.

Tiempo.
No podemos morir.

Quedan tiempo y escucha


para oír lo celeste.
Ahora
ven a mí, cubre
mi cuerpo con tu espeso velo, sueño,
despierto sueño de los dioses.

Y yo
me acordaré de ti y de otro canto.

(Fábula)

54
TODO parecería ahora
llevarte a la extinción.
Abandonado
de la sola palabra que tal vez aún podría
levantarme hacia ti.
No estás.
No está
la tu sola palabra.

Se espesa en torno el reino de lo gris.

Un ave cae
del centro mismo de su vuelo.
El agua
del manantial, impura, ciega
los pozos de la sed.
En esta noche
no busques luz ni abrigo,
no busques lealtad
ni amor.
Estás sentado
enfrente de ti mismo y ni siquiera
puedes mirarte con piedad.

(Ni siquiera)

55
CAMINABAS despacio.

Tu cuerpo fatigado aún arrastraba


la absoluta ruina
de ti.

Te acariciaba tenuemente el sol.


Tú ibas disolviéndote en su luz.

Quedaban todavía algunos pasos.


¿Hacia dónde?
Ni siquiera sabías
con certeza cuántos podrías dar.

(La certeza)

56
LOS caballos, los oros, la redonda
plenitud de las cúpulas,
los arcos, la andadura
vertical de las líneas que levanta
la luz nacida de la piedra.
Entraña.
Forma.
Ha caído la noche.
Todo
parece ahora disolverse
en su propio interior.
Muy lenta
se desgrana la música.
Diríase
que se escucha muy cerca.
¿Dónde?
Tú sabes que la oyes
cuando estás ya del otro lado
de tu propio existir.

(Piazza S. Marco, 1996)

57
ALGUIEN me dice
que un hombre joven viene
de tiempo en tiempo a visitar tu tumba.

Desbroza los hierbajos.

Un hombre joven, dicen, bello


con un sombrero campesino.

Interrogado, dijo
ser un amigo de tus familiares.

¿Quién es esa figura que así acude?

Tal vez eres tú mismo que regresas


para ver dónde estás y depositas
al pie de tus cenizas,
húmedo, un ramo
de lluvia o de tristeza.

(El visitante)

58
SE va poniendo grande
y redonda, carnal, la luna.

Creciente está desde su propia entraña.


Espejo o vientre
luminoso de un dios que la fecunda.

Su luz no es suya, pero el don es suyo.

Luna solar que el día me arrebata.

Permanece en el cielo para siempre,


perpetuamente derramada madre.

Ven, reaparece.
Celeste acude o vuelve.
Jamás te ocultes, duradera, danos
la paz.

(Inminencia del plenilunio)

59
TU imagen melancólica
en el cristal tan tenue
borrada por la lluvia
es la imagen de un niño
que aún se asoma a su adentro
buscando a tientas la quebrada imagen
de lo que quiso ser.

(Retorno)

60
EL hombre se escabulle. Queda una huella de presencia humana. Recuerdos
de acontecimientos ya lejanos. Rastros. Seguir el rastro que se va
deshaciendo. Deshacimiento. Rastro. Como el caracol va dejando tras de sí
una huella de baba.

(Variación sobre un texto de Bacon de 1952)

61
AMIGOS,
para que sea el sacrificio inextinguible,
ofreced a Esculapio,
serenos, melancólicos,
el gallo de la aurora no naciente.

(El gallo)

62
SI cortamos el tronco del cerezo
no hallaremos las flores en él:
la primavera sola tiene
la semilla del florecer.

(Koan del árbol, versión)

63
EL amarillo, el verde, el encendido
rojo sólo para morir
bajo el tendido velo del otoño.

La luz no está en la luz, está en las cosas


que arden de luz tenaz bajo la lluvia.

Nada tiene más fuego en sus entrañas


que la melancolía ardiente de esta hora.

Nada tiene más fuego que la ausencia.

¿Llorar?
Lloradme nunca.
Me he perdido
con el aire en las bóvedas tan bajas
de un cielo que, piadoso, me disuelve.

(Días de octubre de 1996)

64
Para Bernard Nöel

COMO pan vino la palabra,


como fragmento de crujiente pan
fue dada,
igual que pan que alimentase el cuerpo
de materia celeste.

Vino, compartimos su íntima sustancia


en la cena final del sacrificio.

Y nos hicimos hálito, sólo soplo de voz.

Palabra, cuerpo, espíritu.

El don había sido consumado.

(Memoria)

65
CIUDAD del sur anegada en la lluvia.

Ángeles de tristeza
descienden los telones.
Nadie.
La nada.
Súbito en la sombra
el recuerdo encendido de tus senos.

(Anónimo, versión)

66
TU súbita presencia.

Toda tu luz irrumpe duradera,


dura como la piedra.
Vienes
tan inmóvil, tan adentro de ti.
Lo hondo.
En tu sola existencia,
tu sola luz, estás
ardiendo para siempre.

(Presencia)

67
LA agonía, la muerte, el pavo,
vocea el vendedor de lotería.

Esos nombres son cifras de la ciega alegría


que al término me lleva y ciego en él me acabo.

(Valleinclanesca)

68
LA verdinegra
ascensión amarilla de la piedra
sobre el fondo oscuro, solitario, del aire.

Enfrente, lejos, el crepúsculo


que tiene aún un lecho
de roja luz,
delgado lecho o borde ardiente, ardido,
para la claridad,
la última, que como velo tenue
mantuviera la mano
de una diosa desnuda.

La lenta piedra va
escondiéndose en sombra
por sus entrañas mismas engendrada.

La piedra ha parido la noche.

Ha dado a luz la noche.

Luz-noche, acógenos en ti,


en tu secreto seno.
Acaso somos
el no posible anuncio del día venidero.

(Obradoiro)

69
ESTABAS desleída en la dulzura
de los secretos jugos de tu cuerpo
y te llevaba el agua
como a una larga cabellera verde
engendrada en los limos
obstinados del fondo.

Era tu forma ese deshacimiento.


Brotar.
Fluir.
Abandonarse.
Bajaba el aire hasta los límites
perfectos de tu piel.
Blancura.
Y ya oblicuo, el poniente la encendía
para nacer de ti aquella tarde
de qué lugar, qué tiempo, qué memoria.

(Orillas del Sar)

70
Y todas las cosas para llegar a ser se miran en el vacío espejo de su nada.

(Espacio)

71
Para Antonio, en memoria, 1997

UNA vez más desciende la tristeza


como reptante sierpe a ras de suelo.

En el mismo lugar y en la ceniza misma,


las mismas aguas quietas en el mismo lago,
su plateado gris, las hojas húmedas
desde el llanto de ayer.
¿De cuánto tiempo antes?
Ya no tienes figura: la tuviste
cuando andábamos juntos contra el viento
que ya me amenazaba con tu ausencia.

Y ahora el día
de atenuada luz como tímida noche
apaga lentamente mi mirada.
La sombra.
Otra vez en su seno somos uno.

(Hic locus)

72
Los sentidos saltan sobre
los pensamientos.
Eckhart

ESTÁS
en tu luz no visible, no engendrado,
único, el único.
Se posa tu mirada
en la ausencia de ti o en la no descifrable
irrupción de tu forma en tu vacío.

Y allí dejas la huella de tu paso.

Salí tras ti.


Devuélveme a tus ojos
que llevo en mis entrañas dibujados.

(La nada)

73
TEMPLO de la cima, la noche:
la mano alzada acaricia la estrella.

¡Pero cuidado!
Bajad la voz.

No despertemos a los habitantes del cielo.

(Versión de Li Po)

74
PERDÓN, la luna,
para toda la especie
engendrada en tus ciclos más secretos.

Los cuerpos gimen bajo el cielo nocturno


que en tu terrible luz se enciende.

Baja tú, la celeste, hasta el barro y la sangre


que en tu luz nos conciben.

Desciende, engendradora
de una especie infeliz que nunca
alcanzará su reino.

(El sacrificio)

75
II

AHORA que tu disco resplandece


con plenitud solar en el cielo de estío,
ten piedad de nosotros,
la luna, en esta noche.

(Llanto)

76
Y III

VIENES.
No estás.
Desapareces.

Hay duras ráfagas de viento.


Espesas nubes.
Vienes de pronto.
En luz te manifiestas.

Un instante tan sólo.

Deja caer tu no palpable velo


en la ciega raíz de nuestros sueños.

{Luna)

77
TODO está roto, mutilado, mudo,
caído a ciegas
desde un cielo sombrío.
Nada
me alumbra en esta hora.

El otoño destila delgadas babas pálidas


que amenazan la tenue
cintura de los álamos,
grises los álamos de plata gris al borde
de tanta y tanta noche.

—¿Dónde estás tú?, pregunto, y sólo


ese yo que soy tú podría responderme.

Hay un eco infinito en los vacíos


desvanes tristes de la infancia perdida.
Y no encuentro las huellas de tu paso,
que tal vez fuera el mío.
¿Cuándo?
¿Dónde?

{Vacío)

78
A Juan Goytisolo

SE va deshaciendo en leves jirones


de nada el mundo.

El viento del otoño barre los secretos


reductos últimos del corazón.
Su tenue llama, apenas palpitante, acaso
se quisiera extinguir.

¿Quién seguirá por ti contigo?


Nadie.
Nadie es el nombre de las tantas formas
de tu nunca completa rotación.

Y ahora, ante los hilos de la sombra


donde no está tu imagen reflejada,
dime, si puedes,
¿quién podría aún nacer?

(Deshacimiento)

79
EL verde lentamente iba del rojo al amarillo.

No había un ave en el cielo tranquilo.

Quietud.
Por el camino que atraviesa el bosque
una silueta apenas se dibuja.

La tarde baja hasta tus labios húmedos.

Caer.
Desvanecerse,
para nunca morir,
en las entrañas hondas de este sueño.

(Octubre, 1997)

80
ESTA acidez me es grata al corazón
si no estuviera a punto de expirar.

Abre aún la ventana en la que el aire


agolpa pájaros desde el bosque amarillo
donde aún empieza a clarear la luz.

Llama a mi puerta.
Dime
quién eres tú que ahora llegas
cuando todo parece terminar.

Cabellera del tiempo arrastra noches


como ríos sin término
hacia el adiós.

Amiga, vuelve
a la vida, tú que puedes aún.

En la otra orilla tu figura blanca,


erguida, guarda el solo testimonio
cierto de mí.

(Figura)

81
AHORA no tienes, corazón, el vuelo
que te llevaba a las más altas cumbres.

Lates, reptante, entre las hojas secas


del amarillo otoño.

¿Y hasta cuándo en la secreta larva de ti?

¿Volverás a nacer en la mañana,


a respirar la frialdad del aire
donde hay un pájaro?
¿Lo oyes?

Canta arriba, en las cimas,


como tú, como entonces.

Tú eres sólo latir cobijado en lo oscuro.

Al pájaro que fuiste dedicas este canto.

(El vuelo)

82
SALIR del tiempo.
Suspender el claro
corazón del día.
Ave.
Palabra.
Vuelo en el vacío.
En lo nunca
posible.
Ven, anégame en este largo olvido.

Ya no hay puentes:
Sosténme en el no tiempo,
en la no duración,
en el lugar donde no estoy, no soy, o sólo
en el seno secreto de las aguas.

(Isla)

83
ANIMAL extendido
sobre la duración,
agazapado más allá del tiempo y de los tiempos
o más allá del dios.

Materia.
Madre
del mundo.
Erguido seno blanco
que toca el cielo o que lo engendra
y hace nacer la infinitud.
Apenas
existimos en ella un breve instante.

Acógeme de nuevo en ti,


mas sólo cuando haya
acabado mi canto.
(Sobrevolando los Andes)

84
EL recuerdo incendiado
arde como el amor.

Venid, oh dioses, con el sacro fuego


cubrid de mantos rojos la alta pira
donde mi cuerpo está.

Arde lo que ha ardido.

No se consume la encendida llama


porque nadar aún sabe el agua fría.

Palpita el cielo.
Y lentamente
entro en el seno inmenso
de ti, la nada.
Cuerpo sólo
solar.

(El fuego)

85
INTERMINABLE término al que llego,
donde nada termina,
donde el no ser empieza
interminablemente a ser
pura inminencia.

(Horizonte)

86
LA cabeza ya ha sido abatida por los vientos o por un solo viento, solitario
el viento y violento y triste. No la ha segado, la ha vencido. Se mantiene, sin
embargo, viva; la frente grande, los grandes ojos abiertos, los colores
intensos que encienden la faz de un pájaro no del todo rendido a su inmensa
desgracia, la de no hacer reír y alimentar sin fin el llanto. Huracanado, el
viento ha reducido hasta la horizontal, lo plano, el pensamiento. El cuerpo
duramente lo sostiene. El cuerpo es la sola extensión sin fin del
pensamiento. No hay cuello o no se ve. No hay tallo. No hay tallo que
sostenga esta cabeza dolorosa. El hombro izquierdo de la triste figura,
apenas descubierto bajo la oscura túnica parece cumplir esa función del tallo
ausente. La cabeza se inclina casi en la horizontal hacia el lado derecho. La
capa oscura ocupa en vuelos amplios buena parte del cuadro. Pero no llega a
cubrir ni el rojo intenso del desnudo sexo ni el tronco erecto que sube a un
tiempo blanco y llameante hacia el perfecto ángulo que componen el brazo
y la mano derechos sosteniendo la izquierda que sostiene a su vez a la entera
figura. Manos de dedos y uñas incendiados. Casi en ángulo recto, las líneas
de las manos y los dedos son el centro del cuadro. ¿El centro del pensar?
Ardiéramos con ellos en lo nunca extinguible.

(Egon Schiele, Lyriker, 1911)

87
ME cruzas, muerte, con tu enorme manto
de enredaderas amarillas.

Me miras fijamente.
Desde antiguo
me conoces y yo a ti.

Lenta, muy lenta, muerte, en la belleza


tan lenta del otoño.

Si ésta fuese la hora


dame la mano, muerte, para entrar contigo
en el dorado reino de las sombras.

88
NOS baja la guitarra
al fondo del adentro.
Fondo
en donde vibra el fondo.

El llanto.
El fondo.

Qué solos nos quedamos frente a frente


mi tú, mi yo.
Qué solos.
Soleá.

(Fondo)

89
CUANDO te veo así, mi cuerpo, tan caído
por todos los rincones más oscuros
del alma, en ti me miro,
igual que en un espejo de infinitas imágenes,
sin acertar cuál de entre ellas
somos más tú y yo que las restantes.
Morir.
Tal vez morir no sea más que esto,
volver suavemente, cuerpo,
el perfil de tu rostro en los espejos
hacia el lado más puro de la sombra.

(Espejo)

90
Y todos los poemas que he escrito
vuelven a mí nocturnos.
Me revelan
sus más turbios secretos.
Me conducen
por lentos corredores
de lenta sombra hacia qué reino oscuro
por nadie conocido
y cuando ya no puedo
volver, me dan la clave del enigma
en la pregunta misma sin respuesta
que hace nacer la luz de mis pupilas ciegas.

(Centro)

91
VACÍO.
No tener,
no sentir el calor de tu cuerpo.

(Romper del día)

92
ESTE tiempo vacío, blanco, extenso,
su lenta progresión hacia la sombra.
No se oye la voz.
No canta.
Ni engendra una figura otra figura.
Ni vuela un pájaro.
Se esconde
en los. oscuros pliegues de la noche.
No viene a mí la luz como solía.
No me despierta a más ventura el aire
para solo seguir su largo vuelo.
No hay antes ni después.
Andamos para nunca llegar,
oh nunca, adonde.
Me detengo.
Efímera
construyo mi morada.
Trazo un gran círculo en la arena
de este desierto o tiempo donde espero
y todo se detiene y yo soy sólo
el punto o centro no visible o tenue
que un leve viento arrastraría.

{Tiempo)

93
Y tu ardías incendiado,
solo en la infinitud del universo
y sus innumerables mundos,
víctima de jueces
tributarios de sombra
y sombra
y sombra
hasta nosotros.
Sombra.
Pero tú aún ardes luminoso.

(Campo dei Fiori, 1600)

94
CIMA del canto.
El ruiseñor y tú
ya sois lo mismo.

(Anónimo: versión)

95
Edición al cuidado de Nicanor Vélez
Diseño: Winfried Báhrle
Producción: Susanne Werthwein

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Galaxia Gutenberg, S.A.
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© Herederos de José Ángel Valente, 2000


© Círculo de Lectores, S.A. (Sociedad Unipersonal), 2000,
por esta edición
© Galaxia Gutenberg, S.A., 2000, por esta edición

Fotocomposición: punt groe & associats, s.a., Barcelona Impresión y


encuadernación: Printer industria gráfica, s.a.
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ISBN Círculo de Lectores:84-226-8536-1
ISBN Galaxia Gutenberg:84-8109-312-2
N.° 35246
Impreso en España

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