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En 1835, bajo el mando del capitán Robert Fitzroy, Darwin y el resto de la tripulación
confeccionaron una lista de lugares aislados difícilmente visitados por navegantes. Esta lista,
además de las Galápagos, incluía Valparaíso, Callao, Tahití, Nueva Zelanda y Cabo Buena
Esperanza.
Sin embargo, desde el primer momento en el que el explorador inspeccionó las Galápagos,
quedó abrumado con su biodiversidad. Por ello, Darwin y el resto del equipo decidieron
permanecer en el archipiélago durante cinco semanas, de las cuales únicamente dos
estuvieron en tierra.
Tuvieron que pasar casi 25 años desde que Darwin visitó las Galápagos para que se
publicara el libro 'El origen de las especies'. Tras su estancia en las Islas, se podría decir que
el pensamiento científico cambió para siempre, ya que los famosos principios de Darwin
son, aún hoy en día, la base de casi todo el campo de estudio.
No obstante, la historia de las Islas Galápagos no comienza ahí, ya que fueron descubiertas
por casualidad tres siglos antes, en 1535, por el obispo panameño Tomás de Berlanga. El
religioso viajaba de Panamá a Perú a lo largo de la costa oeste de América del Sur, cuando
el viento y las corrientes oceánicas empujaron su embarcación hasta este archipiélago.
Desde entonces, muchas han sido las visitas e invasiones de las Galápagos, que deben su
nombre a las tortugas gigantes que habitan en estas islas.
Otra prueba de la gran fuente de inspiración que supone este lugar, es la historia de
Alexander Selkirk. Sus aventuras en las islas Juan Fernández inspiraron a Daniel Defoe a
escribir la reconocida novela de 'Robinson Crusoe'.
En la actualidad, sólo cuatro islas están habitadas, motivo que influye en que 95% de su
biodiversidad original permanezca intacta. La más poblada es Santa Cruz, que cuenta con
25.000 habitantes. Sólo hay tres islas más con población, que son Isabela (2.200 habitantes),
San Cristóbal (8.400 habitantes) y Floreana o Santa María (100 habitantes).