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Serie de Sermones – La Riqueza del Cristiano

Sermón N°13 – La riqueza de su amor


Por: Jorge Betancur

La Carta a los Efesios es uno de los documentos más influyentes en la vida del cristiano.

El libro de Efesios trata de nosotros, describe a los seres humanos, su conflicto, pecado y confusión,
pero mucho más, describe a Dios llegando hasta ellos para darles nueva vida y hacerlos parte de Su
Reino.

Esta carta es consistentemente teocéntrica y trinitaria. Su mensaje acerca de la Gracia y el Amor de Dios
es alentador y gratificante para la vida del creyente.

Podemos resumir, que su mensaje encierra las “Riquezas del Cristiano” en donde el apóstol Pablo la da a
la palabra riqueza un sentido de “plenitud de bienes”.

En esta mañana, el sermón lleva por título “La riqueza de su amor”.

Efesios 3:14-21 “14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de
quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas
de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite
Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis
plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que
seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas
mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,
21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”

La sociedad contemporánea tiene un concepto del amor el cual se centra en el yo, es decir, en un amor
egoísta. Este amor ve a los demás como medio de gratificación personal.

En contraste con ese amor egocéntrico y egoísta, la Biblia enseña que la esencia del amor es el sacrificio
personal. En lugar de derribar a los demás. El amor bíblico nos enseña a edificarlos; en lugar de procurar
el bien propio, procura el bien y el interés de los demás; en lugar de buscar satisfacer sus propias
necesidades, busca que el otro sea saciado.

Para los cristianos, el amor es el corazón de toda conducta y norma de vida cristiana. Este amor está
manifestado en la vida de Cristo, en su enseñanza y en su muerte en la cruz.

Fue por amor que Dios envío a su hijo al mundo para darnos una nueva vida y no cualquier vida, sino
que una vida en abundancia. El amor semejante al de Cristo es una de las conductas básica en nuestra
forma de relacionarnos con nuestro prójimo.

Por ello, no es de extrañarnos que el mensaje central de Jesús en el Sermón del Monte sobre el estilo de
vida de los súbditos del reino de los cielos, nos hable sobre la importancia de amar a todos, esto incluye
a nuestro prójimo y enemigos.

Mateo 5:43-44 “43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo
os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os
aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”
Entonces, para llevar a la práctica lo que el apóstol Pablo quiso decir con “comprender el amor de Cristo,
que excede a todo conocimiento” debemos profundizar en el concepto del “Amor de Cristo” o el “Amor
de Dios”.

El verbo que Pablo utiliza para “amar” es “agapao”. La lengua griega de su época tenía dos palabras
principales para el amor.

La primera era “eros”, que tenía que ver con el amor apasionado, ya fuera religioso o sexual. El segundo
era “phileo”, utilizado para describir el amor entre amigos y el tipo de amor compartido en una familia
saludable.

Pero ninguna de estas palabras era adecuada para lo que Pablo y otros escritores del Nuevo Testamento
quería describir. Es por ello, que escalando a un nivel más alto de amor persiguieron y seleccionaron una
nueva palabra, el término “agapao”.

Los escritores del Nuevo Testamento utilizaron esta palabra que no tenía ningún rastro de significado en
el griego antiguo y la llenaron de un nuevo significado. Por ello, quiero rápidamente definir cinco
aspectos de esta palabra “agapao”.

En primer lugar, es universal. Se trata de un amor que llega a todo el mundo. La parábola de Jesús sobre
el buen samaritano de Lucas 10 es un ejemplo básico.

En segundo lugar, el amor es la nueva “ley real”, que ordena a todos los creyentes a amar a Dios y al
prójimo.

En tercer lugar, el modelo de este amor es la vida de Cristo. Se trata de amarnos unos a otros, como el
nos ha amado.

Juan 15:12 “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.”

En cuarto lugar, el amor es la base indispensable para cada uno de los dones. Sin amor, ninguno de ellos
tiene valor alguno.

En quinto lugar, la fuente de este amor es el Espíritu de Dios que mora en nosotros, haciendo posible el
del amor de Cristo en la vida del creyente. Sin ese espíritu, ese amor “agapao” es imposible.

Romanos 5:5 “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos
fue dado.”

Con estas características generales en mente, podemos ahora profundizar en nuestra riqueza que
poseemos en el amor de Dios.

La riqueza del amor de Cristo está fundada en el acto amoroso del Dios trino, en que siendo aún
pecadores, el murió por nuestras transgresiones, no porque lo mereciéramos, sino que, simplemente
porque el Dios eterno, poderoso, tres veces santo, decidió en la eternidad amarnos y por su amor,
darnos vida.

Es en la cruz del calvario que Dios manifestó su amor, fue en su pasión y sufrimiento que el amor
“agapao” de Dios se hizo realidad.

Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Lo primero que debe decirse de la muerte de Cristo es que es la revelación suprema del amor de Dios.
Pablo afirma repetidas veces que el propio amor de Dios dio lugar a la expiación cuya consecuencia es la
muerte de Jesús.

La cruz no es sólo la medida del amor de Cristo sino de Dios mismo. Es evidente que para Pablo, la
prueba final del amor de Dios por las personas fue la cruz.

Es así, que el amor de Dios derramado en el creyente por el Espíritu, impulsa a este hacia el amor
desinteresado y sacrificial que ama, no por mandamiento, sino por necesidad, no por obligación sino por
razón de vida.

El cristiano no ama para ser hijo de Dios, sino porque lo es. No ama para alcanzar la relación de hijo con
el Padre celestial mediante esfuerzo personal y sobrehumano, sino que en amor expresa la condición de
ser hijo de Dios.

No se trata de amar a los que son afables y próximos a uno, sino todo lo contrario, demanda amor hacia
los peores enemigos, demanda amor hacia los marginados, demanda a amar a aquellos que el mundo
no ama, demanda a amar a aquellos que en muchas iglesias cegadas por su religiosidad no aman.
Demanda a un amor como el de Dios, un amor que ama al prójimo, aun a los enemigos.

El mártir cristiano Dietrich Bonhoeffer analiza en su libro “El costo del discipulado” esta esfera del amor
al enemigo de esta forma:

“Al hablar de nuestros enemigos Jesús quiere nombrar a aquellos que son bastante intratables y
totalmente insensibles a nuestro amor, que no perdonan nada cuando les perdonamos todo, que
retribuirán el amor con el odio y nuestro servicio con escarnios”

El enfoque de Bonhoeffer es que el enemigo no es la persona que se suaviza con el amor y se convierte
en amigo. Es la persona que niega el amor ofrecido y sigue siendo obstinadamente opuesta a quien
extiende el amor.

1 Juan 4:10 “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.”

Por ello, los lectores de Pablo saben lo que es el amor “eros” y entienden el amor “phileo”. Pero ¿Qué es
esto de “agapao” que los cristianos están nombrando constantemente? ¿Qué significa esta nueva clase
de amor?

Pablo, nos ofrece una descripción clara del amor “agapao” en:

1 Corintios 13:4-7 “4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es


jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera,
todo lo soporta.”

El texto de 1 Corintios nos manifiesta de una forma notable la característica esencial del porque
podemos gustar de la riqueza de su amor, y es el hecho de que la lista de atributos comienza y termina
con las dos grandes palabras del Nuevo Testamento para la paciencia, traducidas en la Reina Valera
como “sufrir y soportar”.

En el texto original, comienza diciendo “el amor es paciente” ocupando la palabra griega compuesta
“makro-thumei” que significa “Makro=muy lejos” y “Thumus=ira”. Entonces, podemos decir que la
persona que tiene “makrothumus” es una persona capaz de “poner la ira muy lejos”.
Esta es la paciencia de los poderosos que tienen el poder de tomar represalias, pero optan por
obtenerse.

Esta clase de paciencia es la ilustrada por David en En-gadi (1 Samuel 24), cuando Saúl lo persiguió con
3000 hombres que tenían la intención de matarlo. David estaba escondido en una cueva con los suyos.
Sin darse cuenta de la presencia de David, Saúl entro en la misma cueva para hacer sus necesidades.
David logro ubicarse detrás de Saúl y corto un pedazo de la túnica del rey, en lugar de matarlo.

David demostró “makrothumia” (paciencia) y dejó a un lado su ira. Esta forma de paciencia caracteriza a
la persona que tiene poder para destruir al enemigo, pero por amor elige no hacerlo.

Romanos 5:8-10 “8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros. 9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de
la ira. 10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho
más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.”

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