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APUNTE CALLEJERO

En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre
las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se
crucifica al abrir de par en par una ventana.
Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las
pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la
vereda...
Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un
tranvía.

MEMBRETES

Los únicos brazos entre los cuales nos resignaríamos a pasar la vida, son los brazos de las Venus que han
perdido los brazos.

La Gioconda es la única mujer viviente que sonríe como algunas mujeres después de muertas.

La experiencia es la enfermedad que ofrece el menor peligro de contagio.

La vida es un largo embrutecimiento. La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas;
poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario; los mosquitos pueden volar tocando la corneta,
carecemos del coraje de llamarlos arcángeles, y cuando deseamos viajar nos dirigimos a una agencia de
vapores en vez de metamorfosear una silla en un trasatlántico

Las distancias se han acortado tanto que la ausencia y la nostalgia han perdido su sentido.

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A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó. A mí me encanta la
transmigración.
Mientras aquéllos se pasan la vida colgados de una soga o pegando puñetazos sobre una mesa,
yo me lo paso transmigrando de un cuerpo a otro, yo no me canso nunca de transmigrar.
Desde el amanecer, me instalo en algún eucalipto a respirar la brisa de la mañana. Duermo una
siesta mineral, dentro de la primera piedra que hallo en mi camino, y antes de anochecer ya estoy
pensando la noche y las chimeneas con un espíritu de gato.
¡Qué delicia la de metamorfosearse en abejorro, la de sorber el polen de las rosas! ¡Qué
voluptuosidad la de ser tierra, la de sentirse penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que
nos fecunda... y nos hace cosquillas! (…)

ARIDANDANTEMENTE
SIGO
solo
me sigo
y en otro absorto otro beodo lodo baldío
por neuroyertos rumbos horas opio desfondes
me persigo
junto a tan tantas otras bellas concas corolas erolocas
entre fugaces muertes sin memoria
y a tantos otros otros grasos ceros costrudos que me opan
mientras sigo y me sigo
y me recontrasigo de un extremo a otro estero
aridandantemente
sin estar ya conmigo ni ser un otro otro
BALAÚA

DE OLEAJE TÚ DE ENTREGA DE REDIVIVAS MUERTES


en el la maramor
plenamente amada
tu néctar piel de pétalo desnuda
tus bipanales senos de suave plena luna
con su eromiel y zumbos y ritmos y marea
s tus tus y más que tus
tan eco de eco mío y llamarada suya de la muy sacra cripta mía tuya
dame tu
Balaúa

TOPATUMBA
AY MI MÁS MIMO MÍO
mi bisvidita te ando
sí toda
así
te tato y topo tumbo y te arpo
y libo y libo tu halo
ah la piel cal de luna de tu trascielo mío que me levitabisma
mi tan todita lumbre
cátame tu evapulpo
sé sed sé sed
sé liana
anuda más
más nudo de musgo de entremuslos de seda que me ceden
tu muy corola mía
oh su rocío
qué limbo
ízala tú mi tumba
así
ya en ti mi tea
toda mi llama tuya
destiérrame
aletea
lava ya emana el alma
te hisopo
toda mía
ay
entremuero
vida
me cremas
te edenizo
EL PURO NO
EL NO
el no inóvulo
el no nonato
el noo el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan
y nooan
y plurimono noan al morbo amorfo noo
no démono
no deo
sin son sin sexo ni órbita
el yerto inóseo noo en unisolo amodulo
sin poros ya sin nodulo
ni yo ni fosa ni hoyo
el macro no ni polvo
el no más nada todo
el puro no
sin no

ESCRÚPULO
ME parece que vivo,
que estoy entre los ruidos,
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
sólo sean recuerdos
de una vida pasada.

He dicho “me parece”.


Yo no aseguro nada.

VÓRTICE
DEL MAR,
a la montaña,
por el aire,
en la tierra, d
e una boca a otra boca,
dando vueltas,
girando,
entre muebles y sombras,
displicente,
gritando,
he perdido la vida,
no sé dónde,
ni cuándo.
DICOTOMÍA INCRUENTA
SIEMPRE llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.

Cuando voy a sentarme


advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.

Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,


y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba, v
estido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.

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LA lluvia,
con frecuencia,
penetra por mis poros,
ablanda mis tendones,
traspasa mis arterias,
me impregna,
poco a poco,
los huesos,
la memoria.

Entonces,
me refugio
en un rincón cualquiera
y estirado en el suelo
escucho,
durante horas,
el ritmo de las gotas
que manan de mi carne,
como de una gotera.
1
No SOY
yo quien escucha
ese trote llovido que atraviesa mis venas.

No soy yo quien se pasa la lengua entre los labios,


al sentir que la boca se me llena de arena.

No soy yo quien espera,


enredado en mis nervios,
que las horas me acerquen el alivio del sueño,
ni el que está con mis manos, de yeso enloquecido,
mirando, entre mis huesos, las áridas paredes.

No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas

COMUNIÓN PLENARIA
LOS NERVIOS se me adhieren
al barro, a las paredes,
abrazan los ramajes,
penetran en la tierra,
se esparcen por el aire,
hasta alcanzar el cielo.

El mármol, los caballos


tienen mis propias venas.
Cualquier dolor lastima
mi carne, mi esqueleto.
¡Las veces que me he muerto
al ver matar un toro!...

Si diviso una nube


debo emprender el vuelo.
Si una mujer se acuesta
yo me acuesto con ella.
Cuántas veces me he dicho:
¿Seré yo esa piedra?

Nunca sigo un cadáver


sin quedarme a su lado.
Cuando ponen un huevo,
yo también cacareo.
Basta que alguien me piense
para ser un recuerdo.
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Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de
herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas. Que te crezca, en cada uno de los poros, una
pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una
aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue
a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un
meadero.
Que cuando quieras decir: “Mi amor”, digas: “Pescado frito”; que tus manos intenten
estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en
sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden
de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los
dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no
puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura.

EXVOTO
A las chicas de Flores
Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del
Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de
mariposa.
Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y
si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones,
para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas —
empavesadas como fragatas— van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras
al oído, y sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se
han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a
veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el
cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.

PEDESTRE
En el fondo de la calle, un edificio público aspira el mal olor de la ciudad.
Las sombras se quiebran el espinazo en los umbrales, se acuestan para fornicar en la vereda.
Con un brazo prendido a la pared, un farol apagado tiene la visión convexa de la gente que pasa
en automóvil.
Las miradas de los transeúntes ensucian las cosas que se exhiben en los escaparates, adelgazan
las piernas que cuelgan bajo las capotas de las victorias.
Junto al cordón de la vereda un quiosco acaba de tragarse una mujer.
Pasa: una inglesa idéntica a un farol. Un tranvía que es un colegio sobre ruedas. Un perro
fracasado, con ojos de prostituta que nos da vergüenza mirarlo y dejarlo pasar 1.
De repente: el vigilante de la esquina detiene de un golpe de batuta todos los estremecimientos
de la ciudad, para que se oiga en un solo susurro, el susurro de todos los senos al rozarse.

1 Los perros fracasados han perdido a su dueño por levantar la pata como una mandolina,
el pellejo les ha quedado demasiado grande, tienen una voz afónica, de alcoholista, y son
capaces de estirarse en un umbral, para que los barran junto con la basura.
TRÍPTICO más allá de la angustia,
I desterrado del aire,
TENDIDO en soledad callada,
entre lo blanco, en vocación de polvo,
la vi. de humareda,
Se aproximaba. de olvido.
Las pupilas baldías,
el cuerpo inhabitado, III
sin cabellos, ¿ERA yo,
sin labios, la voz muerta,
inasible, los dientes de ceniza,
vacía; sin brazos,
junto a mí, bajo tierra,
a mi lado... roído por la calma,
¡Toda hecha de nada! entre turbias corrientes,
Se sentó. de silencio,
¿Me esperaba? de barro?
La miré. ¿Era yo, por el aire,
Me miraba. ya lejos de mis huesos,
la frente despoblada,
II sin memoria,
YA estaba entre sus brazos ni perros,
de soledad, sobre tierras ausentes,
Y frío apartado del tiempo,
acalladas las manos, de la luz,
las venas detenidas, de la sombra;
sin un pliegue en los párpados, tranquilo,
en la frente, transparente?
en las sábanas;

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