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Francisco Espínola (alias “Paco”) siempre supo qué tipo de literatura quería hacer.

Daniel Gil realizó


un vasto estudio de la obra de Paco desde una perspectiva psicoanalítica; afirma que Espínola “empuñó la
pluma como su padre empuñó las armas” (sic).i En este sentido, Paco sentía que tenía una misión; su
deber era servir a la humanidad así como gauchos y caudillos eran servidores de la patria, problema que
dará origen a lo que llamará “Literatura de orientación social”, mediante la cual buscaba un cambio en el
alma humana. Como expresase, su obra debía dejar una única cosa; el fondo permanente del alma humana
que está cargado de conflictos, odios y amores. Pensaba que los hombres no eran malos, solo bastaba con
mostrarles el bien para que cambien.
Fue Freud quien hizo que Paco descubriera el mecanismo psicológico de la sublimación; cómo un
sentimiento hostil puede transmutarse en lo contrario. En palabras de Espínola, Freud tira abajo el mundo
bondadoso, de justicia, de paz y de amor en el que él ansiaba confiar. A partir del acercamiento a la obra
de Freud, Paco se refugia en su narcisismo:
“Sentí una espantosa piedad por mí. Ella fue tan grande que me trasvasaba. Era de más para un solo
hombre. Y en la necesidad de querer, de compadecer, de compartir la vida, ¿hacia dónde me iba a
dirigir? ¿Hacia los de mi clase, de mi condición social, económica, intelectual? Estos eran los que menos
me necesitaban. Y me acerqué hacia los más humildes, hacia los más imperfectos, hacia los más ciegos;
a los que eran más desgraciados que los otros y que yo mismo. Y esa fue mi vida, compartir la existencia,
el cariño fraternal –como nunca he querido, quise en aquellos años-, con los más modestos, con los faltos
de la más rudimentaria cultura”.ii
Estas reflexiones de Espínola no se trataban de una solidaridad de clase. Mucho más en profundidad,
Paco se dirigía a los humildes e imperfectos; a los que ni siquiera tenían conciencia de clase.
Si bien toda su obra está dedicada a lograr el objetivo de crear una literatura de orientación social, es
en el cuento “Las ratas” que logra plasmar todo aquello que se propusiera.
El tema de la piedad es introducido en este cuento. En él, Paco asocia las cuevas de las ratas con las
cuevas desdichadas de los hombres.
Actualmente vivimos en una sociedad logocéntirca que desarrolla la razón pero se ocupa muy poco de
las emociones.
El modelo económico imperante excluye a muchos y privilegia a unos pocos.
Tomando “Las ratas” como modelo narrativo y artístico y traspasándolo a la sociedad actual, me
pregunto: ¿Quién es hoy ese niño? ¿Quiénes son realmente las ratas? ¿Quiénes son las criadas que
maldicen y matan sin misericordia? ¿Quiénes creemos que son quienes en realidad contagian las pestes?
Podríamos decir que en el cuento elegido aparece una fuerte impronta empática y extrapolar a las ratas
con aquellos que hoy son los más desposeídos. ¿Son en realidad malditas las que roban, destrozan,
contagian las pestes?
Frente a estas preguntas se me plantea una inquietud que me genera ciertos cuestionamientos como
sujeto epistémico: ¿Tiene el arte, especialmente la literatura, un lugar de preponderancia en nuestro
sistema educativo? ¿Es posible generar empatía a través de la enseñanza de la literatura de Espínola como
modelo disparador para el estudio de otros autores comprometidos con el objetivo de una sociedad más
justa? ¿Puede la educación, a través de la enseñanza del arte, ganarle a la economía de mercado y al
consumismo? ¿Puede su enseñanza construir ciudadanos solidarios?
A fin de cuentas, como afirman Fiore y Leymonié, podríamos decir que los docentes somos científicos
que buscamos algo y tenemos que resolver problemas.
Pues bien, la ciencia es una actividad e implica la toma de decisiones. En nuestro caso, la misma está
amparada en la libertad de cátedra que nos permite decidir qué tipo de conocimiento queremos impartir.
Si el deseo natural del ser humano es querer saber y como docentes tenemos la posibilidad de ayudar a
que nuestros alumnos comprendan el mundo que los rodea en su contexto, me pregunto si la literatura de
Espínola no podría configurarse como puntapié inicial para hacer de la empatía un valor fundamental para
construir ciudadanía. Al fin y al cabo, en Paco triunfó su piedad:
“Y atravesé el patio. Y robé. Y compré. Y repartí entre mis invisibles amigos, echándoles dentro de las
cuevas el botín de mis robos.
Pasaron los años. Dejé el pueblo por Montevideo. Pero me ahogaba. Regresé. Y mi corazón me fue
arrastrando hacia las míseras cuevas de quienes suelen destrozar, llevar las pestes. Ahora, éstos eran
hombres. ¡Ay, Dios mío!” iii
i
Gil, Daniel. (2015). Paco Espínola. La violencia y la piedad. (1° Edición). Montevideo, Uruguay: Ediciones de la Banda
Oriental (pág. 94)
ii
Espínola, Francisco. (1962). Discurso en El homenaje al escritor Francisco Espínola. Junta Departamental de Montevideo
(pág. 11)
iii
Espínola, Francisco. (1993). Cuentos completos. Montevideo, Uruguay: Arca Editorial (pág. 150)

BIBLIOGRAFÍA

Espínola, Francisco (1993). Cuentos completos. Montevideo, Uruguay: Arca Ediciones.

Fiore Ferrari, Eduardo y Leymonié Sáenz Julia (2007). Didáctica práctica. Para enseñanza media y
superior. Montevideo, Uruguay: Editorial Grupo Magro.

Gil, Daniel (2015). Paco Espínola. La violencia y la piedad. Montevideo, Uruguay: Ediciones de la
Banda Oriental.

Junta Departamental del Montevideo (1962). Homenaje al escritor Francisco Espínola.

Morin, Edgar (2003). La cabeza bien puesta. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión Editorial.

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