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CERRIN QUERÍA

CRECER
Maité Allamand

Pelusa 79

1
Mamá Montaña era dulce, tierna, cariñosa. Todo
el invierno pasaba envuelta en su blanco manto de
nieve, que le sentaba de maravilla. El viento
acariciaba sus laderas, y se volvía suave para no
estropear su inmaculado ropaje. Desde la llanura,
hombres, árboles y animales la contemplaban con
veneración. Era el símbolo puro y sereno de la
cordillera de los Andes.
Como protegiéndola, la rodeaban sus numerosos
hijos, llamados Montes. Unos eran altos y abruptos,
otros de cima horizontal y flancos rocosos. Los había
también de extrañas hechuras.
Papá Volcán los dominaba a todos por su estatura
y la majestad de sus líneas, como trazadas por un
genial pintor. Pero es preciso aclarar que, a veces, su
genio se volvía variable, y, sin saber por qué,
enfurecía. Entonces, de su vasto cráter emanaban
resplandores que asustaban hasta a los más lejanos
habitantes de la llanura. También soltaba inmensas
bocanadas de humo, negro durante el día, blanco
cuando la obscuridad dominaba al mundo. También,
en momentos de furibundo delirio, arrojaba lava y
piedras hacia lo alto, quizás tratando de hacerle
puntería a las estrellas. Y, como no lo conseguía, se
estremecía de rabia y hacía temblar la tierra.
Entonces, Mamá Montaña, sabiendo las -
calamidades que podían acarrear al mundo las rabietas
de su esposo, lo calmaba, le decía palabras dulces y
hasta cantaba para él.

2
Pero, pese a sus temperamentales arrebatos, Papá ¿Por qué? - imploraba Cerrín, en sus diálogos
Volcán no era malo. Admiraba el valle de los hombres con Mamá Montaña-, ¿por qué soy bajo, feo, tan poca
que se extendía a sus pies y celebraba sus progresos. cosa y jamás nieva sobre mis jorobadas espaldas?
Amaba a Mamá Montaña, pidiéndole humildemente Mamá Montaña inventaba mil cosas para
perdón por los malos ratos que de tarde en tarde le consolarlo.
hacía pasar. Sentía una especial ternura por el menor - Mira, Cerrín querido, mira allá a lo lejos. ¿Ves?
de todos sus hijos, el pequeño Cerrín. ¡Pobre Cerrín ! Hay árboles frondosos e inmensos, otros pequeños e
Quién sabe por qué no había crecido como sus insignificantes. Pero observa que los más chicos
hermanos, tallados en roca viva, fuertes y esbeltos. El tienen las flores más lindas. Hay casas enormes, con
benjamín de la familia era todo lo contrario... un cerro múltiples patios, amplios corredores y cercos muy
debilucho redondeado como una colina cualquiera. seguros. También hay humildes viviendas con techos
de paja.

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Cerrín callaba, escuchaba, pensaba. Luego
reanudaba sus preguntas.
- Mamá Montaña, será muy cierto lo que dices,
pero, ¿por qué no tengo un gorro blanco como mis
hermanos grandes? Yo quiero...
Entonces, Cóndor de los Andes, que era muy
amigo de la familia de Cerrín, dolido por su pena,
llenó sus potentes alas de nieve que recogió del manto
de Mamá Montaña y se la llevó al pequeño afligido.
Varias veces repitió su caritativo vuelo.
- ¡Gracias, gracias, Señor Cóndor! -gritaba a toda
voz. Pero ya el Rey de los Andes estaba muy alto,
muy alto para escuchar la gratitud del pequeño...
- Yo también, yo también como ustedes,
hermanos grandotes, tengo blanca la cabeza.
Y cayó la noche, porque era invierno y los días
cortos.
A la mañana siguiente, Cerrín se sintió raro. Algo
extraño le estaba sucediendo. Le dolía la cabeza, un
aire frío le recorría el cuerpo. El gorro de nieve se
había derretido, mientras dormía.

- ¡ Atchum ! ¡ Atchum !
Felizmente, Cerrín mejoró hasta que una mañana,
al alba, despertó a Mamá Montaña con sus lamentos.

4
- Mamá, Mamá Montaña, me siento mal, estoy Por favor, ustedes que pueden movilizarse y
asustado, creo que me ha dado la peste. saben de las cosas de tierra abajo, háganme el favor de
- ¿La peste? - repitió la madre, angustiada, llegar hasta Cerrín y examinarlo en buena forma. Dice
porque sabía muy poco de esas cosas que sucedían al que tiene peste. Estoy muy inquieta por él.
género humano y no a los cerros. ¿La peste ? Solicitado y concedido. Las aves bajaron
-Es que en todo el cuerpo me han brotado unas planeando y se posaron sobre la redondeada cumbre
especies de granos desconocidos. Cada día crecen un de Cerrín. Que, por cierto, no era de roca, ni de lava,
poco más. No me duelen, pero me pican. ni de arenisca, sino de buena tierra vegetal, pródiga y
Mamá Montaña pidió ayuda y consejo a su amigo generosa.
el Cóndor de las alturas, al Águila y a otros pájaros de ¿Y qué vieron?
la cordillera.

5
Cerrín - dijeron todos a una voz -, Cerrín, niño, Los pájaros no se equivocaron. Lentamente, la
no te asustes... ¿Recuerdas cuando el Cóndor te trajo vegetación progresó en la cumbre y las laderas de
nieve en sus alas, y que tu gorro blanco se derritió Cerrín. Y con ella, llegó la vida.
durante la noche? Cerrín estaba feliz y daba gracias al Creador por
- Sí, recuerdo. su extraordinario destino. Mamá Montaña lo
- La nieve se volvió agua. Tú eres de pura tierra, admiraba, contemplándolo desde lo alto de la
como la llanura, y no de roca como tu Papá Volcán, tu Cordillera. Cuando Papá Volcán con sus rabietas hacía
Mamá Montaña y tus hermanos Montes. El agua erupciones y lanzaba lava y piedras, tenía buen
humedeció tu tierra; el viento, entre soplo y cuidado de echar sus pétreas injurias hacia otros lados.
travesuras, llevó semillas hasta tu cumbre y tus Cuando venían las grandes tormentas invernales,
laderas... y brotas. Ya estás casi todo verde... ¡Qué los hermanos Montes dialogaban con el huracán para
lindo te ves! Vamos pronto a contar el resultado de que respetara y no destruyera el precioso vergel en el
nuestra investigación a Mamá Montaña. que se había convertido Cerrín. En cambio, cuando
caía una fina lluvia fertilizadora, la encaminaban hacia
su hermano menor, para que siempre estuviera verde,
verde, verde...

FIN

Pelusa 79
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