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LA TEORÍA DE LOS ESTADOS DE PIAGET

A
diferencia de Werner, el psicólogo suizo Jean Piaget no se
limitó a elaborar una teoría general, pero ha descrito
detalladamente el desarrollo de la inteligencia infantil.

Según Piaget, el desarrollo no es un proceso innato*, sino que nace de


la interacción entre individuo y ambiente: la mente es como un
organismo viviente que en relación con el propio ambiente se
acrecienta. Los factores generales del desarrollo son:

- La maduración del sistema nervioso


- El aprendizaje a través de la experiencia directa
- La interacción social
- La integración adaptativa a través de la cual el niño auto-regula
el propio desarrollo.

El pensamiento del niño crece por si solo gracias a algunos


mecanismos fundamentales que Piaget define como invariables
funcionales, es decir, los principios constantemente activos y
operativos a cualquier edad: la organización y la adaptación.

En el interior de la mente rige el principio de organización, que es el


acuerdo del pensamiento consigo mismo; el pensamiento tiende a
estructurarse como un conjunto coherente de conceptos, esquemas de
comportamiento y estrategias de resolución de los problemas.

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En el exterior, la mente sigue el principio de adaptación: que es el
acuerdo del pensamiento con las cosas; el proceso de adaptación del
pensamiento a la realidad se produce a través de la asimilación, que
consiste en integrar los datos nuevos en los conocimientos ya
poseídos, y la adaptación, en la cual, en cambio, son modificados los
esquemas preexistentes en función de las nuevas experiencias.

La última constante funcional es el principio de equilibrio, según el


cual el equilibrio continuo entre asimilación y adaptación genera
siempre nuevos equilibrios. Las fases de éste equilibrio vienen
identificadas como estadios, cada uno de los cuales tiene una
estructura que permite una interacción diferente entre individuos o
ambiente.

En la teoría de Piaget se distinguen cuatro estadios principales, que


van desde el nacimiento hasta la adolescencia.

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Estadio sensomotor (0 a 2 años): En esta fase el niño no consigue
distinguir entre sí mismo y el ambiente, ni entre los objetos y las
acciones que ejercita con ellos. Conoce el mundo a través de la
inteligencia sensomotora, que le permite interactuar con las cosas,
percibir los efectos de la acción y volver a actuar. En cuanto un niño
comprueba el éxito de una acción, tiende a repetirla. El resultado
obtenido por casualidad la primera vez, se convierte en un esquema
de acción, que se repite activamente más adelante. Piaget llama a este
tipo de comportamientos reacciones circulares.

Desde el nacimiento hasta los 2 años, el conocimiento sensomotor


progresa a través de un gradual perfeccionamiento y control de las
reacciones circulares: comienza a diferenciarse a sí mismo del
ambiente y aprende a responder a los feed-back* externos (por
ejemplo, emite sonidos y los escucha), mejora su capacidad de
coordinar las acciones que en un cierto momento de casuales se
transforman en intencionales. Solamente hacia el fin de este periodo
el niño adquiere completamente el concepto de permanencia del
objeto: Un objeto sigue existiendo, aunque no sea perceptivamente
presente. Se trata de una conquista que Piaget considera el
fundamento de la capacidad de representación mental. El niño no
sigue aprendiendo por intentos y errores, si no que puede representar
mentalmente las acciones que debe cumplir.

* Feed-back: Efecto retroactivo del aprendizaje que consiste en


utilizar las consecuencias de los comportamientos precedentes y de
los errores, para modificar los comportamientos sucesivos.

Estadio preoperatorio (de 2 a 7 años): Mientras que en el primer


periodo la inteligencia tiene un carácter sensorial y motor, o sea, que
se manifiesta con acciones y está unida a los datos perceptivos del
momento, en este periodo el desarrollo intelectual es impulsado por
la capacidad del sujeto de alejarse de la apariencia de los fenómenos.
Hasta ahora, la acción era puramente concreta y momentánea, en este

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periodo la acción viene interiorizada y el niño conserva de ella una
huella en la mente. Adquiere de hecho, la capacidad de
representación, es decir, de reproducir mentalmente un objeto o un
suceso con las mismas características espacio-temporales con las
cuales ha sido percibido la primera vez. Sin embargo, excepto por la
conquista de las representaciones, la descripción que hace Piaget
desde este estadio, se centra más sobre los aspectos negativos de los
pensamientos del niño que de los positivos. El pensamiento pre-
operatorio es de hecho: uniforme, consigue elaborar sólo una
representación mental cada vez; rígido, no permite imaginar
transformaciones y ver las cosas desde puntos de vista diversos; pre-
lógico, es un pensamiento ingenuo y poco abstracto en los
razonamientos. El pensamiento del niño en este estadio alcanza de
nuevo el nivel de las operaciones mentales que implican la
reversibilidad, o sea, la capacidad de volver al punto de partida: por
ejemplo, si sobre uno de los platos de una balanza se pone un peso, el
equilibrio entre los dos platos se puede recomponer o quitando el
peso (inversión) o poniendo un peso igual sobre el otro plato
(reciprocidad). Reversibilidad significa flexibilidad y, por lo tanto, en
el estadio pre-operativo el niño muestra una inteligencia rígida,
incapaz de tener en cuenta el punto de vista de los demás
(egocentrismo), de separar las causas de los efectos (finalismo) y de
distinguir lo animado de lo inanimado (animismo).

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Estadio de las operaciones concretas (De los 7 a los 12 años): Este
periodo viene marcado por la aparición de las operaciones, es decir,
de la capacidad de imaginar transformaciones de la realidad y, por
tanto, de hacer manipulaciones mentales de las cosas en base a
determinadas reglas. Comprende los mecanismos de la resta, de la
multiplicación, de la división, del ordenamiento en serie, de la
reversibilidad.

En este estadio, el niño, adquiere el concepto de conservación del


número, de la cantidad de líquido (que sigue siendo la misma,
aunque la cambiemos a un recipiente más pequeño) de la masa (la
cantidad de una bolita de plastilina aplastada sigue siendo la misma),
del volumen, etc.

En esta fase el niño madura, también la lógica de las clasificaciones y


en particular la adquisición del principio de exclusión, según el cual,
existen categorías más pequeñas comprendidas en otras más amplias.

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El pensamiento en este estadio no es coherentemente estructurado:
un niño puede tener adquirido el conocimiento en ciertos casos, pero
no en otros (por ejemplo, puede ser capaz de pensar en la
conservación de la masa, pero no ha aplicado todavía el mismo
principio al volumen). Piaget define este desfase cronológico en la
adquisición de la capacidad de trasladarse horizontalmente.

Estadio de las operaciones formales (de los 12 a los 16 años): En esta


fase el pensamiento del pre-adolescente es capaz de apartarse del
dato concreto para actuar sobre recuerdos, imágenes mentales, ideas
y conceptos abstractos. Hace comparaciones entre conceptos, razona
por hipótesis y para comprender mejor los sucesos reales hace nuevas
hipótesis.

El razonamiento se hace progresivamente complejo y el pensamiento


deviene formal. El chico advierte ahora el gusto por la discusión
animada sobre problemas abstractos y ejercita las propias
capacidades lógicas y críticas demostrando un notable grado de
concentración sobre problemas abstractos. El razonamiento ahora se
vale del procedimiento deductivo, que consiste, en partir de una
relación ya conocida entre dos proposiciones para determinar la
verdad o falsedad de la primera de ellas y afirmar con certeza la
verdad o falsedad de la segunda.

El pensamiento del pre-adolescente adquiere mayor rigor, por lo cual,


consigue repetir algunas demostraciones científicas y experimentos,
partiendo de las mismas premisas. De esta manera podrá confirmar
o desmentir su validez. El pensamiento operatorio formal no
considera la realidad como fuente de conocimiento, sino como una de
las manifestaciones de lo posible.

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