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CARLOS OQUENDO: "Tan pálido, tan triste"


Mª Angeles Vázquez

Oquendo muere en España en un patético año, 1936, tan patético como el estado actual
del sanatorio para enfermos tuberculosos de Guadarrama donde pasó los últimos
momentos de "asfixia permanente", tan patético como su solitaria tumba (quienes tengan
la posibilidad de visitarlo se encontrarán con un hermosísimo y entrañable cementerio),
apenas visitada por algunos estudiantes que aman tanto su poesía como él amó la vida.
Fue Carlos Meneses capaz de trasmitir esta pasión a través de su arduo y concienzudo
trabajo tras la búsqueda de los restos de este gran poeta peruano, al que los bombardeos
de la guerra civil española habían dejado sin identificar.

Carlos Oquendo de Amat desarrolla su inquietud literaria en un momento en el que la


represión del dictador Augusto B. Leguía, la influencia presurrealista del dadaísmo y la
surrealista de Bretón, lanza a los jóvenes intelectuales peruanos a manifestar sus
registros culturales en un intenso número de revistas con un marcado carácter social y
literario, donde se pretende combinar los últimos acontecimientos históricos europeos y
lo autóctono peruano, como es el caso de Amauta, que dirigiría José Carlos Mariátegui
hasta el fin de sus días.

Su poesía se gesta con las primeras voces ultraístas que llegan a Perú en los años veinte,
pero especialmente se nutre de Bretón, Tzára, Eluard y de sus inspiradores Rimbaud,
Mallarmé, Valery y Apollinaire. Por supuesto y como tónica general de los poetas de su
generación, tuvo también la influencia siempre presente de José María Eguren y en menor
grado, de César Vallejo. Sin embargo, encasillar el estilo de Oquendo sería lo mismo que
pretender medir sus Cinco metros de poemas y que los midiera.

Construye un universo poético para el que no necesita más que la libertad creativa que le
ofrecen los "ismos" y es por ello que juega incesantemente, experimenta y vive. Y lo hace
con pasión y con estrecheces.

Son diversas las anécdotas recogidas en el citado trabajo de Carlos Meneses, muchas de
ellas tan festivas, que nos acercan a un Oquendo picaresco y bohemio y que según el
poeta Luis de Rodrigo, le hicieron caer en "las garras del alcohol y los paraísos
artificiales".

Carlos se introduce en el ambiente literario limeño a través de Xavier Abril, gracias al cual
conoce a Manuel Beingolea, una de sus amistades más duraderas, quien durante años
cubre las necesidades alimenticias del poeta desde que decidiera abandonar
definitivamente, a la muerte de sus padres, su ciudad, Puno, e instalarse en Lima en la
más absoluta penuria.

Mendech Dorich narrará que "tras meses de proporcionarle dinero y alimentos, llegó un
día en el que el viejo y bondadoso escritor no estuvo en condiciones de hacerlo y a la
salida de su trabajo, en la biblioteca del Senado, no atinó sino a comprar dos chancays y
dos pepinos y cuando encontró a Oquendo, que lo esperaba en un bar cercano, le dijo
mostrándole una libretita que sacó del bolsillo: -Son apuntes de mis gastos mensuales. Te
los voy a leer: gasto de casa 300 soles, lavado 25 soles, ropa 100 soles, putas 80 soles,
Oquendo 195 soles, lo que hace un total de 700 soles; yo gano 650, de modo que tengo
que robar 50 para cubrir mi presupuesto y además tengo que gorrear el tranvía para
movilizarme. Como tú comprenderás, hay que resolver esta clamorosa situación. Tu lunch
en adelante habrá de ser de una franciscana frugalidad ...- A lo que Oquendo respondió
con una vocecilla de falsete: -Eres injusto Manuel, pero no me dejas otra alternativa y no
tengo más remedio que aceptar-".

Cinco metros de poemas es la única obra poética de Oquendo, aparte de algunos poemas
sueltos publicados en diversas revistas de la época y una pequeña composición llamada
Nueva crítica literaria que publica en la revista limeña Rascacielos en 1926, donde realiza
una crítica a los poetas de su tiempo, entre los que se incluye, autodefiniéndose como:
"Carlos Oquendo de Amat -es un imbécil. Carlos Oquendo de Amat".

Su obra principal, Cinco metros ... desde el título supone una provocación directa al lector
(quién no ha caído en la trampa de medir el texto - 4,16 ctms - que según indicación del
autor se debe abrir "como quien pela una fruta"). Tomará el título del poema escrito en
1923 "Reclame" o "Réclam" de su último verso "compró para la luna cinco metros de
poema", siendo por otra parte uno de los textos más innovadores y donde logrará con
absoluta maestría plasmar los juegos tipográficos prototípicos de los movimientos de
vanguardia vigentes. Debemos destacar, dentro de estos juegos, la enorme plasticidad
que nos ofrecen sus representaciones visuales, ya sea a través de los reclamos
publicitarios, de la doble imagen que ofrecen los espejos o de las secuencias
cinematográficas que nos muestran el asombro y la fascinación del poeta ante el progreso
y la potencia de la gran metrópolis, tendencia por otro lado absolutamente surrealista:

Las nubes
son el escape de gas de automóviles invisibles

Todas las casas son cubos de flores

El paisaje es de limón
y mi amada
quiere jugar al golf con él.

Tocaremos un timbre
París habrá cambiado a Viena

En el Campo de Marte
naturalmente
los ciclistas venden imágenes económicas
sehadesdobladoelpaisaje

todos somos enanos


Las ciudades se habrán construido
sobre la punta de los paraguas

(Y la vida nos parece mejor


porque está más alta)...

"Film de los paisajes" de Cinco metros de poemas, Lima.


Editorial Colmillo Blanco, 1990.

En contraste con este modelo poético aparecen sus poemas amorosos (denominados por
la crítica como "afectivos") donde lo más relevante son esos versos hermosos y limpios
con que el autor nos muestra una imagen clara de su destierro interior o la emoción que le
produce el sueño con la mujer amada, adornando reflexivamente a la compañera ideal:

BIOGRAFIA
tengo 19 años
y una mujer parecida a un canto.

5 METROS DE POEMAS
Carlos Oquendo de Amat (Puno. Perú, 1906- Guadarrama, España, 1936)
Editorial Decantar. Colección Retorno. Lima, 1969.

COMPAÑERA
Tus dedos sí que sabían peinarse como nadie lo hizo
mejor que los peluqueros expertos de los transatlánticos
ah y tus sonrisas maravillosas sombrillas para el calor
tú que llevas prendido un cine en la mejilla
junto a tí mi deseo es un niño de leche
cuando tú me decías
la vida es derecha como un papel de cartas
y yo regaba la rosa de tu cabellera sobre tus hombros
por eso y por la magnolia de tu canto
qué pena
la lluvia cae desigual como tu nombre.
PEDRO DONAIRES SANCHEZ escubrí que las ideas y las intuiciones ropio
LOS VERSOS QUE MÁS ME AGRADAN:
YO ESTOY SOLO EN LA TARDE
Yo estoy solo en la tarde. Miro lejos
desesperadamente lejos. Quedan
por el aire las últimas palabras
de los enamorados que se alejan.
Las nubes, saben dónde van, mi sombra
nunca sabrá donde el amor le lleva.
¿Oyes pasar las nubes, dime, oyes
resbalar por el césped mi tristeza?
Nadie sabe que amo. Nadie sabe
que si llegó el amor trajo su pena.
Yo estoy solo en la tarde y miro lejos
no sé de dónde vienen a mis venas.
Te me vas de las manos, no del alma
no separan montañas, vientos, fechas.
El amor, cuando menos lo pensamos
se nos viste de ausencia.
Estoy en la soledad, miro lejos
oscurecer la tarde y mi tristeza.
Estoy pensando en tí; sí, estoy pensando
que acaso en soledad, también me piensas.
RAFAEL MONTESINOS
(español)

ORGULLO AIMARA
Soy un indio fornido de treinta años de acero
forjado sobre el yunque de la meseta andina
con los martillos fúlgidos del relámpago herrero
i en la, del sol, entraña de su fragua divina.
El lago Titikaka templó mi cuerpo fiero
en los pañales tibios de su agua cristalina,
me amamantó la ubre de un torvo ventisquero
i fue mi cuna blanda la más pétrea colina.
Las montañas membrudas educaron mis músculos,
me dio la tierra mía su roqueña cultura,
alegría las albas i murria los crepúsculos.
Cuando surja mi raza que es la raza más rara,
nacerá el superhombre de progenie más pura,
para que sepa el mundo lo que vale el Aimara.
DANTE NAVA
(Callao, 1898-1958)
BLASÓN
Soy el cantor de América, autóctona y salvaje;
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con un vaivén pausado de hamaca tropical...
Cuando me siento Inca, le rindo vasallaje
al sol que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje,
parecen mis estrofas trompetas de cristal.
Mi fantasía viene de un abolengo moro;
los andes son de plata, pero el león de oro;
y las dos castas fundo con épico fragor.
La sangre es española e incaico es el latido;
¡Y de no ser poeta, quizás yo hubiese sido
un blanco aventurero o un indio Emperador!
JOSÉ SANTOS CHOCANO

AUTOBIOGRAFIA

Nací en Huancané, provincia del departamento de Puno, en el Perú, el 24 de septiembre de 1944, soy el tercer
hermano de una familia de nueve hijos. Mi infancia transcurrió en haciendas y escuelas rurales, donde conocí la más
cruel explotación de campesinos quechuas y aimaras. Los niños aimaras me veían como un "misti" (mestizo
explotador) y los niños mestizos me motejaban de "indio".
Una tarde vi como a mi padre un capitán y varios soldados del cuartel de Huancané, lo tomaron preso y mi casa
quedó sumida en la más honda soledad y desamparo. Estar comprometido con ideas vanguardistas en política y en el
Perú, es sin duda un delito y por eso a mí también me segregaban en la escuela. Hasta que años después entendí que
en América, es peligroso tener un corazón lleno de esperanzas y peor aún si se es inteligente.
Las primeras letras las aprendí en la hacienda Trapiche de propiedad de la familia Irigoyen, vinculada a los Peña
Prado, quienes a su vez explotaban oro en La Rinconada, en San Antonio de Poto. Tanto los Irigoyen como los Peña
Prado, de acuerdo a documentos y últimas investigaciones, recibieron esos terrenos y minas en razón de haber
"prestado al fisco peruano, dinero para financiar en parte la guerra con Chile". Los pastores y mineros eran
absolutamente pobres y sus hijos harapientos. Había un cura que iba a Trapiche de Putina y en Corpus Cristhi, decía
a los pastores, en sus sermones en quechua: "Los pecados de los indios han matado a Cristo. Los flojos no quieren
que resucite porque no trabajan. Pero hablaré con Dios para que al año, si trabajan mejor, resucitará". Cuando
regresaba repetía que no habían trabajado con honradez y en consecuencia, seguían en pecado mortal y Cristo seguía
muerto sólo por culpa de ellos.
Los pastores lloraban amargamente y trabajan para "borrar sus pecados". Con mi padre, mi madre y mis hermanos,
viví en las haciendas Chaxana y La Libertad. Jamás imaginé que casi 25 años después sería testigo del proceso de
Reforma Agraria y esas tierras, como otras tantas haciendas, se entregarían a los campesinos, que en un principio no
quisieron recibirlas porque tenían miedo a que los dueños regresaran, "con tropas del señor gobierno, para
recuperarlas y encarcelar a las recibieran".
Estudié primaria en Huancané, en la comunidad campesina de Jacha Xaa y en el mágico pueblo de Moho.
Secundaria en el Colegio Nacional Mixto de Huancané, San Carlos y San Ambrosio. Es así como mi familia se
trasladó a vivir a Puno en 1960. Ese año fue determinante para mi vocación literaria, pues en el tercer año de
secundaria, un grupo de alumnos leímos a Mariátegui, Vallejo, González Prada y sobre todo a poetas chilenos como
Neruda, Undurraga, Pablo de Roka y Huidobro.

Pero Carlos Oquendo de Amat fue un descubrimiento deslumbrante, en 1965 conocí a Omar Aramayo, Gloria
Mendoza Borda y Gerardo García Rosales, después conformamos en Puno, la "Promoción Intelectual Carlos
Oquendo de Amat". Publicamos la revista "Sur Intenso" y de hecho adquirimos un compromiso de carácter
inmanente con la vanguardia política y literaria.

Llegué por primera vez a Lima en 1968 y conocí a escritores como Emilio Romero, Emilio Armaza, Ernesto More,
Ricardo Arbulú Vargas, Esteban Pavletich, al pintor Víctor Humareda y sobre todo a Rodolfo Hinostroza, Mirko
Lauer, Julio Ortega, Carlos Henderson, que son poetas de mi generación.

En 1963, no tuve otra alternativa que ingresar a la Escuela Normal Superior "San Juan Bosco" de Puno y en 1966,
egresé como profesor de primaria, trabajé en Puno. Fue terrible comprobar que el docente en el Perú, está obligado a
renunciar a su dignidad intelectual y debe ser siempre mediocre y sumiso. En 1968 recibí un diploma por haber
concluido estudios de perfeccionamiento como profesor en Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos.
Fui docente secundario y la situación fue peor, el colegio a los alumnos los castra y mata sus aspiraciones sociales y
su futuro. Por eso es que preferí convertirme en director de la Biblioteca Municipal Pública de Puno en 1968; en
1970 viajé a París y viví allí hasta 1975. A mi regreso, traje a mi familia a Lima y me hice cargo de la Oficina de
Relaciones Públicas del Tribunal Agrario, hasta que en 1990 pasé a trabajar en la Dirección de Relaciones Públicas
del Jurado Nacional de Elecciones.
De modo que he sido testigo de la existencia de haciendas y del hecho histórico que el gobierno de Juan Velasco
Alvarado haya hecho por fin justicia a la gran mayoría de campesinos peruanos. Hay quienes piensan que la
Reforma Agraria fue un fracaso, eso no es verdad. Lo que sucede es que no conocieron cómo funcionaba una
hacienda y el grado de expoliación de pastores y agricultores.
Vivo en Lima desde 1975 y desde entonces he publicado una veintena de libros. Escribo porque es una necesidad
biológica y no conozco otra forma excelsa de justificar la vida. En mi libro "Carlos Oquendo de Amat", he
desarrollado parte de mi autobiografía. Punto.

Biografias > Vida de Tolstói.


Tolstói, Liev Nikoláievich
(Yásnaia Poliana, Rusia, 1828-Astápovo, id., 1910)
Novelista ruso. Nacido en el seno de la nobleza terrateniente rusa, Liev Nikoláievich Tolstói quedó huérfano desde
muy joven, y fue acogido por unos parientes cultos que dejaron su educación al cuidado de preceptores extranjeros.
En 1844 Tolstói empezó a estudiar lenguas orientales y derecho en la Universidad de Kazán, pero abandonó sus
estudios en 1847 y se dedicó a la lectura de la Biblia y las obras del filósofo Rousseau.
Sus primeros escritos, como el Relato de la jornada de ayer (1851) y algunos capítulos de su autobiográfica Infancia,
merecieron el elogio de la crítica. Tolstói se enroló en el ejército en 1852 y participó en la guerra de Crimea.
De su contacto con los cosacos surgieron novelas como Sebastopol y Los cosacos, en las que descubre ya su
predilección por las gentes sencillas, representadas aquí por los cosacos, frente a los aristócratas de ciudad o los
altos mandos militares; los textos destilan realismo poético y una abundante influencia de Rousseau.
Interesado por la educación de los campesinos, entre 1857 y 1860 Tolstói viajó a Alemania, Francia, Italia y Suiza
para visitar diversas escuelas, y en 1860 creó su propia escuela en Yásnaia Poliana, en la que aplicó sus modernos
métodos pedagógicos.
En 1862 Tolstói contrajo matrimonio con Sofje Adreevne Bers, con quien se instaló en su finca de la misma
localidad y fundó una numerosa familia. Fueron éstos años de plenitud para Tolstói, entregado a las obligaciones
familiares y a la gestión de su hacienda, y sobre todo a la redacción de sus dos obras universales: Guerra y paz y Ana
Karenina.
La primera constituye un fresco colosal de la realidad de Rusia durante la invasión napoleónica, por el que circulan
hechos y personajes reales junto a otros de ficción, perfilados todos por penetrantes descripciones psicológicas y
vívidas ambientaciones; la novela constituye de nuevo un canto a la vida y a los valores vitales y espirituales del
pueblo ruso, que se alterna con una especie de ensayo sobre filosofía de la historia en el que el escritor expresa su
visión profundamente vital y optimista, según la cual ésta no depende de las decisiones de los grandes hombres, sino
de los innumerables y anónimos gestos de las gentes sencillas.
Ana Karenina, terminada en 1878, anuncia ya la crisis espiritual que el novelista sufriría más adelante. De talante
pesimista, la novela describe la pasión adúltera de la protagonista, abocada a un final trágico, y cuya perfecta
estructura circular realza el sentido de fatalidad y castigo por la violación de los valores morales.
En los años siguientes, Tolstói se vio impelido a la búsqueda de valores efectivos que llenaran su vida, a la que
acusaba de vacía y complaciente; las dudas y aspiraciones que marcan esta crisis se reflejan en su Confesión de
1882.
La personal aproximación a la religiosidad que expresa en esta obra y en otras, basada en la ausencia de dogmas y
en la proclamación del amor como ley universal, halló eco en numerosas personas y le valió finalmente su
excomunión, en 1901.
Tolstói defendió también la humanización de las relaciones sociales y la mejora de las condiciones del campesinado,
dirigiendo repetidas críticas a las instituciones zaristas y a las desigualdades sociales en una serie de ensayos,
análisis y estudios que causaron cierta polémica.
Tolstói se retiró por último al monasterio de Optina Pustin y se esforzó por llevar una vida austera, en contacto con
los humildes, pero luego regresó a su tierra natal para acercarse a las diferentes sectas religiosas de Rusia y se dedicó
a trabajos agrícolas o manuales. No dejó nunca de preocuparse por el destino de los campesinos, en particular por su
derecho a la riqueza individual.
En invierno de 1910, ya en un delicado estado de salud, Tolstói abandonó definitivamente su casa, dispuesto a llevar
una existencia solitaria el resto de su vida, pero enfermó durante el viaje y murió en la pequeña estación de
ferrocarril de Astápovo.
Considerado como el máximo representante de la literatura nacional de su país, su obra, que nunca ha dejado de ser
leída, ha influido poderosamente en la literatura posterior de todas las épocas.
Obras de Tolstói
Novela:
Infancia (1852)
Adolescencia (1854)
Juventud (1856)
Sebastopol (1855-1856)
Dos húsares (1856)
Los cosacos (1863)
Guerra y paz (1863-1869)
Ana Karenina (1873-1878)
Historias para el pueblo (cuentos, 1884-1885)
La muerte de Iván Ilich (1886)
La sonata a Kreutzer (1889)
Resurrección (1899)
Los frutos de la civilización (1889).
Ensayo:
Confesión (1882)
En qué consiste mi fe (1883)
¿Qué debemos hacer, pues? (1886)
¿Qué es el arte? (1898).
Teatro:
El poder de las tinieblas (1886)
El cadáver viviente (1902).
«La completa y total tristeza es tan imposible como la pura y completa alegría.»
Guerra y paz
Vida de Liev Nikoláievich Tolstói.

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La Medicina en los libros
Ana Karenina

[ El lado Humano ] [ La Medicina en los libros ]

Título de la obra: Ana Karenina (S.C.)


Autor: Lev Tolstoi
Unidad Editorial. Madrid, 1999.
Traducción: I. Sureda y A. Santiago
Título original: Ana Karenina

León Tolstoi, magnífico autor de "La muerte de Ivan Ilich", narra en esta larga novela un tema de moda en los
finales del siglo XIX: la historia del adulterio de una mujer casada. Como en Madame Bovary (1856) o en la
Regenta, Ana Karenina se enfrenta a la sociedad de la época para vivir lo que ella cree "el verdadero amor".

Kitty, una chica muy joven y la menor de las tres hijas de una acomodada familia de Moscú, acaba de sufrir un
enorme desengaño amoroso que la sume en un auténtico "mal de amores" (véase la iconografía de las enfermas de
mal de amores en la página de La visita del doctor). Nadie relaciona sus trastornos físicos con su estado emocional.
Cuando esperaba ser solicitada en matrimonio por un joven, apuesto, rico y noble militar, descubre que éste acaba de
abandonar Moscú fascinado por Ana Karenina, la cuñada de su hermana Dolly.

En la escena que transcribimos a continuación, asistimos a una consulta médica, tal como se realizaba en las casas
de la alta burguesía rusa.

Tomo I. Segunda parte (págs. 124 - 127)

Hacia el fin del invierno, los Scherbazki tuvieron consulta médica sobre Kitty; la muchacha se sentía muy débil y la
aproximación de la primavera no hacía más que empeorar el mal. El médico de la familia le había recetado aceite de
hígado de bacalao, después hierro y, finalmente, nitrato de plata, pero como ninguno de esos remedios dio resultado,
aconsejó como último recurso un viaje al extranjero. La familia decidió entonces consultar a un médico que gozaba
de gran fama. Éste, hombre joven aún y bien parecido, exigió un examen completo de la enferma. Insistía con cierta
complacencia en que el pudor de las doncellas no es más que un resto de barbarie ancestral; y no veía por qué un
hombre, aun cuando joven, no pudiera auscultar a una muchacha a medio vestir.

Como hacía eso todos los días y no experimentaba ninguna emoción, evidentemente había de considerar el pudor de
las jovencitas como un resto de barbarie y hasta como una ofensa personal.

Había que resignarse, porque, aunque todos los médicos hubiesen estudiado los mismos libros, seguido los mismos
cursos y practicado por tanto una misma ciencia, no se sabe por qué motivos se había decidido que sólo ese famoso
médico - que algunos por otra parte consideraban como un zarramplín - podía salvar a Kitty.

Después de un cabal examen de la muchacha, confusa y azorada, el célebre médico se lavó cuidadosamente las
manos y regresó al salón para informar al príncipe. Éste le escuchó tosiendo y con aire serio. El príncipe, hombre de
edad, que no era necio y gozaba de muy buena salud, no creía en la medicina y le irritaba esa comedia, pues era
quizás el único que adivinaba la causa de la enfermedad de Kitty. «Ese magnífico charlatán seria muy capaz de
volver con las manos vacías», pensaba, expresando con esos términos su opinión sobre el diagnóstico del médico.

Por su parte, el doctor disimulaba mal su desdén por ese anciano caballero. Siendo la princesa, evidentemente, la
dueña de la casa, apenas le dirigía la palabra, y sólo para ella guardaba, las perlas de su elocuencia.
La princesa no tardó en regresar con el médico de la familia, y el príncipe se alejó para no evidenciar demasiado lo
que pensaba de esa farsa. La princesa estaba muy conturbada; se sentía culpable con respecto a Kitty, y no sabía qué
hacer.

- Bien, doctor, decida nuestra suerte; díganoslo todo. Quería añadir: «¿Hay esperanzas?», pero sus labios temblaron,
y solamente murmuró:

- ¿Qué, doctor?

- Permítame, princesa, que consulte primero con mi colega; luego tendré el honor de darle mí parecer.

- ¿Es necesario dejarles solos?

- Como usted quiera. La princesa lanzó un suspiro y salió.

Una vez solos, el médico de la familia manifestó tímidamente su opinión. Según él, se trataba de una tuberculosis
incipiente, si bien...

En medio de la disertación, el célebre médico echó una ojeada a su gran reloj de oro.

Su colega se calló respetuosamente.

- No podemos, como usted sabe, precisar el principio del proceso tuberculoso; antes de la aparición de las cavernas
no se puede asegurar nada. Sin embargo, en el caso actual hay ciertos síntomas, como la mala nutrición, nerviosidad
y otros, que nos hacen temer esa enfermedad. La cuestión es ésta: dado que hay motivos para suponer la existencia
de un proceso tuberculoso, ¿qué hacer para activar la nutrición?.

- No perdamos de vista las causas morales - se permitió observar el médico de la familia, con una sonrisa sutil.

- Claro está - le respondió la eminencia médica tras echar una nueva mirada a su reloj-. Pero permítame. ¿Sabe
usted si el puente de Laouza está reparado ya o si hay que dar la vuelta todavía?... ¿Está arreglado ya? Entonces me
bastarán cinco minutos... Como decíamos, lo importante aquí es regularizar la alimentación y fortalecer los nervios.
Una cosa va ligada a la otra, y es necesario obrar en las dos mitades del círculo.

- ¿Y un viaje al extranjero?

- No me satisfacen esos viajes. Además, si es un caso de tuberculosis, ¿de qué serviría ese viaje? Lo esencial es
hallar el medio de proporcionar una buena alimentación sin perjudicar al organismo.

Y el médico famoso expuso un plan curativo a base de aguas de Soden, cuyo mérito principal consistía en su
inocuidad. Su colega le escuchaba con atención respetuosa.

- Sin embargo, un viaje al extranjero es siempre beneficioso y tiene sus ventajas, como el cambio de costumbres, el
alejamiento de un ambiente propio para recordar cosas molestas. Y su madre lo desea.

- ¡Pues, bien, que se marchen!... Con tal de que esos charlatanes alemanes no le agraven el mal... sería mejor que
siguieran sus prescripciones. Pero, bien, que vayan.

Miró de nuevo el reloj.

- ¡Oh! Debo irme - dijo, y se dirigió hacia la puerta.

El ilustre médico manifestó a la princesa - atendiendo a su interés profesional- que deseaba examinar otra vez a
Kitty.
- ¿Cómo? exclamó la madre, sorprendida -. ¿Quiere usted empezar de nuevo el examen?

- No, no, princesa; sólo unos detalles.

- Bien, hágalo, pues.

Y la princesa acompañó al médico al saloncito de Kitty. Ésta, muy delgada, con las mejillas encendidas y los ojos
brillantes por la vergüenza que había sentido en la primera visita médica, estaba de pie en medio de la habitación.
Cuando los vio entrar sus ojos se llenaron de lágrimas y enrojeció aún más. El tratamiento que le imponían le
parecía absurdo; tan absurdo como querer reconstruir un jarro roto, reuniendo los fragmentos dispersados. ¿Podían
curar las heridas de su corazón con píldoras y drogas? Pero no se atrevía a contrariar a su madre, que, por otra parte,
se sentía culpable.

- Siéntese, señorita, por favor - dijo el médico famoso. Él se sentó enfrente de ella, le tomó el pulso, y le hizo una
serie de enojosas preguntas.

Ella le respondía al principio, pero después, impaciente, se levantó.

- Perdóneme, doctor, pero todo eso no conduce a nada. Por tres veces me ha hecho usted la misma pregunta.

El médico famoso se sintió ofendido.

- Irritabilidad enfermiza - dijo éste a la princesa cuando Kitty hubo salido -. De todos modos, ya había terminado.

Y el médico explicó a la princesa el estado de su hija, empleando para ello términos científicos como si se dirigiera a
una persona de inteligencia excepcional. Terminó recomendando con insistencia esa cura de aguas que de poco o de
nada había de servirle. El doctor reflexionó profundamente sobre la cuestión del viaje al extranjero, y luego dijo que
podían irse, pero que no escuchasen a los charlatanes y siguiesen únicamente sus prescripciones.

Cuando el médico hubo salido, la madre se sintió muy aliviada, regresó contenta a la habitación de su hija; y ésta
fingía también estarlo, pues con frecuencia se veía ahora obligada a recurrir al disimulo.

Dolly llegó poco después de marchar el médico. Había dado a luz a una niña a fines de invierno, y tenía sus propias
preocupaciones y sus penas; pero como sabía que debía celebrarse una consulta de médicos ese día, había dejado a
la recién nacida y a otra de sus hijas que estaba enferma, para acudir a casa de Kitty.

- Estáis muy alegres - comentó, entrando en el salón, sin quitarse el sombrero -. Veo que todo va bien.

Procuraron contarle lo que había dicho el médico, pero aunque éste había hablado muy bien y durante largo rato, no
supieron referirle con exactitud lo que él dijera. Pero había autorizado el viaje al extranjero, y eso era lo único que
importaba.

Asclepio
Médico de Familia. [ e-mail ]

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DOS APUNTES SOBRE OQUENDO DE AMAT/ Luis Hernán Castañeda

Y ahora silbas tú con el tranvía, muchacho de ojos cerrados. Tú no


comprendes cómo se puede ir al colegio tan de mañana y habiendo
malecones con mar debajo. Pero, al pasar por la larga calle que es
casi toda la ciudad, hueles zumar legumbres remotas en huertas
aledañas. Tú piensas en el campo lleno y mojado, casi urbano si se
mira atrás, pero que no tiene límites si se mira delante, por entre los
fresnos y los alisos, a la sierra azulita.
Martín Adán

1. Fiesta de fruta

Camino hacia la noche, José María Eguren buscaba a una niña


azul que fuera la lámpara de su tarde. Contra la muerte siempre amenazante,
contra la presencia de la oscuridad latente, la fragilidad de la vida se experimenta
como una infancia luminosa, alumbrada por soles efímeros que no logran engañar
con su belleza al poeta, hombre consciente de su destino negro. Ya que no se puede
luchar, ya que la realidad muestra su semblante ineluctable, el único consuelo toma
la forma de una niña eterna, que es indestructible porque es inmortal. Esta niña es
providencia, alta esperanza de un porvenir después de la vida, de un mundo detrás
del mundo. La otra cara del símbolo, la que se oculta a la mirada objetiva, es la cara
de esta existencia tenaz, victoriosa, resguardada de la muerte. La niña es virtud de
fe, promesa de mujer inconcebible que calma la inquietud y alimenta una
resignación que se instala en la vida a pesar del futuro y ayuda a tolerar el tiempo
con optimismo, pues no aguarda un cumplimiento inmediato. Eguren cree conocer
los límites de la existencia y no pide más de lo que puede recibir, aferrado a su
espera tranquila, a su paciencia fatalista; muy distinto es el caso de los
impacientes, los inconformes, aquellos que impugnan la condición de víctima y,
rechazando la promesa de la niña desde una contumacia irreductible, se lanzan
activamente a la aventura creativa, cazadora de mañanas de cartón, que Eguren no
emprende porque desconfía.
La poesía de Carlos Oquendo es la refutación enérgica de esta desconfianza.
Lenguaje infantil en que la palabra se autodenomina primitiva, su rasgo principal es
una ingenuidad aparentemente inocua que encubre una ambigüedad profunda. A la
voluntad simbólica de Eguren, que brota de un derrotismo resuelto en la creación de
mundos trascendentes con sabor a fracaso, Oquendo opone una actitud de
rebeldía en la que asume el rescate de una inmanencia enriquecida por la
imaginación. El mundo es triste, ciertamente, y en este punto ambos poetas
concuerdan; sin embargo, hay una diferencia radical en sus
respectivas respuestas a esta comprobación indudable: mientras que Eguren opta
por refugiarse en el escapismo, Oquendo elige la alegría. La poesía de Oquendo es
una celebración obstinada de la niñez que Eguren contempla con nostalgia.
Naturalmente, Oquendo no encuentra colores en la realidad, porque la realidad
carece de color: por eso, antes que abandonarla en pos de algo mejor, primero hay
que pintarla. Con júbilo en la paleta, por supuesto, ya que sería imposible hallarlo
en otro sitio. El proyecto es declaradamente creativo: si no existe la alegría, habrá
que generarla, pero no desde la nada, sino mediante el viaje. Viaje que es un sueño,
sueño que es un viaje de la realidad misma, transfigurada. La mano del poeta guía
la luz desde los manantiales más puros hacia las zonas más negras. Oquendo
reconoce la alegría
en una rueda, en un color, en un paso, y hunde su pincel en la belleza inadvertida
para llevarla hacia lo oscuro, pero no renegando de la oscuridad, sino abrazando la
locura. Locura prodigiosa que, como la
mejor literatura fantástica, cumple el deber de transformar la realidad, de alegrar la
tristeza.

II. Amberes es la ciudad lírica

La ciudad lírica no existía fuera de la imaginación. En efecto, el lenguaje no


podía nombrar la ciudad, bautizarla como Amberes, antes de haberla fundado, pero
tampoco podía fundarla sin antes darle un cimiento en el nombre, la solidez propia
de lo imaginado. Las palabras, en su función referencial, suelen emplearse para
transmitir información acerca de algo, alguna realidad que por lo general existe
previamente en alguna parte y que busca ser el contenido de una comunicación, la
contundencia de algún volumen apresado en alguna red. Amberes, el conocido
puerto belga ubicado a orillas del Escalda, es una prerrealidad, el esqueleto de la
invención poética, su nido; la Amberes de Oquendo no es la misma Amberes que
podemos encontrar en los libros de geografía, es otra ciudad, un lugar imaginario, la
ciudad elástica construida sobre la vieja Amberes. Ambas son reales, aunque
pertenecen a códigos distintos. Solo en ocasiones privilegiadas como la poesía de
Oquendo, la realidad produce su propio código y se manifiesta como el producto
original de un acto de habla doblemente activo, creador y comunicativo de modo
simultáneo: proceso revertido que regresa a la fuente del lenguaje para ser su
propia fuente, condensación de la fuente mediante la cual el referente es recreado a
la vez que desenvuelto en virtud de la poesía: contenido implícito en continente,
significado que germina con el significante. Las connotaciones más audaces son las
que hacen nacer su propia dimensión denotativa. Cuando el valor denotativo se
estrella contra una realidad tan vacía y decepcionante como la Amberes concreta,
oscura localidad de un planeta moribundo, resulta necesario suplir sus carencias y
fealdades de un modo distinto: nombrando cosas que no existen, precisamente
porque carecen de existencia hasta antes de haberlas nombrado. Y, en la medida
que no existe cosa alguna en el mundo que inspire una dicha constante, invencible,
surge el imperativo de alumbrar estas maravillas, de decirlas por primera vez y para
siempre. Oquendo echa mano de recursos visuales para crear un mosaico de
imágenes, un collage de materiales dispersos que intenta recoger, de aquí y de allá,
los retazos de la luna rota para reconstruir el objeto en el poema. Así como el
Vallejo de “Trilce” quiso vaciar el lenguaje de su sentido inmediato, borrar toda
huella de referencialidad, Oquendo quiere llenar el sentido, su nuevo sentido, de un
lenguaje que sepa expresar cabalmente la nueva Amberes.
La objetividad referencial es materia de un fenómeno extraño y se ve radicalmente
renovada, trastocada, realizada y desrealizada; la hoja en blanco, espacio vacío que
ofrece su apertura al despliegue de nuevos orígenes, es amplísima y puede dar
cabida a las visiones más diversas, porque en la superficie, todo es lenguaje, y
también en el fondo. Antes de Cinco metros de poemas, Amberes no existía.
La arquitectura de la nueva Amberes es el resultado de un fenómeno poético
que quisiera llamar referencialidad genética. “Comedor”, poema singular que
sobresale del conjunto por ser un arte poética,
explica la orientación de una mirada que presta una vida rutilante a los objetos.
Estos aparecen ya no como referentes inmediatos sino como la materia prima de
elaboraciones posteriores, alquimias de corte reformulativo y mutacional antes que
puramente creador ex nihilo:

Cansancio
Los ojos se han colgado de la percha del bastón
La mirada
es un camarero
Pasemos el plato de la brisa
Las frutas se han vuelto pájaros
para cantar
y en todos los platos estaba la luna

La mirada es un camarero. La función de esta mirada es precisamente hurgar


en lo real para presentarlo –o representarlo– como una Amberes lírica, si
entendemos el lirismo como dulzura. Ante el
cansancio o desazón de los ojos que se han colgado de la percha del bastón, es
decir, que han abandonado la niñez y se han regresado de la locura para instalarse
en un realismo meramente fotográfico, Oquendo contrapone unos ojos niños cuyo
rasgo central es la mirada especialísima que proyectan, perspicacia acuosa, núcleo
personal de distorsión perceptiva que desordena las coordenadas del referente,
genera nuevos objetos y modifica la posición de las cosas para hacerlas más
alegres: este desorden a veces humorístico y desenfadado ofrece curiosos manjares
a la mirada siempre presta a devorar sus cenas de brisa, sus frutas convertidas en
pájaros y sus lunas servidas en platillos selectos. La Amberes imaginada es la voz
que canta en todas las ramas de la mañana novísima, mañana que representa la
construcción de una referencialidad autotélica que llamamos genética porque es
responsable de su propia creación, porque el hecho de ser esta referencialidad un
acto de creación está implícito en la enunciación misma de la forma del poema,
diseño insólito de un cosmos reciente cuyo opulencia reside en el rechazo del
impresionismo naturalista y en la destrucción de la referencialidad denotativa para
sugerir así el nacimiento de una objetividad interna, teñida de un subjetivismo que,
en palabras del propio Oquendo, sería lícito calificar como inocente.
Depravadamente inocente, sin duda, ya que escoge con acierto a las víctimas de su
mirada atenta, tierna y mojada como los ojos de un niño. El camarero o el poeta se
pasea por el restaurante ofreciendo viandas inverosímiles, fragmentos de realidad
que coagulan en imágenes entendidas como expresión y contenido. Si
consideramos que la lógica interna del poema puede distanciarse a veces
violentamente de la lógica tradicional, comprenderemos que los hilos que enlazan
los distintos órganos en la sistematicidad del cuerpo poético no existían antes del
lenguaje, y que el acto mismo de referirlos encubre lo que podríamos denominar
expresión creadora o autogeneración de la referencia, operación transfigurante
cuya finalidad es, como ya dijimos, alegrar la tristeza.
Muchas veces se ha insistido en el carácter visual de esta poesía como clave
de lectura. Sin embargo, en el proceso de la referencialidad genética, la visualidad
(predomina la visualidad, aunque hay cierta sinestesia alimentada por la presencia
de elementos auditivos), como naturaleza sensible, es solamente un rasgo previo
de los materiales que Oquendo congrega en su mirada de camarero. Una vez que la
imagen ha cuajado en su existencia inédita, resulta imposible para el lector hacerse
una representación mental de estos nuevos referentes, porque no son
estrictamente objetos sensibles: son compuestos excepcionales de fragmentos
extraídos de su contexto normal que no suelen encontrarse asociados antes del
poema (“y en todos los platos estaba la luna”) y que reconocen la herencia del
surrealismo. Las imágenes de Oquendo son parecidas a las de Breton porque
asombra la osadía de sus combinaciones, pero su humildad característica, su
escaso número por poema y su disposición aislada en la página las aleja
definitivamente de la tumultuosa vorágine desatada por el poeta francés. El
ejemplo más
claro de esta estética de la imagen es el “Poema al lado del sueño”:

Parque salido de un sabor admirable (parque = vista / sabor = gusto)


Cantos colgados expresamente de un árbol (cantos = oído / árbol = vista)
Árboles plantados en los lagos cuyo fruto es una estrella (árboles = vista /
lago = vista / estrella = vista)
Lagos de tela restaurada que se abren como sombrillas (lagos = vista / tela =
tacto / sombrillas = vista)
Tu estás aquí como la brisa o como un pájaro (tú / brisa = tacto / pájaro =
vista, oído)
En tu sueño pastan elefantes con ojos de flor (elefantes = vista / ojos = vista /
flor = vista)
Y un ángel rodará los ríos como aros (ángel / ríos = vista / aros = vista)
( ... )

Toda la poesía de Oquendo funciona a través de esta operación conjuntiva;


podríamos proporcionar una lista interminable de imágenes constituidas por la
reunión de dos o más polos sensibles, a veces teñidos de cierta carga conceptual
mínima, que terminan disolviendo su propia naturaleza visual, auditiva, táctil u
olfativa: mañanita de cartón; el cuerpo como un vaso de agua; el corazón como un
botón en la camisa de fuerza; ojos que visten pantalones largos; sonrisas que son
sombrillas para el calor; cines prendidos de la mejilla; la vida como un papel de
cartas; las cejas como golondrinas; ciudades construidas sobre la punta de los
paraguas; cheques de cielo; carteras llenas de estrellas; lunas que crecen como
plantas; pastillas de mar; mujeres como claros de ríos; voces que cantan en las
ramas de la mañana; cestas de sonrisas; cabellos de los que brota agua dulce;
policías que son ramos de flores; pétalos de las canciones; manos de las que vuelan
palomas blancas; paisajes que salen de la voz; nubes que duermen en la yema
de los dedos.
Si el lector es incapaz de formarse una representación mental de estos
objetos, y si su naturaleza sensible es apenas un rasgo previo, habrá que buscar el
sentido de la referencialidad genética en otro sitio. Quizás sea adecuado empezar
por la afirmación que hace Daniel Salas Díaz 1 sobre el carácter utópico de la poesía
de Oquendo:
“ (...) el poeta restituye el sentido de las cosas y de la existencia. Con frágiles
y pequeñas imágenes, que en muchos casos imitan la candidez infantil, nos
propone reconciliarnos con una realidad
que se muestra gris y deshumana, avivándola con los colores de la
solidaridad, la imaginación y el amor”.
La referencialidad genética expresa la voluntad de crear un nuevo mundo:
“por ejemplo / haremos otro cielo”. Este mundo posee una estructura, una geografía
propia donde el tiempo se esfuma y la niñez es eterna en el regazo de la madre.

1 Prólogo a la edición de la Pontificia Universidad Católica, colección de El


Manantial Oculto.

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MARIO VARGAS LLOSA


Bibliografía
En los años 60, Mario Vargas Llosa fue considerado un innovador de las técnicas novelescas al ser autor de tres
novelas experimentales que, contra viento y marea, se han mantenido vivas en el tiempo, como La Casa Verde y
Conversación en La Catedral. Para mí, La guerra del fin del mundo es la más ambiciosa -la más perfecta- de sus
proyectos hasta el momento, una novela que marcó el inicio de una etapa decididamente transparente, que dejaba
atrás toda una época de "virtuosismo impúdico" como llamó Mario a las novelas de Julio (Cortázar), o como dijera
Octavio Paz sobre el experimentalismo (palabras que Mario hizo suyas en El lenguaje de la pasión), "un sutil veneno
contra la perennidad del arte". Hay quienes consideran la década del ochenta como su "etapa oscura", la más pobre
en calidad, por la escasa destreza dramática de libros como
Historia de Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero? y El hablador. Sin duda, son libros menores. En los noventa, su
mejor libro no es una novela sino El pez en el agua, las memorias de una vida como hay pocas. La Fiesta del Chivo
ha constituido el regreso del Mario de las ambiciones totales (aunque lejos de la proeza de Canudos). En junio del
2002, Mario anuncia haber terminado la largamente anunciada -y planeada: en entrevistas de los ochenta, Mario
afirma estar tomando notas y escribiéndola- novela con Flora Tristán y Paul Gauguin de personajes, EL PARAÍSO
EN LA OTRA ESQUINA.
*También he dispuesto esta página en otra por géneros, es decir, las novelas en un bloque, los ensayos en otro, etc.
Esto por si Ud. busca un título en especial y sólo sabe que es una novela, una traducción, etc. Click aquí (en esta
página he omitido -por razones prácticas- la descripción de cada libro)

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Libros de Prehistoria

Mis primeros versos (1948): Poemario del que no tengo mayores referencias de las que he leído en Princeton (cuyo
manuscrito posee), en un ensayo del escritor Carlos Eduardo Zavaleta y al propio Mario en un foro de preguntas. No
se conoce a nadie que tenga un ejemplar (ni siquiera el autor).

La huida del inca (1952): Estrenada en Piura —y «espantosamente subtitulada Drama incaico en tres actos, con
prólogo y epílogo en la época actual»—, fue escrita cuando el autor tenía dieciséis años. Inquietud histórica que
satisfaría con novelas como La guerra del fin del mundo y La Fiesta del Chivo. Ha permanecido inédita por decisión
propia del autor, por ser más que una pieza de valor literario una pieza de arqueología, sin mayor importancia.

Bases para una interpretación de Rubén Darío (1958): Tesis de bachillerato para optar el grado de bachiller en Letras
por la Universidad de San Marcos. En el 2001 fue publicado en libro por la universidad, y en resumidas cuentas es
otra pieza arqueológica escrita por el que sólo más tarde sería un gran escritor.

Los jefes (1959): "Creo que es un libro donde se ve una personalidad en proceso de formarse. Los jefes es un
pequeño microcosmos de lo que vendrían a ser el resto de mis libros." Premio Leopoldo Alas 1959, entregado por
los galenos de Barcelona, España. Seis cuentos con bocetos de personajes futuros.

Los Libros: Las obras maestras, los grandiosos, los buenos y los malos

La ciudad y los perros (1963): Los cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado se inician en el aprendizaje de la
hombría, cuya índole necesita de la humillación, del sacrificio, de la aceptación de la violencia como conducta
necesaria y prescrita. Premio Biblioteca Breve 1962, Premio de la Crítica Española 1963, 2º puesto en el Prix
Formentor.

La Casa Verde (1966): La vida tranquila de los piuranos (y de todo el norte del Perú) se ve remecida por la llegada
de don Anselmo, fundador del prostíbulo "La Casa Verde" en la mitad del desierto. Premio de la Crítica Española
1966, Premio Novela Rómulo Gallegos 1967.

Los cachorros (1967): "(La historia es) Muy truculenta, la de un muchacho al que la castración va convirtiendo en
un marginado en un mundo machista. Además, otro asunto formal que me preocupó era encontrar un punto de vista
que reflejara esa personalidad colectiva del grupo, del barrio. De todas las obras que he escrito es el que ha tenido
interpretaciones más diversas."

La novela en América Latina: Diálogo (1968): Coautor con Gabriel García Márquez. Una conversación sobre la
literatura latinoamericana de los años 60 -la novela durante el "boom"- y la condición del novelista.

Conversación en La Catedral (1969): Periodistas, prostitutas, matones, políticos y militares durante la dictadura
peruana del ochenio (1948-1956) del general Manuel Apolinario Odría. "Si tuviera que salvar del fuego una sola de
las novelas que he escrito, salvaría esta."

García Márquez: historia de un deicidio (1971): Tesis con la que obtuvo el doctorado en la universidad
Complutense de Madrid. Ensayo que "aunque telegráfico y poco afinado en la parte biográfica, sigue siendo
insuperable en la captación y análisis del entresijo literario."* El Premio Nobel colombiano bajo la lupa del escritor
peruano, uno de los ensayos críticos más penetrantes que un autor peruano ha escrito sobre la novela moderna. * De
"García Márquez: el viaje a la semilla. La biografía" por Dasso Saldívar. Edit. Alfaguara, Pág. 466.
Historia secreta de una novela (1971): Ensayo en el cual explica el surgimiento del tema de su novela "La Casa
Verde". De una conferencia dada en una universidad norteamericana.
Pantaleón y las visitadoras (1973): Novela de mucho humor, crítica demoledora de dos instituciones continentales:
el ejército y el prostíbulo. Nuestros tristes tropiques nunca han aparecido más tristes que en este libro, a primera
vista tan alegre y de ejecución tan deslumbrante.

García Márquez y la problemática de la novela (1973): La discusión con el crítico uruguayo Ángel Rama con
respecto a sus diferentes enfoques de la obra literaria en general y de la del autor colombiano en particular se refleja
en este volumen común.

La orgía perpetua: Flaubert y "Madame Bovary" (1975): Ensayo sobre el escritor francés Gustave Flaubert y su obra
capital "Madame Bovary": "Aunque Flaubert era pesimista y sus cartas están llenas de improperios contra la
humanidad su amor por la literatura era inevitable, por eso asumió su vocación como un osado entregándose a ella
con una convicción fanática, exigiéndose hasta extremos indecibles (...)"

La tía Julia y el escribidor (1977): Novela donde aprende a tomarse el pelo a sí mismo: la tórrida relación con su tía
se mezcla con las ficciones del escritor de radionovelas Pedro Camacho. Premio del Instituto Ítalo-Latinoamericano
1980.

La guerra del fin del mundo (1981): Magistral novela histórica y primera en la que la obra vargasllosiana toma lugar
fuera del Perú. La rebelión imperialista y fanático-religiosa de Canudos se enfrenta a la recién constituida República
del Brasil. Premio Ritz Hemingway 1985.

La señorita de Tacna (1981): Primera incursión oficial del escritor en el teatro: "Aunque en un sentido, se puede
decir que La señorita de Tacna se ocupa de temas como la vejez, la familia, el orgullo, el destino individual, hay un
asunto anterior y constante que envuelve a todos los demás y que ha resultado, creo, la columna vertebral de la obra:
cómo y por qué nacen las historias"
Entre Sartre y Camus (1981): Conjunto de ensayos sobre Sartre, Camus y Simone de Beauvour. Todos estos fueron
publicados, con otros más, en Contra viento y marea (1961-1982) (1983).

Contra viento y marea (1962-1982) (1983): Antología de ensayos literarios (junto a otros políticos y periodísticos)
publicados en diversos diarios desde 1962 a 1982.

Kathie y el hipopótamo (1983): Comedia en dos actos. "En un París de pacotilla, un hombre y una mujer se ponen
de acuerdo para, dos horas cada día, dedicarse a mentir"

Historia de Mayta (1984): Novela "que constituye una admirable investigación de origen (pero no de desenlace)
edípico, sobre un enigmático personaje, el trotskista peruano Alejandro Mayta."

¿Quién mató a Palomino Molero? (1986): Novela policial que nos interna en los vericuetos del ser peruano a medida
que la investigación va sacando a la luz la urdimbre de prejuicios, desigualdades, abusos e incomprensiones que
conforman el tejido social de un país que, medio siglo después, sigue siendo esencialmente el mismo.

La Chunga (1986): Obra teatral en la que nuevamente el espacio escénico es, en Mario Vargas Llosa, el escenario de
la sutileza, la alegoría, a la vez transparente y ambigua, de las fantasmagorías del ser humano, suscitada con rara
precisión y contenido de don poético. Personajes casaverdianos.

Contra viento y marea. Volumen II (1972-1983) (1986): Segunda antología de artículos periodísticos y personales.

El hablador (1987): Novela. "Dos historias se alternan para relatarnos el anverso y reverso de una historia singular.
Por una parte, un narrador principal evoca sus recuerdos de un compañero de juventud que siente fascinación por
una pequeña cultura primitiva; por otra parte, un anónimo contador ambulante de historias -un "hablador"-, viviente
memoria colectiva de los indios machiguengas de la Amazonia peruana, nos narra su propia existencia y la historia y
mitos de su pueblo."

Elogio de la madrastra (1988): Novela erótica. "Una red sutil de perversidad que, poco a poco, va enredando y
ensombreciendo las extraordinarias armonía y felicidad que unen en la plena satisfacción de sus deseos a la sensual
doña Lucrecia, la madrastra, a don Rigoberto, el padre, y al inquietante Fonchito, el hijo, cuya angelical presencia y
anhelante mirada parecen corromperlo todo." Ilustrada con una selecta pinacoteca constituida por obras de Bronzino,
Jordaens, Boucher, Tiziano, Fernando de Szyszlo, Francis Bacon y Fra Angelico.
La verdad de las mentiras: Ensayos sobre la novela moderna (1990): "Sólo la literatura dispone de las técnicas y
poderes para destilar ese delicado elíxir de la vida: la verdad escondida en el corazón de las mentiras humanas",
postula el escriba a propósito de las veinticinco novelas que analiza en este libro.

Contra viento y marea. Volumen III (1964-1988) (1990): Artículos periodísticos. En esta aventura existencial que es
la escritura, asistimos al tenaz empeño de Vargas Llosa por lograr plena coincidencia entre pensamiento,
enunciación y praxis, empeño en el cual, al modo de Camus, persigue el "ambicioso designio de capturar la vida y
expresarla"

Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991): Vargas Llosa analiza la novela caballeresca del valenciano Joanot
Martorell, Tirant lo Blanc, renacentista por el humor e ironía y de gran originalidad por el realismo.

El pez en el agua. Memorias (1993): Contiene, en capítulos alternos, las memorias de dos etapas decisivas de la vida
de MVLL: la comprendida entre fines de 1946, época de su infancia en que se le comunicó que su padre no había
muerto, por su parte; y por otra la campaña presidencial peruana que concluye con otro viaje a Europa, que debe dar
inicio, como antaño, a otra etapa de la vida del autor en la que la literatura pase nuevamente "a ocupar el lugar
central".

Lituma en los Andes (1993): Novela. En un campamento minero de las montañas del Perú, el cabo Lituma y su
adjunto Tomás viven en un ambiente bárbaro y hostil, bajo la constante amenaza de los guerrilleros maoístas de
Sendero Luminoso. Lituma es un memorable personaje de otros libros del autor. Premio Planeta 1993.

El loco de los balcones (1993): Obra teatral en la que un quijotesco personaje intenta salvar los balcones de Lima.

Desafíos a la libertad (1994): Nueva antología de artículos periodísticos de los años 1990-94, publicados en El País.

La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo (1996): Ensayo de la vida y obra del
novelista peruano J.M. Arguedas. En los setenta, Vargas Llosa escribió prólogos a algunas novelas suyas, como Los
ríos profundos y Todas las sangres.
Ojos bonitos, cuadros feos (1996): Teatro. Eduardo Zanelli es el crítico de arte de "El Comercio" venerado por el
mundillo plástico local, que sobrelleva con elegante como aparente cinismo, la frustración de no haberse logrado
como creador, sin reparar en los daños que provoca la desdeñosa pirotecnia de sus comentarios periodísticos en la
identidad personal de sus víctimas.

Los cuadernos de don Rigoberto (1997): Novela. "Don Rigoberto es un cincuentón que tiene un oficio muy anodino,
esta existencia tan banal contrasta con una vida mental muy rica con la que se defiende de la banalidad."

Cartas a un novelista (1997): Ensayo. El libro tiene cuatro ejes temáticos cruciales: la vocación del escritor, los
temas del novelista, las armas persuasivas de la obra de ficción y, por último, las técnica narrativas clásicas, temas
tratados en ensayos anteriores, aplicados en los casos particulares de García Márquez, Flaubert y Arguedas.

OBRA REUNIDA. Narrativa breve (1999): En este primer tomo de la colección "Obra reunida" de la editorial
Alfaguara, se reúnen relatos y novelas cortas: Los jefes, Los cachorros, ¿Quién mató a Palomino Molero?, El
hablador y Elogio de la madrastra. Son versiones "definitivas" (erratas corregidas); lo novedoso de este volumen es
un breve prólogo del autor, en el que se confiesa más un escritor "extenso que intenso".

LA FIESTA DEL CHIVO (2000): Novela. En líneas generales, trata de los últimos días de la tiranía que impuso en
la República Dominicana el general Rafael Leonidas Trujillo Molina, el Chivo, la conjura que se gestó para
asesinarlo, y el regreso, muchos años después, de una de sus víctimas.

EL LENGUAJE DE LA PASIÓN (2001): En este nuevo libro periodístico, el mejor que ha publicado hasta ahora,
se recopilan artículos publicados por el autor en su columna "Piedra de toque" en el diario El País durante el período
1992-2000.
OBRA REUNIDA. Teatro (2002): En este segundo tomo de la colección "Obra reunida" de la editorial Alfaguara, se
reúnen las cinco obras teatrales que ha publicado Mario Vargas Llosa (no, no está La huida del Inca): La señorita de
Tacna (1981), Kathie y el hipopótamo (1983), La Chunga (1986), El loco de los balcones (1993) y Ojos bonitos,
cuadros feos (1996).

EL PARAÍSO EN LA OTRA ESQUINA (2002): Novela que se publicará posiblemente a finales de año, pues el
autor ya entregó el manuscrito a su agencia literaria. La trama tiene a dos franceses que vivieron, además, un tiempo
en el Perú: la feminista Flora Tristán ("me fascinó su vida cuando era joven y, desde entonces, ha estado dando
vueltas en mi cabeza") y al nieto de ésta, el artista Paul Gauguin.

Otros Libros

Un corazón bajo la sotana, de Arthur Rimbaud (1989): Traducción del francés al español por Mario Vargas Llosa.
Edición bilingüe.Novela. MVLL: "Una biografía novelada sobre Flora Tristán, francesa de origen peruano. Un
personaje muy interesante de la primera mitad del siglo XIX. Por su vida aventurera, Flora Tristán fue una mujer
liberada y emancipada, una gran agitadora social que intentó introducir una agenda feminista en la acción política,
mucho antes de que existiera ese concepto. Escribió e

--Además de estos libros, escritos en español, se destacan -en las reseñas biográficas de las solapas de sus libros, en
otras páginas web como vargasllosa.com- otros libros del autor en diferentes idiomas, como los siguientes:

El combate imaginario: Las cartas de batalla de Joanot Martorell (1971): En este libro, donde el peruano figura
como coautor con Martín de Riquer y reeditado varias veces, está uno de los tres ensayos recopilados en un libro de
Mario como único autor, Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991)

A writer's reality (1990): En inglés. Conferencia del autor en la Universidad de Syracuse. El libro está en inglés y se
explaya en las ideas que el autor ha dado sobre las relaciones de la ficción y la realidad y la del escritor en general.

George Grosz, un hombre triste y feroz (1992): Ensayo. Sólo ha sido publicado en libro en francés y alemán.

Making waves (1998): En inglés. Antología de artículos publicados en los volúmenes Contra viento y marea (1983,
1986, 1990).

Nationalismus als neue Bedrohung (2000): En alemán. Antología de artículos publicados en los volúmenes Contra
viento y marea (1983, 1986, 1990).

MARIO VARGAS LLOSA / BARRA DE NAVEGACIÓN


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