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El Icono de La Trinidad de Andrei Rublev
El Icono de La Trinidad de Andrei Rublev
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4. En primer lugar podemos ver la escena en general, tenemos Tres Personas
sentadas en torno a una mesa con una copa en medio. La Persona central resalta
–además de su posición – por el intenso rojo de su túnica que contrasta
fuertemente con el azul del manto (rojo: verdadero hombre; azul: verdadero
Dios): es el Hijo de Dios. Viene de un largo camino, por eso el cuello de su
túnica está ligeramente descolocado, una estola dorada cae sobre su hombro
derecho. Está mirando hacia su derecha, hacia Dios Padre que está vestido con
una túnica azul casi totalmente cubierta por un manto semitransparente. Está
como recibiendo al recién llegado, su postura es de reposo. A la derecha tenemos
al Espíritu Santo, cruzado por el bastón que sostiene con la mano izquierda. La
mano derecha casi parece apoyarse en la mesa para levantarse. La túnica es azul,
como en el caso de las otras dos Personas, pero el manto es de un verde igual al
del suelo sobre el que se apoyan los bancos en que están sentados los Tres.
10. Por otra parte, el rostro del Espíritu Santo se dirige –con mirada atenta– al
rectángulo que está en el frente de la mesa: el rectángulo representa al mundo
(que tiene cuatro puntos cardinales, cuatro estaciones y –según el pensamiento
antiguo – cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire: el cuatro es el símbolo del
mundo, como el tres es el símbolo de Dios).
12. Hay un movimiento que parte del pie derecho de la Persona de la derecha,
continúa en la inclinación de su cabeza, pasa a la Persona central, arrastra
irresistiblemente el cosmos: la roca, el árbol, y se resuelve en la posición vertical
de la Persona de la izquierda, donde entra en reposo, como en un receptáculo...
un hogar.
13. Y vemos que, si bien el mundo está más acá de Dios, como un ser de
naturaleza diferente, al mismo tiempo está incluido en el círculo sagrado de la
comunión de la Trinidad; como en la visión que tuvo San Benito al final de su
vida, cuando “vio todo el universo en Dios”, o como nos enseña San Pablo,
cuando dice que “en Dios vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28).
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14. El cuadro se puede dividir en dos zonas, una rectangular
superior, donde se ven una casa, un árbol y una montaña. Son
signos de las grandes realidades religiosas del Antiguo y del
Nuevo Testamento. La casa es el lugar de la presencia de Dios
en medio de su pueblo (el Templo en el Antiguo Testamento;
Jesús –y la Iglesia – en el Nuevo Testamento; y también la
Casa del Padre, en el cielo futuro), el árbol es el lugar de la
prueba (la prueba que vence al hombre en el árbol del bien y del mal del que
come Adán y aquella en la que el hombre sale vencedor en el árbol de la cruz) la
montaña es el lugar de la ley (la que dio Moisés en el Sinaí y la nueva ley de
Jesús en el sermón del monte); y también donde Elías percibió al Señor como “el
susurro de una brisa suave” (1 Re 19, 12), ámbito de misterio: la elevación, el
éxtasis, el aliento de los espacios y de las cumbres proféticas. Entonces, por una
parte, el fondo del cuadro es una representación simbólica que, de algún modo,
intenta abarcar toda la historia de la salvación. Pero, por otra parte, estos tres
elementos simbolizan toda la creación: la roca representa los elementos
materiales de la creación; el árbol representa los seres vivos; y la casa, representa
la actividad humana en el mundo, la cultura que implica “la tierra y el trabajo del
hombre”.
En definitiva, entonces, los tres elementos que están en segundo plano
representan toda la creación y toda la historia de la salvación. Pero, en primer
plano, están las Personas divinas, que son quienes crean y salvan.
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Todo esto da a la imagen, un “movimiento inmóvil” que evoca la Vida y
Perfección infinitas de la Trinidad.
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18. Las manos de las Tres Personas convergen en el
signo de la eucaristía: ésta es el punto de aplicación del
amor divino: las Tres Personas Divinas realizan
conjuntamente la salvación del hombre, y este es el tema
de su diálogo, evocado en la centralidad de la copa.
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22. Y este amor divino no está destinado a permanecer
encerrado en Dios, al contrario, se derrama en el mundo, la
mano del Padre envía al Hijo que con la suya, al mismo
tiempo que bendice la copa eucarística, señala al Espíritu en
quien se recoge toda bendición para la salvación del mundo.
Si finalmente nos fijamos en los bastones nos daremos cuenta
de que, al mismo tiempo que señalan los espacios de las Tres
Divinas Personas, entre el segundo y el tercero enmarcan el
pie del Espíritu Santo. Es Dios que está a punto de levantarse y salir a nuestro
encuentro.
23. Y aquí nos quedamos, hemos entrado en la vida misma de Dios, la hemos
contemplado y la hemos gozado, ahora esa vida se dirige a nosotros, a nuestra
vida creada para llenarla con la gracia divina.
24. Este es el momento final, porque no se trata de un icono para ver como
espectador, sino para contemplar y vivir como cristiano, si hemos reposado en la
vida trinitaria de Dios ahora él quiere reposarse también en nuestra propia vida.
Por eso podemos invocar a la Trinidad divina diciendo:
Bibliografía.
– Catecismo de la Iglesia Católica.
– UCA, Instituto de Espiritualidad y Acción Pastoral, La glorificación de la
Trinidad, (folleto realizado por el Pbro. Dr. Fernando Ortega para el Jubileo del
año 2000).
– www.elescoliasta.org, El ícono de la Trinidad de Rublev.
– J. FAZZARI, Meditaciones sobre la Trinidad, Buenos Aires, Claretiana, 2005.