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Joaquín Victor González.

De la “Republica verdadera” a la Universidad


de La Plata
por Alejandro Herrero

Joaquín Víctor González nació en Nonogasta, departamento de Chilecito,


provincia de La Rioja, Argentina, el 6 de marzo de 1863.
En la ciudad de Córdoba cursa sus estudios secundarios en el Colegio de
Monserrat. Posteriormente ingresa en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.
En 1884 inicia su trabajo docente dictando las cátedras de historia, geografía y
francés en la Escuela Normal de maestras. Escribe sus primeros artículos en
publicaciones periódica y revistas. En 1885 se edita su tesis doctoral: Estudios
sobre la Revolución. Y el 26 de mayo de 1886 obtiene el título de Doctor en
jurisprudencia
Retorna a La Rioja, y el 26 de julio de 1886 es elegido Diputado Nacional y
se incorpora al Congreso de la Nación el 27 de agosto hasta el 30 de abril de 1888.
El gobierno de La Rioja le encarga la redacción de la nueva Constitución de la
provincia, y concluye dicho trabajo el 15 de febrero de 1887.
En Capital Federal escribe artículos en La Prensa, y reúne estos escritos, más
tarde, en Intermezzo, Dos décadas de recuerdos literarios (1888-1908).
En 1888, con La Tradición Nacional, hace una nueva presentación pública, y
recibe, entre otros, un comentario crítico de Bartolomé Mitre.
Retoma su cargo de Diputado entre el 8 de mayo de 1888 y el 12 de junio de
1889, y renuncia a su banca para ocupar el cargo de Gobernador de su provincia
entre 1890 y 1891.
En 1892 es elegido por tercera vez Diputado Nacional por La Rioja, y ejerce
dicha banca hasta el 30 de abril de 1986.
Es designado por el Poder ejecutivo, Vocal del Consejo Nacional de
Educación.
En mayo de 1894 inaugura la cátedra de Legislación de minas en la
Facultad de Derecho de Buenos Aires, iniciándose con ella en la enseñanza
universitaria.
El 31 de enero de 1896, el gobierno lo comisiona para que estudie y proyecte
las reformas al Código de minería, y el Congreso lo convierte en Ley en 1917.
Se crea la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y
el Poder ejecutivo lo designa, para constituirla, Académico titular junto a Paul
Groussac, Bartolomé Mitre, Rafael Obligado, Ricardo Gutiérrez y Lorenzo
Anadón.
En 1897 edita el Manual de la Constitución Argentina, texto de instrucción
cívica para enseñanza secundaria.
Córdoba lo elige, el 30 de enero de 1898, convencional para la reforma de la
Constitución nacional.
Es elegido Diputado por La Rioja por cuarta vez y ocupa su banca desde el 2
de setiembre de 1898 hasta el 10 de setiembre de 1901, en que renuncia para
ocupar el cargo de Ministro del Interior del gobierno de Julio Argentino Roca.
El 1 de agosto de 1899 es nuevamente nombrado Vocal del Consejo Nacional
de Educación.
El 4 de junio de 1900 el Gobierno de Francia le confiere el grado Oficial de
Academia.
Fue Ministro del Interior en 1901; Ministro de Justicia e Instrucción Pública
en 1902, y posteriormente Ministerio de Relaciones Exteriores. Durante el primer
interinato interviene en el arreglo de paz con Chile, cuestión que preocupaba
seriamente al país desde la década del 80, y le corresponde la discusión en el
Congreso, de los Pactos de Mayo. En agosto de 1902, como Ministro del Interior,
proyecta la reforma de la ley de elecciones vigente, que sustituye por el sistema de
escrutinio uninominal. En 1903 publica: La reforma electoral argentina.
El 6 de mayo de 1904 envía al Congreso el proyecto de Ley Nacional del
Trabajo, Código obrero. Publica: Debates constitucionales, Tratados de Paz de
1902 y Proyecto de la Ley nacional del trabajo.
Como Ministro de Instrucción Pública funda la Universidad Nacional de La
Plataen setiembre de 1905. Publica: Educación y Gobierno y La Universidad
Nacional de La Plata.
Es elegido, por acuerdo del Senado, Presidente de la UNLP por el período
1906-1909. Dicta el curso de Derecho constitucional argentino, y se hace cargo de
la cátedra de Derecho Internacional pública e Historia diplomática.
El 24 de marzo de 1906 la Real Academia Española de la Lengua lo designa
miembro de Correspondiente extranjero. Y ese mismo año es elegido consejero
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
En mayo de 1907 se incorpora como Senador de la Nación por La Rioja (1907-
1916). Publica: Escritos y opiniones en Derecho y Universidad y Colegios.
La asamblea de profesores de la UNLP lo elige Presidente de dicha casa de
estudios tres veces consecutivas: 1909-1912, 1912-1915, y 1915-1918.
El Poder ejecutivo lo nombra miembro de la Corte permanente de arbitraje
de La Haya. Publica: El Juicio del Siglo.
En 1918 se retira de la UNLP. Se le rinde un homenaje en el Teatro Argentino
de La Plata. Edita varias obras: La Propiedad de las Minas (1917), Cien años de
Kabir(1918), El Senado Federal (1919) y Patria y Democracia (1920).
Muere en Buenos Aires el 21 de diciembre de 1923. Por disposición del Gobierno
de la Nación sus restos fueron trasladados a Chilecito el 14 de agosto de 1926.
Se publican sus obras póstumas: Fábulas nativas (1924); Rubaiyát de Omar
Khayyam (1926); El Centinela de los Andes (1929); Estudios
constitucionales (1930); Estudios de Historia Argentina (1930); El Censo
Nacional y la Constitución (1931); La Patria blanca (1931); Mitre (1931); Un
ciclo universitario (1932); Ritmo y línea(1933); Política internacional (1934).
Las obras completas de J. V. González contienen 55 títulos, clasificados por el
propio González en jurídicas y políticas, educativas y literarias.
El Congreso de la Nación sanciona en 1944 una ley para editar sus obras
completas, y allí se incluyen, además, obras inéditas: La Revolución; Actos
irrevocables del Poder ejecutivo, Política ferroviaria de la Constitución
Argentina; Diplomacia parlamentaria; Bosquejos de Conferencias, Proyectos de
Constitución para la Provincia de La Rioja; Derecho constitucional
argentino; Derechos internacional público, Historia diplomática y Escritos
varios.

La invención de un sujeto para una república verdadera.

1.

J. V González fue uno de los políticos-intelectuales más relevantes del liberalismo


conservador argentino[1]. Relevante por su ubicación en el campo político, ya que
ocupó prácticamente todos los altos cargos de gobierno, desde gobernador de su
provincia a Ministro de la Nación en distintas áreas, diputado y senador en el
Congreso de la Nación, y presidente de la Universidad Nacional de la Plata, entre
otras gestiones. Relevante porque se ocupó de temas tan disímiles, y con tanta
gravitación en la opinión pública, como la educación, la literatura, estudios sobre
la constitución, las relaciones exteriores, la minería, los ferrocarriles, la cuestión
de la nacionalidad, el sistema electoral. Si bien forma parte del Partido
Autonomista Nacional, que se valió del fraude para gobernar, por lo menos desde
1880 hasta la Ley Saenz Peña (1912), fue, debemos subrayarlo, uno de los que
promovió avanzar hacia una república verdadera. No es posible abarcar todas las
facetas de su trayectoria, sin embargo, creo que al estudiar una de ellas, como es
su participación en la creación y gestión de la UNLP, se podrá apreciar, al menos
de manera general, cuál era su proyecto de futuro y su acción en la práctica
política. Además, se trata de uno de sus mayores aportes en el terreno político y
cultural.
En el presente trabajo trataremos de mostrar cómo J. V. González diagrama un
proyecto de República liberal y federal, en plena continuidad con la tradición de
D. F. Sarmiento, y que la educación es, a sus ojos, una de las claves que
permitiría escapar de la República posible, es decir, escasamente republicana
(materializada entre 1880 y 1910) y crear las condiciones para avanzar hacia una
República verdadera. Para esto, estudiaremos la fundación y las tres presidencias
de González en la Universidad Nacional de la Plata (1906-1918), donde se puede
apreciar que su concepto de nación y su propuesta universitaria -científica y
experimental- se articula en un programa de República liberal, federal y moderna.

2.

En 1880, como se sabe, se consolida un Estado Nación en Argentina y se


constituye una República federal, liberal y laica, con rasgos plenamente
conservadores: la mayoría de los habitantes acceden a los derechos civiles, sobre
todo la inmigración masiva que se asienta en las ciudades de Buenos Aires y del
Litoral, mientras que los criollos, exclusivamente, participan de las libertades
políticas, aunque la notable maquinaria política del Partido Autonomista Nacional,
mediante fraudes electorales, logra que un pequeño grupo dirigente ocupe y se
intercambie, una y otra vez, los cargos del gobierno[2]. Agreguemos además que
la segunda revolución industrial implicó una enorme expansión económica que
benefició como nunca a los grandes propietarios argentinos que disfrutaban de
ventajosos precios en sus exportaciones. Pero prontamente este orden político, que
parecía gozar de muy buena salud, atraviesa una breve turbulencia con la crisis de
1890. Desde entonces, comienza una disputa, al interior del grupo gobernante,
entre los llamados reformistas y los denominados conservadores[3]. J. V.
González, que se contaba entre los primeros, propuso iniciar las reformas
necesarias en el terreno social (elabora el proyecto del Código Nacional de
Trabajo), electoral (postula la ampliación del voto) y educativo, con el objeto de
preparar las condiciones básicas para transformar la República posible en una
República verdadera. Paradójicamente González, quién se había beneficiado,
como todo la elite gobernante, del fraude electoral para acceder al gobierno, se
propone modificar esta situación y la educación era una de las vías seguras para
tal objetivo: como Ministro de Justicia e Instrucción Pública impulsa reformas de
los planes y programas de estudios en los ciclos primarios y secundarios e impulsa
la creación de la Universidad Nacional de La Plata. Si Alberdi[4]asociaba la
educación pública con el desorden social y el despotismo, González, siguiendo a
Sarmiento, afirmaba todo lo contrario: “la obediencia a la ley es el orden; el orden
es el elemento del trabajo; el trabajo es el progreso y el progreso es la ley de la
humanidad. Y ¿De qué otra manera se cimenta la obediencia a la ley? Haciendo
que todos comprendan sus beneficios, esto es, instruyendo, educando[5].”

A la inversa, argumenta González, la ignorancia desembocaba, inevitablemente, en el


despotismo: “la ausencia de educación (...) engendra peligros sociales: porque una masa
de seres inadecuados oponen resistencias naturales al progreso público, a la mejora de las
costumbres, al respeto mutuo, económicos y políticos, porque las sociedades tienen
instituciones y una deficiente aptitud en el pueblo para practicarlas engendra los grandes
despotismos (...)[6].”

La Universidad Nacional de La Plata

De tal manera, J. V. González que había desarrollado, como Ministro de Justicia


e Instrucción Pública, distintas políticas en torno a la educación primaria y
secundaria, en 1905 presenta al Congreso de la Nación un proyecto para
nacionalizar la Universidad provincial de La Plata (la cual funcionaba desde abril
de 1897)[7]. Rápidamente el proyecto de ley pasa de la Cámara de Diputados a la
de Senadores y es aprobada en agosto de 1905 (ley-convenio 4699, entre el Poder
Ejecutivo de la Nacióny el Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires),
beneficiada, sin duda, por un sistema oligárquico donde no había oposiciones,
salvo el voto negativo del Senador B. Irigoyen[8]. El Senador por la Provincia de
San Juan, en un momento de la breve discusión, pide más aclaraciones. González,
en su respuesta, expone que la UNLPinauguraría una nueva tendencia:

Es la tendencia diferencial en la organización de los institutos de altos


estudios (...) El sistema diferencial, que consiste en dar a cada universidad,
una carta orgánica propia, es decir, su ley peculiar, permite el desarrollo
progresivo en distintas regiones del país y que los defectos de las unas no
dañen a las otras y las ventajas que se obtengan en una pueden ser aplicadas
a otras; pero la gran ventaja de este sistema, la gran ventaja efectiva de esta
diferenciación es marcar el progreso de distintas regiones del país, pudiendo
hacer así efectivas las necesidades que las regiones impongan a los estudios,
sin esta obligación de la uniformidad, que, según un estadista es una de las
causas de la degeneración en todas las instituciones decentes del mundo. Así
vemos esa gran expansión intelectual de Inglaterra, Estados Unidos de
América y Alemania, que no conservan un sello uniforme en todas sus
instituciones universitarias, sino que hacen consistir, según la ley
spenceriana, el progreso en la diferenciación. Así es posible que cada región
de la república pueda imprimir a cada instituto técnico que se funde en su
respectiva forma el carácter peculiar de la región y así ponemos la semilla
del futuro federalismo social, para cimentar el federalismo político, que ha
sido sancionado por nuestras constituciones.[9].
Y en otra parte, sigue su argumento:

Cada Universidad será, así, escribe González, como la metrópolis intelectual


de una región y su dominio será tanto más extenso cuanto mayor sea la
legítima influencia del prestigio científico y didáctico que hayan
conquistado por su labor continua; y a su vez, la región, provincia o núcleo
de provincias vinculadas por un instinto común universitario, adquiriría por
el solo hecho de la permanencia de tales estudios superiores en su seno, una
representación política distinta y realizará una especie de hegemonía sobre
las demás. De este movimiento y cambio de las influencias intelectuales de
las varias regiones, que serán necesariamente alternativas, surgirá otro
género de progreso para la Nación, el único verdadero e indestructible, el
que se forma de la reunión y concurrencia de prosperidades parciales,
reveladas en la riqueza económica, en la producción y en la vitalidad social
de cada provincia[10].

Las universidades nacionales de Córdoba y de Buenos Aires se destacaban por


formar abogados y médicos, los cuales constituían, en muchos casos, la clase
dirigente argentina.[11]González propone, por el contrario, que la UNLP[12]se
inserte, efectivamente, en un proyecto de República federal: la universidad
prepararía los profesionales y dirigentes de la nueva sociedad: docentes para las
escuelas y colegios, científicos para el desarrollo de las ciencias y las industrias e
intelectuales-políticos para la conducción de una región del país (en el caso
platense, esa región sería la provincia de Buenos Aires)[13].
Detengámonos, entonces, en uno de los aspectos más novedosos del programa
gonzaliano: el estímulo de las carreras vinculadas a la economía agraria. Como ha
indicado Juan Carlos Tedesco, lo que distinguió al sistema universitario argentino
fue el carácter profesionalista de la enseñanza que en él se impartía[14]. A fines
del siglo XIX, el número de inscriptos en las carreras mencionadas alcanzaba al
88% de los estudiantes universitarios. Recién por esos años se operó un proceso
de valoración de las ciencias agronómicas y veterinarias alentado desde ciertos
sectores ganaderos que forman parte de la Sociedad Rural Argentina[15]. El
Estado Nacional comenzó a ocuparse específicamente de las cuestiones
agropecuarias, con la creación en 1898 del Ministerio de Agricultura de la Nación.
A comienzos del siglo XX se producen dos hechos significativos. Primero la
creación del Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria en la Capital
Federal en 1904 por iniciativa del Ministerio de Agricultura del presidente Julio
A. Roca, Wenceslao Escalante, y transformado, posteriormente, como Facultad
a la Universidad de Buenos Aires en 1909. En segundo término, se produjo la
nacionalización de la Facultad de Agronomía y Veterinaria y su incorporación a la
Universidad de la Plata en 1905. Osvaldo Graciano subraya, que en 1906, la
Facultad de Agronomía y Veterinaria platense definió, con el impulso de
González, un proyecto científico para formar profesionales en ciencias
agronómicas que permitiesen “suplir las carencias de personal capacitado en la
gestión del desenvolvimiento de la economía cerealera pampeana y en la
resolución de los condicionantes que ésta enfrentaba hacia principios de siglo XX
y, no menos importante aún, transformar a la misma institución en rectora de ese
desenvolvimiento”. La UNLP debía ser, según González:
...un instituto completo de altas enseñanzas científicas y a la vez, de
profesiones prácticas que tanto reclaman ya el desarrollo industrial y social
del país (...) La introducción de estas enseñanzas prácticas y su creciente
desarrollo científico entre los ramos consagrados como exclusivos de toda
cultura superior, contribuirá a mejorar en todo sentido las condiciones en
que viven y crecen y se agigantan cada día las industrias constitutivas de la
primordial riqueza de la República y de su fuerza económica, sostén material
indispensable de su personalidad internacional[16].

Surge un interrogante clave para nuestra investigación: ¿Se materializó este


programa en la UNLP? Juan Carlos Tedesco escribe la siguiente conclusión
refiriéndose a las nuevas universidades nacionales de la Plata, del Litoral y de
Tucumán: “todos los nuevos centros universitarios regionales nacen concebidos
como instituciones modernas, con carreras científicas y técnicas, y con el deseo de
abrir el déficit que ese aspecto dejan los centros tradicionales. Sin embargo, no
pasa mucho tiempo y ya esta característica ha desaparecido[17].”

Las cifras de la inscripción de los alumnos en las distintas carreras en la


UNLP son contundentes: las carreras vinculadas a la economía (por ejemplo, la
Facultad de Agronomía y Veterinaria), tienen un número inferior a las demás. Por
el contrario, las carreras tradicionales son las más requeridas por el estudiantado,
y Derecho es la que más sobresale. En 1930, dicha estadística se confirma de
manera nítida[18]. Sin duda, Tedesco expone datos reales, en la sociedad argentina
seguía siendo más prestigioso estudiar medicina o abogacía, aunque esto, en todo
caso, nos habla de la sociedad, en cambio, nada nos dice sobre si efectivamente
González, como Presidente de la UNLP, llevó a cabo la política de favorecer las
carreras vinculadas con el sistema productivo, es decir, si hay coherencia entre sus
dichos y sus prácticas.
El presupuesto universitario es un indicador que confirma, de manera nítida,
que la Facultad de Veterinaria y Agronomía es siempre la más beneficiada aunque
su número de alumnos, entre 1908 y 1918, es inferior a las demás. La rigurosa
investigación de Graciano es muy clara en este sentido[19]. Esta Facultad ocupó
el primer lugar entre las distintas unidades académicas en la asignación de recursos
presupuestarios. En 1906 el presupuesto de la Facultad de Agronomía y
Veterinaria fue el 34% del presupuesto de la UNLP. Durante los 15 años que
transcurren entre 1906 y la crisis universitaria de 1919-1920, la Facultad de
Agronomía y Veterinaria continuó recibiendo una asignación de fondos muy
superior al del resto de las facultades e institutos integrantes de la UNLP.
Se asignaban, además, montos especiales destinados a la adquisición de elementos
y equipos técnicos de la Facultad de Agronomía y Veterinaria con el fin de crear
sus laboratorios de experimentación e investigación y de obtener becas para
estudiantes[20].
Todas estas cifras muestran una férrea política universitaria donde las carreras
vinculadas al sector productivo tenían una clara preferencia, aunque, como es
notorio, otras carreras tenían mayor concurrencia de alumnos. El proyecto de
González se ha cumplido, aunque la sociedad no lo acompaña.

3.
Este programa y el sostenimiento de dicha política en la UNLP, formaba parte
de un proceso mayor que desde fines del siglo XIX se había iniciado en España y
en Chile[21]. En la universidad de Oviedo, en España, Rafael Altamira, quién
intercambia ideas y opiniones con González, visualiza que tras la derrota española
en Cuba, definitivamente los españoles debían asumir la crisis y decadencia de su
país. Para reconsiderar esta situación negativa e integrarse al mundo de las
naciones modernas, entre otras cuestiones, debían crear universidades que formen
una nueva élite dirigente y a profesionales que desarrollen, aplicando los últimos
adelantos de la ciencia, la economía de las diferentes regiones de la Península.
Altamira habla de producir una Ciencia Nacional. Era necesario, a sus ojos, llevar
a las aulas españolas los mejores profesores del mundo para que formen a los
futuros españoles. Sólo cuando surgieran los nuevos profesores y profesionales
españoles podría materializarse una Ciencia Nacional en España[22]. González
participa de estas ideas que no pueden calificarse, como afirma Escudé, de
chauvinista[23]. Y no casualmente, entre los catedráticos que invita González para
dar conferencias en la UNLP se encuentra el mismo Altamira[24].
González tuvo, sin duda, la suficiente capacidad política para iniciar este proceso
universitario en Argentina. Porque habría que señalar que al interior del grupo
gobernante argentino y de la propia UNLP, se difunden otros proyectos, como el
de Ernesto Nelson, que se diferencia en algunos puntos con el programa
gonzaliano[25]. Nelson escribe dos libros, con una clara adhesión al liberalismo y
al modelo universitario norteamericano, donde responsabiliza al Estado de todos
los males de las universidades argentinas: 1. Las universidades, atadas a los
objetivos y prioridades estatales no tendrían una efectiva autonomía y, por
consiguiente, 2 su función consistiría, básicamente, en formar al personal que
necesita el aparato del Estado[26]. En su opinión, estas instituciones deberían
sostenerse por sí mismas, (aunque paradójicamente considera necesario que sean
subsidiadas por el Estado) y la propia sociedad definiría en el mercado qué
graduados de las distintas Casas de Altos Estudios eran los mejores y los que más
necesita. Contrariamente a González que proyectó, creó y presidió por tres
períodos consecutivos la UNLP, Nelson nunca encontró fuerzas políticas
suficientes que respalden su proyecto.
Pero también debemos recordar que González llevó adelante esta empresa bajo
un gobierno donde imperaba el fraude y que durante su gestión en la UNLP no
abrió el juego democrático, tan proclamado en sus discursos. Motivo que tuvo
como consecuencia, como muy bien ha señalado Hugo Biagini, enconadas
protestas estudiantiles que tuvieron una enorme repercusión tras la renuncia de
González, en los acontecimientos que acompañaron a la reforma universitaria[27].
Carlos Escudé no se interesa por este aspecto negativo de la experiencia
gonzaliana, en cambio subraya que habría distorsionado la tradición liberal y
republicana trazada por Sarmiento y Alberdi. Sin embargo, la actuación de
González en el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública y durante sus tres
períodos en la UNLP, nos indican todo lo contrario: impulsó una empresa
universitaria que formaba parte de un proceso de modernización que se estaba
produciendo en otros países, y le dio a la nueva casa de estudios una función
específica con el objeto de preparar las condiciones necesarias para alcanzar una
República verdadera y efectivamente federal.
Bibliografía J. V. González

Natalio Botana, El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916, Buenos Aires,
Sudamericana, 1977. Cap. VIII: “Las leyes electorales: diálogo entre dos reformadores”.

Alejandro Herrero, “Joaquín V. González y la Universidad Nacional de La Plata” en: Cuadernos


de Trabajo del Centro de Investigaciones Históricas, serie investigaciones, Universidad Nacional
de Lanús, n.7, junio de 2004.

Alejandro Herrero, “El emprendimiento universitario de Joaquín V. González y su mentado


chovinismo, en: Hugo Biagini y Arturo Roig (directores), El pensamiento alternativo en la
Argentina del siglo XX, Tomo 1: Identidad, utopía, integración (1900-1930), Buenos Aires, Biblos,
2004.

Fabián Herrero, Joaquín V. González, Hidalgo de provincia, Documento de Trabajo. Programa de


Estudios interdisciplinarios de Historia Social PEIHS, CEDEHIS, Facultad de Formación Docente
en Ciencias, Universidad Nacional del Litoral, 1993.

Darío Roldán, Joaquín V. González, a propósito del pensamiento político-liberal (1880-1920),


Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1993.

[1]Sobre la trayectoria política de J. V. González véase el excelente estudio de Darío


Roldán, Joaquín V. González, a propósito del pensamiento político-liberal (1880-1920), Buenos
Aires, Centro Editor de América Latina, 1993.
[2] Paula Alonso, “La política y sus laberintos: el Partido Autonomista Nacional entre 1880
y 1886”, en: Hilda Sábato y Alberto Lettieri (compiladores), La vida política en la Argentina del
siglo XIX. Armas, votos y voces, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, pp. 277-292.
[3] Para una mirada más completa de estos años pueden consultarse varios trabajos que exponen
los aspectos políticos: Natalio Botana, El orden conservador. La política argentina entre 1880 y
1916, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1977; Eduardo Zimmermann, Los liberales
reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890-1916, Buenos Aires, Sudamericana-
Universidad de San Andrés, 1994; Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la
República verdadera (1880-1910),Buenos Aires, Ariel, 1997; y Darío Roldán (compilador) Crear
la democracia. La Revista Argentina de Ciencias Políticas y el debate en torno a la República
Verdadera; Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2006. Desde un punto de vista cultural
véase: Hugo Biagini, Cómo fue la Generación del 80, Buenos Aires, Plus Ultra, 1980; H. B.
(compilador), El movimiento positivista argentino, Belgrano, 1985; y Oscar Terán, Vida
intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910). Derivas de la "cultura científica", Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000.
[4] Alejandro Herrero, La política en tiempo de guerra. La cultura política francesa en el
pensamiento de Alberdi (1837-1852), Buenos Aires, Ediciones de la UNLa, 2004.
[5] Joaquín V. González, Estudio sobre la Revolución, en: Obras Completas de Joaquín V.
González, Buenos Aires, 1935, V. I, pp. 250-251.
[6] Ibid.
[7] Creo, escribe González, que sólo las universidades pueden realizar la unión de todos los
hombres de conciencia ilustrada, o de una vasta suma de sus alberíos, para afrontar el problema de
la educación de nuestra democracia, de nuestras diversas clases sociales, hasta hacer posible el
gobierno constitucional ideado por nuestro mayores. O.C.J.V.G. V. XIV. p. 240.
[8] Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, año 1905, T.II, sesiones
del 18 y 21 de agosto y 11 de septiembre de 1905; Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la
Cámara de Senadores, año 1905, T.I., sesiones del 19 de septiembre de 1905. (Debo todas estas
referencias a la gentileza de Fabián Herrero. N del A)
[9] Cámara de Senadores, ob. cit.
[10] O. C. J.V.G., V. XIV, p. 180.
[11] Pienso que una tercera universidad de tipo moderno y experimental, argumenta González, que
se aparte de aquellas por su organización, diferente carácter y métodos de estudios, sistema de
gobierno interior y direcciones especiales y prácticas de sus diversas secciones, no sólo tendría
cabida fácil, sino que respondería a una necesidad evidente de todas las clases sociales de la
Nación, y en particular, de las que miran más a la prosperidad general, bajo su faz científica y
económica, que del sólo punto literario, al cual se ha consagrado de preferencia en los institutos
docentes argentinos desde sus primeras fundaciones coloniales. O.C.J.V.G., V. XIV, p. 35.
[12] Sobre la historia de la UNLP pueden consultarse las siguientes obras: Julio
Castiñeiras, Historia de la Universidad Nacional de La Plata, Universidad Nacional de La
Plata, Fernando Enrique Barba (compilador), La Universidad Nacional de La Plata en su
centenario 1897-1997, La Plata, Editorial de la Universidad Nacional de La Plata, 1998; y Hugo
Biagini, La Universidad de La Plata y el Movimiento Estudiantil desde sus orígenes hasta
1930, La Plata, Editorial de la Universidad Nacionalde La Plata, 1999.
[13] Entre nosotros se ha proclamado en sentido inverso, expresa González, si bien las provincias
han formado a la nación en el hecho, ésta ha tomado a su cargo la casi totalidad de la obra de
formación intelectual y económica de aquella. El proceso natural es, sin embargo, el contrario, y
es el de que la Universidad Nacional de La Plata debe restablecer y desarrollar con todas su fuerzas
reunidas O.C.J.V.G., p. 72.
[14] Juan Carlos Tedesco, Educación y sociedad en la Argentina (1880-1945), Buenos Aires,
Ediciones Solar, 1986, pp. 50-63.
[15] Seguimos los argumentos del excelente trabajo de Osvaldo Graciano, Universidad y economía
Agropecuaria: el perfil profesional de los ingenieros agrónomos, 1910-1930, en: Noemí Girbal de
Bracha (directora), Agro, Universidad y enseñanza, La Plata, 1999. Sobre las instituciones agrarias
es sumamente valiosa la investigación de Noemí Girbal de Bracha, “Tradición y modernización
en la agricultura cerealera argentina 1910-1930. Comportamiento y propuestas de los ingenieros
agrónomos",en: Jarbuch fur Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft
lateinamerikas, 1992.
[16] O.C.J.V.G., T. XIV, pp. 182-205 y 302-325.
[17]Juan Carlos Tedesco, Universidad y clases sociales: el caso
argentino, en: Revista latinoamericanade Ciencia Política, Flacso, agosto, 1972, Santiago de
Chile, p. 206.
[18] Ibid.
[19] Osvaldo Graciano, Universidad..., ob. cit.,
[20] Ibid.
[21] Rafael Altamira, La Universidad y el patriotismo (1898) en: Rafael Altamira, Ideario
pedagógico, Madrid, 1923, pp. 265-284.
[22] Rafael Altamira, Mi viaje a América, Madrid, 1911.
[23] Carlos Escudé, El fracaso del proyecto argentino. Educación e ideología, Buenos Aires,
Instituto Torcuato Di Tella, 1990. Sobre las últimas imágenes en torno al nacionalismo pueden
consultarse las siguientes obras: Lilia Ana Bertoni, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La
construcción de lanacionalidad argentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2001; Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la
Argentina moderna. Una historia,Buenos Aires, Siglo XXI, 2002; y Daniel
Lvovich, Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina, Buenos Aires, Javier Vergara Editor,
2003.
[24] Discurso del Doctor Joaquín V. González (1909), en: Rafael Altamira, Mi viaje a América,
ob. cit., pp. 186-189.
[25] Es muy bueno el estudio sobre Nelson de Ines Dussel, Ernesto Nelson y el liberalismo
democratizante, en: I. D., Curriculum, humanismo y democracia en la enseñanza media (1863-
1920), Buenos Aires, FLACSO, 1997, pp. 123-147. Véase también Alejandro
Herrero, Liberalismo y democracia en Argentina. El estudio de un caso: Ernesto Nelson: ¿Un
educador del Estado en contra del Estado?, en: Utopía y Praxis Latinoamericana. Revista
Internacional de Filosofía Iberoamericana y Teoría Social, Universidad de Zulia, Venezuela, año
11, n. 33, 2006, pp. 103-108.
[26]Ernesto Nelson: Hacia la Universidad Futura, Valencia, 1910; y Nuestros males
universitarios. La universidad en la cultura, la sociedad y la moral, Buenos Aires, 1919.
[27] “Si bien la Federación de Estudiantes de La Plata se instituye formalmente en 1911, escribe
Biagini, (...) En 1917, cuando también intenta consolidarse la Federación Argentina de Estudiantes
Universitarios, se plantean en La Plata una serie de exigencias reivindicativas. Entre ellas,
reclamos por la asistencia libre a clase o por la reorganización del período lectivo en cuestiones
tales como carga horaria semanal, calendario escolar, cursadas y exámenes (...) Dos serios
conflictos estallan en las facultades de Ciencias Jurídicas y Agronomía. Mientras que en esta última
se inició una cruzada estudiantil para provocar diversos cambios estatutarios y docentes, en
Jurídicas los alumnos elevan un petitorio a las autoridades, reforzado por un día de paro,
exponiéndose a sufrir severas sanciones reglamentarias(...) las mayores reclamaciones fueron
tajantemente denegadas, como ocurrió con un leit motiv para la tradición reformista: poder
participar activamente en las deliberaciones del consejo académico. (...) En su discurso (1918),
González presentaba a la universidad como divorciada de la masa estudiantil y a ésta como un
grupo de adventicio que debe limitarse a obedecer y a aprender -frente a quienes gobiernan
enseñando. Hugo Biagini, El movimiento estudiantil reformista y sus mentores, en: H. B,
(compilador), La Universidad de La Plata..., ob. cit., pp. 153-157.

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