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2.

La conciencia

2.1 ¿Qué es la conciencia?

La idea habitual de “estar conscientes” es la de darnos cuenta de lo que nos pasa. En este sentido podríamos definir
a la conciencia como el conjunto de percepciones, ideas y sentimientos que una persona experimenta en cada
momento. Sin embargo, no nos damos cuenta sólo de lo que nos pasa, sino también de lo que desearíamos que nos
pase, de las decisiones que estamos tomando, de las conclusiones extraídas de las experiencias pasadas, de los
recuerdos, incluso somos conscientes de estar conscientes. Es tan amplio y tan ambiguo el concepto de conciencia
que también se lo ha identificado con la idea de mente, de pensamiento, e incluso de Yo –es decir, nuestra
identidad– o de alma. Por ello se ha hablado de la conciencia como todo lo que pasa por nuestra mente, o bien,
como la capacidad de darnos cuenta de nuestra propia subjetividad, o también como la parte “espiritual” del ser
humano.

En todo caso al sustantivar la idea de conciencia –decimos “la conciencia”– estamos presuponiendo una substancia
con entidad propia, un sujeto que realiza, o un lugar donde ocurren, todos los procesos psíquicos. Si hay
pensamientos o recuerdos o sentimientos debe haber necesariamente algo que piense, que recuerde o que sienta.
O bien, estos procesos deberían darse en algún “lugar” determinado. Esta concepción “mentalista” de la conciencia
o del sujeto pensante tiene su antecedente moderno en Descartes, filósofo racionalista del siglo XVII. El empirismo
inglés, principalmente a través de Hume, filósofo del siglo XVIII, criticó esta idea metafísica del sujeto pensante o de
alma, afirmando que de lo único que tenemos constancia es de una serie de estados o procesos mentales que se
suceden unos a otros y que, por efecto de la memoria, se los atribuimos a un sujeto; pero, en realidad, no sería
legítimo afirmar, de una manera empírica y racional, la existencia de una supuesta substancia espiritual actora de
todos estos procesos.

En el desarrollo de la psicología moderna, esta concepción filosófica empirista de la subjetividad humana fue
recogida y desarrollada por todas aquellas corrientes psicológicas que, tal como el “conductismo”, le negaron a la
conciencia o a la mente el carácter de objeto de conocimiento científico. Para el conductismo los únicos aspectos del
comportamiento humano que pueden ser estudiados son aquellos que son observables, es decir la conducta.

En una línea semejante se propuso como objeción a la idea de conciencia como objeto de estudio de la psicología el
hecho de que la herramienta para estudiar a los fenómenos conscientes sería la propia conciencia. Y pretender
estudiar a un objeto utilizando al mismo objeto como herramienta de estudio sería algo así como aquel individuo
que pretende separarse del suelo tirando de los cordones de sus propios zapatos.

¿Después de pensar en todas estas objeciones, nos rendimos ante ellas y aceptamos quitar la cuestión de la
conciencia de los problemas de la psicología, dejándola aparcada en el campo de la reflexión filosófica? ¿O bien,
intentamos la búsqueda de otras perspectivas como, por ejemplo, indagar en la conciencia entendida ya no como
“substancia” o como “lugar”, sino como estado del sujeto, cuya actividad mental presenta una serie de propiedades,
y que se define por oposición a otros estados que carecen de ellas? Por ejemplo, cuando hablamos de ser o estar
conscientes, en oposición a estar dormidos, en coma, o a realizar actos sin darnos cuenta, es decir de manera
inconsciente.

2.2 La aparición del inconsciente

La idea de “conciencia” cobra sentido cuando en el desarrollo de la psicología moderna aparece el reconocimiento
de que en el ámbito de los procesos psíquicos o mentales se desarrollan algunos que escapan a nuestro
conocimiento y control. Mientras este reconocimiento no se daba, las fronteras de la conciencia coincidían con las
del psiquismo o las de la mente. La subjetividad humana era esencialmente subjetividad consciente. Cuando se
comenzó a identificarse contenidos mentales que consiguen manifestarse o intervienen en nuestro comportamiento
sin que nos demos cuenta de ello, es decir de manera inconsciente, fue recién entonces cuando tuvo sentido hablar
de “conciencia”. Dicho de otro modo, la vida consciente comenzó a comprenderse como tal sólo a partir de
reconocer aquellos estados que quedaban excluidos de ella.

Uno de los primeros en reconocer la existencia de una actividad mental que escapa al control consciente fue
Sigmund Freud, médico vienés que desarrolló sus investigaciones a partir de finales del siglo XIX, y que su muerte
coincidió con el comienzo de la segunda guerra mundial.
Freud y sus seguidores creían que existe una parte de la mente, el inconsciente, que contiene re cuerdos,
pulsiones y deseos a los que la conciencia no tiene acceso. Según Freud, algunos recuerdos y deseos
emocionalmente dolorosos se reprimen, es decir, se desvían hacia el inconsciente, desde donde pueden se guir
influyendo sobre las acciones personales aun cuando no se sea consciente de ello. Los pensamientos y
estímulos reprimidos no pueden ingresar en la con ciencia, pero sí afectar a la persona de manera indi recta o
solapada: a través de los sueños, las conductas irracionales, los gestos y los lapsus. El nombre de acto fallido
se utiliza comúnmente para hacer referencia a comentarios no intencionados que se da por sentado revelan
impulsos escondidos. Decir «me da pena que te encuentres mejor», cuando lo que se quería decir era «me
alegra que te encuentres mejor», es un ejemplo de acto fallido [Se podría interpretar como que nuestro deseo
inconsciente no es precisamente que nuestro interlocutor mejore su salud, pero nuestra conciencia al no
permitirse reconocerlo sólo deja que se manifiesta mediante un acto fallido o un lapsus]

Según creía Freud, las pulsiones y deseos inconscientes son la causa de la mayoría de las enfermedades
mentales. Freud desarrolló el método del psicoanálisis, el cual intenta restituir el material reprimido a la
conciencia y, al hacerlo, curar al individuo. La mayoría de los psicólogos acepta la idea de que existen
recuerdos y procesos mentales a los que la introspección no tiene acceso y que, por lo tanto, pueden ser
descritos como inconscientes. Sin embargo, para muchos, Freud ponía demasiado énfa sis en los aspectos
pulsionales del inconsciente y no el suficiente en otros aspectos.

Según la teoría freudiana el inconsciente es previo a la conciencia. Sería algo así como decir que la animalidad
instintiva precede a la racionalidad humana o, dicho de otra forma, que la represión de las pulsiones –precisamente
lo que da origen al inconsciente– es la condición para el surgimiento y el desarrollo de la razón y de la cultura, tal
como afirmara Freud en sus últimas obras.

2.3 Características del “campo de la conciencia”. La atención

Sin abandonar la idea de que la conciencia no es un lugar ni una entidad substancial, sino más bien un estado que se
manifiesta en mayor o menor grado en el conjunto de los procesos psíquicos, podría compararse en un sentido
estrictamente metafórico al “campo de la conciencia” con el escenario de un concierto. Todo lo que ocurre en un
escenario está en continuo movimiento, es una realidad dinámica. La iluminación no suele ser homogénea: los
técnicos en iluminación van dirigiendo los focos a determinadas zonas, ya sea para iluminar la intervención solista de
un instrumento, o para acompañar los movimientos del cantante, o incluso rebajando la intensidad de la luz en
general cuando la canción está a punto de terminar. Podría decir que las zonas del escenario que en cada momento
están más iluminadas representan el “foco de la conciencia”, las zonas que quedan en penumbra representarían el
pre-consciente y todo aquello que queda entre bambalinas y que el espectador por lo general nunca puede ver, a no
ser que se meta por detrás del escenario, representaría al inconsciente. La tarea del técnico en iluminación tiene por
finalidad “seleccionar” aquellas áreas que en cada momento considera más importante, dejando en penumbra o a
obscuras las que lo son menos. Esta función selectiva puesta de manifiesto en el continuo movimiento del foco de la
conciencia representaría la atención.

En esta breve comparación hemos introducido las características principales del estado consciente. Es un estado
dinámico, que está en flujo permanente. No es homogéneo, es decir, habría contenidos mentales de los que somos
más conscientes que otros. En esta heterogeneidad de la consciencia habría que distinguir el pre-consciente o
subconsciente del inconsciente: las ideas subconscientes quedan alejadas del foco de la conciencia pero en
cualquier momento pueden ser recuperadas, en cambio los contenidos inconscientes están reprimidos y por tanto
desalojados definitivamente del control consciente (éste último es un concepto propio de la teoría psicoanalítica de
Freud).

Por ejemplo, ahora podríais estar leyendo este texto rodeados por el silencio de vuestra habitación. El esfuerzo por
entender su contenido y retenerlo para el examen de mañana hace que el sonido del televisor que está en la sala
llegue hasta vuestros oídos, luego de pasar a través de la puerta cerrada, de manera muy tenue. Vuestra
concentración en el texto, sumado a la debilidad del estímulo auditivo, hace que lo que oís de la tele quede en el
subconsciente (estáis oyendo pero no escuchando), y podáis mantener vuestra atención en el texto. El foco de la
conciencia puede ser que “ilumine” la materia que estáis estudiando hasta que, pongamos por caso, un fuerte ruido
que llega desde la calle, percibido por vosotros con toda nitidez puesto que tenéis las ventanas abiertas para poder
soportar una noche calurosa, obliga a que el foco se desplace hacia un posible accidente automovilístico, y la
curiosidad os haga dar un respingo en la silla y asomaros a la ventana para ver qué ha pasado.
El procesamiento de la información ambiental constituye una de las principales funciones de los sistemas sensoriales
del cuerpo. Conduce a la toma de conciencia de lo que sucede en el entorno y dentro del propio organismo. Sin
embargo, no sería posible atender a todos los estímulos que inciden en los sentidos sin experimentar una
sobrecarga de información. Por lo tanto, la conciencia se centra en algunos estímulos y hace caso omiso de otros. En
general, la información seleccionada se relaciona con cambios en el mundo interior o exterior del individuo. …La
atención es selectiva. Algunos sucesos tienen prioridad sobre otros para acceder a la conciencia y provocar una
acción. Los sucesos que son importantes desde el punto de vista de la supervivencia suelen tener total prioridad. Si
se está hambriento, es difícil concentrarse en el estudio; si se experimenta un dolor repentino, se aleja todo
pensamiento de la conciencia hasta que se hace algo para aliviar ese dolor.

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2.4 El control consciente de la acción

Mediante la conciencia el individuo planifica, inicia y guía sus acciones. Tanto si el plan es simple y fácil de
llevar a cabo (como encontrarse con un amigo para almorzar) o complejo y de largo alcance (como estudiar
una carrera), es preciso que las acciones del individuo estén guiadas y organi zadas para adaptarse a los
sucesos que lo rodean. Al planificar, los hechos que no han ocurrido todavía se representan en la conciencia
del individuo como posibilidades futuras. Puede entonces imaginar «escenarios» alternativos, tomar
decisiones y dar comienzo a las actividades adecuadas.

No todas las acciones están guiadas por decisiones conscientes, ni todas las soluciones de los problemas se
llevan a cabo en un nivel consciente. Uno de los principios de la psicología moderna es que en los he chos
mentales intervienen tanto procesos conscientes como inconscientes, y que muchas decisiones y accio nes se
realizan totalmente fuera del nivel de la conciencia. La solución de un problema puede surgir in-
esperadamente sin que el individuo sea consciente de que la había estado buscando en sus pensamientos. Y
una vez que obtiene la solución puede que no logre dar una explicación retrospectiva de cómo ha llegado a
ella. En general, la toma de decisiones y la resolu ción de problemas se dan en un nivel inconsciente, pero eso
no significa que todas las conductas de ese tipo ocurran sin reflexión consciente. La conciencia no sólo
examina la conducta en curso, sino que también cumple un papel en la dirección y el control de esa conducta.

EL PRE-CONSCIENTE O SUBCONSCIENTE

No es posible centrarse en todo lo que ocurre en el en torno en cada momento, ni puede analizarse todo el
bagaje de conocimientos y recuerdos de sucesos pasa dos. A cada momento, sólo es posible centrar la aten ción
en unos pocos estímulos. Constantemente, el individuo pasa por alto, selecciona y rechaza cosas, de modo
que los contenidos de la conciencia se encuentran en un cambio continuo. No obstante, los objetos o sucesos
que no se colocan en el centro de la atención influyen igualmente sobre la conciencia. Por ejemplo, puede
suceder que un sujeto no tome conciencia de haber escuchado un reloj dar la hora. Pero después de algunas
campanadas, lo advierte y entonces logra remontarse a la primera campanada, contando las que no sabía que
había escuchado. Otro ejemplo de atención periférica (o monitorización pre.consciente) es el que puede darse
en una cola para almorzar. Un individuo conversa con su amigo en la cola de una cafetería, indiferente a otras
voces y al ruido general, cuando el sonido de su nombre dicho en otra conversación capta su atención.
Claramente, no habría detectado la mención de su nombre en esa conversación si no la hubiese estado
registrando de una forma u otra. El caso es que no tomó conciencia de la otra conversación hasta que una
señal concreta captó su atención. De acuerdo con importantes investiga ciones realizadas, las personas
examinan y evalúan estímulos que no perciben conscientemente (Se dice que esos estí mulos ejercen una
influencia subconsciente sobre el individuo)

Muchos recuerdos y pensamientos que no forman parte de la conciencia de un individuo en un momento


dado pueden restituirse en su conciencia en caso de necesidad. Es posible que en un momento determi nado
un individuo no sea consciente de sus vacaciones durante el verano pasado, pero puede acceder a esos
recuerdos si desea recuperarlos, y entonces, éstos pa san a formar parte de su conciencia. El nombre de re -
cuerdos pre-conscientes se utiliza para hacer referencia a recuerdos que se encuentran accesibles a la
conciencia. Éstos incluyen los recuerdos específicos de sucesos personales y también la información
acumulada durante toda la vida, como el conocimiento del signifi cado de las palabras, la distribución de las
calles de una ciudad o la ubicación de un país en particular. Los recuerdos pre-conscientes también abarcan el
conocimiento de habilidades adquiridas, como el procedimiento que debe seguirse para conducir un
automóvil o la secuencia de pasos necesarios para atarse los cor dones del zapato. Una vez dominados, estos

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AAVV, Introducción a la Psicología, Thomson Editores, Madrid (2003) pp 180, 181.
procedimientos generalmente operan fuera de la percepción consciente, pero si se centra la atención en éstos,
es posible describir los pasos que los constituyen.

AUTOMATICIDAD Y DISOCIACION

Una función importante de la conciencia es controlar las acciones del individuo. Sin embargo, hay activida des
que se practican con tanta frecuencia que se vuelven habituales o automáticas. Aprender a conducir exige
intensa concentración al principio. Es preciso centrar la atención en coordinar las distintas acciones (cambiar
la marcha, soltar el embrague, acelerar, guiar el automóvil, etc.) y apenas puede pensarse en otra cosa. Sin
embargo, una vez que los movimientos se vuelven automáticos, es posible seguir una conversa ción o admirar
el paisaje sin ser consciente de estar conduciendo, a menos que un peligro potencial desvíe la atención al
funcionamiento del coche. Esta habituación de respuestas que inicialmente exigían atención consciente se
denomina automaticidad.

Las habilidades como conducir un coche o montar en bicicleta, una vez aprendidas, no necesitan más de la
atención del individuo. Se hacen automáticas y permiten que la conciencia, algo más despejada, se centre en
otros asuntos. Estos procesos automáticos pueden tener consecuencias negativas en ocasiones: por ejem plo,
cuando un conductor no puede recordar puntos geográficos importantes atravesados durante el ca mino.

Cuanto más automática se vuelve una acción, menor control consciente demanda. Otro ejemplo es el del
pianista hábil que sigue una conversación con un acompañante mientras toca una pieza que le es cono cida. El
pianista ejerce control sobre dos actividades, tocar y conversar, pero no piensa en la música a me nos que
toque una tecla incorrecta, momento en que centraría su atención en eso e interrumpiría temporal mente la
conversación. Sin duda, existen muchos otros ejemplos de actividades automáticas, bien aprendidas, que
exigen poco control consciente. Una manera de interpretar este fenómeno es decir que el control persiste (es
posible centrar la atención en los procesos automáticos si se quiere), pero que éste se en cuentra disociado de
la conciencia.

El psiquiatra francés Pierre Janet (1889) concibió el concepto de disociación, que se refiere a que, dadas c iertas
condiciones, algunos pensamientos y acciones se separan, o disocian, del resto de la conciencia y fun cionan
fuera de ésta. La disociación difiere del concepto freudiano de represión porque la conciencia tiene acceso a
los recuerdos y pensamientos disociados. En cambio, los recuerdos reprimidos no pueden ser restablecidos
en la conciencia. Es necesario inferirlos a partir de indicios o síntomas, como los actos fallidos.

Cuando se afronta una situación de tensión, existe la posibilidad de mantenerla temporalmente fuera de la
mente para lograr un buen rendimiento; cuando se está aburrido, es posible quedarse absorto o soñar
despierto. Éstos son ejemplos ligeros de disociación que implican separar una parte de la conciencia de
otra. Ejemplos más radicales de disociación son los casos de trastornos de identidad disociativa o de
personalidad múltiple.

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