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La verdad es la única realidad

Del otro lado de la reja está la realidad, de


este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe
bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la
explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos
hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de
policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen
necesariamente el presente, pero pertenecen a
la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo
inmenso cubriendo la Patagonia
porque las
masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad,
como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la
convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver
después del peligro
como los designios de todo un pueblo que
marcha hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a
defenderse, a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la
realidad.

Francisco “Paco” Urondo. Poeta escritor, periodista. Desaparecido en 1976


Argentina.

Viviremos nuestros sueños

Los nuevos vendrán subrepticiamente.

Vendrán de la oscuridad de los tiempos.

Traerán un nuevo sentido de la vida.

Destruirán todas las acechanzas contra la vida.

Las madres y los niños se mirarán sonriendo.

Serán hombres aguerridos y cálidos.

Los ancianos en las puertas de sus casas y en las plazas interrumpirán por un momento sus
conversaciones para hacer un signo de asentimiento.

Serán hombres de la tierra.


Vendrán de los cuatro puntos cardinales.

Banderas de todas las naciones flamearán unidas.

Las lenguas se fundirán en una sola voz clara.

Destruirán las máquinas infernales.

Los niños ya no morirán sin comprender.

Con los nuevos vendrán días claros y sin violencia.

La tierra que guarda a los que han muerto en lucha contra los malvados producirá brotes
potentes.

Para siempre será mellada la espada de la injusticia.

Hermoso proyectos varias veces milenarios se sustentarán orgullosos sobre sus bases.

Se abrirán grandes espacios llenos de oxígeno.

Se inventarán nuevas reglas de juego.

La esperanza llegará a su plenitud y dará frutos sabrosos.

El esqueleto del pasado será sepultado en una sencilla ceremonia a la que asistirá todo el
mundo.

Viviremos nuestros sueños.

Tilo Wenner poeta | traductor | periodista | tipógrafo | agricultor y dibujante


secuestrado y desaparecido en 1976 – Argentina (De su libro “Límite real”, Ed. KA
BA, 1972.)

Antiguo Labrador

la tierra estaba de antes, señor.


iban los ríos
como niños potentes ciñéndole el regazo,
lamiéndole la tierna caparazón de greda
con su campana líquida,
sus sales planetarias.
iban los ríos, solos, subiéndose a los árboles,
mojándoles la sombra, procreando los pájaros.

y la tierra era un ancho territorio, señor,


porque entonces la tierra no era buena ni mala.
solamente camino.

luna de la distancia.

porque entonces la tierra no terminaba nunca


y el pan era un velero de la espiga lejana.

pero el viento lo sabe,


siembra su siembra unánime,
la desata de noche con los dedos del aire,
su tránsito caliente le deshace los límites,
la libera de tantos oscuros propietarios.

yo sé, señor,

yo he visto la noche sobre el campo,


su condición de estrella, su silencio pesado
y digo que no es cierto que puedan alquilarla,
que le alambren el torso, que le vendan la espalda,
porque la tierra entera pertenece a la noche,
al universo entero, al sudor de la azada
que mueve la fatiga campesina del mundo,
la voluntad labriega como una enorme pala.

pertenece al que sabe


celebrar la alegría de ver crecer las plantas,
al cómplice del sol, al sembrador callado
que pone la semilla como un semen dichoso
y espera, lentamente, el milagro del agua.

porque sin esta frente,


sin este rudo brazo,
sin el tiempo a destajo de gastarnos las manos,
quién dará testimonio de la vida en la tierra,

quién ha de prepararnos la primavera, el vino,


el fermento gredoso de donde viene el canto.

por eso yo pregunto, señor: ¿cuándo es el día,


a qué hora, justamente, vamos a rescatarla,
qué hombres vendrán conmigo,
qué canción cantaremos,
qué flores sembraremos donde está la alambrada?

digo que este mensaje debe saberlo américa,

que no sólo nosotros,


que cada uno lo sepa,
porque hay un continente de tierra sometida,
gordos concesionarios,
carbón comprometido,
hay zonas donde el hambre tutea la agonía
y esclavitud de estaño
y cobre de miseria,
hay trigo condenado a los precios siniestros,
petróleo al que amenazan su primavera negra,
naranjas exportadas con todo el sol a cuestas,
hay niños que no encuentran al hombre,
caen antes,
se van, sonrisa abajo, muerte abajo,
se pierden entre lo destructivo que cae y se disgrega.
que no sólo nosotros.
que cada uno lo sepa.

golpeo esta guitarra elemental: américa,


hasta cavarle al medio un pozo de sonido,
hasta ponerle adentro una zamba furiosa,
mi percusión de sangre, señor, este latido
tan pariente del aire,
tan sol,
tan repartido
entre una antigua música de azúcar en nosotros,
para que desde el hombre continental subamos,
almíbar solitario, familia amanecida,
a empujar la esperanza pobrecita,
mestiza, a desatar las manos de américa nativa.

la tierra estaba de antes, señor.

iban los ríos,


luz con la lengua húmeda,
iban árbol arriba,
a besar el tumulto donde empieza la vida.
por eso yo pregunto, señor
¡cuándo es el día!

Armando Tejada Gómez, poeta, escritor y locutor Argentino.

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