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Educar Personas
Como necesidad fundamental, debemos aprender y entender que hay personas que son concretas e
irrepetibles y para entender el mundo de hoy, sólo es posible si entendemos al hombre, y para entender al
hombre es necesario entender la persona.
Desde esta perspectiva, veremos como todo gira en torno al hombre. Esto no significa caer en una visión
antropocéntrica, sino más bien sostener que el hombre es centro de todas las cosas y que no se entiende
cualquier tipo de acción sino esta presente el hombre mismo.
La Antropología concibe a la Persona como un ser constituido por tres dimensiones: una psicológica, otra
biológica y por último, una espiritual, y ésta, es la que mantiene una relación interpersonal, ya sea
principalmente con la familia o con la sociedad, en cuya relación deben prevalecer los valores (morales y
religiosos) y en la que no hay que perder de vista que su educación ha de considerarse a partir de su
singularidad o individualidad.
Al hablar de persona, no podemos dejar de ver a la misma como una unidad corpóreo‐espiritual,
estructurada por un único principio vital: el alma, con la integridad de su triple dimensión vital (vida
vegetativa, sensitiva y espiritual o intelectiva).
Los caracteres específicos de las personas son:
La capacidad de captar las cosas sin relacionarlas con su situación orgánica.
La elección del modo de satisfacer las necesidades.
El añadir a sus tendencias vegetativas finalidades más altas (técnica, cultural. religiosa).
La adquisición de hábitos mediante un aprendizaje que desplaza al instinto, por eso es que lo
decisivo es el aprendizaje y el hábito lo consiguiente.
De esta manera entendemos que, en el caso del hombre no podemos decir que es igual al resto de los
animales. Está sujeto a las leyes de la naturaleza como el resto de los animales pero, no es un animal más.
Ni siquiera es el animal más perfecto de todos, es más que el resto de los animales porque es capaz de
pensar por sí mismo y, por ser libre, puede no seguir su instinto.
El hombre sabe que su cuerpo no es un trozo de materia orgánica, es su propia persona, o mejor entendido
como, la parte visible y material de su propia persona. Lo que percibimos al mirar en los ojos de una
persona es el alma y un complejo de sentimientos, actitudes y deseos que asoman al mundo desde el
interior de la persona y que nuestra mirada puede traducir y entender sin palabras.
El hombre es, en primer lugar, persona. El hombre es digno antes que útil o productivo, o rentable o bello o
apetecible. El hombre es respetable por sí mismo. Este sí mismo de cada persona es lo que significa su
intimidad personal, su propia existencia. Cuanto más rica es la personalidad más amplia y profunda es la
intimidad de una persona y, por tanto, más profunda y más fuerte es la conciencia de su propio valor y la
necesidad de su protección.1
Podríamos llegar a decir que en ocasiones el cuerpo oculta la persona cuando impide ver la personalidad
que reside en él. El pudor o vergüenza, es la protección de la intimidad personal, se nos aparece como el
acto por el cual la persona se hace presente en su propio cuerpo despojándole de todos los matices
animales para presentarlo a los demás como una persona, es decir, digna.
Llamamos pudor a esta conciencia personal que quiere proteger la esencia personal de cada uno, nuestra
dignidad de personas frente a las demás personas. Esta conciencia de sí mismo no se limita a lo interior de
la persona, entendiendo lo interior como el mundo del espíritu o de los sentimientos. La percepción de uno
mismo abarca no sólo el espíritu, sino también el propio cuerpo porque se es consciente que la persona no
reside en la mente, sino que el espíritu se une al cuerpo de tal forma que éste adquiere un nuevo modo de
ser, tan nuevo, que no cabe hablar de continuidad entre el cuerpo animal y el cuerpo del hombre.
La manera quizá más grave de desposeer a las personas de su dignidad es violar su intimidad, es decir,
forzarles a manifestar lo más íntimo de su persona contra su voluntad, es tanto como exponerlas a la
vergüenza pública y privarlas de seguir siendo dueñas y señoras de aquello que es solo suyo: lo íntimo.
1
YEPES STORK, R. (2004) “Fundamentos de antropología. Un ideal de la excelencia humana.” Plaza edición. Pamplona.
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Teniendo frente a nosotros esta integridad que describimos sobre la “Persona” y de acuerdo a lo planteado
por Yepes Stork, podemos decir que los aspectos, capacidades o notas que definen a la persona, son:
a) “La intimidad que indica un dentro que sólo conoce uno mismo,” esto es el grado máximo de
inmanencia.
b) La manifestación de la intimidad: “sacar de sí lo que hay en su intimidad”. Lo que se manifiesta a
través de la creatividad, los planes, los proyectos etc.
c) La libertad, que se ejerce en ser dueño de sí mismo, siendo capaz de mantener cosas en su interior
o de manifestarlas según la propia voluntad.
d) La capacidad de dar: aquí es donde la persona se muestra a sí misma o muestra lo que puede
ocurrirle. Esta capacidad de dar se ve correspondida por la capacidad de aceptar. “Por eso no hay
dar sin aceptar y no hay aceptar sin dar”
e) El diálogo, manifestado en darse y aceptarse con otra intimidad, ya que lo que se da, como dijimos,
debe ser aceptado, recogido por alguien, de lo contrario el don se frustraría. Si no fuera así, no
sería dar sino dejar.
Intimidad corporal
En la medida en que el hombre es consciente de la expresividad constitutiva de su cuerpo, que le
manifiesta y le compromete incesantemente, en esa misma medida el cuerpo posee intimidad. Ésta se da,
por tanto, según grados, de acuerdo a la madurez y la cultura. Un bebé, por ejemplo, no se puede decir que
tenga intimidad corporal, aunque sin duda tiende naturalmente a desarrollarla.
Apenas la intimidad comienza a interpretarse socialmente en términos de identidad, en ese momento
aflora la conciencia de la condición sexuada, que sitúa al individuo en el sistema social. A partir de ahí la
intimidad corporal se despliega gracias al lenguaje de la pureza de corazón, que se resume en el axioma:
“guardarse para darse.” La intimidad adquiere entonces los infinitos matices expresivos de la
complementariedad, que es como la voz con que el hombre percibe su vocación al don de sí amoroso.
Intimidad y comunidad no se contraponen, la primera se realiza en la segunda; la intimidad sana aflora
naturalmente en el diálogo, y cuando no lo logra se enrarece y se atrofia. La mentalidad dominante hoy,
por el contrario, entiende la intimidad en términos de privacidad individualista, es decir confunde la
intimidad con sus condiciones externas y su manifestación social. A ello hay que objetar que el concepto de
privacidad pertenece a las cosas, no a las personas. Se llama “privado” al objeto que es poseído en
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exclusividad: la casa, el vestido, el utensilio, etc., pero nunca a una persona o a una dimensión intrínseca de
ella, como es su sexualidad. En este sentido caben dos extremos, éticamente erróneos:
a) Supeditar la intimidad a la privacidad mediante un pudor excesivamente rígido. Con ello se
pretende proteger la intimidad pero a costa de empobrecerla.
b) El otro modo de cosificar la intimidad, aún más grave y extendido, consiste en interpretarla como
“uso privado” de la sexualidad, es decir, como si la simple privacidad convirtiera la sexualidad en
intimidad. En esta actitud late la mentalidad utilitarista y hedonista, que se manifiesta en mil
formas de conducta muy frívolas, no obstante juzgadas, como sociológicamente decentes.2
Se olvida en ambos casos que el único modo de proteger la intimidad es expresándola.
La persona, en efecto, sólo se presenta como tal en términos estéticos, La belleza humana no es sólo física,
sino también moral. Y así como la belleza física cambia y con el tiempo pasa, la belleza moral también
puede cambiar pero no está sujeta a las leyes de la materia. La belleza interior de la persona se
corresponde con su elegancia que significa distinción de uno mismo. Esto es la compostura, la armonía
entre lo que una persona es y lo que una persona manifiesta por medio de su actuación, de sus gestos, de
sus maneras, de su cuerpo.
Entonces, Ser persona exige cuidado, atención, dedicación. Obliga a cuidarse, a ocuparse de uno mismo y
de la propia apariencia, porque la apariencia propia es una manifestación de la persona y, por tanto, no es
indiferente, es personal y, por ser personal, la propia apariencia también es íntima.
Cuando falta esta auto‐interpretación la persona abdica de sí, se hurta a la verdadera convivencia y se deja
invadir, como casa sin dueño, por todo tipo de vicios que desmantelan su intimidad. Ser uno mismo se vive
entonces como un engorroso deber, del cual se rehuye adoptando un personaje inauténtico mediante el
lenguaje, indumentaria, actitudes corporales, diversiones, etc., dando lugar así a una presencia equívoca y
fraudulenta.
2
YEPES STORK, R. (2004) “Fundamentos de antropología. Un ideal de la excelencia humana.” Plaza edición.
Pamplona.
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PACIANO, F. E. (1997) “teoría de la educación” Trillas. Mexico.
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Si los padres, al igual que los docentes, podemos ver frente a nosotros a la persona de esta manera: “como
una realidad en cierto modo absoluta, no condicionada por ninguna realidad inferior o del mismo rango”4,
no podremos menos que respetarla, reconociendo así su dignidad.
Esta condición es, fundamental en todo proceso educativo y de formación, en el que es necesario abarcar
todas las dimensiones que hacen a la persona; si así se hiciera, será señal que estamos en camino de una
sociedad más humanizada.
Esto teniendo siempre presente, que el rendimiento escolar, implica no sólo lo académico sino todo aquello
que hace a la persona, aquellos aspectos que la caracterizan como tal, por lo que, consideramos a nuestro
criterio fundamental, el acompañamiento de la educación familiar desde la perspectiva antropológica.
4
YEPES STORK, R. (2004). “Fundamentos de antropología. Un ideal de la excelencia humana.” Plaza edición. Pamplona
5
DOLTO, F. (2006). “Infancias.” Libro del Zorzal. Buenos Aires.
6
El psicoanálisis es una disciplina fundada por S. Freud que pretende la investigación de las causas de ciertos trastornos
psicológicos y su tratamiento basándose en la hipótesis de que muchos problemas psicológicos están alimentados por
el residuo de impulsos y conflictos reprimidos en la niñez. Los psicoanalistas tratan de llevar estos sentimientos
reprimidos al plano del conocimiento consciente, donde el paciente, en teoría, podría resolverlos, cf. “Psicoanálisis”, en
J.M. FARRÉ MARTÍ (dir.), Diccionario de psicología, Océano, Barcelona 1999, 280.
7
El concepto de pulsión, citado por Freud por primera vez en el texto sobre el caso Schreber, introduce la diferencia
entre lo instintivo, propio del mundo animal, de lo pulsional, propio del hombre. En el texto citado, Freud define a la
pulsión como un concepto fronterizo de lo somático respecto a lo anímico y como el “representante psíquico de
poderes orgánicos”. Y en Tres Ensayos para una Teoría Sexual (1905), en uno de los prólogos agregado en 1914, la
define como la “agencia representante psíquica de una fuente de estímulos intrasomática”
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Es importante señalar que existen grandes diferencias en el desarrollo sexual y el interés de los niños
(Cavanagh Johnson 1999)8. Además, la curiosidad acerca de la sexualidad es sólo una parte de todo el
cuadro, los niños también son curiosos acerca de otras partes del universo. Sin embargo, los niños deben
explorar las características de sus cuerpos y por lo tanto aprender acerca de la sexualidad y el
funcionamiento del cuerpo, más fácil puede ser para ellos entender la información perteneciente a la
reproducción y el nacimiento (Schuhrke 2000)9. Siguiendo a este autor, nos dice que aunque la exploración
de los niños de sus propios cuerpos y órganos de los demás puede parecer anormal, la exploración del
cuerpo es natural, y la curiosidad es una parte importante del desarrollo sexual de cualquier niño y debe ser
aceptado.
Como podemos advertir, la sexualidad humana no es “natural”, ni puramente instintiva como la del
animal, ya que está atravesada por diversos significados culturales o personales (casi siempre
inconscientes); por lo que el psicoanálisis considera al cuerpo del humano como un “cuerpo simbólico”, en
el que se expresan significaciones de orden inconsciente. Esto resulta evidente en los trastornos
psicosomáticos. Es por esto que asumir las manifestaciones de la sexualidad humana, resulta difícil para las
personas. Para diferenciar el campo de la sexualidad humana hablamos de pulsión sexual y no de instinto.
Entonces, no es lo mismo instinto biológico que pulsión sexual.
En general, se ha consensuado que la persona es una unidad bio‐psico‐social y espiritual. Ahora vamos a
analizar más detenidamente, y de la manera más simple posible la complejidad de: la constitución psíquica
del sujeto, para ello partiremos de algunas preguntas:
¿Cómo se construye el psiquismo?
¿Qué papel cumplen los roles parentales de la familia y la cultura, en esta construcción?
Vamos a partir de la experiencia vivencial básica, el nacimiento de un niño en el seno de un grupo familiar.
Cabe destacar que hoy, más que nunca, existen diferentes tipos o configuraciones de familias; pero hay dos
funciones siempre presentes en cualquiera de ellas, la función materna y la función paterna que, según las
circunstancias, pueden ser asumidas por los padres u otras personas que los sustituyan.
¿Cómo es esto? Veamos: Un hogar donde falta el padre o la madre y en el que ambas funciones deban ser
asumidas por el que esté presente, cuando hablamos de función paterna o materna, no estamos hablando
de las personas físicas sino de roles o funciones adultas. Dichas funciones tratan de cubrir las necesidades
biológicas y afectivas que requiere un recién nacido para “humanizarse” e integrarse a su grupo social y su
cultura.
Las familias, los padres y las madres tienen un papel fundamental y una responsabilidad innegable en la
formación de sus hijos, es decir en la constitución psíquica del sujeto.
La función materna básicamente se vincula a los cuidados imprescindibles que requiere un recién nacido
para vivir (alimentos, protección, abrigo, etc.), pero también a la afectividad de la madre que lo aloja como
un ser único. La madre y el niño constituyen primeramente una unidad biológica y a posteriori una unidad
psicológica.
La función paterna, así llamada porque refiere a lo esperable tradicionalmente por parte del padre
(presentación de la norma o ley, del límite que favorezca cierta separación psicológica de la madre, y su
proceso de maduración e independencia paulatina y su ingreso a la realidad).
Este proceso es complejo, porque el ejercicio de estas funciones no sólo opera con ideas conscientes; sino
que todos hemos internalizado, de manera inconsciente, un modelo cultural y familiar que incluye
significados diferentes sobre lo que es una madre o un padre, una mujer o un varón, un hijo varón o mujer,
etc.
Volvamos a plantearnos el nacimiento de un niño. Es esperado (o no), con distintos ideales, expectativas,
deseos, temores, etc. Esto es lo que lleva al psicoanalista Jaques Lacan a sostener que “el deseo preexiste al
sujeto” y que “el sujeto se constituye desde el deseo del otro”. Todo ello de manera inconsciente para el
8
JOHNSON CAVANAGH, T. (1999). “Niño su comprensión del comportamiento sexual es natural y saludable.” Nuevo
Heraldo.
9
SCHURKE, B. (2000). “La curiosidad los niños acerca de la genitalidad.” Revista de Psicología y Sexualidad Humana
12.
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sujeto. Con el concepto “otro” se alude a los ideales de la cultura, encarnados en el deseo de los padres,
que mediatizan esos ideales para el sujeto, quien por ser un prematuro fisiológico al nacer, tiene una
radical dependencia del otro.
Esta inmadurez lo hace vulnerable al mundo que lo rodea y dependiente del cuidado del otro.
Los mismos dejaron huellas y significados en el inconsciente del sujeto. Sobre este basamento de la
identidad, se construyen otras experiencias de socialización posteriores, que también hacen al proceso de
identificación.
Freud, nos dice el hombre ha sufrido un triple descentramiento. En primer lugar y como consecuencia de
los descubrimientos en el campo de la Física y la Astronomía, la Tierra dejó de ser el Centro del Universo,
con la Teoría de la Evolución de Darwin, el hombre paso a formar “nuevamente” parte del reino animal; y
por ultimo el descubrimiento del inconsciente resto a la conciencia su importancia como centro regulados
de la actividad psíquica10.
El Psicoanálisis plantea fases en el desarrollo psicosexual, esas fases se asientan en un órgano corporal y
por eso las denominó fase oral, anal y fálica, agregando además el período de latencia y el de la pubertad.
Pero lo fundamental aquí no es lo biológico sino que en las distintas fases el sujeto construye significados
en su relación con el otro, que hacen a su proceso de identificación.
En la FASE ORAL, al nacer, la boca se constituye en una zona muy importante, no sólo por el placer del
alimento que cubre una necesidad, sino porque en el acto de alimentar interviene otro que lo hace con
afecto, con rechazo, etc. En este acto llevado a cabo normalmente por la madre, el niño es también
hablado por ella y así se va incorporando al mundo del lenguaje y los símbolos.
La sexualidad en los primeros meses de vida está ligada a la relación con sus padres y a la actitud que ellos
tengan frente a la satisfacción de sus necesidades biológicas y de cuidado.
Cuando el bebé vive a través de los cuidados de los padres, el amor y el contacto afectivo, necesario para su
estimulación, el niño desarrollará una sensación de confianza básica que fomentará un buen desarrollo de
su vida social y sexual. La actitud de los padres es fundamental en esta primera etapa, ya que determinará
la seguridad de los niños, elemento básico para el desarrollo de su identidad.
Por su parte, Erikson11 expresa que “en la segunda parte de esta fase, la capacidad para asumir una actitud
más activa y el placer derivado de ella, se desarrollan y maduran (en el niño). Aparecen los dientes, y con
ellos el placer inherente a morder cosas duras, que no ceden a la presión, en morder objetos blandos y en
destrozar otros con los dientes.”
En la llamada FASE ANAL, alrededor del año y medio, se da la educación esfinteriana (diferente según las
modalidades culturales), pero también aquí lo importante no es sólo el aprendizaje de la función biológica,
sino los significados que construye el niño, desde su vínculo con el adulto que educa. En esta fase se
configuran otros rasgos de la personalidad, por ejemplo obstinación, pulcritud, dudas obsesivas, etc.
‐La segunda etapa está caracterizada por aprender a caminar, hablar y avisar sus necesidades. En este
periodo el pensamiento del niño se enriquece enormemente y va construyendo su visión del mundo en
relación a su vínculo con su familia.
Estas nuevas capacidades los hacen sentirse más capaces de desenvolverse en el mundo para explorar
nuevas experiencias. En esta etapa se oponen a las normas y restricciones que los padres les fijan, como
una manera de afianzar su independencia e identidad como una persona distinta de los demás.
Es un período de necesidades contradictorias: por una parte el niño requiere de independencia para
conocer el mundo y por otra tiene una enorme necesidad de protección y afecto por parte de la familia. Los
padres deben procurar aceptar y equilibrar estas dos tendencias en su relación con el niño.
10
DALMA, J. (1977) “El pensamiento esencial de Freud.” Centro Editor de América Latina. Buenos Aires.
11
ERIKSON, E. (1993). “Infancia y Sociedad.” Ediciones Hormé. Buenos Aires.
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En esta etapa los niños experimentan sensaciones placenteras al retener y evacuar la orina y los
excrementos, así como en observar y tocar sus genitales y deposiciones. Todo esto constituye la forma en
que los niños van aprendiendo a reconocer su cuerpo, sus necesidades y sensaciones de placer.
En la Fase fálica12 alrededor de los tres años adquiere gran importancia la zona genital. El niño descubre el
placer en esta zona erógena y las diferencias anatómicas, haciendo preguntas sobre las mismas y sobre el
origen de los niños. Cabe señalar que sus preguntas son puntuales, no pregunta sobre la genitalidad adulta.
En una entrevista a Bioy Casares el mismo contó una anécdota para ejemplificar como las
mentiras a los niños traen más confusiones:
“Siendo niño les preguntó a sus padres qué quería decir “fornicar.” Ellos le respondieron que
significaba “decir malas palabras.” Entonces, cuando tuvo que confesarse para la primera
comunión, le dijo al cura que él fornicaba de vez en cuando. El sacerdote, sorprendido porque la
confesión venía de un niño, le preguntó si lo hacía con hombres o con mujeres. Como en aquellos
tiempos decir malas palabras frente a una mujer era considerado una terrible grosería, el niño
Bioy respondió, orgulloso, que lo hacía con hombres, padre, sólo con hombres”.
Freud es el que llama a esta etapa como “Fálica”. El interés está centrado en los genitales. Es el período de
las relaciones edípicas y triangulares. El niño tiene interés en el progenitor del sexo contrario. (Sentimientos
de rivalidad con el progenitor del mismo sexo). Buscar captar mucha atención, afecto y tiempo del
progenitor del mismo sexo, y también del sexo opuesto.
Para Ericsson, el niño en esta etapa pasa por un período de desarrollo de la iniciativa o de la culpa si se
enfoca mal. El niño aprende la conquista de las cosas, personas y habilidades. Aprenden la intrusión
(característica masculina) y la receptividad (característica femenina). Durante este período es cuando se
empieza a anticipar por primera vez el futuro. Aprende las consecuencias de la conducta.
Por otra parte, Piaget, a este período lo llama preoperativo. Donde el contar cuentos, es una manera de
aprendizaje para la resolución de problemas. Aprenden a simbolizar y a utilizar el lenguaje. Su mentalidad
es animista, atribuye a los objetos vida.
12
Fase fálica. Fase de organización infantil de la libido que sigue a las fases oral y anal y se caracteriza por una
unificación de las pulsiones parciales bajo la primacía de los órganos genitales; pero, a diferencia de la organización
genital puberal, el niño o la niña no reconocen en esta fase más que un solo órgano genital, el masculino, y la
oposición de los sexos equivale a la oposición fálico‐castrado. La fase fálica corresponde al momento culminante y a la
declinación del complejo de Edipo; en ella predomina el complejo de castración. El concepto de fase fálica(1) surge
tardíamente en Freud, puesto que no aparece de modo explícito hasta 1923
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El complejo de Edipo se da exactamente en la llamada etapa fálica, que es una fase que se atraviesa
aproximadamente a los 4 años de edad y en donde los genitales empiezan a cobrar para el niño un papel
principal. Este complejo está íntimamente ligado además con el llamado complejo de castración (en el cual
el niño teme perder sus genitales como castigo por recurrir a la masturbación). Será justamente gracias a la
amenaza de castración que el niño entra en un período de latencia y se da origen al “Super yo13”. Este
período de latencia se caracteriza por la amnesia infantil respecto a todo lo referente a su sexualidad y
concluye recién en la pubertad, donde se abre camino hacia la genitalidad propiamente dicha y propia de la
adultez. Es de suma importancia que el niño no sea perturbado durante el período de latencia con escenas
relacionadas a la sexualidad adulta, pues de lo contrario podría el mismo tener serias consecuencias en el
desarrollo de su psiquismo. Por ello que los niños en esta fase no deben presenciar de ninguna manera el
coito entre sus padres ni deben tener acceso a imágenes de sexualidad adulta a las que puede acceder por
televisión, Internet, etc.
A continuación veremos las distintas formas en que puede presentarse este complejo:
Edipo simple positivo: Si la carga erótica es sobre el progenitor de distinto sexo y la hostilidad
hacia el progenitor del mismo sexo.
Edipo simple negativo: El progenitor del mismo sexo la madre en el caso de la niña y el padre
para el varón, se convierten en los depositarios del complejo edípico.
Y todo en todo este proceso Freud dice que, sin embargo, en la mayoría de las veces se da la identificación
con los dos progenitores (lo que se denomina “Edipo completo”), aunque advierte que una de las dos
identificaciones predomina.
Se da en la mayoría de los casos y se debe a la bisexualidad originaria del infante. Es un complejo doble,
positivo y negativo a la vez. El niño se identifica y toma como objeto de amor a ambos progenitores.
Mantiene una relación ambivalente con ambos. (Muchas veces, desaparece luego uno de los componentes
de dicho complejo, quedando solo huellas apenas visibles).
La resolución del Complejo de Edipo en el niño ocurre cuando éste se da cuenta de que la satisfacción
amorosa en este terreno le costará el pene, en palabras de Freud: “... si la satisfacción amorosa en el
terreno del Complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre el
interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En este
conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes.
Al ingresar en la etapa de latencia el complejo de Edipo está destinado a ser reprimido pero sigue
ejerciendo algunos efectos desde el inconsciente.
13
El Superyó: Instancia moral, enjuiciadora de la actividad yoica. El Superyó es para Freud una instancia que surge
como resultado de la resolución del complejo de Edipo y constituye la internalización de las normas, reglas y
prohibiciones parentales: LAPLANCHE, J. Y PONTALIS, j. (1971). “Diccionario de psicoanálisis,” Labor,
Barcelona.
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En la niña
Freud desatendió el mecanismo de Edipo en el caso de las niñas, para limitarse a afirmar que así como el
niño sale del Edipo por la amenaza de castración, en la niña ella entra al Edipo asumiéndose como castrada.
Primero cree que todos tienen pene, que ya le va a crecer. Luego se da cuenta que no le crece, que quizá lo
tuvo y se lo quitaron (pero que solo se lo quitaron a las mujeres indignas). Cree que la madre lo conserva.
Hasta último momento, cree que la madre tiene pene. Luego viene la culpa por haberla hecho así, sin falo,
fallada, entonces la desviste a la madre y se orienta libidinalmente al padre (esperando que éste le dé un
hijo, como sustituto del pene faltante desde el origen).
El Complejo de Edipo es fundamental para la estructuración psíquica del sujeto, y a su vez dentro de este la
diferencia sexual juega un papel preponderante.
La fase de desarrollo en la cual convergen fantasía y quehacer masturbatorio es la fase fálica, durante esta
fase los niños piensan que todas las personas e incluso las cosas inanimadas poseen un genital, el
masculino, para ser más explícitos el pene. La niña busca ese genital en todo lo que le rodea, este hecho, al
pertenecer al registro de lo imaginario hace ascender al pene a la categoría de falo.
En un primer momento, dentro del desarrollo sexual de la niña, y debido a los cuidados maternos, ocurre
una ligazón de ella con la madre, preexistente al complejo de Edipo, ya que igual que en el niño su primer
objeto sexual es la madre. La niña muestra una posición masculina frente a su sexualidad en las etapas pre‐
edípicas de su vida debido a que toma como objeto a una mujer (su madre) y como zona erógena al
clítoris. Para que se dé un desarrollo de su feminidad es necesario que la niña realice dos cambios: por un
lado, tomar como zona erógena la vagina y no al clítoris, y por el otro hacer una transmutación de objeto
de la madre por el padre.
Ahora bien ¿Cómo ocurre dicho cambio de objeto? El complejo de castración se activa debido a que al igual
que en el niño, mediante su investigación sexual (manifestada en juegos, entre otras cosas) la niña observa
el genital masculino, asumiéndolo como el equivalente superior de su propio órgano, a partir de lo cual
surge la envidia de pene.
De esta “envidia” de pene se pueden desarrollar tres posiciones que adopta la niña frente a la castración:
la inhibición sexual o neurosis, el complejo de masculinidad en donde la niña se consuela con la expectativa
de que su órgano sexual crezca hasta ser tan grande como el del varón; y el desarrollo de la feminidad
normal.
Complejo de Electra es el nombre que Jung14 da a la manifestación de la fijación afectiva de la niña en la
figura del padre. Es decir que es similar al complejo de Edipo pero desde la niña al progenitor del sexo
opuesto. El complejo de Electra es una concepción psiquiátrica confusa que procura explicar la maduración
de la niña, quien se percata de la ausencia de pene en su cuerpo.
14
JUNG, C. (1999). “Obras Completas.” Trotta. Madrid
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Entonces el triángulo edípico sería así, la niña desea tener el amor del padre y busca ser como su mama, se
identifica con ella. En la provincia de Salta son las madres las que comparten mayor tiempo con sus hijos en
los hogares. De este modo la niña vive más los sentimientos de romanticismo hacia el padre desde la
fantasía. Se siente mal, ya que mama es quien la cuida y protege. Con el tiempo la niña entiende que papa
le pertenece a mama y comienza a renunciar a las fantasías con su padre y los dirige, los desplaza hacia otra
figura masculina de la fantasía, “el hombre con quien se casará algún día” y allí “ se reconcilia” con su
madre, de quien toma el modelo de mujer.
La importancia de la ESI en esta etapa es trabajar para que el niño comience a descubrirse como un ser
sexuado y distinto del otro. En concordancia, la formación estará centrada en el conocimiento de su propio
cuerpo y las funciones vitales, así como las características básicas de la morfología de los genitales, que le
permiten establecer diferencias entre ambos sexos. Esto formará parte de la construcción de la propia
identidad y la aceptación de su corporeidad, fortaleciendo la confianza en sí mismo.
Es en este momento cuando los chicos deben aprender a utilizar correctamente el vocabulario referente a
la anatomía sexual, aunque sea compartido con otras palabras utilizadas familiarmente. Asimismo, se
deben trabajar aspectos relacionados con la higiene corporal y el cuidado del propio cuerpo, para fomentar
la estima y el respeto por el mismo. Es relevante incorporar el valor del cuerpo humano como medio de
expresión de la persona y recepción de los demás. Esta edad es propicia para favorecer el desarrollo de
roles flexibles, no discriminativos.
Se deben trabajar los afectos. Para los chicos es importante no sólo experimentar diferentes sentimientos,
sino también reconocerlos y diferenciarlos. También es la edad de conocer la amistad y entenderla como
una relación de afecto, distinguiendo entre compañeros y amigos. Además, es necesario enseñar conductas
protectoras de prevención de situaciones de abuso sexual infantil.
En estas edades el niño manifiesta una curiosidad natural sobre cómo ha venido al mundo, el nacimiento,
cómo se desarrolla, etc. Es importante otorgar respuestas con un lenguaje simple que satisfaga las
inquietudes infantiles sin una sobreabundancia de información que no responda a sus intereses ni en
complejas explicaciones científicas que estén más allá de su alcance.
Período de latencia.
En la publicación de “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud detalla cada una de las etapas que venimos
desarrollando, por las que va atravesando el sujeto en la elección de objeto y el camino de la pulsión. En el
prólogo comenta que “la sexualidad existe desde la infancia pero las mociones sexuales de los humanos
deben acumularse para ser liberados en la pubertad. La energía sexual es desviada de su uso y aplicada a
otros fines. Mediante esa desviación de las fuerzas pulsionales sexuales de sus metas y su orientación hacia
metas nuevas y culturalmente reconocidas y aceptadas es lo que se denomina sublimación15”. Este es el
trabajo que se produce durante el período de latencia. Las urgencias fálico‐edípicas se vuelven
relativamente tranquilas y latentes en esta etapa, hasta el estallido reforzado de la pulsión sexual en la
pubertad.
Durante el período de latencia el niño (a) sublima los impulsos que lo han hecho fantasear. Ahora aprende
a ganar reconocimiento produciendo cosas. En este momento la sociedad global llega a ser significativa
para el niño, enseñándole los roles que lo preparan para la realidad de la producción, del hacer, del ser. Lo
que está en juego es la posibilidad de que los niños desarrollen y conserven una identificación positiva con
aquellos que saben cosas y saben cómo hacer cosas.
15 La sublimación en psicoanálisis es un término descrito por Sigmund Freud como uno de los destinos
posibles de la pulsión. Se trata de un proceso psíquico mediante el cual áreas de la actividad humana que
aparentemente no guardan relación con la sexualidad se transforman en depositarias de energía libidinal
(pulsional). El proceso consiste en un desvío hacia un nuevo fin. Entre los ejemplos de Freud como nuevos
destinos de la pulsión sexual está lo artístico y lo intelectual: Sublimar consistiría en mudar el fin pulsional
hacia una actividad desexualizada, intentando su realización, por ejemplo mediante tareas creativas o de
prestigio social: arte, religión, ciencia, política, tecnología. Laplanche, Jean & Pontalis, Jean-Bertrand
(1996). Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Editorial Paidós. p. 415.
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Con la ampliación de las funciones del yo16 con mayor autonomía y la neutralización de los impulsos
sexuales y agresivos, el niño comienza a modificarse, a cambiar y a integrarse a los valores de la familia y de
la sociedad.
Erikson percibió a la etapa de latencia como “la entrada a la vida. Experimenta un sentido de finalidad con
respecto al hecho de que no hay futuro útil dentro del seno de su familia, y así se alista a cumplir roles que
la sociedad le enseña, le ofrece.” Las energías libidinosas son fortalecidas y canalizadas. Ellas encuentran
expresión efectiva en el aprendizaje, ya sea en la escuela, en la casa o en la comunidad. El horizonte del
niño se expande desde la relación triangular de la etapa fálica a las relaciones múltiples con pares,
docentes, y el entorno. El niño comienza a volverse un miembro potencialmente productivo del sistema
económico, del sistema social.
El afecto y el acercamiento hacia los pares del mismo sexo y adultos fuera del hogar emergen y se vuelven
muy importantes, se dan las afiliaciones de grupo y los valores influyen sobre la vida del niño. La amistad, la
proximidad y la intimidad con personas del mismo sexo es un rasgo característico de esta etapa. La idea de
amistad comienza a construirse y fortalecerse. Los amigos próximos del mismo sexo se convierten en la
fuente del acercamiento libidinoso. Las bromas y las conversaciones con temáticas sexuales se vuelven más
codificadas a la manera de palabras secretas o lenguaje privado entre el grupo de pares.
En esta etapa al niño adquiere habilidades básicas con tecnologías simples, utiliza instrumentos para
anticipar y observar resultados. Erikson habla del sentimiento de laboriosidad, y hace referencia a la clara
influencia que durante estos años tiene el contacto con diferentes opciones ocupacionales. Se siente
entretenido haciendo con y como los adultos a quienes toma como referentes; de ahí que resulte tan
importante la presencia de adultos que ofrezcan modelos de actividades saludables con las cuales los niños
puedan identificarse. Durante este período aprende a ganar reconocimiento en lo que hace, y en cómo lo
hace; se compara y mide diferentes alcances porque también aquí surgen sentimientos de competencia,
necesarios de canalizar por ejemplo promoviendo actitudes competentes respecto de sí mismo para
mejorar sus condiciones existentes y complementar grupalmente las competencias de sus compañeros.
Favorecer los juegos grupales y no individuales es una estrategia adecuada para ello.
También en esta etapa se incorporan con mayor firmeza la restricción de ciertos impulsos y se incorporan
normas; se habla del sentido del deber. La mayor organización de las tareas no tienen que limitar el normal
desarrollo de su capacidad imaginativa y creativa para que lo cotidiano no se transforme en una carga
pesada y rutinaria.
Veamos algunas diferenciaciones: Freud llama a esta etapa como período de latencia. En cambio, Erikson
habla de período de Industria (hacer cosas, colaborar con los padres). Si recibe reconocimiento se sentirá
capaz, y si no la recibe se sentirá inferior. Este período para Piaget se trata del paso del pensamiento
mágico (cuentos) a resolución de problemas. Aprende a asociar
Es un período o etapa que coincide con el ingreso a la escolaridad primaria y el interés se orienta ahora
hacia el conocimiento del mundo y hacia una mayor independencia personal y socialización. Salvo en
casos de sobre‐estimulación del medio, se trata de una etapa donde se desexualizan los intereses del
sujeto. Actualmente podemos observar cómo la cultura empuja a un ingreso temprano en cuestiones de la
sexualidad adulta.
Este período se inicia con el primer estirón, la caída de los dientes y la salida de los dientes definitivos. Es
una etapa en que el crecimiento físico va equilibrándose con el desarrollo afectivo, permitiendo en los
niños que surja el interés por conocer y saber sobre el mundo y sus fenómenos. Esto favorece el
aprendizaje escolar y el desarrollo de habilidades culturales.
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El Yo: Instancia psíquica actuante y que aparece como mediadora entre las otras dos. Intenta conciliar las exigencias
normativas y punitivas del Superyó, como asimismo las demandas de la realidad con los intereses del Ello por
satisfacer deseos inconscientes. Es la instancia encargada de desarrollar mecanismos que permitan obtener el mayor
placer posible, pero dentro de los marcos que la realidad permita. Es además la entidad psíquica encargada de la
defensa, siendo gran parte de su contenido inconsciente: LAPLACHE, J. y PONTAILS, j. (2007). “Diccionario de
Psicoanálisis.” Paidos, Buenos Aires.
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Entre sus descubrimientos se encuentran el orden, las relaciones, las clases, las categorías, las
regularidades, los procesos de causa y efecto, realizando inferencias sobre la base de los
conocimientos que ya posee. Su pensamiento avanza hacia la lógica, aunque en esta progresión se
observan vaivenes y se logran algunos dominios conceptuales antes que otros.
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La sexualidad abre preguntas que requieren cada vez más de una información amplia y profunda.
No aceptan las explicaciones simplistas y concretas. Los ¿por qué? que en el nivel inicial se satisfacían con
una explicación sobre el funcionamiento, se convierte ahora en un porqué que cuestiona la validez o el
sentido. Tomemos como ejemplo la siguiente nota de humor:
Tanto las niñas como los varones están inmersos en el mundo de la televisión y la informática que le
permiten tener acceso a todo tipo de información y los bombardea con un sexo distorsionado en novelas y
campañas publicitarias (aún en las horas de protección al menor). De allí la importancia que tanto en el
17 El egocentrismo, concepto utilizado en el ámbito de las teorías del desarrollo, fue muy utilizado por Jean
Piaget (1923) para referirse a la dificultad que tienen los niños para situarse en una perspectiva distinta a la suya.
El Diccionario de psicoanálisis ni siquiera lo menciona, porque el término no fue utilizado por Sigmund Freud; pero se
refiere a un fenómeno parecido al que llama narcisismo, en alusión al mito de al mito de Narciso, y lo define como
amor a sí mismo.o estar
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hogar como en la escuela, se ofrezcan una orientación adecuada y veraz que le permita ir desarrollando su
propio criterio de análisis.
Los niños y niñas se agrupan de acuerdo con sus finalidades (Fútbol, andar en bicicleta, investigar temas)
que, a veces, terminan ritualizándose en peleas Desarrollan vívidamente la imaginación inventando
historias de amor y desempeñando diversos roles que se despliegan desde el delincuente hasta al
astronauta pasando por el campeón, la maestra o la bailarina.
Es una etapa donde influyen enormemente los valores e imágenes que la familia y la sociedad le
presentan sobre cada sexo.
El trabajo de la escuela y los padres en esta etapa debe apuntar en fortalecer la aceptación de la propia
imagen y la autoestima, comprendiendo que los cambios forman parte de un proceso natural y normal y
que cada persona es un ser único y tiene un ritmo y tiempo particular de desarrollo humano.
Es necesario continuar el proceso iniciado en la etapa anterior de consolidación de hábitos saludables en
relación a la higiene.
Otro aspecto que debe ser afianzado es el de la no discriminación entre los sexos, valorando las
dimensiones comunes y diferenciales que existen entre varones y mujeres, como aspectos que ayudan a la
comprensión y comunicación. Esto incluye atender al sentido de la afectividad y al significado de los
diferentes vínculos que se establecen con otras personas y cómo estos dan origen a diversos tipos de
relaciones: de pareja, de amistad, etc.
Es necesario introducir el tema de los abusos sexuales preparándolos para prevenir estos hechos y saber las
acciones a realizar en estas situaciones.
El sentido de pertenencia es otro contenido que agrega seguridad en sí mismos: es significativo saber que
se pertenece a una familia, a una escuela, a un grupo de amigos, amigas. Es este sentido de pertenencia el
que otorga la posibilidad de comenzar a trabajar por una progresiva autonomía personal.
Es por ello un gran desafío para los padres y docentes el trabajar en esta etapa para afianzar
cambios que tiendan hacia una mayor equidad entre los sexos, incentivar la autoestima y
prevención del abuso.
18
KAMII, C. (1995): “La Teoría de Piaget y la educación preescolar.” Madrid, Plaza Editorial.
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Algunos ejemplos podrían ser “qué ropa es la más adecuada para usar durante el día”, “si sería mejor hacer
el mandado antes o después de salir a jugar”, “qué hacer con el dinero de bolsillo que recibe cada semana”.
El contenido específico de estas decisiones, varía de país a país y de un grupo socioeconómico al otro. El
principio general, sin embargo, es el mismo. Los niños deben empezar con decisiones pequeñas, antes de
ser capaces de manejar otras más importantes.
Es necesario resaltar que en los inicios de la adolescencia los jóvenes operan egocéntricamente, pero luego
irán resolviendo las etapas de su vida afectiva (a medida que van definiendo su identidad), tendiendo a la
solidaridad, y la construcción de proyectos futuros de vida en los cuales se involucra a otros.
En los últimos años de adolescencia deben aprender a separarse de sus padres, construyendo redes
de amistad sólidas que permitan suplir algunas necesidades que antes satisfacían los padres. Es el
período que se revisan los roles parentales. Es el tiempo que los jóvenes hacen duras críticas hacia
sus padres y hacia la sociedad.
depresivo, impulsos suicidas, trastornos de apetito, cefaleas, imposibilidad de percibir y expresar su estado
de ánimo disfórico (no muestran que están tristes). Muchas veces se confunde el diagnóstico con
trastornos de la personalidad o de la conducta.
También se manifiesta como “violencia juvenil organizada” (violencia organizada en delincuencia, pandillas
y violencia callejera); una gran mayoría de jóvenes participan en actos violentos contra jóvenes (en general
son personas del mismo grupo de edad y género que sus víctimas). La asociatividad juvenil tiende a
desarrollar expresiones de identidad grupal pero con dificultades para armonizar o articularse
institucionalmente con otros sectores de la sociedad, dando origen a nuevas formas de violencia urbana. La
pertenencia a diferentes “bandas o grupos” opera como una “inclusión en la exclusión” constituyéndose
como referentes de pertenencia en dónde concilian una función simbólica (sentirse parte de, ser
reconocidos por) así como una función material (obtener beneficios que no logran por otra vía). Las bandas
juveniles son para muchos jóvenes un espacio de participación social, un sistema de valores dónde
afirmarán identidades personales y grupales mediante nuevos códigos de comunicación y nuevas formas de
autoridad.
Podemos ver entonces que la identidad es el mayor logro psicológico en esta etapa evolutiva. Su desarrollo
es complejo y necesita de acompañamiento, apoyo y límites por parte del mundo adulto. La identidad
surge de un proceso, se construye entre los factores biológicos, psicológicos y sociológicos heredados
sumados a los testimonios de terceros significativos y las experiencias de vida vividas hasta ese momento.
Distintos autores que han estudiado la etapa de la adolescencia y juventud coinciden en destacar la
importancia de los factores socioculturales en la determinación de la fenomenología expresiva en esta edad
de la vida. Mauricio Knobel en el libro de su autoría junto a Arminda Aberastury20 “La adolescencia Normal
señala “este período de la vida, como todo fenómeno humano, tiene su exteriorización característica
dentro del marco cultural‐social en el cual se desarrolla. Así, debemos considerar la adolescencia como un
fenómeno específico dentro de toda la historia del desarrollo del ser humano.
20
ABERASTURY, A. y KNOBEL, M. (1980). “La Adolescencia Normal” Paidos. Buenos Aires,
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La asertividad y la autoestima están muy relacionadas, siendo el objetivo de la asertividad ayudarnos a ser
nosotros mismos y a mejorar nuestra relación con los demás, haciéndola más directa y honesta. Podríamos
decir que la asertividad es la expresión de una sana autoestima en nuestra relación con los demás.
21
RUBIN, G. (1996). “Taller de intercambio de Experiencias de Saluden ONG y Género.” Planeta. Barcelona.
22
DE BARBIERI, T (1996). Revista Electrónica “Razón y Palabra”. Edición especial.
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especialización, valores, jerarquías, y espacios en que organiza a los individuos según asignatura de género.
(Lagarde, 199423).
La identidad es el sistema unitario de representaciones de sí, elaboradas a lo largo de la vida de las
personas, a través de las cuales se reconocen a sí mismas y son reconocidas por los demás como individuos
particulares y miembros de categorías sociales distintivas. (Lagarde, 199224).
Una de las dimensiones principales de la identidad es el género. Muy temprano en el desarrollo de la
identidad personal los sujetos se piensan en tanto mujeres u hombres. En este sentido la identidad de
género es la elaboración simbólica que cada cultura constituye a partir de la categorización de las personas
en diferentes sexos. Dicha codificación implica que nuestro conocimiento sobre el sexo no corresponde
exclusivamente a las características anatómicas, sino más bien, el género es el saber que asigna significados
a las diferencias corporales.
La identidad de género remite al ser hombre y ser mujer y se encuentra en la base del sistema de sexo,
construyéndose por referencia al otro. Este sistema asigna identidades y define la relación entre los
géneros, pero a su vez, cada sujeto asume los elementos de la identidad asignada y le va añadiendo
elementos optados, de modo que la identidad del sujeto se construye a partir de la experiencia vivida, su
identidad está siempre en interacción con el mundo, situada en los espacios definidos por la cultura.
Junto con la identidad de género, es necesario distinguir la identidad u orientación sexual, que se refiere a
la preferencia del sexo que debe poseer el/la compañero/a sexual, lo que da pie a diversas orientaciones
como heterosexual, bisexual, homosexual.
La identidad de género resulta de un proceso de socialización donde los sujetos no nacen miembros de una
sociedad, sino con una predisposición hacia la sociabilidad para luego ser miembros. El punto de partida de
este proceso lo constituye la internalización, a través de la aprehensión e interpretación de un
acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado, en cuanto es una manifestación de los procesos
subjetivos de otros que se vuelvan subjetivamente significativos. (Berger y Luckman, 196825).
La identidad de género se adquiere en este proceso de socialización, la distinción sexo/género sugiere que
existan características, necesidades y posibilidades dentro del potencial humano que están conscientes e
inconscientemente suprimidas, reprimidas y canalizadas en el proceso de producir hombres y mujeres. Así
mismo, dicho proceso es paulatino y transcurre ligado con el ciclo vital de los individuos. El aprendizaje de
género es muy temprano, lo vemos ya en la primera infancia. Los infantes van adquiriendo los estereotipos
sociales genéricos conforme van construyendo su noción de mundo y de sí mismos. Involucra, además, a la
totalidad del medio social en que se encuentran insertos. El infante aprende el género a través de imágenes
primero, viendo, por ejemplo, las relaciones de sus padres y sus hermanos y otras personas.
Tradicionalmente se consideraba que el sexo era el factor determinante de las diferencias observadas entre
varones y mujeres y que era el causante de las diferencias sociales existentes entre las personas sexuadas
en masculino o femenino. Sin embargo, desde hace unas décadas, se reconoce que en la configuración de
la identidad masculina o femenina intervienen no sólo factores genéticos sino estrategias de poder,
elementos simbólicos, psicológicos, sociales, culturales etc., es decir, elementos que nada tienen que ver
con la genética pero que son condicionantes muy importantes a la hora de la configuración de la identidad
personal. En consecuencia hoy se afirma que en el sexo radican gran parte de las diferencias anatómicas y
fisiológicas entre los hombres y las mujeres, pero que todas las demás pertenecen al dominio de lo
simbólico, de lo sociológico, de lo genérico y que, por lo tanto, los individuos no nacen hechos
psicológicamente como hombres o mujeres sino que la constitución de la masculinidad o de la feminidad es
el resultado de un largo proceso, de una construcción, de una urdimbre que se va tejiendo en interacción
con el medio familiar y social.
Vemos entonces que la configuración de la identidad personal es un fenómeno muy complejo en el que
intervienen diversos factores, desde predisposiciones individuales hasta la adquisición de diversas
capacidades suscitadas en el proceso de socialización y educación, pero sin duda un factor clave en la
23
LAGARDE, M. (1994). ”Taller de Género”. ISF‐A
24
LAGARDE, M. (1992) “Identidad de Género.” Centro Juvenil “Olaf Palme”. Centro para la Participación Democrática y
el desarrollo; Cuadernos de Trabajo Nº 1.
25
BERGER, P. Y LUCKMAN, T (1968). “La construcción social de la realidad.” Amorrortu. Buenos Aires.
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PARA FINALIZAR
La ESI es impostergable para los docentes, quienes deben asumir que no es posible mantener actitudes de
negación o silencio frente a las manifestaciones sexuales de los alumnos que requieren atención, a fin de
brindarles enseñanzas significativas, para que siendo conocedores y más críticos, escapen a la manipulación
de que pueden ser objeto.
Para ello los docentes han de revisar y analizar sus ideas, actitudes, temores, prejuicios, inhibiciones y
comportamientos.
Es necesaria una conciencia crítica y una práctica docente transformadora que conociendo la realidad
busque construir algunas respuestas institucionales, frente a las demandas actuales.
Como es una tarea difícil de asumir, porque a veces hay que romper con pre‐conceptos, la misma se verá
facilitada si se abren espacios grupales intra o inter‐escuelas, que permitan compartir distintas
concepciones y experiencias culturales y personales.
Con los alumnos, han de abrirse espacios institucionales, donde se brinde no sólo información adecuada a
su edad, sino básicamente donde puedan ser escuchadas sus inquietudes, dificultades y experiencias, sin
temor a hablar de las mismas en un lenguaje sencillo pero respetuoso.
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