Con la llegada de Alejandro Magno (332 a.c.), las relaciones entre griegos y
egipcios cambiaron radicalmente. En los tres siglos siguientes, una dinastía de
reyes griegos (ptolemaica), gobernó Egipto, y los colonizadores griegos
empezaron a ocupar los principales puestos de la administración y el comercio
egipcios.
De todas las partes del Mediterráneo llegaban cobre, aceite, madera aromática,
troncos, resina, ungüentos, vino, opio y productos manufacturados. Mientras
que Egipto exportaba en abundancia en sentido contrario: cereales, natrón y
metales preciosos.
Había pocos mapas de carretera como los de hoy, los viajeros debían llevarlos
con ellos o recordarlos de memoria, los itinerarios y sus paradas. Las
distancias en puntos de rutas podían variar ligeramente, pero en un día de
marcha solían hacerse entre 16 y 19 km. Así los viajes entre Egipto y las costas
fenicias, Chipre y el Egeo se hacía por mar, mientras que para llegar a Sudán
se remontaba el Nilo o bien se seguía la ruta de los “cuarenta días”(a través de
los oasis de Sahara). La embarcación más común para la navegación marítima
era el “barco de Biblo”, llamado así por su puerto de destino. Los marineros
tenían que memorizar un itinerario fijo o periplo. un consecuencia un viaje
rápido del Egeo a Egipto podía durar cinco días, y la travesía del Nilo desde el
Delta hasta la frontera con Nubia duraba unas tres semanas. A menudo los
barcos y los comerciantes enlazaban un viaje con otro, y la duración de las
expediciones podía aumentar.