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UN 3 DE AGOSTO DE 1668

LLEGO EL CONDE DE LEMUS A


LAS MINAS DE LAYKAKOTA.
Las famosas minas de Laykakota fueron
descubiertas y explotadas en 1657 por los hermanos
Gaspar y José Salcedo, que en poco tiempo se
convirtieron en los hombres más adinerados de esta
zona. Se llegó a decir que la riqueza de Laykakota
no era igualada en América por la cantidad de plata
que se podía extraerse de los mencionados
yacimientos.
Aunque a los hermanos Salcedo se les tenía por
hombres generosos y desprendidos, la actitud
autoritaria, su ambición por ganar posiciones
sociales y políticas y su menosprecio por personas
que se consideraban importantes, originó malestar y
descontento entre sus similares.Según afirman
algunos, los hermanos Salcedo habrían fundado la
ciudad de Puno a la usanza española, con el nombre
de San Juan Bautista, cuando descubrieron las
minas de Laykakota en mayo de 1657, no
existiendo acta, ni documento que compruebe sobre
lo dicho, pero es evidente, según han señalado
varios autores, que al lado de las minas de
Laykakota se formó otra población que

adquirió gran importancia, a la que se le llamaba San Luis de Alba, lugar que
según algunos, llego a tener hasta 10 000 habitantes y que fue designada
capital de la provincia de Paucarcolla, como así se llamaba por entonces Puno.
Retomando nuestra historia, el descontento de algunos sectores de esta
población contra los hermanos Salcedo o originó el recrudecimiento de una
tradicional rivalidad entre andaluces y vascongados, momentáneamente
aplacada cuando los españoles se vieron obligados a unirse para defenderse de
la rebelión indígena iniciada en la Paz en 1661; en el curso de la cual los
rebeldes asaltaron y saquearon Laykakota, San Juan Bautista y otras
poblaciones.
Pero restablecida la autoridad de los españoles, se acentuó la división entre
ellos, generándose los graves disturbios que se iniciaron en 1665, siendo
Virrey el Conde de Santisteban, quien designó Gobernador al Conde Angel de
Peredo, que perdió la vida en los sangrientos sucesos, igual suerte corrieron
otras autoridades similares en dicha localidad, entre ellas un jesuita, lo que
contribuyó a aumentar la violencia entre los grupos rivales.
Conocido todo ello y a fin de sofocar tales disturbios, llego a Puno Don Pedro
Antonio Fernández de Castro, Conde de Lemos y Virrey del Perú, quien
encontro los graves asuntos antes señalados, a los que drásticamente puso fin
el día 3 de agosto de 1668, fecha en que mando a ejecutar a José Salcedo y a
otros protagonistas de los sucesos.
El Virrey mandó destruir la ciudad de Laykakota es decir la ciudad de San
Luis de Alva y ordenó que la capital se trasladara a San Juan Bautista de
Puno, dándole el nombre de Villa a dicho lugar hoy conocida como Puno.
Se afirma que cuando el Virrey llegó a Puno, ya existía una población con sus
calles, la Capilla San Juan Bautista para indígenas, la Concepción para
españoles y mestizos, sobre la que después se edificó la Catedral de Puno. En
la actualidad existe la casa en que se alojó el Virrey, conocida como la Casa
de Conde de Lemus.

MUERTE DE JOSE SALCEDO


El fanático don Pedro Antonio Fernandez de Castro, Conde de Lemos,
marqués de Sarriá y de Gátiva y duque de Taurifanco, que cifraba su orgullo
en descender de San Francisco de Borja, y que, a estar en sus manos, como él
decía, habría fundado en cada calle de Lima un Colegio de Jesuitas, apenas
fue proclamado en Lima como representante de Carlos II el Hechizado, se
dirigió a Puno con gran aparato de fuerza y aprehendió a Jose Salcedo.
El virrey, según muchos historiadores, lo condujo preso, tratándolo durante la
marcha con extremado rigor. En breve tiempo quedó concluida la causa,
sentenciado Salcedo a muerte, y confiscados sus bienes en provecho del real
tesoro.
Como hemos dicho, los jesuitas dominaban al Virrey. Jesuita era su confesor
el padre Castillo, y jesuitas sus secretarios. Las crónicas de aquellos tiempos
acusan a los hijos de Loyola de haber contribuido eficazmente el trágico fin
del rico minero, que había prestado no pocos servicios a la causa de la corona
y enviado a España algunos millones por el quinto de los provechos de la
mina.
Cuando leyeron a Salcedo la sentencia, propuso al virrey que le permitiese
apelar a España, y que por el tiempo que transcurriese desde la salida del
navío hasta su regreso con la resolución de la corte de Madrid, lo obsequiaría
diariamente con una barra de plata.
Y téngase en cuenta no sólo que cada barra de plata se valorizaba en dos mil
duros, sino que el viaje del Callao a Cádiz no era realizable en menos de seis
meses.
La tentación era poderosa, y el conde de Lemos vaciló.
Pero los Jesuitas le hicieron presente que mejor partido sacaría ejecutando a
Salcedo y confiscándole sus bienes.
El que más influyó en el ánimo de su excelencia fue el padre Francisco del
Castillo, Jesuita Peruano que está en olor de santidad, el cual era padrino de
bautismo de don Salvador Fernández de Castro, marqués de Almuña e hijo del
virrey.
Salcedo fue ejecutado en el sitio llamado Oroca-Pata, a poca distancia de
Puno un 16 de octubre de 1668.

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