Está en la página 1de 8

RECUPERACIÓN DEL NIÑO INTERIOR PERDIDO

Te sugiero que consigas una foto tuya de niña, preferiblemente cuando tenías
menos de siete años, y que la lleves contigo en tu cartera o en tu bolso, o que
la pongas sobre tu escritorio, para que te ayude a recordar a esta niña que
vive dentro tuyo.
Hay muchos datos que confirman la evidencia de que el niño vive en nuestro
interior enteramente desarrollado. Este niño es nuestra parte más vital y
espontánea y es preciso que la integremos en nuestra vida.
A lo largo de toda nuestra vida seguimos reciclando las necesidades que
tuvimos en las distintas etapas de nuestro desarrollo. Cada vez que
emprendemos algo nuevo se despiertan nuevamente nuestras necesidades
infantiles.
Una vez que nos sentimos seguros y confiamos en nuestro entorno, la parte
nuestra que corresponde a la etapa que gateábamos desea explorar y
experimentar. Nuestros propios hijos desencadenan también nuestras
necesidades a medida que van atravesando las distintas etapas de su
desarrollo. Tenemos la oportunidad, cuando adultos, de cuidar de nosotros
mismos en cada una de dichas etapas.
Como adultos podemos crear un entorno en el que nuestras necesidades
puedan ser satisfechas. Los niños nunca se sienten satisfechos con lo que se
les da; los adultos aprenden, al madurar, a sentirse satisfechos con lo que
tienen. Siendo adultos podemos aprender a obtener las cosas que necesitamos
de una manera concreta; podemos ser amables con nosotros mismos y
tratarnos con respeto y con cariño.
Es importante advertir que la necesidad de encontrar al niño interior forma
parte del camino de todo ser humano hacia la plenitud. Nadie disfrutó de una
infancia perfecta; todos cargamos con asuntos inconscientes de nuestra
historia familiar que aún no han sido resueltos.
El camino del Niño Interior es el camino del héroe. Convertirse en una persona
integrada es una tarea heroica, no exenta de adversidades y de sufrimiento.
En la mitología griega, Edipo mata a su padre y Orestes a su madre. Dejar a
los padres es un obstáculo al que uno debe enfrentarse cuando emprende el
camino del héroe. Matar a los padres es una manera simbólica de describir el
acto de marcharse de casa y madurar.
Encontrar al Niño Interior es el primer intento de salvar el abismo de aflicción
que nos amenaza. Pero encontrar al Niño Interno es sólo el comienzo. Dados
su aislamiento, dependencia y abandono, este niño es egocéntrico, frágil y
temeroso. Hay que disciplinarlo a fin de liberar su "enorme poder espiritual".
Existen muchas razones que explican por qué sentimos que no podemos
perdonar al niño que fuimos, negamos y rechazamos a ese niño
Estas actitudes podrían expresarse en estos términos: no puedo perdonarme
haberle tenido tanto miedo a mi madre; haber anhelado tanto la aprobación
de mi padre; haberme sentido tan poco querido; haberme sentido tan
confundido; tan indigno de la estima ajena; haber necesitado tanta atención y
tanto afecto; haber provocado, de algún modo, la excitación sexual de mi
madre; haber provocado inadvertid-amente el abuso sexual de mi padre;
haber sido tan torpe en las clases de gimnasia; haberme sentido tan
intimidado por mis profesores; haber sufrido tanto; no haber sido popular en
la escuela; haber sido tímida y apocada en lugar de dura y resistente; haber
temido desobedecer a mis padres; haber sido capaz de cualquier cosa para
caer bien a la gente; haber deseado tanto la amabilidad ajena; haber sido
irritable y enojadiza; haber sentido celos de mi hermano menor; haber
pensado que todo el mundo era más capaz que yo; no haber sabido reaccionar
cuando alguien me ponía en ridículo; no haberme hecho respetar; que mis
ropas fueran siempre las más pobres y andrajosas de todo el colegio, etc.,
etc.
En realidad, es posible sentir al niño que fuimos como una fuente de dolor,
rabia, miedo, vergüenza o humillación, algo que debe ser reprimido,
rechazado, repudiado y olvidado. RECHAZAMOS a ese niño de la misma
manera que, tal vez, OTROS LO HICIERON, y nuestra crueldad hacia él puede
continuar diaria e indefinidamente a lo largo de toda nuestra vida, en el
teatro de nuestra psique, donde el niño sigue aún existiendo como una sub-
personalidad, un YO INFANTIL.
Sin reconocer lo que estamos haciendo, puede que encontremos muchas
pruebas del rechazo de los demás en nuestras relaciones actuales, pero no nos
damos cuenta de que la raíz de nuestra impresión de rechazo es interior, más
que exterior. Toda nuestra vida consistirá quizá en una serie de actos de auto
rechazo, aunque sigamos lamentándonos de que los demás no nos quieran.
Cuando aprendemos a perdonar al niño que hemos sido, por algo que él o ella
no sabía o no podía hacer, o no era capaz de afrontar, o por algo que sentía o
no sentía; cuando comprendemos y admitimos que ese niño luchaba por
sobrevivir de la mejor manera posible, entonces el yo adulto deja de ser el
adversario del yo infantil. Una parte no está ya en guerra con la otra. Las
reacciones del adulto se vuelven más adecuadas.
El yo infantil es la representación interior del niño que fuimos, el conjunto de
actitudes, sentimientos, valores y perspectivas que fueron nuestras hace
mucho tiempo y que gozan de inmortalidad psicológica como componentes de
nuestra identidad total. Es un sub-yo, una sub-personalidad, un estado mental
que puede ser más o menos dominante en un momento dado y que, sin que
nos demos cuenta, se constituye a veces en el agente casi exclusivo de
nuestros actos.
Podemos relacionarnos (de forma implícita) con nuestro yo infantil consciente
o inconscientemente, con benevolencia u hostilidad, con compasión o con
serenidad. Como espero que aclaren los ejercicios que propongo más
adelante, cuando uno se relaciona de manera consciente y positiva con el yo
infantil, éste puede ser asimilado e integrado en el yo total. En cambio,
cuando la relación es inconsciente y/o negativa, el yo infantil queda
abandonado en una especie de olvido enajenado. En este último caso, si no
traemos el yo infantil a la conciencia, si lo rechazamos y repudiamos,
padecemos una fragmentación, no nos sentimos plenos, nos enajenamos
parcialmente de nosotros mismos y dañamos nuestra autoestima.
El yo infantil no reconocido ni comprendido, rechazado y abandonado, puede
convertirse en un "rebelde" que obstaculiza nuestro desarrollo y nos
incapacita para gozar de la existencia. La manifestación externa de este
fenómeno consiste en esporádicos comportamientos infantiles y nocivos, o tal
vez caeremos de modo recurrente en inapropiadas actitudes dependientes, o
nos volveremos narcisistas, o experimentaremos el mundo como si éste
perteneciera a "los mayores".
Por el contrario, el yo infantil reconocido, aceptado, admitido y, por lo tanto
integrado, constituye una magnífica fuente para enriquecer nuestra vida, con
su espontaneidad, su alegre vivacidad y su capacidad imaginativa.
Antes de reconciliarte con tu yo infantil y de integrarlo para que conviva en
armoniosa relación con el resto tuyo, es preciso que tomes contacto con él,
con esa identidad que yace en tu mundo interior.
Como medio para tomar contacto con i tu yo infantil, te sugiero que te dejes
llevar por una fantasía: 'imagínate caminando por una carretera rural, que, a
lo lejos, sentado bajo un árbol, veas a un niño, y que, al acercarte, constates
que ese niño es el yo que una vez fuiste. Entonces te sugiero que te sientes
bajo el mismo árbol y entables un diálogo con el niño. Hazlo en voz alta para
dar más realidad a la experiencia. ¿Qué desean y necesitan decirse el uno al
otro?
Puede que tengas ganas de llorar o que sientas alegría. Pero, sea como fuere,
casi siempre te darás cuenta de que, de algún modo, el niño existe todavía en
tu psique (como un estado mental) y tiene algo que contribuir a tu vida adulta
-emergiendo a partir de este descubrimiento un yo más rico y pleno-. Puede
ser que reconozcas con tristeza el error de haber pensado que debías
deshacerte de ese niño para poder madurar.
Con el objetivo de integrar tu yo infantil, sugiero el siguiente ejercicio que
podrás realizar con facilidad. Puedes leer varias veces las siguientes
instrucciones y luego empezar el ejercicio:
Contempla por espacio de algunos minutos una foto tuya de niña. Luego cierra
los ojos, relájate y respira hondo varias veces.
Concéntrate en ti misma y lleva a cabo una exploración en base a estas
preguntas: ¿Cómo era tener cinco años? ¿Cómo imaginas que experimentabas
tu cuerpo entonces?... ¿Cómo era sentirse triste?... ¿Cómo era sentirse
entusiasmada? ... ¿Cómo era vivir en tu casa? ... ¿De qué manera solías
sentarte? ... Siéntate ahora tal como "imaginas" que se sienta un niño de cinco
años. Presta atención a tus impresiones. Reten& esta experiencia.
Con sólo hacer este ejercicio una vez al día, durante dos o tres semanas,
empezarás a conocer mejor a tu yo infantil y alcanzarás un nivel de
integración superior al que experimentas actualmente- porque estarás dando
el primer paso para hacer VISIBLE al yo infantil y para tratarlo CON SERIEDAD.
Pero la práctica de completar oraciones inacabadas constituye un
procedimiento más avanzado y poderoso que te proporcionará un mayor
conocimiento de tu yo infantil y facilitará la integración. Utiliza un cuaderno
de notas y escribe cada una de las oraciones incompletas en una página
diferente, luego escribe de seis a diez finales para cada una de las oraciones
en la página correspondiente. Haz esto tan deprisa como puedas, sin auto
criticarte e INVENTANDO cuando sea necesario para no perder el ritmo y el
impulso:
- Cuando tenía cinco años...
- Cuando tenía diez años...
- Si recuerdo cómo era el mundo cuando yo era muy pequeña...
- Si recuerdo cómo sentía mi cuerpo cuando era muy pequeña...
- Si recuerdo cómo veía a la gente cuando era muy pequeña...
- Con mis amigos me sentía...
- Cuando me sentía sola, yo...
- Cuando me sentía entusiasmada, yo...
- Si recuerdo qué me parecía la vida cuando yo era muy pequeña...
- Si el niño que hay dentro de mí pudiera hablar, diría...
- Una de las cosas que tuve que hacer de niña para sobrevivir fue...
- Una de las maneras en que trato a mi yo infantil como lo hacía mi madre
es...
- Cuando mi niño interior siente que no le hago caso...
- Cuando mi niño interior siente que lo critico...
- Una de las maneras en que ese niño me crea problemas es...
- Creo que estoy obrando a través de mi yo infantil cuando...
- Si yo aceptara a ese niño...
- A veces, lo difícil de aceptar de lleno al niño interior es...
- Si perdonara a mi yo infantil...
- Sería más amable con mi niño interior si yo....
- Si escuchara las cosas que ese niño necesita decirme...
- Si acepto plenamente a ese niño como un aspecto valioso de mí mismo...
- Estoy cobrando conciencia de...
- Cuando me contemplo desde esta perspectiva...
Conviene repetir este ejercicio varias veces, con intervalos de alrededor de
un mes. Conviene no mirar cómo has terminado las oraciones en ocasiones
anteriores, y verás que cada vez escribirás finales nuevos que te llevarán a
niveles más profundos. Con sólo este ejercicio alcanzarás profundas
comprensiones y lograrás integraciones que darán como resultado tu curación
y la consolidación de tu autoestima.
Te recomiendo que experimentes con esta serie de oraciones incompletas y
descubras en qué medida puedes beneficiarte con ellas. Al hacerlo,
comprobarás cómo este tipo de trabajo contribuye a mejorar tu confianza en
ti misma y tu autoestima, y proporcionará una sensación de plenitud.
Si deseas puedes avanzar explorando el mismo territorio abierto por el
ejercicio anterior. Vuelve a completar la oración:
- Cuando tenía cinco años.... y continúa con las siguientes:
- Una de las cosas que mi yo de cinco años necesita de mí y nunca ha obtenido
es...
- Cuando mi yo de cinco años trata de hablarme...
- Si estuviera dispuesta a escuchar a mi yo de cinco años con aprobación y
compasión...
- Si me niego a atender a mi yo de cinco años...
- Cuando pienso en ayudar a mi yo de cinco años...
Luego repite el mismo procedimiento aplicándolo a tu yo de seis, siete, ocho,
nueve, diez, once y doce años. Lograrás una milagrosa curación de tus
heridas.
Finalmente te sugiero que practiques el siguiente ejercicio sencillo y
extraordinariamente eficaz- para facilitar la integración.
Empleando el tipo de imágenes que te parezcan más apropiadas, imagínate tu
yo infantil de pie frente tuyo. Luego, sin emitir una palabra, imagina que
estrechas a ese niño en tus brazos, acariciándolo suavemente, con la
intención de cuidarlo afectuosamente. Deja que el niño responda o no
responda. Sé amable y resuelta. Transmítele tu aprobación, compasión y
respeto con el tacto de tus manos, tus brazos v tu pecho.
Amarse a uno misma
Cuando aprendas a amarte a ti mismo desaparecerán los sacerdotes, los
políticos se quedarán sin seguidores; todos los intereses creados de la
sociedad irán a la bancarrota. Se aprovechan de ti de una forma psicológica
muy sutil y por eso prosperan.
Los niños nacen con un enorme amor hacia sí mismos. Es la sociedad la que
destruye ese amor, es la religión la que destruye ese amor, porque si el niño
se sigue amando a sí mismo, entonces, ¿quién amará a Jesucristo? ¿Quién
amará al presidente? ¿Quién amará a sus padres? El amor de un niño hacia sí
mismo ha de ser desviado. Hay que condicionarle de manera que su amor se
dirija siempre hacia un objeto externo. Esto hace al hombre muy pobre,
porque cuando quieres a alguien externo a ti -ya sea Dios, el Papa, tu padre,
tu esposa, tu marido, tus hijos, cualquiera que sea el objeto de tu amor, te
vuelve dependiente de ese objeto. A tus propios ojos te conviertes en algo
secundario, te conviertes en un mendigo.

Al nacer eras un emperador totalmente satisfecho contigo mismo. Pero tu


padre quiere que le quieras, tu madre quiere que la quieras. Todos a tu
alrededor se quieren convertir en objeto de tu amor. A nadie le preocupa
que si un hombre no puede amarse a sí mismo tampoco será capaz de amar a
nadie. De modo que se crea una sociedad enloquecida, donde todo el mundo
intenta querer a alguien, sin tener nada que dar. Y la otra persona tampoco
tiene nada que dar.

A un niño debidamente educado se le debe permitir crecer en amor hacia sí


mismo, de forma que esté tan lleno de amor que compartirlo se convierta en
una necesidad. Está tan repleto de amor que quiere compartirlo con alguien.
Entonces, el amor nunca te hará depender de nadie. Tú eres el que da, y el
que da nunca es un mendigo. Y el otro también da. Y cuando se encuentran
dos emperadores, dueños de sus propios corazones, se produce una inmensa
alegría. Nadie depende de nadie; todo el mundo es independiente e
individual, centrado en sí mismo, arraigado en sí mismo. Sus raíces van hasta
el fondo de su propio ser, de donde brota el néctar llamado amor hacia la
superficie y florece con miles de rosas.
Cuando aprendas a amarte a ti mismo
desaparecerán los sacerdotes, los políticos se quedarán sin seguidores; todos
los intereses creados de la sociedad irán a la bancarrota.Se aprovechan de ti
de una forma psicológica muy sutil y por eso prosperan.

Pero aprender a amarse no es difícil, es natural. Si has conseguido hacer algo


antinatural, como aprender a querer a los demás sin quererte a ti mismo,
entonces lo otro es sencillo. Has hecho casi lo imposible. Sólo se trata de una
cuestión de comprensión, una comprensión muy simple, que es:
«Debo amarme a mí mismo; de lo contrario, me perderé el sentido de la
vida. No creceré, sino que envejeceré. No tendré individualidad. No seré
auténticamente humano, digno, íntegro.»

Por otra parte, si no te amas a ti mismo no puedes amar a nadie más en el


mundo. Muchos de los problemas psicológicos aparecen porque has sido
alejado de ti mismo. Eres «indigno», no eres lo que deberías ser; debes
rectificar tus actos. Te tienes que amoldar a una personalidad determinada.

El amor hacia ti mismo es una necesidad básica para tu crecimiento.


Todo el mundo está lleno de odio hacia sí mismo. Y si te odias, ¿cómo crees
que vas a encontrar a alguien que te quiera? Ni si quiera estás listo para
quererte a ti mismo; es imposible que te quiera nadie. Has aceptado la idea
de que no vales nada a menos que observes ciertas reglas, dogmas religiosos o
ideas políticas.
Al nacer no eras cristiano ni católico; no naciste comunista. Cada niño viene
al mundo como una tabula rasa, totalmente en blanco. No hay nada escrito -
ni la Biblia, ni el Corán, ni el Gita ni el Capital-, no, no hay nada escrito. No
trae consigo un libro sagrado, viene con la inocencia más absoluta. Pero su
inocencia se convierte en el mayor problema porque está rodeado de lobos
disfrazados de políticos, de sacerdotes, de padres, de profesores. Todos se
abalanzan sobre tu inocencia. Empezarán a escribir cosas sobre ti y más tarde
creerás que son tu legado. Han destrozado tu legado. Ahora ya pueden
esclavizarte, convertirte en lo que ellos quieran.
Quiero que te ames completamente. Quiérete, sé tú mismo. No dejes que te
distraiga ninguna persona, ya sea religiosa, política, social o educativa. Tu
responsabilidad primera no es hacia la religión, ni hacia la nación, es hacia ti
mismo. Y fíjate: si todo el mundo se ama y se cuida, su inteligencia llegará a
la cima, su amor le desbordará. Para mí, la filosofía del amor propio le hará
realmente altruista porque tendrá tanto para compartir y para dar que dar
será para él una alegría, compartir será una celebración, El altruismo sólo
puede ser un derivado del amor hacia ti mismo.
Como no te quieres, te sientes débil, porque el amor es tu alimento, es tu
fuerza. Naturalmente, ¿cómo puedes sentirte responsable? Sigues cargándole
a otro con tu responsabilidad. Dios, el destino, o Adán y Eva son los
responsables. La responsable es la serpiente, porque sedujo a Eva para que
desobedeciera a Dios. ¿Te das cuenta de la idiotez de cargarle toda la
responsabilidad a alguien? De esta forma, podemos seguir delegando nuestra
responsabilidad sin comprender que no llegaremos a ser verdaderos individuos
hasta que no nos hagamos responsables de nosotros mismos. Eludir la
responsabilidad es destructivo para tu individualidad. Pero sólo puedes
aceptarla si tienes un tremendo amor hacia ti mismo.
Acepto mi responsabilidad y me alegro de hacerlo. Nunca le he cargado mi
responsabilidad a nadie porque eso es perder la libertad, es esclavizarse, es
estar a merced de los demás. Sea yo quien sea, soy única y absolutamente
responsable. Eso me confiere mucha fuerza. Me da raíces, me centra. Pero el
origen de mi responsabilidad es que me amo completa y profundamente.

También podría gustarte