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Otroo
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Kelsen dice que "positivismo jurídico" es el nombre que damos a la teoría jurídica que
concibe únicamente como "derecho" al derecho positivo, esto es, al derecho producido
por actos de voluntad del hombre.
Para este autor, dos son las consecuencias del positivismo jurídico:
La idea de que todo derecho estatuido por quienes se hallan autorizados para
producir normas jurídicas debe corresponder a la exigencia política y jurídica de la
previsibilidad de la decisión jurídica y a la exigencia de la seguridad jurídica.
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En segundo término, Bobbio identifica un positivismo jurídico como teoría del
derecho positivo, que vincula la existencia del derecho a la formación del Estado
y que entiende que todo derecho es producto de la actividad del Estado. En esta
segunda modalidad, el positivismo jurídico es algo más que un método y se
caracteriza por la idea de la supremacía del derecho producido por el Estado y por
la idea de que las leyes tienen mayor valor como fuentes de derecho.
Por último el positivismo jurídico – según Bobbio - existe también como una
determinada ideología, que como tal, enarbola una o ambas afirmaciones que
siguen, (a) que todo derecho positivo es justo por el solo hecho de ser derecho
positivo, sin importar su contenido, esto es al margen de su mayor o menor justicia
de acuerdo con el sistema moral con que se lo enjuicie, es siempre un instrumento
idóneo para obtener ciertos fines como el orden, la paz y la seguridad jurídica.
Alf Ross, este distingue seis tesis centrales o principales del positivismo jurídico, a saber:
La distinción entre derecho y moral, o sea, la distinción entre dos modos distintos
de hablar acerca del derecho: el derecho que es el derecho que debe ser.
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En cuanto a Hart, el jurista de Oxford sostiene que es útil identificar cinco significados
diferentes de "positivismo jurídico":
La idea de que no existe conexión necesaria entre derecho y moral, o sea, entre
el derecho que es y el derecho que debe ser;
La idea de que el análisis de los conceptos jurídicos es algo que vale la pena, y
que este análisis no debe de ser confundido con las investigaciones históricas
acerca del origen de las normas, con las investigaciones sociológicas sobre la
relación entre el derecho y otros fenómenos sociales, ni con las investigaciones
estimativas que llevan a cabo una evaluación y crítica del derecho;
La idea de que los juicios morales, o juicios de valor no pueden ser demostrados
racionalmente.
A través de la historia esta corriente ha tenido distintas variaciones, entre las cuales se
encuentran:
a) Los alemanes en el siglo XIX que lo denominaban derecho positivo por posición (por
los legisladores) en oposición al derecho natural;
b) En el sentido de la Filosofía positiva por el francés Augusto Comte (la actitud científica
es incompatible con las actividades metafísicas y aprioristas concretándose a la
experiencia sensible).
“Y así, cada gobierno establece las leyes según su conveniencia: la democracia, leyes
democráticas; la tiranía, leyes tiránicas, y del mismo modo los demás. Al establecerlas,
muestran los que mandan que es justo para los gobernados, lo que a ellos conviene, y al
que se sale de esto lo castigan como violador de las leyes y de la justicia. Tal es, mi buen
amigo, lo que digo es que en todas las ciudades es idénticamente justo: lo conveniente
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para el gobierno constituido. Y éste es, según creo, el que tiene el poder; de modo que,
para todo hombre que discurre bien, lo justo es lo mismo en todas partes: la conveniencia
del más fuerte”. Bien podríamos considerar el resto del libro una respuesta a este
argumento.
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Por esta razón, se dice que otra de las características básicas del iuspositivismo (además
del formalismo) es el imperativismo. Para el positivismo jurídico, el derecho es el conjunto
de normas con las que el soberano ordena o prohíbe determinados comportamientos a
sus súbditos; es un mandato. Ello explicaría (quizá de manera más contundente que
como lo hace el iusnaturalismo) por qué todos los individuos acatan los dictados del
derecho positivo: saben que, de no hacerlo, tendrían que enfrentarse a la pena y a la
coacción que impone el Estado (monopolio de la violencia), bajo el amparo del derecho
(fuente de su legitimidad), a quienes cometen actos ilícitos. No es el temor a un castigo
divino ni a un reproche moral lo que condiciona y obliga la conducta de los individuos; es
el temor al uso de la fuerza en su contra, lo que les motiva a respetar la ley (Ellsheid,
1992: 145).
Ahora bien, para muchos juristas el iuspositivismo tiene más ventajas explicativas que el
iusnaturalismo. Apelar a un orden natural y trascendente, como justificación última de la
validez de las leyes civiles, es metafísicamente más difícil que reconocer la validez de las
mismas únicamente por la fuente de su poder. Para los iuspositivistas, el motivo por el
cual los sujetos evitan cometer actos ilícitos no es el temor al hipotético castigo que
pudiera infligirles una supuesta "voluntad divina", "moral" o "racional" (que, en última
instancia, no es más que un asunto del fuero interno), sino el temor al castigo, al que
podría condenarles efectivamente el Estado.
Por ello, aunque es cierto que el enunciado positivista "detrás de la ley sólo está el
poder" puede dar origen y justificación a regímenes autoritarios, también es cierto que la
pretendida inocencia de apelar a un orden trascendente puede derivar, asimismo, en un
régimen autoritario (aunque éste justifique su poder mediante criterios y argumentos
supuestamente universales y trascendentales).