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Algunas consideraciones sobre el régimen de visitas, los puntos de encuentro familiar y


la orden de alejamiento
Juan Pablo GONZÁLEZ DEL POZO
Magistrado-juez titular del Juzgado de Primera Instancia n.º 24, de Familia, de Madrid
Diario La Ley, Nº 6998, Sección Doctrina, 28 Jul. 2008, Año XXIX, Editorial LA LEY
LA LEY 38862/2008

La creación de PEF obedeció inicialmente a la necesidad de contar con un recurso social apto para garantizar la
efectividad del régimen de visitas en casos de grave conflicto entre los progenitores. Además, la introducción de la
prohibición de aproximación a la víctima en la lucha contra la violencia doméstica y de género ha disparado el número de
derivaciones al PEF para la implementación del régimen de visitas reconocido al agresor. Ello ha provocado una masiva
utilización judicial de los PEF que justifica sobradamente el análisis de su problemática

I. VIOLENCIA DOMÉSTICA Y DE GÉNERO Y SUSPENSIÓN DEL DERECHO DE VISITAS


DEL AGRESOR
Establece el artículo 48.2 del Código penal (1) (en adelante CP) que, hasta el total cumplimiento de la pena de
prohibición de aproximación a la víctima, quedará en suspenso el régimen de visitas, comunicación y estancia
que respecto de los hijos se hubiere establecido en sentencia civil. Sin el automatismo anudado a la imposición
de la pena, la suspensión puede acordarse, igualmente, al adoptar medidas civiles en la orden de protección, de
conformidad con lo establecido en el artículo 62 de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas para
la Protección Integral de las Víctimas de Violencia de Género (en adelante LOMPIVG) en relación con el artículo
544. ter.7 de la LECrim., 94 y 158 del Código Civil (CC).

Según una de las propuestas aprobadas en el Primer Encuentro de Violencia Doméstica organizado por el CGPJ
y celebrado en Madrid en el año 2003, la violencia entre la pareja, indiciariamente acreditada, debía ser causa de
suspensión inmediata del régimen de visitas respecto de los hijos, desde el entendimiento de que los menores
son siempre víctimas, cuando menos, de violencia psicológica, y ello hace necesario el distanciamiento respecto
del maltratador para que puedan recuperarse psicológicamente y para que los hijos no asuman la violencia como
forma de resolución de los conflictos.

Sin embargo, pese al carácter imperativo y automático con que el artículo 48.2 del Código Penal (CP) contempla
la suspensión para los supuestos de condena, que también puede acordarse dentro de las medidas cautelares
civiles de la orden de protección, y a la fuerza de los argumentos expuestos en pro de la suspensión, como
atinadamente indica la Circular de la Fiscalía General del Estado 4/2005 (2) , «fijar en todo caso la suspensión
absoluta de cualquier régimen de visitas del agresor para con los hijos comunes puede no resultar oportuna, ya
que se puede romper, de manera inadecuada, una relación paterno-filial bien estructurada. Más acertado será
estipular, según los casos, el régimen de visitas más acorde al supuesto de hecho, de modo que, en ocasiones
deberá suspenderse, en otras limitarse y en otras establecerlo progresivamente para poder evaluar el
comportamiento del padre y la repercusión en el menor...».

La suspensión del régimen de visitas ya establecido, o, lo que es igual, la no fijación de un concreto régimen de
visitas, no debe, por tanto, adoptarse con carácter indiscriminado y automático (3) , ya que el artículo 94 párr. 1.º

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del CC condiciona la limitación o suspensión del ejercicio de este derecho a que «se dieren graves circunstancias
que así lo aconsejen o se incumplieren grave o reiteradamente los deberes impuestos por la resolución judicial».
Además, no debe olvidarse que, si bien los intereses o conflictos existentes entre los progenitores han de tenerse
en cuenta para determinar el modo de ejercicio del derecho de visita, la limitación o suspensión del derecho ha
de acordarse en función del interés superior del menor y que la suspensión debe revestir carácter excepcional y
aplicarse de manera restrictiva. En atención a estas consideraciones, estimo que la suspensión debe reservarse
para estos casos específicos:

a) Supuesto en que la orden de alejamiento, o prohibición de aproximación, se hubiere acordado


respecto de los propios menores (4) .

b) Supuestos en que la especial gravedad o naturaleza de los hechos así lo aconsejen «para la
protección de los menores que se dibujen como víctimas potenciales de la violencia del
agresor» (5) .

c) Supuestos en que se haya probado que el padre instrumentaliza a los hijos para seguir
maltratando psicológicamente a la mujer (6) , lo que puede suceder cuando el padre aprovecha el
régimen de comunicaciones para dirigir y trasladar a la mujer, a través de los hijos, todo tipo de
insultos, expresiones injuriosas u ofensivas, o amenazas, y

d) Supuestos de condena penal del progenitor no custodio por delitos o faltas cometidos sobre
los propios hijos menores.

II. LOS MODOS DE ARTICULAR EL RÉGIMEN DE VISITAS DURANTE LA VIGENCIA DE


LA PROHIBICIÓN DE ACERCAMIENTO —U ORDEN DE ALEJAMIENTO (7) — ENTRE
LOS PROGENITORES
En aquellos supuestos en que se hubiere impuesto al agresor, sea como pena o como medida cautelar, la
prohibición de aproximarse a la víctima, a su domicilio y a su lugar de trabajo a menos de una determinada
distancia, y no se hubiere acordado la suspensión del régimen de visitas del agresor con los hijos comunes de
ambos, es preciso compatibilizar el normal desarrollo del régimen de visitas y estancias establecido, que
ordinariamente comporta la recogida y/o entrega de los menores por el padre agresor en el domicilio materno,
con el cumplimiento de la pena o medida cautelar de alejamiento, que exige precisamente la evitación de
encuentros o contactos directos y personales entre los progenitores para eliminar la posibilidad u ocasión para la
perpetración de nuevas agresiones.

No pudiendo el agresor aproximarse a la víctima o a su domicilio a menos distancia de la determinada en la


resolución judicial, no es posible que las recogidas y entregas de los menores para el cumplimiento del régimen
de visitas se realicen por el padre y en el domicilio materno (8) , de modo que, en dicha coyuntura, cabe adoptar
una de estas soluciones:

A) Que las recogidas y entregas de los menores para llevar a cabo las comunicaciones y
estancias se realicen en el domicilio materno, pero por persona, distinta del agresor , autorizada
por el juez. Tal posibilidad será viable en aquellos supuestos en que existan personas mayores
de edad, de la confianza de ambos progenitores, que conozcan a los menores y que estén
dispuestas a asumir voluntariamente dicha tarea. Pueden llevar a cabo satisfactoriamente esta
misión, por delegación del padre agresor, un pariente de los menores (abuelos o tíos paternos,
un hermano mayor de edad, etc.) o un amigo o conocido. Pero es requisito imprescindible para
aplicar esta solución que las relaciones de la víctima con la persona o personas encargadas de
las recogidas y entregas de los menores sean buenas o, al menos, aceptables, lo que no siempre
ocurre pues, a menudo, la conflictividad y enfrentamiento existente entre los progenitores se
contagia y trasciende a las familias extensas de cada uno de ellos que pasan a ser, también,

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enemigas acérrimas. En tales condiciones, autorizar que la recogida y entrega de los menores
tengan lugar en el domicilio materno, con intervención de los abuelos o tíos paternos, es
totalmente desaconsejable puesto que, con motivo de los intercambios se producirían constantes
situaciones de tensión, discusiones y enfrentamientos entre la madre-víctima y los familiares del
agresor, que producirían claros perjuicios de tipo psicológico en los menores, obligados a
presenciar, una y otra vez, violentas discusiones e inclusive agresiones entre quienes para ellos
deben ser referente de conducta y educación, de la que forma parte, como valor indiscutible, el
de la resolución pacífica de los conflictos interpersonales.

B) Que las recogidas y entregas de los menores para el desarrollo del régimen de visitas
establecido se realicen en el domicilio del padre agresor, pero por persona distinta de la víctima .
Iguales consideraciones a las del supuesto anterior cabe efectuar para éste.

C) Que las recogidas y entregas de los menores se verifiquen en un lugar público, determinado
por las partes, realizando la entrega y recogida familiares del padre y de la madre. En este caso,
puede elegirse como lugar para los intercambios uno próximo al domicilio de los menores y de la
víctima, al no intervenir el agresor.

D) Que las recogidas y entregas de los menores se verifiquen por el agresor en un lugar público,
determinado por las partes, situado del domicilio materno a distancia no inferior a la de la orden
de alejamiento, efectuando la entrega y recogida familiares o personas de confianza de la madre.

Son aplicables a este caso las consideraciones hechas para el supuesto A).

E) Que las entregas y recogidas de los menores se lleven a efecto por familiares del padre, en un
lugar público, que puede estar situado a cualquier distancia del domicilio materno, siendo la
madre la encargada de trasladarlos hasta el lugar de intercambio y recogerlos al regreso.
También es preciso, para aplicar esta modalidad de intercambio, que existan unas relaciones
aceptables entre la madre y los parientes paternos autorizados para la realización de los
intercambios.

F) Que las recogidas y entregas de los menores se lleven a cabo por el padre, en el domicilio de
los abuelos o tíos maternos, si, por razón de la distancia, ello no supone infracción de la
prohibición de aproximación a la víctima, o que, bajo igual condicionante, la madre entregue y
recoja a los menores en el domicilio de los abuelos u otros parientes paternos. Será preciso, para
el empleo de esta modalidad, que no existan relaciones hostiles entre el progenitor que participe
en los intercambios y la familia extensa del otro.

G) Que las recogidas y entregas de los menores se lleven a cabo por el padre en el colegio al
que asisten los menores, siempre que el centro escolar correspondiente esté ubicado a mayor
distancia del domicilio de la víctima que la establecida en la prohibición de aproximación. Esta
modalidad tiene la gran ventaja de permitir que sea el propio agresor, y no terceras personas,
quienes recojan y entreguen a los menores, pero presenta el grave inconveniente de que no es
viable en los periodos vacacionales cuyo disfrute debe repartirse por mitad entre los progenitores,
ya que en este caso, la entrega de los hijos a su madre (si el periodo que corresponde al agresor
es el primero de la vacación de que se trate) o la recogida (si el periodo a disfrutar por el padre es
el segundo) no podrán tener lugar en el centro escolar. La SAP Zaragoza, Secc. 2.ª, de 23 de
enero de 2007, resol. 24/2007, rec. 511/2006, ponente Francisco Acín Garos, prima que a la hija
la recoja el padre en el colegio y no en el domicilio materno («... a fin de evitar la exteriorización
publica de las malas relaciones de los padres, pues en las entregas en el Colegio no tienen por
qué producirse aquellas situaciones que parece ser han acompañado las realizadas en el
domicilio materno, lo que el buen sentido de ambos progenitores deberá siempre evitar...»).

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H) Que la recogida y entrega de los menores se lleve a cabo en un Punto de Encuentro Familiar.

En los supuestos en que no sea posible aplicar ninguna de las soluciones anteriores por existir
relaciones muy conflictivas entre los parientes o familiares de la víctima y del agresor, o porque
ninguno de ellos disponga del apoyo o ayuda de un tercero que pueda colaborar para la
realización de los intercambios de los menores, y para llevar a efecto los mismos en los periodos
vacacionales en los casos en que se haya establecido que las recogidas y entregas se efectúen
en el colegio a que asisten los menores, se hace necesario acordar, con este fin, la intervención
de un Punto de Encuentro Familiar.

I) Que la recogida y entrega de los menores se lleve a cabo en otro lugar que hacer las veces de
un Punto de Encuentro Familiar, como la casa- cuartel de la guardia civil o la comisaría de policía
nacional o local, en aquellas localidades en que aún no funcionare un PEF.

III. LA INTERVENCIÓN DEL PUNTO DE ENCUENTRO EN EL DESARROLLO DEL


RÉGIMEN DE VISITAS
1. El origen de los PEF: la justificación de su existencia
Los Puntos de Encuentro Familiar comenzaron a funcionar en España en el año 1994, mediante un programa
piloto aplicado en el Juzgado de Familia de Valladolid en colaboración con la entidad privada Aprome. El
propósito inicial de su puesta en marcha fue habilitar un lugar idóneo y neutral para que se produjeran las
entregas y recogidas de los menores para el cumplimiento del régimen de visitas en aquellos supuestos en que,
por la situación de conflicto y enfrentamiento entre los progenitores y su permanente hostilidad y beligerancia, los
encuentros entre los mismos con ocasión de las entregas y recogidas de los menores para las visitas se
convertían en un escenario propicio para la vejación, el insulto, la mutua descalificación, la amenaza y, a veces,
la agresión física, todo ello a presencia de los propios menores, víctimas inocentes de un conflicto no generado
por ellos e involuntarios espectadores privilegiados de los tristes altercados protagonizados, una y otra vez, por
sus padres. Se trataba de casos en que el encuentro entre los progenitores con motivo de las visitas, o era
imposible o totalmente desaconsejable porque, amén de ser un elemento de desestabilización emocional de los
menores, resultaban ineficaces, al saldarse tales encuentro en muchas ocasiones sin la entrega de los menores
al progenitor no custodio y con el consabido enfrentamiento y la interposición de las correspondientes denuncias
cruzadas de los progenitores en Comisaría.

No bastaba, para solucionar el problema, acordar que la entrega se hiciera a presencia del trabajador social del
Juzgado, allí donde lo había, porque ni el despacho de éste era lugar idóneo para los intercambios de los niños,
ya que no era posible impedir el encuentro personal de los progenitores, ni el voluntarismo del trabajador social
permitía a éste desplazarse, fuera de la sede del Juzgado, al domicilio o lugar donde habían de tener lugar las
entregas para estar presente en las mismas como elemento pacificador, por impedirlo razones de todo orden (las
entregas habían de realizarse casi siempre fuera de su propio horario laboral, en fines de semana o días festivos
y además fuera de la sede del Juzgado, en lugares a veces muy distantes por estar ubicados en los confines del
partido judicial correspondiente).

Tampoco era posible impetrar judicialmente el auxilio de los servicios sociales municipales o autonómicos
correspondientes para la realización de esta labor de intermediación, por iguales razones a las apuntadas
respecto de los trabajadores sociales del propio Juzgado, y, finalmente, parecía desaconsejable acordar que los
intercambios de los niños para las visitas tuvieran lugar en la sede de una Comisaría de Policía Nacional,
Autonómica o Municipal, o en la casa-cuartel de la Guardia Civil, porque ni el desempeño de esta labor forma
parte de las funciones que tienen legalmente encomendados dichos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, ni los
mismos disponen de personal adecuado para realizar estas labores (un trabajador social y un psicólogo,
normalmente), ni pueden considerarse estos lugares como espacios idóneos para los intercambios de los niños,
dado el constante trasiego por ellos de detenidos y víctimas de todas suerte de delitos. En el contexto de tan

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desolador panorama surgió la iniciativa a que nos referimos.

Se pretendió, pues, con aquella experiencia, habilitar un lugar idóneo para los intercambios, que evitara el
encuentro personal entre los progenitores y garantizara, en base a la intervención de profesionales de las
ciencias de la conducta (trabajador y psicólogo, fundamentalmente), que las entregas y recogidas de los menores
para las visitas se desarrollaran con normalidad, sin incidencias y bajo el control de dichos profesionales, con la
premisa de procurar en todo caso el interés del menor. El éxito de aquella experiencia piloto fue rotundo y, a
partir de entonces, en especial del año 2000, la creación y puesta en funcionamiento de Puntos de Encuentro
Familiar se propagó a toda la geografía del Estado con inusitada rapidez. La implantación de dichos Centros se
hizo más perentoria como consecuencia de las reformas legales operadas para luchar contra el fenómeno de la
violencia de género y de la violencia doméstica, iniciadas con la Ley 14/1999, de 9 de junio (9) , continuadas por
la Ley Orgánica 27/2003, de 31 de julio, de Protección de las Víctimas de la Violencia Doméstica, que introdujo la
denominada orden de protección a través del nuevo artículo 544 ter de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, y
completadas con la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas para la Protección Integral contra la
Violencia de Género. Al generalizarse en este tipo de delitos la imposición al agresor, como medida cautelar o
como pena, de la prohibición de aproximarse a la víctima y de comunicarse con la misma por cualquier medio, la
intervención del PEF resulta casi obligada para canalizar las entregas y recogidas de los menores en los
supuestos en que agresor y víctima tienen hijos menores comunes y se reconoce a favor del padre agresor un
régimen de visitas con la descendencia común.

2. Configuración actual de los PEF


El PEF constituye hoy día un recurso social completamente necesario para garantizar, en muchos casos, la
efectividad del régimen de visitas y, como tal, ha pasado a integrarse, de forma natural, entre los servicios
sociales comunitarios que, como una prestación de asistencia social más, las Comunidades Autónomas, y los
Ayuntamientos de núcleos urbanos populosos (10) , prestan habitualmente a los ciudadanos. Se ha señalado,
desde distintos ámbitos, la conveniencia de una ley estatal que diera cierta uniformidad al régimen y
funcionamiento de los PEF, pero de momento tal ley no se ha promulgado, y es difícil que lo sea, al tratarse de
una materia que no forma parte de las competencias exclusivas del Estado (vid. art. 149 CE), y cuya
competencia pueden asumir, como de hecho han asumido, todas las Comunidades Autónomas (vid. art.
148.1.20.ª CE). Tales normas, si se dictan, habrán de tener carácter autonómico.

El Reglamento de los Puntos de Encuentro Familiar del Principado de Asturias (11) configura (12) los PEF como
«una alternativa de intervención temporal, realizada en un lugar idóneo y neutral atendido por equipo técnico,
donde se produce el encuentro de los miembros de la familia en crisis en orden a facilitar la relación entre el
menor y sus familiares, siguiendo las indicaciones que, en su caso, establezca la autoridad judicial o
administrativa competente para el cumplimiento de los derechos de visita y donde se garantice la seguridad del
menor y de los miembros de la familia en conflicto».

3. Cobertura legal de la derivación, judicial o administrativa, a estos centros


La derivación a los PEF para la implementación del régimen de visitas establecido puede acordarse:

1.º En el seno de los procesos civiles especiales matrimoniales o de menores (13) , por los
Juzgados, mixtos, de 1.ª instancia e Instrucción, o por los Juzgados de 1.ª Instancia (allí donde
estuvieren separados los órdenes jurisdiccionales civil y penal), o por los Juzgados de 1.ª
Instancia especializados en Familia, donde los hubiere. También podrá acordarse la derivación,
dentro de dichos procesos civiles, por los Juzgados de Violencia sobre la Mujer, cuando le
corresponda conocer de forma exclusiva y excluyente de los asuntos civiles indicados en el
artículo 87 ter.2 de la LOPJ.

2.º Dentro de los procesos penales por violencia de género o doméstica, bien por el Juzgado de
Instrucción al acordar una orden de protección a las víctimas, bien por el Juzgado de Violencia

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sobre la Mujer al adoptar dicha orden o desempeñar las demás competencias que en el orden
penal le atribuye el artículo 87 ter.1 de la LOPJ.

3.º Por las entidades públicas a la que esté encomendada, en el respectivo territorio, la
protección de los menores, dentro de los procedimientos administrativos de formalización del
acogimiento familiar (vid. art. 173.2.3.º.a) o acogimiento familiar provisional.

En todos estos casos, el fundamento legal que sustenta el acuerdo de derivación al PEF, por orden judicial o
administrativa, se residencia en el artículo 94 del CC («... El juez determinará el tiempo, modo y lugar de ejercicio
de este derecho...») y en el artículo 158.4.º del CC («El Juez, de oficio o a instancia del propio hijo, de cualquier
pariente o del Ministerio Fiscal, dictará:... 4.º En general, las demás disposiciones que considere oportunas, a fin
de apartar al menor de un peligro o de evitarle perjuicios»).

Cuando la intervención del PEF se acuerda en fase de ejecución de la resolución judicial que establece el
derecho de visitas, el fundamento sustantivo de la medida seguirá siendo el mismo, pero, para fundar en el plano
procesal la adopción de esta medida, se puede acudir a lo dispuesto en el artículo 91 del CC («En las sentencias
de nulidad, separación o divorcio, o en ejecución de las mismas, el juez... determinará... las medidas que hayan
de sustituir a las ya adoptadas con anterioridad en relación con los hijos...») e, inclusive, a lo establecido en el
artículo 700 párr. 1.º de la LEC para la ejecución de las obligaciones no dinerarias («Si el requerimiento para
hacer, no hacer o entregar cosa distinta de una cantidad de dinero no pudiere tener inmediato cumplimiento, el
tribunal, a instancia del ejecutante, podrá acordar las medidas de garantía que resulten adecuadas para asegurar
la efectividad de la condena»).

4. Modalidades que puede revestir la intervención de los PEF


Sería conveniente la existencia de una normativa autonómica que precisare claramente los tipos de intervención
que puede llevar a cabo el PEF, a fin de delimitar más exactamente lo que puede o debe hacerse por los
profesionales adscritos a estos Centros. A falta de dicha concreción, legal o reglamentaria, ateniéndonos a la
función básica del PEF como lugar o espacio destinado a facilitar los contactos y relaciones del menor con sus
familiares en las situaciones de conflicto de sus progenitores entre sí o de éstos con el familiar o familiares de
una línea, y a la dinámica de intervención de estos centros que se observa en la realidad práctica y judicial,
podemos decir que sus modalidades básicas de intervención son fundamentalmente stas:

4.a) La intervención limitada a la intermediación entre los progenitores , o familiares de que se


trate, para la entrega y recogida de los menores necesaria para el desarrollo de las visitas. La
labor del PEF en este caso queda reducida a realización de los intercambios de los menores para
la efectividad de las visitas al inicio y término de éstas, es decir, a la organización de la entrega
material de los menores al PEF por parte del progenitor custodio para que sean recogidos a
continuación por el no custodio, que se los llevará consigo para disfrutar con ellos el periodo
establecido en el régimen correspondiente y, al reintegro de los menores por el no custodio al
custodio, en el mismo Centro, al término del periodo que corresponda. En este tipo de
intervención, la más común, los profesionales del PEF deben perseguir dos objetivos básicos: a)
Garantizar la seguridad de los miembros de la familia en conflicto y evitar indeseables encuentros
personales entre los padres de los menores en el interior de las dependencias del PEF, para lo
cual se suele citar a los progenitores con un intervalo mínimo de media hora de diferencia, a fin
de asegurar su no coincidencia en el Centro, y b) Garantizar en todo caso la seguridad e interés
de los menores, para lo cual observarán si concurre alguna circunstancia extraordinaria en los
menores o en el progenitor no custodio que desaconseje la entrega de aquellos a éste (signos
evidentes de encontrarse bajo los efectos de consumo de drogas o alcohol en el padre; crisis de
ansiedad por miedo o terror del menor a su padre no custodio, etc.) y en caso positivo
suspenderán la entrega y darán cuenta al juez, remitiéndole al efecto el oportuno informe, para

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que resuelva lo procedente. Así pues, como señala PÉREZ SALAZAR-RESANO (14) , la
intervención del PEF en este caso no es sólo la de «intercambiador de niños» sino que ha de
controlar que el proceso de entrega y recogida se desarrolle en forma serena y gratificante para
el menor. Ha de observarse la actitud y reacción del niño ante la llegada del progenitor no
custodio; si marcha con él contento o triste; las experiencias y sentimientos que exterioriza al
regreso: alegría, paz, tranquilidad, ansiedad, frustración, disgusto; la forma en que se produce la
despedida del no custodio, si éste da consignas al menor que puedan provocar un conflicto con
el otro progenitor, etc. En definitiva, la comprobación de los signos externos que evidencian la
forma en que se ha desarrollado la visita.

4.b) El desarrollo y puesta en práctica de visitas tuteladas o supervisadas. En esta modalidad de


intervención del PEF, las relaciones y comunicaciones paterno-filiales tienen lugar en las propias
dependencias del PEF y son supervisadas, controladas y dirigidas por los profesionales del
mismo. Este tipo de visitas tuteladas o supervisadas resultan procedentes en todos aquellos
casos en que, por las circunstancias personales que rodean al menor y al progenitor no custodio
los mismos no se encuentran en condiciones de mantener encuentros a solas. En el apartado
6.c) siguiente nos referiremos a algunos de los supuestos en que puede ser de gran utilidad
implantar un régimen de visitas tuteladas.

Normalmente, estas visitas supervisadas suelen constituir la primera fase de regímenes de visitas
progresivos , caracterizados por la paulatina ampliación del régimen a través de sucesivas fases;
el éxito de cada una de ellas condiciona el paso a la siguiente; se inician con una primera fase,
cuya duración oscila entre dos y tres meses, de visitas tuteladas, de duración no superior a dos
horas, en las dependencias del PEF; si, según los informes del centro, la evolución de los
contactos es positiva, se pasará a un segunda fase en que se permitirán salidas a solas del
menor y su progenitor, de 4 o 5 horas, fuera del PEF, durante uno o dos días a la semana, todas
las semanas o en semanas alternas; en una tercera fase, que a veces se suprime a base de
ampliar la anterior, el menor permanece con el progenitor no custodio los sábados y domingos de
fines de semana alternos durante todo el día (p.e., de 10 a 20:30 horas) y alguna tarde entre
semana, siempre sin pernocta, y, finalmente, si la mejora de relación paterno-filial se ha
conseguido adecuadamente en esta tercera fase, según los informes del PEF se pasará a la
última, de régimen de visitas normalizado tanto en los días entre semana, como fines de semana
y vacaciones escolares, ahora ya con pernocta del menor en el domicilio del no custodio.

4.c) La intervención en las entregas y recogidas de los menores con posibilidad de realización de
las visitas, no tuteladas, en el PEF. La normativa navarra sobre PEF (15) se refiere a esta
modalidad de intervención como visita de recogida y entrega con posibilidad de permanencia en
el Punto de Encuentro Familiar.

Esta función de los PEF es muy minoritaria y se utiliza para dar solución satisfactoria a los casos
de progenitores no custodios sin domicilio en el lugar de residencia del menor que carecen del
apoyo de familiares o conocidos en la localidad de disfrute de la visita y no tienen posibilidad, por
falta de recursos económicos, de contratar un alojamiento hotelero durante el tiempo que
abarque la visita. Normalmente se trata de contactos muy espaciados en el tiempo y sin
periodicidad predeterminada, lo que hace necesario, en ocasiones, la ayuda del profesional del
PEF para facilitar la relación.

5. Ventajas e inconvenientes de su utilización


El balance que cabe realizar de la actuación de los PEF, tras evaluar los resultados habidos en su corta vida, no
puede ser más positivo. La utilización de los PEF para la efectividad del régimen de visitas, en cualquiera de sus
modalidades de intervención, reporta a las familias en crisis y con grave conflicto, enfrentamiento o absoluta

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incomunicación de los progenitores, ventajas de todo orden, que nadie discute.

En primer lugar, y éste es el logro más importante de los PEF, han servido para garantizar a muchísimos
progenitores no custodios la realización de unas visitas que, sin estos Centros, se hubieran visto suspendidas de
facto, ante la incapacidad de los progenitores para articular por sí solos su desarrollo ordinario venciendo los
conflictos existentes entre ellos y la impotencia del Juzgado para hacer efectivo el régimen de visitas por otros
medios. Tal garantía es especialmente visible en las hipótesis, no infrecuentes, en que las visitas se sometían,
para proteger al menor, a determinados controles o restricciones derivados de circunstancias personales del
progenitor no custodio, que obligaban a su verificación o comprobación en el momento de la entrega de los
menores. Así, p.e., la presencia de los abuelos en caso de enfermedades psiquiátricas en el no custodio; la
inexistencia de signos externos aparentes de consumo abusivo de alcohol o de drogas en padre con
antecedentes de drogadicción. La comprobación de la presencia de los abuelos o la inexistencia de signos de
consumo de tóxicos en el progenitor no guardador por los profesionales del PEF garantizan la realización de
estas visitas, que, de hacerse al margen del PEF, darían lugar a todo tipo de conflictos y disputas por la
inexistencia de un tercero que objetiva e imparcialmente verifique si se dan las condiciones necesarias para la
realización de la visita.

En segundo lugar, la intervención del PEF se ha revelado como un poderoso instrumento para disuadir al
progenitor custodio del empleo de prácticas obstructivas e impeditivas del régimen de visitas, en la medida en
que al programar el PEF el calendario de las visitas, el progenitor custodio viene obligado a justificar ante el
Centro las causas de la incomparecencia de los menores ante el mismo en el día y hora establecidos, y ello
permite preconstituir un fácil prueba de los incumplimientos del régimen de visitas por parte del progenitor
custodio. Si éste recurre a argucias o tretas de todo tipo para justificar la no presentación de los menores ante el
PEF (16) , quedará constancia en el Centro del incumplimiento y de la verosimilitud o inconsistencia del motivo
alegado, facilitando de este modo, en su caso, una posible aplicación de las previsiones contenidas en el artículo
776.3.ª de la LEC (17) . En una de las conclusiones aprobadas en las Jornadas sobre Mediación Familiar y
Puntos de Encuentro Familiar celebradas en Valladolid en el año 2004 se señalaba que la remisión a los PEF
«se muestra como un recurso decisivo para evitar el llamado "síndrome de la madre maliciosa"».

Es innegable, asimismo, que la derivación al PEF en los supuestos de vigencia de una orden de alejamiento, al
evitar el contacto visual entre los progenitores con motivo de las entregas y recogidas de los menores evita la
repetición de episodios de maltrato psicológico o reiteración de agresiones a la víctima. Indirectamente, esa falta
de contacto contribuye a rebajar el nivel de tensión existente entre los progenitores en el momento álgido de la
crisis familiar.

PEÑA YÁÑEZ (18) señala que la intervención del PEF proporciona otras muchas ventajas a los propios
progenitores y a los menores. Al progenitor custodio: obtener información del desarrollo de las visitas y el
asesoramiento necesario para solventar los problemas que se detecten en el menor tras la ruptura familiar, y, en
contrapartida, disminuir la manipulación del hijo. Al no custodio: ver facilitadas las comunicaciones con el hijo;
participar activamente en la educación y en la vida del menor y transmitir a éste la imagen real de sí mismo y,
asimismo, disponer de asesoramiento técnico para solucionar las dificultades de relación con su hijo que puedan
presentarse. Ambos progenitores pueden encontrar una vía de acercamiento y mejorar su comunicación para el
intercambio de preocupaciones, intereses y deseos que afecten a los hijos, los cuales podrán relacionarse de
forma normalizada con ambos progenitores evitando el riesgo emocional derivado de la manipulación por uno de
los padres.

Ahora bien, aun siendo muchos y muy importantes, los beneficios que se obtienen con la intervención del PEF
para el desarrollo de las visitas, no puede desconocerse que también presentan algunos inconvenientes que no
pueden obviarse.

En primer lugar, la necesidad de acudir al PEF para todos los intercambios origina a los menores indudables
molestias, al obligarles a pérdidas de tiempo en los desplazamientos necesarios para ir y regresar al PEF, a las

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que deben sumarse las inevitables esperas en el Punto de Encuentro, derivadas del hecho de venir obligado un
progenitor a abandonar las dependencias antes de que llegue el otro para evitar encuentros indeseados entre
ambos, sin contar que, tras la recogida, deben iniciar un viaje de ida o regreso al domicilio de uno de sus
progenitores. El mantenimiento de la intervención del PEF durante un largo periodo de tiempo redunda en
perjuicio de las relaciones del progenitor no custodio con el menor, para quien las visitas se convierten en un acto
poco atractivo por las incomodidades de todo orden que su inicio y finalización conllevan. Si se prolonga durante
años la intervención del PEF, el menor puede mostrar rechazo a ir con su padre no custodio, al identificar la
comunicación con éste con esas molestias o incomodidades que, perpetuadas en el tiempo, pueden convertirse
en odiosas y hacerse insoportables para el menor.

En segundo lugar, no puede ignorarse que la permanencia prolongada de la intervención del PEF puede
contribuir a cronificar el conflicto existente entre los progenitores, al ofrecerles una solución fácil para canalizar
las entregas y recogidas sin obligarles a acudir a algún tipo de intervención de mediación o terapia psicológica
que contribuya a rebajar los niveles de conflicto y les capacite para establecer la mínima comunicación personal
imprescindible para resolver sus conflictos civilizada y pacíficamente. En este sentido es de destacar cómo en la
actualidad es perceptible una clara tendencia de las partes a institucionalizar la intervención del PEF,
especialmente por parte de los padres no custodios, temerosos de sufrir, por parte de sus compañeras o ex
esposas, denuncias de maltrato o amenazas cada vez que entran en contacto con las mismas en las entregas y
recogidas de los menores. La repercusión que las noticias de perpetración de delitos de violencia doméstica y de
género tienen en los medios de comunicación de masas y la sensibilización de la opinión pública ante este tipo
de delincuencia está produciendo un fenómeno de estigmatización social de la figura del maltratador que
alcanza, incluso, a quienes, son acusados de este tipo de delitos por hechos que dan lugar posteriormente al
sobreseimiento o la absolución en la vía penal. De ahí que sea habitual que muchos padres rehúyan todo
contacto con la madre de sus hijos para evitar el ser objeto de denuncia por episodios de presunto maltrato (19) .

Finalmente, no puede desconocerse que, en los casos de visitas supervisadas que se desarrollan en el interior
de las dependencias de un PEF, el mantenimiento prolongado de este tipo de contactos parento-filiales puede
resultar empobrecedor y contraproducente para el fortalecimiento de lazos y vínculos afectivos del menor con el
progenitor no custodio, ya que las relaciones de los menores con su padre necesitan espacios comunes de
encuentro y contacto en juegos, aficiones, gustos y disfrute del tiempo de ocio que no pueden llevarse a cabo en
el estrecho marco físico de las dependencias del Punto de Encuentro (20) y se dificultan o impiden si no se
permite la salida de los menores del mismo. En este sentido, la SAP de Málaga, Secc. 6.ª, de 22 de junio de
2006, ponente Sra. M.ª S. Jurado Rodríguez, resalta acertadamente este aspecto al indicar que el modo de
relación de los padres con los hijos en un PEF bajo las supervisión de profesionales no es el mejor sistema para
garantizar un buen desarrollo de esas relaciones en condiciones óptimas, pero «tal sistema se adopta como mal
menor con la intención de no romper el contacto entre ellos».

6. Supuestos en que resulta procedente la intervención del PEF


En determinados casos la intervención del PEF resulta imprescindible para lograr el cumplimiento del régimen de
visitas establecido ante la inviabilidad de otras alternativas aptas para su efectividad. En otros, la derivación a
este recurso social se presenta como una medida conveniente y recomendable porque, sin ser estrictamente
necesaria, puede resultar útil y oportuna por muy diversos motivos.

Sin ánimo de exhaustividad, y a título meramente ejemplificativo, desde la experiencia de la praxis judicial,
podemos enunciar como supuestos en que, con mayor frecuencia se hacen derivaciones a los PEF para el
cumplimiento o desarrollo de las visitas, los siguientes:

a) Orden de alejamiento

En caso de prohibición de acercamiento a la progenitora custodia, parece lo mas adecuado a la situación creada
que las visitas, o las entregas y recogidas de los menores, se realicen en un PEF, resultando inevitable la
derivación al mismo en la hipótesis, ya analizada, en que no sea posible aplicar ninguna de las soluciones

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alternativas a la utilización del mismo indicadas en el epígrafe II anterior.

b) Malas relaciones entre los progenitores

En aquellos supuestos en que, aun no pesando sobre el padre una prohibición de aproximación a la madre, la
crisis de pareja desemboca en una relación de abierta hostilidad entre los progenitores, cada entrega o recogida
de los menores para el cumplimiento del régimen de visitas es aprovechada por aquellos como una ocasión
propicia para librar una nueva «batalla» en su guerra de desgaste personal, sin dudar, a veces, en emplear a los
propios hijos como ariete contra el oponente. Cuando la situación de conflicto entre los progenitores se torna
virulenta, lo habitual que el Juzgado acuerde la derivación de las entregas de los menores al PEF a fin de evitar
enfrentamientos entre los progenitores con motivo del cumplimiento del régimen de visitas que, inevitablemente,
habrían de afectar a la estabilidad emocional de los menores, obligados a presenciar, al inicio y término de cada
visita, toda suerte de altercados, descalificaciones e insultos entre sus progenitores.

La eliminación de enfrentamientos entre los progenitores favorece, por sí sola, las relaciones del menor con el no
custodio, como dice la SAP Vizcaya, Secc. 4.ª, de 8 de febrero de 2007, resol. 106/2007, rec. 552/2005, ponente
Fernando Valdés-Solís Cecchini, para mantener la entrega del menor en el punto de encuentro («puede
favorecer la relación paterno-filial al evitar nuevos enfrentamientos entre los progenitores...»).

c) Implementación de regímenes de visitas tuteladas

Como supuestos en que puede resultar conveniente instaurar un régimen de visitas tutelado se han señalado los
siguientes:

c.a) La reanudación de relaciones entre el menor y su progenitor cuando las mismas han estado
interrumpidas durante largos periodos de tiempo. A este respecto la duración de la interrupción se debe
medir en función de la edad del menor (21) . Cuanto menor sea la edad del niño, aunque el periodo de falta de
contacto haya sido menor, más necesario se hará un restablecimiento paulatino y supervisado de los contactos,
pues el progenitor puede haberse convertido en un desconocido para el niño.

Cuando la falta de contacto es prolongada y es imputable a la desidia del progenitor no custodio, si es el niño
quien se niega a admitir un régimen de visitas normalizado, esa negativa habrá de considerarse fundada. El AAP
Málaga, Secc. 6.ª, de 16 de febrero de 2006, resol. 38/2006, rec. 68/2006, ponente Soledad Jurado Rodríguez,
deniega al padre el despacho de ejecución de sentencia solicitada para comunicar con su hijo de 10 años, al que
no veía desde los 3, con el argumento de que esa pretensión no consiste en mantener la relación con su hijo,
sino en reiniciarla, y el modo en que se produce esa reanudación ha de supeditarse al interés del menor, pues,
en otro caso «... quedaría el equilibrio emocional del niño a expensas de los vaivenes afectivos de su padre» .

El restablecimiento de los contactos parento-filiales a través de visitas supervisadas por profesionales en un PEF,
al menos durante los primeros encuentros, tiene por objeto asegurar una mínima adaptación y conocimiento
entre ambos y la recuperación o establecimiento de un vínculo afectivo para que puedan relacionarse
autónomamente fuera de las dependencias del PEF. A mayor edad del menor, si los vínculos afectivos previos a
la ausencia eran sólidos, menos necesaria será la medida de supervisión.

Normalmente estas visitas supervisadas suelen constituir la primera fase de regímenes progresivos en que de
forma paulatina se amplía el tiempo de la comunicación y el grado de autonomía de los comunicantes.

c.b) La existencia de enfermedades de tipo psiquiátrico, alcoholismo, toxicomanías o adicciones en el


progenitor custodio que, por el estado en que se encuentran, generen un riesgo razonable de peligro o
daño, físico o psíquico, para el menor con ocasión de las visitas. En los casos de progenitores no custodios
con enfermedades psiquiátricas (esquizofrenias o paranoias, especialmente) o trastornos graves de la
personalidad o el comportamiento (trastorno ansioso-depresivo o compulsivo, conducta antisocial, anorexia,
bulimia, etc.) en fase de crisis aguda, bien por no sometimiento del paciente al tratamiento ambulatorio o
controles médicos adecuados, bien por falta de adherencia al mismo (no toma de los fármacos prescritos, por
ejemplo), e igualmente en los supuestos de toxicomanía o adicciones en fase de consumo activo, la protección

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del interés del menor exige permitir que el mismo pueda comunicarse, en función de las circunstancias
concurrentes, con su progenitor, que por otra parte no deja de ser una persona enferma, y, a la vez, impedir
comportamientos agresivos o reacciones o actos en cortocircuito de aquéllos contra los menores con motivo de
los encuentros. Las visitas tuteladas ofrecen en estos casos la garantía del control del aspecto y estado físico y
psicológico en que el padre llega al PEF para comunicar con su hijo (22) , y, de autorizarse la realización del
contacto por los profesionales del Centro, la posterior vigilancia de la comunicación paterno-filial.

La SAP Lugo, Secc. 1.ª, de 19 de diciembre de 2006, resol. 416/2006, rec. 454/2005, ponente María José Ruiz
Tovar, revoca el régimen de visitas ordinario concedido en 1.ª instancia a un padre que padecía alcoholismo
crónico y establece un régimen de visitas controladas en un punto de encuentro familiar durante dos horas los
sábados y domingos, con posibilidad de ampliar las mismas e incluso autorizar su desarrollo fuera de dicho punto
a la vista de la evolución positiva de los informes siempre con las debidas garantías de seguridad para la menor.
La fijación de este régimen se razona así:

«... El alcoholismo crónico del padre no hace aconsejable que recoja o lleve a la menor o esté a solas con la
misma, por muy buenas relaciones que Daniela (7 años en la actualidad) haya podido tener con los abuelos
paternos (...). El médico forense y la psicóloga recomendaron que las visitas se realizaran en el punto de
encuentro, "dada a imprevisibilida de do seu comportamento, en relación a o seu hábito alcohólico e o
ofecemento dun modelo parental pouco adecuado". Véase igualmente el tiempo transcurrido sin ver la menor a
su progenitor...».

En los supuestos en que el progenitor no custodio esté diagnosticado de esquizofrenia o paranoia, dado el
carácter impredecible de la conducta de estos enfermos durante los brotes agudos de la enfermedad, lo normal
será que se establezca a su favor un régimen de visitas limitado de dos horas, los días que se fijen, a desarrollar
en un PEF, de forma tutelada y supervisada por los profesionales del mismo. Ahora bien, no debe descartarse la
posibilidad de ampliar progresivamente estos regímenes permitiendo que se desarrollen fuera del PEF pero con
la adopción de otras cautelas o medidas.

En la sentencia del Juzgado de 1.ª instancia n.º 24 de Madrid de 5 de enero de 2007, dictada por mí, en los autos
de modificación de medidas n.º 489-2006, se discutía el régimen de visitas de que debía disfrutar un padre no
custodio que tenía diagnosticada esquizofrenia paranoide. La sentencia de separación en el año 2002 y
posteriormente la de divorcio en 2004 habían establecido a favor del padre un régimen de visitas limitado, a
desarrollar en un PEF, de forma controlada. Los motivos, que fundamentaban dada la personalidad agresiva del
padre por entender que debía prevalecer en todo caso el derecho de los menores a la seguridad y este limitado
régimen de comunicaciones paterno-filiales, residían, de un lado, en la personalidad agresiva del padre, y, de
otro, en la posibilidad de que sufriera accesos o recaídas graves en la enfermedad de esquizofrenia paranoide
que le había sido diagnosticada, en relación con las cuales la salida de los menores del Punto de Encuentro
podía suponer un elemento nuevo y sorpresivo, que supone cierto riesgo dada la psicosis paranoide que sufrió el
padre.

En el proceso de modificación de medidas, se había objetivado que las comunicaciones paterno-filiales, según
los informes del Punto de Encuentro, siempre se habían desarrollado con normalidad; que los menores
mantenían una relación afectuosa y próxima con el padre, concluyendo el informe pericial que los menores
podrían beneficiarse de una mayor y mejor relación con su padre y su familia si se permitiera, en una primera
fase, los contactos paterno-filiales fuera del Punto de Encuentro, y posteriormente, en una segunda fase, la
introducción de la pernocta, si no hubiera circunstancias que lo desaconsejen. Se acreditó asimismo que el
padre, con 5 antecedentes de ingresos psiquiátricos por episodios psicóticos, acudía regularmente a tratamiento
ambulatorio en los Servicios de Salud Mental; que se encontraba estabilizado clínicamente y había logrado
reincorporarse a su vida laboral y social con normalidad...

Con base en todo ello, la sentencia estableció un régimen de visitas de 9 horas, en sábados y domingos de fines

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de semana alternos, con las siguientes cautelas y controles: a) recogida y entrega de los menores en el PEF y
presencia en las entregas y durante las visitas de algún miembro adulto de la familia paterna; b) informes
trimestrales del PEF sobre la evolución de las visitas; c) informes bimensuales de los Servicios de Salud Mental
de Zona sobre la evolución de la esquizofrenia paranoide, seguimiento del tratamiento ambulatorio y
farmacológico por el paciente y mejorías o regresiones en la enfermedad, informando de la existencia de riesgo
cierto de nuevos episodios psicóticos, su alcance e incidencia que puedan tener en su relación normalizada con
sus dos hijos menores. Todo ello con posibilidad de acordar, en ejecución de sentencia (23) , la regresión a
regímenes más restrictivos en caso de involución de la enfermedad o progresión en caso de mejora.

c.c) Desarrollo de visitas tuteladas en el PEF, como alternativa a la suspensión del régimen, en los
supuestos, no comprobados, de denuncia de maltrato o abuso sexual cometidos sobre el menor por
parte del progenitor no custodio. La existencia de procesos penales abiertos contra el progenitor no custodio,
normalmente por denuncias del custodio, por presunto maltrato físico o psíquico sobre el menor, o por abusos
sexuales, cuando el juez albergue dudas razonables sobre la verosimilitud del hecho denunciado, plantean al
juez la necesidad de adoptar una decisión de gran complejidad. En estos casos, realmente delicados, el juez
debe proceder con mucha cautela. Si suspende el régimen de visitas en todo caso, tan pronto tiene noticia de la
apertura del proceso penal, puede estar dado amparo a intereses espurios del progenitor custodio, quien puede
haber iniciado el proceso penal con el fin de apartar al menor del otro progenitor, y, en cualquier caso, puede
causar un daño irreparable al menor y al progenitor no custodio, al privarles de toda comunicación y relación
afectiva durante el periodo de tiempo en que permanece abierto el proceso penal si, finalmente, éste se sobresee
o termina por sentencia absolutoria. En el extremo opuesto, si tras la apertura del proceso penal por estos
motivos el juez mantiene, sin modificación alguna, un régimen de visitas ordinario, con pernocta incluso, entre el
menor-presunta víctima y su progenitor-presunto agresor, estará sirviendo en bandeja de plata a este último la
oportunidad de continuar perpetrando el maltrato o abuso objeto de la denuncia, lo que ocasionará al menor un
daño irreparable. Y, como guinda para la adopción de esta difícil y endiablada decisión, no podrá el juez olvidar el
juego de la presunción de inocencia del progenitor inculpado, pues, de suspender el régimen de visitas, estará
extrayendo consecuencias jurídicas negativas para el acusado de la sola existencia de una acusación, lo que, en
principio, contraría el sentido de aquella presunción, y, de no suspenderlo, no estará adoptando las necesarias
medidas cautelares de carácter personal para proteger a la víctima del delito, que pueden adoptarse en el ámbito
penal (arts. 13, 544 bis y 544 ter de la LECrim.) sin atentar por ello contra la presunción de inocencia.

Una forma equilibrada y prudente de resolver la cuestión, conciliando los diversos intereses en conflicto y
salvaguardando el interés del menor, es, justamente, la de restringir o limitar el régimen ordinario de visitas
anteriormente existente y establecer que, hasta tanto recaiga resolución definitiva o firme en el proceso penal
correspondiente, o hasta que se considere oportuno en atención a las circunstancias concurrentes, las visitas
entre el progenitor no custodio y el menor se desarrollen en el interior de las dependencias del PEF más próximo
al domicilio del menor, en presencia y bajo la supervisión de un psicólogo del centro, concediéndose facultades a
éste por el juez para suspender la visita si lo considera oportuno por observar o apreciar la presencia de signos,
datos o reacciones en el menor de los que infiera que el hecho denunciado pudiera ser cierto.

En estos supuestos, el desarrollo de visitas tuteladas en el PEF convierte los encuentros en un observatorio,
realmente privilegiado, de las relaciones entre el menor y su progenitor no custodio que permitirá corroborar, de
modo indirecto, el grado de verosimilitud de la denuncia. Las reacciones y comportamiento de un niño abusado o
maltratado frente a su maltratador o abusador son radicalmente opuestas a las del niño no abusado ni maltratado
que se siente querido por su progenitor, y son fácilmente detectables para un psicólogo experto en credibilidad
del testimonio. Si el tipo de relación, complicidad, interacción y afectividad que se establece entre el menor y el
progenitor denunciado es incompatible con existencia de una situación de maltrato o abuso previos, podrá el juez
ampliar el régimen de visitas y autorizar el desarrollo de las mismas fuera de las dependencias del PEF. Si el
contacto parento-filial revela comportamiento o actitudes en el menor compatibles con un previo abuso o
maltrato, el juez suspenderá de plano el régimen de visitas en base al resultado de una prueba pericial objetiva y

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plenamente fiable.

c.d) La existencia de malas relaciones entre el progenitor no custodio y el menor, con grandes
dificultades por parte de ambos para comunicarse de forma normalizada —p.e., supuestos de graves
procesos de interferencia o influencia en el hijo por parte de un progenitor, alienación parental, posicionamiento
de un menor en contra de un progenitor y a favor del otro, falta de habilidades para relacionarse (24) , etc.—. En
este caso la intervención del profesional del PEF que supervisa las visitas es fundamental para la enseñanza de
habilidades relacionales, la modificación de actitudes o el manejo de situaciones que favorezcan la apertura y
confianza entre padre e hijo. Si la relación se estanca y no se producen avances en la mejora de la relación
parento-filial, puede resultar aconsejable el seguimiento de terapias psicológicas de apoyo a todos o parte de los
miembros de la unidad familiar para resolver el problema.

d) Instauración de regímenes progresivos iniciados con visitas tuteladas

La implantación de regímenes progresivos, iniciados con visitas supervisadas por los profesionales del PEF,
suelen establecerse tras largos periodos de incomunicación del menor con el progenitor no custodio, cualquiera
que haya sido la causa de la falta de contactos, ora por alejamiento físico, ora por distanciamiento afectivo, ora
por ambos. En esa primera fase de visitas tuteladas, de corta duración, la finalidad que se persigue es lograr el
restablecimiento del vínculo afectivo, roto durante un lapso prolongado de tiempo. Si esa primera fase se supera
con éxito, se abrirá el paso a las siguientes, en que progenitor y menor, ya de forma autónoma, irán ampliando
los tiempos de estancia hasta alcanzar un régimen completamente normalizado y con pernocta.

Naturalmente, a mayor edad del menor y más largo periodo de incomunicación con su progenitor, más se
agrandará la dificultad para conseguir recomponer la relación paterno-filial rota. El grado de dificultad puede
alcanzar cotas insuperables si el menor se encuentra en plena adolescencia y muestra un fuerte rechazo al
progenitor no custodio a consecuencia de una negativa influencia del otro progenitor. El Auto de la AP de
Barcelona, Secc. 12.ª, de 12 de abril de 2005, ponente Sr. J. M. Jiménez de Parga Gastón, acuerda el
establecimiento de una relación progresiva de un menor, de 12 años, con su padre, en presencia permanente de
un psicólogo para garantizar la estabilidad emocional de aquél, al haberse constatado que la madre de manera
reiterada había venido ejerciendo una nefasta influencia sobre el menor con el fin de desdibujar la figura paterna

e) La derivación al PEF como elemento de preconstitución de prueba en caso de incumplimientos


reiterados del régimen de visitas por parte del progenitor custodio

Cuando en el desarrollo del régimen de vistas se producen constantes incumplimientos que el progenitor
custodio imputa a actitudes o comportamientos indebidos del custodio en el momento de la recogida de los
menores; o cuando surgen de manera permanente problemas e incidencias con motivos de los horarios, modo o
forma en que se entrega a los menores; acerca de si es el menor quien se niega a ir con el no custodio o es el
progenitor custodio el que busca o «fabrica» toda suerte de pretextos o excusas para impedir que se cumplan las
visitas —enfermedades del menor (25) ; asistencia a actividades extraescolares, fiestas o actividades
programadas previamente; el padre no acudió a recoger al menor en la hora establecida, etc.—, y esta
conflictividad no se encauza y encuentra solución con el paso del tiempo, la mejor manera de evitar que el
problema se enquiste y empeore, dada la dificultad de conocer la verdad de lo que realmente sucede en las
visitas, ante las versiones contradictorias de los progenitores sobre las incidencias habidas y la inexistencia de
testigos presenciales directos distintos de los propios hijos, será derivar al PEF las entregas y recogidas de los
menores, pues en estos casos la simple intervención del PEF actúa en muchos casos como elemento pacificador
que sirva para dar solución al problema, pues los informes periódicos que el PEF remite al Juzgado sobre el
grado de cumplimiento, por cada progenitor, de las obligaciones derivadas del régimen de visitas, preconstituye
una prueba objetiva y plenamente fiable para determinar cuál de los progenitores incumple, lo que actúa,
respecto del incumplidor, como elemento que le disuade la realización de nuevas conductas obstructivas u
obstaculizadoras de las visitas ante el riesgo evidente de sufrir, en otro caso, las consecuencias anudadas a tales
incumplimientos (vid. art. 776.2.ª y 3.ª de la LEC: imposición de multas coercitivas; apercibimientos de cambio de

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guarda y custodia, y, finalmente, en casos extremos, concurriendo otros requisitos, el cambio de progenitor
custodio).

f) La derivación al PEF de las visitas de los abuelos u otros parientes cuando el progenitor de su línea
tiene suspendido o restringido el régimen

Cuando se reconoce derecho de visitas a los abuelos u otros parientes de un menor, teniendo el progenitor de su
línea genealógica restringido o suspendido el régimen de visitas, ha de impedirse que las comunicaciones entre
el menor y aquellos ascendientes o parientes se instrumente como un modo de infringir las resoluciones
judiciales que restrinjan o suspendan las relaciones de los menores con alguno de sus progenitores, según
dispone el artículo 160, párrafo 3.º del CC (26) . En tales supuestos, salvo raras excepciones (27) , de
reconocerse a los abuelos, tíos, hermanos o parientes de que se trate, el derecho a visitas con el menor sin
cortapisa ni restricción alguna en cuanto al lugar ni al modo de disfrutarlo, sería fácil para el progenitor cuyo
derecho de visita está restringido o suspendido vulnerar la resolución correspondiente y mantener contactos con
el menor, sin control ni supervisión alguna, durante el tiempo en que los parientes de su misma línea genealógica
tienen consigo al menor.

Así, de reconocerse un régimen de visitas en favor de la abuela paterna de un menor, mientras el padre, que vive
con su madre (abuela del menor), tiene suspendidas las comunicaciones con su hijo, el régimen de visitas en el
interior del punto de encuentro familiar sería una de la pocas alternativas viables para garantizar los encuentros
de la abuela paterna y su nieto sin que los mismos pudieran ser aprovechados por el padre para romper la
incomunicación impuesta por la resolución judicial. En la sentencia del Juzgado de 1.ª Instancia n.º 24 de Madrid
de fecha 28 de diciembre de 2005, dictada por mí, en el juicio verbal 251/2005, se denegó el establecimiento de
un régimen de visitas a favor de la abuela paterna respecto de un menor de 14 años, al rechazar abiertamente
éste todo contacto con su abuela paterna y existir un situación de grave enfrentamiento e incomunicación entre
las familias materna y paterna del menor, y manifestar éste un serio rechazo hacia la figura del padre, que tenía
suspendidas las comunicaciones con su hijo, señalándose:

«... la fijación de un régimen de visitas con su abuela paterna en contra de la expresa voluntad del menor, de
imposible ejecución en tales circunstancias, no haría sino originar en éste serias perturbaciones en su
estabilidad psíquica y emocional, máxime cuando continúa la suspensión del régimen de visitas del menor con
su padre y éste continúa viviendo en el domicilio de la actora y abuela paterna, lo que hace previsible el temor
del menor a que su abuela pretenda un acercamiento a su padre que él rechaza de manera tajante. (...)
Piénsese que la única posibilidad de establecer un régimen de visitas abuela paterna-nieto, en la actual
situación de suspensión del régimen de visitas padre-hijo, pasaría por el inicio de contactos entre ambos en un
Punto de Encuentro Familiar tras el seguimiento de la oportuna intervención psicológica con el menor, de
resultado incierto...»

Incluso puede resultar denegado el derecho de los parientes o allegados del menor a relacionarse con éste si, a
través de tales visitas, se vulneran las restricciones impuestas a las comunicaciones del menor con el progenitor
de la línea correspondiente. Así ocurrió, en un caso, ciertamente excepcional, en que denegué el derecho de
visitas a los hermanos, de vínculo único materno y ya mayores de edad, respecto de su hermana materna, al
tener la madre un régimen restringido de comunicaciones con la menor, consistente en visitas tuteladas de dos
horas de duración en el punto de encuentro familiar, por existir un riesgo cierto de que las mismas, a realizar
asimismo en el punto de encuentro, pudiera ser utilizadas por los hermanos para vulnerar las restricción de
comunicaciones impuesta a la madre. Razona esta sentencia del Juzgado de 1.ª Instancia n.º 24 de Madrid de 4
de diciembre de 2006, autos de juicio verbal 237/2006, la denegación así:

«... si bien no tendría por qué resultar necesariamente perjudicial el establecimiento de esos contactos entre
hermanos, siempre y cuando se realizasen las mismas en un contexto terapéutico controlado por profesionales
y ajustado a las pautas por ellos indicadas, como señala el informe del CAI de 29 de noviembre de 2006, hay

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pruebas bastantes para estimar como probable su utilización por los demandantes y su madre para infringir las
resoluciones de este juzgado sobre las visitas materno-filiales, lo que supondría una flagrante vulneración de lo
dispuesto en el párr. 3.º, inciso 2.º, del art. 160 del CC, lo que, unido al enorme nivel de conflictividad existente
entre la madre de la menor y los propios demandantes, por un lado, y el demandado, por otro, desaconseja su
establecimiento...»

g) Riesgo de sustracción internacional del menor

En los casos en que exista peligro real de que el progenitor no custodio pueda cometer un secuestro o
sustracción internacional del menor aprovechando los periodos en que le corresponde tener consigo al menor en
cumplimiento del régimen de visitas y estancias establecido, pude acordarse, como medida tendente a impedirlo,
que las visitas tengan lugar en el PEF del domicilio del menor, bien en el interior de sus dependencias, en
duración de dos o tres horas (28) , bien fuera de él, con una mayor duración, complementando tal medida con la
cautela de prohibir la salida del menor de territorio nacional. Para que proceda esta medida debe constar
acreditada la existencia de un riesgo objetivo de sustracción, derivado de las circunstancias personales
concurrentes en el no custodio, que denoten un mayor arraigo y vinculación del mismo con un país extranjero
que con el nuestro. Así por ejemplo, que dicho progenitor tiene su principal arraigo en el extranjero por razones
personales, laborales o de otra índole —p.e., el mismo reside en un país extranjero donde vive la totalidad de su
familia de origen y su nueva esposa e hijos comunes; tiene un empleo estable y bien remunerado y ha
manifestado su intención de llevarse consigo al menor (29) —. No obstante, la limitación de las visitas por este
sólo motivo debe aplicarse con carácter restrictivo, pues ha de tenerse presente al respecto lo dispuesto en el
artículo 10.2 (30) de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, de 20 de noviembre de
1989.

(1) Según redacción dada al mismo por la Ley Orgánica 15/2003.

(2) Relativa a los criterios de aplicación de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.

(3)
En el Seminario de Jueces de Familia celebrado en Madrid en el año 2004 sobre «Régimen de Visitas, Puntos de Encuentro
y Casas de Acogida» se mantuvo, en la conclusión 23.ª, la inconveniencia de aplicar con carácter general y sin admitir
excepción alguna la suspensión automática del régimen de visitas prevista en el artículo 48.2 del CP.

(4)
Así lo propugna la Circular 2/2004 de la FGE, sobre criterios para la aplicación de la reforma del Código Penal operada por
la LO 15/2003.

(5)
En los términos utilizados por la Instrucción de la FGE n.º 4/2004, de 14 de junio, acerca de la protección de las víctimas y el
reforzamiento de las medidas cautelares en relación con los delitos de violencia doméstica.

(6) Vid., al respecto, la Circular 4/2005 de la FGE, apartado VIII.H.5.

(7)
En la disyuntiva de optar por una u otra denominación (referidas a una misma situación de hecho: que el agresor se
mantenga siempre alejado de la víctima a una determinada distancia mínima) me inclino por la de prohibición de
aproximación o acercamiento en cuanto traduce mejor la idea de que el delito de quebrantamiento de la pena o de la medida
cautelar sólo admite la comisión dolosa, de modo que no se comete el delito cuando se produce un acercamiento fortuito,
ocasional e involuntario entre agresor y víctima como consecuencia de la libertad deambulatoria de ambos, o cuando la
víctima se aproxima voluntariamente y de mala fe al agresor para incriminarle.

(8)
Ya que de establecerse tal posibilidad en la resolución del proceso civil se estaría induciendo al propio agresor a vulnerar lo
establecido en el proceso penal y, con ello, a la comisión de un delito de quebrantamiento de condena o medida cautelar de
alejamiento.

(9)

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Esta ley introdujo el artículo 544 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, y, con él, la posibilidad de que, en los procesos
penales seguidos por delitos de los mencionados en el artículo 57 del CP, el juez instructor, para proteger a la víctima,
pudiera imponer al inculpado, como medida cautelar, la prohibición de residir en determinado lugar, acudir a determinados
lugares o la de aproximarse o comunicarse, con la graduación que fuera precisa, a la víctima.

(10)
Se viene estimando que, a partir de poblaciones con más de 20.000 habitantes, el número de familias en conflicto que
precisa del servicio de PEF justifica sobradamente el coste de creación y la dotación presupuestaria necesaria para
mantener este recurso social. En una de las conclusiones aprobadas en las Jornadas sobre Mediación Familiar y Puntos de
Encuentro Familiar, celebradas en Valladolid en el año 2004, se demandó su implantación en las poblaciones con más de
20.000 habitantes y en aquellas otras en que se tenga constancia de una especial conflictividad familiar.

(11) Aprobado por Decreto 93/2005,de 2 de septiembre, publicado en el BOPA n.º 214, de 15 de septiembre de 2005.

(12)
Haciendo suya íntegramente, con alguna mejora, la definición de PEF que ya se hubiera realizado en las Jornadas sobre
Puntos de Encuentro Familiar realizadas en septiembre de 2004 en Barcelona: «Una alternativa de intervención temporal,
realizada en un lugar idóneo y neutral, atendido por profesionales, donde se produce el encuentro de los miembros de la
familia en crisis en orden a facilitar la relación entre el menor y sus familiares, y donde se garantiza la seguridad, bienestar e
interés superior del menor».

(13)
También, aunque con menos frecuencia, en los procesos de impugnación de resoluciones administrativas en materia de
protección de menores regulados en los artículos 779 y 780 LEC.

(14)
PÉREZ SALAZAR-RESANO, Margarita, en «Patria potestad», dentro de la obra colectiva Tratado de Derecho de Familia,
coordinada por Pedro González Poveda y Pilar Gonzálvez Vicente, editorial Sepín, 2005, pág. 219.

(15)
Así se denomina en el pliego de condiciones técnicas publicado como anexo a la Resolución 1381/2006, de 27 de octubre,
de la Dirección General de Familia, Departamento de Bienestar Social, Deporte y Juventud del Gobierno de Navarra, por la
que se aprueba el expediente de contratación para la Gestión de un Punto de Encuentro Familiar (PEF). En el apartado 5.3
de dichas condiciones técnicas, al tratar los tipos de visitas/funciones a desarrollar en el PEF se distingue entre: Visita de
recogida y entrega, Visita tutelada y Visita de recogida y entrega con posibilidad de permanencia en el PEF.

(16)
Como la alegación de inexistentes enfermedades en los niños; la preferencia de los menores por acudir a la celebración del
cumpleaños de un amigo; negativas injustificadas del menor para ir con su padre en base a hechos inventados; alegación
de excusas absurdas para justificar la inasistencia de los menores al PEF, como que se niegan a ir en transporte público o
que el vehículo del progenitor custodio estaba averiado; error en la fecha o periodo de la visita, etc.

(17)
Dicho precepto establece: «El incumplimiento reiterado de las obligaciones derivadas del régimen de visitas, tanto por parte
del progenitor guardador como del no guardador podrá dar lugar a la modificación del régimen de guarda y visitas».

(18)
PEÑA YÁÑEZ, M.ª Ángeles, en el trabajo «Intervención de los Equipos Técnicos y Punto de Encuentro Familiar», dentro de
la obra colectiva Estudios Jurídicos. Cuerpo de Secretarios Judiciales, n.º 13, editada por el Centro de Estudios Jurídicos de
la Administración de Justicia, que puede encontrarse en la dirección de Internet
www.cej.justicia.es/pdf/publicaciones/secretarios_judiciales/SECJUD13.pdf.

(19)
Piénsese que, a la estigmatización social derivada de la detención policial, debe unirse el auténtico pavor de algunos padres
a ser objeto de detención policial y posterior puesta a disposición judicial, pues la estancia en los calabozos policiales a la
espera de ser conducido a la presencia judicial es una experiencia traumática que no están dispuestos a repetir quienes la
han sufrido injustamente, por haber sido absueltos posteriormente del delito imputado.

(20)
Como llevar al menor al cine, a un parque temático, jugar o compartir con él aficiones, acompañarle al cumpleaños de un
amigo, etc.

(21)
Así por ejemplo, para un menor de tres años que no ha visto ni tenido contacto alguno con su padre en el último año de su
existencia, dado el reducido acervo común de vida y experiencias compartidas entre éste y su progenitor y la memoria

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difusa del menor sobre acontecimientos de los dos primeros años de su vida, el padre será un perfecto desconocido pues,
en definitiva, ha estado alejado del mismo durante el último tercio de su vida. Para un menor de 9 años que estuviera en el
mismo caso, si el vínculo paterno-filial estuvo en su día bien establecido, no sería necesaria tal supervisión, a menos que los
motivos de la ausencia del padre hayan generado en el menor rechazo hacia la figura paterna por sentimiento de pérdida o
abandono y subsiguiente reproche hacia el padre ausente.

(22)
La SAP de Córdoba, Secc. 2.ª, de 10 de marzo de 2006, ponente Antonio Puebla Povedano, declara que no procede
suspender al padre, aficionado a la bebida, el derecho a visitar a su hija, mientras dure la medida cautelar de alejamiento
impuesta respecto de la madre, y mantiene que las recogidas y entregas se hagan en la sede del PEF para controlar que el
padre no acuda en estado de embriaguez, concediendo facultades a los profesionales del centro para suspender la visita en
caso de considerarlo conveniente, y con posibilidad de modificar la medida, en ejecución de sentencia, previo informe del
PEF, a la vista de la evolución de los contactos.

(23)
La STS, 1.ª, de 11 de febrero de 2002, ponente José de Asís Garrote, admite que el régimen de vistas fijado en la sentencia
pueda ser alterado en fase de ejecución, y ampliado con la pernocta, a la vista de la buena evolución de las relaciones
paterno-filiales.

(24)
La SAP de Málaga, Secc. 6.ª, de 22 de junio de 2006, ponente Sra. M.ª Soledad Jurado Rodríguez, deniega al padre
ampliar el reducido régimen de visitas de dos horas un día a la semana en el PEF por la falta de madurez del padre para
relacionarse con sus hijos.

(25)
La SAP Barcelona, Secc. 18.ª, de 1 de marzo de 2007, resol. 117/2007, rec. 697/2006, ponente M.ª Dolores Viñas Maestre,
mantuvo la medida de seguimiento por los servicios sociales de la salud de las menores ante los reiterados e injustificados
incumplimientos del régimen de visitas por parte de la madre, que pretextaba el mal estado de salud de las menores y las
conducía a la realización de múltiples asistencias médicas, incluso dentro del ámbito judicial, no del todo necesarias ni
convenientes, en una actitud sobreprotectora no justificada objetivamente por la salud de éstas, no distinta a la de las niñas
de su edad.

(26)
El artículo 160, párrafo 3.º del CC establece: «En caso de oposición, el Juez, a petición del menor, abuelos, parientes o
allegados, resolverá atendidas las circunstancias. Especialmente deberá asegurar que las medidas que se puedan fijar para
favorecer las relaciones entre abuelos y nietos, no faculten la infracción de las resoluciones judiciales que restrinjan o
suspendan las relaciones de los menores con alguno de sus progenitores».

(27)
Por ejemplo si el progenitor que tiene suspendido el régimen se encuentra en prisión cumpliendo condena, sin posibilidad
alguna de salidas en un largo periodo de tiempo, adoptando la cautela de que se impida a los parientes de su línea
aprovechar las visitas para que tenga comunicaciones con el padre en el Centro Penitenciario.

(28)
La SAP de Málaga, Secc. 6.ª, de 30 de diciembre de 2005, ponente Antonio Alcalá Navarro establece este régimen de
visitas tutelado en favor del padre, residente en Argentina, con prohibición de salida del territorio nacional y posibilidad de
ampliación progresiva a la vista de su evolución.

(29)
La SAP de Alicante, Secc. 4.ª, de 27 de enero de 2005, ponente Federico Rodríguez Mira, fija a favor del padre, argelino, un
régimen de visitas de 10 a 18 horas, con recogidas y entregas en un PEF, para evitar posibles perjuicios al menor ante la
amenaza del padre de llevárselo consigo a su país de origen en cuanto tuviera oportunidad para ello, con posibilidad de
normalizar el régimen a la vista de su evolución

(30)
El art. 10.2 de la Convención, adoptada por la Asamblea General de la ONU en su Resolución 44/25, establece: «El niño
cuyos padres residan en Estados diferentes tendrá derecho a mantener periódicamente, salvo en circunstancias
excepcionales, relaciones personales y contactos directos con ambos padres. Con tal fin, y, de conformidad con la
obligación asumida por los Estados Partes en virtud del párr.1 art. 9, los Estados Partes respetarán el derecho del niño y de
sus padres a salir de cualquier país, incluido el propio, y de entrar en su propio país. El derecho de salir de cualquier país
estará sujeto solamente a las restricciones estipuladas por ley y que sean necesarias para proteger la seguridad nacional el
orden público, la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de otras personas y que estén en consonancia con los
demás derechos reconocidos por la presente Convención».

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