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impuntualidad
¿Sabe llegar a tiempo a sus citas de trabajo, de
familia?, o por el contrario ¿es de los que siempre
llegan al final? Aquí algunos consejos para tomar
como hábito la puntualidad.
Según las distintas culturas, la precisión horaria que debe cumplir una persona puede
variar. Por ejemplo, los ingleses son famosos por el valor que le otorgan a la
puntualidad. Los trenes en algunos lugares del mundo funcionan casi con segundos de
precisión. Una persona que viva en, por ejemplo, Berlín, tendrá menos motivos para
retrasarse camino a su trabajo que una que viva en Lima, cuando las fallas y retrasos
en los servicios públicos son algo muy frecuente. De la misma manera, no es lo mismo
un retraso de diez minutos al llegar a una reunión (algo que será muy mal visto) que a
una comida informal con nuestros amigos.
Pero, ¿qué motivos pueden llevar a que una persona llegue después de la hora
prometida? Puede ser un acontecimiento imprevisto: nadie puede culparte si se baja la
llanta del Metropolitano en el que estabas viajando rumbo a la oficina. Pero también
puede deberse a un descuido. O simplemente puede ser que no te importe llegar a
tiempo. De estas tres razones, sólo la primera está justificada, y no puedes alegar que
te suceda a diario. Por el contrario, si llegas tarde por descuidado o por desinteresado,
estarás transmitiendo una imagen negativa a quienes te esperaban, ya sean tus
empleadores o incluso tus amigos.
Los descuidos –por ejemplo, quedarse dormido, olvidar las llaves del automóvil y tener
que regresar, no encontrar una corbata adecuada, etc.- pueden ser previstos y, en
consecuencia, con una planificación mayor, evitados. Deja tu ropa preparada la noche
antes de ir al trabajo, pon dos alarmas para asegurarte de que alguna te despierte,
calcula un margen de quince minutos más de los que necesitarás para alistarte.
Finalmente, si se trata de una actitud de desinterés, considera que perjudicas con ella
a muchas personas, y en especial a ti mismo.
EL ARTÍCULO DE OPINIÓN:
La puntualidad
Juan Tomás Taveras
Los famosos “Tigres Asiáticos” (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y
Taiwán) han logrado su vertiginoso desarrollo industrial y su alto nivel de
calidad de vida de sus habitantes, gracias a su estricto régimen de
disciplina, el cual se fundamenta en la puntualidad.
Cuando se pasa por alto pequeñas y cotidianas cosas que nos ayudarían
a crecer en el día a día ordenado, vamos incidiendo en la formación de la
sociedad. Debemos romper con nuestros malos hábitos, como es el caso
del desorden vial donde nadie respeta el más mínimo orden ni señal
alguna.
Si eres una persona que suele llegar tarde a todas partes ¿Qué te puede ayudar a ser más
puntual? Aquí tienes algunos motivos por los cuales te conviene cambiar, y algunos
consejos para abandonar este hábito tan poco deseable.
El problema para las personas consideradas impuntuales suele ser la de una diferencia de
criterios. En efecto, según las distintas culturas, la precisión horaria que debe cumplir una
persona puede variar. Por ejemplo, los ingleses son famosos por el valor que le otorgan a la
puntualidad.
Los trenes en algunos lugares del mundo funcionan casi con segundos de precisión. Una
persona que viva en, por ejemplo, Berlín, tendrá menos motivos para retrasarse camino a su
trabajo que una que viva en Buenos Aires, cuando las fallas y retrasos en los servicios
públicos son algo muy frecuente. De la misma manera, no es lo mismo un retraso de diez
minutos al llegar a una reunión (algo que será muy mal visto) que a una comida
informal con nuestros amigos.
La imagen del impuntual
¿Qué motivos tiene una persona para llegar después de la hora prometida? Puede ser un
acontecimiento imprevisto: nadie puede culparte si hay algún accidente en la ruta que
tomaste rumbo a la oficina. Puede ser un descuido tuyo, o simplemente puede ser que no te
importe llegar a tiempo. De estas tres razones, sólo la primera está justificada, y no puedes
alegar que te suceda a diario.
Por el contrario, si llegas tarde por descuidado o por desinteresado, estarás transmitiendo
una imagen negativa a quienes te esperaban, ya sean tus empleadores o incluso tus amigos.
Los imprevistos no pueden evitarse, pero puedes llamar por celular y disculparte de
antemano si sabes que por algún motivo no llegarás a tiempo. De esta manera, evitas que el
otro se irrite esperándote, aún cuando después le expliques tus motivos.
Los descuidos –por ejemplo, quedarse dormido, olvidar las llaves del automóvil y tener que
regresar, no encontrar ropa adecuada, etc.- pueden ser previstos y, en consecuencia, con una
planificación mayor, evitados.
Deja tu ropa preparada la noche antes de ir al trabajo, pon dos alarmas para asegurarte de
que alguna te despierte, calcula un margen de quince minutos más de los que necesitarás
para alistarte. Finalmente, si se trata de una actitud de desinterés, considera que perjudicas
con ella a muchas personas, y en especial a ti mismo.
2. Ya no hagas planes antes, para que puedas llegar a la hora exacta a sus
citas. Si el compromiso es a las 8:00, propónte llegar a las 7:50.
Me disgusta llegar tarde. No sólo echa por la borda mis planes, también
es increíblemente irrespetuoso. No importa si eres una celebridad o un
carpintero, un político o un pintor, una modelo o un músico; todos
tenemos sólo 24 horas en el día y el tiempo de nadie es más importante
que el de los demás.
LA PUNTUALIDAD
Publicado el 11 febrero, 2015 por blogsextoacsgenerosinterpretativos
Pero qué tal si nos comprometemos con nosotros mismos a ser personas con
un poco más de madurez y dejar a un lado la llamada hora ambateña y
aprendamos buenas costumbres quizá tomando ejemplo a otros países y tener
así una disciplina en nuestra vida.
ANÁLISIS
MANUEL J. MESA
El ser impuntual
05 Septiembre, 2018 - 01:32h
Ser puntual es como ser gracioso. Es algo que se es o no se es.
Muchos son maniáticos de la puntualidad y sufren a los famosos
impuntuales. Ahora en septiembre, con la vuelta al cole o al trabajo, el
reloj corre en nuestra contra. Los hay quien apura hasta el último
minuto en la cama y los hay que se despiertan una hora antes. Debe
haber de todo en la viña del señor. Un día, en mi niñez, me fijé en el
reloj de mi padre y le pregunté: Papá ¿por qué está el reloj cinco
minutos adelantados, si esa no es la hora real?. "Para no llegar tarde a
los sitios", me respondió. Y estaba en lo cierto, nunca llegaba tarde a
ningún sitio si de él dependía. Aunque sinceramente, creo que este
método no funcionaría con los que apuran el reloj hasta el último
segundo. "Como sé que está adelantado, puedo apurar cinco minutos
más", pensarían. No tienen remedio. De hecho, lo peor no es serlo, es
sufrirlo. ¿Cuántos de ustedes se han llevado esperando minutos y
minutos a otra persona?. Lo peor es que cuando llegan, media hora
tarde, se excusan en algo. La de "estoy bajando", pero realmente se
está metiendo en la ducha es una de las que me encantan.
Cultura de la
impuntualidad
Sin duda alguna, y lamentablemente, la sociedad dominicana está diseñada
para rendir culto a la impuntualidad, condición esta que la frena como un
ancla clavada en el fondo del mar y que no la deja progresar como debiera.
Tanto es así que, por ejemplo, cuando se convoca a una reunión de trabajo, se
invita para las 6 de la tarde, a sabiendas de que la reunión comenzará a las 7.
La persona convocada, por su parte, esperará sentada en su casa u oficina
hasta las 7:15 antes de salir , “para no llegar el primero”, como si ello fuera a
restarle importancia frente a los demás.
Según un estudio realizado por la Universidad Estatal de San Diego, en Estados Unidos,
las personas que son incapaces de llegar a tiempo a citas de cualquier índole sienten ser
más felices que quienes cumplen con los horarios porque son más “esperanzadas y
optimistas”.
El informe, dirigido por el doctor Jeff Conte, examinó la percepción del tiempo de
individuos. Ellos, que fueron divididos en dos grupos: puntuales e impuntuales, debían,
sin tener reloj, contar el tiempo transcurrido hasta llegar a un minuto.
El experimento arrojó que las personas que se consideraban puntuales tenían una
percepción del tiempo casi exacta, ya que calcularon el minuto a los 58 segundos. Por el
contrario, el grupo de los impuntuales indicó que había pasado el minuto luego de que
transcurrieran 77 segundos. Haga el ejercicio.
puntos de vista. La psicóloga Luz María Palis se refiere a la puntualidad como una
virtud que tiene que ver con el valor del respeto.
El periodista Jorge Mario Sarmiento afirma que es una persona muy puntual. “Para
aprovechar el tiempo, rara vez llego tarde. Cuando lo hago es mi responsabilidad”,
reitera el profesional.
Por su parte, el presentador de televisión Jorge Ramírez acepta que es una persona
impuntual y que se debe a que no mide bien su tiempo. “Al 90% de mis compromisos
llego atrasado y mi excusa siempre es el tráfico”, cuenta.
De la investigación surgieron dos tipos de individuos: de clase A y B.
Los del primer grupo han desarrollado la capacidad de percibir el tiempo con “buena
precisión”, mientras que los del segundo lo ven pasar mucho más lento, con
“tranquilidad y paciencia”.
Pero no todos los impuntuales responden a este perfil. "No hay unos rasgos ni
una personalidad característica que los defina a todos; hay tardones crónicos
que simplemente lo son por aprendizaje, porque sus padres siempre llegaban
tarde, han aprendido esa conducta, se les ha reforzado a lo largo del tiempo, se
han acostumbrado a que los demás les esperen y si un día han llegado pronto
no recibieron halagos por ello y vuelven a llegar tarde", comenta Obiol.
Agrega que también hay impuntuales que lo son por problemas de falta de
atención, porque son olvidadizos y les cuesta gestionar el tiempo y su agenda,
y otros en los que la retarditis crónica va ligada a ciertos rasgos patológicos de
personalidad. "Existen narcisistas que llegan sistemáticamente tarde porque
creen que pueden permitírselo, que su tiempo vale más que el de los demás;
otros que lo hacen para llamar la atención; o para no tener que iniciar
conversaciones con los que van llegando; algunos perfeccionistas que pasan
tanto tiempo acabando sus tareas que no pueden gestionar bien su tiempo...",
pormenoriza el especialista de Isep Clinic.
Judit Castellà apunta que algunos estudios sugieren que entre las personas
puntuales predomina la personalidad tipo A, que se vincula a gente más
organizada, más impaciente, más ambiciosa, más preocupada por cumplir los
plazos y más ansiosa. En cambio, la personalidad tipo B -personas más
relajadas, más creativas, poco estresadas- es más frecuente entre quienes
siempre van tarde.
La mayoría de las personas impuntuales suelen apuntillar que por más que lo intentan,
no consiguen llegar a tiempo. Pero suelen referirse a los pasos que dan cuando cierran la
puerta de casa o de la oficina. Entonces es cuando les entra la prisa, caminan corriendo,
se estresan…, y piensan que eso es hacer todo lo posible. Incluso buscan reafirmarse en
otras personas preguntando: “¿A que sí hemos corrido?”. Sí, han corrido, pero cuando
ya no tenía solución. La puntualidad se inicia con la planificación, no con los metros
finales antes de la cita.
Las personas que llegan tarde sufren consecuencias negativas. Una de ellas es la pérdida
de credibilidad. Cuando alguien se retrasa una vez, todos solemos ser empáticos con el
tropiezo, pero cuando se retrasa de forma reiterada, la consecuencia es que sus excusas
no son creíbles, y sus promesas de cambio para la siguiente ocasión, tampoco.
Llegar tarde proyecta una imagen negativa del tardón. La impuntualidad es sinónimo de
desorganización, de no tener palabra, de ser poco profesional. Nadie quiere hacer tratos
con una persona irresponsable que llega tarde a sus compromisos.
La impuntualidad es un motivo de estrés para quien llega tarde y para quien espera.
Retrasarse en una cita condiciona el encuentro, porque el enfado que genera en el que
espera no desaparece en el instante en el que llega la persona, sino que suele perdurar, y
lo que debería ser un encuentro efectivo o divertido se convierte en otra cosa.
le esperan
Llegar tarde es el inicio del bucle. Los impuntuales terminan por desorganizar su
agenda, su tiempo y el de sus acompañantes. Esa es una de sus peores consecuencias: el
efecto arrastre. Dado que todos cuentan con que alguien llegará tarde, terminarán por
hacer lo mismo. Empezarán a retrasar su incorporación al trabajo, a la reunión o a la
cena. La impuntualidad es contagiosa.
¿Cómo actuar con las personas que tienen este defecto? Dependerá de cada uno. Lo
primero es decirles que le molesta esperar y pedirles que, por favor, avisen si van a
retrasarse. Con el teléfono móvil, todo el mundo puede hacer una llamada o mandar un
mensaje y ser considerado con quien espera.
1. Detecte en qué pierde tiempo y limítelo. Escriba en su agenda cuánto tarda en realizar
cada actividad y cuadre lo que tiene planeado para que pueda llegar a todo. Tener una
hora de inicio y otra de finalización también agilizará su mente. Saber a qué hora acaba
permitirá divagar menos y centrarse en el tema. No se vuelva a liar, cumpla con los
horarios.
2. Organice sus cosas. Muchas personas impuntuales llegan tarde por falta de
organización. Al salir de casa les falta el móvil, no encuentran las llaves, no saben
dónde dejaron la agenda y un largo etcétera. Tenga un lugar claro en el que colocar lo
que necesita a la hora de salir o calcule previamente cinco minutos más para la puesta a
punto antes de la salida.
6. Lleve reloj y consúltelo. El móvil ha sustituido al reloj de muñeca, pero es más fácil
mirar la hora en este que sacar el teléfono del bolsillo o del bolso.
7. Oblíguese a llegar 10 minutos antes a cualquier cita. Por lo menos hasta que aprenda
a gestionar su tiempo. Cuando haya conseguido este logro, se puede proponer llegar
cinco minutos antes, y posteriormente, dos minutos antes. Así no fallará nunca. Es
preferible que espere usted a que tengan que esperarle los demás.
10. Aprenda a decir no. Las personas muy solícitas y serviciales suelen tener problemas
para decir que no a las peticiones y favores de otros. Rehúyen el conflicto y valoran
tanto su colaboración y ayuda que terminan por sobrecargarse. Tener compromisos de
más enlentece y retrasa su agenda. La persona que le pide un favor cuenta con que no se
lo pueda hacer. Cumpla primero con sus compromisos, salvo excepciones, y luego, si
usted lo decide, dedique el tiempo que le sobre a atender a los demás o a atenderse a
usted mismo. Tiene derecho a gestionar su tiempo libre como le plazca.
elpaissemanal@elpais.com
El Valor de La Puntualidad
Seguido de esto, se tendrá que encontrar la causa que provoca nuestra impuntualidad
(mencionadas anteriormente: interés, importancia, orden, egocentrismo, pereza, olvido, falta de
concentración…). Allí encontrará muchas respuestas y también las soluciones para desterrar
este mal hábito.
Por último, habrá que hacer algunos ajustes en nuestro nuevo estilo de vida enmarcado en la
puntualidad. Quizá levantarse un poco más temprano, adelantar el reloj unos minutos,
establecer un horario, entre otros.
Vivir el valor de la puntualidad es una forma de hacerle a los demás la vida más agradable,
mejora nuestro orden y nos convierte en personas dignas de confianza.