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Institucion Legatarios y Herederos
Institucion Legatarios y Herederos
734)
ARTICULO 734
La institución de heredero o legatario debe recaer en persona cierta, designada de manera indubitable
por el testador, salvo lo dispuesto en el artículo 763, y ser hecha solo en testamento.
CONCORDANCIAS:
C.C. arts. 691, 724, 737, 738, 740, 756, 763
C.P.C. arto 817
Comentario
Guillermo Lohmann Luca de Tena
La institución de herederos y legatarios es hecha, desde luego, en un testamento, en cualquiera de sus
distintas clases. Cuando el llamamiento sea por sucesión intestada, no hay institución propiamente
dicha, sino delación hereditaria por vocación legal en el orden de preferencia que por vínculo familiar
establece el Código. Queda claro, en todo caso, que la institución de legatarios solo es posible por
testamento.
El precepto alude a institución como sinónimo de designación o de nombramiento. La institución, sin
embargo, no necesariamente causa que el designado o nombrado llegue efectivamente a ser heredero
o legatario. Simplemente es un llamado por el testador para actuar como sucesor pero no es, todavía,
un sucesor. Y no lo es porque determinadas circunstancias pueden impedir la eficacia de la
designación: premoriencia, renuncia, indignidad, etc. Hay que distinguir, en consecuencia, entre
llamamiento por designación y sucesión efectiva.
En principio cualquier persona natural o jurídica puede ser instituida en testamento como heredero,
como legatario o con ambos títulos.
El punto se hace algo más conflictivo cuando la institución testamentaria recae en un concebido
todavía no nacido y en si es posible instituir a una persona aún no concebida. En el caso del concebido
no existe inconveniente legal alguno para que haya designación sucesoria en su favor. Si bien no es
todavía persona - porque lo será cuando nazca y si nace vivo-, en caso de fallecer el testador antes del
nacimiento se produce en favor del concebido un estado de pendencia, por el cual el llamamiento
sucesorio (con todos sus efectos) queda supeditado al nacimiento como persona. Y si no llega a nacer
con vida y figura humana, la institución o nombramiento, aunque de validez de plena, deviene ineficaz
y como si nunca hubiera habido designación alguna en su favor, porque el concebido no ha llegado a
tener existencia autónoma.
Diferente es el caso de los concepturi. Respecto de ellos podemos preguntarnos si es válida su
designación. Formulada la pregunta de otra manera: ¿puede recaer institución sucesoria en favor de
personas que no existen ni han sido concebidas al momento de hacer el testamento? Personalmente
me inclino por la respuesta positiva. No solamente no hay en nuestro ordenamiento una prohibición
que impida la designación, sino que desde el punto de vista práctico tampoco hay razón para negar la
posibilidad. Como veremos poco más adelante, no hay razón lógica para vetar que el testador instituya
a personas que todavía no han nacido, como por ejemplo los hijos que llegue a tener, y respecto de
ellos a nadie se le ocurriría sostener que porque no son personas ciertas al momento de designarlos,
porque todavía no han nacido, es inválida la institución. Si se admite entonces la institución respecto
de unos, ¿por qué no permitirlo respecto de otros? y desde el punto de vista de operatividad sucesoria,
la institución está pendiente del nacimiento, lo mismo que en el caso de los nascituri y con semejanzas
a la condición suspensiva.
Las personas jurídicas son sujetos de derecho y, por tanto, pueden ser designadas en la herencia o en
legados. No existe, en principio, una restricción a las personas jurídicas susceptibles de ser instituidas.
Me explico, da igual si son de derecho privado o de derecho público, con fin de lucro o sin él, con
limitación de responsabilidad o sin ella.
La existencia de las personas jurídicas comienza el día de su inscripción en el registro respectivo y la
eficacia de los actos celebrados en su nombre está subordinada a la inscripción de la persona y (salvo
excepciones) a que sean ratificados. Estas exigencias permiten preguntarse si será válida la institución
en favor de persona jurídica en formación al momento del testamento. Es decir, de persona jurídica
constituida por contrato, pacto, acuerdo o ley de constitución, pero todavía pendiente de inscripción.
El ordenamiento guarda silencio, pero me mueven a una respuesta positiva varias razones, que
sumariamente apunto a continuación.
a) En primer lugar, que el artículo 100 del Código permite que la fundación pueda constituirse por
testamento, de modo que si se autoriza dejar todo o parte de los bienes a esta especie de persona
jurídica que no tiene indicio alguno de existencia cuando se otorga el testamento -o sea, antes de la
eficacia del mismo-, no hay razón para impedirlo respecto de otro tipo de personas jurídicas en estado
de formación más avanzado.
b) Si bien es cierto que la existencia de las personas jurídicas comienza, salvo disposición legal distinta,
cuando se inscriban en el registro, en materia sucesoria hay dos momentos que interesan (aparte del
de la aceptación y renuncia): la institución propiamente dicha y la delación. La primera atribuye
vocación; la segunda un ofrecimiento.
En este orden de ideas poco ha de importar con carácter relevante que la persona jurídica esté en
formación -vocación existente porque claramente se endereza a ello la voluntad del testador-, siempre
y cuando ya exista formalmente como tal cuando el testamento adquiere eficacia y por ende sea
posible la delación.
Lo dicho en cuanto a la institución, esto es, el nombramiento testamentario. Para recibir la herencia o
legado, considero que la persona sí debe estar inscrita, aunque la inscripción se haya producido
después de la apertura de la sucesión.
Reclama el Código que, salvo lo dispuesto en el artículo 763, la persona (natural o jurídica, se entiende)
debe ser cierta. La exigencia es sensata, pero conviene preguntarse por qué el legislador solo ha
previsto excepción para el caso de legados y no ha extendido la hipótesis en materia de herencia.
Así es, aparte de designación genérica de legatarios, y por tanto de sujetos no ciertos, son muy
frecuentes casos similares cuando se trata de nombramiento de herederos. Así, por ejemplo, cuando
el testador designa en general a sus sobrinos.
En materia de certeza del instituido, la norma que analizamos debe ser entendida y aplicada con pinzas.
El propósito del artículo 734 es, pues, que el designado pueda ser identificado, pero no exige que el
testador lo identifique. No se trata de que el instituido sea cierto y determinado en el testamento, sino
de que sea determinable. A lo que se apunta, en resumen, es a que no haya dudas conclusivas sobre
la persona a la que nombró para que lo sucediera o recibiera un beneficio sucesorio.
Dicho lo anterior, es perfectamente válido, me parece, designar como sucesor en cualquier modalidad
a quien satisfaga determinadas condiciones, requisitos o circunstancias que el testador imponga,
aunque acaso el propio testador no haya tenido presente en mente, o no conozca o no tenga vínculo
alguno con la persona singular que las vaya a satisfacer o que las haya satisfecho.
Lo cierto, en resumen, no es requisito que imponga demasiado rigor con la necesidad de instituir a la
persona con sus nombres legales en caso de persona física, y con su razón social o denominación en
caso de jurídica.
Y lo de designación indubitable también es calificación o exigencia no exenta de críticas o censuras,
porque es tanto como negar la posibilidad de que haya dudas y de que sea menester interpretar el
testamento o salir del testamento para averiguar quién fue la persona designada. Lo verdaderamente
importante, reitero, no es que el sujeto designado sea cierto y determinado en el propio testamento,
sino que del testamento surjan los datos o circunstancias para poder determinarlo con certeza.
Ahora bien, con lo dicho no se agotan los problemas que el artículo promueve. Estos problemas se
pueden resumir en dos categorías. Una concerniente a la determinación de los llamados, y otra que
se refiere al título bajo el cual son llamados y la porción que en su caso les sea asignada. Examinemos,
pues, algunos casos que pueden presentarse.
El primero es el de homonimia o la igualdad de circunstancias. El caso se suscita cuando (a) se designa
a una persona sin otra indicación que un nombre que no permita individualizarlo de otro, o (b) cuando
entre sujetos nombrados haya igualdad de circunstancias o exista la misma igualdad entre sujetos
innominadas, de manera que no sea posible la determinación del llamado para adquirir certeza de cuál
era el designado por el testador.
En casos como éstos, si no puede llegarse a conclusión solvente, la designación se tendrá por no hecha.
Es decir, nadie sucederá porque no se sabe con seguridad a quién quiso el testador. Salvo, claro está,
que otra cosa resulte del testamento. Es decir, que el testador haya querido, por ejemplo, establecer
legados singulares "en favor de todos quienes se llamen y apelliden como yo", o de ''todos los que el
año de mi muerte dicten el curso de Derecho de Sucesiones en tal o cual universidad", o cosas por el
estilo.
Otro caso similar ocurre cuando los llamados los sean con expresiones equívocas o manifiestamente
inaplicables en situaciones normales, pero excepcionalmente utilizadas por el testador. Sería el caso
de, por ejemplo, aquella persona sin descendencia, a cuyos sobrinos, por serles muy queridos, los llama
"hijos", y con tal denominación los instituye en el testamento. En una hipótesis como la propuesta, yo
no dudaría en lo absoluto de conceder validez a semejante designación, pues aunque hasta cierto
punto resulte clara y cierta la ausencia de hijos (y en tal sentido irregular la institución), una
interpretación sensata conduciría a conclusión diferente.
Caso parecido es cuando sin precisión alguna se designa a los parientes en general, o a cierta categoría
de parientes.
El problema no se plantea cuando se instituye, por ejemplo, "a mis hijos" o "a mis hermanos", sino
cuando se menciona a parientes en general, o a parientes comprendidos en ciertos supuestos no
calificados de familiares.
El primer ejemplo es cuando sin más indicación el testador dice dejar algo "a mis parientes"; el segundo
es cuando el testador diga "a mis parientes del Cusco", o algo por el estilo. ¿Qué debe suceder en tales
casos?; ¿será válida o inválida la institución?
Si optamos por una interpretación rígida y literal del artículo 734, la institución no ha recaído en
persona cierta cuya identificación o nominación es revelada por el propio testamento. Pero la
certidumbre exigida es, como he dejado apuntado, voluntad legal de que el instituido no pueda ser
confundido con otro. En consecuencia, a mi juicio será válida la institución si los criterios
proporcionados por el testador aportan los elementos de juicio para lograr la certeza deseada por la
ley y lograr así el cumplimiento de la voluntad del causante.
Naturalmente, en caso de igualdad de grado los parientes así llamados heredan (o reciben legados) en
porciones iguales, salvo que otra cosa surja del testamento, o de que deban aplicarse soluciones
distintas a las cuales me refiero a continuación.
Otro caso que conviene examinar concierne a la concordancia de este artículo 734 con el 737, el cual
establece en su parte final que cuando el testador no ha establecido la parte que asigna, los llamados
suceden en partes iguales. La regla no tiene complejidad alguna en la mayoría de los casos, pero en
algunas situaciones sí.
1. Nombramiento individual y colectivo.
Ocurre cuando el testador instituye a unas personas individualmente y a otras de manera grupal. Así,
verbigracia, cuando se diga: "designo como herederos (o lego tal cosa) a mi amigo Marco Salustio y a
los tres hijos de mi difunto hermano Aurelio". En este caso, salvo que otra cosa resulte del testamento,
puede surgir la duda de si las personas pertenecientes al grupo se entienden instituidas en parte igual
que la persona designada individualmente (o sea una cuarta parte del todo para cada uno), o si el
testador ha querido que la parte del grupo sea, en conjunto, igual que la del instituido individualmente
(o sea, la mitad para Pedro y la otra mitad entre los tres hijos de Aurelio).
Algunas legislaciones, como la española (artículo 769 C.C.), la mexicana (artículo 1383 C.C.) y la
portuguesa (artículo 2227 C.C.), establecen que a los colectivamente nombrados se les considerará
llamados individualmente, de modo que reciben igual que el nombrado de modo singular.
El tema, por cierto, es completamente opinable, bien entendido que el testamento no arroje luz alguna
para conocer la intención del causante. El artículo 737 in fine indica que a falta de señalamiento por el
testador sobre las porciones de los llamados, éstos suceden en iguales proporciones, y eso pareciera
sugerir que aquello sobre lo que recae el llamamiento, herencia o legado, se reparte entre todos por
igual. Creo, no obstante, que al decir eso el legislador no paró mientes en el caso de distintas formas
de designación, sino que simplemente pensó en el de varios designados individualmente. O, dicho de
otro modo, no creo (y no pasa de ser una sospecha) que el legislador se haya puesto en la hipótesis de
designación individual y colectiva al mismo tiempo, de modo que, si se toma como correcta esta
apreciación, es claro que el 737 no puede ser aplicado a hipótesis distintas de aquella para la cual fue
concebido, lo que viene a decir que nuestra legislación no opta ni por una decisión ni por otra.
Cuestión conexa a la anterior es cuando se trata de dos o más nombramientos colectivos. Así,
supongamos, que se disponga de la siguiente manera: "instituyo como legatarios de mis bienes
inmuebles, a mis sobrinos y a los sobrinos de mi esposa". En tal caso, ¿cómo se entenderá el
nombramiento? A mi juicio, habrá que considerarlos llamados por grupos y no por cabezas, de modo
que si en un grupo hay dos personas (A y B) Y en otro cuatro (C, D, E Y F), los dos primeros reciben cada
uno el 25% y cada uno de los otros cuatro el 12.5%.
Los temas comentados bien merecían haber sido objeto de una disposición legal reguladora. Ahora,
careciendo de ella, a menos que el testamento aporte criterios de los que pueda más o menos
deducirse la voluntad del testador, el criterio de interpretación es absolutamente aleatorio.
2. Nombramiento simultáneo o sustitutorio.
El supuesto es similar al acabado de analizar. Se presenta cuando el testador instituye a una persona y
al mismo tiempo a los descendientes (normalmente hijos) de ésta. Cabe entonces preguntarse si la
intención en la institución fue de designarlos simultáneamente como llamados todos al mismo tiempo,
o si a los segundos los ha designado como sustitutos vulgares (o bajo otra modalidad sustitutoria, que
en realidad no la hay permitida en nuestra legislación).
En defecto, pues, de otra interpretación que resulte de un razonado análisis del testamento, la
situación variará sensiblemente.
En esto, sin embargo, creo que hay menos conflicto que en la hipótesis antes estudiada. Salvo mejor
criterio, considero que la sustitución es un caso excepcional que requiere designación más o menos
explícita en tal sentido por parte del testador. En efecto, la institución sustitutoria es, de alguna
manera, una institución condicional o, si se prefiere decirlo con más rigor jurídico, subordinada a que
ocurran determinados supuestos. Por lo tanto, en principio, no debe haber sustitución cuando se
carezca de elementos testamentarios que permitan deducir que tal era la voluntad del causante.
Consiguientemente, habiendo duda la opción interpretativa debe decidirse en favor del
nombramiento simultáneo. Y siendo tal el caso, se reconduce a lo analizado en los párrafos
precedentes, esto es, si cada uno de los designados colectivamente recibe igual que el nombrado en
singular, o si la cuota de éste es igual a la del colectivo por entero.
a) Designación a los hermanos.
Me estoy refiriendo al supuesto en que el testador tenga hermanos completos y hermanos solo de
padre o solo de madre.
El punto se suscita sobre si la institución comprende solamente a los primeros, o si también debe incluir
a los segundos.
Desde mi punto de vista, y suponiendo, por cierto, que el testamento no apunte elementos de juicio
que conduzcan a diferente conclusión, considero que la institución se refiere a todos.
Ahora bien, una cosa es la institución y otra distinta lo concerniente a cuotas de participación.
Conforme a la regla del artículo 829 C.C., en sucesión intestada los hermanos de doble vínculo reciben
el doble que los de vínculo sencillo. Cabe pues preguntarse si el mismo criterio debe aplicarse en
sucesión testada cuando el llamamiento es general. Aunque admito que el punto se presta a debate,
personalmente entiendo que, si bien ubicado en sede de sucesión intestada, el legislador ha querido
establecer un criterio de voluntad legalmente presunto que igualmente puede extenderse a la sucesión
testada.
b) Error en la designación.
El Código trata del error testamentario de modo poco orgánico e incluso poco acertado. No es el
momento para ocuparme ahora de ello, pues lo veremos al comentar el artículo 735, el 809 y 810.
Pero ninguno de esos tipos de errores ahora interesa. A lo que en este lugar me quiero referir es al
posible error en la designación, tema, desde luego, estrechamente vinculado con la exigencia de
nombrar a persona cierta y de manera indubitable, que es lo que reclama el numeral que ahora
estudiamos.
Pues bien, en materia de error en la designación de la persona heredera o legataria el tema debe
reconducirse a la disciplina general del error obstativo en la declaración, conforme a la cual el error en
la identidad, denominación o cualidades de la persona no es causa de vicio -es decir, no perjudica la
institución sucesoria cuando del propio testamento o por las circunstancias pueda determinarse -o
sea, identificar- con certeza cuál es la persona referida.
Concluyendo: aunque la designación realizada por el testador resultare incierta y, desde ese punto de
vista, dudosa, la designación adquiere certeza y plenitud de valor desde que el error es superado por
aplicación de las normas generales.
DOCTRINA
ALBALADEJO GARCIA, Manuel. Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales. Tomo IX, Vol. 1 A.
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Matritense del Notariado, tomo 6, 1952; ECHECOPAR GARCIA, Luis. Derecho de Sucesiones. Gaceta
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GONZALEZ PORRAS, J.M. Comentarios al Código Civil y compilaciones torales, tomo X, vol. l. Editorial
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Madrid, 1979.
SUCESIÓN A TITULO UNIVERSAL Y PARTICULAR (Art. 735)
ARTICULO 735
La institución de heredero es a título universal y comprende la totalidad de los bienes, derechos y
obligaciones que constituyen la herencia o una cuota parte de ellos. La institución de legatario es a
título particular y se limita a determinados bienes, salvo lo dispuesto en el artículo 756. El error del
testador en la denominación de uno u otro no modifica la naturaleza de la disposición.
CONCORDANCIA:
c.c. arts. 724, 737, 738, 756
Comentario
Guillermo Lohmann Luca de Tena
El heredero -o coherederos, que para al caso es lo mismo- viene a ser así la figura central del derecho
sucesorio, alrededor de la cual giran todas las demás (pues es el responsable -si no ejecutor material,
sí obligado patrimonialmente del pago de los legados, y salvo que exista albacea nombrado,
normalmente el heredero, sobre todo si es único, será el liquidador).
Si bien que situado en el artículo 735 y, por ello, en sede de sucesión testada, el primer párrafo de la
norma que ahora estudiamos -en cuanto establece que el heredero es a título universal [en] la
totalidad de los bienes, derechos y obligaciones que constituyen la herencia o una cuota parte de ellos-
, corresponde a una regla igualmente aplicable a la sucesión intestada. Quiero decir, el precepto no
regula propiamente la designación de heredero, sino la universalidad o unidad orgánica como
característica fundamental de la sucesión bajo la modalidad hereditaria.
Siendo heredero el que quiera serlo y solo cuando se hayan cumplido los presupuestos que en cada
caso correspondan, el artículo 735 apunta uno de los efectos, aunque el distintivo y el principal, de
tener esa calidad. Dice que sucede al causante con carácter universal en todos los bienes, derechos y
obligaciones que constituyen la herencia, o en una cuota parte de ellos. Lo que importa, así, no es el
nombre con que se califica la institución, sino el carácter o contenido de la disposición testamentaria.
La pretendida definición de heredero contenida en la frase transcrita es cierta en su aspecto medular,
pero es incompleta y amerita algunas precisiones.
La primera de ellas para recalcar el carácter universal con que se sucede a título de heredero.
Universal significa, dicho en corto, que el heredero se sustituye por entero en el lugar jurídico del
causante, incluso sobre aquellos elementos patrimoniales que el causante desconociera que le
pertenecían o sobre los cuales no dispuso especialmente, o que no llegan a tener eficacia (por ejemplo,
un legado bajo condición que no llega a realizarse). No sucede en elementos patrimoniales (activos o
pasivos) singulares considerados autónomamente entre sí (salvo el caso excepcional de partición
anticipada en el testamento, como pago de la cuota porcentual), sino en un todo, en una globalidad,
que es tanto como decir un conjunto inseparable, y sucede, además, en elementos o situaciones
extrapatrimoniales transmisibles.
Me importa poner en lo anterior especial énfasis para insistir, una vez más, en la necesidad de
desterrar la malhadada opinión de que el heredero solo lo es de situaciones patrimoniales y que
respecto de éstas sucede solamente en aquellos pasivos que puedan ser cubiertos por los activos. La
verdad es muy distinta. Una razonable interpretación del numeral 661 en conexión con el 660 y el 735,
que ahora estudiamos, permite confirmar que el heredero sucede en la totalidad, aunque respecto de
lo patrimonial excepcionalmente pueda limitar su responsabilidad. Se trata de cosas distintas: una, que
es errada, según la cual no hay sucesión en los pasivos excedentes de los activos; otra, correcta, que
es sucesión total con posibilidad de responsabilidad limitada por los pasivos en ciertos casos y
satisfechas ciertas exigencias. La mejor prueba para evidenciar lo que sostengo es que el artículo 662
establece los casos en los cuales el heredero pierde el derecho a limitar su responsabilidad.
Sucesión universal significa, entonces, sucesión en todo (unidad de activos y pasivos) y en un solo acto,
sin que existan transferencias independientes de cada singular elemento patrimonial, o relación, o
posición jurídica del causante. Por efecto de este mecanismo, el conjunto patrimonial es una unidad
(el todo de los activos afectado al todo de los pasivos) que responde de manera global, con las
salvedades a las que me referiré a continuación y, claro está, de garantías previas especiales -hipoteca,
prenda- anteriores a la defunción. y sucesión universal -y con esto termino, para no pecar de reiterante
de lo señalado en otros lugares- también significa que el heredero, cuando efectivamente ha aceptado
tomar para sí las situaciones jurídicas sucesorias, lo es para siempre, sin que luego de la aceptación
pueda repudiarla (artículo 677). De ahí, dicho sea de paso, que -aunque resulte gráfico y consagrado
por el uso y no hay un término más expresivo-, resulte absolutamente impropio hablar de venta de
herencia, pues en tal caso lo que ocurre (y desgraciadamente nuestro Código calla toda regulación al
respecto) es simplemente el traspaso no del título de heredero, sino del conjunto indiviso de la
herencia que se recibe.
Con aparente contradicción del carácter universal preceptuado por el artículo 735, el 852 permite al
testador hacer partición en su testamento. En suma, asignar a los herederos determinados elementos
patrimoniales. (Obviamente, la partición solo interesa respecto de la herencia propiamente dicha, no
de los legados, porque éstos, precisamente por ser legados, ya están predefinidos en el testamento
que los hace).
Digo aparente contradicción porque al hablarse de partición se produce una individualización de los
elementos patrimoniales en cabeza de todos o parte de los herederos. La contradicción es más
aparente que real.
La segunda regla del numeral 735 señala concisamente que la institución de legatario es a título
particular y se limita a determinados bienes. La norma es precedida por la del artículo 734 que dispone
que el nombramiento debe recaer en persona cierta designada de manera indubitable, exceptuándose
lo dispuesto en él artículo 763 que se refiere a legados en favor de los pobres o para fines culturales o
religiosos.
Dejando para su momento el artículo 763, ahora solamente nos interesa el título del legatario, porque
los requisitos de certeza y de ausencia de dudas son tan pertinentes a herederos como a legatarios y
ya los hemos estudiado en las páginas precedentes. Queda entonces analizar qué significa ''título
particular" con limitación "a determinados bienes", y si tales características que el artículo 735
establece son o no completas y correctas.
Suceder a título particular es tanto como decir, a efectos prácticos y sencillos, que no se sucede a título
universal. Por lo tanto, contrario sensu, es legatario todo aquel que no sucede a título universal, o sea
como heredero. (Lo que no impide, desde luego, que pueda sucederse por ambos títulos). Por lo cual,
expresado brevemente, lo que el artículo quiere exponer es que es legatario todo aquel sujeto (sucesor
o no, en el sentido de que le sea transferido algo del patrimonio del causante) que respecto de lo que
recibe como legado no lo recibe con las cualidades de heredero.
Ésa es la regla general que ofrece la redacción del artículo. Pero no es lo precisa que debiera ser, en
especial porque no todo legatario sucede a título particular (bienes o derechos individualizados),
puesto que nada impide el legado de cuota alícuota.
El Código, no obstante, se queda estrecho al restringir la figura de legado a la adquisición de bienes.
Veremos con detalle en su momento que no todo legado tiene bienes como contenido y que, además,
no todo legado importa una sucesión, entendida ésta como transmisión directa al legatario de
derechos previamente existentes en el acervo patrimonial del testador.
El propósito del párrafo final del artículo 735 es, por lo menos, triple. De una parte obliga a examinar
la naturaleza de la disposición, lo que se traduce, como acabo de decir, en la necesidad de interpretar
la declaración de voluntad. De otra parte, obliga a indagar, abstractamente de la voluntad expresada,
el contenido de la disposición. Y, por último, prescinde de presunciones legales.
Cosa completamente distinta de la anterior es que el testador haya instituido debido a un error. En
este caso ya no estamos ante la aplicación del párrafo final del 735 (el cual, como he dejado dicho, se
limita a un defecto expresivo de discordancia entre el significante respecto del significado), sino que
estamos ante un auténtico error vicio en la formación de la voluntad, porque se designó con el nombre
de heredero y con las características de tal a quien no se quería instituir así, sino como legatario, o
viceversa. En este plano que, insisto, es diferente, es pertinente el artículo 809 pues debido a un error
(falsa creencia) se ha producido una desviación de voluntad.
DOCTRINA
CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. Derecho de Sucesión. Editorial e Imprenta Bautista. Lima, 1975; CICU, A.
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COSTA, Augusto. Tratado de Derecho de Sucesiones. Editorial Grijley. Lima, 2002; FORNIELES, S.
Tratado de las Sucesiones. Ediar. Buenos Aires, 1950; GIORDIANO MONDELLO, A. Voz Legato en
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Derecho de Sucesiones. Editorial Fecal. Lima, 1997; LACRUZ BERDEJO, J.L. y SANCHO REBUDILLA, F.
Derecho de Sucesiones. Editorial Bosch. Barcelona, 1976; LAFAILLE, Héctor. Curso de Derecho Civil.
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Motivos y Comentarios al Libro de Derecho de Sucesiones. En Código Civil. Exposición de Motivos y
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Derecho Civil, tomo VII Derecho de Sucesiones. Gaceta Jurídica, Lima, 1995; LOHMANN LUCA DE TENA,
Guillermo. Derecho de Sucesiones, tomo 11, vol. 11. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad
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