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Ocurre que generalmente aceptamos la realidad sin cuestionarla, pues no hay tiempo
para ello. Es necesario despertar, levantarse, desayunar (a veces), bañarse, ir al trabajo,
comer, salir del trabajo, lidiar con el tráfico o el transporte público, llegar a casa, ver
televisión u ocuparse en los quehaceres diarios, dormir y prepararse para las actividades
diarias del siguiente día. Estas actividades, no se realizan siempre en el mismo orden, y no
siempre las mismas actividades, hay quienes agregan pasar horas frente a la pantalla de su
celular, o pasar horas frente a aparatos de metal frio que tonifican sus músculos, para
presentarse a los lugares en que no quieren estar, pero no nos damos cuenta de ello, formamos
parte del circulo del consumismo.
Pero ¿Quién es o quienes son los responsables de este circulo vicioso? Podríamos
buscar culpables en las transnacionales, en el gobierno, en la mentalidad de la sociedad,
empero son varios los factores que han determinado este ciclo de producción-consumo.
1
Orígenes de la sospecha en la filosofía
La vida social es tan rápida que no hay tiempo para ejercitarnos en la sospecha, el
dinamismo social es diáfano, transparente, no detectable a la velocidad en que vivimos. Sin
embargo, es labor de la filosofía detener el ritmo, analizar y señalar las problemáticas
subyacentes en la vida ordinaria. Los que nos dedicamos a la filosofía constituimos la piedra
en el zapato del consumismo. “Los filósofos son objeto de desconfianza y recelo” (Torralba
8).
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Marx y el intercambio simbólico
Uno de los maestros de la sospecha, que ya enunciaba Paul Ricoeur1 es Marx. Aunque
se ha intentado olvidar a Marx y sus postulados, sepultándolos en la idea de fracaso, algunos
pensamientos de Marx aún son vigentes.
La dura crítica de Marx, en los Manuscritos economía y filosofía da para más. Marx
señala que “El obrero se ha convertido en una mercancía y para él es una suerte poder llegar
hasta el comprador” (52). La fuerza de trabajo, los obreros, ya no es fuerza meramente, se ha
diluido su sentido “el trabajador ya no es un hombre, ni tampoco hombre o mujer; sólo tiene
un sexo: esta fuerza de trabajo que le asigna a un fin. Está marcado por ella como la mujer lo
está por su sexo (su definición sexual), como el negro lo está por el color de su piel; todos
ellos signos y nada más que signos.” (Baudrillard 18). El obrero ya no es obrero, es
mercancía, el capitalista ya no es dueño, es comprador.
1
Véase de Paul Ricoeur: Freud: Una interpretación de la cultura. p. 32
2
Consumo comprometido es el consumo a crédito, es decir, se compran suministros con dinero que no es
fruto del trabajo (si es que se le puede denominar así).
3
Ahora bien, La relación patrón-empleado, establecida desde el contrato, es una
ficción, pues no existe tal relación. La fuerza de producción, el empleado, solo soporta la
“relación” y las fatigas a las que es sometido:
[…] solo por escapar a la dura necesidad del hambre. No tienen ni fidelidad ni gratitud
para con sus jefes; éstos no están unidos con sus subordinados por ningún sentimiento
de benevolencia; no los conocen como hombres, sino como instrumentos de la
producción que deben aportar lo más posible y costar lo menos posible. Estas masas
de obreros, cada vez más apremiadas, ni siquiera tienen la tranquilidad de estar
siempre empleadas; la industria que las ha convocado sólo las hace vivir cuando las
necesita, y tan pronto como puede pasarse sin ellas las abandona sin el menor
remordimiento; y los trabajadores…están obligados a ofrecer su persona y su fuerza
por el precio que quiera concedérseles. (Marx 67).
Ahora bien, hay que tener en cuenta el contexto en el Marx escribe estas líneas, donde
la situación laboral era deplorable, incluso más que en la actualidad. Jornadas laborales de
16 horas, en condiciones insalubres, la única salida posible de aquella situación era la muerte.
Sin embargo, esta realidad no ha cambiado del todo. Aunque ya no se trabajan 16 horas
(oficialmente) y las condiciones laborales han aumentado en calidad, la situación del
trabajador, del empleado, del asalariado, trae consigo otro tipo de enfermedades. Nótese por
ejemplo el estrés, la gastritis, el túnel carpiano, entre otras.
4
Pero mientras esperamos la muerte, debemos integrarnos al campo laboral, con las
competencias que nos ha proporcionado nuestra casa de estudios. En este sentido puedo decir
que no nos preparan para realizarnos como personas, tal como lo suponen los modelos
educativos, sino nos preparan para aceptar la alienación sin respingar. Nos veremos inmersos
en el ciclo de producción y consumo, con escasas posibilidades de reflexionar sobre nuestra
existencia, nuestra existencia alienada.
[…] cuanto más produce el trabajador, tanto menos ha de consumir; cuanto más
valores crea, tanto más sin valor, tanto más indigno es él; cuanto más elaborado su
producto, tanto más deforme el trabajador; cuanto más civilizado su objeto, tanto más
bárbaro el trabajador; cuanto más rico espiritualmente se hace el trabajo, tanto más
desespiritualizado y ligado a la naturaleza queda el trabajador. (107).
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Conclusión.
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Referencias