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MARTIN BUBER

CUENTOS JASIDICOS
Los primeros maestros. II

EDITORIAL PAIDOS
BUENOS AIRES
CUENTOS JASIDICOS
PAIDOS ORIENTALI A
Dirigida por Osvaldo Svanascini

Títulos publicados:

1. M. Eliade - Patáñjatí y el yoga


2. H. Wilhelm - El significado del I Ching
3. E. Herrigel - El camino del zen
4. Tetsugen - El sermón sobre el zen
5 . Anónimo - Teatrfr44betttm. Tres misterios
6. E. Wood - Diccionario zen
7.A. N. Narihira - Cuentos de Ise
8. Anónimo - Cuentos del vampiro
9.1. Shah - Cuentos de los derviches
10.1. Shah - El monasterio mágico
11. M. Buber - Cuentos jasídicos. Los primeros maestros, I
12. M. Buber - Cuentos jasídicos. Los primeros maestros, II
13. M. Buber - Cuentos jasídicos. Los maestros continuadores, I
14. M. Buber - Cuentos jasídicos. Los maestros continuadores, II
Título original: Die Erzählungen der Chassidim
Publicado en alemán por Manesse Verlag, Conzett-Huber, Zürich

Traducción de Salomón Merener


Supervisión de Marshall T. Meyer

Cubierta de Julio Vivas

1.a reimpresión en España, 1983

© 1949 by Manesse Verlag, Conzett-Huber, Zürich


© de todas las ediciones en castellano,
Editorial Paidós, SAICF;
Defensa, 599; Buenos Aires.
© de esta edición,
Ediciones Paidós Ibérica, S.A.;
Mariano Cubí, 92; Barcelona-21.

ISBN: 84-7509-216-0

Depósito legal: B-10.293/1983

Impreso en I. G. Socitra, S.A.;


Arquímedes, s/n; L'Hospitalet de Llobregat

Impreso en España - Printed in Spain


INDICE

I. MENAJEM MENDEL DE V1TEBSK

Su infancia, 15 Una comparación, 19


Más, 16 Para Azazel, 19
Perseguido por honores, 16 A la ventana, 20
La lombriz, 17 El aire de esa tierra, 20
Vocación, 17 La firma, 20
El documento, 18 El viaje a la Feria de Leipzig, 21
Epocas, 18 Todas las velas, 22
El montón de cenizas, 18

II. SHMELKE DE NIKOLSBURG

El arpa de David, 23 El anillo, 32


Nuevas melodías, 24 Los mensajeros, 32
En Níkolsburg, 24 El pobre y el rico, 33
Anotación, 25 Ser santo, 33
Las siete sapiencias mundanas, 26 Preparación, 34
El Mesías y los que rezan, 26 La prueba, 34
Las lágrimas de Esaú, 27 Mejor no, 34
Un sermón de expiación, 27 Nuestra generación, 35
Dormir, 29 La suerte de los ladrones, 35
El golpe, 30 Los hermanos, 35
Los limpios librepensadores, 30 El viaje por el Danubio, 36
El enemigo, 31 El amén a la bendición, 36
El mandamiento de amar, 31 El alma de Samuel, 37

III. AARON DE KARLIN

El momento, 38 Deleites, 39
Un susurro, 38 La carta, 39
El largo sueño, 38 El rey, 40
El candelabro, 40 "Yo", 43
En tierra, 42 Conversión, 44
Nada de nada, 42 El saludo, 44
El pequeño temor y el gran te- Permiso, 44
mor, 42 La insensatez, 45
La indignidad y las plegarias que Tres generaciones, 46
llegan a Dios, 43

IV. LEVI ITZJAC DE BERDITCHEV

Aquel que también estaba allí, 47 El carretero, 67


En la callejuela de los curtido- La mujer que lloraba, 68
res, 48 En el suelo, 68
Alma en transporte, 49 El grueso libro de oraciones, 69
El baño, 49 La sabiduría de Salomón, 69
Noche de Pesaj, 51 Abraham y Lot, 70
Las dudas del posadero, 52 Trabajo penoso, 71
Por Israel, 53 Caridad, 71
El verdadero rey, 53 De prisa, 72
Un pacto, 54 ¿Qué haces?, 72
Una interrupción, 54 Los dos generales, 73
Lucha, 55 Amalek, 73
El deseo, 55 La grandeza de Faraón, 74
Como se debe pesar, 55
Camaleones, 74
El canto al "Tú", 56
Quizá, 74
Sufrimiento y plegaria, 57
Los falsos Mesías, 75
La plegaria de su nmjer, 57
Dos especies de plegaria, 57 En la plaza del mercado, 75
Con ojos abiertos, 58 En otro tiempo y ahora, 76
El lector ronco, 59 El sanctasanctórum, 76
Los ausentes, 59 El complot inicuo, 76
Balbuceos, 59 Verdadero pesar y verdadera ale-
La plegaria insensata, 60 gría, 77
El fin de las plegarias, 60 La danza, 77
Conversación mundana, 61 Discipulado, 78
El que se rió, 62 Conocimiento, 78
Día tras día, 63 Respuesta de Rabí Elimélej, 78
Comienzos eternos, 63 La primera página, 79
Envidia, 64 Enseñanzas ocultas, 79
El último son del cuerno de car-
El Séder del ignorante, 64 nero, 79
En la Sagrada Fiesta de los Siete Se amplía un período, 80
Pastores, 66 Las puertas de la oración, 80
Moisés y el Monte Sinaí, 66 El amigo, 80
Su segundo nombre, 67 Desde entonces, 81
Las filacterias de Dios, 67
V. ZUSIA DE HANIPOL

Las bendiciones, 82 Sus dias, 93


La parábola del leñador, 82 La bendición, 94
La palabra, 83 El cantar, 94
Solamente lo bueno, 84 El que responde amén, 94
Sufrimiento, 84 Devociones de Zusia, 94
Las vestiduras de la misericordia, El temor de Dios, 95
85 La creación de ángeles, 95
El receptor, 85 El acusador, 96
La ofrenda, 86 En pie arriba de ellos, 96
En el camino, 86 La rueda, 96
Los caballos, 87 En la encrucijada, 97
Ix>s frutos del peregrinaje, 88 Los polacos no tienen buenos mo-
El sentimiento del shabat, 88 dales, 97
Zusia y el pecador, 89 Zusia, el fuego y la tierra, 97
Penitencia conjunta, 89 Fuego y nube, 98
El descarado y el vergonzoso, 90 Terror, 98
Tzadik y jasidim, 90 La canción del pastor, 99
Humildad, 91 Enfermedad, 99
Acerca de Adán, 91 La pregunta de preguntas, 100
"'Vete de tu tierra", 92 La lápida, 100
" E Israel vio", 92 El fuego, 100
Zusia y su mujer, 92 El secreto del sueño, 101
Zusia y los pájaros, 93

VI. ELIMELEJ DE LIZHENSK

Su reloj, 102 La amenaza de Satán, 106


Al comenzar el shabat, 102 Elias, 107
Buenas obras, 102 Una transacción, 107
Respuestas, 102 El vuelco del tazón, 109
La primera luz, 103 La comida milagrosa, 109
En Sinai, 103 El vino de la vida, 110
Dios canta, 103 El vendedor de pescado, 111
Las criadas, 104 Sopa de avena, 111
El primer pecado, 104 El verdadero prodigio, 112
El penitente, 104 Los tzadikim ocultos, 113
El fuego impuro, 105 La arteria, 113
VII. SHNEUR ZALMAN D E LADI, E L RAV

No hay retorno, 115 ¿Dónde estás?, 118


Permiso, 116 Pregunta y respuesta, 119
La mirada del maestro, 116 Con qué oraba, 119
Hacia arriba, 116 De un mismo tazón, 120
líl lenguaje de los pájaros, 117 Reflexión, 120
Sobre el celo ardiente, 117 Acerca del Mesías, Í21
En el lugar más modesto, 117 El temperamento triste y el ale-
A Dios, 118 gre, 121
Librado del tiempo, 118 Viendo, 122
Temor, 118 La aparición, 122

VIII. SHLOMO DE KARLIN

El encuentro, 124 Origen, 130


El que retomó, 124 Más allá de la música, 131
Negativa, 128 Abel y Caín, 131
Las etapas, 126 Sobras, 131
El riesgo de orar, 127 Sin afanarse, 132
El terrón de azúcar, 127 Lo que se aprendió, 132
Con la espada en la garganta, 127 La dote, 133
Sin éxtasis, 128 Lo peor, 134
Una pequeña luz, 128 Como ama Dios, 134
Descendiendo, 128 Un palmo más arriba, 135
Abrir, 129 Armilus, 135
La curación, 129 La cuerda que cedió, 137
Habla el discípulo, 129 Por misericordia, 137
Mostrando y ocultando, 130 "Yo soy la oración", 137
En la posada, 130

IX. ISRAEL DE KOZNITZ

La historia de la capa, 139 La chaqueta, 142


Estudiando, 140 Una plegaria, 143
Conocimientos, 140 Otra plegaria, 143
Su Torá, 140 Testimonio, 143
La chaqueta de cordero, 141 Las oraciones muertas y
Enfermedad y fortaleza, 141 vivas, 143
Música, 144 El cantonista en el Séder, 149
Cada día, 144 El hombre que golpeó al
Por su hijo enfermo, 144 profeta, 149
Fuego negro, 145 El espíritu de su hermana, 150
Mortificación, 145 El alma del cimbalista, 150
Repudio, 145 El mundo de la melodía, 151
La comida del rico, 146 La melodía de los ángeles, 152
En orden, 146 Con una mirada, 152
La prueba, 147 Ampliación, 152
El budín, 148 Piedras, 153
La parte de Adán, 148 Antes del fin, 153

X. IAACOV ITZJAC DE LUBLIN, " E L VIDENTE"

Su viejo maestro, 154 El rabí de Lublín y el


Lágrimas que consagran, 156 predicador, 167
En la Casa de Estudio, 156 Verdad, 167
Alegría santa, 158 El camino, 168
Al borde, 157 En muchas formas, 168
Su mirada, 157 La mano renuente, 168
Tomarse ciego, 158 Verdadera justicia, 169
Paisaje, 159 La segunda madre, 169
Lo que diez jasidim pueden Diálogo, 170
obrar, 159 Pecado y abatimiento, 170
El lecho, 160 El malvado y el virtuoso, 170
Encendiendo la pipa, 161 El alegre pecador, 171
Purificación de almas, 161 Trabajo de remiendos, 171
La "expulsión de los Pensamientos intrusos, 172
pecados", 162 Servicio, 172
Más ligera, 162 En la sucá, 172
El pequeño santuario, 162 Sus ropas, 173
El obstáculo, 163 El arpista, 173
Pago, 163 Agradeciendo el mal, 174
La brillante luz, 164 El regalo de boda, 174
La transición, 165
El largo pleito, 165
El rabí de Lublín y Cabeza
de Hierro, 166

Genealogía de los maestros jasí-


dicos, 175
Glosario, 179
III

MENAJEM MENDEL DE VITEBSK

Su infancia

Desde los once años, Menájem estudió en casa del Gran


Maguid, quien lo quería mucho. Un shabat, después del al-
muerzo, el maguid lo vio ir y venir por la habitación con
expresión traviesa, su gorrita inclinada en la cabeza. Fue has-
ta el umbral, puso su mano en el tirador de la puerta y pre-
guntó: "¿Cuántas páginas de la Guemará estudiaste hoy?"
"Seis", dijo el muchachito.
" S i después de seis páginas", dijo el maguid, " l a go-
rrita se resbala hasta el borde, ¿cuántas crees que serán nece-
sarias para que caiga del todo?'' 1 Luego cerró la puerta.
Menájem la golpeó y dijo llorando: "Abra, rabí, y dí-
game qué debo hacer".
El maguid abrió la puerta. " T e llevaré adonde mi maes-
tro, el santo Baal Shem", dijo.
Llegaron a Mezbizh un viernes. El maguid fue de inme-
diato a casa del Baal Shem Tov. Menájem se vistió y se
peinó con el mayor esmero pues tal era su costumbre, que
conservó hasta el fin de sus días. En la Casa de Oración el
Baal Shem Tov estaba de pie ante el pupitre y esperó rezando
la llegada del muchacho. Pero no lo llamó a su presencia lias-
ta después de concluido el shabat. El maguid y Rabí Iaacov
Iosef de Polnoie, el otro gran discípulo del Baal Shem, esta-
ban de pie frente a su maestro. Este llamó al muchacho, lo
miró durante largo tiempo y luego le contó una historia so-
bre unos bueyes y un arado. Sus oyentes pronto advirtieron

1 Es decir, el orgullo lleva a la deslealtad a la ley divina. (Se consi-


dera que estar con la cabeza descubierta es una violación del respeto
religioso.)

15
que se trataba de una parábola que predecía la vida de Me-
nájem, pero el muchacho sólo comprendió tanto como su ex-
periencia le permitía. El rabí de Polnoie comprendió la mitad,
y el maguid todo.
Después el Baal Shem Tov dijo al maguid: '' Este travieso
muchacho está lleno de veneración en todo su ser."

Más

En el Día de Año Nuevo no era el Gran Maguid quien


tocaba el cuerno de carnero. Esa tarea le correspondía a su
discípulo Rabí Menájem Méndel, y el maguid le indicaba lo
que debía tocar. En el último período de su vida, cuando
ya no podía caminar sobre sus doloridos pies, ordenaba el to-
que desde su cuarto. Una vez Rabí Menájem Méndel se au-
sentó y su lugar fue ocupado por Leví Itzjac. Este llevó el
cuerno a sus labios, pero cuando el maguid ordenó el primer
toque, Leví Itzjac vio una deslumbrante luz y se desmayó.
"¿Qué le pasa?", preguntó el maguid. "Méndel ve mucho
más y sin embargo no teme."

Perseguido por honores

El maguid de Mezritch encomendó una vez a su discípulo


Rabí Menájem que recorriera varias comunidades. Debía ha-
blar en público y despertar el deseo de estudiar la Torá por
amor a ella. En una de esas aldeas, cierto número de estudio-
sos visitaron a Rabí Méndel en su posada y lo colmaron de
honores especiales. Mientras les hablaba, trajo a colación el
problema de por qué se dice que cuando un hombre evita
los honores, éstos lo persiguen. " S i recibir honores es bueno
y conveniente", dijo, "¿por qué quien los rehúye ve recom-
pensado su impropio temor siendo perseguido por ellos? Y si
recibir honores es malo, ¿por qué tal persecución lo castiga
por esa loable fuga? El hecho es que el hombre honesto
debería evitar los honores. Pero —tal como cualquier otra
persona— ha nacido con el deseo de ellos y debe luchar con-
tra éste. Sólo después que por largo tiempo haya estudiado

16
la Torá celosamente y por amor a ella, logrará vencer ese
censurable deseo y dejará de sentirse satisfecho cuando lo lla-
men 'rabí' o cosa parecida. Pero el deseo de honores que
tuvo en su juventud, y que él ha vencido, aún persiste en lo
más hondo de su alma y, pese a saber él que ahora está li-
bre, lo persigue cual recuerdo tenaz y lo confunde. Tal es
la mancha de la primitiva serpiente, y también de ella debe
él purificarse."

La lombriz

Rabí Méndel dijo: "No sé en qué podría ser yo mejor


que la lombriz. Pues ved: ella cumple la voluntad de su
Hacedor y no destruye nada."

Vocación

Algunos jasidim de Rusia Blanca acudieron al Gran Ma-


guid y se quejaron de que siendo tan grande la distancia
hasta Mezritch, ellos no podían venir tan frecuentemente
como necesitaban y en los intervalos estaban sin maestro ni
guía. El maguid les dio su cinturón y su báculo y les dijo:
"Llevad esto al hombre llamado Méndel, en la ciudad de
Vitebsk."
Al llegar a Vitebsk, inquirieron por un Rabí Méndel en
cada calle y en cada callejuela, pero se les decía que i?o
había ningún rabí de ese nombre.
Una mujer que los había observado les preguntó a quién
buscaban. " A Rabí Méndel", respondieron.
"No tenemos ningún rabí de ese nombre", dijo, "pero
seguramente tenemos más que suficientes Méndels. Mi pro-
pio yerno se llama Méndele."
Entonces los jasidim supieron que ése era el hombre que
habían sido enviados a buscar. Siguieron a la mujer hasta la
casa y dieron a su yerno el cinturón y el báculo. El se puso
el cinturón y cerró la mano sobre el puño del báculo. Lo mi-
raron y apenas lo reconocieron. Otro era el hombre que se
erguía ante ellos, un hombre investido de la fuerza de Dios,
y el temor de Dios elevó sus corazones.

17
El documento

El documento por el cual la congregación de Minsk in-


vistió a Rabí Méndel del cargo de predicador empezaba con
la siguiente alocución: "Al santo tzadik, solitaria y sagra-
da luz", y demás. Fue firmado por más de cien personas
eminentes. Cuando Rabí Méndel lo tuvo en sus manos y
leyó todos los encomios y títulos honoríficos, dijo: "¡Her-
moso documento sería éste para llevarlo conmigo al Mundo
de la Verdad 1 Pero cuando me interroguen deberé decir la
verdad de todos modos. Y la confesión del acusado pesa más
que las palabras de cien testigos. Entonces, ¿de qué me vale
toda esta alabanza?"

Epocas

Una vez Rabí Menájem cayó gravemente enfermo y no


podía hablar. Sus jasidim rodeaban su cama y se lamenta-
ban. El reunió todas sus fuerzas y murmuró: "No tengáis
miedo. Por la historia .que el sagrado Baal Shem una vez me
contó, sé que iré a la Tierra de Israel."
Antes de emprender su viaje a la Tierra de Israel, Rabí
Menájem visitó al rabí de Polnoie, quien le preguntó: "¿Re-
cuerdas la historia de los bueyes y el arado?"
" L a recuerdo", contestó.
"¿Y sabes", continuó el rabí de Polnoie, "hasta qué pun-
to de ella has llegado en tu vida?"
Con un breve suspiro, Rabí Menájem respondió: " H e
vivido la mitad más grande de e l l a . . . "

El montón de cenizas

Antes de partir hacia la Tierra de Israel, Rabí Menájem


Méndel visitó al anciano Rabí Iaacov Iosef de Polnoie, el
gran discípulo del Baal Shem Tov. Llegó a la posada en
una troika, lo cual era suficiente para fastidiar a los jasidim
de Polnoie, cuyo maestro insistía en una vida simple. Y cuan-

18
do Rabí Méndel dejó la posada y fue a la casa del tzadik sin
sombrero ni cinturón, y con una larga pipa en la boca, to-
dos pensaron que Rabí Iaacov Josef, conocido por su irascible
temperamento, se negaría a recibir a su invitado por ese com-
portamiento negligente y poco estricto. Pero el anciano le
dio la bienvenida en el umbral con grandes demostraciones
de amor, y pasó varias horas hablando con él. Cuando Rabí
Méndel hubo partido, los discípulos preguntaron a su maes-
tro: "¿Qué sucede con este hombre que tuvo la impudicia
de entrar en su casa con sólo la gorrita en la cabeza, hebillas
plateadas en sus zapatos y una larga pipa en la boca?"
El tzadik dijo: " U n rey que fue a la guerra escondió sus
tesoros en un lugar seguro. Pero enterró su más preciosa per-
la, que él amaba con todo su corazón, en un montón de ce-
nizas, porque sabía que nadie la buscaría allí. Y para que las
fuerzas del mal no puedan tocarla, Rabí Méndel entierra su
gran humildad en el montón de cenizas de la vanidad."

Una comparación

Rabí Israel de Rizhyn dijo:


'' El viaje de Rabí Méndel a Tierra Santa fue como el via-
je de nuestro padre Abraham. Su propósito fue abrir el camino
para Dios e Israel."

Para Azazel

Cuando alguien preguntó a Rabí Israel de Rizhyn por


qué no había ido a la Tierra de Israel, dijo: "¡Qué tiene que
hacer un hombre rústico como yo en la Tierra de Israel! En
cambio, Rabí Méndel de Vitebsk sí que tenía algo que hacer
con la Tierra de Israel, y la Tierra de Israel con él." Y si-
guió diciendo: "Antes de partir Rabí Méndel hacia la Tierra
de Israel, invitó a los funcionarios del rey a un banquete en la
ciudad de Vitebsk. Y ellos trajeron a sus esposas, según es su
costumbre. Rabí Méndel había apostado algunos de sus jó-
venes jasidim cerca del portón, para que ayudaran a los in-
vitados, hombres y mujeres, a apearse de sus carruajes, corte-

19
sía que los funcionarios del rey esperan. Y prometió a los jóve-
nes que ni una sombra de deseo habría de rozar sus corazones
cuando hicieran salir a esas encantadoras mujeres de los co-
ches. Y así es: si quieres ir a la Tierra de Israel, debes pri-
mero concentrar tu alma en el secreto de la cabra que es
enviada al desierto para Azazel. Eso fue lo que quiso signi-
ficar Rabí Méndel con su banquete. ¡El pudo hacerlol Pero
a mí, hombre tan rústico, si fuera a la Tierra de Israel, allí
me preguntarían: '¿Por qué has venido sin tus judíos?' "

A la ventana

Mientras Rabí Menájem vivía en la Tierra de Israel, un


lonto subió al Monte de los Olivos sin ser visto. Cuando llegó
a la cima hizo sonar el cuerno de carnero. La gente se sor-
prendió y pronto corrió el rumor de que aquél era el toque
del cuerno de carnero que había de preceder a la redención.
Cuando se le refirió a Rabí Menájem lo sucedido, éste abrió
su ventana, se asomó al mundo y dijo: "Nada ha cambiado."

El aire de esa tierra

Rabí Menájem solía decir: " E s verdad que el aire de la


Tierra de Israel vuelve sabios a los hombres.2 Antes de estar
aquí, todos mis pensamientos y deseos se dirigían a decir
una plegaria, así fuese una sola vez, de la manera justa. Pero
desde que estoy en esta tierra, todo cuanto deseo es decir
una vez 'Amén' del justo modo."
Otra cosa dijo, y era: "Esto es lo que logré en la Tierra
de Israel. Cuando veo un manojo de paja caído en la calle,
me parece un signo de la presencia de Dios el que yazga allí
a lo largo y no de través."

La firma

Cuando Rabí Menájem escribía cartas desde la Tierra de


Israel, siempre firmaba: "Aquel que es realmente humilde."

* Cita del Talmud babilónico (Baba Batrá 158).

20
Una vez preguntaron al rabí de Rizhyn: " S i Rabí Me-
nájem era realmente tan humilde, ¿cómo podía llamarse a
sí mismo de ese modo?"
"Era tan humilde", dijo el rabí de Rizhyn, "que jus-
tamente porque la humildad moraba en su interior ya no la
consideraba una virtud."

El viaje a la Feria de Leipzig

Entre los jasidim que acompañaron a Rabí Menájem


Méndel a la Tierra de Israel había un hombre sabio que
había sido un gran comerciante y que se había apegado tanto
al tzadik que dejó sus negocios para partir con él. Cuando al
cabo de un tiempo se hizo necesario enviar un mensajero
digno de confianza a los jasidim que habían permanecido en
sus hogares, para pedirles ayuda financiera, este hombre fue
encargado de la diligencia. Pero en el barco cayó de pronto
enfermo y murió. En la Tierra de Israel nadie lo supo. Des-
pués de su muerte, sintió como si estuviera yendo en coche
hacia la Feria de Leipzig y hablándole a un viejo servidor
a quien solía llevar en tales viajes, y también al cochero, que
le parecía muy familiar. Y todo el tiempo sentía gran año-
ranza de su maestro. El deseo de verlo se hizo cada vez más
fuerte, hasta que decidió volverse e ir a él. Cuando les dijo a
sus dos compañeros lo que había resuelto, se opusieron con
vehemencia: ¡hubiese sido tonto renunciar por un mero ca-
pricho a las importantes transacciones comerciales que lo es-
peraban! Pero él insistió en hacer lo que quería, pese a to-
das sus objeciones. Finalmente le dijeron que él estaba muer-
to y que ellos eran ángeles malvados a los cuales había sido
confiado. De inmediato los convocó ante la corte del cielo, a
lo que no pudieron negarse. El veredicto fue que los ánge-
les debían llevarlo ante Rabí Méndel. Cuando llegó a la ciu-
dad de Tiberíades y entró en la casa del tzadik, uno de los
ángeles entró con él bajo su verdadera y terrible figura. El
rabí alarmóse a la vista del ángel, pero le ordenó esperar
hasta que hubiese concluido su tarea. Durante toda una se-
mana trabajó el alma de ese hombre hasta darle correcta
forma.

21
Tal es la historia que Rabí Najman de Bratzlav contó a
sus jasidim.

Todas las velas

Los jasidim que estudiaban en la sala de oración del rabí


de Lubavitch, el yerno del hijo de Rabí Shneur Zalman, so-
lían encender una vela frente a todo aquel que se sentara
ante sus libros en la Casa de Estudio. Pero cuando terminaban
su trabajo vespertino y comenzaban a relatarse unos a otros
historias sobre los tzadikim, apagaban todas las velas excep-
to una que dejaban ardiendo.
Una vez, cuando estaban sentados en torno de la única
vela encendida, entró el rabí en la habitación en busca de
un libro. Les preguntó sobre quién estaban hablando. "Sobre
Rabí Méndel de Vitebsk", le respondieron.
" E n su honor", les dijo, "deben encender todas las ve-
las. Pues cuando exponía sus enseñanzas, todo sentimiento de
su yo se borraba de su corazón y 'el otro lado' no hallaba
modo de introducirse en él. Entonces, cuando hablen de él,
deben encender todas las velas, como si estuvieran estudiando
la sagrada Torá."

22
III

SHMELKE DE NIKOLSBURG

El arpa de David

Cuando Rabí Shmelke y su hermano Rabí Pinjas, después


rabí de Francfort, estaban en Mezritch, alquilaron una bohar-
dilla con el fin de no ser molestados en sus estudios. Una vez,
después de la conclusión del shabat, estaban sentados estu-
diando, ya avanzada la noche, cuando oyeron un extraño llan-
to en el que pudieron discernir claramente las voces de un
hombre y una mujer. Miraron por la ventana y allí, en un ban-
co, en la callejuela, vieron al sirviente y a la mucama de
la casa, que lloraban. Cuando les preguntaron por la razón, di-
jeron que estaban empleados allí desde largo tiempo atrás y
habían esperado durante años para casarse, pero el amo de
la casa, que lloraban. Cuando les preguntaron por la razón, di-
una y otra vez.
Entonces los hermanos declararon que lo único que se
necesitaba era montar el Palio nupcial; todo lo demás, incluso
el consentimiento del amo de la casa, vendría por sí solo. En
seguida fueron a despertar al cantor, quien trajo inmediata-
mente a diez hombres, abrió la Casa de Oración y montó el
Palio. La boda se celebró como correspondía. Rabí Shmelke
marcaba la cadencia con un trozo de rama y Rabí Pinjas en-
trechocaba dos candelabros, que producían un armonioso so-
nido. Entonces entró el maguid. En la "Fiesta del Rey Da-
vid" había permanecido sentado, sumido en esa lejanía del
alma que a veces lo atrapaba. De pronto se había levantado y
había corrido hasta la Casa de Oración. Una vez allí, exclamó:
"¿No oís el arpa de David?"

23
Nuevas melodías
Rabí Moshé Téitelbaum, el discípulo del "Vidente" de
Lublín, dijo: "Cuando Rabí Shmelke rezaba en el shabat y
en los días festivos, y especialmente en el Día del Perdón,
cuando oficiaba el servicio del sumo sacerdote, el misterio se
tornaba manifiesto en el sonido de la música al pasar de una
palabra a otra, y cantaba nuevas melodías, milagro de mila-
gros, que él jamás había escuchado y que ningún oído hu-
mano escuchara nunca; y él no sabía siquiera qué era lo que
estaba cantando ni qué melodía interpretaba, pues estaba
adherido al mundo superior."
o oo

Un hombre muy viejo que había cantado en el coro de


Rabí Shmelke cuando era muchacho, solía narrar esto: " E r a
costumbre disponer de antemano las notas correspondientes
a cada texto, para que no fuese necesario buscarlas al comen-
zar las oraciones frente al púlpito. Pero el rabí no ponía aten-
ción a las notas y cantaba melodías absolutamente nuevas,
que nadie había oído jamás. Nosotros, los cantores, guardába-
mos silencio y lo escuchábamos. No podíamos entender de
dónde llegaban a él esas melodías."

En Níkolsburg
Cuando Rabí Shmelke fue designado rav de Níkolsburg,
preparó un solemne sermón que se proponía predicar a los
estudiosos del Talmud que había en Moravia. En camino se
detuvo en la ciudad de Cracovia, y cuando la gente de allí
le rogó que les predicara. Rabí Shmelke preguntó a su discí-
pulo Moshé Leib, después rabí de Sasov, quien lo acompa-
ñaba en el viaje: " Y bien, Moshé Leib, ¿qué he de predicar?"
" E l rabí ha preparado un espléndido sermón para Níkols-
burg. ¿Por qué no habría de predicarlo también aquí?", res-
pondió Moshé Leib.
Rabí Shmelke siguió su consejo. Y sucedió que cierto nú-
mero de hombres habían venido de Níkolsburg a Cracovia
para darle la bienvenida, y escucharon el sermón. De modo
que cuando el tzadik llegó a Níkolsburg, preguntó a su dis-

24
cípulo: " Y bien, Moshé Leib, ¿qué predicaré el sábado? No
puedo ofrecer otra vez el mismo sermón a los hombres que
me oyeron hablar en Cracovia."
"Debemos tomarnos un poco de tiempo", dijo Moshé
Leib, "examinar algún problema de la ley y preparar así un
sermón."
Pero hasta el viernes no tuvieron ni un momento para
abrir un libro. Finalmente, Rabí Shmelke preguntó: " Y bien,
Moshé, ¿qué hemos de predicar?"
"Con seguridad el viernes a la noche nos dejarán algún
tiempo libre", dijo Moshé Leib.
Prepararon una vela muy grande que había de darles
luz toda la noche y, cuando el gentío se fue a sus casas, se
sentaron frente al libro. Entonces una gallina entró volando
por la ventana y con el viento de su aleteo apagó la luz. Dijo
Rabí Shmelke: " Y bien, Moshé Leib ¿qué predicaremos
ahora?''
"Seguramente", contestó Moshé Leib, "no habrá pré-
dica hasta la tarde, de modo que a la mañana, después de las
oraciones, iremos a nuestras habitaciones, cerraremos la puer-
ta, no dejaremos entrar a nadie y hablaremos del asunto."
A la mañana fueron a rezar. Antes de que se leyera el
capítulo de la semana, se colocó el pupitre frente al Arca y
el jefe de la congregación se presentó a Rabí Shmelke y le
pidió que dijera su sermón. La Casa de Oración estaba llena
de estudiosos de Moravia consagrados al Talmud. Rabí les
hizo traer un volumen de la Guemará, lo abrió al azar, plan-
teó un problema tomado de la página que tenía ante él y
pidió a los eruditos que lo analizaran. Entonces él también,
dijo, daría su opinión. Cuando todos hubieron hablado, se
puso el chai de oración v permaneció así durante un cuarto
de hora. Luego ordenó las preguntas que se habían formu-
lado, ciento treinta en número y dio las respuestas, setenta y
dos en número, y no hubo nada que no fuese contestado, y
resuelto, y zanjado.

Anotación

Cuando Rabí Shmelke fue llamado a Níkolsburg, en Mo-


ravia, prevalecía en esa congregación una costumbre. Cada

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nuevo rav debía anotar en la crónica alguna regla nueva, que
había de ser respetada en adelante. También a él se lo pidie-
ron, pero lo fue aplazando de un día para otro. El miraba a
todos y a cada uno y posponía el apuntar algo en el libro.
Los examinó cada vez más de cerca, una y otra vez y evitó
el escribir, hasta que le dieron a entender que la demora
se tornaba indebidamente larga. Entonces fue hasta donde
estaba la crónica y escribió los diez mandamientos.

Las siete sapiencias mundanas


Cuando Rabí Shmelke asumió sus funciones en Níkols-
burg, predicó sobre las siete sapiencias mundanas en las sie-
te primeras shabatot, una sapiencia cada shabat. Semana tras
semana, la congregación se sentía más y más sorprendida ante
la peculiar elección de tema para un sermón, pero nadie se
atrevió a interrogar al tzadik al respecto. En el octavo shabat,
empezó diciendo: "Durante mucho tiempo no entendía las
palabras de Salomón, el predicador: 'Es mejor para un hom-
bre escuchar la reprensión del sabio que el canto de los ne-
c'ios'. ¿Por qué no está simplemente escrito 'es mejor escu-
char la reprensión del sabio que el canto de los necios'? El
significado es el siguiente. Es bueno escuchar la reprensión
de un hombre sabio que ha escuchado y comprendido el can-
to de los necios, esto es, las siete sapiencias mundanas, que,
comparadas con las enseñanzas de Dios, son un canto de
necios. A otro hombre, los necios sabios mundanos podrían
decirle: ' ¡Es fácil para ti despreciar nuestras sapiencias, pues-
to que no has probado su dulzura! ¡Si la conocieras, no que-
rrías conocer ninguna otra cosa!' Pero si aquel que ha estu-
diado las siete sapiencias y penetrado hasta su más íntima
esencia, sólo para elegir la sapiencia de la Torá, si ese hom-
bre exclama: 'Vanidad de vanidades', nadie podrá contrade-
cirlo. ''

El Mesías y los que rezan


El primer día del festival de Año Nuevo, Rabí Shmelke
entró en la Casa de Oración antes del toque del cuerno de
carnero y, con lágrimas en los ojos, rezó: "¡Ay! ¡Señor del

26
Mundo! ¡Toda la gente te está llorando, pero qué hay de
todo su clamor! ¡Ellos piensan sólo en sus necesidades, y no
en el exilio de tu gloria!" Al segundo día vino nuevamente
antes del toque del cuerno de carnero y lloró y dijo: "Está
escrito en el primier libro de Samuel: '¿Por qué no vino el
hijo de Jesé a comer pan, ni ayer ni hoy?' ¿Por qué no vino
el Rey Mesías ni ayer, el primer día del Año Nuevo, ni hoy.
el segundo? ¡Es porque hoy, así como ayer, todas sus plega-
rias sólo son por el pan, sólo por la satisfacción de necesi-
dades corporales!"

Las lágrimas de Esaií

Otra vez dijo: " E n el Midrash está escrito: 'El Mesías


hijo de David no vendrá antes de que las lágrimas de Esaú
hayan cesado de correr'. Los hijos de Israel, que son hijos
de Dios, impetran misericordia día y noche, ¿y habrán de
llorar en vano, tanto tiempo comio los hijos de Esaú viertan
lágrimas? Pero esto de 'las lágrimas de Esaú', no significa
las lágrimas que las gentes lloran y vosotros no lloráis; son
las lágrimas que todo ser humano derrama cuando pide algo
para sí y reza por ello. Y, en verdad, el Mesías hijo de David
no vendrá hasta que esas lágrimas hayan cesado de correr,
hasta que lloréis porque la Divina Presencia está en el exi-
lio y porque anheláis su retorno."

Un sermón de expiación

En la víspera del Día del Perdón, Rabí Shmelke de Ní-


kolsburg se puso su chai de orar y fue a la Casa de Oración.
En su camino desde la entrada hasta el Arca, exclamó en voz
alta las palabras de las Escrituras: " . . . pues en este día
se hará el perdón para vosotros, para purificaros", y después
citó, de la Mishná, las palabras del Rabí Akiba: "Ante quién
tú expías, y quién te purifica: Tu Padre en el Cielo." Toda
la gente rompió a llorar.
Cuando se detuvo frente al Arca, dijo: "Hermanos de mi
corazón, debéis saber que la esencia del arrepentimiento es

27
la ofrenda de la vida misma. Pues somos de la semilla de
Abraham, que ofreció su vida por la santificación del bendito
Nombre y dejó que lo arrojaran en una calera; somos de la
simiente de Isaac, quien ofreció su vida y puso su cuello
sobre la piedra del altar; y seguramente están rogando por
nosotros a nuestro Padre en el Cielo, en este sagrado y te-
rrible día del juicio. Pero vayamos también por su senda e
imitemos su obra; ofrezcamos nuestras propias vidas por la
santificación del Nombre de Aquel que es bendito. Unámo-
nos y santifiquemos Su poderoso Nombre con amor ferviente
y, con ello por propósito, digamos juntos: '¡Oye, oh Israel!' "
Y llorando todos dijeron: "¡Oye, oh Israel: el Señor es nues-
tro Dios, el Señor es único!''
Luego prosiguió: "Queridos hermanos, ahora que nos
ha sido concedido unirnos y santificar Su Nombre con gran
amor, ahora que hemos ofrecido nuestras vidas y que nues-
tros corazones han sido purificados para el servicio y el temor
del Señor, debemos unir también nuestras almas. Todas las
almas vienen de una raíz, todas han sido esculpidas en la
sustancia de que está hecho el trono de Su Esplendor, y son
por eso parte de Dios en el cielo. Unámonos también en la
tierra, de modo que las ramas puedan ser como la raíz. Aquí
estamos, limpios y puros, para unir nuestras almas. Y nos
hacemos cargo del precepto: 'Ama a tu prójimo como a ti
mismo.' " Y todos repitieron en voz alta: "Ama a tu próji-
mo como a ti mismo." Y él continuó: "Ahora que nos ha
sido concedido unirnos a Su Gran Nombre, y unir nuestras
almas, que son parte del Dios del Cielo, dejemos que la sa-
grada Torá ruegue por nosotros ante nuestro Padre en el
cielo. Una vez Dios ofreció esto a todos los pueblos y a
todas las lenguas, pero sólo nosotros lo aceptamos y excla-
mamos: 'Todo lo que el Señor ha hablado haremos', y sólo
entonces dijimos: 'Escuchamos'. Y por eso es conveniente que
la Torá implore a nuestro Padre en los Cielos clemencia y
gracia para nosotros, en este sagrado y terrible día del jui-
cio". Y abrió las puertas del Arca.
Entonces, frente al Arca abierta, recitó la confesión de
pecados; todos la repitieron tras él palabra por palabra y,
mientras lo hacían, lloraban. El sacó el rollo y, asiéndolo
en alto con sus manos, habló a la congregación sobre los pe-

28
cados del hombre. Pero finalmente dijo: "Debéis saber que
nuestro llanto en este día no es bendito si está lleno de tris-
teza, pues la Divina Presencia no mora en el abatimiento del
corazón, sino en el regocijo por los mandamientos. Y, vedlo,
no hay mayor alegría que la alegría de este día, en que nos
es concedido expulsar todos los malos impulsos de nuestros
corazones, por la fuerza del arrepentimiento, para acercarnos
a nuestro Padre en el Cielo, cuya mano está tendida para re-
cibir a quienes vuelven a él. Y por ello todas las lágrimas que
derramamos en este día deberían ser lágrimas de alegría,
pues está escrito: 'Sirve al Señor temiéndole y regocíjate al
temblar.' " 1

Dormir

Rabí Shmelke no quería interrumpir por lapsos demasia-


do prolongados sus estudios y por ello siempre dormía sen-
tado, apoyada la cabeza en el brazo. Entre sus dedos soste-
nía una vela encendida que lo despertaba cuando se consu-
mía y la llama alcanzaba su mano. Cuando Rabí Elimélej lo
visitó y advirtió la fuerza de santidad que estaba aún apri-
sionada en él, le preparó una cama y, con gran dificultad,
lo persuadió de que se acostara por un rato. Luego cerró ven-
tanas y persianas. Rabí Shmelke durmió hasta pleno día. No
le llevó mucho tiempo darse cuenta de ello, pero no se la-
mentaba de haber dormido, pues estaba lleno de una hasta
entonces desconocida y radiante claridad. Fue a la Casa de
Oración y rezó ante la congregación como de costumbre. Pero
a la congregación le pareció como si nunca lo hubieran escu-
chado anteriormente. Estaban extasiados y elevados por la
manifiesta fuerza de su santidad. Cuando recitó los versículos
sobre el Mar Rojo, recogieron los bordes de sus caftanes por
temor de que las violentas olas que se elevaban a derecha e
izquierda pudieran mojarlos con espuma salada. Después
Shmelke dijo a Elimélej: "Hasta hoy no supe que también
podía servirse a Dios durmiendo."

i Salmos 2:11.

29
El golpe

En Apt había en h Casa de Oración un sirviente cuyo


deber era ir por la ciudad y, con un martillo, golpear a la
puerta de cada casa judía, para que los hombres acudieran a
rezar, o a estudiar, o a recitar salmos. Le bastaba con golpear
muy levemente, y de inmediato los durmientes se levantaban
de prisa, aun a medianoche, se vestían con rapidez y corrían
hasta la Casa de Oración, y aun mucho después de que él
hubiese golpeado, el golpeteo de sus ansiosos corazones ha-
cía eco al golpe del martillo. A ese hombre se le otorgó ese
regalo de muchacho, cuando hubo servido a Rabí Shmelke de
Níkolsburg con corazón despierto y lleno de devoción.

Los limpios librepensadores

Cierto número de librepensadores de Níkolsburg se ha-


bían empeñado en un debate con Rabí Shmelke. "Al menos
deberás admitir", dijeron en conclusión, "que tenemos por
nuestra parte virtudes de que los polacos carecen. Nuestra
ropa, por ejemplo, está totalmente limpia, y esto es mucho
más que lo que puede decirse de la ropa de los polacos,
que ignoran el mandato de los sabios: 'El hombre prudente
no deberá llevar un atuendo manchado.' "
El rabí se rió y contestó: "Tenéis razón. Vuestras ropas
están limpias y las de los polacos no. Ello se debe a que, de
acuerdo con lo que dice el Talmud sobre la gradación de las
virtudes, la limpieza lleva a la pureza, la pureza a la sole-
dad, y así cada vez más alto hasta alcanzar el rango del espí-
ritu santo. Ahora bien, cuando los polacos se disponen a co-
menzar por la limpieza, la inclinación al mal hace lo que
puede por disuadirlos pues teme que se eleven de un rango
a otro y lleguen al espíritu santo. E, incluso cuando tratan de
jaquear a la inclinación al mal asegurándole que no intentan
nada parecido, ésta no les cree e insiste hasta disuadirlos de
la limpieza. En cambio, cuando la inclinación al mal desaprue
ba la limpieza vuestra, os basta asegurarle que no intentáis
elevaros, ella instantáneamente os toma la palabra y os deja
ser tan limpios como lo deseéis."

30
El enemigo

Un rico y distinguido hombre de Níkolsburg era hostil a


Rabí Shmelke y trataba de encontrar el modo de ponerlo en
ridículo. En la víspera del Día del Perdón fue a verlo y le
rogó que en ese día, en que todos los hombres perdonan a
su prójimo, también ellos se reconciliaran. Había llevado al
rabí una jarra de añejo y fuerte vino, y lo incitó a beber,
pués pensó que, como el tzadik no estaba acostumbrado a
beber, se embriagaría y se presentaría en tal estado ante la
congregación. En aras de la reconciliación, Rabí Shmelke tomó
un vaso tras otro, y el homibre rico creyó que había logrado
su propósito y se fue a su casa muy satisfecho.
Pero cuando llegó la tarde y se acercó la hora de la ora-
ción, el estremecimiento del día del juicio se apoderó del rabí
y en un instante desapareció de él todo vestigio de los efec-
tos del vino. Después de la Oración Vespertina, Rabí Shmelke
se quedó en la Casa de Oración toda la noche, en compa-
ñía de otros devotos. Como, todos los años, cantó los salmos
y la congregación se le unió. Cuando en el cuadragésimo
primer salmo, llegó al versículo: " . . . en esto habré conoci-
do que te complaces en mí, que mi enemigo no triunfará so-
bre mí", lo repitió una y otra vez y lo tradujo, pero no en
la forma habitual sino libre y audazmente: " . . . en esto ha-
bré conocido que te complaces en mí: mi enemigo no sufrirá
mal por mi causa", y agregó: "Aunque hay personas que
me son hostiles y tratan de ponerse en ridículo, perdónalas,
Señor del mundo, y no las hagas sufrir por causa mía." Y
lo dijo con voz tan poderosa, que todos los que estaban
orando rompieron a llorar, y cada uno repitió esas palabras
desde el fondo de su corazón. Y entre ellos estaba aquel rico
y distinguido hombre. En ese momento se arrepintió y toda
su malicia lo abandonó. A partir de ese instante amó y hon-
ró a Rabí Shmelke por sobre todos los demás.

El mandamiento de amar
Un discípulo preguntó a Rabí Shmelke: " S e nos manda
amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. ¿Cómo pue-
do hacerlo si mi prójimo me ha agraviado?"

31
El rabí contestó: "Debes comprender esas palabras acer-
tadamente. Ama a tu prójimo como algo que tú mismo eres.
Pues todas las almas son una sola. Cada una es una chispa
del alma original, y ésta es por entero inherente a todas
las almas, tal como tu alma está en todos los miembros de
tu cuerpo. Puede llegar a ocurrir que tu mano cometa un
error y te pegue. ¿Pero tomarías un palo y la castigarías por
haber obrado sin entendimiento, y aumentarías" así tu dolor?
Es lo mismo que si tu prójimo, que es una sola alma contigo,
te agravia por falta de entendimiento. Si lo castigas, sólo te
hieres a ti mismo."
El otro continuó preguntando: "Pero si veo que un hom-
bre es malvado ante Dios, ¿cómo puedo amarlo?"
"¿No sabes", dijo Rabí Shmelke, "que el alma original
nació de la esencia de Dios y que cada alma humana es parte
de Dios? ¿Y no tendrás piedad de él cuando veas que una
de sus sagradas chispas se ha perdido en un laberinto y está
casi asfixiada?"

El anillo

Un pobre llamó a la puerta de Rabí Shmelke. No había


dinero en la casa y entonces el rabí le dio un anillo. Un mo-
mento después su mujer lo supo y lo abrumó con reproches
por regalar una alhaja tan valiosa, con una piedra tan grande
y preciosa, a un pordiosero desconocido. Rabí Shmelke man-
dó a llamar al pobre y le dijo: "Acabo de saber que el anillo
que te di es de gran valor. Ten cuidado de no venderlo por
muy poco dinero."

Los mensajeros

Un hombre acudió a Rabí Shmelke y se quejó de que no


podía ganar su sustento y debía pedir a la gente bondadosa
que lo ayudara. Repitió las palabras de la oración: 2 "No
caigamos en necesidad del regalo de carne y hueso." Rabí

2 Lá bendición de la mesa después de las comidas.

32
Shmelke dijo: "No debes leer 'regalo' sino 'regalos', pues
hay un solo Dios pero muchos mensajeros para cumplir su
mandato. Esto es lo que quiere significar el versículo. No cai-
gamos en necesidad de regalos que podamos considerar sólo
como regalos de los hombres. En el momento de tomarlos
reconozcamos a los dadores como sus mensajeros."

El pobre y el rico

Rabí Shmelke dijo: " E l pobre da al rico más que lo que


el rico da al pobre. Antes que el pobre necesitar del rico,
el rico necesita del pobre."

Ser santo

Una vez un hombre preguntó a Rabí Shmelke: "Está


escrito: 'Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy
santo. Temerá cada hombre a su madre y a su padre.' ¿Có-
mo puede el terrón de arcilla que es morada de viles anhe-
los esforzarse por adquirir una cualidad que es de Dios? ¿Y
qué relación hay entre esa convocatoria a lo sobrehumano
y el mandamiento de temer al padre y a la madre, que es
una ley humana para humanos?" El Rabí contestó; "Según
la palabra de nuestros sabios, tres intervienen en la creación
de todo hijo: Dios, el padre y la madre. 3 La parte de Dios
es por entero sacra. Las otras partes pueden ser santificadas,
de modo que se asemejen a ella tanto como sea posible. Esto
es lo que significa ese mandato. Tú eres santo y sin embargo
debes convertirte en santo. Por lo tanto, debes evitar la he-
rencia de tu padre y de tu madre, que tienes dentro de ti
y se opone a la santidad. No debes ceder ante eso, sino do-
minarlo y darle forma."

3 De acuerdo con el Talmud (Nidá 3 1 ) , los huesos, el cerebro y los


tendones y fibras de un niño derivan del padre; la piel, la carne y
el cabello, de la madre, y el espíritu, el alma, los sentidos y—el
habla, de Dios.
Preparación

Un discípulo de Rabí Shmelke pidió a su maestro que


le enseñara cómo preparar su alma para el servicio de Dios.
El tzadik le indicó que se dirigiera a Rabí Abraham Jaím,
quien, en ese momento, todavía era posadero. El discípulo
hizo lo que se le ordenaba y vivió en la posada algunas se-
manas sin notar vestigio alguno de santidad en el posadero,
quien desde la Oración Matutina hasta la noche se consagraba
a su negocio. Finalmente, le preguntó qué hacía todo el día.
"Mi más importante ocupación", dijo Rabí Abraham, "es
limpiar los platos correctamente, para que ni un mínimo res-
to de comida quede en ellos, y limpiar y secar las ollas y
cacerolas para que no se herrumbrenCuando el discípulo
volvió a su casa y le contó a Rabí Shmelke lo que había
visto y oído, el rabí le dijo: "Ahora sabes la respuesta a lo
que me has preguntado."

La prueba

Preguntaron a Rabí Shmelke: "¿Por qué se considera tan


glorioso el sacrificio de Isaac? Por ese entonces nuestro Pa-
dre Abraham había alcanzado un alto rango de santidad, por
lo que no es de extrañar que hiciera inmediatamente lo que
Dios le pidió."
El contestó: "Cuando un hombre es sometido a prueba,
todos los rangos y toda la santidad le son quitados. Despojado
de todo lo que alcanzó, se enfrenta cara a cara con Aquel
que lo está probando."

Mejor no

Rabí Shmelke dijo una vez: " S i pudiera elegir, preferiría


no morir. Pues en el mundo venidero no existen los Días de
Temor, y ¿qué puede hacer el alma del hombre sin los Días
de Juicio?"

34
Nuestra generación

Una vez preguntaron a Rabí Shmelke: "Algunos en-


cuentran difícil creer que el Mesías pueda venir de pronto en
esta época nuestra, que es trivial. ¿Y cómo podría nuestra ge-
neración lograr lo que los tanaím y amoraím, las 'generacio-
nes del saber', y las posteriores a ellas no pudieron realizar?"
El tzadik replicó: "Durante muchos años las huestes de
un rey asediaron una ciudad bien fortificada. Tropas de toda
clase, bajo el mando de expertos generales, avanzaron una
y otra vez sobre la fortaleza con toda la fuerza de que eran
capaces, hasta que por fin la conquistaron. Después se en-
comendó a un ejército de trabajadores despejar la enorme
cantidad de escombros, dé modo que fuese posible un nuevo
comienzo y pudiera erigirse para el rey victorioso un nuevo
palacio en la ciudad que había conquistado. Esa es nuestra
generación".

La suerte ele los ladrones

En relación con el comentario de Rashi: " A aquel cuya


oreja oyó en el Monte Sinaí 'No robarás' y después robó,
a ése su oreja le será perforada", Rabí Shmelke dijo:
"Antes de que Dios diera sus mandamientos desde lo
alto del Monte Sinaí, cada uno velaba por que su propiedad
no le fuese robada. Y como los ladrones lo sabían, no in-
tentaban robar. Pero después que Dios dijo las palabras 'No
robarás' y los hombres se sintieron seguros, el oficio de ladrón
comenzó a prosperar".

Los hermanos

Rabí Shmelke de Níkolsburg agasajaba una vez a su her-


mano, Rabí Pinjas, rav de Francfort, que era su huésped.
Ahora bien: Rabí Shmelke, que siempre había comido con
moderación, ahora, de edad avanzada, sólo tomaba muy poco
alimento y sólo bebía un poco de agua. Cuando Rabí Pinjas,
quien llevaba muchos años sin verlo, advirtió ese hecho, dijo:

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" H e aquí a dos hermanos de padre y madre. Uno engulle y
bebe como una bestia, el otro es como un ángel del Señor: no
necesita alimento ni bebida, porque saborea la irradiación de
la gloria divina." Rabí Shmelke repuso: " H e aquí a dos her-
manos de padre y madre. Uño es como un sumo sacerdote,
el otro como un buen dueño de casa. El sumo sacerdote
corne, y esa comida es parte del sacrificio que da la absolu-
ción al dueño de casa."

El viaje por el Danubio

Se cuenta que:
En el palacio del Emperador se tramaban peligrosas cons-
piraciones contra los judíos. Entonces Rabí Shmelke y su
discípulo Moshé Leib de Sasov partieron hacia Viena para
poner fin a esas conjuras. Pero era tiempo muy frío y el Da-
nubio estaba lleno de témpanos. Abordaron un frágil bote
que sólo tenía cabida para dos hombres. Permanecieron allí
de pie y Rabí Shmelke empezó a cantar el canto que había
sido entonado a orillas del Mar Rojo, y Moshé Leib hizo la
voz del bajo. Y el pequeño esquife avanzó sin peligro entre
los témpanos. Ein Viena, la gente se precipitó a la costa y se
detuvo allí con la boca abierta. Pronto la noticia de ese ex-
traño arribo llegó a la corte. Ese mismo día, la Emperatriz
recibió a Rabí Shmelke y accedió a sus pedidos.

El amén a la bendición

Cuando Rabí Shmelke sintió que iba a morir, dijo a sus


jasidim: "Quise contároslo antes, pero ahora debo hacerlo
mientras aún hay tiempo. Sabéis que siempre tuve el cuidado
de decir las bendiciones antes de comer, beber y demás, en
un sitio donde hubiera otra persona para decir 'amén'. Pues
cada bendición engendra un ángel, pero el ángel está incom-
pleto hasta que alguien dice 'amén,'. U¡na vez, en un viaje,
tuve que pronunciar una bendición en un lugar solitario, don-
de —después de atender a mis necesidades corporales— lavé
mis manos en un pozo, y no había en las inmediaciones nadie

36
que pudiera decir 'amén'. Apenas había empezado a preo-
cuparme por esto, cuando dos hombres se irguieron junto a
mí, y antes de que llegara a maravillarme de sus grandes di-
mensiones, ya pronunciaba la bendición, a la que ellos con-
testaron diciendo 'amén' con inenarrable dulzura. Pero
cuando quise observarlos más detenidamente, una nube se
los llevó."

El alma de Samuel

En el segundo día de lar del año 5538, Rabí Shmelke-


convocó a sus discípulos. Sentado muy erecto en su gran
silla, su rostro estaba radiante y sus ojos tan despejados como
siempre. Les dijo: "Sabed que hoy es el día de mi muerte."
Empezaron a llorar, pero les pidió que no lo hicieran y con-
tinuó: "Debéis saber que en mí está el alma del profeta Sa-
muel. De ello hay tres signos exteriores: mi nombre es Sa-
muel; soy levita, como lo fue él; mi vida ha durado cincuenta
y dos años, como la suya. Pero él fue llamado Samuel y yo
Shmelke, de modo que así seguí llamándome." Poco después
dijo a sus discípulos, que lloraban, que lo dejasen; se reclinó
hacia atrás y murió.

37
III

AARON DE KARLIN

El momento

En su juventud, Rabí Aarón de Karlín era afecto a usar


ropas finas y salía todos los días en un carruaje. Pero llegó
un momento en que, reclinado hacia atrás en su carruaje,
una sagrada visión interior se apoderó de él y supo que de-
bía abandonar ese modo de ser e iniciar otro. Se inclinó ha-
cia adelante; su espíritu surgió en su interior. Puso el pie en
el estribo del carruaje, y fue inundado por el don. Echó pie
a tierra, y todos los firmamentos se encontraron bajo el do-
minio de su poder.

Un susurro

Un viernes por la noche, después de comer en casa del


maguid de Mezritch, Rabí Aarón retornó a su posada y co-
menzó a recitar, en un susurro, el Cantar de los Cantares.
Poco después llegó el sirviente del maguid y llamó a su puerta.
Dijo que el maguid no podía dormir porque el Cantar de los
Cantares atronaba en su habitación.

El largo sueño

Una vez estaba Rabí Aarón en casa del Gran Maguid


junto con otros discípulos, cuando se sintió de pronto venci-
do por el cansancio. Sin darse cuenta de lo que hacía, fue
al cuarto de su maestro y se tendió en su lecho. Allí durmió
todo ese día y toda la noche siguiente. Sus compañeros qui-

38
sieron despertarlo, pero el maguid no lo permitió. Dijo: " E n
este momento se ponen las filacterias del Cielo."

Deleites

Un tzadik narró esto: los deleites de todos los mundos


quisieron revelarse a Rabí Aarón, pero éste se limitaba a mo-
ver negativamente la cabeza. Por fin dijo: "Aun en caso de
que sean deleites, antes de disfrutarlos quiero sudar por
ellos.

La carta

Rabí Aarón viajó por toda Rusia, de una ciudad judía


a otra, en busca de jóvenes dignos de ser llevados a su maes-
tro, el Gran Maguid, como discípulos, de modo que a través
de ellos las enseñanzas jasídicas pudieran difundirse por el
mundo. Una vez llegó a la ciudad de Amdur. Allí supo que
más allá de la ciudad, en un bosque solitario, vivía un hom-
bre devoto y estudioso, Rabí Jayke, quien se mantenía apar-
tado del mundo y de los hombres y mortificaba su carne. A
fin de atraerlo a la ciudad, Rabí Aarón predicó varias veces
en la Casa de Oración, y sus palabras tuvieron poderoso efec-
to, pero pasó largo tiempo antes de que el ermitaño las oye-
ra. A] acercarse la hora del siguiente sermón, algo impulsó
al ermitaño a llegarse hasta Casa de Oración. Cuando Rabí
Aarón supo que había acudido, no predicó su sermón, sino
que sólo dijo estas palabras: " S i un hombre no mejora, em-
peora." Como un veneno que moviliza contra sí mismo la
esencia de la vida, esas palabras mordieron en la mente del
asceta. Corrió al rabino y le suplicó que lo ayudara a salir
del laberinto de error en que se había extraviado. "Sólo mi
maestro, el maguid de Mezritch, puede hacerlo", dijo Rabí
Aarón.
"Entonces dame una carta para él", dijo el hombre, "de
modo que pueda saber quién soy."
Su petición fue concedida, y emprendió el viaje confia-
do en que, antes de que hablara libremente al maguid, el

39
famoso maestro sabría que tenía frente a él a uno de los
grandes hombres de su generación. El maguid abrió la carta y
—con obvia deliberación— la leyó en voz alta. Decía que su
portador no tenía en él siquiera una partícula de bondad.
Rabí Jayke rompió a llorar. "Vamos, vamos", dijo el magu-'d,
"¿tanto te importa realmente lo que escribe el lituano?"
" ¿ E s verdad o no lo es?", preguntó el otro.
" Y bien", dijo el maguid, "si el lituano lo dice, muy
probablemente sea verdad."
"¡Entonces cúrame, rabí!", suplicó el asceta.
Durante un año entero, el m&guid trabajó con él y lo
curó.
Posteriormente, Rabí Jayke se convirtió en uno de los
grandes hombres de su generación.

El rey

Rabí Aarón estaba una vez recitando la Oración Matu-


tina en la Casa de Oración de Mezritch. Cuando estaba a
punto de invocar a Dios como el " R e y " , brotaron lágrimas
de sus ojos y no pudo continuar. Concluidas las plegarias, le
preguntaron qué le había sucedido. Explicó: " E n ese mo-
mento pensé en cómo Rabí Iojanán ben Zakái dijo a Ves-
pasiano: 'La paz sea contigo, oh rey. La paz sea contigo, oh
rey.' Y en cómo el romano le contestó airado: 'Mereces la
pena de muerte por dos razones. Primera, no soy el rey, y
sin embargo me llamaste rey. Segunda, suponiendo que fuese
el rey, ¿por qué no te presentaste antes a mí?' Hasta ahora,
Dios no es realmente el rey del mundo, y en parte tengo la
culpa de que así suceda, pues ¿por qué no he completado to-
davía el arrepentimiento, por qué no me he presentado aún
ante él?"

El candelabro

Rabí Aarón de Tchernobil, hijo de una hija de Aarón de


Karlín, nacido largo tiempo después de muerto éste y lla-
mado así por él, fue denunciado a las autoridades y salvado

40
sólo a fuerza de sobornos que los jasidim dieron contra la vo-
luntad de aquél. Cuando lo supo, dijo: "¡Ay! ¡Qué débil es
mi generación! Si me irguiera yo en el rango de mi abuelo,
Rabí Aarón el Grande, podría haberse evitado el juicio erró-
neo sin recurrir al soborno." Y contó lo que sigue:
"Una vez los haidamaks de Ucrania y Rusia conspiraron
contra los judíos y resolvieron matarlos y apoderarse de sus
propiedades. Cuando llegó a Mezritch la noticia de ello, los
jefes de la comunidad acudieron al santo maguid y le pre-
guntaron qué debían hacer. Como advirtió que Satán lle-
vaba las de ganar, ordenó a todos, hombres, mujeres y niños,
ocultarse en los bosques que rodeaban la ciudad y llevarse
consigo tantas posesiones como pudiesen.
Un grupo de hombres corrió a la Casa de Oración para
salvar los sacros utensilios. Del techo colgaba un gran cande-
labro de peltre, de treinta y seis brazos. Lo había comprado
mi abuelo, Rabí Aarón el Grande, con el dinero recogido,
kopek por kopek, entre sus discípulos y los jasidim del ma-
guid. Todos los viernes, el santo maguid en persona encen-
día todos los brazos de ese candelabro. Era lo único que
restaba en la Casa de Oración. Todos los restantes utensilios
habían sido llevados. Mi abuelo estaba de pie junto a una
ventana, sin prestar atención a lo que sucedía alrededor. De
pronto vio que se disponían a sacar el candelabro. '¡No lo
toquéis!', dijo en alta voz.
Varios mensajeros acudieron a casa del maguid para
referirle el incidente y preguntarle qué debía hacerse. El ma-
guid los escuchó y permaneció un rato en silencio. Después
dijo: 'Todos los hombres, mujeres y niños se reunirán en la
Casa de Oración.' Cuando mi abuelo vio que la comunidad
entera se reunía en la Casa de Oración, envió al maguid un
mensaje para rogarle que acudiera y se apiadara de él. El
maguid no respondió. De nuevo mi abuelo le hizo llegar una
súplica de ayuda, cualquiera que fuese. El maguid no res-
pondió.
La Casa de Oración estaba colmada de los judíos de
la comunidad de Mezritch. Estaban todos allí: hombres, mu-
jeres y niños. Sólo el maguid faltaba. Entonces un hombre,
que vigilaba afuera, vino a informar a mi abuelo que los
haidamaks estaban en la ciudad. Mi abuelo salió y se puso

41
a la entrada de la Casa de Oración. Cuando los haidmaks
avanzaron hacia él, con voz de trueno les lanzó las palabras
del salmo: '¿Por qué se alborotan las naciones?'
Un ataque de locura se apoderó del jefe de los hai-
damaks, quien empezó a golpear a sus propios seguidores.
Estos se dispersaron y huyeron."

En tierra.

Sobre las palabras de las Escrituras que dicen: " . . . una


escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los C i e l o s ' 1
Rabí Aarón de Karlín dijo esto:
" S i un hombre de Israel tiene firme dominio de sí mis-
mo y pisa sólidamente en tierra, su cabeza llega hasta el
Cielo."

Nada de nada

Preguntaron a Rabí Aarón qué había aprendido de su


maestro, el Gran Maguid. "Nada de nada", respondió. Y
cuando insistieron en que explicara qué significaba eso, agre-
gó: " L a nada-de-nada es lo que aprendí. Aprendí el significa-
do de la nada. Aprendí que soy nada de nada y que, no
obstante, Soy."

El pequeño temor y*el gran temor

Rabí Shneur Zalman dijo acerca de su amigo, Rabí Aarón


de Karlín, quien murió joven:
" S u temor de Dios era como el temor de un hombre a
quien van a fusilar, que está ante la pared y ve la boca del
fusil que apunta a su corazón, y mira directamente a la boca,
lleno de temor y sin embargo impávido. Pero éste era sólo
su pequeño temor de Dios, su temor cotidiano. Cuando el

1 Génesis 28:12.

42
gran temor de Dios se apoderaba de él, |no hay comparación
que baste para describirlo!"

La indignidad y las plegarias que llegan a Dios


Preguntaron a Rabí Aarón: " E n lo que concierne a la
plegaria elevada por Moisés a Dios para que perdonara a su
pueblo,3 el comentario dice: 'que no puedan decir que yo
era indigno de suplicar merced en nombre de ellos'. ¿No con-
tradice esto el testimonio de las Escrituras, en el sentido de
que la humildad de Moisés era mayor que la de todos los
restantes hombres?"
"Precisamente porque era tan humilde", repuso el tzadik,
"dijo a Dios: 'Escucha mi plegaria, aunque no soy digno de
elevarla, de modo que no puedan decir que la indignidad del
hombre se hizo manifiesta en mí y dejen de rezar a ti con
toda !a fuerza de sus corazones, sino que, en vez de ello,
comprendan que escuchas la plegaria de cualquier boca.' "

"Yo"
Un discípulo del Gran Maguid había sido instruido por
éste durante varios años y emprendía ahora el viaje de re-
greso a su hogar. En el camino, decidió detenerse en Karlín
para visitar a Rabí Aarón, quien por un tiempo había sido
su compañero en la Casa de Estudio del maguid. Era cerca
de medianoche cuando llegó a la ciudad, pero su deseo de ver
a su amigo era tan intenso, que de inmediato fue a su casa
y llamó a una ventana iluminada. Oyó la voz querida y fa-
miliar que preguntaba: "¿Quién es?", y, en la certeza de que
su propia voz sería reconocida, sólo contestó '' ¡Yo!'' Pero
la ventana permaneció cerrada y ningún otro sonido llegó del
interior, por más que llamó una y otra vez. Por fin, dolo-
rido, gritó: "Aarón, ¿por qué no me abres?" Entonces su
amigo respondió, pero con voz tan grave y solemne que le
sonó casi extraña: "¿Quién es ése que se atreve a llamarse
a sí mismo 'Yo', como sólo corresponde a Dios mismo?"
Cuando el discípulo oyó esto, se dijo: "No he aprendido bas-
tante". Y, sin demora, volvió a Mezritch.
2 Números 14:19.

43
Conversión

Rabí Aarón llegó una vez a la ciudad donde el peque-


ño Mordejái, que con el tiempo sería rabí de Lejovitz, estaba
creciendo. Su padre llevó al niño a presencia del rabí vi-
sitante y se quejó de que no perseveraba en sus estudios.
"Deja al niño conmigo un instante", pidió- Rabí Aarón. Al
quedar solo con el pequeño Mordejái, se inclinó y lo abrazó
contra su corazón. Silenciosamente, lo mantuvo contra su co-
razón hasta que el padre retornó. " L e he dado una buena
reprimenda", dijo. " D e ahora en adelante no le faltará
perseverancia''.
Cada vez que el rabí de Lejovitz relataba el incidente,
agregaba: " E n esa oportunidad aprendí a convertir hombres".

El saludo

Un resobrino de Rabí Aarón relató: "Al término del


shabat, cuando yo me sentaba a su mesa mientras ellos de-
cían el canto de Elias, notaba que él y su hijo Rabí Asher se
estrechaban la mano bajo la mesa al llegar a las palabras:
'Salve a El, quien saludó a él, y a él, a quien El saludó'. Y
comprendí lo que esto significaba: Elias había asumido la
forma del Padre, y el Padre quería otorgar a su hijo la
gracia del saludo."

Permiso

Se cuenta que:
Aproximábase la Pascua y Rabí Aarón, quien se encon-
traba en Mezritch, quería ir a pasar la fiesta en su casa. Pi-
dió al maguid permiso para ello, y le fue concedido. Pero
no bien hubo dejado la casa, el maguid llamó a algunos de
sus discípulos y les dijo: " I d de inmediato a la posada de
Aarón y persuadidlo de que no viaje a Karlín." Ellos fue-
ron y procuraron convencer a su amigo de que celebrara la

44
fiesta con ellos. Como no lograron hacer mella en su deci-
sión, revelaron que el propio maguid los había enviado.
De inmediato Aarón acudió a él y dijo: "Rabí, tengo
gran necesidad de ir a casa y ahora se me dice que prefe-
rís que pase las Pascuas con vosotros. ¿Es verdad eso?"
"No te retendré", dijo el rabí. " S i es necesario que
vayas, ve en paz." Pero cuando Aarón partió, de nuevo dijo
a sus discípulos: "¡No lo dejéis irl" La escena se repitió, y
como el maguid no le dio instrucciones en sentido contrario,
Rabí Aarón no prestó oídos a lo que parecía pura tontería
y partió hacia Karlín. Cuando entró en su casa tuvo que irse
a la cama y murió tres días después. Tenía treinta y seis años.
Cuando el maguid se enteró de su muerte, citó lo dicho
por nuestros sabios: "Cuando Aarón murió, las nubes de glo-
ria se desvanecieron", y añadió: " E l era nuestra arma. ¡Qué
haremos ahora nosotros en el mundo!"
Los discípulos reprocharon al maguid por haber permi-
tido que ese hombre santo y radiante fuese hacia su muerte.
"¿Por qué no le dijiste?", preguntaron.
" L o que se ha dado a un hombre para que administre,
él debe administrarlo fielmente", dijo.
El maguid murió en el otoño siguiente.

La insensatez

Rabí Asher, hijo de Rabí Aarón, relató:


"Cuando fui a ver a Rabí Pinjas de Koretz, no le dije
quién era, pero él dijo: 'Tu padre camina detrás de ti.' Al cabo
de un instante, agregó: 'Tu padre ha hecho una insensatez.'
Me asusté, pues sabía que todo cuanto dijera Rabí Pinjas
acerca de un tzadik —e incluso si hubiera estado en el mundo
superior estos quinientos años— llegaba a oídos del juicio
celestial. 'La insensatez que cometió tu padre', agregó, 'fue
no vivir más tiempo.' "

45
Tres generaciones

Cuando Rabí Israel de Rizhyn3 prometió en matrimonio


a su hijo Rabí Abraham Iaacov, que sería rabí de Sadagora,
con una hija de Rabí Aarón de Karlín, nieto del gran Rabí Aa-
rón, y se escribió el contrato del compromiso, dijo: " E s nues-
tra costumbre, en un momento como éste, recitar la genea-
logía del padre de la novia. El gran Rabí Aarón era la
verdad del mundo. Su hijo, Rabí Asher, abuelo de la novia,
se mantuvo siempre junto al camino de la verdad. Y el pa-
dre de la novia, si supiese que hay una migaja de verdad
oculta bajo el piso, arrancaría las tablas con las manos des-
nudas para buscarla."

3 Nieto de Rabí Abraham, el Angel.

46
III

LEVI ITZJAC DE BERDITCHEY

Aquel que también estaba allí

Cuando Leví Itzjac era joven, un hombre rico lo eligió


para marido de su hija a causa de sus notables dotes, pues
tal era la costumbre. Como señal de respeto hacia su pro-
minente suegro, al cumplirse el primer aniversario de las bo-
das honraron a Leví Itzjac pidiéndole que recitara el pasaje
" A ti se te ha dado a v e r . . . " 1 ante la congregación en la
Casa de Oración, en el Día de Regocijo en la Ley. Acudió a!
pulpito y durante un momento permaneció inmóvil. Luego
tendió su mano para tomar el chai de plegarias (talet), pero
la dejó caer y permaneció inmóvil como antes. Los jefes de
la comunidad ordenaron a un servidor que le dijese en voz
baja que no fatigara a los presentes y empezara. "Muy bien",
dijo, y tomó el talet en sus manos. Pero cuando había cubierto
casi sus hombros, volvió a dejarlo. Su suegro estaba avergon-
zado ante la congregación, sobre todo porque a menudo se
había jactado de las excelencias del joven que había ganado
para su casa. Irritado, le envió un mensaje en el sentido de
que empezara la plegaria o dejara el pulpito. Pero antes de
que se le dijesen a Leví Itzjac tales palabras, su voz resonó
súbitamente en todo el salón: " S i estás versado en las ense-
ñanzas, si eres un jasid", dijo, "¡di tú entonces la plegaria!"
Con lo cual retornó a su sitio. Su suegro nada dijo.
Pero cuando estaban en casa y Leví Itzjac se sentó frente
a él a la mesa festiva, resplandeciente su rostro de la ale-
gría que correspondía a la ocasión, su suegro no pudo con-
tenerse más y exclamó: "¿Por qué me trajiste esta des-
gracia? ''

1 Deuteronomio 4:35.

47
El rabí replicó: "Cuando estaba por tender el talet so-
bre mi cabeza, vino la inclinación al mal y murmuró a mi
oído: 'Quiero decir «A ti se te ba dado a ver.,.» junto
contigo'. Pregunté: '¿Quién eres tú para considerarte digna
de hacerlo?' Y ella: '¿Quién eres tú para considerarte digno
de hacerlo?' 'Estoy versado en las enseñanzas', dije. 'Tam-
bién yo estoy versada en las enseñanzas', replicó. Decidí po-
ner fin a esa conversación ociosa y dije despectivamente:
'¿Dónde estudiaste?' '¿Dónde estudiaste tú?', contestó. Se
lo dije. 'Pero yo estaba allí contigo', murmuró risueñamente,
'¡estudié allí en tu compañía!' Lo pensé un poco. 'Soy un
jasid', le informé triunfalmcnte. Y ella, imperturbable: 'Tam-
bién yo soy un jasid'. Yo: '¿Hasta qué tzadik viajaste?' Y ella,
otra vez eco mío: '¿A cuál viajaste tú?' 'Al santo maguid
de Mezritch', contesté. De lo cual se rió más burlonamente
aún. 'Pero te digo que yo estaba allí contigo y me convertí
en jasid, tal como tú. Y por ello es que deseo decir contigo
'A ti se te ha dado a v e r . . . ' . Entonces no soporté más. La
abandoné, ¿Qué otra cosa podría haber hecho?"

En la callejuela, de los curtidores

En uno de sus viajes, Leví Itzjac llegó, al caer la noche,


a una pequeña aldea donde no conocía a nadie ni pudo en-
contrar albergue, hasta que un curtidor lo llevó a su casa.
Quiso decir la Oración Vespertina, pero el olor de los cue-
ros era tan penetrante que no logró articular palabra. De
modo que salió hacia la Casa de Estudio, que estaba casi
vacía, donde rezó. Y entonces, de pronto, comprendió cómo
la Divina Presencia había bajado al exilio y ahora —inclinada
la cabeza— permaneció de pie en la Callejuela de los Curti-
dores. Rompió a llorar y lloró y lloró hasta que alivió su cora-
zón de tristeza por el pesar de la Divina Presencia, y se
desmayó. Y entonces vio la gloria de Dios en todo su esplen-
dor, una luz deslumbrante que abarcaba veinticuatro gamas
de distintos colores, y escuchó hs palabras: " ¡ S é fuerte, hijo
mío! Grandes sufrimientos te esperan, pero no temas, pues
estaré contigo."

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Alma en transporte

En la mañana de la Fiesta de las Cabañas, cuando Rabí


Leví Itzjac abrió el cofre donde la cidra y la gavilla de pal-
ma, el mirto y las ramas de sauce del arroyo esperaban la
bendición, tendió su mano a través de la tapa de vidrio y
no advirtió que se había cortado.
En la Fiesta de Januká, cuando observó las sagradas lu-
ces que ardían, se vio impulsado a poner la mano desnuda
en la llama, y sin embargo no sintió dolor.
En la Fiesta de Purim, antes de que se leyera el libro
de Ester, danzó durante la bendición, danzó sobre el pupi-
tre y casi danzó sobre el rollo mismo.
Cuando debió extraer agua para el horneado del pan
ázimo, entró en tal rapto al cumplir este rito sagrado, que
cayó en el pozo.
Cuando sentados a la mesa del séder dijo la palabra
"matzá", o sea pan ázimo, tanto lo conmovió el fervor, que
se arrojó bajo la mesa y la volcó, junto con la fuente del
séder, el pan ázimo y el vino, de modo que fue preciso
preparar todo de nuevo. Se puso la vestidura Hmpia que le
llevaron v - como quien saborea un bocado exquisito—, dijo:
"|Ah! |Ah! ¡Este matzá!"

El baño

Se cuenta que:
Cuando Rabí Leví Itzjak se convirtió en rav de Berdit-
chev, quienes se oponían a sus enseñanzas lo acosaron con
actos hostiles. Entre ellos había un grupo tan fielmente de-
voto a la memoria del gran Rabí Liber, quien había vivido
y enseñado en Berditchev y muerto quince años atrás, que no
quiso tener nada que ver con el innovador. Una vez Rabí Leví
Itzjac los convocó y les anunció su intención de inmergirse
en el baño de Rabí Liber. A todo esto, Rabí Liber nunca ha-
bía tenido un verdadero baño. Lo que llamaban su baño era
sólo un techo sostenido por cuatro postes, y bajo él un pozo
lleno de agua. En invierno, Rabí Liber solía romper el hielo
con un hacha y sumergirse allí para sus abluciones sagradas.

49
Después de su muerte, el techo se había desplomado y el
pozo llenado de lodo. De modo que dijeron al tzadik que
bañarse allí era imposible. Pero se mantuvo firme en su pro-
pósito y contrató a cuatro trabajadores, que cavaron durante
todo el día. Lo mismo sucedió durante varios días. Sus ene-
migos reían de este curioso rav nuevo. Era bastante obvio
—decían— que Rabí Liber no quería que se utilizara su baño.
Rabí Leví Itzjac pidió a todos aquellos de sus íntimos
que habían conocido a Rabí Liber que se reunieran a tem-
prana hora la mañana siguiente. Acudió al baño con ellos y
una vez más los trabajadores empezaron a cavar. Al cabo de
dos horas uno de ellos gritó: "¡Veo agua!" Pronto informa-
ron que se había juntado más agua. "No es preciso seguir
cavando", dijo el rabí. Se despojó de sus ropas y, conser-
vando tan solo su gorro, bajó al pozo. Cuando entró en el
agua, todos vieron que apenas le alcanzaba a los tobillos,
pero en un momento subió hasta su boca. Entonces él pre-
guntó: "¿Hay aquí alguien que recuerde a Rabí Liber en su
juventud?" Contestaron que en la parte nueva de la ciudad
vivía un bedel que tenía ciento dieciséis años y de joven
había servido a Rabí Liber. El tzadik envió por él y esperó
en el agua, que le llegaba hasta la boca. Al principio el an-
ciano se negó a acudir. Pero cuando se le dijo lo que había
sucedido, acompañó al hombre que había ido a buscarlo.
"¿Recuerdas aún al bedel", preguntóle el rabí, "que se
ahorcó del candelabro en la Casa de Oración?"
"Por cierto que lo recuerdo", contestó sorprendido el
anciano. "Pero, ¿cómo es que te interesa a ti? ¡Todo eso
ocurrió hace no menos de setenta largos años, mucho antes
de que tú nacieras!"
"Cuéntanos lo que pasó", dijo el rabí.
El anciano relató: "Era un hombre simple, pero muy
devoto. Hacía las cosas a su propio modo. El día miércoles de
cada semana empezaba a pulir el gran candelabro pendiente
del techo para el día sábado, y haciéndolo decía: 'Hago esto
por amor a Dios.' Pero un viernes por la tarde, cuando la
gente acudió a la Casa de Oración, lo encontraron ahorcado
del candelero con un lazo corredizo hecho de su cinturón."
El rabí dijo: "Aquella vez —en la víspera del shabat—,
cuando todo había sido limpiado y pulido, y no quedaba nada

50
por hacer, el simple bedel se preguntó: '¿Qué más puedo ha-
cer para honrar a Dios? ¿Qué más puedo hacer en su honor?'
Su mente pobre y débil se confundió, y como de todas las
cosas grandes del mundo el candelabro siempre había sido
para él la más grande, se ahorcó de él en honor a Dios. Y
transcurridos ahora setenta años desde aquel día, Rabí Liber
se me presentó en un sueño y me dijo que hiciese todo cuán-
to fuera posible por liberar el alma de aquel simple. Por lo
tanto, hice restaurar el baño y me sumergí yo mismo. De-
cidme ahora: ¿Ha llegado la hora de liberar aquella pobre
alma?''
Sí, sí, sil", contestaron todos como a una sola voz.
"Entonces también yo digo: ']Sí, sí, sí!' " , dijo el rabí.
" I d en paz." Tras lo cual salió del agua, y el agua bajó
hasta un nivel donde apenas le hubiese lamido los tobillos.
Rabí Leví Itzjac hizo construir allí una casa de baños y
restaurar el antiguo baño; para sí mismo, hizo cavar otro con-
tiguo a éste. Sólo cuando se disponía a prepararse para al-
guna tarea difícil utilizaba el baño de Rabí Liber. Aún hoy
la casa de dos baños se yergue en la parte vieja de la ciu-
dad cerca de la "Klaus", y todavía llaman a uno el de Rabí
Liber, y a otro el de Rabí Leví Itzjac.

Noche de Pesaj

Poco después de ser recibido Rabí Leví Itzjac como rav


por la comunidad de Berditchev, rogó con gran ardor en la
primera noche de la Fiesta de Pesaj y tantas horas duraron
sus plegarias que la congregación se cansó de esperar, con-
cluyó sus oraciones y se retiró cada uno a su casa para pre-
parar la comida del séder. Sólo un hombre quedó, uno de
esos pobres vagabundos que van de un sitio a otro, quien,
según la costumbre, debía tomar la comida festiva en casa de
uno de los vecinos. Le habían dicho que el judío que estaba
leyendo la plegaria sería su anfitrión y, fatigado por el viaje
diurno, se reclinó sobre un banco y pronto se quedó dormi-
do. Entretanto, el rabí había concluido la silenciosa Oración
de las Bendiciones (Amidá). Al ver que todos se habían ido
a sus casas, exclamó: "¡Oh ángeles, ángeles de lo alto! ¡Ba-

51
jad en este día sagrado en alabanza del Señor, bendito sea!"
A lo cual el forastero despertó a medias de su profundo sue-
ño. Aún soñoliento y deslumhrado, oyó alzarse en la casa un
sonido atronador y se aterró hasta lo más íntimo de su ser.
Pero el rabí recitaba los himnos con profundo regocijo. Enton-
ces vio al forastero y le preguntó por qué sólo él había per-
manecido. El hombre, ahora despierto del todo, le dijo cómo
había sucedido, y el rabí le pidió que compartiera con él la
comida del séder, Pero el forastero, tímido, no osaba ac'eptar,
Parecía temeroso de que —en vez de comida— se le sirvie-
ran palabras secretas de efectos mágicos. "Tranquilízate",
dijo el rabí, "comerás en mi casa lo mismo que comerías a
la mesa de cualquier vecino". Entonces el hombre decidió ir
con él.

Las dudas del posadero

El propietario de una posada de Berditchev, donde se


servía aguamiel, no estaba en favor del estilo de vida ja-
sídico, pero le gustaba escuchar los relatos de los jasidim
sobre las proezas de sus rabíes. En una de tales ocasiones
los escuchó hablar de los rezos de Rabí Leví Itzjac. En el
servicio del shabat —así lo refirieron—, cuando el rabí llegaba
a las palabras: "Santo, santo, santo", durante el cántico en
que los moradores del cielo se unen con los hombres, los án-
geles acudían para escuchar las palabras que salían de sus
labios.
"¿Pensáis que realmente sucede así?", preguntó el po-
sadero.
"Sí, así es como sucede", le dijeron.
"¿Y adonde van después los ángeles?", preguntó. "¿Se
quedan flotando en el aire?"
" N o " , le respondieron, "bajan a tierra y permanecen de
pie rodeando al rabí".
"¿Y adónde vais vosotros entretanto?"
"Cuando el rabí empieza a cantar poderosamente, y tan
poderosamente danza en toda la casa, no hay sitio para no-
sotros en ella."

52
" B i e n " , dijo el posadero, "lo veré con mis propios ojos.
¡A mí él no me hará moverme de allí!"
En la Fiesta de la Luna Nueva, cuando el rabí empezó
a arder de éxtasis, el posadero se le acercó. El rabí —en su
gran fervor— se volvió, lo tomó por sus faldones, lo sacudió,
lo empujó, y así, sacudiéndolo y empujándolo alternativamente,
lo arrastró de un extremo a otro de la casa, ida y vuelta. El
posadero apenas se dio cuenta de lo que le sucedía. Estaba
casi fuera de sí. Había en sus oídos un rugido como de tre-
mendas olas. Reuniendo las últimas fuerzas que le restaban,
se liberó de las manos del tzadik y huyó. Desde aquel mo-
mento, también él creyó que habían intervenido otros po-
deres, no meramente los de esta tierra.

Por Israel

Antes de recitar la Oración de Bendiciones en el Día de


Año Nuevo, el rabí de Berditchev cantó:
"Los moradores de arriba y los moradores de abajo, se
estremecen y tiemblan por temor de tu nombre; los mora-
dores de abismos, los moradores de sepulcros, se estreme-
cen y tiemblan por temor de tu nombre. Peíro los justos, en
los límites del paraíso, prorrumpen en aclamaciones y cantan
tu nombre. Por ello es que yo, Leví Itzjac, hijo de Sara,
vengo ante ti con súplicas y con plegarias. ¿Qué tienes tú que
ver con Israel? ¿A quiénes hablas? ¡A los hijos de Israel! ¿A
quién das mandamientos? ¡A los hijos de Israel! ¿A quién or-
denas decir las bendiciones? ¡A los hijos de Israel! Y por
eso te pregunto: ¿Qué tienes que ver con Israel? ¿No hay
bastantes caldeos, y medos, y persas? Ha de ser que te son
queridos, los hijos de Israel, e hijos de Dios son llamados.
¡Bendito seas, oh Señor nuestro Dios, Rey del mundo!"

El verdadero rey

En otro Día de Año Nuevo, preludió la liturgia de san-


tificación de Dios en la siguiente forma: "Fonie (apodo fre-
cuente entre los judíos para designar a los rusos y usado en
este caso para designar al Zar) dice que es un rey". Y a

53
continuación enumeró a los gobernantes de grandes países,
llamando a cada uno por su apodo. Y al fin exultó de alegría
y gritó: "Pero yo digo: '¡Glorificado y santificado sea Su
gran Nombre!' "

Un pacto

En medio de una plegaria, Rabí Leví Itzjac dijo:


"¡Señor del mundo entero! Tiempo hubo en que ibas de
un lado a otro con esa Torá tuya y querías venderla por bajo
precio, como manzanas que se han deteriorado, y sin embargo
nadie quería comprártela. ¡Ni siquiera se dignaban mirarte! ¡Y
entonces nosotros la tomamos! En virtud de ello quiero pro-
ponerte un pacto. Tenemos nosotros muchos pecados e in-
fracciones, y tú, perdón y expiación y en abundancia. ¡Haga-
mos un intercambio! Pero tal vez tú digas: '¡Vaya una cosa
por la otra!' Mi respuesta es: si no tuviésemos pecados, ¿qué
harías tú con tu perdón? ¡De modo que debes equilibrar el
pacto dándonos además vida, hijos y alimento!'' 2

Una interrupción

En la mañana del Día del Perdón, cuando el Rabí de


Berditchev llegó, al recitar el Servicio del Templo, a aquel lu-
gar donde el sumo sacerdote rocía con las expiatorias gotas de
sangre y debe decir las palabras: " Y así él contó: una; una y
una; una y dos; una y t r e s . . . " , tanto lo sobrecogió el fervor
que, al decir " u n a " por segunda vez, cayó y quedó tendido
como un muerto. En vano quienes estaban cerca procuraron
reanimarlo. Lo alzaron del suelo, lo llevaron a su cuarto y lo
acostaron en el lecho. Entonces los jasidim, quienes sabían muy
bien que se trataba de un estado que tenía que ver con el
alma, y no una enfermedad del cuerpo, continuaron rezando.
Hacia la noche —recién empezada por ellos la Plegaria de
Clausura— el rabí entró de prisa y subió al púlpito gritando:
" ¡ . . .y una!" Luego recordó y dijo las oradores en el correc-
to orden.
2 Según el Talmud (Moed Katán 28a), estos tres don» s del cielo se
otorgan al hombre con prescindencia de sus méritos.

54
Lucha

Una vez, en el Día del Perdón, el rabí de Berditchev


decía sus plegarias en la sinagoga de Lwow. En medio de la
Plegaria Adicional se detuvo de pronto y se lo oyó decir
en polaco, en tono de amenaza: "Ya te enseñaré... "
Durante la comida vespertina, el hijo del rabí de Lwow
dijo al rabí de Berditchev: "No me tomaré la libertad de cri-
ticar vuestra manera de orar, Pero permitidme preguntaros
algo: ¿Cómo podéis interrumpir vuestra oración, y además ha-
blando en polaco?"
El rabí de Berditchev repuso: "Logré mantener en jaque
a mis otros enemigos, pero ésta fue la única manera en que
podía vencer al príncipe-demonio de Polonia."

El deseo

Todos los años, en el Día del Perdón, iba una mujer


a Berditchev para orar junto con la congregación de Rabí Leví
Itzjac. Una vez se demoró y, al llegar a la Casa de Ora-
ción, ya la noche había caído. La mujer se sentía molesta y
triste, porque estaba segura de que el servicio vespertino ha-
bía concluido. Pero el rabí ni siquiera había comenzado.
Había esperado la llegada de la mujer, y junto con él la
había esperado la congregación. Cuando comprendió que él
no había recitado aún "Todas las promesas", una gran ale-
gría la embargó y dijo a Dios: "[Señor del mundo, qué
podré desearte en cambio del bien que me has concedidol [Te
deseo que tus hijos te den tanta alegría como la que aca-
bas de darme a mí!"
Entonces —mientras ella aún hablaba— una hora colmada
de la gracia de Dios advino al mundo.

Cómo se debe pesar

Un día, concluido el Día del Perdón, Shemuel, discípulo


predilecto del rabí de Berditchev, entró en el cuarto de su
maestro para saber cómo se hallaba después del largo ayu-

55
no y del fervor casi sobrehumano que había puesto en el ser-
vicio de ese día. Aunque era ya muy entrada la noche, la taza
de café del tzadik aún permanecía intacta frente a él. AI ver
a su discípulo, dijo: "Bueno es que hayas venido, Shemue!.
Ahora puedo decirlo. Pues debes saber que hoy Satán profirió
acusaciones contra el juicio del cielo. 'Vosotros, la corte de
justicia', dijo, 'explicadme por qué ocurre esto: cuando un
hombre roba un rublo a su prójimo, pesáis la moneda para
medir la magnitud de su pecado. Pero si un hombre da a su
prójimo un rublo por caridad, pesáis a quien lo recibió y a
todas las personas de su casa beneficiadas por el donativo.
¿Por qué en este caso no os limitáis también a pesar la mo-
neda? ¿O por qué en el primer caso, no ponéis en la balanza
al hombre que ha sido robado y a todos los que han sufrido
como consecuencia del robo?' Entonces me adelanté y expli-
qué: 'Un benefactor quiere preservar las vidas de personas,
y son por lo tanto éstas lo que debe pesarse. Pero el ladrón
sólo quiere el dinero. Ni siquiera piensa en la gente a la que
despoja de éste, y es por ello que, en su caso, sólo debe pe-
sarse la moneda.' ¡Así fue como hice callar al demandante!"

El canto al "Tú"

El rabí de Berditchev solía cantar un canto, parte del


cual es como sigue:
Allí donde me aventuro: ¡Tú!
Allí donde medito: ¡Tú!
¡Sólo Tú, de nuevo Tú, siempre Tú!
¡Tú! ¡Tu! ¡Tú!
Cuando estoy satisfecho: ¡Tú!
Cuando estoy triste: ¡Tú!
¡Sólo Tú, de nuevo Tú, siempre Tú!
¡El cielo eres Tú! ¡La tierra eres Tú!
¡Tú por encima! ¡Tú por debajol
En cada comienzo, en cada final,
¡Sólo Tú, de nuevo Tú, siempre Tú!
¡Tú, Tú, Tú!

56
Sufrimiento y plegaria

Toda vez que Rabí Itzjac llegaba al pasaje de la Hagadá


de Pesaj donde se habla de los cuatro hijos y allí leía acerca
del cuarto, ése que "no sabe cómo preguntar", decía:
" 'Aquel que no sabe cómo preguntar' soy yo mismo, Leví
Itzjac de Berditchev. No sé cómo preguntarte, Señor del mun-
do, y aun si lo supiera, no soportaría hacerlo. ¿Cómo osaría yo
preguntarte por qué todo sucede como sucede, por qué so-
mos expulsados de un exilio a otro, por qué se permite a
nuestros enemigos atormentarnos? Pero en la Hagadá, al pa-
dre de 'aquel que no sabe cómo preguntar' le es dicho: 'A
ti te corresponde revelárselo'. Y la Hagadá se remite a las Es-
crituras, donde está escrito: 'Y dirás a tu hijo'. Y, Señor del
mundo, ¿no soy yo tu hijo? No te ruego que me reveles el
secreto de tus caminos: ¡no podría soportarlo! Pero muéstrame
una cosa, muéstramela más clara y más profundamente:
muéstrame qué significa para mí esto que sucede en este mis-
mo momento, qué exige de mí, qué es lo que tú, Señor del
mundo, me estás diciendo por ese medio. Ah, lo que quiero
saber no es por qué sufro, sino solamente si sufro por tu
causa."

La plegaria de su mujer

Nos ha llegado una plegaria de Perla, mujer del rabí de


Berditchev. Cada vez que amasaba y horneaba las hogazas
para el shabat, rogaba: "Señor del mundo, te ruego que me
ayudes para que, cuando mi marido Leví Itzjac bendiga es-
tas hogazas el shabat, tenga en su espíritu lo mismo que yo
tengo en el mío en este mismo momento en que las amaso y
las horneo."

Dos especies de plegaria

Una vez en la víspera del shabat, Rabí Leví Itzjac pre-


dicó ante la congregación de una ciudad donde se había de-
tenido como huésped. Como siempre, también esta vez dio

57
a sus plegarias una duración mucho mayor que la habitual,
por efecto de múltiples exclamaciones y gestos que ninguna
liturgia contemplaba. Cuando hubo concluido, el rav de aque-
lla ciudad se le acercó, le presentó los saludos del shabat y
preguntó: "¿Por qué no prestas más atención a no fatigar a
la congregación? ¿No relatan nuestros sabios que Rabí Akibá,
siempre que oraba con la congregación lo hacía rápidamente,
pero cuando oraba solo se entregaba a sus propios transportes,
de modo que con frecuencia empezaba a orar en un rincón de
la habitación y concluía en el otro?"
El rabí de Berditchev contestó: "¡Cómo suponer que
Rabí Akibá, que tenía infinidad de discípulos, apresuraba su
plegaria para no fatigar a la congregación! ¡Porque, con segu-
ridad, cada miembro de ella se sentía más que feliz escuchan-
do a su maestro hora tras hora! Es probable que el significado
de esa historia talmúdic'a sea mas bien éste: cuando Rabí Akibá
realmente oraba con la congregación, es decir, cuando la con-
gregación sentía de corazón el mismo fervor que él, su ple-
garia podía ser breve, pues sólo necesitaba orar por sí mis-
mo. Pero cuando oraba solo, es decir, cuado oraba con su
congregación, pero de todos los corazones el suyo era el único
ferviente, debía alargar su plegaria para levantar los corazo-
nes de los otros hasta el nivel del suyo."

Con ojos abiertos

Una vez Rabí Leví Itzjac dijo al maguid de Koznitz,


quien lo había recibido en su casa, que se proponía viajar
a Vilna, centro de quienes se oponían a las enseñanzas jasídi-
cas, para discutir con ellos. " M e gustaría hacerte una pregun-
t a " dijo el maguid. "¿Por qué tú, contrariamente a la costum-
bre, recitas las Dieciocho Bendiciones con los ojos abiertos?"
"Amado corazón", respondió el rabí de Berditchev,
"¿crees que cuando lo hago veo algo?"
" S é muy bien", dijo el maguid, "que no ves absoluta-
mente nada. Pero, ¿qué les dirás a aquellos otros cuando te
hagan esta pregunta?"

58
El lector ronco

Existía en la congregación de Rabí Levi Itzjac un lector


que se había vuelto ronco. El rabí le preguntó:
"¿Por qué te has puesto ronco?"
"Porque oré ante el pùlpito", repuso el otro.
" E s cierto", dijo el rabí. " S i uno ora ante el pulpito,
se pone ronco, pero si uno ora ante el Dios viviente, no se
pone ronco."

Los ausentes

Una vez, después de haber recitado las Dieciocho Bendi-


ciones, el rabí de Berditchev se dirigió a varias personas pre-
sentes en la Casa de Oración y las saludó diciéndoles: " L a
paz sea con vosotros", varias veces, como si acabaran de
volver de un largo viaje. Cuando lo miraron sorprendidas,
dijo: " ¿ D e qué os asombráis tanto? ¿No estabais muy lejos
acaso? Tú en un mercado, y tú en un barco cargado de grano,
y cuando cesó el sonido de la plegaria volvisteis, y por ello os
saludo.''

Balbuceos

Rabí Leví Itzjac llegó una vez a una posada donde se


detenían muchos mercaderes en camino hacia el mercado. El
sitio estaba lejos de Berditchev, de modo que nadie conocía
al tzadik. Temprano en la mañana los huéspedes quisieron re-
zar, pero como sólo había un par de filacterias en toda la
casa, uno tras otro se las ponían y, después de decir rápida-
mente sus oraciones, las iban pasando al siguiente. Cuando
todos hubieron orado, el rabí llamó a los jóvenes, diciéndoles
que quería preguntarles algo. Cuando se acercaron, los miró
gravemente al rostro y dijo: "Ma-ma-ma; da-da-da."
"¿Qué quieres decir?", exclamaron los jóvenes. Pero él
se limitó a repetir las mismas sílabas sin sentido. Lo tomaron
por un tonto.

59
Entonces él dijo: "¿Cómo no entendéis vosotros este len-
guaje, que acabáis de emplear al hablar a Dios?"
Por un instante los jóvenes, tomados por sorpresa, perma-
necieron en silencio. Después uno de ellos dijo: "¿Nunca vis-
teis a un niño en la cuna, que aún no sabe combinar los so-
nidos para formar palabras? ¿Nunca lo oísteis emitir balbu-
ceos, tales como 'ma-ma-ma; da-da-da'? Ni todos los sabios
y eruditos del mundo podrían entenderlo, pero no bien llega
su madre, sabe exactamente lo que el niño dice." Al escuchar
esta respuesta el rabí se puso a danzar de alegría. Y desde
aquella oportunidad, toda vez que en los Días de Temor ha-
bló a Dios a su propio modo en medio de una plegaria, nun-
ca dejó de contarle esta respuesta.

La plegaria insensata

Al término del Día del Perdón, el rabí de Berditchev


dijo a algunos de sus jasidim: "|Sé qué habéis pedido en
vuestras oraciones de hoyl En la víspera, implorasteis a Dios
que os diera los mil rublos que necesitáis para vivir, y que
habitualmente ganáis en el curso del año, todos de golpe
y al comienzo de éste, de modo que el trabajo y los proble-
mas de los negocios no os distraigan del estudio y la oración.
Pero en la mañana lo pensasteis mejor y decidisteis que si
tuvierais los mil rublos de pronto, probablemente os embar-
caríais en una nueva empresa comercial, de mayores pro-
porciones, que incluso os llevaría más tiempo todavía. Y en-
tonces implorasteis recibir la mitad cada medio año. Y antes
de la Oración de Clausura, también esto os pareció dema-
siado incierto, y expresasteis el deseo de recibir cuotas tri-
mestrales, de modo que pudieseis estudiar y rezar sin ser per-
turbados. ¿Pero qué os hace pensar que en el Cielo se nece-
sitan vuestro estudio y vuestras oraciones? Tal vez lo que
allá se necesite sea que trabajéis y os devanéis los sesos."

El fin de las plegarias

Al fin del salmo septuagésimo segundo están las palabras:


"¡Bendito sea su nombre glorioso para siempre, toda la tierra

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se llene de su gloria! ¡Amén! ¡Amén! Fin de las oraciones de
David, hijo de Jesé."
Sobre estas palabras, dijo Rabí Leví Itzjac: "Todas las
plegarias e himnos son una súplica para que Su gloria se re-
vele en todo el mundo. Pero si alguna vez la tierra entera
llega a estar realmente llena de ella, no habrá más nece-
sidad de orar."

Conversación mundana

Cuando Rabí Leví Itzjac viajó a Níkolsburg para visitar


a Rabí Shmelke, quien le había enseñado el camino del fer-
vor cuando era joven y a quien no veía desde hacía largo
tiempo, fue a la cocina, cubierto con su talet y con dobles
filacterias en la frente, y preguntó a la mujer de Rabí Shmel-
ke —esa misma mañana— qué platos se preparaban para el
almuerzo. La pregunta, por sorprendente que fuese, recibió
respuesta. Después preguntó si los cocineros dominaban real-
mente su arte, y otras cosas por el estilo. Los discípulos de
Rabí Shmelke, cuando se enteraron, lo tomaron por un ver-
dadero glotón. Después, ya en la Casa de Oración, y mien-
tras la congregación oraba, Rabí Leví Itzjac empezó a con-
versar con un hombrecillo insignificante, desdeñado por todos,
sobre cuestiones mundanas de muy escasa importancia, según
pudieron determinarlo quienes se encontraban cerca. Uno de
los discípulos no soportó por más tiempo ese comportamiento
y dijo ásperamente al forastero: "¡Silencio! ¡La charla trivial
aquí está prohibida!" Pero el rabí de Berditchev no le prestó
atención y siguió conversando.
En el almuerzo, Rabí Shmelke lo recibió alegremente, le
indicó que se sentara a su lado y comió de su mismo tazón.
Sus discípulos, que habían oído de las singulares maneras
del visitante, advirtieron con malhumor y sorpresa esos sig-
nos de favor y amistad. Concluida la comida, uno de ellos no
pudo disimular más su fastidio y preguntó al maestro por qué
honraba en esa forma a un hombre tan imprudente y estúpido,
que se conducía de tal y cual manera. El tzadik replicó:
" E n la Guemará leemos: 'Rab (Abba Areka), en todos los
•días de su vida, jamás habló de asuntos mundanos.' ¿No es

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extraño este elogio? ¿Indica acaso que los demás maestros pa-
saban su tiempo en charlas mundanas? ¿No hay nada más dig-
no de contarse acerca de Rab? El significado es éste: cuales-
quiera asuntos mundanos discutiese con otros durante el día,
cada una de sus palabras estaba, en realidad, cargada de un
secreto significado y un propósito secreto, que se hacía sentir
en el mundo superior; y su espíritu perseveraba en ese ser-
vicio durante todo el día. Por ello nuestros sabios le conce-
dieron elogios de los que no estimaron digno a ningún otro.
Lo que otros podían hacer sólo durante tres horas, al cabo
de las cuales bajaban de ese nivel, él lograba hacerlo du-
rante todo el día. Y lo mismo es verdad de Rabí Leví Itzjac.
Lo que puedo hacer por tres horas, él es capaz de hacerlo el
día entero: concentrar su espíritu, de modo que se haga
sentir en el mundo celestial, aun en una conversación que
los hombres consideran ociosa."

El que se rió

Rabí Moshé Leib de Sasov sentía honda devoción por el


tzadik de Berditchev. Su discípulo Abraham David, que ha-
bía de ser rabí de Buczacz, insistía ante su maestro en que
le permitiera acudir a aquel otro, cuya manera de enseñar
deseaba intensamente observar de cerca. Rabí Moshé Leib
no quiso acceder al pedido. " E n el libro de Daniel", dijo,
leemos que 'ellos tenían capacidad para permanecer en el
palacio del rey'. Nuestros sabios explican esas palabras así:
habían aprendido a abstenerse de reír, dormir y otras cosas
más. Ahora bien, Rabí Leví Itzjac jamás deja de arder con
inagotable fuego. En todo lo que hace pone su alma, igual a
una llama. De modo que quien se aventura a estar en su pre-
sencia debe estar seguro de que podrá contener su risa al
observar los curiosos gestos de ese santo cuando reza y cuan-
do come."
El discípulo prometió que no cedería a la risa, y el rabí
de Sasov le permitió ir a Berditchev para el shabat. Pero
cuando, a la mesa, el discípulo vio los movimientos convulsi-
vos del tzadik y los visajes que hacía, no pudo contenerse y
rompió a reír. Después cayó en un frenesí; sus ataques de

62
risa se repitieron una y otra vez. Finalmente debió ser reti-
rado de la mesa y —concluido el shabat— enviado de retor-
no a Sasov bajo custodia.
Cuando Rabí Moshé Leib lo vio, escribió al tzadik; " T e
remití una vasija entera, y me la devuelves en pedazos."
La enfermedad de Abraham David duró treinta días, al
cabo de los cuales se curó súbitamente. A partir de entonces
dio una fiesta en acción de gracias en el aniversario de ese
día y en cada ocasión narraba la historia de su visita a Ber-
ditchev, para concluir con las palabras del salmo: "Dad gra-
cias al Señor, pues El es bueno, pues Su misericordia es
eterna. ' '

Días tras día

Cada noche el rabí de Berditchev examinaba en su co-


razón qué había hecho ese día y se arrepentía de cada falla
que encontraba. Decía: "Leví Itzjac no lo hará de nuevo."
Y entonces se reprendía: "¡Leví Itzjac dijo ayer exactamente
lo mismol" Y agregaba: "Ayer- Leví Itzjac no dijo la verdad,
pero hoy sí la dice."
Solía comentar: "Como una mujer que sufre dolores abru-
madores al dar a luz y jura que nunca yacerá con su marido
de nuevo, y sin embargo olvida su juramento, así cada Día del
Perdón confesamos nuestras faltas y prometemos corregirnos,
y sin embargo seguimos pecando, y Tú sigues perdonándonos.''

Comienzos eternos

Un estudiante preguntó al rabí de Berditchev: " E l Tal-


mud enseña que 'Quienes son de virtud perfecta no pueden
ocupar el sitio donde están quienes se arrepienten.' Según
esto, quienes han sido intachables desde su juventud ¿vienen
después de quienes han cometido muchas transgresiones con-
tra Dios y no pueden alcanzar su rango?"
El tzadik repuso: " E l que ve todos los días una nueva
luz, luz que no vio la víspera, si en verdad desea servir debe
condenar su imperfecto servicio de ayer, expiarlo y empezar

63
de nuevo. El intachable que cree haber prestado perfecto ser-
vicio y persiste en ello, no acepta la luz y viene después del
que siempre empieza de nuevo."

Envidia

Caminando por la calle, el rabí de Berditchev se encon-


tró una vez con un hombre que ejercía importantes funcio-
nes y era tan malvado como poderoso; entonces lo tomó por
el borde de su chaqueta y dijo: "Señor, ¡cuánto os envidio.I
Cuando os volváis a Dios, cada uno de vuestros defectos se con-
vertirirá en un ravo de luz, y brillaréis con fuerte luz. ¡Señor,
envidio vuestro diluvio de irradiaciones!"

El Séder de ignorante

Una vez Rabí Leví Itzjac celebró el Séder de la primera


noche de Pesaj tan devotamente, que cada palabra y cada rito
refulgieron a la mesa del tzadik con toda la santidad de su
significado secreto. Al día siguiente de la celebración, estaba
Rabí Itzjac sentado en su cuarto, alegre y orgulloso de haber
oficiado tan exitoso servicio. Pero, de pronto, escuchó una
voz que decía: "Más que tu Séder me ha complacido el de
Jaím, el aguador".
El rabí convocó a la gente de su casa y a sus discípulos
y preguntó por el hombre cuyo nombre había oído. Nadie lo
conocía. A pedido del tzadik, algunos de sus discípulos fue-
ron a buscarlo. Debieron preguntar durante largo tiempo an-
tes de que —en las afueras de la ciudad, donde sólo viven
los pobres— les señalaron la casa de Jaím, el aguador. Lla-
maron a la puerta. Salió una mujer, y les preguntó qué desea-
ban. Cuando se lo diieron se sorprendió. " S í " , dijo, "Jaím,
el aguador, es mi marido. Pero no puede acompañaros porque
ayer bebió mucho y hoy duerme para que se le pase la em-
briaguez. Si lo despertáis, veréis que ni siquiera puede alzar
los pies."
Por toda respuesta, los discípulos dijeron: "Son las ór-
denes del rabí". Entraron y despertaron al hombre. Este se

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limitó a mirarlos parpadeando, no entendió lo que querían de
él e intentó darse vuelta para seguir durmiendo. Pero lo le-
vantaron del lecho, lo aferraron y, poco menos que cargán-
dolo a hombros, lo llevaron ante el rabí. E¡ste lo hizo sentar
en una silla junto a él. Ujna vez sentado, silencioso y estupe-
facto, hacia él se inclinó Rabí Itzjac y le dijo: "Rabí Jaím,
amado corazón, ¿qué intención mística había en tu espíritu
cuando recogiste lo que contiene levadura?"
El aguador lo miró embotado, sacudió la cabeza y con-
testó: "Maestro, yo sólo busqué por todos los rincones, y lo
recogí.''
El asombrado tzadik siguió interrogándolo: "¿Y en qué
consagración pensaste al quemarlo?"
El hombre meditó, pareció entristecerse y dijo vacilante:
"Maestro, olvidé quemarlo. Y ahora que recuerdo, todo está
aún en el estante."
Cuando Rabí Leví Itzjac escuchó esto se desconcertó aún
más, pero siguió interrogando: " Y dime, Rabí Jaím, ¿cómo
celebraste el Séder?"
Algo pareció despertarse entonces en los ojos y los miem-
bros del hombre, quien replicó en humilde tono: "Rabí, te
diré la verdad. Verás, siempre oí decir que está prohibido
beber aguardiente en los ocho días del festival, de modo que
ayer por la mañana bebí lo suficiente para ocho días. Y me
sentí cansado y me eché a dormir. Después mi mujer me des-
pertó, y era de noche, y ella me dijo: '¿Por qué no celebras
el Séder como todos los demás judíos?' Yo dije: '¿Qué quie-
res de mí? Soy un hombre ignorante, y mi padre era un hom-
bre ignorante, y no sé qué debo hacer ni qué no debo hacer.
Pero algo sé; nuestros padres vivieron en cautiverio en la tie-
rra de los gitanos, y teníamos un Dios, y él los llevó lejos,
hacia la libertad. Y mira: ahora estamos de nuevo en cauti-
verio, y yo sé y te digo que Dios nos llevará también a no-
sotros a la libertad.' Y entonces vi delante una mesa, cuyo
mantel brillaba como el sol, v sobre ella había fuentes de
matzot y huevos y otras viandas, y botellas de vino tinto.
Comí matzot y huevos y bebí vino, y di a mi mujer de comer
y de beber. Y entonces me sentí sobrecogido de alegría, y alcé
mi copa hacia Dios, y dije: '¡Mira, Dios, por ti bebo esti copa!

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¡E inclínate tú sobre nosotros y danos la libertad!' Y enton-
ces nos sentdmos y bebimos y nos regocijamos ante Dios. Y
después me sentí cansado, me tendí y me quedé dormido."

En la Sagrada Fiesta de los Siete Pastores

Rabí Lev! Itzjac recibía con frecuencia a su mesa a un


hombre honesto y poco instruido, a quien sus discípulos mi-
raban con desdén por considerarlo incapaz de comprender lo
que el rabí decía. ¿Qué tiene que hacer aquel que hierve brea
entre quienes confeccionan ungüentos? Pero como el hombre
era simple y de buen humor, o no advirtió la actitud de los
discípulos, o no se molestó por ella, de modo que finalmente
éstos le pidieron a la mujer del rabí que señalara al patán el
camino de la puerta. Como ella no quiso hacerlo sin permiso
del marido, informó a éste del deseo y el pedido de sus dis-
cípulos. El rabí contestó: "Cuando los Siete Pastores se sien-
tan a la Fiesta Sagrada:3 Adán, Set, Matusalén a la derecha,
Abraham, Jacob, Moisés a la izquierda, y David en el medio,
y un pobre hombre sin instrucción, Levi Itzjac de Berditchev,
se acerca a ellos, creo que hasta saludan a ese patán incli-
nando la cabeza."

Moisés y el Monte Sinaí

Una vez se formuló al rabí de Berditchev esta pregunta:


"¿Cómo fue que Moisés, quien en su gran humildad había
implorado a Dios que no enviara a él sino a otro a Faraón,
no vaciló un instante en recibir la Tora?"
" E l había visto altas motañas presentarse ante Dios",
dijo el rabí, " y solicitar cada una el privilegio de ser aque-
lla donde sobreviniera la revelación. Pero Dios eligió el pe-
queño Monte Sinaí. 4 Tal es la causa por la cual —viéndose
también él elegido— Moisés no se resistió al llamado, sino
que lo acató."

3 En el mundo venidero.
4 Según una conocida leyenda midráshica.

66
Su segundo nombre

El segundo nombre de Rabí Leví Itzjae era Barmherzig,


"Misericordioso", y por este nombre, que no era sin em-
bargo el de su padre, era conocido por las autoridades y es-
taba inscripto en sus libros. Y así fue cómo ocurrió la cosa.
El rey dictó un decreto por el cual todos debían agregar a
su nombre un segundo nombre, y como los judíos eran dema-
siado lentos en obedecerlo, el alguacil de Berditchev fue de
casa en casa para imponer el cumplimiento de la ley. Al cru-
zar el umbral de la casa de Rabí Leví Itzjae y repetir la ru-
tinaria pregunta, el tzadik lo miró como mira un ser humano
a otro e, ignorando la pregunta, dijo: "Empéñate en imitar
la cualidad de Dios. Puesto que él es misericordioso, también
tú debes serlo.'' 5 Pero el alguacil se limitó a sacar su lista
y anotar: "Primer nombre, Leví Itzjae; segundo nombre,
Misericordioso.''

Las filacterias de Dios

En medio de una plegaria, el rabí de Berditchev dijo una


vez a Dios: "Señor del mundo, debes perdonar a Israel sus
pecados. Si lo haces, bien. Pero si no lo haces, diré al mundo
entero que las filacterias que llevas no son válidas. Pues, ¿qué
versículo contienen tus filacterias? Es un versículo de David,
tu ungido: '¡Quién es como tú, pueblo de Israel, nación úni-
ca en la tierra!' Y si no perdonas a Israel sus pecados, ya no
es entonces una 'nación única en la tierra', el versículo que
contienen tus filacterias es falso y ellas se tornan inválidas."
Otra vez dijo: "Señor del mundo, las filacterias que lle-
vas en la cabeza son Israel. Cuando las filacterias de un sen-
cillo judío caen al suelo, él las levanta cuidadosamente, las
limpia y las besa. Señor, tus filacterias han caído al suelo."

El carretero

Una vez el rabí de Berditchev vio a un carretero prepa-


rado para el Servicio Matutino, con su talet y sus filacterias.
5 Dicho talmúdico (Shabat 133).

67
Estaba engrasando las ruedas de su carreta. "¡Señor del mun-
do I", exclamó deleitado. "¡Contempla a este hombreI Contem-
pla la devoción de tu pueblo. ¡Aun engrasando las ruedas de
una carreta, se acuerdan de tu nombre!"

La mujer que lloraba

El rabí de Berditchev relató lo siguiente:


"Una vez, muy poco antes del Día de Año Nuevo, vino
ante mí una mujer que lloraba y lloraba. Le pregunté: '¿Por
qué lloras? ¿Por qué estás llorando?' Ella dijo: '¿Por qué no
habría de llorar? ¡Me duele la cabeza! ¡Me duele la cabeza!'
Le dije: 'No llores. Si lloras, tu cabeza sólo te dolerá más!'
Contestó: '¿Por qué no habría de llorar? ¿Por qué no habría
de llorar? Tengo solamente un hijo, y ahora se aproxima este
sagrado y terrible día, y no sé si mi hijo pasará el juicio de
Dios.' Le dije: '¡No llores! ¡No llores! Con seguridad pasará
el juicio de Dios, pues mira, es'á escrito: ¿No es Efraím para
mí un hijo querido? ¿No es un hijo precioso? Pues cuantas ve-
ces hablo de él, me acuerdo de él con ternura todavía; por
tanto mis entrañas se conmueven por él; ciertamente tendré
compasión de él, dice el Señor?' " 6 El rabí de Berditchev solía
relatar este episodio en un singular tono cantante, y en el
mismo tono lo refieren hoy los jasidim.

En el suelo

Un hombre acudió a Rabí Leví Itzjac y se quejó: "Ra-


bí, ¿qué he de hacer con la mentira que costantemente se
infiltra en mi corazón?" Se detuvo y luego gritó muy alto:
"¡Oh, y ni siquiera lo que acabo de decir fue dicho sincera-
mente! ¡Jamás encontraré la verdad!" De desesperación, el
hombre se arrojó al suelo.
"¡Con cuánto fervor busca este hombre la verdad!", dijo
el rabí. Con mano suave lo levantó del suelo y dijo: "Está
escrito: 'La verdad brotará de la tierra.' " 7
6 Jeremías 31:19.
7 Salmos 85:12.

68
El grueso libro de oraciones

En una víspera del Día del Perdón, el rabí de Berditchev


esperó un momento antes de subir al pulpito para leer las
oraciones e iba y venía por la Casa de Oración. En un rin-
cón encontró a un hombre que, encogido sobre el suelo, llo-
raba. Cuando lo interrogó, el hombre dijo: "Hasta hace corto
tiempo tenía sólo buenas cosas, y ahora, estoy arruinado. Rabí,
yo vivía en una aldea y ningún hambriento se alejó de mi
puerta sin recibir alimento. Mi mujer solía llevar a casa a
los caminantes pobres que hallaba por la ruta y atendía a
sus necesidades. Y luego viene E l " —la mano del hombre
apuntó al cielo— " y se lleva a mi mujer y mi casa de un
día para otro. ¡Allí quedé yo con seis niños pequeños, sin
mujer, sin casa! Y tenía un grueso libro de oraciones, y todos
los himnos estaban allí en el orden correcto; no era preciso
buscarlos, y también se quemó junto con todo lo demás. Dime
ahora, Rabí, ¿puedo perdonarlo a E l ? "
El tzadik hizo buscar un libro de oraciones como el des-
cripto por el hombre. Cuando le fue llevado, el hombre co-
mezó a volver las páginas para ver si todo estaba en el
orden correcto, mientras el rabí de Berditchev esperaba. Fi-
nalmente, éste preguntó:
"¿Lo perdonas ahora?"
" S í " , dijo el hombre. Entonces el rabí se dirigió al púl-
pito y entonó la oración "Todas las promesas."

La sabiduría de Salomón

Preguntaron a Rabí Leví Itzjac de Berditchev: " E n rela-


ción con el pasaje de las Escrituras que afirma que el Rey
Salomón era el más sabio de los hombres, se ha observado:
'Más sabio incluso que los necios.' ¿Qué significado pueden
encerrar esas palabras que aparentemente carecen de sentido?''
El rabí de Berditchev explicó: "Una característica del
necio es considerarse más sabio que cualquier otro, y nadie
puede convencerlo de que es un necio y de que lo que hace es
insensato. Pero la sabiduría de Salomón era tan grande que
podía asumir múltiples aspectos, incluso el de la necedad. Tal

69
es la causa por la cual podía conversar verdaderamente con
necios e impresionar sus corazones hasta que reconocían qué
clase de personas eran y lo manifestaban."

Abráham y Lot

En el curso de un viaje, el rabí de Berditchev se detuvo


en Lwow y fue a casa de un hombre rico y respetado. Admitido
a la presencia del dueño de casa, pidió albergue por un día,
pero calló su nombre y su título. El hombre rico le contestó
en tono hosco: "No necesito caminantes. ¿Por qué no vas a
una posada?"
"No soy hombre de estar en una posada", dijo el rabí.
"Dame sólo un pequeño sitio en uno de tus cuartos y no te
molestaré por ningún otro motivo."
"¡Fuera de aquí!", gritó el otro. "Si, como dices, no
eres hombre de estar en una posada, ve a casa del maestro
de la escuela, a la vuelta de la esquina. A él le agrada recibir
honrosamente a vagabundos como tú y darles de comer y de
beber."
Rabí Leví Itzjac fue a casa del maestro, donde se lo re-
cibió con honor y se le dio de comer y de beber. Pero en su
camino hacia allí alguien lo reconoció, y pronto en la ciu-
dad entera corría la noticia de que el santo rabí de Berdit-
chev estaba allí y se había alojado en casa del maestro. Ape-
nas había descansado un poco, cuando ante la puerta se agol-
pó una multitud deseosa de entrar. Cuando abrieron, los vi-
sitantes se precipitaron a recibir la bendición del tzadik. Entre
ellos estaba el hombre rico. Se abrió paso hasta el rabí y dijo:
"¡Quiera el maestro perdonarme y honrar mi casa con su vi-
sita! Todos los tzadikim que vinieron a Lwow fueron mis
huéspedes.''
Rabí Leví Itzjac se volvió a quienes lo rodeaban y dijo:
"¿Conocéis la diferencia entre nuestro Padre Abraham, la paz
sea con él, y Lot? ¿Por qué tal espíritu de satisfacción im-
pregna la historia de cómo Abraham puso ante los ángeles
cuajada y leche y ternero tierno? ¿Acaso Lot no horneó tam-
bién para ellos y Ies dio de comer? ¿Y por qué se considera
que el hecho de que Abraham los recibiera en su tienda fue

70
una acción tan meritoria? Pues también Lot los invitó y les dio
refugio. Esta es la verdad del asunto: en el caso de Lot está
escrito que a Sodoma acudieron ángeles. Pero en lo que' con-
cierne a Abraham, las Escrituras dicen: "Alzando los ojos
miró, y he aquí que tres hombres estaban parados cerca de
él". Lot vio formas angélicas, y Abraham vio polvorientos ca-
minantes que necesitaban alimento y reposo."

Trabajo penoso

Rabí Leví Itzjac descubrió que las muchachas que ama-


saban la pasta del pan ázimo se afanaban desde las prime-
ras horas de la mañana hasta muy entrada la noche. Entonces
exclamó ante la congregación, reunida en la Casa de Ora-
ción: "Quienes odian a Israel nos acusan de hornear el pan
ázimo con sangre de cristianos. Pero no, |lo horneamos con
sangre de judíos!"

Caridad

Cuando Leví Itzjac se convirtió en rav de Berditchev,


concertó con los jefes de la congregación un acuerdo en el
sentido de que no le pedirían que concurriera a sus reuniones
a menos que se propusiesen discutir la implantación de un
nuevo uso o procedimiento. Un día le pidieron que asistiera
a una reunión. Inmediatamente después de saludarlos, les pre-
guntó: "¿Qué nuevo procedimiento queréis establecer?"
Le respondieron: "Queremos que de aquí en adelante
los pobres no pidan más de puerta en puerta. Queremos ins-
talar una caja, donde todos los pudientes depositarán dinero,
cada uno según sus medios, y con esos fondos se atenderán
las necesidades de los pobres."
Cuando el rabí oyó estas palabras, dijo: "Hermanos míos,
¿no os pedí que no me apartarais de mis estudios ni me con-
vocarais a una reunión para tratar acerca de un uso viejo o
un procedimiento viejo?
Los dirigentes se asombraron y protestaron: "Pero, maes-
tro, ¡el procedimiento que consideramos hoy es nuevo!"

71
"¡Os equivocáisl", exclamó el rabí. " ¡ E s antiquísimo! Es
un procedimiento viejo, muy viejo, que se remonta a Sodoma
y Gomorra. ¿Recordáis lo que se relata sobre la muchacha
de Sodoma, que dio a un mendigo un trozo de pan? ¿De
cómo la capturaron y desvistieron, untaron de' miel su cuerpo
desnudo y la expusieron a las abejas, para que la devorasen,
por el gran crimen que había cometido? 8 Quién sabe, tal vez
también ellos tuvieran una caja comunitaria donde los pu-
dientes depositaban sus limosnas para no verse obligados a
mirar a los ojos a sus hermanos pobres."

De prisa

El rabí de Berditchev vio a un hombre que marchaba de


prisa por la calle, sin mirar a derecha ni izquierda. "¿Por
qué te apuras tanto?", le preguntó.
"Voy tras de mi sustento", replicó el hombre.
'' ¿Y cómo sabes'continuó el rabí, '' que tu sustento corre
delante de ti, de modo que tienes que apurarte tras él? Tal
vez esté detrás de ti y todo cuanto necesites para encontrarlo
sea quedarte quieto. ¡Y en cambio así estás huyendo de él!"

¿Qué hacesP

Otra vez, el rabí de Berditchev vio en el mercado a un


hombre tan absorto en sus negocios que nunca alzaba la
vista. Lo detuvo y le preguntó: "¿Qué haces?"
El hombre contestó apurado: "No tengo tiempo para con-
versar ahora contigo."
Pero el rabí se rehusó a ser desairado. Repitió su pre-
gunta: "¿Qué haces?"
Impaciente el hombre exclamó: "¡No me detengas! ¡De-
bo atender mis negocios!"
Sin embargo, el rabí insistió: "Muy bien", dijo. "Pero
tú —tú mismo—, ¿qué estás haciendo? Todo lo que tanto te

8 Leyenda talmúdica (Sanedrín 109).

72
preocupa está en manos de Dios, y todo lo que está en las
tuyas es temer a Dios."
El hombre alzó la vista y —por primera vez— supo qué
era el temor de Dios.

Los dos generales

Rabí Leví Itzjac dijo: "Si un hombre ama realmente a


Dios es posible comprobarlo por el amor que siente hacia sus
congéneres. Os relataré una parábola.
"Había una vez un país que sufría los estragos de la
guerra. El general que mandaba el ejército enviado contra
el enemigo fue derrotado. El rey lo destituyó y puso en su
lugar a otro hombre que logró expulsar al invasor. El primer
general fue sospechado de traicionar a su país. El rey se
preguntó si había alguna manera de determinar si ese general
realmente lo amaba o lo odiaba. Y comprendió que un signo
inequívoco le permitiría descubrir la verdad: si el hombre
del que dudaba demostraba amistad por su rival y mani-
festaba una franca alegría por su éxito, se lo podía considerar
digno de confianza; pero si c'onspiraba contra su rival, pro-
baría así su culpabilidad.
"Dios creó al hombre para que luchara contra el mal que
hay en su alma. Pues bien, muchos hombres aman por cierto
a Dios, pero son derrotados en esa amarga lucha. Se los puede
reconocer por su capacidad de compartir de todo corazón y
sin reservas la felicidad de sus victoriosos congéneres."

Amalek

Así fue como Rabí Leví Itzjac explicó el versículo de las


Escrituras que dice: "Acuérdate de lo que te hizo Amalek." 9
"Porque eres hombre, primero se te permite recordar lo
que te ha hecho el poder del mal. Pero cuando asciendes al
peldaño de los tzadíkim y tu corazón reposa respecto de todos
los enemigos que te rodean, entonces "borras el recuerdo de
9 Deuteronomio 25:17.

73
Amalek de lo que hay bajo el Cielo" y sólo recuerdas lo que
el poder del mal hizo al Cielo: cómo erigió un muro entre
Dios e Israel y envió al exilio a la Divina Presencia."

La grandeza de Faraón

Rabí Leví Itzjac dijo:


" ¡Cuánto envidio a Faraón! [Qué glorificación del nombre
de Dios causó con su terquedad!"

Camaleones

Rabí Leví Itzjac dijo:


"Está escrito: ' . . . y tendrás trato corrupto y harás un
ídolo, incluso con la forma de cada c o s a . . . ' Esto se refiere a
los 'camaleones', que cuando están entre los jasidim actúan
como jasidim, y cuando están entre renegados se acomodan a
la manera de ser de éstos, y adoptan para sí mismos las for-
mas de toda especie de cosa."

Quizá

U¡n hombre muy estudioso —uno de esos que se jactan


de estar iluminados— que había oído hablar del rabí de Ber-
ditchev, lo visitó con el fin de discutir con él, como tenía por
costumbre hacer con otros, y refutar sus anticuadas pruebas
de la verdad de su fe. Cuando entró en el cuarto del tzadik,
lo vio ir y venir, un libro en las manos, inmerso en un pen-
samiento extático. El rabí no advirtió la presencia de su vi-
sitante. Al cabo de un rato, empero, se detuvo, le echó un
vistazo y dijo: "¡Pero quizá después de todo sea verdad!"
El estudioso procuró en vano recobrar su aplomo. Sus ro-
dillas se entrechocaron, pues era terrible contemplar al tzadik,
como terrible había sido escuchar sus simples palabras. Pero
Rabí Leví Itzjac se volvió hacia él y calmosamente dijo: "Hijo
mío, los grandes eruditos de la Torá con quienes discutiste
desperdiciaron sus palabras contigo. Al separarte de ellos sólo
te reiste de lo que habían dicho, No podían poner a Dios y

74
su reino sobre la mesa ante ti, y tampoco yo puedo hacerlo.
Pero, hijo mío, ¡piénsalo solamente! Quizá sea verdad. ¡Quizá,
después de todo, sea verdad!" El iluminado hizo todo lo po-
sible por responder, pero el terrible "quizá" resonó en sus
oídos una y otra vez y quebró su resistencia.

Los falsos Mesías

Un incrédulo declaró cierta vez al Rabí de Berditchev que


incluso los grandes maestros de la Torá habían errado gra-
vemente; Rabí Akiba, por ejemplo, había tomado a Bar Kojba,
el rebelde, por el Mesías, y le había tributado los honores co-
rrespondientes.
El rabí de Berditchev contestó: "Había una vez un em-
perador cuyo hijo único cayó enfermo. Un médico aconsejó
esparcir un ungüento acre sobre un trozo de paño y envolver
con éste el cuerpo desnudo del paciente. Otro lo contradijo,
sosteniendo que el niño estaba demasiado débil para soportar
el dolor que el ungüento le produciría. Un tercero prescribió
una poción soporífera, pero el cuarto médico temió que da-
ñara el corazón del enfermo. Entonces un quinto sugirió que
diesen al príncipe una cucharada cada vez que despertara y
sintiera dolor.
Cuando Dios vio que el alma de Israel estaba enfer-
ma, la envolvió en el acre paño del exilio, y para que pudiera
soportarlo, la sumió en un sueño entumecedor. Pero para evi-
tar que todo ello la destruyera, de vez en cuando la despierta
con la esperanza de un falso Mesías y luego la adormece para
que descanse de nuevo hasta que pase la noche y llegue el
verdadero Mesías. Y para que así sea, incluso los ojos de los
sabios son a veces cegados."

En la vlaza del mercado

El rabí de Berditchev estaba una vez en una gran plaza de


mercado, donde vio a muchos hombres, poseído cada uno
de ellos por la codicia de hacer ganancias. Subió al techo
de una casa y habló hacia abajo en alta voz: "Vosotros,
hombres, vosotros estáis olvidando el temor de Dios."

75
En otro tiempo y ahora

El rabí de Berditehev dijo: " L o que veo ante mí es un


mundo desbarajustado. En otro tiempo toda la verdad estaba
en las callejuelas y plazas de mercado de Israel: allí todos
decían la verdad. Pero cuando llegaban a la Casa de Oración,
se las ingeniaban para decir mentiras. Ahora ocurre exacta-
mente lo contrario. En las calles y plazas profieren falseda-
des, pero cuando entran en la Casa de Oración confiesan la
verdad. Pues en otro tiempo, en Israel, sucedía así: fe y ver-
dad eran las lámparas que guiaban los pasos de las gentes,
y cuando iban al mercado y al mundo del comercio, con sus
almas probaban las palabras: que el 'sí' sea verdadero y el
'no' sea verdadero,10 y todos los tratos se hacían de buena
fe. Pero cuando venían a la Casa de Oración, se golpeaban
el pecho diciendo: '|Hemos transgredidol [Hemos pactado en
forma traicionera! ¡Hemos robado!' 11 Todo lo cual era men-
tira, porque habían mantenido la buena fe ante Dios y el
hombre. Hoy sucede al revés: en el comercio mienten y en-
gañan, y en las oraciones profesan la verdad."

El sanctasanctórum
Rabí Leví Itzjac dijo: "Nos está prohibido tener malos:
pensamientos, porque el espíritu del hombre es el sanctasanctó-
rum. En él está el Arca con las tablas de la Ley, y si el hom-
bre permite que surjan en su interior malos pensamientos, eri-
ge un ídolo en el Templo. Pero cuando en medio de la ple-
garia el tzadik es presa de hondo fervor, cuando se enciende
en llama y alza sus manos, sucede como en otro tiempo, cuan-
do —en el sanctasanctórum— los querubines apuntaban hacia
arriba sus alas."

El complot inicuo

"¡No debemos mortificar nuestra carne!" Esto es lo que


el rabí de Berditehev solía decir. "Nada representa, sino la
10 Talmud babilónico (Baba Metziá 4 9 ) .
11 Confesión de los pecados que se recita en el Día del Perdón.

76
tentación de la inclinación al mal, que quiere debilitar nues-
tro espíritu para impedirnos servir correctamente a Dios.
Una vez dos hombres fuertes luchaban entre sí y nin-
guno lograba prevalecer sobre su adversario. Entonces uno de
ellos tuvo una idea. 'Debo ingeniarme para disminuir el po-
der de su mente', se dijo a sí mismo, 'pues así habré domi-
nado su cuerpo'. Esto es precisamente lo que la inclinación
al mal quiere que hagamos cuando nos tienta a mortificar
nuestra carne.''

Verdadero pesar y verdadera alegría

Cuando se le preguntó cuál era el camino recto, si el del


pesar o el de la alegría, el rabí de Berditchev dijo:
"Hay dos clases de pesar y dos clases de alegría. Cuan-
do un hombre cavila sobre los infortunios que lo abruman,
cuando se refugia en un rincón y desespera de recibir ayuda,
da un ejemplo de pesar de mala especie, sobre el cual se ha
dicho: 'La Divina Presencia no habita en un lugar de aba-
timiento.'12 La otra especie es el dolor honesto de un hombre
que sabe lo que le falta. Lo mismo vale para la alegría. Quien
carece de sustancia interior y, en medio de sus placeres va-
cíos, no lo advierte, ni trata de suplir esa carencia, es un ne-
cio. Pero el hombre auténticamente alegre se parece a aquel
cuya casa se ha quemado, que siente en lo más hondo del
alma esa necesidad y empieza a construir de nuevo. A cada
piedra puesta, su corazón se regocija."

La danza

Cuando su hijo murió, Rabí Leví Itzjac siguió el féretro


danzando. Algunos de sus jasidim no pudieron abstenerse
de manifestar su asombro. El dijo: "Un alma pura me fue
dada. Un alma pura es lo que devuelvo."

12 Talmud (Shabat 30b).

77
Discipulado

Cuando Rabí Kalman, autor del muy conocido libro Luz


y Sol, contaba cinco años de edad, se ocultó bajo el talet del
rabí de Berditchev, como gustan de hacer los niños, y alzó
la vista hacia su velado rostro. Un ardiente vigor entró en su
corazón, lo inundó y tomó posesión de él.
Muchos años después, Rabí Elimélej llevó a algunos do
sus más nobles discípulos a presencia del rabí de Berditchev.
Entre ellos estaba el joven Kalman. Rabí Itzjac lo miró y lo
reconoció. "¡Este es mío!", dijo.

Conocimiento

El rabí de Berditchev y Aarón, uno de sus discípulos,


estaban de viaje. Se detuvieron en Lizhensk, donde los hos-
pedó Rabí Elimélej. Cuando el Rabí de Berditchev partió, su
discípulo se quedó en el lugar, instalado en la "Klaus", la
Casa de Estudio y Oración de Rabí Elimélej, y empezó a
estudiar allí sin haberle dicho nada al respecto. Por la no-
che el tzadik entró y lo vio. "¿Por qué no partiste con tu
rabí?", preguntóle.
Aarón repuso: "Conozco a mi rabí, y me quedé porque
quiero aprender a conocerte también a ti".
Rabí Elimélej se acercó y lo tomó por la chaqueta:
"¡Piensas que conoces a tu rabí!", exclamó. "¡Vamos, ni si-
quiera conoces su chaqueta!"

Respuesta de Rabí Elimélej

Durante el período en que, en muchos sitios, los enemi-


gos de las enseñanzas jasídicas atacaban a Rabí Lev! Itzjac
por su forma de oficiar el servicio y le hacían todo el daño
posible, algunas personas comprensivas escribieron al gran
Rabí Elimélej preguntándole cómo podían esas gentes atre-
verse a tal cosa. Respondió: "¿Por qué os sorprendéis? He-
chos así se han producido siempre en Israel. ¡Ay de nuestras
almas! ¡Si las cosas fueran de otro modo, ninguna nación del
mundo podría subyugarnos!"

78
La primera página

Preguntaron a Rabí Leví Itzjac: "¿Por qué no hay pri-


mera página en ninguno de los tratados del Talmud babiló-
nico? ¿Por qué cada uno empieza por la segunda?"
Repuso: "Por mucho que un hombre pueda aprender,
siempre debe recordar que no ha llegado siquiera a la pri-
mera página."

Enseñanzas octdtas

Rabí Leví Itzjac dijo: "Está escrito en Isaías: 'Pues en-


señanza saldrá de mí.' ¿Cómo debemos interpretarlo? Pues
creemos con perfecta fe que la Torá, que Moisés recibió en
el Monte Sinaí, no puede ser modificada, y que ninguna otra
será dada. Es inalterable y nos está prohibido cuestionar siquie-
ra una de sus letras. Pero, en realidad, no sólo las letras en
negro, sino también los espacios en blanco que las separan,
son símbolos de la enseñanza, con la salvedad de que no so-
mos capaces de leer esos espacios. En tiempos venideros, Dios
revelará lo que la blancura de la Torá oculta."

El último son del cuerno de carnero

En el último Festival de Año Nuevo que hubo en vida


de Rabí Leví Itzjac, procuraron en vano hacer sonar el cuer-
no de carnero. Nadie pudo arrancarle una sola nota. Final-
mente, el propio tzadik lo llevó a sus labios, pero tampoco
tuvo éxito. La intervención de Satán se tornó patente. Rabí
Leví Itzjac bajó el cuerno, lo dejó a un lado y exclamó: "¡Se-
ñor del mundo! En tu Torá está escrito que nosotros, los ju-
díos, hemos de soplar el cuerno de carnero en el día en que
creaste el mundo. Mira aquí abajo, donde estamos nosotros,
y verás que liemos acudido todos, con nuestras mujeres e hi-
jos, para cumplir tu mandato. Pero si esto se nos niega, si
hemos dejado de ser el pueblo que amas, pues bien, ¡que
Iván haga sonar el cuerno de carnero en tu homenaje!"
Todos lloraron, y en lo hondo de sus corazones se arrepin-
tieron. Al cabo de un tiempo el rabí llevó de nuevo el cuer-

79
no de carnero a sus labios, y esta vez emitió una nota pura
e impecable. Concluida la plegaria, Rabí Leví Itzjac se volvió
a su congregación y dijo: " L o vencí, pero me costará la vida.
Heme aquí, una ofrenda por Israel.'' 13
Murió pocas semanas después.

Se amplía un período

Al concluir el Día del Perdón, cuando salían de la Casa


de Oración, dijo Rabí Leví Itzjac a quienes se apretaban en
torno de él: "Os digo que el tiempo de mi vida ha terminado
y en esta misma hora debería estar abandonando el mundo.
Pero me turbaba y preocupaba el verme imposibilitado de
cumplir los dos preciosos mandamientos de habitar en la ca-
baña y bendecir la cidra, cuyo tiempo se acerca y estará
con nosotros dentro de cuatro días. Entonces imploré que
mi vida fuera prolongada hasta después de la Fiesta de las
Cabañas, y Dios me escuchó." Y así fue: en el día siguiente
al del Regocijo en la Ley, el rabí de Berditchev cayó enfermo
y un día después murió.

Las puertas de la oración

Cuentan que a la hora en que Rabí Leví Itzjac murió, un


tzadik que enseñaba en una ciudad distante interrumpió súbita-
mente su discurso, en el que trataba de fundir el poder de
la doctrina con el del culto, y dijo a sus discípulos: "No pue-
do proseguir. Todo se ha oscurecido ante mis ojos. Las puer-
tas de la oración están cerrándose. Algo ha de haber oc'urrido
al gran devoto, a Rabí Leví Itzjac."

El arrugo

En tiempos de Rabí Leví Itzjac, un santo varón vivía en


la ciudad de Berditchev. Lo llamaban rabí de Morchov por-
13 Expresiones similares se encuentran en el Talmud. Su significado es:
Que el castigo de Israel caiga sobre mí.

80
que se había criado en Morchov, Ucrania. Había amistad en-
tre ambos, y en sus relaciones la reprobación era manifiesta
y el amor disimulado. Al morir el tzadik, el rabí de Morchov
acudió a caminar tras su féretro. Cuando sacaron el cuerpo
de la casa, se acercó, se inclinó y murmuró algo al oído del
muerto. Sólo resultaron audibles las últimas palabras: "Se-
gún está escrito: 'Siete semanas contarás.' " Pasadas siete se-
manas, también él murió.
*

Desde entonces

Desde que murió Rabí Leví Itzjac, Berditchev no volvió


a tener un rav. La congregación no pudo hallar quien ocu-
para el sitio que él dejó vacío.

1
V

ZUSIA DE HANIPOL

Las bendiciones

Rabí Zusia solía decir: "Mi madre Mirl, la paz sea con
ella, no oraba con el libro, porque no sabía leer. Todo cuanto
sabía era decir las bendiciones. Pero dondequiera que dijese
la bendición en la mañana, allí duraba todo el día la irradia-
ción de la Divina Presencia."

La parábola del leñador

De joven, Zusia se unió a la congregación del Gran


Maguid, Rabí Ber de Mezritch. Pero no permanecía con los
otros discípulos. Vagaba por los bosques, yacía en lugares
ocultos y cantaba sus alabanzas a Dios, hasta que la gente,
al hablar de él, empezó a citar las palabras de Salomón: " T e
recrearás siempre en su amor." 1 Su hermano Elimélej, niño
aún, que no pertenecía todavía a la congregación, se aplicaba
al estudio. Sentía curiosidad por Zusia y una vez le preguntó:
"Hermano, ¿por qué obras de esa manera, que a todos en la
Casa de Estudio les parece extraña?" Con una sonrisa, Zusia
le respondió: "Hermano, te contaré una historia." Y relató
lo siguiente.
"Un pobre leñador tenía un profundo anhelo de ver perso-
nalmente el rostro del rey. De modo que dejó su aldea y ca-
minó muchos días hasta llegar a la ciudad donde el rey vivía.
Después de muchos intentos, logró ser empleado en el pa-
lacio real. Debía atender las estufas. Y entonces puso en su
tarea todo el celo y el sentido común que pudo. El mismo
1 Proverbios 5:19.

«2
iba al bosque, obtenía la mejor madera, fragante de resina,
la cortaba en trozos parejos y —exactamente a la hora seña-
lada— los apilaba con destreza en los diversos hogares. El
rey disfrutaba del benéfico y vivo calor. Era mejor que todo
cuanto había tenido antes y preguntó por qué sucedía esto.
Cuando le contaron del leñador y su trabajo, le envió a de-
cir que expresara un deseo y le sería concedido. El pobre hom-
bre suplicó que se le permitiera ver al rey de vez en cuando.
La petición fue aceptada En un estrecho pasaje que llevaba
a la leñera, practicaron una ventana que enfrentaba las habi-
taciones del rey, de modo que el leñador podía mirar por
allí y satisfacer su deseo.
A todo esto, una vez el hijo del rey, sentado a la mesa
de su padre, dijo algo que lo disgustó y fue castigado con
una proscripción de un año de los aposentos reales. Durante
un tiempo vivió en amarga soledad. Después empezó a vagar
pesaroso por los corredores del palacio. Cuando llegó a la
ventanita abierta para el leñador, se apoderó de él un anhe-
lo más fuerte aún de ver de nuevo a su padre y pidió al hom-
bre que lo dejara mirar por ella. Después conversaron con
frecuencia.''
"Hermano", dijo Zusia a Elimélej cuando llegó a ese
punto de la historia, "esto es lo que dijo el leñador al prín-
cipe mientras conversaban. 'Tú estás en tu casa en los apo-
sentos del señor y comes a su mesa. Todo cuanto necesitas es
gobernar sabiamente tus palabras. Pero yo no tengo sabiduría
ni estudios, y entonces debo ejecutar mis humildes servicios
para poder ver de vez en cuando el rostro del señor.' "

La palabra

Esto fue relatado por Rabí Israel de Rizhyn.


"Todos los discípulos de mi antepasado, el Gran Maguid,
transmitían las enseñanzas en su nombre; todos, excepto Rabí
Zusia. Y la razón de ello consistía en que rara vez había es-
cuchado Rabí Zusia el sermón de su maestro hasta el final.
Pues en el comienzo mismo, cuando el maguid recitaba el
versículo que se disponía a explicar, y empezaba con las pa-
labras de las Escrituras: 'Y Dios dijo', o 'Y Dios habló', Rabí
Zusia caía presa del éxtasis y gritaba y gesticualaba tan sal-

83
vajemente que turbaba la paz de la mesa redonda y era pre-
ciso sacarlo de allí. Entonces permanecía en el vestíbulo o
en la leñera y gritaba: '¡Y Dios dijo!' No se tranquilizaba
hasta que mi antepasado había concluido de exponer las Escri-
turas. Por esta razón no estaba familiarizado con los sermo-
nes del maguid. Pero la verdad, te digo, la verdad es ésta:
si un hombre habla en el espíritu de la verdad y escucha
en el espíritu de la verdad, una palabra es suficiente, pues
con una palabra el mundo puede ser edificado, y con una
palabra el mundo puede ser redimido."

Solamente lo bueno

Una vez, estando Zusia en casa de su maestro, Rabí Ber,


se presentó un hombre ante el Gran Maguid y le pidió que
lo aconsejara y ayudara en una empresa. Zusia vio que ese
hombre estaba lleno de pecado v que era insensible a todo há-
lito de arrepentimiento; se enfureció y le habló duramente,
diciéndole: "¿Cómo un hombre como tú, un hombre que ha
cometido éste y aquel crimen, tiene la audacia de presentarse
ante un individuo santo, sin sentir vergüenza ni deseo de
expiación?'' El hombre se fue en silencio, pero Zusia lamentó
lo que había hecho y no supo cómo remediarlo. Entonces el
maestro le dio su bendición, mra que en adelante sólo fue r e
capaz de ver lo bueno en otros, aun si una persona pecaba
ante sus ojos.
Pero como el don de visión de Zusia no podía ser re-
tirado de él por obra de palabras habladas por hombre, su-
cedió que a partir de ese momento él sintió como propios los
pecados de la gente que encontraba y se inculpaba por ellos.
Toda vez que el rabí de Rizhyn relataba esto acerca de
Zusia, era probable que agregara: " Y si todos nosotros fué-
semos como él, hace largo tiempo que el mal hubiera sido
destruido, y la muerte superada, y la perfección alcanzada."

Sufrimiento

Cuando Rabí Shmelke y su hermano visitaron al maguid


de Mezritch, lo interrogaron sobre el siguiente punto: "Nues-

í'.l
tros sabios dicen ciertas palabras que nos arrebatan la paz
porque no las entendemos. Según ellas, los hombres deberían
agradecer a Dios tanto el sufrimiento como el bienestar, y re-
cibir ambos con la misma alegría. ¿Nos dirías, rabí, cómo
debemos entender esto?"
El maguid repuso: "Id a la Casa de Estudio. Allí en-
contraréis a Zusia, que estará fumando su pipa. El os dará
la explicación." Fueron a la Casa de Estudio y formularon
su pregunta a Rabí Zusia. El rió. '' ¡Pues sí que habéis acu-
dido al hombre acertado! Dirigios a otro antes que a mí,
pues jamás experimenté el sufrimiento." Pero ambos sabían
que, desde el día de su nacimiento hasta ese día, la vida de
Rabí Zusia había sido una red de necesidades y angustia. En-
tonces supieron de qué se trataba: de aceptar el sufrimiento
con amor.

Las vestiduras de la misericordia

Preguntaron a Rabí Zusia: "Nosotros rogamos: 'Y otór-


ganos buena misericordia...' y ' Quien otorgara buena mise-
ricordia . . . ' ¿No es buena toda misericordia?''
El explicó: "Desde luego que toda misericordia es bue-
na. La verdad del caso es que todo cuanto Dios hace es
misericordioso. Pero el mundo no puede soportar el baño
puro de su misericordia, de modo que él la ha envuelto en
vestiduras. Por eso le rogamos que también las vestiduras
sean buenas."

El receptor

Un hombre que vivía en la misma ciudad que Rabí Zu-


sia vio que éste era muy pobre. De modo que cada día po-
nía unas monedas, siempre la misma cantidad, en la bolsita
donde Zusia guardaba sus filacterias, para que él y su fami-
lia pudiesen comprar lo necesario para la subsistencia. A par-
tir de entonces ese hombre se enriqueció cada vez más. Cuanto
más tenía, más daba a Zusia, y cuanto más daba a Zusia,
más tenía.

85
Pero una vez recordó que Zusia era discípulo de un gran
maguid y se le ocurrió que si lo que daba al discípulo era
tan generosamente recompensado, prosperaría mucho más si
hacía presentes al maestro mismo. De modo que viajó a Mez-
ritch e indujo a Rabí Ber a aceptar de él una sustancial do-
nación. A partir de entonces sus recursos empezaron a dis-
minuir, hasta que perdió todas las ganancias conseguidas du-
rante el período más afortunado. Llevó su problema a Rabí
Zusia, le refirió toda la historia y le preguntó a qué se debían
sus actuales apuros. Pues, ¿no le había dicho el propio rabí
que su maestro era inconmesurablemente más grande que él?
Zusia respondió: "¡Miral Mientras tú diste sin importarte
a quién, fuese Zusia u otro, Dios te dio sin que le importara a
quién daba. Pero cuando empezaste a buscar receptores espe-
cialmente nobles y distinguidos, Dios hizo exactamente lo
mismo."

La ofrenda

Dijeron a Rabí Zusia: "Está escrito: "Habla a los hijos de


Israel y haz que tomen para mí una ofrenda.'2 ¿No debería
más bien decir: ' . . .que hagan para mí una ofrenda?' "
Rabí Zusia repuso: "No es suficiente que quien da al me-
nesteroso lo haga en espíritu de santidad. También el menes-
teroso debe tomar en espíritu de santidad. No es suficiente
dar en nombre de Dios. Lo que es dado, además debe ser
tomado en nombre de Dios. Por ello está escrito: 'que tomen
para mí una ofrenda.' "

En el camino

Durante tres años, Zusia y Elimélej viajaron por el país,


pues querían compartir la suerte de la Divina Presencia en
el exilio y convertir a quienes estaban en el error. Una vez
pasaron la noche en una taberna donde se celebraba una boda.

2 Exodo 25:2.

86
Los asistentes eran gentes rudas y violentas y habían bebido
más de la cuenta. Estaban precisamente tratando de idear al-
guna nueva diversión cuando llegaron los dos pobres viaje-
ros, justo a tiempo para su propósito. Apenas se habían ins-
talado en un rincón, Rabí Elimélej contra la pared y Rabí
Zusia junto a él, cuando se presentaron esos individuos, se
apoderaron de Zusia, que estaba más a mano, y lo golpearon
y atormentaron. Al cabo de un rato lo dejaron caer al suelo
y se pusieron a bailar. A Elimélej lo fastidió que lo hubiesen
dejado yacer sobre su saco sin molestarlo. Envidiaba a su her-
mano los golpes que había recibido. Entonces dijo: "Querido
hermano, déjame tenderme en tu lugar y duerme tú en mi
rincón." Y cambiaron lugares. Guando los asistentes termi-
naron de bailar, ciu'sie"oi vcnud'r b diversión v echaron ma-
nos a Rabí Elimélej. Pero uno de ellos gritó: "[Así no debe
hacerse! ¡Que el otro tenga su parte de nuestros regalos de
honor!" Con lo cual arrancaron a Zusia de su rincón, le die-
ron una segunda paliza y gritaron: "¡También tú te lleva-
rás un recuerdo de la boda!"
Entonces Zusia rió y dijo a Elimélej: "Ya lo ves, querido
hermano, cuando hay golpes destinados a un hombre, siem-
pre lo encontrarán, dondequiera que esté."

Los caballos

En el curso de sus largas andanzas, los dos hermanos,


Rabí Zusia y Rabí Elimélej, visitaron con frecuencia la ciudad
de Ludmir. Allí siempre durmieron en casa de un hombre po-
bre y devoto. Años después, cuando su reputación se había
difundido por todo el país, volvieron a Ludmir, no a pie como
antes, sino en un carruaje. El hombre más rico de esa peque-
ña ciudad, que nunca había querido tener nada que ver con
ellos, salió a su encuentro, no bien se enteró de que habían
llegado, y les rogó que se hospedaran en su casa. Ellos le
dijeron: "Nada ha cambiado en nosotros para que ahora nos
respetes más que antes. Lo único nuevo son los caballos y el
carruaje. Recíbelos a ellos como huéspedes, y déjanos parar
en casa de nuestro antiguo anfitrión, como de costumbre."

87
Los frutos del peregrinaje

Cuando Rabí Nóaj de Kobryn, nieto de Rabí Moshé de


Kobryn estaba en Sadagora, oyó a alguien decir: "Hallarás
jasidim allí hasta donde llegaron los hermanos Rabí Zusia y
Rabí Elimélej en sus largas andanzas; más allá de ese punto
no encontrarás jasidim."

El sentimiento del shabat

Semana tras semana, desde el advenimiento del shabat


hasta su terminación y en especial cuando comían la co-
mida del shabat entre los jasidim y hablaban palabras de en-
señanza, Rabí Elimélej y Rabí Zusia eran embargados por un
sentimiento de santidad. Una vez, estando juntos, Rabí Eli-
mélej dijo a Rabí Zusia: "Hermano, a veces temo que mi
sentimiento de santidad en el shabat no sea un sentimiento ge-
nuino y que, en tal caso, mi servicio no sea el recto servicio."
"Hermano", respondió Zusia, "también yo temo a ve-
ces eso mismo."
"¿Qué haremos acerca de esto?", preguntó Elimélej.
Zusia contestó: "Preparemos cada uno de nosotros, un
día de la semana, una comida exactamente igual a la del
shabat. Y sentémonos a la mesa con los jasidim y digamos pa-
labras de enseñanza. Si entonces experimentamos ese senti-
miento de santidad, sabremos que nuestro camino no es el
verdadero. Pero si no lo experimentamos, ello probará que
nuestro camino es el recto."
Y así lo hicieron. Prepararon en día de semana una comida
de shabat, vistieron las ropas del shabat y se tocaron con los
gorros de piel que usaban en shabat, comieron con los jas-
dim y hablaron palabras de enseñanza. Y el sentimiento de
santidad los embargó tal como en shabat. Cuando quedaron
solos, Rabí Elimélej preguntó: "Hermano, ¿qué hemos de
hacer?''
"Consultemos al rabí de Mezritch", dijo Rabí Zusia.
Fueron a Mezritch y confiaron a su maestro el problema que
los oprimía.
El maguid dijo: " S i os ponéis las ropas del shabat y las
gorras del shabat, bien está que tengáis el sentimiento de la
santidad del shabat. Porque las ropas del shabat y las gorras
del shabat tienen el poder de atraer hacia la tierra la santi-
dad del shabat. De modo que no necesitáis temer."

Zusia y el pecador

Una vez Rabí Zusia llegó a una posada y en la frente


del posadero vio largos años de pecado. Por un instante no
habló ni se movió. Pero una vez solo en el cuarto que se le
había asignado, en medio de los salmos que cantaba lo acome-
tió el estremecimiento de la experiencia vicaria y dijo en voz
alta: "¡Zusia, Zusia, hombre corrupto! ¡Qué has hecho! No
hay falsedad que no te haya tentado, ni crimen que no hayas
cometido. Z\isia, hombre necio y errabundo, ¿cómo terminará
todo esto?" Y pasó lista a los pecados del posadero, dando el
tiempo y el lugar de cada uno, como si fueran suyos propios,
y sollozó. El posadero había seguido en silencio a ese hombre
extraño. Permaneció a la puerta y lo escuchó. Primero se apo-
deró de él una torpe consternación, pero después la penitencia
y la gracia se encendieron en su interior, y despertó a Dios.

Penitencia conjunta

Esto fue relatado por un lector en la Casa de Oración.


"Cuando escuché que Rabí Zusia ayudaba a la gente a
arrepentirse, decidí recurrir a él. Llegado a Hanipol, fui de
inmediato a su casa, dejé mi bastón y mi mochila, y pregunté
por él. La mujer del rabí me dijo que fuese a la Casa de
Estudio. Desde el umbral pude ver al rabí. Tenía puesto un
talet, acababa de quitarse las filacterias y estaba recitando el
salmo: '¡Respóndeme cuando te llamo 1' Mientras decía estas
palabras, lloraba con tal amargura como no he visto llorar
a ningún otro hombre. Y después, en el piso, vi a un hombre
que gemía quedamente. De pronto gritó: '¡Soy un gran pe-
cador!' Me llevó largo rato comprender qué sucedía, y des-
pués me enteré de toda la historia.

89
El hombre era ayudante en la Casa de Estudio de la
ciudad donde vivía. Había sido exhortado a acudir ante Rabí
Zusia para que éste le dijese qué penitencia debía cumplir.
Pero una vez ante el rabí, se negó a hacer penitencia. En-
tonces. .. Pero el propio rabí me refirió lo que había ocu-
rrido. Lo hizo cuando yo discutí con él mis propios proble-
mas y le mencioné lo que había visto.
'¿Qué hice entonces?', me dijo. 'Bajé todos los escalones
hasta estar con él, y uní la raíz de mi alma a la raíz de la
suya. Entonces no le quedó más alternativa que hacer peni-
tencia conmigo.' Y era una penitencia muy grande y terrible.
Pero cuando el hombre dejó de gritar y gemir, vi al rabí di-
rigirse a él. Se inclinó, lo tomó suavemente por los rizos de
las sienes y suavemente hizo girar su cabeza. Finalmente lo
alzó con ambas manos y lo puso de pie. 'Se ha retirado tu
culpa',3 dijo, 'y tu pecado está expiado'.
'Y yo mismo' —así agregó el hombre que me relató la
historia— 'me convertí más adelante en lector de la Casa
de Oración de Rabí Zusia'."

El descarado y el vergonzoso

Dicen nuestros sabios: " E l descarado va al infierno, el


vergonzoso al paraíso.'' Rabí Zusia, bufón de Dios, explicó así
esas palabras: "Quien en su santidad es osado, puede descen-
der al infierno para elevar lo que es infame. Puede andar por
allí, por callejuelas y plazas de mercado y no necesita temer el
mal. Pero quien es vergonzoso, quien carece de audacia, debe
mantenerse en las alturas del paraíso estudiando y rogando.
Debe cuidarse de tener contacto con el mal."

Tzadik y jasidim

En uno de los días de escrutinio del corazón, los días


que transcurren entre Año Nuevo y el Día del Perdón, Rabí
Zusia permaneció sentado en su silla y sus jasidim de pie en
torno de él desde la mañana hasta la noche. Había alzado
3 Isaías 6:7.

90
sus ojos y su corazón hacia el Cielo y se había desprendido
de todos los vínculos corporales. Mirándolo, uno de sus ja-
sidim fue abrumado por el deseo de arrepentirse y las lágri-
mas corrieron por su rostro. Y tal como una brasa ardiente
enciende la de al lado, así hombre tras hombre fueron encen-
didos por la llama del arrepentimiento. Entonces el tzadik
miró alrededor y clavó su vista en ellos. De nuevo alzó los ojos
y dijo a Dios: "Señor del mundo, éste es, por cierto, el mo-
mento de arrepentirse. Pero sabes que no tengo fuerzas para
hacer penitencia, de modo que acepta como penitencia mi
amor y mi vergüenza."

Humildad

Rabí Zusia y su hermano Rabí Elimélej discutían una


vez el tema de la humildad. Elimélej dijo: "Si un hombre
contempla la grandeza del Creador, alcanza la verdadera hu-
mildad."
Pero Zusia dijo: "¡No! Un hombre debe empezar por
ser genuinamente humilde. Sólo entonces reconocerá la gran-
deza de su Creador."
Preguntaron a su maestro, el maguid, quién tenía razón.
Lo resolvió en esta forma: "Estas y aquéllas son las palabras
del Dios vivo. Pero la gracia interior es de aquel que empieza
por sí mismo, no por el Creador."

Acerca de Achín

Zusia preguntó una vez a su hermano, el sabio Rabí Eli-


mélej: "Querido hermano, en las Escrituras leemos que las
almas de todos los hombres estaban en Adán. De modo que
debemos haber estado presentes cuando comió la manzana.
¡No comprendo cómo pude dejar que la comiera! ¿Y cómo
puedes tú haber dejado que la comiera?"
Elimélej contestó: "Tuvimos que hacerlo, como tuvieron
que hacerlo todos. Pues si no la hubiese comido, la ponzoña
de la serpiente hubiese permanecido en él por toda la eter-
nidad. Siempre hubiera pensado: 'Todo cuanto necesito es co-

91
mer de este árbol, y seré como Dios; todo lo que necesito es
comer de este árbol, y seré como Dios."

"Vete de tu tierra"

Rabí Zusia enseñó:


Dios dijo a Abraham i '' Vete de tu tierra, y de tu patria, y
de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré." Dios
dice al hombre: "Primero, vete de tu país, que significa la
penumbra que te has infligido a ti mismo. Después, de tu
lugar de nacimiento, que significa la penumbra que tu ma-
dre te infligió. Después, aun de la casa de tu padre, lo cual
significa irte de la penumbra que tu padre te infligió. Sólo en-
tonces serás capaz de ir a la tierra que yo te mostraré."

"E Israel vio"

Preguntaron a Rabí Zusia: "Está escrito: ' E Israel vio


a Egipto muerto sobre la costa del mar.' ¿Por qué se hace
referencia a los egipcios en singular y no en plural? Y más ade-
lante está escrito: ' E Israel vio la gran mano.' ¿No la ha-
bían visto hasta entonces?"
El explicó: "Mientras el príncipe demonio de Egipto es-
tuvo vivo y gobernó, proveyó lo necesario para que una cor-
tina separase a Israel de su Padre en el Cielo, de modo que
no pudiesen ver su esplendor. Pero cuando el príncipe demo-
nio de Egipto —y ésta es la razón del singular— yació muerto
sobre la costa del mar, la cortina se desgarró y con los ojos
muy abiertos vieron Su gran mano."

Zusia ij su mujer

La mujer de Zusia era una harpía. Constantemente lo re-


gañaba para que le diera el divorcio y sus palabras abruma-
ban el corazón de Zusia. Una noche la llamó y le dijo: "¡Mi-
ra!" Y le mostró su almohada, húmeda de lágrimas. Y pro-
siguió: " E n la Guemará está escrito que si un hombre de-

92
secha a su primera mujer, el altar mismo derramará lágrimas
por él. Mi almohada está húmeda de esas lágrimas. Y ahora,
¿qué quieres? ¿Quieres aún una carta de divorcio?" A partir
de ese momento, ella se tornó silenciosa. Y cuando fue real-
mente silenciosa, se tornó feliz. Y cuando fue feliz, se tor-
nó buena.

Zusia y los pájaros

Una vez Rabí Zusia viajaba por el país recolectando di-


nero para rescatar prisioneros. Llegó a una posada en un mo-
mento en que el posadero se hallaba ausente. Recorrió las
habitaciones, como era costumbre, y en una vio una gran jau-
la con pájaros de todas clases. Y Zusia percibió que las en-
jauladas criaturas querían volar por los espacios del mundo
y ser de nuevo libres. Sintiendo piedad por ellos, se dijo:
" H e aquí, Zusia, que fatigas tus pies para rescatar prisione-
ros. Pero, ¿qué mayor rescate de prisioneros puede haber
que el de liberar estos pájaros de su prisión?" Entonces abrió
la jaula, y los pájaros volaron hacia la libertad.
Cuando el posadero retornó y vio vacía la jaula, montó en
cólera y preguntó a la gente de la casa quién había hecho eso.
Contestaron: "Hay un hombre holgazaneando por aquí, que
parece un necio. Ningún otro pudo hacer semejante cosa." El
posadero gritó a Zusia: " iTú, idiota! ¿Cómo pudiste tener el
descaro de robarme mis pájaros y hacerme perder el buen di-
nero que pagué por ellos?" Zusia replicó: "Muchas veces
has leído y repetido estas palabras de los salmos: 'Sus tier-
nas misericordias están por sobre todas sus obras.' " Enton-
ces el posadero lo golpeó hasta que su mano se cansó y fi-
nalmente lo expulsó de la casa. Y Zusia siguió serenamente
su camino.

Sus días

Al levantarse cada mañana, antes de decir palabra a Dios


o a los hombres, era costumbre de Rabí Zusia exclamar:
¡Buenos días a todos los de Israel!"

93
Durante el día, consignaba todas sus actividades en una
hoja de papel. Antes de acostarse por la noche, la tomaba,
la leía y lloraba hasta que las lágrimas hacían un borrón
de lo escrito.

La bendición

Cada vez que Zusia se encontraba c'on un niño judío, lo


bendecía con estas palabras: "Que seas sano y fuerte como
un goi."

El cantar

Una vez, en la víspera del Día del Perdón, Rabí Zusia


oyó a un cantor que, en la Casa de Oración, entonaba los pa-
labras: " Y ha sido perdonado" en extraños y armoniosos to-
nos. Entonces llamó a Dios: "¡Señor del mundo! Si Israel no
hubiese pecado, ¿cómo se hubiera entonado ante ti ese
cantar?''

El que responde amén

Acerca de las palabras de nuestros sabios: " E l que res-


ponde 'amén' no debe elevar su voz por sobre la voz de quien
dice la bendición", Rabí Zusia dijo: " E l alma dice la bendi-
ción, el cuerpo responde 'amén'. El cuerpo no debe atreverse
a hablar con más fervor que el alma."

Devociones de Zusia

Zusia era una vez huésped en casa del rabí de Nesjizh.


Poco después de medianoche, el anfitrión oyó sonidos que
provenían del cuarto de su huésped, de modo que fue a la
puerta y escuchó. Zusia corría de un punto a otro de la ha-
bitación, diciendo: "¡Señor del mundo, yo te amo! Pero, ¿qué
puedo hacer? Nada puedo hacer." Y luego empezó de nuevo

94
a ir y venir corriendo, repitiendo lo mismo hasta que de pron-
to se acordó de algo y exc'lamó: "Vamos, yo sé silbar, de modo
que silbaré algo para ti.'' Pero cuando empezó a silbar, el
rabí de Nesjizh sintió miedo.

El temor de Dios

Una vez Zusia oró a Dios: "¡Señor, mucho es lo que te


amo, pero no te temo lo bastante! ¡Señor, mucho es lo que
te amo, pero no te temo lo bastante! Déjame estar ante ti en
temor reverencial como lo están tus ángeles a quienes penetra
tu nombre inspirador de temor reverencial." Y Dios escu-
chó su plegaria, y su nombre penetró en el oculto corazón
de Zusia como en el de los ángeles. Pero Zusia se arrastró
bajo la cama como un perrito, y un miedo animal lo estreme-
ció hasta que aulló: "¡Señor, déjame amarte otra vez como
Zusia!" Y también esta vez Dios lo escuchó.

La creación de ángeles

Una vez meditaba Rabí Zusia sobre el pasaje del Talmud


que se refiere a la hostilidad. Allí está escrito: "Santos son
aquellos de Israel. Muchos hay que quieren, y no tienen. Mu-
chos hay que tienen, y no quieren." No podía entender por
qué ambos, el hombre hospitalario que no tiene, y el mez-
quino, debían ser llamados santos. Y como no podía enten-
derlo, lloró. Y entonces se le reveló el significado.
Todos saben que de cada buena acción brota un ángel.
Pero los ángeles tienen un alma y un cuerpo, tal como los te-
nemos nosotros, con la diferencia de que su cuerpo consiste
en viento y fuego. Ahora bien: quien quiere y no puede, sólo
puede crear el alma del ángel. Y quien tiene y no quiere, e
invita al huésped sólo por vergüenza de no hacerlo, puede
crear solamente el cuerpo del ángel. Pero sabemos que en Is-
rael cada uno responde por los otros. De modo que sus obras
se funden como si fuesen las de un mismo ser. Del mismo
modo, el alma y el cuerpo del ángel que ha sido creado se
funden. El mezquino, desde luego, sigue siendo tan impío
95
como lo era. Pero si el alma creada halla un cuerpo del que
puede revestirse, la fusión de ambas creaciones manifiesta 1?
santidad de Israel.

El acusador

El pasaje del Tratado de Principios que dic'e: "Aquel que


comete una transgresión ha obtenido para sí mismo un acusa-
dor", Rabí Zusia lo comentó así: "Cada pecado engendra un
ángel acusador. Pero nunca vi surgir un ángel entero del pe-
cado de un hombre devoto de Israel. A veces le falta la cabeza;
a veces su cuerpo es baldado. Pues cuando un hombre de
Israel cree en Dios, cree en él aun cuando esté pecando, su
corazón está dolorido, y eso que hace no lo hace con toda su
voluntad, de modo que el ángel que surge nunca está com-
pleto".

En pie arriba de ellos

Un jasid preguntó a Rabí Zusia: "Acerca de Abraham


recibiendo a los tres ángeles, está escrito: 'Después tomó re-
quesón y leche y el becerro que había aderezado y los puso
ante ellos quedándose él mismo en pie arriba de ellos, bajo
el árbol. Ellos se pusieron a comer.' ¿No es extraño que aquí
el hombre esté 'en pie arriba de ellos', los ángeles?"
Rabí Zusia explicó: "Cuando un hombre come en estado
de Consagración, redime las santas chispas aprisionadas en la
comida. Pero los ángeles no se dan cuenta de este servicio
a menos que el hombre se lo diga. Por ello está escrito de
Abraham que se quedó 'él mismo en pie arriba de ellos'. Así,
dejó que la consagración del alimento descendiera sobre
ellos."

La rueda

Rabí Israel de Rizhyn había sido acusado en falso y encar-


celado. En la prisión dijo:
" E l Cielo reveló una vez a Rabí Zusia que debía ir a una
aldea próxima a Hanipol y guiar hacia el buen camino a un

96
recaudador de impuestos. Fue de inmediato y encontró al
hombre dedicado a vender vodka a los campesinos. Trató de
impedir que continuase y lo exhortó a rezar una plegaria, pero
el recaudador se puso más y más impaciente. Como Rabí Zu-
sia siguió exhortándolo a pesar de sus negativas y aun puso
una premiosa mano sobre su brazo, se apoderó del instniso,
lo arrojó al patio y cerró la puerta. Hacía mucho frío y el
rabí tiritaba violentamente. Entonces vio una vieja rueda
de carreta tirada en el piso y la puso contra su cuerpo. E
instantáneamente se transformó en una rueda del Carruaje Ce-
lestial y le infundió un delicioso calor. En esa situación lo
encontró el recaudador de impuestos. Al ver la venturosa son-
risa en los labios de Rabí Zusia, percibió en sólo un segundo
la verdad de la vida, y, sin más, con pies temblorosos y asom-
brado de sí mismo, se irguió en el verdadero camino."

En la encrucijada

En una de sus andanzas, Rabí Zusia llegó a una encru-


cijada y no supo cuál de los dos caminos tomar. Eintonces
alzó los ojos y vio que la Divina Presencia abría la marcha.

Los polacos no tienen buenos modales

Rabí Nathan Adler de Francfort relató:


"No por nada dicen que los polacos no tienen buenos
modales. Cuando quiera que elevo mi alma al Cielo, Rabí Zu-
sia está por delante de mí. Una vez ayuné largo tiempo a fin
de alcanzar las puertas del Cielo mientras estaban todavía
cerradas. Permanecí ante las puertas, y cuando se abrieron,
fui el primero en entrar. ¿Y a quién suponéis que vi dentro?
¡A Rabí Zusia! Cómo entró, lo ignoro, pero estaba ciertamente
allí. No tuvo el donaire de esperar que se lo admitiera. No
por nada dicen que los polacos no tienen buenos modales."

Zusia, el fuego y la tierra

Zusia puso una vez la mano en el fuego. Cuardo las


llamas lo chamuscaron y la retiró, se sorprendió y dijo: "¡Vál-

97
game Dios, qué imperfecto es el cuerpo de Zusia, que le teme
al fuego!"
Otra vez, dijo a la Tierra: "Tierra, Tierra, eres mejor
que yo, y sin embargo te huello con mis pies. Pero yaceré
debajo de ti y seré tu subdito."
S

Fuego y nube

Se cuenta que:.
En cierta Fiesta de las Cabañas, antes de que el mundo
hubiese reparado en Zusia, éste compartió la sucá del rav de
Ostrog. Al llegar la noche, el rav se tendía sobre su blando
lecho, donde se amontonaban almohadas y mantas, en1 tanto
que Zusia dormía en el suelo, a la manera de los huéspedes
pobres del shabat. Durante la noche se dijo: "Ah, Zishe tiene
frío; no puede dormir en la sucá.'' Al instante un fuego des-
cendió del Cielo y caldeó la cabaña hasta tal punto, que el
rav de Ostrog debió hacer a un lado el colchón de pluma y
las mantas. "Ya hace bastante calor", dijo Zusia. De inme-
diato el Príncipe del Fuego partió, y el rav de Ostrog debió
recubrirse con una manta tras otra. Esto ocurrió varias veces:
el calor se alternó con el frío, y cuando llegó la mañana el
rav de Ostrog ya no llamaba a su huésped "Zishe", sino
" R e b Zishe".
Concluida la Fiesta de las Cabañas, Zusia quiso proseguir
su viaje, pero sus doloridos pies se negaron a llevarlo y él
suspiró: "¡Oh Señor del mundo, Zishe no puede caminar!"
Entonces una nube descendió hasta él y dijo: "Súbete."
"¡Rabí!", exclamó el rav de Ostrog, "¡alquilaré un ca-
rruaje para ti, pero aleja ese nube!" En lo sucesivo no lo
llamó más "Reb Zishe" sino "Rebe Reb Zishe", y desde enton-
ces tal fue el nombre con que se lo conoció en el país entero.

Terror

Se cuenta que:
Era el tiempo después de las maniobras, y el ejército vic-
torioso volvía por el camino de Hanipol. Allí se acomodaron

98
en la posada, bebieron cuanto encontraron y no pagaron un
centavo. Quisieron beber más, pero como nada quedaba, des-
trozaron todos los vasos y utensilios. A continuación pidieron
más licor, y como no había ninguno golpearon al posadero
y a sus ayudantes. El aterrado posadero logró por fin hacer lle-
gar un mensaje a Rabí Zusia. Zusia acudió de inmediato, se
detuvo ante la ventana, miró a la soldadesca que estaba den-
tro y —tres veces seguidas— dijo las palabras de la oración:
"Uvejen ten pajdeja (Señor, nuestro Dios, impon tu terror a
todas tus criaturas)." A ello, todos los soldados salieron en
tropel por puertas y ventanas con prisa demencial, dejando
tras sí sus fusiles y mochilas, y corrieron calle abajo sin pres-
tar atención al oficial que los mandaba, quien los alcanzó
en las afueras de la ciudad. Sólo se detuvieron cuando los
llamó con airada voz. Le dijeron: "Vino un judío viejo y
gritó: '¡Pajdaj!' Entonces nos sentimos aterrados —no sabe-
mos cómo ni por qué— y todavía ahora tenemos miedo." El
comandante los llevó de vuelta a la taberna, donde debieron
pagar los daños causados e indemnizar por las palizas, antes
de que los dejara marcharse de nuevo.

La canción del pastor

Rabí Zusia pasó una vez por un prado donde un porque-


rizo, en medio de su piara, tocaba una melodía en su flauta
de sauce. Se acercó y escuchó hasta que la aprendió y pudo
llevársela consigo. Así fue cómo la canción de David, el pas-
torcillo, fue liberada de su largo cautiverio.

Enfermedad

Rabí Zusia vivió hasta avanzada edad. Pasó los últimos


siete años de su vida en su lecho de enfermo, porque —según
se ha escrito de él— había asumido sobre sí el sufrimiento
para mitigar el del pueblo de Israel.
Un día recibió la visita del "Vidente" de Lublín y de
Rabí Hirsh Leib de Olik. 4 Este último dijo al Vidente:
4 Discípulo de Iejiel Mí jal de Zlotchov (muerto en 1811).

99
"¿Por qué no puedes hacer lo que Rabí Iojanan hizo por sus
amigos enfermos, darle tu mano para que se ponga de pie?"
El rabí de Lublín rompió a llorar. Entonces el rabí de
Olik le preguntó: "¿Por qué lloras? ¿Crees que está enfermo
porque tal es su destino? Por su propia y libre voluntad asu-
mió el sufrimiento sobre sí y lo está recibiendo, y si qui-
siera incorporarse no necesitaría la mano de un extraño para
hacerlo.''

La pregunta de preguntas

Antes de su muerte, Rabí Zusia dijo: " E n el mundo veni-


dero no me preguntarán: '¿Por qué no fuiste Moisés?' Me
preguntarán: '¿Por qué no fuiste Zusia?' "

La lápida

Sobre la lápida de Rabí Zusia se leen estas palabras: "Uno


que sirvió a Dios con amor, que se regocijó en el sufrimiento
y libró a muchos de sus pecados."

El fuego

Cierto rav de Hanipol de nuestros propios días, escribió


lo siguiente:
Una noche, cuando no quedaba un alma en el cemente-
rio, la linterna que había sobre el sepulcro de Rabí Zusia ca-
yó al suelo. La "tienda" de Rabí Zusia se encuentra entre la
del Gran Maguid y la de otro tzadik. Según una antigua re-
gla, nadie debía visitar esas tumbas sin haberse purificado en
el baño y sin quitarse el calzado. Sólo a un cuidador se le
permitía acudir sin observar estas reglas, para que tres ve-
ces por día atendiera las luces que constantemente brillaban
allí. La luz eterna ardía en tres lámparas colocadas dentro
de una linterna. Ardía sobre un santuario de madera, erigido
sobre los sepulcros. El santuario estaba cubierto de tablas y
en él había cientos de plegarias escritas en tiras de papel,

100
llevada cada una por un visitante. En tierra había ramitas,
también dejadas sobre las tumbas por los visitantes, según la
costumbre. Ahora bien: cuando la linterna cayó y se pren-
dió fuego, todos los papeles del santuario ardieron, como tam-
bién las ramas marchitas del suelo, pero las llamas no daña-
ron la madera del santuario mismo, aunque estaba muy seca.

El secreto del sueño

El hijo menor de Rabí Zusia dijo: "Los tzadikim que,


con el fin de servir, van de un santuario a otro y de un
mundo a otro, deben de vez en cuando expulsar sus vidas
de sí mismos, de modo que puedan recibir un nuevo espí-
ritu y, una y otra vez, una nueva revelación pueda flotar so-
bre ellos. Tal es el secreto del sueño."

01
VII

ELIMELEJ DE LIZHENSK

Su reloj

Cuando Rabí Elimélej decía la Oración de Santificación del


shabat, de vez en cuando sacaba su reloj y lo miraba. Pues
en esa hora su alma amenazaba con disolverse en bienaventu-
ranza, de modo que él miraba su reloj para afirmarse en el
tiempo y en el mundo.

Al comenzar el shabat

Al comenzar el shabat, Rabí Elimélej no podía soportar las


voces que lo proclamaban. Debía taparse los oídos para im-
pedir que el sagrado trueno del shabat lo ensordeciera.

Buenas obras

Rabí Elimélej emprendió una vez el camino de retorno


a su hogar desde una ciudad que había visitado, y todos los
jasidim lo acompañaron un largo trecho por el camino. Cuan-
do su carruaje pasó por la puerta, bajó, dijo al cochero que
siguiera y caminó tras el carruaje, en medio del gentío. Ató-
nitos, los jasidim le preguntaron por qué obraba así. Respon-
dió: "¡Al ver la gran devoción con que vosotros cumplís la
buena obra de acompañarme, no soporté sentirme excluido
de ella!"

Respuestas

Dijo una vez Rabí Elimélej: "Estoy seguro de que seré


admitido en el mundo venidero. Cuando esté frente al tribu-

102
nal de justicia superior y me pregunten: '¿Estudiaste todo lo
que hubieses debido?', contestaré: 'No'. Entonces me pre-
guntarán '¿Oraste todo lo que pudiste?' Y de nuevo mi res-
puesta será: 'No'. Y me harán una tercera pregunta: '¿Hi-
ciste todo el bien que pudiste?' Y también esta vez responderé
lo mismo. Entonces pronunciarán el veredicto: 'Dijiste la ver-
dad. Por amor a la verdad, mereces ser admitido en el mundo
venidero.' "

La primera luz

Dijo Rabí Elimélej: "Antes de entrar el alma en el aire


de este mundo, es llevada por todos los mundos. Al final de
todo, se le muestra la primera luz que una vez —al ser creado
el mundo— iluminó todas las cosas y Dios suprimió cuando
la humanidad se corrompió. ¿Por qué se le muestra esa luz?
Para que a partir de esa hora anhele alcanzarla, y acercarse
a ella peldaño tras peldaño," durante su vida en la tierra. Y
a quienes llegan allí —los tzadikim— la luz los penetra y por
intermedio de ellos brilla de nuevo en el mundo. Tal es la
razón por la que estaba escondida."

En Sinaí

Dijo Rabí Elimélej: "No sólo recuerdo cómo todas las


almas de Israel permanecieron junto a la ardiente montaña
de Sinaí; incluso recuerdo qué almas estaban a mi lado."

Dios canta

El salmo dice: "Que es bueno salmodiar a nuestro Dios." 1


Rabí Elimélej lo explicó así: " E s bueno para el hom-
bre lograr que Dios cante con él."

i Salmos 147:1.

103
Las criadas

A una mujer muy vieja, que de joven había sido cria-


da en casa de Rabí Elimélei. se le pedía a menudo que rela-
tara alguna historia sobre el tzadik. Pero cada vez que insis-
tían, ella decía: "No sé nada. Sólo una cosa recuerdo. Du-
rante la semana siempre había palabras agrias en la cocina,
pues las criadas tienden a disputar entre sí. Pero en la vís-
pera del shabat, algo se apoderaba de nosotras: nos abrazá-
bamos y nos decíamos unas a las otras: 'Amado corazón, per-
dóname cualquier mal que te haya hecho durante la semana.' "

El primer pecado

Rabí Jaím de Zans relató: " M i santo maestro, Rabí Eli-


mélej, solía decir que si un hombre quiere arrepentirse para
retornar al camino de Dios, debe escrutar cada uno de sus
pecados, descubrir cuál fue el pecado que lo causó, y así
sucesivamete el primer pecado; e incluso por éste debe hacer
penitencia. Rabí Eliinélej hizo penitencia por haber holla-
do con sus pies los pechos de su madre cuando ésta, de niño,
lo tomaba en brazos."

El penitente

Durante seis años, y después durante otros seis, Rabí Da-


vid de Lelov hizo severa penitencia: ayunaba de un shabat al
siguiente y se sometía a toda clase de rígidas disciplinas. Pero
aun después de haberse cumplido el segundo período de seis
años, sintió que no había alcanzado la perfección y no sabía
cómo alcanzar la que aún le faltaba. Como había oído de Rabí
Elimélej, el curador de almas, viajó hasta él para pedirle ayu-
da. En la víspera del shabat se presentó ante el tzadik junto
con muchos otros. El maestro dio la mano a todos, salvo a
Rabí David, de quien se apartó sin mirarlo siquiera. El rabí
de Lelov, desalentado, se fue. Pero después reconsideró el caso
y decidió que el maestro debía haberlo confundido con al-
gún otro. De modo que se acercó a él por la noche, después

104
de la plegaria, y le tendió la mano. Pero fue tratado como an-
tes. Lloró toda la noche y en la mañana decidió no entrar de
nuevo en la Casa de Oración del tzadik, sino retornar a su ciu-
dad al concluir el shabat. Y sin embargo, llegada la hora
de la tercera comida sacra, la comida en la cual Rabí EJi-
mélej hablaba palabras de enseñanza, no pudo resistir y se
llegó hasta la ventana. Desde allí escuchó decir al rabí:
" A veces vienen a mí personas que ayunan y se atormen-
tan, muchas de las cuales hacen penitencia por seis años y
después por otros seis, ¡doce años enteros! Al cabo de lo cual,
se consideran dignas del espíritu santo y vienen a pedirme que
!o atraiga sobre ellas: debo darles ese poco que les falta.
Pero la verdad es que toda su disciplina y todos sus dolores
son menos que una gota en el mar, y hay más aún: todo su
servicio no es en aras de Dios, sino del ídolo de su orgullo.
Tales gentes deben retornar a Dios arrepintiéndose abierta-
mente de todo cuanto hicieron y empezar a servir desde abajo
y de todo corazón".
Cuando Rabí David oyó estas palabras, el espíritu lo con-
movió con tal fuerza que casi perdió la conciencia. Tembloro-
so y sollozante, permaneció junto a la ventana. Concluida la
Ilavdalá, fue hasta la puerta con aliento entrecortado, la abrió
con gran temor y esperó en el umbral. Rabí Elimélej se le-
vantó de su silla, corrió hasta su inmóvil visitante, lo abrazó
y dijo: "¡Bendito el que llega!" Tras lo cual lo llevó hasta
la mesa y lo sentó junto a él. Entonces Eleazar, hijo del tzadik,
no pudo disimular por más tiempo su asombro. "Padre", dijo,
"¡pero si éste es el hombre de quien te apartaste dos veces
porque no podías soportar su presencia!"
"¡Por cierto que nol", respondió Rabí Elimélej. "¡Aqué-
lla era una persona totalmente distinta! ¿No ves que éste es
nuestro amado Rabí David?"

El fuego impuro

En su viaje hasta la casa de Rabí Elimélej, a quien —muer-


to el Gran Maguid— había elegido como segundo maestro, el
joven Iaacov Itzjac, después rabí de Lublín, llegó a una pe-
queña ciudad, y en la Casa de Oración escuchó al rav de ese

105
lugar recitar la Oración Matutina con hondo fervor. Permane-
ció con él durante el shabat y advirtió el mismo fervor en todo
lo que hacía y decía. Cuando llegó a conocerlo un poco me-
jor, le preguntó si alguna vez había servido a un tzadik. La
respuesta fue " n o " . Lo cual sorprendió a Iaacov Itzjac, ya
que el camino no puede aprenderse en un libro, ni por lo que
se oye decir, pues sólo se transmite de una persona a otra.
Pidió al devoto rav que lo acompañara a casa de su maestro,
y aquél aceptó. Pero cuando cruzaron el umbral de Rabí Eli-
mélej, éste no se adelantó para recibir a su discípulo con el
afectuoso saludo habitual, sino que se volvió hacia la ventana
y no prestó atención alguna a sus visitantes. Iaacov Itzjac com-
prendió que el rechazo se dirigía a su acompañante, llevó
al rav, que estaba violentamente excitado, a una posada, y
retornó solo. Rabí Elimélej se adelantó hacia él, lo saludó ca-
riñosamente y dijo: "¿Cómo se te ocurrió, amigo mío, traer
contigo a un hombre en cuyo rostro puedo ver viciada la
imagen de Dios?" Iaacov Itzjac escuchó consternado estas pa-
labras, pero no se atrevió a dar una respuesta ni a preguntar
nada. Rabí Elimélej comprendió lo que le sucedía y continuó:
•' Has de saber que hay un lugar iluminado sólo por el planeta
Venus, donde se mezlcan el bien y el mal. A veces un hom-
bre empieza a servir a Dios, pero en su servicio entran otros
motivos, así como también el orgullo. Entonces, a menos que
haga un esfuerzo muy grande por cambiar, llega a vivir en
ese lugar oscuro sin siquiera saberlo. Es capaz incluso de
obrar con gran fervor, pues cerca de allí está el sitio del fuego
impuro. De éste toma su resplandor y con éste enciende su
servicio, v no sabe de dónde ha tomado la llama."
Iaacov Itzjac transmitió al forastero las palabras de Rabí
Elimélej y el rav reconoció la verdad que había en ellas. En
ese mismo instante se arrepintió y corrió llorando a casa del
maestro, quien de inmediato le brindó su ayuda, y gracias a
ésta aquél encontró el camino.

La amenaza de Satán

Se cuenta que:
Satán se presentó ante Rabí Elimélej y dijo: "¡No pienso
soportar más que me persigas con tus jasidim! ¡No imagines

106
que lograrás vencerme! ¡Haré que todos sean jasidim y enton-
ces perderás tu poder!"
Cierto tiempo después, Rabí Elimélej fue a la Casa de
Estudio con un bastón, para expulsar a algunos de los jasidim.
Nadie sabe por qué no lo hizo. Supongo que no se atrevió a
elegir a los mensajeros de Satán.

Elias

Rabí Elimélej narró el caso de un hombre al que se le


apareció el profeta Elias. Alguien manifestó su sorpresa de
que así hubiera ocurrido, puesto que incluso al maestro Ibn
Ezra, quien poseía un espíritu perteneciente a una esfera mu-
cho más elevada, le había sido negada —según sus propias
palabras— esa visión. " L o que dices es cierto", contestó el
tzadik. " Y sin embargo sucedió como te he dicho. Sabes que,
después de transfigurado, Elias se transformó en el Angel del
Pacto, presente en la circuncisión de todo niño judío. Pero,
¿cómo puede suceder así, si la circuncisión siempre se efec-
túa en la hora siguiente a la oración y muchas circuncisiones
se efectúan a la misma hora en todas partes del mundo? ¡Os
lo diré! Elias inspiró a todo el pueblo de Israel el espíritu de
arrepentimiento, de modo que cayeron sobre sus rostros y pro-
clamaron el nombre del verdadero Dios, y en virtud de ello
le fue concedida-toda el alma de Israel. Y así, cada vez que
un niño es traído al Pacto, parte del alma de Elias está pre-
sente y entra en su cuerpo, una parte grande o pequeña se-
gún la clase de niño y la raíz de su ser. Y si el niño, al cre-
cer, desarrolla hasta su punto máximo su alma de Elias, tiene
una visión del alma de Elias contenida en él. Así, el hombre
de quien hablé volvió manifiesta con sus buenas obras la pe-
queña parte del profeta que había en él. En cambio, Ibn Ezra
no llevó hasta la perfección la gran parte que le había sido
dada."

Una transacción

Se cuenta que:
El emperador de Viena dio un decreto que había de con-

107
denar a la más completa miseria a los ya oprimidos judíos de
Galicia. En aquel tiempo, un hombre serio y estudioso, lla-
mado Feivel, vivía en la Casa de Estudio de Rabí Elimélej.
Una noche se levantó, entró en el cuarto del tzadik y le dijo:
"Maestro, tengo un pleito contra Dios." Y aun al hablar se
horrorizaba de sus propias palabras.
Rabí Elimélej contestó: "Muy bien, pero la corte no
está en sesión esta noche."
AI día siguiente llegaron a Lizhensk dos jasidim, Israel
de Koznitz y Iaacov Itzjac de Lublín, quienes se hospedaron
en casa de Rabí Elimélej. Tras el almuerzo, el rabí hizo lla-
mar al hombre que le había hablado y le dijo: "Dinos acerca
de tu pleito."
"No tengo fuerzas para hacerlo ahora", dijo Feivel, va-
cilante.
"Entonces yo te doy las fuerzas", repuso Rabí Elimélej.
Y Feivel empezó a hablar: "¿Por qué somos esclavos en
este imperio? Como si Dios no dijera en la Torá: 'Porque á
mí es a quien sirven los hijos de Israel' 2 De modo que in-
cluso si nos envió a tierras extranjeras, aun así, dondequie-
ra estemos, debe dejarnos completa libertad para servirlo."
A lo que Rabí Elimélej repuso: "Conocemos la respuesta
de Dios, pues también está escrita en el pasaje de reprobación
por intermedio de Moisés y los profetas. Y ahora, tanto el que-
rellante como el querellado deberán abandonar la sala del tri-
bunal, según lo prescribe la regla, de modo que no puedan
influir sobre los jueces. Retírate, pues, Rabí Feivel. A ti, Se-
ñor del mundo, no podemos hacerte salir, porque tu gloria
llena la tierra y sin tu presencia ninguno de nosotros viviría
siquiera un instante. Pero te informamos que tampoco nos de-
jaremos influir por ti." A continuación los tres se sentaron a
juzgar, silenciosamente y con los ojos cerrados. Al cabo de una
hora llamaron a Feivel y le dieron el veredicto: él estaba en
lo cierto. A la misma hora era derogado el edicto de Viena.

2 Levítico 25:55.

108
El vuelco del tazón

Se cuenta que:
Estaba una vez Rabí Elimélej tomando con sus discípulos
la comida del shabat. El sirviente depositó el tazón de sopa
ante él. Rabí Elimélej se puso de pie y lo volcó, de modo
que la sopa se derramó sobre la mesa. De inmediato el joven
Méndel, que sería tiempo después rabí de Rymanov, exclamó:
"Rabí, ¿qué haces? |Nos encarcelarán a todos!" Los otros dis-
cípulos sonrieron ante estas palabras sin sentido. Y hubiesen
reído más alto de no haberlos contenido la presencia de su
maestro. Este, sin embargo, no se sonrió. Asintió con la ca-
beza al joven Méndel y dijo: "No temas, hijo mío!"
Algún tiempo después se supo que ese mismo día habían
presentado al emperador, para que lo firmara, un edicto dirigido
contra los judíos de todo el país. Una vez y otra el empera-
dor tomó la pluma, pero siempre ocurría algo que le impedía
firmar. Finalmente firmó el papel. Luego tendió la mano ha-
cia el arenillero, pero tomó en su lugar el tintero y derra-
mó la tinta sobre el documento. Tras lo cual desgarró éste
y prohibió que volvieran a poner ese edicto ante sus ojos.

La comida milagrosa

Relatan:
Era habitual que, el Día de Año Nuevo, quince jasidim
concurriesen a casa de Rabí Elimélej, donde su mujer les daba
de comer y de beber. Pero no podía servirles porciones muy
generosas, porque en ese tiempo no disponía de mucho di-
nero para gastar en la casa.
Una vez —ya bastante avanzado el día— llegaron no me-
nos de cuarenta hombres en vez de los quince esperados.
"¿Tendrás suficiente para todos?", preguntó Rabí Elimélej.
"¡Bien sabes en qué apuro estamos!", repuso ella.
Antes de la Oración de la tarde le preguntó de nuevo:
"¿No podríamos dividir la comida que haya, cualquiera sea
su cantidad, entre los cuarenta, puesto que, después de todo,
han buscado 'la sombra de mi techo'?"

109
"Apenas si alcanza para quince", dijo su mujer.
Al decir la Oración de la Noche, el rabí rogó ardiente-
mente a Dios, quien provee para todas sus criaturas. Con-
cluida la oración anunció: "¡Ahora venid todos y comamos!".
Cuando todos hubieron comido cuanto quisieron, los tazones
y fuentes seguían llenos.

El vino de la vida

Se cuenta que:
Una vez, en la segunda noche de la Fiesta de Shavuot es-
taban los jasidim sentados alrededor de la mesa de Rabí Elimé-
lej, disfrutando de la fiesta. El rabí miró en torno y los saludó
uno por uno con la cabeza, pues en la alegría de ellos se re-
gocijaba. Y dijo sonriente: "Ved, tenemos aquí lo necesario
para darnos alegría. ¿Es que aún falta algo?"
Entonces un joven testarudo y necio dijo en alta voz: " L o
que aún a todos nos falta es beber el vino de la vida, como
los devotos en el paraíso."
El tzadik le dijo: "Pon la pértiga sobre tus hombros. Su-
jeta dos cubos a ella y ve hasta las puertas del cementerio.
Cuando llegues allí, deposita los cubos, dales la espalda y di:
'Elimélej me ha enviado para buscar vino'. Entonces vuélvete,
alza los cubos llenos, sujétalos a la pértiga y tráenoslos aquí.
Pero cuídate de hablar con nadie, sea quien fuere el que te
dirija la palabra."
El joven se estremeció, pero hizo lo que se le decía. Bus-
có el vino en la puerta del cementerio, y temblando lo llevó
de vuelta consigo. En todo su entorno, en la noche sin luna,
vibraba el sonido de voces que le pedían una gota; voces
viejas y voces jóvenes, que suspiraban y gemían. En silencio
apuró la marcha, oyendo tras de sí cómo se arrastraban los
pasos de infinitos espectros. Estaba casi en el umbral de la casa
de Elimélej cuando se le aproximaron desde el lado opuesto.
"¡Ahora no podéis hacerme nada!", exclamó. La pértiga se
partió en dos. Los cubos cayeron y se rajaron y él sintió que
algo le golpeaba las mejillas. Atravesó vacilante la puerta en-
treabierta. Afuera todo estaba silencioso como la muerte. Den-
tro, habló el tzadik: "Necio, siéntate a nuestra mesa."

110
El vendedor de pescado

Dicen que Rabí Elimélej no celebraba con todos los ri-


tos debidos la comida siguiente al shabat, que se llama "Fies-
ta del Rey David " , y que por ello el rey estaba enojado con él.
También refieren esto:
Un viernes por la tarde, un hombre en ropas de campe-
sino. que llevaba a la espalda una cesta de pescado, se pre-
sentó a Rabí Elimélej y le ofreció venderle su mercadería. Ha-
blaba el dialecto de la región. El tzadik envió al vendedor a
su mujer, pero ella le dijo que se fuera porque había termi-
nado de preparar la comida del shabat varias horas antes. El
hombre se rehusó a ser rechazado y volvió al rabí. Este hizo
decir a su mujer que le comprara un poco, pero ella persistió
en su negativa. Por tercera vez el hombre entró en el cuarto
del tzadik, sacó los pescados del cesto, los arrojó al suelo,
donde ellos empezaron a moverse serpenteando, y gruñó sor-
damente: "Sería para ti una buena idea emplearlos para la
Fiesta del Rey David." Entonces Rabí Elimélej alzó sus ce-
jas. Eran muy grandes y tenía por hábito alzarlas toda vez
que quería mirar atentamente a alguien. Permaneció un ins-
tante en silencio y dijo:
"Ya no tengo fuerzas para celebrar tu comida con todos
los ritos debidos, pero ordenaré a mis hijos que lo hagan."

Sopa de avena

Durante los dos últimos años de su vida, Rabí Elimélej


comía y bebía muy poco, e incluso ese poco lo tomaba sólo
porque su familia lo exhortaba a hacerlo. Una vez, cuando
su hijo Eleazar le suplicó con lágrimas en los ojos que comiese
al menos lo suficiente para mantenerse vivo, dijo con una son-
risa en los labios: "¡Oh, qué comida burda me habéis ofre-
cido! ¡Si pudieseis, en cambio, traerme un plato de sopa de
avena como la que se nos servía a mi hermano Zusia y a mí,
en la pequeña posada roja del Dniéster, en los días de nuestras
andanzas!"
Algún tiempo después de morir Rabí Elimélej, su hijo par-
tió en viaje hasta la pequeña posada roja sobre el Dniéster.

111
Llegado allí, pidió albergue por una noche y preguntó qué
había para cenar. "Somos pobres", dijo la mujer del posa-
dero. "Damos a los campesinos vodka a cambio de harina,
habas y guisantes secos. La mayor parte de esto mi marido
lo lleva al mercado, donde en trueque le dan más vodka, y
el resto lo comemos. De modo que para esta noche sólo pue-
do ofrecerte sopa de avena."
"Prepáramela en seguida", dijo Rabí Eleazar. Para cuan-
do hubo dicho la Oración de la Noche, la sopa estaba sobre
la mesa. Comió un plato de ella, después otro, y pidió un ter-
cero. "Dime", preguntó, "¿qué has puesto en la sopa para
que sea tan sabrosa?"
"Créeme, señor", repuso ella, "que no he puesto abso-
lutamente nada". Pero al insistir él, la posadera finalmente
dijo: "Créeme que, si te sabe tan buena, el paraíso mismo es
responsable de ello." Y agregó: "Sucedió hace mucho tiem-
po. Dos hombres piadosos pararon aquí. Se echaba de ver
que eran genuinos tzadikim. Y como nada tenía para darles
salvo sopa de avena, rogué a Dios mientras la cocinaba: 'Señor
del mundo, no tengo nada más en la casa, y tú todo lo tie-
nes. ¡Sé misericordioso con tus fatigados y hambrientos ser-
vidores y pon en su sopa algunas hierbas de paraíso!' Y cuan-
do la sopa estuvo en la mesa, los dos vaciaron la gran so-
pera, y volví a llenarla y ellos a vaciarla, y uno me dijo: 'Hija,
tu sopa sabe a paraíso.' Y hace un momento volví a rogar."

El verdadero prodigio

Preguntaron a Rabí Elimélej: " E n las Escrituras leemos


que Faraón dijo a Moisés y Aarón: 'Haced un prodigio para
vosotros.' ¿Cómo hemos de entender esto? Más lógico hubiera
sido que dijese: 'Haced un prodigio para mí.' "
Rabí Elimélej explicó: "Los magos saben qué quieren
hacer y cómo cumplirlo. No es un prodigio para ellos, sino
sólo para quienes lo presencian. Pero aquellos que obran algo
porque Dios les da el poder de hacerlo no saben cuándo ni
cómo, y el prodigio que se opera por su acción los anonada
a ellos mismos. Y eso es lo que Faraón significó: ' ¡No finjáis

112
conmigo! Obtened un prodigio del mundo real, de modo que
pueda testimoniar por vosotros.' "

Los tzadikim ocultos

Rabí Gabriel, discípulo de Rabí Elimélej, fue una vez a


visitar a su maestro en un carruaje alquilado a un hombre
de toscas maneras quien —para fastidio de aquél— insistió en
contarle durante todo el viaje chistes groseros e impropios.
Cuando llegaron a casa del tzadik, Elimélej se precipitó ha
cia el cochero, lo saludó con gran placer, y apenas reparó en
Rabí Gabriel. En el camino de vuelta el discípulo quiso con
graciarse con el hombre que había sido tratado con tanto res-
peto, pero éste lo rechazó con una frase brusca.
Pocos meses después, Rabí Gabriel fue a la ciudad y vio
allí al cochero, quien hablaba con un albañil. Los siguió sin
ser visto hasta su posada, y oyó que uno decía al otro: " E n
casa de Mélej aún se escucha algo de la verdad, y en ninguna
otra parte." Y el otro repitió: " ¡ E n casa de Mélej se escu-
cha algo de la verdad!" Ocurrió entonces que vieron al rabí
en un rincón, y le gritaron: "¡Vete! ¿Qué haces entre gentes
comunes?" Y no tuvo más alternativa; debió irse.
Después de muerto Rabí Elimélej, Gabriel iba en carrua-
je por un bosque cuando vio venir a su encuentro el carruaje
de su amigo Rabí Uri. Echaron pie a tierra y marcharon un
trecho juntos. Entonces Gabriel contó a su amigo lo que una
vez había oído decirse al cochero y al albañil. Ambos se apo-
yaron contra sendos árboles y lloraron y se lamentaron: " ¡Al-
go de la verdad estaba en el mundo, y ahora también de eso
hemos sido despojados!"

IM arteria

Rabí Mohsé Efraím, nieto del Baal Shem, estaba en con-


tra de los jasidim polacos porque tenía entendido que mortifi-
caban su carne con demasiada severidad y destruían la ima-
gen de Dios en sí mismos, en vez de tornar perfecta cada
parte de su cuerpo y fundirla con el alma, formando así un

113
solo vaso sagrado al servicio del Señor. Después de muerto
Rabí Elimélej, cuando su discípulo Rabí Méndel de Rymanov
acudió a Moshé Efraím en busca de un sucesor, como su
maestro al morir le había mandado, fue reconocido como po-
laco y se le tributó una recepción bastante seca y fría. Esto
lo entristeció tanto que su rostro se transfiguró. Rabí Moshé
Efraím lo observó atentamente: su frente, que había palide-
cido, y sus ojos muy abiertos no eran los de un hombre infe-
rior. Bondadosamente le preguntó: "¿Has estudiado con un
tzadik?"
"Serví a mi maestro, Rabí Elimélej", dijo Méndel.
Entonces Rabí Efraím lo miró más atentamente y pre-
guntó: "¿Y qué fue, de ese maravilloso hombre, lo que más
maravilloso te pareció?" Pero mientras hacía esta pregunta,
pensaba: "Ahora este jasid, con su rostro luminoso, se reve-
lará tal como es y me contará algún milagro."
Rabí Méndel contestó: " D í a tras día, cuando mi maestro
se sumergía en la contemplación de la majestad de Dios, sus
arterias se ponían tensas como cuerdas. Y día tras día vi que
la arteria que hay detrás de la oreja, que no se altera por
nada del mundo y sólo tiembla en la hora de la muerte, esa
arteria, digo, día tras día la vi palpitar con fuertes pulsacio-
nes."
Rabí Efraím guardó silencio. Luego dijo: "No sabía eso."
Dos veces repitió: "No sabía eso." Y recibió a Rabí Méndel
como a un hijo.

114
VII

SHNEUR ZALMAN DE LADI, E L RAV

No hay retorno

En los años que siguieron inmediatamente a su boda, Zal-


man se hospedó, según la costumbre, en casa de sus suegros.
Pero su retraimiento, su manera de orar y todas las formas
en que rendía culto a Dios les resultaban extrañas y —si bien
admiraban sus conocimientos— lo tenían por un necio. Su hija
rechazó las demandas de ellos de que le pidiera una carta
de divorcio, de modo que debieron contentarse con hacerle
poco llevadera la vida. Le rehusaban velas, de modo que de-
bía estudiar a la luz de la luna junto a la ventana, y en las no-
ches de invierno, cuando a menudo permanecía en pie hasta
el alba, lo dejaban pasar frío. Así fueron las cosas hasta que.
a los veinte años de edad, fue a estudiar en Mezritch con
el Gran Maguid.
Posteriormente, cuando la fama de Rabí Zalman comenzó
a propagarse, su suegra lamentó los malos tratos que ella y
su marido —quien entretanto había muerto— habían impuesto
al tzadik, y le pidió que volviese a vivir en su casa. Nada ha-
bía de faltarle, dijo, y además se haría cargo de sus jasidim.
Rabí Zalman no aceptó la invitación, y como la mujer no c'esara
de insistir, le dijo: "¡Mira! ¿Quién puede estar mejor que el
hijo en el vientre de la madre? No debe preocuparse por
su alimento ni por su bebida. Una luz brilla sobre su cabeza,
y todo el día estudia la Torá entera. Pero cuando el niño
nace, llega un ángel que lo toca en la boca, y el niño olvida
todo lo que ha aprendido. Sin embargo, aunque pudiese re-
tornar, no querría hacerlo. ¿Por qué supones que es así? Por-
que ya ha alcanzado todo su tamaño."

115
Permiso

Zalman lo conversó con su hermano, y decidieron ir a


estudiar en casa del santo maguid de Mezritch. Luego pidió
consentimiento a su mujer, y ella lo concedió. Pero le hizo
prometer que volvería al cabo de un año y medio. Había
ahorrados treinta rublos. Se los dio, y él compró caballo y ca-
rruaje. Su hermano, en cambio, no pidió permiso a su mu-
jer. Cuando llegaron a la ciudad de Orsha, el caballo cayó
y murió. "Esto se debe", dijo Zalman a su hermano, " a que
partiste sin permiso. Y lo sucedido significa que no debes
seguir este camino. De modo que vuelve a casa, y yo conti-
nuaré por el mío, y compartiré contigo todo cuanto alcance".
Después se separaron y Zalman siguió a pie.

La mirada del maestro

El cuarto del Gran Maguid estaba junto a aquel en que


sus discípulos comían. De cuando en cuando iba a ellos de
noche, una luz en la mano, y contemplaba sus rostros en reposo.
Una vez se inclinó sobre la tarima baja, junto a la estufa,
donde yacía el joven Zalman bajo una raída manta triangu-
lar. Lo observó largo tiempo y se dijo a sí mismo: " E s mi-
lagro de milagros que un Dios tan grande habite en morada
tan frágil."

Hacia arriba

Rabí Shneur Zalman relató: "Antes de ir a Mezritch, mi


servicio se basaba en la reflexión, y de ella emanaban mi
amor y mi temor a Dios. En Mezritch ascendí al escalón en
que la conciencia es, en sí misma, amor y temor.
"Cuando por primera vez escuché al santo maguid decir:
'El atributo de misericordia de Dios es nuestro amor a Dios;
el atributo de rigor de Dios es nuestro temor a Dios', lo con-
sideré una interpretación. Pero después comprendí que es así:
la misericordia de Dios es el amor a Dios; el rigor de Dios
es el temor a Dios."

116
El lenguaje de los pájaros

En su segundo viaje a Mezritch, el joven Zalman visitó


a Rabí Pinjas de Koretz. Rabí Pinjas quiso enseñarle le len-
guaje de los pájaros y el lenguaje de las plantas, pero el jo-
ven se rehusó. "Solo hay una cosa que los hombres necesitan
comprender", dijo.
Ya anciano, Rabí Shneur Zalman iba una vez en su Carrua-
je por la campiña en compañía de su nieto. Aquí y allá, los pá-
jaros brincaban y piaban. El rabí sacó la cabeza del carruaje
por un instante. "Qué rápido hablan", dijo al niño. "Tienen
su propio alfabeto. Te bastará atender y escuchar bien y com-
prenderás su lenguaje."

Sobre el celo ardiente

Después de muerto el maguid, Shneur Zalman decidió


abandonar para siempre a la ciudad de Mezritch. Cuando se
despidió del hijo del maguid, Rabí Abraham, el Angel, quien
le había impartido sabiduría secreta, éste dijo que lo acom-
pañaría y subió al carruaje. Cuando hubieron pasado la puer-
ta de la ciudad, Rabí Abraham dijo al cochero: "Azuza tus
caballos y déjalos correr hasta que olviden que son caballos".
Zalman tomó a pecho estas palabras. "Me llevará algún tiem-
po aprender esta manera de servir adecuadamente", dijo, y
permaneció en Mezritch un año más.

En el lugar más modesto

Después de muerto su maestro, el Gran Maguid, Shneur


Zalman solía visitar a Rabí Menájem de Vitebsk, de quien se
lo consideraba discípulo, pese a que sus años de estudio ha-
bían concluido. El shabat y los días de fiesta, todos los ja-
sidim comían a la mesa del rabí. Shneur Zalman se ubicaba
siempre en el lugar más modesto. En la Víspera de Año Nue-
vo, el rabí de Vitebsk vio que su lugar estaba vacío. Fue a
la Casa de Estudio, donde halló a Zalman orando de pie. Lo
escuchó un momento, sin ser visto, y volvió con los otros. "No
lo perturbéis'', dijo,'' está deleitándose en Dios, y Dios en él.''

117
A Dios

Una vez Zalman interrumpió sus plegarias y dijo: "No


quiero tu paraíso. No quiero tu mundo venidero. Te quiero a
Ti, y solamente a T i . "

Librado del tiempo

Rabí Shneur Zalman dijo a sus jasidim:


"Caminaba yo por la calle al caer la noche cuando me
sucedió ver algo impropio. Me sentí profundamente turbado
por no haber protegido mis ojos, me puse de cara a una pa-
red y lloré hasta sosegar mi corazón. Al volverme vi que es-
taba oscuro y que el momento de la Oración de la Tarde ha-
bía pasado. Pensé qué debía hacer. Entonces me libré del
Tiempo y dije la Oración."

Temor

Cuando los jasidim empezaron a acudir a él, y al mirar


por la ventana vio acercarse una multitud, se sintió aterrado
y exclamó: "¿Qué quieren de mí? ¿Por qué vienen a mí? ¿Qué
ven en mí?"
Entonces su mujer le dijo: "Cálmate. No vienen a ti por
ti mismo. Sólo quieren que les hables del santo maguid, pues
viviste a su sombra."
"Entonces todo está bien", dijo él, y su corazón se aquie-
tó. "Les hablaré, sí, les hablaré." Pero una vez que empezó
a hablar, no pudo abstenerse de impartir sus enseñanzas.

¿Dónde estás?

Rabí Shneur Zalman, rav del Norte de la Rusia Blanca,


fue encarcelado en Petersburgo porque los mitnagdim, que se
oponían a las enseñanzas jasídicas, denunciaron al gobierno
sus principios y su forma de vivir. Mientras se hallaba a la
espera de que lo juzgasen entró en su celda el jefe de los

118
gendarmes La majestuosa y apacible fisonomía del rav, quien
estaba tan hondamente inmerso en la meditación que no ad
virtió al principio la presencia del visitante, sugirió al jefe
hombre de espíritu, qué clase de persona tenía frente a él Em-
pezó a conversar con el prisionero y le formuló varias pregun-
tas que se le habían ocurrido leyendo las Escrituras. Final-
mente le preguntó: "Dios, que todo lo sabe, preguntó a
Adán: '¿Dónde estás?'. ¿Cómo debemos entender esto?"
"¿Crees", contestó el rav, "que las Escrituras son eter-
nas y que cada era, cada generación y cada hombre están con-
tenidos en ellas?"
" L o creo", dijo el otro.
"Pues bien", dijo el tzadik, " e n toda era, Dios dice a
cada hombre: '¿Dónde estás tú en tu mundo? De los años
y días que te han sido asignados han pasado tantos, ¿y hasta
dónde llegaste en tu mundo?' Dios dice algo así como lo si-
guiente: 'Has vivido cuarenta y seis años. ¿Cuán lejos has
llegado?' "
Cuando el jefe de los gendarmes oyó mencionar su edad,
hizo un esfuerzo por serenarse, puso su mano sobre el hom-
bro del rav y exclamó: "¡Bravo!" Pero su corazón tembló.

Pregunta y respuesta

El rav preguntó a un discípulo que acababa de entrar


en su cuarto: "Moshé, ¿qué significamos cuando decimos
'Dios?' " . El discípulo permaneció en silencio. El rav se lo
preguntó por segunda y por tercera vez. Después dijo: "¿Por
qué callas?"
"Porque no sé."

"¿Crees que yo lo sé?", dijo el rav. "Pero debo decirlo,


porque el caso es que debo decirlo: El está definidamente
allí, y salvo por El nada está definidamente allí, y eso es E l . "

Con qué oraba

Una vez el rav preguntó a su hijo: "¿Con qué oras tú?"


El hijo entendió el interrogante en el sentido de que se le

119
preguntaba sobre qué basaba su plegaria. Respondió: "Con
el versículo: 'Toda estatura ha de postrarse ante ti.' " Des-
pués preguntó a su padre: " Y tú, ¿con qué oras?" El dijo:
"Con el suelo y con el banco."

De un mismo tazón

Entre los discípulos del maguid de Mzritch había uno cu-


yo nombre se ha olvidado. Ya nadie lo sabe. Sin embargo, en
un tiempo era considerado, en la Casa de Estudio del maguid,
como el más descollante entre sus compañeros, y todos los
que deseaban que se les repitiesen y explicasen las palabras
del maestro acudían a él. Al cabo de un tiempo los discípulos
empezaron a murmurar, diciendo que un gusano lo carcomía.
Después desapareció y se dijo que se había entregado a la
bebida. Vagaba por la comarca provisto de un bastón y una
mochila y bebía silenciosamente en alguna posada hasta em-
briagarse; entonces sus labios empezaban a proferir una sen-
tencia sabia tras otra. Años después llegó a la ciudad de Loz-
hni, donde Rabí Shneur Zalman vivía en ese entonces, y en-
tró en la Casa de Estudio en un momento en que el rav
estaba enseñando, Nadie lo advirtió en la multitud, y él per-
maneció un rato allí, escuchando. Después murmuró para sí
mismo: "Todos comemos de un mismo tazón, pero es él
quien tiene todo el alimento'y partió. Cuando el rav se ente-
ró de] episodio, comprendió quien había sido su visitante y lo
hizo busüar por todas partes pues quería convencerlo de que
abandonara sus andanzas y se quedase. Pero el vagabundo
no pudo ser hallado.

Reflexión

Un mitnagued visitó una vez al rav y le hizo toda clase


de preguntas. Finalmente, quiso saber por qué el tzadik tenía
a su puerta a un criado que no admitía visitantes en cual-
quier momento. El rav puso la cabeza entre sus manos. Al
cabo de un momnto, alzó la vista y dijo: " L a cabeza y el
tronco forman un mismo cuerpo, y sin embargo la cabeza

120
debe ser cubierta en forma distinta y protegida con mayor cui-
dado. '' Satisfecho con la respuesta, el mitnagued partió. Pero el
hijo del rav no estaba satisfecho. '' No necesitabas poner tu ca-
beza entre tus manos y reflexionar para dar la respuesta que
diste", dijo.
Rabí Zalman dijo: "Cuando Coré dijo a Moisés: 'Toda
la congregación es sagrada, cada uno de ellos, y el Señor está
entre ellos; por lo cual, entonces, tú te elevas por encima de
la asamblea del Señor', Moisés, oyéndolo, cayó sobre su ros-
tro. Y sólo después respondió a Coré. Pero, ¿por qué? ¡Lo
que tenía que decir, podía haberlo dicho de inmediato! Pero
Moisés reflexionó: tal vez esas palabras sean enviadas desde
lo alto y Coré sólo sea un mensajero. ¡Cómo podría yo en-
tonces replicarle! De modo que cayó sobre su rostro y refle-
xionó acerca de si realmente él procuraba elevarse por sobre
los demás. Y cuando hubo reflexionado y concluido que no
había en él ni siquiera un vestigio de tal deseo —y, según las
propias palabras de Dios, Moisés era muy humilde, más hu-
milde que todos los otros—, supo que Coré no le había sido
enviado y contestó su pregunta."

Acerca del Mesías

Un hombre preguntó una vez al rav, en broma: "¿Qué


será el Mesías? ¿Un jasid o un mitnagued?'' Respondió; '' Creo
que un mitnagued, pues si fuese un jasid, los mitnagdim no
creerían en él, en tanto que los jasidim creerían en él, fuera
lo que fuese."

El temperamento triste y el alegre

Un hombre rico, consagrado a sus estudios y conocido por


su avaricia, preguntó una vez al rav de Ladi: "¿Cómo de-
bemos interpretar el pasaje del Talmud donde se nos dice
que Rabí Janiná ben Teradión, quien instruyó públicamente a
sus discípulos en las enseñanzas durante una era de persecu-
ción implacable, hasta que murió como un mártir, dudaba de

121
haber sido designado para vivir en el mundo venidero? ¿Y
que, cuando expresó sus dudas a un amigo, éste le preguntó
si había realizado al menos una buena obra? ¿Y que recibió
una respuesta reconfortante sólo cuando afirmó haber distri-
buido su dinero entre los pobres? ¿Cómo hemos de interpre-
tarlo?"
"Hay dos clases de hombres", dijo el rav, "los de bilis
negra y los de bilis clara. Los de temperamento triste se
sientan a los libros de las enseñanzas y son de disposición ava-
rienta. Los de temperamento alegre aman la compañía y son
generosos. Rabí Janiná era de temperamento triste, consagrado
a sus estudios y recogido en sí mismo. Su mérito no residió
en vivir para las enseñanzas, sino en gobernar su propia na-
turaleza y dar sin reservas cuanto poseía. Y una vez que hubo
aprendido a vivir con sus congéneres, sus estudios dejaron de
ser una necesidad para convertirse en una virtud."

Viendo

Un día antes de su muerte, el rav preguntó a su nieto:


"¿Ves tú algo?" El muchacho lo observó asombrado. Enton-
ces el rav dijo: "Todo cuanto yo puedo ver es la divina nada
que da vida al mundo."

La aparición

Una noche, la mujer de Rabí Méndel de Lubavitch, nie-


to del rav, fue despertada por un fuerte ruido que provenía
del cuarto de su marido, contiguo al suyo. Corrió allí y vio
a Rabí Méndel tendido en el piso junto a su lecho. En res-
puesta a sus preguntas, el rabí le dijo que su abuelo lo había
visitado. Ella procuró calmarlo, pero él dijo: "Cuando un
alma del mundo superior y un alma de este mundo quieren
reunirse, una debe ponerse una vestidura y la otra debe qui-
tarse una."
Una vez dijo a sus amigos íntimos: " E n el Talmud pa-
lestino leemos que quien dice una palabra en nombre de aquel

122
que la creó, debe —en el ojo de su espíritu— conjurar al au-
tor ante él. Esto sólo es una fantasía, pero si alguien canta
una melodía que otro compuso, ese otro está realmente con
él mientras canta." Y Rabí Méndel entonaba el aire familiar,
sin palabras, que el rav había cantado y tarareado una y
otra vez y se titulaba " E l fervor del rav."

123
VIII

SHLOMO DE KARLIN

El encuentro

Las ciudades de Pinsk y Karlín están cerca una de otra,


una sobre la margen norte de un río, la otra sobre la orilla sur.
Cuando Rabí Shlomó era un joven pobre, que enseñaba a ni-
ños pequeños en Karlín, Rabí Leví Itzjac, que había de ser
rabí de Berditchev, era el rav de Pinsk. Un día dijo a su
criado que fuese a Karlín y buscara a un hombre llamado
Shlomó, hijo de Iuta. Debía pedirle que fuese a Pinsk. El
criado indagó largo tiempo. Por fin, en las afueras de la ciu-
dad, en una casita desvencijada, halló al melamed Shlomó y
le dio el mensaje. "Iré puntualmente", dijo Rabí Shlomó.
Pocas horas después, cuando cruzó el umbral de Rabí
Leví Itzjac, éste se puso de pie y dijo: "Bendito el que llega",
y acomodó él mismo una silla para su huésped. Durante una
hora permanecieron sentados uno frente al otro, con rostros
resplandecientes y mirada intensa, en silencio. Por fin se le-
vantaron y se rieron. "¿De qué estarán riéndose?", pensó el
sirviente que desde la puerta había asistido a la escena. Y
Rabí Shlomó se despidió.
Y los jasidim dijeron que, gracias a la reunión de ellos
dos, el exilio, que había estado amenazando a los judíos de
esa región, había sido evitado, y tal era la causa de sus ale-
gres risas.

El que retornó

Se cuenta que:
Rabí Aarón de Karlín murió joven, y Rabí Shlomó, que ha-
bía sido su compañero en casa del Gran Maguid y había se-

121
guido después a su amigo, de mayor edad que é!, como discí-
pulo, se rehusó a ocupar su sitio. Entonces Rabí Aarón se le
apareció en un sueño y le prometió que si asumía sobre sí
el yugo de la conducción, se le otorgaría el poder de contem-
plar todas las andanzas de las almas. Esta promesa lo sedujo
en su sueño y aceptó hacerse cargo de la .sucesión. A la ma-
ñana siguiente podía ver los destinos de las almas de todos
los hombres. Ese mismo día le llevaron una nota de pedido
junto con lina suma de dinero. La enviaba un hombre rico
desde su lecho de muerte. Al mismo tiempo, la mujer que
dirigía un hogar para los pobres, fue a pedirle que rogara
por una parturienta indigente de quien ella cuidaba y que es-
taba desde hacía días en los dolores del parto sin poder dar
a luz a su hijo. Rabí Shlomó vio que el niño no nacería hasta
que el hombre rico muriese, pues el alma de éste debía pasar
al niño. Y, por cierto, las noticias de la muerte y el naciminto
llegaron pisándose los talones. Poco después, cuando el rabí
supo que la joven madre y el niño pasaban frío, tomó parte
del dinero que habfa recibido del rico y les dijo que lo em-
plearan en comprar leña. Pues reflexionó: este niño es en
realidad e! hombre rico mismo, de modo que el dinero le per-
tenece. Poco después, dio lo que le restaba de dinero para
la atención del niño.
Por entonces la mujer partió, en compañía de otros men-
digos, y fue de ciudad en ciudad. Sucedió que cuando el pe-
queño tenía seis años, volvieron a Karlin, donde se enteraron
de que pronto había de celebrarse la Bar Mitzvá del menor
de los hijos del hombre rico. Según la costumbre, se invitaba
a los pobres a concurrir a la fiesta, y madre e hijo fueron junto
con los otros. Pero nadie logró persuadir al niño de que se
sentara a la mesa de los pobres. En alta voz y con gesto arro-
gante pidió un sitio en la cabecera de la mesa destinada a los
huéspedes. Rabí Shlomó, advirtiéndolo, los urgió a ceder al
pedido del niño, a fin de que éste no causara trastornos. 'Des-
pués de todo", se dijo, "es el dueño de casa, y sólo pide lo que
le corresponde". Al servirse la comida ocurrió lo mismo: el niño
insistió en que se le destinaran los mejores bocados, y de nue-
vo el tzadik hizo que se cumpliera su voluntad. Cuando se
preguntó a la madre si su hijo siempre se había comportado
así, ella repuso que nunca había observado semejante cosa

125
en él. Al término de la fiesta, cuando Rabí Shlomó ya se
había ido, distribuyeron dinero entre los pobres. Llegado el
turno del niño, éste exclamó: "¡Cómo osáis darme monedas
de cobre! ¡Traed oro del cofre!" Entonces los hijos del rico
lo arrojaron a la calle.
Cuando Rabí Shlomó descubrió cómo habían tratado a su
padre al retornar éste, rogó al Cielo que lo despojara de su
milagroso poder de visión,

Negativa

Se cuenta que:
Quienes moran en el Cielo quisieron revelar a Rabí Shlo-
mó de Karlín el lenguaje de los pájaros, el lenguaje de los
árboles y el lenguaje de los ángeles, pero se negó a apren-
derlos antes de saber qué importancia tenía cada uno de esos
lenguajes en el servicio de Dios. Sólo después de que se lo
dijeron consintió en aprenderlos, y desde entonces también con
ellos sirvió a Dios.

Las etapas

Cuando Rabí Shlomó de Karlín viajó por Rusia, llevó la


cuenta de las etapas del viaje. Dijo: " 'Estas son las etapas
de los hijos de Israel, las etapas que los llevaron fuera de la
tierra de Egipto.' " Cuando se le preguntó qué quería decir,
repuso: " E l sagrado Libro del Esplendor interpreta del si-
guiente modo las palabras de Dios 'Hagamos el hombre': Dios
tomó alguna parte de todos los mundos, desde el más alto
hasta el más bajo, y con todas esas partes hizo al hombre.
Cuando Dios dijo 'hagamos1, lo dijo a los mundos. Y tal es el
significado de las etapas por las que el hombre pasa en su
vida: debe ir de escalón en escalón hasta que, por su inter-
medio, todo esté unido en el mundo superior. Y por eso está
escrito: 'Y éstas son las etapas de sus avances'. Las etapas
del hombre deben llevarlo al punto de donde ha partido."

126
El riesgo de orar

Alguien pidió a Rabí Shlomó de Karlín que le prometiera


visitarlo al día siguiente. "¿Cómo puedes", respondió el
tzadik, "pedirme semejante promesa? Esta tarde debo orar y
recitar 'Oye, oh Israel'. Mientras digo estas palabras, mi alma
se aleja hasta el borde mismo de la vida. Después viene la ti-
niebla del sueño. Y cuando es de día, la gran Oración Matu-
tina está corriendo por todos los mundos, y finalmente, cuando
caigo sobre mi rostro, mi alma se inclina sobre la orilla de la
vida. Quizá tampoco esta vez muera, pero, ¿cómo puedo pro-
meterte ahora algo que habría de hacer en un momento pos-
terior a la oración?"

El terrón de azúcar

Se cuenta que:
Cuando Rabí Shlomó bebía té o café, era su costumbre
tomar un terrón de azúcar y sostenerlo en la mano durante
todo el tiempo en que bebía. Una vez le preguntó su hijo:
"Padre, ¿por qué haces eso? Si necesitas azúcar, llévala a tu
boca, pero si no la necesitas, ¿por qué tenerla en la mano? "
Cuando hubo vaciado su taza, el rabí dio a su hijo el
terrón de azúcar que había conservado en la mano y le dijo:
"Pruébalo." El hijo lo llevó a su boca y sintió gran asombro,
pues no quedaba en el azúcar dulzura alguna,
Tiempo después, cuando relató la historia, el hijo comen-
tó: "Un hombre en el que todo está unido puede degustar
con la mano como si ésta fuese su lengua."

Con la espada en la garganta

Rabí Shlomó estaba de viaje en compañía de uno de sus


discípulos. En camino, se detuvieron en una posada y se sen-
taron a una mesa. Entonces el rabí pidió aguamiel caliente
para él pues le gustaba caliente esa bebida. Entretanto lle-
garon soldados, y cuando vieron a los judíos sentados a la

127
mesa les dijeron, con voces altas y airadas, que se levantaran.
"¿Está caliente ya la aloja?", preguntó el rabí al hombre que
servía las bebidas. A lo cual los soldados golpearon la mesa
con sus puños y dijeron: "(Fuera de aquí, o de lo contra-
rio... I " El rabí sólo dijo: "¿No está ya caliente?" El jefe
de los soldados desenfundó la espada y puso la hoja contra la
garganta del maguid. "Porque, sabes, ¡no debe estar demasia-
do caliente!", dijo Rabí Shlomó. Y los soldados abandonaron
la taberna.

Sin éxtasis

Rabí Shlomó de Karlín dijo: "Cuando aquel que ha cum-


plido todos los mandamientos de la Torá, pero no ha sentido al
hacerlo el resplandor del sagrado éxtasis, llega al otro mundo,
abren las puertas de! paraíso para él. Pero como no ha sen-
tido el resplandor del éxtasis en este mundo, no siente el
éxtasis del paraíso. Si es un necio, y se queja, y gruñe: 'jY
tanto que hablan del paraíso!es inmediatamente expulsado.
Pero si es sensato, lo abandona por su propia voluntad y acu-
de al tzadik, y éste enseña a la pobre alma a sentir el éx-
tasis."

Una pequeña luz

"¿Cuándo puede uno ver una pequeña luz?", preguntó Rabí


Shlomó, y respondió a su propia pregunta: "Cuando uno se
mantiene muy abajo, según está escrito: 'Si hasta los «ielos
subo, allí estás tú, si en el suelo me acuesto, allí te encuen-
tras.'

Descendiendo

Rabí Shlomó dijo: " S i quieres alzar a un hombre del cieno


y la suciedad, no pienses que te bastará mantenerte en lo alto

1 Salmos 139:8.

128
y alargarle una mano hacia abajo. Deberás bajar tú mismo
todo el camino, hasta el cieno y la suciedad. Entonces lo to-
marás con fuertes manos y lo llevarás contigo hacia la luz."

Abrir

Rabí Shlomó de Karlín dijo a alguien: " N o tengo llave


para abrirte." Y el hombre exclamó: "¡Entonces fuérzame con
un clavol'' Desde entonces el rabí siempre tuvo palabras de cá-
lido elogio acerca de él.

La curación

Un nieto de Rabí Shlomó relató:


Acudió a un tzadik un hombre cuya alma se hallaba atra-
pada en una maraña tal de impulsos opresivos, que sería im-
posible describirlos. "No puedo ayudarte", dijo el tzadik. " V e
a Rabí Shlomó de Karlin."
De modo que acudió a mi abuelo, y llegó exactamente
en el momento en que encendía las velas de la Januká y re-
citaba entretanto salmos, pues tal era su costumbre. El hom-
bre se detuvo y escuchó. Mi abuelo siguió hablando sin mirar
alrededor y cuando llegó a las palabras: " Y nos ha librado
de nuestros opresores'' se volvió a su visitante, lo palmeó en
el hombro y preguntó: "¿Crees que Dios puede librarnos de
toda opresión?" " L o creo", dijo el hombre. A partir de ese
instante, sus perturbadores impulsos lo abandonaron.

Habla él discípulo

Acerca de su maestro Rabí Shlomó, dijo Rabí Asher de


Stolyn: 2 "Cada vez que ora, el rabí se para con un pie aquí
y el otro allí," y sobre éste se apoya. Pero todo eso, solamente
en espíritu, según está escrito: ' . . .y no se descubrieron Tus
pisadas' " . 3
a Hijo de Rabí Aarón de Karlín.
3 Salmos 77:20.

129
Una vez entró en el cuarto de Rabí Shlomó y le dijo:
"Rabí, no se descubren tus pisadas."
"¿Por qué me sigues todo el tiempo?", replicó el rabí.
"Vamos, yo te diré cuándo puedes hacerlo y cuándo no."
Pero el discípulo reflexionó: "Una vez que me lo haya
dicho, no podré transgredirlo. Por lo tanto, más me vale no
oírlo."

Mostrando y ocultando

Rabí Asher de Stolyn, discípulo de Rabí Shlomó, dijo


sobre los jasidim de su tiempo: "¡Son campesinos de arcilla
y cosacos de pajal Guando acuden al rabí, le muestran lo
bueno, y lo malo se lo ocultan. En cambio, cuando yo me di-
rigía a mi dulce, santo, amado rabí (y al decir esto se besaba
las puntas de los dedos), le ocultaba lo bueno y le mostraba
lo malo. Pues está escrito que el sacerdote debe observar la
plaga."

En la posada

Rabí Shlomó preguntó a su discípulo Rabí Asher: "¿Cuán


do viniste a orar?"
"Justo en el momento acertado para la posada que se
llama 'Exultar', ¡oh virtuoso!", fue su respuesta.
"Bien hecho", dijo el tzadilc, " S i estás marchando, mar-
chas, y si te detienes, miras alrededor para ver si algo anda
mal. Pues si te detienes a mitad de camino, te será fácil caer
hacia atrás."

Origen

Esto dijo Rabí Uri sobre su maestro Rabí Shlomó: "Lleva-


ba largo tiempo con él, y sin embargo no me había preguntado
el nombre de mi madre, según es costumbre. 4 Una vez me
4 Decir el nombre de su madre, que forma parte de su "verdadero"
nombre, es parte esencial del procedimiento por el cual un jasid
abre su corazón a un tzadik.

130
armé de todo mi coraje y lo interrogué al respecto, Su res-
puesta fue: 'Buey, león, águila, hombre', y nada más. No
osé pedirle que explicara sus palabras. Sólo después de mu-
chos años llegué a comprender que los grandes tzadikim, los
curadores de almas, quieren saber en cuál de los cuatro por-
tadores de la carroza-trono de Dios se origina el alma, y no en
qué vientre terrenal recibe ella su cuerpo."

Más allá de la música

Un día, varios músicos ejecutaron para Rabí Uri de Stre-


lisk, conocido como "el Serafín". Después éste dijo a sus ja-
sidim: " S e dice que la música reúne los tres principios: vida,
intelecto y alma. Pero los músicos de hoy basan su ejecución
solamente sobre el principio de la vida." Al cabo de un ins-
tante prosiguió: " D e todos los portales del Cielo, el de la
música es el más bajo y pequeño, pero quien quiere acercarse
a Dios, no tiene sino que entrar en ese portal. Mi maestro,
Rabí Shlomó de Karlín, no lo necesitó,"

Abel y Caín

Rabí Uri dijo: " M i maestro, Rabí Shlomó de Karlín, te-


nía el alma de Abel. Pero hay personas en quienes moran los
rasgos buenos del alma de Caín, y esos rasgos son muy
grandes.''

Sobras

Rabí Shlomó y su discípulo Rabí Mordejái de Lejovitz via-


jaban una vez por la campiña, Era hacia el fin del período
en que puede pronunciarse la bendición de la Luna Nueva,
y como la brillante hoz había asomado por entre las nubes
que la velaban, se aprestaron para el sagrado rito. Pero el
cochero se les anticipó. No bien vio la luna, frotó sus manos
sobre la llanta de la rueda y murmuró la bendición. Rabí Mor-
dejái se rió, pero su maestro reprobó que lo hiciera.

131
"Una vez un rey", le dijo, "ordenó que se recogieran
todas las sobras de comida dejadas por su ejército, y las al-
macenó en cierto lugar. Nadie conocía la razón de tal orden.
Pero pronto el país entró en guerra, y el ejército del rey se
vio rodeado por el enemigo y privado de provisiones del exte-
rior. Entonces el rey alimentó a su ejército con las sobras que
el enemigo, riéndose, dejó pasar. El ejército conservó su vi-
gor y alcanzó la victoria."

Sin afanarse

Una vez, al concluir el Día del Perdón, Rabí Shlomó se


bailaba de buen humor y anunció que diría a cada uno qué
había pedido al Cielo en esos sagrados días y qué respuesta
había de recibir. Al primero de sus discípulos que quiso que
se lo dijera, Rabí Shlomó explicó: " L o que pediste a Dios
fue que te diera tu sustento en el momento oportuno y sin
que pasaras afán, de modo que nada te distrajera de su ser-
vicio. Y la respuesta fue que lo que Dios realmente desea de ti
no son tus estudios ni tus oraciones, sino los suspiros de tu
corazón, que se aflige porque el afanarte para ganar tu sus-
tento te pone obstáculos cuando quieres servirlo."

Lo que se aprendió

Rabí Shlomó dijo a sus discípulos: "Cuando, después de


morir, un hombre llega al mundo de la verdad, le preguntan:
'¿Quién fue tu maestro?' Y cuando ha dicho el nombre de su
maestro, le preguntan: '¿Qué aprendiste de él?' Esto es lo
que significan las palabras que leemos en el Midrash: 'En al-
gún tiempo futuro, cada uno se pondrá de pie y dirá qué
aprendió.' "
Uno de los discípulos exclamó: "Ya he pensado lo que
diré en tu nombre. Es esto: 'Que Dios nos dé un corazón
puro y pensamientos puros, y que desde nuestro pensamiento
se difunda la pureza por todo nuestro ser, de modo que se
cumpla en nosotros la palabra: 'Antes de que llamen, res-
ponderé.' "

132
La dote

Rabí Shlomó no soportaba tener dinero en su bolsa o


guardado en una gaveta. Sentía un peso en su corazón hasta
que se desprendía del dinero dándoselo a un necesitado.
Cierto día comprometió a su hijo con la hija de Rabí Ba-
ruj de Mezbizh, nieto del Baal Shem Tov. Rabí Baruj era fer-
viente, devoto y sabio, pero también diligente para reclamar
lo que se le debiera. Cuando llegó la fecha estipulada en el
contrato de matrimonio para el pago de la dote, como el di-
nero no le fuera entregado, escribió a Rabí Shlomó que de-
volvería el contrato y anularía el compromiso. El rabí de Kar-
lín le pidió que fijara otra fecha y envió a dos de sus se-
guidores a viajar por el país para que recolectaran entre los
jasidim la suma necesaria para la dote. Pero cuando tuvo
el dinero en sus manos y vio a los pobres que estaban reu-
nidos en el patio de su casa, no soportó la idea de que allí
hubiese menesterosos mientras él disponía de dinero. Salió al
patio y distribuyó cuanto tenía. De nuevo, Rabí Baruj le en-
vió una carta en duros términos. El rabí de Karlín contestó
que siguieran adelante con los preparativos de la boda, pues
él aportaría la dote. Otra vez envió a dos hombres para que
recolectaran el dinero, y otra vez retornaron ellos con la suma
necesaria. Pero ahora fueron cautelosos y no la entregaron al
rabí hasta que estuvo sentado en el carruaje junto con su hijo.
La ruta que tomaron los llevó a una ciudad donde Rabí
Najum de Tchernobil estaba preso, a causa de una denuncia
como las que los opositores de los jasidim solían efectuar. El
rabí de Karlín logró que le permitieran ver un momento a
su amigo. Cuando estuvieron frente a frente, Rabí Shlomó vio
en el acto que Rabí Najum había asumido el dolor de Israel,
y Rabí Najum leyó instantáneamente en su espíritu. "¿Cómo
lo sabes?", preguntó Najum, "pues rogué a Dios que ni án-
gel ni serafín lo supieran".
"Ni ángel ni serafín lo saben", dijo el rabí de Karlín,
"mas Shlomó, hijo de Iuta, lo sabe. Pero te prometo que,
cuando llegue mi turno, ninguna criatura lo sabrá." Esto ocu-
rría en la víspera del día en que el rabí de Tchernobil debía
dejar la cárcel. Cuando el rabí de Karlín se despidió de él,

133
se dirigió al funcionario a cargo de la prisión, le dio los cua-
trocientos rublos que constituían la dote y así logró que su
amigo saliera en libertad un día antes. Luego se marchó ha-
cia la boda en compañía de su hijo.
Existen varias versiones de lo que sucedió después. Se-
gún una de ellas, Rabí Baruj nunca mencionó la dote du-
rante los siete días que duró la celebración. Cuando el rabí de
Karlín estaba listo para retornar a su casa su hijo le dijo:
" T e vuelves a casa, y yo quedo aquí con mi suegro. ¿Qué
he de hacer si me pregunta por la dote?" Rabí Shlomó repuso:
" S i alguna vez te molesta por la cuestión de la dote, ponte,
allí donde estés, de cara contra la pared, y di: 'Padre, padre,
mi suegro me está molestando por la dote.' Entonces él de-
jará de preguntarte por ella."
Pasó algún tiempo sin que nada sucediera, hasta un vier-
nes por la noche, en que Rabí Baruj recitaba el Cantar de los
Cantares y su yerno estaba frente a él. Cuando Rabí Baruj
llegó a las palabras "un manojo de mirra", hizo una pausa y
se tocó ligeramente la mano izquierda con la derecha, como
si estuviera contando un manojo de billetes. Después continuó
con el Cantar de los Cantares. Pero su yerno no soportó que-
darse allí. Corrió a su cuarto, volvió el rostro hacia la pared
y dijo: "Padre, padre, mi suegro me molesta con motivo de la
dote." Desde entonces se lo dejó en paz.

Lo peor

Rabí Shlomó preguntó: "¿Cuál es la peor cosa que la


inclinación al mal puede lograr?" Y él mismo respondió:
"Hacer que el hombre olvide que es hijo de un rey."

Corno anuí Dios

Dijo Rabí Shlomó: " ¡ S i pudiese yo amar al más grande


tzadik tanto como ama Dios al hombre más menesterosol"

134
Un palmo más arriba

Rabí Shlomó de Kariín pasó un tiempo alojado en la Casa


de Estudio de la pequeña ciudad de Dobromysl, cerca de
Lozhny, donde en aquel tiempo vivía su antiguo compañero
Rabí Shneur Zalman. Este dijo un viernes a los jasidim que lo
visitaban: "Ahora no soy el rabí. El santo tzadik, nuestro maes-
tro Rabí Shlomó, se encuentra en mi distrito, de modo que
ahora el rabí es él. Debéis ir a Dobromysl y pasar el shabat con
él." Así lo hicieron, y tomaron las tres comidas en la mesa
del rabí de Karlín, y si bien éste no dijo palabras de ense-
ñanza, como solía hacerlo el maestro de ellos en el shabat,
sus espíritus contemplaron la sagrada luz, y era incomparable-
mente más radiante que en ninguna otra ocasión. En la ter-
cera, comida del shabat, Rabí Shlomó, antes de pronunciar
las bendiciones de la comida, dijo el breve salmo que empie-
za: "Su fundación está en las sagradas montañas" y conclu-
ye: "Todos mis manantiales están en ti", que él tradujo: "To-
do mi brotar está en ti." E inmediatamente los manantiales
de sus espíritus brotaron a borbollones. El espíritu los poseyó
tan cabalmente, que hasta largo tiempo después del shabat no
supieron la diferencia entre el día y la noche. Cuando vol-
vieron a casa de Rabí Zalman y le narraron lo sucedido, él
dijo: "Sí, ¿quién puede compararse con el santo Rabí Shlomó?
¡El sabe cómo traducir! ¡Quién puede compararse con el san-
to Rabí Shlomó! ¡Pues él está un palmo por encima del
mundo!''

Armilus

Rabí Shlomó solía decir: " ¡ S i viniera el Mesías, el hijo


de David! En caso necesario yo podría convertirme en el
Mesías, hijo de José, que lo precede y es muerto. ¿Qué pue-
do temer en ello, y a quién he de temer? ¿Temeré al torvo
cosaco?" La gente pensó que llamaba a la Muerte "torvo
cosaco" y se sorprendió mucho.
«00

135
Una y otra vez, la comunidad de Ludmir le pidió que
acudiera a ella, pues muchos de sus amigos vivían allí, Siem-
pre se rehusó. Pero cuando se allegaron a él una vez más los
enviados de Ludmir —era en el día de Lag ba-Qmer, el trigé-
simo tercero de los días que se cuentan desde Omer, entre
las fiestas de Pesaj y de Shavuot— les preguntó sonriente:
'' ¿Qué hacéis en Ludmir en el día de Lag ba-Omer?''
" Y bien", dijeron los enviados, "justamente lo que se
hace de costumbre. Todos los jóvenes, grandes y pequeños sa-
len por los campos y disparan con sus arcos."
El rabí se rió y dijo: "|Bueno, si así son las cosas, si
vosotros disparáis flechas, todo es muy distinto. Entonces iré
a vosotros."

o o o

Cuando el rabí ya estaba viviendo en Ludmir, los rusos


sofocaron una rebelión de los polacos en esa región y persi-
guieron a los rebeldes, derrotados, hasta el interior de la ciu-
dad. El comandante ruso autorizó a sus hombres a saquear a
voluntad durante dos horas. Era en la víspera dé Shavuot,
que ese año cayó en shabat. Los judíos estaban reunidos en
la Casa de Oración. Rabí Shlomó estaba orando, sumido en tal
éxtasis que no oyó ni vio nada de lo que sucedía en el con-
torno. Justo en ese momento llegó, cojeando, un cosaco de
elevada estatura, quien se detuvo junto a la ventana y tomó
puntería con su fusil. Con voz tintineante, el rabí decía las
palabras "pues tuyo, oh Señor, es el reino", cuando su nieto,
que estaba de pie junto a él, tímidamente tiró de su casaca
y lo despertó del éxtasis. Pero la bala ya le había dado en
un costado. "¿Por qué me abatiste?", preguntó él. Cuando
lo llevaron a su casa y lo tendieron, hizo abrir el Libro del
Esplendor en cierto pasaje, y lo pusieron ante su mirada
mientrass vendaban su herida. Así permaneció, abierto ante
sus ojos, hasta el miércoles siguiente, día en que murió.
Se dice que el nombre del cosaco cojo era Armilus. Y
tal es el nombre del demonio que, según una antigua tradi-
ción, ha de matar al Mesías hijo de José.

136
La cuerda que cedió

Pocos días antes de morir a consecuencia de su herida,


Rabí Shlomó escribió a su discípulo Mordejái de Lejovitz:
"Ven, para que pueda consagrar tu jefatura." Mordejái em-
prendió inmediatamente el viaje. En camino, de pronto sin-
tió como si hubiera cedido una cuerda que lo transportaba
en seguridad sobre un abismo, como si cayera por un espacio
sin fin. " H e sido separado de mi maestro", gritó, y tras ello
no pronunció ninguna otra palabra. Sus compañeros lo lle-
varon ante el rabí de Nesjizh, conocido en esa comarca por
los prodigios que obraba, y le pidieron que curara a Rabí Mor-
dejái, quien se hallaba enajenado. "Decidle", repuso el rabí
de Nesjizh, "que su maestro ha muerto. Entonc'es se reco-
brará," Le transmitieron la noticia con mucho cuidado, pues
temían que le hiciese daño. Pero no bien recibió el mensaje,
su rostro recobró la compostura. Con voz firme pronunció la
bendición que se dice al tener conocimiento de una muerte, y
exclamó: " E r a mi maestro, y lo seguirá siendo."

Por misericordia

Rabí Asher de Stolyn refirió:


Mi maestro, Rabí Shlomó, solía decir: "Tengo que prepa-
rar lo que deberé hacer en el infierno", pues estaba seguro
de que no se le reservaba otro final. Cuando después de mo-
rir su alma ascendió y los ángeles lo recibieron regocijados,
para guiarlo hasta el supremo paraíso, se rehusó a seguirlos.
" S e están burlando de mí", dijo, "esto no puede ser el mundo
de la verdad". Por fin la Divina Presencia le dijo: "¡Ven,
hijo mío! Por misericordia te daré mi tesoro." Entonces él
cedió y se sintió contento.

"Yo soy la oración"

Se cuenta que:
Una vez presentaron una queja ante el tribunal del Cielo.
Se denunciaba que la mayor parte de los judíos oraban sin
137
poner sus almas en la plegaria. Y por suceder esto, pudo en-
cumbrarse en la tierra un rey que quería prohibir a los ju-
díos de su reino orar juntos en congregación. Pero algunos
ángeles se opusieron a ello y no quisieron permitir que así
ocurriera. Finalmente, decidieron consultar a las almas de los
tzadikim que moraban en el mundo superior y ellas dieron
su consentimiento a la prohibición. Pero cuando llegaron a
Rabí Shlomó de Karlín, éste conmovió al mundo con la tem-
pestad de su plegaria y dijo: "Yo soy la oráción. Yo asumo
sobre mí el acto de orar en lugar de todo Israel." Y la prohi-
bición no se consumó.

138
IX

ISRAEL DE KOZNITZ

La historia de la capa

Una mujer acudió a Rabí Israel, maguid de Koznitz, y le


dijo, arrasada en lágrimas, que llevaba doce años de casada
y no tenía aún un hijo. "¿Qué quieres hacer al respecto?",
le preguntó el maguid. Ella no supo qué contestar.
" M i madre", díjole el maguid, "estaba entrando en años
y no tenía todavía un hijo. Entonces se enteró de que el santo
Baal Shem, en el curso de un viaje, iba a detenerse en Apt.
Acudió de prisa a la posada donde se alojaba el Baal Shem y
le imploró que rezara para que ella tuviese un hijo. '¿Qué
quieres hacer acerca de esto?, le preguntó él. 'Mi marido
es un pobre encuadernador', dijo ella, 'pero yo tengo algo her-
moso que daré al rabí'. Fue a su casa tan rápidamente como
pudo y tomó su buena capa, su 'katinka', que estaba cuida-
dosamente guardada en un cofre. Pero cuando retornó a la
posada con ella, le dijeron que el Baal Shem había partido ya
hacia Mezbizh. En seguida partió tras él y, como no tenía
dinero para viajar en carruaje, caminó de una ciudad a otra
oon su "katinka" hasta llegar a Mezbizh. El Baal Shem tomó
la capa y la colgó en la pared. 'Está bien', dijo. Mi madre
hizo a pie todo el camino de vuelta, hasta llegar a Apt. Un
año después nací yo."
"También yo", dijo la mujer, " t e traeré una buena capa
mía, de modo que pueda tener un hijo".
"No servirá", dijo el maguid. " T ú escuchaste la histo-
ria. Mi madre no tenía historia alguna por la cual guiarse."

139
Estudiando

Cuando Israel tenía siete años, estudiaba en la Escuela


Talmúdica durante el día y de noche acudía a la Casa de Es-
tudio, donde se instruía por su propia cuenta. La primera no-
che de Januká, su padre no le psrmitió ir a la Casa de Estudio,
pues sospechaba que el niño quería jugar a cierto juego, po-
pular en aquel tiempo, con otros niños. Pero como en su casa
no tenía libro ni candela, prometió a su padre permanecer en
la Casa de Estudio sólo durante el tiempo que tardará en
arder una vela de tres céntimos. O bien había otras velas
encendidas en el cuarto, o bien los ángeles, regocijados por
los estudios del niño, mantuvieron milagrosamente encendida
la vela de tres céntimos, pues lo cierto es que el pequeño se
quedó en la Casa de Estudio mucho más tiempo que lo pre-
visto. Cuando por fin volvió a su casa, el padre lo golpeó
hasta hacerlo sangrar.
" ¿Y no dijiste a tu padre que habías estado todo el tiem-
po estudiando?", preguntaron al maguid cuando contó la his-
toria muchos años después.
" S e lo podría haber dicho, desde luego", repuso. " Y
mi padre me hubiera creído porque sabía que yo nunca men-
tía. Pero ¿hubiese estado bien utilizar la grandeza de la Torá
para salvar mi propia piel?"

Conocimientos

Dicen que, en su juventud, Rabí Israel estudió ocho-


cientos libros de la Cábala. Pero la primera vez que vio al
maguid de Mezritch cara a cara, supo instantáneamente que no
sabía nada.

Su Torá

El maguid de Koznitz dijo: "Nuestros sabios subrayan,


con mucho acierto, que en el primer salmo la Torá es lla-
mada 'la ley del Señor' y después 'su Torá'. Pues si un hom-

140
bre aprende la Torá por amor a ella, ésta le es dada a él, y
es suya, y él puede revestir todos sus santos pensamientos en
la santa Torá."

La chaqueta de cordero

Se cuenta que:
De joven, Rabí Israel era pobre y menesteroso. Una vez fue
a visitar a Rabí Itzjac, que había de ser rav de Berditchev y
por entonces aún vivía en una ciudad cercana llamada Zelejov.
Guando se marchaba el tzadik lo acompañó al exterior de la
casa. Primero permanecieron en el umbral, conversando. Ab-
sorbidos por la conversación, comenzaron a caminar, aleján-
dose del lugar. Hacía intenso frío, y Rabí Leví Itzjac no ha-
bía llevado consigo su abrigo. "Préstame un instante tu piel
de cordero", dijo a su discípulo y amigo, y éste se la entregó
de buena gana. Congelándose en su delgada ropa, caminó
junto al tzadik, mientras conversaban sin cesar. Esto duró un
rato. "Ya es suficiente, Israel", dijo por fin el rabí. "Ahora
también tú entrarás en calor." A partir de ese momento, el
destino de Israel cambió.

Enfermedad y fortaleza

Desde su niñez Rabí Israel tuvo mala salud. Era muy


delgado y los médicos se asombraban de que siguiera vivo.
Durante la mayor parte del tiempo yacía en cama envuelto
en pieles de conejo. Al levantarse se calzaba zapatillas forra-
das por dentro con piel de oso, pues no soportaba los zapatos.
Lo llevaban en litera a la Casa de Oración. Pero ya en el
umbral, no bien había pronunciado las palabras "qué temi-
ble es este lugar", 1 se transfiguraba. Los lunes y jueves,
días en que se leen las Escrituras,2 caminaba con el talet y
las filacterias, sosteniendo en los brazos el rollo de la Torá,
tan ligera y rápidamente entre las dos filas de personas que

1 Génesis 28:17.
2 Además de leerse la Torá el sábado, fragmentos de ella se leen tam-
bién en esos días, "a fin de que no pasen tres días sin Torá".

141
esperaban, que los sirvientes que lo acompañaban llevando las
velas apenas podían mantener el paso. Con movimientos de
danza se inclinaba sobre la sagrada Arca, donde depositaba
el rollo, y luego caminaba con pasos de danza hasta el pu-
pitre sobre el cual estaba el candelabro, y colocaba las velas
allí. Luego, con la voz apagada que era habitual en él, de-
cía las primeras palabras de la oración, pero de una palabra
a la siguiente su voz cobraba fuerza, hasta embargar todos los
corazones. Después de la plegaria, cuando los sirvientes lo
llevaban a su casa en la litera, estaba pálido como un mo-
ribundo, pero su palidez era luminosa. Por ello se decía que
su cuerpo brillaba como mil almas.
Una vez, tras asistir a una circuncisión, se disponía a su-
bir a su carruaje cuando algunos se adelantaron para ayudar-
lo. "Necios", les dijo, "¿por qué habría de necesitar de vues-
tras energías? Está escrito: 'mientras que a los que esperan
en Dios él les renovará el vigor'; 3 yo renovaré mi vigor con
el vigor de Dios; El tiene vigor de sobra." Y de un salto su-
bió al carruaje.

La chaqueta

Siempre que el Rabí de Koznitz hablaba parecía como


si rezara, aunque en voz débil y baja.
Era afecto a tararear para sí mismo proverbios y senten-
cias corrientes entre los campesinos polacos. Después de una
fiesta de Purim, que había presidido con gran felicidad, co-
mentó: "Cuán cierto es lo que la gente dice:

'Quítate la chaqueta, alma querida, y haz cabriolas


Alegremente en la fiesta y en la danza.'

¡Pero qué extraña chaqueta es el cuerpo!


A veces incluso hablaba a Dios en polaco. Cuando estaba
solo, se lo oía decir: "Moj kochanku", lo cual significa: " M i
amado".

3 Isaías 40:31.

142
Una plegaria

El rabí de Koznitz dijo a Dios: "Señor del mundo, te


ruego que redimas a Israel. Y si no quieres hacerlo, redime
entonces a los goím."

Otra plegaria

Una vez el maguid de Koznitz dijo: "Señor, heme aquí


ante ti como uní niño mensajero esperando que me digas a
dónde debo ir."

Testimonio

He aquí lo que Rabí Moshé de Koznitz, hijo del maguid,


escribió en su libro Fuente ele Moisés:
" M i padre y maestro me dijo: 'Créeme, hijo mío, los
pensamientos discordes que se apoderaban de mí de tanto en
tanto sólo acudían cuando estaba rezando, y con ayuda de
Dios los hacía volver a su fuente y raíz, al lugar donde se
levantaba su tienda en el comienzo del tiempo."

Las oraciones muertas y las vivas

Ujtia vez Rabí Israel escuchó el pasaje '' Malditos s e a n . . . "


de las Escrituras, leido en la Casa de Oración y lloró ante las
palabras: " Y tu cadáver será alimento de todas las aves del
aire." Posteriormente, en la comida, dijo: "Las oraciones
que se dicen sin temor y sin amor, ésos son los 'cadáveres'.
Pero El, que escucha las plegarias de todas las bocas, es mi-
sericordioso con sus criaturas. Desde lo alto derrama el des-
pertar en el corazón del hombre, de modo que si éste es capaz
de orar siquiera una vez con toda su alma como debería ha-
cerlo, su plegaria crece y destruye las plegarias que son ca-
dáveres, y asciende como un pájaro hasta las compuertas del
Cielo."

143
Música

Dijo el maguid de Koznitz:


" 'Haz una dulce melodía', dijo Isaías a Tiro, la 'ramera
largo tiempo olvidada'. Haz dulce tu camino y recibirás una
melodía.''

Cada día

Dijo el maguid de Koznitz:


"Cada día deberá el hombre partir de Egipto, de la aflic-
ción." 4

Por su hijo enfermo

Cuando su amado hijo cayó enfermo y los médicos aban-


donaron toda esperanza, el maguid de Koznitz permaneció
sentado toda la noche sin poder pensar en otra cosa que en
su gran dolor. Pero llegado el momento de la Orac'ión Matu-
tina, dijo: "Está escrito: 'Echó al niño bajo una mata'. 5
¡Las matas, las matas, la gran mata de la oración!6 ¡Que una
palabra de la oración pueda ser dicha con regocijo!"
Cuando Rabí Leví Itzjac, que por entonces aún vivía en
la vecina ciudad de Zelejov, oyó de esto, fue al baño y se su-
mergió, con la santa intención de cambiar la tendencia de
los pensamientos del maguid, de modo que pudiese orar por
la recuperación de su hijo. Y lo consiguió. Mientras el maguid
oraba, la tendencia de sus pensamientos cambió y, con gran
fervor, imploró a Dios que permitiese a su hijo recobrarse.
En aquel momento —así lo cuentan los jasidim— no sólo el
pequeño Moshé, hijo del maguid, sino todos los niños enfer-
mos se recobraron.

* luego de palabras (mitzraím: Egipto; metzarím: aprietos, aflicción).


B Génesis 21:15.
8 Juego de palabras (sin puede significar tanto mata como habla,
palabra).

144
Fuego negro

Todos los años el maguid de Koznitz visitaba la tumba


de su padre en la ciudad de Apt. En una de esas ocasiones,
los jefes de la comunidad acudieron a él para pedirle que pre-
dicara en la gran Casa de Oración el sábado, como lo había
hecho un año atrás. "¿Hay alguna razón para creer", pre-
guntó, "que yo haya alcanzado algo con mi sermón del año
pasado?" Lps hombres se alejaron apenados y un gran dolor
se abatió sobre toda la comunidad. Una multitud se reunió
frente a la posada del maguid. Todos permanecían de pie en
silencio, con la cabeza baja. Entonces un hombre, un artesano,
se adelantó, fue al cuarto del maguid y le dijo: "Afirmas que
con el sermón que predicaste el año pasado no conseguiste
nada. En lo que a mí se refiere, sí lo conseguiste. Pues aque-
lla vez yo escuché de tus labios las palabras que todo hijo de
Israel debe acatar, como dice en las Escrituras: 'Pongo al
Señor ante mí sin cesar'. 7 Desde entonces veo el nombre del
Señor ante mí, como fuego negro sobre fuego blanco."
" S i tal es el caso", dijo el maguid, "iré y predicaré un
sermón".

Mortificación

Al maguid de Koznitz acudió un hombre que, para mor-


tificarse, sólo vestía una bolsa sobre su cuerpo desnudo y
ayunaba de sábado a sábado. El maguid le dijo: "¿Crees que
alejas de ti la inclinación al mal? Ella es quien te mete por
engaño en esa bolsa. Quien simula que ayuna de un sábado
a otro pero en secreto come un poco todos los días es espiri-
tualmente superior a ti, pues ése sólo engaña a los demás,
en tanto que tú te engañas a ti mismo."

Repudio

Acudió una mujer al maguid de Koznitz y le dijo, mien-


tras lloraba amargamente, que su marido se había apartado

7 Salmos 16:8.

145
de ella y decía que era fea. "¿Y no serás realmente fea?",
preguntó Rabí Israel.
" R a b í " , dijo la mujer, "¿no le parecí hermosa y amable
cuando nos paramos juntos bajo el dosel de la boda? ¿Por qué
me he vuelto negra ahora?"
Entonces un temblor se apoderó del rabí, que sólo con
grandes dificultades recobró el ánimo necesario para confor-
tar a la mujer, diciéndole que rogaría a Dios para que le de-
volviera el corazón de su marido. Cuando !a mujer se hubo
ido, él dijo a Dios: "Piensa en esta mujer, Señor del mundo,
y piensa en Israel. Cuando el pueblo de Israel dijo en Sinaí:
'Todo lo que el Señor ha dicho, nosotros haremos', y tú lo
elegiste y lo casaste contigo, ¿no era entonces hermoso y
amado? ¿Por qué se han tornado ahora negros?"

La comida del rico

Un hombre rico acudió una vez al maguid de Koznitz.


"¿Qué tienes por costumbre comer?", reguntó el maguid.
"Soy modesto en mis necesidades", repuso el rico. "Pan
y sal y un trago de agua es todo cuanto preciso.''
"¿En qué estás pensando?", reprochó el rabí. "Debes co-
mer carne asada y beber aguamiel, como todos los ricos." Y
no lo dejó irse hasta que le prometió que así lo haría.
Más tarde los jasidim le preguntaron por la razón de su
singular respuesta.
"Sólo cuando coma carne", dijo el maguid, "compren-
derá que el pobre necesita pan. Mientras él mismo coma pan,
pensará que el pobre puede comer piedras."

En orden

Se cuenta que:
Un aldeano y su mujer se presentaron ante el maguid de
Koznitz y le pidieron que rogara porque tuvieran un hijo,
pues carecían de descendencia. "Dadme cincuenta y dos gul-
den", dijo el maguid, "pues tal es el valor numérico de la
palabra ben, hijo."

146
"Con mucho gusto te daríamos diez gulden", dijo el
hombre, pero el maguid se negó a aceptarlos. Entonces el
hombre fue a la plaza del mercado y volvió cargando una bol-
sa de monedas de cobre cuyo peso lo hacía vacilar. Las es-
parció sobre Ta mesa. Había veinte gulden. "|Mira qué can-
tidad de dinero!", exclamó. Pero el maguid no quiso cejar en
su demanda. Entonces el aldeano se enojó, recogió el dinero
y dijo a su mujer: "Vamonos, Dios nos ayudará sin la oración
del maguid."
"Su ayuda ya os ha sido concedida", dijo el rabí. Y es-
taba en lo cierto.

La prueba

Se cuenta que:
Cuando el príncipe Adán Chartoriski, amigo y consejero
del zar Alejandro, llegó a cuatro años de casado sin tener hi-
jos, acudió al maguid de Koznitz y le pidió que rogara por
él, y gracias a esa plegaria tuvo un hijo. Durante el bautismo,
el padre habló de la intercesión del maguid ante Dios. Su her-
mano, quien en compañía de su hijito se encontraba entre los
invitados, se burló de lo que consideró la superstición del prín-
cipe. "Visitemos juntos a tu hacedor de prodigios", dijo, " y
verás que no sabe diferenciar entre izquierda y derecha".
Juntos viajaron hasta Koznitz, que estaba cerca de donde
vivían. " T e pido", dijo el hermano de Adán al maguid, "que
niegues por mi hijo enfermo."
El maguid inclinó la cabeza en silencio. "¿Harás eso por
mí?", insistió el otro.
El maguid alzó la cabeza. "Idos", dijo, y Adán advirtió
que lograba hablar sólo con gran esfuerzo. "Idos inmediata-
mente, y tal vez lo veáis vivo.''
" Y bien, ¿qué te había dicho?", dijo riéndose el herma-
no de Adán cuando subían al carruaje. Durante el viaje, Adán
permaneció en silencio.
Al llegar al patio de la casa, encontraron muerto al niño.

147
El budín

Una vez un sencillo hombre del pueblo se presentó ante


el maguid de Koznitz junto con su mujer y d)jo que quería
divorciarse de ella. "¿Por qué lo quieres? , preguntó el
maguid.
"Trabajo muy duro toda la semana", dijo el hombre, " y
el sábado quiero tener alguna gratificación. Pero en la co-
mida del shabat mi mujer sirve primero el pescado, después
las cebollas y el plato principal, y cuando llega el momento en
que pone el budín sobre la mesa, ya he comido cuanto que-
ría y no me queda apetito para más. [Toda la semana tra-
bajo por ese budín y cuando llega ni siquiera puedo pro-
barlo, y todo mi trabajo fue en vano! Una y otra vez he pe-
dido a mi mujer que ponga el budín en la mesa inmediata-
mente después de bendecido el vino, ¡pero no! Dice que ella
hace las cosas tal como lo señala la costumbre."
El maguid se volvió a la mujer. " D e ahora en adelante",
le dijo, "harás dos budines. Servirás el primero inmediatamente
después de la bendición del vino y el otro después del plato
principal, como antes." Marido y mujer convinieron en esto
y se marcharon contentos.
Ese mismo día, el maguid dijo a su mujer: " D e ahora en
adelante harás el viernes dos budines. Servirás uno después
de ser bendecido el vino y el otro después del plato principal,
como antes." A partir de entonces tal fue la costumbre en
casa del maguid, y siguió siéndolo entre sus hijos y los hi-
jos de sus hijos: servíase un budín inmediatamente después
de ser bendecido el vino, y se lo llamaba el Budín de la Paz
en el Hogar.

La parte de Adán

Se dice que una vez, mientras el maguid de Koznitz re-


zaba, Adán, el primer hombre, se le acercó y dijo: "Has ex-
piado tu parte en mi pecado, ¿no expiarías ahora también la
parte mía?"

148
El cantonista en él Séder

Se cuenta que:
En la Rusia de aquellos tiempos, era común incorporar
a muchachos judíos al ejército, donde debían servir hasta los
sesenta años. Se los conocía como "cantonistas".
En la víspera de Pesaj, un hombre cuyo uniforme lo iden-
tificaba como cantonista llegó a Koznitz y pidió ser admitido
ante el maguid. Una vez en su presencia, pidió que se le
permitiera participar en el Séder, y el maguid dio su con-
sentimiento.
Cuando en el curso de los ritos del Séder llegaron a las
palabras: " L a Ceremonia de la Pascua ha sido celebrada en
el debido orden", el huésped preguntó si podía cantar, y se
le dio permiso para ello. Después de las palabras finales de la
canción: "...peduím letzion beriná", que significan "redi-
midos hasta Sión con alegría", gritó en ruso: "¡PodjomI", es
decir, "¡Vamos!" El maguid se puso de pie y, con voz llena
de júbilo, dijo: "Estamos listos para ir a Sión." Pero el
huésped había desaparecido.

El hombre que golpeó al profeta

Un nieto del «maguid de Koznitz relató:


"Una vez un hombre poseído acudió al santo maguid
—¡que su memoria nos proteja!— y le pidió que lo redimiera.-
El maguid convocó al espíritu para que confesara sus peca-
dos. El espíritu dijo: 'Cuando el profeta Zacarías predijo la
destrucción del pueblo, yo fui el primero que se desprendió
de la multitud para golpearlo en el rostro. Sólo entonces los
otros hicieron llover golpes sobre él hasta dejarlo muerto. Des-
de aquel momento me veo obligado a errar de alma en alma
sin hallar descanso.' Pero cuando el santo maguid comenzó su
obra de redención frotando las orlas entre sí, 8 el espíritu pro-
rrumpió en una insolente carcajada y exclamó: 'En mi tiempo
eran los sastres y los zapateros quienes sabían hacer eso! 'Y
si erais tan inteligentes', repuso el maguid, '¿por qué matas-
teis al profeta?' Entonces el espíritu replicó: 'La ley dice

8 Véase en el Glosario la palabra talet.

149
que quien guarda una profecía para sí incurre en pena de
muerte. Por otro lado, se dice que si el profeta no expresa
su profecía, ésta se torna inválida. En consecuencia, hubiese
sido mejor que Zacarías callara su profecía y se sacrificara por
la comunidad. Tal es la causa por la cual lo matamos.' El
santo maguid dijo: 'Para decir esto viniste tú aquí', y com-
pletó su obra de redención."
Así relató la historia el nieto del maguid de Koznitz. Pero
también se refiere que cuando el maguid escuchó las pala-
bras del espíritu, no pudo completar su obra, y el hombre
que estaba poseído debió recurrir a Rabí Isajar Ber de Ra-
doshitz, el hacedor de prodigios, que en su juventud había
sido discípulo del maguid, y que fue quien ejecutó la obra
de redención.

El espíritu de su hermana

Se cuenta que:
El maguid de Koznitz tenía una hermana que murió jo-
ven. Pero en el mundo superior le dieron permiso para per-
manecer en casa de su hermano.
El maguid siempre veló por que se confeccionaran ropas
para los huérfanos indigentes. Cuando los comerciantes le lle-
vaban el material necesario, él decía: "Preguntaré a mi her-
mana si esta tela es de buena duración y vale la pena com-
prarla", y ella siempre le daba información correcta.
Ella vigilaba todo cuanto hacían los servidores, y cuando
uno u otro robaba una hogaza de pan o un trozo de carne, in-
mediatamente informaba del robo a su hermano. El detestaba
ese chismerío, pero no podía disuadirla de tal hábito. Una
vez perdió los estribos y le dijo: "¿No te tomarías un pe-
queño descanso?" A partir de ese momento, ella desapa-
reció.

El alma del cimbalista

Se cuenta que:
Cierta vez, a medianoche, una voz se dejó oí.' en el cuar-

150
to del maguid de Koznitz y gimió: "Santo hombre de Israel,
ten piedad de una pobre alma que, durante diez años, ha erra-
do de remolino en remolino."
"¿Quién eres?", preguntó el maguid. " ¿ Y qué hacías
cuando estabas en la tierra?"
" E r a músico", dijo la voz. "Tocaba el címbalo y pecaba
como todos los músicos errantes."
" ¿ Y quién te envió a mí?"
Entonces la voz dijo quejumbrosa: "Pero, rabí, yo to-
qué en tu boda, y tú me elogiaste y quisiste escuchar más y
entonces yo toqué una pieza tras otra y a ti te gustó mucho."
"¿Recuerdas aún la tonada oue ejecutabas cuando me
conducían hasta el palio de boda?" La voz tarareó la tonada.
"Muy bien, serás redimido el próximo sábado", dijo el
maguid.
En el viernes siguiente, cuando el maguid estaba de pie
ante el pupitre del lector, entonó la canción: "Ven, amigo, al
encuentro de la novia", con una música que nadie conocía,
y ni siquiera el coro pudo seguirlo.

El mundo de la melodía

El "Iehudí", el tzadik de Pzhysha, vio una vez don los


ojos de su espíritu que el maguid de Koznitz, quien había
caído enfermo, estaba ahora en peligro de muerte. Inmediata-
mente dijo a dos de sus fieles, que eran excelentes cantores
y ejecutantes, que fuesen a Koznitz y alegraran con su música
el corazón de Rabí Israel. Ambos partieron en seguida, llega-
ron a casa del maguid un viernes, y se les pidió que dieran
la bienvenida al shabat con sus cantos y músicas. Cuando los
sonidos entraron en el cuarto donde yacía Rabí Israel, éste
aguzó su atención y su rostro se iluminó. Gradualmente su res-
piración se hizo pareja, su frente se refrescó y sus manos
dejaron de retorcerse, para reposar sobre el cobertor. Al concluir
la música, miró hacia arriba como si acabara de despertarse y
dijo: " E l Iehudí vio que yo había pasado por todos los mun-
dos. El único mundo en aue no había estado, era el de la
melodía. De modo que envió a dos mensajeros para que me
llevasen a e?e mundo."

151
La melodía de los ángeles

Circuló el rumor de que la melodía que el maguid de


Koznitz dejó tras él era una que había escuchado de labios
de los ángeles que cantan en honor de Dios. Pero uno de
sus discípulos dijo que no era así, que los ángeles la habían
escuchado de labios de él. Años más tarde, cuando un hijo de
ese discípulo contó la historia, agregó: "Eran los ángeles na-
cidos de las obras del santo maguid."

Con una mirada

Un shabat, en la tercera comida, el joven Zvi Elimélej


escuchó decir a su maestro, Rabí Méndel de Rymanov: " A
quien vive en la era del maguid de Koznitz y no ha mirado
su rostro, no se lo considerará digno de mirar el rostro del
Mesías cuando éste llegue."
En cuanto se puso la luz sobre la mesa, Zvi Elimélej se
despidió del rabí, tomó su bastón, se colgó la mochila al hom-
bro y caminó día y noche casi sin descanso, pues, ¿cómo sa-
ber si el Mesías no había de advenir esa misma semana? Lle-
gado a Koznitz fue directamente a la Casa de Estudio del
maguid, sin detenerse siquiera para dejar bastón y mochila
en una posada, pues, ¿cómo saber si el Mesías no iba a lle-
gar en ese mismo momento? Lo hicieron entrar en un cuartito
donde mucha gente se apiñaba en torno del lecho del maguid.
Zvi Elimélej se apoyó contra la pared, ,puso una mano sobre
su bastón, la otra sobre un hombre que había frente a él, se
alzó con esa ayuda y miró el rostro del maguid. "Con una
mirada", se dijo, "uno puede ganar el mundo venidero".

Ampliación

Ya viejo, Rabí Israel dijo: "Existen algunos tzadilam que,


no bien han completado la tarea que se les asignó en su vida
terrena, son llamados a partir. Y existen aquellos tzadikim que,
completada la tarea que se les asignó en su vida terrena, re-
ciben otra tarea y viven hasta que han cumplido también ésta.
Así ha sucedido conmigo."

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Piedras

En el año de la campaña napoleónica en Rusia, el rabí


de Apt visitó al maguid de Koznitz con motivo de la Fiesta
de la Revelación. Lo encontró tendido en su lecho de enfer-
mo, como de costumbre, pero vio que una singular expresión
de decisión avivaba su fisonomía. "¿Cómo estás?", dijo el
visitante.
"Ahora soy un soldado", dijo el maguid. " L o s cinco
cantos lisos que el joven David recogió para su honda, para
combatir con el filisteo Goliat, ¡esos cinco cantos lisos los ten-
go aquí en mi cama!"
Eín la noche anterior al primer día feriado, dos horas des-
pués de medianoche, el maguid fue al pupitre de la Casa de
Oración, permaneció allí hasta la mañana, dijo la Oración Ma-
tutina, leyó las Escrituras, recitó la liturgia de la fiesta y conclu-
yó sus oraciones tres horas después de las doce del mediodía.

Antes del fin

Cuando el maguid de Koznitz, enfermo de muerte, ora-


ba frente al Arca, el mes antes de morir, en el Día del Perdón,
hizo una pausa antes de decir: "Dijo el Señor: 'He perdona-
do' " , y se dirigió a Dios: "Señor del mundo, sólo tú sabes
cuán grande es tu poder, y sólo tú sabes cuán grande es la de-
bilidad de mi cuerpo. Y también sabes esto: que durante todo
este mes, día tras día rogué frente al Arca, pero no pedí por
mí, sino por ellos, por tu pueblo de Israel. Y entonces te pido:
si para mí fue fácil tomar sobre mí mismo el yugo de tu
pueblo y cumplir el servicio con mi maltrecho cuerpo, ¿cómo
puede ser difícil para ti, que eres todopoderoso, decir dos pa-
labras? '' Entonces les ordenó cantar un canto de alegría y pro-
clamó en alta voz: " E l Señor dijo: 'He perdonado...' " .

153
IX

IAACO Y ITZJAC DE LUBLIN,


" E L VIDENTE"

Su viejo maestro

Rabí IaacoV Itzjac viajó una vez a una ciudad distante en


compañía de algunos amigos y discípulos. Era viernes por
la tarde y ya debían estar cerca de su destino cuando lle-
garon a una encrucijada. El cochero preguntó qué camino de-
bían seguir. Como el rabí lo ignoraba, dijo: "Deja que los ca-
ballos sigan hacia donde quieran." Al cabo de un tiempo
vieron las casas de una ciudad. Pero pronto descubrieron que
no era la ciudad adonde iban. " Y bien, después de esto, más
vale que dejen de llamarme rabí", dijo el Vidente de Lublín.
"Pero si no podemos decir quién eres", preguntaron sus
discípulos, "¿cómo encontraremos albergue y comida para el
sábado?" La razón de la pregunta era ésta: el tzadik nunca
conservaba ni siquiera las monedas más pequeñas de las dona-
ciones recibidas durante el día, sino que daba todo a los pobres.
"Vayamos a la Casa de Oración", dijo. "Allí uno u otro
habitante de la ciudad nos llevará a su casa como huéspedes
del shabat." Y así ocurrió, con la diferencia de que el rabí
consagró tanto tiempo a sus plegarias que, al concluirlas, la
Casa de Oración estaba vacía. Mirando alrededor, vio que
sólo quedaba allí un hombre de unos ochenta años. El anciano
preguntó al forastero: "¿Adonde piensas ir para la consagra-
ción del shabat?"
"No sé", repuso el tzadik.
" V e a la posada", dijo el anciano, " y cuando el día de
descanso haya terminado haré una colecta para pagar tu
cuenta''.
"No puedo pasar el shábat en la posada", dijo Rabí Iaa-
cov Rzjac, "porque allí no dicen la bendición de las velas".

154
El anciano vaciló. Al fin dijo: " E n casa sólo tengo un
poco de pan y vino para mi mujer y yo."
"No soy un gran comedor", le aseguró el rabí de Lublín,
y emprendieron la marcha.
Primero el anciano bendijo el vino, y luego lo hizo el
rabí. Después de la bendición del pan, el anciano preguntó:
" ¿ D e dónde vienes?"
" D e Lublín."
"¿Y lo conoces a él?"
"Estoy siempre en su compañía."
Entonces el anciano formuló su pedido con voz temblo-
rosa:
"|Dime algo acerca de él!"
"¿Por qué estás tan ansioso de saber?"
" D e joven" dijo el anciano, "yo era asistente en la es-
cuela y él era uno de los niños a mi cargo. No parecía espe-
cialmente dotado. Pero después me enteré que se había
convertido en un gran hombre. Desde aquel tiempo ayuno un
día por semana, para ser digno de verlo. Pues soy demasiado
pobre para ir en carruaje a Lublín y demasiado viejo para
ir a pie."
"¿Recuerdas algo acerca de él?", preguntó el rabí.
"Día tras día", dijo el anciano, "debía buscarlo cuando
llegaba el momento de estudiar el libro de oraciones, y nunca
lo encontraba. Al cabo de largo rato llegaba por su propia
voluntad, y yo le daba un moquete. Una vez lo observé irse
y lo seguí. Estaba sentado sobre un hormiguero, en el bosque,
y proclamaba en voz alta: '¡Oye, oh Israel, el Señor es nuestro
Dios, el Señor es único!' Después de ese episodio no volví a
castigarlo."
Entonces Rabí Iaacov Itzjac comprendió por qué sus ca-
ballos lo habían llevado a esa ciudad. "Yo soy él", dijo. Al
escuchar esto, el anciano se desvaneció y llevó largo rato rea-
nimarlo.
Al finalizar el shabat, el tzadik abandonó la ciudad jun-
to con sus discípulos y el anciano lo acompañó hasta que se
sintió cansado y debió regresar. Llegó a su casa, se tendió en
el lecho y murió. Mientras sucedía esto, el rabí y sus acom-
pañantes tomaban la comida siguiente al shabat en una po-
sada de aldea. Cuando terminaron de comer, él se puso de pie

155
y dijo: "Volvamos a la ciudad para dar sepultura a mi anti-
guo maestro."

Lágrimas que consagran

En el curso de sus largas andanzas, Rabí Zusia llegó a la


ciudad donde vivía el padre del niño Iaacov Itzjac. En la Casa
de Estudio se acercó a la estufa para rezar —siempre lo hacía
así— y se cubrió completamente la cabeza con el talet. De
pronto se volvió, asomó la cabeza y, sin detener la vista en
ninguna otra cosa, miró al niño Iaacov Itzjac directamente a
los ojos. Después se volvió a la estufa y siguió rezando. Del niño
se apoderó un incontenible impulso de llorar. Un manantial de
lágrimas brotó de él y lloró durante una hora. Sólo cuan-
do sus lágrimas cesaron Zusia le habló: " T u alma ha sido
despertada. Ahora ve a casa de mi maestro, el maguid de
Mezritch, y estudia con él, para que también tu espíritu se
despierte de su sueño".

En la Casa de Estudio

Un tzadik relató:
"Cuando vivía en Níkolsburg como discípulo de Rabí
Shmelke, había entre mis compañeros un hombre joven llama-
do Iaaertv Itzjac. Años después llegó a ser rabí de Lublín. Tan-
to él como yo estábamos casados desde hacía dos años. En la
Casa de Estudio se sentaba en un lugar poco visible. A di-
ferencia de los demás, nunca hacía preguntas. Nunca miraba
a ninguno de nosotros, sino solamente al rabí. Cuando no lo
miraba, tenía los ojos vueltos al suelo. Pero su rostro aparecía
transfigurado por una irradiación dorada que venía de su in-
terior, y yo advertí que el rabí lo amaba mucho."

Alegría santa

Cuando Iaacov Itzjac estaba en la Casa de Estudio de


Rabí Shmelke, parecía un ángel ajeno a todas las cuestiones

156
terrenales, hasta tal punto que Rabí Shmelke, quien también
tenía tendencia al aislamiento, encontró excesiva la actitud
del discípulo. Lo envió a Hanipol con una nota, dirigida a
Rabí Zusia, que sólo contenía estas palabras: "¡Aligera un
poco el corazón de nuestro Itzikel!" Y Rabí Zusia, que una
vez había despertado al niño Iaacov Itzjac a las santas lágri-
mas, ahora logró despertar en su interior la santa alegría.

Al borde

Cerca de la ciudad de Lizhensk, donde enseñaba Rabí


Elimélej, hay una colina. La rodean bosques por todos lados
salvo uno, escarpado y pedregoso, y el rocoso pico aún hoy
se llama Mesa de Rabí Mélej. El joven Iaacov tenía el hábito
de ir allí para meditar sobre cómo pueden alcanzarse la ver-
dadera humildad y la anulación de sí mismo. Un día se en-
contraba en tal estado de desesperación que, según le pareció,
todo cuanto podía hacer era ofrendar su propia vida. Fue has-
ta el borde de la roca y quiso arrojarse desde allí. Pero un
Compañero suyo, el joven Zalke, de Grodzisk. lo había seguido
sin ser observado. Corrió hacia él, lo tomó del cinturón y lo
confortó y alentó hasta que hubo borrado de su alma aquel
sombrío, propósito.
Al morir el maestro de Iaacov Itzjac y ser éste designado
rabí de Lublín, Rabí Zalke fue a visitarlo. Cuando entró en su
cuarto el tzadik tomó sus manos y dijo: "Rabí Zalke, vida mía,
en verdad te amo, porque en la primera excursión de mi alma
por la tierra tú fuiste mi padre. Pero cuando recuerdo lo que
me hiciste en Lizhensk, no puedo amarte tan enteramente."

Su mirada

Los jasidim relatan:


Cuando fue creada el alma del Vidente de Lublín, se la
dotó del poder de ver desde un extremo al otro del mundo.
Pero cuando él vio la inmensidad del mal, supo que no podría
soportar esa carga y pidió que se lo librara de aquel don. En-

157
tonces su facultad fue limitada a ver todo lo que ocurría den-
tro de un radio de cuatro millas.
Durante su juventud mantuvo los ojos cerrados por siete
años, salvo en las horas de orar y estudiar, para no ver nada
impropio. Por ello sus ojos se debilitaron y se tornaron miopes.
Cuando miraba la frente de alguna persona, o leía su nota
de súplica, veía la raíz de su alma y, más allá de ésta, hasta
el primer hombre. Veía si esa alma provenía de Abel o de
Caín; veía cuántas veces, en sus andanzas, había asumido for-
ma corporal, y también qué se había destruido o mejorado en
cada encarnación, en qué pecado se había enredado y a qué
virtud había ascendido.
Una vez, mientras visitaba a Rabí Mordejái de Nesjizh,
hablaron acerca de ese poder. El rabí de Lublín dijo: " El hecho
de ver en cada uno qué es lo que ha hecho disminuye mi
amor por Israel. En consecuencia, te pido que hagas algo para
que sea despojado de ese don."
El rabí de Nesjizh repuso: "Acerca de todo cuanto de-
creta el Cielo, dice la Guemará: 'Nuestro Dios da, pero no
toma de vuelta.' "

Tornarse ciego

Se cuenta que:
En Lublín, la Oración Vespertina se demoraba incluso
el shabat. Antes de esta plegaria, el rabí se sentaba a solas
en su cuarto, todos los sábados, y a nadie se le permitía en-
trar. Una vez, un jasid se escondió allí para ver qué sucedía
en tales ocasiones. Al principio sólo vio que el rabí se senta-
ba a una mesa y abría un libro. Pero después una inmensa
luz empezó a brillar en el pequeño cuarto y al verla el jasid
perdió el conocimiento. Volvió en sí cuando el rabí salió del
cuarto, y también él salió no bien se hubo repuesto por com-
pleto. En la entrada no vio nada, pero escuchó decir la Ora-
ción Vespertina y comprendió con horror que las velas de-
bían estar encendidas y que él, no obstante, estaba rodeado
por la más impenetrable oscuridad. Aterrado, imploró al rabí
que lo ayudara y éste lo envió a otra ciudad, donde había
un hombre conocido por sus curaciones milagrosas. Interrogó
al jasid sobre las circunstancias en que había perdido la vista

158
y el jasid se las refirió. "No hay cura para ti", dijo el hombre.
"Has visto la luz original, la luz de los días de la creación,
que dio a las primeras personas el poder de ver de un extre-
mo al otro del mundo, que les fue ocultada después de que
pecaron y que sólo se revela a los tzadikim en la Torá. A todo
aquel que la contempla ilegalmente, sus ojos le son oscureci-
dos para siempre."

Paisaje

Una vez Rabí Iaacov Itzjac fue huésped de Rabí Baruj, el


nieto del Baal Shem. Este hombre orgulloso y reservado, que
dijo de sí mismo que llegaría a ser supervisor de todos los
tzadikim, lo llevó consigo en su carruaje a tomar el baño ri-
tual en la víspera del shabat. En camino. Rabí Baruj cedió al
poder creativo con que contemplaba todo lo que lo rodeaba,
y el paisaje fue cambiando de acuerdo con sus pensamientos.
Cuando bajaron del carruaje, Baruj preguntó: "¿Qué ve el vi-
dente? '' Rabí Itzjac repuso: '' Los campos de la Tierra Santa.''
Cuando avanzaban por la colina que separaba el camino
del arroyo, Baruj preguntó: "¿Qué huele el Vidente?" Este
repuso: " E l aire de la montaña del Templo."
Cuando se sumergieron en el arroyo, el nieto del Baal
Shem Tov preguntó: "¿Qué siente el Vidente?" Y Rabí Iaa-
cov Itzjac respondió: " L a curativa corriente del paraíso."

Lo que diez jasidim pueden obrar

Un joven escapó de su mujer y sus suegros para pasav


el shabat en Lublín. Pero no bien hubo saludado al rabí, Iaa-
cov Itzjac —que lo había observado cuidadosamente— le dijo
que volviese sin pérdida de tiempo a su propia ciudad, de
modo que pudiese estar en su casa antes de comenzar la fies-
ta. El joven suplicó y suplicó, pero no logró inducir al rabí a
cambiar su orden, de modo que, profundamente turbado, em-
prendió el camino. Pasó la noche en su posada y mientras allí
yacía, sin poder conciliar el sueño, entró en el cuarto un gru-

159
po de jasidim que se dirigían a Lublín. Escucharon al hombre
gemir en su banco, le preguntaron qué le sucedía y se ente-
raron de lo ocurrido. Entonces buscaron aguardiente, llena-
ron repetidas veces sus vasos y el suyo, bebieron unos a la
salud de los otros y a la del joven, y gritaron: "¡Por la vidal
¡Por la vida!" Uno tras otro lo tomaron de la mano y por
fin le dijeron: "¡No volverás a tu casa! ¡Vendrás'a Lublín con
nosotros y pasarás el shabat allí, y no te preocuparás por na-
da!" Bebieron hasta la mañana. Entonces todos oraron juntos,
bebieron unos a la salud de los otros y a la del joven, y em-
prendieron alegremente el camino de Lublín llevándolo con
ellos.
Llegados a la ciudad fueron a saludar al tzadik. El tzadik
miró al joven y permaneció un instante silencioso. Finalmente
preguntó: "¿Dónde has estado? ¿Qué ha sucedido?" Cuando
escuchó toda la historia, el tzadik dijo: "Estaba decretado que
murieras este shabat, y te salvaste de ese destino. La verdad
que hay en esto es que ningún tzadik puede obrar tanto como
diez jasidim."

El lecho

Era hecho conocido que, con frecuencia, el Vidente de


Lublín no podía dormir en un lecho extraño cuando se hos-
pedaba en casa de otro. De modo que cuando Rabí Iosel de
Ostila supo que en su próximo viaje el tzadik pasaría por su
ciudad, inmediatamente encargó a un carpintero devoto y dies-
tro que fabricara una cama de la mejor madera y aplicara a
ello sus mejores esfuerzos. El carpintero tomó el baño ritual,
concentró su espíritu en la tarea e hizo un excelente trabajo.
Cuando Rabí Itzjac hubo aceptado la diligente invitación de
Rabí Iosel para que se alojara en su casa, su anfitrión lo con-
dujo a su cuarto, donde relucía el flamante lecho, cubierto
de suaves almohadas y blandas mantas. Pero, con apenada
sorpresa, Rabí Iosel oyó después al tzadik agitarse suspirando
en la cama y comprendió que no podía dormir. Por un ins-
tante quedó perplejo. Finalmente ofreció su propio lecho al
huésped. El Vidente de Lublín se tendió allí, cfcrró los ojos
con evidente comodidad y se durmió. Más tarde Rabí Iosel

160
se armó de todo su coraje y le preguntó qué había encontra-
do mal en una cama que un hombre temeroso de Dios había
hecho para él con el más escrupuloso celo. El tzadik dijo: " E l
hombre es bueno y su trabajo es bueno, pero lo ejecutó du-
rante los nueve días anteriores al aniversario de la destruc-
ción del Templo. Como es devoto, se lamentó sin cesar por el
Templo, y ahora su pesar está incorporado al lecho y éste lo
transmite.''

Encendiendo la pipa

Un tzadik refirió:
"Una vez, en mi juventud, asistí a una boda a la que ha-
bía sido invitado el rabí de Lublín. Entre los comensales ha-
bía más de doscientos tzadikim, y en cuanto a los jasidim,
¡nadie hubiera podido contarlos! Habían alquilado una casa
con un gran salón para el rabí de Lublín, pero él pasó la ma-
yor parte del tiempo solo en un cuartito. En cierto momento,
un gran número de jasidim se encontraban reunidos en el sa-
lón, y yo entre ellos. Entonces entró el rabí, se sentó a una
pequeña mesa y permaneció un rato en silencio. Después se
levantó, miró a su alrededor y, por sobre las cabezas de los
otros, me señaló a mí, que estaba de pie contra la pared. "Ese
joven que está allí", dijo, " m e encenderá la pipa". Me abrí
paso entre la multitud, recibí la pipa de sus manos, fui a la
cocina, tomé una brasa, encendí la pipa, volví al salón v se la
entregué. En ese instante sentí que mis sentidos me abando-
naban. Pero el rabí empezó a hablar, me dijo unas pocas
palabras y de inmediato recobré mis sentidos. Ese fue el mo-
mento en que recibí de él el don de despojarme de todo lo
corporal. Desde entonces, puedo hacerlo cada vez que lo
deseo."

Purificación de almas

Rabí Naftalí de Roptchitz dijo:


"Testifico sobre este punto en lo que respecta a m< maes-
tro, Rabí Itzikel de Lublín: cada vez que un nuevo jas id acu-

161
día a él, instantáneamente lo despojaba de su alma, la lavaba
de toda mancha y herrumbre y se la colocaba de nuevo, res-
taurada al estado en que se hallaba en la hora de su naci-
miento. ''

La "expulsión de los pecados"

Una vez Rabí Naftalí no pudo acompañar a su maestro,


el rabí de Lublín, cuando éste marchó al río para la ceremo-
nia de Tashlij. Cuando el Vidente retornaba junto con sus acom-
pañantes, se encontraron con Naftalí, que corría hacia el río.
"¿Por qué corres?", le preguntó uno de ellos. " Y a ves que
el rabí está de regreso a su casa, y en consecuencia, ¿qué más
te da ahora llegar al río un poco antes?''
Naftalí respondió: " M e apuro para recoger algunos de
los pecados que el rabí arrojó al agua, a fin de atesorarlos en
mi corazón."

Más ligera

Dijo una vez el rabí de Lublín: "¡Qué extraño! La gente


acude a mí abrumada por la melancolía, y guando se marcha,
lo hace más ligera de espíritu, en tanto que yo mismo (y aquí
estaba por .decir: "me siento melancólico", pero hizo una
pausa y continuó) estoy oscuro y no brillo."

El pequeño santuario

Uno de los discípulos del rabí de Lublín refirió:


" M i maestro, el rabí de Lublín, no sólo tenía los grandes
discípulos acerca de los cuales todo el mundo sabe, sino otros
cuatrocientos más, conocidos como 'la gente de la aldea', que
poseían —¡cada uno de ellos!— el don del espíritu santo."
Le preguntaron: " S i esa santa comunidad existía, y el
santo Vidente era su rey, ¿por qué no se unieron en una gran
tentativa por traer la salvación?"
El respondió: "Grandes cosas fueron emprendidas."

162
Le replicaron: "Pero, ¿por qué no trabajó junta toda la
comunidad?''
Contestó: "Cuando nos hallábamos con nuestro santo
Vidente, estábamos en un pequeño santuario. No carecíamos
de nada y no percibíamos la tristeza del exilio ni la tiniebla
que envuelve todas las cosas. Si las hubiésemos sentido, ha-
bríamos conmovido mundos, habríamos hendido el Cielo para
acercarnos a la salvación."

El obstáculo

Una vez Iaacov Itzajc esperó confiado que la salvación


llegara ese mismo año. Pasado el año, dijo a su discípulo el
Iehudí: " L a gente de pueblo se ha arrepentido por completo,
o por lo menos puede hacerlo. Ellos no son obstáculo. Son las
personas superiores el obstáculo. No pueden alcanzar la hu-
mildad y, en consecuencia, no pueden consumar el arrepen-
timiento. ''

Pago

Un viernes por la noche, antes de la consagración del


shabat, el rabí se había retirado a su cuarto, cerrando la
puerta. De pronto la abrió y salió. La casa estaba llena de
sus grandes discípulos, vestidos con las ropas de raso blanco
que los grandes tzadikim solían usar en esos días. El rabí se
dirigió a ellos: "Está escrito: 'pero que da su merecido en
su propia persona a quien lo odia, destruyéndolo.'1 Lo cual
significa: El paga a quienes lo odian por las buenas obras que
hicieron en este mundo pese a sí mismos a fin de destruirlos en
el mundo que ha de venir. Y entonces os digo: puesto que el
malvado codicia el oro, recibirá su porción de oro; y puesto
que el malvado codicia los honores, recibirá su porción de
honores. Pero supongamos ahora que el malvado no busque
honores, ni oro, sino jerarquías espirituales, o que se haya pro-

1 Deuteronomio 7:10.

163
puesto ser un rabí. ¿Qué sucede entonces? Entonces, el que
busca jerarquías espirituales ascenderá a ellas, y el que se
ha propuesto ser rabí lo será, a fin de ser destruido en el
inundo venidero."

La brülante luz

Cierto número de j isidim fueron a Lublín. Antes de que


marcharan hacia la casa del rabí, su cochero les pidió que
llevaran un trozo de papel donde estaba escrito su nombre,
junto con otros papelitos de la misma índole, para que el rabí
pudiera desearles el bien, y así lo hicieron. Cuando el Vidente
de Lublín leyó el papel, exclamó: "¡Con qué resplandor bri-
lla el nombre de este hombre!" Los jasidim, asombrados,
afirmaron que se trataba de un hombre simple e ignorante y
que, en todo el tiempo en que lo habían tratado, no habían
descubierto en él virtudes epec'iales. " E n este momento", in-
sistió el rabí, "su alma brilla para mí como luz pura."
Cuando los jasidim salieron en busca de su cochero, no
lo hallaron en la posada, de modo que comenzaron a recorrer
las calles. En una de ellas vieron una alegre procesión que
marchaba a su encuentro: primero, músicos con címbalos y
tambores y tras ellos una multitud de personas que baila-
ban, saltaban y batían palmas. En el medio, más alegre y gri-
tando con voz más alta que todos los otros, venía el cochero.
En respuesta a las preguntas que le dirigieron, explicó: "Cuan-
do ustedes se fueron quise divertirme un rato. De modo que
eché a andar por la ciudad y de pronto escuché la música y
el clamor de fiesta que salían de una casa. Entré y vi que
estaban celebrando la boda de dos huérfanos. De modo que
también yo celebré con ellos, bebí, canté y me divertí. Pero
al cabo de un rato hubo disputas y confusión porque al
parecer la novia no tenía el dinero necesario para obsequiar a
su consorte un talet, según es costumbre y se esperaba que
hiciera. ¡Estaban a punto de romper el contrato de matrimo-
nio! Mi corazón empezó a palpitar. No soportando ver humi-
llada a la muchacha, eché mano a mi bolsa y, ¿qué creen
que sucedió? ¡Contenía justo el dinero suficiente para pagar
el talet! Por eso estoy tan contento."

164
La transición

Un hombre rico y poderoso llamado Shalom, a quien se


conocía en general por Conde Shalom, cayó gravemente en-
fermo. ,Su hijo partió en seguida en busca del rabí de Lublín,
a fin de pedirle que implorara misericordia. Pero cuando al
cabo de un largo viaje se detuvo en presencia del rabí y le
tendió un trozo de papel con el pedido, Rabí Iaacov Itzjac di-
jo: "Ya no es posible ayudar. El ha pasado ya de la esfera del
poder a la de la sabiduría." Cuando el hombre llegó a su
casa de vuelta, comprobó que su padre había muerto a esa
misma hora y que, también a esa misma hora, su mujer le
había dado un hijo. Fue llamado Shalom como su abuelo, y
con los años llegó a ser maestro de las enseñanzas.

El largo pleito

El rabí de Lublín dijo una vez a su discípulo Rabí Hé-


shel de Komarno: "¿Por qué no visitas nunca al rav de la
ciudad? Deberías ir a verlo de vez en cuando."
Rabí Héshel se sorprendió al oír estas palabras, pues el
rav, a quien apodaban "Cabeza de Hierro", era enemigo
declarado del jasidismó. Sin embargo, obedeció a su maes-
tro y empezó a orar en casa del rav todas las tardes. El rav
lo recibió muy cordialmente. Un día, después de la plegaria,
fue presentada allí una querella judicial. Cuando se hizo sa-
lir de la habitación a las partes interesadas y comenzó la
discusión, tino de los jueces apoyó al querellante y el otro al
querellado, de modo que correspondía a Cabeza de Hierro
tomar la decisión final. Rabí Héshel estaba presente y había
seguido el debate con sumo interés. Para él resultaba total-
mente claro que el querellante tenía razón y con pesar ad-
virtió que el rav se inclinaba por la otra parte. No sabía qué
hacer, y sin embargo no podía sentarse allí en silencio y de-
jar que se perpetrara una injusticia. Finalmente logró recor-
dar una glosa del pasaje del Talmud que presentaba como
acertada su propia interpretación del problema. Tomó el vo-
lumen de la Guemará, fue al rav y le pidió que explicara dicha

165
glosa. Cabeza de Hierro pareció irritarse y rechazó su pe-
dido, aduciendo que no era el momento apropiado para dar
una interpretación. Pero Hoshel repitió su pedido con tal insis-
tencia que el rav tomó el libro de sus manos y echó un vis-
tazo al pasaje en cuestión. Palideció, dijo a Héshel que le
expondría el comentario al día siguiente y lo despidió.
Al otro día, cuando Rabí Héshel preguntó por el resul-
tado de la sesión, se le informó que el querellante había ga-
nado el pleito. Era misma tarde, el rabí de Lublín le dijo:
"Ya no tienes más necesidad de ir a casa del rav." Como
su discípulo lo mirara asombrado, agregó: "Aquellos dos,
querellante y querellado, se presentaron en la tierra noventa
y nueve veces, y una vez y otra la justicia fue pervertida y
ambas almas no recibieron redención. De modo que te envié
a ayudarlas."

El rabí de Lublín y Cabeza de Hierro

Rabí Azriel Hurwitz, rav de la ciudad de Lublín, quien


era conocido como Cabeza de Hierro, no cesaba de hostigar a
Rabí Iaacov Itzjac con constantes objeciones y reproches. Una
vez le dijo: " T u mismo sabes y reconoces que no eres un
tzadik, ¿Por qué, entonces, guías a otros por tu camino y reú-
nes a una comunidad en torno a ti?"
Rabí Iaacov Itzjac replicó: "¿Qué puedo hacer? Vienen a
mí por su propia voluntad, mi enseñanza les agrada y desean
escucharla."
Y el otro dijo: " E l próximo shabat diles a todos que no
eres uno de los grandes y ellos te abandonarán."
El tzadik aceptó. El shabat siguiente, rogó a quienes se
habían reunido para escucharlo que no le atribuyeran un
rango ni le rindieran honores que no le correspondían. A me-
dida que les hablaba, sus corazones se llenaban de humildad
y a partir de ese momento lo siguieron con más fervor aún
que antes.
Cuando comunicó a Cabeza de Hierro sus esfuerzos y su
resultado, el rav reflexionó y dijo: "Así sois vosotros los ja-
sidim: amáis a los humildes y os apartáis de los altivos. En-
tonces diles que eres uno de los elegidos y te abandonarán."

106
Rabí Iaacov Itzjac replicó: ]No soy un tzadik, pero tam-
poco soy un mentiroso, y no he de decirles lo que no es
verdadl''
En otra oportunidad, Rabí Azriel Hurwitz preguntó al
Vidente: "¿Cómo son tantos los que te rodean? Soy mucho
más instruido que tú, y sin embargo no tengo tantos segui-
dores. ''
Repuso el tzadik: "También yo me asombro de que tan-
tos acudan a alguien tan insignificante como yo, para escu-
char la palabra de Dios, en vez de buscarla en quien, como tú,
mueve montañas con sus conocimientos. La razón puede ser
ésta: vienen a mí porque estoy asombrado de que vengan, y
no van a ti porque estás asombrado de que no vayan."

El rabí de Lublín y el predicador

Un famoso maguid ambulante predicaba una vez en una


ciudad, cuando se corrió la voz de que había llegado el rabí
de Lublín. Inmediatamente todos los que escuchaban al ma-
guid acudieron a saludar al tzadik. El predicador se encon-
tró poco menos que solo. Esperó un momento y entonces tam-
bién él fue y comprobó que la mesa del Vidente se hallaba
cubierta de "dinero de rescate" que los peticionarios y otros
visitantes le habían llevado. El maguid preguntó: "¡Cómo es
posible! He predicado aquí durante días sin conseguir nada,
¿y tú recibes todo esto en una hora?"
Rabí Itzjac repuso: "Probablemente se deba a que cada
uno despierta en los corazones de los hombres aquello que ate-
sora en su propio corazón; yo, la abominación del dinero, y
tú el amor a éste."

Verdad

Un discípulo preguntó al rabí de Lublín: "Rabí, tú nos


enseñaste que si un hombre conoce su propio valor y echa
cuentas honradas con su propia alma, a él puede aplicársele
el dicho popular: 'Sacar las cuentas es pagar la mitad de la
deuda.' ¿Cómo debemos entenderlo?"

167
"Cuando se envía mercadería a través de la frontera",
dijo el rabí, "se le aplica el sello del rey y esto la certi-
fica. De modo que cuando un hombre conoce su mérito y echa
cuentas honradas con su alma, la verdad, que es el sello
de Dios, se aplica sobre él, y queda certificado."

El camino

Rabí Ber de Radoshitz pidió una vez a su maestro, el


rabí de Lublín: "Enséñame un camino general para servir
a Dios."
El tzadik repuso: " E s imposible decir a los hombres qué
camino deben seguir. Pues se sirve a Dios enseñando, pero
también orando; ayunando pero también comiendo. Cada uno
debe observar cuidadosamente hacia qué camino lo lleva su
corazón y, cuando lo ha elegido, seguirlo con todas sus
fuerzas.''

En muchas formas

Algún tiempo después de la muerte de Rabí Shalom,


hijo de Rabí Abraham, el Angel, dos de sus discípulos fue-
ron a Lublín para estudiar con el Vidente. Lo encontraron en
campo abierto, diciendo la bendición de la Luna Nueva. Y
como su forma de hacerlo difería en ciertos pequeños detalles
de aquella a que su maestro los había acostumbrado, no se
prometieron gran cosa de Lublín y resolvieron partir de la
dudad el día siguiente. Poco después, cuando entraron en
casa del rabí, éste los recibió con palabras de salutación e
inmediatamente añadió: "Un Dios a quien sólo pudiera ser-
virse de una forma, ¿qué Dios sería ése?" Se inclinaron ante
él y se convirtieron en sus discípulos.

La mano renuente

Preguntaron al rabí de Lublín: "¿Por qué está escrito:


'Y Abraham alargó la mano' e inmediatamente después: 'y to-
mó el cuchillo...'? ¿No es superflua la primera parte?"

168
Contestó: "Abraham había consagrado toda su energía y
todos sus miembros a que no hicieran nada contra la voluntad
de Dios. Entonces, cuando Dios le ordenó que le ofrendara
su hijo, él entendió que debía sacrificarlo. Pero como toda su
energía y todos sus miembros habían sido consagrados a no
cometer acto alguno contra la voluntad de Dios, las manos de
Abraham se rehusaron a obedecer a Abraham y a tomar el
cuchillo, puesto que no era ésta la verdadera voluntad de
Dios. Abraham debió dominar su mano con la fuerza de su
fervor y adelantarla como un mensajero que debe cumplir un
recado de quien lo envía. Sólo entonces pudo tomar el cu-
chillo."

Verdadera justicia

Las palabras de las Escrituras: "Justicia, sólo justicia


has de buscar", 2 fueron interpretadas del siguiente modo por
el rabí de Lublín:
"Cuando un hombre cree que es plenamente justo y que
no necesita empeñarse más, la justicia no lo reconoce. Debéis
buscar y buscar la justicia sin deteneros nunca y así, a vues-
tros propios ojos, seréis siempre como un niño recién nacido
que no ha realizado aún absolutamente nada, pues ésa es la
verdadera justicia."

La segunda madre

Preguntaron al rabí de Lublín: "¿Por qué en el santo Li-


bro del esplendor el arrepentimiento ante Dios que corres-
ponde a la emanación 'entendimiento' se llama 'Madre'?"
El explicó: "Cuando un hombre confiesa y se arrepiente,
cuando su corazón acepta el entendimiento y se convierte a
éste, se torna como un niño recién nacido cuya madre es su
propio arrepentirse ante Dios."

4 Deuteronomio 16:20.

169
Diálogo

Uno de sus discípulos preguntó al rabí de Lublín: "Nues-


tros sabios dicen que Dios habla a la comunidad de Israel
según está escrito: 'Volveos a mí y yo me volveré a vosotros'; 3
pero Israel contesta, según está escrito: 'Haznos volver a ti, oh
Dios, y volveremos'. * ¿Qué significa esto? Lo que les dijo
Dios es así, porque sabemos que el despertar desde aquí aba-
jo trae el despertar desde lo alto.''
El rabí repuso: "Nuestros sabios dicen: 'Una mujer sólo
entra en unión con aquel que ha hecho de ella un recipiente,
pues en el primer apareamiento su marido hace de ella un re-
cipiente para despertar su feminidad.' Y así Israel dice a
Dios: 'Haznos recipiente tuyo una vez más, para que nuestro
arrepentimiento pueda despertarse una y otra vez.' Y tal es
la causa por la cual en la respuesta que Israel dio al Señor
también leemos: 'Renueve nuestros días como antaño.' Por
'antaño' se entiende el tiempo que precedió a la creación del
mundo cuando nada existía como no fuese el despertar desde
lo alto."

Pecado y abatimiento

Un jasid se quejó al rabí de Lublín de que era atormen-


tado por un deseo pecaminoso y se sentía abatido por ello.
El rabí le dijo: "Guárdate ante todo del abatimiento, porque
es peor y más pernicioso que el pecado. Cuando la inclinación
al mal despierta deseos en el hombre, lo que le interesa no
es sumirlo en el pecado, sino sumirlo en el abatimiento por
el camino del pecado."

El malvado y el virtuoso

El rabí de Lublín dijo: "Amo al hombre malvado que se


sabe malvado más que al virtuoso que se sabe virtuoso.
Pero en lo concerniente a los malvados que se consideran vir-

s Zacarías 1:3.
* Lamentaciones 5:21.

170
tuosos, se ha dicho: 'No se arrepienten ni siquiera en el um-
bral del infierno.'5 Porque piensan que los mandan al in-
fierno para redimir las almas de otros."

El alegre pecador

Vivía en Lublin un gran pecador. Toda vez que quería


hablar al rabí, éste consentía rápidamente en ello y conver-
saba con él como con un hombre íntegro y del cual fuese
íntimo amigo. A muchos de los jasidim esto los molestaba,
y uno dijo a otro: "¿Cómo es posible que nuestro rabí, a
quien le basta echar una mirada al rostro de un hombre para
conocer su vida de un extremo al otro, para contemplar el ori-
gen de su alma, no ve que éste es un pecador? Y si lo ve,
¿por qué le considera digno de hablarle y de relacionarse con
él?" Finalmente se armaron de coraje y llevaron la pregunta
al mismo rabí. Les repuso: " S é tan bien como vosotros todo
lo que se refiere a él. Pero vosotros sabéis cuánto amo la ale-
gría y aborrezco el abatimiento. ¡Y este hombre es tan gran
pecador! Otors se arrepienten no bien han pecado, están un
momento pesarosos y retornan después a su locura. Pero él
no conoce pesares ni desánimos y vive en su felicidad como
en una torre. Y es la irradiación de su felicidad lo que colma
mi corazón."

Trabajo de remiendos

Un jasid del rabí de Lublín ayunó una vez desde un sha-


bat hasta el siguiente. El viernes por la tarde empezó a sufrir
tanta sed, que creyó morir. Vio un pozo, se inclinó sobre él
y se dispuso a beber. Pero al instante comprendió que, de-
biendo soportar todavía solamente una breve hora, estaba a
punto de destruir la obra de toda una semana. De modo que
no bebió y se apartó del pozo. Entonces se sintió orgulloso
de haber superado esa difícil prueba. Cuando adquirió con-
ciencia de ello, se dijo a sí mismo: "Más me vale beber que
dejar que mi corazón sea presa del orgullo." Volvió al pozo,

B Talmud babilónico (Eruvin 19).

171
pero cuando estaba por inclinarse para sacar agua, advirtió
que su sed había desaparecido. Comenzado el shabat, entró
en casa de su maestro. "¡Trabajo de remiendos!", le dijo
el rabí al verlo cruzar el umbral.

Pensamientos intrusos

Un hombre acudió al rabí de Lublín para pedirle que lo


ayudara a evitar los pensamientos intrusos que lo asaltaban
mientras oraba. El rabí le indicó qué debía hacer, pero el
hombre siguió interrogándolo sin detenerse. Finalmente el ra-
bí dijo: "No entiendo por qué te quejas de tener pensamien-
tos intrusos. A quien tiene pensamientos santos, de vez en
cuando se le presenta un pensamiento impuro, y tal pensa-
miento es llamado 'intruso'. Pero tú te limitas a tener tus pro-
pios pensamientos habituales. ¿A quién pretendes atribuirlos? "

Servicio
Rabí Iaacov Itzjac tenía el hábito de llevar a su casa a
caminantes pobres y atenderlos personalmente. Una vez ha-
bía atendido así a uno de ellos; le había servido comida y
había llenado su copa y estaba junto a su silla listo para traer-
le lo que necesitara. Concluida la comida, llevó los platos y
fuentes vacíos a la cocina. Entonces su huésped le preguntó:
"Maestro, ¿me dirás algo? Sé que tú, al servirme, has cumpli-
do el mandamiento divino, que quiere que el mendigo sea
honrado como enviado del Cielo. Pero, ¿por qué te tomaste la
molestia de llevar los platos vacíos?"
El rabí respondió: "Retirar la cuchara y el brasero del
sanctasanctórum en el Día del Perdón, ¿no es parte acaso del
servicio del sumo sacerdote?"

En la sucá
Un discípulo del rabí de Lublín dijo:
Una vez celebré en Lublín la Fiesta de Sucot. Antes de
los himnos de gloria y elogio, el rabí fue a la sucá para decir

172
la bendición de las "cuatro plantas". Durante cerca de una
hora observé su violenta agitación, que parecía gobernada por
un temor abrumador. Todos los que miraban pensaron que se
trataba de parte esencial de la ceremonia; un intenso temor
los invadió, y también se movieron y temblaron. Pero me senté
en un banco y, sin tomar lo accesorio por lo principal, esperé
a que toda esa inquietud y angustia hubiesen pasado. Enton-
ces me puse de pie para ver mejor el instante en que el rabí
diría la bendición. Y vi cómo él —en la jerarquía más alta
del espíritu— decía la bendición sin moverse, y escuché la
celestial bendición. Así fue cómo, mucho tiempo atrás, Moisés
no escuchó el estampido del trueno y la montaña humeante,
donde el pueblo temblaba de pie, sino que se aproximó a la
inmóvil nube desde la cual Dios le habló.

Sus ropas

Rabí Bunam dijo: "Entre los jasidim del rabí de Lublín


había otros mejores que yo, pero yo lo conocía mejor que todos
los demás. Pues una vez que entré en su cuarto estando él
ausente escuché un susurro: sus ropas comentaban entre sí
la grandeza de su dueño."

El arpista

Durante la oración el rabí de Lublín aspiraba a veces una


pizca de rapé. Un devoto muy diligente lo advirtió y le dijo:
"No está bien interrumpir la plegaria". El rabí de Lublín
contestó: "Una vez un gran rey caminaba por la principal de
sus ciudades y escuchó a un cantor callejero, viejo y andra-
joso, que cantaba una canción acompañándose con su arpa.
La música le agradó. Llevó al hombre a su palacio y lo escu-
chó día tras día. A todo esto, el trovador no había querido
separarse de su vieja arpa, de modo que con frecuencia debía
detenerse para afinarla en medio de la ejecución. Una vez
un cortesano dijo agriamente al viejo músico: '¡Realmente
deberías afinar de antemano tu instrumento!' El arpista res-
pondió: 'En sus orquestas y coros, nuestro rey tiene a mu-

173
cha gente mejor que yo. Pero si no lo satisfacen y nos ha ele-
gido a mí y mi arpa, es porque al parecer desea soportar sus
peculiaridades y las mías.' "

Agradeciendo el mal

Un jasid preguntó al Vidente de Lublín: " A las pala-


bras de la Mishná: 'El hombre debe agradecer a Dios el
mal y alabarlo', la Guemará agrega: 'con alegría y el cora-
zón en paz'. ¿Cómo puede ser así?"
El tzadik advirtió que la pregunta provenía de un cora-
zón perturbado. " T ú no entiendes la Guemará", dijo. " Y yo
no entiendo siquiera la Mishná. Pues, ¿hay realmente mal al-
guno en el mundo?"

El regalo de boda

Sucedió durante la boda de su nieta Hinda. En el mo-


mento en que eran presentados los regalos, Rabí Iaacov Itzjac
puso su cabeza entre sus manos y pareció dormirse. El maes-
tro de ceremonias dijo una y otra vez: "Los regalos de bo-
das que hace la familia de la novia", y esperó al rabí, pero
éste no se movió. Se hizo un silencio, y esperaron que el rabí
se despertara. Transcurrida media hora, su hijo le murmuró
al oído: "Padre, están pidiendo los regalos de boda de la fa-
milia de la novia." El anciano abandonó sus meditaciones y
contestó: " M e doy yo mismo. El regalo será presentado den-
tro de trece años." Trece años después, cuando Hinda tuvo
un hijo, fue llamado Iaacov Itzjac, por su abuelo.6 De grande,
se le parecía en todos los rasgos; su ojo derecho, por ejemplo,
era un poco más grande que el izquierdo, tal como el del
rabí de Lublín.

La costumbre de dar a un niño el nombre de su abuelo deriva de


una creencia primitiva, según la cual un horílbre renace en su
nieto.

174
GENEALOGIA DE LOS MAESTROS
JASIDICOS

E L FUNDADOR:
1. Israel ben Eliézer, el Baal Shem Tov (en forma abreviada, el Baal
Shem), 1700-1760

NIETOS D E L BAAL SHEM:


2. Moshé Jaím Efraím de Sadylkov
3. Barty de Mezbizh, m. 1811

BIZNIETO DEL BAAL SHEM:

4. Najman de Bratzlav, m. 1810

DISCIPULOS D E L BAAL SHEM


(Números 5, 6, 8, 10, 15, 17, 18, 19, 20, 2 1 ) :

5. Dov Ber de Mezritch, el Gran Maguid, m. 1772


6. Iaacov Iosef de Polnoie, m. 1782
Su discípulo:
7. Arié Leib de Spola, el Abuelo de Spola, m. 1811

8. Pinjas de Koretz, m. 1791


Su discípulo:
9. Rafael de Bershad, m. 1816

10. Iejiel Míjal de Zlotchov, el Maguid de Zlotchov, m. circa 1786


Sus hijos:
11. Mordejái de Krémnitz
12. Zeev Wolf de Zbarazh, m. 1800
Sus discípulos:
13. Mordejái de Nesjizh, m. 1800
14. Aarón Leib de Primishlán
15. Najum de Tchernobil, m. 1798
Su hijo:
16. Mordejái (Motel) de Tchernobil, m. 1837
17. David Leikes
18. Wolf Kitzes
19. Meír Margaliot
20. Zvi, el Escriba
21. Leib, hijo de Sara

DESCENDIENTES D E DOV BER D E MEZRITCH:


22. Abraham, el Angel, m. 1776
Su hijo;
23. Shalom Shajna de Probishtch, m, 1803
Hijo de Shalom:
24. Israel de Rizhyn, m. 1850
Hijos de Israel:
25. Abraham Iaacov de Sadagora, m. 1883
26. Najum de Stepinesht
27. David Moshé de Tchortkov, m. 1903

DISCIPULOS D E DOV BER D E MEZRITCH


(Números 28, 29, 30, 37, 38, 39, 43, 44, 52, 5 7 ) :

28. Menájem Méndel de Vitebsk, m. 1788


29. Aarón de Karlín, m. 1772
80. Shmelke de Níkolsburg, m. 1778
Sus discípulos (Números 31, 32, 3 6 ) :
31. Abraham Jaím de Zlotchov
32. Moshé Leib de Sasov, m. 1807
Hijo de Moshé Leib:
33. Shmelke de Sasov
Discípulo de Moshé Leib:
34. Menájem Méiidel de Kosov, m. 1825
Hijo de Menájem Méndel:
35. Jaím de Kosov
36. Itzjac Aizik de Kalev, m. 1821
37. Levi Itzjac de Berditchev, m. 1809
38. Meshulam Zusia de Hanipol, m. 1800
39. Elimélej de Lizhensk, hermano de Zusia, m, 1786
Discípulos de Elimélej (Números 40, 4 2 ) :
40. Menájem Méndel de Rymanov, m. 1815
Discípulo de Menájem. Méndel:
41. Zvi Hirsh de Rymanov, m. 1846
42. Abraham lehoshúa Héshel de Apt, m. 1822
43. Shneur Zalman de Ladi, el Rav, m. 1813
44. Shlomó de Karlm m. 1792
Discípulos de Shlomó de Karlin (Números 45,48):
45. Uri de Strelisk, m. 1826
Discípulo de Uri:
46. Iehúda Zvi de Stretyn, m. 1844
Hijo de Iehúda Zvi:
47. Abraham de Stretyn, m. 1865
48. Mordejái de Lejovitz, m. 1811
Hijo de Mordejái:
49. Nóaj de Lejovitz, m. 1834
Nieto de Mordejái:
50. Shlomó Jaím de Kaidanov, m. 1862
Discípulo de Mordejái:
51. Moshe de Kobryn, m. 1858

52. Israel de Koznitz, el Maguid de Koznitz, m. 1814


Hijo de Israel:
53. Moshe de Koznitz
Nietos de Israel:
54. Eleazar de Koznitz
55. Jaím Meír Iejiel de Mogielnica, m. 1849
Su discípulo:
56. Isajar de Wolborz, m . 1877

57. Iaacov Itzjac de Lublín, el Vidente, m. 1815


Sus discípulos (Números 58, 59, 62, 65, 66, 67, 68, 69)
58. David de Lelov, m. 1813
59. Naitali de Roptchitz, m. 1827
Discípulo de Naftoli:
60. Jaím de Zans, m. 1876
Hijo de Jaím:
61. Iejézkel de Sheniava, m. 1899
62. Zvi Hirsh de Zhvdatchov, m. 1831
Sobrinos de Zvi Hirsh:
63. Iehúda Zvi de Rozdol, m. 1847
64. Itzjac Aizik de Zhydatchov, m. 1873
65. Moshé Téitelbaum, m. 1839
68. Shlomó Leib de Lentshno, m. 1843
67. Isajar Ber de Radoshitz, m. 1843
68. Shalom de Belz, m. 1855
69. Iaacov Itzjac de Pzhysha, el Iehudí, m, 1814
Hijos del Iehudí (Números 70, 72, 7 5 ) :
70. lerajmíel de Pzhysha
Su nieto:
71. Pinjas de Kinsk
72. Iehoshúa Asher
Sus hijos:
73. Iaacov Zvi de Parysov
74. Meír Shalom
75. Nejemia de Byjova
Discípulos del Iehudí (Números 76, 82, 8 3 ) :
76. Simja Búnam de Pzhysha, m- 1827
Hijo de Búnam:
77. Abraham Moshé
Discíptdos de Búnam (Números 78, 80, 81 h
78. Itzjac de Vorki, m. 1858
Hijo de Itzjac:
79. Menájem Méndel de Vorki, m. 186'8
80. Itzjac Meír de Guer, m. 186'6
81. Janoj de Alexánder, m. 1870
82. Péretz
83. Menájem Méndel de Kotzk, m. 1859
GLOSARIO

ABÁI y RABA: principales maestros talmúdicos de Babilonia en la pri-


mera mitad del siglo iv.
ABRAHAM IBN EZRA D E TOLEDO: famoso exegeta de la Biblia, gra-
mático hebreo, filósofo religioso y poeta (fallecido en 1167).
ADLER, NATHÁN: rabí de Francfort del Meno, importante erudito
talmúdico y cabalista (fallecido en 1800).
AJER (el otro); Elishá ben Abuiá, sabio talmúdico, maestro de Rabí
Meír. Bajo la influencia de enseñanzas foráneas, probablemente
gnósticas, se separó del judaismo farisaico, a lo que se debe su
apodo.
AKIBA: principal maestro palestino del siglo n (Era Común).
AMORA, pl. AMORAÍM (orador, intérprete): maestro de la segunda
época talmúdica (alrededor del 200 al 500 E.C.) en la cual se
originó la Guemará.
AÑO NUEVO: véase ROSH HA-SHAN A.
AÑO NUEVO D E LOS ARBOLES: el día 15 de Shevat (enero o fe-
brero).
"ARBOL D E LA VIDA" (Etz Jaím): una exposición del sistema caba-
lístico de Isaac Luria escrito por su más famoso discípulo, Jaím Vital
Calabrese.
ARI: abreviatura de Ashkenazí Rabí Isaac (Luria), ilustre representante
de la Cábala posterior (1534-1572). Véase G. Scholem, Major Tkends
in Jewish Mysticism, Séptima Conferencia.
ARIEL: nombre poético para Jerusalén (Isaías 2 9 : 1 ) .
ATRIBUTOS: de Dios, realizados por los hombres a través de pensamien-
tos y acciones. Cada uno de los tres patriarcas representa simbó-
licamente uno de los atributos divinos.
AZAZEL: véase Levítico, cap. 16. En los tiempos bíblicos, una miste-
riosa criatura del desierto a quien, el Día del Perdón (véase IOM
KIPUR), es enviado un chivo "portador de las iniquidades" de
Israel. En los tiempos posbíblicos este nombre se entendía como
aplicado a uno de los ángeles caídos.
BADJAN (animador): maestro de ceremonias en el casamiento. Al final
de la cena festiva, el badján anuncia los regalos, levantándolos uno
por uno y alabando, generalmente en tono humorístico, al dador y
el obsequio.
BAÑO RITUAL: véase INMERSIÓN.
BAR KOJRA (hijo de las estrellas): Simeón Bar Kosiba, el líder de la
gran rebelión contra el emperador Adriano (132-135 E.C.).
BAR MITZVÁ (hijo del mandamiento): al cumplir los trece años el
niño acepta el compromiso de observar las leyes religiosas. También
recibe ese nombre la celebración del acontecimiento.
BASTÓN Y FAJA: los símbolos del liderazgo. Entregando su bastón el
rabí confiere autoridad para actuar en su nombre.
BENDICIÓN D E LA LUNA NUEVA: se lleva a cabo en el exterior de
la casa al aparecer la luna nueva, hecho que marca la iniciación
del mes según el calendario hebreo.
BENDICIÓN DE SANTIFICACIÓN: véase KIDUSH.
BENDICIÓN D E SEPARACIÓN: véase HAVDALA.
BENDITO SEA E L QUE LLEGA: saludo que se hace al huésped en el
momento en que arriba, y al cual éste responde: Benditos sean todos
los presentes.
BUEN JUDIO: designación popular del tzadik.
CABAÑAS: véase SUCA.
CABEZA D E TODOS LOS HIJOS D E LA DIÁSPORA (exilarca, Resh
Galuta): jefe secular de la judería babilónica en los tiempos talmú-
dicos y postalmúdicos.
CANTO D E ELÍAS: en alabanza del profeta. En él se designa a Elias
como el buen auxiliador.
CARROZA D E DIOS: la visión de Ezequiel fue interpretada como el
misterio de la revelación divina, uno de los principios fundamenta-
les de la Cábala, (El otro principio es el misterio de la creación.)
CARTA D E DIVORCIO (quet): la única forma de divorcio permitida.
CASA D E ESTUDIO (Bet ha-Midrash): lo mismo, generalmente, que
Casa de Oración. Es un lugar de estudio y devoción. Los viajeros
sin alojamiento eran recibidos en la Casa de Estudio,
CASA D E LA VIDA: cementerio.
CIDRA: véase ETROG.
CINCUENTA PUERTAS D E LA RAZÓN: de acuerdo con la leyenda
talmúdica, cuarenta y nueve de las cincuenta puertas le fueron
franqueadas a Moisés.
CONTRATO D E CASAMIENTO (tenaím, condiciones): escrito y fir-
mado en el momento del compromiso; antes del casamiento, la ke-
tubá, un acuerdo financiero, es agregado.
CORTINA: el Talmud (Jaguigá 12b) habla de siete cielos y detalla sus
nombres y funciones; la cortina es el más bajo de los cielos.
CUERNO D E CARNERO: véase SHOFAR.
CHISPAS: en la creación primigenia, antes de nuestro mundo, la ar-
diente sustancia divina estalló y las "chispas" cayeron en las pro-
fundidades inferiores llenando las "cáscaras" de las cosas y las
criaturas de nuestro mundo.
"DEBERES D E L CORAZÓN" (Jovot ha-Levavot): importante obra
popular de filosofía religiosa judía y ética escrita en árabe por
Bajía ibn Pakuda en el último cuarto del siglo xi.
DECIR TORA: en la comida comunal con los jasidim, el tzadik pro-
nuncia una alocución sobre un tema de las enseñanzas jasídicas, ba-
sada generalmente en un pasaje de la Torá.
DÍA D E L PERDÓN: véase IOM KIPUR.
DIÁSPORA (Galut): la dispersión de Israel entre las naciones. De
acuerdo con la tradición judía, la Divina Presencia comparte ¡os
sufrimientos del exilio y espera también la redención.
DIECIOCHO BENDICIONES: una de las partes más antiguas de la
liturgia que se realiza en el servicio ordinario. El que reza, de pie,
dice las plegarias para sí y, de acuerdo con la costumbre, con los
ojos cerrados. Ninguna palabra profana debe interrumpirlas. Después
el lector repite las bendiciones en alta voz.
DIVINA CARROZA (Merkavá): interpretación mística de la visión de
Ezequiel (Ezeq. 1), base de la teosofía cabalística.
DIVINA NADA: la Escuela Jabad, que desarrolló las enseñanzas del
Gran Maguid, sostenía que lo divino no tiene límites y se opone a
todo lo que es "algo" y es, por consiguiente, limitado. Lo divino
es la "nada", que subsume toda limitación y finitud.
DIVINA PRESENCIA: véase SHEJINÁ.
ELÍAS: después de su ascensión al cielo, el profeta Elias, de acuerdo
con la leyenda, continuó ayudando e instruyendo al hombre dentro
de sus funciones de mensajero de Dios. Aparece especialmente en
cada fiesta de circuncisión y en cada séder. Verlo y recibir instruc-
ciones de él se considera como la iniciación en los misterios de la
Torá.
ELISHA: discípulo y sucesor del profeta Elias.
ELOHÍM: nombre de Dios que la literatura rabínica interpreta como
referente al divino atributo del rigor.
E L U L : mes que precede a las altas fiestas de Rosh ha-Shaná y Ioni
Kipur, Está dedicado a la preparación interior y al examen de
conciencia.
EMDEM, JACOB: rabí de Alemania (Emden y Altona) del siglo xvni.
ETROG: "el fruto del árbol hermoso" (Lev. 2 3 : 4 0 ) . Citrus médica so-
bre el cual, juntamente con ramas de palma, mirto y sauce se pro-
nuncia la bendición de sucot.
EXI LARCA (Resh Galuta): título del jefe de la comunidad judía au-
tónoma de la diáspora en Babilonia; oficio especialmente activo en
el período comprendido entre los siglos vn y >i.
EXPULSIÓN D E LOS PECADOS: véase TASHLIJ.
EZRA E L ESCRIBA: líder de la judería palestina en el siglo v antes de
la Era Común. Sus instituciones y ordenanzas influyeron grande-
mente en el desenvolvimiento del judaismo tradicional.
FIESTA D E LA REVELACIÓN: véase SHAVUOT,
FIESTA D E LAS CABANAS: véase SUCA.
FIESTA D E LAS SEMANAS: véase SHAVUOT.
FIESTA D E L EXILIO (lom Tov Shení shel Galuiot): las fiestas
de Pesaj, de las Semanas y de las Cabañas se observan en la diás-
pora por un día más que en Israel. El día excedente de observan-
cia se llama Fiesta del Exilio.
FIESTA D E L REY DAVID: véase SÉQUITO D E L SHABAT.
FILACTERIAS: véase TEFILIN.
FRANJAS: véase TALET.
FRANK, JACOB: el último y más dudoso de los "falsos Mesías". Ini-
ciador de un movimiento sabatiano (véase SABATAI ZEV1) radical
en Polonia, activo más tarde en Offenbach, Alemania. El y sus dis-
cípulos abrazaron públicamente el cristianismo. (Falleció en 1791.)
GAÓN (Excelencia) D E VILNA: Rabí Elias de Vilna, renombrado eru-
dito rabíníco, líder de un movimiento contra el jasidismo (fallecido
en 1797).
GLORIA Y FIDELIDAD: antiguo himno místico que muchos jasidim
recitaban el shabat por la mañana, junto con las plegarias.
GOI, pl. GOlM: "nación" (en la acepción concreta) gentil.
GRAN ASAMBLEA (Knéset ha-GuedoIá): cuerpo legislativo de Pales-
tina en tiempos del Segundo Templo.
GRAN PLEGARIA POR LA SALVACIÓN: entonada durante Hoshaná
Rabá (Gran Salvación), en el séptimo día de la Fiesta de las Cabañas.
GRAN SHABAT: el shabat que precede a Pesaj.
GUEMARA: "resumen" de las enseñanzas. Es la parte más extensa del
Talmud y consiste en la explicación y discusión de la primera sec-
ción, llamada Mishná. Existen diferencias entre la Guemará del
Talmud de Babilonia y la del Talmud de Palestina o Jerusalén.
GUERRAS D E GOG: la profecía de Ezequiel (Ezeq. cap. 39) es inter-
pretada como la visión de grandes guerras entre naciones en el
tiempo que precede a la ¡legada del Mesías.
HAGADA (narración): colección de expresiones, interpretaciones es-
critas e himnos referentes al éxodo de Egipto, tal como se recita en
el hogar durante el servicio de la noche de Pascua. Véase SEDER.
HALEL (alabanza): conjunto de salmos que se recitan durante el servicio
litúrgico en determinadas festividades.
HAVDALÁ ("separación" entre lo sagrado y lo profano): bendición
pronunciada sobre el vino, las especias y la vela en la clausura
del shabat y las fiestas.
HIJO D E L MANDAMIENTO: véase BAR MITZVA.
HILEL: gran maestro de la primera centuria a.E.C. Su vida y ense-
ñanzas se basaron en la fraternidad universal.
HILEL Y SHAMAI: maestros palestinos, fundadores de escuelas en la
primera centuria antes de la Era Común.
HOSHANOT: plegarias por la ayuda y la salvación, que se recitan du-
rante la Fiesta de las Cabañas.
IBN EZRA: Véase ABRAHAM IBN EZRA D E TOLEDO.
INCLINACIÓN AL MAL: se opone a !a "inclinación al bien". No es
considerada en sí como un mal, sino como un poder mal empleado
por el hombre. Es más bien la "pasión" en la que se originan todas
las acciones humanas. El hombre debe servir a Dios "con ambas
inclinaciones", dirigiendo su pasión hacia lo que es santo y bueno.
INMERSIÓN: el antiguo baño que en la Cábala y especialmente entre
los jasidim, se convirtió en una importante ceremonia con signifi-
eados místicos. Realizar la inmersión en un río o en un arroyo po-
seía mayor valor que hacerlo en el baño ritual común.
IOJANÁN BEN ZAKÁI: de acuerdo con la leyenda talmúdica, este
maestro principal de la primera centuria E.C., fue colocado en un
féretro y llevado fuera de Jerusalén a presencia de Vespasíano a
fin de asegurar el permiso para establecer una academia de estudios
judíos después de la caída de Jerusalén.
IOJANÁN E L ZAPATERO: discípulo de Rabí Akibá.
IOM KIPUR: Día del Perdón. El último de los Días Austeros con que
se inicia el Año Nuevo. Es un día de ayuno y de ininterrumpida
oración por el perdón.
JANINÁ BEN TERADIÓN: uno de las "diez mártires", ejecutados por
los romanos después de la rebelión de Bar Kojba, que rehusaron
obedecer el edicto sobre el estudio de la ley.
JANUCÁ (consagración): festividad de ocho días que comienza el 25
de Kislev (noviembre o diciembre); conmemora la consagración
del Santuario por los Macabeos (167 a.E.C.) y su victoria sobre
los grecosirios que profanaron el Templo. En memoria de la Fiesta
de las Luminarias se encienden velas en los hogares judíos cada
una de las ocho noches, una vela la primera, dos la segunda y así
sucesivamente.
JAZÁN: cantor, el lector de las oraciones en la sinagoga.
JERUSALÉN D E LAS ALTURAS: la Jerusalén celestial que corresponde
a la Jerusalén terrena. De la misma manera, un santuario celestial
corresponde al del Templo en Sión.
KÁDISH (santo): doxología que se recita especialmente en memoria da
los muertos.
KA VANA, pl. KAVANOT (intención, devoción): la intención dirigida
hacia Dios mientras se lleva a c a l » una acción religiosa. En la
Cábala las kavanot denotan las permutaciones del divino nombre
que conducen a lograr la unificación de las fuerzas en el Mundo
Superior.
KIDUSH (santificación): además de sus otros significados, este término
designa la bendición pronunciada sobre el vino al comienzo del
shabat y las fiestas. La ceremonia nupcial es también un kidush.
KLAUS: sala de oración en una congregación privada de religiosos (ge-
neralmente jasídicos).
KOL NIDRÉ (todas las promesas): palabras iniciales de la fórmula so-
lemne de absolución por las promesas incumplidas e imposibles de
cumplir, que se pronuncian en la víspera del Día del Perdón.
LAG BA-OMER: día trigésimo tercero en la cuenta que comienza en el
segundo día de Pascua (Pesaj) y termina con la Fiesta de las Se-
manas (Shavuot).
LAMENTACIONES D E MEDIANOCHE: los piadosos acostumbran a
levantarse de su lecho a medianoche y, sentados en el suelo, des-
calzos, con cenizas en la frente en señal de duelo, leen lamentaciones
por la caída de Sión y rezan por la redención.
LECTOR: véase JAZAN.
LIBRO D E LA CREACIÓN (Séíer Ietzirá): obra básica para la inter-
pretación de los números y las letras del alfabeto. No es seguro si
fue compuesto eri los tiempos talmúdicos o postahnúdicos.
LIBRO D E L ANGEL RAZIELi obra cabalística
LIBRO D E LAS LEYES: véase SHULJAN ARUJ.
LIBRO D E L ESPLENDOR; el Zohar, la obra principal de la primera
Cabala (fin del siglo x m ) . Véase G. Scholem, Major Trends in
Jewish Mysticism, Quinta y Sexta Conferencias.
L I L I T : demonio femenino que seduce a los hombres.
LITUANIA: los judíos lituanos de mentalidad más racionalista, fuerte-
mente opuestos al jasidismo,
LURIA, ISAAC: véase ARL
MAESTRO D E CEREMONIAS: véase BADJAN.
MAGUID, pl. MAGUIDIM (predicador): los maguidim eran en parte
predicadores errantes, en parte predicadores adscriptos regularmente
a una determinada comunidad; estos últimos podían eventualmente
servir como predicadores viajeros. El término se refiere también a
un espíritu que se aparece a los elegidos y les revela secretos de
las enseñanzas y del porvenir.
MAKOM (Jugar): designación de Dios, en quien existe todo lo que
existe.
MANTO D E ORACIÓN: véase TALET.
MATZA, pl. MATZOT: pan sin levadura que se come durante la semana
de Pascua (Pesaj).
MEIR: sabio talmúdico de Palestina (siglo n ) . Las leyendas postalmú-
dicas lo describen como un "hacedor de milagros".
MELAMED: maestro de los niños.
MENORA: candelabro de siete brazos, especialmente el que se usa en
la sinagoga.
MESÍAS HIJO DE JOSÉ: un Mesías que ha de preparar el camino
reuniendo a todo Israel y restableciendo el Reino, y que morirá
luego luchando contra los romanos dirigidos por Armilus. Otra tra-
dición sostiene que reaparece con cada generación.
METATRÓN: nombre de un ángel mencionado en la literatura talmú-
dica y cabalística; entre otras funciones, cumple la de mediar entre
Dios y el mundo material. Se lo llama "príncipe de la divina faz"
o "príncipe de la cámara interior".
MIDRASH, pl. MIDRASHIM (exposiciones, interpretaciones); libros de
los tiempos talmúdicos y postalmúdicos dedicados a la exégesis
homilética de las Escrituras. Son ricos en parábolas, leyendas, com-
paraciones y sentencias.
MINJÁ (ofrenda): originalmente, sacrificio vespertino (Ezra 9 : 4 ) . Más
tarde, y como sustituto, la Plegaria de la Tarde.
MISERICORDIA Y RIGOR: los principales atributos de Dios.
MISHNA (repetición, enseñanza): la primera y fundamental parte del
Talmud.
MITNAGUED, pl. MITNAGDIM (opositor, antagonista): los opositores
declarados del jasidismo.
MOISÉS BEN MAIMÓN: notable pensador judío de la Edad Media,
llamado también Maimónides o Rambam. Nació en Córdoba en 1135
y falleció en El Cairo en 1204.
MUNDO D E CONFUSIÓN (Olam ha-Tohu): región en la que perma-
necen las almas después de la muerte, hasta que son redimidas.
MUNDO D E ILUSIÓN (Olam ha-Dimión): región "en la que vagan
las almas de todos los que murieron engañados por su vanidad".
MUNDO D E LA EMANACIÓN: de acuerdo con las doctrinas cabalísti-
cas, el Mundo de la Emanación y de la Divinidad es el más ele-
vado de los cuatro "mundos" que se encuentran entre el infinito
y nuestro mundo terrenal.
MUSAF (adición): originalmente, un sacrificio adicional en el shabat
y las fiestas. Más tarde, y como sustituto, un servicio adicional
rezado después de la Plegaria de la Mañana.
NEILÁ (clausura): la plegaria final del Día del Perdón.
NOTAS D E SÚPLICA (kvitel en idish): escritas en un papel, con-
tienen el nombre del suplicante, el nombre de su madre y el pe-
dido.
NOVENO DÍA D E AV.- véase TISHÁ BE-AV.
PAN SIN LEVADURA: véase MATZÁ.
PASCUA: véase PESAJ.
PECTORAL D E L JUICIO (Joshen Mishpat): una de las cuatro partes
del Shulján Aruj, el código autoritario de la ley judía.
PESAJ (Pascua): festividad que dura ocho días (en Israel siete), pre-
viamente a la cual se realiza una renovadora limpieza de los ho-
gares; comienza en el decimoquinto día de Nisán (marzo o abril)
y conmemora el éxodo de Egipto.
PLEGARIA D E LAS BENDICIONES: oración central en el servicio si-
nagogal. Véase también DIECIOCHO BENDICIONES.
PLEGARIA D E LA TARDE: véase MINJÁ.
PLEGARIAS DE PENITENCIA (Selijot): oraciones recitadas especial-
mente en los días que preceden al Año Nuevo, en el período com-
prendido entre éste y el Día del Perdón, y también en este último.
POZO D E MIRIAM: cuenta una leyenda talmúdica (Taanit 9?) que,
debido a los méritos de Miriam, hermana de Moisés y Aarón, un
pozo acompañó a los hijos de Israel a través del desierto.
PRESENCIA D E DIOS: véase SHEJINÁ,
PRIMERA PUERTA (Baba Kamá): tratado del Talmud.
PRINCIPE ADÁN CHARTORISKI: para conocer sus relaciones con el
maguid de Koznitz, según se describen en la tradición legendaria,
véase FOT the Sake of Heaven, Martin Buber, Filadelfia, Sociedad
de Publicaciones Judías, 1945, pág, 195.
PRÍNCIPE D E LA TORÁ: el ángel que representa a la Torá en el
cielo. Los elementos, las fuerzas de la naturaleza y las naciones
(las que, de acuerdo con la tradición judía, son setenta) están re-
presentados por sus respectivos príncipes, que pueden ser ángeles
o demonios.
PRINCIPIOS D E LA F E : parte de la Plegaria de la Mañana ordenada
de acuerdo con la formulación de los artículos del credo judío he-
cha por Moisés ben Maimón en el siglo xu.
PURIM (fiesta de las suertes): Esther 9:25. Celebración feliz que
conmemora la derrota del perverso Amán. Se festeja con juegos
y mascaradas.
QUEMAR LA LEVADURA: durante la Pascua no debe haber alimen-
tos levados en la casa. En la noche que precede a la festividad
la casa es limpiada a fondo y los remanentes de los alimentos le-
vados son reunidos y quemados en un fuego especialmente encen-
dido para la ocasión.
QUÓRUM (minian): el mínimo de diez varones mayores de trece años
que se requiere para orar en común.
RAB (Aba Arika): maestro babilónico del Talmud, perteneciente al
siglo nr.
RABI; véase RAV.
RASHI: abreviatura de Rabí Salomón (ben) Isaac (de Troyes), el
comentarista clásico de la Biblia y del Talmud de Babilonia (fa-
llecido en 1105).
RAV (jefe, maestro); líder de la comunidad religiosa. Enseña la ley
y, como "jefe del tribunal", supervisa su cumplimiento; rabí, en
cambio, significa líder del grupo jasídico local. En algunas circuns-
tancias el rabí era también rav de la ciudad.
RECUENTO D E LOS CINCUENTA DIAS (Sefirat ha-omer): véase
Levítico 23:15.
REGOCIJO EN LA LEY: véase SIMJAT TORA.
RESCATE: al visitar al tzadik, el jasid le entrega una suma de dinero
junto con una nota de súplica. Esta suma es considerada un "res-
cate" por el alma del solicitante.
ROSH HA-SHANA (Año Nuevo): se observa el primero y segundo
día de T'shrí (septiembre u octubre); son los días del juicio.
ROTURA D E LAS VASIJAS: véase CHISPAS.
SABADO D E LA CANCIÓN (Shabat Shirá): shabat durante el cua)
se canta la canción de los israelitas en el Mar Rojo (Exodo 15).
SABADO D E L ARREPENTIMIENTO (Shabat Shuvá): el que cae en-
tre los diez días de penitencia que van del Año Nuevo al Día
del Perdón.
SABATAI ZEVÍ: figura central del mayor movimiento mesiánico en
la historia de la Diáspora (fallecido en 1676). Inmediatamente
después que Sabatái Zeví se proclamó Mesías, el movimiento se des-
membró y su fundador abrazó el Islam. Véase G. Scholem, Major
Trends in Jewish Mysticism, Octava Conferencia.
S ABATI ANOS: seguidores de Sabatái Zeví.
SAMAEL: nombre p&sbíblico de Satanás, el príncipe de los demonios.
SANTA HERMANDAD (jevrá kadishá, sociedad santa): sus miembros
cuidaban del entierro de los muertos.
SANTIFICACIÓN D E L NOMBRE (de Dios): designa cada uno de los
sacrificios que el hombre realiza y por medio de los cuales participa
en el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra.
SANTO HUÉSPED: se dice que los patriarcas visitan al devoto en la
Fiesta de las Cabañas (véase SUCA). Este los recibe con una salu-
tación especial.
SANTOS NOMBRES: todos los elementos del lenguaje sagrado son con-
siderados como seres supraterrenales.
SÉDER (orden): cena festiva y liturgia doméstica que se realizan en
la primera y la segunda noches de Pascua. En esta celebración
cada sucesiva generación se identifica con las generaciones que hu-
yeron de Egipto.
SEFIROT: la jerarquía de los diez poderes creadores emanados de Dios,
mística y orgánicamente relacionados entre sí, y que constituyen,
de acuerdo con el sistema cabalístico, los fundamentos de la exis-
tencia de los mundos.
SENDERO D E LA VIDA (Oraj Jaím): una de las cuatro partes del
Shulján Aruj, el código autoritario de la ley judía.
SÉQUITO DEL SHABAT: comida que se hace al terminar el shabat.
Se la considera destinada a despedir a la Reina Shabat y a es-
coltar su partida. También se la llama "Fiesta del Rey David".
De acuerdo con la leyenda, Dios anunció a David que moriría un
sábado; éste, por lo tanto, celebraba al final de ese día la conti-
nuidad de su existencia.
SERIE D E CANTOS (Pérek Shirá): compilación de los versículos bí-
blicos para ser dichos por toda clase de seres vivientes en alabanza
de Dios, cada uno pronunciando el versículo especial que le co-
rresponde.
SERVICIO ADICIONAL: véase MUSAF.
SHAMAI: véase HILEL Y SHAMAI.
SIIAVUOT (semanas): festividad de dos días de duración (en Israel
uno), siete semanas después de Pascua. Es la fiesta de las primi-
cias y una época dedicada a rememorar la revelación del Monte
Sinaí.
SHEJINA (inmanencia): presencia inmanente de Dios en el mundo, que
participa del exilio de Israel; Presencia Divina entre los hombres.
SHOFAR: cuerno de camero que se hace sonar en la sinagoga, princi-
palmente en año Nuevo. El cuerno de carnero anunciará la llegada
del Mesías.
SHULJAN ARUJ (mesa puesta): el libro de la ley judía codificado en
el siglo xvi.
SIETE BENDICIONES: las que se recitan en la fiesta de bodas y
también en los siete días siguientes si hay nuevos huéspedes pre-
sentes.
SIETE DIAS D E LA FIESTA: observados después del día del ca-
samiento.
SIETE PASTORES: mencionados en la Biblia (Miq. 5 : 4 ) e identificados
en el Talmud (Suká 52b) como Adán, Set, Matusalén, Abraham,
Jacob, Moisés y David.
SIMJAT TORA (regocijo en la ley): festividad celebrada al día si-
guiente de Sucot. Los rolios de la Torá se sacan de! arca y son
llevados a través de la Casa de Oración por una procesión entu-
siasta.
SUCÁ, pl. SUGOT (cabana): tabernáculos; una celebración de ocho
días que comienza el quinto día después del Día del Perdón. Con-
memora la época en que el pueblo judío erró por el desierto. Du-
rante este período las casas son abandonadas y se vive en cabanas
cubiertas de hojas.
TABERNACULOS: véase SUCA.
T A L E T : manto rectangular con franjas (tsitsit) en las cuatro esquinas,
que se coloca sobre los hombros para rezar.
TANA, pl. TANAlM (repetidor, maestro): los maestros de la Mishná.
TASHLIJ: ceremonia de "expulsar" los pecados en Año Nuevo. Miga-
jas de pan que simbolizan los propios pecados son arrojadas al
río.
T E F I L l N (filacterias): cajitas de cuero que contienen textos bíblicos
escritos sobre pergamino. En cumplimiento del precepto contenido
en el Deuteronomio ( 1 1 : 1 8 ) , los tefilín se sujetan a la cabeza y al
brazo izquierdo durante el servicio semanal de la mañana. Son el
símbolo del pacto entre Dios e Israel. Un error en la escritura des-
califica las filacterias. Existe una concepción talmúdica (Berajot 5 )
de las "filacterias de Dios". Se dice que esas filacterias contienen
el verso II Samuel 7:23.
TEKIÁ, pl. T E K I O T : el sonido del cuerno de carnero (véase SHOFAR);
en particular, uno de los sones prescriptos. La Cábala posterior
prescribía una kavaná especial en los oyentes por cada uno de los
sones del shofar.
TERCERA COMIDA: la comida principal del shabat, qae se sirve des-
pués de la Plegaria de la Tarde y es acompañada por canciones en
coro y una alocución del tzadik.
TIENDA D E L ENCUENTRO (Ohel Moed, Mishkán): santuario por-
tátil (tabernáculo) construido por Bezalel para los israelitas cuando
estaban en el desierto (Exodo 26, 27 y 35, 38).
TISHA BE-AV: el noveno día de Av (julio o agosto). Un día de ayuno
y conmemoración en recuerdo de la destrucción del primer Templo
por Nabucodonosor y del segundo Templo por Tito. Los devotos se
sientan en el suelo, como en un duelo mortuorio, descalzos, en la
Casa de Oración oscura y recitan versículos del Libro de ías La-
mentaciones. De acuerdo con la tradición, el Mesías nació el noveno
día de Av y ha de reaparecer en ese día.
TODAS LAS PROMESAS: véase KOL NIDRÉ.
TORÁ: enseñanza, ley; se designa así tanto la escrita (bíblica) como
la oral (tradicional).
TOSEFTA (adición); recopilación de leyes estrechamente relacionada
con la Mishná, a la cual complementa.
TRATADO D E PRINCIPIOS (Pirké Avot): tratado de la Mishná refe-
rente a las enseñanzas éticas y a las sentencias en alabanza del
estudio de la ley. Comienza con una genealogía de la tradición.
TREINTA Y SEIS TZADIKIM OCULTOS: el Talmud (Sucá 45 b) ha-
bla de treinta y seis hombres píos que agradecen la presencia de
Dios cada día. Las leyendas posteriores los describen como santos
humildes y desconocidos. Disfrazados de campesinos, artesanos o
mozos de cuerda, van por el mundo realizando buenas acciones.
Constituyen el verdadero "fundamento del mundo",
TRIBUNAL D E LA LEY: el tribunal de la ley, que consta del presidente
(av bet din, padre del tribunal de la ley) y dos jueces (daianim).
TZADIK: líder de la comunidad jasídica (véase RAV).
TZADIK OCULTO: véase TREINTA Y SEIS TZADIKIM OCULTOS.
UNIFICACIÓN: el triunfo sobre la separación de los poderes y princi-
pios en el Reino de Dios, que el hombre puede lograr por medio
de actos religiosos y ceremonias sagradas.
UNIÓN SAGRADA: una. estrecha y solidaria actitud hacia el prójimo.
Promueve el acercamiento de las esferas celestiales separadas.
"UNO": el devoto, y especialmente los mártires, declaran al morir la
unicidad de Dios expresada en la oración Shemá.
YHVH: tetragrama que representa el nombre de Dios, el cual, de acuer-
do con la tradición, no debe ser pronunciado; por ello se lo reem-
plaza generalmente por Adonái (el Señor). En la literatura rabí-
nica, YHVH se interpreta como referente al atributo divino de la
misericordia.

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