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ADENTRO
(de Newton Moreno, traducción Mónica Mayer)

Un HOMBRE de mediana edad se pone un guante largo en una de


sus manos, estirándolo hasta el antebrazo. Luz hasta su cadera.
Huele un “poppers” (estimulante químico). Desciende la mano con
el guante abajo de la cadera.

Parece que la introducirá en alguien. Se pueden oír los gemidos de


un JOVEN, que en un primer instante no vemos. Son adeptos del
“fist-fucking”, preparándose para el acto sexual. Durante el texto, la
mano va desapareciendo más y más. La luz se alterna entre el
hombre y el joven.

JOVEN
Cada vez que yo beso, quiero descubrir la sensación exacta del
primer beso. No del mío, sino el primer beso de todos los tiempos.
El primer encuentro de salivas, las primeras lenguas que se
acariciaron y se comprometieron. Todas las fuerzas de la naturaleza
gozando a través de aquellas bocas. Busco exactamente el placer que
ellas tuvieron. El resto es eco. Distante. Que va tomando un color
amarillento de moho y falsedad. Yo quiero un hombre que me de la
erección de Dios cuando creó el mundo, el placer de Dios cuando
creó al hombre y el placer del hombre cuando creó el placer.

HOMBRE
Uno quiere poner la mano en todo. En la luna, en Marte, en Dios.
Hasta en lo que no nos pertenece. En lo que el tiempo nos quitó. En
lo que está lejos. Cuanto más lejos, más ganas de tocar. Todo el
mundo tiene nostalgias de una caricia. De una carne. Yo lo extraño a
Bino. A veces, cuando mi mano tiene un calambre, está doliendo de
nostalgias de Bino.

Nunca más la misma temperatura, la misma suavidad, ni el mismo


espacio. Bino sabía recibirme.
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Era mi vecino. Un gallego bonito que tenía tara por el dinero. Rubio,
casi albino, ojos verdes, voz ronca. Mirarlo ya era correr un riesgo.
El modo como él miraba, ya sugería un crimen. Cuando era niño
jugaba de ponerle el dedo en el culo. En realidad, yo pagaba. Pagaba
por una rápida sensación de sus tibias entrañas. Unos pocos minutos
que me abastecían por días. Bino fue mi único amor. Nunca había
tocado a otro hombre. Me enamoré de él en los primeros centímetros
del índice, mientras él florecía (su ano) en ton-sur-ton de rosas y
violetas, siempre un jardín de sorpresas. Algunos días más rosa,
otros más violeta. Florecía nuestra curiosidad juvenil en mañanas
decoradas con sus flores. Atrás de cercas, arriba de árboles, debajo
de camas. Toda flor tiene perfume propio. Nunca olvidé el perfume
de Bino, coronando mi amor con los vapores de sus botones en flor.
Pero con los niños eran sólo negocios. Con nosotros juntaba
monedas para comprar besos pueriles de sus noviecitas, mediante
helados y dulces. Angélicas, Martas, Anas, varias. A veces, golpeaba
a nuestra puerta, disponiéndose por la mañana, y, a la tarde, ya
estaba paseando con sus niñas tomados de la mano y con copos de
nieve. Sólo una certeza me fortalecía: Ellas nunca verían por el
mismo ángulo que veía yo. Eso ellas no lo tendrían jamás. Y yo lo
tuve. Yo y casi todo el barrio. Existe gente que sólo saca
excrementos del trasero; Bino sacó una bicicleta, un jeans, unas
zapatillas, le compró hasta una muñeca a su preferida, Neide. Él la
adoraba. Creo que pensaba en ella cuando se prostituía. Le dio una
muñeca envuelta en papel de regalo para su cumpleaños. Con moño
y todo. Ni el padre de Neide tenía dinero para tanto. Si ellos
supiesen de dónde venía el dinero. Mientras buscaba a Bino,
encontré verdaderas galeras de magos, operando milagros de
elasticidad.

Descubrí una cosa: Los hombres tienen demasiada carne,


demasiada! Me acostumbré con la idea de un hombre desnudo frente
a mí, ofreciendo las vísceras. Crecí con esas ganas. En decúbito,
agachado, separando cuidadosamente las pulpas de sus nalgas,
suavizado, mantecado, inmóvil, listo para un viaje íntimo. Por lo
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menos siempre fue sexo seguro. Y sin guantes, ni pensar. Creo que la
Biblia no dice nada sobre eso. O será que dice? (Pausa) No,
definitivamente no dice. Pero si mataron a tanta gente por colocar el
“sacrosanto órgano reproductor” en el “trasero”, tendrían
misericordia si pusiésemos la mano? Y el puño? Lo dudo. Ellos
nunca tuvieron compasión con el placer. De ningún tipo.
El pobre ano ya sufrió mucha persecución. Él es solamente una
puerta más.
Me transportaste a Bino.
Pero hasta dónde ir?
Sería tan bueno encontrar a alguien y preguntarle, antes que fuera
tarde: Hasta dónde ir?

Cómo se descubre la frontera? Cuándo se lastima? (Pausa) Será que


yo lo lastimé?

JOVEN
Sabes cuántas personas existen en el mundo? Yo y mis amantes. Los
que ya estuvieron en mí y mis promesas. Vivo en la cama de cada
uno de ellos. Vivo en el cuerpo de cada uno de ellos. Vivo en el
músculo de cada uno de ellos y hospedo a todos entre mis piernas.

HOMBRE
De qué sirve tener a alguien al lado si no puedo perforarle el núcleo!

JOVEN
Puedes comenzar por donde quieras: todo mi cuerpo es orificio.

HOMBRE
Evolucioné mi apetito por Bino.

JOVEN
Varias puertas.
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HOMBRE
Primero, soñé que me vestía de Bino como si fuese una piel.

JOVEN
Cada poro existe para darme placer.

HOMBRE
Me encajaba entre huesos y carnes, abrochándolo en mí. Lo
habitaba. Como parásito/hospedero. Viviendo de él, en él, para él.

JOVEN
Cada poro debe ser penetrado por el sudor del otro con la misma
sensación de un miembro…

HOMBRE
Después, soñé que comía sus pedazos, alimentándome de su
proteína albina. Casando nuestras células, bañándonos en nuestras
placas sanguíneas. (JOVEN … lenguas, dedos, manos.)
Sería tan lindo él del lado opuesto? Experimenté una voluntad de
comerlo. Saberlo entero: sabor, textura, condimento. Yo quería
imprimirme en Bino, mostrarle mi hambre.

Golpeé su puerta a la noche. Subimos a una rama bien alta. Una vez
más le pagué y me zambullí con coraje. Anclé lejos, como jamás lo
había hecho antes. Arañé en la pared de adentro su nombre y el mío.
En la carne más íntima. En el rincón sucio. Sangré nuestros
nombres. Cicatrices eternas. Dibujé mi secreto. Bino no gritó, aceptó
mi firma.
Se fue después de lo que hice sin decir nada. Huyó. Llevando mi
nombre. Y yo me fui con él.

JOVEN
Quería estudiar el corazón mientras absorbía el jugo y seleccionaba
sus venas con los dientes. Por los labios se cosieron, sangre y saliva,
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en un beso. Dos amantes enseñando: el único alimento es el


sentimiento.

HOMBRE
Durante años busqué a Bino. Muchos. Me especialicé en la
búsqueda. Hay gente que se conforma en buscar. Se envicia en la
espera. Pero lo peor de todo es que yo lo encontré. A los 35 años,
aún se escondía en las esquinas, los pantalones caídos, intentando
seleccionar el resto de atracción de su recto. Bino envejeció en la
profesión. Le pagué nuevamente. No me reconoció.
Mareado de crack, me dio la espalda, separó los montes. Miré mi
antiguo nido y temblé de nostalgia de aquellas tardes. De púrpura
brillante y vigoroso, se pudrió. Perdió el vigor. Adquirió un aspecto
de lodo verdoso. Gastado. Usado.
Y lloré. Lloré tanto que la mitad de mí se fue en aquellas aguas. Me
deshidraté en aquella tristeza. Bino se vistió, tomó el dinero y
preguntó: “Te gustó?” Ni sintió que algo sucedió. Caminó con
dificultad noche adentro.

JOVEN
Tiempo es el frío que hace entre el calor de un cuerpo y el próximo.

HOMBRE
Desapareció. De él sólo tengo las ganas. Él me plantó la sed. Recito
mi historia como un rezo cuando los otros me ven. Estoy
aprisionado a ella como un mantra, un cántico, una marca de
nacimiento. (Pausa)

Coloco mi mano a la luz del sol, mirando la palma, las líneas, pero
lo que me impresiona es su firmeza. Sólida. La suelto al mar como
una red de pesca. Curiosa. Ávida. Y la pierdo de vista. Mi mano
dentro del otro. Hasta el pulso. O más allá.
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JOVEN
Dame un grito de placer nunca dado antes. Dame un beso más
espeso y más mojado. Dame algo de este impulso de tus músculos.
Dame un poco del deseo que mueve tu sangre. Dame tu cuerpo sin
saber lo que devuelvo. Dame algo que yo pueda llamar vida, que yo
pueda inyectar en mi tejido, que yo pueda diluir en mis líquidos.
Siento pasos dentro de mí, pero quién alcanza a mi corazón? Quién
alcanza a mi corazón? Quién alcanza a mi corazón?

HOMBRE comienza movimiento de retirar la mano. HOMBRE


con la mano fuera del JOVEN, sostiene un corazón en la mano.
La luz muere de a poco.

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