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EL VIEJO

(Rodrigo Hagar)

Solía caminar entre sus cuentos


y relataba historias al viento,
compañero solitario,
fría llamada del silencio.

A veces reía
con impulsos de la tierra.
Los cerros y sus pasos
acompañaban el ocaso:
relator durmiente de su poesía.

Entre noches azuladas


y vertientes de aire cristalino
sus dedos
y su alma
deambulaban
entre copas de vino
y palabras inmaculadas.

Así era el viejo, caminante y solitario


fumador de mil cigarros,
bello reflejo de mil nostalgias,
coleccionista activo de los años.

Sus perfumes acechaban


mañanas de espuma y salitre
y comenzaba sus días
con palmadas al destino.

Se escuchan, aún,
los sonsonetes de sus pasos,
los retoños de sus glorias,
y arremeten entre guijarros de pan,
los muertos de su memoria,
y de esta tierra
que ha dejado sola.

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