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INTRODUCCIÓN
Se trata de un proceso singular por varios motivos. Por ejemplo, se trata de uno de los
pocos procesos que conoce el Tribunal Constitucional como instancia única y definitiva, cuya
sentencia tiene claros efectos normativos o nulificantes, lo que lo ciertamente lo emparenta
2
con el proceso de inconstitucionalidad . Se le suele calificar, en este sentido, como un proceso
“orgánico”, cuya finalidad es obtener un pronunciamiento sobre la titularidad de una
competencia (Adrián 2006: 558-559) o también uno “predominantemente objetivo” (León 2009:
361). Pese a lo indicado, no se trata de un proceso abstracto: de hecho, en su interior suele
analizarse actos concretos u omisiones que generen conflicto.
*
Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y magíster en Derecho Constitucional por la
Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Profesor de D. Constitucional II en la Facultad de Derecho en la
UNMSM y en la Escuela de Posgrado en la PUCP. Asesor jurisdiccional del Tribunal Constitucional. isosa@tc.gob.pe.
1
En realidad, el conflicto de competencias o atribuciones es el objeto del proceso competencial, es decir, lo que se
resuelve en dicho proceso.
2
En este orden de ideas, el artículo 100 del Código Procesal Constitucional establece que “Si el conflicto versare sobre
una competencia o atribución expresada en una norma con rango de ley, el Tribunal declara que la vía adecuada es el
proceso de inconstitucionalidad”. Es decir, se trata de un caso de conflicto de competencia que por mandato legal debe
resolverse como proceso de inconstitucionalidad.
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“Proceso Competencial, Forma de Estado Unitario…”
Pero lo que más nos llama la atención de este proceso son otras características o
peculiaridades a las que nos vamos a referir en este trabajo. Una primera tiene que ver con el
origen de la jurisdicción constitucional como “justicia competencial”; más precisamente, nos
interesa destacar que los modelos canónicos de control constitucional (el estadunidense y el
austriaco) fueron ideados inicialmente (aunque no de modo exclusivo) con el afán de afirmar la
unidad política del Estado, y de encarar los conflictos que surgían entre el gobierno nacional (o
federal) y los estados federados.
Además, para entender adecuadamente lo que puede ser resuelto en los procesos
competenciales, es necesario tener en cuenta la distribución institucional y territorial del poder
en el Estado. En especial, nos interesa lo relacionado con la distribución territorial del poder, es
decir, con nuestra forma de Estado; tema tan apasionante como también escasamente tratado.
Al respecto, nuestro Tribunal Constitucional ha definido a nuestra forma de Estado como
“unitaria y descentralizada”, sin embargo, no ha desarrollado suficientemente dicha afirmación y
la doctrina, por su parte, en muchas ocasiones solo se ha animado a reproducir las exiguas
expresiones del Tribunal.
Todos estos, pues, serán los temas que trataremos en el presente artículo. Según lo
ofrecido, empecemos por lo relacionado con el origen de la justicia constitucional y el rol de los
tribunales constitucionales como jueces de los conflictos de competencias.
Sobre esta base, con el paso del tiempo se ha puesto en evidencia que la existencia tanto
la Constitución federal estadounidense como del control de constitucionalidad en manos de la
Corte Suprema han servido para limitar posibles excesos de los estados federados. Esto, por
ejemplo, puede reconocerse fácilmente al revisar los principales leading cases del mencionado
país del norte: al hacerlo, se verificará que varias de las principales causas se refieren a
controversias entre individuos y estados federados, en los que la Corte Suprema no pocas
4
veces ha declarado la invalidez de la legislación estatal a la luz de la Constitución federal .
Como se ha reseñado bien (Lagi 2012: 276 y ss; Carpio 2015: 21 y ss.), aunque a Hans
Kelsen se le suele atribuir la genialidad de idear por primera vez un “tribunal constitucional”–y
hasta se la suele considerar como una pieza central de su teoría del Derecho– en realidad el
origen de esta institución se encuentra en otra parte y es respuesta a una necesidad más
concreta. Para empezar, fue pues Karl Renner, socialdemócrata y canciller de la república
austriaca (1919), quien le encargó al asesor Kelsen (y a otros especialistas) elaborar un
proyecto de “tribunal constitucional”, sobre la base de lo avanzado por el mismo Renner y lo
planteado antes ya por Jellinek.
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Los “estados federados” son los estados que conforman a los Estados Unidos, tales como actualmente son New York,
California, Texas o Nebraska. Como veremos luego, Estados Unidos es un “Estado federal” y está compuesto por
varios “estados federados” o simplemente “estados”.
4
A mayor abundamiento, esto ha ocurrido por ejemplo en los dos casos recientes más sonados: Whole Woman's
Health v. Hellerstedt (2016) en el que la Corte Suprema estadounidense declaró inconstitucional una regulación sobre
establecimientos de salud prevista por Texas que restringía irrazonablemente la posibilidad de abortar, y la Obergefell
v. Hodges (2015), en la que no solo declaró inconstitucional las prohibiciones al matrimonio igualitario (en el caso
concreto, existía legislación de Michigan, Kentucky, Ohio y Tennessee que señalaba que el matrimonio es únicamente
para la unión entre un hombre y una mujer), sino que se obliga a todos los estados federados a reconocer los
matrimonios civiles para las personas del mismo sexo.
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mencionado profesor había observado que el parlamento austriaco estaba compuesto por
representantes de múltiples nacionalidades y minorías lingüísticas en permanente pugna, lo
cual tendía al caos y a los excesos; asimismo, que existía deficiencias en la resolución de los
conflictos entre la legislación de los Länder y del Imperio (Reich). Precisamente, sobre la base
de una problemática similar, las primeras competencias que Kelsen y Renner previeron para
los tribunales constitucionales en los proyectos legislativos iniciales estaban encaminadas a
resolver tales problemas, sin que se vislumbrara aun la posteriormente famosa propuesta
kelseniana del tribunal como “legislador negativo”. Asimismo, solo muy posteriormente a la
mayoría de tribunales constitucionales del mundo se le encargará la tutela los derechos
fundamentales.
Siendo entonces este el origen de la justicia constitucional, es cierto también que los
conflictos que actualmente buscan resolverse a través del proceso competencial no se reducen
solo a los conflictos de competencias entre niveles de gobierno territorial (“conflictos de
competencia”), sino también a los que se originan entre los poderes o los organismos
constitucionales autónomos (“conflictos de atribuciones”), los cuales tienen una problemática
propia.
Por nuestra parte, si bien lo que señalemos al tratar el proceso competencial será de
aplicación a cualquiera de los mencionados tipos de conflicto (de competencia o de
atribuciones), en el presente artículo vamos a poner un especial énfasis en los conflictos
competenciales de carácter territorial. Como señalamos en la introducción, este supuesto de
conflicto nos parece especialmente interesante y retador, en la medida que implica entender
siquiera preliminarmente nuestra forma de Estado y nuestro complejo proceso de
descentralización, lo cual ha sido poco tratado en nuestro medio. A ello vamos a dedicar a
continuación.
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Se trata de modelos ideales o arquetípicos. Entre otros modelos conocidos en el Derecho Constitucional comparado
tenemos, por ejemplo, Estados integrados por comunidades autonómicas (España), por regiones (Italia), por cantones
(Suiza) y el caso especial del Reino Unido.
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El Estado regional, por su parte, suele concebirse como un modelo intermedio entre los
anteriores. En este existen márgenes importantes de autonomía a favor de subdivisiones
territoriales denominadas “regiones”, a las cuales se les ha trasladado competencias a
través de un proceso generalmente vertical, es decir, del “centro a la periferia”. Otro rasgo
–sin que exista uniformidad en el modelo– es que este traslado de competencias puede
haber sido paulatino o progresivo: por ello, puede ocurrir que no todas las regiones
cuentan con iguales funciones, competencias ni grados de autonomía. Adicionalmente,
tenemos que las regiones, a diferencia de lo que ocurre en un estado centralizado,
cuentan con órganos ejecutivos y legislativos propios.
Los Poderes del Estado y los Organismos Autónomos así como el Presupuesto de la
República se descentralizan de acuerdo a ley.”
6
A través de la Ley n.º 27680, “Ley de Reforma Constitucional del Capítulo XIV del Título IV, sobre Descentralización”,
publicada el 7 de marzo de 2002.
7
Ley n.º 27783, publicada el 20 de julio de 2002.
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El ámbito del nivel regional de gobierno son las regiones y departamentos. El ámbito
del nivel local de gobierno son las provincias, distritos y los centros poblados.”
La reforma constitucional busca, entonces, que nos convirtamos por fin en un Estado
descentralizado. Dicho propósito, reconociendo que provenimos de una tradición
centralista persistente en nuestra historia y arraigada en los operadores, constituye sin
duda un reto enorme por alcanzar; dicho cambio, prácticamente, “[e]s casi como volver a
nacer y de hecho no hay muchos ejemplos exitosos hacia dónde mirar” (Contreras 2002:
29).
Así, atendiendo a las modelos ideales de Estado a los que nos hemos referido antes,
nuestro modelo de “Estado unitario y descentralizado” se distinguiría del “Estado unitario”
a secas, en que en el primero no existen relaciones de dependencia o jerarquía entre el
gobierno central y los demás niveles de gobierno, ni los gobiernos regionales o locales
juegan un rol de meros receptores o aplicadores de las normas del gobierno nacional.
Antes bien, en el modelo unitario y descentralizado se encuentran garantizadas para los
gobiernos locales y regionales las autonomías administrativa, económica e incluso política.
Por otra parte, la diferencia del modelo “unitario y descentralizado” con el “Estado
federal” es más clara: en nuestro tipo de Estado, pese a existir autonomías regionales y
locales, existe un conjunto de competencias exclusivas y excluyentes a favor del gobierno
nacional, el cual se favorece además de la cláusula de residualidad: si una competencia
no ha sido atribuida a ningún nivel de gobierno, esta debe considerarse como atribuida al
gobierno nacional. Incluso más, al gobierno central le corresponde, en general, ejercer un
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rol conductor (“rol rector”) al definirse las políticas sectoriales y le toca procurar que los
objetivos nacionales sean alcanzados.
Al no ser jerárquicas, entonces, las relaciones entre los distintos niveles de gobierno,
estas se encuentran definidas más bien por sus competencias –que vienen establecidas
principalmente por la Constitución y las leyes orgánicas de desarrollo–, la cuales pueden
ser “competencias exclusivas” (cuando la competencia únicamente le corresponde a un
nivel de gobierno) o “competencias compartidas” (cuando la competencia y tareas conexas
son atribuidas a diferentes niveles de gobierno, por ende la coordinación y el recíproco
respeto son imprescindibles)8. Así visto, nuestra forma de Estado parece más bien una
variante del tipo de “Estado regional”.
Sin embargo, estas etapas solo sirvieron de modo referencial (sus plazos y contenidos
quedaron desfasados y fueron reformados varias veces (Azpur et al. 2006: 12); es más, “el
carácter consecutivo de las citadas etapas fue modificado, convirtiéndolas en paralelas y
ya no en etapas consecutivas”, Zas Friz 2010: 25), y los procesos de transferencia se
fueron llevando a cabo de manera desordenada, con apuros y retrocesos, lo que ha dado
8
Asimismo, la Ley de Bases de la Descentralización se refiere a “competencias delegables”, que son “aquellas que un
nivel de gobierno delega a otro de distinto nivel, de mutuo acuerdo y conforme al procedimiento establecido en la ley,
quedando el primero obligado a abstenerse de tomar decisiones sobre la materia o función delegada. La entidad que
delega mantiene la titularidad de la competencia, y la entidad que la recibe ejerce la misma durante el periodo de la
delegación” (artículo 13.3).
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En efecto, como explica Efraín Gonzales, desde 1990 “se ha dado un proceso de descentralización, con un hiato
ocurrido entre 1992 y 2001 a raíz del autogolpe Fujimorista de 1992, que redujo los niveles de gobierno contemplados
en la Constitución de 1979 de tres a dos, concentrando el 95% de las decisiones fiscales en el gobierno central. Al
retorno a la democracia en 2001, el nuevo gobierno reestableció los gobiernos regionales y se legisló sobre el
relanzamiento de la descentralización a partir de la nueva Constitución de 1993 y de la nueva ley de descentralización.
Este proceso reiniciado el 2003 es, hasta el momento, uno de los más prometedores de los últimos ochent a años…”
(Gonzales 2010).
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La segunda disposición transitoria de la Ley de Bases de la Descentralización preveía las siguientes etapas del
proceso de descentralización: etapa preparatoria (emisión de normas marco), primera etapa: Instalación y organización
de los gobiernos regionales y locales; segunda etapa: Consolidación del proceso de regionalización; tercera etapa:
Transferencia y recepción de competencias sectoriales; cuarta etapa: Transferencia y recepción de competencias
sectoriales en educación y salud.
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Así, en el estadio actual del proceso de descentralización aún continúan los procesos
de transferencias, y lo que corresponde garantizar no es solo el traslado de competencias
y presupuestos, sino sobre todo asegurar, sin apresuramientos que jueguen en sentido
contrario, que los gobiernos regionales y locales cuenten con las capacidades humanas e
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Formalmente ha habido un gran avance en la transferencia de competencias hacia las regiones (de hasta 92.8%)
(Presidencia del Consejo de Ministros 2016: 29). Sin embargo, el avance no ha sido el mismo con respecto de los
gobiernos locales, e incluso algunos avances han sido revertidos o desactivados (Congreso de la República 2016: 67-
68).
12
Con lo anotado, es claro que no se puede hacer referencia a etapas o fases bien definidas del proceso de
descentralización. No obstante ello, y solo con propósito explicativo, podemos señalar algunos conjuntos de tareas o
trechos ideales (superpuestos en la práctica): (1) de implementación (aprobación de la legislación marco, saneamiento
de límites territoriales, conformación de regiones a través de consulta); (2) de acreditación y transferencias (sistema de
acreditación para recibir competencias, transferencia progresiva de competencias, delimitación y ajuste de
competencias); (3) de robustecimiento del rol rector del gobierno central (delimitación del rol rector del gobierno
nacional, acompañamiento de los gobiernos regionales y locales, coordinación de políticas y gestión públicas) y (4) de
fortalecimiento de capacidades y consolidación del proceso (transferencia de las últimas competencias, consolidación
de capacidades humanas e institucionales, afinamiento de nociones o elementos clave del proceso, y descentralización
económica y fiscal).
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Para el caso específico de los conflictos entre niveles de gobierno territorial (central,
regional y local), la Ley de Bases de la Descentralización en su artículo 16 establece de
manera expresa que: “[l]os conflictos de competencia que se generen entre el gobierno
nacional y los gobiernos regionales o los gobiernos locales, y entre estos últimos en forma
indistinta, se resuelven ante el Tribunal Constitucional, de acuerdo a su Ley Orgánica”13. Si
bien la Ley de Bases hace referencia a la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, es en
realidad el Código Procesal Constitucional la norma que ha regulado con detalle las
exigencias y el procedimiento vinculados al proceso constitucional competencial, en sus
artículos de 109 al 113.
Señalamos antes que los conflictos por competencias pueden presentarse entre
poderes, órganos constitucionales y niveles de gobierno del Estado. El tratamiento de
estos conflictos y sus posibles soluciones variarán dependiendo del tipo de conflicto de
que se trate.
Al respecto, una primera distinción que vale la pena realizar es entre conflicto de
competencias y conflicto de atribuciones. Un conflicto de competencias ocurre cuando el
conflicto se produce entre diferentes niveles de gobierno: nacional, regional o local. Por
otra parte, los conflictos de atribuciones se producen por actuaciones que ocurren entre
poderes del Estado, entre estos con órganos constitucionales autónomos o entre órganos
13
De manera similar, el artículo 127 de la Ley Orgánica de Municipalidades, Ley n.º 27972, indica que: “Los conflictos
de competencia que surjan entre las municipalidades, sean distritales o provinciales, y entre ellas y los gobiernos
regionales o con organismos del gobierno nacional con rango constitucional son resueltos por el Tribunal Constitucional
de acuerdo a su ley orgánica”.
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constitucionales (en el Cuadro 1 puede apreciarse más específicamente entre qué sujetos
puede darse los conflictos). Como hemos señalado antes, aquí vamos a poner mayor
énfasis en los conflictos de competencias en sentido estricto.
Gobierno nacional
La Administración pública, más precisamente, las entidades del Poder Ejecutivo o el
Conflictos de competencias Gobierno Central
Gobiernos regionales
En este caso el conflicto se Gobiernos superpuestos los territorios antes denominados “departamentos” (y que
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produce entre niveles de hoy serían “regiones” ): Áncash, Apurímac, Arequipa, Ayacucho, Cajamarca, Callao,
gobierno territorial (gobiernos Cusco, Huancavelica, Huánuco, Ica, Junín, La Libertad, Lambayeque, Lima
nacional, regional o local) (departamento), Lima (provincia), Loreto, Madre de Dios, Moquegua, Pasco, Piura,
Puno, San Martín, Tacna, Tumbes y Ucayali
Gobiernos locales
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Municipalidades provinciales y distritales
Poderes del Estado
Congreso de la República
Poder Ejecutivo
Poder Judicial
Conflictos de atribuciones
Órganos constitucionales autónomos
Jurado Nacional de Elecciones
En este supuesto el este
Oficina Nacional de Procesos Electorales
supuesto el conflicto se produce
Registro Nacional de Identificación y Estado Civil
entre poderes del Estado u
Tribunal Constitucional
órganos constitucionales
Defensoría del Pueblo
autónomos
Ministerio Público
Consejo Nacional de la Magistratura
Superintendencia de Banca, Seguros y Aseguradoras de Fondos de Pensiones
Contraloría General de la República
Banco Central de Reserva
Elaboración propia
Precisado esto, corresponde señalar cuáles son los tipos de conflictos posibles,
atendiendo especialmente a lo dispuesto en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
Así, conforme a las resoluciones más recientes y completas (vide STC Exp. n.° 0001-
2010-PCC), los conflictos de competencia pueden ser:
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Inicialmente la idea era que las regiones se conformaran a partir de consultas ciudadanas que permitan el
agrupamiento de territorios departamentales en regiones. Sin embargo, es evidente “que el diseño legal original para la
regionalización (…) ha sido desplazado por la fuerza de los hechos. Del único proceso de referéndum realizado no
emanó ninguna región y luego del cual no ha habido ninguna iniciativa para un nuevo referéndum con ese propósito”
(Congreso de la República 2016: 53). Por ello, “por la fuerza de los hechos”, es que hoy se le llama regiones a los
departamentos.
15
La Ley Orgánica de Municipalidades hace referencia a otros tipos de municipalidades, pero estas o bien no son
autónomas, como el caso de las “municipalidades de centros poblados” (creadas por ordenanza de la municipalidad
provincial), o bien son tipos de municipalidades provinciales o distritales, como las “municipalidades ubicadas en zonas
rurales” y las “municipalidades de frontera”; siendo así, no pueden ser consideradas como sujetos entre los que puede
darse un conflicto de competencia.
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Los conflictos competenciales en sentido estricto solo pueden entablarse entre las
máximas instancias de los niveles de gobierno (nacional, regional y local: ver Cuadro 1) y
no con sus órganos o dependencias. Por ello, con respecto a la interposición de las
demandas de conflicto competencial, el Código Procesal Constitucional prescribe lo
siguiente:
procesos competenciales conflictos ocurridos entre órganos que forman parte de una
misma entidad o que tienen una relación de jerarquía entre sí.
Los conflictos pueden darse tanto por trasgresiones formales como por transgresiones
materiales de competencia. En cuanto a las primeras, estas hacen referencia a las fuentes
normativas y a los órganos que son competentes para regular o ejercer una competencia.
Según la jurisprudencia del Tribunal Constitucional (STC Exp. n.° 00017-2003-AI, f. j. 80;
STC Exp. n.° 0013-2003-AI, f. j. 21) en la Constitución pueden encontrarse algunos límites
formales cuya trasgresión implicaría una invasión formal de competencias; estas pueden
clasificarse en límites objetivos y subjetivos:
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Este proceso en realidad es bastante complejo, involucra la participación de actores técnicos y políticos, y debería
concluir con la emisión de leyes que establezcan una demarcación territorial, un saneamiento de límites o la creación
de una nueva circunscripción territorial.
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El Tribunal respaldó el “test” con la siguiente referencia: “Sobre éste, MUÑOZ MACHADO, Santiago. Derecho
Público de las Comunidades Autónomas. Madrid: Civitas, 1982. tom. I, pp. 318, ss.; PAREJO ALFONSO, Luciano. La
prevalencia estatal sobre el regional. Madrid, CEC, 1981, pp. 72, 73.” (sic)
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competencia. Así visto, a través suyo no podría obtenerse un resultado claro, es decir, no
se podría “determinar de manera correcta, qué competencia corresponde a cada órgano
constitucional”, como era su propósito inicial.
Más aun, por los principios que contiene, el test de competencia despliega su máxima
eficacia en los conflictos producidos entre el gobierno nacional y los gobiernos regionales
(si bien puede ser empleado en cualquier otro tipo de conflicto competencial).
c. Principio del efecto útil y poderes implícitos.- Este se entiende como que, cada vez
que una norma (constitucional o legal) confiere una competencia a los Gobiernos
Regionales, debe presumirse que ésta contiene normas implícitas de subcompetencia
para reglamentar la norma legal, sin las cuales el ejercicio de la competencia conferida
a los Gobiernos Regionales carecería de eficacia práctica o utilidad.
No obstante ello, lo cierto es que han existido diversos desarrollos del test de
competencia. En efecto: en un primer momento fue desarrollado ampliamente por la STC
Exp. n.° 0020-2005-PI y 0021-2005-PI (acumulados), y luego fue precisado o corregido en
sentencias como la STC Exp. n.° 00031-2005-AI o la STC Exp. n.° 00010-2008-PI.
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Por nuestra parte, entrando con mayor detalle en el contenido del test –y sin abusar de
la extensión de este trabajo– presentamos su contenido del siguiente modo:
(a) Principio de unidad.- Alude a que debe tomarse en consideración la forma unitaria y
descentralizada del Estado peruano. Conforme a ella, según vimos, los gobiernos
regionales y locales tienen autonomía administrativa, económica y política, pero esta
autonomía no puede contraponerse al principio de unidad del Estado. De esta manera, los
sub-ordenamientos no deben encontrarse en contraposición con el ordenamiento general,
que tiende a otorgar preeminencia a los intereses generales del Estado (Landa 2002: 155).
(b) Principio de competencia.- Se refiere a las materias asignadas a los diversos niveles
de gobierno y organismos constitucionales. Se encuentra compuesto por dos principios:
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El “bloque de constitucionalidad” (o, más propiamente, las “normas interpuestas”) en realidad hace referencia a las
normas con rango legal, diferentes a la Constitución, que sirven como parámetro para analizar la constitucionalidad de
otras leyes (cfr. Sosa 2015: 126 y ss). No es a esta idea a la que se refieren el test, sino más bien alude a un “bloque
competencial”, conjunto de normas de diferente grado (incluso podrían ser acuerdos entre gobiernos, en el caso de las
“competencias delegadas”) que debe tenerse en cuenta para determinar el reparto de competencias en el caso
concreto. Por cierto, en cualquier caso a este bloque o parámetro difícilmente se le puede calificar como “principio”.
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(c) Principio del efecto útil y poderes implícitos.- Cuando una norma (constitucional o
legal) confiere una competencia, debe entenderse que esta contiene además “normas
implícitas de subcompetencia” que permiten reglamentar la norma legal, pues sin ellas el
ejercicio de la competencia conferida carecería de eficacia práctica o utilidad. Así, este
principio permite flexibilizar la rigidez del principio de taxatividad, para no entorpecer el
proceso de descentralización, debiéndose considerar como otorgadas aquellas
competencias implícitas que resultan consustanciales al ejercicio de las previstas
expresamente (poderes implícitos), o que constituyan una directa manifestación y
exteriorización de los principios que rigen a los gobiernos local y regional dentro de un
Estado unitario y descentralizado.
CONCLUSIONES
Sobre lo primero, hemos resaltado un asunto que ha ido quedando en el olvido: que los
modelos canónicos de control constitucional (modelos estadunidense y austriaco) surgieron
inicialmente con el afán de afirmar la unidad política del Estado, y de encarar los conflictos que
surgían entre el gobierno federal y los estados federados. Será después que a las altas cortes
constitucionales se les atribuye las funciones de controlar la constitucionalidad de la legislación
nacional y de tutelar los derechos fundamentales.
Asimismo, nos hemos referido a la forma de Estado peruano, que ha sido definida por
nuestro Tribunal Constitucional como “Estado unitario y descentralizado”. Hemos explicado las
diferencias de nuestro modelo en comparación con los modelos ideales o arquetípicos de forma
de Estado (“Estado unitario” y “Estado federal”), y constatamos que nuestra forma de Estado se
parece más a la de un “Estado regional”. Pusimos, además, énfasis en un asunto clave y
distintivo de nuestra forma de Estado: el proceso de descentralización. La complejidad de este
proceso, problemas y ritmo de avances no puede dejar de tenerse en cuenta al conocer
nuestro modelo, y al resolver conflictos de competencia entre niveles de gobierno territorial.
También nos hemos referido a la tipología de los conflictos de competencia y a los sujetos
entre los que procesalmente puede entablarse este tipo de controversias, asunto complejo que
ha sido precisado por la legislación de desarrollo y por la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional. Por último, nos detuvimos a analizar el denominado “test de competencia”,
criterio que el Tribunal ha ido consolidando en su jurisprudencia como herramienta para
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Puede revisarse un listado con legislación referencial sobre el proceso de descentralización en: Congreso de la
República 2016: 139-142.
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Avanzada, Revista de Derecho y Ciencia Política, N° 8, 2016
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