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Illari Alderete Cruz

Taller de Narrativa para Principiantes


Tarea 6
17 de abril de 2019

Rompiendo con la cotidianidad

Era la madrugada del 3 de junio, a punto de que dieran las 5 de la mañana, la ciudad apenas
comenzaba a despertarse, los primeros gorriones y estornios comenzaban a cantar
anunciando el preludio del amanecer, en algunos lugares se llegaba a percibir el agudo cantar
de los gallos, mientras los primeros habitantes iban por las calles presurosos para llegar a
tiempo a sus trabajos en la Capital.
Cuando de pronto, los edificios empezaron a agitarse, algunos perdieron las cornisas,
otro ventanales enteros. Los más afortunados sólo tuvieron en su interior caídas de cuadros,
recuerdos, fotos familiares, santos y todo lo que no estuviera bien fijo a la pared, mientras
alrededor se escuchaba gente orando, hincándose ante el estruendo de las paredes, algunos lo
lograban y otros caían en el intento. Algunos más, que en realidad eran los menos, salieron
de las casas, de los incipientes edificios y observaron cómo la naturaleza destruía los
nacientes edificios, las modernas construcciones que habían llegado con la promesa del
progreso. Cañerías que tronaban al paso del movimiento telúrico, muros con grietas, autos
destruidos por las piedras que caían alrededor y las miradas atónitas ante la posibilidad de la
muerte. El movimiento fue fugaz pero rotundo. Los minutos pasaron como si llevaran la
eternidad consigo. El origen fue en Colima y Jalisco y nadie en ese momento imaginó que
apenas era el comienzo de algo más grande. En la Capital el terremoto de 8.2, según el
Sismológico Nacional, no dejó más que edificios maltrechos. En Manzanillo fue devastador;
más de 400 muertos y con ellos la esperanza fijada en el progreso. El 3 de junio fue un día
aterrador para todos que dio pie a las réplicas del 18 y 22 de junio, éste último resultó,
además, en un catastrófico Tsunami que alcanzó cerca de los 10 m y destruyó un tramo de
25 km de costa, matando al menos a 75 personas en Cuyutlán, Colima.
Luego del 3 de junio, las noticias eran escasas y pasada una semana, los capitalinos
ignotos ante lo que se avecinaba, continuaron con sus vidas pues en México los daños habían
sido mínimos, como arañasos al creciente progreso, los 400 muertos eran como extranjeros
de su propia tierra, habían muerto en un pueblucho de las afueras. El 5 de junio, dos hombres,
que se identificaron como trabajadores del Observatorio de Tacubaya, se presentaron ante el
Jefe de Departamento Militar en Iztapalapa para informarle que ese día se esperaba un evento
de magnitudes alarmantes y que debían resguardar a los pobladores. La voz se corrió rápido
y en menos de 60 minutos, los habitantes de Iztapalapa se encontraban con todo y cama, fuera
de sus casas…los habitantes se despertaron consternados al haber experimentado el sueño al
aire libre con todo y camas, el creador de la exposición Todo lo que está a mi lado inaugurada
el 2018, en un futuro para todos inconcebible, habría deseado ser dueño de esa obra que
conjugó espontaneidad con la sensibilidad al entorno, pues ninguno de los habitantes de
Iztapalapa pudo no poner atención a su alrededor.

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