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Tiempo de Dragones (La Profecia) - Liliana Bodoc PDF
Tiempo de Dragones (La Profecia) - Liliana Bodoc PDF
Tiempo de
dragones. La
profecía
imperfecta
ePub r1.0
turolero 11.10.15
Título original: Tiempo de dragones. La
profecía imperfecta
Liliana Bodoc, 2015
La profecía
MÉREC, AÑOS 965 A 980
DEL CALENDARIO QUINTO
La sangre
TERENTIGANI, AÑOS 920 A 935
DEL CALENDARIO QUINTO
Oh, Sabiduría.
Déjame sin padres, déjame sin hijos.
Déjame sin gloria, sin honor…
Oh, Sabiduría.
Déjame sin padres, déjame sin hijos.
Déjame sin gloria, sin honor,
sin posición, sin ira,
sin otoño, ni invierno.
Todo eso
con tal de que no me abandones.
—¡Cadú!
—¡Cadú, pequeña, responde!
—¡Cadú!
Hombres y mujeres de las cuevas
habían salido en busca de la niña. Al
principio todos pensaron que, tras el
enojo de su madre, se había ocultado en
cualquier recoveco de las piedras. Pero
las horas iban hacia el crepúsculo y la
niña seguía sin aparecer.
—¡Cadú!
Repartidos en tres grupos, los
Tzarús se abrieron por aquel territorio
escarpado, un paisaje de cuevas y
abismos donde perderse era lo más
seguro. Fara se había refugiado en su
cueva. Atenazada por la vergüenza y la
desesperación, la joven madre no
lograba dar la cara y tomar su lugar
entre quienes buscaban. A veces
escuchaba pasos, voces, y se
esperanzaba… Seguramente la habían
encontrado. Luego la realidad volvía a
desmoronarse sobre ella.
—¡Cadú!
—¡Cadú, responde!
Cadú no aparecía y la búsqueda se
volvía cada vez más incierta en aquel
territorio montañoso. La luz del sol
empezaba a declinar cuando los Tzarús
escucharon una manada de lobos.
—¡Cadú!
—¡Cadú, pequeña!
Los más jóvenes corrieron hacia el
sitio que indicaban los aullidos para ver
solamente el final del festín, los hocicos
ensangrentados de los comensales.
Quienes lograron librarse de sus almas
por un momento envolvieron en una
mantilla lo poco que quedaba de la niña.
El sitio
MÉREC, AÑOS 935 A 958
DEL CALENDARIO QUINTO
Madrecita,
si tu niño que recién ha nacido
gruñe con dulzor
es porque un cachorro de jaguar
nació en el mismo instante.
Entonces, madrecita, tu niño es
precioso.
Y debes amarlo doblemente.
y hacerlo guerrero de la Nación
arayé.
La gura sonrió.
—Me gustaría hablar contigo pero la
guerra no me da tiempo. Seré generosa.
Tienes lo que queda de este día para
decidir si me entregas el bolso de panza.
O si ves a tus hombres caer por nuestras
estacas, uno por uno. Serás el último.
—Le das un breve plazo a este
hombre —dijo el hechicero—.
Permíteme orar a mis dioses, hablar con
ellos y preguntarles.
—Puedes hacerlo —luego Mare
Limba salió a ordenarles a sus soldados
—. Dejen que hable con sus dioses antes
de amarrarlo.
Ya junto al resto de los prisioneros
arayés donde pasarían la noche a la
intemperie rodeados de guardias, el
ejecutante cantó como el pájaro de la
guerra. Aguardó. Volvió a cantar. Y
aguardó hasta que otro pájaro respondió
desde la maleza.
«Ahí tienes a tu dios pajarito», se
rieron los soldados.
«Te está respondiendo», dijeron.
El hechicero alzó la voz y habló
largamente en su lengua.
—¿Escucharon tus dioses? —
preguntó uno de los guardias.
—Espero que lo hayan hecho —
respondió Tucán.
El Elegido
MÉREC, AÑOS 963 A 965
DEL CALENDARIO QUINTO