El vocablo “comunidad” tiene su origen en el término latino communitas. El
concepto hace referencia a la característica de común, por lo que permite definir a diversas clases de conjuntos: de los individuos que forman parte de este pueblo, región o nación; de las naciones que están enlazadas por acuerdos políticos y económicos (como la comunidad europea o el Mercosur); o de personas vinculadas por intereses comunes (como ocurre en la comunidad católica). Puede decirse que una comunidad es un grupo de seres humanos que comparten elementos en común, como idioma, costumbres, ubicación geográfica, visión del mundo o valores, por ejemplo. Dentro de una comunidad se suele crear una identidad común mediante la diferenciación de otros grupos. Gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías y de internet, se han formado lo que se conoce como comunidades virtuales. Las redes sociales, los foros, los sistemas de mensajería instantánea y los blogs son sitios que permiten la creación de este tipo de comunidades. Según Maritza montero una comunidad es un conjunto de individuos que se encuentran constantemente en transformación y desarrollo y que tienen una relación de pertenencia entre sí con una con una identidad social y una conciencia de comunidad que lo llevan a preocuparse por el resto de los que forman de aquel grupo. otros especialistas en esta área que han definido el término con sarason y McMillan y Chavis. Sarason opina que el sentido de comunidad implica una cercanía y una empatía con el otro, la sensación de formar parte de un todo; McMillan y Chavis afirman esto, pero agregan que este sentimiento de pertenencia puede desarrollarse sólo si existe una necesidad. ahora poseemos a los cuatro elementos necesarios para que exista una comunidad: membresía (hace referencia a la historia, los símbolos y la identidad de la comunidad y los derechos y deberes, entre los elementos), influencia (tiene que ver con la capacidad para la inducción a realizar una determinada acción conjunta). todos unidos, permite crear lazos emocionales firmes y brindarse contención, afecto y seguridad entre todos. a luz de la escritura vemos claro que Dios crea el mundo y al hombre por un acto de amor excelente y gratuito. Dios interviene directamente en el hombre para que el hombre exista. en el encuentro con la libertad religiosa con la comunidad hispana y otros inmigrantes, que tuvo lugar en la tarde del sábado 26 en el simbólico Independence Mall, “el lugar de nacimiento de los Estados Unidos de América” donde fueron proclamadas, por primera vez, las libertades que definen a los estadounidenses, el Papa reflexiono sobre el derecho a la libertad religiosa. derecho fundamental que da forma a nuestro modo de interactuar social y personalmente con nuestros vecinos, que tienen creencias religiosas distintas a la nuestra, dijo Francisco, pronunciándose a favor del “ideal del diálogo interreligioso, donde todos los hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas pueden dialogar sin pelearse”. Bergoglio también afirmó que “el hecho religioso, la dimensión religiosa, no es una subcultura, es parte de la cultura de cualquier pueblo y de cualquier nación”, y resaltó que las tradiciones religiosas, con sus riquezas, ofrecen “sentido y dirección” porque “en el corazón de su misión espiritual está la proclamación de la verdad y la dignidad de la persona humana y de todos los derechos humanos”. la libertad religiosa, sin duda, comporta el derecho de adorar a Dios, individualmente y en comunidad, de acuerdo con la propia conciencia. pero, por otro lado, la libertad religiosa, por su naturaleza, trasciende los lugares de culto y la esfera privada de los individuos y las familias, porque el hecho religioso, la dimensión religiosa, no es una subcultura, es parte de la cultura de cualquier pueblo y de cualquier nación. Nuestras distintas tradiciones religiosas sirven a la sociedad sobre todo por el mensaje que proclaman. ellas llaman a los individuos y a las comunidades a adorar a Dios, fuente de vida, de la libertad y de la felicidad. nos recuerdan la dimensión trascendente de la existencia humana y de nuestra libertad irreductible frente a la pretensión de cualquier poder absoluto. necesitamos acercarnos a la historia -nos hace bien acercarnos a la historia-, especialmente a la historia del siglo pasado, para ver las atrocidades preparadas por los sistemas que pretendían construir algún tipo de paraíso terrenal. Nuestras ricas tradiciones religiosas buscan ofrecer sentido y dirección, (tiene una fuerza motivadora que abre siempre nuevos horizontes, estimula el pensamiento, amplia la mente y la sensibilidad) (evangelii gaudium,256) La persona es un ser social por naturaleza. Nace arropada en el seno familiar y crece con el apoyo de su comunidad natural. Donde exista una sociedad rica en opciones, tiene la oportunidad de hacer valer su imaginación y talento y alcanzar metas ambiciosas. Donde reine la penuria y desigualdad, su horizonte es limitado. La extensión y riqueza del entramado social, palia y reduce las desigualdades de origen, haciendo posible la “igualdad de oportunidades”. Conseguir una sociedad rica en opciones, que trabaje por la igualdad de oportunidades, es crear las condiciones esenciales para su desarrollo equilibrado y armónico. Cuando hablamos de “sociedad” tenemos que plantearnos el concepto de “círculos de solidaridad”. Desde el nivel familiar, donde la solidaridad es total, hasta el ámbito universal, los sentimientos comunitarios son de diferente intensidad. Con la lejanía se diluyen. La nueva organización internacional exige ampliar el círculo solidario. El sentimiento de pertenencia a la “familia humana” y el trabajo por la creación de opciones para todos, es una exigencia de convivencia universal. Pasar del “yo” al “nosotros”, entendiendo como tales a todos los seres humanos, es una evolución necesaria a la interdependencia. Frente a ese loable deseo se impone la realidad, que nos obliga a garantizar la propia subsistencia. El trabajo y la competitividad son la base para sobrevivir en el complicado entramado económico creado. Todos somos deudores de todos y tenemos que trabajar por el desarrollo social, mejorando las expectativas de las futuras generaciones, pero también, garantizando la propia subsistencia. Hay pues dos ámbitos de actuación: el privativo y el comunitario. El privativo se rige por las leyes de la competencia y su norma sagrada es la competitividad. El comunitario se rige por las leyes de la cooperación y su norma es la solidaridad. La persona tiene una doble exigencia: la consecución del bienestar personal y la solidaridad con su entorno. A la vez que cubre sus necesidades, la consecución de una sociedad rica en opciones para todos, justa y solidaria es un deber y exigencia social. El equilibrio entre ambos conceptos mide nuestro grado de conciencia social. En los países se produce también esta doble exigencia. La consecución de una protección interna, muchas veces está reñida con las exigencias de la justicia, condenando a otros países a la penuria. Las leyes de la competencia y del libre mercado están dictadas por los poderosos en detrimento de los países pobres. Las normas de la competitividad generan desarrollo, pero también “bolsas de exclusión” y subdesarrollo. La sacralización del concepto de competitividad ha impregnado todas las organizaciones. El individualismo y la competitividad son la norma. Hasta el ámbito público, que por naturaleza es comunitario, se convierte en espacio competitivo por la pugna entre partidos. Donde debe reinar la cooperación se impone la competencia estéril. Es preciso reivindicar el concepto de “espacios comunitarios”, en los que se contemple la consecución de unas sociedades ricas en opciones, dando pasos hacia una verdadera “igualdad de oportunidades”, en la educación, el trabajo o la salud y con carácter universal. El nivel económico global alcanzado permite la extensión de estos principios. La cooperación debe formar parte de nuestra cultura y abrirse camino en el entramado competitivo, creando espacios comunitarios de humanidad. Arizmendiarrieta se esforzó en la consecución de entornos comunitarios, luchando por la igualdad de oportunidades. Inculcó la necesidad de alcanzar una sociedad más justa y solidaria mediante la cooperación, modificando la “escala de valores” de las personas, priorizando lo comunitario, a la vez que se perseguía una vida digna a nivel individual. “Trabajar por una sociedad rica en opciones y no por ricos en una sociedad pobre” decía Arizmendiarrieta.