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NOMBRE: JUAN ESTIVEN GIRALDO JARAMILLO GRADO: 8°D

El vocablo “comunidad” tiene su origen en el término latino communitas. El


concepto hace referencia a la característica de común, por lo que permite definir a
diversas clases de conjuntos: de los individuos que forman parte de este pueblo,
región o nación; de las naciones que están enlazadas por acuerdos políticos y
económicos (como la comunidad europea o el Mercosur); o de personas
vinculadas por intereses comunes (como ocurre en la comunidad católica).
Puede decirse que una comunidad es un grupo de seres humanos que comparten
elementos en común, como idioma, costumbres, ubicación geográfica, visión del
mundo o valores, por ejemplo. Dentro de una comunidad se suele crear una
identidad común mediante la diferenciación de otros grupos.
Gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías y de internet, se han formado lo que
se conoce como comunidades virtuales. Las redes sociales, los foros, los sistemas
de mensajería instantánea y los blogs son sitios que permiten la creación de este
tipo de comunidades.
Según Maritza montero una comunidad es un conjunto de individuos que se
encuentran constantemente en transformación y desarrollo y que tienen una
relación de pertenencia entre sí con una con una identidad social y una conciencia
de comunidad que lo llevan a preocuparse por el resto de los que forman de aquel
grupo.
otros especialistas en esta área que han definido el término con sarason y McMillan
y Chavis. Sarason opina que el sentido de comunidad implica una cercanía y una
empatía con el otro, la sensación de formar parte de un todo; McMillan y Chavis
afirman esto, pero agregan que este sentimiento de pertenencia puede
desarrollarse sólo si existe una necesidad.
ahora poseemos a los cuatro elementos necesarios para que exista una comunidad:
membresía (hace referencia a la historia, los símbolos y la identidad de la
comunidad y los derechos y deberes, entre los elementos), influencia (tiene que ver
con la capacidad para la inducción a realizar una determinada acción conjunta).
todos unidos, permite crear lazos emocionales firmes y brindarse contención, afecto
y seguridad entre todos.
a luz de la escritura vemos claro que Dios crea el mundo y al hombre por un acto
de amor excelente y gratuito. Dios interviene directamente en el hombre para que
el hombre exista.
en el encuentro con la libertad religiosa con la comunidad hispana y otros
inmigrantes, que tuvo lugar en la tarde del sábado 26 en el simbólico
Independence Mall, “el lugar de nacimiento de los Estados Unidos de América”
donde fueron proclamadas, por primera vez, las libertades que definen a los
estadounidenses, el Papa reflexiono sobre el derecho a la libertad religiosa.
derecho fundamental que da forma a nuestro modo de interactuar social y
personalmente con nuestros vecinos, que tienen creencias religiosas distintas a la
nuestra, dijo Francisco, pronunciándose a favor del “ideal del diálogo interreligioso,
donde todos los hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas pueden
dialogar sin pelearse”.
Bergoglio también afirmó que “el hecho religioso, la dimensión religiosa, no es una
subcultura, es parte de la cultura de cualquier pueblo y de cualquier nación”, y
resaltó que las tradiciones religiosas, con sus riquezas, ofrecen “sentido y
dirección” porque “en el corazón de su misión espiritual está la proclamación de la
verdad y la dignidad de la persona humana y de todos los derechos humanos”.
la libertad religiosa, sin duda, comporta el derecho de adorar a Dios,
individualmente y en comunidad, de acuerdo con la propia conciencia. pero, por
otro lado, la libertad religiosa, por su naturaleza, trasciende los lugares de culto y
la esfera privada de los individuos y las familias, porque el hecho religioso, la
dimensión religiosa, no es una subcultura, es parte de la cultura de cualquier
pueblo y de cualquier nación.
Nuestras distintas tradiciones religiosas sirven a la sociedad sobre todo por el
mensaje que proclaman. ellas llaman a los individuos y a las comunidades a
adorar a Dios, fuente de vida, de la libertad y de la felicidad. nos recuerdan la
dimensión trascendente de la existencia humana y de nuestra libertad irreductible
frente a la pretensión de cualquier poder absoluto. necesitamos acercarnos a la
historia -nos hace bien acercarnos a la historia-, especialmente a la historia del
siglo pasado, para ver las atrocidades preparadas por los sistemas que pretendían
construir algún tipo de paraíso terrenal.
Nuestras ricas tradiciones religiosas buscan ofrecer sentido y dirección, (tiene una
fuerza motivadora que abre siempre nuevos horizontes, estimula el pensamiento,
amplia la mente y la sensibilidad) (evangelii gaudium,256)
La persona es un ser social por naturaleza. Nace arropada en el seno familiar y
crece con el apoyo de su comunidad natural. Donde exista una sociedad rica en
opciones, tiene la oportunidad de hacer valer su imaginación y talento y alcanzar
metas ambiciosas. Donde reine la penuria y desigualdad, su horizonte es limitado.
La extensión y riqueza del entramado social, palia y reduce las desigualdades de
origen, haciendo posible la “igualdad de oportunidades”.
Conseguir una sociedad rica en opciones, que trabaje por la igualdad de
oportunidades, es crear las condiciones esenciales para su desarrollo equilibrado
y armónico.
Cuando hablamos de “sociedad” tenemos que plantearnos el concepto de
“círculos de solidaridad”. Desde el nivel familiar, donde la solidaridad es total,
hasta el ámbito universal, los sentimientos comunitarios son de diferente
intensidad. Con la lejanía se diluyen. La nueva organización internacional exige
ampliar el círculo solidario.
El sentimiento de pertenencia a la “familia humana” y el trabajo por la creación de
opciones para todos, es una exigencia de convivencia universal. Pasar del “yo” al
“nosotros”, entendiendo como tales a todos los seres humanos, es una evolución
necesaria a la interdependencia.
Frente a ese loable deseo se impone la realidad, que nos obliga a garantizar la
propia subsistencia. El trabajo y la competitividad son la base para sobrevivir en el
complicado entramado económico creado. Todos somos deudores de todos y
tenemos que trabajar por el desarrollo social, mejorando las expectativas de las
futuras generaciones, pero también, garantizando la propia subsistencia.
Hay pues dos ámbitos de actuación: el privativo y el comunitario. El privativo se
rige por las leyes de la competencia y su norma sagrada es la competitividad. El
comunitario se rige por las leyes de la cooperación y su norma es la solidaridad.
La persona tiene una doble exigencia: la consecución del bienestar personal y la
solidaridad con su entorno. A la vez que cubre sus necesidades, la consecución
de una sociedad rica en opciones para todos, justa y solidaria es un deber y
exigencia social. El equilibrio entre ambos conceptos mide nuestro grado de
conciencia social.
En los países se produce también esta doble exigencia. La consecución de una
protección interna, muchas veces está reñida con las exigencias de la justicia,
condenando a otros países a la penuria. Las leyes de la competencia y del libre
mercado están dictadas por los poderosos en detrimento de los países pobres.
Las normas de la competitividad generan desarrollo, pero también “bolsas de
exclusión” y subdesarrollo.
La sacralización del concepto de competitividad ha impregnado todas las
organizaciones. El individualismo y la competitividad son la norma. Hasta el ámbito
público, que por naturaleza es comunitario, se convierte en espacio competitivo
por la pugna entre partidos. Donde debe reinar la cooperación se impone la
competencia estéril.
Es preciso reivindicar el concepto de “espacios comunitarios”, en los que se
contemple la consecución de unas sociedades ricas en opciones, dando pasos
hacia una verdadera “igualdad de oportunidades”, en la educación, el trabajo o la
salud y con carácter universal. El nivel económico global alcanzado permite la
extensión de estos principios.
La cooperación debe formar parte de nuestra cultura y abrirse camino en el
entramado competitivo, creando espacios comunitarios de humanidad.
Arizmendiarrieta se esforzó en la consecución de entornos comunitarios, luchando
por la igualdad de oportunidades. Inculcó la necesidad de alcanzar una sociedad
más justa y solidaria mediante la cooperación, modificando la “escala de valores”
de las personas, priorizando lo comunitario, a la vez que se perseguía una vida
digna a nivel individual.
“Trabajar por una sociedad rica en opciones y no por ricos en una sociedad pobre”
decía Arizmendiarrieta.

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