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Móviles de la expansión:

Existía la tecnología en el siglo XIV, pero debían existir las motivaciones para la expansión.

-Ptolomeo impugnó el cálculo de la circunferencia del globo hecho por Eratóstenes, sustituyéndolo por el
suyo, que era alrededor de un sexto menos del cálculo verdadero.

- A principios del siglo XV, el navegante carecía de medios para encontrar su posición una vez que perdía de
vista la tierra y, por consiguiente tenía cuidado en general de no alejarse de ella. A fines de siglo, un navegante
inteligente y preparado disponía de diversos métodos para hallar su latitud. No tenía medio alguno de hallar
su longitud.

-Brújula, daba al navegante su dirección para gobernar el buque.

- Para la navegación celeste el requisito principal era un instrumento para medir la altura de los cuerpos
celestes. La ballestilla, luego perfeccionada, fue un instrumento del siglo XVI; el instrumento común del siglo
XV fue el astrolabio.

- Fines del siglo XV, cartógrafos portugueses agregaron a sus cartas un meridiano con indicación de grados de
latitud.

-Los marinos árabes navegaban normalmente orientándose por las estrellas.

- Siglo XV las mercaderías de Europa eran transportadas en galeras. Estas eran inapropiadas para la
exploración.

- Las gavias, principales velas impulsoras de todos los grandes buques en los años posteriores, fueron
introducidas después de 1400.

-El barco de aparejo de cruz no jugó un papel importante en los primeros descubrimientos. Los portugueses
prefirieron, tomándola prestada, la carabela de vela latina.

-La vela latina es la contribución especial de los árabes

-La carabela se desarrolló constantemente a lo largo del siglo XV, a medida que los largos viajes de exploración
mostraban sus defectos.

- Hacia fines del siglo XV, los diseñadores de barcos de Portugal y España encontraron una solución al
combinar en una nave las ventajas del aparejo de cruz europeo con las del latino oriental. Esta nave fue la
carabela redonda de aparejo de cruz, empleada en la mayor parte de los viajes de descubrimiento de fines del
siglo XV y principios del XVI. (“Europa y la expansión del mundo”. Parry)

-El interés de la época en la expansión marítima estaba estrechamente vinculado con el interés comercial.

Rol de la Corona:

- Los reyes no pusieron más que papeles y palabras


- Sin embargo ni la conquista, ni la colonización fueron empresas privadas. Siempre estuvieron
articuladas dentro del Estado y dirigidos por él.
- Los jefes de expediciones siempre son depositarios de la autoridad del rey.
- El territorio de la Indias pertenecía a la corona española, por lo tanto nadie podía realizar acciones sin
su expresa autorización.
- CAPITULACIONES: La relación entre la Corona española y el individuo que quisiese participar en una
empresa de Indias, se efectuó mediante la capitulación. Este es un documento público de naturaleza
contractual en la cual, por un lado, la corona autoriza y estipula su participación en los beneficios y por
otra parte, el conquistador se compromete a costear su empresa.
El rey envía en cada expedición un veedor o agente para fiscalizar todo cuanto de valor se recoge o se
obtiene por rescate o trueque con los indígenas; de esta forma, se puedo conocer con exactitud la
parte que el rey se reserva de las ganancias líquidas de la empresa, que se especifica en la capitulación
y oscila, según los casos, entre un cuarto y un décimo de los beneficios. El jefe de la expedición,
mientras ésta se desarrolla, ostenta el título de capitán, capitán principal o capitán mayor del rey,
actuando pues como funcionario público; de tal modo, al rey corresponderá la soberanía de las tierras
descubiertas, sin que ningún descubridor pueda discutírsela ni pueda aspirar a limitarla alegando
derechos señoriales de ningún tipo.
- PATRONATO: El papa delega en los reyes españoles amplias potestades para administrar la iglesia y la
evangelización de las Indias. Estrecha relación Estado- Iglesia.
- EL REQUERIMIENTO: Documento leído a los indígenas que autorizaba por mandato divino la conquista
de la tierra y sometimiento de aquellos pueblos que se negaran a ser evangelizados. Solicitaban
sumisión y obediencia. Mecanismo para legitimar la “guerra justa”.
- EVANGELIZACIÓN: Los españoles fueron percibidos por los indios dentro de una cosmovisión que
auguraban, nuevos dioses y calamidades. Esto facilitó la entrada de los conquistadores.

-Colón puso sus habilidades náuticas al servicio del capitalismo europeo, que por entonces aún se encontraba
en su fase comercial, pero ya bastante bien equipado para desarrollarse y aprovechar el descubrimiento de
América.

-Si Colón buscó oro, esclavos y otros bienes tropicales, fue porque comprendió que el comercio era necesario
para sostener la colonización.

-Colón se opuso resueltamente a la opinión de los expertos de la época y ahondó en un cuerpo heterogéneo
de textos, algunos geográficos, otros bíblicos, para argüir que el mundo era mucho más pequeño de lo que
decían los cálculos de Ptolomeo, con la consecuencia de que España estaba mucho más cerca de Asia de lo
que comúnmente se suponía.

-El propósito de Colón era llegar a Catay y al Gran Khan. Era la conversión del Gran Khan al cristianismo,
seguida por una alianza contra el Islam, preludio, esperaba él, de la reconquista de Jerusalén por los Reyes
Católicos. Colón se consideraba el instrumento de la Divina Providencia elegido para poner en marcha los
hechos que iniciarían la última época de la historia del mundo, época que empezaría antes de la Segunda
Venida de Cristo y el Juicio Final-

- En España, la emoción generada por la final Reconquista de Granada de 1492, seguida por la expulsión de
los moros y los judíos, encontró expresión en el elogio patriótico y religioso de los Reyes Católicos como
instrumentos preferidos por la Providencia, sentimientos expresados tanto en la corte como en los círculos
eclesiásticos.

- Fue precisamente ese sentido de un designio providencial de la elección el que impidió a Colón a reconocer
que había descubierto un nuevo mundo.

-El año 1492 fue clave para España, año de guerra y exploración, lleno de euforia patrióta. Si el
descubrimiento de una ruta a través del Atlántico abría el camino a los asentamientos de ultramar, la caída de
Granada marcó la culminación de una lucha, vieja ya de siglos, por reconquistar la península a la dominación
musulmana. Ambos trascendentales acontecimientos brotaron de la unión de las coronas de Castilla y de
Aragón en 1474, pues fueron los recursos sumados y la fuerza política de los Reyes Católicos, Isabel y
Fernando, los que permitieron a los españoles sostener una campaña de 10 años contra el reino moro, y luego
financiar la expedición de Colon al Caribe. Fue la victoria sobre el Islam la que causó mayor júbilo,
especialmente porque la partida del rey moro con su nobleza fue acompañada por la expulsión de todos los
judíos profesos de España.

.-Los conquistadores de América trataron de emular la verba audaz y realista de El Cid, intentando conquistar
para sí mismos honores y nobleza en las tierras que arrebataron.

(“ Orbe indiano” I Un nuevo mundo. Blading)

PERFIL DE LOS CONQUISTADORES:

-Baja nobleza, hidalgos, militares y marinos

-Pobre instrucción

-Modesta condición económica

- Predominio de hombres solteros

- Mayoría del sur español ( Andalucía, Badajoz, etc)

- En mayo de 1493 el papa Alejandro dictó las bulas inter coetera: la demarcación de las tierras
descubiertas por Castilla y Portugal debía corresponder a la línea del meridiano situado a 100 leguas al
occidente de las Azores y del Cabo Verde. Un año después, el tratado de Tordesillas entre España y
Portugal ratificaba las bulas pontificias.
- - El señuelo del oro, por poderoso que fuera, no era la única motivación de esos oscuros hidalgos. Allá,
del otro lado del Atlántico, una nueva conquista los agrandaba y gracias a ella, la posibilidad de
elevarse a un rango de igualdad con los más grandes nombres de España.
- ( “Historia del nuevo mundo”- Gruzinski)
- FEUDALISMO TARDÍO Y DEPENDIENTE: en la expresión propuesta, “feudalismo” subraya el vínculo
con la metrópoli y la reproducción tendencial de las características esenciales de la larga Edad Media
europea. “TARDÍO” indica que el feudalismo que se implanta en el Nuevo Mundo corresponde a la
última fase de ésta, siendo el “Imperialismo español la etapa suprema del feudalismo”. En el caso del
mundo colonial, este carácter tardío se manifiesta especialmente por la imposibilidad, para los
conquistadores de realizar plenamente su sueño de señorío y por la instauración de un equilibrio
entre los dominantes laicos y la monarquía.
- En el feudalismo dependiente es posible observar la explotación de los recursos naturales de las
colonias y su transferencia masiva hacia el centro. Pero tales materias no están destinadas
esencialmente a alimentar las actividades productivas de la metrópoli, puesto que esta sigue dominada
por una lógica feudal. La corona española antes que nada se preocupa por utilizar los ingresos de las
Indias para cubrir sus considerables gastos militares y suntuarios.

-Lo que reciben es la ENCOMIENDA, mediante la cual la corona coloca bajo su control a la población
indígena de un territorio dado, y les otorga el derecho de exigir de ésta un tributo en productos y en
trabajo. La encomienda no está fundad en la propiedad territorial, sino en un derecho tributario que
pesa sobre la población indígena. Se le reconoce a los encomenderos un poder sobre los hombres que
están bajo su protección. Su misión consiste en cuidar de ellos, de asegurar el respeto del orden y la
difusión de la fe.

-Los encomenderos no tienen la posibilidad de reproducir la fusión del poder sobre los hombres y el poder
sobre las tierras que constituye el meollo del dominium feudal.

-Cuando la obligación del trabajo que se debe a los encomenderos es impugnada por la corona en el curso del
siglo XIV, el sistema del REPARTIMIENTO lo releva. A partir de entonces toca a los oficiales reales
(corregidores, jueces y repartidores) asignar las jornadas de trabajo que los indígenas deben a los
encomenderos mismos, pero también a los dueños de minas o de tierras, o aún para otras necesidades. Los
representantes de la corona por tanto aparecen como los garantes de la extorción y de la repartición del
trabajo forzado de los indígenas, para el mayor beneficio de las elites españolas.

-La HACIENDA que aparece en el siglo XVII y lentamente se desarrolla hasta alcanzar un papel dominante
durante el siglo XIX. A la inversa de la encomienda, ésta se funda en la apropiación directa de las tierras. En
la hacienda el trabajo teóricamente es libre y se remunera con un salario; pero en este caso se da un
proceso de “acasillamiento” de los trabajadores, quienes disponen de parcelas a cambio de prestaciones de
trabajo, mientras q diferentes prácticas como la de las compras obligadas en la tienda del patrón (tiendas de
raya) que provocan un endeudamiento finalmente hereditario, imponen un vínculo forzado con la tierra.

(“La civilización feudal, Europa del año mil a la colonización de América”- Baschet)

Sociedades Prehispánicas.

Caribe:

-Arahuacos ocuparon las Antillas Mayores. Debían sus continuas migraciones al empuje que sufrían de otros
pueblos, al tipo de cultivo que realizaban, el de roza o tala y quema del bosque con intensa recolección.

-Eran grupos familiares extensos que se organizaban en aldeas con predominio de la identidad tribal.

-Su vida se desarrollaba en torno a los poblados, donde el cacicazgo y la jefatura étnica y religiosa habían
creado estratificaciones sociales bien complejas.
- Aplicaban un uso especializado de los espacios productivos que estaban divididos en 3 zonas diferentes: el
conuco (cultivo intensivo), los huertos y los territorios de pesca, caza y recolección.

- A partir del año 1000 comenzaron a aparecer aldeas más grandes, consolidándose así una estructura de
jefaturas étnicas o cacicazgos con poderes sobre grupos extensos, claros síntomas de teocracia, generando
una cada vez más compleja jerarquización social de dirigentes, sacerdotes, guerreros, trabajadores y siervos.
Cada pueblo tenía su cacique.

- La vida religiosa era compleja y estaba dirigida por los sacerdotes a medio camino entre el curanderismo, la
adivinación y la hechicería

- Caribes llegaron posteriormente y se instalaron en las costas del este venezolano y las Antillas Menores.

Estos eran mucho más agresivos que los arahuacos. Eran fundamentalmente cazadores.

-Mantuvieron una organización social y política de carácter más tribal, porque sus grupos no eran tan
numerosos.

El Caribe hispánico.

La sociedad americana según el plan original del propio Cristóbal Colón debía estar basada en el modelo de la
factoría comercial. Colón trató de impulsar en la isla Española desde su primer viaje era una copia con algunos
retoques del modelo que los portugueses habían desarrollado en las costas africanas. En esencia se trataba de
una empresa mercantil que tenía la finalidad de adquirír mercancías para redistribuirlas posteriormente en
los mercados del Viejo mundo. La infraestructura necesaria en la factoría era mínima: un puerto, una lonja y
un par de edificios administrativos. No reclamaba una gran inversión inicial, ni de un proceso de colonización
complejo, ya que los productos exportados por la factoría se adquirían por intercambio (rescates), en vez de
ser producidos directamente por los colonos

El único requisito de las factorías comerciales era que la empresa tenía que estar basada en la
comercialización de mercancías de alto valor y escaso volumen (metales preciosos, especies esclavos) para
abaratar los elevados costes derivados de los intercambios (grandes distancias transporte lento e inseguro,
largos plazos de inmovilización de capitales, seguros marítimos altos). Cuando Colón comprobó que las
especias no se encontraban en las islas a las que había llegado decidió probar con otra mercancía; el oro.

Los indios ofrecerían cargas de oro a cambio de baratijas a los empleados a sueldo de la compañía comercial,
quienes cumplirían con su trabajo acumulando las cantidades de metales requeridas para ser despachadas a la
sede central de la factoría en la metrópoli.

Colón planeó desde una perspectiva empresarial que los empleados debían aprovechar sus ratos libres para
cultivar la tierra y así ayudar a reducir las remisiones de comida desde la metrópoli.

Los indios finalmente no facilitaron la cantidad de oro esperada. No hay que olvidar tampoco que Colón había
recibido importantes apoyos financieros para la realización de sus primeros viajes que tenía que saldar. A su
vez, los empleados de la compañía no solamente no trabajaron en los campos para abaratar costos, sino que
viendo la posibilidad de aumentar sus ganancias a través de la participación en los negocios en vez de recibir
un salario fijo comenzaron a enfrentarse a los directivos de la empresa.
Ante el fracaso del primer modelo de exploración de las tierras recién descubiertas, Colón nuevamente ideó
una alternativa que diera rentabilidad a la empresa americana. Pensó que la mano de obra y los tintes
podían convertirse en la llave del negocio del Nuevo Mundo.

Los centros manufactureros del Viejo Mundo requerían de cantidades crecientes de tintes ante el aumento de
la demanda de telas como resultado del crecimiento demográfico y de la expansión de la monetarización de
las economías. La mano de obra esclava se presentó así como una solución del problema laboral en algunos
sectores, ya que además de ayudar a abaratar los costos, posibilitaba mantener inalteradas las relaciones
sociales existentes.

La conversión de la población aborigen americana en mano de obra esclava no debía en principio ser
considerada como una práctica extravagante desde la óptica del Viejo Mundo de finales del siglo XV y
comienzo del siglo XVI, ya que según las costumbres de la época, los pueblos caracterizados de infieles
podían esclavizarse si eran aprendidos en guerra justa.

Informada la reina Isabel de que el negocio indiano había comenzado a basarse en la trata de esclavos,
ordenó la supresión inmediata del tráfico. Hay que mencionar que Isabel era consciente de que la trata de
esclavos ponía en entredicho el control monopólico que la Corona de Castilla había adquirido sobre los
territorios del Nuevo Mundo en virtud de las Bulas concedidas por el Papa Alejandro VI.

Había en consecuencia que encontrar una alternativa que siendo legal y no comprometiendo lo estipulado en
las bulas alejandrinas, dotara a los nuevos territorios de una rentabilidad económica y política.

Colón ideó una nueva estrategia para dar salida a la empresa americana. El Almirante argumentó ahora que si
los compromisos adquiridos por las bulas alejandrinas impedían la esclavización de los indios, su conversión
en vasallos de la Corona de Castilla les obligaba a cumplir con sus obligaciones tributarias.

Otra vez el descubridor se tuvo que enfrentar a nuevas dificultades. Durante el primer año se recolectaron 200
pesos en vez de los 60000 programados. Segundo, comenzaron a aparecer serios problemas de descontento
entre los colonos que querían ampliar sus beneficios y autonomía. Y por último la Corona, comprobando que
la aventura americana se iba ampliando día a día conforme se iban descubriendo nuevas tierras e
incorporando nuevas poblaciones, constató que debía recuperar el control sobre los espacios del Nuevo
Mundo. Los “indios” eran vasallos y por ende tributarios de la Corona, no de Colón. La Corona podía
conceder (encomendar) transitoriamente que el cobro de los tributos lo recibiera Colón como recompensa
de los servicios prestados a la monarquía, pero no podía renunciar a la administración de los nuevos
territorios y de los vasallos, pues era como crear un nuevo señorío que era precisamente lo que se estaba
tratando de limitar en la Península Ibérica.

El oro se convirtió una vez más en el centro del proyecto americano. Su comercialización no planteaba ningún
compromiso jurídico a la Corona que pusiera en entredicho el monopolio de la conquista y colonización de los
territorios del Nuevo Mundo.

La creciente demanda de productos tropicales en las plazas mercantiles europeas, las expectativas de
enriquecimiento rápido que se abrían y la llegada creciente de migrantes castellanos que huían de la dura
situación económica por la que atravesaba el reino de Castilla en 1502-1508 (crisis cerealera en Andalucía,
actividades bélicas expansionistas), los descubrimientos y conquistas se multiplicaron por las Antillas con gran
rapidez.

Al volver a La Española en su segundo viaje, Colón atacó en 1494 a los cacicazgos del centro de la isla
buscando esclavos y remitirlos a España para pagar las deudas contraídas con los comerciantes de Sevilla,
porque no halló ni oro ni las tan predicas riquezas. Se trataba de descabezar los cacicazgos arahuacos de las
islas para repartir a todos los indios entre los colonizadores, y desde luego lo consiguieron. Caribes y no
caribes empezaron a resistirse a la penetración de los nuevos invasores. El precio fue su extinción.

-1494: Tratado de Tordesillas.

- Los reyes autorizaron legalmente los repartimientos de tierras e indios, dándolos a los colonos durante 4
años con la condición de que pusieran la tierra a producir.

En muy poco tiempo, las entregas de tierras fueron abandonadas y sólo quedaron los repartos de indígenas.
Fueron el origen de la “ENCOMIENDA” la institución mediante la cual los naturales eran entregados
(“encomendados”) a los colonos blancos para que les trabajasen a cambio de “cuidarlos” y “evangelizarlos”.

- Como la mayor población se situaba en el sur y los mayores placeres auríferos se hallaban en el Norte
se autorizó a que los indios pudieran ser desplazados, lo que llevó a que los indígenas permanecieran
de 6 a 8 meses al año trabajando en los ríos. Esto alteró el régimen de vida indígena, disminuyendo
drásticamente la producción de alimentos para su subsistencia.
- - Se enviaron visitadores y autoridades a fin de establecer resguardos para los naturales. Ahora debían
ser respetados y no esclavizados, convirtiéndolos en trabajadores asalariados. Fue el fin del primer
gobierno de los Colón. La administración de las islas fue entregada a los Padres Jerónimos en 1518.
- El monarca Carlos, apurado por falta de dinero para su campaña política en Alemania, no dudó en
nombrar a Diego Colón, gobernador de La Española.
- En cuanto al azúcar, la demanda de Europa hizo atractiva su producción, especialmente después de
1510, cuando subieron los precios. Un problema para la producción de azúcar fue la mano de obra:
todos los indios estaban aplicados en los lavaderos de oro, de manera que tuvo que recurrir a esclavos
africanos. Así, azúcar y esclavitud estuvieron vinculados en el Caribe desde que comenzó a moler el
primer trapiche de caña.
- El descubrimiento y conquista de los grandes imperios en México (1521) y el Perú (1532) y del oro
chibcha y muisca de la actual Colombia, cambió por completo el escenario. Nada fue igual en el Caribe
continental después de 1540.
- Con las LEYES NUEVAS en 1542, se fijaron las condiciones de trabajo de los indios, pero motivaron tales
alzamientos y sublevaciones de los colonos y encomenderos en toda América que sus artículos más
conflictivos fueron anulados 3 años después.

Azúcar y esclavitud en el Caribe. Siglos XVII y XVIII.


-Holanda empezó pues, a partir de 1645, a ofrecer esclavos y los más avanzados equipos de
molienda a los colonos franceses e ingleses del Caribe.
-Esta penetración en el Caribe cobró mayor vuelo, cuando tras la recuperación de Olinda y
Pernambuco, en 1654, por los portugueses, los holandeses emigraron en masa a las islas.
-La colonización de las Antillas menores y de la costa nordeste de Sudamérica por noreuropeos
constituyó el primer desafío específico al dominio Ibérico en el Nuevo Mundo. Colonos de varias
naciones se apoderaron de tierras mal ocupadas por españoles y portugueses. De todas estas formas,
las más exitosas serían las llevadas a cabo entre 1620 y 1650 por franceses, ingleses y holandeses en
las pequeñas Antillas, a la sazón abandonadas.
-Mientras repelían los ataques de los indios caribes, comenzaron por cultivar tabaco. Luego
plantaron añil para teñir tejidos; en último término se difundió el azúcar, la producción exportable
más costosa.
La llegada de los holandeses, en el decenio de 1640, convirtió al azúcar en el negocio más rentable,
sobre todo por la caída de los precios del tabaco en Europa provocada por el flamante desarrolla de
la industria tabacalera de Virginia. Los holandeses además de las costosas maquinarias,
suministraron a crédito los esclavos africanos traídos de sus factorías de Elmira y Luanda.
-Los franceses se extendieron en el Caribe. A fines del decenio de 1660 pusieron pie en la mitad oeste
de la isla de Santo Domingo, abandonada por los españoles desde 1605. Veinte años después, 2000
esclavos y el doble de blancos habitaban esas tierras vírgenes sumamente fértiles.
Bajo poder español sólo quedaron pues, Cuba, Puerto Rico y el oriente de La Española, todos ellos
territorios del Caribe poco poblados y desarrollados.
-A mediados del siglo XVIII, Jamaica es claramente una sociedad caribeña plantadora. Los negros
superaban a razón de diez a uno a los blancos.
-A mediados del siglo XVIII, Saint Domingue, a la cabeza de las colonias azucareras de América estaba
también por ser el mayor abastecedor mundial de café. Este cultivo se había introducido en la isla en
1723. Al finalizar el decenio de 1780, los productores de la isla eran reconocidos como los más eficaces.
Que las islas azucareras francesas e inglesas florecieran fue posible gracias a la providencial
intervención de los holandeses en la primera mitad del siglo XVII. Hasta cerca de 1660, esas colonias
dependieron de la ayuda holandesa para la producción y comercialización de sus exportaciones y para
la provisión de esclavos africanos.
-El ascendente imperial de franceses e ingleses suscitó conflictos entre ellos y sus antiguos socios
holandeses. En 1652 estalló la guerra entre Inglaterra y Holanda, Esta y otras luchas posteriores, en
las que Francia intervino, acabaron con la supremacía naval de los holandeses.
-Al iniciarse el siglo XVIII sólo los portugueses seguían como serios contendientes de Francia e
Inglaterra en la trata atlántica.
-Entre compulsión, recompensas, altas tasas de participación, vigilancia rigurosa y organización
sistemática y rutinaria de las tareas, los esclavos rendían sin duda mucho en la plantación.
Entre fines del siglo XVII y comienzos del XVIII ,los mercados de exportación de Brasil se contrajeron
y su producción se estancó. La competencia de las Indios Occidentales provocó una caída en los
precios del azúcar en la primera mitad, junto con una mayor demanda de esclavos y el alza
consiguiente de su valor.

Mesoamérica Prehispánica

Los mexicas derrotan a los Tepaneca independizándose de ellos y rearmando en 1430 una nueva Triple
Alianza (Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan)
- La organización social de los pueblos del valle central en el momento de la invasión europea era
sumamente compleja. La organización territorial de base era el ALTEPETL (REINO) y el
TLAHTOCAYOTL (SEÑORÍO).
- El ALTEPETL se conforma de un centro urbano (CABECERA) en donde se aloja el TLATOANI o REY y es
la residencia de la elite gobernante con edificios y espacios sociopolíticos que simbolizan su
autoridad. Además es aquí donde se ubica el mercado local (TIANGUIS) y el templo (TEOCALLI). Y
varios pueblos o barrios dependientes a la Cabecera que es el CALPULLI, en donde se reúne a un
determinado número de familias ampliadas y nucleares emparentadas entre sí a condición de que
todas ellas reconozcan una divinidad única protectora de todo el clan. Son las autoridades del clan
quienes asignan a los miembros del calpulli no solo las parcelas de tierra sino también la cantidad de
agua necesaria para los cultivos y controlan además las tierras no asignadas a las familias, cuyo
producto está destinado al sustento de los nobles, los sacerdotes.
- En la época de la segunda Triple Alianza todo el sistema político y religioso estaba dominado por la
figura del HUEHEYTLATHOANI MEXICA (“EL GRAN LIDER”) que cumplía funciones políticas y sobre
todo religiosas y ceremoniales.
- ESTRATIFICACIÓN SOCIAL: Nobleza: PIPILTIN: Nobles con distintas jerarquías(reyes o tlatoque), eran
los hijos de un teuctli o tlatoani. SEÑORES(teuctli) este era un jefe de una casa señorial, dotado de
tierras y gentes del común llamadas teccalleque (gente de la casa señorial), que rendías sus tributos y
servicios al teuctli en vez de darlos directamente al tlatoani. Un teuctli estaba a cargo de la
administración de esta gente y además ocupaba puestos de la organización política bajo el poder
suprtemo del rey; Y Nobles comunes.

- Sectores medios: Servidores del Estado, comerciantes de larga distancia (POCHTECA), artesanos de
lujo.
- Comuneros: MACEHUALTIN: masa de productores de los CALLPULLIS. No son todos iguales, algunos
tienen tierras, otros no.
- MAYEQUES Y TLACOTIS: Realizaban tareas serviles a la nobleza. No pertenecían a la comunidad, no
tributaban.
- TEQUITL: TRIBUTO. Incluye todo tipo de obligaciones.
- Las actividades mercantiles estaban sujetas A impuestos que pagaban todos los que llevaban
productos al mercado.
- La masa de la población que acudía a los mercados serían maceguales productores que cambiaban sus
productos entre sí. Los señores obtenían la mayor parte de productos que necesitaban de los
tributos. El gran comercio no era una actividad privada sino que lo dominaban los reyes de las ciudades
de donde salían los mercaderes, quienes complementaban los ingresos basados en la tributación
adquiriendo para los reyes materias primas o productos de lujo exóticos.
- Es también importante notar la ética económica manifiesta en el uso que hacían los mercaderes de su
riqueza invirtiéndola en el patrocinio de las ceremonias y en convites que les hacía subir en la escala
social.
- Sea a través de las corrientes debidas al tributo y su redistribución posterior o gracias al sistema de
tianguis, una serie muy variada de bienes circulaban en todo el vasto espacio dominado por la Tiple
Alianza.
- Puede escogerse dos rasgos como características de la religión mesoamericana. Primero eran
politeístas. Los dioses aparecen entre los hombres, hombres vivos personifican a los dioses en la tierra
y los muertos se suman a uno u otro de los mundos sobrenaturales. El hombre mesoamericano no
creía únicamente en sus dioses, sino que los esculpía y pintaba, los personificaba en su ritos, los
mantenía dándoles de comer con sus ofrendas, y los mataba en el sacrificio de sus representantes en la
tierra, al mismo tiempo que los recreaba y reforzaba enviándoles los sacrificios destinados a sumarse al
mundo de lo sobrenatural. Y todo esto constituye el segundo rasgo de la religión mesoamericana, el
desarrollo exuberante de una infinidad de ceremonias que relacionen al hombre con los dioses.
- El culto estaba a cargo de dos grandes sacerdotes, uno dedicado a HUITZILOPOCHTLI y otro a
TLATAC, Señor de la guerra el primero y de la lluvia y la germinación el último.
- Para los mexicas la guerra era un deber cósmico, obedecía a la voluntad de los dioses. La sangre era
su alimento. Los sacrificios se masificaban en la época de la hegemonía mexica. Sucedía a cada victoria
en el campo de batalla.
- Rituales cuyo mensajes ideológicos para la población mexica (y no mexica) era de auto-celebración, de
reafirmación nacionalista de Tenochtitlán, en su propio poderío y en el favor de los dioses.

Mesoamérica Hispánica:

La dominación mexica sobre los otros pueblos de México central había generado un odio y un
resentimiento que permitió a Cortés, en su marcha hacia el interior, presentarse ante las tribus como un
liberador. Esto, justo con la alianza Tlaxcala, que los mexicas nunca habían conseguido someter, le
permitieron seguir una ruta hacia Tenochtitlán a través de un territorio relativamente acogedor. También se
dotó de un ejército de refuerzo entre la población indígena, deseosa de vengarse contra Moctezuma y la elite
mexica.

Cortés no era otro que el legendario jefe tolteca, Quetzalcóatl que volvía del este para reclamar sus tierras.

La insaciable demanda española por el oro creó un desasosiego general que culminó, después de la matanza
de la nobleza realizada por el futuro conquistador de Guatemala, Diego Alvarado, en un masivo levantamiento
popular. Necesitarían 14 meses para volver a conquistar la ciudad que perdieron por la derrota de esa noche.
La rendición de los últimos elementos de resistencia entre las ruinas de Tenochtitlan, fue más un triunfo de
las enfermedades llevadas por los españoles que sus armas.

Cortés que había comprendido que sólo interrumpiendo el abasto de víveres de la ciudad insular podría
vencerla; estableció alianza con varios de los señoríos de la región y comenzó a hostigar duramente a
Tenochtitlán.

El primer sistema que trabajo que los conquistadores impusieron a los indios fue la ESCLAVITUD lisa y llana.
De inmediato fue ocultada detrás de una institución: la ENCOMIENDA.

En México Central esta etapa de auténtica pillaje finalizó con la llegada de la Segunda Audiencia (1531) que
intentó introducir alguna mesura en la ambición de los encomenderos.
Le siguió un segundo período que podríamos llamar de “transición”. Un elemento central de esta fase fue la
transformación de la renta de la encomienda que pasó de ser una renta en trabajo a una RENTA
MAYORITARIAMENTE ENTREGADA EN PRODUCTOS.

Esta etapa finalizó en México con la ABOLICIÓN DEL SERVICIO PERSONAL y con la INSTAURACIÓN OFICIAL
DE LOS “REPARTIMIETOS DE TRABAJO”

Asimismo y para controlar más eficazmente a los encomenderos, este período vió también la instauración de
las ESTRUCTURAS POLÍTICO-JURÍDICAS fundamentales del poder colonial, con la creación de la figura del
VIRREY ocupada por ANTONIO DE MENDOZA en 1535.

La CIUDAD se convierte en uno de los primeros centros de consumo y atracción económica surgidos en el
espacio colonial. Asi es ,como alrededor de las ciudades surgieron los ranchos, las haciendas, las estancias y
los obrajes texiles para alimentar y vestir a la población urbana.

Macehuales terrazgueros, sobreviven a la estructura hispánica

GAÑANES: indios asalariados.

A principios de la década de 1550, el Virrey Velasco instauró las condiciones legales del repartimiento, pues
ahora que ya no sería gratuito sino que se trataría de una ASIGNACIÓN OBLIGATRIA DE TRABAJO PERO
PAGADO.

En esta etapa se caracteriza por la progresiva implantación de un tributo con un criterio rígido (cuota fija). Hay
un crecimiento de la carga tributaria, sumado a una acentuación indudable de la MONETARIZACIÓN DE LA
RENTA (la monetarización impulsaba a los indígenas hacia el mercado a los efectos de vender sus productos
o su fuerza de trabajo para pagar el tributo).

Finalmente, este proceso apunta a una lenta formación de un peculiar mercado de fuerza de trabajo “libre”
y afirmar el proceso de consolidación de la GAÑANÍA

La transferencia masiva de trabajadores a la economía española redujo la capacidad de auto sostenimiento


que la comunidad de indios había disfrutado anteriormente. De este modo, para poder subsistir lo que
dejaban de producir lo indios que iban a trabajar para los españoles, las comunidades se vieron obligadas a
exigir más trabajo e incremento de la producción a sus miembros, para así compensar estos desequilibrios.

Por añadidura, una gran parte de esta producción tenía que ser destinada a los mercados españoles, para
poder obtener los ingresos necesarios para hacer frente a los pagos monetarios, exigidos a los pueblos en
forma de tributos, y, a la vez, comprar aquellos bienes que ellos habían dejado de producir.

A fines del siglo XVI y en las primeras décadas del siglo XVII, los hacendados empezaron a oponerse al
reparto forzoso de los trabajadores indígenas llevado a cabo por los corregidores y reclamaron el derecho
de contratación en un mercado libre de trabajo, sin interferencias de las autoridades.

Así los hacendados empezaron a retener a los trabajadores indios en sus haciendas y a compensarles con un
jornal. En 1632, la corona ratificó este sistema nuevo de trabajo, al decidir la supresión del repartimiento
forzoso de trabajadores agrícolas, y aprobar la contratación voluntaria de los mismos mediante el pago de
un jornal.

Bajo este nuevo sistema, la corona no sólo perdió el poder que hasta estos momentos había tenido de asignar
y distribuir, a través de sus funcionarios, la mano de obra, sino que, además, dejó sin ninguna clase de
protección a los trabajadores en manos de los hacendados. Desde entonces, los propietarios se convirtieron
en amos, jueces y legisladores de los habitantes que residían en la hacienda. La hacienda dejó de ser una mera
“tierra de labor” o “estancia de ganado”, para transformarse en una unidad de producción independiente. En
adelante, ésta pasó a ser un territorio permanentemente habitado, con zonas de barbecho y cultivo, trojes
donde guardar los productos de la cosecha, viviendas para los propietarios y administradores, chozas para los
trabajadores e instalaciones para las herramientas y pequeñas artesanías.

Si bien las haciendas ganaderas requerían principalmente trabajadores fijos, en contraste, el gran problema de
las agrícolas era el de disponer de un número considerable de jornaleros estacionales para las temporadas de
siembra, escarda y cosecha. En el siglo XVII los hacendados del Bajío resolvieron el problema, mediante el
arrendamiento de parte de sus tierras a os campesinos, bajo un compromiso por el cual éstos se
comprometían a trabajar para la hacienda durante los períodos estacionales. Esta solución dio lugar a la
existencia de los llamados “arrimados” y terrazgueros, como también a formas de tenencia de la tierra, que
en realidad encubrían relaciones laborales, tales como el peonaje por deudas y la “tienda de raya”
(comercio con la hacienda donde los salarios eran pagados en especie).

Los hacendados emprendieron otras acciones compulsivas, encaminadas a retener a los jornaleros. Una de las
más frecuentes era a través del compromiso, adquirido por los propietarios, de pagar a los funcionarios de la
Real Hacienda el tributo anual de la mano de obra residente, o los pagos que ésta debía al cura en concepto
de gastos de matrimonio, bautizo o defunción. Estas prácticas reforzaron el peonaje por deudas.

En otros casos, los hacendados arrendaban una parte de sus tierras a los pueblos de indios a cambio de
trabajadores estacionales. Otras veces, los hacendados establecieron un sistema de reclutamiento temporal
de trabajadores, usando para ello un enganchador o contratista, que visitaba los pueblos, y con la complicidad
de los caciques y gobernadores indios reunía cuadrillas de jornaleros para laborar en las haciendas.

Gran parte del éxito económico de la hacienda fue consecuencia del valor excedentario extraído de la larga
jornada laboral de los peones, de la explotación de la familia y de la comunidad campesina. El resto vino
dado por la adaptación de la hacienda al mercado.

Durante la primera mitad del siglo XVI la Corona española procuró conservar el señorío indígena y lo realizó
mediante una “alianza” con la nobleza india hecho que le permitió combatir el proyecto señorial de los
encomenderos.

En especial desde la década de 1560, la Corona parece abandonar este proyecto inicial y comienza a
promover mediante diversas vías la constitución de los cabildos indígenas en función del proyecto de
establecer las “Repúblicas de indios” contribuyendo a debilitar el poderío de los linajes dominante
autóctonos.

Estaban dadas las condiciones para que el poder sobre los pueblos pasara de los señores al cabildo
indígena.: por una parte, la pérdida que sufrieron los señores de sus dependientes y, por otra, la política de
congregaciones que implicó una redistribución de las tierras indígenas. Estos fueron los principales factores
que incidieron en la desarticulación del poder económico y social de los líderes étnicos. De esta forma se
explica la importancia del movimiento de traspaso de tierras señoriales indígenas a manos españolas a
finales del siglo XVI: se trataba de tierras patrimoniales que los señores ya no podrían cultivar al haberse
quedado casi sin dependientes.

El poder de los caciques decayó paralelamente a la decadencia de la encomienda. En ambos casos la corona
logró separar los derechos políticos que tuvieron los caciques y ambicionaban los encomenderos,
transformaron los derechos económicos en pensiones o en propiedades privadas sin rastro de feudalismo.

Cuando los terrazgueros se convirtieron en macehuales TRIBUTARIOS DE LA CORONA, los caciques


perdieron en ciertos casos la tierra que aquellos les cultivaban.

El cacique era gobernador en sus comienzos, luego pasó a ser funcionario del cabildo. Los puestos de
República se convertían a veces en una carga más que en un privilegio de ventajas económicas, dado que las
autoridades eran personalmente responsables por el pago de los tributos.

En la ORGANIZACIÓN ECONÓMICA en general de la colonia durante el siglo XVI, la masa indígena contribuía
con tributo y trabajo para los españoles. Los pueblos de indios continuaron con un régimen de propiedad
comunal semejante al prehispánico, pero adaptado a las normas españolas. Una parte de las tierras
comunales era de aprovechamiento individual, otras se cultivaban en común para producir bienes
destinados al tributo o a los gastos de la comunidad, y finalmente, otras tierras se rentaban para obtener
ingresos para la caja de comunidad.

La producción de plata en Nueva España estuvo siempre más dispersa en un número de yacimientos de
importancia variable; entre ellos Zacatecas y Guanajuato fueron los mayores. Las primera minas puestas en
explotación fueron las de las regiones centro y sur, que utilizaron mayoritariamente el trabajo indígena
compulsivo provisto por el reparto. En cambio, nuevos yacimientos habilitados más tardíamente en las
regiones del norte y del oeste, zonas de población indígena menor y menos acostumbrada al trabajo
tributario, debieron recurrir tanto al trabajo esclavo africano como al trabajo libre de los naborías
indígenas, una categoría análoga a la de los yanaconas andinos.

La minería mexicana superó por primera vez al conjunto de la peruana a fines del siglo XVII. Desde entonces, y
hasta su independencia de España, la distancia entre ambas industrias se haría cada vez más marcada.

Pero a pesar de que la tendencia a largo plazo fue al alza, debemos subrayar que el patrón de crecimiento
fue discontinuo, con alzas abruptas y períodos de estancamiento y aun de baja. En su obra fundamental
sobre el México borbónico, David Brading ha señalado que esas bonanzas correspondieron a ciclos de
descubrimiento, abandono y renovación de las minas. A medida que avanzó el siglo XVIII, cada uno de esos
ciclos requirió de mayor inversión de capital.

Las quiebras producían una importante renovación de los empresarios en muchos de los centros mineros, lo
que podía tener un efecto benéfico para el conjunto de la industria cuando recién llegados, con más capital y
capacidad , ocupaban los lugares de los que habían fracasado.
Este proceso secular de expansión de la minería entró en una nueva fase desde la visita que José Gálvez
efectuó al Virreinato de Nueva España entre 1765 y 1771. El reformismo borbónico se tradujo entonces en
políticas específicas que aumentaron la rentabilidad de la industria y que se vinculan con el pico de alza
experimentado entre 1765-1769 y 1775-1779.

Desde la década de 1770 la política borbónica se agrega como factor explicativo del crecimiento de la
industria, puesto que, al elevar la rentabilidad minera, contribuyó a atraer nuevos capitales al sector.

En pocos años el grano transformó el paisaje tradicional de los campos indígenas, inauguró la explotación de
riquísimas tierras, introdujo el uso permanente de técnicas de cultivo españolas, tales como el arado, el riego
y las yuntas.

La caña de azúcar fue otro de los vehículos que contribuyó a la gran transformación del medio natural y social.

La penetración europea en las tierras templadas y calientes fue también estimulada por la demanda de
productos tropicales, como el tabaco, el cacao, el índigo, el añil, el palo de tinte y otras plantas, que desde la
segunda mitad de siglo XVI pasaron a explotarse a escala comercial. Sin embargo, el impacto más violento en
el paisaje natural y cultural de Nueva España lo produjo la introducción del ganado, que llegó a través de las
Antillas. En estas áreas densamente pobladas por agricultores indígenas tradicionales, los animales europeos
invadieron y destrozaron los cultivos abiertos de los indios, transformaron las tierras de cultivo en campos de
pastoreo, dislocaron el sistema de asentamiento y redujeron los recursos alimentarios indígenas.

A partir de la segunda mitad del siglo XVI, el desinterés de los españoles por la tierra y las actividades
agrícolas cambió repentinamente, y empezaron cada vez más, a solicitar nuevas mercedes de tierras. Los
dos períodos de extensiva distribución de la tierra, 1553-1563 y 1585.1595, estuvieron estrechamente
relacionados con las grandes epidemias de 1545-1547 y 1576-1580, que diezmaron a la población indígena.

El reparto de tierras a gran escala dio lugar a que cientos de nuevos colonos se beneficiaran de ello, dando
lugar a la aparición de un nuevo grupo de propietarios agrícolas, que casi siempre fue antagónico al de los
grandes encomenderos, quienes por otra parte, también se beneficiaron de la distribución de la tierra. A la vez
ambos grupos entraron en disputa, tanto por la obtención de tierras como para conseguir trabajadores y
mercados.

Del mismo modo, el alza de los precios de los productos alimentarios y la abundante disponibilidad de
tierra, estimuló la formación de haciendas y ranchos mixtos, es decir, agrícolas y ganaderos, que rodearon
las ciudades y capitales administrativas del centro y sur del virreinato.

En el siglo XVI, la ocupación de la tierra sin título legal fue la práctica más común para extender la propiedad.
Sin embargo, la ocupación ilegal empezó a ser regulada por la corona entre 1591 y 1615, al dictar ésta nuevos
procedimientos para la adquisición de la tierra. En este sentido, la disposición más importante fue la
ordenanza de 1591, bajo la cual todas las tierras poseídas de forma irregular, tales como las compradas
ilegalmente a los indígenas, pudieron legalizarse mediante el procedimiento de la composición, que consistía
en pagar al fisco una cantidad de dinero. Así, en poco menos de un siglo la corona española realizó un vasto
programa de redistribución del suelo, que sentó las bases del desarrollo posterior de la agricultura y de la
propiedad de la colonia.
La HACIENDA logró estabilizarse cuando consiguió crear su propio sistema de atracción, mantenimiento y
reposición de los trabajadores.

-La política española de conversión al cristianismo fue el factor determinante de las formas de cambio en el
campo de la religión. Surgió así un sistema religioso doble, con dos complejos de ritos y creencias diferentes
y separadas. Sobrevivió principalmente la parte de la religión aborigen asociada a la vida familiar Al mismo
tiempo se celebraba públicamente el ritual de la iglesia católica oficiado por un sacerdote.

Al difundirse las COFRADÍAS (Organizaciones laicas dependientes de cada parroquia que se conformaban para
auxiliar a sus miembros a la hora de la muerte y después de ella y para conmemorar algunas fiestas religiosas
a lo largo del año, eran reconocidas por la corona y protegidas por la iglesia católica.) y al participar las
autoridades locales en el culto, la nueva religión reemplazó a la antigua en sus consecuencias sociales,
proporcionando nuevos ritos de identificación a las comunidades indígenas y la organización del culto católico
pasó a formar parte importante de la vida política y económica de la comunidad.

El dualismo religioso y el sincretismo de elementos paganos y cristianos dentro de un mismo culto sentó las
bases para una más completa cristianización de los indios mediante la decadencia gradual o la desaparición
total del ritual pagano privado y el fortalecimiento de los elementos católicos de los cultos sincretizados.

Andes:
Costa, sierra y selva, tan diferentes entre sí, son los tres grandes paisajes íntimamente relacionados que componen el
espacio andino.

Complementariedad ecológica y productiva, organización social adaptada a las condiciones del medio para explotar
equilibradamente los recursos aportados por la gran diversidad de microambientes fueron las claves de este proceso de
desarrollo cultural. Las sociedades andinas alcanzaron un alto nivel de autonomía económica y una gran diversidad
productiva basada en la complementariedad de los ecosistemas.

Su ORGANIZACIÓN SOCIAL se basaba en dos principios: la RECIPROCIDAD (yo trabajo lo mismo para ti que tú para mi) y
la REDISTRIBUCIÓN (es decir, el intercambio equilibrado entre los miembros de la comunidad de la producción que
obtenían con el trabajo en los dispersos nichos ecológicos); principios ambos sostenidos por un acertado manejo de lo
colectivo.

El eclipse de Wari acarreó, en torno al siglo X, el rebrote de desarrollos regionales, caracterizados ahora por la
generalización de los señoríos étnicos locales: algunos con bases similares a las del ciclo anterior; otros muy marcados
por la influencia Wari.

Todo este conjunto de grupos, sociedades y culturas desde los pastos a los araucanos, a lo largo de los miles de
kilómetros de cordillera, entró en colapso gradual pero efectivo cuando desde Cuzco, como un gran turbión, un gran
huayco, los incas comenzaron su expansión. El Tawantinsuyu, el Imperio Incaico, unificó finalmente lo que en estos tres
siglos, del X al XIII, parecía tan diverso como fraccionado. Comenzaba otra historia en los Andes.

La concepción del espacio para los incas fue anterior a la constitución del imperio. Su mundo y su universo no fueron
solamente geográficos sino fundamentalmente conceptuales y simbólicos. Este imperio fue el Tawantinsuyu: las cuatro
partes del mundo.
En el mundo andino el norte y el sur no son relevantes. En cambio, el este y el oeste, en cuanto salida y puesta del Sol, sí,
pero no sólo como orientación, sino fundamentalmente como referencia calendárica, simbólica y cronológica.

El mundo es vertical; por lo tanto, existen dos localizaciones básicas: lo que está arriba, Hanan; y lo que está abajo, Urin.
Se trata de dos mundos contrapuestos pero coordinados. Por lo tanto cada uno de estos mundos de arriba y abajo se
dividía a su vez en dos partes, dos territorios. El conjunto de las partes forman el Tawantinsuyu: el mundo. Y Cuzco, la
ciudad sagrada, es el centro, el corazón del mismo. En ella se halla el eje desde donde parten los “ceques” (líneas
imaginarias) que dividen al mundo en estos cuatro suyos, desde este punto central hasta el confín de la Tierra.

El primero de estos grandes señores, Manco Cápac casado con su hermana Mama Ocllo, inició la conquista del
valle de Cuzco, expulsando y sometiendo a los otros pueblos que allí vivían. Esta ocupación marca el inicio de una
expansión que en dos generaciones les hizo dueños del Valle Sagrado y de otras zonas agrícolas importantes de los
alrededores, a veces derrotando a sus ocupantes y otras estableciendo alianzas a través de matrimonios de las princesas
incas (ñustas) con los señores étnicos locales que sometían.

Cuzco cobró entonces naturaleza propia: era más que una ciudad; y sus simbología quedó asociada a la del inca, y con él
a la del supremo dios Inti, el Sol, quién según la leyenda, se había aparecido a Pachacuti para comunicarle que los incas
eran sus hijos y sólo a él debían consagrarle la ciudad. Con Pachacuti y su nueva ciudad comienza la constitución política,
económica y religiosa del imperio incaico. A partir de entonces, los incas no sólo eran reyes poderosos, sino seres
sobrenaturales y semidioses que descendían directamente del propio Sol.

El templo más importante, el corincancha (“cancha, reciento) era el templo o casa del Sol, centro desde el cual se
trazaban los ceques o líneas invisibles que dividían al mundo en los cuatro suyos y que comunicaban este templo central
con los adoratorios o huacas diseminados por la geografía cusqueña y sus alrededores.

La expansión incaica sobre tantas y tan lejanas regiones, y el sometimiento de pueblos y señoríos tan diversos, obligó al
establecimiento de un complicado sistema de gobierno territorial. La geografía andina quedó, aunque centralizada en
Cuzco, dividida política y administrativamente en un mosaico discontinuo de “provincias” con muy distintos tipos de
gobierno, autoridades y especializaciones productivas.

Este complicado sistema de provincias dispersas, exigía una poderosa, numerosa y eficiente organización estatal: un
número importante de funcionarios regulando sus producciones, recolecciones y almacenamientos, envíos y
tributaciones no sólo hacia Cuzco, el Inca o los santuarios, sino entre diversas regiones. La reciprocidad y redistribución
operaban a escala imperial.

Según la interpretación de Jhon Murra la organización económica de las sociedades andinas antes y durante el
predominio incaico se habría caracterizado por la ausencia de mercados. Esta falta se vinculaba a la amplia difusión,
desde períodos tempranos, del llamado modelo del archipiélago. Según este, las poblaciones asentadas
preferentemente en las alturas andinas consiguieron acceso a una variedad de recursos mediante el expediente de la
colonización de diferentes nichos ecológicos. La hipótesis apunta a un acceso comunal a los recursos así obtenidos que
habría eliminado la necesidad de intercambios mercantiles intra e intercomunidades.

La expansión de los Incas tuvo en común con la de los aztecas el hecho de haberse producido en el siglo previo a la
invasión europea. El cambio más radical fue la afirmación del derecho eminente del imperio sobre todas las tierras y
rebaños. A partir de esta apropiación, los incas produjeron un reordenamiento tripartito, conservando una parte para el
estado, atribuyendo otra a la manutención del culto solar cusqueño y restituyendo las tierras restantes a las
comunidades. En compensación por esta “cesión”, las comunidades sometidas pasaron a deber, al estado servicios.
El imperio hizo un esfuerzo por transferir a la esfera de sus relaciones con las comunidades los esquemas de
reciprocidad y redistribución que regían dentro de estas. Así los servicios que el estado empezó a requerir por turno
(MITA), ya fuere en el cultivo de tierras, el pastoreo de rebaños, las minas, obras públicas, las tareas militares o el tejido,
implicaban siempre la apropiación de una cuota de TRABAJO Y NO DE PRODUCTOS de las comunidades. La comunidad o
grupo sujeto a esta tributación debía ofrecer un número determinado de “mitayos” por un tiempo y para una tarea
específica. La mita estaba también en el sistema de redistribución del incario y se entendía como una contraprestación
más de la relación de reciprocidad establecida entre el inca y sus vasallos.

Este modelo desarrollado en todo o en parte a lo largo de este vasto espacio, tenía como raíz o nudo articulador básico
el ayllu. El AYLLU estaba constituido por un conjunto de productores más o menos dispersos, unidos por lazos
cooperativos, a través de los cuales el grupo conseguía la pretendida autonomía económica. Además estos lazos se
reforzaban con la aceptación por parte de todos de que pertenecían a una misma familia étnica, y poseían un linaje en
común en la medida en que se identificaban entre ellos y ante otros como descendientes de un mismo antepasado (real
o mítico), sintiéndose parientes entre sí. Y también por estar ligados a una tierra concreta, a un medio físico específico,
que en sus elementos naturales les aportaba las señas de identidad colectiva que los consolidaba como miembros de
una misma “familia”.

En cada sistema de intercambio se extendía a todos los niveles de la organización social: entre los miembros del ayllu en
la base; dentro de las mitades, y en el grupo étnico al servicio del curaca; y al nivel del imperio en el servicio del Inca. No
obstante, desde un nivel al siguiente había una transición gradual de reciprocidad basada en la simetría y la igualdad
hasta una reciprocidad jerárquica y desigual.

En el nivel del sistema imperial, los servicios proporcionados por los súbditos del Inca, permitían el desarrollo de una
infraestructura (graneros, fortalezas, caminos, etc) de diferente naturaleza. El modo de producción del imperio Inca se
basaba en el antiguo modo de producción comunal que permanecía vigente, mientras se explotaba el principio de
reciprocidad para legitimar su gobierno.

La extensión del sistema MITMAQ, ya aplicado a la estructura del grupo étnico, constituyó uno de los logros más
destacados del imperio inca. Los asentamientos nucleares de las tierras altas realizaban su ideal de auto subsistencia
enviando “colonos” (mitmaq) a los asentamientos de altitudes más bajas, para tener acceso a la producción de los valles
cálidos. En estas “colonias” complementarios, algunos miembros de grupos situados en tierras altas, muy alejadas se
encontraron viviendo de las tierras bajas, de modo que la población de sus pequeñas “islas” aparecía entremezclada;
pero desde los centros de donde procedían no ejercían control político sobre los territorios que estaban situados en
medio, y de esta manera formaban “archipiélagos verticales” de distinto tamaño.

El esfuerzo colectivo, aportando trabajo, es lo que se llamaron MINGAS: a ellas acudían todos para realizar tareas
comunitarias en momentos señalados.

La reorganización imperial implicó también, la separación de algunas categorías de pobladores en el seno de las
comunidades, Una era la de los YANA, servidores atribuidos a nobles cusqueños o señores locales para el cumplimiento
de tareas artesanales, pastoriles o agrarias. Assadourian ha planteado una hipótesis que modifica y especifica nuestra
idea sobre el acceso vertical desde el altiplano hacia las zonas cálidas en tanto postula que algunas de las islas de
colonización podían no ser comunitarias sino dependientes de los señores locales que allí enviaban a sus yanas para
servirles.

El regulador de todas estas complejas relaciones era el “curaca”, jefe de la comunidad o del pueblo, o incluso del ayllu si
éste era muy grande. Este curaca pertenecía, o decía pertenecer, al linaje fundador y su autoridad le venía conferida a
través de una sucesión que transmitía en el seno de su parentela directa. El prestigio de su liderazgo lo obtenía en
función de cómo manejara este complicado nudo de obligaciones y derechos.
El curaca representaba la identidad colectiva, organizaba el trabajo y repartía las tierras, se encargaba de enviar
trabajadores a los distintos nichos productivos, velaba por el almacenamiento y consumo de los bienes comunales,
defendía los intereses colectivos en sus relaciones con otros grupos y dirigía los rituales religiosos. Las contrapartidas
que recibía eran laborales y productivas: la comunidad le trabajaba las tierras, le entregaba productos procedentes de
otros nichos ecológicos, le tejía la ropa, le ofrecía ofrendas por su dedicación a sus responsabilidades con motivo de las
fiestas religiosas, le construía la vivienda, etc.

En otras palabras, el curaca normalmente tenía muchas posibilidades de ir manejando la redistribución a favor de unos u
otros, de manera que generaba una red de lealtades a su persona y a su grupo cuando no a todo un ámbito clientelar

Pizarro pudo explotar la debilidad interna y las discordias, que parecían estar en su peor fase en el momento de su
llegada.

La estructura del estado Inca, con su demanda de mano de obra insistente y regulada meticulosamente, presionaba
fuertemente los ayllus, los clanes de las comunidades de aldea, creando una población sometida que, aunque dócil,
estaba también resentida, especialmente en la región de Quito, donde el dominio Inca era relativamente reciente.

Pero la muerte de Huayna Cápac en 1527 condujo a una lucha por la sucesión entre sus hijos Huáscar y Atahualpa. Este
último estaba en el camino de la victoria, pero aún no lo había consolidado cuando Pizarro llegó.

Aunque el tributo en el Imperio Inca, consistía íntegramente en mano de obra, el viejo sistema imperial todavía
funcionaba suficientemente bien como para producir a los españoles, en forma de rescate por Atahualpa, la enorme
suma en oro y plata. La recompensa de Atahualpa no significó su libertad, sino la muerte judicial.

Tras la captura y muerte de Atahualpa, las estructuras del Estado se colapsaron; las instituciones regionales y sobre todo
locales, sobrevivieron pero separadas del sistema global que les había dado sentido. Numerosos mitmaq volvieron a sus
lugares de origen y los “archipiélagos” que el Inca había organizado, desaparecieron. De este modo la sociedad de los
Andes se precipitó en un largo proceso de fragmentación. Esta dispersión de la actividad económica y social se aceleró
con los españoles, cuando dividieron en parcelas, las encomiendas.

Los trastornos fueron más profundos en Perú que en México, donde los súbditos del inca solo estaban obligados con el
estado por servicios en trabajo y no pagaban especias.

STERN:

Para los conquistadores, las sociedades andinas tenían sólidos motivos para aliarse con la conquista europea. Además de
tener un sano respeto a la capacidad militar española, las sociedades locales de Huamanga percibían unos beneficios
positivos en la alianza con los europeos. Por fin podían deshacerse del yugo de la dominación inca y defender sus
intereses étnicos en una nueva era postincaica.

Los europeos no eran los únicos que saqueaban la sierra andina en los primeros años. Las comunidades locales
saqueaban los almacenes consagrados antiguamente por los incas desacreditados y las grandes huacas relacionadas con
el Estado. Una población cada vez mayor de Yanaconas que habían abandonado la sociedad del ayllu para pasar a
convertirse en seguidores dependientes de los europeos se sumaron a sus señores en la búsqueda de metales preciosos.

En estas circunstancias, y pese a tenues lealtades y a conflictos ocasionales entre los europeos y sus aliados autóctonos,
los conquistadores obtuvieron la ayuda que necesitaban.

Los pueblos autóctonos no podían optar por la neutralidad. Tenían que decidir qué tipo de alianza sería más beneficiosa
para sus propios intereses étnicos o comunitarios.
Si bien las alianzas no crearon una era idílica, sí ofrecieron, no obstante, los beneficios arriba esbozados: continuación de
la libertad respecto de la dominación inca (o neoinca) y de sus exigencias de trabajo, privilegios especiales para los
kurakas amigos de los conquistadores y una ayuda muy útil en las rivalidades o los enfrentamientos endémicos entre las
comunidades y los grupos étnicos locales. O sea, que las relaciones iniciales entre los pueblos andinos autóctonos y los
europeos contenían una mezcla incómoda de fuerza, negociaciones y alianza.

Al establecer relaciones de cooperación con las elites y las sociedades autóctonas, los encomenderos, que aspiraban a
ser una clase dominante, echaron los cimientos de una economía y una sociedad coloniales en Huamanga. El Estado
colonial, centrado en Lima, empezó a intervenir de forma limitada para reducir la autonomía regional de las principales
familias de Huamanga. Sin embargo, los funcionarios coloniales tendían a concertar alianzas con las personalidades
poderosas de la localidad, y en los primeros años el cabildo, dominado por los encomenderos, se había puesto
rápidamente a establecer normas y directrices para una sociedad colonial.

Lo que quizá fuera más importante es que el cabildo asumió la tarea de asignar solares para viviendas, tiendas, huertas y
jardines y la de conceder mercedes de explotaciones agrícolas y pastos.

Las empresas coloniales de España y Portugal crearon un auténtico mercado mundial y un sistema comercial que
desencadenaron el impulso clave que motiva la producción capitalista. Una sed insaciable de la “mercancía-dinero” ( es
decir, metales preciosos) y la esperanza de hacer que el dinero “trabajase” o creciese cautiva ahora una imaginación
empresarial de expansión. El CAPITAL COMERCIAL (entendido en el sentido de comprar y (producir) barato para vender
caro, se convirtió en la sangre de la economía colonial.

Las familias étnicas estaban llenas de tensiones y estratificaciones internas; ahora, la sociedad colonial ofrecía nuevas
posibilidades a las personas descontentas dispuestas a abandonar la sociedad del ayllu o aflojar los lazos con ella.

Los indios abrazaron la entrada de capital comercial en el escenario andino, y no descubrirían hasta más tarde que era el
abrazo de la muerte. Los encomenderos advirtieron que la alianza con las elites y las sociedades locales podía servir para
sentar las bases para la explotación colonial, y hasta más tarde no descubrirían que esas bases eran inestables y que la
presión podía cuartearlas.

La economía colonial seguía dependiendo casi totalmente, para la obtención de productos y de mano de obra, de un
sistema social andino organizado y controlado por actores sociales, relaciones y tradiciones andinas. Los encomenderos
y los kurakas negociaban acuerdos sobre tributos.

Esta diversidad no sólo revela la capacidad de las sociedades autóctonas para incorporar nuevos productos y oficios en
la organización de su vida económica, sino que también pone de relieve la dependencia de los europeos respecto de las
comunidades indígenas, regidas por relaciones laborales de estilo andino.

Los hogares siguieron conservando sus derechos exclusivos a las cosechas producidas en tierras del ayllu para el
consumo local; a fin de pagar el tributo los hogares y los ayllus aportaban tiempo de trabajo en otras tierras designadas
específicamente para satisfacer a los dominadores llegados de fuera.

Para “alquilar” indios que transportasen mercaderías o trabajasen los campos, los europeos muchas veces tenían que
llegar a un acuerdo con los kurakas, en lugar de contratar a los trabajadores directamente.

Bien entrado el decenio de 1570 los empresarios europeos dependían de los kurakas para que les enviaran trabajadores
a los obrajes.

Para los conquistadores, la extracción de un excedente mediante la alianza con los dirigentes de unos sistemas
económicos autónomos y más bien ricos era la vía realista de menos resistencia, pero pronto llegó a un callejón sin
salida. Los kurakas controlaban los procesos básicos de producción y reproducción que sustentaban las posiciones
económicas, sociales y políticas de los colonizadores. Los kurakas no eran en absoluto “inferiores” a los europeos, sino
que de hecho dirigían las relaciones sociales y las economías dinámicas fundamentales para la supervivencia de la
empresa colonial. Los colonizadores siguieron siendo elementos forasteros, extranjeros, superpuestos a una economía
autónoma en la que no servían de mucho. Esa limitación no era un buen augurio para la hegemonía de una clase con
aspiraciones a ser la dominante, es decir, para su capacidad a largo plazo de dominar una sociedad y capturar la riqueza
que ésta producía.

En cuanto empezaron a desaparecer las ventajas específicas de la alianza de los kurakas con los españoles el sistema
colonial entraría en crisis. La dependencia de los europeos respecto de las élites autóctonas para tener acceso a una
mano de obra explotable en la agricultura, los transportes, las obras públicas, las manufacturas y la minería revelaba el
carácter artificial de la hegemonía extranjera.

Económicamente, las reducciones y las fluctuaciones impredecibles de la población disponible para los trabajos locales
constituían un mal augurio para el dinamismo a largo plazo de la sociedad basada en el ayllu. Un cierto nivel previsto de
energía humana disponible constituía un requisito previo del mantenimiento de las prerrogativas económicas, las
relaciones y los intercambios tradicionales que vinculaban a todos los productores. Ideológicamente, las sociedades
andinas tendían a interpretar la desgracia como resultado de unas relaciones sociales “desequilibradas” y disfuncionales
en el seno de la comunidad de grupos de parentesco y dioses.

Las relaciones coloniales creaban humillaciones y dependencias que socavaban la libertad étnica lograda gracias a la
liberación respecto de la hegemonía inca.

Las nuevas relaciones generaban una demanda de mano de obra que podía ir más lejos de lo que las sociedades locales
estaban dispuestas a ofrecer a cambio de los beneficios que representaba la alianza con los colonizadores.

Los kurakas, como tutores y representantes de la comunidad, no podían hacer caso omiso de esas evaluaciones de las
ventajas y las desventajas relativas de la cooperación con los colonizadores. Los kurakas que movilizaban mano de obra
para la empresa europea no gozaban, a largo plazo, de una libertad absoluta para imponer actividades a sus pueblos.

La dependencia cada vez mayor de los indios respecto de los europeos para la solución de controversias, las escaseces o
las dificultades económicas impuestas por la extracción colonial, por las emigraciones o por la población decreciente, la
tendencia de los encomenderos, los clérigos locales y los funcionarios a exigir partes cada vez mayores de los productos
y de la mano de obra de los ayllus fueron todos factores que con el tiempo habrían provocado una reevaluación de las
políticas indígenas frente a los colonizadores. Pero lo que añadió un carácter urgentísimo a la necesidad de una
reevaluación fue el descubrimiento de minas riquísimas en el decenio de 1560. El oro y la plata de Antunsulla (1560) y
el mercurio de Huancavelica (1564) atizaron los sueños españoles de una economía regional próspera cuyas minas
estimularían un auge del comercio.

Los europeos querían favores que los kurakas no podían o no querían hacerles. Pero los colonizadores carecían de
instituciones estatales efectivas que pudieran obligar a los jefes a enviar grandes contingentes de trabajadores a las
minas.

Las contradicciones entre la metrópoli y la colonia alentaron a los indios a replantearse la necesidad de cooperar con los
encomenderos.

Tanto la decadencia demográfica como la inestabilidad, la humillación y la dependencia, las crecientes exigencias de
mano de obra, eran factores que tendían a revelar las consecuencias erosionantes de una alianza entre socios cuyos
intereses fundamentales eran opuestos.
De repente, una oleada desesperada de miedo y desilusión inundó la sociedad india y anunció el derrumbamiento de las
alianzas postincaicas.

Se documenta la crisis de las relaciones coloniales iniciales, manifestada en el movimiento milenarista anticristiano
generalizado en Huamanga en el decenio de 1560.

Hacia mediados de siglo XVI se organizó un levantamiento general y la expansión del movimiento Taqui
Ongoy, un movimiento milenario que predicaba que los dioses nativos que habían sido prohibidos y destruidos
por los españoles, volverían a la vida para luchar contra el dios cristiano. El movimiento no adoptó la forma de
acción militar, los indios esperaban que su liberación llegara por medio de la victoria de las Huacas al dios
cristiano. Los predicadores recorrían las aldeas restaurando el culto en los lugares sagrados con rituales de
resurrección. Frente a esta situación la iglesia denunció el movimiento como secta de herejes y apóstatas.

La crisis del decenio de 1560 inspiró sueños radicales de utopía en la sociedad indígena; en la sociedad
imperial, la crisis originó un espíritu crítico y reformista que buscó soluciones.

Ante los problemas de resistencia indígena y el espectro de una insurrección en gran escala, los
enfrentamientos intraeuropeos y de los mestizos, y de los embotelladores económicos, necesitaban
reconstruir la sociedad en términos más favorables para la dominación a largo plazo.

Durante los doce años de su administración (1568-1581), el gobierno de Toledo realizó investigaciones orales
sobre la tiranía inca que apoyaron la moralidad de la conquista española; invadió el reino neoinca y ejecutó
públicamente a Tupac Amaru, su combativo jefe; realizó una inspección masiva de todo el virreinato; “redujo”
a los indígenas en asentamientos de estilo hispánico bajo el control de corregidores españoles y funcionarios
indios,; estableció un sistema de tributos y de rotación de mano de obra forzosa, la MITA colonial; vinculó el
bienestar económico de la elite colonial a las instituciones de un Estado revitalizado, y dejó tras de sí un
cuerpo enorme de legislación para que rigiera la política y la economía del régimen reorganizado.

El plan de Toledo es de suma importancia ya que fue una culminación lógica de una crisis colonial que exigía
una reforma.

Para 1570, las sociedades andinas autóctonas deben haberse hallado en un estado de profunda
desmoralización. Por una parte, las esperadas insurrecciones de los neoincas, los huancas y otros grupos
nunca se habían materializado. Por la otra, las promesas mesiánicas de un paraíso sin españoles se habían
desvanecido ante la campaña de Albornoz contra la herejía. El Taki Onqoy había frenado una desesperación
que ya estaba al acecho, y tratando de galvanizar a la sociedad autóctona para sacarla de su profunda crisis
moral. Ahora, la derrota de las huacas rebeldes frustraba las esperanzas inspiradas de los milenaristas
radicales, y demostraba una vez más la superioridad de los dioses colonizadores. Inmediatamente después de
unos golpes tan duros, la ejecución pública de Tupac Amaru en 1572 tuvo un profundo efecto simbólico que
conmovió tanto a los españoles como a los indios: por fin, al cabo de cuarenta años, Toledo había eliminado el
Estado neoinca, el último bastión autónomo.

Toledo dio muestras de capacidad para organizar una economía próspera que canalizara hacia la elite colonial
una corriente de tributos, mano de obra y beneficios..

Las características de la vida de los ayllus y de las etnias quedarían para siempre definidos por su incorporación
compartida a una nueva categoría colonial, la llamada “REPUBLICA DE LOS INDIOS”.
Como el proyecto económico de Toledo imponía grandes obligaciones a las comunidades autóctonas con autonomía
económica, requería de la coacción para exigir el cumplimiento de las normas estatales de extracción

De la tasa de cada repartimiento, el Estado deducía los “costos” administrativos: remuneración de los clérigos, un fondo
para la iglesia, sumas para los sueldos de los funcionarios estatales y para “buenas obras”, los suelos de los kurakas
principales y, al principio, un excedente destinado a las cajas de fondos de la comunidad. El resto quedaba “libre” para el
encomendero, otros pensionados de la Corona o la propia Corona.

Toledo transformó la tradición de la MITA en una institución colonial de trabajo forzoso en la que el Estado exigía
contingentes de una séptima parte, como máximo, de la población tributaria de un repartimiento.

Los MITAYOS, como se llamaba a los trabajadores, trabajarían durante períodos especificados fuera de las comunidades,
hasta que los sustituyeran los trabajadores que iniciasen una nueva rotación. El Estado regularía los salarios y las
condiciones de trabajo, y asignaría cupos de mitas a los empresarios coloniales.

La mita colonial movilizaría una oferta de mano de obra abundante, barata y fiable no sólo para las minas, sino también
para los obrajes, la agricultura, la ganadería, el servicio doméstico en general y cualquier otra tarea o persona
considerada digna de recibir una parte del patrimonio del Estado.

Los mitayos seguían la antigua práctica de llevarse con ellos a las esposas, los hijos y otros parientes para que los
ayudaran, les hicieran compañía y les preparasen la comida en el trabajo lejos de sus residencias “nucleares”. Los
colonizadores violaban a las mujeres, obligaban a los parientes a trabajar en tareas secundarias e imponían ritmos
imposibles de producción a fin de obligar a los mitayos a utilizar la fuerza de trabajo de sus familias.

Al cabo de dos o cuatro meses de trabajo agotador en condiciones peligrosas, un mitayo no percibía una remuneración
suficiente para mantener la economía de subsistencia de su hogar y pagar las tasas de los tributarios, sino más bien el
derecho de luchar por lograr ese resultado.

Pero a partir del momento en que comenzaba su servicio, el mitayo tropezaba con presiones para que hiciera
transacciones comerciales que reducían su salario neto. Si las raciones diarias y los alimentos que se traían de sus
comunidades no les bastaban para alimentar al mitayo y a las personas que lo acompañaban, el campesino tenía que
comprar el resto a su amo interino o en el mercado abierto.

Cuando un mitayo regresaba, muchas veces se encontraba con tierras empobrecidas o no labradas, y con una red en
erosión de parientes a los que recurrir para la asistencia laboral mutua. En estos casos la mita, más que representar una
cantidad discreta de tiempo de trabajo perdido para la economía del hogar durante un año, acarreaba la corrosión de las
raciones sin las cuales las familias no podían sobrevivir ni reproducirse.

Cuando por fin terminaba la mita anterior, los ex mitayos tenían que esperar varios días o incluso más de un mes a que
les pagaran sus salarios antes de iniciar el camino de regreso.

La mita colonial indujo un deterioro colectivo que socavó la eficacia de las instituciones tradicionales como fuente fiable
del trabajo.

Los indígenas vendían terrenos sobrantes, trabajaban minas locales por cuenta propia y vendían animales sobrantes,
cultivos comerciales y mercancías elaboradas. Al producir y comercializar un excedente por cuenta propia podían
compensar las incursiones hechas por las instituciones coloniales contra la autonomía económica local.
L a ironía del régimen extractivo de Toledo era que imponía unas cargas terribles que acababan por amenazar a las
economías y los ritmos de vida locales, pero no eliminaba inmediatamente la capacidad de subsistencia ni de
independencia económica de los indígenas.

Dentro de los corregimientos, los principales pueblos de los distritos del repartimiento tendrían cabildos indios
conforme al modelo de los municipios españoles. Los funcionarios del cabildo, al igual que los kurakas y los ayudantes
indios de los clérigos locales, gozarían de la exención del tributo y de las levas de la mita. Además los kurakas principales
y varios funcionarios indígenas más tenían derecho a sueldos modestos.

En la sociedad rural, la reorganización de Toledo creó unas redes imponentes de autoridad, oficial y oficiosa, cuyo centro
ocupaba el corregidor, armado con los poderes policiales del Estado colonial. Los corregidores y otros funcionarios
encarcelaban y daban latigazos a gente y confiscaban propiedades, so capa de aplicar la ley y castigar los delincuentes.

Todo funcionario importante podía obtener una corriente constante de “regalos”, sobornos y servicios laborales de los
indígenas de su jurisdicción.

En este carácter brutal de la extracción económica el que exigía que se crearan una redes tan imponentes de autoridad
en torno a una estructura organizada del poder indio, una burocracia local eficaz y una elite regional bien fuerte

En una sociedad así, las instituciones y las relaciones de extracción requerían la aplicación reiterada de energías
coactivas meramente para reproducirse.

Los indios resistieron las instituciones de Toledo y la reorganización del Virrey no satisfizo totalmente las necesidades de
las elites coloniales. Con el tiempo, la resistencia de los indios y su descenso demográfico socavarían la eficacia de las
mitas y los tributos impuestos por Toledo.

El Estado daba a las elites mecanismos de control y coacción políticos para obligar a los indios “perezosos” a entregar
mercancías, dinero y fuerza humana de trabajo.

Como ya hemos visto, la lógica de lucro exigía que los propietarios evitaran pagar equivalentes monetarios por los
verdaderos costos de producción. Pero en su búsqueda de expansión de la producción y la riqueza en una economía
regional en auge, los empresarios-aristócratas canalizaron unos ingresos considerables hacia la compra de tierras, el
mejoramiento de éstas mediante obras de regadío y de otro tipo, la adquisición de árboles, viñas, ganado, semillas y
otros materiales para iniciar la explotación.

Las elites de fines del siglo XVI edificaron sus carreras económicas en torno a la búsqueda agresiva de ganancias cada vez
mayores, pero sus actividades no anunciaban el desarrollo de una economía capitalista (al decir economía capitalista me
refiero a un sistema de producción y un conjunto de relaciones sociales basados en el empleo de trabajadores
asalariados libres, cuya fuerza de trabajo es una mercancía comprada junto con otros “factores de producción” por
inversionistas, con objeto de obtener una ganancia, es decir, convertir los ingresos líquidos invertidos en más ingresos
líquidos).

Los decenios inmediatamente siguientes al gobierno de Toledo fueron una época de gran prosperidad y expansión
económica. La capacidad del Estado para organizar instituciones coercitivas violentas hizo fructificar unas pautas de
desarrollo iniciadas en los primeros decenios siguientes a la conquista y frustradas después por la crisis del decenio de
1560.

Los indios y la justicia española


La lucha de los indios por conseguir justicia de los españoles acabó por debilitar su capacidad para montar un
enfrentamiento radical contra la estructura colonial, con lo cual contribuyó a la dominación de la elite colonial.

Para el decenio de 1550 ya inundaban la audiencia virreinal de Lima de peticiones y pleitos, en su mayor parte entre
comunidad, ayllus o grupos étnicos indígenas.

Los autóctonos aprendieron a reivindicar agresivamente los “derechos” que se le habían reconocido. Para el decenio de
1600, habían elaborado formas jurídicas de lucha en una importante estrategia para proteger los intereses individuales,
del ayllu y de la comunidad.

Pero pese a tener en su contra la ley, la riqueza económica y los prejuicios sociales, y a su falta de fuerza política, los
indios conseguían importantes victorias locales. Incluso cuando los indígenas no podían llevar la lucha hasta la victoria
final, su pleito podía resultar costoso y molesto para un empresario colonial.

Las batallas jurídicas de las que los indios simplemente se negaban a retirarse eran las que referían a la mano de obra,
más que a la tierra.

El resultado que la táctica jurídica fue inflándose hasta convertirse en una de las principales estrategias de la vida india.
A medida que los indígenas iban aprendiendo a defender mejor sus derechos, se iba difuminando cada vez más la
distinción entre la acción defensiva contra el desacato de las directrices legales por parte de los colonizadores y una
manipulación más agresiva del sistema judicial para sabotear a los colonizadores.

Al solicitar revisitas de sus poblaciones, los pueblos indígenas rebajaban sus cupos de tributos y de mita legales
conforme a los descensos demográficos reales y supuestos.

Una vez iniciadas las revisitas se prolongaban hasta convertirse en expediciones minuciosas en las que se inscribía a cada
persona, se verificaba las clasificaciones de edades y de fallecimientos contra los libros parroquiales, se exigían pruebas
escritas de todos los alegatos, y en las que el magistrado iba acumulando un sueldo diario cada vez mayor.

El efecto total de la campaña de los indígenas contra la, explotación, no obstante, no sometió a Huamanga a una crisis
generalizada. La producción de mercurio sufrió reveses ocasionales debido a problemas técnicos y laborales, y nunca
volvió a los días del gran auge de los decenios 1580 y 1590; y Huamanga colonial escapó a la aguda decadencia
económica hasta muy avanzado el siglo XVII y el XVIII. Pero las luchas de los indios provocaron una serie de crisis locales
o pasajeras que dislocaron las empresas y los ingresos, cerraron los obrajes y plagaron la producción con
embotellamientos de mano d obra. La capacidad cada vez mayor de los indígenas para evadir o reducir los cupos de mita
y tributo y enmarañar las relaciones de explotación en batallas jurídicas daba a los colonizadores grandes incentivos para
encontrar otras fuentes posibles de lucro más independientes de la autoridad y del patrimonio estatal. Las elites
coloniales recurrieron cada vez más a modos más directos de explotar la mano de obra India, basados en dependencias
económicas y formas de control político que escapaban la supervisión oficial del Estado, a fin de escudar a sus empresas
contra la vulnerabilidad a la acción ante los tribunales

Los pleiteantes andinos utilizaron sus derechos y sus conocimientos jurídicos para atacarse mutuamente, práctica que
dejó a la sociedad autónoma dividida y dependiente de las autoridades coloniales para resolver las controversias
internas. Además, el acceso al poder y a las instituciones jurídicas de los españoles fomentó una cierta
individualización, o privatización, de intereses y perspectivas por parte de los indígenas que adquirían títulos privados de
tierras, obtenían exenciones legales de la mita o el tributo, actuaban como intermediarios en las relaciones del ayllu con
los corregidores u otras fuerzas coloniales, etc. Al reforzar los enfrentamientos entre los ayllus y etnias, y fomentar una
dinámica de clase que vinculaba a los indios privilegiados a la estructura colonial del poder, un sistema operacional de
justicia colonial debilitó la capacidad de las sociedades autóctonas para unirse y lanzar un ataque más ambicioso y
radical contra la estructura de explotación como un todo.

La economía política de la dependencia.

El secreto de que un sistema de explotación sea duradero es por una parte, su capacidad para organizar la coacción a
favor de los que mandan y, por otra, su capacidad para hacer que los explotados “necesites” a sus explotadores. Por
una parte, la violencia coactiva equipa a los dirigentes de la sociedad para castigar la desobediencia de las normas y las
instituciones principales. Por la otra, la dependencia de las normas y las instituciones principales. Por la otra, la
dependencia promueve el consentimiento “voluntario” en las relaciones de opresión. En la medida que los explotados
dependen de sus opresores para la satisfacción de sus necesidades básicas, deben aceptar, o incluso iniciar, relaciones
obligatorias que los someten a la continuación de la explotación.

Para 1600 un sector cada vez mayor de ayllus y hogares pobres no tenían más remedio que recurrir al trabajo asalariado
ocasional para cubrir sus obligaciones monetarias y para compensar las deficiencias de la subsistencia.

Los más pobres y los emigrados solían tener pocas opciones aparte de la de presentarse “voluntariamente” a la
explotación por parte de los colonizadores más ricos, que, es de suponer, daban a sus clientelas tierras, subsistencia,
salarios y protección.

La crisis de las instituciones oficiales del Estado se debió a dos elementos. En primer lugar, los indios concibieron medios
de debilitar las instituciones iniciadas por Toledo. En segundo lugar, las tendencias económicas y demográficas
aumentaban la demanda de mano de obra explotable.

Los colonizadores que no tenían acceso suficiente a lamita y otras formas de trabajo forzoso se veían cada vez más
obligados a ofrecer salarios y otras remuneraciones a los indios que iban “voluntariamente” a trabajar.

Una vez que se iniciaba un vínculo, fuera voluntario o forzoso, las presiones coercitivas solían configurar la textura y la
evolución ulterior de la relación.

Naturalmente los patronos coloniales se enfrentaban con la necesidad de contar con la obediencia voluntaria de los
indios migrantes. Muchas veces los empresarios trataban de “atar” por igual a los trabajadores contratados y los
yanaconas en relaciones a largo plazo de endeudamiento, dependencia mutua y señorío personal. Para cobrar el trabajo
que ya había realizado, un indio podía llegar a tener que someterse a otra temporada de trabajo.

Ahora muchos indios no se quejaban de que los hubiera obligado a trabajar, sino que los empresarios habían incumplido
su promesa de pagar un salario justo.

Para el siglo XVII, una nueva población de indios pobres necesitaba trabajar para los colonizadores a fin de atender a las
necesidades o las obligaciones económicas o de escapar totalmente a las cargas de la vida del ayllu. Inicialmente, las
instituciones de Toledo se basaban en la superioridad del poder político para explotar las economías independientes del
ayllu; con el tiempo, esas mismas instituciones generaron unas circunstancias económicas que limitaban la
independencia del ayllu, y por consiguiente reducían la necesidad de coacción política.

Los campesinos del ayllu financiaban las compras de las elites, compartían la responsabilidad colectiva por los tributos y
las ventas coactivas, sufragaban costosas batallas legales, iban creándose gustos propios de mercancías “hispánicas”, se
esforzaban por obtener fondos necesarios para eludir la mita y sufrían unos déficit de subsistencia que los impulsaban
todavía más hacia el mercado.
Las crecientes necesidades monetarias, una economía de subsistencia muy deteriorada y una diferenciación interna
considerable habían socavado las economías vitales e independientes del ayllu que habían encontrado los primeros
conquistadores de Huamanga.

Con el tiempo, pues las relaciones coloniales engendraron dependencias económicas que llevaron a los indígenas a los
brazos de los colonizadores. Por una parte, los ayllus y los hogares empobrecidos dependían de un trabajo asalariado
ocasional para conseguir los fondos o los créditos necesarios, Los más afortunados o los más ricos eran los únicos que
podían generar suficientes ingresos independientemente, mediante la producción de un excedente comercializable o la
realización de un trabajo relativamente autónomo.

En resumen, una sociedad explotadora se había hecho más sutil; había hecho que los explotados “necesitaran” a sus
explotadores.

La tragedia del éxito

Sus logros estimularon un proceso de diferenciación de clase en el seno de la sociedad, autóctona, insertaron más
directamente en la vida campesina relaciones, motivaciones y una cultura de estilo europeo y fomentaron el deterioro
de los derechos y los recursos andinos tradicionales. La tragedia de los indios con éxito se debía a la forma en la que el
éxito reclutaba a personas dinámicas, poderosas o afortunadas para que adoptaran los estilos y las relaciones sociales
hispánicos, con lo cual se reforzaba la dominación colonial. Los éxitos de determinados indígenas, en medio de una
sociedad organizada para explotar a los pueblos autóctonos, educaron a los indios para considerar que lo hispánico era
lo superior y lo andino lo inferior.

En la sociedad del ayllu los nombramientos para puestos municipales y eclesiásticos representaban privilegios que
permitían a algunos acumular recursos, mientras que otros arañaban una mera subsistencia o caían en el
endeudamiento.

Los ayllus poderosos y los parientes favoritos de los kurakas pagaban menos tributos que los demás y los propios
kurakas cobraban tributos adicionales.

El éxito de los indios se basaba en la capacidad para imitar estrategias hispánicas de acumulación o para establecer
vínculos estrechos con la sociedad hispano-mestiza.

Así fue como una cierta hispanización de la propiedad y de las relaciones sociales, vinculaba a la aparición de indígenas
triunfadores, empezó a remodelar la estructura interna de la sociedad india.

Las reciprocidades y los derechos de propiedad del ayllu seguían constituyendo un recurso importante para muchos
indios. Pero los que continuaban dependiendo exclusivamente de los derechos “tradicionales” estaban condenados a la
pobreza, y para principios del siglo XVII, las relaciones entre los indios ricos y los pobres empezaron a adquirir un tono y
una textura más “hispánicos”.

Las transacciones comerciales y las deudas forjaron nuevos vínculos y dependencias que sobreseían a los del parentesco
y las obligaciones recíprocas.

Los indios de éxito encabezaban en sitios honorables y hacían que se dijeran misas por sus almas. Algunos regalaban
tierras, animales y dinero a la Iglesia, o establecía beneficios eclesiásticos para que rezaran por sus almas.

Para principios del siglo XVII el éxito de una minoría en medio de un empobrecimiento creciente creaba nuevas
tensiones en la vida andina autóctona. El hispanismo indio constituía para algunos una vía hacia el éxito económico y
por lo menos una apariencia de respetabilidad social. Pero para los que se quedaban atrás, especialmente el
campesinado del ayllu, representaba una fuerza poderosa y opresiva en el corazón mismo de la sociedad rural.

La idolatría nativista que estalló en 1613, por otra parte, promovió sentimientos antihispánicos ferozmente agresivos y
se refirió directamente a la crisis interna simbolizada por la hispanización de los indios. Sustituyó el sincretismo o la
coexistencia por la purificación interna.

La diferenciación de la sociedad india en ricos y pobres iba acompañada de una disparidad cada vez mayor, y teñida de
sospechas, tensiones y conflictos, y con toda razón. El éxito asimilaba a la fracción más poderosa y dinámica de la
sociedad india a una clase explotadora de empresarios aristócratas; los éxitos más modestos representaban una salida
de la sociedad del ayllu de gente que era necesaria, de sus capacidades y sus recursos, y debilitada su solidaridad
interna. El hispanismo cultural de los indios ambiciosos expresaba el debilitamiento de su compromiso para con un
acervo andino oneroso, y su aspiración conspicua a fundirse con los sectores dominantes de la sociedad colonial.

El éxito estimulaba la diferenciación de clases en el seno de la “república de indios”, al dividirla entre, por una parte, los
ricos y los más aculturados y, por la otra, los pobres y los menos aculturados. Los logros de una minoría india aceleraban
la erosión de los recursos y las relaciones tradicionales, al mismo tiempo que implantaban la propiedad, las relaciones y
la cultura hispánicas profundamente en la trama “interna” de la vida india. La aparición de una elite india colonial
generó nuevas fuentes de conflicto social, tensiones y protestas en la sociedad autóctona. Pero también en este aspecto
existía un elemento de tragedia. Porque al presionar a las elites indias a demostrar sus lealtades y su servicio a la
comunidad, los campesinos reconocían que necesitaban la riqueza y los conocimientos “hispánicos” para sobrevivir y
defenderse contra los explotadores coloniales. Y al final, aunque la presión campesina estableció ciertos límites, en
lugares y momentos determinados, a la diferenciación de la sociedad entre ricos y pobres, no podía invertir la tendencia
general.

El relato del primer siglo de colonización revela una historia que no es simplemente de derrota, victimización y
explotación de los indígenas. También es una historia de resistencia, victorias parciales y de cambio de los términos de la
opresión. Al final, los campesinos sucumbieron a la hegemonía de la clase colonial dominante, pero también lograron
grandes avances contra su carga odiada, la mita colonial. Aunque los indios no lograron eliminar la estructura
explotadora como un todo, sus acciones forzaron crisis, innovaciones y reformas que determinaron las formas
específicas y los límites que adoptó la explotación.

Mineros de la montaña roja (Peter Bakewell).

1 El tema central del libro gira en torno a los sistemas de trabajo y su organización, por los agentes de la administración
española, en las minas de Potosí entre 1545 y 1560. Empezaré por hacer un resumen del contenido del libro, siguiendo
la misma secuenciación, para terminar con una conclusión de los aspectos de máxima relevancia y la valoración
personal.

Las minas de Potosí, descubiertas en 1545, se hallan situadas en las cadenas montañosas de los Andes, próximas al
macizo Kari-Kari, aspecto vital por suministrar la energía necesaria para los ingenios hidráulicos, en la actual Bolivia.
Junto con las minas de Porco y La Plata pertenecían a la comarca de Charcas, y bajo la jurisdicción de la Audiencia de La
Plata (1561) y a su vez bajo la del Virrey del Virreinato del Perú.

En las primeras décadas de la producción de plata en Potosí, los métodos de minería y purificación anteriores a la
conquista tuvieron una continuidad amplia e importante, ya que muchos de los primeros trabajadores indígenas
parecían haber venido de Porco a Potosí (Porco había sido un centro minero incaico). Se trituraba el mineral mediante
un artificio al que los españoles llamaron quimbalete y se fundía empleando el horno a viento o guayras que, a partir de
la década de 1570, dejaron de ser el método primordial para separar la plata del mineral, porque el método patrón para
el procesamiento pasó a ser la amalgamación (mezcla con mercurio, y otros reactivos, del mineral pulverizado). Este
cambio de tecnología trajo como consecuencia muchos otros: una gran expansión en la escala extractiva, un aumento
de las normas y de la especialización de los trabajadores nativos en cada fase de la producción, un crecimiento rápido de
la fuerza de trabajo nativa y su exclusión progresiva de los beneficios de la producción a pesar de su gran aumento.

El proceso de amalgamación se utilizaba ya en Nueva España en 1555 y su implantación en Potosí se demoró hasta 1570
por los fáciles beneficios obtenidos por los dueños de minas al dejar la producción en manos de los nativos, ya que al ser
muy rico el mineral, se obtenía alta rentabilidad en guayras y por contra para la amalgamación se necesitaba construir
molinos para pulverizar el mineral y otras dependencias, lo que requería una fuerte inversión de capital. Cuando el
mineral rico se fue agotando no quedó otra alternativa y se adoptó el método de amalgama. El capital se obtuvo
purificando el mineral que hasta entonces se había desechado.

PRINCIPALES TENDENCIAS EN LA PRODUCCIÓN DE PLATA DURANTE 1545-1650.

-Período de baja (entre 1550 y primeros años de la década de 1570): En esta 1ª etapa la producción estuvo en manos de
nativos que empleaban quimbalete y guayras.

-Segunda fase (1573-1592): Con dos profundas innovaciones: la amalgamación y el sistema de mano de obra desplazada
de la Mita.

-La tercera tendencia supone un giro descendente a partir del gran año de máxima producción en 1592, con
interrupciones ocasionales y cortos resurgimientos. Causa: escasez del mineral de fácil acceso.

TIPOLOGÍA DE TRABAJADORES (INDIOS DE ENCOMIENDA, VARAS, MINGAS).

Los YANACONAS: Nativos que estaban aparte del gran cuerpo social, compuesto por la gente común o hatunrunas. Era
una minoría configurada por personas que no pertenecían a ningún ayllu (grupo familiar constituyente básico de la
estructura social) y tampoco formaban ninguno propio. Estaban unidos como personal de servicio, a las figuras
dominantes de la sociedad, como nobles, jefes militares, curacas locales o al mismo Inca. Fueron peculiarmente
receptivos ante los conquistadores españoles. En 1541, Carlos V decretó su libertad, y esta condición de libres, junto con
la de estar cerca de los españoles fueron los rasgos distintivos de los yanaconas en los primeros años de las colonias.
Estaban exentos del tributo aplicado a los hatunrunas: el precedente residía en la época incaica en la que tampoco
rendían tributo. En 1545, durante la insurrección de Pizarro, se descubre el mineral de plata en Potosí y los primeros
trabajadores fueron en gran medida yanaconas, enviados y conservados allí por sus amos españoles. Tenían la
obligación de producir una determinada cantidad de plata para sus amos, y la restante quedaba para ellos, lo que les
permitía hacer fortunas menores. Al ser derrotado y morir Pizarro en 1548, con la restitución del orden por el virrey
Pedro de la Gasca, la organización de la fuerza de trabajo en Potosí se hizo más compleja; otorgó a los leales, tanto
hatunrunas como yanaconas en encomienda. En 1550 la corona, atenta a las libertades ya declaradas, ordenó a Gasca
cesar las distribuciones de yanaconas en encomienda, basándose en una cláusula de las Nuevas Leyes de 1542 que
declaraba que nadie podía usar a los indios contra su voluntad como naborías, eran éstos unos trabajadores de las
sociedades del Caribe y América Central, antes de la conquista, que tenían grandes similitudes con los yanaconas. Como
Gasca desconocía esta categoría no vio ninguna objeción a seguir distribuyendo yanaconas en encomienda. A partir de
1548 y 1549, debido a la creciente demanda de trabajadores en Potosí, los yanaconas perdieron algunas de sus
libertades previas, y los indios de encomienda regulares (Hatunrunas), que pagaban tributos, aparecen en escena y en
gran número en Potosí a pesar de la oposición general de la legislación a poner indios de encomienda en las minas. Es
posible que todavía estos indios de encomienda encontrasen aprovechable la actividad minera pues como en estos
primeros años abundaba el mineral rico, poco profundo, fácil y barato de extraer podían producir más plata de la que
exigía el encomendero como tributo y éste era más fácil de obtener que en otros sitios(informe de la encuesta de Polo).

Los encomenderos estaban enviando sus hombres a Potosí en tandas que eran llamadas mita por los propios indios.
Barradas, sostiene que no hay una verdadera continuidad entre la mita incaica y la española, dado que aquella servía y
producía para un sistema económico y una sociedad de la que la mano de obra formaba parte, mientras que bajo los
españoles creaba riqueza para un sistema exterior a ella. Los indios percibieron una continuidad práctica e institucional
entre los dos sistemas y ello facilitó el funcionamiento del reclutamiento español. La mita de indios de encomienda de
1550 presagia la mita organizada por el virrey Toledo para Potosí en la década de 1570, pues ambas arrastraron
comunidades muy alejadas del Norte hasta Potosí. Nos encontramos pues que hacia el 1550 operaban en Potosí dos
tipos fundamentales de indios trabajadores: indios yanaconas e indios de encomienda y que Gasca con la práctica de
otorgar yanaconas en encomienda desdibuja las diferencias pero éstas son innegables dentro de este sistema dual de
trabajo; los yanaconas no estaban obligados a un tributo regular, tampoco estaban bajo el control de ninguna autoridad
nativa y además tenían la libertad para desplazarse. Los indios de encomienda eran trasladados en grupos desde sus
tierras a Potosí y realizaban los peores trabajos mineros. A partir de 1572, Toledos impuso a los yanaconas el pago de
tributo porque muchos indios de encomienda escapaban de sus comunidades para convertirse en yanaconas de los
españoles.

Entre 1550 y 1570 los yanaconas fueron la fuerza de trabajo básico, eran el núcleo fundamental de la producción de
plata. Fueron los primeros empresarios en minas, pues los común era que los españoles dejaran en arriendo parte de
sus minas a indios capacitados y que además poseían la libertad necesaria para hacer funcionar una empresa minera
eficaz. A estos yanaconas se los denominaba indios varas y que contrataban a otros yanaconas y también a indios de
encomienda que habían permanecido en Potosí después de haber terminado su período de servicio. Los españoles que
explotaban directamente sus minas lo hacían contratando mano de obra india o mediante los trabajadores que les
distribuían las autoridades de Potosí.

Cuando las riquezas de las primeras extracciones descendieron y fueron alejando a los indios varas de esta actividad,
junto con la conversión de hatunrunas en yanaconas y que los dueños de la minas comenzaban a alejarse hacia otro tipo
de trabajo, hacían que la producción minera descendiera y que algunos oficiales de la administración en Perú durante la
década de 1560 comenzaran a plantear la necesidad de una intervención administrativa más activa en las ordenanzas
del trabajo, la opinión se iba decantando por un sistema de trabajo indígena formal y compulsivo. La corona ante estos
propósitos mostró rechazo a aprobar de forma oficial un esquema que forzara a los indios a las minas e incluso Toledo
nunca recibió de su organización de la mita, a pesar de argumentar que era esencial para la producción de plata, sobre
la que la corona recaudaba ávidamente sus impuestos.

La mita de Toledo permaneció oficialmente como la fuente de mano de obra más importante para la minería de Potosí.
A finales del siglo XVI aparece espontáneamente una variedad de sistema de trabajo, pago, contratado. para dar
respuesta a la demanda de mano de obra. Estas nuevas modalidades se dan conjuntamente con la mita y en cierto
grado, reemplazándola. Para entender esta nueva modalidad de trabajadores mingas, se debe profundizar en el
funcionamiento y organización de la mita.

Desde mediados del siglo XVI, cuando la política regia tiende a sustituir encomiendas por corregimientos, aparecen una
serie de oficiales relacionados con la mita. Los corregidores de indios, oficiales españoles de distrito encargados del
reclutamiento de mitayos en las áreas de contribuyentes y su envío a Potosí, una vez aquí la autoridad suprema era el
corregidor de esta ciudad, con amplios poderes ejecutivos; el control último estaba en manos del virrey del Perú. Los
corregidores de distrito delegaban la tarea de reclutar en manos de las autoridades indias locales. Los pagos recibidos
por el trabajo mitayo (estipulados por Toledo) no era suficiente para vivir, por lo que no tenían más alternativa que
buscar trabajo los seis meses en los que estaban libres de mita. A finales del siglo XVI se percibe un declive en la
cantidad de mitayos presentados para trabajar al disminuir la población en las áreas sometidas a estas prestaciones. Las
guerras, epidemia y en general, la desorganización de su economía, sociedad y de las ideologías, junto con el abandono
de las comunidades para escapar de la mita y el empleo ilícito que de su propia gente hacían los curacas, podrían ser las
causas de este descenso de los indios reclutados para la minería.

La mayoría de los nativos en Potosí vivían en los principales barrios indios denominados rancherías, eran el hogar de los
mingas, trabajadores contratados en la minería y el purificado, que entraron en escena en cantidades crecientes a
finales del siglo XVI. Constituyeron una parte de gran importancia de la fuerza de trabajo debido a que las asignaciones
de mitayos para los ingenios eran insuficientes. Se contrataban entre los mitayos que estaban de huelga y entre la
población que se quedaba en Potosí después de terminado el servicio de mita; exigían pago al contado y por adelantado,
bastante más elevado que el del trabajador mitayo. Andando el tiempo, la palabra minga tuvo también un segundo
significado: el de un trabajador contratado para sustituir a un mitayo. Cuando un mitayo o curaca pagaba a un patrono
la cantidad necesaria para que éste contratase a un reemplazante de un mitayo, este proceso se denominaba entregas
en plata o indios de faltriquera. La práctica del minga sustituto tenía el efecto claro de una transferencia considerable de
riqueza desde la población nativa a los propietarios españoles de ingenios. Esta mano de obra minga era asumida de
forma voluntaria y no compulsiva como el servicio de mita, por lo que hay que inferir que no todo el trabajo en Potosí
descansaba en el servicio obligatorio de la mita

-VIRREY TOLEDO.

Francisco de Toledo, quinto virrey del Perú -1569-. Usualmente se le tiene por responsable de la creación de la mita pero
lo cierto es que se asienta sobre sólidos precedentes (la provincia de Chucuíto). Cambió la mita por un sistema
totalmente oficial, que funcionaba bajo la supervisión de los administradores centrales. Expandió, normalizó y dio forma
oficial a un sistema de trabajo basado en el reclutamiento, venía ya desarrollándose en un grado considerable, como
respuesta a la demanda de trabajadores en las minas; sostuvo haber triplicado la fuerza de trabajo disponible;
reemplazó la organización en gran medida privada de las mitas anteriores a 1570, por otra regulada mediante varias
ordenanza y estableció el principio de que el gobierno colonial era responsable del funcionamiento de estas remesas
oficiales. La primera mita organizada por él se separaba en dos mitades, una para el trabajo y otra de descanso (Huelga).
En las posteriores, se hicieron tres divisiones, con dos tercios de descanso que se denominaba mita ordinaria y la mita
gruesa era el número total de trabajadores que se asignaban para Potosí por todo el año. Toledo tuvo que cargar con la
responsabilidad y el oprobio de la mita pues Felipe II es un compendio de ambigüedades en sus instrucciones y nunca
dio aprobación oficial a las actuaciones del virrey. Toledo pensó que los indios podrían construir sus propias riquezas
guayrando en los períodos de huelga, pero la baja calidad del mineral lo hizo inviable y quedaron relegados al papel de
miles de desplazados para ser trabajadores manuales.

-CONDICIONES DE TRABAJO Y ASISTENCIA.

Fue desde luego la llegada de la amalgamación, proceso foráneo, complejo y de varios pasos, lo que trajo la división
extensiva y la especialización del trabajo indio en el Potosí Industrial.

El mineral era cortado por los BARRETEROS y se transportaba desde la boca de los túneles sobre las espaldas de los
APIRES, quienes lo amontonaban en las plataformas niveladas, o cancha a la salida de las minas. Allí antes de llevarse en
llamas a una purificadora, era seleccionado y descartado el material que restaba por los PALLIRES. Numerosos
SIQUEPICHES mantenían despejado el paso de los apires en las obras de la mina; su trabajo era juntar y apartar
escombros; y si la mina exigía soportes internos, inevitablemente de tierra trabajada, ya que los grandes maderos eran
muy caros en Potosí, éstos eran preparados por PIRQUIRES. Los distintos trabajos especializados eran dirigidos por un
cierto número de indios supervisores o PONGOS.
En las purificadoras de amalgamas se desarrolló una especialización de trabajo al menos igual a la de la propia
extracción. Los indios MORTEROS echaban el mineral para la trituración entre los martinetes del molino y el recipiente
del mortero.

La mezcla de mercurio y otros reactivos del mineral triturado está hecha por el beneficiador o purificador. Su puesto era
el de mayor responsabilidad en todo el ingenio y el encargado era normalmente un español o un mestizo.

El mineral se mezclaba luego con las distintas sustancias restantes, empleadas en el proceso de purificado por los
REPASIRES, era bastante común que agitaran el material de la amalgama chapoteando con los pies descalzos. Una vez
completada la amalgamación, los LAVADORES o TINADORES supervisaban el separado en las tinas del material de
desecho. El paso del mineral y otras sustancias por el molino era llevado a cabo por SERVIRES. Entre el personal indio
aún más especializado, un ingenio podía contar con un LEÑATERO para recoger combustible (leña, madera para el
fuego); un CARBONERO para hacer carbón y un HORNERO, para supervisar el tostado del mineral sulfatado antes de la
amalgamación y la producción magistral mediante el tueste de las piritas en un horno.

Las mujeres, por su parte, parecían haberse vuelto expertas, no sólo en la purificación con guayras, sino también en la
selección del mineral a ser fundido.

La mano de obra especializada en las minas y refinerías era realizada por MINGAS, y las cargas dejadas por los MITAYOS.

Las ordenanzas de servicios y seguridad fueron escasas y estuvieron lejos de tener total y efectiva aplicación pero está
fuera de toda duda que sin ellas y sin los oficiales que intentaron ponerlas en práctica (protector de indios, alcaldes
mayores, veedores...), la vida de los indios en las minas de Potosí hubiera empeorado más de lo que estaba.

Otro abuso sobre los mitayos fue la trata de la venta y arriendo de los trabajadores de la mita por el patrono, a quien
eran asignados, a algún otro minero o refinador. La principal razón para preocupar al gobierno era que este tipo de
enajenación aparecía como un ataque a las libertades fundamentales que el Estado había declarado inherentes a los
nativos americanos bajo las reglas españolas. Es suficientemente claro que la mita misma, como mano de obra
reclutada, infringía tales libertades. Pero el Estado podía aducir, si bien no muy cómodo, razones de bien público en
justificación de los reclutamientos.

La venta de indios les somete a esclavitud (esclavonía). Segundo la venta de mitayos les priva de la debida recompensa
por su trabajo. La tasa de pago de la mita de ida era de 2,75 reales por día, pero el vendedor cargaba 8 reales por día y
por indio, ganando así más de 5 reales sin hacer absolutamente nada. Los únicos medios de bloquearla habrían sido
elevar el precio de la mano de obra dela mita hasta igualar el de los mingas en el mercado libre de trabajo.

Muchos informes muestras que los curacas vendían los indios que supuestamente debían reunir y enviar en remesa a
Potosí para el servicio de la mita. Los indios así vendidos eran conocidos como INDIOS DE RUEGO.

Un abuso colateral de los mitayos, y que recibía la condena moral de algunos administrativos, era el de los
INDIOS DE FALTRIQUERA. Un mitayo podía, él mismo decidir pagar al patrono dinero al contado en reemplazo por su
trabajo, o probablemente, lo que era más común, el curaca o capitán a cargo del abastecimiento de mitayos de alguna
ciudad o distrito, daba el dinero que reemplazaba al trabajador no entregado en persona. La frase “indios de faltriquera”
parece ser del siglo XVII, y posiblemente la práctica no fuera común con anterioridad.

Mineros y refinadores afirmaban que con ese dinero que recibían a cambio de los mitayos que faltaban, contrataban
mingas,

Es, en realidad, sostenible que tanto la práctica de indios de faltriquera como la venta de indios, previamente discutida,
eran en términos estrictamente económicos, ventajosas para la industria de Potosí. Un propietario cuya mina producía
pobremente un mes, podía al mes siguiente hallar de repente un buen acumulamiento de mineral y necesitar de pronto
más trabajadores para la extracción el purificado; y luego, al otro mes, encontrarse de vuelta con dificultades..

Las ventas de trabajo mitayo eran, en consecuencia económicamente útiles, al permitir aquellos que realmente
necesitaban brazos, conseguirlos en cualquier momento.

En realidad, es muy probable que fuese únicamente por trabajar como mingas, con pagas altas, por lo que muchos
indios pudieron comprarse para salir del trabajo de la mita.

Algunos patronos de las minas menos prósperas preferían los “indios de faltriquera”, porque sus operaciones en las
minas se habían estancado y no rendían beneficios. El sistema de faltriquera aparece entonces como un mecanismo
para pasar fondos desde la parte próspera de la industria a aquella en dificultades.

El indio que pagaba para escapar a su turno en la mita, en cambio, pudo haber obtenido alguna ganancia. Evitando el
servicio de la mita, evitaba la tarea más pesada de la mina, cargar mineral bajo tierra. En lugar de ellos podía contratarse
en otra parte como minga, y si poseía alguna especialidad, trabajar como barretero, incrementando así sus
oportunidades de reunir buen mineral por sí mismo; o podía elegir alguna tarea en la purificación, donde, según se
informa, eran menos las horas de trabajo y el trabajo más liviano que bajo tierra. Es fácil imaginar de hecho, que una vez
que un hombre adquiría alguna especialidad, podía de manera permanente, escapar al servicio de la mita a través del
sistema de faltriquera.

Vale la pena notar también que aparecen pocos signos en Potosí de otro abuso con los indios, considerado a menudo
característico de la América colonial española: la retención del trabajo por deudas. En las minas alejadas del distrito, las
deudas bien pudieron haber sido utilizadas para mantener un dominio sobre los trabajadores, aunque sólo se ha
encontrado una prueba de ello, referida a un ingenio y a una mina de Chichas, en los primeros años de la década de
1630. Entre otros abusos, mendoza describía un caso típico de peonaje por deudas. Alegaba que a los trabajadores
indios se les obligaba a comprar comida y otros artículos de sus patronos, y aun precio doble del común; que no se les
permitía pagar en dinero, sino sólo con trabajo, y se veían así reducidos a un perpetuo cautiverio; que las deudas se
transferían juntamente con los indios al venderse los ingenios; que en realidad, el monto de las deudas se exageraba en
tales casos, y que el rendimiento del trabajo de los indios se infravaloraba de tal modo que el nuevo pago de la deuda se
hacía más difícil. Debe decirse que todos los trabajadores en cuestión eran mingas. Las minas de Chichas no fueron
abastecidas con trabajo de mita.

Por el contrario, Potosí era el sitio de un gran mercado. En Potosí, además, había autoridades legales tanto como
jefes indios, a quienes los nativos agredidos podían recurrir y en quienes a veces encontraban una respuesta.

- CONCLUSIÓN. LOS SISTEMAS DE TRABAJO DE POTOSÍ EN UN CONTEXTO AMERICANO MÁS AMPLIO.

- En la década de 1570, el virrey Toledo llevó a cabo el control por parte del Estado sobre la mita, mano de obra
compulsiva, a través de oficiales creados a este fin.

- La mita de Toledo debe ser vista como la culminación formal de muchas prácticas y concepciones preexistentes y no
como una creación nueva.
- Desde el comienzo de las actividades mineras en Potosí existe un número económicamente significativo de
trabajadores indios voluntarios, que no estaban obligados a trabajar aquí por ninguna estructura compulsiva impuesta
por el gobierno colonial español. También iban a aparecer trabajadores involuntarios. Se da pues una estructura dual de
trabajadores desde sus albores.

- El grupo más libre de trabajadores, con orígenes incaicos, eran los yanaconas, que se convirtieron en indios varas en las
décadas anteriores a 1570, por contra, el sector más coaccionado de la fuerza de trabajo descendía de la mita anterior a
la conquista.

- Al introducirse la amalgamación, los indios varas perdieron su lugar de pequeños empresarios en la industria de la
plata.

- A finales del XVI aparece de forma espontánea una nueva modalidad de trabajo voluntario, los mingas, mediante pago,
contrato. La razón está en el descenso de la mita gruesa. El término minga no surge antes de la década de 1580, pero es
intrínsecamente probable que tales trabajadores pagados ya estuvieran presentes, aunque quizás en pequeño número,
con anterioridad.

Hacia 1600, poco más de la mitad de los trabajadores en la producción de plata en Potosí, en un momento dado, eran
mingas y poco menos de la mitad, reclutados o mitayos.

Stern descubre que a comienzos del siglo XVII un grupo diferenciado de jefes indios hispanizados existía en esa región:
un grupo que incluía, pero no enteramente basado en él, el liderazgo tradicional de las comunidades nativas. Stern
encuentra en estos procesos un cambio profundo en la naturaleza de los vínculos entre los indios, dentro de las
comunidades. En suma, aquellas vinculaciones estaban haciéndose cada vez más españolas: a fundarse, en medida
creciente, en diferencias de aprobación de posesiones materiales más que en intercambios tradicionales de bienes,
servicios y derechos que habían caracterizado a la sociedad india anterior a la conquista.

Parece razonable extraer un paralelismo entre el grupo nativo de Huamanga y el componente Minga de la fuerza de
trabajo en Potosí. Es sostenible, por lo menos para Potosí, que la respuesta a la pregunta planteada -¿ por qué no
apareció una mayor coacción todavía del trabajo nativo, a medida que el equilibrio entre la oferta y la demanda de
trabajadores se iba perdiendo’- sea que una cantidad grande de trabajadores evitaba la coacción mediante la
hispanización. Esto es adoptaban una vinculación característicamente española con sus patronos, la del hombre
empleado. Es tentador, además, proponer que los mingas asimilados “…a una clase explotadora de empresarios
aristócratas”, para emplear la frase de Stern, escogerían trabajo contratado para la producción de plata. Lo que parece
suficientemente claro es que los mingas, al escoger el trabajo asalariado junto a los colonizadores, generaban una
distancia económica y social entre ellos y la masa de mitayos nómadas, de una manera similar a la descrita por Stern
respecto a los jefes nativos de Huamanga. Este proceso de separación es visible, desde luego, en los vínculos más
tempranos entre españoles y yanaconas, en los Andes centrales. Los yanaconas eran el principio de un sistema dual de
trabajo en Potosí y los mingas, los últimos representantes del aspecto menos coactivo de este sistema.

El mejor juicio que puede hacerse, en consecuencia, sobre la cuestión básica planteada al comienzo de este libro – el
grado de coacción ligado al trabajo nativo en las minas de Potosí en el primer siglo-, considerando la estructura de
trabajo en conjunto, es que el carácter compulsivo del trabajo de la mita parece mitigado en un grado sustancial por el
crecimiento del sistema minga; pero que este sistema escondía en sí mismo una coacción mayor en la forma del
aprovechamiento de los mingas hispanizados, a expensas de sus propios compañeros, que elegían quedarse en las
comunidades tradicionales
España y América en los siglos XVI y XVII. (INSTITUCIONES)

La conquista española de América creó las posibilidades del primer imperio en la historia humana de
verdaderas dimensiones mundiales.

En 1503 la corona estableció en Sevilla la Casa de Contratación responsable de la organización y control del
tráfico de personas, barcos y mercancías entre España y América, esto convirtió a Sevilla en el centro
comercial del mundo atlántico. Al canalizar todo el comercio americano a través de Sevilla, la corona buscaba
asegurar el máximo grado de control sobre lo que se esperaba que fuese una muy lucrativa empresa y
aspiraba a los derechos monopolísticos de la tierra descubierta.

En 1523 se constituyo el Consejo de Indias era una organización por medio de la cual los asuntos de los
nuevos territorios serian regularmente atendidos y llegarían al conocimiento del monarca quien tomaba las
decisiones en torno al gobierno en las Américas. Este era de carácter consultivo, en el sentido de que las
decisiones del rey eran adoptadas sobre la base de – consultas- elevadas al rey por el Consejo de Indias. Así se
fue conformando una clase burócrata en torno al Nuevo Mundo.

Unos de los principales intereses de la corona era impedir la concentración de poder, por lo que limito en
poder de los encomenderos cuando éstos tomaron de la encomienda gran parte en beneficio propio y
aumentaron las cargas y los malos tratos a la población.

En este sentido, la difusión de la autoridad se basaba en una distribución de las obligaciones que reflejaba las
distintas manifestaciones del poder en Indias: administrativa, judicial, financiera y religiosa. Sin embargo,
debida a que con frecuencia las líneas de separación no estaban fuertemente trazadas: diferentes ramas del
gobierno se superponían, un único funcionario podía cumplir diversos tipos de funciones.

Organización administrativa e instituciones:

En los primero años de la conquista los principales representantes de la corona en las Indias eran los
gobernadores, titulo normalmente combinado con el de capital general. Al gobernador se le concedía el
derecho de disponer de los indios y la tierra, lo que era claramente un importante incentivo para comprender
posteriormente expediciones de conquista. La gobernación era por tanto una institución ideal para extender el
gobierno español en las Indias, los nombramientos se hacían por plazos cortos y no eran hereditarios. Pero los
gobernadores no desaparecieron en Indias después de completarse la conquista. Habían demostrados su
utilidad como institución para administrar y defender regiones periféricas. Por tanto, en lugar de ser abolidas
se la mantuvo pero fueron gradualmente burocratizadas. La generación de gobernadores posterior a la
conquista eran administradores, no conquistadores, y tenían funciones judiciales como administrativas y
militares.

A pesar de la supervivencia de las gobernaciones, éstas no iban a ser la unidad administrativa más importante
en Indias, sino el virreinato. Los Austrias establecieron el virreinato de Nueva España en 1535, con capital
en México y su primer virrey fue Antonio de Mendoza que ocupo el cargo hasta el 1550. El segundo
virreinato fue el de Perú con capital en Lima, fue establecido en 1543 y su primer virrey fue Blasco Núñez
Vela. A pesar de su ya existencia, este nuevo sistema de gobierno fue institucionalizado en las “Leyes Nuevas”
de 1542

Otra unidad administrativa conformado durante el siglo XVI fueron las audiencias, eran tribunales de justicia
formados por un número variable de funcionarios, un presidente, oidores y fiscales. El presidente asumía las
funciones de gobierno en el ínterin entre la salida de un virrey y la llegada del siguiente. Existieron tres tipos
de audiencias: Audiencias virreinales, precedidas directamente por el virrey; las pretatoriales cuyo presidente
era el gobernador de la provincia; y las no pretatoriales subordinadas al virrey por estar precedidas por quien
no ocupaba el cargo de gobernador. Las audiencias establecidas en las ciudad de México y Perú eran de
carácter virreinal.

Estas tres instituciones conforman el nivel superior de la administración secular en las Indias. Existían
también unidades de gobierno más pequeñas dentro de las áreas de jurisdicción.

Estas unidades menores fueron los corregimientos (en México eran conocidos también con el nombre de
Alcaldías mayores) el corregidor era nombrado por la corona o por los virreyes dependiendo el grado de
importancia en sus funciones. Su área de jurisdicción tenía como base una ciudad, pero se extendían a la
zona rural en torno a ella. Esta institución comenzó a aparecer desde la década de 1560 como respuesta de
la corona a la labor de los encomenderos que se estaban extendiendo en sus funciones y cometiendo
excesos en la recaudación de la encomienda. Además la baja demográfica indígena se estaba intensificando y
los encomenderos realizaban mayor presión sobre los indios para el pago de tributos. Asimismo la corona
tenía intenciones de evitar q estos hombre alcancen mayor poder y evitar la conformación de una clase
feudal. No obstante la iglesia presionaba a la corona por los excesos y malos tratos cometidos por los
encomenderos a la población indígena. En este sentido, la corona conformo una nueva institución que se
ocuparía de la recaudación de tributo, como también organizar la administración y la justicia, por sus
funciones recibiría un salario derivado del tributo indígena. Sin embargo, rápidamente, comenzó a verse en
la actuación de los corregidores similares pretensiones de enriquecimiento propio como los encomenderos.

Las ciudades contaban con otra institución, el cabildo, que fue abandonando las funciones políticas que se le
atribuyeron en la época de los conquistadores. Llevaba adelante el gobierno local, encargándose de regular
la vida de los habitantes y ejercer supervisión sobre las propiedades públicas y se componían de
funcionarios judiciales y regidores, responsables del aprovisionamiento y la administración.

Los miembros de los cabildos se convirtieron progresivamente en verdaderas oligarquías, en donde se


perpetuaban familias en los cargos. Esto se debió a que desde siglo XVI y en el XVII se generalizó la venta y de
cargos públicos, así la balanza entre funcionarios electos y hereditarios se inclino por estos últimos.

Los cabildos habían sido integrados, desde tiempos de los conquistadores, por éstos que también ostentaban
el cargo de encomendero. Hacia el siglo XVII se consolido la práctica de venta de oficios para estas funciones
a causa de las necesidades económicas de la metrópoli, características de este período. Por lo tanto,
mercaderes y diferentes familias lograron acceder al cabildo. Sin embargo esto no significó que se
consolidara una diversidad dentro del cabildo, desplazando la fuerte elite que ocupaba los cargos. Consistió
simplemente en la alternancia de oligarquías locales en el gobierno municipal, siendo que la administración
quedo principalmente bajo un pequeño círculo de familias que se enriquecieron, vincularon entre sí, cuyos
intereses no siempre coincidían con los de la comunidad que representaban. Las relaciones y alianzas que
establecían los miembros dentro de los cabildos llevo a la formación de camarillas y parentelas en pos del
beneficio propio.

Las familias estaban interesadas por ser miembros del cabildo, indudablemente por el prestigio social que
generaba, cuestión de gran importancia para la época. En un principio los cargos capitulares no
proporcionaban fáciles o rápidos beneficios ya que su ejercicio no implicaba la obtención automática de un
ingreso económico. Sin embargo estos intereses estaban presentes y los medios para satisfacerlos solo
podrían ser de carácter ilícito, sabiendo utilizar el prestigio y las prerrogativas de los cargos en beneficio
propio. De esta manera las oligarquías locales que se fueron conformando en torno a dichos cargos afianzaron
progresivamente su poder económico. Se valieron de sus atribuciones en materia económica como el control
de los productos, el abastecimiento de las poblaciones o la fijación de precios y aranceles, para favorecer
sus conveniencias particulares, estableciendo, por ejemplo, precios mayores a ciertos productos para
enriquecerse.

Por lo tanto el control del gobierno municipal sirvió a las oligarquías locales como mecanismo para asumir el
poder político a nivel gubernamental y aumentar así sus cotas de influencia o para defender sus intereses
frente a las otras autoridades civiles o religiosas.

Se puede concluir que los grupos capitulares indianos constituyeron verdaderas elites de poder, tanto en el
plano político como en el económico y social. Alcanzaron sus posiciones a través de mecanismos formales por
medio de la elección, compra o herencia de los cargos, o informales a través de redes de parentesco, de
influencias o de conexiones económicas que lograron establecer. Ambos modos sirvieron a las oligarquías
locales para consolidar e incrementar su riqueza y prestigio, pero sobre todo para conformar un distinguido
círculo con identidad propia, capaz de hacer valer su hegemonía en todos los ámbitos de la vida municipal y
hasta del gobierno provincial o regional.

El Estado y la organización de la economía: siglo XVI y XVII.

Las unidades fundamentales dentro del sistema fiscal fueron las cajas reales, constituidas cada una por tres
oficiales reales, encargados respectivamente de recibir los ingresos y abonar los gastos públicos (tesoreo),
de llevarla contabilidad (contar) y de administrar los ingresos en especie y distribuir las mercancías enviadas
de la Corona (factor). Estas cajas reales fueron establecidas en la capital de virreinato, llamandose estas cajas
matrices, o en otras zonas como las de gran densidad de población indígena o en las cuencas mineras, con el
objetivo de recaudar el tributo de ambas zonas.

En el siglo XVI se establecieron casa de la moneda, en cada virreinato se establecieron tribunales de


cuentas, con el objeto de fiscalizar las del erario, a estos organismos se hallaban subordinados contadores
mayores de cuentas. Asimismo se estableció la alcabala, impuesto sobre las ventas y el consumo. Para el
siglo XVII se implementaron en América impuestos indirectos como el del papel del sellado o la media
annata sobre ciertos. El aumento de ingresos, y sobre todo, de gastos públicos durante el siglo XVII
determinará algunos cambios, entre ellos la creación de la aduanas para aliviar a las cajas reales en sus
tareas recaudatorias. Sin embargo en la medida que aumentaban los impuestos, se generó un contrabando de
mercancías no registradas, tanto en los puertos de salida como en las ferias. También se sumo la piratería,
contrabandistas extranjeros que, por el hecho de no pagar impuestos, estaban en condiciones de ofrecer en
las costas americanas mercancías más baratas que las del comercio legal. Asimismo aparecieron en las Indias
mercaderes, o grandes comerciantes al por mayor, con capacidad financiera para comprar los cargamentos de
las flotas, almacenarlos e irlos distribuyendo a través de extensísimas redes de agentes y clientes. Sirvieron al
Estado con donativos, con anticipos de dinero para gastos públicos mediante la suscripción de empréstitos
para necesidades urgentes del erario.

España y América: El comercio Atlántico, 1492-1720. (contrabando)

La propia “carrera de indias” atravesó una serie de ciclos, cortos y largos, que reflejaban y afectaban al mismo
tiempo las condiciones socioeconómicas de la madre patria y de las colonias. Además, a medida que las
rivalidades imperiales europeas crecieron, especialmente en el Caribe, la carrera fue amenazada,
directamente por piratas y corsarios e indirectamente por los esfuerzos de los contrabandistas del norte de
Europa, para sustituirla en su papel de proveedor y cliente del imperio hispanoamericano.

El crecimiento del sistema de flotas en la segunda mitad del siglo XVI reforzó la confianza en el monopolio
mercantil. España y sus grandes consorcios o consulados de mercaderes de Sevilla, Cádiz, Veracruz y Lima se
apoyaban en un comercio y un sistema de convoyes basado en la exclusión de los rivales, en una
programación rígida y en puertos monopolísticos donde el comercio pudiera ser controlado y en la
subordinación de las colonias a las prioridades españolas.

El comercio atlántico tuvo una serie de momentos buenos en los años comprendidos entre 1580 y 1620.
Evidentemente estas eran décadas de cambio y reajuste en España y sus colonias. Medio siglo de crecimiento
se había detenido, manteniéndose en tono menor durante unos pocos años, antes de deslizarse hacia abajo a
mediados de siglo.

La década de 1570 fue crucial para la población indígena de Nueva España que había venido disminuyendo
desde el primer momento de contacto. Ahora, en la década de 1570, una serie terrible de epidemias asoló la
zona reduciendo su número a una pequeña parte de lo que había sido en la época de la conquista. La
producción y el comercio resultaron afectados de diversas formas: decayeron las prestaciones de servicio y el
pago de los tributos; subieron los precios; hubo que retener más plata en el nuevo mundo para pagar los
precios más altos, de forma que llegaba menos a España.

Los turnos de mano de obra, o mita, abastecían a Potosí suficientemente y, en México, un uso creciente de
trabajo libre y de esclavos completó las necesidades.

No obstante, las minas de plata se hallaban sumidas en su propia crisis. La producción comenzó a descender:
en Potosí, después de 1592, una caída que duró mucho más de un siglo, y en Nueva España, aproximadamente
desde 1630 hasta casi finales del siglo XVII. Una de las causas de este fenómeno era la dificultad de disponer
fácilmente de suministros de mercurio. Las minas de Huancavélica, por su parte, iniciaron el descenso de su
producción alrededor de 1595. Además, a medida que desaparecía la población indígena, el precio de los
alimentos subía y costaba más mantener a los mineros.

El volumen de la sustitución de importaciones durante estas cruciales décadas probablemente se ha


sobreestimado, pero México , Perú y Chile llegaron a autoabastecerse de granos y en cierta medida , de
vino, aceite, artículos de hierro y madera y muebles. Esta reducción de dependencia con respecto a España
coincidió con la decadencia de la metrópoli. A medida que decaía la industria, sus exportaciones consistían
cada vez más en materias primas y productos sin elaborar y menos en bienes manufacturados. Y precisamente
las materias primas y los productos alimenticios eran los más perecederos en el largo viaje atlántico y los que
menos se necesitaban en las colonias.

La decadencia de España a fines del siglo XVI y en el XVII ha sido objeto de largas discusiones. La débil clase
dirigente no renunció a ninguna de sus extravagantes ambiciones, los impuestos aumentaron sin cesar en
Castilla, la industria y la agricultura se arruinaron ante la vigorosa competencia extranjera y, alrededor de la
década de 1620 o incluso antes, las flotas y los cargamentos que salían de Sevilla eran controlados por
comerciantes extranjeros y transportaban productos de la misma procedencia. Para complicar más aun las
perspectivas del triste siglo XVII, España se vio afectada por una serie de violentas plagas, pérdidas de
cosechas y hambrunas prolongadas. Su cohesión política fue sacudida por revueltas en la periferia y una
suma de derrotas en el mar y en los campos de batalla de Europa debilitó su prestigio y pusieron en
discusión su poderío.

Carlos V se apropió de las riquezas de particulares llegadas de América para pagar a los ejércitos o a sus
acreedores, Al cabo de algunos años toda la carga que llegaba a Sevilla se confiscaba y se prometía su pago
en “juros”, evidentemente devaluados, de una tesorería obviamente en bancarrota.

Sin duda, estas intromisiones del estado afectaron al comercio y a la productividad en general. Podemos
imaginar cuánto desanimaría la expectativa de una confiscación a los comerciantes de las colonias. Muchos,
de buen o mal grado, renunciaron a reinvertir o a desarrollar sus medios productivos y se transformaron en
rentistas o en propietarios de tierras.

Otros dos hechos apagaron el comercio interregional en las colonias después de 1630 aproximadamente. Uno
fue la piratería. Los Chaunu han tratado de demostrar que tuvo pocos efectos en el desarrollo de la carrera.
Con excepción de los famosos, aunque escasos, años en que holandeses o ingleses capturaron toda la flota
con el tesoro la carrera tenía la suficiente envergadura y el suficiente armamento para luchar contra las
mejores armadas o, incluso, ignorarlas. Otros estudiosos llegan a la conclusión de que los Chaunu han
subestimado las pérdidas, pero en todo caso, los efectos de la piratería sobre la navegación costera fueron
mucho más graves.

El otro factor que sofocó el comercio interregional a mediados de siglo fue la falta de circulante. Las
colonias venían sufriendo una fuerte escasez monetaria con severos resultados. Los sistemas comerciales
locales eran demasiado pequeños como para desarrollar sofisticados mecanismos de cambio y crédito. El
comercio, de hecho, estaba respaldado por un tipo de moneda de plata que era generalmente aceptado, y sin
tal respaldo inevitablemente decaía porque tenía que usar voluminosos sustitutos, como semillas de cacao o
cántaros de vino o, incluso, regresar al antiguo trueque que era difícil de mantener a largas distancias.

Aunque el comercio oficial trasatlántico había descendido en intensidad, la corona seguía recaudando sus
impuestos y rentas con sorprendentes eficacia.

Para el terrateniente que seguía interesado en la agricultura comercial y para el comerciante que seguía
soñando con un comercio a larga distancia, la solución eran los extranjeros. El contrabando no se extendió
hasta que las últimas naciones que llegaron al Caribe realizaron toda una serie de experimentos y transiciones
propios. El contrabando necesitó casi un siglo para desarrollarse como el medio básico de comercio en el
Caribe y en el Río de la Plata.
El período que transcurre entre 1620 y la década de 1680 fue el gran momento de la piratería caribeña, de
los ataques navales europeos a las posesiones españolas.

Los primeros que desafiaron el poder español con seriedad fueron los holandeses. A fines del siglo XVI eran
la única nación europea con el suficiente poderío en el mar como para poderse enfrentar a España y
Portugal en el Nuevo Mundo y en las Indias Occidentales. La prolongada guerra de independencia holandesa
contra España (1568-1648) le proporcionó un incentivo extra a sus ataques. Después de 1590 cuando
empezaron a surgir los primeros problemas en la carrera de Indias, llegaron al Caribe barcos holandeses en
número considerable. Se produjeron ataques en el mar y a las ciudades, pero esta no era la principal razón por
la que los holandeses estaban allí. Ellos esperaban capturar la flota y, aunque este segundo objetivo se
contradecía directamente con el primero, esperaban comerciar con cueros, azúcar, chocolate y tintes. Durante
años tuvieron cierto éxito comerciando clandestinamente con Venezuela y las islas de mayor importancia. E
igualmente se sintieron atraídos por las grandes llanuras de sal en la costa de Tierra Firme.

Durante la tregua de los Doce Años de la guerra hispano-holandesa, entre 1609 y 1621, los holandeses
retiraron la mayor parte de sus barcos del Caribe. Los ingleses por su parte, no tan numerosos, también
firmaron un alto el fuego con España. Pero tan pronto como se terminaron las treguas, se renovaron las
hostilidades en el Caribe y la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (fundada en 1621), una nueva
alianza que permitía a los privados y poderosos intereses mercantiles unirse al apoyo entusiasta y al soporte
militar del estado, supuso una nueva amenazadora iniciativa.

Casi como un último recurso, Inglaterra como Holanda y Francia, había capturado pequeños espacios de
territorio en el Caribe que España no había considerado necesario ocupar de manera efectiva. Durante las
décadas de 1630 y 1640 los holandeses habían ocupado Curacao y establecido enclaves comerciales en las
islas de Venezuela. Los franceses habían ocupado Guadalupe, Martinica y algunos puertos en la costa
noroeste de La Española. Y ahora los ingleses se establecían en Barbados y Jamaica, así como en Antigua.

Había factores que impedían el desarrollo del comercio extensivo de contrabando con el imperio español. Los
holandeses y, en menor medida, los ingleses fueron capaces de hacer descender muchos precios españoles
desde fines del siglo XVI hasta casi las guerras de independencia, pero se enfrentaban con graves problemas
de oferta y demanda, almacenamiento y transporte de mercancías voluminosas.

Los rivales imperiales de España irrumpieron también en otro terreno del comercio americano del siglo XVII:
Era el comercio de esclavos africanos que se necesitaban principalmente como población sustitutiva en las
islas y costas tropicales donde se había aniquilado la población india.

Hacia 1690 había cambiado mucho la situación, y los barcos de esclavos ingleses llegaban en mayor número
desde la costa de África. La propia Jamaica absorbía más esclavos y los franceses empezaban sus fuertes
importaciones a Santo Domingo, que se iba a convertir en la más grande de todas las colonias azucareras.

Tras la muerte del último y patético Austria español, los borbones franceses llegaron al trono de España y
comenzó la alianza hispano-francesa. Durante unos 11 años Francia no sólo dominó la carrera legal, incluso
aportando los barcos de guerra necesarios para protegerla, sino que irrumpió en el comercio de esclavos e
intervino en buena medida en el contrabando del pacífico y el Caribe.
Cuando terminó la Guerra de Sucesión Española en 1713, también los ingleses obtuvieron concesiones.
Mediante un tratado de paz obtuvieron un derecho limitado a comerciar con esclavos legalmente.

La recuperación se noto más en la década de 1690, pero el comercio ilegal volvió a recaer entre 1700 y 1720,
años dominados por la guerra de sucesión española, antes de recuperarse de nuevo bajo la forma de un
sistema más libre y diferente de barcos con licencias durante la mayor parte del siglo.

Hispanoamérica había resurgido después de casi medio siglo de aislamiento parcial y había reorientado sus
productos y mercados, especialmente en áreas antes periféricas como Cuba, Venezuela, Buenos Aires. El
intento de España por desprenderse de su atraso y su letargo y recuperar su comercio colonial de los
contrabandistas extranjeros llenaría gran parte de la historia del siglo XVIII.

Tras la pausa, crisis o reajuste del siglo XVII, las exportaciones de metal precioso de América a Europa,
especialmente después que se revitalizara Potosí, ayudaron a regenerar el comercio europeo. Además en
esta fase, Europa hizo grandes inversiones en las plantaciones intensivas, su creación capitalista ultramarina
por excelencia.

La transformación de la relación entre España y las Indias: (siglo XVII)

Mediados del siglo XVI Carlos V dividió su herencia entre su hermano Fernando a quien le sucedió el título
imperial y las tierras alemanas de los Austrias, y a su hijo le dejo España, la Italia española, los Países Bajos y
las Indias. Con tal división el rey estaba reflejando el fracaso del gran experimento imperial de tan grandes
dimensiones, además estaba siendo amenazado por una multiplicidad de desafíos difíciles de afrontar: el auge
del luteranismo en Alemania, la rivalidad con Francia, la perenne amenaza de los turcos en Europa central y el
Mediterráneo y, además, por la escala de la empresa en la que se había embarcado. Las distancias eran
demasiado largas, los ingresos nunca lo suficiente; y a mediados de 1600 la bancarrota de todo el sistema
imperial que había comprometido desesperadamente su crédito.

La monarquía española bajo Felipe II se oriento cada vez más hacia un imperio de carácter genuinamente
trasatlántico, en el sentido de que le poder y las riquezas estaban directamente vinculadas a la relación
entre la metrópoli y sus posesiones ultramarinas. Durante la segunda mitad del siglo XVI el control del
imperio ultramarino llegó a ser determinante en las relaciones de poder dentro de Europa.

A partir de la década de 1520 fue descubriéndose en América la plata, la cual se constituyó a lo largo de los
siguientes años, en el principal producto de interés para España. Así la vida financiera y económica de
España, y a través de ella, de Europa se hizo fuertemente dependientes de la llegada regular de las flotas de
Indias con nuevos cargamentos de plata, que se destinaba a diversos objetivos de la Corona.

Otra proporción de la plata que llegaba a Sevilla pertenecía a propietarios individuales. Parte de ella consistía
en envíos de colonos a amigos y familiares, pero otra parte correspondía a pagos de mercancías que habían
sido embarcadas en anteriores flotas a los puertos de América. En la medida que dichas mercancías fueran de
origen español, los pagos tendrían un destino español. Pero como la misma España se mostró cada vez más
incapaz de afrontar las necesidades de un mercado americano en alza, los extranjeros aumentaron su
participación en el comercio de Sevilla, y mucha de la plata pasaba a manos de comerciantes y productores
no españoles. Es así que la plata se dispersaba por toda Europa, por lo que cualquier fluctuación en la
remesas de las Indias tenía amplias repercusiones internacionales.
Hacia la década de 1540 comenzaron a surgir problemas en torno al abastecimiento español de productos a
las Indias, como también el alto precio de ciertas manufacturas, particularmente los paños. No era sólo un
cuestión de la capacidad de la industria castellana para aumenta el abastecimiento de una creciente demanda
americana, sino también de cómo producir, tanto para el mercado doméstico como para el americano, a unos
precios competitivos internacionalmente. Los altos precios que eran el origen de las quejas entre los
consumidores castellanos a mediados del siglo XVI no lo eran sólo en relación a los precios de Castilla a
comienzos del siglo sino también en relación con los de las importaciones extranjeras.

Hasta el período 1570/80 los productos agrícolas de Castilla y Andalucía constituyeron las exportaciones
dominantes desde Sevilla; pero conforme las Indias comenzaron a desarrollar su producción ganadera y a
cultiva cada vez más su propio trigo, la demanda de producción española comenzó a decaer. Así fueron
ocupando lugar los bienes manufacturados que encontraron una pronta salida, pero alrededor de 1580 los
productos extranjeros parece que tomaron la delantera sobre los castellanos en los fletes, una clara
indicación de la incapacidad de la industria castellana para adaptarse a las nuevas y más solidas exigencias
del mercado indiano.

Por tanto las Indias comenzaron a tener menos necesidades económicas de las que una vez tuvieron con
España metropolitana; pero España, por otra parte, tenía una gran y creciente necesidad de las Indias. Se
había vuelto dependiente de las inyecciones regulares de plata americana para mantener el estilo de vida
expansivo. Cuando la plata no puedo obtenerse en la forma de pago por productos castellanos, hubo que
conseguirla por otros medios: a través de la manipulación de las tasa aduaneras, de la introducción de
determinados tipos de impuestos y del recurso de toda una variedad de mecanismos fiscales. Desde las
últimas décadas del siglo XVI intentó aumentar sus ingresos americanos vendiendo tierras, o los títulos de las
tierras que ya habían sido ocupadas ilegalmente, una forma de venta conocida como composición de tierras.
Por otra parte, conseguía dinero de la legitimación de los mestizos, de donaciones “voluntarias” y de los
monopolios. Y otro de los mecanismos que tendría importantes repercusiones sociales fue la venta de oficios,
la venta de los regimientos en las ciudades, aceleró el proceso por el que el poder municipal se concentró en
manos de cerradas oligarquías. Ello implicó la innecesaria multiplicación de los cargos, creándose un gran
número de nuevos puestos, especialmente en el siglo XVII, en respuesta más a las necesidades del gobierno
que a la de los gobernadores. El resultado fue el surgimiento de una enorme y parásita burocracia. La
combinación de un aumento en la producción de las minas con estos nuevos mecanismos para extraer dinero
de la población colonizadora produjo un gran incremento en los ingresos americanos de la Corona en los
últimos años de Felipe II, sin embargo no bastó para salvar a la Corona de otra bancarrota en 1596.

El acceso de Felipe II al trono de Portugal en 1580 representó inicialmente un incremento de la potencia


española. Le proporcionó una flota adicional; una nueva costa atlántica, con un puerto de primera categoría
en Lisboa; y un nuevo vasto dominio en Brasil como en el de Caribe, adonde se dirigían en busca de sal.

La aparición de los holandeses en las aguas españolas del Pacífico mostró que una enorme y desprotegida
línea de costa no iba a estar en adelante libre de ataques.

En 1624 una expedición organizada por la recién creada Compañía de las Indias Occidentales tomo Bahía, en
Brasil. Otra expedición conjunta hispano-portuguesa desalojó a los holandeses al año siguiente, pero ello
representó un gran esfuerzo para la maquinaria de guerra española, difícil de repetir en una época en que los
recursos estaban fuertemente comprometidos en Europa.

Durante la década 1630, por tanto los holandeses pudieron consolidar su control sobre las regiones
productores de azúcar en el noreste de Brasil, y la nueva armada finalmente enviada desde Lisboa en 1638 no
consiguió nada destacable y se dispersó tras un encuentro sin resultados con la flota holandesa en aguas
brasileñas en enero de 1640.

La incapacidad de la corona española para salvar Pernambuco de los holandeses tuvo grandes repercusiones
en la península. A unión de las coronas de España y Portugal en 1580 nunca fue popular en este último
reino, pero uno de los argumentos a su favor era que ello permitía a los portugueses aprovecharse de los
recursos de España para la defensa de sus propios territorios ultramarinos.

Simultáneamente, los mercaderes portugueses, que se había beneficiado de la unión de las coronas para
introducirse en la América española y especialmente en el virreinato del Perú, se encontraron expuestos en
los años de 1630 a una creciente hostilidad y discriminación por parte de los españoles y los criollos. Hacia
1640, por tanto, se hacía obvio para la comunidad mercantil portuguesa que la unión no ofrecía ya las
ventajas que una vez la habían hecho aceptable; y esto a su vez predispuso a muchos de ellos a aceptar los
hechos consumados el 1 de diciembre de 1640, cuando el duque de Braganza fue declarado rey de un
Portugal independiente.

Al tiempo que Brasil se desgajaba de la monarquía, ésta sufría aún más pérdidas en el Caribe. Aquí una vez
más, fueron los holandeses quienes tomaron la iniciativa. En la década de 1620 fueron flotas holandesas las
que facilitaron una protección para que ingleses y franceses pudieran dedicarse a ocupar las despobladas o
escasamente habitadas Pequeñas Antillas.

La relación entre España y las Indias experimentó, de este modo, un cambio decisivo como resultado del
conflicto internacional desde los años 1620 a 165o. España mismo resultó tremendamente debilitada; el
Caribe se hizo internacional y se convirtió en una base desde la cual el comercio ilícito podía realizarse a gran
escala con la tierra firma americana; y las sociedades coloniales de las Indias se vieron dependientes de sus
propios recursos, inclusive en la importante área de la organización militar.

Así militar y económicamente los lazos entre las Indias y la España metropolitana casi se habían perdido, al
menos temporalmente por el enorme debilitamiento de España durante las décadas centrales del siglo. Las
Indias seguían sujetas a las presiones fiscales intensas y al duro peso del control burocrático español, tal
situación de abandono y explotación llevo a que las oligarquías locales aprovecharon la debilidad de la
Corona para consolidar aun más su dominio en las comunidades adquiriendo por compra, chantaje u
usurpación extensas áreas de tierras.

Será tanto para Nueva España como para Perú, el siglo XVII, el período de formación de los grandes
latifundios. Otro fenómeno permanente fue el caciquismo rural, el contexto político y administrativo del siglo
XVII presentaba innumerables oportunidades para los magistrados locales de convertirse en el patrón local.
Asimismo un creciente sentimiento de criollismo fue surgiendo en este período, sentimiento de identidad
diferente. Por tanto cada nueva generación de criollos se sentía un poco más alejada de la España
metropolitana, y cada vez más reacia a aceptar el tipo de tutelaje implícito en la relación entre la madre patria
y sus colonias.

Hacia 1700, por tanto, cuando la dinastía de los Austrias que había gobernado España y las Indias durante
casi dos siglos se había extinguido, los Borbones se encontraron con un legado que no se prestaba a una
fácil administración. Durante el siglo XVI la corona, a pesar de todos sus fracasos, había conseguido mantener
un control notablemente estrecho sobre la nueva sociedad posterior a la conquista que se estaba
desarrollando en las Indias. Sin embargo, a fines del reinado de Felipe II, y como sucedía también en la misma
España, las tensiones comenzaban a producir efectos. Las necesidades financieras de la corona causada por
sus enormes gastos en la búsqueda de una política exterior inmensamente ambiciosa, la estaban forzando en
todos los sitios a compromisos con las comunidades locales y los grupos sociales privilegiados. Durante el
siglo XVII la crisis se agudizó en la metrópoli y si ello ocasionó nuevos intentos de cruda explotación de las
Indias para el beneficio de aquella, también significó mayores oportunidades para las confiadas y firmes
oligarquías de América de tomar en su beneficio las desesperadas necesidades del Estado.

El sistema que los Borbones del siglo XVIII encontraron en las posesiones de la América española podría ser
descrito, pues, como de autogobierno a la orden del rey. Las oligarquías de las Indias habían alcanzado un
nivel de autonomía dentro de un esquema más amplio de gobierno centralizado y dirigido desde Madrid.
Era un sistema que no alcanzaba reflejando un tácito balance entre la metrópoli y las comunidades de
colonos, ofrecía estabilidad más que movimiento, y sus principales víctimas eran los indios. Permitió en la
América española sobrevivir a las calamidades del siglo XVII e incluso prosperar moderadamente y, a pesar de
las depredaciones extranjeras, el imperio americano de España seguía prácticamente intacto cuando el siglo se
aproximaba a su fin.

La España de los Borbones y su Imperio Americano

Desde el siglo XVII la Corona se encontraba con fuertes problemas financieros y se encontraba en un estado
de postración absoluta. El reinado de Carlos II (1664-1700) resultó ser un desastre total, una desnuda
crónica de derrotas militares, la bancarrota real, regresión intelectual y hambre por doquier. Por entonces, en
cuanto al comercio colonial, Cádiz actuaba como mero lugar de paso en el intercambio de metal precioso
americano por mercancías europeas. Asimismo se sumaba el debilitamiento de la corona por enfrentamientos
bélicos. Derrotado por Francia ante su lucha por lograr el dominio de Europa. Es así que, mientras en el resto
de Europa continental el absolutismo dinástico estaba basando su nuevo poder en un ejército permanente y
un control fiscal, en España la monarquía había sufrido una pérdida progresiva de autoridad. El precio de
una corona debilitada fue la guerra civil, la invasión extranjera y la partición del patrimonio dinástico,
porque la muerte, largamente esperada, de Carlos II en 1700 provocó una guerra general europea cuyo
premio principal era la sucesión al trono de España. La elección por las Cortes de Felipe de Anjou, nieto de
Luis XIV (Francia), obtuvo un amplio apoyo en Castilla, su entronización como Felipe V (1700-1746) ante la
amenaza de guerra civil e invasión extranjera permanente, los franceses sentaron las bases de un estado
absolutista con notable rapidez. Durante su mandato excluyó a la aristocracia de los grandes consejos de
Estado, y redujo el papel de estos consejos con la creación de la secretaria de Estado.
Carlos III rey desde 1759 (no fue el sucesor directo de Felipe V), se emprendió un completo programa de
reformas, y su mandato estuvo marcado por un notable aumento de prosperidad tanto en la península como
en las colonias. Aunque las ambiciones y la personalidad de los monarcas borbónicos influyó sin duda en las
directrices de la política, sin embargo, fue la élite ministerial la que introdujo lo equivalente a una revolución
administrativa. Los Borbones confiaban en una nobleza funcionarial, concediendo títulos a sus servidores de
confianza, tanto en calidad de recompensa como para reforzar su autoridad.

Lo que más preocupaba a la élite administrativa era el progreso económico. ¿Cómo iba España a recobrar su
antigua prosperidad? En primer lugar, tomaron medidas proteccionistas para defender y promover su
navegación, industria y comercio, intentando liberar a la península de la dependencia de las manufacturas
del norte de Europa. Además construyeron canales y carretas para abrir nuevas rutas de comercio. Sin
embargo, el gran logro de la nueva dinastía fue la creación de un estado absolutista, el renacimiento de la
autoridad y de los recursos de la monarquía fue precursor del despertar económico. La principal innovación
consistía en la confianza en los funcionarios de carrera, militares o civiles, sujetos a una evaluación y
promoción reguladas que vivían de sueldos en lugar de gratificaciones o beneficios del cargo.

A la cabeza del nuevo régimen estaban los ministros y secretarios de Estado, Hacienda, Justicia, Guerra,
Armada e Indias, que reemplazaron a los antiguos consejos de los Austrias como principal fuente de la acción
ejecutiva.

A nivel provincial el intendente era la figura clave, símbolo del nuevo orden, fue en 1749 cuando fueron
nombrados en toda España encargándoseles la responsabilidad de recolectar los impuestos, dirigir el
ejército, la promoción de obras públicas y el fomento general de la economía.

La formación, expansión y mantenimiento de un ejército y armada permanentes eran objeto primordial


para el estado borbónico. Desde los primeros años del 1700 y a consecuencia del Tratado de Utrecht en
1713, España dependía plenamente de sus posesiones americanas, al haber perdido las españolas, por lo que,
el renacimiento del poder español con Carlos III fue en gran medida por el florecimiento del comercio con
Indias y del aumento de las rentas que el mismo producía.

La revolución en el gobierno:

En América la administración había llegado a estar en manos de un pequeño aparato de poder colonial
compuesto por la élite criolla- letrados, grandes propietarios y eclesiásticos-, unos pocos funcionarios de la
península con muchos años de servicio y los grandes mercaderes dedicados a la importación. Prevalecía la
venta de cargos en todos los niveles de la administración. Si la nueva dinastía quería obtener beneficios de
sus vastas posesiones de ultramar, tendría primero que volver a controlar la administración colonial y crear
entonces nuevas instituciones de gobierno. Sus propuestas en el ámbito político consistían en la aplicación en
América de reformas ya introducidas en España, la revolución administrativa fue iniciada por soldados y
funcionarios enviados desde la península.

El primer paso de este programa de reforma fue la provisión de una fuerza militar adecuada, como
salvaguarda contra lo ataques extranjeros y levantamientos internos. Los borbones estaban sumamente
preocupados por la gran presencia americana en el ejército y milicias, sin embargo, no pudieron suprimir
rápidamente su presencia ya que fueron relevantes para sofocar las diferentes rebeliones internas. Más allá
de tal particularidad, los borbones aplicaron diferentes modificaciones en los cargos de ejército,
suprimiendo el acceso a los criollos a los altos cargos.

En relación con la Iglesia, la monarquía reivindicó su poder sobre ella, cuando en 1767, Carlos III decreto la
expulsión de todos los jesuitas de sus dominios. Medida que avisaba a la Iglesia de la necesidad de
obediencia absoluta, dado que los jesuitas eran conocidos por su independencia de la autoridad episcopal, su
intransigencia acerca del pago de diezmos eclesiásticos, su devoción al papado, su extraordinaria riqueza y su
habilidad a la hora de litigar contra la burocracia real. Es así que se obligó a los religiosos a aceptar una
inspección general; se exhortó a los conventos de monjas de introducir las comidas en común; se acabo con la
jurisdicción de los tribunales eclesiásticos sobre las pruebas de propiedad intestada; y las autoridades
admitieron apelaciones legales de los mismos tribunales con creciente frecuencia. Se hizo para regular la
recolección de los diezmos.

De mayor alcance y eficiencia fue la reforma radical de la administración civil. En 1776 se estableció un
nuevo virreinato con capital en Buenos Aires, que cubría la vasta área que hoy ocupan Argentina, Uruguay,
Paraguay y Bolivia. La inclusión del Alto Perú en el nuevo virreinato, con el fin de promover a Buenas Aires con
los beneficios fiscales Potosí, preparó el camino de la política permanente de la zona andina. En 1739 los
bobones crearon el virreinato de Nueva Granada con el objetivo de asegurar la defensa de Cartagena y su
costa. Carlos III reactivo también la antigua solución de los Austrias para el mal gobierno colonial, la “visita
general”. Además, tuvo tanto éxito José de Gálvez como visitador general de Nueva España (1765-1771) que,
primero Perú (1776) y luego Nueva Granada (1778), se vieron sujetas a una parecida revisión de la maquinaria
de gobierno. Por medio del establecimiento del monopolio del tabaco y de una reorganización de la
recaudación de la alcabala, Gálvez aseguró un aumento inmediato de las remesas para Madrid. También se
avanzo en el incremento de la producción de la plata mediante exenciones de impuestos y reducciones de
los costes de los materiales del monopolio, como mercurio y la pólvora.

Pieza central de la revolución del gobierno fue la introducción de los intendentes, funcionarios que se
encargaban de todas las ambiciones intervencionistas y ejecutivas del estado borbónico. Los borbones
recortaron los sueldos de los alcaldes mayores y corregidores, cargos que desde mediados de siglo XVII se
habían puesto en venta, que continuaron ocupándose de la recolección de los impuestos, pero fueron
progresivamente avanzando sobre el comercio y otras partes. Sin embargo, hacia 1780, los intendentes junto
con la figura de subdelegados, comienzan a reemplazar de formar gradual a los alcaldes mayores y
corregidores, siendo además abolidos los repartos. Estos funcionarios desarrollaron su máxima actividad en
las capitales de provincias, donde pavimentaron calles, construyeron puentes, cárceles y reprimieron
desordenes populares. Esta figura fue la prueba del nuevo vigor ejecutivo.

En las capitales de Lima, México y Buenos Aires, se instaló otra figura de importancia breve, este fue el
superintendente, que era subdelegado de la Real Hacienda y relevaba al virrey en toda responsabilidad en
cuestión de Hacienda. Sin embargo, su importancia fue breve, debido al corto tiempo de existencia ya que en
1767el cargo fue abolido por disputas en los ingresos fiscales.

Dos innovaciones claves fueron el nombramiento de una burocracia fiscal asalariada y el establecimiento de
nuevos monopolios de la corona. La política de los borbones era aumentar el poder del Estado y aplicar en
América un control imperial más estrecho, los cambios y límites a los criollos en la administración, en el
ejército, la supresión de la venta de cargos y la designación de peninsulares en las funciones más relevantes,
fueron todas mediantes en función de tal objetivo.

La expansión del comercio colonial:

El renacimiento de la economía colonial, tanto como el de la peninsular, derivaba de la aplicación de medidas


mercantilistas. Las principales medidas en América fueron el fomento a la minería y a la agricultura. Tanto
en México y Perú hacia 1780 se generó un continuo crecimiento de producción de plata, siendo en Perú un
crecimiento marcado por una mayor explotación de la mano de obra proporcionada por la mita. La
producción agrícola para exportación generó la expansión de las haciendas y la creciente formación de
latifundios, como también la aplicación del cultivo de carácter extensivo.

La reforma mercantil fue una de las más significativas. Desde los tiempos de gran inestabilidad de España, la
presencia del contrabando era moneda corriente en las colonias y la corona luchaba por recobrar el control
absoluto del comercio. En este sentido si los borbones querían obtener beneficios de sus posesiones
americanas, debían desbancar a las manufacturas extranjeras y al contrabando de su papel preeminente en el
comercio atlántico. Como primeras medidas las autoridades de Madrid intentaron restablecer el antiguo
sistema de flotas periódicas que zarpaban desde Cádiz, con las ferias comerciales de Portobelo y Veracruz, si
bien estas medidas diplomáticas lograron eventualmente la exclusión de los barcos franceses de los puertos
coloniales, no había forma de escapar de los comerciantes ingleses, ya que contaba con el derecho, obtenido
por el Tratado de Utrecht, de enviar un buque anual a Hispanoamérica. A consecuencia de los intentos
españoles por impedir el contrabando inglés, surgieron hostilidades que derivaron en la Guerra de los Nueve
Años (1739- 1748).

La necesidad de una reforma administrativa y comercial llevo a que en 1765 se le permitiera a las islas del
Caribe comerciar, via libre, con los nueve puertos principales de la península. El éxito de estas medidas hizo
posible la promulgación en 1778 del Reglamento de Comercio Libre, su propósito era dar nuevo vigor al
comercio metropolitano frente a la presión incesante del contrabando. En este sentido abolía el embudo
que significaba Cádiz y el sistema de flotas, permitiendo el comercio entre los principales puertos del
imperio y la península, que comenzó a efectuarse por medio de buques mercantes aislados. A consecuencia
se vivió un breve período de aumento de las exportaciones, y la zona del Caribe aceleró su actividad
económica produciendo grandes cosechas de productos tropicales. Creció la producción de azúcar, cacao y
tabaco llegando a desafiar el predominio del metal precioso en el comercio atlántico español.

Un gran desarrollo tuvo la industria minera mexicana en la época borbónica, la corona desempeño un papel
crucial a la hora de promover tal desarrollo. Facilito las innovaciones tecnológicas y el acceso a materiales
como la pólvora, monopolio del estado, por lo que se redujo su precio al destinarse a la producción minera.
Asimismo se inicio una política de exención de impuestos y ofrecer reducciones para la renovación o iniciación
de nuevas empresas que requerían gran inversión de capital. La fuerza de trabajo, asalariada, era reclutada
entre la población mexicana, en su mayor parte mulatos, mestizo, criollos e indios emigrantes que formaban
una aristocracia laboral libre, de gran movilidad que en la mayoría de los campamentos recibían una parte del
metal además de su salario cotidiano. Presencia decisiva fue la de los comerciantes-capitalistas y mineros. La
industria se apoyaba en una cadena de crédito que iba de los bancos de plata y los comerciantes financieros
de la ciudad de México a los comerciantes locales o a los refinadores de los campamentos principales.
Las otras corrientes principales del comercio de exportación de Hispanoamérica consistían en productos
tropicales del Caribe y oro colombiano. La fuerza de trabajo de esas zonas se surtía de la de la importación de
los esclavos de África. En Colombia las riquezas del oro estaban a cargo de mineros que daban trabajo a
relativamente pocas cuadrillas de esclavos, financiados por comerciantes locales. En Cuba tuvo un fuerte
desarrollo y crecimiento la producción azucarera, los esclavos africanos fueron la mano de obra principal. El
tabaco también se fomento en la isla y los pequeños propietarios dominaban la producción aunque bajo el
control de los grandes plantadores apoyados por administración colonial.

A pesar de lo impresionante y rápido de la transformación económica producida en Hispanoamérica a raíz de


la importación de esclavos o de la inversión en los profundos pozos mineros, la base tecnológica de ese
desarrollo siguió siendo totalmente tradicional.

La economía interior:

El grueso de la población colonial encontraba empleo y sostén en la agricultura. En el siglo XVIII muchos
pueblos indios, probablemente la mayoría, seguían teniendo tierras suficientes como para mantener a sus
habitantes. La mayor parte de las comunidades producían el grueso sus propios alimentos y tejidos. Su
intercambio de productos se extendía raramente mas allá de la localidad y la producción para el mercado era
limitada, aunque la tendencia de los pueblos indios a permanecer atrincherados en su economía campesina
local había sido desafiada y parcialmente rota por las demandas de la corona de los tributos y servicios de
trabajo, por la invasión de las tierras comunales por los latifundios y por los infamantes repartimientos de
comercio. En contraste el latifundio estaban dirigidos desde el principio a la economía de mercado y, en
particular, a la producción para las ciudades.

Las haciendas que producían cereales y otros alimentos básicos para la red de capitales de provincia,
campamentos mineros y puertos, distribuían mercancías voluminosas y de bajo precio que encontraban una
limitación en su salida al mercado por el coste del transporte. En tanto que la expansión de la economía de
exportación hizo crecer la población urbana impuso también el cultivo intensivo de alimentos básicos. La
mano de obra en las haciendas era principalmente un pequeño núcleo de peones residentes y el contrato de
trabajo estacional de los pueblos vecinos.

Si bien la producción en el campo era principalmente para el autoconsumo, había también un gran número de
familias, residentes en las ciudades principales, en los campamentos mineros y en las regiones fronterizas, que
dependían de la industria colonial para proveerse de vestidos y otros artículos de uso domestico. Este avance
en el intercambio regional fue desarrollo de las décadas de mediados de siglo XVII, en que la crisis de
producción de plata y el fracaso del sistema de flotas de Sevilla provocó la expansión de una economía
domestica que suplía las necesidades de la creciente población hispánica y las castas. Surgió así una economía
claramente americana, basada en el intercambio interregional y a larga distancia de alimentos, metal
precioso y manufactura, fue un período de crecimiento de los obrajes de Puebla y Quito. Sin embargo, con
los borbones esta situación cambió. En la primera década del siglo XVIII, tanto de Europa como de otros
centros coloniales, socavó la prosperidad de la industrial textil de ambas zonas. La época borbónica
constituyó un periodo breve de equilibro entre los sectores exterior e interior de la economía, en el cual,
aunque el renacimiento del poder militar de la corona permitió a las colonias importar gran cantidad de
tejidos finos de Europa, también creó una notable proporción de empleo que, a su vez, constituyó un activo
mercado para la industria doméstica y la agricultura. De hecho, fue la existencia de esta compleja y variada
economía interna la que permitió la aparición de una sociedad colonial igualmente compleja y definida.

Los últimos años del imperio y protestas populares:

Hacia fines del siglo XVIII la corona se encontraba nuevamente con serias dificultades. El renacimiento
económico de la monarquía española había dependido siempre de la protección prestada por el equilibrio de
poderes en Europa. A pesar de lo efectivos que pudieran ser en las guerras fronterizas o en acciones auxiliares,
ni la flota española ni el ejército eran rivales para sus principales contrincantes en el Viejo Mundo. En 1793 la
corona imprudente se unió a la coalición continental contra el régimen revolucionario francés, sólo para
sufrir una flagrante derrota directa contra las tropas francesas. España sufrió la suspensión de todo el
comercio con sus colonias, por lo que varias casas comerciales de Cádiz cerraron. Las rentas bajaron
drásticamente por lo que el presupuesto anual se vio rápidamente hundido en deudas. La pérdida de
Trinidad a favor de GB y la cesión de Luisiana a Napoleón confirmaron de nuevo la importancia de España.
Además fueron años marcados por el gran deterioro del gobierno interno.

Por otra parte para el imperio americano la imposición del bloque ingles ofreció una humillante prueba de la
incapacidad de España para proteger los intereses de sus súbditos coloniales. El contrabando fue Moneda
corriente durante ese período. Sin embargo las colonias pudieron mantener su prosperidad a pesar de la
ruptura comercial con la metrópoli, tal éxito puso en entredicho el valor de la relación imperial.

Los cambios gubernamentales llevados a cabo por la corona en las colonias había provocado rechazo y en
algunos sectores derivados en levantamientos populares.

En Nueva España, el establecimiento del monopolio del tabaco, la formación de la milicia y, lo que es más
importante, la expulsión de los jesuitas produjeron tumultos urbanos y abiertas revueltas. Con la pronta
llegada de veteranos de la península la revuelta fue reprimida con una severidad sin precedentes

En el sur de Perú, un cacique local tomo el nombre de Tupac Amaru con intenciones de reunir en torno a sí al
campesinado indio frente al régimen colonial. Se necesitaron fuerzas de Lima y Buenos Aires para sofocar la
rebelión, que se extendía desde Cuzco hasta La Paz.

En Nueva Granada, la rebelión de los comuneros fue una protesta dominada por los criollos contra la
innovación fiscal y la parcialidad en los nombramientos, aunque también incorporo los resentimientos
mestizos.

Los movimientos de protesta fueron una resistencia manifiesta a los impuestos decretados por el estado
borbónico, como también contra abusos específicos. No pretendían ser nada más y ocurrían dentro de la
estructura colonial y no desafiaban el orden social. Las rebeliones populares llevaron a la superficie tensiones
sociales y raciales profundamente enraizadas que solían permanecer adormecidas y sólo explotaron cuando
una presión impositiva excepcional y otros resentimientos unieron a diferentes grupos sociales en una alianza
contra la administración.

La economía colonial (REPASO GENERAL MESOAMÉRICA-ANDES)


Durante los tres siglos de dominio español, la cultura económica europea se volvió dominante y disolvente del
sustrato nativo, peor cierto es también que persistían las formas indígenas y continúan hoy a filtrarse en la
superficie. Existen diferencias regionales en Hispanoamérica, se trataran características de Mesoamérica y
luego de Andes.

La formación del comercio regional y mercados en el espacio económico de Nueva España.

Al momento de la llegada de los europeos, gran parte de Mesoamérica se encontraba bajo sometimiento de
una alianza de ciudades-estado que sometía a las poblaciones a tributo. Esto significa que el flujo de bienes se
efectuaba a través de mercaderes respaldados por el poder estatal que se transportaban especialmente al
gran centro mercantil de Tlatelolco. Estos bienes tributarios se mezclaban con la producción local de miles de
campesinos y artesanos y eran intercambiados por trueque o a través de un rudimentario sistema monetario
de piezas de cobre y granos de cacao. Más allá de este gran mercado de Tlatelolco, existía una serie de
mercados locales, los tianguis a lo largo de los grandes poblados del paisaje mesoamericano, donde el
campesinado y artesanos exhibían los productos de su trabajo.

En estos mercados Cortés observo que “todo se vende por piezas o por medidas, nunca por peso” e informó
que las medidas estaban controladas estrechamente por los inspectores en los mercados. Todos los bienes
eran medidos en comparación con una medida de valor común, y una persistía a fines del siglo XVI, la
proporcionaba los granos de cacao, la moneda corriente de la época. Los europeos estaban comenzando a
transformar la economía y su sistema de valores, comenzaron imponiendo una demanda forzada de bienes
considerados de mucha estima en su sistema de valores, en particular los metales preciosos y también de la
comida considerada civilizada. Los invasores y sus descendientes desarrollaron un sector europeo, en la gran
economía que se extendió pronto desde las ciudades y minas para penetrar, y con el tiempo, absorber la
mayor parte de la economía. Los conquistadores introdujeron importantes cambios en el ritmo y la
remuneración del trabajo en sus esfuerzos por crear tanto un mercado de trabajo como uno de productos.

En las primeras dos décadas luego de su llegada a México y Guatemala (entre 1520-30), los españoles se
esforzaron por extraer alimentos nativos y servicios de trabajo a través de la encomienda. Hacia mediados
del siglo XVI, el descubrimiento de depósitos de plata, el firme incremento de la inmigración europea, y el
desarrollo de pueblos y ciudades europeas crearon una creciente demanda de bienes, y especialmente por
aquellos alimentos familiares y voluminosos que no podían ser satisfechos por importaciones. Al mismo
tiempo, los agentes patógenos europeos devastaban la población nativa, dejando sus tierras despoblaciones
para ser distribuidas entre los españoles. Allí emergían ahora elementos nuevos, en un mercado de bienes y
trabajo segmentado e integrado intermitentemente. Así el ganado europeo fue introducido en el panorama
americano y se multiplicaron intensamente. El trigo, elemento básico de la alimentación europea, fue
introducido rápidamente y tuvo grandes dificultades de aceptación y de cultivo, generando una cultura dual
junto con el maíz de gran presencia en la dieta indígena.

Sin embargo, no debe verse en la descripción “economía dual” la idea de sectores “moderno” y “tradicional”
tajantemente divididos, porque los mundo hispánico y nativo eran siempre, a un cierto nivel,
interdependientes. En palabras de W. Borah, “había dos poblaciones con diferentes patrones de consumo,
esto es, un mundo español deseando comer pan de trigo, aceite, carne o vino: vestirse en ropas europeas
hechas de lana y seda; y vivir con muebles de estilo europeo en casa construidas bajo el mismo patrón; frente
a los mundos indios viviendo de productos americanos. A causa de los diferentes patrones de consumo,
concluye, “había diferentes tipos de mercado para cada grupo”.

Mercados locales e intercambio en Nueva España:

Existía otro tipo de producción que no se integraba a los mercados, llevada a cabo por lugareños y
trabajadores de hacienda para su propio consumo. El excedente de de estas producciones eran extraído por
compulsión, a través del tributo y el diezmo.

El diezmo, normalmente un impuesto gravado sobre el décimo de la producción agrícola y un décimo del
incremento anual del ganado, era recogido por la iglesia directamente por los clérigos o indirectamente a
través de contratos. El diezmo era recogido en especie; es decir se les tasaba a los lugareños una cierta
cantidad de granos o cabezas de ganado, que eran luego recogidos y puestos a la venta. Los ingresos en
efectivo iban a la iglesia diocesana ( el clero secular) pero el producto mismo, generalmente comprado por un
mercader local o un terrateniente ingresaba a la larga al mercado regional. El diezmo servía para forzar la
salida de productos fuera de la comunidad a los grandes circuitos comerciales.

El tributo o principal impuesto recaudado por la corona sobre los hombres adultos era usado también para
extraer productos de la economía inferior para la circulación superior.

Otro elemento esencial del panorama rural eran las grandes estancias conocidas en el siglo XVII como
haciendas, el propietario buscaba créditos a interés y se trasladaba de un cultivo a otro en reacción a los
precios, vendía productos por efectivo y tenía como objetivo el beneficio.

Trabajo y mercados laborales en Nueva España:

Los invasores europeos pretendían obtener el control de la fuerza de trabajo de los conquistados y torcer sus
energías hacia la construcción de edificios públicos o más comúnmente, eclesiásticos, hacia las minas de plata
y hacia la producción de cultivos europeos, animales y productos. Desde mediados del silgo XV, aquellos
trabajadores requeridos era solicitados a los funcionarios de la corona, quienes habían comenzado a regular
los pueblos nuevamente reconstituidos para elegir trabajadores indios. Este practica seria el repartimiento
que incluía el pago de un salario a los trabajadores nativos. Este sistema separaba a los poderosos
encomenderos de sus trabajadores; mientras, al mismo tiempo, la insistencia de la corona en pagar era un
paso en la dirección de su política general de crear un mercado de trabajo integrado. El colapso de la
población nativa ejerció presión sobre estas medidas. Cuanto más los empresarios clamaron por una contraída
mano de obra, los líderes étnicos previamente exentos de tributo y consecuentemente de reclutamiento de
trabajo, fueron ahora incluidos a éste; los empresarios mineros tuvieron que ofrecer partes del mineral para
atraer trabajadores. En esta disputa por la mano de obra, ciertos sectores de la economía se movían ahora
hacia un mercado de trabajo totalmente integrado.

Hacia la segunda mitad del siglo XVIII, estamos en presencia de algo aproximado a un mercado de trabajo.
Esta gente esta pagada principalmente en dinero y es “libre” en el sentido liberal de la palabra.

W. Borah pensó que la posible escasez de oferta de trabajo haya impulsado a los terratenientes en el siglo
XVII a ofrecer mejores incentivos en forma de tierra y raciones para atraer arrendatarios a las estancias
mientras, al mismo tiempo, se esforzaban por mantenerlo en el trabajo a través del dispositivo del peonaje
por deudas. También hizo hincapié que dada la presencia de un sistema organizado por la corona que forzaba
a los tributarios lugareños a las minas y otras tareas exigentes, muchos miembros de las comunidades veían a
la hacienda como el menor de los males. Por ejemplo la hacienda mexicana, entre los siglos XVII y XVIII, inició
un negocio de adquirir fuerza de trabajo, que culmino en la era de explotación del siglo siguiente.

Mercado y espacio económico en los Andes:

La gente se encontraba organizada se esforzaba por tener bajo su control una amplia variedad de cultivos de
tierras de pastura y en cuanto a eso, hasta recursos marítimos. Los miembros del ayllu tenían acceso a los
productos de los diferentes niveles ecológicos que conforman el área andina. En cada comunidad, las tierras
eran reservadas y trabajadas por sus miembros para producir excedente para el estado y el culto, la función de
redistribución era asumida por el estado inca en Perú.

Después de la conquista, el auge de la economía minera en Potosí, y el establecimiento de una colonización


española estable, la corona envió al virrey Toledo (1569-81) quien tenía como principal objetivo organizar la
población nativa rural en comunidades de estilo europeo para abastecer al sector español de la economía con
alimentos y productos y para establecer regímenes de trabajo forzado para abastecer de trabajadores las
minas.

Esta fue la política de reducciones que fue primeramente llevada a cabo en el Caribe y en Nueva España. A
partir de 1571, se puso en marcha en Perú y consistía en levantar los pueblos según el plan de cuadrícula
familiar, comenzando con la construcción de la iglesia y la cárcel y un edifico donde el consejo municipal se
reunía. La producción agrícola de los nuevos establecimientos producía un generoso excedente para la rápida
y expansiva economía colonial. Los mercados locales se volvían ahora más prominentes y todo era forzado
más dentro de la economía española a través de la compulsión, otra vez tributo y diezmo eran pagables en
productos que eran luego vendidos por dinero dentro del mercado interregional por mercaderes locales, que
podían ser el curaca o el mismo corregidor.

Mita y mercado laboral en Perú:

Los invasores europeos de Perú insistieron en acceder al trabajo nativo impago a través de la encomienda.
Con el tiempo y frente a los abusos cometidos por estas figuras la corona decidió separar a los conquistadores
de la población nativa eliminando tal sistema. Sin embargo, en Perú la oposición de los encomenderos a tal
medida llevo a levantamientos en contra de la corona. La encomiendo continuo teniendo presencia a pesar de
las medidas de la corona. Solo hacia el siglo XVII se consumió en la insignificancia. En los primeros que
siguieron a la conquista, la plata era extraída en Potosí y los supervisores españoles pagaban salarios en forma
de partes de producto para atraer trabajadores voluntarios y forzar a los trabajadores de la encomienda a las
molestas tareas bajo tierra.

La mita se convirtió en Perú en el sistema de trabajo forzado por el cual una cantidad de trabajadores,
reclutados de las comunidades, eran llevados por turnos de trabajo a las minas. Los curacas tenían la función
de proporcionar a los señores españoles el números de indios para la mita. Los curacas se situaban entre los
invasores españoles y las masas nativas en Perú, transmitiendo pedidos y quejas de un grupo a otro. La
supervivencia de los líderes étnicos sirvió para mantener viva la memoria del pasado inca prehispánico.

La economía eclesiástica en Hispanoamérica:


La iglesia católica y las varias agencias presentes en las Indias, tuvieron un profundo efecto económico que
penetraba todo estrato de la vida colonial, generando su propio ingreso para hacer posible el trabajo de la
iglesia. Las varias agencias de la iglesia promovían enérgicamente actividades económicas, el cura podía
comerciar o administrar una tejeduría, varias órdenes religiosas manejaban grandes plantaciones y haciendas,
y los capítulos catedralicios y los conventos prestaban dinero a interés. ¿La iglesia impedía el desarrollo o
crecimiento económico?

Las fuentes de ingreso clericales:

De todos los ingresos disponibles para la iglesia secular, el diezmo llego a ser, hacia fines del siglo XVIII, la
fuente de ingreso más importante y confiable. Hacia fines del período colonial los ingresos de este origen se
incrementaron, constituyendo el mayor ingreso clerical. El propósito del diezmo era mantener una capital
episcopal y sostener la celebración de la liturgia en todo su esplendor.

Otra fuente de ingresos de la iglesia eran los derechos clericales y las limosnas. La iglesia establecía listas de
derechos para la administración de los sacramentos a los fieles, como la celebración de entierros, funerales o
bodas. Estos ingresos estaban destinados principalmente al nivel de la parroquia.

Los párrocos recibían otros ingresos de las hermandades laicas rurales, las cofradías. Estos ingresos podían
incluir sacos de maíz y algunos pollos, como también cantidades de aguardiente.

Los regalos y donaciones se agregaban a la riqueza de la iglesia. Pocos miembros de la élite colonial dejaban
de incluir a la iglesia en su testamento final. A veces, una hacienda entera o plantación junto con sus esclavos
negros, eran dejadas a la iglesia. La forma más importante en que la iglesia se involucraba en la economía y la
sociedad rural colonial era a través de su propia posesión de bienes raíces, sus títulos en los ingresos de
otros propietarios y prestando dinero a interés. El clero regular era el mayor propietario clerical de
haciendas y plantaciones. Las posesiones del clero secular eran puestas en arriendo y adquirían así ingreso en
producción y efectivo para sus conventos y misiones.

Otra de los medios por las cuales la iglesia adquiría derechos sobre las propiedades era a través de las
llamadas obras pías o capellanías con lo cual la iglesia poseía una red de títulos sobre la renta de los
poseedores de propiedades. Esto fue adquirido por la iglesia en carácter de pago o dote por si una hija o hijo
seguía una vocación clerical. La iglesia además prestaba dinero a interés.

La carga económica eclesiástica:

En torno al interrogante sobre el papel de la iglesia en la economía colonial y si su presencia era negativa al
desempeño económico.

En realidad muchos clérigos individualmente eran hombres de negocios productivos y comerciaban,


prestaban dinero y administraban tejedurías. Varias agencias de la iglesia actuaban como bancos mientras
acumulaban capital y luego lo prestaban a interés. Además los gravámenes eclesiásticos generaban un flujo
persistente de ingresos como también las donaciones voluntarias y los títulos que la iglesia establecía sobre las
rentas de otros a través de los dispositivos de capellanías y obras pías.
A diferencia de las ganancias de la corona que eran enviadas a España, casi todo de las ganancias eclesiásticas
permanecía en América.

El clero proveía bienes, capital, trabajo y muchos servicios no fácilmente cuantificables pero, sin embargo, de
valor social. Además usaba parte de sus ingresos para proporcionar maestros, consejeros y predicadores
deseados por la sociedad colonial, una gran cantidad de capital que acumulaba y financió un holgado estilo de
vida para el alto clero y una tremenda oleada del siglo XVIII en construcción eclesiástica. Además en una
sociedad impregnada de valores de la Contrarreforma, una buena manera de salvaguardar aquellos valores
era a través donaciones visibles y obligaciones a favor de la iglesia como también mediante la imposición de
capellanías y obras pías. A un nivel más humilde en esta sociedad, los ahorros anuales de la comunidad podían
ser destinados a la celebración del santo local.

Formas y modos de explotación de los recursos. Ruggiero Romano.

Los europeos hicieron uso de los pobladores nativos como mano de obra para diferentes actividades con el fin
de apropiarse de las riquezas, implementando una política de trabajo forzoso

El problema fundamental: las formas de trabajo forzoso:

La primera y más evidente manifestación de orden laboral forzoso es la esclavización de los indios. A partir
del momento mismo de la conquista, la falta de aceptación de “la paz” traída por los europeos, equivalía a un
rechazo a la evangelización con lo que se legitimaba la esclavitud. Fue así como el siglo XVI asistió a la
implementación masiva de la esclavitud indígena. En todas partes se organizaban “jornadas” en armas para
esclavizar indios. Estas no fueron solo acciones “privadas” de violencia, ya que muchas de esas expediciones
obedecían a dictámenes oficiales específicos. La intensidad del fenómeno siguió existiendo durante largo
tiempo según las regiones. En el Caribe la esclavitud indígena fue uno de los factores del derrumbe
demográfico, el cual llego a alcanzar tal magnitud que provocó el éxodo de los mismos españoles al quedarse
sin fuerza de trabajo.

Sin embargo, la importancia de la esclavitud indígena fue disminuyendo de manera definitiva en la medida en
que se generalizaban las demás formas de trabajo forzoso. Entre ellas habría que mencionar, a la encomienda,
suponía la entrega de grupo de personas a un encomendero, a quien debían pagar un tributo en la forma de
servicios personales o productos naturales, e incluso a veces en dinero. Para legitimar su estructura que el
tributo debía contribuir a pagar los gastos de la evangelización, única obligación real del encomendero. Ante
los abusos de los encomenderos y malos tratos hacia los indios, Carlos V llegó a decretar su supresión en las
Leyes Nuevas de 1542. Pero en ese momento los intereses creados eran tan grandes que, como se sabe, las
Leyes tuvieron como respuesta un casi alzamiento en México y una abierta guerra en Perú. Y si bien se
implementaran nuevos mecanismo de control y abastecimiento de mano de obra, la encomienda tuvo una
considerable prosperidad hasta el siglo XVIII, no siempre con la misma fuerza e importancia. Esto significa que
la encomienda ya no desempeñaba en el siglo XVII el papel motor de la economía, aunque esto no es motivo
para hacerla desaparecer tan temprana y rápidamente.

A esta institución le siguió el repartimiento, sistema de trabajo forzoso sin contrato de salariado. La corona no
aceptaba la concesión de un indio a un encomendero de por vida, con lo que se convertiría en siervo de un
particular, en lugar de vasallo de la corona. Por lo tanto el repartimiento implicaba la concesión de un grupo
de indios por un periodo de tiempo, pasado el cual otro grupo de personas cumplirían el trabajo.

En Perú esta institución tomo el nombre de Mita, destinada principalmente para el trabajo en las minas. Esta
forma de trabajo no excluía otras y así la esclavitud negra convivía con ella u otras formas “libres” de trabajo.

La esclavitud, la encomienda, el repartimiento y mita, fueron formas explicitas de trabajo forzoso. Lograron
sobrevivir a pesar de las numerosas disposiciones reales orientadas a eliminarlas o a reducir su rigor, y esto es
debido a la debilidad del estado.

La esclavitud africana: otra forma de trabajo forzoso:

¿Por qué se acude a los esclavos negros si se dispone de la mano de obra forzada de la población indígena?

Allí donde había abundancia de población indígena, se recurrió menos a la esclavitud africana y viceversa
(ejemplo Brasil). Sin embargo no solo incide la abundancia o escasez de población indígena, sino además la
posibilidad efectiva de someterla, en este sentido, la distinción entre población social y políticamente
estructurada y población fragmentada. Otro factor puede ser el hecho que a partir del siglo XVII el
desplazamiento de masas indígenas de un lugar a otro para someterlas como mano de obra se vuelve
dificultoso frente a la baja demográfica.

Otra de las cuestiones a considerar para la presencia o no de esclavos negros, es la relacionada al costo de su
compra y manutención, que debían poder ser cubiertas para que sea redituable tomar esclavos negros como
mano de obra. Por tanto dentro del sector minero, se recurre a los esclavos negros especialmente en las minas
de oro que permitían compensar la inversión realizada, lo que no permiten las minas de plata.

Dos consideraciones marcaron entonces la obtención o no de esclavos africanos, la disponibilidad o no de


mano de obra indígena y la productividad del trabajo esclavo en las diferentes actividades.

Además en las grandes plantaciones y en las minas, también en las ciudades y en localidades menores hay
numerosas individuos blancos o mestizos, propietarios de esclavos. La condición de estos es muy especial: el
propietario los puede arrendar a quienes necesitan temporalmente mano de obra. Otra posibilidad es que el
patrón obligue al esclavo a salir a trabajar en busca de una cantidad mínima de dinero, si el esclavo no cumple
será castigado, y si recauda mas se quedará con el excedente.

La esclavitud comenzó a desmoronarse hacia finales del siglo XVIII, lo que generó numerosos alzamientos y
fugas, mientras una gradual toma de conciencia del carácter inhumano de la esclavitud inducia en varios
países americanos la promulgación de leyes para su abolición o al menos para atenuar sus efectos.

El trabajo “libre”:

Entre los trabajadores libres podemos mencionar las diferentes categorías, los profesionales, los funcionarios
públicos, los obreros de la casa de moneda, de las aduanas, los operarios de la construcción.

Otra categoría, importante numéricamente fueron los artesanos, sin embargo puede fácilmente relativizarse
su libertad. Para ser artesano había q estar inscrito en un gremio, y la pertenencia a estas corporaciones
imponía requisitos étnicos. Por otra parte los artesanos que en el siglo XVI gozaban de un amplio margen de
libertad fueron cayendo en una situación de creciente dependencia de los comerciantes que les anticipaban
dinero y materias primas necesarias para sus actividades. Asimismo, con el tiempo, en muchas empresas
artesanales se afianzó el sistema del “endeudamiento de los oficiales, como forma de atarlos al taller”

Otra área a examinar es la de los trabajadores del sector textil, que se desarrollaba tanto en el campo como
en la ciudad. Una de las formas usuales para atraer mano de obra a los establecimientos textiles fue el ofrecer
salarios anticipados a quienes buscaban trabajo. Esta práctica generaba un endeudamiento inicial del
trabajador con el establecimiento textil, obligándolo a permanecer allí. Otro manejo dentro de este sector era
que el empresario no pagaba por meses al trabajador lo que lo obligaba a permanecer en el lugar de trabajo.

Pasemos al sector agrario. La cuestión fundamental reside en el salario, no hay trabajo libre sin salario
monetario. La libertad más importante es la posibilidad de salir del mercado, de poder elegir a quien vender
su fuerza de trabajo y elegir de modo libre los lugares y las opciones para gastar el dinero ganado con el
trabajo. Si en cambio, una parte del salario es pagado en productos o mediante concesiones de parcelas de
tierra, la libertar ya no es tal.

En primer lugar en los establecimientos agrícolas los salarios no se pagaban en dinero, predominando el pago
en productos, esta práctica fue disminuyendo con el tiempo pero permaneció la pago parcialmente en
producto. Otra de las cuestiones que llevan al endeudamiento del trabajador es la falta de pago del salario o el
pago atrasado que realiza el señor con tal intención. Otro mecanismo era proporcionarle al trabajador en el
momento mismo que ingresaba un anticipo en dinero o en productos para cubrir necesidades inmediatas, con
lo cual el trabajador ya se encontraba en situación de deudor. El objetivo era fijar y retener la mano de obra.
Es así que en un sistema salarial basado en el endeudamiento y el pago en especie es difícil reconocer rasgos
de trabajo libre más bien, es la dependencia lo que aflora con mayor claridad. En este sentido el
endeudamiento restringía la libertad de movimiento del trabajador. Desde finales del siglo XVII el
debilitamiento de los sistemas de trabajo forzado (encomienda, repartimiento) hizo necesario acudir a otras
formas de absorción y control de la mano de obra. Fue entonces que surgió el famoso “trabajo libre”

Las formas de salario y el endeudamiento son las cuestiones claves para entender el sistema de coerción de
los trabajadores libres. El endeudamiento podía adquirirse no solo por las compras en la pulpería, pues
también el extravío de una oveja, la pérdida o rotura de un instrumento de trabajo, un día de ausencia por
enfermedad son situaciones que transforman al trabajador en deudor.

Otro mecanismo fue el pago al trabajador con la concesión de una parcela de tierra para su subsistencia, esto
contribuía claramente a la fijación de la mano de obra a la tierra y por ende, los limita al trabajo en un lugar
determinado.

Como conclusión de lo expuesto desde el comienzo se puede afirmar que los rasgos principales de las formas y
modos de explotación de los recursos fueron la coerción más brutal (esclavitud indígena, esclavitud africana) y
el carácter forzoso del trabajo (encomienda, repartimiento y sus derivados). Desde luego no faltaron algunas
formas libres de trabajo, pero lo fueron solo en apariencia, ya que fuertes vínculos de dependencia (el de
endeudamiento a los salarios no pagos, de las prohibiciones de desplazamiento de un lugar a otro o la
amenaza física) condicionaron la “libertad” de gran parte de esos trabajadores llamados “libres”. Ahora bien,
si todo se resuelve en coerción, si los salarios no son suficientes e incluso no se pagan, si la violencia en la vida
de la haciendas, en los obrajes, en las minas, constituye la normalidad. ¿Cómo puede sobrevivir el sistema?
¿Por qué no hay rebelión?

Un instrumento de supervivencia indígena: la comunidad

La comunidad desempeño un papel fundamental en la explotación de la tierra, de las minas, en el comercio,


en el transporte. En general se afirma que tras cumplir con sus deberes (pago de tributo y de tributos
religiosos) y realizar las prestaciones de trabajo bajo formas más o menos forzosas, la comunidad podía
permitirse vivir en clama y libertad.

La comunidad trabajaba intensamente para mantener a los miembros obligados a trabajar fuera y los que
ayudan a subsistir manteniéndolos con alimentos, y los que trabajan también fuera para poder cumplir con
algunas obligaciones.
Algunas formas de resistencia:

Alzamientos indígenas, huelgas de mineros, fugas de esclavos. La resistencia indígena tuvo consecuencias
económicas ya que generó gastos en la organización de expediciones militares, obligó a construcción de líneas
fronterizas y a mantener tropas en las diferentes regiones, todo lo cual afecto notablemente las finanzas del
Estado. Los alzamientos indígenas amenazaban constantemente al mundo colonial. Las rebeliones muestran el
rechazo al pago de tributos y de las obras religiosas y la oposición a la encomienda, al repartimiento de
trabajo, a los despojos de tierras, entre una cantidad de cuestiones humillantes. El sector minero era sin duda
el de los trabajadores más turbulentos y rebeldes y en muchas ocasiones lograron imponer sus
reivindicaciones.

Algunas consideraciones finales:

El funcionamiento económico del periodo colonial del Nuevo Mundo no puede entenderse sin considerar las
siguientes variables:

A) La concentración de los recursos disponibles (especialmente de tierra) a partir de las concesiones


gratuitas (las mercedes de tierra) y de sus variantes más formales que reales (composiciones de tierra),
y de las expropiaciones (robo de tierra)
B) La explotación de dichos recursos fue posible por la existencia, aunque no exclusiva, de formas de
trabajo directamente forzoso (esclavitud, encomienda, repartimiento de trabajo) o indirectamente
forzoso ( venta obligada de mercancías, endeudamiento).

Los aspectos forzosos del trabajo siguieron vigentes durante largo tiempo, incluso bajo las apariencias más
libres. En otros términos, los cambios institucionales que condujeron la abolición (donde la hubiera) de las
versiones más brutales de trabajo forzoso (la esclavitud indígena) o a la disminución de su importancia
(con la encomienda) no supondrían una transformación real en el uso de la mano de obra.

La Iglesia.

Reforma y Contrareforma:

Crisis religiosa del siglo XVI. Consecuencia del cambio estructural y de la mentalidad acontecida en el tránsito de
la Edad Media a la Edad Moderna.
Católicos, luterano, calvinistas y anglicanos, entre otros, en sus luchas por imponer sus dogmas, reclamaron el
apoyo de poder secular, ayudando con ello a la configuración de las iglesias nacionales, una de las bases sobre las
que se levantaron los nuevos Estados durante la Edad Moderna.

La Iglesia se hallaba, a finales de la Edad Media, sumida en una profunda crisis espiritual, consecuencia no de un
debilitamiento religioso, sino de su incapacidad para da respuesta a la exigencia de una original religiosidad
planteada por el “nuevo hombre” del Renacimiento. Pero no solo fue ese el motivo de la crisis que desembocaría
en la ruptura de la unidad del cristianismo: la Iglesia como institución vivía un largo período de decadencia y
corrupción.

La Reforma, cuyos hechos decisivos tuvieron lugar entre 1517 Y 1555 se inició con la aparición de un conjunto
nuevo de pensadores religiosos que reclamaron una profunda renovación de la Iglesia que hiciese posible la
desaparición de la corrupción y permitiese el perfeccionamiento de la vida cristiana. Sus nuevas doctrinas
implicaron cambios profundos y radicales, que llevaron a la ruptura con Roma y al nacimiento de nuevas
comunidades religiosas que se llamaron a sí mismos reformadores o evangélicos. Con la reforma, los príncipes y
los nobles obtuvieron beneficios políticos- mayor control sobre las nuevas concesiones y mayor independencia- y
económicas –paso a sus manos gran parte de los bienes expropiados a la Iglesia. Pero la principal fuerza
impulsora de la reforma fue la burguesía que encabezaba en esos momentos el largo proceso de transformación
social, económica y política que finalizaría con la consolidación del Capitalismo. El triunfo de capitalismo se vería
respaldado por la nueva concepción ética del trabajo y del enriquecimiento, consecuencia del giro dado por el
dogma protestante.

Lutero: desafió a la autoridad del papado al afirmar que la Biblia era la única fuente de autoridad religiosa. Lutero
creía que la salvación sólo se podía adquirir a través de la fe en Jesucristo y no requería necesariamente de asistir
a la Iglesia. Esta reforma avivó el descontento entre los católicos. Para Lutero el perdón era solo una prerrogativa
de Dios. La venta de las indulgencias y las absoluciones ni eran aceptables. Los cristianos debían ganarse su
salvación en el seguimiento de Cristo no por la compra de las indulgencias.

Calvino: iglesia Anglicana Inglesa. Fue fundada por el rey Enrique VIII, enfrentado con el papado por su deseo de
divorciarse de su mujer Catalina de Aragón. Apoyado por el parlamento decretó la separación de la Iglesia de
Roma y se proclamó jefe de la Iglesia nacional.

Contrareforma: se produjo como reacción a la Reforma protestante. En el concilio de Trento, la Iglesia estableció
que se mantendrían hasta la segunda mitad del siglo XX. Durante la primera mitad del siglo XVI el papado no
supo hacer frente a los problemas de la expansión de la Reforma. La lucha por defender su poder temporal frente
a la ambición del emperador Carlos V y Francisco I de Francia absorbió todas sus energías. Finalmente Paulo III
convoco al Concilio de Trento en 1545. Allí la Iglesia reafirmó sus principales dogmas: los que hacían referencia a
las fuentes de fe, a la obtención de la salvación por la fe y por las obras, a los sacramentos y a la reafirmación de
la iglesia católica como “cuerpo místico de Cristo”. Todos los miembros debían poseer una exigente formación
moral e intensidad para transmitir los nuevos valores a la comunidad católica.

Clero secular: Del latín saeculumi (que significa “mundo”) es el sacerdote o eclesiástico que vive en el
mundo, es decir, entre el pueblo, no en convento o comunidad como las órdenes religiosas. La
autoridad local del clero secular diocesano es el obispo, qué a su vez depende directamente del papa.

Clero regular: De latín regula, ae (que significa “regla”) se refiere al sacerdote o fraile que vive en
conventos bajo las reglas determinadas de la orden. Él superior de la orden o de la casa es a quien se le
debe obediencia. Él superior general o aba es la autoridad máxima, quién a su vez depende
directamente de la autoridad del papa; sin embargo, en el caso de España, en razón del patronato,
dependía directamente del rey.

Órdenes Mendicantes: (del latín mendicare, pedir limosna) es un tipo de orden religiosa católica, caracterizada por vivir
de la limosna de los demás.

Algunas órdenes mendicantes: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas.

Diócesis es el distrito o territorio cristiano en que tiene y ejerce jurisdicción eclesiástica un prelado: arzobispo,
obispo, etc.

Sinodal: Concilio de los obispos.

Concilio de Trento: La importancia del concilio de Trento radica en que con sus decisiones dogmáticas los
padres conciliares fijaron de forma clara el contenido de la ortodoxia católica y con sus decretos disciplinares
eliminaron las gravísimas lacras que durante siglos habían aquejado a la alta jerarquía de la Iglesia. Se ponía, por
fin, en marcha la verdadera reforma, tan urgentemente reclamada por muchos sectores de la cristiandad.

En el plano de la disciplina destaca, por sus profundas repercusiones, el deber de los obispos de residir en sus
diócesis. Se les impuso, además, la obligación de celebrar sínodos diocesanos anuales y de visitar sus parroquias
para prevenir y erradicar los abusos. Se establecieron los principios a que debían atenerse las órdenes religiosas
para adaptarse al espíritu conciliar. La creación de seminarios fue un poderoso instrumento de formación
espiritual y cultural de los aspirantes al sacerdocio: dignificó notablemente el estamento clerical, elevó su
prestigio y confirió mayor eficacia a sus tareas pastorales.
Patronato Real: Se considera el Patronato a la orden papal dada por medio de un acuerdo entre los reyes de
España y el papa romano para evangelizar a los aborígenes de las nuevas tierras.
El Patronato regio consistió en el conjunto de privilegios y facultades especiales que los Papas concedieron a los
Reyes de España y Portugal a cambio de que estos apoyaran la evangelización y el establecimiento de la Iglesia en
América. Entre estos privilegios constaban el nombramiento de Obispo y demás dignidades eclesiásticas y la
recaudación de los diezmos y otras contribuciones de los fieles.
El Patronato regio permitió que la Iglesia contara con numerosos misioneros, dispusiera de los recursos
económicos y financieros necesarios y, sobre todo, facilitara su movilización y distribución. Sin embargo, tuvo
también sus consecuencias funestas, como el sometimiento de la Iglesia al poder real, el aislamiento de Roma y
la relajación de la disciplina eclesiástica y religiosa al debilitarse la autoridad de los Obispos y superiores
religiosos. En el momento de la independencia la casi totalidad del episcopado era español y no criollo.

Regalismo: es el conjunto de teorías y prácticas sustentadoras del derecho privativo de los soberanos sobre
determinadas regalías (derechos y prerrogativas exclusivas de los reyes, inherentes a la soberanía). Especialmente
de las que chocaban con los derechos del Papa.

Galicanismo: es la tendencia separatista de la Iglesia de Francia con respecto a la jurisdicción de Roma y el Papa.
El nombre proviene de Galia como se conocía en la antigüedad al territorio de la actual Francia. Fue
esencialmente un intento de limitar el poder del papado en Francia por medio de las «libertades de la Iglesia
francesa.

La Iglesia Católica en la Hispanoamérica colonial.

El establecimiento de la Iglesia católica en el Nuevo Mundo:

A cambio de la legitimación de los derechos que reivindicaban sobre un continente solo conquistado o explorado
parcialmente los Reyes Católicos estaban obligados a promover la conversión de los habitantes de las tierras
recién descubiertas y a proteger y mantener a la iglesia militante bajo el Patronato Real. La corona de Castilla
asumió el control de la vida de la Iglesia en un grado desconocido en Europa. La política eclesiástica se convirtió
en un aspecto más de la política colonial, coordinada a partir de 1524 por el Consejo de Indias. La Iglesia de
América tenía asignada una misión práctica: activar la sumisión y europeización de los indios y predicar la lealtad
a la corona de Catilla.

Esta misión era conveniente para la corona como también para la Iglesia. Para esta última, bajo el Patronato Real
lo clérigos disfrutaron de un notable grado de tolerancia que les permitía ser oídos en todas las causas de
gobierno. En este sentido los clérigos españoles reconocían que el rey de España tenía más que ofrecerles que el
papa de la lejana Roma.

Las dos décadas posteriores a 1519 representaron la fase decisiva de dominación castellana de América. Una vez
se hubo establecido la autoridad española, entraron en escena las órdenes misioneras para evangelizar los
pueblos conquistados. A su vez, los frailes estaban respaldados por la espada represiva de la autoridad. De este
modo, primero vino la conquista militar y política, a la que lo siguió después la conquista “espiritual” tanto la
Iglesia como el Estado se vieron necesitados de unos servicios que se prestaban mutuamente. En el ámbito de la
actividad misionera en América, las ideas reformistas de la península confluyeron con las corrientes del
milenarismo y del utopismo. Para muchos, el Nuevo Mundo era la oportunidad ofrecida por la Providencia para
establecer el verdadero “reino evangélico” o “pura cristiandad”.

La Iglesia del Nuevo Mundo fue el producto de la fusión de dos corrientes. Una fue el traslado de las
características de la Iglesia de la península Ibérica en la era de los descubrimientos: la otra fue la ratificación de
esas características por parte del Concilio de Trento. En este sentido, un decreto real (ordenanza del patronazgo
1574) reafirmo la autoridad episcopal. El obispo se convirtió en la pieza fundamental de la vida eclesiástica de
cada diócesis. No sólo el clero secular sino también el regular, a través de la parroquia o de la doctrina, fueron
gradualmente sometidos a la autoridad del obispo local.

Hispanoamérica presentó un distinguido grupo de hombres decididos a predicar el evangelio en las


circunstancias menos propicias. Eran pobres, devotos, de sólida formación teológica, conscientes de sus deberes
y poco inclinados a dejarse impresionar por el poder civil. Las circunstancias coloniales como defensores de los
indios.

La Iglesia como institución en Hispanoamérica a través de sus obispados. Las diócesis se establecían como
consecuencia de las conquistas militares o, ya muy avanzado el período colonial, del crecimiento de la
importancia económica de ciertas regiones.

¿Qué significado tenía un obispado en la sociedad colonial? En sí mismo constituía un centro administrativo
autónomo: sacramentalización, nombramientos, función judicial de la Iglesia, etc. También era responsable del
trabajo misionero, de la legislación sinodal y de la formación de los seminaristas. En relación con autoridad civil,
presentaba candidatos para los nombramientos, actuaba junto con la estructura administrativa civil en todos los
niveles y estaba encargado de ejecutar las leyes que emanaban las autoridades políticas-Consejo de Indias, el
Virrey y la Audiencia-. Respecto a esto, la multiplicación de las diócesis represento una proliferación de los
centros de actividad e iniciativa eclesiástica y de responsabilidad para la empresa colonizadora de Castilla. En
cada diócesis, el obispo trabajaba en estrecha relación con el capítulo catedrático, que asumía la administración
en cada caso de una vacante prolongada; esto ocurría a menudo en las sedes americanas por causa de muerte o
traslado del prelado. Otro órgano central de la diócesis era el seminario, con su doble función en potencia, como
colegio-albergue para estudiantes universitarios y como seminario para la formación del clero.

A nivel local, la pieza clave de la organización de la Iglesia era la parroquia. El Concilio de Trento ratifico su papel
como célula básica de la vida católica. La parroquia arraigó en América junto al episcopado: con este, representa
a la Iglesia fuera de los muros de los conventos. La parroquia tuvo que adaptarse a las condiciones americanas:
los misioneros crearon doctrinas para la evangelización, mientras el clero secular fundo parroquias para los
españoles. Las primeras eran, en su mayor parte, rurales, las últimas, totalmente urbanas. Las doctrinas
incorporaron la tarea evangelizadora y civilizadora, tareas entre las que incluía el enseñar la doctrina cristiana a
adultos y menores, restringir algunos sacramentos, vigilar ciertas prácticas idolátricas y reprimirlas, organizar la
vida social de los conversos, y otras actividades parecidas. Las parroquias asumieron e trabajo de trasplantar y
conservar la fe de la comunidad española. Extraordinaria importancia tuvieron las ordenes a la hora de llevar el
cristianismo a Hispanoamérica, la corona recurrió a las ordenes mendicantes.

Las cuatro órdenes principales que actuaron en América fueron: franciscanos, los primeros en llegar tanto a
México como a Perú, dominicos, agustinos y mercedarios-, cuya labor era visible en cualquier ciudad de la
Hispanoamérica colonial. Cada orden tejía gran cantidad de lazos a todos los niveles de la sociedad local- órdenes
terceras, cofradías, legados testamentarios, arriendos del patrimonio, capellanías, escuelas, familias cuyos hijos
profesaban en la orden, culto en el templo, festividades patronales. A estas 4 órdenes se les sumaron pronto los
jesuitas (1568-1572): habían sido fundados recientemente en Europa, pero tenían una enorme movilidad. Sin
exagerar, puede decidirse que la mayor parte de la carga que suponía el cristianizar América recayó en estas 5
órdenes. En el caso de los jesuitas se suma su importancia en el campo de la educación.

Existió otro grupo de órdenes de diversas características, pero ampliamente dedicadas a cuidar a los enfermos y
necesitados en las ciudades. Uno de estos grupos fueron Los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios que
estuvieron presentes desde 1602. Otras órdenes de similar ocupación pastoral aunque con un número de
representantes reducido en unas pocas ciudades fueron, los carmelitas, jerónimos, trinitarios y mínimos.

En los primeros tiempos de la organización castellana de América, los sacerdotes tomaban la decisión de viajar al
Nuevo Mundo de forma individual y espontánea. A medida que pasó el tiempo tomó cuerpo todo un conjunto de
trámites que era resultado de la progresiva reglamentación del “pase a Indias” por parte de la corona. En su
mayoría, los seculares siguieron actuando individualmente durante todo el período colonial; en cambio los
regulares desde la segunda mitad del siglo XVI en adelante operaban dentro de una estructura organizada para
reemplazar las vacantes en el ámbito misional. En el otro extremo del sistema de reclutamiento, en Europa,
estaba el comisario general de la orden o procurador para las Indias, actuaban como eslabones principales entre
las provincias americanas de sus órdenes y los órganos centrales del estado castellano; eran esenciales para
obtener cualquier permiso que se necesitara, bien del Consejo de Indias o de la Casa de Contratación.

La necesidad de un clero reclutado localmente se reconoció desde fecha temprana. Sin embargo, aunque los
criollos se sumaban cada vez más a los peninsulares, la Iglesia siguió contando con una presencia blanca
abrumadora durante el período colonial. Algunos intentos iniciales de crear un clero nativo (indio) para Nueva
España produjeron tan magros resultados que parecían justificar cualquier opinión derrotista al respecto. La
mayoría de los frailes misioneros y de los prelados diocesanos, profundamente etnocéntricos, adoptaron una
posición absolutamente negativa acerca de la cuestión de la aptitud de los indios para el sacerdocio católico.

Las órdenes femeninas nacieron como un producto local autónomo, se produjeron autenticas refundaciones de
órdenes sin filiación jurídica, tan solo con inspiración espiritual.. Todas las órdenes femeninas de Hispanoamérica
fueron de vida monástica, contemplativa y no eran ni misioneras ni educadoras. Su personal era inmensamente
criollo y mestizo. Los conventos para mujeres tuvieron un papel educativo y caritativo de considerable
importancia para las hijas del sector criollo de la sociedad.

Consolidación de la Iglesia:

Hacia la primera mitad del siglo XVII, la Iglesia en todos sus aspectos se había trasplantado de la península a las
colonias americanas. Las consignas en todos los sentidos eran estabilización y consolidación. La Iglesia, en efecto,
vivía entonces de las rentas procedentes del esfuerzo que había hecho en el siglo XVI. Sólo en un área se puede
hablar de crecimiento: la fundación de universidades, la extensión de la educación superior fue fundamental en
el siglo XVII. Fueron las órdenes religiosas las que, en mayor medida, tomaron sobre sí esa responsabilidad.

Otro fenómeno del siglo XVII fue el endurecimiento de las actitudes adoptadas respecto a las prácticas religiosas
indígenas en las zonas centrales del dominio colonial. Se vio con preocupación que las religiones paganas habían
sobrevivido y que seguían afectando las vidas de los nativos. Se tomo la decisión de destruir todo lo que pudiera
poner en evidencia errores pasados.

El descubrimiento, aparentemente casual, de que persistían ciertas prácticas paganas desató una lucha a muerte,
concebida según el método inquisitorial: se predicaba sistemáticamente contra la idolatría en todos los pueblos;
los sospechosos de ella eran denunciados a las autoridades. La consecuencia era el encarcelamiento, la
destrucción física de cualquier símbolo considerado idolátrico y el severo castigo de los llamados hechiceros, los
indios quedaban aterrorizados.

La inquisición en Hispanoamérica hizo valer su autoridad con los negros, esclavos o libres, castigándolos tanto
por prácticas supersticiosas como por cualquier inclinación al levantamiento. Por ello puede asegurarse que los
esclavos llegaron a la conclusión de que al practicar lo que recordaban de la religión africana, manteniéndose tras
una fachada de conformidad con el catolicismo, conservaban vivas tanto la esperanza de liberación como la
afirmación de identidad que se les negaba en la sociedad colonial. En cuanto al clero, la evangelización de los
esclavos negros era una preocupación marginal. Había numerosas cofradías compuestas exclusivamente por
negros, y ellas ofrecían oportunidades para formas de expresión religiosa donde podían desarrollarse prácticas
sincréticas.

El proceso de consolidación de las instituciones eclesiásticas coloniales, caracterizó el siglo XVII, época en que se
formaron los patrimonios de las órdenes religiosas y de las parroquias seculares. En su origen había dos formas
básicas de propiedad: dinero y bienes inmuebles. El origen más frecuente de esta riqueza de la Iglesia ya desde
siglo XVI eran los legados de colonos. Si consistía en dinero, el beneficiario lo invertía en censos( forma usual de
crédito), si el legado era una propiedad, el beneficiario la trabajaba directamente o la arrendaba a un tercero,
como se hacía en el caso de muchas haciendas, propiedades urbanas y minas. El carácter institucional de las
órdenes religiosas explica el proceso acumulativo de su patrimonio, que casi siempre crecía y raramente
disminuía en tales circunstancias, no es de extrañar que todas las órdenes religiosas, e incluso cada convento,
llegaran a convertirse en un considerable poder financiero y económico.

La iglesia secular disfrutaba también de un patrimonio agrario de origen similar, el de los frailes. Recaudaba
diezmos de los blancos y mestizo, el cual suponía una forma de impuesto del que se nutría la nómina episcopal,
capitular y parroquial. En muchos lugares el volumen de los legados recibidos y de inversiones realizadas dio
lugar a que los obispados funcionaran como instituciones financieras. Por otro lado la Iglesia vivía múltiples
disputas internas: pleitos sobre cuestiones fundamentales o fútiles de jurisdicción entre obispos y el poder civil;
pleitos entre obispos y órdenes religiosas; pleitos entre conventos; pleitos dentro de una misma orden entre
criollos y peninsulares.

Los jesuitas fueron la última orden religiosa que hizo su aparición en América, dos tipos de problemas le
interesaban. Los referidos a los problemas comunitarios derivados de la vida de pocos religiosos fuera de sus
conventos, y los éticos, a causa de la dependencia patronal de las peliagudas relaciones con los encomenderos.
La corona ejercía el Patronato sobre la Iglesia en Hispanoamérica desde el siglo XVI, durante el XVII se escribieron
ambiciosos tratados teóricos que defendían el regalismo y con la llegada de los Borbones franceses tal teoría se
reforzó considerablemente con el galicanismo. Doctrina reformista y de carácter ilustrado, amante de la
erudición crítica y profundamente interesado por la educación en todos los niveles.

Los regalistas reformadores ilustrados veían a los jesuitas como el obstáculo decisivo para una más completa
confirmación del poder estatal sobre la Iglesia. Los jesuitas tenían amplios poderes en el campo de la educación
y, de forma más general en la orientación de las conciencias. La doctrina jesuítica llegó en cierto momento a
convertirse en sínodo de presunta deslealtad hacia la corona y hacia los derechos que ahora reclamaba. De
todas las órdenes los jesuitas eran los más independientes de la autoridad episcopal, los más devotos del
papado, los más resistentes a la burocracia real. Los jesuitas eran, al menos, tan poderosos en la metrópoli
como en las colonias.

La campaña antijesuítica estaba declarada en forma clara desde mediados del siglo XVIII. Cualquier táctica
imaginable fue desplegada contra ellos. Finalmente Carlos III descargó todo el peso de sus recelos y sospechas y
en 1767 decretaba la expulsión de los jesuitas de sus dominios, americanos y españoles. Sin ellos, la Iglesia se
quedaba indefensa ante el estado e ingresaba desarmada a la etapa preindependentistas.

Así la corona buscaba colocar el aparato eclesiástico bajo un control estatal más rígido.

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