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CÓMO SER LIBRES EN UN MUNDO DE ESCLAVOS

Hemos tenido la suerte de nacer en la mejor época de la historia. Nunca antes habíamos tenido
tantas opciones y oportunidades a nuestro alcance. Sin embargo, muchas personas están
atrapadas en una vida que odian y que, curiosamente, han creado ellas mismas.
Llevo varios años luchando contra esta “esclavitud moderna”. Intentando que cada vez más
gente sea dueña de su tiempo y pueda vivir a su manera. Aunque ya he compartido algunas
reflexiones sobre el tema en Vivir al Máximo, recientemente he sentido la necesidad de
combinar todas mis ideas sobre cómo ser más libre en un pequeño ebook que pueda servir de
guía a aquellos lectores que se sientan atrapados o perdidos.
Mi intención es regalar ese material a los futuros nuevos subscriptores en formato PDF o en una
serie de e-mails, pero antes de hacerlo me gustaría contar con tu feedback para que la
información sea lo más útil y completa posible.
En las próximas semanas (empezando hoy) voy a publicar una serie de posts titulada “Cómo
ser libre en un mundo de esclavos”, y al final de cada uno de los artículos plantearé algunas
preguntas sobre el contenido de los mismos para que las respondas en la sección de
comentarios. Tu opinión me ayudará a mejorar el resultado final.
¡Muchas gracias por tu ayuda y espero que disfrutes de lo que he preparado!
Ángel.-
Libertad significa vivir la vida como tú quieres vivirla.
Cuantas más cosas haces porque QUIERES en vez de porque alguien te obliga o porque no te
queda más remedio, más libre eres.

Es triste, pero existen muy pocos hombres libres hoy en día. La mayoría de la gente se pasa la
vida realizando tareas que odian, tienen a alguien que les dice a qué hora deben levantarse y
cuándo pueden irse de vacaciones, y nunca disponen de tiempo para hacer lo que de verdad
les apasiona.

Afortunadamente, tú no tienes por qué vivir así. Es posible ser libre en un mundo de esclavos.

Este es un manifiesto sobre la libertad; sobre por qué es importante y sobre cómo conseguirla.

Lo he escrito para todas aquellas personas que están insatisfechas con su vida laboral. Que se
sienten atrapadas en un trabajo del que no pueden escapar, y que ven como los días pasan y
pasan sin que nada cambie. Creo que lo que necesitan realmente no es más dinero ni mejores
condiciones, sino más libertad.

También lo he escrito para aquellos jóvenes que se encuentran perdidos y no saben hacia
dónde orientar su vida. Tienen varias opciones pero no saben cuál escoger. Confío en que este
libro les sirva de brújula para tomar las decisiones que les lleven una vida libre y satisfactoria.

Sea cual sea tu situación, espero que lo disfrutes y que alguna de las ideas que te voy a
presentar a continuación te ayude a ser más feliz.

El origen de la infelicidad
No es ningún secreto que la mayoría de la gente está insatisfecha con su vida laboral. Las
encuestas dicen que al 80% de los españoles no les gusta su trabajo, y mis lectores suelen
describirme su situación con frases como estas:

“Me siento atascado y sin posibilidades de avanzar”


“No me gusta, no me llena, me absorbe las energías y me desgasta”
“Siento que estoy desperdiciando mi juventud en una empresa en la que no se reconoce lo que
hago”
Normalmente, cuando algo no te gusta lo lógico es dejar de hacerlo. ¿Por qué no abandonan
entonces esos empleos que les amargan la vida?

La respuesta es dura: porque no pueden.

Tienen facturas que pagar e hipotecas que devolver, y necesitan ese sueldo para poder cubrir
todos estos gastos. En otras palabras: son esclavos de su salario.

Esta dependencia, esta necesidad de ingresar dinero todos los meses para poder sobrevivir, les
obliga a tomar decisiones subóptimas y a hacer cosas que no les gustan, como aceptar un
sueldo de 700 euros al mes o tragar cuando el jefe les obliga a hacer horas extras no
remuneradas. No es que sean estúpidos; es que no les queda más remedio.

En condiciones como estas es fácil ser infeliz. Yo también lo sería si me pasase 50 horas a la
semana haciendo algo que odio a cambio de cuatro duros. Y eso sin contar la inseguridad y el
estrés de vivir mes a mes.

Pero… ¿cómo llega alguien a ese punto?

La encerrona
El objetivo último del ser humano es la felicidad. Todo lo que hacemos, desde estudiar un
máster hasta irnos de voluntarios a construir escuelas en África, lo hacemos porque creemos
que a la larga nos va a hacer sentirnos bien.
El problema es que no siempre sabemos qué es lo que de verdad nos va a hacer felices, y
acabamos tomando decisiones que tienen consecuencias desastrosas.

Posiblemente, el error más común sea el creer que la felicidad está ligada a TENER ciertas
posesiones materiales: un bolso de Prada, el último iPhone o un apartamento de 3 dormitorios
en el centro. Al fin y al cabo, este es el mensaje que nos venden en los anuncios las grandes
multinacionales, que quieren engordar sus cuentas corrientes a nuestra costa, y también los
gobiernos, que buscan que “crezca la economía”.

La realidad es que, una vez cubiertas las necesidades básicas y unos mínimos de confort, el
que tus pantalones sean de marca o cenes todas las semanas en un restaurante caro no va a
hacer que te sientas más realizado. Sin embargo, esas cosas sí que pueden esclavizarte sin
que te des cuenta.

Como piensas que para ser feliz necesitas consumir y para consumir necesitas dinero, buscas
un trabajo. Pero el trabajo no te gusta, lo que compras con tu sueldo no te llena, y ya no tienes
tiempo para encontrar algo mejor ni para hacer lo que de verdad te haría feliz. Estás atrapado.

La situación empeora cuando adquieres compromisos económicos como contratar una hipoteca
o tener un hijo. Tu gasto mínimo aumenta y tu margen de maniobra se reduce. Quedarte sin
empleo es una tragedia. Ya no puedes estar un mes sin ingresar dinero, así que si te ofrecen
cualquier cosa tienes que aceptarla porque no te queda más remedio.

Por suerte, existe una salida. Una forma de romper este círculo vicioso y recuperar la libertad
con la que naciste.

Una forma diferente de entender el mundo


Tal y como acabamos de ver, somos nosotros mismos con nuestras acciones los que
construimos la celda que luego nos aprisiona.

Nadie nos obliga a comprar cosas que no necesitamos, ni a endeudarnos, ni a aceptar un


trabajo que nos hace infelices. Son decisiones que tomamos voluntariamente porque la
televisión, la sociedad o nuestros padres nos han dicho que es lo correcto y porque no
conocemos otras alternativas.

Desde pequeñitos nos han vendido que éxito es tener un buen puesto de trabajo, un coche y
una casa, y que cuanto más dinero ganemos, más rápido sea el coche y más grande la casa,
más felices seremos. Pero nunca hemos cuestionado la veracidad de esa idea, ni nos hemos
preguntado por qué narices hay que trabajar en primer lugar.

Por eso, el primer paso para ser libre es cambiar tus creencias y redefinir el significado de tres
conceptos fundamentales como felicidad, tiempo y dinero, y la función que cumplen en tu vida.

FELICIDAD

El mundo no es un valle de lágrimas; es una aventura maravillosa llena de posibilidades. Estás


aquí para disfrutar, no para sufrir. Tu felicidad es lo más importante.
Cada persona es diferente, y lo que me gusta a mí no tiene por qué gustarte a ti. Por eso,
desconfía de quien intente venderte que para ser feliz necesitas viajar por el mundo, tener hijos
o irte a salvar ballenas a Japón. Esa es sólo su opinión. Tú eres el único que puede saber qué
es lo que te hace feliz a ti porque sólo tú sabes cómo te sientes en cada momento, y tu opción
es igual de respetable que cualquier otra.

Dicho esto, no olvides que para sentirte realizado no necesitas un chalet adosado ni un BMW
descapotable. Si fuese así, nuestros antepasados hubiesen sido tremendamente infelices
porque en su época no podían comprar nada de eso. Normalmente la felicidad se encuentra en
cosas mucho más simples, como trabajar en algo en lo que crees, rodearte de gente que te
quiere y vivir sin estrés.

TIEMPO

No vas a vivir para siempre. Tu tiempo en este planeta es limitado, y por muy rico que seas no
puedes comprar más. Eso lo convierte en tu recurso más preciado.

La única manera de ser feliz es destinar ese tiempo a aquellas cosas que van a contribuir a
hacerte feliz. De ahí la importancia de tener control sobre el mismo y protegerlo con uñas y
dientes.
Cuando son otras personas las que deciden qué es lo que haces con la mayoría de tus horas es
complicado que seas feliz, salvo que tus intereses estén alineados con los suyos. Por eso,
piénsatelo muy bien antes de dar tu tiempo a los demás, porque lo que realmente les estás
dando es un pedacito de tu vida que nunca podrás recuperar.

DINERO

El dinero es un sistema de intercambio de valor. Cuando aportas valor a la sociedad recibes


dinero, y cuando extraes valor de la sociedad pagas dinero.

Para recibir dinero tienes que dedicar tu tiempo a una actividad que beneficie a otras personas,
y que puede que a ti te resulte o no te resulte satisfactoria. En cualquier caso, es algo que
tienes que hacer aunque no te apetezca porque, salvo que seas auto-suficiente, necesitas otros
recursos de la sociedad que tú no puedes producir. Eso significa que mientras te haga falta
dinero tendrás que emplear parte de tu tiempo en conseguirlo.

La gran ventaja de los euros es que, a diferencia de las horas, sí se pueden acumular. Por
tanto, es posible ahorrar lo suficiente como para “comprar” el control total de tu tiempo durante
varios meses o incluso años.

Cómo recuperar tu libertad


Ahora que hemos redefinido el papel que tienen en tu vida la felicidad, el tiempo y el dinero, por
fin podemos trazar un plan para romper el círculo vicioso que te convierte en esclavo.

Hemos hablado de muchos temas hasta ahora, pero podríamos resumirlo todo diciendo que el
único objetivo de la vida es ser feliz, y que para conseguirlo necesitas lo siguiente:

1.Saber qué es lo que te hace feliz


2.Tener suficiente tiempo y dinero para hacerlo
El problema es que la mayoría de la gente no tiene tiempo para hacer lo que les hace felices (ni
para descubrirlo) porque lo dedican a trabajar y a otras tareas que no les gustan.

Por lo tanto, para ser libre y poder vivir la vida como tú quieres vivirla necesitas centrarte en tres
cosas:

•Trabajo. Encontrar algo que te dé los máximos ingresos posibles dedicándole el menor
tiempo posible, y que te haga sentir cuanto más realizado mejor.
•Gastos. Reducir la cantidad de dinero que necesitas para ser feliz. Cuanto menor sea,
menos tiempo tendrás que dedicar a trabajar y más horas podrás dedicar a lo que te
apetezca.
•Tiempo. Revisar todas aquellas tareas que te roban tiempo y no te aportan nada y hacerlas
más rápido o eliminarlas por completo, para así poder dedicar todo ese tiempo a aquello que
de verdad te hace feliz.
En los próximos posts veremos cada uno de estos tres puntos más a fondo.

En el capítulo anterior vimos que para ser feliz sólo necesitas dos cosas:
1.Saber qué es lo que te hace feliz
2.Tener suficiente tiempo y dinero para hacerlo
Tu trabajo es tu principal fuente de ingresos y una actividad a la dedicas gran parte de tu
tiempo, lo cual lo convierte en un componente clave en la ecuación de la felicidad.

Contrario a lo que mucha gente piensa, trabajar no es algo malo. De hecho, puede ser una gran
fuente de satisfacción personal. Por eso los grandes multimillonarios como Bill Gates, que
tienen suficiente dinero para varias vidas, trabajan por decisión propia en vez de dedicarse a
beber daiquiris en una playa del Caribe. El verdadero problema no es tener un trabajo, sino
dedicar más de 40 horas a la semana a hacer algo que odias.

Cómo conseguir que tu trabajo te haga feliz


Hay tres formas de enfocar tu trabajo para ser feliz:

1.Dedicarte a algo que te gusta y que al mismo tiempo te da dinero. De esta manera, tu
trabajo no limita tu libertad porque es algo que disfrutas y que haces porque quieres.

2.Dedicarte a algo que no te apasiona pero que tampoco te roba mucho tiempo, y buscar la
satisfacción personal en las actividades que haces fuera del trabajo.

3.Dedicarte varios años a acumular una gran cantidad de dinero, jubilarte anticipadamente, y
dedicar el resto de tu vida a aquello que te hace feliz sin tener que preocuparte nunca más
por ganar un sueldo.

Por lo tanto, a la hora de analizar un trabajo debes tener en cuenta los siguientes aspectos del
mismo:

•Satisfacción laboral
•Tiempo requerido
•Ingresos
Veamos cada uno de ellos en detalle.

SATISFACCIÓN LABORAL

Cuando te gusta lo que haces, tu trabajo deja de ser un problema y se convierte en una
actividad que contribuye a aumentar tus niveles de felicidad.
Según Daniel Pink, autor de La sorprendente verdad sobre lo que nos motiva, los últimos
estudios científicos apuntan a que para que una actividad nos motive debe tener las siguientes
características:
•Autonomía: sentir que tienes control sobre lo que haces y cómo lo haces
•Competencia: sentir que eres bueno en lo que haces
•Propósito: sentir que lo que estás haciendo vale para algo y está contribuyendo a una gran
causa en la que crees
Personalmente, estoy bastante de acuerdo con estos tres puntos, pero creo que la última
palabra la tienes tú. Si eres feliz rellenando hojas de Excel, bien por ti.

Lo importante es que te quedes con la idea de que cuanto más satisfecho te haga sentir tu
trabajo, mejor.

TIEMPO REQUERIDO

Mucha gente se obsesiona con encontrar el trabajo perfecto, pero lo que te hace feliz no tiene
por qué ser necesariamente una actividad remunerada. Por ejemplo, aunque te apasionen las
novelas policiacas, es difícil que te paguen por ello.
Algunos gurús te dirán que la solución es combinar esa pasión con algo que necesite el
mercado (ganarte la vida como escritor o crítico de novelas policiacas). Sin embargo, esto no
siempre es fácil o incluso posible, o simplemente puede que no te interese contaminar un
hobbie metiendo dinero de por medio.
En ese caso, una mejor opción es encontrar un trabajo que te dé suficiente dinero para vivir y
que te deje suficiente tiempo libre para hacer lo que te gusta.

En general, cuanto menos tiempo dediques a trabajar, mejor, porque así podrás emplearlo en lo
que tú quieras (sea trabajo u otra actividad).

INGRESOS

Los ingresos siempre van de la mano con el tiempo. Por eso, lo que realmente te interesa de un
trabajo son los ingresos por hora, no los ingresos totales.
Dado que el motivo principal por el que trabaja la gente es ganar dinero, si consigues ganar
mucho con poco tiempo y mantienes tus gastos estables, tendrás que trabajar menos y podrás
dedicar todo ese tiempo libre a aquello que realmente te hace feliz.

La regla en este caso es que cuantos más euros recibas por hora trabajada, mejor.
Tipos de trabajos
Ahora que hemos visto cómo conseguir que tu trabajo te haga feliz y las características que
debe tener para que esto sea posible, veamos los distintos tipos de trabajo que existen, cuáles
son sus ventajas e inconvenientes, y algunos ejemplos de cómo construir una vida libre con
cada uno de ellos.

1. Empleado
Un empleado es una persona que vende a un tercero su tiempo a cambio de un sueldo.

En este tipo de acuerdo, el empleador tiene todo el control. Es el que establece las condiciones
del puesto (salario, horario de trabajo, días de vacaciones…), el que decide a quién contratar, y
el que le dice al empleado qué es lo que debe hacer en cada momento, normalmente a través
de otro empleado que recibe el nombre de jefe.

Ingresos

Como empleado, tu salario responde a esta fórmula:

Salario = Horas trabajadas x Sueldo por hora


Normalmente se trata de una cifra baja, entre 1.000 y 2.000 euros netos en España, ya que las
dos variables de la ecuación están limitadas.

Por un lado, los días tienen 24 horas, así que existe un máximo de horas que puedes trabajar.

Por otro lado, tu empleador es quien decide cuál es tu sueldo por hora, y siempre le va a
interesar pagarte lo menos posible dentro de los precios de mercado, ya que sus ingresos
dependen de la diferencia entre lo que te paga y lo que le haces ganar a él.

Y para acabar de empeorar la situación, el gobierno se lleva un gran porcentaje de tu salario


antes de que llegue a tu cuenta bancaria sin que puedas evitarlo.

Es posible cobrar mucho por hora en un empleo si tienes una habilidad muy demandada por la
sociedad, como jugar muy bien al fútbol, o si consigues escalar la pirámide corporativa en una
gran multinacional, pero son opciones muy complicadas y que requieren mucho tiempo.
Todo esto hace que sea prácticamente imposible acumular grandes cantidades de dinero
trabajando como empleado.

Tiempo

Cuando eres un empleado, tu tiempo y tu trabajo están íntimamente ligados.

En primer lugar, tu sueldo depende directamente de las horas que pases en la oficina, y rara vez
se tienen en cuenta otros factores como el rendimiento. Eso quiere decir si no trabajas no
cobras, y que aunque seas 10 veces más productivo que tus compañeros, ganarás lo mismo
que ellos (con suerte te darán un pequeño bonus a final de año).

Luego está el horario laboral. En la mayoría de los empleos estás obligado a trabajar ocho
horas al día, cinco días a la semana, y aunque no necesites ganar más dinero, no puedes elegir
trabajar tres horas en vez de ocho, o tomarte unos meses libres simplemente porque te
apetece (excepto durante tus vacaciones, que son limitadas y debe aprobar tu jefe).
Quieras o no, un empleo se comerá una gran parte de tu tiempo y, salvo algunas excepciones,
apenas te dejará horas libres durante la semana.

Satisfacción laboral

En un empleo es tu jefe quien decide qué es lo que debes hacer cada día. Tanto si son tareas
aburridas y repetitivas como si crees que eso no es lo más adecuado para la empresa, no te
queda más remedio que obedecer, así que tu satisfacción laboral dependerá en gran medida de
tu jefe y de la compañía para la que trabajes.

Dado que el mercado laboral actual es una evolución del modelo industrial, donde cada
empleado es una pieza híper-especializada y sustituible dentro de una gran máquina, la
mayoría de empleos consisten en hacer lo mismo una y otra vez siguiendo un manual de
instrucciones.

Esta combinación de factores hace que sea complicado encontrar un empleo satisfactorio ya
que, por su naturaleza, muy pocos tienen las tres características que despiertan la motivación:

•Autonomía: tu jefe te dice exactamente lo que tienes que hacer y cómo debes hacerlo
•Competencia: los problemas que tienes que resolver cada día son los mismos, así que una
vez que aprendes a hacerlos dejan de suponer un desafío y tú dejas de aprender
•Propósito: necesitas encontrar una empresa que tenga una visión y unos valores alineados
con los tuyos, y que se dedique a algo en lo que crees
Dicho esto, debes saber que sí existen algunas empresas que dan libertad a sus empleados, les
hacen sentirse útiles e importantes, y les dejan trabajar en proyectos desafiantes, pero por
desgracia no abundan (especialmente en España).

Pros y contras de ser empleado

Tener un empleo limita en gran medida tu libertad. Salvo contadas excepciones, te ata a una
ciudad, te impone un horario, te quita mucho tiempo a cambio de poco dinero y te obliga a hacer
tareas que tú no has elegido. Sin embargo, también tiene algunas ventajas y, usado
correctamente, puede ser una buena herramienta para construir una vida libre.

El principal atractivo de ser empleado es que es la manera más fácil de ganar dinero. Sólo
tienes que pasar una entrevista y a partir del día siguiente empiezas a cobrar religiosamente,
incluso si lo que haces no genera ingresos o si ese mes no le va bien a tu empleador. Tú no
tienes que preocuparte de nada, salvo de estar en el lugar de trabajo a tu hora, hacer lo que te
diga el que manda y no quejarte.

Además de un sueldo, un empleo también te da un sentido de identidad (soy desarrollador


senior), una estructura para tu día a día (trabajo de lunes a viernes de 8 a 6) y un círculo de
amistades (gin tonics con los compañeros todos los viernes por la tarde).

Aunque siendo empleado no eliges ninguna de estas tres cosas (puede que prefieras levantarte
a las 11 de la mañana o juntarte con otras personas), tener una identidad, una rutina y una
grupo de amigos es fundamental para ser feliz, y si tu trabajo no cubre estos aspectos de tu vida
tendrás que cubrirlos tú mismo, algo que a mucha gente le puede resultar difícil.

En resumen: trabajar como empleado no es la opción que te dará mayor libertad, satisfacción
laboral o control sobre tu vida, pero sí la más cómoda en todos los sentidos.
¡Ojo! Cómoda no significa segura ni permanente. Muchos empleados creen que su puesto es
para siempre y ajustan su nivel de vida a su salario, o adquieren compromisos económicos
asumiendo que van a ganar lo mismo en los próximos 30 años. Esto les obliga a mantener un
cierto nivel de ingresos de ahí en adelante, atándoles a ese trabajo y dejándoles en una
situación muy complicada si en algún momento les echan.

Y es que no hay que olvidar que, en realidad, ningún empleo es 100% seguro. Incluso las
grandes empresas (Lehman Brothers) o los “todopoderosos” gobiernos (Grecia) pueden quebrar
y dejarte en la calle de un día para otro aunque tu contrato diga que tienes un puesto vitalicio,
así que es conveniente que tengas en cuenta esa posibilidad antes de meterte en una hipoteca
que se lleve la mitad de tu sueldo todos los meses.

“María trabaja en la ventanilla de un gran banco. Todo le va bien y su jefa está


contenta con ella, así que creyendo que va a mantener ese puesto toda su vida, pide
una hipoteca a 40 años y decide empezar una familia. Unos años más tarde, estalla
una crisis financiera inesperada, el banco quiebra y María es despedida. Como
María vivía mes a mes, apenas tiene ahorros y su situación es crítica. Necesita una
fuente de ingresos inmediatamente, pero nadie quiere contratarla porque sus
conocimientos están anticuados y nunca se molestó en seguir formándose mientras
estaba trabajando (creía que no hacía falta). Desesperada, cuando se le termina el
paro acaba aceptando un puesto de 800 euros cocinando hamburguesas en un
McDonalds que apenas le da para cubrir todos sus gastos y los de los suyos.”

Cómo llegar a ser libre con un empleo

Pretender ser libre mientras trabajas como empleado es absurdo, ya que la flexibilidad y el
control del tiempo no son precisamente los puntos fuertes de esta opción laboral. No obstante,
aunque un empleo por sus características nunca va a aportarte mucha libertad, sí que puedes
utilizarlo como una herramienta para lograr ese objetivo.

Existen dos caminos para conseguir ser libre a través de un empleo.

El primero es aceptar un empleo temporal, incluso uno que no te guste, con el único objetivo de
ahorrar suficiente dinero como para comprar varios meses de libertad y poder hacer la
transición a otro empleo mejor o a otro tipo de trabajo más alineado con tus objetivos.

“Pablo da clases en un gimnasio con un horario terrible y cobrando un sueldo


mediocre, pero desde el primer día tiene claro que se trata de un periodo de
transición. Comparte habitación con cinco estudiantes, come siempre en casa y no
pide cubatas en los bares para ahorrar lo máximo posible, y siempre que puede
trabajar festivos y hace horas extras y sustituciones para cobrar un plus. Después de
varios meses en esta situación, consigue ahorrar suficiente dinero como para dejar
su trabajo y abrir su propio gimnasio de Crossfit.

El segundo es buscar un empleo muy bien pagado (independientemente de que te apasione) y


combinarlo con un estilo de vida austero para ahorrar mucho dinero y jubilarte anticipadamente.

“Antonio trabaja como desarrollador de software para Google en su sede en


Mountain View, California. Su sueldo es de 100.000 dólares anuales más bonus. A
base de llevar una vida austera y minimalista, ahorra la mayor parte de ese dinero,
que va invirtiendo en bolsa. Diez años más tarde ha acumulado un capital de 1
millón de dólares que le permite jubilarse a los 32 y dedicar el resto de su vida a lo
que de verdad le hace feliz: pescar.”

Si tu objetivo no es ser 100% libre y te da igual aceptar las exigencias de un empleo a cambio
de otros beneficios como la comodidad de un salario mensual o el poder desconectar después
de salir del trabajo, tienes una tercera opción, que es buscar un empleo que te quite el mínimo
tiempo posible y no te amargue, y considerarlo el precio a pagar para poder disfrutar de una
buena calidad de vida y de mucho tiempo para ti.

“Sara es maestra en una escuela de primaria. Aunque no está de acuerdo al 100%


con el sistema educativo, se divierte enseñando a los niños, tiene un sueldo decente
y su puesto sólo le quita 5 o 6 horas por las mañanas de Septiembre a Junio. Eso le
permite dedicar las tardes a sus pasiones -montar en bicicleta, jugar con su hija y
escribir novelas románticas- y aprovechar sus casi tres meses de vacaciones en
verano para viajar por el mundo.”

Por último, puedes buscar un empleo que te guste tanto y con unas condiciones tan buenas que
no ambiciones nada más, incluso si tu libertad está limitada. Únicamente ten en cuenta que es
muy complicado, porque las condiciones laborales las determina tu empleador y por tanto es
difícil que coincidan exactamente con lo que tú quieres, y además pueden cambiar de la noche
a la mañana porque no están bajo tu control.

El mayor riesgo, y lo que debes evitar a toda costa, es conformarte con un empleo que te hace
infeliz, que sabes que es incompatible con tus planes de futuro y que no va a mejorar hagas lo
que hagas. Acomodarte y ver pasar los años sin que nada cambie. Si te encuentras en esa
situación, salir de ahí debería ser tu prioridad número #1, y deberías dedicar todo tus recursos a
buscar o crear algo mejor.

Después de unas semanas desaparecido, retomo la serie “Cómo ser libre en un mundo de
esclavos”. Si eres nuevo por aquí y no la conoces, o si la leíste en su momento pero no
recuerdas muy bien de qué iba, te recomiendo que leas la primera y la segunda parte para

ponerte al día
En el último post te hablé de las tres maneras de enfocar tu trabajo para ser feliz y de los
distintos aspectos que hay que tener en cuenta a la hora de elegir un trabajo, y analicé las
ventajas e inconvenientes que ofrece la opción laboral más común: ser empleado.
Esta semana quiero continuar la serie examinando en detalle otra manera de generar ingresos:
el trabajar como autónomo o freelance.

2. Freelance
Un freelance es una persona que vende su tiempo a cambio de dinero, pero, a diferencia de un
empleado, no recibe un sueldo todos los meses de un único empleador, sino que realiza
proyectos para distintos clientes.
En esta opción laboral, el trabajador freelance es quien decide lo que ofrece y a qué precio, y
también quien se tiene que encargar de encontrar clientes interesados en su oferta y que estén
dispuestos a aceptar sus condiciones.

Ingresos

Cuando trabajas como freelance vendes tus servicios a otros individuos o empresas, y puedes
elegir entre varias políticas de precios:

•Por hora. Estableces un precio por hora y cobras en función de cuánto tiempo lleve
completar el proyecto. Ejemplo: reformas el baño de un apartamento y tardas 20 horas en
hacer el trabajo, así que le pides al cliente tu tarifa por hora multiplicada por 20.
•Por proyecto. Cobras una cantidad fija al terminar el proyecto, sin importar cuanto tiempo te
haya llevado. Ejemplo: diseñas una página web y le cobras al cliente una cuota
prestablecida, tanto el trabajo te lleva 10 horas como si te lleva 100.
•Por comisión. Cobras en función de los resultados que le ayudes a conseguir al cliente. Se
suele combinar con otros modelos de precio. Ejemplo: escribes una página de ventas y
cobras una cantidad fija más el 1% del importe total de las ventas que consigas.
•Por disponibilidad. Cobras una cantidad fija cada mes a cambio de que el cliente pueda
tener acceso a ti cuando lo necesite. Ejemplo: ofreces asesoría fiscal a un cliente y estás
disponible para él permanentemente por vía telefónica a cambio de una cuota anual.
Las tres últimas opciones te permiten evitar algunas de las limitaciones de cobrar por hora
trabajada, y lograr unos ingresos por hora mucho mayores de los que te pagarían si hicieses lo
mismo como empleado.

Pero incluso si decides vender tus servicios por hora, puedes ganar más que en un empleo, ya
que tú fijas la tarifa y te quedas con el 100% del pago.

Además, ser freelance te da una gran flexibilidad a la hora de pagar impuestos. Puedes
desgravar los gastos relacionados con tu actividad profesional, elegir si facturar un proyecto en
un año fiscal o en otro según te convenga, y realizar otras optimizaciones fiscales que en
algunos casos pueden suponer un gran incremento en tus ganancias.

En resumen: es posible ganar mucho más dinero como freelance que como empleado.

Tiempo

Cuando eres freelance, tu tiempo y tu trabajo siguen estando ligados entre sí, pero no tanto
como siendo empleado.

Aunque en última instancia tus ingresos todavía dependen de que dediques tiempo a los
proyectos de tus clientes (si no lo haces no cobras), la flexibilidad es mucho mayor porque no
estás atado a un horario laboral sino que eres tú quien elige cuándo y cuánto trabajar.

Mientras seas capaz de cumplir los compromisos que establezcas con tus clientes y ganar lo
suficiente para vivir, puedes levantarte a las 11 de la mañana, trabajar sólo 3 meses al año o
tomarte unas vacaciones siempre que quieras. Tú decides.

Esto es posible porque tus ingresos no sólo dependen de las horas que te pases en la oficina,
sino también de otros factores como tu rendimiento o el prestigio de tu marca personal.

Por ejemplo, si cobras 200€ por diseñar un logo y encuentras la forma de hacerlo en 4 horas en
vez de en 8, puedes elegir trabajar la mitad o ganar el doble. O si consigues posicionarte como
el mejor consultor tecnológico de tu país y te sobran los clientes, puedes cobrar 300€ por hora y
ganar en un par de meses lo suficiente para vivir el resto del año.

Todas estas opciones no existen en un empleo tradicional, ya que estás obligado a trabajar un
número fijo de horas y tu sueldo apenas varía en función de lo bien que hagas tus tareas.

Satisfacción laboral

Ser freelance te da el control sobre tus condiciones laborales. Tú eliges con quién trabajar,
cómo trabajar, a qué hora y en qué tipo de proyectos.

Eso, sumado al hecho de que tu rendimiento tiene un efecto directo en tus resultados (cuanto
mejor lo hagas, más dinero ganas), hace que sea mucho más realista encontrar la satisfacción
laboral como freelance que como empleado:
•Autonomía. Nadie te dice cómo debes hacer las cosas. Puedes trabajar a tu manera.
•Competencia. Hay un claro incentivo para seguir mejorando tus habilidades continuamente,
ya que cuanto mejor hagas tu trabajo más cobrarás.
•Propósito. Puedes elegir trabajar únicamente en proyectos que te resulten desafiantes y
que estén alineados con tus valores.
¡Ojo! Que tengas más posibilidades de sentirte satisfecho laboralmente siendo freelance que
siendo empleado no significa que obligatoriamente vaya a ser así. Al final, todo dependerá de
tus objetivos, de tus características personales y de lo bien que te lo montes. Muchas veces,
tratar con clientes puede ser peor que tener un jefe.

Pros y Contras de ser freelance

Trabajar como freelance ofrece muchas más posibilidades que trabajar como empleado, pero
también exige mayor responsabilidad.

Cuando eres freelance no tienes a nadie que te diga lo que debes hacer. Estás obligado a tomar
tus propias decisiones y, por tanto, los resultados que obtienes dependen única y
exclusivamente de ti. Si las cosas van bien puedes sentirte orgulloso, porque tú eres el único
responsable; pero si las cosas van mal no puedes echarle la culpa a tu jefe, “que es un
incompetente”, ni a tus compañeros de trabajo, “que son unos vagos”.

Además de una mayor responsabilidad, ser freelance implica vender: ofrecer al mercado tus
conocimientos y habilidades, y buscar a alguien interesado en pagarte por ellos. Eso significa
que tu salario será mayor o menor en función de la demanda que exista por tus servicios y de la
cantidad de valor que seas capaz de aportar. Cuanto más demanda y más valor aportes, más
fácil te será encontrar clientes y más podrás cobrarles.

Esta dinámica es muy distinta de la de un empleado, que gracias al sistema actual puede ganar
un buen sueldo todos los meses sin aportar ningún valor a la sociedad o sin tener habilidades
demandadas por el mercado. Por ejemplo, un licenciado en ciencias políticas difícilmente podría
ganarse la vida como freelance porque no hay nadie interesado en pagar por sus
conocimientos, pero puede vivir muy bien como diputado o como profesor de universidad
investigando sobre temas absurdos.

Otra diferencia importante entre el empleado y el freelance es que el primero sólo tiene que
realizar la profesión para la que le contrataron (programar, diseñar, escribir…), mientras que el
segundo también tiene que preocuparse de marketing, contabilidad, atención al cliente y otras
serie de tareas “no técnicas” que antes eran invisibles para él.
Hay gente que quiere dedicarse únicamente a su oficio y nada más, y por eso prefieren trabajar
para otro en vez de montárselo por su cuenta.

“Carlos trabaja como diseñador web para un pequeño estudio. Allí se pasa 8 horas
al día haciendo lo que más le gusta: diseñar. Una noche, tomando unas cervezas,
un amigo le sugiere que deje su empleo y se haga autónomo porque así ganará más
y será su propio jefe. Después de mucho pensarlo, Carlos decide seguir su consejo,
deja el estudio y comienza su carrera como freelance. Aunque debido a la gran
demanda que existe para sus habilidades no tiene problemas para encontrar
proyectos bien pagados, pronto descubre que se pasa la mitad del tiempo
promocionando sus servicios, hablando con clientes y llevando la contabilidad en
vez de diseñando páginas web. Harto de esta situación, se pone en contacto con su
antiguo jefe y le pide que le vuelva a contratar.”

Por último, conviene recordar que algunas de las ventajas de ser freelance pueden ser un arma
de doble filo. Cuando nadie te obliga a seguir un horario tienes que ser tú el que se planifique
los días; cuando eres tu propio jefe tienes que tener suficiente fuerza de voluntad para ponerte a
trabajar; y cuando no necesitas ir a una oficina tienes que buscarte amigos por tu cuenta.

La conclusión de todo esto es que, como diría Spiderman, un gran poder conlleva una gran
responsabilidad.
Ser freelance te ofrece indudablemente mayor control sobre tu tiempo, tus ingresos y tu
satisfacción laboral, y muchas más posibilidades que un empleo, pero te obliga a gestionar una
serie de aspectos de tu vida y de tu trabajo que antes estaban en manos de terceros. Si eres
capaz de gestionar todas estas cosas correctamente tienes la oportunidad de ser más libre y
más feliz, pero si no lo consigues puedes pasarlo mal y ser mucho más miserable que
trabajando para un empresa.

Cómo llegar a ser libre trabajando como freelance

Los caminos para alcanzar la libertad como autónomo son muy parecidos a los de un empleado,
con la diferencia de que siendo freelance tienes muchas más opciones a tu disposición, puedes
acelerar el recorrido y también puedes ser más libre durante el trabajo en sí.

Ok, veamos a continuación cuáles son.

El primer camino hacia la libertad consiste en aprovechar la mayor ventaja que ofrece el trabajo
freelance –la flexibilidad de horarios– para organizarte de una forma que te deje una gran
cantidad de tiempo libre, y utilizar ese tiempo para hacer aquello que te hace feliz.
Esta estrategia, aunque también se puede implementar como empleado, es mucho más fácil de
llevar a cabo como freelance, y además ofrece un mayor abanico de posibilidades, desde
trabajar sólo ciertos días por semana a aceptar proyectos sólo durante algunos meses del año.

“Lourdes vive en Chiang Mai, es traductora y trabaja como freelance para una
empresa que le manda proyectos todas las semanas. Completarlos le lleva unas 15-
20 horas, que a veces concentra en un par de días y que otras veces distribuye a lo
largo de varias mañanas. Esto le permite tener mucho tiempo libre, que dedica a
entrenar muay thai, aprender cocina tailandesa y tomar algo con los amigos.
Traducir texto jurídicos no le apasiona, pero lo considera el precio a pagar para
poder llevar un estilo de vida que le hace feliz.”

El segundo camino es llegar a ser tan bueno en lo tuyo y aportar tanto valor a tus clientes que
estén encantados de pagarte grandes cantidades de dinero. Luego, ahorrar todos esos ingresos
y jubilarte anticipadamente.

Es cierto que no es fácil cobrar cientos o incluso miles de euros por hora, pero es posible. La
clave está en desarrollar habilidades que puedan hacerle ganar a quien te contrata tanto como
para que le salga rentable pagarte bien.

“Después de 6 años trabajando en una empresa de sistemas de GPS para barcos,


Fabio decide aprovechar su experiencia y contactos en el sector para hacerse
consultor independiente. Sus clientes son importantes compañías petroleras del
golfo de México, que le pagan 400 euros/hora porque su conocimiento es muy
escaso y demandado, y les ayuda a ganar mucho más de lo que le pagan. Con el
dinero que va recibiendo, Fabio invierte en apartamentos y tres años más tarde se
jubila para vivir exclusivamente de lo que le generan sus alquileres.”

Por último, siempre puedes crear un puesto de trabajo que te permita hacer lo que te gusta
llevando tu estilo de vida ideal, y que te haga feliz sin necesidad de estar jubilado.

Gracias a la flexibilidad y opciones que ofrece trabajar como freelance, esta posibilidad es
mucho más factible que siendo empleado.

“Lisa es escritora freelance, y colabora con distintas revistas y páginas web de


viajes mientras recorre el mundo en solitario. Trabaja desde cafeterías y albergues,
decide su propio horario y cuando quiere tomarse unas pequeñas vacaciones deja
de aceptar proyectos durante varias semanas. En su tiempo libre escribe un libro
para chicas que quieren viajar solas, que espera que se convierta en otra fuente de
ingresos. Lisa no está jubilada, pero le encanta viajar y escribir, y gracias a la
flexibilidad que le ofrece el ser autónoma ha sido capaz de crear su puesto de
trabajo ideal.”

NOTA: Todos los ejemplos de este post están basados en casos reales de amigos o personas
que he conocido en mis viajes.

3. Empresario
Un empresario es una persona que, en vez de vender su tiempo por dinero, utiliza ese tiempo
para crear un negocio capaz de generar ingresos por sí mismo.

Un negocio, por su parte, no es más que una colección de sistemas y procesos que producen
un resultado determinado de manera consistente.

Es importante que notes que en ningún momento he hablado de sociedades limitadas,


empleados, ni trajes con corbata. Pese a que esta es la imagen que todavía mucha gente tiene
del mundo empresarial, no necesitas ninguna de estas cosas para crear un negocio. Con tener
algo tan simple como un ebook en Amazon o un blog con publicidad AdSense es más que
suficiente.

Lo que te hace empresario no es la secretaria ni la oficina en Gran Vía, sino el ser capaz de
ganar dinero –a través de tu negocio– incluso cuando no estás trabajando.

Ingresos

Tus ingresos como empresario dependen únicamente del rendimiento de tu negocio, y


responden a la siguiente fórmula:

Ingresos = Unidades vendidas x Beneficio por unidad


A diferencia de lo que le ocurre a los empleados o los autónomos, las dos variables de las que
depende tu salario están bajo tu control y no tienen techo. Puedes vender, literalmente, millones
de unidades de un producto o cobrar cientos de miles de euros por tus servicios. No hay nada
que te lo impida si eres lo suficientemente bueno.

Además, tu negocio es un activo que tiene valor por sí mismo y que por lo tanto se puede
liquidar. El precio de venta varía en función de la industria, y suele ser igual a los beneficios
anuales por un multiplicador.

Por ejemplo, en el mundo del marketing online existe un tipo de páginas web que se conocen
como “páginas nicho”. Si tienes una página nicho que genera 500 euros de beneficios al mes,
puedes venderla en un foro especializado por 12 x 500 = 6.000 euros (el multiplicador en este
caso es 1).

Liquidar tu negocio te permite acelerar tus ingresos y recibir de una vez las ganancias de uno o
varios años sin tener que esperar a que transcurra todo ese tiempo. Por este motivo, ser
empresario es la vía más rápida y factible si quieres llegar a ser millonario.

Tiempo

Cuando eres empresario tus ingresos están completamente desligados de tu tiempo.

No importa las horas que pases trabajando; lo único que cuenta es lo bien que funciona tu
negocio. Es decir, cuántos productos o servicios vendes y cuál es el beneficio que recibes por
cada venta.

Esta separación tiempo-dinero es la que hace posible los famosos ingresos pasivos. Si
consigues crear un negocio que una vez que esté funcionado no necesita que le dediques más
tiempo, puedes ganar dinero sin tener que trabajar.

Aunque en el papel esta idea parece muy atractiva, en la práctica no es tan sencillo
desvincularte por completo.

Para empezar, existen muy pocos negocios que puedan generar ingresos a lo largo del tiempo
sin necesidad de supervisión, o que produzcan suficientes beneficios como para que su gestión
se pueda delegar por completo sin que dejen de ser rentables y sin que eso tenga
consecuencias negativas en el rendimiento.

Por otro lado, crear un negocio de cualquier tipo es una tarea compleja y que requiere una gran
inversión previa de tiempo y energía.

Lo que suele ocurrir realmente es que la gente se mete a empresaria buscando el Santo Grial
de los ingresos pasivos, y al final acaban con dos trabajos –uno de propietario y otro de
empleado– y echando el doble de horas que cuando estaban contratados en su empresa.

Sí, es cierto que cuando tienes un negocio tus ingresos no dependen del tiempo que trabajas,
pero eso no significa que automáticamente eches menos horas. Si buscas ingresos pasivos
necesitas diseñar tu negocio con ese objetivo desde el principio, y desarrollarlo hasta el punto
en que esa posibilidad sea una realidad.
Satisfacción laboral

Crear tu propio negocio es una aventura y un desafío sin igual. Es una manera de expresar tus
valores, de tener un impacto en el mundo y de construir algo que transcienda tu propia
existencia.

Por eso, no es una sorpresa que ser empresario cuente con las tres características que nos
hacen sentirnos motivados:

•Autonomía. Tu negocio es una extensión de ti mismo, y puedes construirlo exactamente


como tú decidas. Tú eres el que marca los objetivos y toma todas las decisiones, desde las
más grandes a las más pequeñas.
•Competencia. No existe una sensación de progreso más real que la de ver crecer tu
negocio. Además, durante el camino te verás obligado a desarrollar todo tipo de habilidades
y superar barreras mentales que no sabías que tenías. Crear un negocio te hará crecer
como persona.
•Propósito. Un negocio te permite tener un impacto en el mundo y la vida de otras personas
mucho mayor que trabajando por tu cuenta o para otro. Si lo que haces está alineado con
tus valores y con quién eres, sentirás la alegría de saber que estás haciendo algo útil con tu
vida.
Aunque montar un negocio no es tarea fácil y puedes llegar a pasarlo muy mal en el proceso, a
la larga es una de las actividades más satisfactorias que puedes realizar.

Hay algo mágico en el hecho de crear algo con “vida propia” y que vas más allá de uno mismo
que no ofrecen el resto de opciones laborales.

Pros y Contras de ser empresario

Todas las ventajas de ser empresario vienen del hecho de que estás creando un negocio
independiente de ti mismo.

Ese negocio te permite tener un impacto mucho mayor del que tendrías trabajando por tu
cuenta (y en consecuencia un salario también mucho mayor) y desligar tu tiempo de tu fuente
de ingresos, lo cual a la larga te dará la oportunidad de alcanzar la libertad financiera.

Además, como tu negocio es capaz de generar dinero, tiene valor por sí mismo, así que puedes
venderlo en cualquier momento por un múltiplo de sus beneficios anuales. Y en materia de
impuestos, tienes a tu disposición todo tipo de mecanismos para optimizar tus obligaciones
fiscales y pagar lo menos posible de manera totalmente legal.
Este es el lado bueno de ser empresario. Por desgracia, crear un negocio también tiene sus
inconvenientes.

El primero es que requiere una fuerte inversión inicial. A diferencia del trabajador freelance, que
puede empezar a ofrecer sus servicios mañana mismo sin coste alguno y sin riesgo, empezar
un negocio implica crear un sistema desde cero, y para ello se necesita tiempo y en la mayoría
de los casos dinero.

Normalmente esto se traduce en unos primeros meses o años de trabajo muy duro, en los que
no vas a poder disfrutar de esa independencia entre tiempo e ingresos. Si eres autónomo, por el
contrario, puedes disfrutar de la flexibilidad de horarios desde el primer día.

Luego está la dificultad. Venimos de un sistema educativo que nos prepara para ser empleados,
y si quieres tener éxito como empresario tendrás que romper ese adoctrinamiento, desarrollar
distintas habilidades que no aprendiste en la escuela y vencer una serie de barreras mentales
profundamente arraigadas en la mayoría de personas como son el miedo a vender o a
promocionarse.

Las recompensas que esperan al otro lado merecen la pena, pero no es un camino fácil.

Por último, como empresario tienes todavía más responsabilidad personal que un trabajador
freelance, y también estás obligado a participar en un mercado competitivo en el que hay
ganadores y perdedores.

Crear un negocio puede ser una aventura extraordinaria, pero no es algo para todo el mundo.

Cómo llegar a ser libre con tu propio negocio

Existen dos vías de conseguir la libertad como empresario.

La primera es crear un negocio que genere ingresos pasivos, es decir, que te de dinero sin
necesidad de trabajar.

Ya hemos visto que no es tarea fácil, y que casi nadie consigue alcanzar ese ideal del 100% de
pasividad durante un tiempo prolongado, pero no por eso deberíamos descartar ese objetivo ya
que siempre existen puntos intermedios.

La idea siempre es la misma: conseguir que sean tus sistemas los que trabajen por ti. Cuantas
más tareas hagan ellos, menos tendrás que hacer tú.
Hay tres tipos de sistemas que puedes incorporar en tu negocio: sistemas humanos (empleados
o freelancers), sistemas informáticos (software) sistemas mecánicos (máquinas, fábricas). Y si
te fijas, todos ellos sirven romper la limitación temporal que tienes como individuo.

Si sólo estás tú, únicamente puedes trabajar las 24 horas que tiene cada día. Pero si alistas
para tu causa a otras personas, ordenadores y máquinas, puedes utilizar las 24 horas diarias
que también tiene cada uno de ellos para producir mucho más y/o que tú tengas que hacer
mucho menos.

Obviamente, para que todo esto funcione, los sistemas tienen que costarte menos dinero del
que producen.

“Mario empieza una página para adultos durante el boom de Internet. Tras unos
meses aprendiendo sobre SEO y trabajando duro, consigue que la web se posicione
bien en Google y reciba más de 100.000 visitas orgánicas mensuales. Mario
monetiza ese tráfico con publicidad y con ingresos de afiliado de compañías de
webcam, y reinvierte un pequeño porcentaje de esos ingresos en contratar a un
redactor que cree contenidos todos los días. Durante dos años todo le va de lujo.
Mario no invierte más de una hora a la semana en gestionar su negocio, el dinero
llega puntual todos los meses, y él puede dedicar todo su tiempo libre a jugar al
Starcraft II, ir a la playa y estar con su novia. Sin embargo, la competencia cada vez
es más alta, Google da cada vez menos relevancia al contenido sexual y los
ingresos empiezan a caer. Mario no tiene más remedio que abandonar su vida de
relax, volver a estudiar las últimas técnicas SEO y empezar nuevos proyectos para
asegurarse el sustento en el futuro.”

La segunda vía para conseguir la libertad como empresario es crear un negocio, hacer que
crezca, venderlo por una gran suma de dinero y vivir de esos ahorros el resto de tu vida.

“A los 29 años, Carmen decide utilizar lo que aprendió durante su doctorado en


urbanismo para crear, junto con un socio, una empresa de consultoría que ayuda a
gobiernos y constructoras a entender el comportamiento de los peatones en los
distintos espacios públicos. Después de unos inicios complicados, Carmen da con la
tecla y la empresa comienza a crecer. Cada vez tiene más y mejores clientes,
contrata a varios empleados y los ingresos se disparan. 10 años después de su
nacimiento, una gran multinacional compra la consultora por 10 millones de euros.
Carmen invierte su parte del dinero en bolsa y vive el resto de su vida de los
dividendos.”

Como siempre, si tu objetivo no es ser 100% libre, puedes crear un negocio que te haga feliz y
al que dediques tiempo con gusto.

Mucha gente se hace empresaria por vocación, porque cree en lo que hace, e incluso si
tuviesen la opción de no trabajar seguirían dedicándose a su negocio.

4. Inversor
Un inversor es una persona que utiliza su dinero para ganar dinero.

Eso quiere decir que, para poder elegir esta opción laboral, primero necesitas acumular un
cierto capital trabajando como empleado, como freelance, o a través de tu propio negocio.

Ingresos

Cuando eres inversor generas ingresos comprando activos que van a subir de precio y
vendiéndolos más caros en el futuro, alquilando activos a cambio de una comisión, o prestando
dinero y recuperándolo con intereses.

Es posible invertir en multitud de industrias. Por ejemplo, puedes comprar oro con la esperanza
de que se revalorice en unos años, comprar propiedades inmobiliarias para luego alquilarlas, o
meter dinero en una startup a cambio de controlar un porcentaje de la compañía (que puedes
vender una vez se haya revalorizado).
Al final, te convendrá elegir una u otra opción en función de tus conocimientos sobre esa
industria y de cómo se encuentre el mercado en ese momento.

Es difícil estimar el rendimiento que le puedes sacar a tu dinero como inversor, pero mi
experiencia es que la mayoría de la gente suele considerar sólo el mejor de los casos y que
son demasiado optimistas haciendo sus cálculos.

Un cifra realista para una inversión totalmente pasiva y con muy bajo riesgo sería un 3-4% de
beneficios anules post-inflación a largo plazo. Es decir, que para que tus inversiones produzcan
756,70 euros al mes, el sueldo mínimo en España, necesitas acumular primero un capital de
entre 227.010 a 299.653 euros.
Es cierto que es posible encontrar inversiones más rentables, pero regla es siempre la misma:
cuanto mayor sea el posible beneficio, mayor será también el riesgo.
Tiempo

La gran ventaja de invertir es que la cantidad invertida no está ligada al tiempo que te lleva
realizar la inversión.

Tardas lo mismo en comprar mil euros en acciones que un millón, o en comprar un apartamento
de un dormitorio que un palacio. Sin embargo, como los beneficios son un porcentaje del
capital, los resultados serán proporcionalmente mayores en el segundo caso.

Por este motivo, siempre sale más rentable invertir grandes cantidades.

Dicho esto, a la hora de analizar el tiempo que requiere ser inversor, hay que distinguir entre
dos tipos de inversiones: pasivas y activas.

Una inversión pasiva es la que necesita una gestión mínima para funcionar. Metes tu dinero y te
olvidas. Como mucho, tienes que revisarla por encima un par de veces al año, pero poco más.

Un ejemplo de sería la famosa Cartera Permanente de Harry Brown, que consiste en dividir tu
capital en partes iguales entre acciones, bonos, oro y efectivo, y dejarlo estar. Si necesitas
inverter más dinero lo añades a la porción de cash, y si necesitas sacarlo lo sacas también de la
porción de cash, y cuando algún activo baje del 15% o suba del 35%, vuelves a “rebalancearlos”
todos al 25% original.
Implementar algo así no te llevará más de un par de horas al año.

Una inversión activa, por su parte, requiere de la intervención continua por parte del inversor
para que funcione.

Un buen ejemplo de esta forma de invertir sería el comprar apartamentos con la intención de
reformarlos y revenderlos. Los procesos de compra, venta y reforma llevan tiempo y necesitan
de la participación activa del inversor (o de una persona contratada por él).

En este sentido, el papel del inversor activo se parece más al del empresario que al del inversor
pasivo.

De aquí en adelante, cuando hable de inversión me referiré a inversión pasiva, salvo que
indique lo contrario.
Satisfacción laboral

En la mayoría de casos, cuando hablamos de inversiones pasivas, el acto de invertir es tan


simple que no genera ningún tipo de satisfacción laboral. Y es que el objetivo de este tipo de
inversión no es alcanzar la felicidad, sino generar un flujo de ingresos continuo y que requiera el
mínimo mantenimiento posible para poder sentirte realizado gracias al dinero y el tiempo que te
garantizan tus inversiones.

Las inversiones activas son otra historia, ya que se asemejan mucho a un negocio (de hecho,
suelen ser un híbrido inversión-negocio) y por lo tanto tienen el potencial de generar la misma
motivación que estos.

Pros y Contras de ser inversor

Invertir es la manera más pasiva que existe de ganar dinero. Metes tus euros en el lugar
correcto, esperas a que pase el tiempo y cuando vuelves tu dinero ha crecido como por arte de
magia.

Este es el principal atractivo de ser inversor, y lo que distingue esta forma de generar ingresos
de todas las demás.

Pero no es oro todo lo que reluce. Invertir también tiene sus inconvenientes.

El primero es que para invertir necesitas tener dinero, y para que las ganancias que te reporten
tus inversiones sean considerables necesitas tener bastante dinero. Ese dinero,
irremediablemente, tendrás que ganarlo trabajando. No existe otra manera.
Es cierto que nada te impide empezar a invertir con 1.000 euros. De hecho, puede ser muy
buena idea para practicar. Sin embargo, por muy bien que te vaya, la cantidad que ganes será
despreciable y no podrás aprovechar el verdadero poder del interés compuesto.

Si tu objetivo es poder vivir de tus inversiones, necesitas acumular alrededor de 300.000 euros,
y con esa cifra apenas llegarás al sueldo mínimo mensual español.

El segundo inconveniente de ser inversor es el riesgo.

Toda inversión conlleva un riesgo, que es mayor cuanto mayores sean las posibles ganancias.
Eso significa que siempre que inviertes estás poniendo en juego tu dinero.

Este riesgo existe porque el futuro es impredecible. Si compras acciones puede que suban de
precio; pero también puede que el país entre en un periodo de deflación y la bolsa se desplome.
Si inviertes en propiedades inmobiliarias pueden que el precio de los pisos suba; pero también
es posible que explote una nueva burbuja inmobiliaria, que un nuevo gobierno suba los
impuestos a los propietarios o que te vas obligado a gastar miles de euros en una obra
inesperada. Y así con cualquier tipo de inversión.

Obviamente, no todas las inversiones son igual de arriesgadas. Las hay que tienen más nivel de
riesgo y las hay que tienen menos.

Apostar tu dinero en inversiones muy arriesgadas se llama especular, y se parece más a jugar
en el casino que a invertir. Todo que implique intentar predecir el futuro con el objetivo de ganar
dinero rápido se considera especulación.
Muchas personas pecan de ambiciosos y caen en el error de querer enriquecerse en dos días
especulando, y al final acaban perdiendo los ahorros de toda una vida.

Y esto nos lleva al tercer y último inconveniente: invertir es siempre una estrategia a largo plazo.

Olvídate de ganar grandes cantidades de dinero mañana. Las inversiones son una manera de
poner tu capital a trabajar para protegerlo de la inflación, y que en el proceso te de cada año un
pequeño porcentaje del mismo en beneficios.

Cómo llegar a ser libre invirtiendo

La inversión es una herramienta que, en combinación con cualquiera de las tres otras formas de
ganar dinero que hemos visto anteriormente, te permite alcanzar la libertad financiera.

Ya he mencionado varias veces la estrategia:

1.Acumular un capital lo suficientemente grande


2.Invertirlo y vivir el resto de tu vida de los intereses que te generen esas inversiones
El capital puedes acumularlo trabajando como empleado, como autónomo, creando tu propio
negocio, o incluso heredando.

Por su parte, para empezar invertir no tienes que esperar a tener todo el dinero que necesitarías
para vivir de los intereses. Puedes empezar antes y reinvertir los intereses que vayas
generando para así alcanzar tu objetivo lo antes posible.

En cuanto al cómo invertir (que estrategia concreta utilizar), queda fuera del alcance de este
texto, pero no deberías tener problema en encontrar libros especializados sobre el tema.
¿Qué opción laboral deberías elegir?
A lo largo de este capítulo hemos visto cuatro maneras diferentes de ganar dinero, y hemos
analizado cada una de ellas en relación a los tres aspectos que van a influir en tu felicidad y tu
nivel de libertad: ingresos, tiempo y satisfacción laboral.

Llegados a este punto, quizá te estés preguntado que cuál de ellas es la mejor y cuál deberías
elegir.
La respuesta es que depende. Cada persona es diferente y no existe una solución correcta para
estas cosas.

Tu fuente de ingresos ideal variará en función de tu situación actual, del estilo de vida que
quieras llevar y de cuánto dinero necesites para costeártelo, del nivel de libertad que quieras
alcanzar, de tus gustos y preferencias personales, y de tus habilidades. Por eso he hecho tanto
hincapié en las ventajas e inconvenientes de cada opción. Para que puedas elegir por ti mismo
la que más te conviene.

¡Ojo! No necesitas decantarte por una única manera de ganar dinero. Es muy común el
combinar varias. Por ejemplo, puedes ser empleado y al mismo tiempo hacer tus chapuzas
como freelance, o tener tu propio negocio y con tus ganancias comprar apartamentos y
alquilarlos, un híbrido inversión-negocio porque hay que gestionar activamente las propiedades.

Otro factor a tener en cuenta a la hora de optar por una fuente de ingresos u otra son tus
gastos. Al principio de la serie vimos que reducir tus gastos es uno de aspectos de tu vida que
debes optimizar para ser libre y, como aprenderás a continuación, tu trabajo tiene un impacto
directo en lo que gastas, así que te animo a que sigas leyendo y pospongas esta importante
elección hasta un poco más adelante.

Ganar una gran cantidad de dinero no es suficiente para conseguir la libertad. Hay muchos
directivos y empresarios de éxito que ingresan decenas de miles de euros al mes pero que son
esclavos de un estilo de vida que requiere muchos gastos, y seguramente hayas escuchado
más de una vez la historia de ganadores de lotería que acaban arruinados pocos años después
a causa de sus malas decisiones.

Si tu objetivo es ser libre, lo verdaderamente importante no es lo que ganas sino lo que ahorras
(la diferencia entre tus gastos e ingresos), ya que con ese dinero es con el que comprarás tu
libertad.
Las cuentas son sencillas: cuanto menos dinero necesites para ser feliz, menos necesitarás
trabajar.
La clave, por tanto, es aprender a sacarle el máximo beneficio a cada euro. Reducir tus gastos
todo lo que puedas sin que eso afecte a tu bienestar.

Desafortunadamente, muy pocas personas se paran a analizar en qué gastan su dinero, por
qué lo gastan en eso, y si ese es el mejor uso que le podrían dar.

Mi objetivo con este capítulo es cambiar esta dinámica. Quiero hacerte reflexionar sobre los
distintos factores que afectan a tu nivel de gastos y ofrecerte algunas alternativas que quizá no
habías considerado hasta ahora. Y para conseguirlo no voy a hablarte de tácticas ni a darte los
diez mejores consejos para ahorrar, sino que voy a centrarme en las creencias y en las
circunstancias personales que te llevan a gastar más o menos dinero, en muchos caso sin darte
cuenta.

Empecemos, pues, por el principio.

Por qué gastas dinero


Como ser humano, tienes una serie de necesidades psicológicas, personales y socio-
económicas que debes cubrir para poder vivir correctamente, y que incluyen cosas como
alimentación, vivienda, ropa, salud, herramientas, relaciones, transporte o actividades de ocio,
entre otras.

A su vez, para cumplir cada una de esas necesidades, tienes distintas alternativas a tu
disposición.

Por ejemplo, para transportarte, puedes ir andando, en bicicleta, en transporte público, en moto,
en coche, en un descapotable de lujo o incluso viajar en tu propio jet privado.

Todas las opciones anteriores cumplen la función de llevarte de un lado a otro, pero cada una
de ellas tiene unas características y un precio diferente.

Ese precio puede ir desde los cero (andar) hasta los millones de euros (jet privado), y es la
razón por la que unas personas gastan más dinero que otras.

Tu nivel de gastos, por tanto, dependerá de las alternativas que elijas para cubrir tus
necesidades como ser humano.
Pero… ¿qué es lo que te lleva a elegir una u otra opción?
Los factores que determinan tu nivel de gastos
Existen distintos factores que influyen en que elijas una opción en vez de otra para satisfacer
una cierta necesidad.

Están tus creencias, como que llevar un reloj caro te hará más feliz y más exitoso con las
mujeres. También tus circunstancias: dónde vives, con quién te juntas, en qué trabajas… O tu
carácter y gustos personales, como por ejemplo, el que te guste más la tecnología que los
zapatos.

Sería imposible nombrarlos todos aquí, así que a continuación voy a analizar los más
importantes y sobre los que tienes un mayor control.

1. Tu concepto de riqueza
Piensa en un hombre rico. ¿Qué se te viene a la cabeza?

Seguramente te has imaginado a un tipo con gafas de sol y un traje a medida, propietario de un
negocio de éxito, que conduce un deportivo caro, vive en una mansión con varios criados,
frecuenta restaurantes de lujo y bebe champagne en reservados.

Esa es la idea de riqueza que nos vende la sociedad. Que ser rico equivale a consumir, y que si
no gastas “te estás perdiendo algo”. Lo que no te cuenta nadie es que nuestro amigo trabaja 14
horas al día, apenas ve a su familia, y no puede romper ese círculo vicioso porque todavía le
quedan 20 años para pagar la casa y el coche que compró a crédito.

Compara la vida de este hombre con la del joven que, después de trabajar durante un año para
ahorrar algo de dinero, se marcha a recorrer el mundo con una mochila. No tiene un palacio y
tampoco tiene un descapotable, pero puede levantarse todas las mañanas sin despertador,
beber cervezas en la playa con sus amigos hasta que salga el sol e irse a la cama cada noche
sin preocupaciones.

¿Quién es más rico de los dos?

Lo que puedes comprar con tu dinero

El dinero sirve para comprar tres cosas: confort, status o libertad. Y en función de cuál de las
tres valores más, elegirás unas opciones u otras a la hora de cubrir tus necesidades.

Por ejemplo, con 40.000 euros puedes comprarte un BMW Serie 4 para que la gente te vea
como un triunfador, o puedes ir a todas partes andando o en transporte público y utilizar ese
dinero para no tener que trabajar durante 2 años.

La mayoría de la gente elige la primera opción porque creen que les hará más felices. Pero
están equivocados. La ciencia ha demostrado que los seres humanos nos acostumbramos
rápidamente al confort y al status, y que es mejor emplear el dinero en cosas como crear un
fondo de emergencia que te de tranquilidad, pasar más tiempo con tu familia y amigos, o tener
más control sobre las actividades que haces en tu día a día.

Por tanto, el primer requisito para ser libre es cambiar tu idea de riqueza. Sólo de esta manera
serás capaz de elegir alternativas más económicas sin sentir que te estás privando de nada, y
además cuando lo hagas tendrás la tranquilidad de saber que estás usando tu dinero para
comprar lo más importante que puedes comprar con él: horas de vida.

2. Tu entorno
El lugar donde vives y la gente con quien te rodeas tienen un profundo impacto en tu nivel de
gastos.

Aunque imagino que esto ya lo sabías, dudo que seas consciente de hasta qué punto tu entorno
influye en que gastes más o menos.

Veamos de qué manera aspectos básicos de tu día a día como el barrio en el que vives o los
amigos con los que te juntas determinan lo que haces con tu dinero.

Dónde vives

El primer factor que determina tu nivel de gastos es tu país de residencia.

Hay lugares como Suiza donde la vida es más cara, mientras que en otros como India la vida es
más barata. Si vives en uno de los primeros, inevitablemente gastarás más en alquiler, comida,
ropa y otros servicios básicos.

Lo mismo ocurre con las distintas ciudades dentro de un país. Vivir en Madrid o en Barcelona es
mucho más costoso en todos los aspectos que vivir en Cáceres.

Normalmente existe una correlación entre los sueldos de un país o ciudad y el precio de la vida
allí. Por ejemplo, en Zurich, un cajero de supermercado cobra 4.000 – 5.000 euros, mientras
que en Madrid el mismo puesto ronda los 1.000 euros. Pero ese paralelismo no es matemático.
En algunos lugares la relación salario-precios es más ventajosa que en otros, lo que significa
que si vives y trabajas allí puedes ahorrar más todos los años sin modificar tu estilo de vida.

En cualquier caso, es importante que seas consciente de que no estás obligado a vivir y trabajar
en la misma ciudad, y ni si quiera en el mismo país.
Nada te impide ser el responsable de ventas de una empresa australiana en España y vivir en
Madrid, tener tu residencia en Buenos Aires mientras trabajas como diseñador freelance para
compañías suizas, o montar un negocio con sede en Paraguay y vender tus productos a
clientes de todo el mundo.

Hoy en día, gracias a Internet, todos estos escenarios son más posibles que nunca, y si te lo
montas bien puedes aprovechar a tu favor las diferencias de precios y salarios que existen entre
los distintos países para gastar menos y ahorrar más.

Esta práctica lleva existiendo desde hace años y se conoce como geo-arbitrage.

De quién te rodeas

Además de tu lugar de residencia, las personas con las que te juntas a diario también influyen
en que gastes más o menos. Y esa relación empieza con tus vecinos.

Está demostrado que, cuanto más caro sea el barrio en el que vivas, más vas a gastar para
estar a la altura de los demás.

Si todas las familias de tu calle conducen coches caros, empezarás a sentirte incómodo
conduciendo tu Seat de segunda mano y acabarás comprándote un modelo superior. Y si
cuando te invitan a cenar a la casa de en frente te sirven langosta y un vino de 30 euros, el día
que te toque devolver la invitación no vas a ofrecer pizza y unas latas de cerveza.

Obviamente, cuanta más relación tengas con tus vecinos, más influencia tendrán en tu nivel de
gastos, pero sólo por elegir ese barrio ya te va a afectar.

La solución: establecer tu residencia en una zona más modesta.

Quien inevitablemente tiene un impacto directo en tu economía es tu círculo más cercano, es


decir, tus amigos y tu pareja.

Cuando trabajaba como programador en Microsoft y salía con mis colegas (muchos de ellos
también ingenieros), era común que uno de nosotros pagase una ronda de bebidas para todos.
La siguiente ronda la pagaba otra persona. La siguiente otra, y así sucesivamente. El problema
es que uno de los chicos que se juntaba con nosotros era estudiante de doctorado y su sueldo
era muy modesto comparado con el nuestro, y esa costumbre de pedir rondas le ponía en el
compromiso de pagar cervezas para seis o siete personas cuando él sólo quería haberse
bebido una. Más de una vez tuvimos líos por este tema.

Con esta historia lo que quiero que veas es que, quieras o no, los hábitos de gasto de tu grupo
de amigos van a tener una gran influencia en los tuyos propios. Si te juntas con gente con
hobbies caros, tú también acabarás participando en esos hobbies para no quedarte fuera.
¡Nunca subestimes el poder de la presión social!

Lo mismo ocurre con tu pareja, pero a mayor escala porque compartís gastos y un proyecto de
vida en común.

Imagínate que tú valoras el ser libre por encima de todo y usas tu dinero en consecuencia, pero
tu novio le da más importancia al confort y a la “buena vida” y quiere salir a restaurantes caros,
tener siempre el último gadget electrónico y que viváis en un apartamento de lujo. Está claro
que eso no va a funcionar.

Es necesario que los dos miembros de la relación tengáis un concepto similar de lo que significa
ser rico y unos objetivos económicos comunes. Si no, uno de los dos tendrá que dar su brazo a
torcer, irá acumulando resentimiento y eso acabará explotando por algún lado.

No existe mejor aliado –ni peor enemigo– que tu pareja para alcanzar la libertad financiera.

3. Tu gobierno

El 3 de Julio se celebra en España el Día de la Liberación Fiscal, que es el día a partir del cual
el español medio deja de trabajar para Hacienda y lo hace para sí mismo.

Sí, has leído bien. En el 2014, un español con un sueldo de 24.400 euros brutos al año destinó
184 días completos de su trabajo a pagar Seguridad Social, IRPF, IVA y otras tasas.

Eso convierte a los impuestos en tu mayor gasto, y además con una amplia diferencia
(alrededor de un 40% sobre tu renta).
Por si fuera poco, el porcentaje de tus ingresos que se queda el gobierno aumenta cuanto más
dinero ganes, dificultando el ahorro y obligándote a trabajar durante más tiempo para comprar tu
libertad.

Eso quiere decir que es primordial que intentes reducir todo lo que puedas la cantidad de
impuestos que pagas. Así, en vez de tener que dedicar una gran parte de tu tiempo a financiar
al estado y pagar por sus malas decisiones, lo podrás emplear en hacer aquello que te haga
feliz a ti.
¡Ojo! No te estoy sugiriendo que evadas impuestos ni que te saltes la ley. Sería estúpido
arriesgarte a acabar en la cárcel cuando tu objetivo es ser libre. Sin embargo, sí que te animo a
que investigues sobre el tema y utilices todos los mecanismos a tu disposición para pagar lo
menos posible sin dejar de respetar las normas.

Veamos algunas ideas para lograr esto.

Cómo pagar menos impuestos (I)

La manera más sencilla de pagar menos impuestos es mudándote a otro país con una
legislación fiscal más favorable para tus intereses.

Piensa en cada país como una empresa que te ofrece un “pack de vida” con unas serie de
condiciones. España, por ejemplo, ofrece buen tiempo, buena comida, sanidad y educación
públicas, salarios bajos y unos impuestos sobre la renta que llegan hasta el 52%. Hong Kong
ofrece dim sum, servicios privados y unos impuestos entre el 6% y el 18%.
Al igual que cuando estás planeando tus vacaciones, puedes evaluar las distintas opciones y
elegir la que más te convenza.

Quizá la oferta de Hong Kong te resulte más atractiva que la de España. En ese caso, nada te
impide hacerte residente del país asiático (siempre que cumplas las condiciones para ello),
rendir allí tus obligaciones fiscales y volver de vez en cuando a la Península Ibérica como turista
a comer jamón.

Eso fue lo que hizo el cofundador de Facebook, Eduardo Saverin, antes de que su empresa
saliese a bolsa. Renunció a la ciudadanía americana y se fue a vivir a Singapur, donde no hay
impuestos por ganancias de capital. De esta manera redujo sus gastos en millones de dólares.

Su comportamiento puede considerarse más o menos ético, pero es totalmente legal. Y tú estás
en tu derecho de hacer lo mismo.
Cómo pagar menos impuestos (II)

Una vez que hayas elegido tu país de residencia, puedes reducir la cantidad de impuestos que
pagas allí haciendo uso de las distintas opciones que te ofrece la ley. Me explico.

La legislación fiscal es tremendamente compleja. Está compuesta por cientos de leyes y casos
especiales, y todos los años el gobierno anuncia distintas subvenciones y rebajas fiscales para
incentivar actividades como montar un negocio, contratar a jóvenes o comprar una casa.

Si conoces todas estas normas y promociones, puedes utilizarlas para tributar lo mínimo
posible.

Desgraciadamente, la mayoría de la gente no puede hacer esto porque son empleados. Cuando
eliges esta opción laboral tu empleador paga tus impuestos por ti cada vez que te ingresa tu
salario y no tienes flexibilidad ninguna.

Por el contrario, si eres freelance o empresario, tienes distintos mecanismos a su disposición


para optimizar tus gastos en impuestos de manera totalmente legal.

Dado que el mundo de los impuestos es muy complicado, lo mejor que puedes hacer es
contratar a un buen asesor que te ayude con este tema.

4. Tu trabajo
Tu trabajo, además de servirte para generar ingresos, tiene un impacto importante en lo que
gastas.

Esto es así porque las características de tu vida laboral van a ser decisivas para que elijas una
u otra opción a la hora de cubrir tus distintas necesidades.

Analicemos de qué manera te afecta todo esto.

Ingresos

Cuanto más dinero ganas, más puedes gastar. Es un hecho.

Obviamente, no estás obligado a ello, pero es lo que ocurre en la práctica.


Si tienes un sueldo de 5.000 euros lo habitual es que gastes más que si tienes uno de 1.000. Y
si te ascienden en tu empresa y te suben el sueldo, lo primero que tiendes a hacer es mejorar tu
nivel de vida. Empiezas a vestir con ropa más cara, ir a mejores restaurantes y te compras un
coche nuevo.

Ese hábito de aumentar tus gastos en función de tus ingresos se conoce como “inflación en el
estilo de vida” (lifestyle inflation en inglés), y es uno de los principales motivos por los que la
gente vive esclavizada a su trabajo para siempre.
El resultado de este fenómeno es que, a pesar de ingresar más dinero, la diferencia entre tus
gastos e ingresos no cambia. En vez de aprovechar la subida de sueldo para comprar horas de
libertad, la dilapidas en confort y status.

El gran peligro del lifestyle inflation es que una vez que aumentas tu nivel de vida y te
acostumbras a ello, es muy difícil volver atrás. Cuando te quieres dar cuenta tus gastos
habituales se han disparado, y a partir de ahí estás obligado a ganar como mínimo esa cantidad
con tu trabajo. Tus cadenas se han vuelto un poco más gruesas.
La única manera de escapar pasa por recordar que ser rico no significa gastar más, sino en ser
más libre. Pregúntate qué prefieres: ¿ser dueño de tu tiempo o cambiar tu coche por uno más
grande?

Tiempo

Normalmente, trabajar es la actividad –junto a dormir– que más tiempo te va a ocupar en el día
a día.

Si eres empleado full-time vas a dedicarle un mínimo de cuarenta horas a la semana (más
transporte y horas extra), y si eres autónomo o empresario puede que tengas temporadas en las
que le dediques todavía más tiempo.
Dado que los días sólo tienen 24 horas y una gran parte de ellas las pasas currando, tu tiempo
libre se convierte en un bien escaso y muy valioso, lo que en muchos casos te lleva a gastar
dinero para hacer tareas más rápido o para que otras personas las hagan por ti.

Algunos ejemplos:

•Como vives lejos del trabajo, te compras un coche para llegar allí más rápido
•Como no tienes tiempo de caminar, te apuntas a un gimnasio para correr en la cinta
•Como no tienes tiempo de atender a tus hijos, pagas una guardería
•Como llegas muy tarde a casa por las noches, cenas fuera en vez de cocinar
•Como no tienes tiempo de aprender a arreglar un pinchazo, cuando se te pica la rueda de la
bici la llevas a la tienda
•Como tus vacaciones son en Agosto, te ves obligado a comprar vuelos más caros
Si te paras a pensarlo, estos gastos serían mucho menores o incluso innecesarios si no
tuvieses que trabajar, así que al final acabas trabajando para poder pagar cosas que tienes que
pagar sólo porque estás trabajando.

Absurdo, ¿verdad?

Satisfacción

Seguro que lo has escuchado más de una vez:

“Anda, cómprate algún caprichillo, que has trabajado duro y te lo mereces.”


En nuestra sociedad es muy común el consumir como respuesta a la tristeza o la insatisfacción
personal. De ahí que mucha gente que odia su trabajo intente llenar ese vacío a base de gastar
dinero.

El problema es que esto no funciona. Aunque un nuevo smartphone o una cena cara te alegren
momentáneamente, no tardarás en acostumbrarte a ellos o los olvidarás y volverás a tu estado
de insatisfacción original.
Pero lo más importante es que todo este tipo de gastos serían innecesarios si trabajases en
algo que te gusta, o si trabajases menos y dedicases más tiempo a aquello que de verdad te
hace feliz.

Evita caer en el círculo vicioso de trabajar para ganar dinero que luego vas a utilizar para
intentar arreglar el descontento que te causa ese mismo trabajo. No tiene ningún sentido.

5. Tus posesiones
Muchas veces, cuando compras algo, no sólo pagas lo que cuesta, sino que más adelante
descubres que existen todo tipo de gastos adicionales en los que no habías pensado y que
acaban encareciendo el precio total.

Algunos de estos gastos son obvios. Por ejemplo, si compras un coche, sabes que mientras lo
uses vas a tener que pagar gasolina, seguro, mantenimiento, reparaciones y quizá también
alguna multa de tráfico. O si te compras una tabla de snowboard, seguramente compres
también el resto del equipo y acabes yendo más a la montaña para aprovecharlo.
Sin embargo, hay otros gastos ocultos que son mucho más sutiles.

Un ejemplo muy tonto. Si viajas con una mochila pequeña en la que sólo te cabe la ropa, vas a
comprar menos suvenires por la sencilla razón de que no te caben. Como mucho traerás algún
detalle pequeño que encuentres el último día, pero ya está. Por el contrario, si llevas una maleta
grande y medio vacía, lo más probable es que la llenes con regalos para toda tu familia y
amigos.

Otro ejemplo. Imagínate que compras un apartamento. Lógicamente no lo vas a dejar vacío,
sino que vas a comprar muebles. Para empezar, la cantidad de mobiliario dependerá a su vez
del tamaño de la propiedad: cuanto más grande, más muebles. Y ya que te has gastado cientos
de miles de euros en tu casa, no vas a ahorrar yendo a Ikea sino vas a elegir muebles caros.

Además, la ciudad y el barrio en el que vivas también van a tener un gran impacto en tus
gastos, como hemos visto anteriormente. No sólo porque van a determinar el coste de la vida y
la gente de con la que te cruces en tu día a día, sino porque también van a influir en factores
como tu distancia al trabajo, y la diferencia entre vivir a 5 minutos andando de la oficina y vivir a
1 hora conduciendo puede ser los 30.000 euros que cuesta un coche.

Poseer menos para gastar menos

Quieras o no, tus posesiones van a influir en lo que gastas. Y para minimizar este efecto puedes
hacer dos cosas.

La primera es, antes de comprar algo, mirar más allá de su precio y pensar en los costos
ocultos y en la influencia que esa compra va a tener en tu nivel de gastos.

La segunda es adoptar un estilo de vida minimalista. Es decir, simplificar tu vida de manera


voluntaria y vivir sólo con aquellos objetos que de verdad necesitas y que te hacen feliz en vez
de acumular cosas que no utilizas.

Aunque a primera vista puede parecer que el minimalismo implica privación, en la práctica es
todo lo contrario: deshacerte de lo superfluo hará que disfrutes mucho más de lo que de verdad
te importa. La clave está en que seas capaz de identificar aquello que es esencial para ti.
6. Tus gustos personales
Cada persona es diferente, y lo que me gusta a mí no tiene por qué gustarte a ti.

Hay quien es feliz viajando y le da igual comer arroz todos los días. Pero también hay gente que
odia viajar y que disfruta enormemente comiendo en un restaurante caro.

Si quieres sacarle el máximo partido a tu dinero, es fundamental que tengas en cuenta tus
preferencias personales a la hora de gastar. Y la manera de hacerlo es abrazando la austeridad.

A pesar de la mala fama que ha adquirido esta palabra en los últimos tiempos, ser austero
significa simplemente ser cuidadoso con tu dinero. Reconocer que cuesta mucho tiempo y
esfuerzo ganarlo, y que por lo tanto no se debe desperdiciar.

Una persona austera ahorra todo lo que puede en aquello que no le importa y gasta sin miedo y
sin culpa en lo que de verdad le hace feliz.

No hay que confundirlo con ser minimalista (poseer únicamente aquella que necesitas y que
puedes usar) ni con ser tacaño (no querer gastar dinero en nada).

En mi caso, me encanta la tecnología y utilizo mi portátil a diario, así que no me importa


gastarme 2.000 euros cada dos años en un nuevo ordenador. También me gusta la
gastronomía, y más de una vez me he gastado más de 100 euros en una cena de lujo. Sin
embargo, apenas tengo ropa, y sólo voy a comprar cuando no me queda más remedio porque
he perdido alguna de mis prendas o se ha roto por el uso.

Tener un mentalidad austera en vez de “comprar por comprar” o de intentar ahorrar en todo es
lo que te permitirá gastar lo menos posible sin sentir que te estás privando de nada.

Conclusión: más libertad, menos gastos


A lo largo de este capítulo hemos analizado varios de los factores que determinan tu nivel de
gastos. Y si has sido observador, te habrás fijado en que muchos de los gastos que tienes hoy
en día están directamente relacionados con tu falta de libertad.

Es curioso, pero cuanto más tiempo libre tienes, cuanto menos necesitas impresionar a los
demás, y cuanto menos dependiente eres de lujos y posesiones, menos dinero necesitas para
ser feliz.
Lo opuesto también es cierto. Cuanto menos libre eres, menos opciones tienes, lo cual te obliga
a tomar peores decisiones y gastar más, que a su vez te hace menos libre.

La primera situación es una espiral hacia la libertad y la buena vida. La segunda es un círculo
vicioso; lo que se conoce como “la carrera de la rata”.

¿Cómo romper la inercia negativa y bajarse de la rueda de hámster?

La clave está en recuperar y utilizar correctamente tu recurso más preciado: el tiempo.

Aunque llevar una buena gestión de tus finanzas es fundamental para poder ser libre, tu recurso
más preciado no son los euros que tienes en el banco sino tu tiempo.

El tiempo, a diferencia del dinero, no se puede ganar ni crear de la nada. Tampoco se puede
guardar en una cuenta corriente para utilizarlo más adelante.

Cada día tiene 24 horas y el reloj nunca se detiene, así que lo único que puedes hacer es
‘gastar’ cada segundo de la mejor manera posible.

Lo ideal sería dedicar todo tu tiempo a cosas que disfrutes haciendo y que contribuyan de
alguna manera a tu felicidad, pero desgraciadamente esto no es tan sencillo. Todos tenemos
responsabilidades y compromisos que atender, y éstos no siempre nos agradan.

Por fortuna, puedes hacer algo al respecto. Es posible eliminar aquellas tareas que no te gustan
o que no están aportando nada valioso a tu vida y sustituirlas por actividades que te hagan feliz
ahora o en un futuro próximo.

En este capítulo veremos en qué tipo de cosas gastas tu tiempo, y te explicaré varias maneras
de mejorar el uso que le das a cada minuto.

En qué inviertes tu tiempo


El primer paso para optimizar tu recurso más preciado es saber cómo lo estás utilizando
actualmente.

A grandes rasgos, podemos clasificar las distintas actividades que realizas en tu día a día en
cinco categorías:

1.Placeres. Todas las cosas que haces simplemente porque disfrutas haciéndolas. Eso
incluye actividades como leer una buena novela, hacer un viaje de seis meses por
Sudamérica, salir a tomar unas cervezas con tus amigos o ir a bailar salsa (siempre que te
gusten, claro).
2.Tareas productivas. Todas las cosas que haces porque crees que van a hacerte feliz en el
futuro. Por ejemplo, estudiar un MBA para aumentar tus oportunidades laborales, trabajar en
una empresa para ganar dinero con el que poder costearte tus placeres, o ir al gimnasio
para estar sano y ligar más cuando vayas a la discoteca.
3.Compromisos. Todas las cosas que haces porque le has dado tu palabra voluntariamente
a otra persona u organización. Algunos ejemplos serían llevar a tu hijo a la escuela porque
has decidido tener una familia, pagar la hipoteca que pediste al banco para poder comprarte
una casa o colaborar en un proyecto que has decidido empezar con un amigo.
4.Obligaciones. Todas las cosas que haces porque no te queda más remedio. Esta categoría
abarca tus necesidades primarias, como dormir, comer o lavarte los dientes; aquellas tareas
que te ves forzado a hacer por tus circunstancias, como pasar varios días en el hospital si te
operan de apendicitis; y también las actividades que haces para pagar por errores del
pasado, como estar tirado en la cama toda la tarde para recuperarte de una noche de
resaca.
5.Tareas improductivas. Todas las cosas que haces por motivos distintos a los anteriores.
Son tareas que no contribuyen de a hacerte más feliz y que no estás obligado a hacer.
Es importante recalcar que una misma actividad puede pertenecer a varias categorías a la vez.

Por ejemplo, además de ser una tarea productiva, ir a trabajar todas las mañanas a las 8 para
comprarte un iPhone puede ser también un compromiso y un placer. O comer, que es una
necesidad vital, puede convertirse en una fuente de alegría y satisfacción.

Cómo maximizar tus horas de felicidad


Ahora que ya hemos identificado las cinco formas en las que puedes invertir tu tiempo, vamos a
ver qué puedes hacer para eliminar aquellas tareas que no te gustan o no te hacen feliz, y cómo
puedes sustituirlas por otra alternativa mejor.

Para ello, vamos a analizar a fondo cada una de las categorías anteriores y la función que
cumple en tu vida.

1. Placeres

Los placeres son actividades que contribuyen directamente a tu felicidad.


En un mundo ideal, todo lo que harías desde que te levantases hasta que te acostases sería
placentero, así que en principio no hay necesidad de que elimines ni sustituyas ninguna tarea
que pertenezca a esta categoría salvo que deje de gustarte.

Sólo hay dos excepciones a la regla anterior:

1.Vicios. Algunos placeres pueden hacerte feliz y hacerte daño al mismo tiempo (fumar,
beber alcohol…), o resultar contraproducentes en exceso (darse una comilona). Eres libre
de disfrutar de todas estas cosas en la medida que tu creas conveniente, pero suele ser una
buena idea el hacerlo con moderación.
2.Adicciones. Si te aficionas demasiado a un placer, puedes volverte dependiente de esa
actividad y que se convierta algo que no puedes dejar de hacer aunque quieras. Esta es otra
forma de esclavitud que va en contra de nuestro objetivo final, la libertad, así que hay que
tener cuidado con ello.
Además, puede haya ocasiones en las que te convenga más elegir una actividad que no
disfrutes tanto mientras la haces pero que a la larga te vaya a aportar más felicidad.

Mi opinión es que debemos tener en cuenta tanto en el presente como el futuro. Hay que
disfrutar lo máximo posible del ahora, pero sin olvidar el mañana ni hipotecarlo por tomar malas
decisiones.
Siempre que sea posible, ocupa tu tiempo en tareas placenteras y a la vez productivas. Si no,
busca un equilibrio.

2. Tareas productivas

Las tareas productivas son todas las cosas que haces porque crees que van a contribuir a tu
felicidad en un futuro.

En este caso, lo importante no es tanto la actividad en sí sino el fin que pretendes conseguir a
través de ella, ya que eso es lo que -en teoría- te reportará el bienestar y la satisfacción que
buscas.

Dedicar tu tiempo a tareas que se encuentran esta categoría es positivo, pero conviene tener en
cuenta un par de detalles.

El primero es que aunque estés realizando una actividad con el objetivo de lograr algo a corto o
largo plazo, no tienes por qué renunciar a tu felicidad en el presente.

Lo suyo sería que disfrutases haciendo todas tus actividades productivas. De esta manera, te
aportarían valor al alcanzar tu meta pero también durante el camino para llegar hasta allí.

Tener un empleo en el que te paguen al final de cada mes no está reñido con que te guste ir a
trabajar, ni ponerse en forma es incompatible con pasárselo bien haciendo ejercicio.

Desafortunadamente, no siempre es posible encontrar este tipo de situaciones, y a veces tienes


que hacer cosas que no te gustan para poder conseguir lo que quieres.

Si te encuentras con una tarea productiva que no te llena, tienes dos alternativas:

•Delegar. Como lo que te interesa es el resultado y no el medio para conseguirlo, puedes


pedirle a otra persona que haga la tarea por ti. Por ejemplo, imagínate que estás escribiendo
un libro pero no te apetece nada tener que releerlo una y otra vez para corregir todas las
erratas. Podrías contratar a un corrector profesional para que se encargase de esa fase del
proyecto.
•Optimizar. Si sabes que no te queda más remedio que hacer la actividad en cuestión, lo
mejor es que le dediques el menor tiempo posible. Utiliza herramientas o técnicas que
aumenten tu productividad y acábala cuanto antes. Por ejemplo, cuando vivía en los
Estados Unidos y tenía que hacer mi declaración de impuestos (la cosa más aburrida del
mundo), siempre compraba un programita llamado TurboTax que facilitaba mucho las cosas.
El segundo detalle a tener en cuenta es que el futuro es incierto y no se puede predecir, y por
tanto no conviene hacer planes a muy largo plazo.

Es muy arriesgado dedicar grandes cantidades de tiempo y otros recursos a conseguir algo
pensando que te va a hacer feliz.

¿Cómo puedes estar seguro de que tener una casa en propiedad (y trabajar muy duro durante
30 años para pagarla) será una fuente de alegría? Si nunca las has tenido antes no puedes
saber cómo te vas a sentir cuando la tengas, pero incluso si estás seguro de que eso es lo que
necesitas, puede que cuando por fin lo consigas tus circunstancias hayan cambiado tanto que el
vivir en tu propio apartamento te resulte irrelevante o incluso contraproducente.

En general, suele ser más inteligente el ir pasito a pasito y siempre dejar tus opciones abiertas,
para así poder rectificar cuando sea necesario.

3. Compromisos

Un compromiso es una obligación que has contraído de manera voluntaria con otra persona u
organización.
La parte clave de la definición es “de manera voluntaria”.

Si tú no has aceptado nada pero aun así la otra parte espera que actúes de una forma
determinada sólo porque “es lo que se supone que debes hacer”, entonces no se trata de un
compromiso sino de una expectativa.
Una situación típica en la que entran en juego las expectativas es el momento pagar la cuenta
en una primera cita. Hay quien espera que pague el hombre, y hay quien espera que cada uno
pague lo suyo, pero normalmente no es algo a lo que se comprometan ambas partes antes de
llegar al restaurante.

No voy a entrar en más detalles sobre este tema porque lo trataré más a fondo más adelante.
Sólo quiero que recuerdes que no tienes por qué actuar en función de las expectativas que los
demás tengan de ti.
Pero volvamos a los compromisos.

Los compromisos tienen la peculiaridad de que no puedes cancelarlos directamente porque hay
otra parte involucrada. Cuando decides que vas a realizar una tarea y das tu palabra a otra
persona u organización, no puedes simplemente quitarte de en medio. Sin embargo, eso
tampoco quiere decir que si has metido la pata y te has comprometido a hacer algo que no te
conviene tengas que hipotecar el resto de tu vida, como piensa mucha gente.

Todos tenemos que pagar por nuestros errores pero, salvo en casos extremos, eso no significa
renunciar para siempre a ser libre.
Existen tres maneras de lidiar con un compromiso que no te gusta y que te está robando tiempo
que podrías estar dedicando a aquello que te hace feliz.

La primera es cumplirlo. Agachar la cabeza, hacer lo que habías acordado y pasar página.

La segunda es romperlo unilateralmente y asumir las consecuencias.

Al igual que los contratos de los futbolistas, todos los compromisos tienen una cláusula de
rescisión, que es el precio que tienes que pagar si decides no respetarlo.

El precio puede en euros, como cuando pones el depósito para comprar una casa y te echas
atrás a última hora. Puede ser en tiempo, como cuando dejas un empleo y te tiras 3 meses
buscando uno nuevo. O puede ser emocional, como cuando dejas a tu esposa por otra mujer y
pierdes la custodia y el amor de tus hijos.

Pero lo importante es que siempre hay un precio. Un precio si sales del compromiso, y también
un precio si te quedas. Y eres tú el que debes calcularlos y decidir qué es lo que más te
conviene.

Por último, existe una tercera opción intermedia que consiste en renegociar el compromiso.

La forma más simple de negociación es hablar con la otra parte, explicarle lo que sucede, y
encontrar una solución que os convenga a los dos partes.

Eso fue lo que yo hice en una ocasión en la que empecé un proyecto con un amigo y luego me
di cuenta de que prefería dedicar ese tiempo a otras cosas. Le llamé por teléfono, le conté mi
situación y decidimos cancelarlo sin enfadarnos.

Otra alternativa es modificar los términos. Por ejemplo, si no tienes dinero para pagar una
deuda, es posible que tu prestamista prefiera mejorarte las condiciones antes de que le dejes de
pagar.

Por último, puedes buscar alternativas para cumplir tu compromiso de forma que te incomode lo
menos posible. Esto incluye contratar a otra persona para que haga por ti un trabajillo que
tienes pendiente o echar horas extra en la oficina para quitarte de encima la deuda del coche.

El resumen de todo lo que te acabo de contar es que siempre hay una salida a cualquier
compromiso. Te puede gustar más o te puede gustar menos, pero ahí está. Por ese motivo no
tiene sentido el aceptar la esclavitud con la excusa de que “en mi situación no se puede hacer
nada”. Sería más correcto reconocer que te has equivocado y que prefieres no pagar el precio.

4. Obligaciones

Las obligaciones, como su nombre indica, son tareas no te queda más remedio que hacer,
incluso si no te gustan.

Aunque en general las obligaciones son actividades que restringen tu libertad, porque no las
has elegido voluntariamente ni puedes decidir dejar de hacerlas, no siempre son desagradables.

Por ejemplo, todos los seres humanos estamos obligados a dormir un cierto número de horas al
día, y sin embargo nadie lo considera algo negativo o traumático. Es simplemente una parte de
la vida.

En cualquier caso, tanto si una obligación te conviene como si no, vas a tener que encargarte
de ella, así que lo más inteligente es no perder el tiempo dándole vueltas al tema y simplemente
hacer lo que tengas que hacer.
¡Ojo con confundir compromisos y tareas improductivas con obligaciones! Mucha gente afirma
que sus obligaciones les tienen encadenados, cuando en realidad son compromisos que no se
atreven a romper o actividades que prefieren no dejar de hacer.

En muy pocas situaciones de verdad no hay salida, así que antes de clasificar una actividad
como obligación asegúrate de que realmente estás forzado a hacerla y que no te queda más
remedio.

Una vez que hayas clarificado este punto, y si esa obligación representa una carga para ti por el
motivo que sea, tienes varias opciones para lidiar con ella.

La primera es encontrar una manera de completarla disfrutando del proceso.

Dado que la mayoría de obligaciones se pueden cubrir de distintas maneras, ¿por qué no elegir
una que sea agradable?

Por ejemplo, comer. Necesitas ingerir un cierto número de calorías todos los días, pero tu
puedes escoger los alimentos y la manera de cocinarlos. Si seleccionas platos que te gusten y
que sean saludables, no sólo harás de una obligación un placer, sino también una tarea
productiva, porque contribuirás a mejorar tu salud.

Pero pongamos un ejemplo más negativo. Imagínate que tienes has metido la pata con tus
finanzas y debes 5.000 euros a un prestamista privado. Está claro que tienes que pagar esa
deuda, pero puedes resultarte más llevadero si consigues ese dinero trabajando en algo que te
apetezca y que te enseñe habilidades útiles.

La segunda opción es cumplir esa obligación más rápido.

Esto es especialmente importante cuando te enfrentas a una tarea o a una situación por la que
tienes que pasar sí o sí y que está afectando negativamente al resto de áreas de tu vida. En ese
caso, te conviene acelerar el proceso y salir del pozo lo antes posible.

Un ejemplo sería un divorcio. Puedes estar discutiendo y luchando con tu pareja durante años,
mientras toda tu vida está en standby, o llegar a un acuerdo rápidamente, pasar página y
empezar de cero. Incluso si tener más juicios te permitiese lograr mejores condiciones, quizá no
te compensase teniendo en cuenta el tiempo invertido y los daños colaterales.
Por último, la tercera opción para lidiar con una obligación que supone un problema para ti es
hacer que se encargue de ella otra persona.

Muchas veces te ves forzado a conseguir un cierto resultado, pero no tienes por qué ser tú el
que haga todas las tareas necesarias para conseguirlo, así que nada te impide encontrar a
alguien que se encargue de ello por ti.

Eso fue justamente lo que hice hace unos años para poder montar mis primeros negocios
online.

En aquella época trabajaba como ingeniero en Microsoft, y entre eso, mis hobbies y mis
obligaciones apenas podía dedicarme a mis proyectos personales. Una tarde me senté a
reflexionar sobre qué podía hacer para sacar más horas, y me di cuenta de que todas las
semanas dedicaba un montón de tiempo a todo lo relacionado con mi alimentación: comprar,
cocinar, comer, limpiar platos…

Aunque estaba obligado a comer, lo único que tenía que hacer yo a la fuerza era meterme la
comida en la boca, así decidí contratar a una chica para que hiciese todo lo demás.

Todos los domingos le enviaba por e-mail lo que quería que me preparase, y ella se encargaba
de ir a la compra, cocinar y traerme todas las comidas de la semana divididas
convenientemente en tuppers.

El delegar todas estas obligaciones me permitió liberar un puñado de valiosas horas para
trabajar en mis proyectos y poder dejar mi trabajo unos meses más tarde.

5. Tareas improductivas

Las tareas improductivas son todas las cosas que haces a pesar de que no te hacen feliz ahora
ni te van a hacer feliz en un futuro.

Son actividades que no aportan ningún valor a tu vida y que deberías eliminar cuanto antes para
poder emplear esas horas de una manera más productiva.

A primera vista esto puede parecer obvio. Al fin y al cabo, ¿quién va a ser tan tonto como para
perder el tiempo voluntariamente algo que no le sirve para nada o que incluso le perjudica?

Sin embargo, en la práctica no es fácil deshacerse de este tipo de tareas porque cuesta mucho
identificarlas y porque nos solemos resistir a abandonarlas.

Estas son algunas actividades improductivas que puedes eliminar de tu vida inmediatamente,
junto con algunas recomendaciones para hacerlo.
Cosas que sólo haces por rutina

Los seres humanos cambiamos continuamente. Lo que te gusta ahora puede que no te guste
dentro de tres años, y lo que antes perseguías con toda tu alma puede que en estos momentos
sea irrelevante.

Por eso, es fácil el empezar a hacer una actividad de manera regular -bien porque te hace feliz
o porque te acerca a tus objetivos- y seguir haciéndola tiempo después a pesar de que ya no la
disfrutes o de que la meta original haya perdido su sentido. Simplemente porque se ha
convertido en algo rutinario.

Es importante identificar este tipo de situaciones y pararlas lo antes posible, ya que te están
haciendo perder valiosas horas de tu vida que podrías estar empleando en tareas que sí te
satisfacen.

A mí, por ejemplo, me encantaban los videojuegos cuando era pequeño. Me pasaba días
enteros delante de un monitor matando zombis y era la persona más feliz del mundo
haciéndolo. Sin embargo, según fui haciéndome mayor fui perdiendo el interés en ese hobbie.

Al principio me costó aceptarlo. Me seguía comprando algunos títulos esperando que me diesen
tantas horas de diversión como me habían dado sus precuelas en el pasado. Pero me ponía a
jugar y me aburría al poco tiempo.

Actualmente apenas toco los videojuegos. Aunque en su momento fueron una gran fuente de
satisfacción y alegría para mí, mis gustos han cambiado, así que he liberado todas horas para
poder dedicárselas a otras tareas que me hacen más feliz.

Eliminar este tipo de actividades rutinarias no siempre es fácil. A veces nos cuesta dejar ir del
pasado y nos empeñamos en que las cosas vuelvan a ser como eran antes. Pero las cosas son
como son ahora. Tenemos que ser honestos con nosotros mismos, reconocerlo y actuar en
consecuencia.

¡Piensa en todas las cosas buenas que te estás perdiendo por aferrarte a algo que ya no te
llena!

Cosas que sólo haces para transmitir una cierta imagen

En el capítulo anterior vimos que es una práctica habitual en nuestra sociedad el comprar cosas
sólo para aparentar o como símbolo de status. Desde un Macbook Air para demostrar que
eres cool(aunque te guste más Windows), hasta un Rolex de miles de euros para que todo el
mundo sepa lo exitoso que eres (aunque te importen un pimiento los relojes).
De igual manera, es muy común el hacer cosas sólo de cara a la galería, para que los demás te
vean y se lleven una cierta imagen de ti. Y hoy en día, debido a la creciente popularidad de las
redes sociales, esto ocurre más que nunca.

Por ejemplo, hay gente que se va de vacaciones a países exóticos (a pesar de que en el fondo
les apetecía más irse a Benidorm o a Londres) para luego poder subir las fotos a Facebook o a
Instagram y que todos sus amigos vean lo maravillosa que es su vida. O que se van un mes de
voluntarios a África a construir escuelas (en vez de a la playa, que es lo que llevaban todo el
año deseando) para que sus vecinos y compañeros de trabajo les quede claro que son
solidarios y buenas personas.

También hay empresarios que juegan al golf y van todos los años a esquiar únicamente “porque
es lo que hace la gente con dinero” (aunque a ellos no les gusten esos deportes), chicos que se
odian bailar o tocar la guitarra pero que se apuntan a clases “para que las mujeres les
consideren más atractivos”, y personas que se tragan jornadas infumables de cine rumano
“porque así son más cultos e interesantes”.

Cualquier cosa que no te haga feliz pero que realices sólo para aparentar es contraproducente
por dos motivos.

El primero es que cuando pretendes ser alguien que no eres estás renunciando a tu naturaleza,
y eso es otra forma de esclavitud. Vivirás bajo una máscara y atraerás a personas que se
juntarán contigo porque les gusta esa falsa imagen que les has transmitido, en vez de porque te
valoren a ti tal y como eres.

No hay necesidad de complicarse ni de hacer teatro para intentar encajar en grupo o que los
demás te traten de una cierta manera. Es mucho más inteligente juntarse directamente con
otras personas que ya compartan tus valores e intereses.

El segundo es que estás malgastando valiosas horas de tu vida que podrías estar empleando
en tareas mucho más agradables.

La forma de saber si estás haciendo algo con el objetivo de impresionar a los demás en vez de
porque de realmente aporta valor a tu vida es preguntarte si seguirías haciéndolo en caso de
que nadie más pudiese verte ni pudieses hablar de ello después.

Si la respuesta es ‘no’, lo más inteligente es abandonar esa actividad cuanto antes.


Cosas que sólo haces porque te preocupa lo que otros puedan pensar de ti si no las
haces

Una variante muy común del punto anterior es el hacer algo únicamente para complacer a otras
personas.

En este caso la meta no es proyectar una cierta imagen hacia los demás, sino evitar que otros
piensen mal de ti si no haces lo que ellos esperan. Intentar escapar del famoso “qué dirán”.

A esta categoría pertenecen situaciones tan comunes como el estudiar medicina a pesar de que
no te gusta, sólo porque es lo que a tu padre le hace ilusión y no quieres “ser un mal hijo”, o
salir de fiesta un sábado con tus amigos aunque estás cansado porque no quieres que piensen
que “eres un aburrido”.

También otras situación como quedarte en la oficina más tiempo del necesario para que tu jefe
no piense que “no estás comprometido con la empresa”, o renunciar a un estilo de vida diferente
del de la mayoría de la sociedad porque no quieres “sentirte como un bicho raro”.

La presión social es una fuerza muy poderosa, y es fácil dejarse llevar y acabar viviendo como
otros quieren o piensan que deberías vivir. Desafortunadamente, esta es una estrategia
perdedora.

Para empezar, es imposible agradar a todo el mundo. Haters are gonna hate, y hagas lo que
hagas siempre habrá alguien que te critique y no esté de acuerdo con tus acciones.
Además, la única persona que sabe qué es lo que te hace feliz eres tú. Cuando otros quieren
que hagas algo es porque les interesa o porque creen que es lo correcto. Pero puede que sus
intereses no sean los mismos que los tuyos o que lo que es correcto para ellos no lo sea para ti.

Recuerda que ser libre es vivir la vida como tú quieres vivirla, no como otros quieren que la
vivas, así que deja de intentar agradar a los demás y aprovecha ese tiempo para agradarte a ti
mismo.

Eso no quiere decir que a partir de ahora no hagas nada por nadie. Al contrario. Hay muchas
maneras de ayudar a los demás que son beneficiosas para ambas partes y que no requieren
que sacrifiques tu felicidad.

Cuando dejes de actuar pensando en “el qué dirán” habrá gente que no esté de acuerdo con
algunas de tus decisiones, pero que acabarán aceptándolas. Otros desaparecerán porque ya no
les interesas y hablarán mal a tus espaldas. ¡Allá ellos! Y también aparecerán nuevas amistades
atraídas por tu nueva forma de actuar.
No es fácil, pero es la única manera. Porque si tu bienestar depende de lo que otros piensen de
ti, nunca tendrás el control de tu vida y nunca podrás ser feliz.

Cosas que sólo haces porque alguien tiene que hacerlas

Algunas personas, sobre todo aquellas que son muy cumplidoras, tienden a cargarse de
responsabilidades voluntariamente por el mero hecho de que son cosas que “alguien tiene que
hacer”.

Pueden ser tareas para el beneficio de un grupo, como encargarse de organizar las vacaciones
de verano con los amigos, o tareas familiares, como hacer la comida todos los días. O pueden
ser tareas en pos de un bien social, como recoger las latas que tira la gente en el parque del
barrio.

En cualquier caso, se tratan de cosas que normalmente empiezan como algo extraordinario o
como un favor, pero que suelen acabar convirtiéndose en rutina casi sin darte cuenta, hasta
llegar a un punto en el que todo el mundo espera que hagas la actividad en cuestión eso porque
ya es costumbre.

Por supuesto, si disfrutas haciendo esas tareas, no hay motivo para que dejes de hacerlas.
Simplemente recuerda que no estás obligado a ello, y que puedes dejarlas en cualquier
momento para dedicar ese tiempo a algo que consideres más provechoso.

Quizá no te atrevas a abandonar esos compromisos autoimpuestos porque son cosas que
deben hacerse, pero ¿por qué tienes que encargarte justamente tú y no otra persona? ¿Qué
ocurriría si dejases de hacerlas?

Yo, en el pasado, he sido muy dado a regalar mi tiempo en este tipo actividades aunque no me
hiciesen feliz. Y cuando después de un tiempo me he quitado del medio, ha habido veces en
que ha aparecido otra persona que han tomado el testigo o se ha negociado una
responsabilidad compartida, y también ha habido veces en que la tarea ha dejado que hacerse
porque nadie quería encargase de ella.

El segundo caso normalmente ha sido un toque de atención para replantearme mi pertenencia a


ese grupo o mi participación en esa causa, pero aparte de eso no ha pasado nada grave ni el
mundo ha terminado.
Cosas que sólo haces porque has invertido muchos recursos en ellas

Cuanto más tiempo o dinero invertimos en algo, más nos cuesta abandonarlo, incluso si ya no
nos está aportando nada positivo.

Por eso nos graduamos de carreras que no nos gustan (porque ya hemos terminado los 2
primeros años), seguimos en relaciones amorosas que no nos llenan (porque llevamos 5 años
de novios) o somos incapaces de salir de un proyecto que no funciona ni va a funcionar (sólo
porque hemos gastado 5.000 euros en él).

Este fenómeno se conoce como falacia de costo hundido. Es un sesgo cognitivo que nos afecta
en mayor o menor medida a todos los seres humanos y que, si lo permites, tiene el potencial de
hacerte malgastar días, meses e incluso años de tu vida.

Si te paras a pensarlo, a la hora de tomar cualquier decisión sobre un proyecto es absurdo tener
en cuenta el tiempo, el dinero y/o el esfuerzo que has invertido en él, porque esos recursos ya
están perdidos y nadie te los va a devolver.

Lo único que deberías considerar es cómo va a afectarte esa decisión ahora y en el futuro.

Por ejemplo, imagínate que llevas 7 años en un trabajo que no te gusta. ¿Qué deberías hacer?

Si hay muchas posibilidades de que en menos de un año te trasladen a otro departamento y te


den tu puesto ideal, puede te convenga quedarte. Pero si sabes que las esperanzas de que
cambie tu situación son nulas y que además podrías encontrar algo mejor con un poco de
esfuerzo, sería estúpido seguir perdiendo días de tu vida en esa empresa.

En cualquier caso, el que hayas tenido ese trabajo desde hace 1 o 20 años es irrelevante.

Así visto por escrito parece obvio, pero en la práctica es muy difícil hacer lo correcto porque no
nos gusta perder. Lo odiamos. Y abandonar un proyecto en el que has invertido una gran
cantidad de recursos significa asumir que nunca más los recuperarás. Así que como no
queremos aceptar la realidad, preferimos ponernos una venda en los ojos y comportarnos de
forma irracional.

Aunque es complicado evitar por completo la falacia del costo hundido, aquí tienes algunas
recomendaciones para contrarrestarla:

•Sé consciente de cómo te afectan los costos hundidos a la hora de tomar una decisión. No
vas a poder cambiar cómo te sientes, pero sí que puedes detectar cuándo estás siendo
irracional y actuar de una manera más beneficiosa, aunque tu instinto te diga lo contrario (sí,
nuestro instinto a veces se equivoca)

•Busca siempre el lado positivo. Aunque hayas invertido muchos recursos y ya no puedas
recuperarlos, seguro que has aprendido algo valioso por el camino. Cuando cambias de
carrera a los dos años, no has tirado dos años a la basura. Has hecho buenos amigos, te
has divertido y has adquirido conocimientos que podrás utilizar en el futuro. Viendo así las
cosas, quizá te sea menos doloroso abandonar.

•Pídele su opinión a alguien de confianza que no esté emocionalmente involucrado en la


decisión, y que por lo tanto pueda pensar de una manera más racional

Al final, lo que debes recordar es que toda acción tiene un coste de oportunidad. El tiempo que
dedicas a algo que no te llena es tiempo que no estás dedicando a algo que te podría estar
haciendo feliz, así que si quieres ser libre es fundamental que seas capaz de aceptar la
realidad, rectificar y cambiar de rumbo cuando llegue el momento.

Escapar de la encerrona
Aunque ya tienes todas las herramientas que necesitas para optimizar tu tiempo, quiero dedicar
unas líneas adicionales a una situación que afecta a muchas personas. Yo la llamo “la
encerrona”.

En ocasiones, puedes entrar en un círculo vicioso en el que una cierta actividad te obliga a
tomar malas decisiones en otras áreas de tu vida, pero te roba tanto tiempo que no puedes
sustituirla por algo más conveniente.

Un ejemplo sería un empleo que odias y en el que además te pagan fatal, pero al que le dedicas
12 horas todos los días.

Ese trabajo, además de no gustarte, te obliga a vivir lejos de la oficina porque no puedes
permitirte un apartamento en una zona más conveniente, y te hace descuidar tus amistades y tu
salud porque de lunes a viernes sólo vas de la cama al curro y del curro a la cama.

Pero el mayor problema es que estás atrapado porque el propio trabajo no te deja tiempo para
encontrar otra fuente de ingresos.
¿Cómo romper el círculo?

En este tipo de situaciones en las que una tarea se convierte en el cuello de botella de tu vida,
debes convertir el eliminar o sustituir esa actividad en tu prioridad #1. Y eso significa dedicar
todos tus recursos en pos de ese objetivo.

Dado que tu principal barrera es el tiempo, vas a tener que sacarlo de donde sea. Ya te he dado
algunas ideas, pero al tratarse de una emergencia puede que no te quede más remedio que
sacrificar temporalmente todo aquello que no sea completamente imprescindible, incluidos
placeres, actividades productivas e incluso horas de sueño.

Recuerda también que el tiempo es dinero. Otra manera de sacar horas es reduciendo tus
gastos y ahorrando lo suficiente como para no tener que trabajar durante una temporada, y así
disponer de más tiempo para poder salir de la encerrona en la que te encuentras.

Sí, soy consciente de que esto va a implicar sacrificios y decisiones difíciles, pero es tu única
opción si no quieres ser un esclavo hasta el final de tus días.

Hacia una vida libre


El tiempo es la divisa de la vida, y sólo podrás ser feliz si lo usas correctamente.

En estas páginas te he mostrado varias técnicas para liberarte de aquellos compromisos,


obligaciones y tareas improductivas que no te están aportando nada positivo, y sustituirlos por
otras actividades que te llenen de alegría y satisfacción ahora o en un futuro.

Esto, junto con lo que aprendiste sobre generar ingresos y reducir tus gastos, es todo lo que
necesitas para ser libre. Ahora sólo te falta ponerlo en práctica.

Cómo ser libre

Ser libre significa vivir la vida como tú quieres vivirla, y para conseguirlo sólo necesitas dos
cosas: saber qué es lo que quieres y tener suficiente tiempo y dinero para hacerlo.

Hasta ahora te he hablado de las distintas maneras de generar ingresos, del porqué de tus
gastos y de cómo aprovechar mejor las 24 horas del día. Sin embargo, no te he explicado cómo
poner en práctica toda esa información.

Ese es precisamente el objetivo de este capítulo.

En las próximas páginas voy a compartir contigo varias estrategias para ser libre en un mundo
de esclavos. Mi intención es que puedas elegir la que más te convenga y utilizarla como hoja de
ruta en tu camino hacia la libertad.

El conflicto tiempo-dinero
Como ya sabes, los dos pilares de la libertad son el tiempo y el dinero. Tiempo para hacer lo
que a ti te dé la gana, y dinero para cubrir tus necesidades psicológicas, personales y socio-
económicas.

El problema es que para ganar dinero necesitas invertir tiempo, y el tiempo es un recurso
escaso y finito, que no se puede recuperar.

Esta peligrosa relación tiempo-dinero es la que hace que, si te despistas, puedas acabar en una
de estas tres situaciones:

1.Tiempo sin dinero. Aunque tienes tiempo en abundancia, no puedes hacer lo que quieres
por falta de pasta. Eso te obliga a malvivir gastando lo mínimo o a tener que obedecer a
quien te mantiene porque no te queda más remedio. Esta es la situación de estudiantes y
desempleados.
2.Dinero sin tiempo. El caso opuesto. Tus finanzas van de maravilla y puedes permitirte todo
tipo de lujos y comodidades. Lamentablemente, no puedes disfrutar de tu dinero porque te
pasas la vida en la oficina. Esta es la situación de muchos directivos y empresarios de éxito.
3.Ni tiempo ni dinero. La peor de las tres opciones. Tu trabajo apenas te da para llegar a fin
de mes y encima te roba la mayor parte de tu tiempo. Vives estresado ante la posibilidad de
perder tu fuente de ingresos y no ves la manera de salir de ahí. Esta es la situación de la
mayoría de mileurista en España.
En todos estos casos eres un esclavo, o bien de tu trabajo o bien de tu falta de dinero. Tu vida
no es como tú quieres que sea sino como a otros les interesa.

Por suerte hay una cuarta opción: disponer de suficiente tiempo y dinero para vivir a tu manera.

Cuatro estrategias para ser libre


Existen distintas formas de ir de Madrid a Barcelona.

Puedes hacer el viaje en autobús, en coche, en tren, en avión o incluso caminando, y cada una
de las opciones tiene sus pros y sus contras.
Las hay más rápidas y más lentas. Más caras y más baratas. Más cómodas y más incómodas.

Todas las opciones llevan a tu destino, pero tienes que elegir una u otra en función de tus
prioridades.

Ser libre, poder disfrutar a la vez de tiempo y dinero, también es un gran viaje. Y también hay
distintas maneras de llegar hasta allí, cada una de ellas con sus particularidades.

Después de darle muchas vueltas al tema, he llegado a la conclusión de que existen cuatro
caminos para alcanzar la libertad, cada uno de ellos centrado en optimizar uno de los aspectos
clave de los que ya hemos hablado en este libro.
Y curiosamente, estas cuatro estrategias coinciden en gran medida con las que describe Jake
Desyllas en su fantástico libro Four Ways of Quitting the Rat Race.
A continuación te voy a explicar cuáles son y en qué consisten, para que así puedas elegir la
que más se ajuste a tu situación personal y a tus objetivos.

1. Centrarte en aumentar tus ingresos (Selling a business)

La primera estrategia para ser libre es muy simple:

Centrarte en aumentar tus ingresos para reunir cuanto antes suficiente dinero como para
jubilarte y vivir el resto de tu vida sin necesidad de trabajar.
Básicamente, el plan consiste en dedicarte en cuerpo y alma a tu carrera profesional para
ahorrar lo máximo posible cada mes, e ir invirtiendo toda esa pasta en acciones, apartamentos
u otros activos que generen beneficios hasta llegar al punto en que puedas vivir exclusivamente
de eso.

La cantidad que necesitas para alcanzar la libertad financiara depende de distintos factores,
como tu edad o el rendimiento de tus inversiones. Sin embargo, para simplificar, vamos a
suponer que quieres vivir íntegramente de tus intereses (sin tocar el capital inicial) y que tu
dinero te genera un 3% anual post-inflación, una cifra conservadora pero mucho más realista
que el 10% que te suelen vender por ahí.

En ese caso, necesitarías un capital de 33 veces tus gastos anuales para poder jubilarte. Es
decir: tendrías que ahorrar 1 millón de euros para poder vivir el resto de tu vida con 30.000
euros al año.
Cuando tu objetivo es ganar mucho dinero en poco tiempo –porque la idea de jubilarse
anticipadamente es hacerlo lo más joven posible, para poder disfrutar de tu libertad cuando
todavía te queda pelo– no todas las fuentes de ingresos valen.
No vas a ahorrar 1 millón de euros en 10 años con un sueldo de 2.000 euros al mes.

Necesitas unos ingresos muchos más elevados, y sólo existen unas pocas maneras de
conseguirlo.

Por ejemplo, como empleado, puedes entrar en una gran empresa e ir subiendo en la escala
corporativa hasta llegar a partner u otro puesto muy bien pagado.
O como freelance, puedes convertirte en un experto mundialmente reconocido en tu área y
cobrar decenas de miles de euros por dar conferencias y participar en eventos.

Ambas opciones son perfectamente válidas, pero tienen el inconveniente de que las
probabilidades de éxito son muy reducidas, requieren muchísimo tiempo y una vez que llegas
tan alto es difícil dejarlo.

Por eso, en el mundo real la mayoría de la gente que alcanza la libertad financiera en menos de
10 años centrándose en aumentar sus ingresos lo consigue a través de un negocio.
Un negocio tiene la gran ventaja de que, además de poder llegar a ser muy lucrativo por sí
mismo, se puede vender a una empresa o a un tercero por una gran suma de dinero. Eso te
permite ganar de una vez lo que normalmente ganarías en varios años, y de esta manera
reducir el tiempo que tendrías que estar trabajando antes de poder jubilarte.

“A los 29 años, Carmen decide utilizar lo que aprendió durante su doctorado en urbanismo para
crear, junto con un socio, una empresa de consultoría que ayude a gobiernos y constructoras a
entender el comportamiento de los peatones en los distintos espacios públicos. Después de
unos inicios complicados, Carmen da con la tecla y la empresa comienza a crecer. Cada vez
tiene más y mejores clientes, contrata a varios empleados y los ingresos se disparan. 8 años
después de su nacimiento, una gran multinacional compra la consultora por 10 millones de
euros. Carmen invierte su parte del dinero en bolsa y vive el resto de su vida de los dividendos.”
(ACLARACIÓN: he vuelto a incluir los ejemplos del capítulo 2 sobre “Tus ingresos” porque creo
que aquí encajan mejor. Seguramente los eliminaré del otro sitio y aparecerán únicamente en
este capítulo)
En cualquier caso, elijas la fuente de ingresos que elijas, debes saber que esta estrategia
requiere una fortísima inversión inicial de tiempo y energía (y en el caso de un negocio,
normalmente también dinero).

Vas a trabajar varios años como un esclavo para poder vivir el resto de tu vida como un rey.

Además, nadie te asegura que vayas a tener éxito. Puede que dediques muchísimo tiempo a
crear un negocio con la intención de venderlo pero que fracases y pierdas dinero, o que te
pases años trabajando 60 horas semanales para tu empresa y nunca te den el ascenso que
esperabas.

Visto así, esta opción podría parecer una locura, pero… ¿no es más locura el estar toda la vida
vendiendo 5 días a la semana a una empresa a cambio de un puñado de euros y 2 días de
libertad?

2. Centrarse en reducir tus gastos (Extreme Saving)

Esta segunda estrategia también consiste en trabajar durante varios años e ir ahorrando e
invirtiendo todos los meses hasta que tu capital sea lo suficientemente grande como para poder
jubilarte. La diferencia es que, en vez de conseguir ese objetivo aumentando tus ingresos, lo
consigues reduciendo tus gastos.
Gastar menos tiene muchas ventajas frente a ganar más.

La primera es que es más fácil. Como para alcanzar la libertad financiera necesitas un capital
igual a 33 veces tus gastos anuales, cada euro que dejes de gastar al mes son 396 euros
menos que tienes que ahorrar para poder jubilarte. Y suele ser más sencillo renunciar a la
televisión por cable de 50€/mes que ingresar 20.000 euros adicionales.
Además de ser más fácil, es más eficiente fiscalmente. Nuestro sistema de impuestos es
progresivo y obliga al que más tiene a contribuir más. Por eso, si tus ingresos son lo que el
gobierno considera “normales” o incluso bajos, no sólo pagarás menos impuestos sino que
podrás beneficiarte de ayudas y subvenciones destinadas a esas clases sociales.

Por último, si gastas menos, también necesitas mucho menos capital para alcanzar la libertad
financiera. Mientras que para jubilarte con un sueldo de 30.000 euros al año tienes que ahorrar
1 millón, sólo te hace falta juntar 200.000 euros si eres capaz de vivir con 6.000 (500 euros al
mes).

Ahora estamos hablando de una cifra mucho más modesta, que puedes conseguir sin que te
hagan director general ni que tengas que crear y vender un negocio. De hecho, con un empleo
tradicional es más que suficiente.

Asumiendo que tus inversiones te reportasen un rendimiento del 3% post-inflación (de nuevo,
una cifra realista), podrías jubilarte después de 23 años trabajando si fueses capaz de ahorrar el
50% de tu sueldo bruto, o después de 7.5 años ahorrando el 80%.
Encuentra un empleo con un sueldo de 2.000 euros nada más salir de la universidad, aprende a
vivir con 400 euros al mes y serás libre antes de los 30.

“Antonio es ingeniero informático y trabaja como programador para una empresa de software
en Madrid que le paga 25.000 euros anuales después de impuestos. Vive con su pareja –que
tiene un sueldo similar– en un pequeño estudio alquilado, y los dos llevan un estilo de vida
austero y minimalista: no tienen coche, no les gusta mucho viajar ni salir, cocinan siempre en
casa y cuando tienen que comprar algo intentan que sea de segunda mano o esté en oferta. En
total sus gastos conjuntos son de 1.000 euros mensuales, lo que les permite ahorrar alrededor
de 38.000 euros al año, que invierten en bolsa. Después de 9 años así, su patrimonio asciende
a casi medio millón de euros y dicen jubilarse e irse a vivir a una casita en el campo, donde
disfrutan de un excelente nivel de vida gastando lo mismo que gastaban en Madrid.”
Sencillo, ¿verdad?

Aunque sobre el papel el plan está claro y las posibilidades de éxito son muy elevadas porque la
mayoría de factores están bajo tu control, en la práctica muy pocas personas tienen la disciplina
necesaria para implementar esta estrategia.

Salvo que tengas un sueldo bastante elevado, vivir con la mitad de tu sueldo o menos durante el
resto de tus días implica adoptar un estilo de vida muy austero.

Posiblemente tengas que mudarte a una ciudad barata, alquilar un apartamento pequeño con tu
pareja (es más eficiente tener dos sueldos y compartir gastos) y renunciar a actividades como
viajar o comprar ropa de marca, entre otras cosas.

Eso requiere un cambio radical de mentalidad y de filosofía de vida.

Tienes que aprender a valorar la libertad por encima de la comodidad, a no sentir que te estás
perdiendo algo por no hacer lo que hace todo el mundo y, sobre todo, a ser capaz de aguantar
la brutal presión social que conlleva el llevar un estilo de vida tan alternativo en una sociedad
consumista.

¿Estás dispuesto a ello para poder ser libre?

3. Centrarse en trabajar el menor tiempo posible (Passive Income)

El objetivo de esta estrategia –a diferencia de las dos anteriores– no es alcanzar la libertad


financiera y jubilarse, sino ganar suficiente dinero para vivir bien trabajando lo menos posible.
En vez de pasar más de 40 horas a la semana encerrado una oficina, como hace la mayoría de
la gente, la idea es encontrar o crear una fuente de ingresos que requiera mucha menos
dedicación y te deje mucho más tiempo libre para poder hacer aquello que te hace feliz.
Existen distintas maneras de conseguir esto, y te convendrá más una u otra en función de
cuánto tiempo quieras trabajar y del grado de flexibilidad que busques.
Por ejemplo, la más simple de todas sería encontrar un empleo a tiempo parcial. Si sólo tienes
que ir a la oficina 4 horas al día en vez de 8, o 2 días por semana en vez de 5, y lo que te pagan
es suficiente para vivir, no tendrás libertad de horarios pero sí bastante tiempo para ti mismo.

Otra alternativa sería hacerte autónomo y aceptar sólo un determinado número de clientes,
dando prioridad al trabajar menos sobre el ganar más. En este caso, como sí que controlas tus
horarios, puedes elegir currar sólo ciertos meses al año, sólo ciertos días al mes, o sólo ciertas
horas al día. Lo que más te convenga.

El problema de estas dos opciones –y de todas las demás en las que ganas dinero como
empleado o freelance– es que tu salario depende directamente de cuánto tiempo trabajas, y por
tanto reducir ese número de horas implica necesariamente reducir tus ingresos.

La única de manera de romper esa relación tiempo-dinero, como vimos en el capítulo 2, es


montando tu propio negocio. Pero dado que el objetivo final es trabajar lo menos posible no vale
cualquier tipo de negocio… Lo que tienes que crear es un “negocio pasivo”.

Un negocio es una colección de sistemas y procesos que producen un beneficio económico. Es


decir, una máquina de hacer dinero.

Cuando eres empresario tus ingresos no dependen de cuánto tiempo trabajas (porque nadie te
está pagando un sueldo por hora), sino de lo mucho que vende tu “máquina” y del margen que
te llevas por cada venta.

Sí bien es cierto que tus ingresos están desligados de tu tiempo, eso no significa que no tengas
que trabajar.

Crear y gestionar un negocio lleva muchísimas horas, tanto en los inicios para hacerlo funcionar,
como más adelante para mantenerlo, supervisarlo y hacer que crezca. Por eso, la mayoría de
personas que tienen un negocio no sólo trabajan en él regularmente, sino que suelen ser los
que más tiempo le dedican. Más horas incluso que a un empleo tradicional.

Sin embargo, salvo que seas el nuevo Steve Jobs, es muy posible que la mayoría de tareas que
haces dentro de tu empresa no sean tan especiales, y que existan máquinas u otras personas
que podrían estar haciéndolas por ti (y quizá mejor que tú).

Eso quiere decir que, con la tecnología y el personal adecuado, podría llegar un momento en el
que tú fueses innecesario y tu negocio funcionase sin ti.

Cuando alcanzas la situación en la que tu negocio te genera beneficios sin necesidad de


dedicarle tiempo tienes lo que se conoce como un “negocio pasivo”.
Obviamente ese es el ideal. En la práctica es prácticamente imposible crear algo a lo que no
tengas que dedicarle ni un segundo.

Para empezar, los negocios pasivos no dejan de ser negocios, y como tales requieren de
muchísimo tiempo, esfuerzo y un punto de suerte para que conseguir que sean rentables.

Luego está todo el tema de “pasivizar”, que no es nada fácil. No solo es complicado el
perfeccionar un sistema hasta el punto en que pueda funcionar sin ti, sino que hay muchos
negocios que directamente no son pasivizables, bien porque dependen demasiado de ti o
porque los márgenes no son lo suficientemente grandes como para contratar a alguien que te
sustituya.

Por último, no existe ningún negocio que pueda funcionar para “siempre” sin cambios. En un
mundo tan incierto como el actual es necesario estar siempre al tanto de los competidores y de
las últimas novedades en tu área, para así poder reinventarse a tiempo y no quedarse obsoleto.
Y normalmente el único que puede hacer este tipo de tareas eres tú como dueño.

Es decir, que en realidad no hay negocios 100% pasivos. Lo que sí que hay son negocios que
generan ingresos independientemente del tiempo que les dediques, que te proporcionan una
gran flexibilidad de horarios y/o de localización, y que una vez en marcha requieren mucho
menos tiempo del que tendrías que dedicarle a un empleo tradicional.

“Miguel es ingeniero mecánico, pero le encanta todo lo relacionado con la creación y edición de
vídeos. Algunos de sus amigos emprendedores lo saben y le piden que les haga animaciones
para explicar lo que hace su startup. Lo que empiezan siendo pequeños favores se convierten
en encargos cada vez más frecuentes, y Miguel decide montar una empresa de vídeos para
startups. Al principio él se encarga de todo –ilustración, animación, guion, sonido, edición– pero,
según el negocio va creciendo, empieza a subcontratar las tareas a distintos freelancers para
liberar tiempo. Además de eso, crea un vídeo-curso explicando todo lo que ha aprendido en los
últimos años sobre cómo hacer vídeos y lo pone a la venta en Udemy por 300€, creando una
nueva fuente de ingresos totalmente pasiva. Aunque Miguel todavía no tiene suficiente dinero
para poder jubilarse, Miguel es dueño de su tiempo, trabaja sólo 15 horas a la semana y puede
vivir en cualquier parte del mundo porque su negocio es 100% online.”
Si después de tener en cuenta todo lo anterior decides seguir este camino, lo más importante es
que elijas un modelo de negocio que pueda llegar a ser pasivo, y que te centres en potenciar
esa “pasividad” desde el primer día.

Para que tu negocio sea pasivizable asegúrate de que está basado en uno -o una combinación-
de estos componentes:
•Activos alquilables. Si eres el propietario un activo valioso puedes dejar que otras personas
lo utilicen a cambio de una cuota. El único trabajo que tienes que hacer tú es mantener el
activo en buen estado y encontrar a clientes interesados en alquilarlo. Esta es la categoría a
la que pertenecen las patentes, las licencias o las propiedades inmobiliarias.
•Contenidos. La gran ventaja de producir contenidos de cualquier tipo (texto, vídeo, audio,
imagen…) es que sólo tienes que trabajar una vez para crearlos y luego puedes explotarlos
durante el resto de tu vida. Esta es la categoría a la que pertenecen los los libros, los discos
de música o las películas.
•Software/Internet. En general, todo lo que esté informatizado se puede automatizar.
Además, los contenidos digitales se pueden duplicar prácticamente a coste cero y gracias a
Internet se pueden distribuir de manera inmediata a cualquier parte del mundo, lo que hace
que los negocios online escalen especialmente bien. Y por si fuera poco, cuando tu negocio
está en la nube puedes gestionarlo desde cualquier parte del mundo, que siempre es un
plus. Esta es la categoría a la que pertenecen las páginas web o las apps para móviles.
También existen muchos modelos híbridos que combinan contenidos e Internet, como los
blogs, los video-cursos o los ebooks.
Existe un cuarto componente que son las personas y que, aunque también se puede pasivizar,
es el más complejo de todos.

En general, cuanto menos dependa tu negocio de tus empleados más fácil te será desligarte del
mismo, porque no tendrás que supervisar a nadie para asegurarte de que hace bien su trabajo
ni lidiar con contrataciones, despidos, bajas laborales, huelgas, temas legales y un largo
etcétera.

Si necesitas gente para hacer crecer tu negocio, intenta siempre contratar autónomos para
proyectos concretos antes que empleados.

4. Centrarse en sentirte realizado (Unjobbing)

El objetivo de esta última estrategia no es alcanzar la libertad financiera ni trabajar lo menos


posible, sino diseñar tu vida laboral de forma que contribuya a tu felicidad y no al contrario.

Si te paras a pensarlo, la mayoría de la gente toma todo tipo de decisiones teniendo en cuenta
únicamente su carrera profesional.

Aceptan mantras como que debes dedicarte a lo que has estudiado, que sólo puedes tener un
único trabajo o que en tus primeros años no te queda más remedio que aceptar unas
condiciones de mierda mientras “aprendes y ganas experiencia”, y al final acaban sacrificando
su vida y su felicidad para poder tener un buen currículum.
Por suerte, tú no estás obligado a seguir este camino si no quieres.

Puedes ignorar el paradigma laboral actual y encontrar formas de ganarte la vida y ser feliz sin
tener una carrera o una única ocupación.

Por ejemplo, imagínate que acabas de salir de la universidad y tu sueño es recorrer Asia
durante un año. ¿Cómo podrías conseguirlo?

La gran mayoría de jóvenes descartarían directamente algo así porque lo verían como un plan
imposible. Al fin y al cabo, a esa edad no tienes dinero y después de graduarse lo que hay que
hacer es empezar a trabajar para adquirir experiencia cuanto antes, no irse de viaje.

Otros se plantearían la opción de trabajar durante una temporada, juntar suficiente dinero y
luego marcharse, pero ¿cómo vas a explicarle a tu próximo empleador que has estado un año
“sin hacer nada”? Además, cuando volvieses, tus habilidades iban a estar oxidadas y
desactualizadas, y nadie iba a querer contratarte.

En general, tomarse 12 meses de vacaciones no parece una opción muy inteligente para tu
desarrollo profesional. La cuestión es…

¿Y si todo eso te importase un pimiento?

¿Y si lo verdaderamente importante fuese vivir y no tener un currículum brillante o alcanzar un


título importante en una empresa?

“Irene estudia Trabajo Social en la universidad. Nada más graduarse, se da cuenta de que en
España no hay trabajo de lo suyo, y que lo único que encuentra son puestos de becarios en los
que te explotan sin piedad. En vez de aceptar su destino, se marcha al sur de Inglaterra donde
trabaja un año de camarera, hace un montón de amigos y aprende a hablar inglés. Después de
eso, encuentra un trabajo de limpiadora en un hotel en los Alpes suizos en el que le ofrecen
comida, alojamiento y un sueldo de 2.000 euros mensuales. Pasa 6 meses allí, durante los
cuales conoce un nuevo país, aprende francés y ahorra dinero, y finalmente decide dejarlo para
irse a conocer la India sin fecha de regreso.”
Durante mis viajes he conocido a varias personas de distintas edades con este perfil de
“buscavidas”, que han decidido desafiar la creencia de que es necesario tener “un trabajo de
verdad” y en vez de eso han encontrado la manera de ser felices y ganarse la vida sin tener un
carrera convencional o un único trabajo.

Algunos de ellos lo han conseguido a base de hacer trabajillos de todo tipo aquí y allá, según lo
iban necesitando. Otros los han logrado dando con la manera de ganar dinero haciendo lo que
les gusta, aunque no sea especialmente lucrativa.

Eso, combinado con un estilo de vida simple y austero, sin excesivos lujos y comodidades, les
permite vivir a su manera sin necesidad de alcanzar la libertad financiera ni crear un negocio
pasivo.

“Rafael Fernández trabaja como empleado en la sección de librería del Corte Inglés. Harto de
su trabajo, decide dejarlo para perseguir su sueño de ser escritor. Se muda con su esposa a un
pueblecito de Asturias, donde pagan 200 euros de alquiler y pueden su propio huerto y
animales, y autopublica sus propias novelas que vende a los lectores de su blog. Trabaja
muchas horas al día y apenas llega a los 1.000 euros mensuales, pero aun así es feliz porque
es libre y está haciendo lo que quería.”
Esta estrategia para conseguir la libertad es muy diferente a las otras tres que hemos visto
hasta ahora, pero como todas tiene sus pros y sus contras.

En lo positivo, la mayor ventaja es que no necesitas de una gran inversión inicial de tiempo y
energía para ponerla en práctica. No tienes que pasarte varios años ahorrando ni creando un
negocio, sino que puedes empezar en cualquier momento.

Siempre habrá un periodo de adaptación, por supuesto, y según vayas aprendiendo nuevas
habilidades, haciendo buenos contactos y adaptándote a ese estilo de vida todo irá se irá
volviendo mucho más fácil, pero no te hace falta tanto tiempo como en otros casos para
comenzar a vivir la vida como tú quieres vivirla.

Además, al tratarse de una estrategia que da prioridad al gastar menos sobre el ingresar más,
estás obligado a pagar menos impuestos y tus horas productivas son más efectivas.

En el aspecto negativo, el mayor inconveniente es que sigues teniendo que trabajar, y que no
tienes la misma seguridad y estabilidad económica que si estuvieses jubilado o tuvieses un
negocio de éxito generándote beneficios todos los meses.

Por ese motivo esta opción suele ser más popular entre la gente joven, que no tiene un familia
que mantener y que puede tomar más riesgos.

Aun así, eres menos frágil de lo que puede parecer inicialmente, porque a lo largo del tiempo
posiblemente hayas aprendido muchas cosas y te hayas convertido en un generalista. Como
sabes hacer (casi) de todo y estás acostumbrado a buscarte la vida, siempre podrás encontrar
trabajo de algo.
¿Qué camino elegir?
Acabo de presentarte cuatro estrategias para alcanzar la libertad.

Todas funcionan y tienen como objetivo el poder vivir la vida como tú quieras vivirla, pero cada
una de ellas sigue un camino muy diferente para llegar allí.

Dado que cada persona es única, con su propia identidad, actitudes, objetivos y circunstancias
personales, no existe una opciones mejor o peor o peores para ser libre, sino opciones más o
menos convenientes para ti.

Para poder elegir la más adecuada en tu caso, te recomiendo que te hagas las siguientes
preguntas:

•¿Cuánta libertad quieres? ¿Tienes como objetivo el jubilarte y no tener que preocuparte por
el dinero nunca más, o te basta con conseguir una libertad económica parcial aunque eso
signifique que tengas que seguir trabajando?

•¿Estás dispuesto a dedicar varios años de tu vida casi exclusivamente a construir tu


libertad, o prefieres retrasar ese objetivo para poder disfrutar más ahora?

•¿Cuál es tu nivel de gasto actual y cuál es el valor de tu patrimonio? ¿Cuánto más


necesitarías para poder jubilarte?

•¿Te atrae la idea de montar un negocio? ¿Crees que serías capaz de dedicarle el tiempo y
el esfuerzo necesario para hacerlo funcionar? ¿Tienes dinero para invertir en el proyecto, o
al menos para sobrevivir si las cosas no salen bien?

•¿Cuánto dinero necesitas para llevar tu estilo de vida ideal? ¿A qué gastos y comodidades
estás dispuesto a renunciar en pos de tu libertad?

•¿Cuál es tu tolerancia al riesgo? ¿Cómo de importante es para ti la seguridad y la


estabilidad económica?

Sé honesto contigo mismo y presta atención a tus respuestas.

No tiene sentido que decidas convertirte en un ahorrador extremo si te encanta la gastronomía y


salir a cenar fuera, o que pretendas crear un negocio con la intención de venderlo cuando lo que
te apetece en los próximos años es viajar lo máximo posible.
Acéptate tal y como eres, y no vayas en contra de tu naturaleza porque acabarás abandonando.

En caso de no te convenza ninguna de las cuatro estrategias que te he presentado, no te


olvides de que puedes crear la tuya propia combinando varias.

De hecho, en la práctica, la mayoría de personas que alcanzan la libertad suelen un híbrido


entre distintos caminos.

Por ejemplo, puedes empezar un negocio con intención de que te genere ingresos pasivos y
acabar vendiéndolo por una buena suma porque ya no te motiva, y te apetece más hacer algo
menos pasivo pero que te guste más.

O viajar por el mundo en plan hippie durante tus veintes, trabajando en albergues y tocando la
guitarra en las calles, y luego centrarte a tope en tu carrera laboral, adoptar un estilo de vida
modesto y jubilarte 15 años más tarde.

Las combinaciones son ilimitadas.

Sin embargo, conviene que tengas claro en cada momento cuál es la estrategia principal que
estás siguiendo. Necesitas saber qué es lo que quieres para poder centrarte en lo importante y
no despistarte.

Cómo conseguí mi libertad


En mi caso, he dado muchas vueltas para poder crear el estilo de vida que tengo actualmente.

Empecé mi viaje trabajando como programador 40 horas a la semana para Microsoft. Aunque el
aquel momento tenía poca libertad, mis condiciones eran bastante mejores que las de cualquier
empleado en España. Tenía flexibilidad de horarios, me pagaban muy bien y mi jefe me dejaba
hacer las cosas a mi manera.

Aun así yo quería más. Ganaba mucho dinero, pero no tenía suficiente tiempo para disfrutarlo
como me gustaría. Mi sueño era poder recorrer el mundo con una mochila y con tres semanas
de vacaciones no tenía ni para empezar.

Necesitaba una fuente de ingresos que pudiese gestionar mientras viajaba y a la que no tuviese
que dedicarle demasiadas horas, y con ese objetivo en mente me lancé a crear un negocio
pasivo 100% online.
Nunca consideré la opción de ahorrar y jubilarme anticipadamente porque en ese momento no
sabía que existía. Sin embargo, si lo hubiese sabido tampoco me habría interesado, porque lo
que yo quería era viajar antes de los 30 y con mi nivel de ingresos era imposible alcanzar la
libertad financiera tan rápido.

Esa fue la primera vez que montaba algo en Internet, y a pesar de ser ingeniero informático tuve
que empezar de cero como cualquier persona.

Me costó sudor y lágrimas, pero tras casi dos años de trabajo y varios fracasos logré superar los
mil euros de ingresos mensuales de manera casi totalmente pasiva y decidí dejar Microsoft para
disfrutar de mi libertad y poder trabajar en mis proyectos a tiempo completo.

Aunque el negocio que tenía en ese momento funcionaba y generaba suficientes ingresos como
para cubrir todos mis gastos, no era algo que me llenase especialmente, así que empecé un
blog personal, Vivir al Máximo, con la intención de compartir mis reflexiones, ayudar a otras
personas y hacer amigos con mi misma manera de ver el mundo.

El blog no me daba dinero y me llevaba mucho tiempo, en ocasiones más de 8 horas al día,
pero como era algo que hacía por gusto no me importaba. Mi objetivo principal en este caso era
la realización personal.

Poco a poco Vivir al Máximo fue creciendo y convirtiéndose en un negocio, al mismo tiempo que
mi fuente de ingresos pasiva iba muriendo… y así hasta el día de hoy.

En estos momentos Vivir al Máximo es mi principal fuente de ingresos. No es un negocio 100%


pasivo, pero le dedico mucho menos de 40 horas semanales, me da libertad para organizar mi
tiempo como yo quiero (normalmente trabajo duro durante 3-4 meses y el resto del año sólo
unas pocas horas a la semana porque estoy viajando), y como es totalmente online puedo
gestionarlo desde cualquier parte del mundo.

Aunque todavía sigo teniendo que trabajar porque no he ahorrado lo suficiente como para
jubilarme, vivo la vida como yo quiero vivirla: siendo dueño de mi tiempo, currando en lo que me
gusta y viajando varios meses al año.

Tengo un colchón económico que me permitiría vivir varios años sin necesidad de ingresar ni un
euro y que me da mucha tranquilidad, y la mayor parte de ese dinero está invertido en bolsa
para que vaya creciendo hasta el día en que necesite tirar de él.

Como ves, mi estrategia para ser libre ha ido cambiado a lo largo del tiempo. Empecé como
empleado, sin ningún plan; luego me centré en crear un negocio pasivo online para liberar
tiempo y poder viajar por el mundo; y finalmente he acabado con un híbrido entre ingresos
pasivos y realización personal (y además de eso invierto mis ahorros en bolsa).

Mi camino hacia la libertad ha estado siempre lleno de curvas, al igual que el de la mayoría de
personas que también han dejado de ser esclavos, así que no te preocupes si el tuyo tampoco
es recto.

Tú también puedes ser libre


Ser libre es vivir la vida como tú quieres vivirla, y después de este capítulo deberías tener un
plan para conseguirlo. Ahora sólo te queda ponerlo en práctica.

A lo mejor no puedes empezar inmediatamente porque tu situación personal no te lo permite.

Quizá primero necesites ahorrar durante unos meses y crear un pequeño colchón económico
que te de suficiente margen como para cambiar de trabajo.

O tengas que dejar de hacer actividades que ya no te hacen feliz para poder sacar tiempo para
tu futuro negocio.

En cualquier caso, ya tienes todas las herramientas que te hacen falta, y con un poco de
paciencia lograrás ponerte en marcha.

Ya te adelanto que no va a ser fácil. La mayoría de cosas que merecen la pena no lo son. Sin
embargo, creo que no existe una meta más bonita por la que luchar.

Espero de corazón que tengas éxito y que consigas encontrar la libertad y la felicidad que te
mereces.

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