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José Martínez, Nardi Areli

Comentario: “Confesiones de un pequeño filósofo” de José Martínez Ruíz


( Azorín)

La prosa de José Martínez Ruíz, al menos la presente obra, demuestra al lector

que la génesis de las buenas historias no precisamente deben estar sujetas a lo

que un género literario marca por convención para cumplir con sus expectativas.

Es así como el autor, a través de su seudónimo “Azorín”, expone un anarquismo

total en contra de la estructura y secuencia formal, para relatar lo que tiempo a

tras fue su infancia y estancia en la escuela, es decir, parte de su autobiografía.

Haciendo de la descripción y del lenguaje preciso y melancólico una herramienta

útil para revivir todos aquellos lugares, personas y objetos que le remitían

sutilmente alegría, tristeza o miedo: “...Estás litografías[..] han sido la pesadilla de

mi vida. Todas eran de colores chillones y representaban pasajes bíblicos [..] tengo

allá en los senos recónditos de la memoria, la imagen de un anciano de barbas

blancas [..]” (Azorín 26).

En tanto, mientras algunos autores glorificaban esté estilo, como era el caso de

Vargas Llosa: “Fue el creador más audaz y complejo[..]”. Sus detractores por su

parte: “….afirmaban que esta recreación formal solo es consecuencia de su falta

de imaginación creadora” ( Escritores.org)

Sin embargo, no se puede dejar de pensar que, la manera de retratar sus “cortas

experiencias”, lejos de efectuar lo que sus estudiosos consideraban como “un

estilo impresionista”; la intención de Azorín era romper con esa barrera entre el
escritor, el “yo narrado” y la audiencia, a través de una conexión intimista, como si

se tratase de una conversación en tiempo real entre dos personas conocidas que,

justo tanto la una como la otra, no quieren perder detalle alguno de sus vidas.

Incluso, esto puede apreciarse en algunas partes de la obra, de cómo el narrador

intuye lo que el lector quisiera preguntarle:”¿Cuándo jugaba yo? ¿Qué juegos eran

los míos? Os diré uno[..]” (Azorín 28).

Otra de las razones para pensar en ello, se trata (como ya se venía mencionando

anteriormente) de las secuencias de las historias, esto debido a que, cambia de

una a otra radicalmente diferente a la que se venía relatando, por ejemplo: pasó

de retratar de cómo era la “Vega” a quién era y qué hacía el “El padre Carlos”.

Justo como sucede en cualquier tipo de conversación directa y espontánea, donde

no existe una secuencia unilateral.

Por ello, he de concluir que, Azorín fue un hombre fiel a sus convicciones, a su

pensamiento y sobre todo a su creatividad, desbordándola hasta crear un estilo

único y diferente a sus contemporáneos tradicionalistas, razón suficiente para

generar tanto detractores como alabadores de su obra.

En efecto, aunque la mayoría su autobiografía está plagada más de descripciones

que argumentos, debo decir que, a diferencia de la novela de Leopoldo Alas

Clarín, La regenta, sus descripciones tienden a ser más preciadas, por la riqueza

de su lenguaje poético, algunas veces melancólico y otras tantas reflexivo, que

logran transmitir al lector la sensación de vivencia propia; y es justamente lo que

logré apreciar del narrador: la interacción que tiende a realizar con el lector.

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Fuentes consultadas:

Escritores,org.URL: /www.escritores.org/biografias/455-azorin. Consultado 5 de


abril de 2019 .
López,Francisco.”La crítica literaria en Azorín”,
URL:///C:/Users/VAIO/Downloads/Dialnet-LaCriticaLiterariaEnAzorin-2059890.pdf.
Consultado 3 de abril de 2019.
Martínez, José. “Las confesiones de un pequeño filósofo”,ed. Selecciones Austral,
Madrid, 1981, págs.95.
Romero, P. “ Azorín”. Ensayo de crítica literaria. Madrid ,1933. URL:
file:///C:/Users/VAIO/Downloads/azorin-ensayo-de-critica-literaria%20(1).pdf.
Consultado 5 de abril de 2019.

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