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BREVE HISTORIA de la.

mm» mssrn

Una historia completa de la ciencia ficción en la literatura, el


cine y la TV. Desde Mary Shelley, Verne, Wells, Lovecraft,
Asimov y Clarke hasta La guerra d e las galaxias, Blade
runner, el cyberpunk o el steam punk. Viajes fantásticos, socie­
dades alternativas, distopías, robots y superhéroes
Indice de contenido

P rólogo

1. ¿ Q ué e s la ciencia ficción?

Un terreno resbaladizo

Los t e m a s d e la ciencia ficción

¿ Un arte de s e g unda?

2. En un p a s a d o m uy m uy rem oto

£1 viaie fantástico

La utopía

£1 futuro

Las m á q u in as

3 . Precursores del futuro

Por qué ahora

La ciencia d e s b o rd a d a : Edg ar Alian Poe

£1 poeta de la tec n o lo g ía: julio Verne

La conciencia social: Edward Bellamy

El sentido de lo m aravilloso: Edg ar Rice Burrou ghs

El padre: H erbert C e o r g e Wells

El cine d e scu b re la ciencia ficción

A- El a lu m b ra m ie n to (1 Q2 Q-1Q3 6 )

D o s c a m in o s para un género

Revistas d e p a pel barato

El fandom

Torm enta en la gran pantalla, quietud en las o n d a s

q. La Edad de O ro fiQ 3 7 -iQ 6 «fl

lohn W. Cam pbell

El círculo de C am pbell

O tros g ra n d e s de ia Edad de Oro

N o v e la s inolvidables

El m u n d o de las revistas

El cine y la televisión en la Edad de Oro


6. La era de la rebelión (196^-1970)

Precu rsores de la s e g unda revolución

M u n d o s nuevos

V ision es pelig rosas

Irrum pe el fe m in ism o

Esplendor en !a g ran pantaiia

7- La m a d u re z (19 70 -19 8 0 )

¿E q uilibrio o contrarrevolución?

La explosión del eme de ciencia ficción

8- Los límites de ia ciencia ficción ( 19 8 0 - 2 0 0 0 )

Los v ie ios clá s ico s nur.ca m ueren

El cyberyunk

La era de los híbridos

La gran pantalla no se a paga

9 . El presente... y el futuro

¿S e m u ere la ciencia ficción?

S pace operas v ucronías

N ca r Future v renuncia a la especu lació n

El p o s t s i r g uiarismo

La N ew Weira y otros híbridos

10 . La ciencia ficción en el m u n d o hisp an oparlan te

Breve historia de la ciencia ficción esp a ñ ola

La ciencia ficción h isp an o a m erica n a

R e co m e n d a cio n e s

Cien n ovelas de ciencia ficción c-ue r-o se pu ed e perder

Cien g ra n d e s películas de ciencia ficción que no se pu ed e perder

Los gra n d e s a u to re s de ciencia ficción

G losario

Bibliog rafía

Webg rafía
PRÓLOGO

Este libro qu e sostien e entre s u s m a n o s , qu erido lector, s e a en su fo rm a to físico o

en e ; virtual de una tableta u otro disp ositivo de lectura, e s un proyecto am b icio so .

Lo e s por su brevedad, poco m á s de trescien tas p á gin a s, lo que lo convierte en una

obra p o co nabitual para los cá n o n e s del gé n ero de la divulgación en lo que a la

ciencia ficción se refiere. Y io es, sobre todo, por s u contenido, que abarca la h is­

toria com ple ta de esta especial m an ifestación del espíritu h u m a n o , d e s d e s u s orí­

g e n e s hasta el presente, no solo en lo literario, sin o tam bién en lo cinem atográfico,

la televisión y el cóm ic, s o p o rte s to d o s elios de los que la ciencia ficción se ha v a ­

lido para sed ucir a s u s a d m irad o res y cautivar su im aginación durante d é ca d a s,

d e s d e que en aquel frío veran o de l 8 l 6 , Mary Shelley y su m arido Percy hicieran la

visita a su a m ig o el poeta ord Byron, que en to n c es residía en Suiza, visita de la

q u e nacería la prim era novela de ciencia ficción de ,a historia, Frankensteln o el m o­

derno Prom eteo.

A r a d ie pu ed e esc a p á rs e le , em p ero , que a m b o s objetivos tienen a go de con tra­

dictorio — brevedad y exhaustivid ad nunca han sido p recisam en te g ra n d e s a m i­

g o s — y que conciliarios exige elegir. S e trata, pues, de precisar a q u í el criterio que

h e m o s seg u id o para e s a elección: <¡a qué nos h e m o s visto o b lig ad o s a renunciar

en a ras de a b revedad? ¿A qué h e m o s , por el contrario, a s e g u ra d o la supervivencia

a la hora de sacrificar a g u n o s co n te n id os en favo r de otros?

La elección no ha sido sencilla. Cualquier criterio a d o p ta d o podría con ve n ce r a

a lg u n o s y d e ce p cio n a r a otros. Pero ante esta situación solo ca b e una re sp uesta: a

hon estidad. Explicar c ó m o n e m o s procedido evitará, al m e n o s, que nadie s e llame

a en g a ñ o ni se sienta d e c e p c io n a d o al no hallar en esta s págin as algo que anhelaba

encontrar o, por el contrario, al tro p e za rse en ex c eso con lo qu e con sid era de

sobra co n ocid o y, por ende, su perfluo. ¿Cuál ha sido, pues, e s e criterio? El que,

d e s d e nuestro punto de vista, deb e presidir la buena divulgación: el lector debe

encontrar en e s ta s p á g in a s todo lo esencial, sin que falte nada, y al m e n o s la m ayor

parte de lo que no lo es tanto En el c a s o de la ciencia ficción, e'lo exige dos c o sa s:

un tratam iento am plio de a ciencia ficción de¡ siglo X IX , sin la cual nada se en ten ­

dería de su desarrollo posterior, y un análisis no m e n o s a m p lio de la ciencia


ficción norteam ericana, oue ha sido, en m a y or o m e n o r grad o seg ú n as é p oc as,

h e g e m ó n ic a en el contexto internacional. De igual m o d o se ha p roced ido en lo que

se refiere al soporte: ia literatura y el cine han recibido la atención prioritaria, por­

que e s en ellos d o n d e la ciencia ficción ha a lc an z a d o las m ayores co ta s de im a g i­

nación, especu lació n y calidad, tanto en a form a c o m o en el contenido, y se ha

d e d ic a d o m e n o s es p a cio a la televisión y e! có m ic, no poroue resulte despreciable

su aportación, sino porque por fuerza, en una historia general c o m o esta, d e b e m o s

recon ocer que su valor y su im portancia han sido m e n o re s y dedicarles m e n o s

espacio.

E n ten d e m o s con eilo q u e el lector term inará la lectura de este libro con la s e g u ­

ridad de haber adquirido un co n o c im ie n to genera de la ciencia ficción. Por s u ­

p u esto, no se tratara' de un co n o c im ie n to exhaustivo, pero s í p o d e m o s prometerle

d e s d e este m is m o instante q u e será co m p le to y que no habrá nada relevante que

se le e s c a p e . Y, s o b re todo, p o d e m o s a segu rarle q u e cerrará s u s ta p a s cu a n d o dé

por term in ada su lectura con el an h e lo de leer m á s y la n ecesid ad de entregar m u ­

ch a s h oras de s u tie m p o al disfrute de este g é n e ro m aravilloso y sed uctor q u e e s la

ciencia ficción. Asi' pues... |[¡que ¡a fuerza le a co m pañ e!ll

Rivas V aciam acrid , de julio de 2 0 17


r » 0 ué es la c ie ncia fic c ió n ?

C ualqu ier tecn olo gía suficientem ente a van z ad a es indistinguible de la

m agia.

Arthur C Clarke: P a jile s del fu tu ro {19 6 2)


UN TERRENO RESBALADIZO

A bordar el análisis del ca m in o seguido por la ciencia ficción a través dei tiem po

exige, c o m o condición in d ispen sab le, reflexionar prim ero so b re la propia natu­

raleza del con cepto: ¿qu é es y qué no e s ciencia ficción? ¿C u áles son s u s límites?

¿En qu é se distingu e de otros gé n e ro s sim ilares, c o m o la fantasía o el terror? No

se trata de una cuestión baladí, pues de su resolución d e p en d e el recorrido p o s t e ­

rior de la obra que nos o cu pa, no por hum ilde po co rigurosa, que habrá de d e s a ­

rrollar en el tiem po la tesis form u la d a c o m o punto de partida.

Por un instante, s e a m o s clásicos; luego te n d re m o s tie m p o de dejar de serlo.

Para la in m e n s a mayoría de ios in vestigadores del fe n ó m e n o , la ciencia ficción ve

la luz el día qu e ¡lega a los por en tonces po co nutridos a n aq u ele s de las librerías

una obra auroral, un o de e s o s libros únicos qu e marcan con nitidez un an tes y un

d e s p u é s en a historia de una disciplina o un gén ero artístico: Frankenstein or the

M o dem Prornetheus. escrito po r M arv W. Shelley en 18 18 . ¿Pero qué hay en esta

obra qu e la haga m e rec ed ora de un h onor tan g ra n d e c o m o el de dar a luz a toda

una nueva e sp e cie literaria? ¿Por qué to d o s los e s tu d io s o s del gén ero coinciden en

afirmar q u e con elia nace la ciencia ficción? Dar re sp u e s ta cu m plida a esta pre­

gunta. en apariencia sencilla, nos proporcion ará la clave para definir, siquiera de

fo rm a operativa, el f e n ó m e n o cuya historia está llam ada a ser protago nista de las

p á g in a s sigu ientes. D e b e m o s abordarlo, p u es, con tanto cuidado c o m o precisión.

Cua quier m ínim a a m b ig ü e d a d , c o m o un m inú scu lo, casi im perceptible, error de

s e g u n d o s de arco en la trayectoria de una nave lanzada al es p a cio exterior, podría

con d u cirn o s luego, valga la hipérbole, a a ñ o s luz de nuestro destino.

Y. sin e m b a rg o , la m isión q u e nos h e m o s im p u e sto se halla m uy e jos de ser

sencilla. Las a p roxim ac io n es al co n cep to de ciencia ficción q u e pueden registrarse

en los m u c h o s libros de historia y crítica del género son , en p o ca s palabras,

apab u llantes en su nú m ero y bastan te disím iles en su perspectiva. Quizá tenía

razón N ietzsche cu a n d o decía que no se pu ed e definir aquello qu e tiene historia,

p u es son ta n tos los c a m b io s q u e le im p on e el tie m p o que nada pe rm a n ece en ello

lo bastante inalterable para resultar reconocible con el p a s o de los añ os. N o o b s ­

tante, a su m irlo a s í nos colocaría ante una parad oja irresoluble: quizá no se puede
definir lo que tiene historia, m a s ¿ c ó m o hacer historia de lo c u e no se pu ed e defi­

nir? Q uizá la m ejor salid a de es ta ratonera s e a , precisam ente, escab u llirse de ella

c o m o lo harían los expertos, esto es, los ratones, a p o sta n d o sin rubor por un prag­

m a t is m o lindante con el m á s puro cin ism o . Tal hicieron au tore s c o m o los muy

re sp e ta d o s jo h n Clute y Peter Nicholls, qu ien e s, en s u exhaustiva y ya clásica Enci­

clopedia de !a ciencia ficció n (19 79 ), afirman sin a m b a g e s que «[...] no hay razones

para creer qu e pu eda fo rm u la rse ja m á s una definición aceptable de ciencia fic­

ción». Pero esto no es sin o salir del atolladero arrojando la toalla. Y no es c o sa

m u y distinta lo qu e hizo el autor norteam erican o N o rm an Spinrad c u a n d o dijo que

«ciencia ficción es todo lo que los editores publican bajo la etiqueta de ciencia fic­

ción». D esde uego uno de ellos, el m ord az D am on Knight. fu n d ad o r de la A s o c ia ­

ción de escritores de ciencia ficción y fantasía de los E stad os U n ido s (SFWA), p a ­

reció darle a razón c u a n d o afirmó, con no poca arrogancia, que « cien cia ficción es

¡o que s e ñ a la m o s cu a n d o d e c im o s ciencia ficción».

Ilustración de la prim era edición de Frankenstein o r th e M odern Prom etheus,

publicada en Londres e r i S i S : para a mayoría de los investigadores la primera

m an ifestación literaria del género de la ciencia ficción.

Pero c aro, s e m e ja n te s b utad es no nos resuelven nada., c o m o no s e a agravar el

p roblem a recurriendo a tautologías tan in g e n io s a s c o m o inútiles Prim ero, porque

la expresión « cien cia ficción » no apareció hasta cerca de m edio siglo d e s p u é s c e


que viera la luz la obra de Shelley (el inglés Wilson la a cu ñ ó en 1851, m á s de s e ­

tenta y cinco a ñ o s an tes que el que p a sa por ser su inventor, el no rteam ericano de

origen luxem burgu és H u go G e rn sb ack ), y s eg u n d o , porque los editores no s ie m ­

pre le ponen etiquetas a lo que publican, y si lo hacen, bien p o d ríam o s no estar de

acu erd o con su clasificación, por otra parte m uy cam b ian te a lo largo de la historia.

Salta a la vista, d ig a m o s a título de ejem plo, que si un viaje a la Luna podía ser,

d e s d e luego, ciencia ficción cu a n d o escribieron so b re él ju lio Verne o Herbert

G e o r g e Wells, en las últim as d é c a d a s del sigío X IX , en n u estros d ías sería s im p le ­

m en te ciencia, ya qu e no habría en e lo nada de especulativo.

Y e s que. en efecto, la ciencia ficción es. ante todo, esp e cu lac ió n . Cualquier

obra qu e asp ire a figurar en los anales de; gé n ero deb e responder, de un m o d o u

otro, a la pregunta « ¿q u é pasaría si...?». D e te n g á m o n o s a p e n sa r un poco y c o m ­

p ro b a r e m o s que to d a s las g ra n d e s ob ras de esta curiosa especie literaria lo hacen,

hasta el punto de qu e es, precisam ente, el a su n to so b re el que ca d a autor plantea

su esp e cu lació n el que nos permite en casillar su obra y delimitar a s í s u b g é n e r o s

dentro de e s e casi infinito universo esp e cu lativo que constituye la ciencia ficción.

Porque las pregu n tas que p o d e m o s h acern os en verdad no co n o c en límites. ¿Q ué

pasaría si p u d iéra m o s viajar en el tie m p o ? ¿Q u é nos en c o n traríam o s si llegáram os

a otros planetas? ¿Y si fu é ra m o s c a p a c e s de fabricar co p ias vivas de n o s o tro s m is ­

m o s ? ¿Existen los extraterrestres? ¿Serán los o rd e n a d o re s ios a m o s del m u n d o?

¿Algún día lo gra rem os construir la so ciedad perfecta? ¿Serán por fin ¡a violencia y

la guerra un triste y rem oto recuerdo para los h o m b r e s y las m u je re s del futuro?

Pod ríam o s form ular m u ch a s m á s y no h ab ría m o s a g o ta d o las posibilidades. Pero

la pregunta, explícita o no, deb e ser planteada. Es lo q u e los esp e cia listas de g é ­

nero d e n o m in a n el novum . esto es, en p o ca s palabras, e s e « e le m e n to que se e s ­

capa a nuestra experiencia cotidiana y, d e s d e luego, a a posibilidad de que lo ex­

p e rim e n tem o s en nuestra rea ¡dad in m ediata» (Diez y M oreno, 2 0 1 4 : 15). El autor

e s c o g e una. o varias, de e s t a s preguntas, o de m u c h a s otras, y le da una respuesta.

Tai es la esencia, una de el as al m e n o s, de la ciencia ficción.

Surge a q u í otra cu estión interesante. ¿ N o s remite to do esto al futuro lejano,

c o m o quizá e s té p e n sa n d o ahora m is m o el lector? No n ecesariam ente. La


especu lació n no tiene por qué situ arse en lo que está po r venir, c o m o en el e j e m ­

plo clásico de La m áqu ina del tiem po de H. G. Wells, cuya acción tran scu rre nada

m e n o s c u e en e! año 8 0 2 .7 0 1 de nuestra era. Puede ubicarse, bien a! contrario, en

el m á s rem o to p a s a d o , c o m o la tetralogía de los ochenta Exilio en el Plioceno. de Ju ­

lián May, en la q u e los o p rim id o s del siglo x x n viajan seis millones de a ñ o s atrás,

hasta e s e período geológico, huyendo de los a b u s o s de s u s co e tá n e o s, para

encontrar allí d o s razas de extraterrestres d o ta d a s de pod e res psíqu icos. Pero no

es n ecesario ir tan lejos. La acción pu ed e situarse, a s im is m o , en un p a s a d o m u ch o

m á s reciente, o incluso en un presente alternativo al qu e c o n o c e m o s . Ta es el c a so

de la celebérrim a Criptonom icón. de Neal S te p h e n s o n (1999) — el título es un claro

h o m en a je a la obra de H. P. Lovecraft y su mítico N e c ro n o m ic ó n — , que se inicia

en 19 4 2 y alcan za las prim eras d é c a d a s del siglo XXI narrando as aventuras de un

gru po de criptógrafos que unen s u s e s fu e rz o s al ser/icio de la iibertad de infor­

m ación . Existe incluso to do un s u b g é n e r o de ya m uy larga tradición en ia ciencia

ficción, la d e n o m in a d a « u cro n ía », q u e se ha esp e cia liza d o en explorar las po sib i­

lidades que ofrece la especu lación , racional o fantástica, so b re p o sib le s desarrollos

históricos alternativos al qu e co n o c e m o s . B u e n o s ejem p lo s de e lo nos los ofrecen

El hom bre en e! castillo, de Phi’ip K. Dick (19 6 2), en la que los nazis y su s aliados

ja p o n e s e s han g a n a d o la S e g u n d a G u erra Mundial, o R om a eterna, de Robert Sil-

verberg (20 03), cuya tram a se desarrol a en un presen te alternativo en el q u e nunca

se ha producido la caída dei Im perio ro m ano .

F o togram a de la película The M atrix (19 9 9 ). En el inquietante universo de un


tie m p o sin historia, los s ere s h u m a n o s su eñan vid as qu e creen reales

co n e cta d o s a m á q u in a s inteligentes qu e s e alimentan de su energía vital.

Por último, ta m p o c o e s n ecesario que la acción se desarrolle lejos de a Tierra,

en una galaxia muy, m uy lejana, c o m o la s a g a S ia r Wars (entre 19 7 7 y la actualidad)

o. en el m e jo r de los c a s o s , en un planeta d e s co n o cid o , c o m o era habitúa en a

é p o c a ahora lejana de los prim eros va híd os del género. Por ello, no nos sin/e ya la

vieja definición del francés Michael Butor, quien, hace m á s de m e d io siglo, d e n o ­

m inab a ciencia ficción a los relatos en los qu e s e habla de viajes interplanetarios.

A lgun os de los c a s o s que h e m o s visto m á s arriba ofrecen pru ebas s o b r a d a s de

elio, pero, forzan do todavía m á s el argu m e n to, la buena ciencia ficción ni siquiera

exige c o m o condición previa dejar claro d ó n d e o cu ándo s e desarrolla la acción.

¿A caso importa en q u é m o m e n to o lugar sufren su s peripecias los protagonistas

de la trilogía The M atrix (19 9 9 -2 0 0 3 )? ¿Podría a c a so hacerlo cu a n d o su a rgu m en to

se b asa , pre cisa m en te , en la pre m isa cartesian a de lo e n g a ñ o s o de o s sen tid os, en

la inconsistencia inherente a la percepción h u m a n a de la realidad?

Pero la esp e cu lac ió n , por s í s o la , no basta. La ciencia ficción, ya se encarne

bajo a form a de literatura, de cine, de radio o de cóm ic, es arte, y el arte — otro

f e n ó m e n o harto difícil de definir— debe, al m e n o s, producir una em o ció n , placen­

tera o n a u s e a b u n d a , pero una e m o ció n . Es lo qu e m u c h o s au to re s han d e n o ­

m in ado el sentido de lo m aravilloso, la sen sa ció n de s o rp re sa , de inevitable a s o m ­

bro ante lo d e s co n o cid o , lo nuevo, lo inesperado . Si una obra especu lativa no d e s ­

pierta e s a s e n s a c ió n en aquellos qu e a eíla se acercan, no es ciencia ficción; será,

quizá, una reflexión, m á s o m e n o s atinada, m á s o m e n o s racional, so b re los p o s i­

bles efectos de un cam bio en alguna de a s d i m e n s io n e s de la vida h u m an a , pero

no ciencia ficción; no sin em o ció n . C o m o escrib iera Lester del Rey, otro célebre

autor y editor norteam erican o, la ciencia ficción e s «un intento de tratar las p o sib i­

lidades alternativas de fo rm a racional, logran do qu e sean en treten idas». Y es que,

c o m o ha ap u nta d o con acierto Pollux Hernúnez ( 2 0 12 : 29):

La ciencia ficción no es m á s que otra form a, m á s m o d erna, de reflejar en la lite­

ratura la m is m a an sia que s ie m p re ha sentido el s e r h u m a n o por lo sobrenatural,

la m agia, a mitología, lo fantástico. E sca p ar de la realidad, triunfar so b re el


misterio de la existencia, participar en e! ju e g o de c a m b ia r el entorno, con un

barniz de verosim ilitud a portad o antes por lo que era divino e in cuestion able y

ahora d e m o s tra d o e incontestable: la verdad científica y su aplicación técnica,

sea el vapor, la evolución, a relatividad, la bioquímica, la cibernética, el p s ic o a ­

nálisis. etcétera.

¿ H e m o s co n se g u id o , en ton ces, concluir nuestro retrato? ¿Resulta por fin re­

conocible nuestro pro tagon ista? ¿ A c a s o cualquier esp e cu lac ió n ca p a z de d e spertar

el sen tid o de la maravilla e s ciencia ficción? No, por d e sg ra cia no es tan sencilio.

Porque existe otro género, la fantasía, que co m p a rte con la ciencia ficción e s o s dos

r a sg o s, lo especulativo y lo maravilloso, pero es otra c o s a distinta que. d e s d e el

hum ilde punto de vista de este autor, no d e b e con fu ndirse con ella, a u n q u e parece

que tiende a h acer:o cada vez m á s en las últim as d é ca d a s. P e n s e m o s, a título de

ejem plo, en la novela fantástica por a n to n o m a s ia , la trilogía de El señor de los

anillos, de j. R. R. Tolkien (1954-1955)- Sin du d a, constituye un verdadero ep ítom e

de la ca pacid ad h u m an a de inventar m u n d o s alternativos, de especular, en fin,

cau tivan do al tiem po al ector, a trapá n d o lo en una suti; red m á g ic a de magnífica

coherencia, al punto de d e sp erta r en él el d e s e o de a b a n d o n a r la pro sa ica realidad

en p o s del m aravilloso viaje que el autor p ropo n e. ¿Pero es e s o ciencia ficción?

No. porque ¿d ón d e está la ciencia? ¿E s a c a s o Sau ron . el S e ñ o r O s cu ro , un cien­

tífico o co q u e se vale de la tecn olo g ía q u e s o lo él p o s e e para im p o n e r al m u n do

s u s atroces d e s ig n io s ? No. no existe s e m e ja n z a alguna entre este ser perverso y

los m a d aoctors de a ciencia ficción clásica. Aquel s e vale de ia m agia; esto s, de la

ciencia. En el m u n d o de la fantasía cuanto s u c e d e e s im p osib le y lo seguirá siendo

cualquiera que s e a el punto de vista qu e a d o p t e m o s ; en el de la ciencia ficción, lo

es s o lo en nuestra experiencia, pero pu ed e dejar de serlo si en c o n tra m o s la forma

de q u e a s í s u ced a . Se trata de una frontera de naturaleza ep istem o ló g ic a y, por

ende, insalvable. Fantasía y ciencia ficción son d os m u n d o s distintos.

En efecto. La ciencia ficción no solo deb e ser esp ecu lativa y m aravillosa; debe

incluir entre su s e le m en to s, nec esa ria m en te , la ciencia. Este, y no otro, sería el m á s

relevante de los pa rám etros que. en opinión de un autor de tanto prestigio co m o

O rson Scott Card, delimitan con claridad las fronteras del gén ero (Scott Card,
2 0 13 : 11). Naturalm en te, no la ciencia que c o n o c e m o s , p u es s u s límites serían

d e m a s ia d o estrech o s para hacer posible la especu lació n , y, d e s d e uego, en exceso

p ro s a ic o s para posibilitar la maravilla. S e trata de otra ciencia, un conocim iento

m á s a van z ad o , im p osible en nu estro presente, pero verosím il, de m o d o que. aun

siendo co n sc ien tes de ello, el lector o el esp e cta d o r lleguen a s u s p e n d e r de forma

voluntaria su incredulidad y s e s u m erjan en el m u n d o q u e s e les propone. Tai e s la

definición que plantea S a m M oskow itz, reputado historiador n orteam erican o de a

ciencia ficción, para quien a ciencia ficción no es sino « u n a ram a de la fantasía

identificada por el hecho de que facilita la s u sp e n s ió n voluntaria de la incredulidad

por parte de los lectores, al utilizar una a tm ósfera de verosimilitud científica g ra ­

cias a la esp e cu lació n imaginativa en los c a m p o s de as ciencias físicas, el espacio,

el tiem po, las cien cias s o cia les y la filosofía» (Barceló, 2 0 15 : 15 y siguientes).

Charles Laughton caracterizado c o m o el perverso doctor M oreau en La isla de

las alm as perdidas (Erle C. Kenton, 19 3 2) B asa d a en a novela de H. G. Wells,

la película cuenta entre s u s n u m e r o s o s atractivos con uno de los prim eros y

m á s inquietantes m a d doctors de la historia del cine. Quizá aún s e nos erice la

piel cu a n d o v o lv a m o s a escucharle diciendo: « C o g í un gorila y, con infinito

cu id ad o, c o n s tru í mi prim er hom bre».

El lector a v e z a d o habrá reparad o ya en que en las palabras de M oskowitz el

concepto « c ie n c ia » s e utiliza en un sentido m uy a m p io, y eso es, quizá, lo que ha


hecho que su definición no haya perdido actualidad con el p a s o dei tiem po. Por­

que no d e b e m o s caer en el re d u cc io n ism o de p e n sa r q u e cu an do h a b ía m o s de

ciencia n os referim os únicam ente a la física o. en e¡ m ejor de ios ca s o s , a las cien­

cias naturales. Esa interpretación podría ser/irno s, quizá, para la ciencia ficción

hard. e s to es. aquel s u b g én ero que focaliza su atención en la esp e cu lació n cien-

tffica, salv a g u a rd a n d o a toda costa su coherencia con los d e scu b rim ie n to s m á s re­

cientes e incluso, habría que decir, sacrificando en el altar del rigor científico as

posibilidades que ia m is m a especu lació n ofrece y, d e s d e luego, los p o sib le s v a lo ­

res artísticos de la obra. V erdaderos ep íto m es de este s u b g én ero s o n m u c h a s de

las ob ras de Larry Niven (M undo Anillo. 1 9 7 0 ) , Arthur C. Clarke (Citó con Ram a.

19 72 ) o. en tie m p o s m á s recientes. Kim Stanley Robinson {Trilogía m arcian a, 19 9 2-

1 9 9 6 ) . Pero, por fortuna, puesto que el gén ero sin duda s e enriquece con ello, exis­

te m u ch a y buena ciencia ficción en !a que la im p rescindible cuota científica se

cu b re con e s p e c u la c io n e s centradas en otras r a m a s de; s a b e r h u m an o c o m o la

antro pología, a socio logía, la política o incluso a filosofía.

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S au ro n, e 1 S e ñ o r O scu ro , en un fo tog ra m a de El señor de los anillos {Peter

Jackson , 2 0 0 1 ), prim era película de la trilogía b a s a d a en la novela h o m ó n im a

de J. R. R. Tolkien. C o m o pu ed e o b se rva rse, a m aidad q u e representa, de

origen sobrenatural, nada tiene que ver con la perversión de índole científica

q u e encarna el doctor M oreau.

Tal es e ; c a s o de un lejano pionero de género, ei inglés O la f Stapledon , quien

ya en los a ñ o s treinta de p a s a d o siglo dio a la prensa o b ras c o m o su extravagante

H acedor de estrellas O 9 3 7 ), ve rdadera esp e cu lación filosófica en ;a qu e se interroga


d e s d e p o s tu la d o s a g n ó s tic o s s o b re la condición h u m an a y el sentido m is m o de!

universo. Y no p o d e m o s ta m p o c o dejar de recordar a q u í m agn íficas e s p e c u ­

laciones s o b re la evolución de la biología, en carn ad a en reflexiones sobre las p o ­

sibilidades y efectos de la clonación tan lúcidas c o m o El m un do de los N o-A, de Al-

fred Elton Van Vogt (1945), o el im p acto de la acción h u m a n a so b re el entorno,

presente en narraciones a p o calípticas c o m o El día de los trífidos, de John Wyndham

( 1 951) o. de form a m u ch o m á s exhaustiva, en D u re, de Frank H erbert (1965), cuyo

v irtu o s is m o ie lleva a recrear con to d o detalle a ecología de un planeta im aginario

y los efec to s sobre s u biosfera de la explotación incontrolada de s u s recursos.

Pero no es n ecesario re m o n tarse tan lejos en el tie m p o. O b r a s m á s recientes,

c o m o La m an o izquierda de la oscuridad (19 6 9 ), El nom bre del m u n do es Bosque

(1972) o Los desposeídos (19 74), to d a s ellas de la m agn ífica Ursula K. Le Guin. han

explorado t e m a s tan diversos c o m o la construcción social del género, las rela­

cion es entre culturas con distinto nivel de desarrollo y las posibilidades de c o n s ­

truir una s o cie d a d m á s justa. M ientras otras c o m o la inquietante Un m un do fe liz ,

de A ld ous Huxley (19 32 ). o la exitosa película C attaca (Andrew Niccol, 19 9 7) refle­

xionaban so b re un hipotético futuro en eí que la ingeniería genética ha c rea d o una

nueva s o cie d a d de ciases en la que no e s ya la riqueza, sino la m anipulación de los

genes, la clave de la d e sigu a ld ad entre individuos.

Para terminar, p o d ríam o s quizá p regu ntarnos si a d e n o m in a ción con la que

c o n o c e m o s el gé n ero que nos o cu p a es acertada. ¿N o s e deben, precisam ente, a

elia m u c h a s de las dificultades q u e presen ta legar a un c o n s e n s o s o b re lo que

en te n d e m o s por ciencia ficción? Puede que s e a así. Vaya por delante q u e el n o m ­

bre en s í es resultado de una m ala traducción del inglés Science f c iio n , que se

adoptó tanto en español, en este c a s o en Argentina, c o m o en otras len gu as eu ro ­

p e as en los a ñ o s cincuenta del siglo XX. En a práctica, la expresión se tradujo de

fo rm a en e x c e s o literal, vertiendo sin m á s a nuestro id iom a las pa a bras en lugar

de la idea a la qu e aluden, qu e habría q u ed ad o reflejada con m ucha m a y or preci­

sión m edian te la locución «ficción científica» o, quizá, «ficción especu lativa»,

expresión esta última que d e stac a el ra sg o que. c o m o h e m o s visto, m ejor define al

género. Y ento nces, quizá, cobraría sentido la definición por la que a p u esta, con no
d e m a s ia d o acierto, el diccionario de a RAE, que s e refiere a ¡a ciencia ficción de

fo rm a un tanto reduccionista al en g lob a r s u s diversas m a n ifestac io n es bajo el

apelativo de « o b ra s literarias o cin em a to grá fica s cuyo co ntenido se b asa en hipoté­

ticos ¡ogros científicos y técn icos de! futuro».

¿ N o s atrevem o s en ton ces, para concluir este apartado, con una definición pro­

pia? N a d a pierde con ello esta obra en calidad, y s í ganan s u s lectores en h o n e s ­

tidad, de m od o qu e v a m o s a intentarlo. P o d e m o s definir ciencia ficción c o m o el

conjunto de m a n ifestac io n es de la creatividad h u m a n a qu e explora el im pacto

sobre el individuo y ¡a s o cie d a d de a v a n c e s ve ro sím iles en las distintas ra m a s del

con ocim ien to, con á n im o de d e spertar en quienes a ellas s e acercan el sentido de

¡o m aravilloso, p ro vo c án d o le s a s í una em o ció n de carácter estético. En p o c a s pala­

bras, la ciencia ficción es arte y, c o m o to d o s los tipos de arte, tiene c o m o origen y

c o m o destinatario a s e r h u m an o, y c o m o intención última c o n m o v e r su espíritu.

La ciencia ficción, e s tim a d o s lectores, la buena al m e n o s , nunca va a dejarles fríos.

Q u ed a con elio tra za d o el perfi de lo que e n te n d e re m o s en este libro c o m o

ciencia ficción. Pero una definición co m p le ta del gé n ero exige, o al m e n o s a s í lo

en te n d e m o s, q u e reflexionem os un instante so b re los t e m a s qu e ha abo rd ad o en

u n o u otro m o m e n to de s u historia y los pa rám etros estilísticos q u e ha a doptado.

En otras palabras, para com p le tar este prim er capítulo d a n d o por pre sen ta d o a

nuestra protagon ista, h a b re m o s de d e ten e rn o s un po co so b re el fondo y la forma

d e la ciencia ficción.
L O S T E M A S D E LA C I E N C I A F I C C I O N

En cuanto al fondo, es decir, las p re o cu p a cio n es que a b so rb en ia atención de los

autores del género, los t e m a s que abordan s u s o b ras, tanto en a literatura com o

en el cine, es preciso reco no cer q u e una reiación detal!ada cubriría con creces, e

incluso excedería, el e s p a c io disponible en una obra breve c o m o trata de ser esta.

A p e sa r de ello, resulta n ecesario e m p ren d er siquiera una sucinta apro xim ación,

p u es sin ella nuestro co n ocim ien to de la ciencia ficción, im prescindible an tes de

co m e n z a r la tarea de analizar su historia, quedaría incom pleto.

El te m a por excelencia de las o b ras de ciencia ficción, sin duda el prim ero en

q u e p e n saría un profano al que in te rro g á se m o s sobre e a su nto, e s el del viaje

espacial o, en térm in os m á s técnicos, la space opera, expresión acu ñ ad a en 19 4 1

por Wilson Tucker con el á n im o peyorativo de asim ilar e s t a s historias a los m e d io ­

cres seriales radiofónicos patrocin ado s en to n c es po r las m a rc a s de detergentes,

ias soap operas. Sin em b a rg o , a un qu e a ellas se deb e con toda probabilidad a fam a

de iteratura o cine de s e g u n d a fiia que arrastra todavía en la actualidad para m u ­

ch as p e rs o n a s el género, tam bién a elías deb e su popularidad y, para qu é negarlo,

buena parte del sentido de lo m aravilloso q u e logra excitar en tan tos de n oso tros.

Es cierto que e s ta s o b ras de ciencia ficción son poco m á s que historias de a v e n ­

tu ras m á s o m e n o s exóticas que no persigu en sino entretener o, en el m e jo r de los

ca s o s , deslumbrar. S u s a rg u m e n tos son sencillos; sus person a jes, planos; su a c ­

ción, trepidante; s u s esc en a rio s, g ra n d io so s. Rara es a ópera espacial que va m ás

aliá. E jem plos c o m o a s a g a de La Cultura, del e s c o c é s lain M. Banks ( 19 8 7 -2 0 12 ),

cuyas noveias sirven de pretexto para una m o rd az crítica de la s o cie d a d capitalista

occidental, constituyen excepcion es m uy p o co frecuen tes en el p a n o ra m a de un

s u b g é n e r o por otro lado m e n o s vivo en ios últimos a ñ o s que en ias prim eras d é c a ­

das de la ciencia ficción.

Otro tanto podría decirse de los viajes en el tie m p o , con la diferencia de que

e s te tem a s í se ha prestado con m u ch a m a y or frecuencia a servir de pretexto para

a bord ar reflexiones profu ndas a cerca de a condición h um an a. A s í s u c e d e en el

c a s o del propio H. G. Wells, cuya novela La m áq u in a d el tiem po (1895), con su s

elois y su s moriocks, trasunto un tanto n a íf de la burgu esía y el proletariado


industrial, n os ofrece una alegoría crítica de a lucha de c la s e s propia de la Ingla­

terra de finaies del siglo X IX . Y son otras m u c h a s las po sib ilidades del tem a, d e sd e

la m á s evidente, la paradoja tem poral, q u e han explotado autores c o m o Robert A.

Heiníein o G regory Benford, al ch o o u e contracultura:, que pu ed e aprec iarse en

ob ras co m o El libro del día d el ju ic io fin a l (19 9 2), de C onnie Willis. en el que la

protagon ista, qu e viaja hacia el p a s a d o , s e ve o b lig ad a a convivir, a su pesar, con

tas g e n tes de¡ M edievo, para las que resulta tan extraña c o m o lo sería para n o s o ­

tros un alienígena. Pero, sin duda, la m e jo r novela sobre viajes en el tie m p o es El

fin de la eternidad (1955), de Isaac Asimov. en la que una suerte de extraños via­

je ros, los Eternos, c a p a c e s de entrar y salir a su gu sto dei continuo tem poral, velan

por el bien de a h um anid ad interviniendo con cu id ad o en su historia para mini­

m iz a r s u sufrim iento sin alterar su libertad, p u es solo esta, a p e sa r de: continuo y

a gotad or esfu erz o q u e exige su ejercicio, es ca p a z de a se g u ra r el pro g reso del g é ­

nero h u m an o .

El actor n o rteam erican o B uster C rabbe caracterizad o c o m o Buck Rogers, el

aventurero del e s p a c io . N acido en a g o s t o de 19 2 8 en la revista A m a z in g Stories

de la m a n o de Philip Francis Now lan, saltaría pronto del pulp a la prensa, !a

radio y, por fin, al cine y la televisión, ju n to a Flash G ord on, su

co n te m p o rá n eo , este p erson aje popularizó los viajes e s p a c ia le s c o m o

argu m e n to de la ciencia ficción.

N o m e r o s habitual entre los te m a s clá sico s de la ciencia ficción es el de


contacto con civilizaciones alienígenas. A u n q u e en su versión m á s popular el tem a

a p e n a s se distin gu e de ia ópera espacial, con la qu e pu ed e co m p etir sin excesivas

dificultades en cuanto a simplicidad argu m en tal y ca pacid ad de entretenimiento,

veta explotada hasta a sacied ad por el cine n ortea m e rica n o de los a ñ o s cincuenta,

tam b ién ofrece no tab les posib ilidades para la reflexión acerca de un a su n to tan

tra scen d en te c o m o a relación con el otro, con e! distinto, cuya sola existencia nos

ob;iga a cam b iar nuestra percepción de! m u n d o y de n o so tro s m is m o s (E lju e g o de

Ender, de O rson Scott Card. publicada en 1985, es el m e jo r ejem plo), y s o b r e otros

m u c h o s , p u es el prim er contacto con una civilización extraterrestre p u ed e p lan ­

tearse d e s d e perspectivas m uy diversas. E jem plos no nos f a !tan. La filosofía, la

ecología, la e c o n o m ía , la poiítica e incluso la lingüística han encontrad o su es p a cio

propio en las o b ras qu e hacen de los a lienígenas su s p erson ajes principales.

F o togram a de la película El enigm a de otro m undo (Christian Nyby y Howard

Hawks, 19 51). El cine no rtea m e rica n o de los cincuenta no d u d ó en p on erse

de ado de su gob ierno en la miiitancia contra el c o m u n is m o , y los

alien ígen as a g re siv os constituían una m etáfora extre m a d a m en te eficaz para

s e m b ra r en la ciudadanía una verdadera histeria colectiva.

Las inteligencias artificiales, un tem a que g o z ó de m uy poca atención cu a n d o la

ciencia ficción dab a s u s p rim ero s y v a cila n tes p a s o s , ha ido adquiriendo un cr e ­

ciente p ro ta g o n ism o en as últim as d é c a d a s , sin duda com o resultado de!


p ro g re s o real de la tecnología a so c iad a a los o rd e n a d o re s y los profu ndos c a m b io s

so cia les que está prod uciend o s u u so m a sivo . Su irrupción en la ciencia ficción,

em p ero , se produjo en fecha tan lejana c o m o 1 9 2 1 . cu a n d o el escritor ch eco Karel

C ap e k introdujo un robot entre los p e rso n a jes de su innovadora obra teatral

R .U .R ., si bien fue la form ulación de las ficticias tres leyes de a robótica po r Isaac

A sim o v en 19 4 2 , a c e p ta d a s de fo rm a tácita por e! con ju n to del género, la que

m a rcó su auge. N o es de extrañar, ya que ju nto a un gran atractivo, ei tem a pu ed e

ser/ir de vehículo para la introducción de pro fu n d a s reflexiones acerca de los co n ­

flictos entre la razón y e! sentim iento, o la posibilidad de q u e existan algún día in­

teligencias artificiales c a p a c e s de im p o n e r su d om in io a los s ere s h u m a n o s . O bras

clásicas del género c o m o B lade R unner (Ridley Scott. 19 8 2 ), b asa d a en la magnífica

n ovela de Philip K. Dick ¿ S u eñ a n ios androides con ovejas eléctricas? (19 6 8), o la

inmortal 2 0 0 1: U na odisea del espacio (Stanley Kubrick. 19 6 8 ) , b asa d a a su vez en el

cuento corto de Arthur C. Clarke El centinela (19 5 1), ofrecen b u e n o s eje m p lo s del

interés del género por el te m a , recientem ente explorado de nu evo por autores

co m o Dan S im m o n s (H yperion, 19 8 9 ).

Aunqu e m u ch o m e n o s popu lar que los anteriores, la esp e cu lac ió n científica ha

sido tam bién, en s í m is m a , te m a central de a lg u n a s de las m e jo re s o b ras del g é ­

nero. Es la llam ada hard Science fictio n o ciencia ficción dura, la cual, en s u s m a n i­

fe stac io n es m á s extrem as, llega, c o m o s e ñ a lá b a m o s m á s arriba, a sacrificar in­

clu so eí a rg u m e n to y ¡os posib les valores artísticos de ¡a obra en aras de: rigor

científico. Por lo genera:, este s u b g é n e r o d e sp rec ia las ciencias sociales en b en e­

ficio de la física, ¡a qu ím ica y, en m e n o r m e d id a, la biología, y exige de s u s autores

no solo una sólida preparación en tales c a m p o s , sino una m áxim a actualización.

De hecho, la lectura de e s ta s o b ras n os perm ite llevar a cab o un seg u im ien to

cron ológico preciso de los a v a n c e s científicos de ca d a é p o c a , en esp e cia en los

a ñ os cuarenta y cincuenta del siglo XX, d é c a d a s en las q u e la esp e cu lac ió n cien ­

tífica seria floreció c o m o reacción al e s c a s o rigor característico de la ciencia ficción

anterior. A utores clá sicos c o m o Arthur C. Clarke o el astrofísico profesional Fred

Hoy le (La nube negra. 1957) fueron los m á s d e s ta c a d o s de este s u b g é n e r o , m á s

tarde revitalizado por figuras aún en activo co m o G rego ry Benford (Cror.opaisaje,


19 8 0 ) . Vernon Vinge (Un fu e g o sobre el abism o. 19 9 2) o Michael Flynn (El naufragio

de « E l Río de las Estrellas», 2 0 0 3 ) , a u n q u e d e s d e p o stu la d o s m e n o s fu n d a m e n ­

ta istas y m á s a ten tos a la intensidad dram ática de la narración y a a profundidad

de s u s pe rson a jes. En cuanto al cine, el rigor científico, por ra zo n e s o b vias, ha

sido m e n o s frecuente y las licencias im p o sib les la no rm a habitual. Por su pu esto ,

hay ex cepcion es q u e so rp re n d en ia n to m á s por su ex tre m a d a rareza, c o m o e s el

c a s o reciente de Interstellar (Christopher N c ;an. 2 0 14 ) , que ha co n ta d o con el ase-

so ram ien to del físico Kip Th orn e para a se g u ra r la coh eren cia de su s plantea­

m ientos científicos su b yacentes con el estado actual de n u estros con ocim ie n tos.

Por oposición , ha existido sie m p re lo que p o d r ía m o s d e n o m in a r una ciencia

ficción b anda o sofi. la cual, a diferencia de su herm an a, sin d e sp rec ia r la ciencia,

p u es de hacerlo a s í s u s o b ras no podrían fo rm a r parte del g é n ero , ha prestad o

atención a otro s á m b ito s de^ co no cim iento, m á s propios de las ciencias sociales,

en especial la psicología o la antropo logía. Su aug e s e produjo en los a ñ o s s e s ­

enta. en el m a rco de la N e w Wave británica, y se caracterizó por su interés por el

e s p a c io interior de los p ersonajes frente al exterior del c o s m o s , al extrem o de d e s ­

preciar los p lan te am ien to s clá sico s del gé n ero en favor de a experim entación lite­

raria. en o c a s io n e s un tanto arriesgad a. B u e n o s e je m p lo s de ello p o d e m o s en c o n ­

trarlos en ia polém ica obra de J. G. Ballard (El m undo sum ergido. 1 9 6 2 ) , Roger Ze-

lazny, Sam u e l R. Delany y, s o b re todo, en la de la co m p ro m e tid a Judith Merril, gran

de fen so ra de la integración del gén ero en el m ain siream de la literatura universal.

N o obstante, sin fo rm a r parte de esta tan intensa c o m o fug az N e w Wave, han exis­

tido s ie m p re autores m á s atentos a lo social q u e a lo natural, que han d ad o a la

ciencia ficción una amplitud de m iras que nunca habría alcanzado de haber p e rm a ­

necido encasillada en s u s p re o cu p a cio n es clásicas, y pu ed e decirse que en la

actualidad, ya m adu ro el género, ningún autor deja de a d o la historia y la caracte­

rización de ios p e rso n a jes en beneficio del rigor científico. C o m o luego ve rem os,

la ciencia ficción ha d e jado de ser hace tie m p o arte de s e g u n d a categoría.

U no de o s te m a s de la ciencia ficción que m ejor s e presta a las reflexiones pro­

fu n d as s o b re a condición h u m a n a en su d im en sió n social y política e s el de las

s o c ie d a d e s alternativas. De hecho, la utopía, aun q u e fuera, c o m o m á s adelante


v e r e m o s , m uy anterior c o m o género a nacim iento de la ciencia ficción propia­

m e n te dicha, fue a su m id a por esta c o m o uno de s u s m á s g e n u in o s c a m p o s de ex­

perim entación filosófica, tanto en su tradicional en carnación optim ista c o m o a a

inversa, la distopía. De hecho, a lg u n a s de las m e jores o b ra s del gén ero podrían

enc u ad rarse en e s te c a m p o . C item os tan solo ejem p lo s c o m o la trilogía de La

Fundación, de Isaac Asimov, que, en a línea de! P-atón m á s lúcido, plantea la p o ­

sibilidad de un im perio galáctico regido por científicos, o la bellísim a La ciudad y

i1as estrellas (1956), de Arthur C. Clarke. en la qu e s e cu e stio na la viabilidad de una

s ociedad en la qu e el individuo carece de retos a los que enfrentarse. Porque m ás

que la utopía, ha sido la distopía el c a m p o preferido del género, cuya m a d u re z se

abrió p a s o de a m a n o de no velas tan pro fu n d a m en te p e sim is ta s c o m o la e s m e ­

rada Nosotros ( 19 2 1) , del ruso Yevgueni Zam iatin; la profética Un m un do feliz

(1932), de A ld o u s Huxley; y la inquietante 19 8 4 (194.9), de G e o r g e Orwell, y s e c o n ­

solidó firm em ente con otras en a bsoluto d e sp rec ia b les c o m o M ercaderes d el espa­

cio (1953), de Frederick Pohl y Ciryl Kornbluth. distopía capitalista tan a g u d a c o m o

m ord az, o Fahrenheit 451 (1953), de Ray Bradbury.

F o togram a de la película El m onstruo de tiem pos rem otos {Eugéne Lourié.

19 53). Los m o n s tru o s cin em a tográ ficos de los a ñ os cincuenta eran, por lo

general, fruto de la radiación atóm ica, verdadera o b s e s ió n de los

n o rtea m e rica n o s de a época, que construyeron m a s iv a m e n te en s u s ca s a s

refugios antinucleares en previsión del estallido de u n a guerra que no podía

s in o conducir al fin de m undo.


Un tipo especial c e distopía. tam b ién m u y del gu sto de la ciencia ficción, en

especial la cinem atográfica, es la literatura apocalíptica y posap ocalíptica. En la pri­

m e ra, las historias narran los últimos días de la hum an id ad , que perece casi s ie m ­

pre c o m o resultado de a m e n a z a s qu e ella m is m a ha d e sata d o , revelando de p a s o

las o b s e s io n e s propias de a é p oc a corresp o n d ie n te. Así, los a ñ o s treinta marcaron

el a u g e de los m a d doctors. cuyo afán de dom in ación les im p u lsab a a p o n e r ia cien­

cia al servicio de los m á s o s c u ro s fines, m ientras los cuarenta y los cincuenta

reservaron el p ro ta g o n ism o a la a m e n a z a nuclear y las in va sio n es extraterrestres,

a m b a s hijas de la G u erra Fría, y ios a ñ os posteriores co m e n z a ro n a reflejar p re o cu ­

p a c io n e s c o m o el a g o ta m ie n to de los re cu rso s de^ planeta o las p a n d e m ia s p ro vo­

ca d a s por virus incontrolados. Pero es a s e g u n d a la q u e ha permitido a la ciencia

ficción explotar a fondo s u s posibilidades. El m u n d o d e s p u é s del d e sastre ofrece

un c a m p o de reflexión m u ch o m á s a m p lio qu e el d e s a s tre m is m o , ya que co ioc a a

los p e rson a jes ante la n ecesidad de e m p e z a r d e s d e cero, en fren tán d ose a senti­

m ientos de pérdida y nostalgia de gran intensidad dram ática, a la par qu e afron­

ta n d o el reto de organ izar una s o cie d a d nueva y ca paz de su perar los errores que

condujeron al d e s a s tre a la anterior. Tal e s el c a so de ob ras de gran interés c o m o

El día de los trífidos (19 5 1), de John W yndham . en la qu e el fin de la h um an id ad pro ­

picia distintos ex perim en tos de organización social b a s a d o s en p o stu la d o s del

to d o o p u e s t o s , d e s d e la religión al militarismo, p a s a n d o po r la ibertad y e racio­

n alism o ético. E m p a ren ta d o con esta tem ática, aun q u e dotado de una fuerte p e r s o ­

nalidad propia, se encuentra el d e n o m in a d o cyberpunk, s u b g é n e r o efím ero, pero

estéticam en te influyente creado por autores c o m o William G ib s o n (N eu ro m an te,

19 8 4 ), qu e nos presen ta un futuro distópico d o m in a d o por una tecnología o p re ­

siva y un capitalism o exp o tador en o s c u r o s y te n e b ro s o s am b ien te s s u b u rb a n o s

del to do d e s h u m a n iz a d o s , m á s propio s hasta en to n c es de la novela negra que de

la ciencia ficción.
F o tog ra m a de la película Blade R unner (Ridley Scott, 19 S 2 ) , cuya am bientación

se encuentra en perfecta sintonía con la estética de cyberpunk y su visión

distópica de un futuro d o m in a d o por a s gran des corp o rac io n es, sin iugar

alguno para las relaciones p e rson a ie s y los sen tim ien tos h u m a n o s .

C u a n d o ¡a acción se sitúa en una nave qu e ha logrado e s c a p a r de la Tierra al

borde del fin, nos e n c o n tra m o s e- s u b g é n e r o de las n aves gen era cio n a les, que ha

d ad o o b ras de tanto interés c o m o La nave estelar (1958), de Brian A.'diss, novela

pionera de: género, agu d o retrato de una h um anid ad que. privada de referencias

culturales h ere d a d a s, ha caído en la involución. Recientem ente, la tem ática ha sido

revisitada po r Kim Stanley R o b in s o r en su Aurora (2015), q u e presta atención tanto

a los a sp e c t o s técn icos y científicos co m o a los políticos y s o cio ló g ic o s de una

c om un id ad h u m a n a a lo largo de un tránsito de siglos a través de espacio.

N o se agotan a q u í os te m a s que, con m a y o r o m e n o r éxito, ha explotado :a

ciencia ficción P odríam os m e n cio n a r a lg u n o s otros, co m o el steam punk, ram a

específica de la ucronía en la que a acción transcurre en un siglo X IX que ha a lc an ­

z a d o un desarrollo tecn ológico m u ch o m a y o r q u e el reai {La liga de ios hom bres

extraordinarios, Step h en Norrington, 2 0 0 3 ) , o incluso ¡a ciencia ficción hum orística,

de a q u e constituye e e jem p lo m á s a c a b a d o D o u g la s A d a m s y s u célebre penta-

logía de a u to e stop ista galáctico, cuya primera entrega fue llevada ai cine por Garth

je n n in g s en 2 0 0 5 .
¿U n arte de s e c u n d a ?

N o p o d e m o s d ar por term in ada esta introducción sin referirnos a la form a de la

ciencia ficción, lo que obliga a a bord ar un probiem a de especial relevancia en lo

q u e se refiere a su catalogación c o m o expresión creativa, en especial literaria: ¿se

trata a c a s o de un género secun d ario, de e s c a s a calidad artística, c o n d e n a d o a

p e rm a n e ce r por ello ap arta d o de a corriente principal de la literatura?

La cuestión e s peliaguda- D esde luego, nadie habría afirm ado se m e ja n te cosa

en la Europa de en tregu erras. cu a n d o a ciencia ficción nacía de a m a n o de autores

de am plia cultura general, en m o d o a lg u n o d e s c o n e c ta d o s de la corriente principal

de la vida artística e intelectual de su é p oc a (Scholes y Rabkin, 19 82 : 4 6 ) . Plum as

c o m o la del ruso Yevgueni Zam iatin, el c h ec o slo va co Karel (Üapek, o los británicos

William O la f Stapledon , A idou s Huxley y G e o r g e Orwell nada tenían que envidiar a

las m e jo re s de su tie m p o ; a s í s e lo reconocieron ya s u s co e tá n e o s, y a s í lo ha

hecho luego la crítica, que los ha elevado a la categoría de v e rd a d e ro s clásicos. Sin

em b a rg o , en los E stad os U n id o s la situación no podía ser m á s distinta. De forma

paradójica, el m a y or a van c e en la ed u cación obligatoria de acu el país, hasta el

punto de extirpar casi por co m p le to el a n alfab etism o , había creado un verdadero

ejército de lectores potenciales tan p o b res c o m o e s c a s a m e n t e in teresado s po r la

literatura de calidad. Para e s to s ectores. va ro n es y jó ven e s en su in m e n sa mayoría,

las o b ras de ios autores e u ro p e o s po co o n ada podían decirles. Lo que ellos q u e ­

rían tener entre s u s m a n o s eran noveias baratas, entretenidas, con personajes

po co c o m p le jo s y a rg u m e n to s sencillos y pietóricos de acción. Por s u p u e s to , parte

de la d e m a n d a q u ed ab a cubierta por las no velas del o e s te y las de a ven tu ras de

to d o tipo. Pero ya había en el país, a un qu e en m e n o r n ú m ero, lectores jó v e n e s de

cierta cultura que, a n im a d o s por los casi contin u os p ro g reso s qu e c o m e n z a b a n a

registrarse en ¡os atractivos c a m p o s de la electrónica, el autom óvil y la aviación,

e m p e z a b a n a m o s tra rs e in teresado s por la ciencia y la tecnología. Y esta d em anda,

en una so ciedad en la que el capital privado acu día raudo allí d o n d e surgían o p o r­

tu n id a d e s de n egocio, no podía p e rm a n e ce r m u ch o tie m p o sin atender.

Y se atendió. En los E s ta d o s U nidos existían ya d e s d e varias d é c a d a s antes as

d e n o m in a d a s d im e novéis y penny dreadfuls, pu b licaciones periódicas de muy


e s c a s a calidad y bajo precio (diez ce n tav os en e! prim er c a s o y un centavo en e! s e ­

gundo) que narraoan historias de b an d oleros y s o ld a d o s , de a rg u m e n to s sim p le s y

p ro fu so s en g ra b a d o s e ilustraciones artísticas qu e las a se m e ja b a n m u ch o a los

có m ics. S u n o m b re genérico, p ulp Jictio n , aludía p re cisa m en te a e s a baja calidad,

p u es pulp era el no m b re en inglés de la p a sta de papel. C u a n d o e sta s revistas c o m ­

prendieron las e n o rm e s posib ilidades de a que m e rc a d o naciente, se lanzaron

e n se gu id a so b re él.

Así. en los a ñ o s treinta del sigio XX, a lg u n a s pulp co m en z aro n a incluir entre

s u s narraciones los n u evo s te m a s , y ia ciencia ficción e m p e z ó a llegar al gran pú ­

blico. Pero lo q u e ei gén ero g a n ab a en popularidad lo perdía en calidad. El público

al q u e s e dirigían a q uellas historias las c o n s u m ía con inusitada voracidad. Los

autores, po r tanto, debían escribir m uy rápido, por ¡o q u e s e veían a b o c a d o s a

repetir una y otra vez las m is m a s fó rm u la s, varian do tan s o lo p e q u e ñ o s detalles y

a se g u ra n d o en s u s historias a b u n d a n te s d o s is de acción, fantasía, exotism o, heroi­

cidad y erotism o. Escribir una novela por s e m a n a s e convirtió en algo habitual para

to d a una gen eración de escritores. ¿Y quién pu ed e escribir una buena novela en

solo una s e m a n a ? Ciencia ficción — fue por en to n c e s cu a n d o el a u d az H u go

G e rn sb a c k d e s e m p o lv ó el té r m in o — se convirtió en s in ó n im o de e v asió n , entrete­

nim iento, fan tasía, diversión... pero ¿qué tenía que ver todo aquello con la ve rd a ­

dera literatura?

Por suerte, se trató de una etapa pasajera. M u ch o s de aquello s jó v e n e s que

publicaban s u s n ovelas po r entregas en las revistas pulp. o s im p le m e n te se e m o ­

cionab an con su lectura, eran c a p a c e s de hacerlo m u ch o mejor, y pronto e m p e ­

zaron a d em o strarlo. A finales de los a ñ os treinta, escritores co m o Rcbert A. Hein-

lein, A. E. van Vogt, Isaac A s im o v o T h eod ore Sturgeon cond u jeron a la ciencia fic­

ción norteam erican a a co ta s m á s e le vad as de reflexión y esp e cu lac ió n , sin perder

por ello un ápice de popularidad. La Edad de O ro e sta b a a punto de com enzar.

Pero no fue suficiente. Las o b ras de o s a ñ o s cuarenta y cincuenta, aun q u e ya m uy

s u p eriores en calidad a las que se publicaban en el período de entreguerras, s e ­

guían sin ser reco no cid as c o m o ve rdadera literatura, tal era el p e so de la herencia

e n ve n en a d a que so p o rtab a n . Solo en ios s e s e n ta co m en z aría a ciencia ficción a


ser admitida en pie de igualdad con el resto de los g é n ero s literarios.

En efecto. Fue en e s a d é ca d a cu a n d o algo e m p e z ó a m o v e rs e con fuerza en el

m u n d o de la ciencia ficción; algo qu e hasta e s e instante había pe rm a n ecid o la­

tente, c o m o una vieja sem illa do rm ida qu e hubiera e s p e ra d o con silenciosa pacien ­

cia el m o m e n to de brotar y envolver por fin al género en la v it o ’a de literatura con

m a y ú sc u la s que le había s id o neg ad a — no sin cierta razón— hasta enton ces. La

ciencia ficción había sido, d e s d e s u s m is m o s oríg en es, in novadora, pero solo en

s u s ternas, en su a cerca m ie n to a futuro, en s u s elu cu b raciones acerca de la p o s i­

ble evolución científica y tecn ológica de a h um an id ad y en las rep erc u sio n e s que

e s a evolución podría legar a tener en el h om bre y en su so cie d a d . Pero lo había

sido m u ch o m e n o s, con as ex cepcion es an tes m e n cio n a d a s, a p e n a s co n o c id a s

por el gran público, en lo q u e s e refiere a su lenguaje y a su perspectiva social. La

ciencia ficción había sido, d e s d e luego, ca p a z de d e spertar en s u s a d m irad o res ei

sentido de a maravilla, tra n sp o rtán d o lo s a m u n d o s fantásticos en el tie m p o y en el

esp a cio. Pero habían sido las historias que contaban s u s auto res, y no a form a

c o m o las con tab an, lo que había cau tivado a qu ien es s e acercaban a s u s p á g in a s y

a su s pantallas. Y e s a s historias, con un potencial tre m en d o para la crítica social,

habían q u e d a d o casi de todo d e s a p r o v e c h a d a s c o m o h erram ientas para plantear

p ro b le m a s propios de la é p oc a en a qu e fueron escritas e incluso, y so b re todo,

p ro b le m a s universales, eternos nacid os de la propia condición h um an a, com o

hacen !a literatura y el cine; c o m o hace, en fin, el arte.

A u n q u e su ele decirse que el p ro c e s o se inició en el Reino Unido con la a pari­

ción de la N e w Wave, lo cierto es q u e s e trató de una realidad c o m p e j a qu e tuvo

tam b ién su correlato ai otro lado del Atlántico. M ientras en esta orilla del océan o el

a c c e s o de Michael M oo rcock a la dirección de la revista británica N ew Worlds

( 19 6 4 -19 7 1) ofrecía un eficaz vehículo de difusión a los valientes ex perim en tos lite­

rarios d e sarro lla d o s por autores c o m o Ja m e s G r a h a m Ballard o Brian A idiss, en

Norteam érica saltaban a la palestra figuras no m e n o s in novadoras c o m o N orm an

S pinrad, Roger Z e la z n y o Sam u e l R. Delany. Y no d e b e m o s olvidar ta m p o c o las

altas cotas de calidad literaria y de profundidad tem ática que co m e n z a b a n a alcan ­

z ar po r en to n c e s ios trabajo s de otros au to re s que, sin integrarse en m o d o alguno


en la N e w Wave, no tenían ta m p o c o nada que envidiar a los citad os. Figuras tan

relevantes para el futuro del gé n ero c o m o Philip K. Dick o Ursula K Le Guin sin

du d a m erecen un recon ocim ien to porqu e de su m a n o la ciencia ficción escrita en

ios E stad os Unidos a lcanzó un nivel de riqueza, com plejid ad y m a d u re z q u e per­

miten equipararía ya a cualquier otro gén ero literario respetable.

Los a ñ o s s e s e n ta aca b a ro n para sie m p re con la ciencia ficción de las ó p eras

e sp a cia le s , tan repletas de acción, fantasía y exotism o c o m o triviales en lo inte­

lectual y io artístico. N o dejaron de escribirse no velas que narraban viajes fa n tá s ­

ticos a través del tie m p o y el esp a cio . Pero se escribían ya de otra form a, m u ch o

m á s atenta a los person a jes, a su s d r a m a s internos y s u s contrad iccion es, con un

estiio m á s cu id ad o, y va lié n d o s e de su s historias para plantear en profundidad

t e m a s que preocu pan , s ie m p re han p re o cu p a d o y s ie m p re preocuparán a los seres

h u m a n o s , po rqu e son inseparab les de su naturaleza m ism a . Tras los extrate­

rrestres, o s robots, las n aves e s p a c ia le s y e resto de ios lugares c o m u n e s del g é ­

nero, s e esc o n d erá, ya para siem pre, la hum an id ad .

Pero la historia de c ó m o ilegó a producirse e s e ca m b io e s larga y co m pleja, al

m e n o s tanto c o m o la de cualquier otro gé n ero literario. Ha llegado el m o m e n to de

narrar esa historia.


En un pasado muy muy remoto

Si caigo, habré c o n q u ista d o a fam a.

La gente dirá: (G ilgam esh cayó luchando contra el fiero

H u m b a b al

[...] Estoy decidido a penetrar en el b o sq u e de los cedros.

Poem a de G ilgam esh, circa 25 0 0 a. C .; Tablilla III, C o lu m n a 4

H e m o s a ce p ta d o i S i S c o m o hito aurora de la ciencia ficción y Frankenstein, de

Mar>' She ley, c o m o su m anifestación prim era. Pero resuíta evidente que ninguna

obra nacida del intelecto h u m an o es del to do fruto de una creación original. N o lo

es porque su autor vierte en e!la su vida, su experiencia, su form ación, s u s lec­

turas: porque quien le dio vida es producto, en fin, de su ép oca y de a historia que

la a n tece d e y sin a cua no podría c o m p ren d erse . A s í su ced e con la ciencia ficción.

Si bien el gé n ero e s hijo natural, a un qu e qu izá espurio, de !a m od ern id ad , y no ha­

bría nacido nunca de no h ab erse desarrollado an tes ;a Ilustración, ei liberalism o y

la Revolución Industrial, ello no quiere decir q u e resulte im p osible rastrear en la

historia de la literatura te m a s , im á g e n e s y fo rm a s narrativas de las qu e se alim enta

en m ayor o m e n o r m edid a; incluso de form a in consciente, p u es m u c h a s de ellas

se en contraban en ¡a m ente de s u s au to re s sin que ellos m is m o s lo supieran, pro ­

fu n d am en te im b ricad os c o m o estaoan en e a cer/o de nuestra cultura d e s d e tie m ­

p os rem otos. N a rre m o s , pues, esta s a g a de la ciencia ficción avan t la ¡ettre, la

prehistoria de un gén ero qu e solo tendría n om b re m u c h o d e s p u é s , pero que no

e n te n d e ría m o s bien d e : to do sin con o c er a s u s an cestros.


EL V I A IE FA N T A ST I C O

M u c h o s de e s o s e le m e n to s se rem ontan a e s a é p oc a rem ota en ¡a que la h u m a ­

nidad, aún po r descu brir el frío lenguaje de la razón, no p o seía m á s h erram ientas

q u e e! mito y la leyenda para d ar re sp u e s ta a las pregu n tas qu e la aco n gojaban .

U no de ellos, el viaje fantástico, aportará d e s p u é s a la ciencia ficción uno de su s

t e m a s m á s característicos. Y se trata de un te m a con m u ch a m á s historia de lo que

su ele creerse. El Poetna de G ilgam esh, escrito en el tercer milenio antes de nuestra

era s o b re una d o c e n a de frágiles tablillas de arcilla, una de las c o m p o s ic io n e s lite­

rarias m á s antiguas que se co n o cen , narra con todo detalle el viaje al infram undo

del mítico rey su m erio para visitar ailf a Utnapishtim — el N o é m e s o p o tá m ic o — y

obtener de é la fórm ula de la inmortalidad, qu e le habían c o n c ed id o los d io s e s

tras sobrevivir al diluvio universal. Allí corre e! héroe m aravillosas aventu ras, entre

las q u e se encuentran nada m e n o s qu e su lucha a muerte contra H u m b a b a, un gi­

gante que g u a rd a b a el b o sq u e de cedros d o n d e m orab an los d iose s. Con cara de

león, dientes de dragón , e n o rm e s pies, una gru esa m elen a y un rugido tan potente

« c o m o el a g u a de ¡a inu ndación », su descrip ción po co tiene q u e envidiar a la de

los m o n s tr u o s o s extraterrestres de las novelas de Edgar Rice Burroughs o H. P.

Lovecraft que tan célebres legarán a s e r entre los a m a n te s de la ciencia ficción de

las prim eras d é cadas.

Representación del juicio de Osiris en el Papiro de Hunefer, British M u se u m ,

Londres.

N o se trata, por s u p u e s to , de un c a s o único También la mitología egipcia


abu n da en n arraciones de viajes fantásticos. En el tercer milenio antes de Cristo se

populariza en el país del Nilo la Historio del m arinero náufrago, que cuenta las a v e n ­

turas de un viajero que z ozob ra en una isla m isteriosa cuya reina, una serpiente

gig an te sca con e s c a m a s de oro y v is t o s a s cejas de lapislázuli, predice a su a s o m ­

brado visitante su propio futuro y el de su país an tes c e hundirse con su isla bajo

el mar. Pero en Egipto la idea de viaje fantástico llega m u ch o m á s allá; incluso

fo rm a parte central c e s u s creencias religiosas. El viaje al Duat, el infram undo,

constituía el de stin o último de to d o s o s m o rtales que pu diesen permitirse m o m i­

ficar su cu erpo y darle sepultura, preserván dolo a s í para la eternidad. Solo a ellos

es p e ra b a el juicio de O siris, so b e ra n o del M ás Allá, cuyo veredicto inapelable

podía a se g u ra r al m u erto la vida eterna o dictam inar para é! un final definitivo entre

los afilados dientes de un m o n s tru o de pesadilla,, híbrido inconcebible de león,

cocodrilo e h ip o p ó tam o, en cuyo retrato m in u c io so s e esm era n las n u m e r o s a s

rep rese n tacion es de la divina ordalía qu e han llegado a nu estro s días.

Visión de Ezequiel. La descripción que hace el profeta de los s ere s que le

visitaron y la nave volad o ra de que se servían es tan a s o m b r o s a que no puede

m e n o s que record arn os a las de ios co n ta cta d o s de nu estro s días.

M á s cerca ya de las raíces de la cultura occidental, los viajes fan tá stico s s e tor­

nan aún m á s frecuen tes. La Biblia, sin ir m á s lejos, n o s ofrece un buen nú m ero de

ellos. En el Libro de los Reyes. Elias, un profeta hebreo del siglo IX a. C., a sc ien d e a
los cielos en un torbellino pro vo c ad o por un carro de fu e g o con caballos fo rm a d o s

de idéntico ele m en to (2 Re. 2 : 1 1 ) . Y otro profeta. Ezequiel, tres centurias m á s tarde,

presencia atónito, en una de s u s frecuentes v isio n es, un extraño objeto volad o r

q u e retrata en térm in os tan a s o m b r o s o s q u e son m u c h o s los u fó logos c o n v e n ­

cidos de hallarse ante la primera descripción fidedigna de a historia de un e n c u e n ­

tro cercano con extraterrestres, un viaje, en fin, por m á s que su protagon ista no ex­

perim entara d e s p la z a m ie n to físico alguno. En palabras del propio Ezequiel:

Y miré y he aquí, un viento t e m p e s tu o s o qu e venía del Norte, una gran nube, con

un fu e g o envolvente y en derredor su yo un resplandor, y en el centro dei fuego

una c o s a q u e parecía c o m o el fulgor dei electro, y en m edio de ella, la figura de

cuatro seres vivientes. Y este era su parecer; había en ellos s e m e ja n z a de h o m ­

bre, su s pies de ellos eran rectos y la planta de s u s pies c o m o la planta de pie de

becerro, relucientes a m anera de bronce m uy bruñido. Y ca d a uno iba derecho

hacia adelante, hacia d o n d e el espíritu les m ovía que a n du viesen , a n d a b a n , sin

vo lverse de esp a ld a cu a n d o a n d a b a n . C u anto a la s e m e ja n z a de los s e re s vivien­

tes, eran c o m o ca rb o n es de fu e g o en cen d id os, y el fu e g o resp landecía y del

fu e g o s a :ían fulgo res. Y los s ere s iban y venían a m a n era de re lá m p a g o s. Y el a s ­

pecto de las ru ed as y su estructura resplandecían c o m o el crisólito, y los cuatro

tenían una m is m a form a, y las ru ed as parecían d is p u e s ta s c o m o si una estuviese

en m edio de la otra, y las ru ed as esta b a n cu a jad a s de ojos alrededor. A d o n d e el

espíritu les im p u lsab a iban las ru ed as y tam b ién s e levantaban tras ellos, porque

el espíritu de ellos e sta b a en las ruedas.

N o resultan m e n o s prolíficas en viajes extraordinarios la mitología y la lite­

ratura griegas. Dédalo, d e s d ic h a d o arquitecto del legendario laberinto de Creta,

presencia co n ste rn ad o c ó m o su hijo ícaro s e precipita d e s d e las alturas cuando ei

sol derrite las alas de cera que él m is m o había d ise ñ ad o . Orfeo, uno de tan tos h é ­

roes helenos, d e s c ie n d e al H a c e s , en el centro m is m o de la Tierra, para intentar

recuperar a s u e s p o s a Eurídice, muerta por la m o rd ed ura de una serpien te v e n e ­

n osa, a la qu e perdió por mirar hacia atrás an tes de lo permitido. En la O disea, Uli-

s e s . de re greso a itaca tras la G u erra de Troya, atraviesa lugares fantásticos en los

q u e vive con s u s c o m p a ñ e r o s todo tipo de s u c e s o s a s o m b r o s o s . Y se cuentan por


d e c e n a s las peripecias m aravillosas relatadas por au to re s tan d iverso s co m o Anto­

nio D iógen e s, Mecateo de Abdera. T e c p o m p o . Evémero, Y am bu lo o el m is m o Pla­

tón, q u e nos narra en el Critias. uno de s u s d iálo g o s m á s célebres, có m o un s a c e r ­

dote egipcio le describió las maravillas de la d e sap a re cid a isla de la Atlántida.

N o les van a la z a g a los r o m a n o s , cuya im agin ación viajera no parece con ocer

límites. D estaca por en c im a de to d o s ellos Luciano de S a m o s a t a , quien, ya en el

sigio li de nuestra era, tras a visar a su s lectores de que escrib e sobre c o s a s «q u e

no existen en a bso lu to ni por principio pueden existir», narra en su H istoria verí­

dica c ó m o una te m p e s ta d de casi tres m e s e s da con su ya d e s e s p e r a n z a d o navio

en las c o s ta s de un país de fábula habitado por viñ as que se quejan cu a n d o s e les

arrancan uvas, para luego ser lanzado a los cielos por un im p resion a nte huracán

que lo lleva hasta la Luna. Allí co n o c e a los selenitas, s e r e s fa b u lo s o s a u e no tie­

nen ano, hilan los m etales y el vidrio para hacer trajes, beben z u m o de aire, s e qui­

tan y ponen los ojo s y, por si esto fuera poco, hacen la guerra a los ca b alleros hor­

m ig a del Imperio del Sol, de ra s g o s y c o s tu m b re s no m e n o s im p ro b a b le s qu e las

suyas.

N o es extraño que el rastro de a ven tu ras s e m e ja n te s pu eda s e g u irse sig lo s d e s ­

p u és. en la Europa cristiana. A finales del sigio X¡v. Dante Alighieri, uno de los pa­

dres de la literatura italiana, d e scrib e en su Divina com edia uno de los viajes im a gi­

narios m á s célebres de la historia. El poeta, a c o m p a ñ a d o por el vate rom an o Vir­

gilio, d e s c ie n d e a ios infiernos, recorriendo uno a uno s u s nueve círculos para,

d e s p u é s de esca-ar los siete del purgatorio, hallar en el último a su a m a d a Beatriz y

a sc e n d e r por fin con ella a los cielos. Las n ueve e s fe ra s de firm a m en to sirven

c o m o testig o s de la culm inación de su periplo. Tras atravesar !a esfera de fuego,

¡os a m a n te s alcanzan prim ero la Luna; ’uego M ercurio, Venus, e Sol, Marte, Jú p i­

ter y Saturno; m á s tarde las estrellas fijas, y, po r últim o, en el centro de a corte

celestial, Dante y Beatriz co m p ren d en q u e han llegado a su destino: la Santísim a

Trinidad, que ilumina y ofu sc a a un tie m p o al poeta con su brillo d e slu m b rante.

Pero no son so lo los cristianos los que a m a n los viajes m a ra vi'lo so s. Las m il y

una noches, una recopilación de cu en to s tradicionales del Oriente M edio escrita en

bellísim a lengua árabe, no so lo describe de form a im aginaria la India, Persia. Siria,


China y Egipto, sino qu e n o s deleita con a s a ven tu ras de S im b ad el marino, cuyas

siete tr a v e s ía s fantásticas le co n d u cen a lugares de e n s u e ñ o en ios qu e d e scu b re

criaturas de fáb u la, d e s d e ballenas gra n d e s c o m o islas a pájaros form idables, p a ­

s a n d o por h o m b res que s e tra n sform a n en aves y gig an te s «co n los o io s c o m o

b ra s a s de fuego, ios dientes c o m o colmillos de j a b a : í y una gran m an díbu la co m o

la boca de un p ozo».

Los libros de caballerías, q u e hacían as delicias de: p u eb lo llano en la Europa

en tránsito entre la Edad M edia y el Renacimiento, con especial éxito en España,

son tam b ién g e n e ro s o s en n arraciones de periplos extraordinarios. De hecho, el

te m a central de to d o s ellos no es otro en rea idad que el viaje del caballero, indu­

cido por un a m o r s ie m p re id ealizado al extrem o y por su im p eriosa n ecesid ad de

vivir increíbles aven tu ras. Pero m ientras el héroe viajero de la Antigüedad solía

ten er un motivo concreto, el caballero carece de destino. S on los s u c e s o s im p re­

v isto s y m a ra villoso s q u e vive los que lo co n d u cen de un lugar a otro en una inter­

m inable e inverosímil ca d e n a de lances en los qu e ha de probar su valor. Así, en el

Libro de Alexandre. que data del prim er tercio del siglo xi 11, Alejandro M ag n o s o b r e ­

vuela el M editerráneo aferrado a un gran odre a m arrad o a d o s grifos ham brientos

q u e persigu en un trozo de carne agita d o sin c e s a r frente a s u s fa u c e s por el célebre

m o n a rca m a ce d o n io . De m o d o similar, en el O rlando fu rioso (1532), un hipogrifo

tra sla d a a vario s de los p erson ajes de país en país, reales u n o s, im aginario s otros.

Y en la m á s popu lar de to d a s las aventuras del género, la protagon izad a por el rey

Arturo y s u s míticos cab alleros de la Tabla Redonda, cuya versión m á s célebre

d e b e m o s al poeta fran cés del siglo x;i C'nrétien de Troyes, recorren es to s el m u n d o

entero en p os del S a n to G n a !, ¡a co pa de la q u e bebió J e s ú s en la última cena, invi­

sible a to d o s excepto a los puros de corazón.

A lg u n o s de aquellos p a ís e s de fábula tan a b u n d a n te s en los libros de c a b a ­

llerías alcanzaron existencia in d ependiente y se erigieron e los m is m o s en leyen­

das. A s í su ced ió con el mítico im perio del preste Juan — en realidad una d e g e n e ­

ración de khan o ja n , título propio de ios príncipes m o n g o le s — , so b e ra n o lege n ­

dario de un reino perdido en algún lugar de Oriente o de Africa en el qu e podían

hallarse los t e s o ro s m á s extraños y los o b jeto s m á s m iste rio so s, c o m o un esp e jo


c a p a z de m ostra r al m o n arca hasta el rincón m á s rem oto de su reino. Tan p e rsis­

tente fue la leyenda, q u e en el siglo XV. cu a n d o los exploradores p o rtu g u e se s alcan ­

zaron ¡as recónditas regiones del Africa oriental y entraron en las tierras regidas

por el n e g u s etíope, creyeron que habían d ad o por fin con la ubicación de: mítico

reino.

El legendario reino del preste Ju an, identificado con el n eg u s etíope, en un

m a p a contenido en e Theairum Orbis Terrarum, un atlas publicado en 15 70

por el célebre cartógrafo fla m e n co A brah am Ortelius en la ciudad de A m b ere s.

Lejos de agotarse , la tem ática del viaje fantástico se revitaliza en el siglo x v i de

la m a n o de los p rim ero s a v a n c e s científicos. Una leyenda china de finales c e la

centuria narra c ó m o un noDle ayu d ad o por s u s cuarenta y siete criados se eleva

hasta la Luna en una silla p ro pu lsad a por cuarenta y siete co h etes, aun q u e nada

dice la historia de lo que d e s p u é s le acon teció. Pero e s en Europa d o n d e hechos

tan d e stac ab les co m o la invención del tele sc o p io po r Galileo proporcionan un

m ayor im p ulso a la literatura de viajes m aravillosos. En 163^.. Ludwig Kepler, hijo

del célebre a str ó n o m o Jo h a n n e s Kepier, autor de ías leyes planetarias que llevan su

nom b re, da a la prensa S o m n iu m , novela p o s tu m a de su padre que narra un viaje a


la Luna en el que s u protagonista, un tal D uracotus. d e s p e g a en m edio de un e s ­

truendo gig an te sco con tal fuerza qu e s u s m ie m b ro s resultan casi a p la s ta d o s por

la aceleración, pero uego se d e sp laz a sin n ecesid ad de m otor a igu n o hasta a lc an ­

zar la superficie de satélite. Allí s e encuentra con los selenitas, seres extraños,

pero m uy bien a d a p ta d o s a su m edio, qu e crecen muy deprisa, viven m uy po co y

guardan su e s c a s a y va liosísim a a g u a en o s c u ra s y frías c u e vas para protegerla de

las in so portables tem p era tu ra s diurnas.

A go m e n o s r e s p e tu o s o s con e esta d o del con o cim ien to científico de la ép oca

fueron otros relatos de viajes publicados por en to n ces. En E! hom bre en la Luna, de

Francis G odw in (1638), el protagonista, a la sazón un hidalgo castellano, alcanza

nuestro satélite en una im probable balsa tirada por g a n s a s para hallar allí una ex­

traña civilización de individuos g ig a n te s c o s y m uy a v a n z a d o s que practican la

e u g e n e s ia con fruición envidiable incluso para los a n tigu os es p a rta n o s. Pero es sin

duda la obra del fran c és Cyrano de Bergerac la llam ada a erigirse en auténtico epí­

t o m e de e s ta s fantásticas n arracion es de viajes g e s ta d a s en la d in ám ica Europa de

los d e scu b rim ie n to s geográficos. E! otro m u n do es c o n sid era d a por m u c h o s c o m o

una de as prim eras n ovelas de ciencia ficción, a u n q u e nunca podría serlo en puri­

dad, p u es no so lo no hay rastro algun o de ciencia en ella, sino que tanto daría que

la acción hubiera transcurrido en el París del siglo x v n , ya que !a obra en s í no es

sino un m e d io de tra n sm isió n , un mero pretexto o artificio para la expresión de las

inquietudes filosóficas del autor y su ácida crítica a la so ciedad occidental de su

tiem po. Por lo d e m á s , el libro, q u e se divide en dos partes. Historia cóm ica de los

Estados e im perios de ¡a Luna (1657) e H istoria cóm ica de los Estados e im perios del

Sol (16 6 2), no carece de encanto, quizá por lo inverosímil de s u arg u m e n to, d e s ­

arrollado con el estilo atrevido, irónico, vivaz y su geren te q u e caracteriza al autor.

En la prim era parte, Cyrano narra c ó m o liega a a Luna valién do se, c o m o en el

preceden te chino, de una m áq u in a im p u lsad a por co h ete s, y allí encuentra que

nuestro satélite está habitado por g ig a n te s c o s s ere s h u m a n o s de d o c e pies que

andan a cuatro patas y miran hacia abajo, co m en con el olfato, escu ch a n ¡os libros

en lugar de leerlos y s e iluminan m edian te fra s c o s repletos de cu rioso s g u s a n o s

lu m in isce n tes. Pero nada de e s o es im portante, p u es página tras págin a el autor


dedica su es fu e rz o y s u ingenio a describir co s tu m b re s e instituciones que no son

sino el reverso virtuoso de las terrestres, de m o d o qu e la ob ra se convierte en un

fu stig ad or alegato contra la s o cie d a d de su ép oc a. Muy sim ilar es la s e g u n d a parte

de a obra, con la salvedad de que a h ora es el Se!, y no la Luna, el destino de n u e s ­

tro protagonista

Im agen q u e representa ¡a extraña m á q u in a pro p u lsad a por una suerte de

viento s o la r con !a que Cyrano viaja a nuestra estrella en su obra p o s tu m a

Historia cóm ica de los Estados e im perios de' Sol (1662).

En 16 6 8 , a p e n a s restaurada la m on arqu ía en Inglaterra, publicaba M argaret

C aven dish . e s p o s a de: prim er d u q u e de N ew castle. una extraña novela que. am én

d e ser la prim era firm ada en Europa por una mujer, sin s e u d ó n im o , y con una

protagonista tam bién mujer, se e m b a rc a en a descrip ción de un extraño m u n do

su bterrán eo, e m u n d o ardiente, q u e da título a la obra (The Description o f a N ew

World, caíled the B lazin g World). En un viaje pletórico de aven tu ras, una joven s e ­

cu estrada por un com ercian te I eg a a las regiones polares, d o n d e halla una extraña

ciudad su bterrán ea poblada por un sinfín de es p e c ie s híbridas s e m ih u m a n a s que

harían las delicias del do c to r M oreau, una tecno logía m u y a van z ad a y una form a
de gob ierno ideal que. sien d o la autora e s p o s a de un con ven cid o partidario de C ar­

los II, no podía ser otra qu e una m onarqu ía a b so lu ta de derecho divino.

El sigio x v n i , ilu m in ado po r el definitivo y v ig o r o so d e sp erta r de la razón, no

a b a n d o n a el género, pero lo tiñe con las p re o cu p a cio n es de su ép oc a. C o m o bien

ha s e ñ a la d o Paul Hazard, a co nciencia eu ropea de ia centuria d e scu b re en el viaje

a lugares re m o to s y extraños la fo rm a m á s su geren te de describir s o c ie d a d e s idea­

les en las qu e han q u e d a d o de¡ to d o resueitos los p ro b lem a s y olvidadas las p re o ­

cu p a cion e s que su m ía n en la zozobra a los ilu strad os del m o m e n t o (Hazard, 19 9 1:

passim ). Pero ¡a utopía m erecerá epígrafe aparte dentro de este m is m o capítulo.

Baste ahora con decir qu e el viaje fantástico s e reviste en el sigio x v tn de una

m ayor p reo cu pació n científica, c o m o era de es p e ra r en la era del racionalism o, y

s u s de stin os, an tes lim itados, se diversifican para a barcar no so io la Luna y o s

continentes aún m iste rio so s por inexplorados, sino u gares tan pin tore scos com o

las entrañ as m is m a s de la Tierra o m u n d o s ya del todo distintos y a le jad o s de

nuestro propio s is te m a solar.

N o por ello pierde la Luna interés c o m o de stin o de tales viajes fan tástico s. La

relación de ob ras q u e tienen a nuestro satélite c o m o destin o de las m á s im p ro ­

bab les expediciones y hogar de las m á s d isp ara ta d a s s o c ie d a d e s sería inter­

m inable. Baste con citar a q u í a lg u n a s de ellas a título de ejem plo, p u es ni s u valor

literario ni su pericia imaginativa son, por lo general, notables. En 17 0 3 . Daniel

Defoe. autor de la céiebre novela Robir.son Crusoe, da a la pre n sa E! cor.solidaáor. en

la qu e el pro tagon ista, el sab io selenita afincado en China M ira-Cho-Cho-Lasm o.

retorna a su hogar en una nave p ro p u is a c a por un m o to r de explosión y provista

de quinientas trece p iu m a s de naturaleza m isteriosa. En 17 2 7 ve la luz el Viaje a

Cacklogallinio, de S a m u e l Brunt, en el qu e el protagon ista n aufraga en una remota

isla poblada por u n as p ro d igio sa s gallinas racionales de gran ta m a ñ o que lo envían

a a Luna para que se en riquezca con el oro de s u s m o n ta ñ as. Y no faltan autores

e s p a ñ o le s en ¡a relación, a lg u n o s de ellos de cierta celebridad, lo que revela ei inte­

rés q u e este tipo de novelas tenía para las c la s e s so ciales cultivadas de la ép oc a.

En 1 7 7 5 , M anu el Antonio de Rivas, un fraile franciscano, publica, bajo un título tan

extenso que seria despilfarro de es p a cio con sig n arlo aquí, as a ven tu ras lunares de
un tal O n é s im o Dutalón, que había alc an z a d o nuestro satélite en una su erte de

avión primitivo d o ta d o de alas y tim ón. Otro españ ol, el a bate M archena, publica

en 178 7 en su efím era gacetilla ilustrada El O bservador la prim era parte de a narra­

ción de s u propio viaje a la Luna, que no pudo cu lm inar por prohibir su periódico

la Inquisición, a cu s á n d o lo de conten er «doctrin a falsa, errónea, tem eraria, que

ofende a ios oíd o s p ia d o s o s , inductiva al puro materia ism o. y con im á g e n e s o b s ­

ce n a s » .

Pero la noved ad en aquella centuria iconoclasta fue e s c o g e r c o m o de stin o del

viaje fantástico d estin o s m á s im aginativos y m e n o s familiares q u e nuestro satélite.

U n o de los de m ayor éxito, a u n q u e en m o d o alguno el único, fue el interior de la

Tierra. Tal es el c a so de T yssot de Patot. que publica en 17 2 0 su Viaje a G roenlandia

de Pierre de M ésange. en el q u e el viajero encu en tra bajo la superficie de la gran isla

helada nada m e n o s q u e cuatro ciu d ad es, fu n d a d a s , seg ú n le explican s u s habi­

tantes, por africanos aUí llegados cuatro mi a ñ o s antes, cu a n d o su isla se d e s ­

prendió del continente. En e s e lugar to do es c o m ú n y de to d o s e hacen porcion es

iguales, a u n q u e la novela tiene m á s de aventura q u e de c o m u n is m o .

S im ilares s o n por su tem a las o b ras de C harles de Fieux, caballero de Mouhy,

que da a la pren sa entre 1735 y 173 7 su a rgu ísim a novela Lam ekis. en la cual un

aven tu rero egipcio, hijo a !a saz ó n de un s u m o sac erd o te de la edad de los fara o ­

nes, d e scu b re tam bién bajo tierra un m u n d o fantástico po b la d o por gig a n te s co s

h om b res g u s a n o y a gre siv a s abe jas, y del noru ego Ludvig Holberg, autor de Nico-

1ai Klimii iter subterraneum (El viaje subterráneo de Nicotai Klirni). en a q u e el prota­

go nista ca e por una cueva al centro de la Tierra, d o n d e halla todo un un iverso inte­

rior d o ta d o de su propio sol y s u s plan etas, en uno de los cu ales, al contrario que

en a Europa de s u ép oc a, gobiernan las m ujeres.

La relación sería casi interminable, pero debería m e n cio n a r n ec esa ria m en te al

v e n e cia n o G ia c o m o C a s a n o v a — ya a n cia n o aceptable literato, a u n q u e célebre en

su juventud s o b re todo por s u s aventuras a m a to ria s — , qu e cayó tam b ién en la

tentación de escribir un libro de viajes extraordinarios, el titulado Icosam erón o La

historia de Eduardo e Isabel, que pasaron ochenta y un años entre los m egam icros,

oriundos del protocosm os en el interior de nuestro planeta (1788). En esta obra, el


aventurero y diplom ático italiano describe un im aginario m u n d o subterráneo

cuyos cu rio s o s p o b lad ores, o s m e g a m ic r o s, son extraordinarias criaturas de

m edio m etro de altura, con la piel de co lores v a ria d o s, telépatas e inm ortales. Su

so cie d a d , dividida en ca s ta s y orga n iz ad a en reinos y a lg un a repúb ica. dista de ser

perfecta, pero da pie al a g u d o c o n q u ista d o r ven e cia n o para, al igua que Cyrano

an tes que éí, lanzar una m o rd az crítica contra los u s o s y c o s tu m b re s de su época.

Pero el cu lm en del gé n ero en el Siglo de las Luces se había alc an z a d o ya antes

con una obra m u ch o m á s célebre y profunda que a dei aventurero italiano, a d e ­

m á s de un ve rd a d e ro clásico de la literatura en lengua inglesa. Los viajes de Gulliver,

de Jonathan Svvift (1726), narra las peripecias por las que se ve obligad o a p a s a r el

m é d ic o de un barco, qu e n aufraga cerca de las c o s ta s de T asm ania, a lo argo de

cuatro viajes que c o m ien z an cu a n d o , arrojado por las a g u a s , despierta so b re una

playa para d e scu b rir q u e ha sido aprisio n ad o m ien tras dorm ía por u n o s s o rp re n ­

dentes hom breci los. los liliputienses, de a p e n a s quince cen tím etros de altura.

G r a b a d o de Los viajes de Gulliver. de jo n a th a n Swift (1726), que representa el

pasaje de ia obra en que el protagonista despierta en el país de Liliput y se

encuentra atado con s o g a s por s u s dim in u tos habitantes.

El libro introduce un a sp e c to que no p o s e e ningún otro de la ép oc a. Junto a los

habituales a s p e c to s de crítica social y política propios de a literatura de viajes del

sig o x v m , que do m in an la descripción de tres de los cuatro periplos. el qu e narra


las peripecias del protagonista en la isla volante de Laputa a ñ a d e un elem en to

nuevo: la ciencia. Se erige con ello Swift en u n o de o s p ion ero s m á s autorizados

de a ciencia ficción m o d ern a, a un qu e no s ie m p re se le recon ozca e s a condición.

Las d e scrip cio n es técn icas de los m e c a n is m o s que permiten volar a la isla, a sí

c o m o de la tecn ología de c u e d isp on e n sus habitantes, que les deja incluso saber

que Marte p o s e e d o s satélites — algo que no s e conocía aún en 1 7 2 6 — , son m ás

propias del género que nos o cu p a tai c o m o hoy lo e n te n d e m o s q u e de la literatura

de viajes co m o la h e m o s descrito hasta ahora. Por s u p u e s to , se trata de un a s ­

pecto secun d ario de la obra de Swift, que presta m u ch a m á s atención, incluso en

este relato concreto, a la crítica social y política, pero lo cierto es q u e se encuentra

ya a h í y no p u ed e obviarse.

Gulliver d e s c u b re la isla volante de Laputa, ilustración para la obra del

caricaturista fran cés ). J. Grandville (1856).

Otro destin o poco visitado con anterioridad que alcan za cierta popularidad en

el siglo x v in es el es p a cio exterior. También a q u í la relación s e haría interminab.e.

Tip haign e de la Roche publica en 175.4 Am ilec, o La sem illa de hom bres para poblar

los planetas; Marie-Anne de R oum ier escribe en 176 5 Viajes de M llord Ceton a los

siete plan etas; Vasi i Lyovshin da a la pren sa en 17 8 4 El viaje novísim o, y, en fin, de


179° ¿ a t a Urania, reina de S ardan ap alia en el planeta Sirio, escrito por el a.e m án

Jo h an n Friedrich Ernst Albrecht. Pero la m á s célebre de las narraciones s o b re via­

je s fan tástico s al es p a cio exterior es la de Francois-M arie Arouet, m á s con ocid o

c o m o Voitaire, u n o de los filósofos ilustrados m á s co n o c id o s e influyentes de la

centuria.

Titubada M icrom egas y publicada en 1752. no e s en realidad sino un cuento filo­

sófico que d e scrib e la visita a a Tierra de un s e r originario de un planeta de la

estrella Sirio lla m a d o a s í y de su c o m p a ñ e ro del planeta Saturno, pretexto del que.,

c o m o era habitual, s e vale el autor para llevar a ca b o una sátira moral de las c o s ­

tu m b re s de su tie m p o . H ab ien d o leído a Swift. c o m o sin d u d a lo hizo, no pu ed e

sino interpretarse qu e en la obra del filósofo francés subyacía una finalidad s e m e ­

jante: reflexionar s o b re la pluralidad de los m u n d o s p o sib les, d e scu b ierto s y por

descubrir, y la relatividad de s u s características >• su ta m a ñ o en función de as pro­

pias dei ob servador. Al igual que Gulliver e s un gigante en Liiiput, el país de los

en a n o s, y un en a n o en B robd ingnag, el país de los gig antes, el habitante de

Saturno es un en a n o en com p ara ció n con su cam a ra d a , y un gigante junto a los

habitantes de la Tierra; tam b ién él es, c o m o to d o s los s ere s vivientes, una especie

de m ic ro m e g a s, gran de y p e a u e ñ o a un tie m p o . Es so lo cuestión de perspectiva,

porqu e ¡a observación neutral, c o m o se encargaría de d e m o s tra r H e is e n b e rg en

1925, no existe. Se abría ca m in o a idea adelan tad a por el iluminista S w e d e n b o rg en

su obra De Telluribus (1758): inn u m erab les m u n d o s hab itados en un un iverso infi­

nito. La ciencia ficción e s p e ra b a a la vuelta de la esqu in a ; solo sería necesaria a

Revolución Industrial para cristalizar un p ro c e s o que la Ilustración había p u esto en

m arch a (Calderón, 2 0 1 2 ) .
LA U TO P IA

El viaje fantástico, e m p ero , no fue el único de los t e m a s que la literatura anterior a

sig o X IX dejaría en herencia a la ciencia ficción. Otro de ellos, la utopía — y su re­

v e rs o ten e b ro so , la d istop ía — estab a tam b ién llam ado a hallar a c o m o d o duradero

en las ob ras del género. E n ten d e m o s por utopía, de a cu erd o con la definición de

n u estra Real A cadem ia, aquel plan, proyecto, doctrina o s is te m a d e s e a b le q u e p a ­

rece de m uy difícil realización, o bien ¡a representación imaginativa de una s o c ie ­

dad futura de características favo re ce d o ra s del bien h u m an o. Pero con m e jo r preci­

sión la ha definido uno de los m ayores expertos en el te m a , Raym ond Trousson.

q u e afirma qu e s o lo pu ed e hab larse de utopía cu an do

[...] en e¡ m arco de un relato (lo que excluye a los tra tad os políticos), figure d e s ­

crita una c o m u n id a d (lo que excluye la rob in son ad a), o rga n iz ad a s e g ú n ciertos

principios políticos, e c o n ó m ic o s , m ora les, q u e restituyan ía co m piejidad de la

vida social (lo que excluye a ed ad de oro y a arcadia), ya se presente c o m o ideal

que realizar (utopía constructiva) o c o m o previsión de un infierno (la antiutopía

m od ern a) y s e sitúe en un es p a cio rea! o im aginario o tam b ién en el tiem po o

aparezca, po r último, descrita al final de un viaje imaginario, verosím il o no.

Trou sson , 1995: 35

En cualquier c a s o , ya la etim olo g ía del v o c a b o es bastan te elocuente, p u es pro ­

viene de las v o c e s griega s oti 'n o ’ y l ó n o c 'lugar', es decir, nos e sta ría m o s

refiriendo a a go qu e no tiene lugar, o. en otras palabras, qu e nunca ha sido. Por el

contrario, su reverso, la distopía. no sería sin o la representación ficticia de una

so ciedad futura de características n eg ativas c a u s a n te s de la alienación h um ana.

Pero la cuestión que a h ora n o s o cu p a e s cu á n d o e m p e z ó el ser h u m a n o a intere­

sa rse por este a su n to . A unq u e, c o m o e s sab id o, la expresión fue acu ñ ad a en el

sig o x v i por el inglés T o m á s M oro para referirse a una so ciedad ideal, y por lo

tanto inexistente, que describía en su novela del m is m o nom b re, el te m a , si d a m o s

a utopía una acep ción m e n o s exigente y restrictiva que la que p ro p o n e Trousson,

se rem onta m u c h o s siglos atrás, m ilenios incluso. La historia, una vez m á s , pa ra ­

fra s e a n d o a S. N oa h Kramer, em pieza en S um eria. En un p o em a escrito p ro b a ­

b lem ente unos mil q uinientos a ñ o s an tes de nuestra era que narra ias aventuras de
un típico héroe su m erio, Enmerkar. se lee:

En aquellos tie m p o s no había serp ientes, no había esc o rp io n es, no había hienas.

N o había leones, no había perros salv a je s ni lobos.

N o había m ie d o ni terror.

El h om bre no tenía rival.

A s im is m o , en la antigua Persia, el m a z d e ís m o , religión de Estado im p ulsad a

por e! profeta Zaratu stra, desarrolla la idea del pa raíso perdido, tradición luego

recogida en el G é n e s is , prim er libro de la Biblia y la Tora, y asim ilad a por judíos,

cristianos y m u s u lm a n e s , q u e lo convierten en re co m p e n sa de los ju s to s tras la

m uerte. No e s la única alu sión; de hecho, la Biblia está colm ada de ellas, tan to en

el Antiguo co m o en el N u e vo T estam en to . En el Libro de los Reyes, por ejem plo,

se d e scrib e el reinado de S a lo m ó n , y s e dice que bajo su gob iern o «Israe l y Judá

habitaban tranquilos, ca d a uno bajo s u parra y su h igu era» (Reyes I, 4:25). Y en el

Libro de los H e c h o s de los A po sto es, que d e scrib e la vida cotidiana de una c o m u ­

nidad que c u m p le las d e m a n d a s de Cristo, se nos dice que « e s ta b a n ju n to s y t e ­

nían en co m ú n to d a s las c o s a s ; y vend ían su s pro p ie d a d e s y s u s bienes, y lo repar­

tían a to d o s s e g ú n la n ecesidad de cada uno. Y perseveran d o u n án im es ca d a día

en el tem plo, y partiendo el pan en las c a s a s , c o m ían ju n to s con a egría y sencillez

de c o ra z ó n » (H e ch os 2:44-46).

La utopía existe tam bién, por s u p u e s to , en el mito griego. En la m is m a O d is e a

de H o m e ro (siglo vi 11 a. C.), las peripecias de Ulises lo llevan a la isla de los Bien­

aven tu ra d o s, d o n d e residen los h éroes d e s p u é s de m u ertos, los c a m p o s son

fe c u n d o s y el corazón se halla por fin libre de dolor. También en la célebre obra de

H e sío d o Los trabajos y los días, m á s o m e n o s c o n te m p o rá n e a del p o e m a h om érico,

se describe con nostalgia — cualquier tie m p o p a s a d o fue m ejor— una legendaria

Edad de O ro en ia que los h o m b res vivían

[...] c o m o d iose s, con el corazón libre de pre o cu p a cio n es, sin fatigas ni miseria;

no s e cernía sobre ellos !a vejez despreciable, sino que, s ie m p re con igual vita ­

lidad en piernas y brazos, se recreaban con fiestas, ajen os a cualquier clase de

m a 'e s . Morían co m o s u m id o s en un s u eñ o ; po seía n todo tipo de alegrías; el

c a m p o fértil producía e s p o n tá n e a m e n te h e r m o s o s frutos y en abu n dan cia Ellos,


con tentos y tranquilos, alternaban s u s fa e n a s con n u m e r o s o s deleites. Eran ricos

en rebaños y entrañables a los d io s e s b ienaventurados.

Pero en reaiidad, al m e n o s en O ccidente, el prim er m o d elo de s o cie d a d utópica

se lo d e b e m o s a Platón, q u e desarrolló en un o de su s m á s célebres d iálo go s. La

R epública, una detallada descripción del régim en político ideal. De acu erd o con el

filósofo ateniense, que escribe a c o m ie n z o s de: siglo IV a. C., dicho régim en q u e ­

daría a s e g u ra d o por m edio de la división de la s o cie d a d en tres e s t a m e n t o s : los

gob ernan tes, los guerreros y los productores. C ad a uno de ellos quedaría limitado

por fronteras rígidas y bien definidas, y tam bién lo serían su ed u cación , s u s vir­

tu d e s, s u s d e rec h o s y s u s ob ligacion es. C o m o e s de esperar, a los gob ernantes les

estaría reservada la gestión del p o d e r político, p u es para ello s e >es habría for­

m a d o, y no serían otros que los filósofos, lo que a se gu ra ría e! gob ierno de los m á s

aptos. N o existiría privilegio a g u n o en su condición, pues, para evitar su corru p ­

ción, les estaría v e d a d o p o s e e r b ien es y el c o m u n is m o en su s en o sería tan c o m ­

pleto que abarcaría incluso a s u s m u jeres y a su pro'e, qu ed an d o a s í « lib res de

to d a s las querellas a que el dinero, los niños y los familiares dan lugar». En cuanto

a las otras clases, a los g u a rd ia n es com petería la d e fe n s a de la ciudad y a los pro­

du c to res s u a b a stec im ie n to de c u a n to s bienes se estim aran n ec esa rio s para una

vida feliz. En palab ras qu e Platón p on e en boca de su m a estro Sócrates:

N o habrá, mi querido G lau cón, dism in u ción de los ma es que a sola n o s E sta ­

dos. ni siquiera de los q u e afectan al género h u m an o, a m e n o s q u e los filósofos

sean reyes de ios Estados, o que los que ahora se dicen reyes y s o b e ra n o s pasen

a ser ve rd a d e ro s y serios filósofos, y se vean reunidas en ¡os m is m o s h o m b r e s a

potencia política y la filosofía, ju nto con una ley rigurosa que aparte de ¡os a s u n ­

to s públicos a la gran cantidad de h om b res cuyo talento les lleva a d e d ic a rse a

una o a otra c o s a exclu sivam en te; an tes de to do esto la constitución qu e ideal­

m ente a c a b a m o s de trazar, en la m e d id a qu e sea realizable, no nacerá ni verá la

luz del día.

Pero si la s o cie d a d detallada por P atón en La República se nos antoja utópica,

lo es m u ch o m á s la que se vislu m b ra en d o s de s u s últim os d iálo go s, ei Tim eo y el

Critias. En ellos d e scrib e el filósofo aten ien se la mítica isla de la Atlántida, que
aparece ante n u estro s o jo s c o m o e p ito m e de a abu n d a n cia y la justicia, pero ta m ­

bién de la arrogancia y la sobe rb ia que pu ed e alcanzar el ser h u m an o cu a n d o se

cree d u e ñ o a bsoluto de su destino, c e n s u r a d a s en e! Critias bajo la form a de un

m a re m o to con el qu e los d io s e s castigan a los atlantes h un diendo su isla en el

o céan o. Utopia y distopía s e dan a s í la m a n o en e s t o s últimos frutos dei ingenio

platónico.

A lg u n o s de los libros griego s s o b re viajes fan tástico s que s e ñ a lá b a m o s en el

epígrafe anterior p o see n también un m a rca d o contenido utópico. La mítica Hiper­

bórea e s descrita por H ecateo de Abdera, co n te m p o rá n e o de P a t ó n , c o m o una

s ociedad perfecta en a qu e reina la paz y la justicia. La Panquea, id eada por Evé-

m e ro ya en el siglo ili a. C., s e nos presenta tam bién c o m o una utopía d e m o ­

crática. En su Inscripción sagrado, que c o n o c e m o s solo a tra v és de frag m en to s, d e s ­

cribe una so ciedad en la q u e a propiedad privada se limita a la c a s a y su jardín, y

p erfectam ente arm ón ica, sin policía ni violencia, en !a qu e solo los s a c erd o tes que

la a dm inistran reciben una parte m a y or que los d e m á s . M ás igualitaria aún es la

s ociedad descrita a lg o m á s tarde, ya en e! siglo 11 a. C., po r Yam buio. en la que ni

aun el clero disfruta de privilegios ni existe propiedad de ningún tipo, ni siquiera la

d e ios h ogares, pero to d o s deben trabajar, p u es e trabajo universal es, preci­

s am en te. la única garantía de la igualdad duradera entre las p e rso n a s.

Fresco c o n s e rv a d o en la isla griega de Santorini que representa una ciudad


rodeada por varios ce rcos de a gu a, con s u s habitantes a s o m a d o s en ¡as

terrazas, sin du d a una representación de la mítica isla de a Atlántida.

E stas o b ra s , por lo general d e s c o n o c id a s, tienen m u ch a im portancia. En el as

en c o n tra m o s ya, c o m o d e stac a Rafael Herrera (20 13: 62), to d o s los ele m e n to s de

la utopía ta c o m o llegará al Renacim iento: una filosofía social y política bajo form a

literaria q u e ubica al protagonista en una tierra ejan.a, por lo general una isla de tie­

rra m uy fértil, en la qu e se ha desarrollado un s is te m a perfecto de vida en com ú n .

C u an d o los filósofos es to ic o s extiendan al m u n d o en su totalidad e s a idea, im a g i­

nando una h u m an id ad con ceb id a c o m o una in m e n s a e c ú m en e dirigida por el

logos, la razón u n iversa 1', se habrá incluido el esla b ó n necesario para unir los do s

p e d a z o s de la c a d e n a, el clásico y el renacentista, a través de la utopía cristiana.

P ues el cristian ism o heredará las utopías clásicas, filtradas por ei tam iz estoico de

la universalidad, sin m á s diferencia q u e su ubicación en una d im en sió n metafísica

de la realidad: la vida eterna.

Por ello e s tan distinta de la utopía platónica la id eada por A gustín de Hipona

en s u obra La ciu d ad de Dios, escrita por el padre de la Iglesia en los a ñ o s de su

vejez, entre el 4 1 2 y el 4 2 6 de nuestra era, aún bajo la co n m o c ió n qu e para él s u ­

p u s o el saq u e o de Rom a a m a n o s de los v is ig o d o s de Agárico. A diferencia de a

mayoría de as u topías, la del san to africano no p o s e e ni pretende p o s e e r exis­

tencia material; se trata de una c o m u n id a d de índole espiritual, tra su n to del propio

pa raíso terrenal, que existe ya en la realidad fo rm ada por aquellos que creen en

Cristo y viven de acuerdo con s u s e n s e ñ a n z a s , por o p osició n a la ciudad del dia­

blo, en ia que habitan q u ien e s rechazan el m e n sa je cristiano, p u es, c o m o el m is m o

san Agustín escribe, « la s d o s ciud ad es, en efecto, s e encuentran m e z c la d a s y co n ­

fu n d id a s en esta vida terrestre, hasta qu e !as separe el juicio final». Regida por el

amor, la paz y la justicia, su triunfo q u ed ará a s e g u ra d o por ¡a s e g u n d a venida de

Cristo, q u e p o ndrá fin definitivo al reinado de: diablo.

Pero e s el Renacimiento, culmen de ia fe en el ser h u m an o y en las ilimitadas

posibilidades de su intelecto liberado a! fin del o s c u ra n tis m o medieval, el m o ­

m e n to de la prim era eclosión de las utopías en la iteratura occidental. La pionera

entre ellas — y la m á s célebre, al punto de proporcion ar s u n o m b re al g é n e ro — es


la Utopía, de Tom ás M oro ( 15 16 ). En esta breve obra, el filósofo y político inglés,

sin du d a tan influido por su estrecha relación con el h u m an ista E rasm o de Rotter­

dam c o m o a s q u e a d o po r la m e z c u in d a d de las clases dirigentes in gle sa s de su

tiem po, genuina distopía qu e nos d e scrib e en la prim era parte del libro, concibe

u n a so ciedad c o m u n is ta en la qu e los bienes m ateriales s e com parten e incluso las

c a s a s s e sortean ca d a diez a ñ os para prevenir un excesivo a p e g o a ellas de sus

m o ra d o re s . Porque para M o ro la raíz de to d o s los m a le s no es otra que la pro­

piedad privada. « C r e o q u e d o n d e hay propiedad privada y d o n d e todo se m id e por

el dinero — afirm a— difícilmente se íogrará q u e la c o s a pública se adm in istre con

justicia y s e viva con p ro speridad». Y por ello, en e s a so ciedad sin cla s e s , a igual

que en la república platónica, e go b iern o no pu ed e estar en m a n o s de q u ienes se

m u e v e n tan soio por el an sia de poseer, ni de reyes hereditarios que puedan c o n ­

vertirse en tiranos. Se trata, m á s bien, de una suerte de polis griega en la que q u e ­

dan equilibrados el principio m on árqu ico , el aristocrático y ei dem ocrático, p u es el

pueblo e s c o g e a su s re p resen tantes y al príncipe que osten ta el gobiern o, pero los

a s u n to s im portantes han de s e r co n su ltad o s por ellos con las ge n tes a las que

representan. Por lo d e m á s , en Utopía existe la esclavitud, pero se nutre de delin­

cu entes; la tecn ología, muy a v a n z a d a — en las granjas de pollos existen inclu so in­

c u b a d o ra s — , se concibe c o m o un in stru m ento para liberar al h om bre del trabajo,

que se limita a seis horas al día; el m atrim on io e s indisoluble, pero s o lo porque los

e s p o s o s se co n o c en bien, tanto en a lm a co m o en cu erpo, antes de la b oda; cada

cual puede practicar la religión que le apetezca, y la eu ta n asia e s legítim a cu a n d o la

vida se torna insoportable.

En la estela de Moro, las utopías proliferaron en la Europa del Renacim iento y

el Barroco c o m o s e ta s tras la su a v e lluvia de otoño. Otro a m ig o de E rasm o, el

esp a ñ o l Juan M ald on ad o. d e scrib e en su So m n iu m (1532) una so ciedad ideal ubi­

ca d a en a Luna en la que so lo la razón y la ju sticia gobiernan la vida de s u s felices

m o ra d o re s. Le siguen m u c h a s otras: El m un do cuerdo y loco, de Antón Francesco

Doni (1552); La ciudad fe liz (1553), de Francesco Patrizi de C h e rso; Form a de una

república católica (1581), de Francesco Pucci; La república im aginaria (1588), de

Ludovico Agostini de Pesaro; La república de Evandria (1625), de Ludovico


Zu cco lo... Pero es n ecesario detenerse un poco en tres o b ras q u e alcanzaron cierta

influencia y notoriedad, a u n q u e en nada c o m p a ra b le s a la de T o m á s M oro.

La primera de ellas es La C iudad del Sol. escrita por el dom in ico italiano Tom-

m a s o C am pan ella en 1 6 0 2 , durante su estancia en la cárcel de N á p o ie s. dond e

cum plía co n d en a por haber liderado una su blev ación en Calabria contra la Corona

es p a ñ o la . La obra es, d e s d e uego, una utopía, pero mientras la de Moro es de

inspiración h um an ista, la de C am pan ella se n os a p are ce m á s bien c o m o una t e o ­

cracia c o m u n is ta de inspiración m edieval y mi enarista. A u n q u e su ciudad ideal se

halla, c o m o la de Piatón, g ob ern ad a por filósofos, y la ed u cación de las m a s a s

constituye una de las prioridades de e s e gobierno, no lo es m e n o s s u bienestar,

b asa d o en un notable desarrollo tecn ológico orientado a la dism in u ción del trabajo

físico y en la s u p resió n de toda form a de propiedad privada Así, los h o m b r e s tra­

bajan ju ntos cuatro horas al día, c o m e n y d u e rm e n en co m ú n , y co m p arte n su s

bienes, s u s m u jeres y s u s hijos. La c o m u n id a d s e im pone so b re el individuo, pues

en a Ciu dad del Sol el e g o ís m o no tiene cab ida bajo ninguna de s u s form as. El E s­

ta d o selecciona a las parejas por s u com patibilidad: regula el m o m e n to en que

deben en tregarse a la procreación, e incluso las adiestra para ello, a un qu e las rela­

cion es sexu ales son libres. Por último, no existe otra religión que la cívica, una

suerte de d e ís m o qu e rinde culto al Creador, sin iglesia ni clero distinto de ios fun­

cionarios m is m o s .

M á s tarde, en 1 6 1 9 , el célebre alqu im ista Joh an n Valentín A ndreae escribió

Cristianópolis. prim era utopía cristiana de inspiración protestante que p lasm a bajo

la fo rm a de so ciedad idea las a sp irac io n es p rog ram áticas del m ovim iento ilumi-

nista de los rosac ru ce s. de cuyos tres textos fu n d acion ale s — Fam a Fratem itatis

( 16 14 ) , Confessio Fratem itatis (1615) y Las bodas quím icas de Cristian Rosencruzt

( i 6 1 6 ) — parece haber s id o autor (fñigo, 2 0 1 0 : 20 6). En esta obra, quizá la m á s ori­

ginal de las tres, el propio escritor se topa por casu alid ad , tras un naufragio s im b ó ­

lico de su barco Fantasía, hundido por los vientos de la Envidia y la C alum nia, con

la isla de C afa rs a la m a (literalmente 'aldea de paz’ ) en la Antártida. Allí d e scu b re

con goz o una so ciedad cristiana ideal, una c o m u n id a d pequeña, de unos cu a tro ­

cientos habitantes, en rea idad una suerte de gran m o n a sterio mixto d edicado a ia
en se ñ an z a, en el que conviven en perfecta arm onía h om b res, m u je res y niños.

También aquí, c o m o en la utopía de C am p an e lla y en la de T o m á s M oro, !a pro ­

piedad e s colectiva, la herencia está prohibida y el trabajo es llevadero y sin discri­

m in ación hacía los sex o s ni los oficios. Por otra parte, las leyes son e s c a s a s y

sencillas; los c a s tig o s , leves, y el con ocim ien to, el anheio s u p re m o que dota de

sentido a la vida com unitaria, no se trata de un co n ocim ien to so lo filosófico, sino

tam bién científico. N o por casu alid ad , el laboratorio, co n c eb id o de acu erd o con

¡os m á s puros cá n o n e s de la alquim ia, o cu p a un lugar preferente en la ciudad.

C o m o el m is m o autor s e ñ a ^ :

Represen tación ideal de Cristianópolis. la utopía protestante de Johann

Valentín A ndreae, tal c o m o aparece en la propia obra. C o m o pu ed e verse, la

distribución de s u s edificios e s m á s propia de una c o m u n id a d religiosa que

de una ciudad.

A q u í s e analizan, s e purifican, s e in crem entan y se co m b in a n ias fuerzas de los

m etales, de los m in erales, de los ve g e ta le s y tam b ién de ¡os an im a le s. A q u í el

cielo se m arida con la tierra y s e d e scu b ren los m isterios divinos, im p re s o s en la

tierra tam bién. A q u í s e aprend e a controlar el fuego, a utilizar el aire, a s o p e s a r el

a gu a y a experim entar a tierra. A q u í la m o n a de la naturaleza tiene a qué ju g a r re­

prod uciend o los principios y con stru yen d o de acu erd o con las huellas de la gran

m áqu in a una dim inuta y preciosa. A q u í s e estu d ia todo lo que el e s fu erz o de la


antigüedad desenterró y extrajo del p o z o de la naturaleza.

Por último, en 16 2 6 se publica La nueva A tíántida. de Francis Bacon, tan inspi­

rada en La República qu e los fu n d ad o res de B en salem . su sociedad ideal, no son

otros que los su p ervivien tes de la antigua utopía platónica. In stalad os en un re­

m oto ¡ugar de! Pacífico, los a fo rtu n a d o s pob la d ores hacen com patib le el progreso

té cn ico con el resp eto a la naturaleza; arm onizan la b ú sq u e d a del propio interés y

la protección del bien c o m ú n , y viven felices e n trega d o s al cultivo del saber, el

m ayor teso ro al q u e pueden a sp irar los s ere s h u m a n o s . S e trata, d e s d e luego, de

una utopía científica an tes que social. Al autor le preocupa m u ch o m á s de ja r bien

esta b le cid a la división sistem ática del co n o c im ie n to que de scribir la organización

sociopoiítica de su s o cie d a d ideal; la razón s e a n tep o n e a la e m o ció n ; la ógica

científica, a los p ro b le m a s h u m a n o s ; el con ocim iento, a la piedad. Q u e el sufri­

m iento h u m a n o d e s a p a re z c a o, al m e n o s, s e m inim ice, n o figura entre as priori­

d a d e s de B a c o r .

Dicta la tradición qu e a partir de a obra de Francis B acon se dividen las uto­

pías, con trazo m uy gru eso, en s o cia les y científicas. Las prim eras serían aquel as

que, al igual q u e la de Tom ás M oro, c o n c ed en m a y o r atención a la descripción de

la organización sociopoiitica de una so ciedad ideal, m ientras las s e g u n d a s c im e n ­

tan la so ciedad perfecta sobre la b ase de una ciencia ord en ad a y progresista, co m o

Francis Bacon. Pero esta división resulta un tanto artificiosa, p u es a partir del siglo

x v n lo m á s frecuente e s q u e a m b o s m o d e lo s convivan en la utopía, siendo, com o

so n , co m p le m e n ta rio s , ya que la ciencia pu ed e erigirse, y el h om bre de la Ilus­

tración es ca d a v e z m á s co nscien te de ello, en la aliada m á s p o d e ro s a del progreso

h u m a n o y, por en d e, de la justicia social.

De hecho, es quizá por e s a razón por la cual son las o b ras de este siglo las que,

sin solución de continuidad, entroncarán con las prim eras n ovelas de ciencia fic­

ción prop ia m e n te dich as que c o n c ed en atención a te m a de la so ciedad ideal. Los

eje m p lo s son a b ru m a d o r e s . En 17 3 1. Joh an n Gottfried Schnabel publica La isla de

Felsenburg, en la que. sin duda influido por Daniel Defoe. s ig u e el e s q u e m a tradi-

cional del gru po de n á u fra go s que fundan una so ciedad ideal en una is!a desierta.

La propia novela de Jonathar. Swift, c o m o v im o s, un inteligente libro de viajes.


de scrib e con to d o detalle en uno de ellos, el qu e narra la estan cia de Gulliver en el

pafs de los caba los inteligentes, los h ou yh n hn m s, una ve rdadera utopía e incluso

su correlato distópico, el país de los y a h o o s , trasunto indiscutible de la propia

so ciedad hum ana.

Pero es en Francia y en E sp añ a d o n d e el gé n ero de a utopía cuenta con un nú­

m e ro m a y or de s e g u id o re s . En e! país galo de stacan autores c o m o el ya citado Tys-

so t de Patot, cuyo Viaje a G roenlandia de Pierre de M ésange { 1720 ) nos describe una

s ociedad en la que las p e rs o n a s s o lo trabajan tres m e s e s al añ o y disfrutan de la

protección de lo que hoy c o n s id e ra ría m o s un ve rd a d e ro s is te m a de seguridad s o ­

cial. De 178 1 data El descubrim iento austral por un hom bre volador, de Restif de la

Bretonne. en ia cual el protagonista viaja hasta las a n típo das por m edio de un inge­

nioso artefacto vo lan te y allí, c o m o una suerte de doctor M oreau avan t ia leitre,

funda una s o cie d a d utópica cruzan do s ere s h u m a n o s con d iversas es p e c ie s

s u b h u m a n a s qu e puebian los alrededores. Y no m e n o s utópico resulta en el fondo

el p e n sa m ie n to de cé leb res filóso fos ilustrados c o m o Ja cq u es R o u ssea u , cuya idea

del buen salvaje, el s u p u e s to h om b re primitivo aún no co rrom p id o por la s o c ie ­

dad , ¡e sirve de b ase para convertir la ed u cación del niño, en cuya m en te pura no

ha penetrado aún a corrupción, en la b a s e de una so ciedad o rgan izad a de acu erd o

con la naturaleza h u m a r a.

En cu an to a E spañ a, son m á s de veinte las utopías que. bien c o m o ob ras in d e­

pendientes. bien en form a de capítulos de otras o b ra s , ven la luz soio en la s e ­

gu n d a mitad del siglo. A utores c o m o Joaquín Vaca de G u z m á n , D iego Rejón de

Siiva, A ndrés Merino. R a m ó n Bonifaz, M anuel S an to s Rubín e incluso el célebre

autor de las Cartas M arruecas, J o s é C ad also , o el con d e de C a m p o m a n e s . que fuera

m inistro de C arlos III, dieron en cultivar un gé n ero que llegó a ser m uy popular

entre o s ilustrados, sin du d a po r as gra n d e s posib ilid a d e s que ofrecía de practicar

la crítica social m á s o m e n o s a salvo de la tem ida intervención del S an to Oficio. De

to das e s ta s obras, la m á s relevante fue la titulada Viaje al país de los Ayparchontes.

A n ó n im a y publicada por en tregas en El Censor entre febrero de 17 8 4 y octubre de

1785, constituye un c a s o po co habitual entre las u topías, pues no presta atención a

te m a s c o m o el u rb an ism o ni d e n o s ta la propiedad privada c o m o c a u s a ú !tim a de


to d o s los m a .e s . Bien al contrario, el objetivo del autor e s sim p le m e n te defender a

su presió n del privilegio de nob les y clérigos, al objeto de que miiiten en su s fi as

tan so lo qu ien es por mérito lo m erezcan y sin/an con celo al bien com ú n . Así,

entre los Ayparchontes, los plebeyos son los a rte s a n o s , labradores y com erciantes,

que carecen de nobleza, pero pueden a c c e d e r a ella si se m u estran dign os po r su s

acciones. Existe a s i m is m o una cla s e aún m á s baja, los infam es, que lo son por su s

delitos, sin q u e su condición pu eda heredarse, pero s í redim irse a ca m b io de servi­

cios al Estado. Y en cu an to a n o b le s y clérigos, el m e n sa je no p u ed e s e r m á s claro.

Los aristócratas de país se dividen en seis categorías, pero ta m p o c o esta s son h e ­

reditarias, p u es su tra n sm isió n imp ica perder un grado, de tal form a qu e si no se

hace nada por recuperar o. los d e sce n d ie n te s de un noble en cuarta generación ter­

minan por convertirse en pleb eyos. Los clérigos, por su parte, son p e rs o n a s de

gran autoridad m o ra ', del to d o caren tes de poder civil.

M apa de Sinapia según la interpretación del historiador Miguel Avilés, uno de

s u s principales estu d io so s . A p e s a r de s u ubicación en las antípo das, un

recurso habitúa- de a ép oc a, resulta evidente !a intención de presentaría

co m o reverso virtu oso de la España del sigio x v n i .

Aún m iste rio so resulta el c a so de otra utopía e sp a ñ o la de siglo x v n i , la

Sin apia, de la que se ignora no solo el autor, sino la fecha en !a o u e fue escrita, los

últim os a ñ o s del siglo x v ii para alg uno s, en torno a 17 3 0 para otros, e incluso
finases del x v m en opinión de un tercero y quizá m á s atin ad o gru po de investi­

g a d o re s, a tenor de la perspectiva de la obra. N o en va n o, la Sin ap ia se nos aparece

c o m o el reverso virtu oso de E sp añ a ubicado en n u estras antípo das, y se trata de

un reverso tan racional c o m o a c a b a d o , quizá c o m o cabría es p e ra r de la plum a no

solo de un ilustrado, sin o de un h om bre con re sp o n sa b ilid a d es de gobierno, c o m o

el co n d e de C a m p o m a n e s , en cuyo archivo fue hallada la obra y a quien a lg u n o s

atribuyen su autoría. Y e s que no se limita su escritor a delinear con trazo gru e so el

perfil de una s o cie d a d ideal, p re stan d o so lo atención a los a sp e c to s de su interés,

c o m o era habitual; lo d e s m e n u z a con detalle de en to m ólo g o , describ iendo d e sd e

la geografía al gobierno, d e s d e ¡a ec o n o m ía a la o rganización social, p a s a n d o por

la adm in istración , la justicia, la educación y cu alquier otro a sp e c to de la vida c o le c ­

tiva de los seres h u m an o s. N o cabe duda de que si la Sin ap ia e s una utopía, lo es

solo por su factura; en realidad se trata de un vasto e integral pro g ram a de g o ­

bierno, ia fantasía reflexiva de un h om bre que podría haberla pu esto en práctica si

se le hubiera permitido (Sam bricio, 2 0 1 4 y Avilés. 19 7 6 ) .

Y no p o d e m o s dar por concluido este epígrafe sin m e n cio n a r al m e n o s la única

utopía m o d e rn a q u e vino a realizarse en la práctica. S e trata de as redu ccion es o

c o m u n a s je su íticas integradas en la d e n o m in a d a República G u a ran í, una especie

de federación de p e q u e ñ as c o m u n id a d e s p o b la d as por indios de e s a etnia y a d m i­

nistradas por s a c erd o tes de la orden de San Ignacio q u e existieron entre 1 6 1 0 y

17 6 8 en ios territorios e s p a ñ o le s de lo qu e hoy es la frontera entre Paraguay, A rge n ­

tina y 3 rasil. Allí, bajo la adm inistración y la dirección espiritual de los jesu ítas,

florecieron p e q u e ñ as c o m u n id a d e s b a s a d a s en la ec o n o m ía mixta, el trueque, la

a siste n cia social a los d e svalid o s y, en una palabra, el con ju nto de los p o stu lados

doctrinales pro pio s del cristian ism o primitivo. Su fina! trágico, resultado de la

expulsión de los je su íta s de las tierras e s p a ñ o la s y p o rtu g u e sa s , a s í c o m o de la

voracid ad de los traficantes de e s c 'a v o s . no resta un ápice de mérito a a obra de

aquellas g e n tes d is p u e s ta s a hacer de su fe algo m á s que una palabra y un c o n ­

junto de ritos. Su propia existencia, en realidad, era una provocación, p u es d e m o s ­

traba que un m u n d o m ejor era posible, aigo que in teresaba bien po co a cu ie n es

presen/aban su posición privi;egiada gracias, entre otras c o s a s , a la creencia de las


m a s a s en qu e el pa raíso solo podía existir en otra vida.

Tras ellos, el s o c ia lis m o utópico de los p rim eros p e n sa d o re s d e sco n ten to s con

la so ciedad capitalista industrial, ya en el tránsito entre los sig lo s x v n i y X IX , pali­

de ce de envidia. Las efím eras c o m u n id a d e s ideales creadas por v o lu n ta rio so s filó­

s o fo s c o m o Robert Ovven o C harles Fourier no dejaron de ser una suerte de n u e­

v o s m o n a sterio s en q u e ios individuos d ísc o lo s se apartaban de un m u n d o que ha­

bían renunciado a cambiar. M ás que utopías pro g resistas, constituían una co n fe­

sión de la trágica im p otencia que m u c h o s intelectua.es sentían ante e! avance de

fuerzas im p erso n ale s y p o d e ro s a s qu e no c o m p ren d ían del todo ni sab ían có m o

detener.

Los pre ce d en te s son , c o m o pu ed e verse, tan rem o to s c o m o a b u n d a n tes. La

utopía es antigua, c o m o antiguo, quizá inseparable de a condición h um an a, es el

s u e ñ o , a fe en la posibilidad de un m u n d o m ejor qu e el real, una realidad alter­

nativa en la qu e por fin se conviertan en d o lo ro s o recuerdo los a fan es y sufri­

m ientos de la existencia cotidiana. La ciencia ficción no podía dejar de heredar e s a

fe, casi de apropiársela, una vez estab lecid a la creencia de qu e so lo la ciencia daría

al h om bre a s h erram ientas para hacer realidad el su eño . En el sigío X ‘X todavía se

tratará de un s u e ñ o com partido; so ció lo g o s , politólogos y p e n s a d o re s de toda laya

lo harán suyo por un tiem po . En el XX. s o ñ a r con un futuro m e jo r se convertirá en

patrim onio casi exclusivo de la ciencia ficción.


EL FU TU RO

C o m o v im o s , el viaje fantástico resulta casi connatural a la ciencia ficción, que

halló en él el prim ero de s u s filones a rgu m é n tales. Pero cu a n d o e viaje cobra toda

su d im en sió n m á g ic a y alcanza su m áxim a ca pacid ad de a s o m b r o es cu a n d o se

desarrolla en e futuro o, m ejor aún, cu a n d o e s el futuro m is m o su destino. T a m ­

po co en esto fue la ciencia ficción de to do original. El futuro sie m p re ha p re o ­

cu p a d o al h om bre, qu e s e s a b e mortal y siente a ca d a instante en su nuca el frío

aliento de a Parca. La literatura y e arte no podían dejar de trasmitir e s a o b se s ió n y

lo hicieron d e s d e los tie m p o s m á s rem otos. Y no n o s referim os a q u í a los recu rsos

literarios c o m o la ana e p sis, m á s co n o c id a c o m o flash back , o su reverso, a pro-

lepsis, flash fo rw ard en inglés, fu g a c e s visitas a. p a sad o o al futuro en el contexto de

u n o s hech os narrados en presente, sino a los viajes prop ia m e n te dichos.

C u a n d o el tem a dab a s u s p rim eros p a s o s , el recurso habitual para introducirlo

era el del s u eñ o . Eí protagonista se qu ed ab a d o rm id o y en s u e ñ o s viajaba al futuro,

d o n d e trascurría el resto de la obra. A s í le sucedía, ya en el siglo i a. C., al escritor

ro m a n o Varrón, en cuyo relato El sexagenario un h om b re despierta de un largo

s u e ñ o de cincuenta a ñ os para descu brir un m u n do terrible en el que imperan sin

freno alguno los m á s o d io s o s vicios.

Pero es. una vez m á s, el racionalista siglo x v ili el m o m e n to que m a rca la eclo­

sión de los viajes al futuro, país tan d e s c o n o c id o c o m o cualquiera que pudiera h a ­

llarse so b re la faz de la tierra y, por ende, de igual utilidad para ubicar en éi c o ­

m u n id a d e s m a ra villo sa s cuya descrip ción sin/e a qu ienes las im aginan c o m o ve h í­

culo de la crítica a la so ciedad de su tie m p o . Ya en 1733 un clérigo an glicano, S a ­

muel M adden. en s u s M em orias del siglo XX, de scrib e el m u n do de esa ép oca por

m edio de una serie de s u p u e s t a s cartas d ip lo m átic as escritas en 19 9 7 y 19 9 8 por

los representantes británicos en C onstantinopla. Rom a, París y M o s cú al lord del

Tesoro de Jo rg e VI. La tecn ología de la ép oc a, em p ero , no interesa al autor; su

preocu pación es la so ciedad y la política, en esp e cia l ios a v a n c e s del cato icismo,

que aparece c o m o religión d o m in an te en tan rem oto futuro, ai punto de ejercer un

jesuíta c o m o prim er ministro del rey de Francia, Luis XIX.

N o m u ch o d e s p u é s , en 1737, el inglés T h o m a s Gray escribe en latín el p o em a


Luna habitabilis, en el que narra, con no poca im aginación, la futura derrota de las

tropas selen itas por la orgullosa a rm a d a esp a cia! inglesa y la ulterior colonización

de nuestro satélite. M ás éxito, sin duda por su carácter m e n o s elitista, alcanzaron

El reinado de Jo r g e VI, 1900-1925.. relato a n ó n im o publicado en 176 3 , y, sobre todo.

El año 2440: un sueño com o no ha habido otro, de Louis-Sébastien Mercier, que m e ­

reció veinte ediciones en doce a ñ o s con s u s intuiciones gen iales acerca de la Revo­

lución fran cesa , el canal de S u e z y el vuelo regular de aero n a ves de pasajeros.

G eniales, pero in c ap a ce s de librarse del p e ca d o tan francés del ch a u vin ism o, m a n i­

fiesto en s u clara co n d en a a E sp añ a por las b arb aridades co m e tid a s en A m érica,

que no hace extensiva, por s u p u e s to , a Francia ni a ningún otro país. N o es extraño

que la obra no s e editara ja m á s al sur de los Pirineos y qu e no solo fuera prohibida

por el Santo Oficio, sino incluso q u e m a d a en público por orden suya.

M á s a u d az en s u s p lan team ien tos e s El año 7603, de! d an és Jo h an H erm án

W essel, escrita en 17 8 1. En es ta historia, un hada tran spo rta a una pareja al año que

da título a a obra. Allí descu b ren un m u n d o por co m p le to distinto al suyo, en el

que los roles sexu ales han sido invertidos hasta el punto en q u e son las m u jeres

las q u e m anejan a rm a s , beben hasta em b o rra c h a rs e y se m eten en peleas. A unqu e

m u y m e d iocre d e s d e el punto de vista literario, tanto que nunca fue represen tad a

en un teatro, ha llegado a convertirse en un libro de culto por ser uno de los pri­

m e ro s que trata el te m a del viaje en el tie m p o con cierta perspectiva de la evolu ­

ción de la sociedad.

La relación, una vez m á s , podría convertirse en interminable. Por citar a lg u n o s

eje m p lo s m á s . p o d ría m o s referirnos a Los herm anos negros, de Heinrich Zschokke

0 7 9 5 ) . cu>'a visión del futuro es tan ten eb ro sa qu e los h u m a n o s se han convertido

en sim ple g a n a d o para extraterrestres. Jean Paul im agina en Palingenesias (1798) un

m u n d o en el que las m á q u in a s han liberado a los s ere s h u m a n o s de cualquier tra­

bajo p e sa d o o ted io s o y atienden to d a s s u s n e c e s id a d e s . E ra s m u s Darwin, abuelo

del célebre Charles Darwin, que fuera reconocido m a s ó n , m ie m b ro fu n d ad o r de la

S ocie d a d Lunar, un gru po de d iscu sión de industriales y filósofos de la naturaleza.

y uno de los pioneros del ev o lu cion ism o, d e scrib e en El Templo de N atura (1802)

un m u n d o s u pertecn o lógico en el que son ya c o s a s cotid ianas rascacielos,


su b m a rin o s , a vion es y batallas a é re a s . Y m á s lejos en su im agin ación que ningún

otro visionario llega el ya citado Restif de la Bretonne. qu e d e scrib e en Las pós-

tu m as (1802) un tiem po m illones de a ñ os en el futuro en el qu e la Tierra se ha

tra n s fo rm a d o con la aparición de un nuevo continente y la Luna tiene por fin un

c o m p a ñ e ro en su periplo alrededor de^ planeta. Y qué decir de a s fan tasías polí­

ticas de julius von V o ss. quien en Ini. N ovela del siglo x x i. publicada ya en 18 10 .

nos m u estra una Europa unida con capital en R o m a, tribunal de justicia en Berlín y

b a s e naval, por s u p u e s to , en Londres, cuyos habitantes tienen por c o s a s coti­

d ian a s los carros de co m b a te y a guerra total, pero también la seguridad social y

los ó rg a n o s artificiales.
LAS M A Q U IN A S

El último de o s g ra n d e s t e m a s de la ciencia ficción qu e cuenta con una ¡arga tradi­

ción previa en la literatura, no so lo occidental, sino tam bién de otras partes del

m u n d o , e s ei de las m á q u in as, inteligentes o no, elevad as a la categoría de herra­

m ien tas de pro g reso y c a m b io social. Es n ecesario viajar m uy lejos en el p a sad o

para en con trar los prim eros e jem p lo s, a lg u n o s de sorp re n d en te capacidad antici-

pativa. Así. en la m is m a llíadar la célebre obra del poeta griego H o m e ro que narra

la guerra de Troya y su ele datarse en el siglo I X a. C., h allam os un p a saje tan s o r ­

prendente c o m o este, qu e n os recuerda con acierto Pollux Hernúñez (20 12: 18):

Estaba fabrican d o veinte trípodes para a d o s a r lo s a las p ared es del vestíbulo. En

cada pata había insta ado unas ru ed as de oro. de m a n era c u e las m e s a s podían

tra sla d a rse a u to m átic am en te hasta a a s a m b le a divina para a s o m b r a r a la c o n c u ­

rrencia y volver a c a s a por s í m is m a s [...]. U n as sirvientas h e ch a s de oro se ap re­

suraron a ayudar a su señor. Parecían m u c h a c h a s de verdad y no solo podían

articular palab ras y m ove r brazos y piernas, sino que poseía n inteligencia y p o ­

dían rea'izar tareas m a n u ales.

El gigante Talos, regalado por H e fe s to s al mítico rey creten se M inos, en un

v a s o griego clásico. M u se o del palacio Jatta, Ruvo di Pugiia, Italia.


C o m o pu ed e verse, el pasaje no s o lo nos habla de m e s a s a u to m átic as q u e se

d e sp laz an solas, sino de ve rdaderos robots de apariencia h um an a d o ta d o s al

m e n o s de una inteligencia básica y cierta ca pacid ad de realizar ta rea s propias de

sirvientes. N o e s el único ejem plo de robot qu e nos ofrece a mitología helena. D é­

dalo, el f a m o s o arquitecto del laberinto de Creta, del que ya h e m o s hablado antes,

co nstru yó tam bién a u tó m a ta s ; Pigmalión esc u lp ió a Galatea, u n a figura fem en ina

tan perfecta que cob ró vida, hiriendo de a m o r al escultor, y Talos, un gigante móvil

co n stru id o en bronce tam b ién por H e festo s, s ím b o lo m itológico de la a van zad a

m etalurgia minoica, era ca paz por s í s o lo de proteger de cu alquier in va so r la isla

de Creta.

N o m e n o s rica en artefactos im agin arios es la mitología de otros con tinentes y

culturas. Las leyendas de ios inuits describen al Tupilaq, un ente artificial creado

por un ch a m án para dar muerte a s u s e n e m ig o s . Un m e ro re p aso superficial a los

d o s gra n d e s p o e m a s é p ic o s hindúes, el R am ayar.a y el M ah abh arata, a m b o s del

sigio ili a. C.. a s í c o m o por los m is m o s Vedas, textos religiosos m u ch o m á s anti­

g u o s, nos deja una buena c o s e c h a de ellos. Los ve h ícu los vo lad o res, d e n o m i­

n a d o s « v im a n a s » , a p arecen m e n c io n a d o s una y otra vez con gran detalle en d is­

tintos p asajes. Y no s e trata de rudim entarios g lo b o s a erostáticos, sin o de v e rd a ­

d e ra s a ero n a v e s m á s p e s a d a s que el aire — el R am ayana especifica qu e s e precisan

d ieciséis m etales distintos para su con stru cc ión — y d o ta d a s de un poder de d e s ­

trucción tan im p resion ante que parece t o m a d o de una m od ern a novela de ciencia

ficción.

Gurkha — describe el M ahabharata en su narración del ataqu e de G u rkha a la

tribu de los Vrishis— , viajand o en su p o d e ro s o y rápido Vim ana. lanzó un solo

proyectil, c a rg ad o con to do el poder del Universo, contra as tres ciu d ad es de los

Vrishnis y los A n dh akas. Una in c an d esce n te co lu m n a de h u m o y fuego, tan bri­

llante c o m o diez mil s o le s , s e alzó en to d o s u esplendor. Era e! arm a d e s c o ­

nocida, el Rayo de Acero, un g ig a n te s c o m e n sa je ro de muerte que redujo a ceni­

zas la raza de los Vrishnis y los Andhakas.

También ch in os y á rab es resen/aron un lugar para las m á q u in as p ro d igio sa s en

su literatura. En el celeste im perio, un relato de ia dinastía Tang (siglos vil a! X de


n u estra era) s e nos narra la historia de un increíble e s p e jo que no so lo era capaz

de ver a través de las pa red es, sino tam b ién en el interior del cu erpo h u m an o , cual

si de un ve rd a d e ro aparato de rayos X s e tratara. E specialm en te g e n e ro s o en sus

d e scrip cio n es de artefactos m a ra villoso s resulta, una vez m á s . el libro árabe de ori­

gen persa Las m il y una noches. En él en c o n tra m o s d e s d e la célebre lám para de Ala-

dino, de la cual brota c o m o por arte de m a gia un gen io om n ipo tente, al caballo de

éb an o que pu ed e a trave sar el firm a m e n to a ¡a velocidad del rayo, p a s a n d o por e

robot de oro ca paz de servir de eficaz guardián a una ciudad entera, m a tan d o a

cualquier e n e m ig o con un m e ro toqu e de trom peta.

E rabino Loew dá n d o le vida al golem , q u e a p are ce identificado por tres letras

del alfabeto hebreo: guim el, lam ed y m e m . Ilustración de M iko'ás A le s : 189 9 .

N o podían de ja r de influir tales preceden tes en el M edievo eu ropeo. En la e-

y en d a de Perceval a p are ce n a u tó m a ta s de oro y plata que no solo son c a p a c e s de

m o ve rse, sino tam b ién de distinguir los caballeros valientes de o s co b a rd e s y de

probar la virginidad de las m u jeres. Pero es solo un e jem p lo entre m u ch o s. Las

leyendas m edievales están llenas de adivinos qu e ven el futuro en s u s bolas de


cristal, cab aileros qu e triunfan en batallas im p o sib les gra cias al p o d e r de s u s e s p a ­

da s — ia Excalibur de Arturo so b re to d a s ellas— o brujas que su rcan los cielos

m o n ta d a s en e s c o b a s m á g ic a s . La alquim ia, por su parte, tuvo entre su s o b s e ­

sio n es, ju n to a la piedra filosofal y e elixir de la vida, a creación de un ser h um an o

artificial, el h om ún cu lo , que trataba de fabricar en ei laboratorio m ediante la

co m b in a ción de ciertas s u sta n cias en p ro p o rcio n es tan exactas c o m o m iste rio sas.

Parece que fue Paracelso, el célebre m édico y alquim ista suizo del siglo x v i, quien

m a y o res detalles proporcionó de su creación. Una mezcla precisa de carbón, m e r­

curio y piel o pelo h u m a n o había de enterrarse en estiércol de caballo durante c u a ­

renta días, tras los cu ales el ser quedaría fo rm a d o y cobraría vida. De acu erd o con

su testim on io, el en g en d ro m edía treinta cen tím etro s de alto y se co m p o rtó c o m o

un a u tó m ata vivo hasta qu e huyó de su lado y no volvió a sab er n u n ca de él.

El h om bre artificial po r excelencia, e m p ero , no es otro qu e el g o le m , creado,

seg ú n a tradición hebraica, por ju dah Loew, un con o cid o rabino del s ig o x v i al

que s e atribuye su con strucción para defen der el gueto de Praga de a ta q u e s a ntise­

m itas. Enorm e y lento, fabricado en barro y traído a a vida con el auxilio de m is te ­

riosas fó rm u la s ca b alísticas, el g o le m era fuerte, pero p o co inteligente e incapaz de

hablar, y so lo respondía, s ie m p re de m o d o itera!, a las ó rd e n e s qu e s e introducían

en su boca escritas en un p ape .

La tradición de o s android es y robots tra scen d ió ias eras y I e g ó hasta ei m o ­

m e n to m is m o de nacim iento de la ciencia ficción. Así, en 18 14 , el a le m á n A ma-

d e u s H o ffm an n publicó un cuento gótico titulado Los autóm atas, en el q u e nos

m u e s tra el lado m á s terrorífico de e s to s m e c a n is m o s de a sp e c to h u m a n o que

cautivaban la im aginación de ios autores del rom a n ticism o . Un año d e s p u é s e s ­

cribe El hom bre de ¡a arena, la historia de O limpia, una m u ñ ec a m e cá n ica obra del

p rofesor S palanzani, que la crea, c o m o un nuevo Paracelso. m ezc an do en as a d e ­

c u a d a s propo rcio nes distintos c o m p u e s t o s qu ím icos.

Pero no fue la ú nica tradición que logró su perar la barrera de los siglos para

incorporarse al acen/o clásico de la ciencia ficción. Los artefactos m e cá n ico s

p ro d ig io so s se hallan por doquier a lo largo de la Edad M odern a. Cyrano de Ber-

gerac n o s d e scrib e d e c e n a s de ellos en s u s n ovelas ya m e n c io n a d a s , entre los


cu ales ca b e citar n aves esp a cia le s , ciu d ad es m óviles, c a s a s c a p a c e s de ocultarse

bajo tierra y re productores m a g n é tico s de im agen y sonido. La ya referida novela

de M argaret C avendish, primera d u q u e sa de N ew castle, no se q u ed a corta en ia

descripción de artefactos fan tásticos. Describe con to d o detalle n a vios futuristas e

incluso a vio n e s b o m b a rd e ro s , al punto de m erecer para a lg u n o s su obra el honor

de ser c o n sid era d a a primera novela de ciencia ficción de la historia. Y no le va a la

z ag a C a s a n o v a . cu y os m e g a m ic r o s, ya descritos varias p á g in a s atrás, p o see n avan ­

ces tan s o rp re n d en te s c o m o g a s e s asfixiantes y a r m a s de rayos que harían las deli­

cias de los au to re s de las revistas pulp de los a ñ o s treinta.

Ilustración de El filósofo sin pretensiones o el hom bre raro {1775), ° ^ ra


francés Louis-Guillaum e de la Folie q u e d e scrib e una nave espacial

extraterrestre m o v id a por energía e éctrica. El siglo x v n i a cu ñ ó m u c h a s de las

ideas y lugares c o m u n e s de la ciencia ficción m o derna.

N o s o r los únicos c a s o s , ni m u ch o m e n o s. E siglo x v m e s prolijo en tales

inventos de fábula. El im aginativo Restif de la Bretonne nos deleita con su


descrip ción del artefacto vo lad o r q u e co n d u ce al prota gon ista de su novela a tie­

rras australes. El m is m o jo n a th a n Svvift se explaya en una precisa descrip ción del

m e c a n is m o — un en o rm e imán orientable fijado a un eje vertical Hecho de d ia ­

m a n te — que perm ite m a n ten e rse en el aire a a isla volad ora de Laputa. Y no e s va

a a z a g a Tip haign e de la Roche, que en su G iph an tia (1760 ) no solo d e scrib e con

to d o lujo de detalles un artefacto id éntico a la cá m a ra fotográfica, que tardaría aún

un siglo en inventarse, sino tam bién la radio y la televisión vía satélite.

N o m e n o s populares resultan en el Siglo de las Luces los cohetes espaciales.

Ya m e n c io n a m o s m u ch a s págin as atrás el fantástico artefacto m o vid o por un

m oto r de explosión y d o ta d o de quinientas trece p lu m as e s p e c ia le s descrito por

Daniel D efoe en El consolidador (170 5). Un p o co m á s rudim entario e s el vehículo

de m a d e ra forrado en c h a p a y d isp ara d o por m edio de un gig an te sco cañ ón e s p a ­

cial del que se vale el protagonista del Viaje a la Luna, de M urtagh M cD e rm o tt

(172S), para el regreso a la Tierra, artificio qu e siglo y m edio m á s tarde copiaría

Julio Verne en su novela De la Tierra a ¡a Luna (1865); y m u c h o m á s original el

águila m e cá n ica ideada por Ralph M orris en su novela La vida y asom brosas aven ­

turas de Jo h n D aniel (1751) para el viaje a nuestro satélite. Y qu é decir del prota­

gonista de El viajero filósofo ( 17 6 1), de Daniel jo s t de Villeneuve, que alcan za !a

Luna en una ligerísim a nave de corcho im p u lsad a por vejigas, a b a n ico s y co m eta s,

tecnología cu a n d o m e n o s poco sed u ctora para los Sectores de un siglo qu e co n o ­

cía ya ¡a m áqu in a de va p o r de N e w c o m e n y se en con trab a a punto de de scubrir la

de Watt. D e s d e luego, m u ch o m e n o s que la aeronave pro p u lsad a por un m oto r

eléctrico con la que se estrella en n u estro planeta el extraterrestre pro ced ente de

M ercurio que protagoniza El filósofo sin pretensiones o el hom bre raro (1775), ° ^ ra
francés Louis-Guil a u m e de la Folie.
Precursores del futuro

Era el m ejor de los tie m p o s, era el peor de ios tie m p o s, la edad de a

sabiduría, y tam b ién cíe la locura; ¡a é p oc a de a s creen cias y de la

incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la prim avera de a

e s p e ra n za y el invierno de la d e sesp e rac ió n . Todo lo p o s e ía m o s , pero no

te n ía m o s nada; c a m in á b a m o s en de rechura a cielo y n o s extraviábam os

po r el ca m in o o p u esto . En una palabra, aquella é p oc a era tan parecida a

la actual, que n u estras m á s notables autoridades insisten en que. tanto

en lo qu e se r e f e r e al bien c o m o al mal, solo es aceptable la

c o m p ara c ió n en grad o superlativo.

Char es Dickens: Historia de dos ciudades, 1859


POR Q U E A H O R A

V olvam o s a 18 1S , la techa m á g ic a que m a rca en n ú m e ro s do rad os sobre el calen­

dario el nacim ien to de ¡a ciencia ficción m o d ern a . ¿Por qué en to n c e s ? ¿Por qué

h e m o s d a d o to d o s en a cep tar e s e a ñ o y no otro, anterior o posterior, d a d o que

m u c h o s e le m e n to s de! género, de s u s f o r m a s y s u s te m a s , ya s e habían inventado

con anterioridad?

John Clute. autor de la célebre lliustratea E n ciclopedia o ft h e Science Fiction, da a

es ta cuestión una precisa re sp uesta. De acuerdo con su teoría, la piedra de toque

q u e permite distinguir el m o m e n to en qu e da co m ie n z o la ciencia ficción no se

halla en ¡a plausibilidad del relato, ni en su calidad literaria, ni siquiera en e grado

de precisión que alcan za en su descrip ción del futuro, sino en el cu m p lim ien to de

una condición: lo fantástico y lo que no ¡o es. io esp e cu lativo y lo realista, aparecen

fo rm a n d o parte de una m is m a realidad global. E¡ m is m o Clute ofrece un ejem plo:

si el autor e s con sciente de qu e un tiro de cab allos no pu ed e im p ulsar un carruaje

hasta ia Luna, pero aun a s í escribe una historia en la que o hace, no e s t a m o s ante

una obra de ciencia ficción, sin o ante otra cosa, pues e autor s a b e qu e el m u n d o

real y e s e viaje a la Luna son dos c o s a s del to do distintas. Si, por el contrario, e s e

m is m o autor escrib iera su obra bajo el s u p u e s t o de qu e los viajes a nuestro s a t é ­

lite de carros tirados por caballos podrían fo rm ar parte de un m u n d o rea!, nos e n ­

con tra ría m os ante un relato de ciencia ficción (Clute, 19 9 5: 34).

N o obstante, este criterio n o s llevaría a anticipar los prim eros e je m p lo s del g é ­

nero, qu e n o so tro s h e m o s co n s id e ra d o parte de la prehistoria de ¡a ciencia ficción.

Los viajes de G u lliver cu m plirían e s a condición, a u n q u e no lo harían, sin em b a rg o ,

los im agin ativo s relatos de Cyrano de B ergerac. La fecha, en todo caso , debería

adelan tarse al siglo XVill. Pero un criterio tan limitado desvirtú a el problem a, que

convierte en una m era cuestión formal c u a n d o la resp u e sta última hay que b u s ­

carla en el contexto, en lo que e sta b a p a s a n d o en aquel tiem po , pues esto era algo

que no había ocurrido an tes ni dejaría de s u c e d e r d e s p u é s en la historia. Porque la

h u m an id ad , hecha a vivir del m is m o m od o durante casi diez milenios, d e s d e que

cam b iara la ca z a y la recolección por la agricultura y la ganadería, se había e m b a r­

cado en aquellos a ñ o s en ¡a s e g u n d a gran revolución de su historia, y de esa


revolución nacería, en lo esen cial, el m u n d o que c o n o c e m o s , y con él, e s e género

revolucionario en s í m is m o que h e m o s d a d o en llam ar ciencia ficción. Eso. y no

otra cosa, e s lo que ocurre en el tránsito entre los siglos x v m y x ix . Y eso es lo que

d e b e m o s explicar a continuación.

La ciencia ficción es hija de ia Ilustración y de la Revolución Industrial porque

fue en to n c es, de s u m an o, cu an do el h om bre c o m e n z ó a enfrentarse de form a d is ­

tinta al tiem po H asta aquel instante, distinguir el p a s a d o y el futuro carecía de s e n ­

tido; la historia era cíclica, s e repetía una y otra v e z en lo esencial hasta el fin de los

tie m p o s, c o m o n os e n s e ñ a Platón, o s e trataba de un p ro c e s o de continua e irre­

m e d ia b le de ca d e n cia a partir de una Edad de Oro cuyo difu so recuerdo se perdía

en las tinieblas del p a s a d o , c o m o d e scrib e H e síodo. S c io el triunfo de la razón y el

desarro lo acelerad o de la tecn ología forzaron al h om b re a cam b iar esta p e rs p e c ­

tiva. Aquella ép oc a, a un tie m p o con vu lsa y form idable, m o stra b a ante s u s ojos

atónitos un c a m b io tras otro: n uevos inventos, n u evo s a v a n c e s , nu evo s d e scu b ri­

m ie n to s. n u eva s instituciones... la m á q u in a de vapor, el ferrocarril, la electricidad,

las revolu ciones en las colon ias in gle sa s de N o rteam érica, la orgullosa cab ez a de

un m o n a rca cayendo al ce sto del verdu go, el pueblo reclam and o s u lugar junto a

los reyes en el esc en a rio de la historia... todo cuanto la m en te h u m a n a era ca p a z

de imaginar, po r a b su rd o q u e hubiera parecido tan solo un par de d é c a d a s atrás,

se an tojaba a h o ra posible. ¿Era, p u es, d e sca b e lla d o p e n sa r q u e e s p e ra b a al h o m ­

bre un futuro de p ro g re s o continuo e irreversible? ¿ N o sería ese , y no ¡a d e c a ­

dencia inevitable o la eterna redundancia, su ve rd a d e ro destin o? A s í que la mente

h u m an a , alguna a m e n o s, e m p e z ó a imaginar, y de e s a fantasía especia!, la fa n ­

tasía construida sobre la ciencia y s u s a van c es, nació ¡a ciencia ficción.

Fronkensteln fue el prim er ejem p lo. La historia de su nacim iento e s bien c o n o ­

cida. D urante el frío veran o de i S i o , Mary Shelley y su m arid o Percy Shelley hicie­

ron una visita a su a m ig o el poeta Lord Byron, que en to n c es residía en Suiza. D e s ­

p u és de leer varias historias a le m a n a s de fa n ta s m a s , Byron retó a los Snelley y a

John Polidori, su m é d ic o personal, a escribir un relato de terror. Solo el galeno

logró concluirlo, pero Man/ salió de allí con una idea ro ndándo le el cerebro, la

cual, una vez desarrollada, daría !ugar a ia prim era historia m o d e rn a de ciencia
ficción. Se trataba de una idea sencilla, pero estab a preñ ad a de futuro. ¿ A ca so no

llegará el día en que la ciencia s e a c a p a z de crear vida?, s e preguntó aquel día Mary

Shelley. Y de su resp u e sta nació una novela y, con ella, todo un género.

Su person aje no era sino un en g en d ro grotesco, un h om bre anorm al, con un

cuerpo de bestia, cu ajad o de horribles cicatrices, qu e a lb erga ba un a ;m a torturada.

Pero el m o n stru o tuvo, a p e sa r de todo, n u m e r o s o s d e s c e n d ie n te s y d e s d e ei prin­

cipio su ralea m o stró las in m e n s a s po sibilidades qu e alb ergaba en su s en o aquella

idea genial. M ary Shelley había hecho algo tan simple, y a !a vez tan original, co m o

proyectar un resultado científico qu e pudiera lograrse aigun día en su propia ép oca

histórica. Con ello introdujo en su m u n d o un ele m en to de un futuro posible y

tra n s fo rm ó para s ie m p re las posib ilidades de la literatura. M u c h o s literatos, entre

ellos ¡os m á s re sp e ta d o s de su tiem po, decidieron probar fortuna a d o p ta n d o en

s u s no velas una fórmula similar. Lo hizo Robert L. Steve n so n con su novela E l ex­

traño caso del Dr. Je k y ll y Mr. H yae (lS86). Lo hizo M ark Twain con su Un yanqui en

la corte del rey Arturo (1889). También Jack London con El talón de hierro (19 07) y El

vagabundo de las estrellas (19 14 ) . Y d e s d e luego lo hizo Arthur C onan Doyle, célebre

por su person aje de Sheríock H o lm e s . con o b ras c o m o El m un do perdido, La zona

en venen ada, Cuando la Tierra lanzó alaridos o El abism o de M aracot. No obstante,

fueron cinco los autores que a lo largo del siglo X IX y los p rim eros a ñ o s del XX

m arcaron las direcciones que habría de seguir en adelante el género: uno era fran­

cés. otro era in glés y tres eran n o rtea m e rica n o s. O c u p a rn o s siquiera brevem ente

de o que cada uno de ellos s u p u s o para el futuro de la ciencia ficción será el s i­

guiente p a s o qu e h a b re m o s de dar para co m p re n d e r a d e c u a d a m e n te su evolución.


LA C I E N C I A D E S B O R D A D A : E D G A R A LLA N POE

U r o de ¡os p rim ero s v a s t a g o s de la obra de Shelley fue la e sp e cu ación científica,

que ha ló en Edgar Alian Poe (18 0 9 -18 4 9 ) su prim er m aestro. C o nocido por s u s e s ­

calofriantes relatos de terror, e incluso po r s u s historias d e tectivescas, cultivó t a m ­

bién otro tipo de narraciones, de cuño bien distinto, en las que el factor c o m ú n no

era otro qu e la co m b in a ción de p o stu la d o s de carácter científico, tal c o m o eran

a cep tad o s en su tiem po, con otras id ea s m u ch o m á s esp e cu lativ as y, por lo g e n e ­

ral, filosóficas que trascend ían e s e con o cim ien to para aden trarse en los terrenos

de a fantasía. Idealism o y m aterialism o, contrarios inconciliables para una mente

m e n o s gem a que la suya, ca m in a n a s í ju n to s de ia m ano, en tensión, creadora

inevitable, pero resuelta con m a estría insuperable, en relatos qu e plantean t e m a s

de notable m odern id ad c o m o las lim itaciones del m é to d o científico c o m o herra­

mienta para a preh en d er la rea idad, la inmortalidad, el fin del m u n d o , los universos

paralelos, los alienígenas, las aventuras e s p a c ia le s e incluso los viajes en el tie m ­

po. La ciencia ficción hallaba de este m o d o una de s u s v e ta s m á s fructíferas, que

no ha d e jado de ser explotada d e s d e en ton ces.

Entre e s o s relatos, quizá el m á s influyente sea La narrador, de A rthur G ordon

Pyrn (1837), novela dram ática, plagada de dig re sio n e s científicas, que refiere el

viaje de un polizón e m b a rc a d o en un ballenero que halla en el polo s u r evidencias

de a antigua presen cia de una civilización alienígena. Esta obra inspiró direc­

ta m en te otras tan relevantes c o m o Las m on tañ as de la locura, de H. P. Lovecraft,

q u e co m ien z a s u relato allí d o n d e lo termina Poe o en un registro m e n o s tru cu ­

lento. La esfinge de los hielos, de Julio Verne. Pero el relato qu e m e jo r refleja las c a ­

racterísticas propias de la ciencia ficción de Poe es. quizá, otro m u ch o m e n o s

conocido, La conversación de Eiros y Charrnion. un breve pero genuino cuento

a pocalíptico publicado en 18 3 9 en el q u e d o s entes hablan tras s u muerte y la de la

h um an id ad entera acerca del m o d o en el que term inó el m u n do.

La historia resulta de una increíble m o d ern id ad . Todo da co m ie n z o cu a n d o se

detecta un nuevo co m e ta en tránsito hacia la Tierra, cuya aproxim ación va q u e ­

m a n d o el nitrógeno de a atm ósfera. La población mundial, afectada por la alte­

ración del aire que respira, experim enta s u c e s iv a m e n te alegría, dolor y delirio.
Luego, cu an do resta tan s o lo oxígen o y el co m e ta im pacta contra nuestro planeta,

la a tm ó sfe ra entera se inflama y perece a s í to d a fo rm a de vida. El análisis que e fec­

túa Poe s o b re la reacción de o s h u m a n o s ante la catástrofe inm inente s o rpre n de

por su clarividencia:

La opinión s e g ú n la cua! nuestro glo b o o s u s habitantes sufrirían d a ñ o s m a te ­

riales de resultas del tem ib le contacto perdía diariam ente fuerza entre ios sab io s,

y a es to s les era d a d o ahora g o b e r n a r la razón y la fantasía de a multitud. Se d e ­

m o stró qu e la densidad del núcieo del com eta era m u ch o m e n o r qu e la de n u e s ­

tro g a s m á s raro; el inofen sivo pasaje de un visitante sim ilar entre los satélites de

Júpiter era argü ido c o m o un e jem p io convincente, c a p a z de ca lm a r los te m o re s .

Los teó lo g o s , con un celo in flam ado por el m iedo, insistían en la profecía bí­

blica. explicándola a pueblo con una precisión y una simplicidad q u e ja m á s se

había visto an tes. La destru cción final de ia Tierra se operaría por inter/ención

del fuego; a s i l o e n s e ñ a b a n con un brío que im p onía convicción por doquier; y el

que los c o m e ta s no fueran de naturaleza ígnea (co m o to d o s sab ían ahora) c o n s ­

tituía una verdad que liberaba en gran m edida de las a p re n s io n e s so b re la gran

calam idad predicha. Es de hacer notar que los preju icios p o pu lares y los errores

del vulgo co n cern ie n tes a las p e ste s y a ias g u e rra s — errores que an tes p reva­

lecían a cada aparición de un co m e ta — eran a h ora c o m p le ta m e n te d e s c o ­

nocidos. C o m o naciendo de un súbito m ovim iento convulsivo, la razón había

de s tro n a d o de golpe a la superstición. La m á s débil de las inteligencias extraía

vigor de; ex c eso de interés.

Poe es, en fin, m u ch o m á s qu e un pionero; es uno de los re sp o n s a b le s de que,

a p e sa r de cuanto acon teció luego en la historia del género, que tanto contribuyó a

convertirlo en objeto de d e sp recio por los a m a n t e s de la verdadera literatura, a

ciencia ficción lograra e resp eto q u e m e rece c o m o m anifestació n com p le ja de la

creatividad h um ana.
EL P O E T A D E LA T E C N O L O G Í A : I U L I O V E R N E

Julio Verne (1828-1905) fue en todo el reverso de Poe. M ientras el torturado autor

n o rteam ericano d e sb o rd a decidido las fronteras de la ciencia de s u época, que sin

duda encuentra en ex c eso restringidas, el francés las respeta, s e con fo rm a de buen

grad o con el m u n d o qu e delim itan, incluso se em b riag a con él, p alad ean d o con

fruición los s a b r o s o s réditos de! pro g reso material qu e a se g u ra n y construyendo

sobre ellos s u s narraciones, hen ch idas de un profundo o p tim ism o b urgu és acerca

de s u s posib ilidades, sin percibir riesgo alguno para la iibertad del h om bre en su

desarrollo imparable. S u s Viajes extraordinarios, título con q u e su editor agru pó la

mayoría de s u s o b ras, sin d u d a m erecen el ca ificativo, pero en m o d o alguno resul­

ta n acre ed ores del de viajes fan tásticos. La fantasía e s e s c a s a en Verne. N o crea de

la nada m u n d o s nu evo s co n stru id o s a partir de p a rám etro s distintos de los que

proporciona la realidad m is m a , sino q u e s e limita a com pletar el puzle del planis­

ferio co n o c id o en su é p o c a añ ad ien d o piezas s e m e ja n te s a las ya c o lo c a d a s en él.

N o por ello dejaron los t e m a s de s u s o b ras de inspirar a una interminable serie

de imitadores o a d m irad o res en las d é c a d a s sigu ien tes. S u s novelas exam inan una

infinidad de ellos: a exploración del fondo de ios o c é a n o s (Veinte m il leguas de

viaje subm arino, de 18 6 9 -18 7 0 ), la televisión y la invisibilidad (El castillo de los

Cárpatos, de 18 9 2 ), el viaje espacial (De la Tierra a la Luna, de 1865, y A lrededor de

la Luna, de 1872), a hipótesis de a tierra hueca y de a existencia de vida en su

interior (Viaje al centro de la Tierra, de 18 6 4 ), el vu eio de aero n a ves m á s p e sa d a s

que el aire (Robur el Conquistador, de 1886) e incluso el fin del m u n d o (El eterno

A dán , de 1 9 1 0 ) .

Esta últim a novela e s m uy original en el con junto de la obra de Verne, no tanto

por ser la última que escribió, sino porque en ella la visión optim ista del pro g reso

científico y ¡a confianza b u r g u e s a en e triunfo del espíritu h u m a n o , que c a ra c­

terizan la in m e n sa mayoría de las no velas del francés, deja p a s o a una reflexión

m u ch o m á s o scu ra s o b re la posibilidad de que algún día el a van c e de la ciencia

vaya m á s allá de lo que a so ciedad de los h o m b res pueda asimilar, tra sto c a n d o

con elio de form a catastrófica su s fu n d am en to s. Ya se atisbab a una cierta d e s c o n ­

fianza en otra de sus no velas de m adu rez. Los quinientos m illones de la begúr,. de
iS79» en ia ^ ue ¿e s c rib e con acida plum a una distopía industrial totalitaria y beli­

cista, la llam ada Stahlstadt o Ciu dad del acero, qu e Ha convertido a los s ere s

h u m a n o s en m e ro s e s c a v o s de un progreso técnico q u e en nada ¡es beneficia.

Pero esta novela resulta, cu a n d o m e n o s, peculiar, ya qu e no es fruto de una idea

original de Verne. sino de la reelaboración de una obra previa escrita por Pascal

G r o u s s e t titulada La herencia Langevol, q u e Verne reescribió a in stancias de su edi­

tor a p e sa r de d e spreciar su calidad artística. N o puede, por elio, co n s id e ra rs e muy

representativa del conjunto de su obra.

G ra b a d o de G u s ta v e Doré para a prim era edición de Veinte m il leguas de viaje

subm arino que representa el fo nd o del o cé an o a través de una ventan a del

Nautilus.

N o obstante, quizá re gre sa b a con ello e autor fran cés a la visión de las c o s a s

propia de su torturada juventud, ja lo n a d a de m iseria y en ferm ed ad , q u e dio co m o

fruto la primera de s u s o b ras. Y es qu e en o c a s io n e s se olvida que en 18 6 3 Verne

había escrito una novela llam ada París en el siglo XX, cuyo p e s im is m o d isg u stó

tanto a Hetze!, su editor, qu e decid ió no publicarla, y a s í perm a n eció hasta 19 9 4 ,

cu a n d o su original fue d e scu b ierto por su bisnieto. E! Verne de esta obra es, quizá,

el qu e m á s rienda suelta da a su im agin ación y por ello el que m á s debería


interesarn os en cuanto pionero de ia ciencia ficción. E! m u n d o futuro que describe

revela una profética clarividencia: ord en ad o res, tre n es de alta velocidad, r a s c a ­

cielos de vidrio, au to m óv ile s a g a s y una red mundial de c o m u n ic a c io n e s perfilan

una realidad m uy próxim a a a nuestra. Y el hom bre qu e habita e s e futuro, a n g u s ­

tiado po r el va cío al q u e el triunfo total del m aterialism o a b o c a su existencia, no es

m á s feliz que el antiguo, tal c o m o sin du d a nos ocurre a n o so tro s m is m o s . De un

m o d o u otro. Ju'io Verne fue un o de ¡os gra n d e s pioneros de la ciencia ficción.


LA C O N C I E N C I A S O C I A L : ED W AR D B E L L A M Y

N o lo fue m e n o s, a un qu e resulte m u ch o m e n o s con o cid o incluso para los a m a n ­

te s del género, el n o rteam ericano Edward Bellamy (1850-189 8). Y su mérito es

quizá m a y or por el h ech o de que se deb e a una sola obra: Looking backw ard (1888),

cuyo éxito de ve n ta s fue tan g ran de y tan in m ediato qu e m ereció ser traducida nada

m e n o s que a veinte id iom as, ge n eró to d a una ¡egión de im itad ores y provocó una

ve rd a d e ra ola de e n tu s ia s m o popular que se concretó en a fundación de clubes

Bellamy a lo largo y anch o de los E stad os U n ido s solo en la d é ca d a in m e d ia ­

ta m en te p o s t e r i o r a su publicación.

En realidad, ia obra de Bellamy no es d e m a s ia d o original. En ella, el prota­

gonista, un h om bre a c o m o d a d o de 1S87, despierta en el año 2 0 0 0 ira s un trance

hipnótico para encon trarse una utopía so cia ista. Porque, en efecto. Looking ba-

ckw ard es una utopía, y ya h e m o s tenido o ca sió n de c o m p ro b a r cuán lejos se re­

m o n ta este gén ero en la tradición literaria occiden ta y cuán nutridas son las filas

de s u s cultivadores. Sin e m b a rg o , hay una diferencia: Bellamy no sitúa su utopía

en un lugar ejano, dentro o fuera de la Tierra, sino en un lugar tan ordinario c o m o

Boston, y no s e preocu pa por delim itar para ella unos pa rám etros tem porales

d e m a s ia d o rem otos, p u es solo un siglo s e p a ra a s u s p e rs o n a je s de los h o m b res y

m u je res de su ép oc a. Por lo d e m á s , la fórm ula del libro e s de! todo clásica: la

excursión al futuro de un viajero del presen te permite al autor, al describir lo que

ve su protagonista, erigirse en ju ez inclem ente de su propia so cie d a d , c o m o antes

que é! lo habían hecho Cyrano de Bergerac y las u topias d iecio ch escas, tan p ró ­

d iga s c o m o in genu as. Eso es lo que interesa en realidad a Bellamy, que no presta

a p e n a s atención a la tecn ología ni a s u s efectos s o b re la socie d a d . Arreglar ¡o que

v a mal, parece decirnos, no e s una cuestión de m á q u in as, sin o de o rganización, y

e s a tarea co rre s p o n d e a Estado, no a los científicos.

Q uizá por ello, si Bellamy abrió una puerta a la ciencia ficción qu e ya no se

cerraría, es obvio qu e no era eso lo que pretendía, y quizá por elio su vigencia no

e sta b a llam ada a s e r tan pro longada c o m o la de Verne. Por s u p u e s to , infiuyó

m u ch o en los intelectuales manxistas de su ép oca — a u n q u e no tanto en las p e n s a ­

d o r a s fem in ista s, ya q u e la posición social y política que preconiza para la mujer


dista m u c h o de ser igualitaria— e incluso inspiró a lg u n a s c o m u n id a d e s utópicas.

Pero la continuación de s u libro, titulada Equality (Igualdad), publicada en 1897.

fue m u ch o m e n o s popular. En realidad, m á s profu ndo que el francés en su m e n ­

saje, no era m ejor literato y, d e s d e luego, t a m p o c o m á s ca paz que él de d e spertar

en s u s lectores el sen tid o de o m aravilloso, condición necesaria de ia b ue n a lite­

ratura de to d o s los tie m p o s , pero en verdad im p rescindible en lo que se refiere a la

b uena ciencia ficción.


EL S E N T I D O D E LO M A R A V I L L O S O : E D G A R RI C E B U R R O U G H S

Lo que a Bellamy le faltaba, otro autor norteam ericano lo p o seía en cantidad casi

ilimitada, y la ciencia ficción habría d e s d e luego de beneficiarse de ello. Por muy

m e d io c res que fueran su s relatos d e s d e el punto de vista literario, fue el tantas

v e c e s d e n o s ta d o Edgar Rice Burroughs (1875-1950) quien insufló en el gé n ero e s e

sentido de lo m ara villo so que fue re sp o n s a b le de convertirlo en literatura de m a s a s

y que, en rea-idad, e s tan inseparable de él c o m o la propia ciencia.

S u s c o m ie n z o s fueron difíciles. En la prim era d é ca d a de! siglo XX. ERB. c o m o

luego se le conocería, no era sino uno de tan tos trabajado res mal p a g a d o s c o n d e ­

n a d o s a sufrir el tedio de un e m p le o repetitivo en una e m p r e s a m ediocre. Pero fue

p re cisa m en te ese e m p le o m o n ó to n o , q u e consistía en la lectura de los a n un cio s

pu b licado s en la pre n sa en general y en las revistas p ulp en particular, el qu e le pro ­

porcionaría ia motivación y el tiem po para convertirse en escritor. Transform ado

por e aburrimiento en ávido lector de las historias de aventuras que poblaban por

enton ces aquellas publicaciones, concibió la idea de escribir él m is m o una de

elias. Por otra parte, su propia vida podía su m inistrarle inspiración a raudales. B u­

rrough s había sido en su juventud cowboy, b u s c a d o r de oro e incluso so ld ad o de!

c é ¡ebre S ép tim o de Caballería, de m o d o qu e la aventura no podía dejar de s e r terri­

torio co n o c id o para é¡. En 1 9 1 2 , entre febrero y julio, veía la uz en A ll-Story M aga-

zine « U n d e r the m o o n s o f M ars», su prim er relato, que luego sen/iría de b ase a su

prim era novela: U na princesa de M arte, publicada en 10 1 7 . Sin q u e nadie lo supiera

entonces, la ciencia ficción había d a d o un nuevo paso.


Portada de una de ^as n u m e r o s a s ediciones de Una princesa de M arte, de

Edgar Rice Burroughs. M o n stru os, p 'an e tas exóticos, h éroes m u s c u l o s o s y

heroínas s e m id e s n u d a s : una receta de éxito seguro

¿H ac ia d ó n d e? Hacia !a q u e habría de ser, durante d é ca d a s, la m a s popu lar de

s u s recetas: la co m bin ación , en p rop orcion es a d e c u a d a m e n te es tu d ia d a s , de una

acción trepidante, esc e n a rio s lejan os y exóticos en o tros planetas, violencia m á s o

m e n o s m o d e ra d a y sexo un po co m á s explícito de! habitual en las publicaciones

para jó v e n e s de la ép oca El argu m e n to de e s t a s historias era siem p re el m is m o ,

con leves c a m b io s superficiales en los p e rso n a jes y e am bien te. Por lo genera!,

m u je res jó v e n e s y m uy atractivas sie m p re ligeras de ropa sufren la a m e n a z a , de

naturaleza sexual m á s o m e n o s explícita, de m o n s tru o s inverosím iles que as s e ­

cuestran y retienen hasta q u e son liberadas por h éroes m u s c u lo s o s y decididos

que las d e sea n no m e n o s que su s ca p to re s, pero do m in an s u s instintos gracias a

su integridad y al a m o r que es inspiran las protagon istas.

Sobre es ta b a s e escribió ERB d e ce n a s de o b ras, pu blicadas po r ep is o d io s en


las revistas pulp, que le hicieron g a n a r en poco tie m p o e n o rm e s can tid ad es de di­

nero m ientras co n so lid a b an todo un s u b g é n e r o de la ciencia ficción y las catapu l­

ta ban directam ente hacia su conversión en literatura popular. Marte, la Luna y

Venus fueron escenario de otras tantas series de n ovelas de e n o rm e éxito, aunque

escribió tam b ién otras independ ientes, entre ellas La Tierra olvidada del tiem po, de

19 2 4 , que p a sa por ser la m e jo r de to d a s . Y a un qu e no ca b e du d a de que ninguna

de ellas es digna de figurar en los a nales de la literatura, no por elio resulta d e s p r e ­

ciable c o m o autor. N o h allarem os en s u s p á g in a s p e rs o n a je s m e m o ra b le s , a gu d a s

d e scrip cio n es de tipos sociales ni profu n das reflexiones filosóficas. Su m a n ejo del

lenguaje no será el propio de un m a estro . Pero lo que hacía, lo hacía m u y bien,

quizá m e jo r qu e nadie. S u s n arracio nes nos a so m b ra n y cautivan; su fan tasía nos

proyecta lejos, en el tiem po y el esp a cio, de nuestra prosaica realidad cotidiana. Y.

sobre todo, s u s historias están bien c o n ta d a s. N o to d o s los novelistas, entre ellos

a lg u n o s que pasan por ser de los m ejores, pueden decir lo m ism o .


EL P A D R E : H E R B E R T G E Q R C E W E L L S

La ciencia ficción, inquieta y vacilante, exploraba ca m in o s : la especu lació n m e ta ­

física con Poe; la revolución tecn ológica con Verne; la crítica social con Bellamy;

las a ven tu ras exóticas con B urro ughs... C o m o un niño que, a p e n a s ha ap ren d id o a

caminar, tantea c u id ad o so cuanto le rodea, parecía no s a b e r bien qué carta q u e ­

darse. y m e n o s aún c ó m o fundir en uno solo aquelios m u n d o s cu yas a s o m b r o s a s

posibilidades tan so lo c o m e n z a b a a entrever. Pero no pasaría m u c h o tie m p o antes

de que un espíritu genial, una de e s a s m e n tes p o d e ro s a s y preclaras que dan por s í

s o la s co m ie n z o a una época, sen tara por fin las b a s e s de a ciencia ficción. Reu­

niendo cu an to de aprovechab le existía en a s d iversas rutas qu e habían e m p e z a d o

a d e s b roz a r su s pre d e ceso re s, dio verdadera carta de naturaleza al gé n ero y ío

elevó a niveles de ca-idac propios de la literatura con m a y ú sc u la s. C o m o s e ha e s ­

crito. Mary Shelley de scu b rió un territorio nuevo, pero fue él s u explorador, su c o n ­

q u istad o r y su prim er colonizador. Ese h om b re fue Herbert G e o r g e Wells.

H. G . Wells, c o m o será co no cido , nació en Bromíey, Kent, en 1 S 6 6 y m urió en

Londres ochenta a ñ os d e s p u é s , ya concluida la S e g u n d a G u erra Mundial. S u s orí­

genes. c o m o los de tantos grandes g e n io s de la literatura, fueron m uy hum ildes.

De clase m edia baja, h ub o de trabajar c o m o aprendiz de pañero y malvivir durante

m u ch o tiem po c o m o profesor, lo qu e no !e impidió convertirse en el lector im p en i­

tente que siem p re fue y sin duda hizo arraigar en él la profunda preocu pación s o ­

cial que io caracterizó. Con m u ch o esfu erz o logró g ra d u a rse en Biología en a Uni­

versid a d de Londres, tras haber estu d iad o con T. H. Huxley, una de las pe rson a s

que m á s influyó en s u visión de m u ndo , y pronto co m p ren d ió que. d a d o que no

se sentía ca paz de entregar su vida a la investigación, había de g a n arse el su ste n to

v a lié n d o s e de las d e s tre z a s qu e poseía: s u s co n o c im ie n to s científicos y su notable

habilidad con ia plu m a. Lo hizo a principio escrib iend o artículos de divulgación

científica, pero pronto probó fortuna con la ficción. S e convirtió a s í en el primer

gran escritor de género que poseía a un tie m p o una sólida form ació n en el c a m p o

de las ciencias, un estilo literario en com iable, a un qu e no fuera este su objetivo,

seg ú n co n fe s ó él m is m o , y una profunda conciencia s o d a ! , frutos todos ellos de

s u experiencia vital. Los ingredientes para hacer de él un gran escritor s e hallaban,


pu es, s e r/ id o s y m e z c la d o s en su justa medid a

En efecto, la obra de H. G . Wells reúne los tres a sp e c to s , si bien no en la

m is m a proporción. Las prim eras no velas qu e escribió p o s e e n un evidente carácter

d e fábula científica. La ciencia es la protagonista; s u s límites y su destino, la p re o ­

cu pación principal de Wells, y prevenir al ector del peligro que entraña su pérdida

d e conciencia, su objetivo prioritario. La prim era de ellas. La m áqu in a del tiem po

(1895), ro m p e con la tradición anterior del viaje tem poral al hacer de una m áqu in a,

un artefacto h ech o por el h o m b re y s o m e t id o a su control, y no de un s u eñ o , un

conjuro u otro artificio m á s o m e n o s m á gic o , la clave que lo hace posible. Y no se

trata de un viaje corto; el destino de pro tagon ista e s tan lejano, m á s de o c h o ­

ciento s mil a ñ os en el futuro, que ha de m e d irse en tie m p o geo lógico antes que

histórico, idea que a finales del siglo x ; x habría sido del todo ajena a un autor sin

form ación científica. Pero, al igual qu e Bellamy, no por ello desperd icia Wells la

oportunidad de valerse de otro tie m p o y otra s o cie d a d para hilvanar en el a rg u ­

m e n to una m o rd az crítica s o b r e la propia. Los elois y los morlocks, las dos razas

resultantes de la evolución de la h um an id ad en tan ejan o futuro, no son sino el

trasunto respectivo de la burgu esía y el proletariado, h e rm o s a y deca d e n te la pri­

m e ra. g ro te sca y d e g e n era d a la s e g u n d a . Y en cuanto al estilo, sin ser su p re o cu ­

pación m á s evidente, brilla en o c a s io n e s en esta obra a gran altura, en especial en

las e s c e n a s que el protago nista co m p arte con Weena, la h em bra eloi a la que salva

la vida y lo a c o m p a ñ a en todo m o m e n to d e s d e su llegada.

N o e s m uy distinto lo que podría d e cirse de resto de las ob ras de es to s pri­

m e ro s a ñ o s . En La isla del doctor M orean (1896) la ciencia s e halla represen tad a, de

nuevo, por la biología. En su isla sin nom b re, el científico loco experim enta con

a n im ales a los que viviseccion a d e sp rec ia n d o su dolor para convertirlos en h o m ­

bres. Sin em b a rg o , h u m a n o s solo en apariencia, su s instintos b estiales perduran

en su interior y deben practicar co n tin u o s rituales para s o m ete rlo s. O s cu ra m e tá ­

fora sobre la condición h u m an a , a la vez qu e reflexión pe sim ista acerca de los

p o sib le s derroteros de la ciencia, e s la novela m á s o m in o s a de Wells y una de las

que m ayor polém ica d e s a tó entre los críticos. Pero no por ello dejó el a g u d o n o v e ­

lista británico de atacar con su pluma la ciencia sin co nciencia y s u s tem ibles
peligros. En El hom bre invisible (1897), e! protagonista, que ha hallado la fórmula

de a invisibilidad, u sa la práctica inm unidad que su nuevo poder le confiere para

dar rienda suelta a s u s m á s bajos instintos y, en va n ec id o por la evidencia de su

p o d e ro s o intelecto, se rebaja rob an d o y co m e tie n d o crím en e s a s a b ie n d a s de que

no habrá de p a ga r por ellos. Y, en ñn. en La guerra de los m undos (1898), los m a r­

ciano s dan pie a una feroz crítica del imperia ism o británico, del qu e son una evi­

dente m etáfora, pero tam b ién a ia m o rd az sátira de la a b s u rd a e incon sciente auto-

com placen cia h u m an a , contra la qu e lanza el autor un terrible alegato a p e n a s ini­

ciada la novela:

Con infinita suficiencia iban y venían los h o m b r e s por el m u n d o , o c u p á n d o s e en

s u s asuntillos, se re n o s en la seguridad de su imperio so b re la materia. |Es p o s i­

ble qu e ba;0 el m ic ro sco p io obren de igual m anera los infusoriosl

El ca m b io de siglo revela un Wells m á s m a d u ro y p re o cu p a d o por el destino de

la sociedad h u m an a , pero tam b ién m e n o s vivaz y seductor. La den u n cia de a

injusticia gan a p r o ta g o n is m o a la ciencia y aunque esta no d e s a p a re c e del todo, pa­

rece convertirse en un m ero pretexto para servir a p re o cu p a cio n es de otra índole.

En C uando el durm iente despierta (189 9 ), dibuja con trazo a m a r g o una distopía

su pertecno ló gica en la qu e las g ra n d e s c o rp o rac io n es se han hecho con el poder,

s a n c io n an d o para siem p re la d e sigu a ld ad entre una élite reducida y casi o m n ip o ­

tente y u n a s m a s a s s o m e tid a s y m a n ip u lab íes que s e entregan con facilidad a

m e s ia n is m o m á s de sca rad o , aviso in d isim ulado del W e'ls socialista del resultado

al qu e pu ed e con d u cir a la h u m an id ad el libre ju eg o de las fuerzas ec o n ó m ic a s . El

alim ento de los dioses (19 04) va aún m á s allá al describir una sociedad futura en a

q u e la invención de un alim ento de gran p o d e r nutritivo crea una nueva s u b e sp ec ie

h u m a n a cu y o s m ie m b ro s alcanzan los d o c e m etros de altura, a rg u m e n to que da

pie a Wells para satirizar a la b urgu esía atem orizada por el desarrollo de la ciase

m edia, sin olvidar su característico te m o r a los avan ces de una ciencia sin c o n ­

ciencia. Pero es En los días del com eta ( 19 0 6 ) d o n d e Wells parece ya tan o b s e ­

s io n a d o por el m e n sa je que olvida incluso la verosim ilitud científica del a rg u ­

m ento, b o rd e an d o p e lig ro sam e n te los límites de gé n ero para caer en la fantasía.

En a novela, que por otra parte p o s e e una calidad ¡iteraría m a y o r que m u c h a s de


las anteriores, un com eta que p a sa cerca de la Tierra provoca so b re ios s ere s

h u m a n o s el m á gic o efecto de elim inar entre ellos el ve n e n o de la discordia, term i­

na n d o para s ie m p re con la violencia, la guerra e incluso los ceios. La guerra en el

aire (1908) retom ará con veh em en cia el tem a, al describir un conflicto bélico del

futuro con una clarividencia tan p o rte n tosa que son in contables los a v a n c e s te c n o ­

lógicos descritos en ia obra que se convirtieron en realidad tan solo a cab o de

u n a s d é ca d a s.

Ilustración de Alvin Correa para la edición fran c esa de La guerra de los m undos

de 19 0 6 .

H. G. Wells es. en fin, un ve rd a d e ro m aestro , no solo del género cuyos cim ien ­

tos plantó con tanta firmeza en el su b s u e lo de la literatura, sin o de a literatura

m is m a . A u n q u e no faltan los críticos q u e han cu e stio n a d o s u valor en e s te sentido,

es n ecesario recordar que el p re c io s is m o form a! de p o co sirve si no s e coloca al

servicio de la em o ció n , y em ocionar, sin du d a, lo logra H. G. Wells. C o m o E. R.

B urroughs. sa b e contar historias, pero a diferencia del norteam erican o, sus


historias no son so^o aven tu ras, sino ve h ícu lo s que n os transm iten v e rd a d e s sobre

la condición h u m an a y su s limitaciones, c o m o in dividuos y c o m o especie. Las

ciencias natura es. la biología so b re todo, y la técnica o cu pan en todo ello un lugar

fun d am en tal, porque, c o m o a nadie se !e e s c a p a b a ya en los albores del siglo XX,

s u evolución futura reclam aría un lugar fun dam ental c o m o factor con d icionante en

la resolución de los p ro b lem a s h u m a n o s . Pero la gra n d e z a de Wells reside en c o lo ­

car esa ciencia en relación con a so ciedad y con el individuo, s e d u c ie n d o al lector,

pero tam b ién forzán dolo a la reflexión s o b re t e m a s co m p le jo s . De p o c o s autores

se pu ed e decir :o m ism o .
EL C I N E D E S C U B R E LA C I E N C I A FIC C IO N

H e m o s hab lad o hasta ahora de literatura, porque no era otra la vía de expresión de

la que la ciencia ficción se había servido para difundir su m en sa je . Pero los c o ­

m ie n z o s del siglo XX crean un nuevo lenguaje artístico que e n s e g u id a va a ser

aprovechado.

El 2 3 de diciembre de 1895, m ientras H. G. Wells dab a a la prensa la prim era de

s u s gra n d e s n ovelas de ciencia ficción. La m áquina del tiem po, ocurría al otro lado

del canal algo llam ado a tener c o n s e c u e n c ia s tan im p ortantes c o m o im previsibles:

d o s fo tóg ra fo s fran c eses, los h erm a n o s A u g u ste M arie y Louis Jean Lumiére, or­

ganizaban en el Gran Café de Volpini de París la prim era proyección cin e m a to ­

gráfica de la historia: Salida de los obreros de ¡a fá b ric a Lum iére en Lyon M onplaisir.

El tem a no podía ser m á s prosaico. Ei cine parecía I a m a d o a sen/ir c o m o testi­

m o n io vivo de la existencia, p u es gra cias al m ovim iento, s u s im á g e n e s podían

dejar co nstan cia de ella c o m o no lo había hecho an tes ni la pintura ni la fotografía.

Pero a nadie s e le e s c a p a b a que la im agen en m o vim ien to podía servir tam bién de

vehículo inm ejorable a as m á s ilimitadas fan ta sías de a m ente h um ana. Ya no

sería n ec esa rio im aginar otros m u n d o s m ientras s e leía su descripción en as p á g i­

n a s de un libro, o conferir m o vim ien to im aginario a las e x a n g ü es ilustraciones de

las revistas. A hora era posible verlo con los propio s ojos. Ante la ciencia ficción se

abría un universo nu evo y no tardaría en explotarlo.

En efecto. El gén ero d e s e m b a r c ó con decisión en ias pantallas tan pronto c o m o

e s t a s em p e z a ron a existir. El prim er cineasta con o cid o de a historia fue tam b ién el

prim ero en rodar películas de ciencia ficción. G e o r g e s Jean M éliés (1861-1938)

había asistid o a la prim era proyección en el Gran Café de Voipini y salió tan m a ­

ravillado de la experiencia qu e decid ió dedicar s u vida a explotar las posibilidades

del nu evo invento. Tras frac asa r en su intento de que los Lumiére le vendieran uno

de s u s cin em a tó gra fo s, adquirió a un inglés una m áqu ina parecida y m o n tó en su

c a s a un rudimentario estudio. La m agia y la ilusión no habían llegado aún al cine;

no as había en a s p ro sa ica s film ac io n es de los Lumiére; será M éliés quien las

haga surgir en s u s películas, y, quizá po r m era c a su a idad, este prim er director de

cine de ¡a historia era un gran aficionado a las no velas de Julio Verne.


El proyectil ¡m p ac ta sobre el ojo del h om bre de la Luna. F o tog ra m a de ¡a

película de G e o r g e s M éliés Viaje a la Luna (19 0 2 ).


Ya entre s u s prim eras cintas, cortom etrajes de a p e n a s un m inuto de duración,

abu ndan os t e m a s extraídos de la ciencia ficción. Gugusse et ¡’a uto m ate, de 1S9 7,

narra c ó m o un p a y aso s e enfrenta a un h om b re m ecán ico; en Les rayons roentgen el


esqu eleto de un paciente e x a m in a d o por rayos X huye del cu erpo ai q u e pertenece,

y, en fin, en 18 9 9 , el director fran cés adapta con el título de Ella la célebre novela
de Henry Rider H a gg ard . Parecía tratarse de tentativas, de p ru ebas de en sa y o de la

que sería la prim era película de ciencia ficción de la historia: Viaje a ¡a Luna ( 19 0 2 ),
un largom etraje de veintidós m in u tos fruto de la adaptación a cine de as ob ras

sobre el tem a de los d o s g ra n d e s m a e s tro s c o n te m p o rá n e o s del género: De la Tie­

rra a la Luna, de Julio Verne, y Los prim eros hom bres en la Lun a, de H. G. Wells.
El a rgu m e n to es bastante sencillo. Los inquietos m ie m b ro s de Club de ios

A str ó n o m o s , reunidos en un c o n g re s o científico, deciden enviar a la Luna un pro­

yectil tripulado que habrá de s e r d isp a ra d o por un cañón de d im e n s io n e s colo­

s a le s . C uan do e proyectil aterriza, o hace s o b re un o jo del h om bre de la Luna, en

la qu e es la prim era im a g e n clásica de 'a historia del cine. Ya so b re la superficie del

satélite, los valientes tripulantes se encuentran con los selenitas, de los q u e se


libran, sin m á s m iram ien tos, a p a ra g u a z o s; em b a rc an de nu evo en e! proyectil, que

dejan caer por un precipicio lunar, y regresan a la Tierra.

N o fue ia última película de ciencia ficción de M éliés. Tras ella vinieron Viaje a

través de lo im posible ( 19 0 4 ), en la que narra una expedición al Sol, y Veinte m il le­

guas de viaje subm arino (19 0 7 ). Pero ya por en to n c es la supervivencia de la e m ­

presa del cin ea sta francés se antojaba difícil. N o so io esta b a n a p are cie n d o en Fran­

cia gra n d e s e stu d io s c o m o Pathé y G a u m o n t, con cu y os c o s te s de producción no

podía co m p etir una firma pequeña c o m o la suya, sino que al otro lado del Atlántico

el p o d e ro s o capital financiero n o rteam erican o e m p e z a b a ya a interesarse por las

in m e n s a s po sib ilidades de beneficio que ofrecía el cine en tendid o c o m o un e s p e c ­

táculo a ccesible a las m a s a s . Destino parecido le a gu ard aría al pionero de a cien­

cia ficción cinem atográfica e sp a ñ o la. S e g u n d o C h o m ó n , q u e tras rodar cintas

c o m o El hotel eléctrico, prim era película e sp a ñ o la del gén ero (1905), m arch ó a

Francia contratado por la Pathé, para la que filmó alrededor de quinientas obras,

m u c h a s de ellas tam bién de ciencia ficción. M ientras, en Gran Bretaña Robert Wi-

lliam Paul, inventor de la m á q u in a adquirida por M éliés, rod ab a cintas tan su ge-

rentes c o m o An O ver-lncubatea B aby ( 1 9 0 1 ) . en ia qu e el errón eo fun cion am ien to

de una incubadora hace que el bebé de su interior salg a convertido en un anciano,

o The M otorist (19 0 6 ) , que narra e! viaje a a Luna y a S aturno de una suerte de

autom óvil volador. N o faltan p ion ero s en otros p a íses. En Italia. André Deed rueda

en 1 9 1 0 / trejia sc h i di Cretinneti. prim era versión para el cine de la novela El extraño

caso de! D octorJekyll y Mr. H yde. de Robert L. S teve n so n . pero d e stac a por su origi­

nalidad L'uom o daü ’orecchio m ozzato ( 19 16 ) , en la que un so ld ad o del ejército n a p o ­

leónico q u e había sido hibernado re gre sa a la vida un siglo d e s p u é s de Waterloo.

Por su parte. A lem ania da s u s p rim ero s p a s o s con Otto Rippert, qu e rueda en ese

m is m o año la trilogía H om ur.culus. trasunto de la novela de Mary Shelley en la que

el protagonista odia a la h um an id ad no por s u propia fealdad, sino por su incapa­

cidad para amar, tem a tam bién e s c o g id o por el norteam ericano Edison, qu e había

rod ad o su Frankenstein en 1 9 1 0 .

En c u a l q u i e r c a s o , a p e n a s in ic ia d a la s e g u n d a décad a del s i g i o XX, la era de lo s

c in e a sta s freela n ce h a b ía t e r m i n a d o ; lo s a u t o r e s de o b r a s de l g é n e r o t r a b a ja r á n ya
al a m p a ro de los gra n d e s estu d io s en ciernes, y las cintas de corta duración d e ja ­

rán p a s o a p ro d u ccion e s m u ch o m á s a m b ic io s a s. Pero es en ios a ñ o s veinte de

e s a centuria cu a n d o a cinem atografía, de la m a n o del ex p re s io n is m o alem án , va a

vivir su primera Edad de Oro, y con ella tam bién lo hará el cine de ciencia ficción. Y

no será por ca su alid ad . C o m o ha escrito jordi Costa, no deja de s e r lógico que un

m o vim ien to artístico que reacciona contra el im p re s io n is m o y su o b s e s ió n por los

efectos de la luz so b re los o b ;etos, prestand o toda su atención al espíritu antes

que a ia materia, vea en el género una herram ienta inm ejorable para viviseccio nar

la so ciedad de su época, so m etién d o la a la óptica defo rm an te qu e e era tan q u e ­

rida (Costa. 19 9 7 : 55).

Lo cierto es que, de un m o d o u otro, m u ch a s de las películas de m ayor ca idad

y éxito de a é p o c a tienen a lg o que ver con el género. Ya en 1 9 2 0 filmaba Paul

W egener su ve rsió n m á s a c la m a d a de El goíem , !a novela de G u s t a v M eyrink publi­

ca d a po co antes. Pero e s sin duda la figura del cin ea sta austríaco Fritz Lan g la que

dará al cine de ciencia ficción a un tie m p o la profundidad reflexiva y la capacidad

de em o cio n a r qu e H. G. Wells le había d a d o a su literatura. C o m o escribiera J o s é

Luis C arci, fue él quien llenó la caja de h erram ien tas con las que m on tar algunas

de las pie za s del futuro.

Son cuatro las cintas de Lang que n o s interesan: El ju g a d o r y El infierno del

crim en, de 19 2 2 ; M etrópolis, de 19 2 6 , y La m u jer en la Luna, de 19 2 9 . Las dos pri­

m e ra s r.o son sin o una sola película que en E sp añ a s e estre n ó en d o s partes y que

tuvo aún otras d o s con tin u acion es en a ñ o s posteriores. B a s a d a en una noveia de

Norbert Ja c q u e s pub icada po co an tes por e n trega s en un diario berlinés, s u prota­

gonista, el m iste rio so doctor M a b u s e , es un m a e s t ro de la hipn osis qu e u sa su

don para c o m e te r crím en e s y llevar a a locura a cualquiera que ten g a la de sgra cia

de obstacu lizar s u s d e sig n io s. Pero es, sin duda, la s e g u n d a de las cintas relacio­

n a d a s la que confirió a Lang su en o rm e prestigio c o m o pionero de la ciencia fic­

ción cinem atográfica. M etrópolis no e s sino una terriole distopía am b ien ta d a en un

d e s h u m a n iz a d o r futuro tecnológico descrito con o scu ro s tintes de inequívoca

inspiración w elsian a. En ia ciudad que da n o m b re a la cinta so lo unos p o c o s pri­

vilegiad os, c o m o o s eiois de Wells, habitantes de la h e rm o s a C a s a de o s Hijos,


disfrutan de los beneficios del p ro g reso , m ientras en as c a ta c u m b a s de la ciudad

la in m e n sa mayoría de la población vive al nivel de la m era su bsistencia, som etida

a a go ta d o ra s jo rn a d a s de trabajo de diez horas. C u a n d o Eric, ei hijo del fund ad or

de M etrópolis, se e n a m o ra de María y la sig u e al s u b m u n d o d o n d e habita, su c o ra ­

zón se c o n m u e v e y decide q u e d a rs e con ella y co m partir su triste futuro. Pero el

destino qu e han e s c o g id o para ellos será ta m b ién el de su s o cie d a d entera Tras ei

frac aso de los m a lévo lo s planes de Rotwag, qu e ha fabricado un robot de a p a ­

riencia idéntica a la de M aría para h acerse con el poder d e sp erta n d o los instintos

revolucionarios de as m a s a s , ei a m o r de la pare;a triunfa sobre el odio de cla s e y

la división social, y sin/e de b ase a una reconciliación entre explotadores y ex p lo­

t a d o s que da fin a la cinta. Visión terrible de un futuro en el que la tecnología, lejos

de beneficiar a to d o s , refuerza la injusticia y la explotación, es ta obra de Lang es

ta m b ién , a la vez, m uy cuestionab le d e s d e el punto de vista ético, no por su co n ­

de n a de 'as revoluciones, que co n sid era san g rien tos intentos de ca m b io c o n d e ­

n a d o s a: frac aso , o por su abierto rechazo del pa rad igm a marxista de la lucha de

clases, sino por el m e n sa je a p e n a s encubierto en favor de ios p o s tu la d o s corpora-

tivistas del n a z is m o alem án , con el que parece que Thea von Harbou, e s p o s a de

Lang y guionista del sim p a tiz ab a abiertam ente. Por lo d e m á s , la pe¡ícula es

una obra m a e s tra y a s í deb e ser reconocida con independ en cia de !o repulsivo que

pu eda resultar s u m ensaje.

M u ch o m á s lírica es La m u jer en ¡a Luna, de 19 2 9 . En la A ;e m an ia de los años

veinte, el ingeniero aeron áutico W olf Helius planea en secreto una m isión para via ­

jar a la Luna, b a s á n d o s e en ¡a convicción del profesor G e o r g M anfeldt acerca de la

existencia de oro en el satélite. Pero un financiero, Walter Turner, d e scu b re el pro­

yecto de Heiius y !o fuerza a incorporarlo a a expedición. A d e m á s , H a n s Winde-

gger, so cio de Heliu s, se entera de la m isión lunar y se s u m a al viaje junto con su

prom etida, la a str ó n o m a Friede Veíten, de quien Helius se encuentra secretam en te

e n a m o ra d o . Pero cu an do el coh ete d e scie n d e sobre la Luna, to do sale mal. A p e n a s

descubierto el oro. el p ro fesor m uere, y Turner, qu e lo quiere para s í m is m o , lucha

con los d e m á s . Es derrotado y ca e herido de m uerte, pero an tes de expirar dispara

contra las b o m b o n a s de oxígeno, de form a que no queda el suficiente para que


to d o s puedan regresar. Helius decid e sacrificarse y q u ed arse en la Luna, pero

m ientras ve partir el coh ete s e da cu en ta de que Friede s e ha q u ed ad o con éi.

C o m o Adán y Eva lo fueron una vez sobre la Tierra, ellos son ahora la prim era p a ­

reja h u m a n a so b re la Luna.

Cartel de la pelícuia M etrópolis, de Fritz Lang (19 26). Su m on u m e n talid a d y

espectacu laridad llevan al cine de ciencia ficción por el c a m in o de las gra n d e s

su p erp rod u cc io n es.

C om o obra de arte, a película no e s muy b uena. Los d iálo gos son lentos y

p e sa d o s , la cá m a ra a p e n a s s e m u ev e y el a rg u m e n to es pobre y previsible. Pero

c o m o película de anticipación e s un filme de culto, p u es incluye ideas que m á s

tarde a d o p ta ría r m u ch a s otras, c o m o ;a cuenta atrás en los d e s p e g u e s , el c o m b u s ­

tible líquido para co h etes. :a g ravedad cero en e es p a cio y el co n cep to de una nave

s e p a r á n d o s e en fa s e s de lanzam iento, fruto to do ello del a se s o ra m ie n to científico

de Wiily Ley y H erm án Oberth, qu e a ñ os d e s p u é s trabajarían en el desarrollo de ias


b o m b a s volan tes nazis Vi y V'2.

O tras c in em a to gra fías realizan tam b ién relevantes a p o rtacio n es a cine de cien­

cia ficción por aquellos a ñ o s . En los E s ta d o s U nidos, las prim eras cintas de cierta

du ración a p arecen a c o m ie n z o s de la d écada de los veinte. De 19 2 1 data A M essage

fr o m Mars, de Maxwell Karger, pero hay que e s p e ra r cuatro a ñ o s m á s para e n c o n ­

trar una obra de cierta valía, El m un do perdido, de Harry Hoyt, adaptació n de la n o ­

vela de Arthur C o r a n Doyle. N o es un caso único. Las a d a p tac io n es de novelas

m arcan por en to n c es a pauta de cine de ciencia ficción al otro lado del Atlántico.

A lg u n a s de ellas, c o m o El extraño caso del d o c to rJek yll y Mr. H yde. conocieron in­

cluso varias, hasta m edia d o c e n a en una sola década, sin qu e a mayoría de ellas

m erezcan siquiera m e n cio n a rse. S o lo una película original aporta a las pantallas e

cine n orteam erican o de los a ñ os veinte, The W izard (E! m ago), de Richard R o sso n ,

en la que un sabio ioco se va e de un s im io para v e n g a r s e de la muerte de su hijo.

M u ch o peor están las c o s a s en Francia, dond e la h e g e m o n ía del s u rrea lism o d e ­

jaba m uy po co terreno abierto a algo que le era tan ajeno c o m o la ciencia ficción, o

en E spaña, d o n d e c in e a sta s c o m o Enrique Ram bal o M anuel N o riega no logran

m a n ten e r ¡a prom e ted o ra altura de as o b ras del pionero S eg u n d o C h o m ó n .

F o tog ra m a de la película Aeíita. reina de M arte, de lakov Protazan ov {19 2 4 ). A


p esar de su im aginativo d e co ra d o y su estética constructivista, fue una

oportunidad perdida para el cine soviético.

Solo en la Unión Soviética la ciencia ficción cin em ato gráfica alcan za por en to n ­

c e s alguna relevancia, sin duda porque en ella vefa e! flam ante régim en co m u n ista

un vehículo de gran potencial para la difusión de su s ideas. Aelita, reina de M arte,

u n a gran su p erp rod u cción dirigida por lakov Protazanov en 1 9 2 4 s o b re un guión

b a s a d o en una novela de Alexei Tolstoi escrita d o s a ñ o s antes, e s , sin em bargo,

u n a oportunidad perdida. De argu m e n to inverosímil — narra c ó m o d o s jóvenes

ru sos viajan a Marte llam ado s por una princesa q u e les ha visto a través de un

telesco pio y ponen allí en m arch a una revolución socia ista q u e luego resulta ser

un su eñ o — . d e s a p r o v e c h a del to do las po sibilidades artísticas de unas v a n g u a r­

d ias q u e aún tenían cab ida en la U R S S para anticipar ya el ca strado r realism o

socialista que tanto d a ñ o había de hacer al arte en aquel país.


El alumbramiento (1 0 2 0 -1 0 1 6 )

E s tá b a m o s s ie m p re a tare ad o s en c o s a s urgentes e in s ig n if c a n te s : y

e resultado era in sustancial. ¿H a b ría m o s ju zg ad o errón ea m en te toda

nu estra existencia? ¿ H a b r ía m o s fu n d ad o nuestra vida en faisas

p re m is a s? Y, en particular, e s a s o cie d a d nuestra, e s e punto de apoyo,

apare n tem en te tan firme, de actividad m u n d a n a , ¿no sería quizá solo un

débil torbellino de contenida y co m p la cien te d o m esticid a d qu e giraba

inútilmente en la superficie del gran río, y que en s í m is m o carecía de

profundidad, de significado?

O la f Stapiedon : H acedo r de estrellas, 19 3 7


D O S C A M I N O S PARA UN C E N E R O

Pero si a g o c o m e n z a b a a resultar evidente en las prim eras d é c a d a s del siglo x x era

que la ciencia ficción a d o p ta b a fo rm a s m uy diferentes a a m b o s lados dei o cé an o

Atlántico. M ientras en los E stad os U n ido s se convertía en un f e n ó m e n o de m a s a s

para a d o le s ce n te s qu e d evoraban con fruición revistas baratas repletas de a v e n ­

tu ras galácticas a estilo de Edgar Rice B urroughs, sin m á s preocu pación que el e n ­

tretenim iento. en e¡ viejo continente e gé n ero se o b se s io n a b a con la reflexión s o ­

cial y el c o m p r o m is o político. M ientras al otro a d o del Atlántico eran legión los

autores de relatos de ciencia ficción y d e s c o n o c id o s la in m e n s a mayoría de su s

n o m b res, en Europa ei gé n ero era c o s a de u n o s p o c o s autores, p erfectam ente inte­

gra d os en el m ainstream de la literatura, que g o zab an de gran reco nocim iento de la

crítica. Al o e s te del gran mar, un ejército de p ig m e o s ; al este, unos p o c o s gigantes.

Tai era el p a n o ra m a que ofrecía la ciencia ficción a c o m ie n z o s del siglo xx.

Q uizá la explicación de tan diversa evolución haya que b uscarla en el contexto

histórico. Los E s ta d o s U n id o s s e erigían por en to n c e s en un sólido baluarte de la

d e m o crac ia cuya po d e ro sa e c o n o m ía , la prim era ya del m u n d o , d e s p e g a b a con

decisión hacia el paraíso de la so ciedad de c o n s u m o ; Europa, por el contrario,

parecía incapaz de sa ir por s í sola de la crisis p ro vo cad a por el fina de ¡a Primera

G u erra Mundial. A las ingentes pérdid as h u m a n a s s e s u m a b a n la en o rm e d e stru c­

ción de c a m p o s , fábricas y vía s férreas, el feroz en d eu d am ien to de los gobiern os,

la incapacidad de m illones de s o ld a d o s d e s m o v iliz a d o s para reintegrarse con p ro ­

ve ch o a la vida civil, el d e s e m p le o m a s iv o y la pérdida de fe en una d e m ocracia que

se había revelado incapaz de im pedir la catástrofe. En aquel caldo de cultivo, n e ­

gros nu barron es se cernían so b re ei horizonte. D os ideologías totalitarias parecían

encontrar en el sufrim iento de los e u ro p e o s el am b iente ideal para el crecimiento

de s u s filas: el c o m u n is m o , que había triunfado en Rusia tras la revolución de 19 17 ,

y los f a s c is m o s , d iverso s pero se m e ja n te s , que se nutrían con rapidez de las

m a s a s de s o ld a d o s d e s c la s a d o s . o b reros en paro y cla ses m e d ia s t e m e r o s a s de la

revolución. Y en este contexto, la ciencia ficción, c o m o la literatura eu ro p e a en

genera!, no perm a n ece im pasible; to m a partido y o hace in conscien te aún de que

la catástrofe que s e prepara será aún m ayor que la anterior, previniendo al m undo
de a perversión contenida en las n u eva s id eo logías que tan s e d u c to ra s s e m u e s ­

tran a los frágiles ojos de m illones de eu ro p e o s a n s i o s o s de una nueva espe ra n za

en el futuro. D os autores ocu parán un lugar d e s ta c a d o entre q u ien es a s í proceden

en s u s escrito s; uno es ruso, c h ec o slo va co el otro.

El ruso es Yevgueni Z a m ia tin (1884 -19 37 ), que alcanza su relevancia c o m o

a utor del género con una sola obra, una terrible distopía publicada en in glés en

1 9 2 4 tras haber s id o prohibida en su propio país, que s e convertirá en m od elo de

m u c h a s o b ras posteriores, a lg u n a s de ellas de tanta celebrid ad c o m o Un m undo

fe liz de A ld ous Huxley o 19 8 4 de G e o r g e Orwell. En el libro, titulado Nosotros, el fu­

turo de la h um an id ad se tiñe de a oscu rid ad asfixiante propia de una so ciedad en

la qu e un Estad o m undial o m n ipoten te dirige con m a n o férrea los a s p e c to s m á s

íntim os de la existencia h um an a. Bajo el m a n to protector del Bienhechor, ¡os indi­

v id u o s son so lo n ú m e ro s y s u c o m p o rtam ien to se ha c o n d icio n a d o biológi­

c a m e n te para servir al Estado, hasta e punto en qu e incluso la felicidad, resuitado

ella m is m a de una p rog ram ación , se concib e c o m o la a u se n cia total de apetitos, y

la libertad, p re cisa m en te porque apunta hacia su c o n se cu ció n , c o m o el m ayor e n e ­

m ig o de aquella. So lo un d e s e o está permitido: el de ser/ir al Estado. Todos visten

igual, co m en io m is m o , viven en p is o s de cristal, y m antienen relaciones sexu ales

en estrictos horarios fijados por el Estado, que s e apropia de los hijos para po n er­

los a su sen/icio. El « y o » ha d e s a p a re cid o por c o m p eto; solo existe el « n o s o t r o s » .

Por e s o cu a n d o e! protagonista de la novela, un atribulado in geniero Ja m a d o

D-503, s e e n a m o ra , co m e te el p e ca d o m á s terrible qu e cabe concebir, equivalente a

la rebelión política, y s e le co n d e n a a la extirpación del g a n g io de la fantasía, res­

p o n s a b le último de su error. El Estado ha triunfado, pero ¿qu ed a a lg un a espe ra n za

para la h u m an id ad ? Zam iatin parece su gerir que sí. pero está fuera, en los salvajes

que habitan al otro lado de los m u ro s de las ciu d ad es de cristal y a cero pob lad as

por ¡os n ú m e r o s ; n u n ca en ei Estado, sino contra él.

De cu ñ o m uy distinto es la obra de ch eco Karel (Üapek (18 9 0 -19 38 ), prolífico

a utor con casi m edio cen tenar de libros en su haber, de los cu ales so lo cinco p u e ­

den c o n sid era rse de ciencia ficción. Sin e m b a rg o , entre ellos de stacan d os que

d eben figurar entre las o b ras de obligada lectura para los aficion ad os: una obra
teatral, Robots Universales Rossum ( 19 21). el prim er texto en el que ap are ce la p a la ­

bra robot, y una novela. La G uerra de las salam andras ( 19 36 ). Esta última es, sin

lugar a d u d a s , su m e jo r obra. En ella, un capitán b usc ad o r de perlas d e scu b re en

una apartad a isla del o c é a n o índico una e s p e c ie d e s c o n o c id a de s a la m a n d ra s in­

teligentes de gran ta m a ñ o c a p a c e s de hablar y m a n eja r herram ien tas. Intuyendo el

n egocio, l e g a a un acu erd o con un financiero checo, G . H. Bondy, para convertir a

los d e sp ierto s y d óciles a n im ales en b u sc ad o res de perlas sin otro p a g o que unas

p o ca s a rm a s para ayudarles a d e fen d e rse de los tiburones. A la muerte de^ capitán,

Bondy pone en m arch a p lan es m á s a m b ic io s o s : a s h um ild es sa la m a n d ra s , fu e r­

tes, frugales, inteligentes y a s o m b r o s a m e n t e prolfficas, bajo el control de s u s

e m p re s a s , s e convertirán en un in m e n s o ejército de m a n o de obra esclavista para

los puertos y las a g u as p o co profu n das. Con su ayuda, la h um anid ad coloniza los

m a re s y entra decidida en una era de p ro g re s o ilimitado. Pero las sa a m a n d ra s. que

se han multiplicado hasta alcanzar d e c e n a s de miles de m illones de individuos en

to d o el m u n d o , tienen s u s propios planes. D o tad as de to d o s los a v a n c e s de la ci­

vilización en s u s ciu d ad es s u m e rg id a s junto a las c o s ta s , a r m a d a s hasta los dien­

tes por o s E s ta d o s e im b u id a s de las m is m a s ideas a gre siv a s de los h o m b r e s que

las explotan, re c'am an de es to s su es p a cio vital. La guerra e s inevitable, y la vic­

toria no parece decan tarse del a d o de la h um an id ad . ¿O serán las s a la m a n d ra s víc­

tim a s de las m is m a s d ise n s io n e s de los h o m b r e s y term inarán por luchar entre s í

hasta de stru irser El final de la obra queda abierto, pero no resulta difícil intuirlo.
Robot de la obra teatral R . U . R . . de Karel (íapek. En elía, los ob reros artificiales

cobran conciencia de su condición y deciden rebelarse para im p on e r su

d om in io s o b re la hum anid ad .

La novela, ca rg ad a de acción y narrada en un estilo tan irónico que roza con fre­

cu encia la m ord acidad, cautiva a'- lector d e s d e las prim eras págin as, teñidas de cla­

ras rem in iscen cias de Jo s e p h Conrad y Jon athan Swift. Las s a la m a n d ra s so n , com o

s u c e d e sie m p re en la b uena ciencia ficción, so lo un pretexto: el libro es un feroz

a le ga to contra el n a cio n a lism o, contra el im peria ism o. contra la guerra, contra la

codicia y el e g o ís m o que co nd u cen una y otra vez al h om bre hacia la violencia y la

m uerte: contra en fin la propia naturaleza h u m an a , q u e n os lleva a olvidar qu e por

e n cim a de razas, religiones y b and eras, la h um anid ad es so io una y cualquier a g r e ­

sión contra una p erson a ajena a n o sotro s, por distinta que n os parezca, es una

a gresión contra n o s o tro s m is m o s .

M ientras, entre las b ru m a s del otro lado del canal de La M an cha, la literatura

inglesa desarrollaba su propia versión de a ciencia ficción eu ropea. Un autor en

especial, O la f S tapledon (1S S 6 -19 5 0 ), se revelaría c o m o una po d e ro sa indivi­

dualidad ca p a z de abrir un nuevo c a m in o para el género, no por minoritario m e n o s

relevante e influyente para el futuro. Su gran aportación fue llevar a filosofía a las

p á g in a s de las nove-as de ciencia ficción. Si Bellamy, Z am iatin e incluso Weils

prestaron atención a la condición h u m an a en s u s obras. S tapledon la convierte en

protago nista casi única; si CÜapek huye de las a n g u stia s del presen te por m e d io del

h u m o r cáustico, Stapledon lo so brevu ela en p o s de la infinita in m e n sid a d de a

Creación. S u e sc ala es lo in con m en su rab le, en el tie m p o y en el e s p a c io . En s u pri­

m era novela de ciencia ficción Los prim eros y los últim os hom bres: historia del fu turo

próxim o y rem oto (19 30 ), las d e s a p a re c id a s civilizaciones c ó s m ic a s recorren en su

im aginación m illones de añ os. En su obra parad igm ática, H acedor de estrellas

(1937), de la que dijo B orges que « a d e m á s de una prod igiosa novela, [es] un s is ­

tem a probable o verosím il de la pluralidad de o s m u n d o s y de su dram ática his­

toria», revela s u convicción de que tras la aparen te diversidad del c o s m o s se o cu l­

ta una m ente o espíritu p e n sa n te qu e confiere sentido al un iverso y con el cual la

h um an id ad deb e vivir en arm o nía, pues de lo contrario su destino so lo pu ed e ser


la autod estru cción . Pero quizá haya otras salid as. La redención del h om bre puede

venir de las estrellas, pero tam bién de la extensión y e p e rfeccion am ien to de su

cultura, o incluso de su propia evolución, de su con versión en H om o superior,

c a p a z por fin de s u p e ra r !a am bición y la violencia, c o m o en Ju a n raro (1934), o la

de otras e s p e c ie s , c o m o el perro inteligente protagonista de Sirius (1944). En todo

caso, p o c o s autores logran proporcionar a su esp e cu lac ió n un fu n d am en to tan s ó ­

lido y coh eren te c o m o Stapledon — t e m a s c o m o la ingeniería genética, la ecología

y la clonación hallan por prim era vez lugar en s u s o b ras— y m e n o s aún elevar a la

ciencia ficción a tan e le vad as cotas de profundidad filosófica. N o es extraño que su

influencia alcance tan lejos en el tie m p o y a autores tan d e s ta c a d o s . C u m b r e s de la

ciencia ficción clásica c o m o T h e o d or S turgeon, Arthur C. Clarke, Brian A ld iss o

S tan isfaw Lem adoptaron ideas propias del autor inglés y hubieron de reconocer

su de u d a con él. C o m o H. G . Wells, Stapledon es uno de los g ra n d e s fun d ad ores

del género.

Pero a decir verdad, a corto plazo a m e n o s, las p re o cu p a cio n e s políticas de los

eu ro p e o s aug u rab a n un futuro literario m á s pro m e ted o r a las distopías q u e a la e s ­

peculación filosófica de largo alcance. Es por elio por lo q u e en aquellos co n v u ls o s

a ñ os las m e jores a p o rtac io n es al gé n ero se sitúan en la estela de Z a m ia tm m u ch o

m á s qu e en la de Stapledon. Tal e s el c a s o de Un m u n do fe liz , de ASdous Huxley

(1932), quizá la visión del futuro m á s verosím il, inspirada y terrible qu e haya c rea ­

d o nunca la literatura occidental, y IQ84, de G e o r g e Orwell, publicada m á s tarde, en

19 4 9 , qu e tiene el honor de h ab erse erigido en la m á s corrosiva visión del totali­

ta rism o id eada por un escritor.

La prim era de esta s o b ras es quizá la m á s profética. no s o lo porque a evolu ­

ción de la s o cie d a d en ios tres cu a rto s de siglo transcu rrid os d e s d e su publicación

parece co m p la c e rs e en seguir el c a m in o trazado po r Huxley, sino porque, a dife­

rencia de lo qu e s u c e d e en las n ovelas de Zam iatin y Orwel!, e s la tecn ología, y no

la organ ización política, la herram ienta que oprim e al individuo. Y esta opresión es

tanto m á s terrib!e y eficaz porque los que la sufren no solo no ¡a rechazan, sino

que la a m a n . Los h o m b r e s y m u je re s de Un m un do fe liz son e s c la v o s que adoran

s u s c a d e r a s . C o n ceb id o s en un tu b o de ensayo, m a n ip u la d o s ge n étic am en te y


co n d ic io n a d o s socialm ente, viven su vida en c a stas ce rra d a s diferenciad as por su

función y son m a n ten id o s en su inconsciente sen/idum bre por m edio de las dro­

gas, la diversión y el placer sexua sin límites, que presiden s u s días hasta el final

p ro g ra m a d o de una existencia tan ajena al sufrim ien to c o m o a la tra scen d en c ia.

Por el contrario, la distopía de Orwell obvia la tecnología. La m áxim a concesión

que se le hace en s u s págin as e s a telepantalla que vigila a to d a s horas a los ciu d a ­

d a n o s de su m u n d o de pesadilla, trasun to de las p a red es de cristal de Z am iatin y

personificación del Estad o o m n ip resen te y om n ipotente. Su preocu pación e s la or­

ganización. La infelicidad del h o m b re proviene de ella, del E stad o ilimitado, de la

guerra sin fin, de a represión sexua , de la m anipulación del p e n sa m ie n to y el en-

guaje — lo q u e no s e dice no e s — , de ¡a vigilancia continua, de la tergiversación,

en fin, de la historia. Pero los individuos de Huxley y los de Orwell son igu alm en te

es c la v o s ; unos porque se Íes deja hacer to d o y no hacen nada, ai m e n o s nada que

¡os eleve, que los h aga en verdad h u m a n o s ; los otros porque no se les deja hacer

nada de lo que les hace h u m a n o s y sobreviven, sie m p re al ¡imite de la s u b s i s ­

tencia, m á s qu e vivir. Pero s u s vid as, las de u n o s y las de otros, carecen de pro ­

yecto, de sen tid o, y ¿ a c a s o sin ellos s e p u ed e s e r v e rd a d e ram en te h u m an o ?

Y es necesario, para concluir este epígrafe, hacer referencia siquiera so m e r a a

británico Clive Staples Lewis (15 0 8 -19 6 3), cu iz á e m á s extraño autor de ciencia fic­

ción c u e ha existido hasta la fecha, extraño no s o lo porque nunca q u is o serlo, sino

porqu e incluso d e s p re c ió y atacó al gé n ero en el que, por una extraña paradoja, la

crítica term inó por en cu ad rar a lg u n a s de su s o b ras. C. S. Lewis. pues a s í era y es

co nocido , c o m p re n d ió qu e el a ug e que experim en taba la ciencia ficción en el p e ­

riodo de en tregu erras era. en el fondo, una form a de expresión y, en últim a in s­

tancia, de d e fen sa de una visión del m u n d o b a s a d a en los valores racionalistas de

la ciencia, una form a, en fin, de entender la realidad sin recurrir a la fe. Y ante la

difusión de tales ideas, un ve rd a d e ro cristiano no podía en m o d o alguno p e rm a ­

necer callado; debía p ro nu nciarse y hacerlo con claridad.

E so y no otra cosa, un pron unciam ien to, son las tres n ovelas q u e co m p o n e n su

trilogía de esp a cio : M ás allá d el planeta silencioso (1938), Perelandra (19 43 ), y Esa

horrible fortaleza (1945). En ellas, a b u s a n d o en o c a s io n e s de la intención didáctica.


Lewis s e pronuncia contra la ciencia sin concien cia y proclam a la n ecesidad de

abordar la realidad d e s d e una perspectiva ética. La ciencia no es maSa, pero debe

o c u p a rs e de los a su n to s que le son propios, y es to s no son, d e s d e luego, d e s e n ­

trañar e origen del c o s m o s para hacer innecesario a Dios, ni explicar, para luego

dirigir, la co n d u cta de los s e r e s h u m a n o s , cuyos valores deben regir s u s a cto s y no

los d ictado s de unos científicos p a g a d o s de su s u p u e s ta superioridad.

La influencia de Lewis en la evolución posterior del género fue, contra todo

pronóstico, fund am ental. A utores clá sico s com o Jam es Blish (Un caso de

conciencia. 1958) y, sobre todo, Walter Miller (Cántico p o r Leibow itz. 1959) deben

m u ch o, sin duda, a su decidido intento de valerse de la ciencia ficción para atacar

su propio fu n d am en to . Si algo revela todo ello es que no nos en c o n tra m o s ante un

prod ucto cultural marginal dirigido a lectores poco inclinados a la reflexión. Todos

los p ro b lem a s, t o d a s las p re o cu p a cio n e s propias del ser h u m an o, por co m p le jo s

q u e sean, tienen cab ida en el género.


R E V IS T A S D E PA P EL BARATO

Sin e m b a rg o , tam bién tiene cabida en él la m era distracción. O e s o es. al m e n o s, ío

q u e debieron de pe n sa r los autores que, en los E stad os U nidos de las prim eras

d é c a d a s de! siglo XX. escribían ciencia ficción para jó v e n e s en en trega s s e m a n a le s .

N o es de extrañar. En la s o cie d a d norteam ericana existía un m erca d o potencial que

su c o n te m p o rá n e a eu ro p e a no poseía: los m illones de a d o le s ce n te s y jó v e n e s que

ya sabían leer, pero no disfrutaban de la cultura suficiente para a cercarse a la lite­

ratura con m a y ú sc u la s, y carecían aún de las distraccion es q u e m á s tarde les ofre­

cerían el cine de m a s a s y la televisión. Por ello, entre finales del siglo X I X y las pri­

m e ra s d é c a d a s del XX invadieron los p u e s to s de venta incontables s e m a n a rio s de

m ala calidad editados en papel barato y ru go so , cuyos bordes mal cortad os a m e ­

nudo se d e sh a cía n , pero de precio m uy asequ ible y, so b re todo, repletos de relatos

orientados a satisfa cer la n ecesid ad primaria de ficción de aquel público. En s u s

p á g in a s a b u n d a b an las historias de fantasía y de aven tu ras, de terror y de misterio,

historias detectivescas, w é s te rn s , ficción histórica y sí, tam bién en alguna qu e otra

ocasión relatos de ciencia ficción. Los títulos eran efectistas; las portadas, muy

coloristas y llam ativas, y represen tab an casi siem p re e s c e n a s p ro ta go n iz ad as por

m u je res escultu rales y héroes m u s c u lo s o s p e n s a d a s para servir de imán a jó ven e s

y a d o lesce n tes. Había nacido la pulp fíction. The Argosy, en 18 9 6 , s e convirtió en la

prim era revista de e s a s características, y su éxito fue tan gran de que pronto la s i­

guieron m u c h a s otras.

Pero en la A m érica de c o m ie n z o s de la p a s a d a centuria existían tam bién , a u n ­

q u e en nú m ero m u ch o m enor, jó ven e s e n a m o r a d o s de la ciencia y la tecnología

q u e seg u ían con ve rdadera pasión los a v a n c e s q u e po r en tonces s e su ced ían a un

ritmo acelerado en los c a m p o s m á s pu n teros del saber, c o m o la electrónica, el a u ­

to m o v ilis m o y la aeronáutica. E stos jó ven e s tam bién co ntab an con s u s propias

revistas pulp. pu b licaciones periódicas cu yas págin as no con tenían relatos de fic­

ción, sino artículos divulgativos so b re e s o s tem as.


H u g o G e rn sb a ck , para m u c h o s especialistas, el padre de la ciencia ficción

m o d erna. Todavía hoy uno de ’o s g ra n d e s p re m io s que reconocen ia m aestría

de los autores del genero, el Prem io H u g o, lleva su nom bre.

A m b o s m u n d o s , y a m b o s públicos, parecían co m p le tam en te s e p a r a d o s hasta

que un h om bre tuvo ia idea genial de unirlos en uno solo. No fue c o s a de un solo

día. E prim er b oq ueo de la nueva criatura s e produjo en 1 9 1 1 , cu a n d o H u g o G e r n s ­

back, im p ortad o r de piezas de radio y director de la revísta M o dem Elecirícs, c o ­

m e n z ó a publicar por e n trega s en ella un relato de título cu a n d o m e n o s po co afor­

tunado: Ralph 124 C 4 1+ : A R om ance o f th e Year 26 6 0 . S im p le y to s c o hasta la n á u ­

sea — describía sin m u ch a brillantez literaria, aunque con no poca clarividencia, un

futuro h ipertecnológico— tu vo, sin em b a rg o , gran éxito porque cubría a d e m a n d a

de un m erca d o h asta en to n c es p o co o nada explotado.

Los relatos de ficción científica, que m ezclab an tecnología y fan tasía, c o m e n ­

zaron a proiiferar. Poco d e s p u é s c o m e n z a b a su carrera Edgar Rice B urroughs, que

logró un éxito casi inm ediato con s u s historias m arcianas. Y un nuevo género, el

horror, gan ab a terreno de la m a n o de los fan tástico s re atos de H. P. Lovecraft,


Robert E. H ow ard y Clark A sh to n Sm ith, so stén c e Weird Tales, fu n d ad a en 19 2 3 y

pronto una de las revistas m á s p o pu lares de ¡a ép oc a. S u prim er editorial, escrito

por su director. Edwin Baird, prom etía «re la to s distintos de los que pueden u ste­

des e n c o n tra r e n ias d e m á s revistas. Relatos fan tásticos, extraordinarios, g ro te s co s

a ve ces, narrando historias a n o r m a le s y extrañas, historias, al fin, que ies s o rp re n ­

derán. U n as serán de pesadilla, otras — escritas con m a n o m a e s tra — tratarán

“ t e m a s p roh ib ido s’'». M ientras, la literatura de anticipación seria, la escrita por B e­

llamy y su s im itadores, m u y popular al principio, iba perdiendo fuerza. La ciencia

ficción no rteam ericana s e co nsolidab a a s í so b re la b a s e de ¡as historias sencillas,

de a rg u m e n to s reiterados, p e rso n a jes planos, acción a raudales y erotism o m á s o

m e n o s explícito, y parecía explorar tres c a m in o s m á s o m e n o s definidos: la te c n o ­

logía, la aventura y el misterio. N ada m á s distinto de lo que suced ía por entonces

en la vieja Europa.

Pero v o lv a m o s a H u go G e rn sb a ck , al que h e m o s d e jado dirigiendo M odern

Elect-rics en 1 9 1 1 . D urante los a ñ os posteriores a la publicación de su prim er relato

!e siguieron otros hasta que la revista qu eb ró en 1 9 13 . N o cejó por ello en su e m ­

peño el ten a z inm igrante lu xem burgués. Ese m is m o año c o m e n z ó a p u b 'icar Eléc­

tricaI Experim entor, qu e cam b iaría su título en 1 9 1 9 por el de Science an d Invention.

En esta revista continuó publicando G e rn sb a c k relatos cortos de ciencia ficción, y

en 1 9 2 3 llegó incluso a dedicar un m o n ográ fico a tem a. El éxito de este nú m ero

fue tan gran de que decidió al e m p re n d e d o r luxem burgu és a d a r un p a s o m á s : en

abril de 19 2 6 fu n d ao a A m azin g Stories, una publicación m e n su a ; de d ica d a en exclu­

siva a los relatos de ciencia ficción. La historia del gén ero había d a d o un p a s o deci­

sivo.
Portada de la prim era edición de Arnazing Stories, de abril de 19 2 6 , realizada

por Fran:>: R P au l. C o m o pu ed e ob se rva rse, los n o m b re s de Verne. Wells y

Poe a p are ce n bien v isib les en la esq u in a inferior izquierda.

El prim er n ú m ero no era nada excepcional. A p e n a s había en él materia original.

U r p o co m á s grande que los pulps al uso, con un form ato de 2 1 x 2 9 cm . y con los

b ord e s m ejor recortados de lo habitual, le sen/ía de portada una e s c e n a en color de

H éctor Ser\>aaac, de Julio Verne, en la qu e u r grupo de terrestres contem plan el pla­

neta S atu rn o d e s d e a superficie de un c o m eta . Tres eran los autores que copab an

las p á g in a s de aquel prim er nú m ero: H. G . Wells, Julio Verne y E. A. Poe; habrá que

es perar al tercero para que a p a re z ca por fin un reiato original, The co m in g o f the lce;

de G . Peyton Wertenbaker, la historia del último h om b re so b re ¡a faz de la Tierra.

Pero :o interesante de aquel prim er nú m ero es el editorial del propio G ern so ack,

que no deja lugar a d u d a s s o b re las intenciones de la nueva pub icación:

[...] esta no será otra revista de ficción. \Amazir,g Stories será una nueva especie

de revista de ficción! Es en teram ente nueva, en te ra m en te diferente, es a!go que

no s e ha hecho ja m á s en este país. Por e s o es por o que A m azin g Stories m erece


atraer v u estra atención y retener vu estro interés. Existen revistas de ficción tradi­

cionales, las re se rv a d a s a as n arracio nes de amor, las c o n s a g ra d a s a narra­

cion es eróticas, las revistas de aventuras, etc., pero una revista de scientifction es

una pionera en su género en América. Por sciertifiction en tiendo n arracion es del

tipo de las qu e escrib ían Ju lio Verne, H. G. Wells, Edgar Alian Poe, es decir,

n arracion es en las que el interés n o velesco se en trem ezcla con d a to s científicos

y visio n es proféticas del futuro.

Pronto los relatos de ciencia ficción proliferaron c o m o infusorios en una gota

de a gu a, d im in u tos e inn u m erab les. La novela por en tregas s e convirtió en a reina

del nu evo gén ero, ya fuera de Verne, Wells o Poe, ya de los nuevos talentos q u e se

fo g u e a b a n en las páginas de aquellas publicaciones. Am az'm g, que seguiría ed itán ­

d o s e durante och enta a ñ o s , fue todo un s ím b o lo, pero no fue la única. El propio

G e rn sb a ck , ap arta d o de su dirección por p ro b le m a s fin ancieros, fundaría otras

d o s , A ir W or.der Stories y Science W onder Stories, luego fu s io n a d a s bajo la caDecera

W onder Stories. Y ya en 19 3 0 com enzó a distribuirse Astounding Stories o f

Super-Sciencc, cu yas historias se orientaban m á s hacia la ciencia ficción de aven ­

tu ras que a a centrada en la tecnología, tan del g u s to de G e rn sb a ck. Mientras,

continuaban su a n dadu ra Argosy. dedicada a la publicación por en trega s de las

n ovelas de ERB, y Weird Tales, m u c h o m á s orientada hacia el terror fantástico, m o ­

nopolizada.. c o m o dijim os, por L o v e c ra ft Smith y H ow ard. S e trata esta, em pero,

de una pa n o rám ica en exceso sim plista, p u es en aquella d é ca d a efervescen te las

revistas nacían, morían, se fu s io n a b a n o s e tra n sfo rm a b an sin cesar, dibu jando un

inconstante ca leid o sco p io de fo rm a s ca m b ia n te s y s ed u c to ra s qu e pinta los orí­

g e n e s de la ciencia ficción no rteam ericana con los colo res de la ilusión por e¡ por­

venir.

Poco a po co, a lg u n o s au tore s co m e n z a ro n a d e stac arse , im p rim ie n d o con

preferencia s u s n o m b re s en as llamativas portadas de las revistas del género.

Entre ellos, el prim ero fue quizá Edward Elm er Sm ith, m uy pronto co n o c id o co m o

E. E. Smith o s im p le m e n te D oc Sm ith, deb ido a grad o de doctor que po seía . Su

novela The Skylark o f Space ('La alondra del e sp a cio '), publicada en tres en tregas

en A m azin g en 19 2 S . s u p u s o un nuevo hito en el s u b g é n e r o de a ópera espacial.


p u es su a rg u m e n to trascen dió por v e z primera las lim itadas fronteras de¡ s is te m a

so la r (E R 3 situaba s u s reiatos en la Luna, Marte o Venus) para devo rar los a ñ os

luz en pos de planetas tan rem o to s c o m o im p ro bab les. Por lo d e m á s , poco hay de

n u evo en su s historias; no son sin o cu e n to s de policías y ladrones, h éro es y villa­

n o s, que transcurren a un ritmo vertiginoso, en una onírica esc en o gra fía plagad a

de pistolas de rayos y criaturas de fábula que sin duda hacían las delicias de un p ú ­

blico joven y p o co exigente. ¿Literatura? Es d u d o s o que su s o b ras m erezcan tan

honorab-e apelativo, pero lo q u e s í m erece sin duda D oc Smith es e h onor de

h ab er llevado a la ciencia ficción pulp a la culm inación. Las d os sigu ientes g e n e ra ­

cion es, fo rm a d a s en la lectura de su s obras, tendrían el h onor de elevarla a nu evas

cotas, e s t a s s í acre ed oras a una m e jo r consideración literaria.

A g u n o s au tore s de es to s añ os, no obstante, anticipan un p o co de esa calidad

futura. S u s relatos son aún fieles a ¡os c á n o n e s de la ép oc a; tam bién s u s págin as

a p arecen p o b la d as de h éroes y villanos, criaturas extrañas, viajes a lugares r e m o ­

to s y s u p e r a r m a s c a p a c e s de fulm inar planetas. Pero s u s p e rson a jes son ya un

po co m e n o s planos y el estilo m á s cu id ad o, y, sobre todo, e m p ie z a a vislu m b rarse

ya en su s reiatos la q u e ha de ser la verdadera s e ñ a de identidad de la ciencia fic­

ción de calidad: tra s c e n d e r la m era descripción de la ciencia y la tecnología para

a bord ar la reflexión sobre los efectos, positivo s o no, que su desarrollo podría

tener so b re el s e r h um an o y su socie d a d . Algo que. c o m o v im o s , los au to re s eu ro ­

p e o s ya venían haciend o por en to nces, pero que resultaba nu evo en el efervescen te

pa n o ra m a de la ciencia ficción n orteam ericana. D os figuras m erecen e s te recon o ­

cim iento: John W. C am pbell ( 19 1 0 - 1 9 7 1 ) , del que h ab lare m o s m á s adeiante, y S tan ­

ley G . W einbaum ( 19 0 0 -19 3 6 ), qu e inició una decidida renovación de la ópera

espacial con relatos c o m o The Parasite P la r e i. pu blicado en Astound'mg en febrero

de 1935, del que el m is m o A sim o v diría m á s tarde q u e le había g o lp e a d o con ¡a

fuerza de un martinete.

Por en ton ces, la ciencia ficción a d o p tó tam b ién una nueva form a de expresión,

distinta de relato escrito o la novela por en tregas: el cóm ic. Fue en 19 2 9 cu ando

vio la luz la prim era tira de Buck Rogers. de Philip Now lan. con s u s aventuras del

sigio X X V , y en 19 3 3 ¡e seguiría Flash Gordon, a m b a s in m e n s a m e n te po pu lares. Pero


e s t a s prim eras tiras no salieron de las págin as de los periódicos, en las que o cu ­

paban un p e q u e ñ o hueco. M ás tarde, en los a ñ o s treinta, a lg u n o s editores reim pri­

m ieron a lg unas de ellas bajo la form a de revistas pulp, pero habrá qu e es p e ra r a

1 937 para qu e vea la ;uz la primera revista de có m ic p ro p ia m e n te dicha. Detective

Cómics, cuyo gran éxito term inó po r devorar el n o m b re de su e m p re s a editora, a

N ation al Periodicals, que p a s ó a llam arse DC. Y fue DC la prim era en publicar una

revista de c ó m ic s de ciencia ficción: S u p erm a n , que vio la luz en 19 38, seg u id a de

cerca por B atm an en 19 3 9 y por Flash un poco m á s tarde en e s e m is m o año. H a ­

bían nacido los c ó m ic s de su p e rh é ro e s . pero no la m ayor de s u s editoras, la Mar-

ve! Cóm ics, q u e no ’o haría h asta 19 4 0 , año en qu e c o m e n z ó a publicar las aven ­

tu ras del Capitán América.

Por s u p u e s to , el có m ic de ciencia ficción no fue un f e n ó m e n o exclusivo de los

E stad os U nidos de A m érica. Pero de las otras d o s gra n d e s tradiciones m u ndiales

de la historieta, la franco-belga y la ja p o n e s a , sería so io es ta última la q u e d e s a rr o ­

llaría un có m ic de ciencia ficción m á s potente, que I egaría incluso a a portar v e rd a ­

deros iconos de la cu'tura popu lar en los propios p a ís e s occidentales. En efecto, el

có m ic ja p o n é s , el m an ga, qu e es su no m b re genérico, go z ab a de una tradición

m uy antigua qu e s e rem o ntab a al siglo XIX . pero el qu e suele co n sid era rse m a n ga

m o d ern o hace s u aparición d e s p u é s de la S e g u n d a Guerra Mundial, cu a n d o la p o ­

breza de la po sgu erra íimitaba los en tretenim ientos disp onibles a la radio y los

kam ishibai, es p e ctá cu lo s callejeros de figuras de papel, que pronto fueron a d a p ­

ta d o s c o m o relatos ilustrados en revistas uveniies, los em onogatari. directo p re ce­

dente del m a n g a m od erno . Sería a principios de los a ñ o s cincuenta c u a n d o s u r­

giría la figura de O s a m u Tezuka, hoy co n s id e ra d o padre del género, que introdujo

en el m a n g a la acción im parable, ia violencia explícita, el e s c a s o realism o y la

inconfundible estética q u e han I e g a d o a caracterizarlo, y dio a la luz a primera

serie m a n g a de ciencia ficción: Atom Taishi, el célebre Astroboy, un androide que

vive en un futuro no m uy lejano en el qu e h u m a n o s y robots conviven de form a

ordinaria.

El m a n g a de ciencia ficción iniciaba a s í su and a d u ra , que lo conduciría a un

crecim iento im p arab le y a una creciente diversificación de t e m a s y estilos, d e s d e el


m a n g a de robots, el m echa, al sieam p u n k, p a s a n d o por el cyberpunk o el genui-

n a m en te distópico y postapocali'ptico. sie m p re con un e'xito creciente y una p e n e ­

tración ca d a v e z m ayor en un O ccidente saturado de su p erh éro re s de M arvel y DC,

a n s io s o de n u evas experiencias en c ó m ic anticipatorio. En e s e caldo de cultivo ex­

tre m a d a m e n te propicio para la expan sión internacional del m a n g a surgió otra de

s u s g ra n d e s figuras. Katsuhiro O to m o. autor de Akira, un m a n g a cyberpur.k que

publicaría m á s de d o s mil págin as entre 19 8 2 y 19 9 0 . e incluso daría origen a una

película estre n ad a en 19 88 . Su éxito mundial ha sido tan grande qu e s e ha co n ve r­

tido en s in ó n im o de m a n g a para cu alquier p e rson a no aficionada al cóm ic, y ello

con un a rgu m e n to clásico: en un futuro no m uy le;ano, la tercera guerra mundial

ha d e va sta d o las gra n d e s ciu d ad es del planeta, frenan do en s ec o el progreso de la

civilización. Treinta a ñ o s d e s p u é s , d o n d e antaño e stu vo Tokio se alza Neo-Tokio,

u n a m e ga ló p o lis inh um ana cu y o s habitantes sufren el d e s e m p le o , la violencia y la

droga, s o s te n id o s tan s o lo por su fe en el mito de Akira. un niño que leva en s í

m is m o la energía absoluta y cuyo adven im iento traerá la resurrección de japón .


Tagosaku to M okube no Tokyo Kenbutsu (19 0 2 ). co n s id e ra d o el prim er m an ga,

de Kitazawa. La influencia del có m ic ja p o n é s en la cultura occidental a partir

de los a ñ o s ochenta ha s id o tan gran de que pu ed e hablarse sin exagerar de un

v e rd a d e ro fa n d o m del m a n g a en la mayoría de los p a ís e s eu ro p e o s y en los

m is m o s E stad os Unidos.

También en los ochenta dibuja su s có m ic s Akira Toriyama. autor c e Dr. Slu m p

y, s o b re todo, de Bola de Dragón, que en su versión de dibujos a n im a d o s ha a rra ­

s a d o en el m u n d o entero porque, hijo del m a n g a , e! anim e, su en carnación en la

gran pantalla y la televisión, ha p ro lon gado el éxito de aquel. O togi M anga

Calendar, la prim era serie a n im e para a televisión, y A stroboy en los a ñ os sesen ta ,


M azin ger Z en los años setenta, o N eón Ger.esis EvangeSior, en los noven ta ofrecen

b u e n o s ejem p lo s de las características de este tipo de anim ación.


EL F A N D O M

Estas h um ild es revistas de papel barato hicieron, a d e m á s , otro regalo de incal­

culable valor al género. En s u s t o s c a s págin as — A m ozin g Stories fue tam b ién en

esto pionera— pronto halló a c o m o d o una sección, Discussions, en la que los lec­

tores podían publicar op in io n e s, crfticas: su g eren cia s y, en una palabra, c o m u n i­

carse entre sf. G e rm in ó así, poco a poco, una pequeñ a pero entu sia sta y activa

com un id ad de a m a n te s de la ciencia ficción q u e en los a ñ os posteriores legaría a

adquirir u nas d im e n s io n e s y una vitalidad legendarias. H abía nacido el fa n d o m ,

expresión creada por contracción de las palab ras inglesas fa n a tic kingdom , esto es.

el ‘ reino de los fanáticos', que d e sig n a aún hoy a los aficion ad os a la ciencia fic­

ción.

G ra cia s a e s ta s s e c cio n e s, los aficionad os em p e z a ro n a con o c erse, a contactar

entre s f y a organ izar actividades juntos. Ensegu id a nacieron a s o c ia c io n e s qu e no

solo im p u lsab a n a c a lo ra d a s reunion es o ardientes d e b ate s s o b re t e m a s o novelas

concretas, sin o que pronto em p e z a ron tam bién a publicar su s propias revistas en

las que. junto a ia crítica, las re se ñ a s o el m e ro ch ism o rreo, tenían cabida historias

escritas por los m is m o s aficionad os. Estas revistas, a m e n u d o h um ildes y efí­

m e ro s folletos, m e c a n o g ra fia d o s y cic ostilad os, de p o ca s p á g in a s e ínfima calidad

tipográfica, recibieron el ¡cónico n om b re ó efar.zin es.

Fanzines los había, y o s hay, de d iverso s tipos. C o m o n o s recuerda Miquel Bar-

ceíó ( 2 0 15:12 5 ), los llam ados newszines se limitan a publicar noticias relacionadas

con la ciencia ficción; los critizines incluyen co m e n ta rio s y críticas, y los newsletters,

vocab lo que hoy fo rm a parte de nuestro léxico habitual, proporcionan información

limitada a una a sociación d e term in ad a. Dentro de e s ta s pu blicaciones existen, no

obstan te, jerarquías. C u a n d o una de eilas alcanza la difusión suficiente pu ed e c o n ­

vertirse en un prozine, esto es, una revista profesional, pues esto e s en lo qu e han

term in a d o por convertirse los fa n z in es de m ayor prestigio. El m e jo r e jem p lo es

Locas, fu n d ad o en 1 9 6 8 y que continúa activo en la actúa ¡dad. Pero el p ñ m e r fa n -

z ir e re evante de la historia es, sin duda. Fantosy M agazine. fu n d a d o en sep tiem b re

de 19 3 2 y qu e se m an tu vo c o m o la m á s influyente de e s ta s pub icaciones hasta el

estallido de la S e g u n d a G u erra Mundial.


El prim er grupo im portante de a ficion ad o s fue im p u ls a d o por el propio H u go

G ern sb ack , q u e fund ó en 19 3 4 la d e n o m in a d a Liga de a Ciencia Ficción, con g ru ­

p o s no soio en los E stad os U n idos, sino ta m b ién en Australia y Gran Bretaña. Sin

e m b a rg o , se suele co n sid era r que el prim er gru po su rgid o de m a n era es p o n tá n e a

de a iniciativa de los a ficion ad o s fue The C om et, creado po r Raym ond Palmer, edi­

tor del fa n z in e del m is m o nom b re, tam bién el prim ero de la historia. Pero el que

llegarla a ser con m u ch o el m á s f a m o s o fue el grupo de los llam ados a s f m is m o s

futurianos, creado en nueva York en 1938, en el que militaron au tore s de tanta rele­

van cia posterior c o m o Ja m e s Biish, Cyril M. Kornbluth, Judith Merril, Frederik Poní

e incluso Isaac A sim ov. aun q u e él m is m o s e co n sid era b a s o lo sim patizan te, y

D am o n Knight, q u e escribiría su historia a ñ os d e s p u é s en The Futurians (1977).

Este gru po era pecuiiar por v a n a s ra z o n e s. Para em pezar, unos p o c o s de su s

m ie m b ro s eran m u jeres, ra sg o po co habitual en el fa n d o m de la ép oc a. A d e m á s , la

id eología de a lg u n o s de ellos era notablem en te izquierdista. N o en vano M erca­

deres del espacio, publicada a ñ os m á s tarde por Pohl y Korr.biuth, p a sa por s e r una

de a s críticas m á s d e s p ia d a d a s del ca p ita lism o pu blicadas en el contexto del g é ­

nero. Y tal era la fam a de radicales que arrastraban que incluso se les prohibió :a

entrada en la World con de N u e va York de julio de 19 3 9 , la prim era q u e s e celebró.

En cualquier ca s o , su influencia fue notoria. Hacia 19 4 0 . ia mitad de as revistas

del gén ero estab an ed itadas por futurianos: Frederik Pohl editaba Astonishing Sio-

ries y S u p er Science Stories. Robert Low n d e s hacía lo propio con Science Fiction y Fu-

ture Fiction y Donald W'ollheim era también editor.

Tan intensa es la actividad del fa n d o m de la ciencia ficción, y tanta la impli­

cación em o cio n a l de s u s partícipes, qu e incluso han d ad o origen a un argo t p ro ­

pio, una ve rdadera lengua q u e integra y distingue a o s a ficion ad o s activos del g é ­

nero. Expresion es c o m o fa a n ish aluden a la actividad del fan q u e a m a m á s el f a n ­

dom que la propia ciencia ficción, distinto de la actividad sercon. « seria y c o n s ­

tructiva», de aficion ado a la producción literaria y cin em atográfica del género. Los

n e o lo g is m o s ocuparían págin as enteras si pretend iéram os registrarlos todos. Loe

(del inglés letter o f com m ent) e s una carta dirigida a un periódico o fa n z in e para

co m en ta r algo de interés; con, una convención de aficion ad os; egoboo (de¡ inglés
boost to the ego), cualquier actividad orientada a m ejorar !a propia im agen en lugar

del interés genera!; goh {de! inglés guest o f honor) el invitado de h onor en una c o n ­

vención... y a s í hasta la saciedad. El fa n d o m es un ve rd a d e ro m u n do, y c o m o tal,

tiene s u s reglas y, por s u p u e s to , su id iom a.

En cualquier ca s o , e! fa n d o m y los fa n z in es no so lo insuflaron una nueva y

p o d e ro s a carga de vitalidad al género, sino que, y esto e s lo ma's importante, sir­

vieron de es c u e a para la experim entación literaria y el aprendizaje de su s nuevos

autores, un e n riq u ece co r p a s o previo a s u salto a las revistas p rofesio n ales. Con el

tiem po , a d e m á s , su existencia se ha convertido en una de las s e ñ a s de identidad

de la ciencia ficción, pues la p erm an encia en nu estro s días de una fuerte, extensa y

activa c o m u n id a d de aficionados al género lo distingue con claridad de otros y le

confiere una m a y or visibilidad en ios m e d io s de com u n ica ción . Todavía hoy, c o m o

te n d re m o s o ca s ió n de ve r m á s adelante, se celebran c o n ve n cio n e s n a cio nales y

m u n d iales de aficionados, y no e s ca su alid ad que el prem io que otorga la m á s

im portante de to das ellas, a Worldcon, reciba el n o m b re de « P r e m io H u g o » en

h on o r a H u go G ern sb ack. el prim er im p u lso r del fa n d o m y crea d o r de la primera

revista exclu sivam ente dedicada al género.


T O R M E N T A EN LA C R A N P AN TA LL A. Q U I E T U D EN LAS O N D A S

M ientras se m e ja n te efen/escencia a n im a b a el m u n d o de las revistas de ciencia fic­

ción, no suced ía lo m is m o en ei cine. La d é ca d a de los treinta del p a s a d o siglo fue,

para el n o ved o so arte de las im á g e n e s en m ovim iento, ai m e n o s en lo que a n u e s ­

tro gé n ero se refiere, una é p o c a de ex tre m a s p a rad o jas y de fo rzo sa adaptación.

Las prim eras fueron ei fruto de la rara convivencia entre o b ras de notable caiidad y

cintas de extrema m ediocridad; la s e g u n d a , de la n ecesid ad de asim ilar el d e v a s ­

ta d o r im pacto que provocó en el cine la introducción del sonido.

El a b a n d o n o del cine m u d o s u p u s o un tra u m a qu e tardó un tie m p o en s u p e ­

rarse. Las últim as cintas film a d a s sin otro sonido qu e la m ú s ica de fon d o habían

alc an z a d o un elevad o nivel de perfección técnica y artística, ai punto de q u e su s

historias podían seg u irse sin a p e n a s subtítulos. La introducción del so n id o no fue

fácil al principio. La cám ara, ¡imitada en su m o vim ien to po r la n ecesidad de ocultar

el m icrófono, se m u ev e ahora m u ch o m á s d e s p a c io . La deficiente grabación, que

recoge el ruido de fondo, fuerza a los realizadores a regresar a los e stu d io s. Los

d e c o ra d o s de cartón piedra sustituyen a los exteriores. Ei reaiism o de ias cintas se

resiente. La técnica avanza; el arte retrocede.

Por s u p u e s to , no se trató de un retroceso equilibrado; todo ca m b io produce

d a m n ificad o s y favo re cid os. Entre e s to s últim os, por s u p u e s to , el m usical y e cine

de terror, los cu ales, vien do a u m e n ta d a por el son ido su ca pacid ad de em ocionar,

disfrutan de un notable a u g e en los a ñ os treinta. La ciencia ficción es otro cantar.

S obre el papel, el so n id o le ofrece un nu evo a b a n ico de po sibilidades... pero no las

aprovecha d e m a s ia d o ; an tes bien, los directores parecen d e ja rse sed ucir por el

éxito fácil que ofrece ei cine de terror y difum inan, sin duda voluntariam ente, la

línea que sep a ra a a m b o s g é n e ro s . De a h í que la gran mayoría de ios títulos de

ciencia ficción de a d é ca d a resp on d an a este perfil. Las d o s en trega s de Frankens-

tein (E l doctor Frar.kenstein. de 19 3 1 y La novia de Frankenstein. de 1935) y El hom bre

Invisible (1933), a lg u n o s de los m e jores film es e s tre n a d o s en aquellos añ os, o fre ­

cen un buen e jem p lo de ello. Pero la gran deza indiscutible de esta s ob ras de Ja m e s

W hale difum ina su o p ortu n ism o. Las tres se adentran sin te m o r en el terreno de la

reflexión acerca del peligro que s u p o n e para la h um an id ad en tregarse a la ciencia


sin conciencia. C u an d o ju e g a a ser Dios, el h om bre a c a b a por convertirse en un

d e m o n io , parece d ecirnos Whale. Pero los sutiles m atices que contienen van m ás

allá. E m o n stru o o es so lo en su exterior; en la intimidad de su s e r es s o lo un

alm a que, c o m o to d a s, b usca la co m p re n s ió n y el amor. Eso lo hace h u m an o, pero

las m a s a s , que desprecian lo que no entienden, lo excluyen y persiguen. Son ellos,

y e doctor que o creó, los v e rd a d e ro s m o n stru o s.

Célebre fo to g ra m a de la película E l doctor Frankenstein, de Ja m e s Wha e (1931).


La ciencia ficción cin em atográfica de los a ñ o s treinta, a diferencia de s u s

revistas, s e dejó tentar en e x c e s o por lo terrorífico.

N o son los únicos que ofrece la gran pantalla en esta é p oc a co nvu lsa. N o son

m e n o s m o n s tru o s que Frankenstein o GrifRn e do c to r M oreau de La isla de ¡as

alm as perdidas (1932), el Marcel de M uñecos infernales (1936) o el doctor Fu-


M an chú que por en tonces protagonizaDa su prim era cinta. Todos o s o n por poner

la ciencia al servicio de su am b ición de poder o s u s fan ta sías m e g a ló m a n a s , y no

d ebía de resultarles m u y difícil a los es p e cta d o re s de en to n c e s ver en ellos tra­

su n to s cin em a to grá fico s de los m o n s tru o s de verdad, los que, c o m o M ussolin i y

Hitler, c o m e n z a b a n ya a revelar al m u n d o s u s verd a d e ras in tenciones.

N o deb e so rp re n d ern o s. La crisis de 19 2 9 había d e s p e rta d o al m u n d o del

s u e ñ o in genuo de los a ñ os veinte. El paro, la miseria y la creciente a m e n a z a de ios

totalitarism o s form aban parte de a experiencia cotidiana de m u c h a s p e rso n a s. La


so ciedad necesitaba ev asió n y, a un tiem po, creer qu e un m u n d o m e jo r era p o s i­

ble; a lg u n o s directores n ecesitab an prevenir a la gente de o que se avecinaba Más

aún que el terror científico de los m a d doctors. la utopía parecía e! gé n ero ideal para

contentar a todos.

Por eilo. ju n to al cine de terror, ios a ñ o s treinta fueron g e n e r o s o s en películas

que. d e sd e e¡ o p tim is m o o d e s d e e¡ p e sim is m o , encuentran su tem a en el análisis

de las so cie d a d e s alternativas. Y por ello tam bién fueron revisitadas con frecuencia

por el cine las no velas qu e habían explorado ya con éxito este terreno. D estacan

por ello, una vez m á s , las películas inspiradas en relatos de H. G . Wells; en este

c a s o La vida fu tu ro , filmada en 19 3 6 por William C am ero n M enzies, qu e bebe direc­

ta m en te de The shape o f things to com e, escrita por e! británico tan solo tres años

antes. En eila. un científico y su familia viajan al futuro para e s c a p a r de a guerra

q u e aca b a de estallar en las N a v id a d e s de 1 9 4 0 , y encuentran a co n sa b id a s o c ie ­

dad s u p erte cn o ió gica que M enzies, fo rzado por Wells, im agina de fo rm a radical­

m en te o p u esta a la estética a d o p ta d a por Lang en M etrópolis. Los m u e b le s , ios

edificios, los vehículos... to d o s los detalles reciben a m á x im a atención d e s d e la

inspiración en las va n gu ard ia s de m a y o r éxito del m o m e n to c o m o el futu rism o y el

ex p re sio n ism o para dar lugar a una ve rdadera obra m aestra.


Caríe de la película La vida fu tu ra , film ada en 19 3 6 por William C am eron

M enzies. Su estética se convertiría en referencia inevitable para futuras

incursiones p o r e te m a en a ñ o s posteriores.

N o lo son tanto otras u topías cin em a to grá fica s de la ép oc a. A lg u n a s de ellas

m ezclan, en rara com bin ación , im aginación y m ú sica, quizá b u s c a n d o exprimir al

m áxim o 'as posibilidades que ofrecía el cine sonoro. Es el c a s o de Una fa n ta sía deI

porvenir, filmada en 19 3 1 por David Butler, en la que as ca n cion e s y bailes s e d e s a ­

rrollan en esc e n a rio s tan im p ro bab les c o m o Marte. O tras, c o m o la fran cesa La

A tlántida, dirigida en 19 3 2 por G \V. Past, son m á s bien relatos de a m o r y a v e n ­

turas que reflexiones so b re !a so ciedad del futuro. Por último, se rodarán tam bién

en los a ñ o s treinta películas que centran su interés en la m era tecnología, sin a b o r­

dar en lo m á s m ín im o s u s po sib le s reperc u sio n e s sobre la socie d a d . Es el c a s o de

las cintas a le m a n a s F. P 1 Antusortet N icht (1932) o D er Tunnel (t 9 3 3 )r qu e nos d e s ­

criben, sin m á s pretensio nes, la con strucción de un aeropu erto flotante en mitad

del Atlántico, la prim era, y la de un túnel su b m a rin o entre Francia y Gran Bretaña,

la seg u n d a.

M ientras, en ios E stad os U nidos la ciencia ficción exploraba un c a m in o


cin em atográfico distinto y com p le m e n tario al de las gra n d e s p rod uccion es. Este

ca m in o no era sino la m igración a la gran pantalla de los seriales por en tregas que

poblaban las p á g in a s de las revistas pulp. Los t e m a s eran los m is m o s , lo eran t a m ­

bién los a rgu m e n tos, los escen ario s y los p e rso n a jes, y lo fue tam b ién la c o s ­

tu m b re de pre sen ta r las historias en form a de series qu e s e estren ab an por capí­

tulos. D os de esta s series tuvieron especial éxito en la N o rteam érica de los a ñ os

treinta: Flash G ordon, que había nacido c o m o tira dominical de la m a n o de Alex

Raym o nd en 19 3 4 , y sería p rotago nizad o en la gran pantalla por Buster Crabbe. y

Buck Rogers. q u e contó con el m is m o actor c o m o protagon ista. M ientras la d écada

de los treinta agonizaba, un nu evo s u b g é n e r o de la ciencia ficción, el de los su-

perhéroes. s e adivinaba en el horizonte. Pero antes ia h um anid ad había de p a s a r

por la m a y or prueba de su historia. Una prueba que lo cam b iaría to co , incluyendo,

por s u p u e s to , a ciencia ficción.

Pero ¿qué su ced ía entretanto en la radio? C o m o es sabido, este m e d io fue casi

h e g e m ó n ico entre 19 2 0 , fecha de a aparición de ia prim era em iso ra de carácter

com ercial, y finales de la d é ca d a de los cuarenta, m o m e n to en que el éxito m asivo

de a te evisión lo convirtió en un f e n ó m e n o secun d ario. Y lo cierto es q u e a la

ciencia ficción no ie fue en él tan bien c o m o en e¡ cine. Los p ro g ra m a s de éxito

c o m o D im ensión X y O ut There no sobrevivieron a a irrupción de las o n d a s her-

tzianas, y los que lo hicieron se convirtieron en e s p a c io s abiertos a la participación

de los oyentes. La im agen era un co m p e tid o r d e m a s ia d o p o d e ro s o en un género

q u e s e c o m p a d e c e mal con la a u sen cia de im á g e n e s y en el que el s o n id o por s í

solo resulta m uy poco evocador. Los fe n ó m e n o s m á s pro pios y llamativos de la

ciencia ficción, ¡os extraterrestres, las n aves esp a cia le s , los planetas exóticos, los

robots... exigen ser vistos, no oídos. Por eilo, Ja célebre Em isión del pánico del 30

de octubre de 19 38. con ser un hito indeleble en la historia de la radio, fue también

un s u c e s o único, en sen tid o literal, en la historia de la ciencia ficción.

Aquel día, el M ercury Theater de O rson Weiles presentaba una versión m o d e r­

nizada y am b ien ta d a en los E stad os U n ido s de la obra de H. G. Wells La guerra de

los m undos. La e m isió n a d o p tó la form a de pro g ram a m usical interrum pido por v a ­

rias noticias breves que iban d a n d o detalles sobre el s u p u e s to aterrizaje de un


artefacto de origen d e s co n o cid o , pre su m ib le m en te m arciano. Los oyentes qu e s i­

guieron la em isió n d e s d e el principio sab ían que se trataba de una dram atización, y

aun a s í fueron c o n ta g ia d o s en cierta m edid a por lo realista del guión. Pero quienes

se incorporaron tarde a :a em isión y no sabían qu e se trataba de ficción fueron

presa del pánico, p u es pe n sa ron que lo que oían era un ve rd a d e ro noticiero y que,

por tanto, los m a rcian o s habían invadido de verdad la Tierra. Pero s e trata, c o m o

d e cim o s, de una excepción. Sería la televisión, y no la radio, a qu e explotaría ias

posibilidades de: gé n ero c o m o vehículo de distracción de m a s a s .


La Edad de Oro fto 37-10

U na vez co m p ré un n ú m ero de A m azin g Stories. Lo encontré

fran cam en te inm u n d o, lleno de trivialidades, de vu lgaridades, de

puerilidad. En cuanto al estilo, resultaba increíble. P en sa n d o en

ello, m e pregunté si no habría lugar en el m e rca d o para una

revista del m is m o tipo que A m azing, pero m e jo r escrita y con

m e jo re s autores. Al día siguiente por la m a ñ a n a , m e presenté en

el d e s p a c h o de Clayton lleno de e m p u je. Pero no fue necesario,

Torchíights o /H isto r,’ s e fue a pique in m ediatam en te, y en su lugar,

se decid ió crear A stounding Stories o f Super-Science. N o tenía m ás

q u e hacerla.

Harry Bates, editor de Astounding

Vaya po r delante una aclaración. En a periodización m á s nabitual de a historia de

la ciencia ficción suele distinguirse entre la Edad de Oro. q u e abarcaría los añ os

1 937 y 19 5 0 , y la Edad de la Aceptación, tam b ién d e n o m in a d a en o c a s io n e s Edad

de Plata e incluso Época Clásica, que co m p ren d ería los a ñ os tran scu rrid os entre

19 5 0 y 19 6 5 , ap roxim ad a m en te Suele e sg rim irse c o m o justificación de esta divi­

sión el hecho de que, en a primera de esta s etapas, m a rca d a por ia p restigiosa e

influyente figura del editor norteam ericano John W. C a m p s e ll, «ia ciencia ficción

se convirtió en s í m is m a , adquirió identidad y se configuró c o m o g é n e ro » (Bar-

celó, 2 0 15 : 93), mientras en la s e g u n d a nadie cu estiona ya la p e rso n a ¡dad propia y

específica de u n o s autores y u n a s ob ras qu e han en co n trad o un hueco definitivo

en el m u n d o de la iteratura con m a yúscu las. N o obstante, s e trata, d e s d e nuestro

punto de vista, de una distinción artificial. Aciertan, d e s d e luego, historiadores

c o m o Robert S ch o le s y Eric S. Rabkin cu a n d o apuntan qu e « e n o m b re de Edad de

Oro es típico d e : escen ario de la ciencia ficción norteam ericana: exagerado, auto-

co m p la cien te y bastante acrítico» (Schoies y Rabkin, 19 8 2 : 62). En realidad, los

a ñ o s cincuenta no son m e n o s Edad de Oro que los cuarenta; lo son, d e s d e uego,

m u ch o m á s en e! cine, que ofrece cintas tan relevantes c o m o U ltim átum a la

Tierra, El enigm a de otro m undo. La invasión de los ultracuerpos o La guerra de ios

m undos, por citar s o lo u n o s p ocos, y no dejan de serlo en ia iteratura, que da a luz


por en to n c e s a lg u n a s de s u s m e jo re s n ovelas, c o m o Fundación, de Asim ov. El

hom bre dem olido, de Alfred Bester. o El fin de la infancia, de Arthur C. Ciarke. Para

n o so tro s existe, d e s d e luego, una Edad de O ro de la ciencia ficción, pero esta se

extiende, sin iugar a d u d as, hasta m e d ia d o s de o s a ñ o s se s e n ta ; lo que entonces

c o m ien z a, e s o sí, es ya otra cosa.


IO H N W. CAMPBELL

Realm ente a ciencia ficción no rteam ericana no habría llegado m uy lejos de ha­

b erse m antenid o dentro de los pa rám etro s que la definían en el período de entre-

guerras. Las portadas llam ativas, las ch icas ligeras de ropa siem p re en peligro, los

héroes p re stos a salvarlas, el e n e m ig o m o n s tru o s o o lascivo, las aventuras, los

esc e n a rio s exóticos, la tecn ociencia imaginativa, los planetas lejanos y los viajes

im p osib les sin duda co lm a b an as a n sia s de distracción de jó v e n e s y ado escen te s

po co exigentes que, por otra parte, ta m p o c o tenían todavía m u ch o d o n d e escoger.

Pero si la ciencia ficción escrita al otro lado del Atlántico s e convirtió en el género

literario respetable q u e llegaría a ser, se debió al trabajo de una nueva generación

de editores y au tore s que, a u n a n d o lo buen o de a m b o s m u n d o s , la calidad de ios

p ion eros eu ro p e o s y la m agia del p u lp norteam ericano, lograron I evar a la ciencia

ficción un e sc aló n m á s arriba por la escalera de su evolución. Esta e s la historia de

e s a s p e rson a s.

Suele decirse que todo e m p e z ó en sep tiem b re de 19 37, cu a n d o un joven autor

de relatos de ciencia ficción, jo h n W. C am pbell, fue n o m b ra d o editor de la revista

Astoundir.g. Pero en a historia de lo h u m a n o , y nu estro género lo es, nada su ced e

de repente ni por casu alid ad . Con m u ch a frecuencia, una sutil corriente agita lo

profu n do de las a g u a s antes de salir a la superficie y h acerse visible para so rp re sa

de los ojo s po co a v is a d o s. Los ca m b io s , en fin, se preparan a m e n u d o m ucho

an tes de q u e su ced a n.

Y a s í fue. La propia fun d ación de Astounding Stories o f Super-Science. en enero

de 19 3 0 , s u p u s o un hito im portante en el c a m in o de ’a transform ación del género.

N o iba a s e r una revista m á s; quería ser la revista por excelencia. Y para ello, su fla ­

m an te editor. Harry Bates, sabía que había que lograr d o s co s a s : la prim era, h a ­

cerse con autores c a p a c e s de escribir mejor; a s e g u n d a , c o n s e r/a r lo buen o que

tenían puips c o m o A m azin g, hasta enton ces la revista de referencia de la ciencia fic­

ción: la m agia.

Ai principio, em p ero . A stounding no parecía en e x c e s o diferente de A m azin g. Su

prim era portada era tan colorista y llamativa c o m o ias de su co m petid ora. En ella

podía ve rs e un gig an te sco e sc ara b ajo en lucha con un piioto m ientras una
h e rm o s a joven con m u y poca ropa c o n te m p lab a la esc en a horrorizada. So lo ei for­

m ato era distinto, p u es regresab a al ta m a ñ o de ios pulps clá sicos que las revistas

d e ciencia ficción tendían a superar. Por lo d e m á s , t a m p o c o las historias de aquel

p rim er nú m ero parecían m uy distintas, ju nto a The Bcetle H orde. de Víctor R o u s ­

seau , cuyo relato ¡lustraba la e s c e n a de la portada, se presen taban otros de m uy e s ­

c a s o valor literario esc ritos por Ray C u m m in g s , S. P. M e e k y Murray Leinster, entre

otros. Y las c o s a s no cam biarían en ex c eso en los n ú m e ros siguientes. Solo un re­

lato de aquellos prim eros a ñ os de A stounding resultaría legible en la actualidad:

H a w k Carse. de A nthony G ilm ore. s e u d ó n im o del propio editor de A stounding,

Harry Bates, publicado en noviem bre de 19 3 1.

Portada del nú m ero uno de la revista Astounding. Bajo la dirección de F Oriin

Tremaíne, primero, y so b re todo de John W. Cam pbell, sería la publicación

pionera de a nueva ciencia ficción n orteam erican a de la Edad de Oro.

En m a rz o de 19 32, a revista, ai borde de la bancarrota — no olv id e m o s q u e el

m u n d o se hallaba in m e rso en a grave crisis de 19 2 9 — cierra su s rotativas. W il’íam

Clayton, su a n g u stia d o propietario, decide en to n c es v e n d e r a, y e s una importante

editorial, Street and Sm ith, quien la co m p ra En octubre de 19 3 3 reaparece la c a b e ­

cera y Harry Bates no e s ya el editor. Su legado, no obstan te, no ha caído en saco

roto. Su sucesor, F. Oriin Tremaine. recoge e! testigo y s u b e la a p u esta. Si se q u e ­

ría contar con los m e jores autores, había q u e coste arlo s. Se trataba, en s u m a , de
p a ga r m e jo r y de exigir m á s. D os centavos por página escrita, el doble de lo habi­

tual por en to nces, seria a rem uneración qu e podían e s p e ra r los escritores que

p u b :icaran en la nueva etapa de la revista. Por lo d e m á s , había que ser competitivo

y los n u e v o s propietarios estab an decid id os a serlo. Astounding no solo sería la

m e jo r revista; sería tam b ién la m á s extensa (ciento sesenta páginas) y la m á s b a­

rata (veinte c e n tav os). N o es extraño qu e en po co tie m p o su tirada, cincuenta mil

ejem plares, duplicara a la de s u s d o s in m ediatas s e g u id o ra s juntas.

La a p u e s ta decidida de ios n u evo s propietarios por la calidad a se g u ró que los

m e jo re s relatos del gé n ero se publicaran a partir de en to n c es en Astounding. pues

¿quién iba a preferir cobrar la mitad por s u s h istorias? El resto de ¡as revistas,

A m azing. Argosy, V/eird Tales... no d e sap a re cen — s i l o hace en 19 3 6 W onder Stories.

la última a p u e s ta de H u go G e rn sb a ck — pero será Astounding la que m arcará el ca ­

mino que seguirá la ciencia ficción d e s d e aquel instante. Y en ton ces, a ñ o s antes de

que John W. C am pbell se haga con el tim ón de la nave, co m ien z a ya a ve rs e q u e se

trata de un c a m in o distinto. Para em pezar, to d o s los au tore s tenían su o p o rtu ­

nidad. Tremaine recibía los relatos y los apilaba. D os días an tes de c o m e n z a r con

la edición de un ejemplar, los leía e m p e z a n d o por ios de arriba hasta haber e s c o ­

gido o s suficientes para c o m p le ta r el n ú m ero. E n tonces d a b a la vuelta a la pila, de

fo rm a que el siguiente m e s co m e n z a ra por las historias del extrem o o p u esto . El

resultado de esta cu riosa fo rm a de selección era que as historias s itu ad as en la

mitad de la pila podían ser p u b licadas hasta dieciocho m e s e s d e s p u é s de haber

llegado, pero ninguna, por d e s c o n o c id o qu e fuera su autor, e s c a p a b a a su exam en

ni perdía su oportunidad.

Pero lo im portante es qu e Oriin Tremaine seleccion a relatos que, sin dejar de

ser de evasió n, parecen m á s literarios, m e jo r e la b o rad o s, m á s a tentos a contexto

ec o n ó m ico , social y político de la ép oc a; m á s m a d u ro s, en fin. Un detalle rele­

vante, qu e pu ed e p a s a r desapercibid o, es el distinto tratam ien to que recibe en ellos

la figura de los extraterrestres. Ya no se trata de m o n stru o s m o v id o s so lo por los

m á s bajos instintos que s e presentan siem p re d e s d e la perspectiva de los h u m a ­

nos que sufren s u s a m e n a z a s . Los extraterrestres dejan de ser objetos para ser

tam b ién su jeto s; ias historias se narran tam b ién d e s d e su punto de vista; su s
m otivos no son s ie m p re inicuos; pueden resultar incluso m á s ele v a d o s qu e los de

los propios h u m a n o s . Y el estilo tam b ién cam b ia, a un qu e no tanto al principio.

Los n u e v o s autores no so n , por s u p u esto , de tanta calidad c o m o , por ejem p lo , H.

P. Lovecraft, pero al m e n o s van s e p a rá n d o s e , po co a poco, a u n q u e con decisión,

d e la vulgaridad estilística propia de los pu!ps tradicionales. Ya n o importa tan solo

lo que s e cuenta, sino la m a n era c o m o s e cuenta. La ciencia ficción n orteam erican a

no e s todavía a creed ora del calificativo de literatura con m a y ú sc u la s, pero al

m e n o s es tá en c a m in o de merecerlo.

El ca m b io decisivo se produciría en sep tiem b re de 19 3 7 . En e s a fecha. Orlin

Tremaine fue a sc en d id o y s e e pidió que esc o giera a su sucesor. El elegido fue

John W. C am pbell, de s o lo veintisiete a ñ o s , por en to n c es uno de los au tore s m á s

po pu lares del género. Era joven, pero sabía m u y bien lo que quería hacer. Quería,

prim ero, c a m b ia r el n o m b re de la revista, q u e le s o n a b a en ex c eso juvenil. En su

opinión, era con ven ien te rem arcar el carácter de ciencia ficción de los relatos que

se publicaban, p u es de e s e m o d o se atraería a un público m á s adulto. A som brar,

en inglés astound, podía ser importante, pero lo era m e n o s qu e incitar a la refle­

xión, publicar con te n id o s m á s serios. La ciencia ficción debía, ante todo, especu lar

sobre los efectos que la ciencia y la tecno logía podían ten er s o b re el individuo y la

so cie d a d , y, al hacerlo, predecir la civilización del m a ñ a n a : había llegado ya el m o ­

m e n to de e m p e z a r a su p era r las ton tas historias de a ven tu ras e s p a ciales y sexo

de s c a fe in a d o sin otro afán que la evasión . Así, la revista p a s ó a llam arse desde

m a rz o de 19 3 S A stounding Science-Fiction, con el color del rótulo de portada d e s ta ­

c an do m á s la parte de Science Fiction que la de Astounding. Toda una declaración

d e intenciones.

Q uería tam bién contar con los m ejores, pero ello planteaba un problem a: quizá

los au tore s c o n s a g r a d o s no se plegarían a s u s in tenciones; sin duda, e convenía

m á s e s c o g e r au tore s jó v e n e s y p ro m e ted o res a los q u e pudiera guiar en la direc­

ción a u e !e interesaba. E so s autores, que fo rm aro n lo que llegó a d e n o m in a rs e con

el tiem po el Círculo de Cam pbell, fueron nada m e n o s que Isaac Asimov, A. E van

Vogt. Robert A . Heinlein, Clifford D Sim ak, Lester del Rey, Hal Clem ent. Jack Wi-

lliamson o T h eo d ore S turgeon, po r m e n cio n a r tan solo a los m á s c o n o c id o s . Con


ellos. C am pbell pudo poner en práctica un m é to d o qu e le a s e g u ra o a el control de

lo que s e publicaba: él pom'a las ideas y los escrito res las materializaban. Este m é ­

todo. y la gran calidad de su s autores, hicieron q u e Astoundif?g Science-Ficiion se

convirtiera en a revista de referencia de la ciencia ficción norteam erican a. Pero no

fue este e! m ayor mérito de C am pbell. A p esar de s u s m é to d o s casi dictatoriales y

del carácter cu e stio na b le de las ideas que a v e c e s im ponía a s u s autores, de su

m a n o la ciencia ficción norteam erican a inició el c a m in o de la m adurez.

El punto de inflexión, cu riosa m e n te , lo m arcó un relato escrito por Don A.

Stuart. s e u d ó n im o del propio Cam pbell, publicado en A stounding en a g o s to de

19 3 8 bajo el título Who goes th ere? (¿Quién anda ahí?). Se trata de una historia lla­

m a d a a alcanzar un en o rm e éxito s o b re to d o po rqu e de ella s e hizo en 19 5 1 una pe­

lícula, The th in g fro m an oth er ivorld, titulada en los p a ís e s de habla hisp ana El Enig­

m a de otro m undo, dirigida por Christian Nyby y producida por Howard Hawks. un

ve rd a d e ro clásico de^ que John C arpenter rodaría una nueva versión en 19 8 2 . En el

relato original, un gru po de científicos d e scu b re bajo e e s p e s o hielo de la A n tár­

tida e! cu erpo de un extraterrestre oculto en el interior de una e n o rm e nave e s p a ­

cial. Contra to d o pron óstico, el extraterrestre, al que creían muerto, revive al d e s ­

co n g elarse en el interior de la esta ción . S e trata de un ente m u y agre siv o y dotado

de la a s o m b r o s a ca pacid ad de copiar la form a y la m en te de cualquier s e r vivo, el

cual, uno tras otro, v a a s e s in a d o a los habitantes de la b a s e hasta que los supervi­

vien tes logran por fin exterm inado.

El a rg u m e n to de la historia y su d e senvolvim iento revisten por s í s o lo s un gran

interés, pero no constituyen, con todo, lo m á s relevante de este relato. Lo es, por el

contrario, el tratam iento de los person a jes, cuya psicología y s u s reaccion es ante

lo d e s c o n o c id o reciben gran atención, y el e s m e r o con qu e s e describen las rutinas

científicas s e g u id a s por los in vestigadores para c o m p re n d e r la biología del s e r al

que s e enfrentan. C am pbell huye dei efectism o; no se recrea sin n ecesid ad , c o m o

cabría esperar, en la descrip ción de un ente extraterrestre cuya apariencia es lo que

m e n o s le importa; su tono es serio, m e su ra d o, sobrio... a ciencia ficción ha c a m ­

biado para siem pre. N o es una exageración decir que, de su m an o, había entrado

en la Edad de Oro.
EL CIRC U LO DE C A M P BE LL

En 19 3 9 , C am pbell presen taba al m u n d o cuatro autores q u e estab an lla m a d o s a

renovar por co m p le to la ciencia ficción norteam erican a. S e trataba de A. E. van

Vogt. Robert E. Heinlein, T h eo d o re Sturgeon e Isaac Asim ov. M erece la pena que

nos d e t e n g a m o s un poco en ca d a uno de ellos.

Alfred Elton Van Vogt ( 19 12 - 2 0 0 0 ) es, quizá, el m e n o s revolucionario de o s

cuatro, a u n q u e El destructor negro, q u e publicó en A stounding en julio de 1939, ha

sido c o n sid era d o el c o m ien z o de a Edad de O ro de la ciencia ficción, h onor que

en puridad debería corresponder, c o m o dijim os, a ¿Q u ié n onda a h í? de Cam pbell,

de quien es claro deudor. En realidad, su estüo y su s historias — escribió m á s de

cuarenta relatos largos— no han logrado d e s p e g a r s e del todo de la ópera espacial

clásica. S lan, su prim era novela, publicada por en tregas en la m is m a revista, ofrece

una b uena m u estra de s u s limitaciones. A u n q u e s u s p e rs o n a je s no son ya tan pla­

nos c o m o era habitual en los relatos de D oc Smith y los otros autores de! pulp de

entreguerras, y se obsen/a en ellos cierta p reocu pación psicológica, predom ina en

la obra la acción, ia aventura, el s u s p e n s e y la intriga, tanto q u e el m is m o autor pa­

rece atrap a d o por su com plejid ad argu m ental hasta el punto de resultar in cap a z de

salir airoso de ella por m edio de un final coherente. S u s id eas, por otra parte, no

son d e m a s ia d o originales, aun q u e la exagerada frecuencia con qu e las introduce y

la intensidad con q u e las abord a pudiera hacer pen sarlo así. Tan o b se s iv a era su

m a n ía de introducir t e m a s n u evo s en su s relatos qu e llegó a decir en una oca sión

q u e no se sentía satisfec h o si no introducía al m e n o s uno cada cinco p á gin a s, y en

otra ocasión proclam ó: « D e m e un título y e m p e z a r e m o s a partir de él». Pero en

realidad Van Vogt so lo es innovador, y no en exceso, en ¡o que se refiere a lo for­

mal, pues es a él a quien ca b e atribuir ía creación ó e \ fx -u p , es decir, la agregación

de relatos ind epend ientes para constru ir con ellos una novela, una práctica qu e lle­

garía a ser haoitual en los a ñ o s cuarenta y cincuenta, y de la cual el m e jo r ejem plo

lo ofrece la célebre Fundación de Isaa c Asimov. Una b uena m u estra de todo ello la

e n c o n tram o s en la que es. quizá, su obra m á s relevante, El m undo de ¡os N o -A .

p u b :icada en 19 4 5 , de la que Philip K. Dick, uno de sus m ayores a d m irad ores,

escribiría m á s tarde:
Las distintas partes de e s e libro no encajab an; to d o s los ingredientes no co nsti­

tuían un to do coherente. Ahora bien; hay p e rson a s a q u ien es e s o les m olesta.

Piensan que es algo torpe, mal hecho, pero lo q u e m e fascin ab a tanto era que

e s o se parecía a la realidad m á s de ¡o que cualquier otro escribiera dentro o fuera

del género.

M e n o s benévolo con Van Vogt s e m u estra Miquel Barceno, para quien la obra,

que narra la historia de G o s s e y n , un lu chador en d e fen sa de la lógica no a risto ­

télica que p o s e e d o s m en tes y no s a b e m uy bien cuál de a m b a s e s de verdad la

suya, es « u n a space opera 'lena de p seu d ociencia. p e rso n a jes sin ninguna profun­

didad psicológica y e s c a s a lógica...» (Barceió, 2 0 15 : 19 9 ) . A p e sa r de lo cual re co­

n oce q u e tanto esta novela c o m o su continuación. Los ju g a d o res de No-A, publicada

en 19 5 6 , son entretenidas y a b s o rb e n te s y logran d e sp erta r en el Sector e s e sentido

de ¡o m aravilloso q u e debe definir sie m p re a la ciencia ficción. Sin e m b a rg o , la

o b se s ió n de Van Vogt con la introducción continua de ideas n u e v a s lastra en ex­

c e s o la historia y termina por robarle la coh erencia necesaria para hacer de ella una

obra m aestra. N ada mejor, p u es, qu e e ector, en es p e ra de leer la novela, juzgue

por s í m is m o a partir de las sigu ientes palabras de la contraportada:

Y que aquel sim ple encuentro con uno de s u s ve cin o s de C ress Village haría

d e s m o r o n a r s e todo su u n iverso, enfrentándole con el hecho de q u e nunca había

existido ningún Gilbert G o s s e y n en su pueblo natal, y de que su e s p o s a Patricia,

m uerta hacía un m e s . no e sta b a en a bso lu to muerta, nunca había sido su e s ­

posa.. |y era nada m e n o s que la hija de propio presidente Hardiel

M uy distinta es la figura del s e g u n d o de este cuarteto de gra n d e s m a e s tro s de

la ciencia ficción no rteam ericana de a Edad de O ro. Robert A n so n Heinlein (1907-

1988) p o s e e to das las virtudes que se echan en falta en Van Vogt. M ientras el autor

de origen c a n a d ie n se no se m u estra en ex c eso p re o cu p a d o por el rigor científico

de s u s no velas, entre otras c o s a s porque carecía de la preparación necesaria para

ello, Heinlein dota de profunda lógica científica incluso a su s historias m á s f a n t á s ­

ticas. Y no se limita a las cien cias físicas; tam b ién as ciencias so ciales y las disci­

plinas h um an ísticas, c o m o la socio logía, la política e incluso la lingüística, reciben

en sus o b ras una atención m in u ciosa . En cuanto a ¡a novedad de su s


plan te am ien to s, sin duda en c o n tra r e m o s en s u s p á g in a s m e n o s ideas n u eva s que

en las de Van Vogt, pero su innovación es de m u c h o m á s calado. C o m o debe

hacer la buena ciencia ficción, Heinlein reflexiona s o b re a s o cie d a d de su época

v a lié n d o s e de un universo inventado, pero coherente, cu yas instituciones y c o s ­

tu m b re s son distintas, e incluso o p u esta s, co lo ca n d o a s í al lector ante un espejo

de su propio tiem po y forzán dolo a m irarse en él, a v e c e s con notable d isg u sto .

Forastero en tierra extraña (19 6 1) , que plantea una con cepció n diferente y p rovo ­

cativa de las relaciones sexu ales, es un buen ejem plo de ello. Pero no por ello

resultan te d io s a s su s o b ras. Heinlein s a b e contar historias c o m o nadie. S u s d iá ­

lo g o s r e z u m a r viveza; s u s a rg u m e n to s en g an ch a n d e s d e el prim er m o m e n to ; sus

p e rs o n a je s son creíbles; su narración, fácii de seguir. A p e sa r de s u s profu n das

p re o cu p a cio n e s intelectuales, s u s relatos a se g u ra n entretenim iento y no pierden

en ningún m o m e n to la ca pacid ad de asom brar.

Otra c o s a son s u s ideas políticas. De Heinlein se ha dicho de todo. Para unos

e s casi un fascista; otros ven en é! a un anarquista. La polém ica le a c o m p a ñ ó toda

s u vida c o m o a cu alquier p erson a le a c o m p a ñ a su so m b ra . A nadie ha d e jado in­

diferente. Y no es fácil decir a q u ién es asiste la razón. Q uizá lo m á s a ju sta d o sea

v e r en él a un individualista, convencido, de form a tan profunda c o m o ingenua, de

q u e la s o cie d a d deb e o rgan izarse de m o d o que ca d a ser h u m a n o pu eda salir a d e ­

lante so lo y alcance a s i l a m áxim a posición que le permita su propia capacid ad , sin

límites, pero sin ayuda. Una filosofía m uy próxim a a la de Ayn Rand, a quien parece

que adm iraba pro fu ndam en te. Sin em b a rg o , resulta difícil de entender c ó m o puede

alguien tan rebelde sentirse tan identificado con la institución militar. Para Hein-

iein, el ejército es la creación h u m a n a m á s próxima a la realización total de su s

valores. Es una m eritocracia. p u es lo dirigen los m á s bril antes y c a p a c e s; s u jerar­

quía no d e p en d e de la san g re, sin o de la valía, por lo q u e es tá abierta a to d o s por

igual, y en su s en o e s posible la cooperació n , pero d e s d e la exigencia, no desde,

oh paradoja, la explotación de ios fuertes por los débiles.

A lg un a s de s u s ob ras reflejan con toda intención e s ta s ideas. La m á s célebre de

to d a s . Starship Troopers (1959), llevada a la gran pantalla por Paul Verhoeven en

19 9 7 , narra, d e s d e una perspectiva in te n sa m e n te militarista — hasta el punto de


que, c o m o en a Antigua G recia, s o ld a d o y ciu d ad an o se identifican— las a v e n ­

turas de un joven recluta en la terrible guerra po r la supervivencia q u e a h u m a ­

nidad libra contra una agresiva e sp e cie de in sec to s inteligentes. En La Luna es una

cruel am a nte (19 66 ), la ¡dea fuerza es !a libertad, pero interpretada d e s d e una

óptica claram en te randiana. Los co lo n o s h u m a n o s en la Luna se rebelan contra su

m etrópoli, que les explota tal c o m o los británicos hacían con los habitantes de las

trece coionias de las q u e habrían de n a cer a finales del sigio x v m los E s ta d o s Uni­

d o s de A m érica. Pero lejos de perseguir, c o m o s u s a n tece so res, un E stad o liberal

clásico, s u s u e ñ o es un m u n d o sin gobierno, en a u e las leyes no sean sino pactos

entre individuos, y, de m a n era elocuente, la bandera que enarbolar, luce la sonora

palabra TANSTAAFL. a crón im o de la expresión inglesa There A in ’t N o Such T h in gA s

A Free Lunch! (‘ {Las c o m id a s gratis no existen!'), co n v e n cid o s de que cu a n d o al­

guien ofrece algo sin cargo sie m p re hay un tercero que ha de pagarlo. Pero es

quizá A m os de títeres (1951) la obra de Heinlein m á s representativa de su ideología

ultraliberal. Ante una invasión alienígena de p arásito s c a p a c e s de m anipu lar la

m e n te de s u s h u é s p e d e s h u m a n o s , el G ob iern o federa s e revela in capaz de frenar

a los extraterrestres, q u e so o son d e rro ta d o s por la clarividencia fanática y ia re so ­

lución irrefrenable de un individuo ca paz de a se s in a r a quien haga falta, invasor o

no, para alzarse con la victoria. A n tico m u n is m o militante — la novela podría sen/ir

sin esfu erz o c o m o eficaz a rm a p ropagan dística a m a c a rtis m o — , liberalism o a ul­

tranza, d e s co n fian z a de cualquier fo rm a de gobierno, justificación de a violencia...

las ideas fuerza, en fin, de a narrativa heinleiniana brillan sin n u bes que las ocul­

ten en esta novela, por o d e m á s trepidante c o m o to d a s las de Heinlein.

Y n o son m e n o s significativos s u s pe rson a jes. El m á s f a m o s o de to d o s ellos, el

lon gevo Lazarus Long, q u e ap are ce en siete de s u s no velas, no solo es un hom bre

atractivo, de nariz un poco grande, ojos v e rd e s y moral laxa, sino, y so b re todo, un

individualista con ven cid o qu e d e scon fía de toda autoridad y salta de m u n d o en

m u n d o h uyendo de las n o rm a s y de qu ienes pretenden i m p o n é r s e o s . Es n ecesario

m e n cio n a r tam bién al protagonista de Estrella doble (1956), el actor Lavvrence Smy-

the, llam ado El Gran Lorenzo, quien, co ntratado por un piloto espacial para servir

d e doble a Jo sep h Bonforte, un activo político de la opo sición qu e ha sido


s ec u e strad o , v a a d o p ta n d o su person alidad y t ra n s fo rm á n d o s e en una p erson a de

gran nobleza e idealism o, por s u p u e s t o de pro fu n d a s con vicciones ultraliberales.

C a s o extrem o es el del protagonista de Siarship Troopcrs. el s o ld a d o Johnny Rico,

tra za d o con p in celad as tan g ru e sas que parece m e n o s un p erson aje real que un

m u ñ e c o de ventrílocuo a través del que el autor b o m b a rd e a sin tregua al lector con

su facundia militarista.

F o togram a de ’a película Siarship Troopcrs (Paul Verhoeven, 19 9 7 ) . B a s a d a en

la novela c e Heinlein, la cinta exuda por to d o s s u s p oros militarism o y

exaltación de o s va lores ca stren se s.

T h eod ore Sturgeon (1918-1985) dio su s p rim eros p a s o s c o m o autor del gé n ero

con el relato E ih er Breather, pub icado en A stounding en 19 3 9 . Durante un tiempo,

su form ato preferido fueron, sin duda, las historias cortas, publicadas casi siem pre

bajo el s e u d ó n im o de E. Wa do Hunter. tanto en revistas de ciencia ficción c o m o

en otras m á s gen eralistas, y s ie m p re pareció sentirse m uy c ó m o d o en e s e ele­

m ento, pues m á s tarde, ya c o n s a g ra d o c o m o novelista, llegaría a escribir gu ion es

para capítulos de series televisivas c o m o S tar Trek, Land o f the Lost o The N ew Twi-

light Zon e Sin e m b a rg o , y quizá de form a un tanto paradójica, Sturgeon p a sa por

ser, d e s d e la perspectiva de! estilo, uno de los m e jores escritores del género. Su

prosa, elegante y poética, pu ed e em o c io n a r al lector tanto c o m o el a rg u m e n to de

s u s historias o la originalidad de s u s planteam ien tos, y no ca b e duda de qu e él

debía de ser bien co nscien te de ello, c o m o revela su célebre frase, llamada con fre­

cu encia Ley de S turgeon , qu e afirma sin a m b a g e s que « e noventa por ciento de la


ciencia ficción es b asura, pero tam b ién el noventa por ciento de todo e s basu ra»,

fo rm a m á s o m e n o s su g estiva de afirm ar que el diez por ciento restante, inclu­

yendo, por s u p u e s to , su propia obra., p o s e e una calidad c o m p ara b le a la m e jo r lite­

ratura. N o se trata de una exageración. A unqu e nunca fue tan p o p u lar c o m o Asi-

m o v o Heinlein, sin duda fue tan influyente o m á s que ellos en la ciencia ficción

posterior. A utores de tanto ren om bre c o m o Ray Bradbury o S am u e ; R. Delany lo

han reconocido así, y clá sicos de ia historiografía de! gé n ero c o m o John Clute d e s ­

tacan la p o d e ro s a influencia q u e ejerció en la ciencia ficción de los E stad os Unidos

de la posgu erra.

Q uizá por eilo no fue un escritor d e m a s ia d o proh'fico. Dejando de lado los rela­

to s cortos y a lg u n a s ob ras m e n o res. Sturgeo n deb e su recon ocim ien to a una sola

novela digna de figurar en los a nales del género. M ás que h u m an o (1953), la única

de las su ya s incluida por David Pringle en su iibro Ciencia Ficción: Las 1 0 c m ejores

novelas, y s elec cio n a d a por e! crítico D am o n Knight entre ¡os diez m e jo re s libros de

ciencia ficción de la d é ca d a de 19 50 . Pero no se trata de una obra sencilla, y m e n o s

aún de una historia de acción trepidante, c a p a z de e n g a n c h a r al lector d e s d e e pri­

m e r m o m e n to . N acida de una novela corta anterior, se n o s presenta dividida en

tres partes, al m o d o de u n fx - u p clásico que en el fon d o no es: El idiota fab u lo so , El

b e b é tiene tres años y M oral. A lo argo de su s páginas, c o n o c e m o s , uno tras otro, a

seis p e rson a jes únicos, t o d o s ellos in a d a p tad o s s o cia les — un jo ven v a g a b u n d o

con po d e res de persu a sió n , un niño telequinético, d os g e m e la s ca p a ce s de tele-

transportarse. un bebé con la m ente de un o rd en ad o r y un de incuente juvenil te-

lépata— q u e p o see n la extraordinaria ca pacid ad de fu sio n a r su s habilidades,

d a n d o a s í origen a una fo rm a su p erio r de la evolución h um ana, el H om o gestalt.

La ¡dea q u e sin/e de b a s e a la novela, la existencia de individuos d o ta d o s de

increíbles po d e res psíquicos, no era ya nueva en la ciencia ficción de los cincuenta,

pero Sturgeon fue el prim ero en form ularla de m a n era filosófica, convirtiéndola en

u n a profunda reflexión acerca de la condición h um ana, ra sg o que, c o m o h e m o s

dicho ya m á s de una vez. es el q u e m ejor distingue a a buena literatura de la mala

o, sim p le m e n te , de ;o q u e no pu ed e llam arse literatura. Porque e! H om o gestalt no

deja de ser un pretexto. Lo relevante del m e n sa je de Sturgeo n no e s la creación de


es ta criatura, sino su evolución, y no por ia m a n e ra en que los in dividuos qu e la

integran deian de serlo para convertirse en una entidad única y superior, sino p o r­

que e s a entidad única y superior so lo ¡lega a serlo en rea ¡dad cu a n d o adquiere

algo que to d o s ios s e r e s h u m a n o s p o s e e n y que es no s o lo lo q u e los convierte en

h u m a n o s , sino lo único que les permite a sp irar a convertirse en m e jo re s : la co n ­

ciencia

Y e s a reflexión lo explica todo. El te m a del libro e s el tem a por excelencia: el s e r

h u m an o, y con ¿I s u s m ie d o s, s u s es p e ra n z a s , su s d u d as, su s s u e ñ o s , su inevi­

table condición ética, nacida de su libertad, y, s o b re todo, su profunda soledad

interior y su n ecesid ad de su perarla hallando un lugar en relación con los otros

individuos, siendo a ce p ta d o y a m a d o por ellos. Todo ello es lo que hace de verdad

grande a la obra de Sturgeon, lo m is m o que hace g rande a cua quier otra obra lite­

raria q u e m e rez ca e s e apelativo d e s d e el inicio de los tie m p o s . Y lo e s m á s gracias

a una calidad formal que. c o m o d e c ía m o s , s u p e ra la habitual en el género. 3 aste

c o m o m u estra de e la el prim er párrafo de la novela:

El idiota vivía en un m u n d o negro y gris, m atizad o por los re lá m p a g o s blancos

del ham b re y las llam as vacilan tes del m iedo. Llevaba ro p a s g a s t a d a s y rotas.

A q uí a s o m a b a una tibia, afilada c o m o un frío cincel, y allí, en la c a m is a a g u je ­

reada, se veían u n as costillas c o m o d e d o s de un puño. Era alto y chato, de m i­

rada sere n a y rostro inexpresivo.

Hay otra novela suya qu e goza tam b ién de cierta fam a entre los aficionad os al

género. Venus m ás X , de 1 9 6 0 . En esta obra, el tem a central e s el sex o o, m ejor

dicho, el género. Sturgeon d e scrib e en ella una s o cie d a d futura en la qu e los roles

sexuales han d e s a p a re cid o y, al hacerlo, obliga al lector a reflexionar so b re la exis­

tencia de los m is m o s en su propia socie d a d . El plan team iento e s inteligente y el

desarrollo sugerente, y si en ia actualidad es, en b uena m edid a, una novela s u p e ­

rada. lo es porque hubo luego au to re s c o m o U rsula K. Le G uin (La m an o izquierda

de ¡a oscuridad, 19 6 9 ) o jo a n n a R u ss (El hom bre h em bra. 19 73), que. sin duda influi­

d o s por S turgeon, retom aron el tem a d e s d e una perspectiva m á s aju sta d a a n u e s ­

tra ép oc a. El papel de Sturgeo n c o m o clarividente precu rsor en este a su n to debe,

en todo ca s o , s e r reconocido.
Isaac A s im o v ( 19 2 0 -19 9 2 ) , el último y quizá el m á s popular de e s to s cuatro pri­

m e ro s g ra n d e s autores de la Edad de Oro, e s tam b ién ei m á s prolífico y, quizá, el

de lectura m á s sencilla. P robablem en te, su n o m b re sería el prim ero que vendría a

la m ente de cu alquier p ersona m á s o m e n o s culta si se le pidiera que n o m b ra se a

un autor f a m o s o del género, tan g rande e s su fa m a fuera incluso de los ¡imites de

fa n d o m . Su en o rm e éxito s e debe, em p ero , a una rara com bin ación de sólida

form ación científica — era do c to r en B ioquím ica y ejerció c o m o profesor univer­

sitario en B oston— , im portante habilidad didáctica para la divulgación de c o n o c i­

m ie n to s c o m p ie jo s y extraordinaria implicación en el m u n d o del fa n d o m y todas

tas activid ad es que se desarrollan en torno a él: co n ve n cio n e s, charlas, c o n fe ­

rencias. coloquios, entrega de p re m ios, dirección de antolo gías, prohijam iento de

autores jó ven e s... Pero su im portancia en la historia del gé n ero proviene en lo

esencial de dos gra n d e s a portacion es: a s a g a de la Fundación y las leyes de la

robótica.

La s a g a de la Fundación es una serie de n ovelas qu e A s im o v c o m e n z ó a escri­

bir en form a de relatos cortos en ios a ñ os cuarenta y que, en su conjunto, y unidas

a las novelas sobre el im perio galáctico qu e son co h erentes con elias. aun q u e argu-

m e n talm e n te independientes, constituyen una suerte de historia del futuro escrita

d e s d e el punto de vista de a m acrohistoria. Esta perspectiva, que ya había sido

abord ad a por Heinlein en a lg u n o s de s u s trabajos, aun q u e uego a b a n d o n a d a , re­

sulta de la aplicación a la ciencia ficción de los p o s tu la d o s d e sarro lla d o s en el t e ­

rreno de la filosofía de la historia por au to re s c o m o Edward Spengler. que había e s ­

crito su célebre e n s a y o La decadencia de O ccidente a finales de los a ñ o s veinte, o

A m o ld jo s e p h Toynbee. cuyo m on u m en tal y su geren te Estudio de ía historia había

e m p e z a d o a pu blicarse en los a ñ os treinta. En última instancia, e s to s auto res, m á s

filó s o fo s q u e historiadores, so sten ía n la posibilidad de d e scu b rir bajo a aparente

incoherencia e infinita multiplicidad de los h ech o s históricos una suerte de eyes

c a p a c e s de explicar el d esen volvim ien to de las s o c ie d a d e s h u m a n a s a o largo del

tie m p o y, por ende, de predecir su evolución ulterior. En el terreno de la ciencia fic­

ción, su a su n c ió n significaba a invención de un universo futuro de naturaleza

coherente, s o m e tid o a s u s propios patrones de p e rm a n en cia y cam b io, y ca p a z de


servir de m a rco a una serie virtuaim ente ilimitada de n ovelas d o ta d a s de su s c o ­

rre spon dien tes p e rson a jes y tra m a s a rgu m én tales.

Isaac A s im o v ( 19 2 0 -19 9 2 ) , quizá el m á s célebre autor de ciencia ficción de

to d o s los tie m p o s. Autor de m á s de ciento cincuenta libros, es sin duda

tam b ién uno de los m á s influyentes, aun q u e la calidad de s u s o b ras no s e a

excelente ni d e staq u e n ta m p o c o por la profundidad de s u s planteam ientos.

A unqu e el pionero había sido el inglés Stap.ed on en su prim era novela. Los pri­

m eros y los últim os hom bres: historio del fu tu ro próxim o y rem oto (19 30 ), en la que,

c o m o v im o s , las m á s variopintas civilizaciones c ó s m ic a s recorrer en su im a gi­

nación m illones de a ñ o s , los p lan team ien tos de A sim ov, m e n o s a m b ic io s o s , son

tam b ién m u ch o m á s su g e re n te s . La trilogía de la Fundación, c o m p u e s ta po r tres

n ovelas (Fundación, de 19 5 1; Fundación e Im perio, de 19 52. y Segunda Fundación, de

1953), a un qu e con el tie m p o llegaría a contar con siete, publicada al principio por

entregas en la revista A stounding Science-Fiction y galard o n ad a con el Prem io H u go

(1966) a a m e jo r serie de ciencia ficción de to d o s los tie m p o s, se desarrolla en un

dilatado lapso tem poral de cuatro siglos en un futuro m uy lejano en el que la

h um an id ad ha colo nizad o ya toda la galaxia, so m etién d o la a la férrea autoridad de

un Im perio que. c o m o la Rom a del sigio v de nuestra era — no e s un secreto que

A sim o v se inspiró de form a m uy directa en Historia de la decadencia y caída del

Im perio rom ano, de Edward G ib b o n — , víctima del in m ovilism o, la burocracia y las


intrigas, s e aproxim a a p a s o s a g ig a n ta d o s hacia su d e s m e m b r a m ie n to . Sin e m ­

bargo, v a lié n d o s e de una ciencia que él m is m o ha desarrollado, la psicohistoria, el

p e rspicaz Hari Seldon no s o lo anticipa el inevitable derru m b a m ien to del Imperio y

su corolario de violencia y de muerte, sino a creación en un futuro lejano, unos

treinta mil añ os, de uno nuevo m u c h o m á s po d e ro so . C o n scien te de que un lapso

de trescientos sig lo s de inestabilidad resulta excesivo, Seldon concibe d o s fu n d a ­

cion e s científicas u b ica d a s en extrem os o p u e s to s de la ga axia. dedicada una a las

ciencias físicas, a as s o c i a e s la otra, con la m isión de presen/ar bajo la form a de

u n a vasta enciclopedia galáctica la totalidad del con ocim ien to h u m a n o y acelerar

con ello la creación del nu evo Imperio, que, a s i l a s c o s a s , podría llevar tan s o lo un

milenio.

A s im o v com ien z a po r narrar las vicisitu des por las que atraviesa la prim era de

ellas hasta su con solid a ció n . A lo largo de tre sc ien to s añ os, la Fundación c o n ­

quista los p lan etas b árbaros que la rod eaban en a periferia de la galaxia y, po r fin,

derrota al propio Imperio, regido por el último de los g ra n d e s em p e ra d o r e s , Cleón

II, en cuyo n o m b re co m b a te un resuelto c o m a n d a n te , 3 el Rióse, claro trasun to de

general bizantino Belisario. aparta d o de a victoria por la d e sco n fian z a de su s o b e ­

rano, c o m o el propio Belisario lo había sido po r Ju stiniano. La rápida dem olición

del viejo Imperio, precisa para erigir s o b re s u s ruinas ios cim ientos del nuevo, p a ­

rece a s í acelerarse, acerca n d o a su culm inación los viejos p lan es de S eldon. Pero

de repente se pro d uce un hecho tan extraordinario co m o imprevisible: la aparición

del M ulo, un extraño m u ía n te d o ta d o de inconcebibles pod e res p a ran o rm ales que

posee a ca pacid ad de im p on er su voluntad a cualquier pe rson a . Las com plejas

profecías de Seldon corren peligro. La psicohistoria s o lo fun cion a c o m o herra­

mienta de predicción del co m p o rta m ie n to de las m a s a s , pero s e revela inútil ante

un individuo d o ta d o del p o d e r de decidir la con d u cta de mil o n es de seres h u m a ­

n os con solo desearlo. El Imperio del M ulo s e erige a s í en terrible a m e n a z a para la

supervivencia de la Fundación y, por ende, para la futura existencia del nuevo

Imperio. Sin e m b a rg o , nada s a b e m o s hasta ahora de la m iste riosa S e g u n d a Funda­

ción, que perm a n ece a salvo, oculta en el otro extrem o de la Galaxia. El M ulo debe

hallaría para concluir su conqu ista, mientras qu e los su pervivientes de la Primera


Fundación ven en ella s u última esp e ra n za . La derrota del M ulo a se g u ra el éxito de

los planes de Seldon y ¡a construcción del S e g u n d o Imperio galáctico.

En conjunto, la trilogía de la Fundación, a la que luego añadió el autor otras

cuatro ob ras {Preludio a lc¡ Fundación. 19 88 ; H acia la Fundación. 19 9 3 ; Los lím ites de

la Fundación. 19 8 2 , y Fundación y Tierra. 19 8 6 ) , y para la que a lg u n o s autores de

prestigio c o m o G re g o ry Benford, G re g Bear y David Brm escribieron, a petición de

la viuda de Asimov, s e n d a s o b ras para constituir una nueva trilogía, no es una no ­

ve a im p resio nante d e s d e el punto de vista literario, ni ta m p o c o un prodigio de

inventiva. Sin e m b a rg o , es una obra que e n g an c h a d e s d e el principio y qu e resulta

m uy difícil dejar de leer c u a n d o s e ha co m e n z a d o . De p o c o s escritores pu ed e afir­

m a rs e aigo así. A sim o v s a b e contar historias, virtud q u e m u c h o s au to re s con m á s

pre ten sion es, e incluso con m ayor recon ocim ien to literario, no poseen .

La s e g u n d a gran aportación de A s im o v a la ciencia ficción no e s otra que la

form ulación de s u s célebres Tres Leyes de la Robótica. Pero no hizo solo eso. Sus

ob ras so b re el tem a han fijado prácticam en te el co n cep to de robot en la ciencia fic­

ción. D e s d e que A sim o v en unciara su s leyes, e s ta s criaturas ya no son los arte­

factos incontrolados y pe igro so s q u e solían s e r en la ciencia ficción precedente,

sino m á q u in as c a p a c e s de llevar a cab o tareas co m p le ja s y de pe n sa r por s í m is ­

m o s . pero qu e carecen de libre albedrío. Es a s í porque se encuentran ¡imitados de

m a n era inexorable por tres leyes que. a m o d o de principios fun d acio n ale s de todo

un s u b g én ero dentro de la ciencia ficción qu e ya nadie ha c u e stio n a d o, aparecen

fo rm u la d as al c o m ie n z o de Yo. robot, un con jun to de nueve relatos de robots

p u b :icado por A s im o v en 19 5 0 del que llegaría incluso a rod arse en 2 0 0 4 una

adaptación libre para el cine dirigida por Alex Proyas:

Primera. Un robot no p u ed e hacer d a ñ o a un ser h u m an o o, por su inacción, per­

mitir qu e un ser h u m a n o sufra daño.

S e g u n d a . Un robot deb e o b e d e c e r las ó rd en es d a d a s por los s e r e s h u m a n o s , ex­

cepto si e s t a s órd en es entran en conflicto con la Prim era Ley.

Tercera. Un robot deb e proteger la existencia en m is m a m edid a para no autodes-

truirse en a m edid a en q u e esta protección no entre en conflicto con la Primera

o la S e g u n d a Ley.
B a s á n d o s e en esta s leyes, A sim o v escribió n u m e r o s o s relatos de robots que

a do ptan , por lo general, la estructura de novelas policiacas qu e se inician cu an do

un robot co m ien z a a c o m p o rta r se de form a im previsible, relatos qu e cobran m á s

interés a m edid a q u e el autor de origen ruso inventa robots m á s c o m p le jo s que a

m e n u d o plantean interesantes di e m a s de natura eza ética, trasunto en el fondo de

las m is m a s c u e stio n e s a las q u e se enfrentan los s e re s h u m a n o s a la hora de a d m i­

nistrar s u libertad. A d e m á s , esta s n arraciones breves, que alcanzaron el nú m ero de

treinta y una. pronto dejaron lugar a las novelas p ro ta go n iz ad as por robots: B óve­

das de acero (1953), El sol desnudo (1957), Los robots del a m a n ecer (1983) y Robots e

Im perio (1985), qu e terminarían por en troncar con las no velas de la saga de la

Fundación y con otras cuyo tem a es la form ación del Imperio galáctico (En la arena

estelar, 19 5 1; Las corrientes del espacio, 19 5 2 . y Un guijarro en el cielo, 1953), para

constituir un un iverso coherente, una suerte de historia m o n u m e n tal de^ futuro en

la línea de Stapledon y Heinlein.

Fo togram a de la película Yo, robot (Alex Proyas, 2 0 0 4 ) . B a s a d a s o lo de forma

indirecta en los relatos de robots escritos por Asimov, pero que a s u m e c o m o

la mayoría de las o b ras del gén ero su s tres leyes

En conjunto, ia obra de A sim o v resulta im p resion a n te en nú m ero, a un qu e no

s ie m p re en calidad. N o nos e n c o n tram o s ante un estilista c o n s u m a d o c o m o Stur­

g e o n ; su penetración psicológica es, d e s d e luego, p o co profunda, y s u s historias


no llegan a c o n m o v e r nuestro espíritu c o m o deb e hacerlo la b uena literatura. Pero

no p u ed e t a m p o c o n eg arse que las no velas dei autor de origen ruso están llenas de

ideas s u g e r e n te s so b re la íntima relación entre los s ere s h u m a n o s , su s o cie d a d y

su tecnología, ideas qu e n os hacen pe n sa r a la vez a u e n o s divierten y en o c a ­

sio n e s nos obligan a rem o n tarn o s en el tie m p o y en el e s p a c io para reflexionar

sobre a su n to s que no son tan baladíes c o m o a priori pudiera parecer. N o cabe

duda de que la historia de la ciencia ficción habría sido una s a g a m u ch o m á s

pobre y aburrida sin las n ovelas de Asimov.


O T R O S C R A N D E S D E LA E D A D D E O R O

Sin e m b a rg o , no to d o s los g ra n d e s autores de la ciencia ficción de los cuarenta y

cincuenta vieron la ¡uz en las págin as de Astounding ni de la m a n o de C am pbell. Y.

d e s d e luego, no pu ed e n eg arse que a lg u n o s de eilos incluso su peraron en calidad

literaria e im aginación a o s ah ija d os del exigente editor norteam ericano. Es im ­

prescindible citar a m e n o s a cuatro: Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, Frecerik Poní

y Alfred Bester.

El c a s o de; e s ta d o u n id e n s e Ray D oug as Bradbury ( 19 2 0 - 2 0 12 ) resulta, cu ando

m e n o s, paradójico. A diferencia de A sim ov, Clarke y otros gra n d e s autores, carecía

por co m p le to de form ación científica: de hecho, ni siquiera asistió a : a universidad.

Y, sin em b a rg o , s u s n ovelas p o s e e n un estilo iterario m u ch o m á s elaborado de lo

habitual en e! gé n ero y m erecen , sin duda, figurar en un lugar de h onor en el

m ain siream de la literatura. La razón de esta paradoja, no obstan te, no encubre

m isterio alguno. Bradbury fue, d e s d e su m á s tierna infancia, un lector e m p e ­

dernido. P asab a las horas s e n ta d o en la biblioteca de su localidad natal, leyendo

cuanto caía en s u s m a n o s , y quizá por ello fue d e s p u é s un escritor tan prolífico

q u e no se limitó a un so lo género, sin o que los cultivó casi todo s, d e s d e el realista

y co stu m b rista hasta el policiaco, p a s a n d o por la poesía, el e n s a y o y, d e s d e luego,

la ciencia ficción, a la que, quizá a p esar suyo, p u es se tenía por escritor de fa n ­

tasía, deb e su reconocim iento, tan indiscutible a u e incluso se le ha d a d o su n o m ­

bre a un asteroide.

La aportación de Bradbury al gé n ero s e b asa , en ;o esencia!, en do s novelas:

Crónicos m arcianas (1950) y Fahrenheit 451 (1953), sin duda la obra de la qu e se s e n ­

tía m á s orgu lloso, al punto de que a s í lo hizo grab ar en su lápida en ei cem en terio

de Los Á n geles en e q u e repo san s u s restos. La primera es la recopilación de una

serie de vein tiséis relatos cortos que narran la legada a Marte y su colonización

por los s ere s h u m a n o s , pero, c o m o e s habitúa^ en la buena literatura del género, el

te m a general de los m is m o s no e s sino un pretexto para inducir al lector a la refle­

xión s o b re a su n to s de m u ch a m ayor enjundia, c o m o la a n g u stio sa pequenez del

h om bre frente al u n iverso, la legitimidad del colonia ism o. la guerra, el racism o, la

religión, el arte... Sin em b a rg o , quizá no erraba el propio Bradbury cuando


afirm ab a que no hay nada de ciencia ficción en esta s historias. El planeta Marte,

que actúa c o m o protago nista co m ú n de los relatos, se a s e m e ja bien poco al real;

s u s pa isaje s parecen extraídos dei M edio O este norteam erican o; el reto qu e plan­

tea a ios c o lo n o s no esta' tanto en su ecología c o m o en s u s propias a lm a s , que c a r­

gan con to d o cu an to de im perfecto existe en ia Tierra que solo en apariencia han

d e ja d o atrás, y, en fin, el p e n sa m ie n to s e bate en retirada ante ia em o ción, pues

son a nostalgia, el horror y el misterio, y no las reflexiones filosóficas del libro, el

p o s o duradero que deian s u s p á g in a s en el á n im o del lector.

Sí m erece, em pero , el calificativo de ciencia ficción Fahrenkeit. 451. célebre dis-

topía sobre una sociedad futura q u e rinde culto a los m e d io s a u d iovisu ales, en la

que un a bso rb en te Estad o totalitario ha prohibido la lectura y el cuerpo de b o m ­

beros tiene c o m o principal m isión la q u e m a de libros — 451 g ra d o s Fahrenheit es

la tem p era tu ra a a que arde el papeí— , cuya versión cinem atográfica dirigió en

1 9 6 6 el francés Francois TruíFaut En e s e m u n d o d e sq u icia d o , pero que quizá no

n os resulte hoy tan disp ara ta d o d e s p u é s de todo, de acu erd o con la fiiosofía d o m i­

nante. leer im pide ser felices porque los libros m u even a las p e rs o n a s a p e n sa r y a

c u e stio na r tanto su propia vida c o m o la sociedad en la qu e viven. Leer es. p u es, ia

m ayor tran sgresión , pero hacerlo resulta ca d a vez m á s difícil, de m o d o que cada

u n o de los d isidentes aprend e de m e m o ria una obra literaria y a s u m e su identidad

al objeto de presen/ar la cultura h um ana.

Pero con independ en cia de cu alquier clasificación sobre g é n ero s que p o d a m o s

adoptar, lo cierto es q u e Bradbury e s un c a s o a isla d o dentro de la ciencia ficción

m o d erna. C o m o él m is m o dijo, a p u n ta n d o a s u s influencias, « m e e n s e ñ ó S h a k e s ­

peare. m e e n s e ñ ó julio Verne. Edgar Al an Poe m e dijo que escribiera». En otras

palabras, si bien es cierto q u e se sintió atraído por el gén ero c o m o tal, no por ello

olvidó que escribir exige prestar atención a la form a, al estilo, y e s e estiio, en su

c a s o , ad op ta una fo rm a propia m uy definida, p recisam en te e s e g u s to por el lirismo

y su interés por lo oculto, lo m isterioso y lo extraño, h ere d a d o s sin du d a de su

a d m irad o Poe, y p a s a d o por el tam iz de Lovecraft. Con razón s e ha dicho que Bra­

dbury e s en realidad un poeta de ia prosa.

N ada tiene q u e ve r con ello el estilo de otro de ios gra n d e s au tore s de ciencia
ficción de a Edad de Oro. Arthur C h arles C a r k e ( 19 17 -2 0 0 8 ) , cuya form a de escri­

bir, directa y po co atenta a la estética literaria, y s u preocupación por la v e ro si­

militud científica lo convierten en una suerte de A sim o v británico. G ra d u a d o en el

lon din ense King’s College en Física y M atem á tica s, científico y periodista, c o ­

m e n z ó a escribir ciencia ficción a finaies de la d é ca d a de los cuarenta del siglo XX.

tras haber ejercido c o m o especialista en radares durante la guerra y g a n a d o un

notable prestigio con s u s e stu d io s sobre la posibilidad de situar satélites artifi­

ciales en órbita geoestacion aria. ¡a d e n o m in a d a en su h onor Órbita Clarke. Influido

por S tapledo n , pero tam b ién de algún m o d o por los relatos de las revistas pulp

n o rtea m e rica n a s, c o m o él m is m o reconoció, colabora en gran m edid a al im p ulso

del gé n ero hacia su m adu rez, q u e parece situar en una equilibrada com bin ación

entre ciencia y filosofía, s u e ñ o s y pe n sa m ie n to .

Su prim er relato publicado fue Partida de Rescate, que vio la luz en Astounding

en m ayo de 19 4 6 , y no m uy posterior es El centinela, la historia corta q u e dio lugar

a la película de Stanley Kubrick 2Q 01: U na odisea del espacio (1968), a la que debe

en buena m edida su extraordinaria fam a tanto entre los a m a n te s del género c o m o

entre las p e rs o n a s cultas en general y el a c u m u lo de h on ores que ha recibido, que

van d e s d e s u n o m b ra m ien to c o m o caballero del Imperio británico (1998) hasta la

im p osición de su n om b re a un asteroide e incluso a una n u eva e s p e c ie de d in o ­

sau rios h a l a d a en Austra ia. N o e s m e n o r su prestigio c o m o divulgador científico,

concretado en s u s célebres leyes de Clarke, qu e podrían fo rm u larse c o m o sigue:

Primera. C u a n d o un científico em in en te pero a n cia n o afirma que algo es posible,

es casi seg u ro qu e tiene razón. C u a n d o afirma qu e algo e s im p osib le, muy

prob ab lem ente es tá equ ivocad o.

S e g u n d a . La única m a n era de d e scu b rir ios límites de lo posible e s aventurarse

un poco m á s allá, hacia lo im posible.

Tercera. Cualqu ier tecnología lo su ficien tem en te a van z ad a es indistinguible de la

magia.

Pero C a r k e e s un autor co m p le jo y en co n sta n te evolución. En su prim era fase,

entre ios a ñ os cuarenta y se s e n ta , atraen su atención t e m a s de naturaleza filosófica

y h um an ista. Es la é p o c a de El frn de la infancia (1953), en la cual la raza


extraterrestre de los s u p e rs e ñ o r e s s o m e te la Tierra a su control al objeto de pre­

parar el tránsito de la h u m an id ad hacia una etapa superior y tra scen d en te de su

evolución: de la propia 20 0 1. que plantea la divinidad c o m o resultado de la evolu ­

ción natural de una e sp e cie inteligente, y, s o b re todo, La ciudad y las estrellas

(19 56 ). Esta novela, « sencilla y a r m o n io s a c o m o un cuento de h a d a s » , en palabras

de David Pringle, a bu n da en el t e m a de la utopía d e s d e la perspectiva del prota­

g onista, un individuo incapaz de encajar en una s o cie d a d en apariencia perfecta,

que huye de ella para b usc ar las re s p u e s ta s qu e anhela su espíritu inquieto. Y e sta s

r e s p u e s ta s no son otras que las m is m a s que la h um anid ad siem p re ha a m b i­

cion ado: ¿ e s ta m o s so lo s en el un iverso? ¿Cuál es el sentido último de ia existencia

del h o m b re? Clarke no obvia ninguna de ellas, y logra en cada página e : dificii mila­

gro de conciliar la intensid ad de la tram a con el sentido de la maravilla y ia p rofu n ­

didad de la reflexión filosófica, co nstru yend o a s í un verdadero clásico.

Por de sgra cia , su en fo qu e cam b iaría en a ñ os posteriores. En o s setenta, Clarke

se decantaría por un m ayor rigor científico, hasta el punto de erigirse a lg u n a s de

s u s o b ras de este período en p a ra d ig m a s de la llam ada ciencia ficción hard. Es el

c a s o de Cita con R am a (1973), en la que ¡a h um anid ad deb e enfrentarse a la evi­

dencia de c u e no está sola en el universo cu a n d o s e aproxim a a a Tierra lo que p a ­

rece una en o rm e nave espacial, y. sobre todo. Las fu e n te s del paraíso (1979). en la

que, en el m arco de la con strucción de un a s c e n s o r espacial, que s e teoriza con

to d o detalle, el en cuentro del h om bre con Starglider, una s o n d a robótica enviada

por inteligencias extraterrestres d e s c o n o c id a s , pero a n s i o s a s de s a b e r sobre la

h um an id ad , sm/e de pretexto al autor, en un e s q u e m a clásico, para form u la r crí­

ticas so b re la s o cie d a d de su é p oc a e incluso, c o m o cabía es p e ra r de un ateo

c o m o Clarke. refutar la existencia de Dios m e d ia n te la reducción a! a b s u rd o . « N o

creo en Dios, pero estoy m uy interesado en él», parece que dijo una vez, y no cabe

du d a de qu e a s i e r a , dada la tem ática de a lg u n a s de s u s o b ras fu n d am en ta le s.

Poco o nada tiene qu e ver con todo ello el Clarke de los ú ltim os tie m p o s , que

co m p a rte una y otra vez la autoría de o b ra s que no parecen s u ya s, o al m e n o s han

perdido el interés y la capacid ad de a s o m b r a r que poseía n s u s m e jo re s novelas.

N o to d o es desp rec ia b le en e s to s añ os, pero sin duda su calidad d e p e n d e m á s de


la de los au to re s con los que firma que de su propia aportación, a v e c e s im posible

de rastrear. Es el c a s o de Gentry Lee. con quien escribió as d ign as con tin u acion es

de Cita con R am a; Paul Preu ss. G re go ry Benford o S tephen Baxter, es to s do s últi­

m o s autores de notable prestigio por s u s propio s trabajos, que te n d re m o s ocasión

de analizar m á s adelante.

Arthur C. C'arke ( 19 17 -2 0 0 8 ) p o s a n d o so b re a e sc en o gra fía de una de las

se c u e n c ia s de 2 0 0 1: Una odisea del espacio, la película dirigida por Stanley

Kubrick que m á s contribuyó a su fam a universal.

En cu alquier ca s o , a im portancia del a u to r británico en la historia del género es

tan in n e g a b :e c o m o fun d am en tal. A u n q u e para éi ni el estilo literario, bastante

t o s c o , ni ia motivación de los person a jes, m á s bien planos, m erecen d e m a s ia d o

interés, el estricto rigor científico de s u s o b ras, la profundidad filosófica de los

t e m a s que plantea y la habilidad con a qu e estructura y desarrolla s u s tram as,

c a p a z de m a n ten e r hasta el final el interés del ector, sin du d a nos hablan de un

autor de gran calado sin el que la ciencia ficción no habría sido nunca lo que. por

fortuna, ha llegado a ser.

Frederik Pohl ( 19 19 -2 0 13 ) fue, ante todo, un en tu sia sta de la ciencia ficción en

to d a s s u s m a n ifestacion es. C a s a d o cin co ve ces, cuatro de ellas con militantes del

fa n d o m ; lector c o m p u lsivo , aficion ado ferviente — futuriano e r su ju ven tu d— .

d in ám ico editor d e fan zin es, libros, coleccion es y revistas, entre elias las célebres

A stonishing Stories y S u p er Science Stories, autor prolífico, activo a g en te literario, crí­

tico tenaz, pro m o to r c o m p ro m etid o , profesor in can sab le y entu sia sta con feren ­

ciante so b re t e m a s de prospectiva, fue para el m u n d o de la ciencia ficción todo lo


que un h om bre pu ed e s o ñ a r con ser, y lo fue hasta el final de s u s días, pues ya con

m á s de noventa a ñ o s de edad participaba aún en jo rn a d a s y activid ad es diversas.

Por si fuera poco, quizá en una su erte de m á s difícil to davía qu e haría las deli­

cias de los aficionados al circo, tam bién nos ofrece Pohl un raro e jem p lo de obra

m a estra escrita a cuatro m a n o s . S e trata de M ercaderes deí espacio (1953), q u e pu ­

blicó con su a m igo , tam bién futuriano, Cyril M. Kornbluth, una de las m á s ácidas,

profu n das y no por ello m e n o s en can ta d ora s d isto pías anticapitalistas que se

hayan escrito ja m á s . Publicada originalm ente en en tregas en la revista Galaxy

Science Fiction, ia novela d e scrib e una h um anid ad futura en la que el sistem a

ec o n ó m ico , un ca pita lism o voraz sin cortapisa alguna, ha engullido el s istem a

político. Las gra n d e s c o rp o rac io n es ocupan en exclusiva los e s c a ñ o s del C o n ­

greso; la s o cie d a d ha q u e d a d o dividida en tres c a s t a s rígidam ente delim itadas, los

e s c la viz ad o s productores, los ejecu tivos de publicidad q u e trabajan al sen/icio de

las o m n ip o te n tes e m p r e s a s y los p a u p eriz a d o s c o n s u m id o re s y, en fin, o s lujos se

han convertido en algo m á s barato y fáci• de obten er que los p rod uctos de primera

necesid ad . Con razón M ercaderes del espacio fue s a lu d a d a c o m o la pionera de un

nu evo s u b g é n e r o dentro de la ciencia ficción: ia ciencia ficción sociológica., atenta

a la crítica social antes que al im p acto de ios a v a n c e s técnicos sobre ia vida de los

h o m b res.
Frederik Pohl en la Universidad de California durante u n a s jo rn a d a s de ciencia

ficción en el 2 0 0 8 . En aquel m o m e n to , el co m p ro m e tid o autor

norteam ericano con ta b a ya con ochenta y n u eve añ os.

Otras n ovelas de Pohl que merecen m e n cio n a rse a q u í son H om o Plus (1976),

que narra la creación de un ser h u m a n o m e jo rad o y m á s c a p a z de a d a p tarse a la

ecología m arciana, y, sobre todo, la s a g a de los H eechee. c o m p u e s t a por cuatro

novelas, la prim era de as cuales. Pórtico, fue publicada en 19 7 7 y la última. Los a n a ­

les de los H eechee. vio la luz en 1987. La que en apariencia constituye poco m á s que

una ópera espacial m ejo rad a, con p e rson a jes a go m á s p rofu n dos y t e m a s de

m ayor calado, resulta ser m u ch o m á s que e s o . En las dos prim eras entregas, que

narran c ó m o la h u m an id ad d e scu b re las naves de una civilización d e sap a re cid a,

cuyo m a n e jo d e s c o n o c e , y co m ien z a su expan sió n por el c o s m o s va lién d o se de

elias. la a tm ósfera de m isterio dota a la narración de una m a gia que. sin duda, se

pierde en as d o s últim as novelas. Pero lo que la historia pierde en m a gia lo gana

en interés: los H e ech e e no se han extinguido, sino que s e han refugiado en el inte­

rior de un agujero n egro para p rote gerse de una raza de en tes inmateriales que

están destru yen do el universo para rehacerlo de acuerdo a p o stu la d o s físicos d is ­

tintos. Un futuro de ¡nm orta idad se abre a s í ante las tres es p e cie s inteligentes del
c o s m o s , cuyas m e n tes pervivirán por s ie m p re libres de cu erpo aiguno. Un final,

por s u p u e s to , que recuerda a 2 0 0 1: Una odisea del espacio, pero que. fuerza es d e ­

cirlo. carece de la grandiosid ad filosófica de la noveia de Clarke.

Si por a lg o s e caracteriza Alfrec B ester (19 13 -19 8 7) e s por su e s c a s a conti­

nuidad y, a p e sar de ello, e n o rm e éxito co m o escritor de ciencia ficción. De hecho,

no lo fue durante la m a y o r parte de su vida, que dedicó sobre to d o al periodism o,

en el que c o m e n z ó su actividad profesional y al que regresó tras su breve incursión

en el género. Breve, pero fructífera. Toda la fam a de B ester y su gran re co n o ­

cim iento — ga n ó el prim er prem io H u g o en 1953 e incluso recibió el título de Gran

M aestro en 1 9 8 7 — se deb e en realidad tan solo a d o s ob ras y a d o s te m a s . Las

ob ras son El hom bre dem olido (1952) y Las estrellas, m i destino (19 56 ); los tem as,

los viajes en el tie m p o y ios p o d e re s paranorm ales.

El hom bre dem olido, en cuya estética s e ha visto el precedente del s u b g é n e r o

posterior del cyberpunk. narra una historia policiaca am b ien ta d a en e! siglo X X i v , en

u n a s o cie d a d en la q u e el crim en ha d e s a p a re c id o y las p e rs o n a s d o ta d a s con

pod e res pa ran orm ales conviven con otras q u e no los tienen. El a rg u m e n to es

atractivo: un p o d e ro so em p resa rio, Ben Reich, c o n s ig u e que se le obligue de m a ­

nera inconsciente a c o m eter un a se s in a to q u e d e s e a co m eter para a s í lograr su

objetivo sin incurrir en resp on sabilidad alguna. P ersegu ido por un policía con

pod e res pa ran o rm a es y po r el fa n ta s m a de su culpa, s u s peripecias en g an ch a n al

lector d e s d e e! prim er m o m e n to , a un qu e este s a b e quién e s el culpable y c ó m o se

co m etió el crimen.

El person aje principal de Las estrellas, m i destino e s tam b ién un h om bre con

pod e res paran o rm ales, Gully Foyle, pero la tra m a oue protagoniza dista m u ch o de

ser policiaca. En realidad, la novela narra a historia de una tran sfo rm a c ió n e s p i­

ritual, la del propio Foyle, que m o vid o por e! d e s e o de v e n g a r se de qu ien es le han

a b a n d o n a d o en el esp a cio, term ina por convertirse en un ser h u m a n o m e jo r que,

d o ta d o de pod e res p a ran o rm ales, c o m p re n d e s u obligación de u sarlos en b en e­

ficio de la h u m an id ad . Pero la grandeza de la novela es que se m e ja n te tra n sfo r­

m ación , digna del con d e de M ontecristo, transcurre en el contexto de una ópera

espacial clásica plagad a de acción y aven tu ras, narrada con fino h um or y pletórica
de a lu s io n e s literarias a autores tan c o m p le jo s c o m o Rim baud o Blake, un cóctel

magistral so lo a ccesib le a los au tore s de a ve rdadera literatura.

N o m e n o s relevantes en la historia del gé n ero son las ob ras de Fredric Brown

( 19 0 6 -19 7 2 ) , b eb ed o r im penitente y escritor maldito, m á s popular d e s p u é s de

m uerto qu e en vida, cuyos cu e n to s s e encuentran entre lo m ejor de la ciencia fic­

ción de to d o s los tie m p o s . R especto a s u s novelas, m u ch o m e n o s co n o c id a s, c a ­

bría d e stac ar M arciano, vete a casa (1955), en la q u e parodia la vida de un escritor

de ciencia ficción afe cta d o por una in vasión alienígena. De estilo rápido y directo,

p e rs o n a je s tra za d o s con unos p o c o s ra s g o s pero no por ello plano s, y a rg u m e n to s

a s o m b r o s o s y adictivos, Brown constituye, sin duda, un buen e jem p lo de c ó m o en

o c a s io n e s el m a estro term ina eclipsad o por a lu m n o s peores que é¡ pero a ue. por

algún motivo, logran con ectar m e jo r con la sensibilidad de su ép oc a.


NOVELAS INOLVIDABLES

Pero si d ié ra m o s a q u í por term in ada ¡a c o s e c h a del gén ero en ios a ñ os cuarenta y

cincuenta del sigío XX incurriríamos en una grave injusticia. Hay otros au to re s y,

d e s d e luego, otras o b ras qu e m erecen tam b ién su e s p a c io en esta s breves páginas,

a un qu e s e trate, en o c a s io n e s , de autores de una s o la obra o de figuras de difícil

clasificación. Sigu ien d o las re c o m e n d a c io n e s de M ique Barceló (20 15 : 289 y ss.),

h a b re m o s de mencionar, al m e n o s, las que a continuación s e relacionan.

El día de los trífidos, del británico john W indham (19 5 1), que sería llevada al cine

en 19 6 3 por Steve Sekely con no d e m a s ia d o acierto, constituye una a p asio n a n te y

dinám ica reflexión acerca de las diversas po sib ilidades de organ ización de una

so ciedad h u m a n a de nuevo cuño nacida de as ce n iz a s de la civilización actual.

C u an d o una m isteriosa lluvia de m eteoritos deja ciega a tod a la población m u n ­

dial, u nas e n o rm e s plantas a m b u la n te s y m u y a gre siv as, los trífidos, parecen d e s ti­

n a d a s a convertirse en a nueva e sp e cie h e g e m ó n ic a del planeta. Pero la audaz

inventiva de ios s ere s h u m a n o s y s u ca pacid ad de supervivencia ies permitirán

su perar el reto y dar a luz una nueva socie d a d , aun q u e deban explorar para ello

d iverso s ca m in o s , b a s a d o s unos en la religión, a lg u n o s en ei militarismo, en el

c o n s e n s o otros.

M á s célebre e s C iudad, de Clifford D. Sim ak, publicada en 19 52 . C oncebida

c o m o un f,x-u p de och o relatos, describe con tono m elancólico el a b a n d o n o p ro ­

gresivo de las ciu d ad es, ve rd a d e ro s ím b o lo de: desarrollo tecno lógico de ia h u m a ­

nidad, y la posterior extinción y sustitución de aqueila por una raza de perros inteli­

gentes auxiliados por robots. Sátira m o rd az sobre el ve rd a d e ro sentido de pro­

greso h u m an o, esta obra de Sim ak cautiva so b re todo por su tono, cuya bucólica

melancolía no pu ed e por m e n o s que record arn os el aire deca d e n te y nostálgico de

las Crónicas m arcianas de Bradbury.

De e s e m is m o añ o es la prim era novela de un autor de cierto recorrido p o s te ­

rior, Philip J o s é Farmer: Los am antes. En elia. el enviado del gobierno teocrático de

la Tierra a un planeta habitado po r una e s p e c ie extraterrestre sim ilar a los in sectos

se em p areja y tiene d e s c e n d e n c ia con una h em b ra de e s a esp e cie . A unqu e s e trata

de una obra interesante, y fue u eg o reconocida c o m o tal, lo m á s lamativo fue a


reacción de rech azo que provocó. Ni A stounding ni G alaxy quisieron publicaría, en

apariencia por la form a en exceso explícita en qu e a b o rd a b a el tem a del sexo, pero

tam bién quiza' por ia feroz crítica implícita que contenían s u s páginas hacia una

so cie d a d , la norteam erican a de los a ñ o s cincuenta, en la que el ra cism o aún se h a ­

llaba h on d am en te arraigado.

M atante, de Henry Kuttner (1953), un fix -u p de cinco relatos cortos publicados

en A stounding entre 19 4 5 y 19 5 1. retom a el tem a de los m u tan tes. ya tratado por Van

Vogt en Síar,. pero lo hace de form a m u ch o m á s m a d u ra y coherente. Los calvos,

u n a nueva s u b e s p e c ie h um an a dotada de po d e res telepáticos, viven s u s vid as divi­

didos entre s u n ecesid ad de d e fen d e rse de la m arginación a que los s o m e te n ios

h u m a n o s n o rm a les y su preocu pación por el de stin o de esto s, que con sid eran in­

separable de su condición de s ere s h u m a n o s m á s ev olu cion a d o s.

Por aquello s a ñ o s ve tam b ién la luz M isión de gravedad (1953), de Hal Clement,

uno de ¡os p rim ero s eje m p lo s de ciencia ficción hard q u e co n o c ió el género. Tam ­

bién publicada c o m o serie de relatos cortos en las p á g in a s de A stounding, la novela

ofrece, en palab ras de Barceló, « u n perfecto e jem p lo de la con strucción coherente

de un m u n do en e qu e las co nd icion es físicas representan una dificultad adicional

para la vida». A u n q u e el gran mérito de la obra, de la que bien pu ed e co n sid erarse

d e u dora la serie del M undo Anillo de Larry Niven, reside p recisam en te en la d e s ­

cripción de una so ciedad y una m entalidad acord e con e s a s extrañas con d icio nes

físicas, m á s qu e en as con d icio nes m is m a s , y en el hecho, nada despreciable, de

que to d o el io se o gre sin sacrificar en a bso lu to el sentido de aventura q u e no debe

estar nunca a u se n te en la buena ciencia ficción.

N o m e n o s hard es la novela de Fred Hoyle La nube negra (1957). Obra de uno

de los astrofísicos m á s notorios del siglo XX. narra, con un p re c io s is m o científico

en o c a s io n e s excesivo, el prim er encu entro de la h um anid ad con una inteligencia

extraterrestre, en concreto una en o rm e nube de gas d o tada de conciencia que llega

a las proxim idades de la Tierra. El m ayor interés de la novela, sin e m b a rg o , no re­

side en e rigor con qu e abord a las cu e stio n e s relacionadas con la ciencia, tedioso

a v e c e s , sin o en el enfrentam ien to entre políticos y científicos y en la ñna d e s crip ­

ción de s u s respectivas m a n e ra s de ve r el m u n d o y enfrentarse a é¡.


Bien al contrario de la obra de C iem ent. Lo patrulla del tiem po de Poul Ander-

son (1955) parece s e r m á s bien una versión de m ayor calidad de un te m a tratado

an tes por una novela que, parad ójicam en te, a lcan zó m a y or renom bre, quizá por ia

fam a indiscutible de su autor: las peripecias de un cuerpo de policía e n c arg a d o de

garantizar ia integridad del continuo tem poral en una era futura en qu e la h u m a ­

nidad ha logrado por fin viajar en el tiem po. Se trata en este c a s o de El fin de la

Eternidad, de Isaac A sim ov, publicada un poco an tes en el m is m o año. Sin duda, el

mérito de A nderson e s un co n o c im ie n to de a historia del qu e carecía el autor ruso,

virtud que convierte la nove a de este autor en un origina y sed u c to r híbrido entre

g é n ero s que reúne lo m e jo r de la novela histórica y la de ciencia ficción.

Es n ecesario m e n cio n a r tam b ién a q u í los prim eros eje m p lo s de no velas del g é ­

nero que encuentran en la religión s u tem a principal. Q uizá la prim era de ellas sea

Un caso de conciencia, de ja m e s Blish (1958), que. sin a b a n d o n a r en ningún m o ­

m e n to ei rigor científico, describe con afinada sensibilidad psicológica ;as elu­

cu b racion es de un científico jesuíta fo rzado a replantearse s u s creen cias tras el

contacto con una civilización de reptiles ateos que d e s c o n o c e n por com pleto el

con cep to de pecado, pero han sido c a p a c e s de crear una so ciedad ju sta en la que

no existe ni la violencia ni la d e sigu ald ad . Pero, sin duda, el m á s célebre ejem plo

de ciencia ficción religiosa es Cántico p o r Leibowitz. de Walter M. Miller Jr. ( 19 6 0 ),

publicada en form a de relatos cortos d e s d e m e d ia d o s de los cincuenta en The

M agazine o f Fantasy an d Science Fiction (F<^SF). A u n q u e pu ed e c o n sid era rse ta m ­

bién una noveia posap ocalíp tica de las m u ch a s nacidas del m iedo a la guerra nu­

clear que im p reg n a b a la s o cie d a d n orteam erican a en la é p o c a de la G u erra Fría,

p u es no en v a n o narra la historia de una co n g reg ac ió n fu n d ad a por un técnico tras

el fin de a guerra nuclear con el objeto de rescatar los textos del sab er que d e s a p a ­

recieron pa sto de las llamas y de la violencia y acelerar a s í el retorno de la civili­

zación , su principal aportación , dejan do de a d o su evidente proselitism o. e s la

reflexión acerca de a s p e c to s c o m o la relación entre fe y razón, la naturaleza de la

historia o la propia condición h u m a r a .


EL M U N D O D E LAS R E V I S T A S

M ientras, la actividad de las revistas de ciencia ficción no s o lo no decae, sino que

se increm enta. Ju n to a las pu b licaciones tradicionales, al c o m ien z o de a d é ca d a de

los cincuenta a p arecen otras n u eva s c o m o las ya citadas Galaxy Science Fiction y

The M agazine o f Fantasy and Science Fiction, cuya aportación al gé n ero es tan rele­

vante que. de hecho, logran que e s to s a ñ o s m erezcan m u ch o m á s el título de Edad

de Oro que los precedentes, aun q u e la tradición ha ten d id o a reservarlo para ellos.

The M agazine o f Fantasy and Science Fiction (F&ISF) abrió s u s puertas en 194.9

bajo la dirección de A nthony Boucher, y Gaiaxy lo hizo a añ o siguiente dirigida por

Horace Leonard C o id . De acu erd o con una de las intérpretes m á s autorizadas de la

evolución dei gén ero en los E s ta d o s U nidos, la crítica y tam b ién autora Judith Me-

rril, al prim ero co rre s p o n d e el mérito de llevar al gé n ero por el c a m in o del precio­

s is m o literario, p u es exigía a su s autores no solo id eas con fuerza, sino bien d e s ­

arrolladas en su estilo y su estructura, m ientras al s eg u n d o , que a p e n a s se p re o ­

cu pab a por la form a, habría q u e reconocerle s u habilidad para cond u cir a la ciencia

ficción norteam erican a por los n u evo s ca m in o s de a psiquiatría y las ciencias

so ciales en general, lo q u e no deja de s e r un notable logro en un h om bre tan limi­

ta d o por su persistente a gora fob ia que ja m á s salía de su apartam en to.

Qalaxy
S C IE N C E F IC T IO N
-s -

rmi b u m ii- « w » m « ■•**! Ir O tffcri » I w é


« M it lif- t u iiiM O M t m - • • w n u t tí »

Portada del prim er n ú m ero de G alaxy Science Fiction (octubre de 19 5 0 ). C om o

pu ed e apreciarse, han d e s a p a re cid o de la portada los jó v e n e s m u s c u lo s o s y


las exuberantes heroínas ligeras de ropa.

Pero era so lo el principio. La co m p ete n cia era en o rm e en un m ercado , el de las

p u b licaciones periódicas de ciencia ficción, ca d a v e z m á s satu ra d o . A m e d ia d o s de

los a ñ o s cincuenta había ya en los E stad os U nidos m á s de una treintena de revis­

tas a u e recogían en s u s p á gin a s, en m a y or o m e n o r m edid a, relatos de este género,

aun qu e fueran C alaxy Science Fiction, A stounding Science Fiction, que ca m b ió su tí­

tu lo por el de A n alo g a finales de la década, y F<£SF las que coparan, en especial la

prim era, o s m e jo re s relatos de los autores m á s p ro m e ted o res. En Galaxy Science

Fiction publicaron n ada m e n o s qu e Isaac A sim ov, Fredric Brown, Fritz Leiber, Ri­

chard M ath eso n o Alfred B ester (El hom bre dem olido). En Fe[SF escribieron relatos

a utores de la talla de Daniel Keyes (Flores para Algernon), Kurt Vonnegut, Walter M.

Miller Jr. (Cántico p o r Leiboivitz) o Robert A. Heinlein (Starship Troopers).

Q 3 i l 3 i X y '* « » “ ' m i

SC IEN C E FICTIO N ~

Portada del nú m ero de enero de 19 52 de C alaxy Science Fiction que incluía la

prim era entrega de El hom bre dem olido, de Alfred Bester.

En cualquier caso , el co ntenido de e s ta s pu b icaciones tenía ya p o co que ver

con el to s c o pulp de entregu erras y s u s historias para a d o lesce n tes. Los lectores ya

no eran tan jó v e n e s y, d e s d e luego, eran m u ch o m á s exigentes. HaDÍan eído a los

g ran des. Capek, Zam iatin, Stapledon y H uxey no les resultaban ajenos, y
e s p e ra b a n relatos de una calidad cercan a a s u s n ovelas. Por otra parte, las revistas

im p uisab an una verdadera abo r de fo rm ación. En s u s págin as no s e publicaban

solo historias cortas o n ovelas por en tregas, sino tam b ién e n s a y o s y re se ñ a s que

orientaban con notable eficacia el g u s to de ios lectores y reforzaban su propia

capacidad crítica, torn á n d o les aún m á s exigentes, en un eficaz p ro c e s o de retroali-

m en tación que presionab a a los n u e v o s autores para escribir m ejor al tiem po que

los habilitaba para ello, haciendo de a s revistas del gé n ero auténticas e s c u e la s de

capacitación en ias que los jó ven e s au tore s podían gan ar un poco de dinero m ie n ­

tras aprendían el oficio. Un papel se m e ja n te d e s e m p e ñ a r o n as a n tologías perió­

dicas, q u e e m p e z a b a n a a p are ce r por en tonces. La m á s influyente, S F : The Y ear's

Best, dirigida por ía propia Judith Merril. q u e c o m e n z ó a publicarse a principios de

los cincuenta y sigu ió h aciéndolo hasta bien e n trad os ios se s e n ta , a ctu ab a c o m o

una verdadera criba de ca idad de ios relatos que s e publicaban y, con s u s críticas,

ser/ía de lu m in o so faro a las preferencias de los lectores. Y de este m o d o, poco a

poco, la ciencia ficción s e iba convirtiendo en literatura con t o d a s ias letras.

Portada de un nú m ero de a revista Ana/og C am pbell ca m b ió el título, que

con sid era b a d e m a s ia d o juvenil para la ép oc a, pero o Hizo poco a poco: entre
febrero y octubre de 1 9 6 0 a revista salió cor. a m b o s títulos, si bien Asiour.ding

se iba haciendo m á s tenue, y A n alog s e intensificaba.

Otra noved ad de la Edad de O ro fueron los prem ios. E prim ero en ver ia luz

fue el Premio H u go, a s í J a m a d o en h onor a H u g o G e rn sb a ck , co n s id e ra d o el fu n ­

d a d o r de la ciencia ficción m o d ern a . El g a 'ard ó n , que tiene una elocuente form a de

coh ete plateado, c o m e n z ó a co n c e d e rs e en 1955 por ios m ie m b ro s de la Wor-d’s

Scie n ce Fiction Society y se entrega d e s d e en to nces en la Worldcon anual. Cuenta

con un gran n ú m ero de categorías, d e s d e la noveia ai cóm ic, p a s a n d o por el cine y

la televisión, y es, sin duda, e m á s prestigio so del gén ero . En 1 9 6 6 a SFW A

(Science Fiction and Fantasy Writers o f America) c o m e n z ó a co n c e d e r el Premio

Nébula, qu e recae ca d a año, por votación de s u s a s o c ia d o s , en o b ras literarias

— de la nove a a' relato, p a s a n d o por la novela corta— pu blicadas el añ o anterior

en i n g é s y en los E stad os U nidos. En 19 7 1 se instituyó el Locus, prem io literario

que co nced en por votación los lectores de la revista Locus M agazine con doble

ponderación para los su sc rip to re s entre las o b ras pu b lica d a s el añ o anterior. Por

último, el Prem io John W. C am pbell M em orial fue creado en 1 9 7 2 en h onor de

John \V. C am pbell. O to rga d o por un jurado, prem ia la m ejor novela del a ñ o prece­

dente. Por s u p u e s to , existen m u c h o s otros g a lard o n es. H a s ta cincuenta y cinco se

recogen en una co n o c id a w eb dedicada a recopilar p re m io s y listas de ciencia fic­

ción. La fa ta de espacio, e m p ero , n os impide relcionarlos to d o s a q u í J


E L C I N E Y LA T E L E V I S I O N E N LA E D A D D E O R O

Parad ójicam ente, m ientras esto su ced ía en la literatura., para a lg u n o s autores los

a ñ os cuarenta fueron la d é ca d a o m in o s a del cine de ciencia ficción (M em b a , 2 0 0 7 :

59). Entre 19 3 9 y 19 4 5 , a evidencia innegable de una guerra qu e no s e parecía en

nada, ni en a ca n ce ni en destrucción, a cu alquier otra anterior cond icion ó cu al­

quier m anifestación espiritual del s e r h u m an o , y el cine no podía s e r una ex c ep ­

ción. A príorí. sin em b a rg o , la actitud de los cin eastas debería h ab er s id o ayudar a

las g e n tes a evadirse, a d istanciarse de un m u n d o que, en to n c es m á s q u e nunca,

m o stra b a su faz m á s h orrib:e. Pero no fue eso lo que hicieron. Hollywood s e erigió

en fiel aliado del G o b iern o en su lucha id eológica contra e! en e m ig o . A lg u n o s a c to ­

res actu ab an para as tropas; otros p rotago nizab an a n u n c io s de b o n o s patrióticos;

u n o s p o c o s incluso se alistaron para dar ejem plo... y los directores no es fueron a

la z ag a. El d o cu m en tal de guerra se convirtió en un gén ero habitúa y, so b re todo,

los a rg u m e n to s cam biaron para adoptar una tem ática patriótica y unos tonos

didácticos que hallaron en el cine bélico su m ejor receptáculo. D esde luego, no se

trataba del m ejor caldo de cultivo para la ciencia ficción. Las b u e n a s películas eran

tan e s c a s a s c o m o a b u n d a n tes c o m e n z a b a n a ser las b u en as no velas. La creati­

vidad del género en la gran pantalla es casi nula; las sec u e la s copan la m a y or parte

de la producción, con eje m p lo s tan elocu e n tes y patéticos c o m o La som bra de

Frankensiein (Rowland W. Lee. 19 3 9 ), El fa n ta s m a de Frankenstein (Erle K. Kenton,

1 9 4 1 ) , Frankenstein y el hom bre lobo (Roy William Ney, 1 9 4 1 ) . o Vuelve el hom bre

invisible (joe May, 19 4 0 ) , única que destaca por su calidad en un contexto de fil­

m e s m e diocres y po co im aginativos. Pero la m ejor película de la d écada es quizá

D octor Cyclops, dirigida por Ernest B. S c h o e d s a c k en 19 4 0 , qu e narra a historia de

un genuino m a d doctor, el pro feso r Torkel, cuyo afán de c o n o c im ie n to lo ha enlo­

qu ec id o hasta el punto de miniaturizar a cu a n tas p e rs o n a s caen en s u s m a n o s para

probar la eficacia de s u c o n d e n s a d o r de radio. De tem ática sim ilar e s La m u jer y el

m onstruo (G eo rg e S h e rm a n , 19 4 4 ), en la qu e el trasplan te del cerebro de un cri­

minal confiere a su receptor idéntica person alidad so ciopática a la de su donante.

Y no e s so lo una cuestión de calidad. En realidad, el te m a p redom inante de

e s t a s cintas, m á s que la ciencia ficción, e s el terror, y se trata de un terror mal


hecho, con e s c a s o p re su p u e sto , en e! que los científicos lo cos no son en la p a n ­

talla sino acto res mal disfra za d o s con una bata su cia que viven s u s d e s v a rio s en

laboratorios d o ta d o s con p o co m á s q u e un q u e m a d o r B un sen . De a h í qu e los añ os

cuarenta no sea n ricos en b u e n o s recuerdos para los a m a n te s del cine de ciencia

ficción; para los del cine de terror e s otra co s a : las películas de a Universal se d e s ­

pliegan ante nu estro s o jo s con la pátina n ostálgica del rom anticism o ; so n , de

algún m o d o, entrañables. Pero no hay nada entrañable en la ciencia ficción cin e­

m atográfica de aquellos años.

Cartel publicitario de La m u jer y el m onstruo (G eorge S h e rm a n , 19 4 4 ) . E tem a

de la cinta e s el m is m o que luego desarrollaría Curt S io d m a k en su c é e b r e

novela El cerebro de D onovan, de la qu e parece ser un precedente

Hay, eso sí, o m e jo r dicho, no deja de haber, seriaies. Los héroes del c ó m ic no

dejan de saitar a la gran pantaHa Dajo la form a de a ventu ras por entregas. En 19 4 3

lo hace B atm an , qu e había nacido en 19 39 de a m a n o de Bil F in g e r y B ob Kane; en

19 4 4 el Capitán A m érica, creado en 1 9 4 0 po r Jo e Sim ón y Jack Kirby para la Marvel;

y, po r fin, en 19 4 8 , S u p e rm a n , que levaba ya diez a ñ os en las páginas de los


có m ic s d e s d e q u e fuera creado po co antes de la guerra por Siege! y Shuster. Pero

el m á s popular de to d o s ellos era en to n c es el Capitán M arvel, qu e n ace casi a la

vez, en 1 9 4 1 , en el có m ic (Ed Herrón y M a c Raboy) y en la pantalla, y se convierte

en s e g u id a en un ve rd a d e ro clásico dentro del género.

Frente a este p á ra m o creativo, a ciencia ficción cinem atográfica de los a ñ o s

cincuenta vive un m o m e n to de gran esplendor. El contexto o propiciaba. El 5 de

m arzo de 19 4 6 , en un d iscu rso pron u n ciado en Fu'ton, M isso u ri, Winston Chur-

chill, hacien d o gala una vez m á s de su prob ad a habilidad para a cu ñ ar frase s histó­

ricas. afirm aba: « D e s d e Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha cafdo

sobre el continente un telón de acero». Era cierto: el m u n do se e sta b a dividiendo

en d o s b an d o s, dirigidos re sp ectivam en te por ios E stad os Unidos de A m érica y la

Unión Soviética, que se odiab an a m u erte y s e apresta b a n a luchar en t o d o s os

terren os im aginables, d e s d e la ideología a la tecnología, d e s d e a diplom acia al

espion aje; to d o s con excepción de a guerra abierta, p u es, co n tan do a m b o s con

a rm a s ató m ica s, su estallido podía con d u cir ai fin de la hum anid ad . Se había

d e cla rad o la G u erra Fría.

Uno de los terrenos en qu e aquella guerra terrible iba a ibrarse era, sin duda, e

de la pro p a ga n d a , y en él el cine tenía en to n c es m u ch o que decir, p u es en una

é p o c a en q u e la televisión a p e n a s había d a d o co m ie n z o a su andadu ra, la c a p a ­

cidad de ia gran pantalla para influir so b re la actitud de ias m a s a s era insuperable.

Y no cabe du d a de que se en tregó a e lo con fruición. Todos los g é n ero s se vieron

afectados. E cine negro ca m b ió s u s g á n stere s por e s p ía s c o m u n is t a s ; el cine s o ­

cial narró trágicas historias de d isiden tes que trataban de e s c a p a r del terror rojo; el

cine histórico, en fin, co n d en ó sin paliativos las revoluciones; solo e! western p a ­

reció rebelarse contra el m a n iq u e ís m o im peran te y dio a luz m a gn íficos alegatos

en favor de !a rebeldía c o m o Solo ante el peligro (Fred Z in n e m a n n , 1952) o Jo h n n y

C u itar (N icholas Ray, 1954). Pero es, sin duda, el cine de ciencia ficción el que p a ­

rece resultar m á s útil c o m o herramienta de p ro p a ga n d a ideológica. Lejos de a 1-

m e n tar el e s c a p i s m o , s u s directores practican, e s o sí, con notable sutileza, el m á s

co m p ro m e tid o d id a ctism o an tico m u n ista No es. d e s d e luego, el único ra sg o de la

é p o c a que favorece la eclosión cinem atográfica del género. Los a ñ o s posteriores a


la S e g u n d a Guerra Mundial m arcan un inusitado interés popu lar por a ciencia,

a u n q u e a m e n u d o trufado de un te m o r profu n do por s u s posib les co n se cu en c ias

negativas, evidentes tras el estallido de las b o m b a s a tó m ic a s de H iro sh im a y

N agasak i. Es tam b ién el inicio de la era de los platillos v o lan te s. El 2 4 de junio de

19 4 7 , Kenneth Arnold, un piloto privado de Boise, Idaho, a s e g u ró haber visto

n ueve ob jetos con form a de plato vo ando en ca d e n a cerca de M oun t Rainier. W a s­

hington. P o co s m e s e s d e s p u é s se producían ios célebres incidentes de Roswell y

Aztec, N u e vo M éxico, en los que s u p u e s ta m e n te s e habrían recu perad o los cu e r­

p o s m á s o m e n o s calcin ado s de va rio s a ien ígenas fallecidos tras precipitarse a tie­

rra s u s naves. La carrera espacial, por otra parte, s e hallaba en pleno auge. En 1957

la Unión Soviética lograba poner en órbita el Sputnik, prim er satélite artificial de la

historia; q u e d a b a claro que lo que hasta en to n c es solo existía en las p á g in a s de las

n o velas y en las pantallas de cine se e sta b a convirtiendo en re a ld a d . Difícilmente

pu ed e im aginarse m e jo r caldo de cultivo para el desarrollo de la ciencia ficción

cin em atográfica. Los cincuenta e regalarían su prim era y m á s intensa Edad de

Oro.

P od ríam o s decir (M em b a , 2 0 0 7 : 72) que el aug e del cine de ciencia ficción da

c o m ien z o con d o s cintas qu e se producen casi al m is m o tiem po, en 19 50 : Cohete

K-1. de Kurt N e w m a n n , y C or desiino a la Luna, de Irving Pichel, producida por

G e o r g e Pal. La prim era, m u c h o m e n o s co n o c id a q u e a s e g u n d a , narra có m o una

expedición rum bo a la Luna s e d e svía de su de stin o y term ina por llegar a Marte,

d o n d e encuentra a los su pervivientes de una civilización destruida por una c o n ­

frontación nuclear. La s e g u n d a , b a s a d a en u r a novela de Heinlein y r e a l z a d a con

un cu id ad o tan exquisito c o m o p o co frecuente hasta enton ces en el género, cuenta

las peripecias de un gru po de científicos que. finan ciad os por un a ca u d a la d o h o m ­

bre de n eg o cio s, preparan el prim er viaje tripulado a nuestro satélite. Tan an tico­

m u n ista c o m o e s de esperar, su objetivo principal es, sin em b a rg o , la divulgación

científica, tratada con tanto e s m e r o — los detalles s e consultaron a la N A S A — que

la historia parece en o c a s io n e s convertirse en un do c u m en ta l, lo q u e explica que

u n a película de serie B co m o la anterior la derrotara con claridad en la taquilla.

Pero, de un m o d o u otro, se trataba solo del principio. Los a ñ o s cincuenta


esta b a n llam ados a regalar al cine de ciencia ficción a lg u n a s de s u s m e jo res obras,

a la vez que delimitaban en su s en o los gra n d e s t e m a s de los que se alimentaría en

las d é c a d a s posteriores: el ap oca lip sis nuclear, las invasiones a lenígenas, los via­

je s interplanetarios y las m u ta cio n e s. N o p e n s e m o s por ello qu e las s u p e rp r o ­

d u c cio n e s fueron lo habitual. Con destino a la Luna fue la excepción an tes que la

regla. La mayoría de los filmes del gé n ero se con cebían aún c o m o películas de

serie B d e stin ad as a los cines de barrio, los autocin es y los p ro g ra m a s dob les que

hallaban en jó v e n e s y a d o le s ce n te s su público natural, c o m o había su ced id o con

las revistas puip an tes de os a ñ os cuarenta, por io qu e no ca b e es p e ra r de ellas

efectos e s p e cia les a s o m b r o s o s y m e n o s aún un rigor científico digno de la m ejor

ciencia ficción hard. En o c a s io n e s , a s p ro d u c cio n e s del gén ero ni siquiera m e re ­

cen e n c u ad rarse en la serie B. N o d e b e m o s olvidar que Ed Wood, quizá el peor

director de cine de to d o s los tie m p o s , conocido por su célebre y catastrófica Plan

9 fro m ih e O u ter Space. fue tam b ién el m á s prolífico director de ciencia ficción de

la década. Pero, con todo, el cine de la é p oc a resulta una ve rdadera delicia para los

aficionados, q u e co n tem plan s u s errores científicos y la m o d estia de s u s p ro d u c­

cion es con ia m is m a m irada cariño sa y co n d esce n d ie n te con la que un padre m ira ­

ría ¡os de fecto s de un hijo al q u e adora. V ea m o s, si es p osib e. d ó n d e está la razón

de tanto amor.

El a p o c a lip sis nu clear fue uno de los prim eros t e m a s de los qu e s e ocu p ó la

ciencia ficción cin em ato gráfica en los a ñ o s cincuenta, y tam bién el que dio c o m o

resultado as peores cintas. En p o c a s palabras, t o d a s ellas reproducen, con mayor

o m e n o r fidelidad, un e s q u e m a sencillo b a s a d o en un gru po de s u p ervivien te s del

h olo ca u sto que, poco a poco, van desarrol a n d o p u lsion e s de m iedo, violencia y

culpabilidad idénticas a las qu e llevaron a a h um anid ad a d ise ñ ar a s a r m a s a las

q u e deb e su propia destrucción. El arqu etipo del gén ero , a s í definido, n o s lo ofrece

Five (Arch Oboler. 19 5 1) , en la que cinco p e rs o n a s son los único s c iu d ad an o s de

los E s ta d o s U nidos qu e sobreviven a la catástrofe, pero víctim as de los conflictos

p e rson a es y los preju icios raciales, terminan por q u ed arse en d o s, la pareja, tra­

sun to de A dán y Eva, de la qu e d e b erá surgir la nueva h um an id ad . El m is m o hin­

capié en los conflictos raciales, reflejo de la realidad socia norteam ericana de la


ép oc a, se ob se rva en El m undo, el dem on io y ia carne (Ranald M acD ou g all, 19 59 ),

en la q u e la pareja su perviviente a h olo ca u sto e s mixta. C a s o extrem o y ubicable

en e! m u n d o mental de los cincuenta, a u n q u e film ada ya en la siguiente dé ca d a , es

el de Pánico infinito, de Ray Milland (19 62), en ia que el cab ez a de familia exhibe un

co m p o rta m ie n to violento e individualista para proteger a los s u yo s en una actitud

cercana al fascism o .

La única cinta en la qu e s e ob se rva un cierto resp eto a los a sp e c to s científicos

del tem a e s La hora fin a l, ro d ad a en 19 5 9 por Stanley Kramer. A m b ien ta d a en A u s ­

tralia, narra as aventuras de un gru po de p e rs o n a s q u e tratan de seguir con sus

vid as m ientras se aproxim a la radiación nuclear, q u e ha a rra sa d o ya el resto del

planeta. Pero la cinta es an tes un m e lo d ra m a q u e una película de ciencia ficción,

p u es la ciencia brilla por su au se n cia , y si no s e co m eten errores de buito al res­

pecto es porque ni siquiera s e m encio na. En realidad, el te m a del fin del m u n d o

qu ed a del to d o d e s a p r o v e c h a d o por e! cine de los cincuenta. M ientras la iteratura

aporta reflexiones de gran em o ció n y altura intelectual c o m o El día de los trífidos, el

cine !o trivializa.

F o tog ra m a de Cuando ios m undos chocan (Rudolph Maté, 19 5 1) . C a s o único en

las películas de a ép oc a, la cinta transm ite un m e n sa je optim ista sobre el

futuro de la h um anid ad tras el apocalipsis.

A 'g o distinto es el c a s o de C uando los m undos chocan (Rudolph Maté, 19 5 1) , en

el qu e la c a u s a del a p o ca lip sis no es la guerra atóm ica, sino ia aproxim ación a la


Tierra de una estrella en ruta de colisión con ella. En rea idad, la cinta no es sino

una revisión de la historia bíblica de N o é , con la diferencia de que el arca ha sido

sustituida por una nave espacial y el profeta po r un millonario sin es c rú p u lo s que

no duda en valerse de su posición para forzar su presen cia entre ios elegid os para

la salvación . Sin e m b a rg o , a diferencia de los otros filmes, el m e n sa je es optim ista:

la co o p e ra ció n , el altruism o y el diálogo, y no el m aterialism o , ofrecen la única vía

posible para la salvación de la hum an id ad .

F o togram a de El ser d el p lan eta X (Edgar G . Ulmer, 19 5 1) . El alienígena, lejos

de inspirar rechazo o terror, despierta m á s bien sentim iento s c e piedad y

co m p ren sió n .

N o s u ced e lo m is m o con las invasion es alienígenas. Por una parte, se convierte

en e s to s a ñ o s en el te m a por excelencia de la ciencia ficción, sin duda porque

resultaba m uy sencillo para los directores y gu io nistas forzar en el e s p e c ta d o r la

identificación entre los m a rcia n o s invasores >• el e n e m ig o co m u n ista ; por otra, a él

d e b e m o s a lg u n a s de las m e jo re s cintas de ¡a ép oc a, quizá porque los directores de

m ayor calidad se vieron fo rza d o s de uno u otro m o d o a abordarlo. Sin em b a rg o ,

no resulta tan fácil en este c a s o definir un patrón argum ental; no, al m e n o s, si no

se con sid era al m is m o tie m p o un patrón cronológico. Las prim eras películas de

alienígenas de los cincuenta no resp ond en a m od elo de invasores d e s a m a d o s

q u e llegan a la Tierra con el fin de som etería o destruirla, a igual que la Unión
Soviética haría, si se le permitiera, con e! libre pueblo norteam erican o. Bien al c o n ­

trario. el típico alienígena que protago niza las prim eras cintas s o b re el tem a, hasta

1952. es un ser en ese n cia ben évolo cuyas intenciones respecto a nuestro planeta

podrían definirse, en el peor de los c a s o s , c o m o paternalistas: s o n seres s u p e ­

riores tecn oló g ica y m o ra lm en te que vienen a a v isarn o s del destino fatal qu e nos

espera si no rectificam os nuestro co m p o rtam ien to , o a pedir n u estra ayuda para

salvarse ellos m is m o s de un destino terrible.

A s í s u c e d e con E! ser del planeta X (Edgar G . Ulmer, 19 5 1) , una típica película

de serie B. de s o lo 71 m in u tos de du ración y rodada con d e c o ra d o s reciclados que.

no ob stan te, se deja ve r sin dificultad. En ella, la perversidad es m o n o p o lio de los

seres h u m a n o s , que quieren u sar al m u d o extraterrestre para s u s propios y e s p u ­

rios fines o destruirlo sin reparos cu a n d o dudan de él. R especto al ser, s u s inten­

cion e s no quedan claras, pero solo u sa la violencia cu a n d o su vida está en peligro.

Su planeta se m u ere y, d a d o q u e ha ve n id o solo, cabe s u p o n er que es ayuda lo que

espera, no s u m isió n .

M á s claras son las intenciones del alienígena pro tagon ista de U ltim átum a la

Tierra (Roberi Wise, 19 5 1) , cuya m isión es, seg ú n él m is m o pro clam a, t o m a r c o n ­

tacto con los líderes del planeta para advertirles de s u fin si no cejan en su e m p e ñ o

de valerse de la energía a tóm ica con fines a r m a m e n tís tic o s . Una vez m á s, la m a l­

dad se h a l a en el corazón de los h u m a n o s , no en el del extraterrestre, cuya vida

llega, incluso, a correr peligro. La ciencia, sin em b a rg o , no es m ala en sí, parece

d ecirn os W ise; pero pu ed e serio el uso qu e se h aga de ella. En todo ca s o , son los

políticos, no los científicos, los que tienen el poder de decidir e s e u so y s o b r e ellos

recae, por tanto, a resp on sabilidad.

Todo estab a ya, em p ero , e m p e z a n d o a cambiar. ¿La guerra de Corea, qu izá? En

1951 se estrena tam bién en la gran pantalla El enigm a de otro m undo, dirigida por

Christian Nyby. El argu m e n to lo c o n o c e m o s ya, pues s e b asa , c o m o dijim os, en la

historia corta Who goes there?, de John W. Cam pbell, pero el tratam ien to del tem a

ha variado por com pleto. El alienígena es un ser am enazador, violento, para ei que

la h u m an id ad es so ío alim ento. Ante él solo cabe, pues, una re sp uesta: la violencia

y la muerte. La otra re sp uesta, la curiosidad científica, qu e b u s c a la co m u n ic a ció n y


el con ocim ien to, parece eq u ip ararse a la traición. Todo e s sutii, pero ¿pu ed e

co nceb irse m a y or radicalism o ideológico? Ante el en e m ig o co m u n ista , nos dice

entre líneas la cinta, no cabe el diálogo; la lucha contra é¡ es a vida o m uerte, y

qu ien e s, c o m o ios intelectuales, tratan de co m p ren d erle no son sin o traidores. La

G u erra Fría había llegado al cine.

En la m is m a línea. La guerra de los m un dos (Byron Haskin. 1952) a p e n a s oculta

s u intención de s e m b r a r e¡ pánico entre la población ante una posible invasión

com unista. La guerra de los m undos se presenta, sin a m b a g e s , d e s d e los prim eros

f o to g ra m a s c o m o ia Tercera Guerra Mundial, ¿y cuá¡ iba a s e r a Tercera Guerra

Mundial sino la que estallara entre la U R SS y los EE. UU.? M arcia n os y terrestres

serán, pues, en ia cinta, m etáfo ras de a m b o s b an d o s, y ca d a e s c e n a co m p le ta esas

m e táfo ra s de b ase con otras m á s sutiies pero no m e n o s relevantes en relación con

el objetivo de la película. C o m o bien apunta Javier M e m b a (2 0 0 7 : 1 1 6 ) , cu a n d o a

nave se abre, el m á s tonto de los testig o s e s el mexicano: el sacerd o te, que pre­

ten d e c o m u n ic a rse con los m arcian os, es fulm inad o sin co n te m p lac io n es; -as

a rm a s nucleares no son m a las, sino a única e s p e ra n za frente a los alienígenas:

«L a invasión requiere e¡ e m p le o de a b o m b a de hidrógeno; no p o d e m o s perder a

e s p e ra n z a de salva r al m u n d o civilizado». La ideología io im p regn a todo. Por s u e r­

te. no llega al extrem o de perjudicar el arte: La guerra de los m undos es una gran p e ­

lícula; sin duda, una de las m e jo re s del género.


Fo togram a de La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel. 19 56).

C onvertidos en se re s -m a sa , sin alm a ni individualidad, los habitantes de

Santa Mira persigu en a ios ú ltim os h u m a n o s de la ciudad.

De algún m o d o, el resto de as películas qu e tratan el te m a son d e u d o ra s de

esta, a un qu e aportan detalles relevantes en el contexto de la guerra ideológica

contra el c o m u n is m o . Invasores de M arte (William C am ero n M enzies, 1953) p re­

senta u n o s m arcian o s d o ta d o s de la capacid ad de s o m e te r la voluntad de los

h u m a n o s , metáfora evidente de la m an ipu lación ideológica atribuida al c o m u ­

n ism o , q u e convierte a los h o m b r e s en c u e rp o s sin m ente. La Invasión de los ladro­

nes de cuerpos (Don Siegel, 1956) describe una verdadera quinta co lu m n a de inva­

so res que se han infiltrado en nuestra propia s o cie d a d y en nada se distinguen a

sim ple vista de n oso tros, lo que justifica la caza de brujas c o m o la dei s e n a d o r Jo-

seph McCarthy. Por otra parte, tam b ién a q u í los a ier.ígenas, trasunto, co m o es

obvio, de los co m u n is ta s , no son individuos sino m e ro s cu e rp o s caren tes de e m o ­

ciones.

Aigo distinto es el p a n o ra m a que ofrece el cine de ciencia ficción en otros paí­

ses. En Gran Bretaña. El experim ento del doctor Q uaterm ass (Va G u e s t, 1955), pri­

m e r éxito de la H am m er, que inauguraba con ella su célebre serie de m isterio y h o ­

rror, m u estra a un circu n specto científico g u iado por el afán de con ocim iento, pero

de ningún m o d o en loqu ecido ni en s o b e rb e cid o po r él, y a u nas fuerzas de la ley

que, llegado el m o m e n to , se dob leg an ante su criterio superior. Incluso s e permite

un m e n sa je pacifista que habría sido in concebible en el Hollywood de la ép oca.

Lomax, el in spector de policía, llega a afirmar convencido: « N a d i e g a n a una guerra

fría. Uno de los d os tiene qu e declarar la paz. Lo haré yo». La s e g u n d a parte de la

serie, una trilogía. Q uaterm ass II (Val G u est, 19 57), se nos antoja, e m p ero , m e n o s

va iente. Los vigilantes de la planta de investigación d o n d e s e desarrolla el horror

extraterrestre lla m a d o a a d u e ñ a rs e de la Tierra no son individuos, sino en tes sin

alm a, c o m o ios lad ron es de cu erpos de la cinta de Don Siegel. « L o s alienígenas

— dice Q u a te r m a s s en un m o m e n to del film — quieren destru ir a gran e sc ala la

m e n te de h om b re». La alegoría a n tico m u n ista ha llegado tam bién al cine britá­

nico.
Hay, no obstante, excepcion es, incluso en la s e g u n d a mitad de los cincuenta.

En ¡a deliciosa La Tierra contra los platillos volantes {Fred F. S ea rs. 19 56), los extrate­

rrestres iavan el cerebro a uno de los person a jes, el general Haniey, pero son los

terrestres, no ellos, los prim eros en u s a r la violencia, y atacan sin previo a viso a los

h u m a n o id e s d e s a r m a d o s que d e scie n d e n del p atillo. Por lo d e m á s , cu a n d o se

pon en, los in va sores son ¡os m á s violentos de to do s, pero es la ciencia, y no las

bacterias o la fe, la q u e está tras el arm a qu e ios derrota. U n a m ezcla, en fin, que

hace de esta pequ e ñ a joya una de las m á s interesantes del s u b g é n e r o de las inva­

sio n e s en aquella d é ca d a prodigiosa.

Los viajes e s p a c ia le s constituyen la tercera gran corriente tem ática del cine de

ciencia ficción de los cincuenta. C o m o s a b e m o s , ¡a d écada s e inauguró con d os

cintas q u e io trataban. Cohete K-1. de Kurt N e w m a n n , y Con destino a la Luna, de Ir-

ving Pichel. Pero no fueron sino las prim eras de una larga lista, entre las que se

cuentan a lg u n a s de las m e jo re s películas de aquello s añ os, quizá po rqu e se p r e s ­

taban m e jo r a un tratam iento m á s científico y, po r ende, m e n o s m an iqu eísta que

los film es sobre invasiones extraterrestres. Ayudó a ello, d e s d e luego, que los de re­

ch os de autor de las n ovelas de Julio Verne llegaran a su fin, io qu e hizo posible

una verdadera pléyade de a d a p tac io n es de su s o b ras a a gran pantalla, entre las

que deben citarse El am o del m un do (Richard M ath eson . 19 6 0 ) , b a s a d a en R o b u re l

conquistador, De la Tierra a la Luna (Byron Haskin, 1958); 20 .0 0 0 leguas de viaje

subm arino (Richard Fleischer, 19 54). y La isla misteriosa (Cy Endfield. 19 6 0 ) .

Son m u c h a s las cintas sobre el tem a que p o d ríam o s citar, entre ellas Vuelo a

M arte (Lesley Selander, 19 5 1) ; M arte, el p lan eta rojo (Harry Horner, 19 5 2); A bbott y

Costello van a M arte (Charles Lam ont. 1953); Las m ujeres gato de la Luna (Arthur

Hilton. 1953), o M undo s i n f n (Edward B ernds. 19 5 6 ). Pero el m e jo r e jem p lo de pe­

lícula sobre viajes interplanetarios de ios a ñ o s cincuenta es. sin duda. Planeta

prohibido, dirigida por Fred M cL eod Wilcox en 1956. El m e jo r y. quizá, e! m á s atí-

pico. En él no hay, d e s d e luego, alusión a lg un a a la G u erra Fría. Los extraterrestres,

que ni siquiera aparecen, p u es se han extinguido m u c h o tie m p o atrás, no son per­

v e rs o s . sino m uy su p erio res a los h u m a n o s , y parecen querer evitar que caigan en

los m is m o s errores en qu e ellos cayeron y los abocaron a la extinción. El tono


genera es pacifista: Rcbby, el robot de pro feso r M orbius. es incapaz de ejercer la

violencia, pues colapsaría s u s circuitos de inteligencia. Y los t e m a s que plantea la

cinta, lejos del m a n iq u e fs m o sim plificador y superficial característico de la mayor

parte de ias películas de la ép oca, son tan profu n d os c o m o diversos: ia propia

naturaleza h u m an a , los límites de la razón, la n ecesidad de la religión y a ey, el in­

con sciente... y todo ello sin que d e caiga la acción, trepidante, ni la atención de

e s p e c ta d o r se distraiga un s o lo instante. D e s d e to d o s !os pu ntos de vista posibles,

P laneta prohibido e s una auténtica obra m aestra.

F o tog ra m a de Planeta prohibido (F. M. Wilcox, 19 56). Robby, el robot del

profesor M orbius, e s un titán ca p a z de levantar p e s o s en o rm es, pero q u e se

bloquea ante la posibilidad de incurrir en el m á s m ín im o acto de violencia.

El cuarto de !o s gran des t e m a s de a ciencia ficción cinem ato gráfica de los años

cincuenta es el de las m u taciones. N o es de extrañar, pues se trataba de una de las

s e c u e la s m á s terribies de las a rm a s a tó m ica s, c o m o e m p e z a b a n ya a sufrir por

en to n c es en s u s propias carn es a lg u n o s de los supervivien tes de H irosh im a y

N a g a sak i, y, a la vez, ofrecía una de ¡as fo rm a s m á s eficaces de criminalizar a los

científicos, a ¡os que se p resentaba, en última instancia, co m o r e sp o n s a b le s de la

destrucción, frente a los militares que. en una cu riosa paradoja, aparecían siem p re

c o m o 'os bienin tencio nados salva d o re s de la h u m an id ad frente a la a m e n a z a d e s ­

a tad a por la ciencia. En el cine, e m p ero , no fueron tanto las m u ta cio n e s p rovo ­

c a d a s en los s ere s h u m a n o s sino as sufridas por los a n im a le s las que alcanzaron

m ayor p ro ta g o n ism o , quizá porque de e s e m o d o se am pliab an e n o rm e m e n te las

p osibilidades del cine de m o n s tru o s q u e tan brillantemente había in augu rad o King
Kong en los a ñ os treinta, pero, eso sí, sin co n se rvar un ápice del poético d r a m a ­

tis m o de la pionera. En La h u m an ida d en peligro {G ordon D oug las. 19 54), la radia­

ción a tóm ica ha tra n s fo rm a d o a las d im in u tas h o rm ig a s en gig an te s tan organi­

z a d o s c o m o agre siv os. En Tarántula (Jack Arnold, 1955) serán e s t a s letales arañas,

tan te m id a s por to d o s , las que encarnarán a a m e n a z a globa contra el gén ero hu­

m an o. En otras cintas m e n o res, el testigo p a sa a las a v is p a s (M o n ste rfro m C reen

H eli, Kenneth Crane. 1957) o incluso a s d e s c o n o c id a s san g u iju e las (Attack o f the

G ia n t Leeches. Bernard L. Kowalski, 19 59 ). Pero serán los din osa u rio s, m u ch o m á s

espe cta cu lares, o s p rotago n istas preferidos de este género. En El m onstruo de los

tiem pos rem otos (Eugéne Lourié. 1953), N u eva York sufre el ataque brutal de un

im p resion a nte sau rio m e s o z o ic o que una prueba a tó m ica del Ejército nortea­

m ericano en el Artico ha d e sp erta d o de su su eñ o de m illones de a ñ o s .Ja p ó n bajo el

terror del m onstruo (Inoshiro Honda. 19 54). d e s ca ra d a imitación de la anterior que.

contra pronóstico, s u p e ra su m o d e lo y se convierte en la prim era cinta de la c é le ­

bre s a g a Godzilla, repite idéntico e s q u e m a , pero se sirve de él para lanzar un m e n ­

saje pacifista del todo o p u e s to a! belicism o militante del cine n o rteam ericano de la

época.

También el s e r h u m a n o sufre en o c a s io n e s las c o n s e c u e n c ia s de su ciencia

d e sn o rtad a. En La m u jer y el m onstruo (jack Arnold. 1954) el tem a de King Kong

halla una variante p ro tagon izad a po r un extraño anfibio de fo rm a h u m a n a qu e h a ­

bita en el fondo de una laguna y cuyo a m o r d e s e s p e r a d o por una bella m u je r lo

lleva a secuestrarla. De gran bel'eza estética y notable rigor científico, la cinta d e s ­

ta ca s o b rem a n era en e p a n o ra m a de las películas de m o n s tr u o s de los cincuenta,

p u es es la única c a p a z de ev o c a rn o s la sutil p o esía qu e envolvía la m irada y los

g e s to s de en tern eced o r King Kong de d o s d é c a d a s atrás. Distinta concepción ofre­

ce a prim era versión de La m osca (Kurt N e w m a n n . 1958), en apariencia un tem a

idea! para añadir una co n d e n a m á s a la actitud de los científicos locos que m ueren

víctim as de su propia am b ició n, pero en la práctica un continuo e jem p lo de có m o

la ciencia ficción p u ed e servir de vehículo a a crítica social incluso en el cine. Es

cierto que el profesor D elam bre, qu e ha d ise ñ ad o un ingenio c a p a z de teletrans-

portar o b jeto s y s ere s vivos, sufre en s u s propias carnes los efectos de uno de su s
experim en tos cu a n d o al s e r tra n sp o rtad o de una a otra de las ca b in as de su m á ­

quina s u cu erpo s e cruza con el de una m o s c a que había entrado en ella por error,

in te rca m b ián d o se e científico y el insecto partes de su cuerpo. Pero todo ha s u c e ­

dido por azar; no se trata de un castigo A d e m á s , si ai final el protagonista muere,

su fallecim iento no se pre sen ta c o m o la inevitable ejecución de un veredicto de

culpa, sino c o m o un d e s g ra c ia d o accidente. La ciencia no e s mala, sino un c a m in o

que m e rece a pena transitar por el bien de la hum anid ad , c o m o prueba la última

secu e n cia del filme en la que el propio hijo del protago nista anuncia q u e ha d eci­

dido seg u ir ¡os p a s o s de su padre. Por otra parte, ios gu iñ o s críticos con la moral

im perante son tan co n tin u o s c o m o sutiles. E niño bebe con toda naturalidad vino

de un v a s o qu e le ofrece su tío. Su madre, so b re el p ape a perfecta encarnación de

la e s p o s a de los a ñ os cincuenta, m ata sin reparos al m on stru o en el q u e se ha c o n ­

vertido su marido. La buena ciencia ficción, y La m osca lo es. nunca s e ha dejado

intimidar fácilm ente po r los co n ve n cio n a lism o s.

N o le va tan bien a ia ciencia ficción en ia televisión, qu e es en es to s a ñ os cu a n ­

d o e m p iez a a convertirse en un m e d io de entretenimiento de m a s a s . La primera

serie de alguna repercusión que se p ro g ram ó en la pequ e ñ a pantalla fue Captain

Video, qu e s e em itió entre 19 4 9 y 1952. y no era sino una serie de aventuras para

niños am b ien ta d a en el e s p a c io . No h ub o nada m á s de im portancia hasta los años

se s e n ta . Es entonces, entre 1 9 6 0 y 19 6 8 . aun q u e de m o d o intermitente, cu ando

Rod Serling presenta la célebre The Twilight Z o n e (Zona crepuscular), qu e ofrecía

re prese n tacion es d r a m a tiz a d a s de ob ras de ciencia ficción, a s í c o m o de t e m a s

re lacion ados con el m isterio y el ocu ltism o. 3 a s a d a en ella, pero de m e n o r calidad,

apareció m á s tarde The O uter Lim its (Lím ites exteriores). Sería, sin em b a rg o , a fina­

les de la d é ca d a c u a n d o s e consolidaría un verdadero m e rc a d o para a ciencia fic­

ción dirigida a los adultos, con series c o m o Tierra de gigantes. Los invasores y, s o b re

todo. Sia rT rek . de las qu e h ab lare m os en el capítulo siguiente.


Las c o s a s fueron algo distintas en Gran Bretaña. En 19 6 3 saitaba a la p e c u e ñ a

pantal a D octor V/ho. que se emitiría hasta 19 S 9 e incluso con ocería un rerr.ake d e s ­

p u és de 2 0 0 5 , convirtiéndose a s í en la serie de ciencia f cciór. de m a y or duración

del m u n d o y un ve rd a d e ro icono de la cultura popu lar en el Reino Unido, en e¡ que

se han inspirado n ovelas, v id eo ju eg o s, disc o s, c ó m ic s y ju gu etes. Su argu m ento,

em p ero , e s m u y sencillo, p u es narra las a ven tu ras de el Doctor, un viajero que ex­

plora el c o s m o s en una nave espacial a u tocon sciente qu e aparenta s e r una cabina

policía de teléfonos azul, típica de las calles de Londres en los se s e n ta , pero en

realidad e s un co m p le jo artefacto c a p a z de viajar a través del tiem po y el espacio.

En su s viajes, el D octor se enfrenta a m a lv a d o s p e rs o n a je s de todo tipo, da a m ­

paro a los n ec esita d o s e incluso salva civilizaciones en peligro en el p a s a d o y el f u ­

turo de la in m e n sa va ste d a d del c o s m o s . C o m o una ve rdadera serie de culto, ha

sido co n s id e ra d o uno de los m e jores p ro g ra m a s británicos de televisión, y ha reci­

bido varios Prem ios H u g o y National Televisión Awards.

1 h tt p://www. pre m io sy Ii sta s. co m .


La era de la rebelión ( k ) 6 s - i c ) 7o )

Y deb ido a que la vida real Ce hoy s e parece tanto a la fantasía de

anteayer, los fan s ve te ra n o s están d e s a s o s e g a d o s . Muy dentro de si

m is m o s , 'o adm itan o no, notan un sentim iento de decepción e incluso

de irritación ante la idea de que el m u n d o exterior ha invadido su

d om in io privado. Sienten la pérdida de un « s e n tid o cíe a m aravilla»,

porque lo que en una o casión estu vo confinado ún icam ente a lo

« m a r a v illo s o » s e ha vuelto hoy aigo p rosaico y m u n d a n o .

Isaac A sim o v: Visiones peligrosos. Prólogo (1967)


A finales de los a ñ o s cincuenta de: siglo X X em p e z a ro n a surgir en O ccidente los

prim eros s ín to m a s de una profunda crisis espiritual. La visión tradicional del

m u n d o , co n se rvad o ra, ingenua, optim ista y confiada, que tan bien habían en c a r­

n ado los E stad os Unidos de Eisenhower, e m p e z ó a cu artearse. M u c h a s c o s a s

an tes tenidas por naturales y b u e n a s co m e n z a ro n a p o n erse en tela de juicio. La

juventud perdía la fe. Había m u c h o s m otivos. La evidente prosperidad ocultaba

gra n d e s b o lsa s de pobreza y generab a una m argin ación de la que nadie parecía

p re o cu p a rse. Las diferencias, eg ale s y socia les, convertían en c iu d a d a n o s de s e ­

gu n d a a las p e rs o n a s de raza negra. Millones de m u jeres, m u c h a s de ellas m uy

cualificadas, veían su vida ¡imitada al h ogar y los hijos, sin vida profesional propia

ni posib ilidades reales de desarrollo personal. Los políticos actu ab an de acuerdo

con s u s propios intereses y fo rm a b a n parte de una e'iite po co p re o cu p a d a por los

ve rd a d e ro s p ro b le m a s de las p e rson a s. La tecnología, en fin, distaba m u ch o de ser

la herramienta de pro g reso ilimitado q u e parecía h ab er sido en las d é c a d a s a n te­

riores. El crecim ien to e c o n ó m ic o g e n era b a co n tam in ació n y podía deteriorar de

fo rm a irreversible el m e d io am bien te. La b o m b a a tó m ica era un arm a tan d e v a s ­

ta dora que. en c a s o de guerra general, ni siquiera el vencedor, si lo había, podría

hurtarse a su s a p o calípticas co n s e c u e n c ia s . Los m o vim ien to s de protesta proli-

feraron. Una ve rdadera contracultura c o m e n z ó a co nfigu rarse en opo sición directa

a la cultura oficia-. Las reivindicaciones s e a cu m u lab a n y reforzaban entre sí. La

lucha por 3 igualdad racial, el pacifism o, el fe m in ism o , el ec o lo g is m o , a o p o s i­

ción a ia energía nuclear o la ucha por los de rech os de los gays nacieron o se in­

tensificaron en es to s añ os. Las fo rm as de vida alternativa gan ab an protagonism o.

Los hippies s e apartaban de: m u n d o y constituían s u s propias c o m u n id a d e s en

abierto rechazo a las n o rm a s socia les; crecía el interés en d ro gas c o m o la m a ­

rihuana y el LSD, en las que se veía la posibilidad de explorar e s t a d o s a m p liad o s

de conciencia: la pacata moral sexual tradicional saltaba po r ios aires y el matri­

m o n io perdía p ro ta g o n is m o entre los jó v e n e s d e fen s o res del a m o r libre; ¡as reli­

g io n e s orientales y un difu so s in cretism o espiritual parecían g a n a r a partida al

a n q u ilo sa d o cristianism o; la m ú sica , el arte, el cine, el deporte... to das las


m a n ife s ta c io n e s de espíritu h u m an o parecían llam adas a re n ovarse o morir. El

m u n d o e sta b a c a m b ia n d o a una velocidad d e sco n o cid a .

En e s e contexto de crisis de conciencia generalizada, a u e no podía dejar de

afectaría, la ciencia ficción tenía s u s p ro p io s p ro b lem a s. Para co nsternación de s u s

aficionados, el tie m p o la e sta b a a trap a n d o d e s d e finales de la d écada de los cin­

cuenta. En otras palabras, lo qu e podía parecer m aravillo so en los a ñ o s cuarenta,

po rqu e de hecho todavía lo era — los coh etes, ios viajes e s p a c ia es, ios rayos láser,

¡o s o rd e n a d o re s — ya no podía seg u ir sién d o lo a principios de los sesen ta , porque

la tecn ología real era ya m uy parecida, o estab a a punto de serlo, a la qu e se d e s ­

cribía en los libros de ciencia ficción, y se trataba de una tecnología aburrida y, por

si fuera poco, utilizada con fines casi s ie m p re e s p u rio s por go b erna n tes sin e s c rú ­

pulos. La Edad de Oro. la era de C am pbell, llegaba a su fin. El im p u lso creador se

a go tab a. La m a gia se e sta b a disipan d o. La ciencia ficción perdía ad ep to s. En 1953

había en ¡os E stad os Unidos cuarenta revistas d e d ic a d a s a! género; a finales de la

d é ca d a so ío qu ed a m edia docen a, y de ellas s o o una, Analog, parece con se rvar

algo de la vitalidad perdida. Había que hacer algo.

¿Pero qué? ¿ C ó m o recuperar la m a gia ? A lg u n o s autores s e negaron a ver a rea­

lidad y sigu ieron escrib ien d o s u s historias de s iem p re. En 19 6 5 todavía d a b a a la

luz D oc Smith a cuarta entrega de su Skylark. O tros cam b iaron el registro y ab ra ­

zaron con decisión el m u n d o heroico, la fan tasía en e s t a d o puro, los relatos de e s ­

pada y brujería, cuyos límites con la ciencia ficción em p e z a ron a desd ib u jarse . Los

m á s o s a d o s , quizá los m e n o s c o n s o lid a d o s , se atrevieron a experim en tar de

nuevo, tan tean do sin rubor los s ie m p re im p re c is o s límites del gén ero . Por fin,

otros que se habían g a n ad o ya un lugar de prestigio en el m u n d o de la ciencia fic­

ción, c o m o Clifford D. S im a k o Fritz Leiber, no dudaron en ponerlo en peligro y se

s u m aro n al reto. La revista 1/ creada en 1952 y dirigida d e s d e 1 9 6 0 por e! in can ­

sable Frederik Pohl, a c o g ió con decisión los c a m b io s y a s u s pro ta go n ista s. T a m ­

bién lo hace G alaxy. que co m p arte con ella director. En m a rz o de 1958. The big

tim e, de Fritz Leiber. que com ien z a a publicar esta última, e s ya un relato ucrónico

cuya estructura, distinta de la tradicional, sacrifica la tram a en beneficio del efecto

sobre el á n im o del ¡ector.


Es la primera avanzadilla de o s ca m b io s . La o m n ip resen te ciencia, condición

sine qua non de a co n c ep c ió n ca m p b e lia n a del género, e m p iez a a retroceder para

dejar esp a cio a las m o d e rn a s téc n ica s narrativas. C o m o recuerda Isaac Asim ov,

cu a n d o C am pbell inició su revolución, los n u evos escrito res qu e llegaron a la cien ­

cia ficción «traían co n sig o el aura de a universidad, de la ciencia y la ingeniería, de

reglas de cálculo y de tu b o s de ensayo. Ahora los n u e v o s au tore s que entran en el

c a m p o llevan, la m arca de poeta y el artista, y en cierto m o d o traen c o n s ig o el aura

de Greenw ich V il a g e y la Rive G a u c h e » . Y no era s o lo una cuestión de estilo. Muy

pronto, t e m a s n u evo s llegaron para o cu p a r el lugar de los antiguos: el sexo, la reli­

gión, la política, la percepción de ¡a realidad, !a ecología... En otras palabras, « a tra­

v é s de relatos irrealistas, a ciencia ficción se convierte en una crítica del presente

realizada por h o m b res de nuestro tie m p o y de stin ad a a s u s c o n te m p o r á n e o s » (Sa-

doui, 1975: 1S5). La s e g u n d a revolución, que p a s ará a a historia c o m o la N u e v a Ola

(N ew Wave) de la ciencia ficción a partir de 19 65 , e sta b a en m archa, de forma

silenciosa, d e s d e finales de la década anterior.

Ei escritor n o rteam ericano Philip K. Dick ( 19 2 8 -19 8 2 ), uno de los grandes

ren ovad ores de la ciencia ficción de los a ñ o s s e s e n ta del siglo XX

Entre aq uellos valientes y resueltos vision arios m e rece un ugar de h onor el

n o rteam ericano Philip K. Dick ( 19 2 8 -19 8 2 ) , uno de ios escritores m á s d ifie res de

clasificar y co m p re n d e r de los m u c h o s qu e ha d ad o la literatura del género. A u n ­

que ya se había d ad o a co n o c e r en los a ñ o s cincuenta con n ovelas tan in n ovadoras

c o m o Lotería solar (1955), O jo en el cielo (1957) o Tiem po desarticulado (1959), no


alcanzó notoriedad excesiva con ellas, lo que le obligó a sufrir im p ortan tes dificul­

ta d es e c o n ó m ic a s . El éxito le llegó po r fin con El hom bre en e! castillo (19 6 2 ), obra

m a e s tra de la ucronía ya c o m e n ta d a en págin as anteriores, que le valió al añ o si­

guiente el p re stigio so Prem io H u go A esta novela sem in al seguirían otras de gran

relevancia, c o m o Los tres estigm as de P alm er Eídritch (1965), ¿S u e ñ a n los androides

con ovejas eléctricas? (1968), U bik (1969) o Fluyan mis lágrim as, dijo el policía

(19 74), que iría alternan d o con otras m u c h a s o b ras de m e n o r calidad, sin ninguna

pau ta creativa identificable.

En realidad, to d o en e s te autor es difícil de explicar. Lo son s u s te m a s , que van

d e s d e la religión a la política, p a s a n d o por lo filosófico y lo m etafísico, aun q u e no

falta quien, c o m o su biógrafo m á s reputado. G r e g g Rickman, ha creído identificar

tres e ta p a s reconocibles en su obra: una política, hasta 19 6 0 ; otra m etafísica, hasta

1 9 7 0 , y una tercera m e sián ica o religiosa, hasta el final de s u s días. Pero lo cierto

es que, si hay un tem a característico de ¡as n ovelas de Dick, influido sin duda por

Cari G u s t a v Ju n g y m uy aficionado a escribir bajo los efecto s de las drogas, e s la

esencial incon sisten cia de la realidad. En m u c h a s de s u s o b ra s , el m u n d o que

c r e e m o s percibir e s un m ero s u eñ o , una p a n to m im a o, s im p le m en te , una aluci­

nación o rqu estada por otros. El m e n sa ;e o m n ip resen te en su s o b ras e s diáfano:

distinguir entre ilusión y realidad no está a nuestro alcance, quizá porque s e trata

de una distinción únicam en te m ental, un m e ro artificio de nuestra conciencia para

esqu ivar la locura.

R especto a lo formai, quizá no s e a Dick, en lo técnico, un buen escritor. S u s

n o velas carecen de una estructura d e m a s ia d o clara, h asta el punto de q u e el

m is m o autor parece perderse en la com plejid ad de s u s tra m a s, y s u estilo es d e s ­

cu id ad o. poco literario, a u n q u e hábil en el m a n e jo de la sátira. Pero si no io fue es

p orqu e no quería serlo. Éi m is m o lo recon oció a s í cu a n d o escribió:

Soy un filósofo que ficcionaliza. no un novelista: mi habilidad de escribir cu e n ­

to s y n ovela s es utilizada con e¡ fin de dar form a a m is pe rce p cio n e s. El centro

de mi escritura no e s el arte sino la verdad. Por lo tanto, lo que yo cuento e s la

verdad, y sin e m b a rg o no hay nada q u e pu ed a hacer para aliviarla ni por hechos

o explicaciones. De to d a s m a n e ra s , esto su ele darle ayuda a un tipo de persona


sen sib le y a to rm en ta d a por el cual hablo. C reo q u e entiendo el ingrediente en

co m ú n en aquellos a qu ien es mi escritura les ayuda: ellos no pueden atenu ar su s

propias s o s p e c h a s s o b r e la irracional y m isteriosa naturaleza de la realidad. Y

para ellos el c o rp u s de mi escritura es un argo a rg u m e n to acerca de esta inexpli­

cable rea ¡dad.

Otro de los g ra n d e s au to re s qu e c o m ien z an a d e sp u n tar en e s t o s prim eros

a ñ os de la d écada de ios s e s e n ta e s Frank Herbert {19 2 0 - 19 8 6 ) , co n ocid o sobre

to d o por su obra Dune {19 65), éxito inm ediato qu e m ereció los P rem ios H u g o y

Nébula, y a la que, ya convertida en novela de culto, para m u c h o s aficion ad os la

m e jo r de to d o s los tie m p o s, seguirían d e s p u é s otras cinco obras, e s ta s m á s d e s i­

gu ales. a m b ie n ta d a s en el m is m o u niverso. Dune narra la aparición de un m e sías

en el se n o de un Imperio galáctico sem ife u d a l y presta m u ch a atención a la d im e n ­

sión religiosa y psicológica del ser h u m an o. Sin e m b a rg o , también atiende a lo

político, c u e s e refleja en las luchas de poder en el s e n o de; Imperio, y no le falta a

la novela un punto de ciencia ficción hard, que pu ed e o b se rva rse tanto en la tec n o ­

logía utilizada para los viajes a través del hiperespacio, b a s a d o s en una extraña

e s p e c ia que solo s e produce en el propio p aneta Dune. tam bién llam ado Arrakis,

c o m o en la descrip ción del planeta m is m o , cuya rara ecología se retrata con e s p e ­

cial detalle. De hecho, es ta última e s a s e ñ a de identidad m á s propia de Herbert,

q u e vivió m u ch o tie m p o con su familia en una « g ra m a bioiógica», en pleno co n ­

tacto con la naturaleza, y la que a se g u ra a su obra un lugar de prestigio p e r m a ­

nente en la historia del género.

M ención obligada requiere tam bién en e s to s a ñ o s la obra del escritor polaco

S tan isla w Lem { 19 2 1- 2 0 0 6 ) . que dio a la luz en 1 9 6 1 su obra m á s con ocida: Solaris.

E jem plo claro de ciencia ficción filosófica, la novela narra el prim er contacto de a

h um an id ad con una inte igencia extraterrestre, en este c a s o un p aneta viviente.

Pero, c o m o en toda buena novela del género, el argu m e n to e s tan so io un pretexto

para tratar t e m a s de m ayor calado: los límites de^ co n ocim ien to h u m an o, la n a tu ­

raleza última de la inteligencia, los prob lem as de la c o m u n ic a ció n , en especial

entre h o m b r e s y m á q u in as, los d ile m a s éticos... En realidad, c o m o Clarke, Lem es

un científico m etido a filósofo, cuyo rigor en el tratam iento e incluso la descripción


de los p ro b lem a s de la ciencia y la tecnología no s e agota en lo material, sino que

trascien de al plano espiritual. Solaris es, en este sentido, su obra m á s profunda,

pero el tem a de a co m unicación está tam b ién presente en otras c o m o El Invencible

(19 6 4 ), que narra el de stin o de una expedición enviada a un planeta inexplorado en

b u s c a de una nave con la que se ha perdido contacto. Allí los expedicionarios

descu b ren con horror a u e la tripulación ha perecido a m a n o s de u n o s cristales m i­

cr o s c ó p ic o s , nacid os de la evolución de las m á q u in as, q u e fo rm an una nube

g o b ern a d a por una m ente colectiva con la q u e resulta difícil to d a com unicación ,

quizá porque « n o to d o s e ha d isp u e s to para n o so tro s en to d a s partes», c o m o dice

u no de o s person a jes. Bien distinta es Diarios de las estrellas (1957), magnífica

serie de relatos cortos en la q u e Lem explota de form a m agistral una ve na satírica

presente en m u c h a s otras de s u s obras, qu e la convierten en una de las n ovelas de

ciencia ficción m á s divertidas de to d o s los tiem po s.

También por en to n c es escribe Clifford D. Sim ak, q u e había alc an z a d o ya re­

conocim iento en los cincuenta por Ciudad, su novela Estación de tránsito (1963),

que recibió el H u go de 19 6 4 . De tintes no m e n o s b ucólicos que la anterior, pues a

acción transcurre en una solitaria gran;.a de W isco n sin , narra c ó m o una investi­

gación policial está a punto de provocar una crisis galáctica cuando interfiere en la

sencilla vida de Enoch Wallace. un h u m an o al qu e los extraterrestres han d a d o a

inmortalidad para q u e actúe c o m o guardián de la estació n de tránsito que han e s t a ­

blecido en su granja. En contra de lo q u e p u ed a p e n sa rs e , no es la veta h u m o ­

rística sino -a a lab an za a la sencillez de la vida y la fraternidad entre e s p e c ie s inteli­

g e n tes el ra sg o m á s d e s ta c a d o de esta novela, que anticipa la tem ática de a N e w

Wave.

N o suele a p are ce r en las historias del género una obra rusa de es to s a ñ o s titu­

lada Que difícil es ser Dios ( 19 6 4 ). Escrita po r Arkadi y Boris Strugatski, deb e su m é ­

rito. que no su fam a, a la valentía con la que se aparta de los t e m a s habituales de la

ciencia ficción soviética de a ép oc a, o b s e s io n a d a con la esp e cu lac ió n tecnológica,

para centrarse, co m o harán m u c h o s de los autores de la N e w Wave, en o s o c io ­

lógico y lo político. En ella, la descrip ción de un planeta s o m e tid o a una oligarquía

que asienta su poder en e! m o n o p o lio de una tecnología d e s co n o cid a para el


conjunto de la población, qu e los tiene por d iose s, sirve de pretexto para una

a g u d a reflexión sobre e! totalitarismo y las posib ilidades que se ofrecen a los h o m ­

bres qu e d e s e a r sortearlo, entre ¡os qu e sin duda s e con tab an los pro pio s autores.

La ca pacid ad de la h u m an id ad a la hora de decidir su propia historia y la naturaleza

m is m a del poder se ha lan pre sen tes en otras o b ras de ios h erm a n o s Strugatski,

que. sin e m b a rg o , no alcanzaron la relevancia de esta.


M UNDOS NUEVOS

Ya s e había h ech o m u ch o, en s u m a, cu a n d o d o s espíritus pe rsp ica ce s, de e s o s

ca p a ce s de mirar antes y m á s e jo s que su s co n te m p o rá n e o s , c o m o H u go G e r n s ­

back y John W. C am pbell io fueron en s u s resp ectivas é p o c a s , vieron llegado el

m o m e n to de a m p a ra r e s o s c a m b io s y pro porcionarles el im p u lso definitivo. Esas

dos p e rs o n a s fueron Michael M oo rco c k en Gran Bretaña y Harían Eliison en ios

E stad os Unidos.

Michael M oorco ck había acce d id o a la dirección de a p restigiosa revista britá­

nica N ew Worids en !a prim avera de 19 6 4 . cu a n d o tan solo contaba veinticinco

añ os. C u a n d o a s u m ió e cargo, se dio de narices con una publicación clásica que.

de a m a n o de Ted Carnell, se había m a n ten id o fiel a los s a g r a d o s p o s tu la d o s de la

ciencia ficción c a m p b e lia n a : ciencia ortodoxa y b uen as historias. E n segu id a d e ­

cidió c a m b ia r su orientación: s u línea editorial prim aría la experim entación. De su s

p á g in a s debían salir para siem p re los alienígen as y las n aves esp a cia le s . N e w Wori­

ds había de erigirse en una suerte de atalaya de la renovación literaria, un ariete de

provocación cultural que pretendiera no solo c a m b ia r las fo rm a s, sino tam b ién los

t e m a s so b re ios qu e se escribía en la Gran Bretaña con form ista y pacata de los

a ñ os sesen ta . La ciencia ficción era solo una parte de e s a renovación, pero lo cierto

e s que s e convirtió en una parte fun d am ental. Los nu evo s au tore s y las n u evas c o ­

rrientes hallaron su pulpito en la revista.


Portada del penúltim o nú m ero de N e w Worlds. La pregunta que ap are ce en

etras m á s g randes, Does s ex h a v e a fu tu r e ? (‘ ¿Tiene futuro el s e x o ? ’) es buena

prueba de los t e m a s qu e pre d o m in a b an en s u s p á g in a s y que, po r lo que

parece, term inaron a b o c a n d o a la publicación al cierre.

El m is m o M o o rco c k q u is o dar e jem p lo con su novela H e a q u í el hom bre

( 19 6 9 ), publicada c o m o serie en su propia revista, en la que narraba, d e s d e una

perspectiva h o n d am en te psicológica y crítica con el fen ó m e n o religioso, el viaje en

el tie m p o de un neurótico a a G a i l e a de la infancia de Je s ú s , d o n d e ad op ta su

p e rso n a idad para rehacer la historia de acu erd o con la tradición. S e trata, em pero,

de una excepción, p u es to do lo q u e p u ed e decirse del M oo rco c k de s u s ob ras prin­

cipales. m á s bien de e s p a d a y brujería que de ciencia ficción, es qu e en ellas parece

reírse de s í m is m o a través de una continua a uto paro d ia, que s o io sien d o muy

g e n e ro s o s podría c o n sid era rse una renovación formal del género.

Pero, por fortuna, otro s autores que s í escribían ciencia ficción fueron m u ch o

m á s allá. El prim ero de ello s fue sin d u d a Ja m e s G ra h a m Ba'lard (19 30 -2 0 0 9 ).

Autor de relatos co rtos d e s d e m e d ia d o s de los cincuenta, publicará en los s esen ta

un a serie de novelas en las que m o stra rá su preocu pación por el efecto sobre el

m e d io a m b ie n te de la tecnología en co n sta n te desarrollo. En la prim era de eílas, El


viento de ninguna parte (19 62), un brutal ciclón de proced encia d e s c o n o c id a , con

vie n tos de no vecientos kilómetros por hora, q u izá provocad o por el a b u s o de^

h om bre s o b re la naturaleza, destruye las m a y o res ciu d ad es del globo, haciendo

casi im p osib le la vida so b re la Tierra. El m undo sum ergido (19 6 2 ). escrita p o co d e s ­

p u és, d e scrib e un orbe a n e g a d o por las a g u a s cuyos ca s q u e te s polares s e han fu n ­

dido c o m o fruto del calen tam iento global, a d e la n tá n d o se cuatro d é c a d a s a las

p re o cu p a cio n e s co n te m p o rá n e a s so b re el ca m b io clim ático. La sequía (1965) re­

trata un planeta a g ó n ic o en el que los rfos se han se c a d o y la población mundial,

víctima una vez m á s de su s propios a b u s o s , b usca s u futuro en los o c é a n o s . Por

último, El m undo de cristal (19 6 6 ) narra c ó m o un m édico británico en viado a África

para co m b a tir la lepra d e scu b re allí una región en ia q u e todo s e ha cristalizado,

incluyendo a los s ere s vivos.

Pero no es solo origina. Ballard por s u s te m a s ; lo es, y quizá m á s . por su estilo.

En su s n ovela s no hay a rg u m e n to ni pe rson a jes; form an, en realidad. coHages de

una pa vo ro sa imaginería, retablos de los horrores qu e apuntan sin rod eos a la

sensibilidad del lector antes q u e a su razón, b u s c a n d o con m ov erla en lo m á s

íntimo. Tanto, que a lg u n a s de s u s ob ras sufrieron incluso el rech azo de los edi­

tores m á s tim oratos. Fue el c a so de The Atrocity Exhibition (La exhibición de las

atrocidades), que la editorial D oubled ay s e n eg ó a publicar, quizá porqu e se sintió

esc a n d a liz a d a por la cruda descrip ción de as fo rm a s m o d ern a s de violencia a al­

cance de los habitantes de un m u n do pob lad o por entes hipertecnificados cuyos

perfiles h u m a n o s parecen irse d e sd ib u jan d o p o co a poco.

E stas características del Baliard de ios s e s e n ta s e acentu aron en los setenta. En

n ovelas c o m o Crash (1973), La isla de cem ento (1974) o Rascacielos (1975), describe
con d e sp ia d a d a crudeza individuos, m etáfora d e sca rn ad a de la h um anid ad c o n ­

te m p o rá n e a que no ha perdido un ápice de actualidad, qu e se excitan s exu alm en te

recreando accid e nte s de coche, se ven ob lig ad os a sobrevivir, aisla dos e invisibles,

bajo ei puente de una autopista o se entregan a una cruenta guerra civil en el inte­

rior de un edificio de viviendas de lujo. Sexo brutal, violento y deshu m an izad or.

desolación espiritual, aislam ien to, cosificación de las relaciones h u m a n a s , a p o c a ­

lipsis interiores del h om bre co n te m p o rá n e o por los que transita la p lu m a de


Bailard al iguai que lo había h ech o an tes por los a p oca lip sis exteriores y q u e hacen

de él uno de los autores m á s úcidos e in c ó m o d o s de la ciencia ficción de las últi­

m a s d é ca d a s.

De gran relevancia es tam bién la figura de Brian W. Aldiss. N a cid o en 19 2 5 , era

ya un autor conocido, incluso en ¡os E stad os Unidos, gracias a su obra La nave

estelar, publicada en 195S, q u e vino a fijar en la práctica el canon del s u b g é n e r o de

las naves gen era cio n a les, ya explorado por Hein ein, a' narrar la peripecia de una

h um an id ad d e g e n era d a por la pérdida de s u s referentes culturales, y había publi­

cado tam bién en N e w V/orlds an tes de la llegada de M oorcock. Pero es a partir de

este instante cu a n d o su s o b ras m arcan una profunda renovación, en especial en

¡os a sp e c to s fo rm a le s, trabajan do de m a n era co n sc ien te junto a su editor por

adaptar de term in ad o s estilos de au tore s fu n d am en ta le s del m ainstream literario a

los n u evo s objetivos que a m b o s pretendían para la ciencia ficción. Es el c a s o de A

cabeza descalza ( 19 6 9 ), en a q u e em p ea un lenguaje inspirado e r el Fir.negans

Wake. de J a m e s Joyce. una de las novelas en inglés m á s difíciles de entender, para

recrear una so ciedad posap ocalíptica nacida de una guerra librada con s u sta n cias

a lu cin ógen a s. Por el contrario, en Inform e sobre p robabilidad A. publicada en 19 6 8

pero escrita cin co a ñ o s antes, la innovación no s e encuentra en el lenguaje, s in o en

la perspectiva, p u es tom a c o m o im agen central un cu adro de H oim an Hunt y

sigu e la técnica de a novela de la mirada fran cesa, en ia que los o b se rv a d o re s son

o b se rv a d o s ad in fn h u m por o b se rv a d o re s o b s e rv a d o s a su vez, « u n a situación

satu rada por un d ram a que nunca s e resuelve», c o m o diría el propio Aldiss.

Ju n to a Bal ard y Aidiss, los d o s g ra n d e s a p o y o s de M oo rco c k en s u s p lanes de

renovación, d e b e m o s citar a q u í al m e n o s a John Brunner. (19 34 -19 9 5), q u e parti­

cipa en la evolución del género, p u es c o m e n z ó s ie n d o un autor clásico de space

opera y lo orientó con nitidez hacia la sociología, qu e se erige, con notoria y atinada

ca pacid ad profética, en prioridad a b so lu ta de s u s no velas en detrim ento de los

p erson a jes, la tram a e incluso la m agia. N o por ello carecen s u s ob ras de calidad

literaria, pues tam bién su estilo se entrega a m e n u d o a a im portación a la ciencia

ficción de m o d e lo s pro pios de los gra n d e s autores del m ainstream literario, c o m o

John D os P a s s o s , en especial el m ultipersp ectivism o. Entre s u s trabajos m á s


co n o c id o s es n ecesario m e n cion a r Todos sobre Z a n zíb a r (1968), en la que explora

t e m a s hoy tan actu ales c o m o la ingeniería genética, la inteligencia artificial, el

p o d e r de las g ra n d e s c o rp o rac io n es o ia ca pacid ad de m an ipu lación de los m e d ios

de com u n ica ció n ; El rebaño ciego (19 72), que d e scrib e un futuro cercano en e! que

una so ciedad enferm a habita un planeta en ferm o y, en una so rprendente c a s u a ­

lidad, un presidente irrespo nsab le y necio s e sienta en el d e s p a c h o oval, y El jin e te

de la onda de choque (1975), en la que, con una estética q u e anticipa el cyberpunk, el

tem a de la ingeniería genética convive con o tros c o m o la n ecesid ad de! a m o r o la

terrible p sic osis colectiva ge n era d a por la a u se n cia de vínculos em o c io n a es e s t a ­

bles, característica de lo que d é c a d a s d e s p u é s Z y g m u n t B au m an denom inaría

« m o d e rn id a d líquida». Con todo ello. Brunner s e configura c o m o un o de los visio ­

narios m á s certeros de la ciencia ficción, c a p a z no solo de anticipar tecnologías

c o m o internet o la ingeniería genética, sino su s p ro b lem a s a s o c ia d o s y su im pacto

sobre la socie d a d , ias relaciones h u m a n a s y los va lo re s éticos p redom in an tes.

Bajo es to s p re s u p u e sto s continuó Neu> Worlds su provocad ora peripecia vital

hasta ei n ú m ero 2 0 0 , publicado en abril de 19 7 0 . Su muerte sobrevino, a lo que

parece, c o m o resultado de la negativa de la m a y or ca d e n a de distribución británica,

W. H. Smith Ltd., indignada por lo que co n sid era b a o b sc e n id a d e s s istem á tic as de

la revista, a colocarla en los p u n to s de venta. D e s p u é s vieron la luz, con errática

periodicidad, una serie de libros de bolsillo que im itaban su estilo, los llam ados

N ew Worlds Quarterly. c o n s id e ra d o s po r a lg u n o s aficionad os c o m o los n ú m e ros

2 0 2 a 2 1 1 . Pero no s e podía resucitar lo que estab a muerto. La revista no retornaría

a la vida, pero su legado fue indeleble; la ciencia ficción tenía m u c h o que a g r a d e ­

cerle a M ichae Moorcock.


VISIO N ES PELIGROSAS

M ientras esto hacía M o o rco c k a este ado de! o céan o , al otro lado las c o s a s t a m ­

bién se movían. Y no faltó quien se diera cuenta de ello y decidiera to m a r cartas en

el asu n to. Harían Ellison era por en to n c es un joven autor que había escrito ya

cu e n to s tan in n o vadores c o m o N o tengo boca y quiero gritar (If, 19 6 7), la historia de

cinco su pervivientes del ap oca lip sis torturados por un su p e ro rd e n a d o r q u e ha

exterm inado al resto de la hum anid ad , y disfrutaba de cierto reco no cim iento por

su trabajo c o m o guionista en a popu lar serie Viaje a las estrellas. C on scien te de los

c a m b io s en m archa, y d o ta d o de un cara'cter p ro p e n so a la provocación , p ro p u s o a

cada uno de los autores que él entendía que m e jo r los personificaban en s u s obras

escribir un relato para publicar con ellos una gran antología representativa de la

nueva ciencia ficción. C o m o co n d icio n e s so lo im p u s o d o s: los relatos debían ser

inéditos y tratar un tem a que rom piera del todo con la tradición del género.

El libro, titulado Visiones peligrosas y pro lo ga d o por el m uy resp eta d o Isaac Asi-

mov. se publicó en 19 6 7 . con treinta y tres relatos en tres v o lú m e n e s , y un total de

m á s de quinientas páginas. Entre los autores q u e participaron se en contraban algu ­

nos de gran t a :la. c o m o Lester del Rey, Robert Silverberg. Frederik Pohl, Philip Jo s é

Farmer. Brian Aldiss, Philip K. Dick, Fritz Leiber, Larry Niven, Poul A nderson,

D am o n Knight, T h eod ore S turgeon, J. G. Ballard, John Brunner, N orm an Spinrad,

R oger Zelazny y Sam u e l R. Delany. El agu a vivificadora de la que bebería no solo la

renovación del género, sino su propia continuidad durante d é ca d a s, m a n a b a ya de

la fuente de aquellas valientes páginas. Con razón escribía el propio Eliison en la

presentación de la obra: « E s t o que tienen u sted es en s u s m a n o s es m á s q u e un

libro. Si t e n e m o s suerte, será una revolución».

Y d e s d e uego lo fue. Se trató quizá de ia antología m á s influyente dentro del

género ja m á s publicada, y tuvo la virtua idad de definir, si bien de m a n era fiexibíe,

los ra s g o s de la N e w W a v e . M u ch o s de los au to re s qu e participaron, entre ellos el

propio Ellison, Philip J o s é Farmer, S a m u e l R. De any o Fritz Leiber. recibieron pre­

m io s en los a ñ o s siguientes, y a lg u n o s otros s e contaron entre los finalistas. Lo

cierto es que la renovación de la ciencia ficción había recibido un im p u lso defi­

nitivo y q u e las o b ras qu e fueron vien do la luz entre fina'es de los s e s e n t a y


c o m ie n z o s de ios setenta no fueron ajenas a la publicación de la antología, de la

que s e editaría un s e g u n d o vo lu m en en 19 72 , De nuevo, visiones peligrosas, m á s

a m b icio s a en p á g in a s y en nú m ero de relatos, a un qu e m e n o s influyente, y llegaría

a proyectarse un tercero q u e no llegaría a ver la luz: The Last Dangerous Visions.

Portada de uno de los tres v o lú m e n e s de Visiones Peligrosas (1967). La

influencia de esta antología fue c o m p ara b le a la de N ew Worlds. De hecho,

m u c h o s de los autores incluidos en ella publicaron tam bién en la revista

británica.

Entre los autores n o rtea m e rica n os que podrían en c u a d ra rse en esta N e w W a v e

habría que citar, a d e m á s de su promotor, el ya referido Harían Ellison. a Robert Sil-

verberg, T h o m a s M . Disch, Philip Jo s é Farmer, Roger Z e azny, Sam u e l R. Delany,

Ja m e s Tiptree Jr., N o rm a n Spinrad, Kurt V on negut o R. A. Laíferty, a lg u n o s de ;os

cu a les publicaron tam bién en N ew Worlds por aquellos a ñ o s . Por s u p u e s to , no

d is p o n e m o s a q u í de espacio suficiente para prestarles a to d o s ellos la merecida

atención, pero s i h e m o s de referirnos al m e n o s a los m á s d e stac ad o s.

Robert Silverberg (1935), te m p ra n o aficionado al gén ero y autor d e s d e muy

joven , alcanzó p o co éxito con su s prim eras o b ras, todas ellas de corte clásico. E
recon ocim ien to, qu e !e llevaría a ser n o m b ra d o gran m aestro de la ciencia ficción,

!e llegó a finales de los sesen ta , cu ando su obra e m p e z ó a prestar m ayor atención

al tratam iento de los p e rso n a jes y a p o s tó por t e m a s distintos de la space opera

tradicional. Ya en Espinas (1967) n os presenta s ere s extraños y to rturados por in so ­

portables su frim ientos m o ra les y físicos, en la línea del Crash de Ballard. Pero es

en A las nocturnas (19 68), que ob tuvo e! H u go de novela corta en 19 6 9 . la s a g a fu­

tura de una h um anid ad al borde de la destrucción a m a n o s de ios in va sores aliení­

g e n as, d o n d e se co nso lida un Silverberg m u ch o m á s profundo y de estilo m á s

elaborad o qu e anticipa s u s o b ra s posteriores: Tiem pos de cam bios. Regreso a

Beízagor, El m un do interior, El libro de los cráneos o M uero p o r dentro, en las que. a

través de p e rson a jes casi siem p re a to rm e n ta d o s y s o m b río s , reflexiona s o b re

t e m a s tan tra scen d en ta les c o m o la soied ad , la religión, la culpa o a a ngu stia ante

la muerte.

T h o m a s M. Disch {194.0-2008) ga n ó celebridad d e s d e su prim era novela. Los

genocidas, que apareció en 19 6 5 y le a s e g u ró casi de inm ediato un lugar en las filas

de la N e w Wave. S u s novelas m e jo r v a lo ra d a s po r la crítica s o n C am po de concen­

tración (19 68). qu e describe, por m edio de una técnica muítiperspectivista. una pri­

sión en la que s e utilizan p re s o s políticos para ex perim en tos biológicos, y 334

(1974), incluida por David Pring e en su selección de las cien m e jo re s n ovelas de la

historia del género, e jem p lo de distopía socio ógica planteada c o m o una serie de

relatos en trelazados, n arrados por distintos inquilinos de un bloque de ap arta ­

m e n to s del N u eva York de a tercera d é ca d a del siglo X X I, qu e describen una s o c ie ­

dad d e s h u m a r iz a d a d o n d e el individuo ha perdido su identidad y s u s vínculos

em ocio nales.

En una línea m uy distinta, Philip J o s é Farm er (19 18 -2 0 0 9 ) es con ocid o sobre

to d o por la s a g a Riverworid (El m undo d el río), pentalogía ubicada en un extraño f u ­

turo en el cua 3 6 .0 0 0 m illones de s e re s h u m a n o s , to d o s los q u e vivieron d e s d e el

c o m ien z o de los tie m p o s , resucitan en el va'le de una s in u o sa corriente q u e reco­

rre todo un planeta. La s a g a está c o m p u e s ta por A vuestros cuerpos dispersos O 971),

g a n ad o ra del prem io H u go de 19 7 2 ; El fa b u lo so barco flu v ia l (19 7 1), El oscuro desig-

nio (19 77), El laberinto m ágico (1980) y Dioses del M undo del Río (1983). Pero lo que
hace de Farm er un escritor relevante de: gé n ero e s su d e s c a rn a d o tratam iento de

sexo, m uy evidente en Los am antes (19 6 1) , novela corta qu e describ e, de forma

harto explícita, las relaciones entre un h om bre y una h em bra de una e s p e c ie alie­

nígena con a sp e c to de insecto. M ás allá va in cluso en La im agen de la bestia, en la

que as e s c e n a s de sexo rozan ¡o pornográfico. Y no le va a ia z ag a en originalidad

el tratam iento de a religión, c o m o revela uno de s u s p e rson a jes m á s carism ático s,

el padre Carm ody, un sac e rd o te a se s in o .

En cu an to a Roger Zelazn y (19 37-19 55), g a n ad o r de premio H u g o en seis o c a ­

sio n es, discurrió siem p re en s u s o b ras por e s e resbaladizo terreno que com parten

la fantasía y la ciencia ficción. B uena prueba de ello son s u s d o s o b ras m á s rele­

va n tes, Tú. el inm ortal (1966) y El señor de la luz (19 67), a m b a s centradas en el

tem a de la inmortalidad, uno de s u s preferidos junto a ios viajes ép ico s y la m ito ­

logía. no s o lo grecolatina. sino tam bién hindú y egipcia, c a s o este último el de su

novela, m e n o s conocida. Criaturas de luz y tinieblas (19 69 ).

Sam u e l R. Deiany (1942) e s uno de o s p o c o s escritores de ciencia ficción de

raza negra, a lo que s e s u m a su condición de h om o se xu a recono cid o, ra sgo s

a m b o s q u e sin duda aportan una perspectiva que ha contribuido a enriquecer el

género. De hecho, a u n q u e s u s prim eras o b ras exploran t e m a s tan d iverso s c o m o

la naturaleza íntima del lenguaje y la com un icació n (B a b ei-17, 1 9 6 6 ) , la integración

h om bre-m á qu in a (N ova. 19 68) e incluso la mitología (La intersección Einstein,

19 6 7 ) , es quizá el autor que ha ofrecido un tratam iento del sexo m á s original y

explícito, rozan d o en o c a s io n e s lo pornográfico, c o m o pu ed e verse en la mayoría

d e as novelas que escribió d e s d e m e d ia d o s de los setenta. D esta ca entre ellas la

m o n u m e n tal y a ratos exc esiva m en te d e n s a D halgren (1975) que. en un am biente

m arginal de b an d a s callejeras, d e scrib e de fo rm a rotunda y valiente u n a gran varie­

dad de prácticas s ex u ales que no iogran encubrir la soledad esencial del ser hu­

m a n o privado de amor. Tema este qu e ap are ce de nuevo en Tritón (19 76 ), en la que

la reflexión so b re fo rm a s de organización social alternativas a la nuestra sirve de

teión de fondo a un protagonista a to rm en ta d o por s u s p ro b lem a s de c o m u n i­

cación a m o ro s a . Deiany, c o m o bien han escrito S ch oles y Rabian (1982: 10 9 ) , es

difícil de en m arc ar en la N e w Wave; en realidad constituye por s í s o lo toda una


nueva ola

En cuanto a N orm an Spinrad ( 19 4 0 ), deb e su fa m a en especial a una novela, la

irreverente Incordiad a Ja c k Barron ( 19 6 9 ), publicada ¡nicialm ente por e n trega s en

N ew Worlds, en la que una v e z m á s el sex o explícito, s u m a d o en esta o ca s ió n a un

lenguaje so e z y provocativo, sirve de in strum ento a una obra por lo d e m á s notable

d e s d e el punto de vista literario. N o obstan te, debe m e n cio n a rs e tam bién la p o s t e ­

rior, a un q u e m e n o s célebre, El sueño de hierro (19 72), en la que el te m a m is m o re­

sulta fran cam en te provocador. Al estilo de El hom bre en el castillo. Spinrad e s p e ­

cula a q u í con la posibilidad de q u e Hitler hubiera em igrado a los E stad os Unidos

en lugar de tom a r el p o d e r en A le m an ia, y su p e n sa m ie n to político hubiera qu e­

d ad o reflejado en una obra de ciencia ñcción g a n ad o ra del prem io H ugo. C o m o es

fácil imaginar, el militarism o y el ra cis m o qu e destilan las págin as de esta ucronía,

no m e n o s m o le s to s a p e sa r del to n o de parodia, no podían dejar de irritar a m u ­

ch os y g u star a otros, tal c o m o s u c e d e con a lg unas de ias o b ras de Hein ein o Hal-

d e m a n , por ejem plo.

Por último, Kurt V on n egut ( 19 2 2 - 2 0 0 7 ) p u ed e c o n sid era rse el m ejor ejem plo

de a eficacia de a ciencia ficción c o m o instrum ento de la m á s feroz sátira social

c o n te m p o rá n ea . Valiéndose de un h u m o r a ve c e s m uy ácido, critica con dureza

a sp e c t o s c o m o o s efectos de la guerra, la destrucción del m edio am b iente y la cre­

ciente d e s h u m a n iz a c ió n . Entre ellos, es sin d u d a el prim ero el m á s presente en su s

obras, quizá debido a su propia experiencia durante la S e g u n d a G u erra Mundial,

en a que sufrió en primera p e rson a el b o m b ard eo aliado sobre D resde en un s ó ­

ta n o en el qu e e m p a q u e ta b a carne junto a otro s prisioneros norteam ericano s.

M atadero cinco, el n o m b re que los nazis daban a e s e in m u n d o lugar, le sirvió de

título para una de s u s n ovelas m á s célebres. M atadero cinco o la cruzada de los ino­

centes ( 19 6 9 ), en la que narra, en clave satírica y de ciencia ficción, su propia expe­

riencia, entrem ezc ada con pro fu n d a s reflexiones sobre lo m iserable de a con d i­

ción h u m an a , ia futilidad de la existencia o la inevitabilidad del destino. Autor de

gran calidad, capaz de ro m p e r sin dificultad los siem p re im p re c is os límites entre

los gén ero s, lo h ace con la m aestría del qu e d o m in a resortes de u n o s y otros,

m a n e já n d o s e con idéntica habilidad con la ciencia y la tecn ología, la sátira, la


novela negra y !a psicología, y todo ello va lién d o se de un lenguaje sencillo qu e lo

ha convertido en un autor de notabíe éxito popular.


I R R U M P E EL F E M I N I S M O

Los a n o s s e s e n ta m arcaron tam bién la incorporación de la m u jer a la prim era línea

de la ciencia ficción, y con ella la aparición de t e m a s y p erspectivas hasta en to n c es

po co tra tad os o incluso del to do a u s e n te s en un m u n do en el que, m á s qu e en nin­

gún otro, h om bres escribían para h om bres. Es el c a so de jo a n a R u ss ( 19 3 7 -2 0 11) ,

escritora co m p u lsiva d e s d e su infancia, profesora de universidad, autora polifa­

cética de ficción y no ficción, lesbiana d eclarad a y fem in ista c o m p ro m etid a , que

irrum pió en el género a finales de los a ñ os se s e n ta , a u n q u e habría de es p e ra r a

m e d ia d o s de la d écada siguiente, con la publicación de su novela m á s con ocida. El

hom bre hem bra (1975), para alcan zar cierta notoriedad. La obra cuenta la historia,

por d e sg ra cia aún de e n o rm e vigencia en nu estro s días, de una m u jer de la é p oc a

q u e desdibuja su identidad fem en in a para triunfar en un m u n d o de h o m b r e s y

entrecruza s u experiencia vita con la de otras tres que habitan en u n iverso s pa ra ­

lelos en los que, resp ectivam en te, la Gran Depresión no ha concluido, las mujeres

se encuentran literalmente en guerra con los h o m b r e s o e s to s incluso han d e s a p a ­

recido. A través de to do ello, la novela reflexiona s o b r e ¡a condición fem en ina y el

significado del gé n ero y su relación con ¡a socie d a d , c o n fo rm a n d o un alegato d o c ­

trinal qu e parece p reocu par m á s a ia autora que la novela c o m o tal.

M u ch o m á s relevante e s la figura de Ursula K. Le Guin (19 2 9 ). Autora de un

gran nú m ero de ob ras de ciencia ficción y fantasía, galard o n ad a en varias o c a ­

sio n e s con los p re m io s H u g o y Nébula y prim era m u jer que recibió el título de

gran m aestra de a S cience Fiction and Fantasy Writers o f A m erica (SFWA), es,

sobre todo, una intelectual id eo ló gicam ente co m p ro m e tid a qu e se define a sí

m is m a c o m o fem inista y taoísta, y usa la ciencia ficción c o m o instrum ento para

reflexionar acerca de cu e stion e s tan relevantes c o m o la con stru cción social del g é ­

nero, a relación entre civilizaciones de distinto nivel de desarrollo. : as distintas p o ­

sibilidades de organización política y e c o n ó m ica , el e c o io g is m o o el pacifism o.

C o m o ha escrito con razón a!gún autor (M oren o. 2 0 1 0 : 334):

[...] s u s no velas sie m p re refieren a principios inherentes a la determ inación na tu ­

ral y cultural del ser h u m a n o . Le Guin s e pregunta co n s ta n te m e n te si s o m o s p ro ­

ducto de un am b ien te o no, si t e n e m o s libertad de elección resp ecto a n uestras


raíces, si ¡as je rarquías y co n d icio n a m ie n to s o cia les son tan relevantes c o m o

parecen y q u é p ape ju eg an n u estras restricciones co m o e s p e c ie en dich os co n ­

d icio n a m ien to s so cia le s . En definitiva, se plantea el papel qu e deb e cum plir el

ser h u m an o en tres órbitas: ei universo, la s o cie d a d y s u s sem ejantes-

irrum pió en el gén ero con El m undo de Rocannon ( 19 6 6 ), que narra el viaje de

un científico a un planeta habitado por tres razas inteligentes, en el que crea ya el

m u n d o que servirá de a m b ien te a s u s no velas m á s d e s ta c a d a s , el Ekum en, un área

de a galaxia poblada por d iversas es p e c ie s h u m a n o id e s d e sce n d ie n te s de una raza

ancestral c o m ú n . En este m is m o universo situó m á s tarde n ovelas c o m o Planeta

de exilio ( 19 6 6 ), La ciudad de las ilusiones (1967) y la céiebre La m an o izquierda de la

oscuridad ( 19 6 9 ), ga n ad ora de o s prem ios H u g o y Nébula, en la que Le Gu in ex­

plora el efecto so b re las re aciones sociales y políticas, y la propia p sicología indi­

vidual de la extraña biología de una e sp e cie cu y o s individuos cam bian de sexo y,

por en d e, no existe n inguna co nstrucción social del género. En el Ekumen s e sitúa

tam bién la acción de El nom bre del m undo es Bosque ( 19 72), en a que abord a el

ch oq u e cultural que s u p o n e el en cuentro entre los co lo n iz ad o res h u m a n o s y los

p ob la d o res a u tó c to n o s de un planeta cubierto de á rbo le s de gran valor e c on ó m ico ,

p e q u e ñ o s s ere s de un m etro de altura con un nivel tecn ológico propio del neolítico

que d e s c o n o c e n la violencia y resultan c o rro m p id os de fo rm a irreversible por su

contacto con los h u m a n o s . Por fin. en la polém ica Los desposeídos O 974). que ganó

¡os prem io s H ugo, N ébula y Locus, Le Guin dibuja una utopía m od ern a, pero nada

ingenua, en la q u e reflexiona so b re las o p cion e s rea es de construir una sociedad

anarquista, sin obviar el riesgo evidente de su d e gen eració n en totalitarism o c o m o

resultado del ex c eso de organización, que nos presen ta en c o m p ara c ió n con una

s o ciedad capitalista y materialista sim ilar a a nuestra. Bien distinta, pero no m e n o s

p rofunda en su s reflexiones, es La rueda celeste (19 7 1), en la que abord a el dilema,

aún vigente, al que s e enfrenta una h um anid ad tecn oló g ica entre dos o pcion e s

quizá in com patibles: c a m b ia r el m u n d o o a d a p ta r se a él.


E S P L E N D O R E N LA G R A N P A N T A L L A

S em e jan te explosión de creatividad no podía po r m e n o s que hallar su reflejo en el

cine, si bien confluyeron en este c a so otros factores que coadyuvaron al gran d e s a ­

rrollo de la ciencia ficción cinematogra'fica en a d é ca d a de los sesen ta , en especia!

el a b a n d o n o de la excesiva ideologización qu e la había caracterizado en los años

álgido s de la Guerra Fría y el m ayor resp eto a los p o s tu la d o s científicos, im p u e sto

por el propio avan ce que la tecn ología de los vu elos e s p a ciales ex perim en tab a en

aquellos añ os: no en v a n o en 19 6 1 ei soviético Yuri Gagarin se convertía en ei pri­

m e r h om bre en a b a n d o n a r la a tm ó s fe ra . D ebido a to do ello, la ciencia ficción

a b a n d o n a a fin la serie B y se convierte en el te m a de a lg u n a s de las grandes

s u p e rp r o d u c c io n e s de ¡a época.

La d é ca d a se inicia con una cinta tan apreciable c o m o E l tiem po en sus m anos

(G eorge Pal, 1 9 6 0 ) , nueva adaptación de La m áqu in a del tiem po, de H. G. Wells,

que, sin s e r una su p erprod u cció n , posee al m e n o s el mérito de p o n er al día el

tem a en el contexto de a guerra nuclear, pues o s eiois y los m orlocks s o n a q u í los

habitantes de una sociedad posapocah'ptica. Pero es ta cinta m a rca m á s el final de

una é p oc a que el principio de otra. Lo característico de los a ñ os s e s e n ta es el rigor

científico, ’a profundidad, la inquietud filosófica de altos vuelos, no el entrete­

nim iento sin pretension es. Por s u p u esto , hay excepcio nes. Viaje alucinante (Ri­

chard Fleischer, 19 6 6 ) no resulta ser sin o una ópera espacial ciásica en la qu e ei

e s p a c io ha sido sustituido por el interior de un cu erpo h u m an o, y, por ende, va

po co m á s aliá del m e ro relato de aventuras. En H ace un m illón de años (Don Cha-

frey, 19 6 6 ) el escenario no es otro q u e la prehistoria, a un qu e la presen cia de v o ra ­

ces d in o sa u rio s en difícil convivencia con los s e re s h u m a n o s m u estra qu é poco

im portaba a! guion ista la verdad científica.

Pero se trata, in sistim os, de e x c ep c io n es. Una cinta c o m o a francesa Lem m y

contra A lphaville (Jean-Luc G od a rd . 1965) refleja m u c h o m ejor e! espíritu serio e

intelectua izado de ia ciencia ficción de ia época. A m b ien ta d a en una s o cie d a d en

la q u e e! triunfo a bsolu to de la técnica ha aniquilado los sen tim ien to s y ei indi­

vid uo no e s nada frente a la grey; rodada de m o d o que todo s e su giere y m uy poco

se m u estra , e s e cerebro del e s p e c ta d o r el que d e b e hacer e trabajo, construyendo


por s f m is m o el a m b ien te o s cu ro y opre sivo de una distopía futurista en la que los

efectos e s p e cia les han sido su stituido s por recu rsos ordinarios, pero m a n e ja d o s

con la m aestría qu e solo los g ra n d e s directores alcanzan. Incluso la británica ¿ Q u é

sucedió entonces? (Roy Ward Baker, 19 6 7 ) , tercera entrega de la serie Q u a te rm a ss ,

abord a e! c ásico tem a de las in vasion es alien ígen as de una m a n era que n os evoca

en m u ch a m ayor m edid a el H. P. Lovecraft de los mitos de Cthulhu que el H. G.

Wells de La guerra de los m undos, pues m u estra esa rea idad pa vo ro sa que a c e c h a a

la h um anid ad d e s d e las tinieblas, esc o n d id a tras el m u n d o cotidiano y siem pre

presta a cond u cir al pánico o la locura a quien osa a cerca rse a ella.

De igual m o d o, El plan eta de los sim ios (Franklin J. SchafFner. 19 68) dista

m u ch o de ser. a p e sa r de las apariencias, una space opera tradicional. En realidad,

lo que la cinta nos ofrece, m á s o m e n o s d isim u la d o tras las cu riosas peripecias del

atractivo superviviente de un coh ete estrellado en una futura tierra posap ocalíptica

en a que u n o s s im io s qu e han esc la viz ad o a los h u m a n o s constituyen a especie

d o m in an te , e s un ve rd a d e ro c o m p e n d io de a crítica característica de la contra-

cu'tura de los a ñ o s se s e n ta . La célebre e s c e n a de la estatu a de ia Libertad se-

m ih u n d id a en el m a r nos remite a una sociedad arruinada por la locura a rm am en -

tística y a guerra. El m u n d o de los sim io s es tan conservador, inflexible y d o g m á ­

tico c o m o el establishm ent de la ép oca, que a película satiriza sin m erced. La

persecu ción de ia disidencia científica que sufren Cornelius y Zira no es m e n o r que

la q u e sufren los d isiden tes políticos en el m u n d o real. Y las bucólicas e s c e n a s de

b año en ia laguna de los tripulantes del cohete estrellado entonan en realidad un

canto poco d isim u la d o a n aturism o hippy, con el qu e nada d e s e n to n a ia belleza

¡nocente y pura de N ova, la h em b ra h u m a n a llam ada a convertirse en la Eva de una

h um an id ad renovada. No es raro, por tanto, q u e la película co se ch ara un éxito

inm ediato y s u s secu e las proíiferasen en los a ñ o s posteriores. Regreso al plan eta de

los sim ios (Ted Post. 19 7 0 ) y H uida del planeta de los sim ios (Don Taylor, 19 7 1) fu e ­

ron as m e jo res; las otras d o s q u e d e s p u é s se rodaron d e s m e r e c e n tan to del ori­

ginal q u e no vale la pena m en cion arlas.


E scena del juicio del c o m a n d a n te Taylor en El planeta de los sim ios (19 68). La

crítica a la s o cie d a d de su tie m p o qu e im p regn a la cinta de Franklin J.

S ch affner e s tan intensa c o m o profunda.

Pero la cinta m á s im portante de la d é ca d a y sin du d a una de las m e jo res, si no

la mejor, de la ciencia ficción de to d o s los tie m p o s es 2 0 0 1: Una odisea d e! espacio

(19 6 8). Dirigida por Stanley Kubrick y con guión del propio director y de Arthur C.

Clarke s o b re El centinela, un relato corto de este último, fue conceb ida m u ch o m á s

q u e c o m o una película tradicional, m á s o m e n o s c a p a z de em ocionar, pero diri­

gida a la razón del espectador, c o m o una im p actante experiencia sensorial d e s ti­

nada a c o n m o v e r pro fu n d a m en te su espíritu. Film ada para ser proyectada en C in e ­

ram a, un fo rm a to en tres pantallas que cubría un c a m p o visual de 1 4 6 g ra d os en

horizonta y 55 en vertical, con un so n id o estéreo envolvente, ca d a una de su s s e ­

cu encias es una invitación a la fusión con e s e un iverso que, por prim era vez. se

nos presenta en tod a su in con ceb ib e m agnitud y ante e! que el h om bre deb e con-

tem p a rse en su insoportable pequenez. Porque la película de Kubrick, a d e m á s de

una inefable experiencia para los sentid os, constituye una reflexión filosófica en e s ­

ta d o puro, una resp u e sta d e s d e el arte con m a y ú sc u la s a a gran pregunta so b re el

origen y el de stin o de la h um an id ad , cuestión fund am en tal que d e s d e la p e rs p e c ­

tiva de un ateo c o m o Clarke y un a g n ó s tico c o m o Kubrick so lo pu ed e tener una

re sp u e sta: s o m o s hijos del universo y en la fusión con é :- se encu en tra nuestro


d e s t i r o final. En realidad, c o m o dijera en una ocasión Christiane Kubrick. ya en to n ­

ce s viuda del realizador. 2 0 0 1 no es sin o « u n grito agn ó stico ante un dios en oja d o

que ha d e jado al ser h u m a n o a b a n d o n a d o a su suerte». E: grito de un genio, habría

que precisar.

Anepic drama of
adven ture and explorafion

Cartel prom ocional de 2 0 0 1: Una odisea del espacio. La e s c e n a q u e representa

es pro b ab lem en te una de las m á s célebres y reproducidas de ia historia dei

cine.

Por s u p u e s t o ; se filmaron m u c h a s m á s películas de ciencia ficción en aquella

proiífica década, a gu n a s de cierta calidad D e b e m o s m e n cio n a r entre ellas dos

cintas b a s a d a s en s e n d a s novelas de John W y n d h a m : El pueblo de los m alditos

( 19 6 0 ) , dirigida por W o if Ri'la. y La sem illa de! espacio ( 10 6 2 ) de Steve Sekely, b a­

s a d a en El día de los trífidos, qu e se dejan ver sin d e m a s ia d a dificultad, pero s e e n ­

cuentran lejos de valor de las novelas originales. M ás interesante resulta sin duda

Fahrenheit 451 (19 65), adaptació n de la novela h om ó n im a de Ray Bradbury en ia

que el director francés Francois Truítaut se vale del tem a para lanzar un verdadero

alegato contra la persecución pro tagon izad a por e : C om ité de A ctividades A n tiam e­

ricanas. N o fue el único director de la N ouvelle Vague que s e interesó po r el género.


Alain R esnais lo hizo tam bién en 19 6 7 con Te am o. te a m o , historia de un viajero

del tie m p o narrada d e s d e una perspectiva m u ch o m á s intelectualizada c u e a habi­

tual en las a d a p tac io n es de a obra de Wells y s u s d e u d o ra s. De algún m o d o puede

tam b ién e n m arc arse en el gé n ero Barbarella (Roger Vadim , 19 6 8 ) , a u n q u e so lo con

m u ch o e s fu erz o ca b e ver en ella otra c o s a q u e un vehículo erótico al servicio del

exh ibicionism o d e s c a ra d o de su actriz protagonista, Ja n e Fonda. M ás discutible es

la adscripción al gén ero de La noche de los m uertos vivientes (G eorge A. Romero,

19 6 8 ) , película precursora de; cine de z o m b is en la que solo el pretexto para su

aparición, el re greso de un satélite en órbita del planeta V en u s, podría co n sid era rse

propio de la ciencia ficción.

Nichelle Nicho s en el papel de Uhura, la oficial de c o m u n ic a cio n es de la serie

original de Star Trek. Su sexo, su raza e incluso su apellido, que en sw ahili

significa 'libertad', constituyen toda una declaración de principios de ia serie.

M ientras esto suced ía en la gran pantalla, en la televisión co m e n z a b a n tam bién

a florecer ias series de ciencia ficción. C o m o a d e la n tá b a m o s en el capítulo a n te­

rior, tres gra n d e s series, Tierra de gigantes. Los invasores y, sobre todo, S ta r Trek,

coparon las pantal a s de O ccidente a lo largo de es to s años. La prim era de ellas na­

rraba las aventuras de un gru po de terrícolas q u e habían d a d o con s u s h u e s o s en

un m u n d o de e n o rm e s d im e n s io n e s , d o n d e debían enfrentarse una y otra vez a las


m o n s tr u o s a s criaturas qu e lo poblaban. M ay or éxito cose ch ó , no ob stante, Los

invasores, la historia de Roy Thinnes. único terrestre co n sc ien te de la presencia

entre n o so tro s de a avanzadilla de una invasión a !ienígena ya en marcha cuyos

efectivos, recon ocibles tan solo por no p o d e r flexionar su m eñ ique, esta b an o c u ­

p a n d o po co a poco p u esto s clave en ¡os go b ie rn os del m u ndo . En cu an to a S tar

Trek. creada por G e n e Roddenberry, qu e c o m e n z ó s u s e m is io n e s en 1 9 6 6 y al­

c a n z ó los noventa y s e is e p is o d io s en su prim era entrega, no so lo tuvo un en o rm e

éxito, sino que I e g ó a convertirse en un verdadero f e n ó m e n o de culto s c io c o m p a ­

rable a S tar Wats, de la qu e h a b la re m o s m á s delante. En rea'idad, s e trataba de

m u ch o m á s que de m e ro entretenimiento. La s a g a de la nave Enterprise y su s conti­

n u o s viajes por la galaxia, cuyos gu io n e s fueron a m e n u d o escritos por au tore s de

la talla de Eliison o Sturgeon , era en realidad un pretexto para tratar t e m a s de cierta

em jundia. c o m o la relación entre culturas, el pacifism o o a integración, y lo hacía

siem p re d e s d e una perspectiva a van z ad a para s u é p o c a y m uy valiente: c o m o pru e­

ba la co m p o sició n m is m a de la tripulación de la nave, entre cu y os oficiales princi­

pales figuraban una m u je r negra, un ruso, un ja p o n é s e incluso un extraterrestre.

N o es extraño que la serie vaya ya en n u estros días por la octava sec u e ia y haya

d ad o tam bién lugar a trece películas, e stre n ad as entre 19 7 9 y 2 0 16 .

Por otro lado, la ciencia ficción arañab a sin c e s a r cuota de pantalla por aquellos

añ os, en los qu e s e convirtió en práctica co m ú n de las gran des c a d e n a s n o rte a m e ­

ricanas la pro g ram ac ió n en horario nocturno de viejas películas del g é n ero . M ien­

tras, los niños se iban convirtiendo en los m a y o res aficio nad os gracias a ia re p o ­

sición en a televisión de las series q u e o s e stu d io s Repubüc habían rodado para

su proyección en los cines, entre ellas Flash Goraon. a las que pronto s e su m aro n

otras n u eva s c o m o Perdidos en el espacio o Viaje al fo n d o del mar.

Un s u b g é n e r o cu rioso, y de gran éxito dentro de ia ciencia ficción destin ad a al

público juvenil, fue el de las historias p ro ta go n iz ad as por m ario netas. En 19 6 0 ,

Gerry y Sylvia A n derson , que trabajaban para la e m p re s a británica AP Films, d e s ­

arrollaron S up erm arion ation, una nueva técnica de anim ació n que consistía en el

u s o de v is t o s a s m a rio n eta s s u s p e n d id a s de finos cables u s a d o s a la vez c o m o ele­

m e n t o s de control de s u s m o vim ien to s y de los c o m p o n e n te s electrónicos


a lojados en s u s ca b e z a s , que permitían dirigir la expresión de su s rostros y s in cro ­

nizarla con los d iálogos pre gra b ad os. La prim era serie de ciencia ficción en !a que

se utilizó ia nueva tecnología fue Supercar. en 1 9 6 1 , pero fueron las posteriores

Fireball X L$, Stingray y s o b re to d o Thunderbirds (estrenada en E sp añ a en 19 6 5

c o m o G uardianes d el espacio), una verdadera serie de culto dentro del género, las

q u e permitieron explotar al m áxim o s u s posibilidades, a u n q u e s u s p restacio nes

llegaron incluso a m ejorar d e s p u é s . En la serie de 1 9 6 7 Captain Scariet an d the

Mysterons. que c o m b in a b a solen o ides u bicados en el p e ch o de los títeres con n u e ­

v o s c o m p o n e n te s m iniaturizados, las m ario netas, de cab ez a m u ch o m á s pequeña,

ofrecían una apariencia aún m á s rea ista.

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Portada de nú m ero u n o de la colección de có m ic s Fantastic Four (19 6 1) . En

su s págin as aparecerían multitud de p e rson a jes qu e luego la fvtarvel

independizaría para crear n u evas s a g a s . La carism ática fi gura de su líder, Mr.

Fantástico, un científico de extraordinario genio, daría pie a a s o m b r o s a s

a ventu ras en qu e los tó p ic o s de la ciencia ficción de la é p oc a se mezclaban

c o r ias teorías de la física de vangu ardia, c o n fo rm a n d o una co m b in a ción de


en o rm e atractivo para los lectores del género.

M ientras, el c ó m ic de s u p e rh é ro e s no d ejaba de ex pan dirse y g a n a r ad ep to s. La

M arveí Cóm ics G roup, que venía publicando d e s d e o s a ñ o s cuarenta as aventuras

de p e rson a jes c o m o el Capitán A m érica, c o m e n z ó a lanzar en los s e s e n ta n u evas

series. De ’a m a n o del editor Stan Lee y el dibujante Jack Kirby, vieron la luz p e r s o ­

najes tan ca rism á tic o s c o m o los Cuatro Fantásticos, los V en gadores, la Patrulla X.

T h o r y, sobre todo, S p id e rm a n . Es la I a m a d a Edad de Plata de los có m ic s nor­

tea m e rica n o s, una d écada larga, entre fina es de los a ñ o s cincuenta y co m ie n z o s

de los seten ta, durante la cua los re cu rso s y los t e m a s m á s característicos de la

ciencia ficción c a m p b e iar.a invadieron las págin as de los có m ic s de s u perh éroes.

m ien tras s e introducía una visión m á s h u m an iz ad a de s u s pro tagon istas, que, d e ­

ja n d o aparte s u s s u p erp o d ere s, se nos presen taban c o m o h o m b res y m u je res n o r­

m a le s , d o ta d o s de una personalidad propia y en fre n tad os a p ro b lem a s senti­

m e n tales, e c o n ó m ic o s e incluso existenciales con los que el ¡ector podía identi­

ficarse sin dificultad. A d e m á s , e s en e s to s a ñ os c u a n d o nace la idea de que las

aven tu ras de los distintos p e rs o n a je s s e crucen y sean co h ere n tes entre sí, de

fo rm a que constituyan en su conjunto un ve rd a d e ro universo alternativo de ficción.

Una evolución sim ilar se dio en DC C óm ics, ¡a gran co m petid ora de Marvel, edi­

tora de S u p e rm a n y B atm a n , que creó tam b ién nu evo s pe rson a jes, entre e !los la

Liga de la Justicia, y constru yó con ellos un universo coherente.


La madurez (1070-1080)

La Fuerza e s ¡o que le da al Jedi s u poder. Es un c a m p o de energía

creado por todas !as c o s a s vivientes; nos rodea, penetra en n o s o tro s y

m an tien e unida a la galaxia.

Obi-v/an Kenobi en Una nueva esperanza, S tar Wars, 19 7 7


¿Eq uilibrio o c o n t r a r r e v o l u c ió n ?

Por m u ch o que nos duela, a p e sa r de las a lab anzas sin tasa vertidas por tantos

autores hacia a Edad de Oro. la s a g a de la ciencia ficción narrada hasta a h o ra no

se d e svía m u c h o de la historia c o m ú n , tanto de los individuos c o m o de los m o vi­

m ientos s o c ia le s y culturales. A traviesa prim ero una niñez enérgica, pero d u b i­

tativa; despierta con las fu e rz as in controladas de la pubertad; sufre luego la crisis

de crecim ien to de la a d o lesce n cia y la primera juventud, y solo d e s p u é s de tan

c o n vu lsas e ta p a s de experim entación y ca m b io alc an z a la m adu rez, en la que,

c o m o s u ced e con los s e r e s h u m a n o s , se eauilibran por un tie m p o, pórtico de la

fo rzo sa de ca d e n cia y la inexorable m uerte, la creatividad y la calidad, la eficacia de

las recetas p ro b ad a s y la sed u c ción p o d e ro sa, pero ahora tem p la d a , de ios nuevos

platos. Esa era de m a du re z s e alcanzó en el c a s o de la ciencia ficción en la década

de los setenta del siglo XX.

Para a lg u n o s autores, fue aquella una d é ca d a sin personalidad, un tiem po per­

dido incapaz de aportar nada, atrapad o entre la N e w W a v e de los s e s e n ta y el cyber-

pu n k de los och enta. Puede qu e s e a cierto si lim itam os nuestro juicio a la inno­

vació n y la creatividad, p u es fuerza es decir que no fue a que la una d écada c o m p a ­

rable a a precedente ni a la que la s u ced ió en ninguno de tales a sp e c to s . Sin e m ­

bargo, es to s au to re s olvidan que fue en to n c es cu an do, s u p era d o el exuberante,

a un qu e quizá necesario, ex c eso de ex pe rim e n tafism o de la N e w Wave. q u e d ó al fin

co n so lid a d o el gé n ero c o m o una ram a m á s , tan respetable c o m o el resto, del

rnainsiream literario, a b a n d o n a n d o a s í por fin las m a rgin a les y d e n o s ta d a s a g u as

de la cultura unáerground po r las qu e n a v eg a b a d e s d e los lejanos a ñ os de las revis­

ta s pulp. Parecían q u ed ar atrás por fin los tie m p o s en que cualquier novela de cien ­

cia ficción q u e lograra la bendición de los críticos dejaba de m a n era casi a u to ­

mática de co n sid era rse ciencia ficción. Son m u c h a s las eviden cias que parecen

resp aldar esta afirm ación, no por categórica m e n o s cierta, y to d a s e las requieren

una cierta atención.

Para em pezar, en ia d é ca d a de los setenta llegaban ya al cen ten ar el n ú m ero de

u n iversidades n o rteam erican as que integraban la ciencia ficción en su s d eparta­

m e n to s de lengua y literatura a n glo sa jo n a, u s a n d o por vez prim era s u s textos


c o m o m o d e lo s er. los q u e a prend er el difícil arte de la escritura en sorprenden te

convivencia con los deb idos a la m a n o de los clásico s, al tiem po q u e los estudios

eruditos s o b re su s ob ras y s u s au to re s iban con virtién dose en algo u su a l. La crí­

tica, po r otra parte, c o m e n z a b a a c a m b ia r su perspectiva de la ciencia ficción. S a ­

muel Delany adelantaba en The Jeivel-h in g ed J a w : N otes on the Language o f Science

Fiction (1977) la dirección q u e tom aría a partir de ¡os ochenta: evaluar, por fin, cada

obra de a cu erd o con su calidad individual, y d e s d e co n s id e ra cio n e s exclusi­

v a m e n te iterarías, lim itadas a s u contenido y s u s m éritos estilísticos, entendiendo

el género en su con ju n to c o m o un instrum ento valioso de expresión literaria igado

a la va n gu ardia estética e ideológica del p o s m o d e rn is m o .

Entretanto, la m is m a realidad socio lógica del gé n ero había e m p e z a d o a experi­

m e n ta r una notab e tra n sfo rm a ció n: ya no era un a su n to de jó ven e s au tore s que

escribían para lectores a d o le s c e n te s o en ¡os a ñ o s de su prim era ju ven tu d . La edad

m edia de los escritores, y tam bién a de s u s ectores, e sta b a a u m e n ta n d o , con un

creciente predom inio de a franja entre los treinta y los cuarenta añ os, lo cual era, a

un tie m p o , c a u sa y c o n se cu en c ia de los c a m b io s q u e experim entaban s u s te m a s y

su estilo. Tras ia N e w Wave. la atención prestad a a la calidad literaria no d e s a p a ­

recerá ya nunca. S e cuida la form a; la c o m p ejidad de la tra m a s e m antiene; se

atiende a la profundidad psicológica de o s person a jes. La ciencia ficción se ha

convertido en verdadera literatura.

N o m e n o s re evante fue la irrupción de as m ujeres. La obra de au tora s c o m o

Jo a n a Russ o Ursula K. Le Guin sirvió de punta de lanza a la incorporación al g é ­

nero, ya sin el an tes ind isp en sab le disfraz de un p s e u d ó n im o m ascu lin o, de toda

u n a generación de escritoras c o m o A nne McCaffrey, Sheri S. Tepper o Connie W¡-

llis. En s u s obras, escritas bajo una perspectiva nueva que prestaba atención a

t e m a s distintos con una sensibiüdad tam b ién distinta, qu edaron por fin atrás los

viejo s roies fem e n in o s de as no vela s de ciencia ficción clásica: la virgen tímida,

presta a ser rescatada de s u s libidinosos captores; la reina de las a m a z o n a s , origen

de t o d o s los m ales y advertencia poco sutil de los peligros de la mujer in d ep e n ­

diente; la científica solterona, recordatorio de que e éxito profesional conlleva el

frac aso c o m o m ujer; la b uena e s p o s a ; la h erm a n a p eq ueñ a, ind ependiente solo


m ientras e s p e ra at h om bre q u e la eleve a la condición de e s p o s a y m adre... N o es

solo que las m u je res s e conviertan por fin en activas y co n s c ie n te s pro tagon istas;

e s que la historia se narra d e s d e su punto de vista; e s qu e el género, c o m o estas

ob ras dejan claro, es una con strucción cultura .

Por último, incluso los viejo s autores de space operas — Robert Silverberg, John

Brunner...— dieron su brazo a torcer y reorientaron su ob ra de acu erd o con los

n u evo s p a rám etro s te m á tic o s y estilísticos, m ientras novelistas qu e tenían s u s orí­

g e n e s en la m á s pura ciencia ficción ca m p b e lia n a c o m o Frederick Pohl, Isaac Asi-

m o v o Arthur C. Clarke da b an a la pre n sa en esta d é ca d a a lg u n a s de s u s grandes

obras, c o m o !a s a g a de los H eechee, Los propios dioses o Cita con Ram a, respecti­

v a m en te . Las g ra n d e s revistas, su p e ra d a la crisis, s e co n so idan. Lo hace Analog,

dirigida d e s d e 19 7 8 po r Stanley Sch m idt. y The M agazine o f Fantasy an d Science

Fiction, dirigida d e s d e m e d ia d o s de ios s e s e n ta por Edvvard Ferman. Y, en fin, los

n u evo s talentos que se incorporan al gén ero en es to s a ñ o s , c o m o Larry Niven o

Jo e H a ld e m a n , exhiben ya d e s d e el principio una gran calidad. En s ín tesis, podría­

m o s afirm ar sin m u ch a dificultad c o m o Miquel Barceló qu e « io s a ñ os setenta

representaron la afirm ación final de ia seriedad e interés de la ciencia ficción, su re­

con ocim ien to en el m u n d o a c a d é m ic o y un creciente éxito de público con la c o n s i­

guiente atención editorial» (Barceló, 2 0 15 : 101)_

Pero hay una cuestión a la que es n ecesario dar re sp u e sta: ¿ s e había logrado

to d o ello gracias a las valientes a p o rtac io n es tem átic as y estilísticas de a New

W ave? ¿O, bien al contrario, la ciencia ficción solo gan ó respetabilid ad cu a n d o re­

nunció a s u s a rriesg ad o s ex perim en to s para regresar de a gún m o d o a las viejas y

s e g u r a s recetas ca m p b e ianas de la Edad de O ro? ¿Se produjo en la práctica en los

a ñ os setenta una contrarrevolución en la ciencia ficción, c o m o a lg u n o s autores

han afirm ado sin a m b a g e s ?

La resp u e sta no es sencilla. N a d a de lo que h e m o s dicho hasta el m o m e n to es

incierto o exagerado, pero tam b ién seria a justado a la verdad apu ntar que a lo largo

de la d é ca d a hubo au tore s te s ta ru d o s que siguieron re m a n d o a contracorriente y

se mantuvieron fieles a los te m a s y las fo rm a s clásicas. En realidad, los ya citados

Pohl, A s im o v o Clarke nunca fueron de to do c a m p b e lia n o s ni t a m p o c o dejaron de


serlo, de m o d o qu e al no resultar influidos en d e m a s ía por la N e w Wave ta m p o c o

hubieron de purgar d e s p u é s s u s ex c eso s. O tros c o m o Larry Niven alcanzaron el

éxito sin incorporar en s u s ob ras elem ento a lg u n o de a que m o vim ien to. Y cu ando,

en los últimos a ñ os de la década, co m e n z a ro n a incorpo rarse a u to re s jó ven es,

nacid os ya treinta o cuarenta a ñ os antes, en su mayoría d o ta d o s de una sólida

form ación científica frente a la h um anística habitúa^ en los escritores de los s e s ­

enta. optaron por un tipo de historias q u e parecía m á s próxim o a los parám etros

cam pD elianos que a los definidos po r N ew Worlds o Visiones Peligrosas. La ciencia

ficción s e m e ja b a de ca n tarse de nu evo por una m ezcla de sólida esp e cu lació n cien ­

tífica y aventura espacial clásica.

N ada de ello era c a s u a :. La s o cie d a d de los setenta no era la de los sesen ta , y

no lo eran ta m p o c o su s va lo res ni s u s e s p e ra n z a s . M ayo del 6S. m á s q u e el e m ­

bate m á s resuelto y o s a d o contra el orden estab lecid o, fue en realidad el ca n to de

c isn e de un m o vim ien to que se a go tó en s í m is m o p o co d e s p u é s ; los ¡imites del

c a m b io , y s u s con trad iccio nes, habían q u ed ad o claros para m u c h o s . El tie m p o de

¡os s u e ñ o s había p a s a d o ; quizá era la hora de regresar a terren os m á s s e g u r o s .

También, d e s d e luego, en la ciencia ficción. H ubo, pues, contrarrevolución, pero

no por c o m p eto. A u n q u e los t e m a s y los to n o s volvieran a ser de algún m o d o los

d e an tes, no lo era en a bsolu to el estiio ni la exigencia literaria. Ya no valía escribir

d e cualquier m a n era , y los aficionados, m á s m a d u ro s c o m o h e m o s dicho, ya no

estaban d is p u e s to s a en trega r su e n tu s ia s m o a escritores que no conocían su ofi­

cio. En s u m a , los ex perim en tos literarios de la N e w Wave. ten id o s a h o ra por exce­

s ivos, son a b a n d o n a d o s , pero so lo es o : ni la tram a ni ¡os p e rson a jes ni los te m a s

son exactam en te los de la Edad de Oro; tras la ciencia hard y los viajes espaciales,

que retornan, hay ahora un es p a cio reservado para los conflictos existenciales, los

a s u n to s de m á s calado y la reflexión última sobre la condición h um an a.


«

R epresentación idealizada de! M u n d o Arillo, ve rd a d e ro protagonista de la

novela h o m ó n im a de Larry Niven, coiosal obra de ingeniería có s m ica y origen

d e s c o n o c id o que constituye e destino del viaje ir ¡ciático de los personajes.

La descrip ción pu ed e s e r v im o s para las g r a r d e s o b ras de la década. La saga de

los H eechee, de Frederik Pohl. iniciada en 19 7 7 con Pórtico y co m p le tad a c o r otras

tres no velas entre 19 S 0 y "¡990, e s : en apariencia, una space opero convencional

a p e g a d a a la ciencia ficción hará. En la práctica, sin em b a rg o , ni !a tram a ni los

p e rso n a jes ni los d iverso s t e m a s que trata la serie — las inteligencias artificiales, !a

inmortalidad, la a ngu stia existencia'...— sor. en m o d o algun o los tradicionales, y el

c o r o c i m i e r t o científico qu e reflejar s u s p á g in a s no se limita ta m p o c o a la física o

la co s m o lo g ía , sino que integra tam bién ciencias sociales c o m o la psicología. Algo

sim ilar podría decirse de la s a g a de Centro Ga.áctico. de G regory Benford. iniciada

en 19 7 7 con En el océono de la noche, en la que s e traza un a m b ic io s o pan o ram a del

futuro de la galaxia c o m o lucha entre las civilizaciones orgá n icas y ias b a s a d a s en

m á q u in a s ir t e lig e r t e s , c o m p l e m e r t a r d o su brillante especu lación científica y

tecn ológ ica con reflexiones m á s profundas sobre la re-ación entre el m edio a m ­

biente y la organización social. Y no m uy distinta habría de ser nuestra valoración

de la serie iniciada en 19 75 con Lo guerra interm inable, de Jo e H a ld e m a n, en la que

la carcasa externa de una space opera sir/e de pretexto para un sentido alegato paci­

fista, poio o p u e s to a Starship troopers de Heinlein, fo rm u lad o c o r u r le r g u a je de

g r a r belleza

U r po co m á s difícil podría resultar valorar e r iguales t é r m ir o s otras series ini­

c ia d a s en esta dé ca d a . Es e! c a so de la s a g a del M undo Arillo, de Larry Niven, que


se nos ap are ce ataviada con to d o s Sos ropajes propios de la ciencia ficción cam -

pbeliana. Iniciada en 19 7 0 con M undo anillo e integrada en total por cuatro novelas,

halla su principal reclam o en la descrip ción de un p aneta artificia: — una suerte de

esfera de Dyson de form a alternativa— constru id o por una civilización en a p a ­

riencia extinguida, pero no deja de ten er interés la relación entre los protago nistas,

perten ecientes a civilizaciones galácticas tan distintas qu e la com un icació n y la

em patia entre ellos parece v e rd a d e ram en te m ila gro sa . Lo m is m o podría decirse de

la trilogía de G e a . de John Varley. Iniciada en 19 7 9 con Titán, co m p a rte con M undo

anillo de Niven o Cita con R am a de Clarke el tem a del artefacto de origen d e s c o ­

nocido con el que se topan un gru po de exploradores, a s í c o m o el resto de c o n ­

v e n c io n e s del su b g én ero, pero las adereza con una im aginación d e sb o rd a n te , un

ritmo narrativo en d iablado y un tratam iento tan po co habitual del sex o que nadie lo

bastante sin cero calificaría sin m á s esta alucinante s a g a co n o una space opera tradi-

cional. Parad ójicam ente, e s la tetralogía iniciada por Arthur C. Clarke en 19 7 2 con

Cita con R am a a m e n o s interesante de to das ellas, a s í c o m o a m á s a p e g a d a a los

c o n ve n cio n a lism o s de la ciencia ficción hard. Sin la refrescante aportación de los

c u rio s o s extraterrestres de Niven ni a im agin ación de Varley, y privada a s im is m o

del c o m p r o m is o filosófico del Clarke de s u s prim eras o b ras, deb e su fam a m á s al

n o m b re del autor que a su calidad objetiva, c o m o s u ce d e , por otra parte, con la

m ayoría de las o b ras escritas por Clarke en es to s añ os.

M ención especia! m e rece por su originalidad la serie de a u to e stop ista galác­

tico, de D ou g la s A d a m s . Iniciada en 19 7 9 con C u ía del autoestopista galáctico, y

c o m p le tad a en 19 9 2 con la quinta y última entrega. Inform e sobre la Tierra: f u n ­

dam en ta lm en te inofensiva, constituye un m agnífico e jem p lo de la en o rm e multi­

plicidad de e n fo q u e s que permite la ciencia ficción. El de A d a m s , en concreto, no

es otro qu e una m ezcla de h u m or ácido y crítica s o d a co n te m p o rá n ea , cuyo resu l­

tado. sin constituir en m o d o algun o una obra m aestra, se deja leer con agrado.

Se trata, tan solo, de las series. El nú m ero de n o ve;as ind epend ientes de gran

calidad que dejó la d é ca d a fue tam b ién considerable. M ientras autores c o m o Sil-

verberg o Baliard prolongaban a N e w Wave con s u s o s a d o s ex perim en tos lite­

rarios. otros c o m o A s im o v {Los propios dioses, 19 72 ) o Ursula K. Le Guin (Los


desposeídos. 19 7 4 : El nom bre del m undo es Bosque. 19 7 6 ) escribían s u s m e jores

n o velas sin permitirse ninguno, y no faltaban quienes, c o m o Larry Niven, c o m p a ­

ginaban su s s a g a s con las aventuras e s p a c ia le s c lá sica s a cuatro m a n o s (La paja

en el ojo de Dios, con Jerry Pournelle. 19 74 ) o se mostraDan, por el contrario, m á s

originales en s u s o b ras individuales que en las series, c o m o es el c a s o del m is m o

Frederik Pohl (H om o Plus. 19 76 ). Pero las gra n d e s n ovelas individuales de esto s

a ñ os resp on d en tam b ién al m o d elo de la aventura espacial clásica, con las caracte­

rísticas s e ñ a la d a s con resp ecto a las series. Tau Cero, de Poul Ar.derson (19 70 ).

por ejem p lo , pura ciencia ficción dura, trata tam b ién t e m a s c o m o la voluntad de

su p erviven cia del ser h u m an o , y la form a en que este se aterra a los ritos so ciales

para no perder la cordura en situ acion es de grave riesgo. Jin e te s de la antorcha, de

N orm an Spinrad (19 74 ), introduce en el m arco de un viaje interplanetario el tem a

de las co n e xion e s n eu ronales h om bre-m á qu in a que será d e s p u é s tan del g u s to de

los autores del cyberpunk en a d é ca d a siguiente.

Pero no t o d a s a s o b ras im p ortan tes de la d é ca d a resp on d en en el m is m o

grad o al m od elo de ópera espacia! dignificada que h e m o s descrito. N o s u ced e así,

sobre todo, con las n ovelas escritas por m u jeres, m u ch o m á s p re o c u p a d a s por la

reivindicación que por la distracción. A d e m á s de as ya citad as de Ursula K. Le

Guin, qu e se cu enta entre lo m ejor que ha d ad o el género, ca b e m e n cio n a r al

m e n o s d os autoras relevantes que s e dieron a con ocer por en to n c es: Vonda N.

M d n ty re , nacida en 19 48 . y Ja m e s Tiptree Jr., p s e u d ó n im o de la p sic ólo ga Aiice

Bradley S heldon (19 15 -19 8 7 ). A la prim era d e b e m o s Serpiente d el sueño (1978), muy

sim ilar en su estructura a La m an o izquierda de ia oscuridad, que nos m u estra, t a m ­

bién a través de un viaje, un m u n d o en el que :os principales p u e s to s de autoridad

están o cu p a d o s po r m ujeres. R especto a la s e g u n d a , su novela En la cim a del

m un do (1978) es quizá m e n o s fem inista que el resto de su producción literaria,

pero llama la atención por a form a m agistral en la que se describen los senti­

m ientos h u m a n o s b ásic o s d e s d e el punto de vista de otra especie.


G e o r g e R. R. Martin en una fotografía reciente. El autor d e Ju e g o de Tronos se

ha convertido en uno de ios au to re s de ciencia ficción y fantasía m á s

p o p u ;a res de to d o s los tiem pos.

M ención especial requiere tam bién la prim era novela de un autor cuya fa m a re­

ciente ha llegado a s u p e ra r to d a s las m a rca s c o n o c id a s en un escritor de ciencia

ficción. S e trata, po r s u p u e s to , de G e o r g e R. R. Martin, padre c e ia célebre s a g a c e

e s p a d a y brujería C anción de hieio y fuego, m á s conocida c o m o Ju e g o de tronos.

M uerte de la luz (1977) narra la historia de Dirk T ’ Larien, un terrestre q u e a cu de a

Worlorn, un planeta errante en el que conviven distintas culturas alienígenas, para

cu m p iir con su vieja p ro m e s a de a m o r a Gvven Delvano. Pero el ve rd a d e ro interés

del relato se encuentra en su trasfondo, la eiegiaca y precisa descrip ción de una

cuitura qu e co n o c e su trágico destino y s a b e que nada pu ed e hacer por hurtarse a

él.
LA E X P L O S I O N DEL C I N E DE C I E N C I A F IC C IO N

Pero si la ciencia ficción literaria alcan zaba en los a ñ o s setenta su anhelado esta tu s

de gén ero respetable, otra de s u s m a n ifestac io n es, la cinem atográfica, se p repa­

raba a disfrutar de su era de m a y or esplendor. Los a ñ o s setenta no tienen ya ese

encanto ingenuo del cine de m arcian o s de los cincuenta, pero, en c o m p e n s a c ió n ,

disfrutan de m u ch a m ayor popularidad y, sobre todo, de p re s u p u e sto s m u c h o m á s

g e n e ro s o s qu e permiten a s u s directores reflejar en la gran pantalla e! sen tid o de lo

m aravilloso sin el qu e ia ciencia ficción pierde su razón de ser. N o ob stante, a! c o ­

m ien zo de la d é ca d a nada permitía p e n sa r q u e tal c o s a fuera a suceder. La obra

m a estra de Kubrick. 2 0 0 1: U na odisea del espacio (1968) había alc an z a d o tales cotas

de perfección que no parecía posible ya no solo igualarla, sino incluso aproxim arse

a ella. Y a s í las c o s a s , ¿qu é sentido tenía arriesg arse a hacerlo? Por otra parte, a lg u ­

nos de los t e m a s clá sicos carecían ya de razón de ser. C u a n d o el 21 de julio de

1 9 6 9 Neil A rm stro n g dab a «u n p e q u e ñ o p a s o para un hom bre, pero un gran salto

para la h um an id ad », hollando con su pie a superficie de la Luna, nuestro satélite

perdía todo interés c o m o de stin o de los viajes e s p a c ia es. No cabía s o ñ a r con lo

q u e ya era realidad; era n ecesario explorar otros de stin o s, otros a su n to s : a m agia

debía viajar a las estrellas.

Q uizá por ello, la m ayor parte de ías películas de los setenta, c o m o s u c e d e con

¡as nove as. son space operas, pero lo son tam b ién de una índole bien distinta de ia

de los cincuenta. Poco qu ed a ya de aquello s viejos co h ete s q u e exploran nuestro

satélite: m e n o s de las aventuras in trascend en tes en Marte o la Luna; nada, en fin,

de los científicos locos o los extraterrestres m a lv a d o s que personifican s ie m p re a !

en e m ig o soviético. Es el e s p a c io sideral, lejano y m isterioso , el am b iente en que

trascurren s u s historias; n aves e n o rm e s c o m o planetas los vehículos que c o n ­

ducen a él; y t e m a s m á s profu n d o s c o m o la paz, e! m e d ic a m b ie n te o la explosión

dem o gráfica ;os que o b se s io n a n a s u s p ro ta gon ista s. Y es, m á s que nunca, un g é ­

nero popular. C o m o ha escrito Javier M em b a . « e l p e q u e ñ o p a s o de A rm stron g

tam b ién es un gran p a s o para el g é n e r o » (M em b a . 2 0 1 1 : 21).


«Yo he visto c o s a s que v o so tro s no creeríais. Atacar n aves en lam as m á s allá

de Orion. He visto Rayos-C brillar en a o scuridad cerca de la puerta de

Tannhauser. Todos e s o s m o m e n to s s e perderán en el tiem po... com o

lágrim as en la lluvia. Es hora de morir». Al igual q u e Roy Batty, el replicante

interpretado por Rutger H a u er en la pe ícula B lade R u nn er (Ridley Scott, 19 82),

el cine de ciencia ficción de los setenta ev o c a por v e z prim era el esp a cio en

toda s u s o b reco g ed o ra in m ensidad.

S e acabó al fin, por otra parte, ser/ir de instrum ento p ropagan dístico a ios

detentadores del poder. Los directores de los setenta tienden, en este género c o m o

en los d e m á s , a co lo ca rse al otro lado, entre los que critican el orden establecido.

A s í ‘o anticipa ya T H X 113 8 (G eorge Lucas, 19 7 1 ) , que d e scrib e una so ciedad s u b te ­

rránea dirigida po r inteligencias artificia es en la que el sexo está prohibido y las

dro gas m antienen e m b r id a d o s o s instintos y las vo lu n ta d e s de los individuos.

¿M ie d o a los o rd e n a d o re s ? Sin duda. Ya lo h ab ía m o s visto en la presun ta iocura de

Hal 9 0 0 0 , el cerebro electrónico de la D'iscovety en 2 0 0 1 . Pero tam b ién m u ch o

m á s: crítica al Estad o autoritario, reivindicación de ia libertad individual, incluso

nosta gia de un m u n do m á s natural, m á s h u m a n o . Un to n o similar, pero m á s

m e s u ra d o , m á s de sd ib u jad o , en c o n tra m o s en Lo am en aza de A n dróm eda {Robert

W ise, 19 7 1) , en la qu e científicos y militares aparecen , cod o a cod o, c o m o re s p o n ­

sab les últimos de la m a s a c r e provocad a por un virus llegado a bordo de un satélite


artificial que regresa a la Tierra.

Crítica, d e s d e uego, pero bien distinta de la que s e hallaba implícita en las v ie ­

ja s utopías clásicas, cuya idealizada perfección satirizaba., por m era co m paración ,

las carencias m á s s an g ran te s de la so ciedad real. Es, por e contrarío, la distopía el

arm a preferida de e s to s nuevos críticos, qu e im aginan el futuro c o m o una hipér-

bo e del presen te en la que los m a l e s de nuestro tiem po se agigantan hasta la ná u ­

sea. S u c e d e a s í con Zardoz (John B o o rm a n , 19 7 4 ), en cuyo m u n d o , im agen distor­

s io n ad a de: nuestro, explo tad ores y explotad os llevan vid as del todo a n tagó nicas,

pero igu alm en te in h u m a n a s y alienantes, o en Rollerball (N orm an Je w iso n , 1973),

retrato de una so ciedad h ed o n ista en la que las na cion es han d e jado p a s o a las

gra n d e s e m p r e s a s , y la guerra no e s sino un deporte com petitivo y violento en e

q u e la derrota significa la m uerte, parodia indiscutible de un m u n do, e nuestro, en

el que la dignidad del ser h u m an o s e sacrifica a diario en el altar de la com peten cia

capitalista. Incluso cu a n d o la descripción se acerca a lo utópico, a realidad qu e se

oculta detrás es aún m á s perversa. Es el c a s o de Lo fu g a de Logan (Michael Ander-

son. 19 7 6 ) , que transcurre en un futuro sin ham bre, guerras ni e n ferm ed ad es, en el

q u e la h um an id ad se ha en trega d o al m á s a bso lu to h e d o n is m o al precio de limitar

su vida a treinta e s c a s o s a ñ o s . Culto al cuerpo, sacralización de la juventud, o b s e ­

sión con la inmortalidad desfilan por los fo to g r a m a s de una cinta que pone el dedo

en la llaga de a lg u n a s de nuestras m á s m o d e rn a s o b s e s io n e s de n u evos ricos

a c o m o d a d o s y decadentes.

Otras ve c e s la distopía parece pre o cu p a rse por t e m a s m á s concretos, pero sin

duda revelad ores del p e n sa m ie n to crítico de a ép oca La ecolo g ía es uno de ellos.

En la bucólica N aves misteriosas (D ou g a s Trumbuil. 19 7 1) , el autor de los inefables

efectos e s p e c ia le s de 20 0 1. m etido ahora a realizador, nos cuenta la historia de

Freeman Loweil, un botánico al cu id ad o de los d e lica d o s e c o s is t e m a s que tra n s­

porta en su s e n o una nave invernadero co n ceb id a para pre ser/ar la biodiversidad

terrestre en peligro. C u a n d o d e s d e la Tierra llega la orden de q u e m a r ia preciosa

carga, Lowe I pierde la razón y a se s in a a s u s c o m p a ñ e r o s d isp u e s to s a o b ed e ce r

tan criminal m an dato.

Pero ninguna de esta s cintas, e n c o m ia b le s to d a s ellas, será la lam ada a


escribir con letras de fu e g o en ia historia del gé n ero el co m ie n z o de una era. Tal

hon o r co rre s p o n d e sin duda a La Guerra de las galaxias (G eorg e Lucas, 19 7 7 ), !a pe­

lícula de ciencia ficción m á s popu lar de to d o s los tie m p o s y por s í soia un f e n ó ­

m e n o social y cultural de una dim en sió n d e s co n o cid a hasta en to n c es. Y o curioso

es que en m o d o alguno se trata de un relato lleno de profundidad; es. bien al c o n ­

trario. una space opera clásica, o, m e jo r dicho, un sencillo cuento de h ad as cuya

historia transcu rre en una galaxia m uy lejana c o m o podría haber transcurrido en ia

Venecia medieval; un re ato infantil, plag ad o de tópicos m a n id o s so b re b u e n o s y

m a lo s , h éroes y villanos, princesas en peligro y g ra c io so s s in vergü en z as con un

corazó n de oro d o n d e la única nota d iscordan te con la tradición del gé n ero de

a ventu ras e s que, c o m o no podía dejar de s u c e d e r en los a ñ o s setenta, los rebel­

d e s son los b u e n o s y los m a los representan el orden establecido. ¿Q u é hizo, pues,

de ella e! fe n ó m e n o de m a s a s en que en s e g u id a s e convirtió? E relato m is m o tiene

m u c h o qu e ver. pues su naturaleza recuerda a la de e s a s historias que nos c o n ­

taban de niños, que no son distintas de las que. d e s d e el co m ie n z o m is m o de los

tie m p o s, se narraban en la oscu rid ad de a n o ch e al calor cóm plice de las h o g u e ­

ras. Pero la película no habría sido lo que fue sin s u s efectos esp e cía le s . Lucas era

un m a g o de lo im posible. Y de e s o va e! cine, en especial el de ciencia ficción, de

h acer creer que lo im p osible e s posible, y Lucas s u p o hacerlo de tal m a n era que

¡os e s p e c ta d o re s q u ed aron fascin ad o s. Ningún otro director lo ha logrado nunca

h asta e s e extremo; por eso La Guerra de las galaxias, e s e c o m p e n d io infantiloide de

lugares c o m u n e s y p e rso n a jes planos, e s una obra m aestra.

C u an ta s peiículas s e filmaron d e s p u é s por aquello s a ñ o s , a lg un as de ellas muy

apreciab les. q u ed aron c o n d e n a d a s a n avegar en su estela, a p esar de qu e el re­

cu rso a los efectos e s p e c ia le s m á s n o v e d o s o s y creíbles se convirtió en condición

sine qua non del género d e s p u é s de la cinta de Lucas. A s í su ced ió, para empezar,

con el prim er largom etraje de ciencia ficción firm ado por el qu e llegaría a ser el rey

M idas indiscutible del cine co n te m p o rá n e o . Steven Spielberg, Encuentros en la ter­

cera fa s e (1977), cu y o s efectos esp e cia le s , d e b id o s tam b ién a Trumbull, no b a s ­

taron para envolver a la historia, por ¡o d e m á s tan infantiloide c o m o la de Lucas,

en el halo de m a gia de La G uerra de las galaxias. M á s cerca e stu vo de lograrlo


Supe/m an (Richard Donner. 19 78), prim er e s p é cim e n m o d ern o del s u b g é n e r o de

s u p erh éro e s, cuya evidente g ran dio sid ad y m a rca d o to n o épico, abusiones bíblicas

incluidas, provocó tal im p ac to que a s e g u ró no so lo su propio éxito, sino el de casi

cualquier personaje, ya fuera de la DC, c o m o en este ca s o , o de la M arvel, que

osara d ar el salto d e s d e el có m ic a la gran pantalla en a ñ o s posteriores. Pero la que

sin d u d a lo logró, co lo ca n d o bien firm es los cim ien tos de una franquicia qu e lleva

a se n tad a por igual en la gran pantalla y en la pequeña ya cinco d é c a d a s , fue Star

Trek, la película (Robert W ise, 19 7 9 ) . prim era cinta b a s a d a en la serie original de

G e n e Roddenberr/, no m e n o s e sp e cta cu lar qu e a de Lucas — no en van o s u s e fe c ­

to s vis u a le s s o n tam b ién obra del inevitable Trumbull— pero sin duda con m a y o ­

res p re ten sio n es en lo qu e a la historia se refiere, pues Star Trek a ún a os ra s g o s de

la perfecta utopía futurista con las virtudes dei relato clásico de aventuras. La céle­

bre nave Enterprise, en su perpetua b ú s q u e d a de nu evo s m u n d o s que co n o c e r y

n u evas culturas de las qu e aprender, sim b o liza el espíritu h u m an o , nunca co n ­

fo rm e con lo qu e tiene, por perfecto que pu eda ser, y a n s i o s o sie m p re de nuevos

d e scu b rim ie n to s y experiencias.

Los a ñ o s setenta regalaron tam b ién al género una nueva co ncepción de ese hí­

brido entre terror y ciencia ficción que había sido tan característico de s u s pri­

m e ro s p a s o s en la gran pantalla. Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 19 79 ) fue. a

la ve z, una reivindicación y una puesta a día de la clásica figura del extraterrestre

m a lvad o que tanto éxito había c o s e c h a d o en el cine de los cincuenta y que las cin­

ta s de Lucas y Spielb erg habían de sterra d o en favor de s u s criaturas g ra c io sa s,

bienin tencio nadas y un tanto s im p lo id es. Alien es, sin paliativo alguno, un ser per­

ve rso; encarn a el mal en s u acepción m á s pura, c o m o ios terribles d io s e s prim i­

g e n io s de la mitología creada por H. P. Lovecraffc. Tan pura e s su m aldad q u e ni s i­

quiera cabe atribuirla a la sociedad, c o m o hacía R o u s s e a u en su Em ilio. Y quizá por

ello tuvo el éxito suficiente para dar a luz no so lo a tres sec u e la s de gran calidad,

sino incluso a un nu evo su b g én ero, el de los alien ígenas d e p re d a d o re s, que c o n ­

tinúa vigente aún en n u estro s días.

M ientras, c o m o venía sien d o habitúa;, la cinem atografía de; resto del m undo

seg u ía prestand o e s c a s a atención a la ciencia ficción. Solo en el Reino Unido


h allam o s en los setenta prod uccion es de a lg un a enjundia. Sin es p a cio para d e ta ­

llarlas c o m o m erecerían, cabría d e s ta c a r entre ellas, a d e m á s de la ya citada Za rd o z ,

La tierra olvidada p o r el tiem po (Kevin Connor. 1975), en ¡a que los su pervivientes

d e un barco hundido po r un su b m a rin o alem án en plena G ran G u erra son re co ­

gid os po r este y, tras vivir a lg unas peripecias sin interés, descu b ren por aza r una

isla en la que h o m b r e s prim itivos y d in osa u rio s conviven con tanta normalidad

co m o falta de rigor histórico. R e sp ec to a E spañ a, de 1 9 7 2 e s Pánico en el

Transiberiano, de Eugenio Martín, en la qu e un alienígena despierta de un letargo de

m iles de a ñ o s para s e m b r a r el pánico en el tren que tran sporta el ca d áver c o n g e ­

lado de un h om ín ido en cuyo interior había sobrevivido. Y, en fin. de 19 7 9 data la

s oviética Sialker, dirigida por Andrei Tarkovski, cuyo protagonista, que da su n o m ­

bre al filme, se ve o b lig ad o a penetrar en un extraño lugar de re m in isce n cia s po-

s ap ocalípticas.

Cartel publictario de la película Stalker, de Andrei Tarkovski. B asa d a en Picnic

al borde del cam ino, de Arkadi y Boris Strugatski, d e scrib e el viaje de tres

h om b res a través de «la Z o n a » , un lugar p o sap ocalíptico d o n d e buscan una


habitación con la ca pacid ad de cu m p lir los m a s íntim os d e s e o s .
Los límites de la ciencia ficción (1080-2000)

S p a c e travel w a s a d ream , the preciou s dream o f s f fans. It w a s part

o f the p o w e r fan ta sy o f t h e s f m a g a z in e s . W hen s p a c e trave b ecam e

reality, the dream v/as taken aw ay from th em . N o w o n d e r that the sales

o f m a g a z in e s dropped dramatically a fte r th a t.f

Brian W. A 'd iss: Billion Year S pree: The True History o f Science Fiction,
L O S V I E IO S C L Á S I C O S N U N C A M U E R E N

Contrarrevolución a m e d ia s, sí, pero contrarrevolución a fin de cu entas. Hacia

1980.. en lo que s e refiere a esc en a rio s, s u b g é n e r o s y filosofía, los p a rám etro s de a

edad de oro habían vuelto a im p on e rse, si bien con m ayores exigencias en cuanto

a la form a y a la caracterización de los person a jes. Un recorrido m á s o m e n o s

m in u cioso por las principales no velas de a m b a s d é c a d a s sin d u d a confirmaría esta

im p resión , qu e no es m uy distinta de la que despiertan en el o b se rv a d o r atinado

los a ñ o s setenta. Pero no por ello d e b e m o s p e n sa r qu e los veinte últimos a ñ o s dei

sig o XX no produjeron g ra n d e s autores ni o b ras d e stac ab les. Lo hicieron, y a un

nivel que permite afirmar q u e la ciencia ficción, a u n q u e en apariencia incapaz de

seguir inn ovando tras el fin de ¡a N e w Wave, no :o era de seguir e m o c io n a n d o , e

incluso e n tu s ia s m a n d o , a su s seg u id o res y a los que no lo eran tanto.

Es el ca s o , d e s d e luego, de O rson Scott Card. que inicia en 19 85 su célebre

s a g a de Ender con la prim era de su s novelas. Ei ju e g o cíe Er.der, en a q u e el tem a

clásico de la instrucción militar de un cadete espacial, ya a b o rd a d o por Heinlein o

Harrison. se ve enriquecido por una profunda reflexión sobre el p ro c e s o de c rea ­

ción de un líder centrado en su d im en sió n psicológica a n te s qu e en a estric­

ta m en te ca s tre n s e . M ás interesante aún e s la s e g u n d a novela de la serie, La voz de

los m uertos (19 86), en la que el a su n to de !a s ie m p re difícil relación entre esp e cie s

inteligentes es tratado con una profundidad y una riqueza de m atices de ta calibre

q u e hacen de ella una de as gran des no velas de la ciencia ficción de to d o s los

tie m p o s . Otras d o c e co m p le tan la s a g a , y s u s de riva cio n e s a m b ie n ta d a s en su

m is m o universo, entre 19 8 6 y 2 0 1 4 . Acierta de pleno M iquel Barceló cu a n d o afirma

que, en conjunto, constituyen una verdadera obra m a e s tra que ab o rd a « p ro b le m a s

de to d o tipo: éticos, de estrategia militar, de em p atia entre c o m p o n e n te s de un

m is m o grupo, de en frentam iento y co m p re n s ió n entre es p e cie s distintas, sobre la

form ación de p e rson a lid a d e s adultas a partir de a d o le s c e n te s y n iñ o s » (Barceló,

2 0 15 : 22 9 ). Pero a p e sa r de ello tam b ién cuenta este autor con s u s detractores, que

!e atribuyen una moralidad puritana y desprecian su estilo por considerarlo en ex­

c e s o se m e ja n te al de los viejos escritores puip (M oreno. 2 0 1 0 : 393).

Q uizá podría d e cirse lo m is m o , pero en este c a s o con razón, de una de las


m a y o res revitalizadoras de la space opera que ha d ad o a luz la ciencia ficción de los

últimos a ñ o s , Lois M c M a s te r Bujold, cuya s a g a de M iles Vorkosigan, iniciada en

19 8 6 con tres novelas. Fragm entos de honor. El aprendiz de guerrero y Ethan de Athos,

ha alc an z a d o con ia última de su s entregas (Criópolis. 2 0 1 0 ) el respetable nú m ero

de quin ce o b ras. En apariencia, n os h allam os ante un e s p é c im e n típico de ópera

espacial: n aves interplanetarias, im p erio s galácticos, acción y a ven tu ras a raudales,

y, por s u p u esto , tr a m a s sencillas y p re ten sio n es literarias e s c a s a s . Pero no es así.

El protagon ista de la s a g a , Miles, es un antihéroe: escuá lido, de corta talla y h u e­

s o s frágiles, c o m p e n s a su debilidad física con un gran talento y, s o b re todo, con

un a fina ironía que atrapa al lector d e s d e el prim er m o m e n to y hace olvidar e n s e ­

guida las carencias literarias, ev identes, que puedan tener las ob ras de la escritora

de Ohio.

N o m e n o s ortodoxo es David Brin, doctor en A strofísica y autor de ía célebre

sa g a de la Elevación de los pupilos, con junto de do s trilogías iniciado en 1 9 8 0 con

N a vegan te Solar, a un qu e fue !a publicación en 19 8 3 de su continuación. M area

estelar, el hito q u e hizo de esta serie una de las de m a y or éxito de las últim as d é c a ­

das. El te m a es su geren te: un universo perfectam ente orga n iz ad o en el qu e las ci­

vilizaciones galácticas evolucionan bajo la tutoría de otras m á s a van z ad as. En este

contexto, la h u m an id ad , que ha hecho ya d e se n v o lv e rs e a do s culturas, la de los

neodelfines y la de o s n e o c h im p a n c é s , pero ha ev olu cion ado por s í m is m a sin

tutor alguno, constituye u n a insultante a n om alía que le granjea n u m e r o s o s en e ­

m ig o s c ó s m ic o s . Con es to s m im b re s . Brin construye n ovelas típicas de la ciencia

ficción hard. cu id an d o m u ch o e! rigor científico, pero sin d e sp rec ia r la tram a, la c a ­

racterización de lo s p e rs o n a je s y las reflexiones que van m á s al á de las m eras

cien cias físicas, c o m o las relacionadas con la ecología, la religión y la m ism a

evolución social. Un e jem p lo p a rad igm ático y excelente, en s u m a , de la ciencia fic­

ción n eo c a m p b e lia n a de a época.

También lo es, d e s d e luego, la pentalogía de C han u r de C. J. Cherryh, iniciada

en 1 9 S 2 con El orgullo de C han u r y cerrada diez a ñ o s d e s p u é s con C h a n u r's Legacy.

aún sin traducir a- e s p a ñ o l. Dotada de una a m p lís im a form ación qu e incluye tanto

las disciplinas s o c ia le s y h u m an ístic as com o las científicas, la autora


norteam erican a construye en esta serie una space opera ciásica. pletórica de acción

y aven tu ras, pero alterando en buena m e d id a s u s p a rám etro s tradicionales para

a d ecu arlo s a una é p oc a distinta: la protagonista e s de sexo fem enin o; d e s e m p e ñ a

un pu esto de poder, bien distinto de los roles característicos de a m u jer en la cien­

cia ficción clásica; y no e s h u m an a , sino m ie m b ro de una e s p e c ie de leones a n ­

tro p o m o rfo s en la qu e las h em b ras ocupan la posición d o m inan te. Un contenido

distinto al tradicional, en fin, vertido en un continente sim ilar y sin perder en el ex­

perim ento ninguna de s u s virtudes. Otra tri'ogía de la m is m a autora es Cyteen

(1988), que explora, ta m b ién con protagon ista fem enina, e tem a de a clonación,

sin d e sp rec ia r otros c o m o la socio lo gía de poder o los límites de la ingeniería s o ­

cial. Similar a esta s series es X e n o g é n e s is , de Octavia Butler, integrada por tres

n ovelas: A m a n ecer (1987), Ritos de m adurez (1988) e Im ago (19 89 ). Protagonizada

por Lilith, una m u jer de color o b lig ad a a vivir entre los extraños extraterrestres que

la han resc ata d o de la h eca to m b e nuclear qu e ha pu esto fin a la vida en la Tierra,

explora el sie m p re co m p le jo y su g e re n te tem a de las relaciones entre esp e cie s

m u tu a m e n te repulsivas pero fo rz a d a s a co m p re n d e rs e en razón de s u propia y

co m ú n inteligencia. En la m is m a línea habría que situar a Sheri S. Tepper, cuya n o­

vela La puerta a! país de las m ujeres (1988), para algun os provocativa, d e scrib e una

so ciedad posap ocalíptica en la qu e son e s ta s las dep ositarías de lo qu e qu ed a de la

civilización m ientras los h o m b r e s continúan en trega n d o s u s vid as a la violencia y

la guerra. Las tres autoras, Cherryh, Butler y Tepper, permiten c o m p ro b a r hasta qué

punto las m u je res son c a p a c e s de realizar interesantes y re n ov ad oras aportaciones

a un gé n ero aún d o m in a d o por los h o m b r e s que se perderá m u ch o si continúa

está n d o lo m u ch o tiem po.

El a ñ o 19 8 7 m a rcó un nuevo hito de la space opera renovada con la publicación

de Pensad en Fiebas. del e s c o c é s lain M. Banks ( 19 54 -20 13 ), prim era entrega de la

im p resion a nte s a g a de la Cultura, cuya n ovena y últim a entrega, The H yarogen

Sonata, aún sin traducir, se publicó en 2 0 1 2 . A lo ¡argo de s u s págin as hal a m o s

m u ch o de lo que cabe esperar: n aves este la re s g ig a n te s ca s, viajes interplanetarios,

extrañ as e sp e cie s, a m b ien te s exóticos... pero tam bién una tram a interesante y

p e rs o n a je s tr a z a d o s con a go m á s que un par de pin celad as. La m ayor aportación


de a serie, em p ero , es su propio universo, en el que La Cultura, una civilización in­

tergaláctica que ha s u p e r a d o to d o s los p ro b le m a s de la vida colectiva gracias a la

interacción constructiva entre inteligencias artificiases y d iversas es p e c ie s inteli­

gentes, h u m a n o id e s o no, s e ve enfrentada a s o c ie d a d e s periféricas poco evolu ­

cion a d a s cuyos p e rsonajes sirven al autor de vehículo para una interesante crítica

sobre las lim itaciones de una utopía cibersocial c o m o la q u e describe. De gran in­

fluencia en autores posteriores c o m o Alastair Reynolds o Richard M organ, in au ­

gura una space opera hará británica con evidentes inquietudes socia ies, bien d is­

tinta de la norteam ericana.

N o pueden e n m a rc a rse en esta línea., e m p ero , los trabajos qu e por enton ces

publicaba el otrora revolucionario y tam b ién británico Brian W. A ld iss. Su trilogía

de Heliconia (1032-19 85) parece m á s que nada un v a s to d o c u m en ta ' novelado

sobre un planeta im aginario, el q u e da n o m b re a la serie, que d e s e a r a d iseccion ar

con m inu ciosidad de en to m ó lo g o , describién dolo en to d a s s u s d im en sio n es,

d e s d e su ecología a s u s so c ie d a d e s, d e s d e su geolo gía a s u s religiones. A p e sa r de

ello, el profu n do lirismo de la prosa de A ldiss y la originalidad de s u s plantea­

m ie n to s — el planeta gira en torno a una estrella binaria— bastan para m a n ten e r el

interés de a ectura: qu e no deja de ser recom en dable.

Se escribieron otras m u c h a s s a g a s en los ochenta, pero s e trata ya m á s bien de

ob ras que cabría en cu ad rar antes en el género fantástico q u e en el de ciencia fic­

ción o, en el m ejor de los ca s o s , a caballo entre a m b o s , por lo que. d e s d e nuestro

punto de vista, no es e s te el lugar para tratarlas con detalle. Es el c a so de la larguí­

sim a serie del M u n d o d isc o . de Terry Pratchett, q u e m ezcla humor, mitología y

c u e n to s de h a d a s en una interminable s a g a de cuarenta títulos; la s a g a del Exilio en

el Plioceno, de Julián May, o la pentalogía del Libro del Sol N u evo, de G e n e V/olfe.

Pero, por s u p u e s to , no todo son s a g a s en esta década; ta m b ién hay n ovelas indivi­

d u ales de altísim o nivel qu e d e b e m o s traer a q u í a colación, a! objeto, s o b re todo,

de c o m p ro b a r si resulta aplicable a ellas el con cep to de space opera o ciencia fic­

ción ca m p b e lia n a renovada q u e h e m o s co n sid era d o característico de a década. Es

el c a s o de Cronopaisaje. de G regory Benford ( 19 8 0 ), sin duda un a c a b a d o ejem plo

de ciencia ficción hará cuya elevada calidad literaria e interesante reflexión


sociológica sobre las co ntradicciones del estabiishm ent científico convierten en

algo m uy superior. Lo m is m o podría decirse de Lo nave de un m illón de años, de

Pou A n d erso n ( 19 8 9 ), que, en un registro distinto a su propia novela de veinte

a ñ os antes. La patrulla del tiem po, explora la historia de la h um anid ad d e s d e la

perspectiva de unos s e r e s inm ortales que viajar, en el tiem po, y ta m b ién de H uevo

del dragón, dei a s tr ó n o m o profesional Robert L. Forward (19 8 0 ), una novela hora

sobre la posible existencia de vida en la superficie de una estrel a de neutrones

cuyo m ayor interés, aun sien d o fascinante, no s o n ios a sp e c to s p u ram en te cientí­

ficos del problem a, sino la cuid ad a descripción de la evolución de una civilización

d esarrollada en tan duro m edio físico.

Lo cu rioso es que no sie m p re son las o b ras de los científicos recon ocid os las

q u e m e jo r tratan t e m a s que, en apariencia, exigen un profu n do con ocim ien to de la

ciencia. Es el c a s o de Contacto, de Cari S a g a n {1985}, y E l texto de Hércules (1986),

de Jack McDevitt. El te m a es. en a m b a s novelas, el m ism o : el prim er con tacto con

una civilización extraterrestre que envía un m e n sa je a la h u m an id ad . Sin em b a rg o ,

lo que en la obra de S a g a n es frialdad carente de em o ció n , en la de M cD evitt es

su g e re n te especu lació n so b re o s efectos religiosos, políticos, e c o n ó m ic o s e in­

cluso científicos de e s e prim er contacto. C o m o pu ed e verse, tam bién en la ciencia

ficción, que no deja de ser literaura an tes qu e cualquier otra co s a , el arte term ina

por im p on e rse so b re el m ero con ocim ien to, por profundo qu e este sea.

También m uy su geren te, y aún m á s original en su s planteam ien tos, es Rito de

cort.ejo (1982), de Donald Kingsbury, a m b ien ta d a en una sociedad alienígena for­

z ad a a vivir en un entorno hostil en el q u e el ca n ib alism o es la única resp uesta

posible a la falta de proteínas y el desarrollo te cn oló g ico es m ín im o, parám etros

q u e dan pie al autor para en tregarse a una interesante reflexión en la qu e lo e c o ló ­

gico. lo an tropoló g ico e incluso lo p s icoló gico e s analizado e integrado con una

m aestría que sufriría sin rubor la co m p ara ción con el D une de Frank Herbert. Y no

resulta de m e n o r interés Las torres del olvido (1987). del australiano G e o r g e Turner.

una distopía futurista cuya originalidad deriva de a perspectiva d e s d e ¡a qu e se

abord a su te m a central, m á s e c o n ó m ic a que s o ciológica o política, algo m uy poco

frecuente en el género, y cuyos p lan team ien to s s o b re a creciente d e sigu a ld ad a la


que podría estar a b o c a d a la h um anid ad en un futuro no d e m a s ia d o lejano resultan

c u a n d o m e n o s inquietantes.
EL C Y B E R P U N K

Pero si a go no pu ed e ser nunca la ciencia ficción e s co nfo rm ista; ¿c ó m o , si no,

preservar e s e sen tid o de la maravilla sin el cual pierde s u razón de ser y, por ende,

c o m p ro m e te su propia existencia? Por ello, poco a po co fue c o n fo rm á n d o s e , otra

vez, un gru p ú scu lo de rebeldes, jó v e n e s au to re s qu e entendían lo que e sta b a s u c e ­

diendo c o m o una involución tota¡ del ge n ero en ¡o estilístico y lo con ceptu al a s u ­

m ieron el c o m p r o m is o de revivir el im p uiso ren ovad or de la N e w Wave, sin a d o p ­

tar s u s ya c a d u c o s p o stu la d o s, sino insuflando en a ciencia ficción la reflexión

acerca de cuánto podían tener de interés, de reto y de peligro los a v a n c e s t e c n o ­

lógicos de los ochenta, en e sp e cia la informática, y b u ceando en la nueva contra-

cultura que en to n c e s ofrecía et m ovim iento p u n k para o b ten er de ella, c o m o la

N e w Wave lo había h ech o en los setenta con el m o v im ie n to hippie, las arm a s para

una nueva crítica y un nuevo estilo. A s í nació el cyberpunk.

El m o vim ien to no surgió de m a n e ra inconsciente; no apareció sin m á s c o m o

resultado de a irrupción de n u evos autores o de a m a s a crítica a cu m u la d a por la

iniciativa individual y d e s c o o rd in a d a de cierto nú m ero de p e rs o n a s . Bien al c o n ­

trario, el im p ulso inicial fue ob ra de un so lo individuo al que luego se s u m aro n

co nscien tem en te, en m a y or o m e n o r grado, a lg u n o s otros, qu e fueron to m a n d o

contacto entre s í en co n ve n cio n e s de a ficio nad os al género c o m o la de Austin,

Texas, de 19 8 2 . Ese individuo no fue otro que Wiliiam G ib s o n , en cuyos relatos e n ­

co n tra m o s, ya m a d u ro s , to d o s los ra sgo s que luego s e co nsid erarán caracte­

rísticos de la corriente. H u b o p receden tes, d e s d e luego; nadie co m ien z a a escribir

sin haber leído. Lo fueron, de algún m od o, S a m u e l R. Deiany y, sobre todo, john

Brunner. cuya novela E! jin e te de ¡o or.da de choque, de 1975, anticipa ya la estética

del m ovim ien to . Pero sin G ib s o n no p o d ríam o s hablar siquiera de cyberpunk.

Poco a poco, los sim patizan tes de G ib s o n fueron o rg a n iz án d o se , y fue u n o de

ellos. Bruce Sterling, quien a su m ió de m o d o co n sc ien te el n ecesario papel de id eó­

logo del m ovim iento . De s u m a n o nació a principios de los ochenta el fa n z in e

C heap Truth, en el qu e e s t o s jó v e n e s em p e z a ro n a defen d e r s u s ideas so b re el g é ­

nero. y tam b ién a él se debe M irrorshades. an tología publicada en 19 8 6 . cuyo papel

en el n acim iento del cyberpunk fue equivalente al de las Visiones Peligrosas de


Harían Ellison en el de la N e w Wave. Pero an tes, en 10 84, William G ib son había

publicado la prim era novela por co m p le to cyberpunk, N eu rom an te, que gan ó en

19 85 ios p re m io s H u g o y Nebu a.

N eu rom an te e s la s a g a de Henry Dorrett C ase, un vaq u ero del cib e resp a cio que

se gana la vida rob and o y ve nd ie n d o in form ación en un m u n d o virtual, pero m ás

real para él que la rea idad m is m a . Es tam bién una historia de aventuras, de b u e ­

nos contra m alos, llena de violencia y de acción trepidante. Pero es, s o b re to d o , la

historia de e s a realidad: un m u n d o d o m in a d o por los o rd en ad ores en e! qu e la

inform ación es el único p o d e r y las p e rs o n a s sobreviven c o m o pueden en un e n ­

torno urbano hipertecnoiógico, pero a un tie m p o o scu ro , sórdido y profu n dam ente

desh u m a n iz ad or. im presión q u e agudiza el estilo literario de G ib s o n , p a ga d o de

n e o lo g is m o s , elipsis y saltos cron o ló gic o s que convierten la lectura de la novela en

un a aventura com ple ja e inquietante.

William G ib s o n en 2 0 0 7 . F u n d ad or indiscutible del cyberpunk, incluso él

m is m o ha term inado por abjurar de s u s p o s tu la d o s . Su novela M un do Espejo

(2003) ni siquiera pu ed e c o n sid era rse ya ciencia ficción.

¿Son e s a s , quizá, ias características del cyberpunk c o m o m o vim ien to? D esde

luego. Las o b ras posteriores to m a n de N eu rom an te e s a m ezcla de realidades, 'a

virtual y la física, vin cu la d a s por m edio de te c n o :ogía s c o m o la cibernética o la in­

teligencia artificiaí; im itar s u s person a jes, casi sie m p re antihéroes q u e su bsisten


tra p ich ea n d o al m argen de la ley, picaros m o d ern o s, individualistas recalcitrantes

q u e conciben su propia existencia no tan to c o m o una guerra sin e s p e ra n za contra

el orden estab lecid o, sin o c o m o un hecho d ad o q u e les co n d u ce a una angustia

resign ada ante un m u n d o que ni co m p ren d en ni tratan de c o m p re n d e r (M oreno,

2 0 1 0 : 397); a s u m e n su entorno, po r lo general terriblemente desigual en !o socia- y

autocrático en lo político, cu ando no una selva e c o n ó m ica sin paliativos en la que

el p o d e r pertenece en exclusiva a las gra n d e s corp o rac io n es; y, por último, en el

m e jo r de o s ca s o s , se valen de s u s o b ras para lanzar so b re la s o cie d a d c o n te m ­

p orán ea una critica feroz qu e fustiga su d e sh u m a n iz ac ió n , su m aterialism o, su

v a cu a sacralización de la tecnología y el creciente autoritarism o qu e se oculta tras

la apariencia d e m ocrática de su s instituciones políticas. En palabras de Bruce Ster-

ling: « C u alq u ier c o s a que se le pu ed e h acer a una rata s e le pu ed e hacer a un hu­

m an o. Y p o d e m o s hacer casi cualquier c o s a a ¡as ratas. Es triste pensarlo, pero es

¡a verdad y no ca m b ia rá ta p á n d o n o s los ojos. Eso e s cyberpunk».

Pero ¿cuál es la prioridad del m ovim ien to ? ¿La estética o la crítica? Es difícil de

asegurar, pues e s ta la im portancia otorgada po r s u s au tore s a la prim era que p o ­

dría p e n sa rs e que en verdad les importa m á s dibuiar con p in celad as p re cisa s y efi­

ca ce s el tétrico am b ien te de su s n o velas qu e fo rm u la r a través de él crítica social

alguna. La distopía es, d e s d e luego, connatural al género, pero no m u ch o m á s de

lo qu e lo e s a la novela negra. En el cyberpunk, la crítica está a, servicio del p e rs o ­

naje y e s te al de la estética, cu a n d o en una verdadera distopía todo, d e sd e los

p e rs o n a je s a la tram a, p a s a n d o por la propia estética, deb e estar al servicio del

m e n sa je , c o m o su ced e, por ejem plo, en las o b ras de Bellamy, Zam iatin . Orwell o

Huxley.

Esta crítica pu ed e aplicarse a to d a s las gran des o b ras del m o vim ien to, entre las

q u e cabría citar, d e s d e luego, las de William G ib s o n , en especial la trilogía de^

Sprawl (En sanch e), c o m p u e s ta po r N eu rom an te (1984), Conde Cero (1986) y M ona

Lisa acelerada (1988), y la trilogía de Yam azaki o trilogía del Puente, fo rm ada por

Luz virtual (19 9 3), Idoru (1996) y Todas las f estas del m añ an a (19 9 9 ), a s í c o m o las

del ya citado Bruce Sterling C ism airix (1985) e Islas en la red (1988). También cabría

co n sid era r eje m p lo s de no velas cyberpunk a trilogía Eclipse de John Shirley.


fo rm a d a por Eclipse (19S5), Eclipse Penum bra (1988) y Eclipse Corona (19 9 0 ) , la

tetralogía Ware, de Rudy Rucker, integrada por Softw are (1982), W etware (1988),

Freeware (1997) y Realware ( 2 0 0 0 ) ; y las no velas C uando fa lla la gravedad (1987),

Un fu e g o en el sol (1989) y El beso del exilio (19 9 1) de G e o r g e A;ec Effinger.

Sería e s e cuito excesivo a lo estético el que, ya a c o m ie n z o s de ’a d é ca d a de los

noventa, acabaría con a energía creativa dei cyberpunk, convertido en s u s últimas

m a n ife s ta c io n e s en una m era repetición de fó rm u la s h u e ca s que s e m e ja b a reputar

suficiente un fo sc o am b ien te hipertecnoiógico para lograr una novela de ciencia

ficción. D aba a s í co m ie n z o !o q u e se den om inaría el postc)>berpunk. en ia práctica

un p ro c e s o de reflexión inteligente que trataba de filtrar cuanto de a p ro vechab les

pudieran tener los logros del m ovim iento al objeto de integrarlos en el acer/o

genera de la ciencia ficción, tal c o m o había su ced id o, de fo rm a m e n o s consciente,

en los a ñ os setenta con la integración de las a p ortacion es de a N e w Wave en la

space opera clásica, revitaíizada por la m a y or exigencia literaria y psicológica de

aquella. S e trató en este caso, sin e m b a rg o , no de aportacion es en el terreno de lo

form al, pues e género e sta b a ya m a d u ro y era o bastante exigente en e s e a sp ecto ,

sino de o tem ático . Tem as c o m o la fusión entre el individuo y la tecnología, el

in c o n fo rm ism o frente a la organización social y política o ei derecho a la infor­

m ació n han q u e d a d o c o m o leg a d os del cyberpunk a la ciencia ficción de n u estros

días.

A lg u n o s de e s to s te m a s incluso ograron entidad suficiente para convertirse

por s í m is m o s en n u evo s s u b g é n e r o s de la ciencia ficción. Es el c a s o del ilamado

biopunk. que reflexiona sobre e! im p acto social y p s icoló gico de los a v a n c e s de la

b iotecnología en c a m p o s con creto s co m o la prolongación de la vida h u m an a , c o ­

rriente de la q u e es buen e jem p lo El fu e g o sagrado (1995). de Bruce Sterling. que

d e scrib e una s o cie d a d futura en la q u e los tratam ien tos de prolongación artificia

de la vida han creado una casta de a n cia n o s q u e se perpetúa en el poder convir­

tien do a los jó v e n e s en v e rd a d e ro s parias socia les, o in clu so El instante A leph

(1995) de G re g Egan. en la a u e se exploran te m a s c o m o la m anipulación genética,

el b ioterrorism o y el poder de as g ra n d e s corp oraciones.


D escripción retrofuturista de una lo co m o to ra en vuelo, en un estilo áieselpunk

qu e reinterpreta los a ñ o s cuarenta.

También cabe co n sid erar heredero directo del cyberpunk el co n ocid o c o m o

steam punk, que reúne en s u s novelas la estética propia de aquel, pero situ and o la

acción en !a Inglaterra victoriana, en una ép oca en la que la tecn o log ía a va p o r

sigue siendo predom in an te, pero se aplica a in venciones futuristas, inspiradas por

!o genera en e im aginario con tenido en a s o b ra s de vision arios c o m o H. G. Wells

o Julio Verne, todo ello en un to n o m á s d e s e n fa d a d o y optim ista que e! propio del

cyberpunk, y dentro de lo qu e podría c o n sid era rse ucronfa retrofuturista, si bien pri­

va d a de cualquier intención de reflexión o crítica social. E jem p lo de esta corriente

sería La m áqu in a diferencia! (19 9 0 ) , de Wiiliam G ib s o n y Bruce Sterling, y la trilogía

S te a m p u n k de Paul di Filippo, qu e parece m á s bien una autoparod ia hum orística,

pero m á s profunda de lo que podría p e n sa rs e a prim era vista. Una versión algo

distinta del steam pu nk e s el dieselpunk, en e> qu e la tecnología b a s a d a en el v a p o r

es sustituida por ia b a s a d a en los m oto re s diesel, lo que co rre s p o n d e a gra n d e s

r a s g o s con e! período de entreguerras, sin que los a sp e c to s retrofuturistas y ucró-

n.icos difieran en d e m a s ía de ¡os pre sen tes en el steam punk. a no ser en su versión
pe sim is ta y distópica, que no su ele en con trarse en este. Y p o d r ía m o s incluso oto r­

gar carta de naturaleza a o tros g é n ero s retrofuturistas b a s a d o s a s i m is m o en las

v e rs io n e s del futuro qu e se tenían en otros t ie m p o s o e x a geran d o la tecnología real

d e aquellos a ñ o s . Es e! c a s o del ieslapunk, q u e to m a su n o m b re del inventor Nikola

Tesla, y concibe una historia alternativa en la q u e la energía eléctrica ha d e s p la z a d o

al resto de fuentes de energía, y a las m á q u in a s que funcionan gracias a ellas, y el

atom pu n k, qu e actúa bajo s u p u e s to s sim ilares referidos a la energía atóm ica, tanto

en su u so pacífico c o m o bélico.
LA E R A DE L O S H I 8 R I D O S

Los och enta fueron, en s u m a , una d é ca d a de reivindicación de la ciencia ficción

clásica y de irrupción decidida de la nueva insubordinación cyberpunk. Para cuando

la nueva fiebre p a s ó y regresó por fin a caim a a ¡as inquietas a g u a s del género,

to d a s s u s variantes se habían m e zc la d o entre sí, dando origen a diverso s fenó ­

m e n o s de hibridación q u e constituyen el rasgo m á s característico de la ciencia fic­

ción de la última d é ca d a del sigio XX, junto a ¡a m a y or profundidad y atención a la

fo rm a con qu e se abordan u n o s t e m a s que. en e s to s añ os, son ya prácticam ente

im p osib les de clasificar.

Portada de la edición e sp a ñ o la de H yperion que representa al alcaudón

co n te m p la n d o el barco en el q u e se acercan los peregrinos. De apariencia

h u m an o id e. pero m o n s tru o s a , sim boliza la expiación a través del dolor

presente en la mayoría de as re igiones h u m an a s.

Un buen e jem p lo de ello io ofrece Los can tos de Hyperion, de Dan S im m o n s ,

la prim era gran serie que ve a luz en los noventa. La saga se inicia en 19 8 9 con

H yperion. cuya m ezcla de g é n ero s y t e m a s es prácticam ente inabordable. Inspirada

en su estructura narrativa en los clá s ico s Cuentos de Canterbury, de C-eofFfrey


C h a u ce r ( 14 10 ) , narra c ó m o siete peregrinos viajan ju n to s al planeta q u e da n o m ­

bre a la novela, h ogar del A lcau d ón, un s e r terrible al que los m ie m b ro s de la Igle­

sia de la Expiación Final veneran c o m o señ or del dolor, en el contexto de una g u e ­

rra inminente entre la red de m u n d o s de la llam ada H e g e m o n ía del H om bre,

a s e s o r a d a por las p o d e ro s a s inteligencias artificales, del T ecnonúcleo, y los e n ja m ­

bres Éxter que, al igual q u e los h u m a n o s , y por ra zo n e s d e s c o n o c id a s, d e sean

to m a r el control del planeta en el m o m e n to en que s e abran las T u m b a s de T ie m ­

po, extraños artefactos q u e ocultan en su interior el secreto del futuro. Novela

m on u m e n tal, reúne con rara m aestría to d a s las virtudes de la buena ciencia ficción

— sen tid o de la maravilla, esp e cu lac ió n científica, reflexión social, filosófica y re i-

giosa. introspección psicológica, aventuras galácticas— y to d o s s u s tóp ic os, que

se m u estran en la historia personal qu e narra ca d a uno de los siete peregrinos. Por

de sgra cia , el resto de la s a g a , fo rm a d o por La caída de H yperion (19 9 0 ) , Endym ion

(1996) y El ascenso de Endym ion (19 9 7), a u n q u e meritorio, no ogra m a n te n e r el

nivel de la prim era entrega

Con no m e n o s am b ición dio co m ie n z o a la d écada David Brin, que s e entregó

en s u s n o velas de es to s a ñ os a pro fu ndas reflexiones s o b re t e m a s d iverso s relacio­

n a d o s con el futuro cercano. Es el c a s o de Tierra ( 19 9 0 ), que analiza la sosteni-

bilidad de nu estra s o cie d a d d e s d e una perspectiva ecológica global, o Tiem pos de

gloria (19 9 3), q u e esp e cu la s o b re cuái debería s e r la relación entre los gé n e ro s en

u n a so ciedad ideal. Tem as, c o m o v e m o s , profu n d o s que en c o n tra m o s incluso en

la space opera, gé n ero qu e no pierde un ápice de popularidad en e s to s a ñ o s sin

a b a n d o n a r a m a y o r exigencia estilística y esp ecu lativa que h a b ía m o s visto surgir

en as d é c a d a s preceden tes. Buen e jem p lo de ello es la ob ra de Vernor Vinge. autor

de novelas c o m o Un Ju e g o sobre el abism o (1992) y Un abism o en el cielo (19 9 9 ),

m u y rig u rosa s d e s d e el punto de vista científico a la par que m uy im aginativas y

p la g a d a s de profu n das reflexiones so b re t e m a s de tanta tra scen d en c ia y actualidad

c o m o el ir a n s h u m a n is m o , la inteligencia artificial y, s o b re todo, la inminente

evolución de es ta última hasta un punto, hoy con ocid o c o m o singularidad te c n o ­

lógica. en q u e podría alcanzar la ca pacid ad de m ejorarse a s í m is m a m á s allá de

¡os límites y del control del propio ser h u m an o . Este t r a n s h u m a n is m o tam b ién lo
trata G re g Egan en su Ciudad Perm utación (19 9 4 ). en la que se plantea a posib i­

lidad de tra scen d er los límites de la vida m edian te co p ias virtuales a lo ja d a s en una

red informática, y el propio, y d e s p u é s m uy célebre. Robert J. Sawyer, que publicó

en 19 9 5 El experim ento term inal, una parábola sobre a relación entre ética y m o rta ­

lidad personificada en un científico q u e crea tres co p ias virtuales de su propia

personalidad.

El ca iforniano G re g Bear ofrece también a lg u n o s b u e n o s eje m p lo s de cuán

profunda y esp ecu lativa ha llegado a ser la ciencia ficción hard a partir de los a ñ o s

noventa. En no velas c o m o Reina de los ángeles O 9 90 ). M arte se m u eve 0 9 9 3 ), Incli­

nación (1997) o La radio de Daruñn (19 9 9 ), va lién d o se de la estructura propia del

thriller, reflexiona sobre te m a s de tanta enjundia y p o d e ro s a actualidad c o m o las

a m e n a z a s a la libertad que pueden derivar de un tra n s h u m a n is m o construido

sobre los a v a n c e s de la nanotecn oiogía y la biotecnología, a s í c o m o el tipo de

so ciedad que podría resultar de aquellos y la form a política que adoptaría. Es el

caso, a s im is m o , de Kim Stanley Robinson, cuya trilogía de Marte p u ed e ser c o n s i­

derada un clásico de la ciencia ficción co n te m p o rá n ea . Integrada por M arte rojo

0 9 9 3 ). M arte verde (1994) y M arte azul ( 19 9 6 ), narra la colonización, terrafor-


m ació n y de stin o fina! de^ planeta vecino, a u n a n d o lo m ejor de la ciencia ficción

hard. m uy esc ru p u lo s a en lo científico, con serias reflexiones de índole ecológica,

social y política de m á x im a actualidad. En la m is m a línea. Las naves del tiem po

(1995), de S tephen Baxter, nos ofrece una inteligente continuación del libro de H.

G . Wells actualizada con los co n o c im ie n tos actuales, en especial en lo referido a la

relatividad y las p a rad o jas te m p o ra le s, que se convierte en una verdadera delicia de

aventuras y especu lació n de la m ejor calidad; y Cosm o (1998), de G re g o ry Benford.

narra, d e s d e el punto de vista de una c o m u n id a d de científicos, el n acim iento de

un nuevo universo c o m o resultado de un experim ento de física de va n gu ardia

M ención obligada, ya fuera de la ciencia ficción hard, es la su geren te ciencia fic­

ción escrita por m u je res en es ta d é ca d a intensa y variopinta. D e b e m o s referirnos

en prim er lugar a Connie Willis, que a lcan zó la celebridad con su serie de los h isto­

riadores de Oxford. Integrada por cinco no velas, escritas entre 19 82 y 2 0 1 0 . la m á s

relevante de las cu ales e s la s e g u n d a . El libro del día del ju ic io fin a l (19 9 2 ), que
narran, en to n o s d iverso s y con j n a tem ática m uy variada, las peripecias de un

gru po de jó ven e s historiad ores c a p a c e s de viajar en el tiem po. Algo m uy distinto, a

p e sa r de s u aparen te similitud, a la s e n e de los h istoriadores de Oxford e s la de los

M e n d ig o s , de Nancy Kress, publicada entre 1 9 9 1 y 19 9 6 , p u e s su tem ática, que

a punta a una d e s c a rn a d a crítica de la d esigu ald ad social c o n te m p o rá n e a y la n ece­

sidad de su perarla en el s e n o de un m u n d o mejor, e s m u ch o m á s profunda y c o m ­

prom etida que la de Willis. Muy originales, aun q u e por razon es bien distintas, son

otras n ovelas de necesaria m ención en e s ta s p á gin a s: La bella durm iente ( 19 9 1), de

Sheri S. Tepper. una revisión del cuento c 'á s ic o de los h erm a n o s C rim m en clave

d e fe m in is m o y eco log ía qu e s e deriva en una co n m o v e d o ra elegía a la belleza en

todas s u s fo rm a s; Restos de población (19 9 6 ), de Eiizabeth M oon. cuya prota­

go nista e s una anciana que. por una vez. to m a su propia decisión y decide q u e ­

d a rs e sola en un planeta a b a n d o n a d o por s u s co lono s h u m a n o s : y La Luna y el S ol

(19 9 7), de Vonda N. M d n ty re , m agnífico ejem p lo , a m b ie n ta d o en la corte de Luis

XIV, de ucronía centrada en las relaciones h u m an a s, vis ta s a través del ojo de una

m u jer especia! para su ép oc a, a m an te de las ciencias y el racionalism o.


LA G R A N PANTALLA N O SE A P A G A

El fervor por la ciencia ficción de los g ra n d e s estu d ios n ortem erican os y, por s u ­

pu esto. del púbÜco. no s e agota en los ochenta; antes bien, se intensifica. La g u e ­

rra de las galaxias renueva su existencia y ca m in a incluso hacia la inmortalidad con

d o s nuevas y m agníficas entregas. El Im perio contraataca (Irving Kersnner. 19 80 ) y

El retorno del je d i (Richard M arquand. 1983), que elevan la cinta original a la ca te­

goría de prim era aproxim ación a todo un universo que va d e sarro llá n d o se y c o m ­

pletá n d ose con e le m en to s eco lóg icos, so cio o gic o s, g e o grá fico s y estéticos para

configurar una nueva mitología, trasunto de Ja de Tolkien. S ta r Trek disfruta de

sim ilar peripecia vital. 19 8 2 n os trae La ira de Khan (N icho las Meyer), que termina

con el p o d e ro s o aliciente, p ro m e sa de una inevitable con tinu ación , de a muerte

aparente de Spoc<, uno de ios m á s ca ris m á tic o s p e rson a jes de la serie: 19 8 4 . En

busca de Spock (Leonard N im oy); 19 8 6 . M isión: salvar la Tierra, tam bién dirigida por

N im oy; y 19 8 9 , La últim a fro n tera (William Shatner). M ientras, la peq u e ñ a pantalla

preparab a ya el recam b io con una nueva serie. S ta r Trek: la nueva generación, que

dará lugar a s u s propias películas en la d écada siguiente, con c lu id as las peripecias

de la tripulación original, ya bastan te envejecida, con A q u el país desconocido

(Nicholas Meyer. 19 9 1) . M e n o s suerte e s p e ra b a a S uperm an , cuya co n tu m a z ten ta­

tiva de convertirse en s a g a no fue co ro n a d a por un éxito s em eja n te. S u s s ec u e las,

Superm an II (19 80 ), S u p erm a n III (1983) y S uperm an IV (1987), dirigidas las d os

prim era s por Richard Lester y a tercera por Sidney J. Furie. no su pieron m antener

el interés del público. Y aún m e n o s lo hizo Flash C ordon (Mike H o d g e s, 19 8 0 ) , una

adaptación tan infeliz q u e ni siquiera trató de ofrecer a s u s d e c e p c io n a d o s e s p e c ­

ta d o re s n u evas entregas.

Por fortuna, no todo fueron s u p e rh é ro e s y a ventu ras esp a cia es en aquella d é ­

cada prolífica. Un tem a clásico, el de los viajes te m p o ra le s, que podría haber q u e ­

d a d o definitivam ente proscrito tras e! frac aso de En algún lugar del tiem po (Jeannot

Szwarc. 19 8 0 ) y el e s c a s o éxito de El experim ento F ila d e lfa (Stewart Raffill, 19 84 ),

cobró en to n c es nueva vitalidad gra c ias al original en foqu e q u e le dio una cinta diri­

gida por Robert Z e m e c k is en 1985: Regreso al fu tu ro . En e ¡la. Marty McFIy. un chaval

de diecisiete a ñ o s de lo m á s corriente, viaja al a ñ o 1955 en un DeLorean DMC-i


que u r científico o co a m ig o su yo ha convertido en una m áqu in a del tiem po. Allí

salva a su padre de una banda de m acon es, pero pone en peligro su propia exis­

tencia futura c u a n d o la que habrá de ser s u m adre se e n a m o ra de él, a un qu e al

fina logra regresar a presen te sin alterar en el p a s a d o nada que o co m p ro m e ta .

En apariencia un a rg u m e n to sencillo, sin gra n d e s pre ten sio n es, orientado a un pú ­

blico no d e m a s ia d o exigente. Pero en ia práctica, había en e s te film m u ch o m á s de

¡o q u e parecía; tanto, que s e convirtió e n s e g u id a en un gran éxito que merecería

d o s con tin u a cion e s: Regreso al fu tu ro II y Regreso a l fu tu ro III. q u e fueron rod ad as,

lo cual e s m uy elocuente, de form a sim u ltánea por el m is m o Z e m e c k is y e s tre ­

n a d a s, resp ectivam en te, en 19 8 9 y 1 9 9 0 . ¿A qué se debió e s e éxito? Sin duda a que

tras las peripecias de: joven McFiy subyacía algo m á s, un ele m en to con el q u e a

in m e n s a mayoría de los e s p e c ta d o re s podían sentirse identificados: un hom bre

sencillo, un frac asa d o . e¡ padre del protagonista, e s ca p a z de levantar la ca b e z a y

reclam ar para s í un poco de orgullo. D e s d e luego, tras recibir este m en sa je , la

gente sencilla salía de a sala sin tién d ose m u ch o m e jo r q u e cu a n d o entró en ella.

¿ C ó m o no iba a re c o m e n d a r a s u s fam iliares, a s u s a m ig o s , a s u s c o n o c id o s, gente

sencilla c o m o ella, q u e fuera a ver a película?

H ubo, d e s p u é s de la cinta de Z e m e c k is , otras a p roxim ac io n es al tem a del viaje

en e! tiem po. D ejando de lado la ya c o m e n ta d a S ta r Trek IV. M isión: salvar la Tierra.

en la q u e la tripulación del Enterprise viaja al siglo XX para h acerse con d os ror-

cuales. es n ec esa rio m e n cio n a r al m e n o s a minoritaria Navigator, una odisea en ei

tiem po (Vincent Ward, 1988), en la que u n o s a ld ea n o s in gle se s de la Edad M edia

viajan a a N u eva Z e anda del siglo XX. Pero el éxito de e sta s cintas no se aproxim ó

ni de lejos al del filme pro ta go n iz ad o por Michael J. Fox.


Cartel pro m o c io n a de Regreso a l fu tu ro {Robert Z em eck is, 19S5). El éxito de la

cinta, deb ido sin du d a a la person alidad de su protagonista, fue superior al de

s u s con tinu acion es, qu e se limitaron a revisitar un tem a m anido.

Por otra parte, la s o m b ra de Alien resultó ser tam b ién bastan te alargada. El

te m a de o s m o n stru o s l eg a d o s del es p a cio dio m u ch o ju eg o en los o ch en ta Se

inicia con La Cosa, excelente rem ake del clásico de H o w ard s Hawks de 19 51 diri­

gido po r John C arp enter en 19 8 2 . Pero la propia criatura de a cinta de Ridíey Scott

conoció en se gu id a una s ecuela, Aliens: el regreso {Ja m e s C am ero n , 19 8 6 ) , qu e no

d e s m e r e c e en a bsolu to a aquella y a s e g u ró su conversión en saga en ios noventa.

Y a tan d e m o n ia ca criatura se le s u m ó en se gu id a otra no m e n o s inquietante.

D epredador (John M cTiernan, 1987) m arcó el c o m ien z o de otra s a g a protagonizada

por un alienígena hom icida con se m b la n te de pesadilla, sin d u c a m e n o s atractiva

en su resuitado fina!, quizá c o m o resultado del inferior ca rism a del extraterrestre,

a u n q u e m uy exitosa. De algún m o d o , en la m is m a ¡ínea habría que situar a Termi-

nator ( Jam es C am eron , 19 8 4 ), si bien en este c a s o el alienígena ha sido sustituido

por un cyborg que viaja en el tie m p o con á n im o de a se s in a r a la m u jer que habría

de en g e n d ra r en el futuro al líder de la resistencia h um an a contra el d o m in io de las

m á q u in as. El éxito fue rápido y duradero: tres sec u e la s entre 19 9 1 y 2 0 0 9 , y una


serie para la pequ e ñ a pantalla qu e c o m e n z ó a em itirse en 2 0 0 3 .

N o por elio d e sap a re ció en los ochenta e prototipo del alienígena bueno. Por

s u p u e s to , a s í pu ed e con sid era rse, a u n q u e en realidad es un cyborg, el policía de

R oboC op (Paul Verhoeven, 19 87), que disfrutaría de d o s sec u e la s en los noventa.

Pero había sido cinco a ñ o s antes cu an do la gran panta la nos había ofrecido el

ejem plo m á s a c a b a d o de invasor benevolente, por s u p u e s to de la m a n o del infa­

lible rey M idas del cine norteam erican o. E. T„ el extraterrestre (Steven Spielberg,

19 82 ) m arcó to do un hito en la historia del género, convirtiendo al alienígena en

u n a suerte de peculiar o sito de peluche ca p a z de d e spertar s en tim ien to s de afecto

y ternura en el e s p e c ta d o r m á s duro. Tanta sensiblería, y tan en o rm e éxito c o m e r ­

cial. tenía por fuerza q u e tener im itadores. Cocoon (Ron How ard, 1985) c a m b ia a

¡os niños por ios a n cia n o s en el papel protagonista, pero el m e n sa je último de la

cinta no resulta m e n o s alm ib a ra d o y buenista q u e el de Spielberg, a u n q u e los

a lienígen as no sea n tan tiernos c o m o E.T. Incluso Carpenter, c o n o c id o por s u s p e ­

lículas p o co a m a b le s , s e apu ntó a la m o d a con S tarm an (john Carpenter. 19 8 4 ), si

bien la ternura no la despierta en este c a s o tanto el a sp e c to de alienígena c o m o su

actitud.

A d e m á s de los alienígenas, la prolífica ciencia ficción cinem atográfica de ;os

ochenta no dejó de explotar otros te m a s , a lg u n o s relativamente nu evo s en la gran

pantalla, c o m o la vida h u m a n a fuera de la Tierra. Saturno Tres (Stanley Donen,

19 8 0 ) , por ejem plo, sitúa a acción en una b a s e ubicada bajo la superficie de Titán,

u no de los satélites del gran planeta anillado. A tm ósfera cero (Peter H yam s. 19 8 1),

en realidad antes un western q u e una ópera espacial, opta por una colonia minera

en fo. ia tercera luna de Júpiter. En 2 0 10 ; O disea dos (Peter H y a m s , 19 84 ) la nave

Alexei Leonov s e dirige ta m b ié n a Júpiter para investigar lo que le su ced ió a la

Discovery. En Dune (David Lynch. 19 84 ) e s en este planeta im aginario don d e tra n s ­

curre la m ayor parte de la acción. Y en fin. en la su geren te y políticam ente correcta

Enem igo mío (Wolfgang Petersen. 1985) la lucha prim ero y la cooperación d e s p u é s

entre d o s pilotos de co m b a te rivales, terrestre uno. alienígena el otro, cu yas n aves

se han estrellado en un planeta de a m b ien te hostil, tran scu rre tam b ién a m u ch a

distancia de la Tierra.
También c o n s e rv a su vitalidad en es to s a ñ o s el te m a del ap o ca lip sis, que ofre­

ce a la gran pantalla a primera entrega de una n u eva s a g a , M a d M ax, e! guerrero de

la carretera (C-eorge Miller. 19 8 0 ) , que es. en realidad, la s e g u n d a , p u es continúa la

idea iniciada en M a d Max. salvajes de autopista, rodada por el m is m o director un

año antes: un m u n d o a so la d o por la e s c a s e z de energía en el que la gasolina vale

m á s q u e el oro. También planea el ap o ca lip sis, en este c a s o nuclear, so b re Ju eg o s

de guerra (john B ad h a m , 1983), a un q u e su ve rd a d e ro te m a e s la fragilidad de una

paz mundial que d e p en d e del buen fu n cio n am ien to de un s is te m a informático

vulnerable a las habilidades de un hacker.

Pero los a ñ o s och enta no p o see n gran im portancia para el cine de ciencia fic­

ción tan solo por lo que ofrecen, sin o por lo que pro ponen . Anticipan, en prim er

lugar, a obra de un cin ea sta que term inará por ser uno de los m á s relevantes del

género. David C ronenberg, que trata uno tras otro, siem pre d e s d e su personal

perspectiva truculenta, los gra n d e s t e m a s de la ciencia ficción en s u c e s iv a s pelícu­

las de gran interés. Scanners (1980) abord a a telepatía, encarnad a en un gru po de

m u ta n tes c a p a c e s de provocar gran dolo r a s u s víctim as u s a n d o el poder de su

m ente; V ideodrom e (1983) anticipa los terribles reality shows de la televisión co n ­

te m p o rá n e a ; La zona m uerta (1983) se centra en ia clarividencia y, en fin, La m osca

(1986) revisita el clásico de Kurt N e u m a n n d e s d e una perspectiva m u ch o m á s

a n g u stio sa y truculenta, diluida en gran m e d id a en su sec u e la de 19 S 9 dirigida por

Chris Waias.

Pero, en s e g u n d o lugar, los ochenta abren las puertas del cine al cyberpunk.

C o m o en el c a s o de a literatura, tam bién tiene la gran pantalla un hito a partir del

cual cabe declarar inaug u rad a a n u eva corriente. S e trata de añ o 19 8 2 . Es e n to n ­

c e s cu a n d o ven la luz d o s películas aurórales: Tron. de Steven Lisberger, y B lade

Runner. de Ridley Scott, b a s a d a en la novela ¿ S u e ñ a n los androides con ovejas

eléctricas?, de Philip K. Dick. Si ia prim era desarropa su acción en el ciberespacio,

con cep to a cu ñ ad o , c o m o re cord are m o s, po r G ib s o n . a s e g u n d a va m u ch o m ás

al á; rezu m a cyberpunk po r to d o s su s poros: los ra s g o s de detective de cine negro

de Rick Deckard, su torturado protagonista; el am b iente marginal, oscu ro y o p re ­

sivo en que transcurre la acción, y, en fin, c o m o escribiera David Lyon, teórico de


la p o sm o d e rn id ad (Lyon, 2 0 0 9 : 12 -13), s u s gu iñ o s co n tin u o s a a visión p osm o-

derna de; m undo:

[...] edificios a b a n d o n a d o s q u e fueron m a je s tu o s o s en el p a s a d o , calles a b a rro ­

ta d a s y co s m o p o lita s , interminables m e rca d o s callejeros, b asu ra sin re co ge r y

una llovizna gris constante. [...] La im agen d o m in an te es de d ecadencia, d e sin te­

gración y caótica mezcla de estilos. ¿Q u é hace p o s m o d e rn o a Blade R unner? [...]

Para em pezar, se cu e stio n a la «re a lid a d » m ism a . Los replicantes quieren ser per­

s o n a s reales, pero la prueba de la realidad es una im agen fotográfica, una iden­

tidad construida. Esta es una fo rm a de ver la p o s m o d e rn id a d : un debate s o b re la

realidad. E m u n d o de sólidos datos científicos y una historia con finalidad que

n os legó la Ilustración eu ro pea, ¿es m e ram en te un anhelo?

Los noventa se o cu p a ro n de transitar con creces el ca m in o iniciado po r e sta s

d o s precu rsoras. H ardware, program ado para m ata r (Richard Stanley. 19 9 0 ) nos

traslada a los E s ta d o s U nidos de 20 5 0 , un país d e v a sta d o en el que la violencia y a

m uerte se han convertido en algo cotidiano. D ead M achin e: m áqu in a letal (Stephen

Norrington. 19 9 4 ) repite, con e s c a s o s ca m b io s , el m is m o te m a de a m áqu ina a s e ­

sina. El gé n ero alcanza m a y o re s cotas de calidad en 1995. Es en to n c e s cu a n d o se

estrena Jo h n n y M nem onic, de Robert Longo, b a s a d a en la obra de G ib so n ;

Virtuosity, de Brett Leonard; y Días extraños, de Kathryn Bigelow, de tem ática y am-

bientación claram en te cyberpunk. Pero no es hasta 19 9 9 , c o r el estren o de Matrix.

de las h e rm a n a s W achowski. cu a n d o el m o vim ien to s e convierte en un fe n ó m e n o

de m a s a s qu e se co nsolida en fo rm a de s a g a en los a ñ os posteriores.

Por o d e m á s , los noventa siguen sien d o una b uena d é ca d a en lo que a ciencia

ficción se refiere, y tan d a d a a la hibridación en la gran pantalla c o m o en la lite­

ratura. Ei tem a de la realidad virtua: cuenta con e j e m p o s tan notables c o m o D esa­

fío tota! (Paul Verhoeven, 1 9 9 0 ) , E! cortador de césped (Brett Leonard. 19 9 2 ) o eXis-

ten Z (David C ro n em b e rg, 19 9 9 ) ; C attaca (Andrew Niccol, 19 9 7 ) nos remite a a

biotecnología y a los riesgo s qu e pu ed e s u p o n e r s u avan ce para la libertad del indi­

viduo. y E! show de Truman (Peter Weir. 199S) a la inconsistencia de la realidad.

También hay sitio para los alien ígen as p erversos: El p ueblo de los m alditos (John

Carpenter. 1995); Independence D ay (Roland Emerich. 19 9 6 ) , y Mars A ttacksl (Tim


Burton. 19 9 6 ) ; qu e co m p a rte tono c e c o m e d ia con la francesa El quinto elem ento

(Luc B e sson . 19 9 7 ) . Y, por s u p u e s to , no de ca e a ópera espacial. Star Trek nos d e ­

leita con su sép tim a entrega. La próxim a generación (David C arson , 19 9 4 ) , primera

protagon izad a por la nueva tripulación ya con ocida por la serie de televisión que se

venía em itien d o d e s d e 1987. y trata de hacerlo Stargate: puerta a las estrellas, ro­

dada por Roland Em m erich en ese m is m o año, que no co n s e g u ía s u objetivo de

convertirse en franquicia, pero s í en serie televisiva de notable éxito posterior.

M ención especial m erece Doce m onos (Terry Giliam, 19 9 6 ) . R em ake de La Je te e , el

filme de 19 6 2 de C h n s Maker, la s u p e ra a m p liam en te y es, sin du d a, una de as

m e jo re s cintas de la década.

Por desgracia, los noventa tam b ién s o n una d é ca d a de rem akes. Franker.stein

revisita las pantallas en Eduardo M anostijeras (Tim Burton. 1 9 9 0 ) , La resurrección de

Frankenstein (Roger C orm an, 1 9 9 0 ) , b asa d a en la novela de Brian A ld iss Frankens-

tein desencadenado, y Frankenstein de M ary Shelley (Kenneth B ranagh, 19 9 4 ) . El

h om bre invisible hace lo propio en M em orias de un hom bre invisible (John Car­

penter. 19 9 2 ) y El hom bre sin som bra (Paul Verhoeven, 2 0 0 0 ) . Pero p o d e m o s per­

d o n a r esta falta de creatividad de a lg u n o s directores; la calidad de las películas

m e n c io n a d a s c o m p e n s a con creces un p e ca d o venia' c o m o ei a b u s o de reinterpre-

t a c i o r e s de los viejos clá sico s, un vicio, a d e m á s , m u ch o m á s arraigado, y con

m e n o s acierto, en e! Hollywood de nu estro s cías.

2 ‘ El viaje espacial fue un su eño , e¡ s u e ñ o p recioso de los fa n s de la ciencia fic­

ción. Era parte de la po d e ro sa fantasía de las revistas de ciencia ficción. C u an d o

se hizo realidad, el s u e ñ o se e s fu m ó . N o s o rpre n de que las ve n ta s de las revistas

s e d e s p lo m a ra n d ram á tic am en te d e s p u é s de aquello’.


El presente... y el futuro

Pronto c r e a re m o s inteligencias su periores a ¡a nuestra. C u an d o esto

s u ced a, la historia h u m a n a habrá aica n za d o una e sp e cie de singularidad,

una transición intelectual tan im penetrable c o m o e. espacio-tiem p o

a n u d ad o en el centro de un agujero negro, y el m u n d o va a p a s a r m ucho

m á s a¡lá de nu estra c o m p ren s ió n . Esta singularidad, creo, que ya

persiguen una serie de escritores de ciencia ficción. Esto hace la

extrapolación realista a un futuro intereste ar im posible.

Vernor Vinge: The Corning Technological Singularity: Hou> to Survive in

the Post-H um an Era, 19 9 3


¿S e m u e r e la c i e n c i a f i c c i ó n ?

C ru zada la frontera dei sigio X X I, la ciencia ficción c o m e n z ó a ofrecer s ín t o m a s de

que algo en su interior no m arch aba d e m a s ia d o bien. En prim er iugar, y b astaba

ob servar la tem ática de las n ovelas g a lard o n ad as con los prem io s H u g o y Nébula

año tras a ñ o para c o m p ro b a r qu e esto era cierto, la fantasía iba co m ién d o le te­

rreno, quizá im p u lsad a por su creciente éxito entre el público juvenil, y m u ch a s

ob ras co n s id e ra d a s ciencia ficción eran en realidad híbridos en las qu e io científico

y lo p rospectivo se batían en retirada frente a la m era e ilimitada im aginación . En

s e g u n d o lugar, y quizá e s to fuera lo m á s grave, las n u evas nove as, incluso a q u e ­

llas que, sin lugar a d u d a s , seg u ían sie n d o ve rd a d e ra ciencia ficción, se revelaban

cada vez m á s tim o ra ta s y alicortas en su afán prospectivo. E¡ futuro lejano iba d e ­

ja n d o p a s o al N ea r Future, el futuro cercano, en ¡as e s p e c u la c io n e s que se p e rm i­

tían los p o c o s au tore s que aún s e atrevían a afrontarlas. D esde luego, la ciencia fic­

ción perdía vitalidad. ¿Q u izá e sta b a m urien do? Y si esto era así, ¿cuál era el ma

q u e la aquejaba?

i*ou IWD l'WC l« 0 3X1)


SBn j » 2100

C recim iento exponencial de la capacidad de pro c esam ien to de los

o rd en ad o res. De acu erd o con la Ley de M oore, el n ú m ero de transistores de


un m icro procesad or, y con él su ca p a cid ad , se duplica ca d a d os a ñ o s , por lo

q u e el m o m e n to en q u e superen a a m ente h u m a n a se encuentra

dram á tic am en te próximo.

Para re sp o n d e r a esta crucial pregunta d e b e ría m o s to m a r en co n sid eración la

otra esp e cu lación a cerca de: futuro, la que desarrollan no los escritores, sin o ¡os

científicos, y no d e s d e los parám etros de la literatura, sino d e s d e los de la ciencia

m is m a . Porque d e s d e u n a s d é c a d a s atrás iba creciendo en el se n o de la c o m u ­

nidad científica un cierto c o n s e n s o acerca de la inm inencia de ¡o qu e pronto dio en

llam arse singularidad tecnológica — el propio Vernor Vinge, reputado autor de

ciencia ficción, había escrito en 19 9 3 un artículo sobre este c o n c e p to — , un m o ­

m e n to de la historia a partir del cua; resultaría im p osib le anticipar racionalm ente el

futuro, pues en e s e instante s u ced erá algo q u e lo cam b iará todo para siem pre: ¡os

o rd en ad o res alcanzarán una ca pacid ad de com pu tació n superior a la de nuestro

cerebro y co m e n z a rá n a idear co n c e p to s m á s allá de las po sibilidades de la m ente

orgánica, con ¡o que el ser h u m a n o habrá q u ed ad o ob so leto . Ese m o m e n to llegará,

de acuerdo con la mayoría de los autores, entre el 2 0 3 O y el 2 0 4 0 .

C o m o e s obvio, podría objetarse q u e a teoría no e s válida po rqu e en realidad

está construida s o b re un so fism a: la identificación entre potencia de cálculo e in­

teligencia. ¿ A ca so un poder prácticam en te ilim itado de p ro c esam ien to de datos

conferirá a los o rd en ad o res, de form a autom ática, el resto de las habilidades pro­

p ias de ’ a inteligencia h u m an a ? ¿L o s convertirá en filósofos? ¿L os hará c a p a c e s de

pintar ia Capilla Sixtina o de co m p o n e r la N oven a Sinfon ía? N o parece posible.

Pero quizá ni siquiera sea necesario. Lo cierto e s q u e la singularidad podría a lc an ­

z arse tam bién po r m edio de la ingeniería genética si esta lograse d ise ñ ar un supe-

rintelecto h u m a n o d o ta d o de una ca pacid ad imprevisible, o por m e d io de im p la n ­

tes en el propio cerebro que potenciaran su inte:igencia. Incluso si, con todo,

s u p o n e m o s que la teoría es incorrecta, no h a b re m o s so lu c io n a d o nada, porqu e de

acu erd o con otra teoría m u ch o m á s difícil de rebatir, la Ley de ios rendim ientos

a cele rad o s de Raymond Kurzweil, ¡a ta sa de pro g reso tecno lógico y, por ende, s o ­

cial y cultural, s e ha ido a celeran d o sin c e s a r a lo argo de la historia, con lo que el

efecto sería el m is m o : a partir de cierto m o m e n to la tecnología progresaría tan


aprisa que s im p le m e n te resultaría im p osible predecir su evolución y, con ella, su s

co n s e cu e n c ia s s o b re la s o cie d a d h u m an a . La ciencia ficción s e habría q u ed ad o sin

trabajo.

¿ C ó m o han re sp on d id o en a práctica los escritores de ciencia ficción a este

hecho? P od ríam o s decir que de tres fo rm a s diferentes. La primera., y d e s d e luego la

m á s sencilla., es a d o p ta r la estrategia del avestruz: renunciar a ¡a esp e cu lació n para

q u ed arse solo en el entretenim iento a se g u ra d o que ofrece la spoce opero tradi­

cional, o sustituir el éxodo a! futuro por el viaje a un p a s a d o o presen te alter­

nativos, refu giá n d o se a s í en la ucronía c o m o terreno protegido, del todo a salvo de

las a m e n a z a s de la singularidad. La s e g u n d a t a m p o c o es m uy valiente. Ya que el

futuro s e ha convertido en un lugar del todo imprevisible, la acción n o d e b e pro ­

yectarse m uy lejos en el tie m p o, c o m o m u ch o una o d o s d é c a d a s , lo que a segu ra

c a m b io s m á s o m e n o s con trolables. Para m a y o r seguridad, de to d o s m o d o s ,

pu ed e recurrirse tam b ién al expediente de introducir un hecho o bastante extraor­

dinario para ro m per la continuidad de- progreso tecnológico, ya s e a una catástrofe

q u e ¡o frene de m a n era radical, ya un salto q u e ¡o acelere d e s m e s u r a d a m e n te . E

riesgo es, sin em bargo, evidente, pues una esp e cu lac ió n tan alicorta difícilmente

pu ed e sed ucir al lector, y aun así, no conjura del to d o el riesgo de resultar ob soleta

po co d e s p u é s de su publicación. En cu an to a la tercera estrategia, quizá la m á s in­

teligente y honesta, c o n siste en a su m ir c o m o inevitable la singularidad y situar la

acción de la novela m á s allá de e s e punto, lo qu e permite esp e cu lar con te c n o ­

logías del todo im p ro bab les, incluso in c om p ren sib es. siem p re que p o sea n la sufi­

ciente coherencia interna c o m o para no convertirse en m agia, pues ello supondría

tr a s p a s a r los límites del género, e incluyan la existencia de p o d e ro s a s y a u tó n o m a s

inteligencias artificiales. A es ta estrategia se la con oce en a ciencia ficción actual

c o m o « p o s ts in g u la ris m o » . V e a m o s a continuación, con un poco m á s detalle, cada

una de esta s posibilidades.


SP A C E O P E R A S Y UCRONIAS

A a lg u n o s autores, c o m o la ya m e n cio n a d a Lois M c M a s te r Bujold, la space opera

tradicional, entreverada, e s o sí, de fina ironía y tra m a s d e tectivescas. les sigu e fun­

cion ando sin pro b lem a, no en va n o cuentan con un público fie qu e no necesita de

la especu lación para disfrutar de la ciencia ficción. Pero no e s el único ejem p lo . En

la serie de La Vieja G uardia, de John Scalzi, c o m p u e s ta po r la nóvela h om ó n im a de

2 0 0 5 y seis s ec u e las, la última de las cu ales vio a luz en ei 2 0 15 , el to n o se m a n ­

tiene tam b ién dentro de los c á n o n e s de la space opera, en este c a s o en su variante

militar, sin d e m a s ia d o interés por la reflexión o la especu lación . La tecn ología es

m uy avan z ad a, pero parece lim itarse a lo bélico y su papel en a tram a no es otro

q u e alim entar la aventura, que parece ser el principal objetivo de autor. En la

m is m a línea parece m o v e rs e la exitosa serie de una autora recién llegada a !a cien ­

cia ficción norteam ericana. A n n e Leckie. q u e se inició en 2 0 1 3 con la muy prem iada

Ju sticia auxiliar y ha tenido continuación en otras d o s no vela s a m b ie n ta d a s en el

m is m o universo, de inminente aparición en castellano: A ncilíar/ Sw ord (Espada

auxiliar. 2 0 14 ) y A ncillary M ero/ (M isericordia auxiliar, 2 0 15 ) . A u n q u e en s u s páginas

se co n c e d e un gran p ro ta g o n ism o a as inteligencias artificiales, p u es el Imperio

Radch, potencia do m in an te de la galaxia, se vale de ellas c o m o instrum ento de su

expansión y o s h u m a n o s se han convertido tan s o lo en s u s auxiliares, no puede

d e cirse q u e las novelas exploten e s e p o stu lado con una finalidad especulativa, sino

m á s bien aventurera, lo que quizá explique que para a lg u n o s críticos no s e a sino

una novela de ciencia ficción de la vieja escuela. Es e m is m o c a so de una serie de

n o velas de reciente aparición firm adas por Ja m e s S. A. Corey, en realidad el p s e u ­

d ó n im o de dos autores qu e escrib en a cuatro m a n o s , Daniel A b rah am y Ty Franck.

Iniciada en 2 0 1 1 con Leviatar. V/akes (El despertar del Leviatdn en s u edición e s p a ­

ñola de 2 0 16 ) , iba a co n s ta r en un prim er m o m e n to de tres libros, pero su éxito la

ha p rolon gado en vario s m ás. cinco hasta e m o m e n to , de los cu ales solo s e ha

publicado en esp a ñ o l el primero. S e trata de una space opera clásica, sin m á s pre­

te n s io n e s: n aves esp a ciales, batallas galácticas, alienígenas y, en fin, divertim ento

en e s ta d o puro, una fórm ula q u e sig u e fun cion an d o y cu enta con n u m e r o s o s

ad ep to s, tantos que su adaptació n para la te evisión bajo el título The Expar.se en la


ca d e n a norteam erican a SyFy, especializad a en ciencia ficción y g é n e ro s afines, ha

sido un gran éxito.

O tros autores, sin em b a rg o , han tratado de b usc ar solu c ion es m á s profu ndas o

im aginativas. Es el c a so de Michael F. Flynn. cuya novela El naufragio de « E l río de

las estrellas» (2003) ha logrado revitalizar el género, sin renunciar por ello al rigor

científico ni a espíritu aventurero, pero ta m p o c o a p o s ta n d o de fo rm a decidida por

la e sp e cu lac ió n postsin gu larista, sin o antes bien, centrando la atención del lector

en a psicología de los p e rs o n a je s y s u s reacciones e interacciones frente a una

situación crítica.

Un c a so algo distinto es ei de! británico Aiastair Reynolds, astrofísico de profe­

sión. qu e se m an tiene tan fiel en su s n ovelas a la ciencia ficción hard que procura

introducir en ellas so lo tecnolo gía co n sisten te con los actuales co n o c im ie n to s de

la física, de m o d o que las n aves q u e a p arecen en s u s libros ni siquiera viajan a una

velocidad superior a la de la luz. B uena parte de ellos se integran en la serie de

Espacio revelación, cuya acción s e desarrolla en un período de trescientos a ñ o s que

abarca d e sd e el 2 4 2 7 al 27 2 7 . En conjunto, d e m u estra n qu e es posible todavía

escribir b uena ciencia ficción sin a rriesg arse en ex c eso con lo especulativo.

Otros escritores han o p ta d o por refugiarse en la ucronía, h urtán dose a s í de los

efectos de la singularidad. Uno de ellos es Neal S tep h en so n , cuya novela de 1 9 9 9

Criptonom icón, publicada en E sp añ a en tres to m o s , y s u precuela de 2 0 0 3 - 2 0 0 5

Ciclo Barroco, och o v o lú m e n e s en tota! en nuestro país, traza un m o n u m e n tal fre s ­

co sobre el nacim iento del m u n d o m o d ern o q u e entrem ezcla humor, reflexión y

acción en una tra m a c o m p le ja y a b so rb en te que en g a n c h a d e s d e la prim era página.

Pero no se trata sin d u d a de una ¡imitación dei autor, que ha sido c a p a z tam bién

de so rpren dern os con una reinterpretación de la space opera clásica. A n atem a

( 20 08), en la que. ejos de q u e d a rs e en la m era narración de aventuras galácticas,

se atreve con ¡a creación de todo un m u n d o , a rm a d o con m im b res tan com p le jo s

y, en apariencia al m e n o s, tan contradictorios c o m o Dune o El n om bre de la rosa.

Igu alm ente m agistral e s la trilogía del Paralaje neanderthal, de Robert J. Savvyer,

fo rm a d a por H om ínidos (20 03), H um anos (2003) e H íbridos (20 03), en la qu e un

accidente ocurrido en el tra n scu rso de un experim ento p o ne en con tacto dos
u n iverso s para elos, el nuestro y otro en el que ios neandertales no solo no s e han

extinguido, sino que s e han erigido en la única e sp e cie h um an a s o b re la Tierra.

Adictiva y m uy original resulta tam bién la serie escrita por Dan S im m o n s inspirada

en la Ufada de H om ero. C o m p u e s ta en España por cuatro novelas publicadas entre

2 0 0 3 y 2 0 0 5 (llión I y II. y Olyrr.po I y lí), reconstruye en un lejano futuro, e s o sf.

h ipertecnológico a u n a u e s e a en realidad un p a s a d o alternativo, la G u erra de Troya,

fu s io n a n d o una vez m á s con s u m a estría habitual literatura clásica y ciencia ficción

para crear una obra soberbia. El propio Michael Flynn ha exp-orado tam bién este

recurso en su nove a Eifelheim (2 0 0 5 ), que esp e cu la con la inquietante posibilidad

de qu e el prim er contacto entre la h um an id ad y una civilización extraterrestre tu ­

viera lugar no en el futuro cercano, sino en una era de o s c u ra n tis m o precientífico

c o m o la Edad Media.

Neal S te p h e n s o n en 2 0 0 8 . Con no velas m o n u m e n ta le s c o m o las que

conform an s u s ciclos Criptonom icón; publicada en Españ a en tres t o m o s , y su

precuela de 2 0 0 3 - 2 0 0 5 Ciclo Barroco. se ha erigido en un o de ¡os gra n d e s de la

ciencia ficción del siglo XX .

Por ú'tim o, qu é m e jo r qu e huir del riesgo de reflexionar so b re el futuro s i ­

t u a n d o la acción entre las b ru m a s del m á s rem oto p a s a d o , sin imite alguno para

la especu lación tecn ológica aparte de su coh erencia, o incluso m á s a¡lá de los lími­

tes del tie m p o m is m o . Es el c a so de G re g Bear, que ha incluido en su larga serie de

n ovelas s o b re Halo toda una trilogía protago nizad a por los Forerunners, una
esp e cie inteligente extinguida hace cientos de miles de a ñ os que fundó el Ecú-

m e n e. un im perio qu e se extendía en gran parte de la Vía Láctea, y construyó los

en o rm e s ingen ios p!anetarios co n o c id o s co m o halos, q u e dan n om b re a la serie.

H alo: Cryptum ( 2 0 11) , H alo: Prim ordium (20 12) y H alo: Silentium (20 13) son los

tres v o lú m e n e s q u e !a co m p o n e n . Ya en otra novela suya. La ciudad al final dei

tiem po ( 2 0 10 ) , s e había valido de un recurso similar, a un qu e en apariencia contra­

dictorio: situar la acción fuera del continuo tem po ral, d e sd ib u jan d o los límites

entre p a s a d o y futuro, entre historia y leyenda, entre realidad y fantasía, entre este

u n iverso y los otros, sin n ecesid ad a lg un a de esp e cu lació n coherente b a s a d a en la

posible evolución del presente.


A u n q u e h e m o s co n s id e ra d o ucronía su Paralaje neanderthal, el autor m á s d e s t a ­

cado de esta corriente es Robert J. Sawyer, que s e vale de esta estrategia en otras

de s u s novelas m á s recientes. Así, en Flashforu>ard ( 19 9 9 ), que transcu rre tan solo

a diez a ñ o s de nuestro presente, un experim ento con el a celerad or LHC del C ERN

hace que toda la h um anid ad pierda la con sciencia durante d o s m in u tos, en cuyo

tra n s c u rs o ca d a p ersona s e ve a s í m is m a en el futuro y lo experim enta a través de

s u s sen tid os. Otra nove a posterior. El cálculo de Dios ( 2 0 0 0 ), está am b ien ta d a aún

m á s cerca, en el presente m is m o , en el q u e la l e g a d a a la Tierra de un alieníngena

convencid o de que a existencia de la divinidad es un hecho científico da pie a in­

te r e s a n te s reflexiones so b re la razón, la fe y la ciencia. Y. en fin, en Vuelta atrás

( 20 08), u n a doctora qu e había en viad o a es p a cio un m e n sa je dirigido a una p o s i­

ble civilización extraterrestre que so lo ella pu ed e co m p re n d e r es rejuvenecida para

que lo descifre cu a n d o llega la re sp uesta, treinta y och o a ñ o s d e s p u é s , lo que da

pie a una profunda reflexión so b re ios límites de la ciencia. Un planteam iento s im i­

lar e s el qu e propon e Richard M organ en Leyes de m ercado ( 2 0 0 4 ) , am b ien ta d a en

fecha tan cercana c o m o el año 2 0 4 1 , en la q u e s e limita a esp e cu lar con la exacer­

bación en el futuro cercan o de ten d en c ias que resultan ya perfectam ente visibles

en la s o cie d a d co n te m p o rá n ea , c o m o la globalización y el im perio de las multina-

ciona es. con la s o la diferencia de qu e as su tilezas aún vig en tes en nu estros días

han d e jado p a s o en la novela a una selva e c o n ó m ic a en la qu e todo va e y se lucha

a vida o muerte para alcanzar los ob jetivos de m ercado . El m is m o G re g Bear, al

q u e nos re feríam os m á s arriba, s e refugia en una solución sim ilar en s u s últim as

novelas, c o m o Vitales ( 2 0 0 2 ), am b ien ta d a en el presente, un thriller bio tecnológico

en e que dos científicos que in ve stiga r la longevidad s e topan con S eda, un m is te ­

rioso proyecto im p u ls a d o por Stalin en los a ñ o s de la S e g u n d a Guerra Mundial, o

Q uantico (20 05), en la que, d e s d e pa rám etros sim ilares, se explora el fe n ó m e n o

del bioterrorismo.

También ha optado po r esta alternativa Robert C harles Wilson. con o b ras c o m o

Splr, (2 0 0 6 ) . en ¡a qu e recurre a' expediente, ya c o m en ta d o , de situar la acción tras

un hecho singular del futuro q u e permite rom per a continuidad tecnológica con el
presente y p ro te gerse asi' de! riesgo de a esp e cu lación fallida. En este ca s o , el

f e n ó m e n o no e s otro q u e una barrera visible pero pe rm ea b le que s e ha creado en

to rno a ¡a Tierra, aislán dola del universo y prod ucien d o en ella una distorsión t e m ­

poral, de form a que un s e g u n d o en el planeta co rre s p o n d e a 3,17 a ñ o s en el resto

del universo. El tem a da m u ch o juego, p u es permite reflexionar s o b re las posib les

re ac cion es no s o lo de la sociedad, sino tam bién de las p e rs o n a s , ante un hecho

tan inusual: la am istad , la fe y la ciencia son o s c a m in o s q u e seguirán respecti­

v a m e n te los tres p rotago n istas de la novela.

En la m is m a linea. Stephen 3 axter ha escrito va ria s novelas a m b ie n ta d a s en el

futuro cercan o, c o m o Inundación (2 0 0 3 ), cuya acción transcurre n a c a m e n o s que

en 2 0 1 6 , fecha del en to n c es futuro cercan o elegida por el autor para el su ce s o

d ram ático que a negará los contientes a c a b a n d o con ia civilización tal c o m o la

co n o c e m o s , o El ojo d el tiem po {2 0 0 4 ) y Torm enta so lar {2 0 0 5 ), a m b a s escritas a

cuatro m a n o s con Arthur C. Clarke. en las que, aun q u e la re sp o n s a b le última de la

acción e s una civilización alien ígen a de millones de a ñ o s de historia, los hechos

vuelven a transcurrir en un m o m e n to cercano del futuro.

M á s difícil de c'asif.car es la obra de un autor de éxito reciente, Ernest Cline,

cuya novela Ready Player O ne (2 0 11) transcurre en el año 2 0 4 4 . en un m u n d o

cu yas fuen tes de energía están prácticam ente a g o ta d a s y la gen te sobrevive co m o

pu ed e a una crisis de m agnitud d e sco n o cid a . Pero en lugar de apro vec h a r este

a pocalíptico esc en a rio para la especu lació n , el autor lo usa tan solo c o m o fondo

irrelevante para la historia: el éxito brutal de un v id eo ju eg o de realidad virtua al

que as p e rs o n a s dedican m á s tie m p o que a la vida real. S u continuación. A rm ada

(2015), no hace sino repetir el e s q u e m a ; en realidad un puro entretenim iento cuyo

éxito, sin du d a, deriva de su ligereza y de s u s co ntin u os g u iñ o s a la cultura pop de

los ochenta.
EL P O S T S I N G U L A R I S M O

H e m o s calificado de valiente el p o s ts m g u la rism o po rqu e al m e n o s s u s au tore s se

m u estran lo bastan te h on e s to s para no obviar lo inevitable y a su m irlo c o m o hecho

dado en s u s novelas. Por de sgra cia , no sie m p re io son, p u es, en o c a s io n e s , pa re­

cen co n sid era r superfluo explicar de fo rm a coh erente c ó m o se ha ¡legado a a

situación postsingu larista qu e describen; s e limitan a presentar un con junto de

tecn o log ías y, a partir de ellas, con feccion an el arm a zó n lógico que ha de servir de

so stén a a historia. Pero esta actitud presenta una dificultad bastante seria cuando

se es p e cu la con los efectos de e s a s tec n o lo g ías postsin gu aristas sobre la s o c i e ­

dad y s o b re los individuos. Es cierto que la psicología de los p erson ajes no tiene

por q u é resultarnos incom pren sib le, pero resulta m uy difícil desarrollar una cultura

plausible que s e a a un tiem po lo bastan te extraña c o m o para resultar creíble en un

entorno p o stsingu larista y co m p ren sib le para un lector que, c o m o e s obvio, limita

su experiencia a la rea idad previa a la singu aridad.

La calidad de as novelas p o s tsin gu ia ristas d e p e n d e en buena m edid a de su

éxito a la hora de enfren tarse a esta paradoja. A v e c e s se limitan a dejar volar la

im agin ación, ideando tecn olo g ías v e rd a d e ram en te po rten tosas, incluso contra­

dictorias con el m od elo e stá n d a r de la física. N o obstan te, es ta solución deja sin

resolver el problem a y tiende a crear otro nuevo, p u es resulta m uy difícil crear te n ­

sión dram ática en una novela de ciencia ficción c u a n d o t e n e m o s a nuestra d is p o ­

sición una tecno logía ilimitada que actúa cu a n d o la n e c e s ita m o s c o m o un a u ­

téntico oeus ex m achino que resuelve cu alquier situación. En otras o c a s io n e s , el

autor acep ta el reto, tratando h on e s ta m e n te de e s p e c u a ar sobre los efectos que el

a m a n e c e r de la inteligencia artificial podrá tener so b re los individuos y s u s rela­

ciones, e incluso sobre otros a sp e c to s aún m á s co m p le jo s , c o m o la política, la

filosofía o la religión. S e trata de un o rd ag o , p u es a apu esta pu ed e concluir en la

ruina o en una ve rdadera obra m aestra. V ea m o s, p u es, c ó m o lo han hecho o s

autores qu e se han atrevido a ello en :os últimos años.

La m a y or den sid a d por kilómetro cu a d ra d o de escritores p o s tsin gu larista s p a ­

rece hallarse en el Reino Unido, quizá c o m o resultado lógico de su m ayor c o m p r o ­

m iso social y político, pu esto de m an ifiesto ya en d é c a d a s anteriores incluso en un


gén ero c o m o la space opera. Es el c a s o de C harles S tro s s, quien ya en Cielo de

singularidad (20 04) planteaba el contacto de la h um anidad con una civilización ex­

traterrestre m e d ia n te el ardid de una inteligencia artificial alienígena, el Escatón,

ca paz de d o m in a r los viajes en el tiem po. En La casa de cristal {2 0 0 6 ) retrata una

s ociedad en a qu e la gente pu ed e borrar su m e m o ria , c a m b ia r a placer s u s cu e r­

p os y teletran spo rtarse a otros planetas, m ientras vive s u s vidas a m edio cam ino

entre lo real y lo virtual. Y. en fin. en su obra cu m b re. Accelerando ( 2 0 11) , sitúa la

acción en lo que parece ser e¡ m o m e n to m is m o en el que se está prod uciend o la

singularidad tecn ológica y s e vislu m b ra ya lo que pu ed e haber al otro lado: un

m u n d o h iperconectado, pob lad o por c o p ia s virtuales de los individuos, inteli­

gencias artificiales, m e n tes colectivas y, quizá, la posibilidad de integración en un

u n iverso de civilizaciones u n id a s entre s í por una red de internet có sm ica . En un

m o m e n to sim ilar sitúa Vernor Vinge la acción de A l fin a l del arco iris ( 2 0 0 6 ), en la

que la m edicina del futuro cercano logra curar y rejuvenecer a un poeta con alzhéi-

m e r que deb e luego enfrentarse a un m u n do parecido pero distinto de¡ que c o n o ­

cía, un m u n d o en el qu e los límites de la realidad se han d e sd ib u jad o gra cias a a

realidad a u m e n ta d a y la conexión total entre cerebros h u m a n o s en un en torno vir­

tual de alcance planetario.

Ken M a c L e o d es. quizá, el autor de su gen eración qu e m á s e s fu e rz o s ha hecho

por reflexionar acerca del im pacto social y político de la tecnología, incluso tra­

tan do de a d aptar su s p o s tu la d o s de c'aro s e s g o izquierdista a un futuro hipertec-

n ológico para d a r lugar a una suerte de tecn ou top ía socialista. Ya en El torreón del

cosm onauta (19 9 9 ) experim entab a con una nueva form a de ópera esp a cial que

parecía a u n a r las clásicas aventuras interp anetarias con una estética y u n o s p e r s o ­

najes cyberpunk, a un qu e todo parecía q u ed arse a m e d ia s en s u s con tin u aciones,

Luz oscura (2 0 0 1) y Engine City (C iudad M otor. 2 0 0 2 ) , y la reflexión sobre la co n d i­

ción h u m a n a brillaba por su au se n cia . En cualquier ca s o , s u s o b ras han sido poco

tradu cidas a ; esp a ñ o l y no parece que vaya a ser de otro m o d o en el futuro, p u es

su última trilogía, The Corporation Wars, perm a n ece inédita en nuestro país.

En Carbono alterado ( 2 0 0 2 ) , de Richard M organ, novela m á s valiente que su

obra posterior Leyes de m ercado, la co nciencia se a lm a c e n a en un d isc o digital


im p lantad o en la b a s e del cerebro, y resulta fácilm ente d e s ca rg a b ie en un nuevo

cu erpo, pero, en una co n c esió n al cyberpunk. no por ello han d e s a p a re c id o as d ro ­

g a s ni ia violencia, y la so ciedad no parece haber a va n z a d o m u ch o por el cam in o

de a justicia social ni ha sido ca paz de librarse de las o n m ip o te n tes m e ga corp o-

raciones.

Especia interés revisten las e s p e c u la c io n e s postsin gu larista s del ca n a d ie n se

Karl Schroeder, en cu yas ob ras aparecen tra tad o s con profusión t e m a s c o m o a

nanotecnologfa, la terraform ación , la realidad a u m en ta d a y el viaje intereste ar con-

tem p a d o s d e s d e una perspectiva filosófica q u e introduce n u eva s fo rm a s de rela­

ción entre s u jeto s y objetos, y entre los o b jetos en a u s e n c ia de su jeto s, c o m o cabe

es p e ra r de la b uena ciencia ficción. Así, en La señora de los laberintos (2005), se

atreve con un futuro lejano en el q u e ei s is te m a so la r está ya co lon izado, a lg u n o s

h u m a n o s han ev olu cion ado hasta convertirse en s e m id io s e s y la inteligencia arti­

ficial se ha de sarro lla d o m á s allá de to d a previsión, haciend o incluso p o sib le que

s o c ie d a d e s diversas coexistan en un m is m o punto del es p a cio sin interferirse; re-

g as de ju e g o , en fin, m uy difíciles, de las que S ch ro ed er sale, no ob stante, airoso,

no solo porque logra crear un m u n d o coherente con p a rám etro s tan com plejos,

sino porque se atreve a reflexionar sobre las posib les s o c ie d a d e s que pueden s u r­

gir de una tecnología tan avanzada

Awlho» o l c D titr r H

GREB
EGAN
Edición inglesa de D iáspora. de G re g Egan. M atem ático y program ador, su

ciencia ficción hard tiene, sin em bargo , una d im en sió n filosófica m uy poco

frecuente en la ciencia ficción.

N o m e n o s valientes han sido ¡os últimos trabajos de G re g Egan que. siguiendo

la sen d a iniciada en C iudad Perm utación (19 9 4 ). ha ido quizá m á s allá que ningún

otro autor en su esp e cu lación po stsin gu larista. A u n q u e cuenta con ob ras p o s t e ­

riores en las qu e sig u e explorando t e m a s c o m o a genética, la realidad sim u lad a

(Z cn d eg i. 2 0 1 0 ) , la transferencia de m e n tes, la asexualidad y la inteligencia arti­

ficia!, o inciuso s e atreve a crear todo un nuevo universo en el q u e las ¡eyes de a fí­

sica s o n por co m p le to distintas y ias e s p e c ie s a lienígen as son de verdad a !iení-

ge n as (The d o c k iv o rk Rocket. 2 0 1 1 , prim era entrega d e la trilogía O rtogonal), quizá

su m ejor novela en este sentido, y tal vez a m ejor novela p ostsin gu larista que se

ha escrito hasta la fecha, s e a Diáspora {19 9 8 ). En ella, la h um an id ad se ha escin-

dindo en tres e s p e c ie s distintas: los ca rn o s o s , que conseo/an su cu erpo orgánico,

a un qu e m uy diverso y ge n étic am en te m ejo rad o; los qu e han o p ta d o por a b a n d o ­

narlo para convertirse en información pura, c o m o p ro g ra m a s a u to c o n sc ien te s. y

los que han a d o p ta d o un cu erpo cibernético.

Kim Stanley Robinson. un clá sico de la ciencia ficción hard. ha explorado ta m ­

bién a lg u n o de es to s c a m p o s en s u s últim as novelas. A u n q u e no s u ced e a s í en A u ­

rora (2015), que vueíve al tem a de la nave generacional, s í resultan in teresantes los

p lan team ien to s de su novela anterior. 2312 ( 20 12), en la que. en el m arco de un s i s ­

tem a so la r ya de to d o co lon iz ad o por los h u m a n o s , con planetas terraform a d os,

a ste ro id es esc u lp id o s y convertidos en en to rn o s habitables a la carta, o rd en ad o res

con scien tes que reclam an derecho s, m odificaciones corp orales a voluntad y chips

in sertad os en el cerebro, s e produce una conspiración p rotago n izad a por inteli­

gencias artificiales qu e da pie a a g u d a s y m uy críticas reflexiones so b re el presente,

sin du d a m e n o s profu n das qu e las de Egan pero tam b ién interesantes.


LA N E W W E I R D Y O T R O S H I B R I D O S

Habría que referirse por último a una corriente minoritaria pero tam b ién identi­

f i c a r e en el se n o de la ciencia ficción de los últim os a ñ o s , la d e n o m in a d a N ew

Weird. literalmente ‘nueva rareza’, un híbrido entre fantasía, terror y ciencia ficción

en el que suelen e n m a rc a r se relatos m uy c o m p le jo s y realistas que parecen res­

p on der a una coh eren cia dictada tan s o lo por s u s propias y extrañas reglas, m e z ­

clando r a s g o s y t e m a s propios del stearnpunk con la mitología de H. P. Lovecraft.

Su fecha de n acim iento oficial, si e s q u e hay que proporcionarle una, es la

publicación en 2 0 0 8 de la antología The N ew Weird. recopilada po r J e f f y Ann Van-

derM eer. en a que aparecían au tore s c o m o China Miévilie, Clive Barker, Hal Dun-

can, Paul Di Filippo o M. John Harrison. Entre ellos, e s sin duda el inglés China

Miévilie el qu e ha a lc an z a d o m ayor popularidad reciente. Marxista militante y

a d m irad o r del pulp de entregu erras tanto c o m o de H. P. Lovecraft y la N e w Wave

de los a ñ o s se s e n ta , ha escrito no velas tan representativas de la corriente c o m o La

estación de la calle Perdido ( 2 0 0 0 ) , obra de terror fantacientífico en la que retrata

con estética steam p u n k la convivencia en una ciudad sucia, o s c u ra y m iserab le de

h u m a n o s , m u ta n tes y es p e cie s extrañas: La ciudad y la ciudad ( 20 0 9 ), en la que los

habitantes de d o s c iu d ad es-E stad o co m parte n el m is m o es p a cio sin relacionarse

c o m o si habitaran en u n iversos distintos, híbrido de novela negra y ciencia ficción,

y, recientemente. Los últim os días de nueva París (2 0 17 ), ucronía h o m en a je al s u ­

rrealism o en la que la S e g u n d a G u erra Mundial se prolonga y los nazis sigu en o c u ­

pando en los cincuenta la capital fran cesa , pero no la ciudad que c o n o c e m o s , por

s u p u e s to , sino un nu evo París a testad o de entes s u rgid o s de a im aginería s u rre a ­

lista que cobran vida y se enfrentan a los nazis.

M. John Harrison. autor de m u c h o s gé n ero s, e s otra co s a . Luz {2 0 0 2 ) y N ova

Sw in g {2 0 0 6 ) parecen retornar a la space opera, pero es. c o m o ha escrito algún crí­

tico. space opera para los tie m p o s o s c u ro s , en la q u e la acción transcurre en el

e s p a c io en un futuro lejano d o n d e a tecnolo gía ha hecho posible casi todo, pero

lo q u e s u ced e es, en última instancia, lo que sie m p re ha su c e d id o en la novela

negra: violencia, o scu rid ad y m uerte, y s u s p e rs o n a je s son los m is m o s s ere s e n ­

d u recid os y to rturados a un tie m p o que no b u sc an c a m b ia r un m u n d o que


detestan , sin o tan s o lo sobrevivir en éi.

La N e w Weird es, p u e s , tierra poblada por h íbridos. Pero ¿ a ca so no marcan los

híbridos la ten d en cia m á s reconocible en la ciencia ficción de los ú ltim os años?

¿ N o lo son m u c h a s de las o b ras a as que nos h e m o s referido en este capítulo?

T erm in em os, p u es, con una s a g a qu e constituye, en mi opinión, la m anifestación

m á s s o rpreden te y paradójica, pero quizá por ello a m á s elocu en te, del lugar a

d o n d e es tá llegando el género en nu estros días: Lo Tierra larga, de Terry Pratch etty

Steph en Baxter; fantasía pura y ciencia ficción hará reunidas en una sola obra. ¿Es

e so posible? ¿ N o constituye e s a posibilidad, en s í m ism a , una antítesis in con ­

cebible? Quizá o sea . pero lo cierto e s que a h í está, c o m o un reto ineludible a la

par q u e un cu e stio na m ie n to implícito a los límites entre los gén eros. La serie narra

la historia de una h u m an id ad c a p a z de viajar de una Tierra a !a siguiente, en el c o n ­

texto de un hipotético m ultiverso infinito de Tierras paralelas y sin rastro de seres

h u m a n o s , y su giere las posib les c o n s e c u e n c ia s que e s o tendría para nuestras

s o c ie d a d e s, ta m iz ad as por una curiosa, y del todo arbitraria, condición: nada con

hierro p u ed e viajar, por lo q u e las n u eva s civilizaciones que van su rgie n d o deben

ser, por definición, muy b ásic as en su tecn ología. Aventura, pues, en esta d o puro,

m á s fantasía q u e ciencia ficción, sin duda, y un aviso de por d ó n d e podría ir el g é ­

nero en a ñ os venideros.

Pero ¿pod ría llegar a d e s a p a re c e r ? Ni siquiera la ciencia ficción, especulativa

por naturaleza, pu ed e conjeturar acerca de s í m is m a . Lo cierto es qu e nada p e r m a ­

nece, y ta m p o c o la ciencia ficción lo hará, y eilo podría s u p o n e r q u e cam biara tanto

que no fuera reconocib le, o q u e se integrara, sin m á s , en la literatura general, o se

diluyera en la fantasía... pero h a g a m o s la pregunta de otra form a: ¿llegará el día en

que el ser h u m an o renuncie a d e s e a r co n o c er su futuro? S olo si la re sp u e s ta a esta

cu estió n es positiva p o d r e m o s p e n sa r q u e la ciencia ficción tiene los días c o n ­

ta d o s. pero ¿alguien podría p e n s a r q u e esto llegue a s e r así? Yo no lo creo. Por 'o

d e m á s , ten g o tanta autoridad para decirio co m o cualquiera de u sted es.

Por otra parte, el cine de ciencia ficción parece disfrutar en nu estro s días de

u n a salud de hierro. Un breve recorrido po r las películas e s tre n a d a s en lo que va

de siglo y los te m a s tra tad o s en ellas con fo rm ará en s e g u id a esta im presión de


vitalidad. D ejando de lado los rem akes. qu e no m erecen com entario, quizá con la

excepción de a s a g a de P aneta de los sim ios, qu e parece superior a ias secu e las

originales de la prim era, o b s e r v a m o s una ve rdadera eclosión de as cintas de s u ­

perhéroes, debida sin du d a a la rentabilidad que a se g u ra n en ia gran pantalla los

p e rs o n a je s de c ó m ic de la Man/el y, en m e n o r m edid a, a DC. S u p e rm a n en los

ochenta y B atm an en los noventa, s u s d o s principales activos, q u ed aro n re e g a d o s

a la categoría de pioneros, s o lo h ere d a d o s con cierto éxito por C a tw o m a n una vez

cruzada la frontera de la centuria. Fue Sam Raimi, director de a s a g a de Spiderm an

— ei person aje evoca otra vez la v e n g a n z a de ia gente sencilla, la ira d o rm id a de ios

fru strad o s— . el principal re sp o n sa b le de la h e g e m o n ía de la Man/e!, que recibió un

im p u lso decisivo con los m u tantes de la Patrulla X, los Cuatro Fantásticos, Dare-

devil, Elektra, Hulk, Iron M an, el Capitán A m érica. Lobezno e incluso p e rsonajes

de m e n o r éxito en el có m ic c o m o el M otorista F an ta sm a, que prom eten una explo­

tación m áxim a de los su p e rh é ro re s Man/el en los próxim os a ñ o s , habida cu en ta de

s u excelente acogid a entre el público adolescente.

Pero el siglo ha traído m u ch a s y b u e n a s cintas de ciencia ficción fuera del fiión

de los su p erh érore s. H a b re m o s de citar, en prim er lugar, las de m a y o r profun­

didad, prueba evidente de qu e no so lo la literatura, sino tam bién el cine del género,

pu ed e alcan zar de leño la razón del individuo. Tema que n os co n d u ce sin rodeos

a A n d re w Niccol, re sp o n s a b le de tres g ra n d e s cintas de e s te tipo: G attaca (1997),

sobre a m anipulación genética: ín Tim e ( 2 0 1 1 ) , so b re el valor del tie m p o que di­

la p id a m o s con n u estro s irracionales hábitos c o n s u m is t a s ; y Lo huésped (2013),

sobre la identidad. Distrito 9, ó p era prim a de: su dafricano Neil Blomkam.p, nos re­

mite a s i m is m o a te m a del racism o , y H er (Spike Jo n z e. 2 0 13 ) y Ex m achina (Alex

Garlan d , 20 15) a a posible h um an id ad de la inteligencia artificial.

Pero no por ello deb e huir el cine de ciencia ficción de ia e s p e c t a c u ’aridad. que

no en van o constituye uno de s u s m e jo re s activos, y no lo ha h ech o en las dos últi­

m a s d é ca d a s, c o m o cabía esperar, d a d o s ¡os gra n d e s a v a n c e s de a infografía.

M u estra de ello son las cintas de Rc and E m m erich (El día de m añ an a. 2 0 0 4 ; 20 12.

2 0 0 9 ) , q u e aún an e sp e ctá cu lo y m e n sa je ecologista, tam bién presente en la ex c e­

lente A va ta r { Ja m e s C am eron , 2 0 0 9 ) o Señales del fu tu ro (Alex Proyas. 2 0 0 9 ) . La


ópera espacial, contra todo pronóstico, no ha perdido actualidad y copa buena

parte de os es tre n o s de es to s últimos añ os. C ab e citar entre s u s eje m p lo s Sur.s-

hine (Danny Boyie. 2 0 0 7 ) , Pandorum (Christian Alvart, 2 0 0 9 ) , M oon (Duncan

Jo n e s . 2 0 0 9 ) , Prom etheus (Rid:ey Scott, 2 0 1 2 ) . precuela de Alien que tuvo conti­

nuación en 2 0 1 7 con Aíien: covenant, dirigida tam b ién por Scott; El ju e g o de Ender

(Gavin Hood. 2 0 13 ). Gravity (Alfonso Cu arón , 2 0 13 ), Passengers (M orten Tyidum.

2 0 1 6 ) y, so b re todo. Interstellar (Christopher Nolan, 2 0 1 4 ) , una de las películas

m á s c o n sisten te s d e s d e el punto de vista científico qu e s e hayan ñ im ado nunca, y

M arte (Ridiey Scott. 2 0 15 ) , q u e a p e n a s le va a ia z ag a en este terreno. Tam p o c o lo

ha hecho el viaje en el tiem po, que cu en ta entre s u s últim as realizaciones con cin­

tas c o m o Prim er (Shan.e Carruth, 2 0 0 4 ) , Código fu e n te (Duncan Jo n e s . 2 0 1 1 ), Lo-

opers (Rian Jo h n s o n . 2 0 1 2 ) , e incluso a e s p a ñ o la Los cronocrím enes (N ach o Viga-

londo. 2 0 0 7 ) . M en os éxito parece ten er el tem a del contacto con extraterrestres,

a un qu e recientem ente se han estre n ad o a lg u n a s cintas a u e s e aproxim an a! tem a

con cierta dignidad: La llegada (Denis Villeneuve, 2 0 1 6 ) , b a s a d a en un relato corto

del m ultiprem iado Ted Chiang. y A l f i o del m añ an a (D ou g Liman. 2 0 14 ) y Vida

(Daniel E sp in o sa , 2 0 1 7 ) , que resucitan, d e s d e persp ec tivas m u y distintas, la vieja

idea de los alienígenas c o m o am en a za .

La distopía futurista cuenta tam b ién con eje m p lo s recientes. La isla (Michael

Bay, 20 0 5 ) recuerda a La Fuga de Logan; Elysium (Neill B lo m k a m p . 2 0 13 ) , a m b ie n ­

tada en e! sig o XXil, rem ake libre de La m áqu in a del tiem po, nos presen ta a ia

h um an id ad escindid a en una minoría opulenta qu e vive en una estación esp a cial y

una mayoría qu e sobrevive a du ras pen as en una Tierra d e v a sta d a , y, en fin. Obli-

i'ion (Joseph Kosinski. 2 0 13 ) transcurre en un planeta d e v a sta d o e inhabitable por

el u s o de a r m a s a tó m ic a s . La reciente El círculo (Jam es Ponsoidt, 2 0 17 ) reflexiona

so b re la a m e n a z a q u e p u ed e s u p o n e r el control de los b ig d a ta para ia libertad indi­

vidual.

L le ga m o s a s í a final. Si a ciencia ficción está o no en crisis, si su m u erte se

apro xim a o no. eso e s algo sobre lo qu e no n os pron u n cia re m o s. Pero s í lo hare­

m o s sobre la perentoria n ecesid ad para el espíritu h u m a n o de que no su ced a

ja m á s . C o m o escribiera Mary Wollstonecraft en una de s u s cartas, «sin a ayuda de


la im agin ación, to d o s os placeres de o s sen tid os tienen que hundirse en la g ro ­

sería».
La ciencia ficción en el mundo hispanoparlante

Creo que p e rd e m o s la inmortalidad porque la resistencia a ¡a muerte

no i a evolu cion ado ; s u s p e rfe ccion am ien tos insisten en la prim era idea,

rudimentaria: retener vivo to do el cuerpo. S olo habría que b usc ar la

con servación de lo q u e interesa a la conciencia.

A dolfo Bioy C a s a re s : La invención de M ore!, 1 9 4 0


B R E V E H I S T O R I A DE LA C I E N C I A F IC C IO N E S P A Ñ O L A

M ientras en ios p r i n c i p á i s p a ís e s del m u n d o la ciencia ficción s e g a n a b a por de re­

cho propio un lugar en el a n ch o paisaje de la creatividad h u m an a , tam b ién en

otros, por en to n c es s ec u n d ario s en la e s c e n a internacional, a ciencia ficción nacía,

crecía y se desarropaba, aun q u e con desigu a y casi siem p re peor suerte. Ya h em o s

tenido o casión de c o m p ro b a r c ó m o los pioneros del gé n ero en E spañ a, en e s p e ­

cial los de m ayor talento, hubieron de b usc ar s u c a m in o m á s allá de n u estras fron­

teras. No les su ced ió io m is m o a los cultivadores de ¡a ciencia ficción en pape!,

p u es aquí, c o m o en el resto del continente, los b u e n o s escritores no desarrollaoan

su labor fuera de la corriente principa de la literatura, sino que form aban parte de

el ia, de m o d o que podían a b a n d o n a r en cualquier m o m e n to su interés por el g é ­

nero.

Y e s o fue exa cta m en te lo que s u ce d ió . Ciencia ficción en la Españ a anterior a la

G u erra Civil escribieron autores tan recon ocid os c o m o Ángel G anivet. Azorín, Ba-

roja o el m is m o U n a m u n o . También lo hicieron los q u e Ram iro de M aeztu d e n o ­

m inó G ru p o de Londres, cuatro escrito res que vivieron en la capital británica en a

prim era d écada del siglo X X c o m o c o rr e s p o n s a le s de prensa. Luis Araquistáin. Sal­

v a d o r de M ad ariag a, R am ón López de Ayala y él m is m o , y tuvieron allí oca sión de

relacionarse con autores de la talla de H. G . Wells y A ldous Huxley. Y es n ecesario

citar tam b ién a Vicente B la sco Ibáñez, autor de El paraíso de las m ujeres, la novela

de ciencia ficción de m a y or éxito en la Españ a anterior a 19 3 6 . En el fondo no es de

extrañar. Por un lado, ias tradu ccion es de Verne, Wells y Bellamy proliferaban en

aquellos añ os; por otro, la crisis social y política en la que vivía s u m id o el país invi­

taba a cultivar el género c o m o vía seg ura de crítica al e s ta d o de c o s a s vigente, y no

deb e so rp re n d ern os que los escrito res citad o s, regeneracio nistas m u c h o s de ellos,

lo entendieran así.

Q uizá por eilo, y por ia calidad de dich os autores, los t e m a s de a ciencia fic­

ción esp a ñ o la anterior a la G u erra Civil se apartaban un poco de los qu e h e m o s

visto hasta ahora. Poca presencia h allam o s en s u s o b ras de robots, alienígenas,

d octo res lo co s y viajes ¡nterplanetarios; m e n o s aún de héroes m u s c u l o s o s y h ero ­

ínas e s c a s a s de ropa. El interés de e s ta s n ovelas no era otro que ía so ciedad del


futuro y la form a en qu e podían so lu c io n arse en ella los p ro b lem a s de la presente.

La utopía y la h um an id ad posap ocaiíptica les atraían m á s, por tanto, que las a v e n ­

turas esp a cia le s . En esto no cabe duda de que la ciencia ficción e s p a ñ o la era plen a ­

m e n te eu ropea.

N o ob sta n te, a lg u n o s au to re s del todo ajen os al m air.stream literario deben

m e n c io n a rs e en e s ta s p á gin a s, a u n q u e so lo s e a c o m o re con ocim iento a su valía.

Tai e s el c a so del Coronel Ignotus, p s e u d ó n im o de Jo s é de Elola, qu e a partir de

1 9 1 6 s e erigió en autor fund am ental de la prim era colección e sp a ñ o la de ciencia

ficción, la Bibiioteca Novelesco-Científica de la editoria S áe n z Calleja, y su su c e s o r

en las m is m a s p á gin a s. J e s ú s de A ragón, quien firm aba su s o b ras c o m o Capitán

Sirius. A m b o s au tore s escriben ficción científica al estilo de Verne, sin grandes

p re ten sion es, pero logran ir m á s allá que e! autor francés, quien se resistía a d e ­

ja rs e ¡levar por las posibilidades de la tecn olo gía del futuro. Segu ían con ello el c a ­

m ino abierto por e s fo rz a d o s pioneros c o m o Enrique G aspar, quien ya en 1887,

och o a ñ o s an tes, pues, que el propio H. G . Wells, había im agin ado una m áquina

c a paz de viajar en el tie m p o en su novela El ar.acronópete.

El an ac ro n óp ete, literalmente en griego « io c u e vu ela hacia atrás en el tie m p o »,

es una e n o rm e arca de hierro qu e s e d e sp laz a por m edio de la electricidad, u s a d a

a s im is m o para producir de form a con stan te el fluido García, qu e hace que los

p a s aje ro s no acaben por volver al útero m aterno cu a n d o retroceden m u ch o en el

tiem po. La historia, por lo d e m á s llena de humor, narra c ó m o el científico z a ra ­

g o z an o Sindulfo G arcía, inventor de a m áqu ina, su ayudante B enjam ín, su sobrina

Clarita, la sirvienta de la c a sa, el capitán Luis, novio de C a r i t a . >■ unos p o c o s h ú s a ­

res y prostitutas fra n c e s a s viajan a d iverso s m o m e n to s del p a s a d o , d e s d e la batalla

d e Tetuán de 1 8 S 0 a los tie m p o s de N o é , p a s a n d o por la erupción del V esubio o la

China del siglo lli, hasta q u e el inventor, en lo qu ecido de ce los por su sobrina, a c e ­

lera la m á q u in a hasta el m o m e n to de la creación, p ro vo c an d o su explosión.


Im agen del an ac ro n ó p ete. la m áqu ina para viajar en el tie m p o im a gin a d a por

el escritor esp a ñ ol Enrique G aspar, qu e pu b icó su obra och o a ñ os an tes que

el británico H. G. Wells.

Nada qu e ver, por tanto, con las s e s u d a s r e fe x io n e s c e H. G . Wells ni su a c e ­

rada crítica de las profu n das d e s ig u a ld a d e s de a sociedad capitalista. El anacro­

nópete es pura distracción, pero hay que reco nocer a su autor la inventiva su fi­

ciente para hacer de una m áqu in a la herram ienta necesaria para v ia ja r e n e tie m p o,

si bien las veinte últimas líneas de la obra, al explicar que to d o lo narrado no es

sino un su eñ o, servirían por s í s o ia s para negarle la categoría de ciencia ficción,

equip arándo la a s í a a pléyade de historias de viajes fantásticos escritas en los si-

g os anteriores (M oreno, 2 0 1 0 : 4 0 9 ).

Cabría citar tam b ién a Carlos M en d izá b a (18 6 4 -19 4 9 ) autor de n ovelas c o m o

Elois y M orlocks (19 0 9 ) , claram ente inspirada en la obra de Wells, de la que viene a

s e r c o m o una s e g u n d a parte. Pygm alion y C a la tea (19 2 2 ) , sim ilar a Frankenstein de

Shelley. en la qu e un científico crea una copia de una m u jer c a s a d a de la qu e está

e n a m o ra d o y le rechaza por m o tivos religiosos, o Ceguera, que no I e g ó a publicar,

co n se cu en c ia de a fuerte im presión Gue produjo en el a u to r ia explosión de a pri­

m era b o m b a ató m ica. T am p o c o d e m a s ia d o co n o c id o resulta Nilo María Fabra

(18 4 3 -19 0 3), autor de Cuatro siglos de buen gobierno (1895), relato breve en la línea

de las ucronfas a las que tan aficio nad os son los autores e s p a ñ o le s del género por

aquel en tonces.
Las c o s a s no cam b ian d e m a s ia d o , si no es para em peorar, d e s p u é s de la fatí­

dica G u erra Civil. M ientras la ciencia ficción deb a co m ie n z o a s u ed ad de oro en

ios países a n g lo s a jo n e s , !a in s te y oscu ra s o cie d a d e sp a ñ o la de los cuarenta, tortu ­

rada aún por el recuerdo de la G u erra Civi; y quizá en exceso o cu p a d a en ¡leñarse el

siem p re fam élico e s t ó m a g o y e s c a p a r de la represión d e s a ta d a po r la dictadura, no

parecía hallar tie m p o para seguir cultivando la buena ciencia ficción. E nú m ero de

ob ras literarias de calidad en cu ad rab les en el gé n ero se redujo h asta casi d e s a p a ­

recer. Era de esperar. El inflexible nacion alcato licism o im p eran te s o s p e c h a b a de

qu ienes no hallaban en s u s n ovelas lugar para D ios y su Iglesia, y del otro lado, los

críticos con ei régim en d e scon fiab an de un gé n ero en el qu e no veían sino una

estrategia barata de: gran ca pita lism o n o rteam erican o para facilitar a la so ciedad

u n a ev asión c a p a z de conjurar el peligro revolucionario (Diez y M oreno, 2 0 14 : 72 y

siguientes).

Y un poco m á s tarde, ya en los cincuenta, cu a n d o el gén ero por fin revive en

n u estro país, lo hace bajo una form a que la ciencia ficción norteam erican a ya había

d a d o tie m p o atrás por a m o rtizad a: el pulp. Al igual que las historias del O este, las

rom ánticas, as bélicas o las de e s p ía s , los relatos de ciencia ficción hallan enton ­

c e s su a c o m o d o en n ovelas b aratas y de e s c a s a calidad que autores mal p a g a d o s

escrib en c o m o churros para un público joven y poco exigente, por lo general a

ritmo de una por s e m a n a y bajo s e u d ó n im o inglés. Son m e ras historias de e v a ­

sión; quizá las que m á s necesitaba una s o cie d a d oprim ida a un tiem po por ia

represión y la miseria. N a d a hay en ellas de las gra n d e s ob ras qu e habían escrito, y

seg uían escrib iend o por en to n c es, los m a e s tro s de la Edad de Oro. Sin duda, nin­

gu no de e s to s autores los conocía sicu iera; s u fuente de inspiración no era la lite­

ratura n orteam ericana, sin o su cine, las películas de serie B que, por s u p u e s t o

d o b lad as, e m p e z a b a n a llegar a as s a la s de nuestro país. Pero, dentro de es to s

parám etro s, son no velas qu e s e dejan leer. No hay en eilas calidad artística alguna,

pero c o m o literatura de ev asió n no puede n egarse que están bien escritas. Sus

au tore s co no cen s u oficio: los p e rs o n a je s son plan os — científicos locos, héroes

m u s c u l o s o s , m u je re s escultu rales— , pero m uy atractivos; las historias, c o n v e n ­

cion ales, pero adictivas; la coh erencia científica, nula; su ritmo, endiablado. Y su
éxito fue in m en so. Entre 19 5 0 y 1 9 9 0 s e publicaron, en tiradas nacion ales, mi es de

títulos que se leían una y otra vez, y a m e n u d o alcanzaban una nueva vida c o m o

n o velas de s e g u n d a m a n o que podían co m p ra r se o in tercam biarse en las tiendas

de viuda de guerra. A lguno s de ellos Legaron incluso a convertirse en auténticos

clá s ico s del puip esp a ñ o l. Es el c a s o de !a célebre S a g a de los Aznar, de G e o r g e H.

White. s e u d ó n im o de Pascual E n g u id a n o s ( 19 2 3 -2 0 0 6 ) . un sencillo conserje de

colegio que no so lo a lcan zó la elevada cifra de treinta y dos títulos, qu e a p a r e ­

cieron entre 19 53 y 1958, sino que fue galard onad a con un p rem io H u g o a la M ejor

S a g a de Ciencia Ficción Europea, o la s a g a del O rden Estelar, de A. Thorkent,

s e u d ó n im o de Ángel Torres Q u e s a d a , un poco posterior y ya de m ayor calidad ite­

raría.

Portada de Supervivencia, una de las novelas (!a vig ésim a ) de a S a g a de los

Aznar. P ascual Engu idanos es quizá ei autor es p a ñ o l de ciencia ficción m á s


relevante de la historia. A p esar de ello, tu vo que es p e ra r a a H isp aC o n de

19 9 4 , celebrada en Burjassot, para ser h o m e n a je a d o c o m o invitado de honor

y recibir po r prim era v e z el reco no cim iento de los a ficio nad os al gé n ero de

n uestro país. En 2 0 0 3 le fue con c ed id o el p rem io Gabriel por ¡a labor de toda

una vida.

El a r g u m e n to de a S a g a de los A zn ar pu ed e e n m a rc a rse en la m e jo r tradición

de ia ópera espacial. En s u s novelas, las s u c e s iv a s g e n e ra c io n e s de una familia

es p a ñ o la , los Aznar, lideran a la h um anid ad su pervivien te tras la destrucción de la

Tierra en s u s peripecias a lo largo y an ch o del es p a cio sidera! a bordo de una colo­

sal nave generacional, el autopianeta Valera. Sin con o cim ien to científico alguno, y

aún m e n o s p reten sion es de tra scen d en c ia. E n g u id a n o s logra lo q u e m u c h o s b u e ­

nos autores no hacen: d e sp erta r en s u s lectores el sentido de lo m aravilloso, lle­

vá n d o lo s de su m a n o a través de g ra n d io so s esc en a rio s a bordo de m á q u in a s de

en s u e ñ o y convirtiéndolos en te s tig o s de experiencias su b lim e s . N o era poca c o sa

para un hum ilde co n se rje que im agin ab a s u s historias en el traqueteante tranvía

que lo le v a b a ca d a día al trabajo.

También las co lec cio n e s d e s e m p e ñ a r o n un papel relevante en esta ép oc a,

sobre to d o d o s de ellas. Futuro, dirigida por el f a m o s o Jo s é Mallorquf, autor de las

po pu lares no velas de El Coyote, y Luchadores del espacio, quizá la m á s im portante.

La prim era llegó a publicar treinta y cuatro n ú m eros, to d o s ellos p lag ad o s de a d a p ­

tacion es de relatos e s ta d o u n id e n s e s e historias del m is m o M allo rqu í publicadas

bajo el c o n sa b id o s e u d ó n im o an g losa jó n . La s e g u n d a , copia fiel de as revistas

puip no rtea m e rica n a s incluso en su fo rm ato y extensión, 1 2 4 págin as de 15x10,5

cm . a s í c o m o en la co stu m b re de publicar n ovela s seria d a s — algo po co habitual

en as colecciones e s p a ñ o la s del gén ero— , llegó a dar a luz nada m e n o s q u e 234

obras. S u s principales au to re s fueron e! ya citado Pascual E n gu idan os, que publicó

en ella las treinta y d o s n ovelas de su s a g a de o s Aznar. a s í c o m o otras m á s cortas

(M ás a llá del Sol. H eredó un m undo. Finan, Intrusos siderales y Bevingtori), y otros

m u c h o s , entre ios q u e ca b e citar a Fernando Ferraz, J o s é Caballer, A lfon so Ariz-

m en di, Ram ón Brotons o Jo s é Luis Benet.

Ju n to a esta literatura de las n ovelas de a duro, hay ta m b ién , d e s d e luego, en la


ciencia ficción e s p a ñ o la de los a ñ o s cuarenta y cincuenta alg u n a s, pero muy

p o ca s , o b ras de calidad artística nada d e s d e ñ a b le . Llama la atención entre ellas la

única novela larga escrita por el reconocido poeta Pedro Salinas: Lo bo m ba increí­

ble (1950). S e trata de una distopía clásica en la que el poeta del a m o r refleja la

indecible a ngu stia qu e le provoca el materia ism o extrem o de la so ciedad c o n t e m ­

p orán ea y su grave p reocu pación por el futuro de una h um anid ad a s í e n c am in ad a y

d o tada de arm a s de efec to s tan incontrolables c o m o la b om b a atóm ica. En lo for­

mal es, a d e m á s , una obra experim ental. N o hay en ella protago nista o p e rso n a jes

principales, ni siquiera una tram a a rg u m e n ta definida: en s u s págin as lo poético

invade y s o m e te a m e n u d o ío novelístico, y la sátira y el h u m or d e s b o rd a n con

m u ch o los límites del género para hacer de a novela una gran obra literaria.

Pero, sin du d a, la obra m á s relevante del gé n ero en la E sp añ a de los a ñ o s cin­

cu enta es Lo nave, de Tom ás S a lv a d o r (1959), que anticipa m u c h o s de los ele­

m e n to s fo rm ales de la N e w Wave británica de los se s e n ta . A unqu e ei tem a no es

del to do original, ;a c á s i c a nave gen eracional cuyos ocu p a n tes, d e s p u é s de siglos

viajand o por el esp a cio, han olvidado a civilización a la que pertenecían para caer

en la barbarie, la form a de abordarlo se revela m uy origina , con claros r a s g o s de

novela experim enta!, c o m o la co m b in a ción de diferentes v o c e s narrativas y la intro­

ducción de un d isc u rso poético que penetra el novelístico. Una novela, en ñn, de

un gran escritor qu e llegó a ser g a lard o n ad o con p re m io s tan im p ortan tes c o m o el

Nacional de Literatura y el Planeta.

Pero se trata de una singularidad, una rareza en e p a n o ra m a de la ciencia fic­

ción e sp a ñ o la de los a ñ os se s e n ta , lastrada, c o m o pu ed e im aginarse, por un a m ­

biente po co propicio a los ex perim en to s literarios. N o por ello resulta d espreciable

cuanto se hizo en e gé n ero en aquel largo crep ú scu lo en qu e la dictadura moría

lentam ente, víctima de su propia política desarrollista y ca d a vez m á s in capaz de

frenar los c a m b io s en la m entalidad y las c o s tu m b re s de los e s p a ñ o le s , p u es ta m ­

bién a q u í la ciencia ficción c o m e n z ó po r en to n c e s a huir del pulp y s u s m an idos

tó p ic o s en favo r de una m a y or calidad literaria y t e m a s de m ayor enjundia.

Una publicación periódica resulta de obligada m ención en esta s págin as:

N u eva D im ensión, fund ad a en 19 6 8 y q u e se m an tu vo en el m e rca d o nada m e n o s


que hasta 1983. Dirigida por D o m in g o S an to s, dio a la p re n sa 14 8 n ú m e ros y re­

cibió p re m io s tan p re stig io so s c o m o el Special Award de la Worldcon de Los Á n g e ­

les de 19 7 2 o e! Sp ecia ized Professionai M ag azin e de a Eurocon de Trieste del

m is m o año. S e trataba de una revista sin duda distinta de su s p r e c e c e s o ra s . A dife­

rencia de a q u e lla s, priorizaba el cu en to frente a las n ovelas serializadas; prestaba

m a y o r atención a los autores nacionales, pero sin d e s a t e n d e r los a v a n c e s en el g é ­

nero que, po r en to n c es, se esta b an produciendo en otros países, en especial en e

contexto de la N e w Wave a n glo sa jo n a, e incluía una sección fija con artículos de

crítica y otras de noticias y cartas ai director, en la m ejor línea de las v ie jas publica­

cion es n o rteam erican as de los a ñ o s treinta q u e dieron origen al p o d e ro s o fa n d o m

característico de la ciencia ficción hasta nu estro s días. Pero, sobre to d o , en ella

co m e n z a ro n a escribir ios prim eros re n ov ad ores de gén ero en E spaña, c o m o Juan

Miguel Aguilera o Rafael Martín, y to d o s ¡os que luego seguirían s u s p a s o s s e for­

m aron leyendo s u s p á g in a s . Era s o lo el principio: la gran renovación de ¡a ciencia

ficción esp a ñ o la habría de lle g a re n las d os d é c a d a s siguientes.

Sí, incluso en ia E sp añ a de la in com bu stible dictadura franquista e m p ie z a a

c a m b ia r la ciencia ficción a finales de los sesen ta . Con casi veinte a ñ o s de retraso

resp ecto a los a u to re s n o rteam erican o s, y con bastan te m e n o s calidad, es cierto,

pero lo hace. Ya en 19 6 9 publica Daniel Sueiro su Corte de corteza, q u e m e rece in­

clu so el premio Alfaguara, quizá d eb ido a s u evidente experim en talism o, q u e se

concreta en el uso g e n e ro s o de! m o n ó lo g o interior, los saltos e s p a c ia es y las rup­

tu ras tem p orale s, y tres a ñ o s d e s p u é s ve la luz la m uy meritoria Secretum . de A n to ­

nio Prieto, que reescribe el C an cio n ero de Petrarca en un diálogo cantado a varias

v o c e s y abord a de ese original m o d o el te m a de la inmortalidad con una valentía

formal y estilística poco habitual en cu alquier ép oca.

Los editores tuvieron algo que ver en e s te lento despertar. A m e d ia d o s de los

setenta surgieron nuevas colecciones que trajeron a E sp añ a as m e jo res ob ras de

ios au tore s extranjeros, restaurando a s í la infíuencia de la ciencia ficción a n g lo ­

sajo na de calidad s o b re ei aficionad o esp a ñ o l y haciend o posible que los autores

patrios siguieran beb iend o de las m e jo re s fuen tes del género, algo que no tardaría

en dar frutos. Bruguera. Superficción de Martínez Roca, A cervo CF y, de nuevo.


Nebu lae, de E dh asa, a d e m á s de la labor desarrollada d e s d e Argentina por M iro -

tauro, deben s e r m e n c io n a d a s por s u labor de es to s añ os. También h ub o fa n z in es

en a que la Españ a que se debatía en su d e s e o de descollar en un gé n ero tan a p a ­

siónate c o m o minoritario, entre ellos Zikkurath. que l e g ó incluso a convertirse en

revista durante un breve período de tiem po.

En los seten ta co m ien z a su a n dadu ra literaria en el gén ero C arlos Saiz Cidon-

cha, para los aficionados «el buen doctor», fie: a la ópera espacial d e s d e s u s pri­

m e ra s crea cio n es (La caída del Im perio galáctico, 19 78), que aborda d e s d e una

perspectiva clásica luego trastocada en s u s ob ras posteriores, en las q u e llega in­

cluso a experim entar a fusión de gé n eros en apariencia tan poco afines c o m o a

picaresca y la ciencia ficción (M em orias de un m ero deado r estelar, 19 9 5). Pero e!

autor m á s relevante de la d écada es sin d u d a Gabriel B erm ú d ez Castillo, autor de

n ovelas tan relevantes c o m o Viaje a un p lan eta Wu-V/ei y El señor de la rueda (1978),

a d a p tad o recientem ente c o m o ju ego de rol. Aficionado a la sátira, herram ienta

inevitable de la crítica cu an do arrecia la cen sura, y adicto a la descrip ción c u id a ­

d o s a de am b ien te s y situ acion es, su s o b ras revelan m u ch a atención a la c o n s ­

trucción psicológica de los p e rson a jes y a su evolución, lejos ya de ia acción d e s ­

bordante y superficial de los bolsilibros de las d é c a d a s anteriores. En realidad, s u s

p rotagon istas preferidos son to d o m e n o s héroes. Sufren, se ilusionan y s e frustran

c o m o los h om b res y las m u je re s de la calle y, so b re todo, hablan c o m o ellos.

Se s u m a b a a s í ¡a ciencia ficción esp a ñ o la al p ro c e s o de renovación estilística y

tem ática im p u ls a d o por M oorco ck en el Reino Unido y E-lison en o s E s ta d o s Uni­

dos. Quizá los experim en tos en nu estro país fueron m e n o s a rrie s g a d o s — un tra ta ­

m iento tan d e s ca rn a d o de sexo, en particular, resultaba im p en sab le en la E spañ a

fran qu ista— y d e s d e uego m u ch o m e n o r su éxito. Pero al m e n o s la era del pulp,

a un qu e tarde, qu ed ab a por fin su p e ra d a tam b ién en nuestro país y el gé n ero c a m i­

n aba también a q u í hacia la m a d u re z, que se co ncretaba en un m ayor interés por la

coherencia de los a rg u m e n to s , la verosim ilitud científica de los n óvu m s, los te m a s

de cierta profundidad y la belleza formal del d isc u rs o literario.

El gran salto de los noventa c o m e n z ó , no obstan te, a g e s ta rs e en los ochenta

gracias al boom de los fan zines. tan n u m e r o s o s c o m o rudim entarios, pero muy
útiles co m o e s c u e la y b an c o de p ru ebas de los futuros autores y foro de encuentro

de los aficion ad os. La mayoría no eran sin o cuadernillos fo to c o p ia d o s de entre

veinte y cincuenta p á gin a s, fin anciados por m edio del esfu erz o titánico de su s

a b n e g a d o s im p u ls o re s y distribuidos a m a n o entre a m ig o s y con ocid os. A p e sa r de

ello, títulos c o m o K an dam a, Spa ce O pera, Cybetfantasy. Parsifal o Bucanero^ deben

figurar en los an aies de la ciencia ficción e s p a ñ o la en un lugar de h onor y, dentro

de ellos, esp e cia m ente tres: Artfiex. dirigido por Luis García Prado, luego editor de

A la m u t y Bibliópolis: G igam esh. dirigido po r julián Diez y m á s tarde por Ju a n M a ­

nuel Santiago , im p u ls a d o por Alejo Cuervo, d u e ñ o de la librería b arcelo n esa del

m is m o n o m b re que. en 10 9 9 . fundaría la editorial h o m ó n im a , y 8 E M . el m á s in­

te re s a n te y duradero, que vio la luz en 19 9 0 . Con e s to s m im b res, y el im p u lso deci­

dido de p o d e ro s a s individualidades c o m o la de Miquel Barceló, actúa director de

la co-ección Nova, de E diciones B. e! fa n d o m esp a ñ o l fue crecien do y o rgani­

z án d ose . Se su ced ían las H isp a C o n s y, por fin, en 19 9 1 veía ía luz la A sociación

E spañ ola de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, que sería de gran ayuda a los jó v e ­

nes escritores m edian te s u s frecuentes an tologías, la revista Visiones y el Premio

Ignotus, co nced ido por votación popular. Las editoriales, por su parte, m antenían

s u s co leccion es, y tres de ellas, Ultramar, M iragu ano y Ediciones B, incluso

co m en z aro n a publicar con regularidad o b ras de autores esp a ñ o le s .

A lg u n o s de ellos co m e n z a ro n a desarrollar una obra interesante. Es el c a s o de

Rafael Marín (1959), autor de Lágrim as de luz (19 8 2), una space opera dignificada

que, con un estilo literario de gran lirismo, introduce re cu rso s narrativos tan in­

n o va d ores en e! gen ero c o m o el m o n ó lo g o interior, y que. de acu erd o con Fer­

n a nd o M oreno , constituyó, a p e sa r de su s limitaciones, el « p u n to de referencia

formal y tem ático para la nueva iteratura prospectiva e s p a ñ o la » (M oreno. 2 0 1 0 :

423). Pero su co nso lidación l egaría algo m á s tarde, en 19 8 S , con M undos en el

abism o, de Juan Miguel Aguilera y Miguel Recaí, tam b ién una space opera, pero

m u ch o m á s a m b icio s a por su extrem o rigor científico, a co m plejid ad del universo

que d e scrib e — los m u n d o s de A k asa -P u sp a , d o n d e a no ch e no existe— , la pro­

fundidad de s u s p e rson a jes y el interés de su tra m a político-religiosa.

Dentro de e s a m is m a gen eración de los noventa d e s ta c a n ta m b ién autores


c o m o EÜa 3 arce¡ó, profeso ra de Literatura en la Universidad de Innsbruck, autora

de n u m e r o s o s c u e n to s y no velas cortas (El m u n do de Yarek, 19 9 3 ) y de una sola

novela larga. Consecuencias naturales (19 9 4 ), en la qu e reflexiona sobre el tem a de

la co nstru cció n social del gén ero ; ju an Carlos Pianells (El enfrentam iento, 19 9 6 );

C é s a r M allo rq u í (£/ coleccionista de sellos. 1995; La casa del doctor Pétalo, 19 9 6 ) , que

dejaría luego el gé n ero en favor de Ja literatura juvenil; Javier N egrete (Estado

crepuscular, 19 9 3 ; La m irada de ¡as fu rias, 19 9 7) y, dentro de a estética cyberpunk,

Rodolfo Martínez (La sonrisa del gato. 19 9 5 ; El sueño del rey rojo. 2 0 0 4 ) , qu e c o m ­

bina su labor de escritor con la dirección de a pequeña editoral Sportula. Otros

autores m á s o m e n o s co n te m p o rá n e o s , del to do a jen o s al fa n d o m . pero muy

c u id a d o s o s con ios a sp e c to s literarios de su s o b ras, s o n Miquel de Palol, autor de

Igur N e b lí (19 9 4 ) , en la q u e crea un m u n d o cabal e r e s c o cyberpunk d e e n o rm e c o m ­

plejidad, y A ndrés Ibáñez (El m un do en la era de Varick, 19 9 9 ) , en a q u e la estru c­

tura de la novela resulta del todo sacrificada en aras del p re c io s is m o literario de a

narración.

La ciencia ficción es p a ñ o la , si hubiera que hacer un ba anee, salió de los n o ­

venta convertid a por fin en un género m a y o r de ed ad y si no d otada de una fuerte

p e rson a idad, s í de ciertos r a s g o s característicos qu e permiten, en cierta m edid a,

individualizarla. D estacan entre ellos, a decir de Fernando M o ren o ( 2 0 10 : 433 y

ss.), la notable presencia de lo hum orístico, bien en el tono de la narración, bien

en su planteam iento; la ten d en cia al lirismo, quizá c o m o resultado dei predom inio

de la form ació n filológica frente a a científica en los autores e s p a ñ o le s ; la prio­

ridad con ced ida al estilo sobre la tram a, que podría s e r atribuida a idéntica razón y,

por último, el g u s to por los p ersonajes in com p ren d id o s. torturados, que han de

enfrentarse en soledad a s itu ac io n es difíciles, antihéroes de rem iniscencias

cyberpunk. pero tam bién frecuentes en la literatura e sp a ñ o la de to d o s los tie m p o s.

C ab e pregu ntarse, para concluir este breve recorrido por la historia de la cien­

cia ficción es p a ñ o la , por el grad o de vitalidad q u e m anifiesta en esta ép o c a , la

nuestra, en la que, c o m o h e m o s visto, tan tos críticos un tanto a u d a c e s parecen

co m p la c e rs e en aventurar e! final inm inente del género. Si r e p a s a m o s los éxitos de

ve n ta s de los últim os añ os, c o m p ro b a re m o s , no sin cierta sorpresa, qu e se han


colado entre ellos alguno s títulos de ciencia ficción. Lo ha logrado sin duda J o s é

C arlos S o n o z a . un autor versátil que ha d a d o a la luz a lg u n a s de las m e jo res no ve­

las e s p a ñ o la s de ciencia ficción de los ú ltim os añ os, c o m o es el c a s o de Clara y la

p en u m bra ( 2 0 0 1) , lúcida reflexión sobre el significado del arte y la percepción hu­

m a n a a m b ien ta d a en el futuro; Zigzag (2 0 0 6 ) , sobre los viajes en el tiem po ; La

llave del abism o (2007), sobre el f e n ó m e n o religioso: La cuarta señ al (2 0 14 ) , que

explora la rea idad virtual, o ¡a reciente Cracatoan (20 15), en la que el planeta entero

parece rebelarse contra s u s a m o s h u m a n o s . M ayor éxito ha c o s e c h a d o aún Félix J.

Palma con su trilogía victoriana (El m a p a del tiem po. 2 0 0 8 ; Ei m apa del cielo. 2 0 1 2 .

y El M apa del caos, 2 0 14 ) que llevó al steam pu nk nacional a lo m á s alto del ranking

no s o lo en E spaña, sino incluso en la lista del N ew York Times.

D e b e m o s citar tam bién a C arlos Sisí, célebre por s u s no velas de z o m b is posta-

pocalípticas. cuya novela Panteón (20 13), en apariencia una space opera clásica,

to ca t e m a s de tanta enjundia c o m o la ecolo g ía y la guerra, aun q u e sin reflexiones

de índole p ostsingu larista o tra n sh u m a n ista. N o m e n o s relevante e s la obra de

J e s ú s C añ a d a s, autor de Pronto será de noche (20 15 ). una suerte de road m ovie

apocalíptica en la q u e un extraño fe n ó m e n o arroja a las carreteras a m illones de

p e rs o n a s , p ro vo can d o un co la p so que les obliga a vivir en un a tasco perpetuo.

Ju a n C u adra, en El libro de Ivo (20 14 ), se entrega a una cu riosa reflexión, a m edio

c a m in o entre la ciencia ficción y la fantasía, s o b re la naturaleza de los s u e ñ o s . Y,

en fin. Elio Q uiroga, con su novela Los q u e sueñan (2015), dibuja, con tra zo s híbri­

d o s entre la ciencia ficción y el terror, los inquietantes perfiles de un m u n d o d o n d e

nada es lo q u e parece y los límites de la rea idad se desdib u jan por com pleto.

Y d e ja m o s para el fina! a un autor de tanta relevancia en el p a n o ra m a español

de la ciencia ficción co m o Eduardo Vaquerizo. Cultivador hábil de diversos s u b g é ­

neros. d e s d e a space opera tradicional a. cyberpunk. p a s a n d o por e! steam p u n k y el

su rrealism o , g a n ó celebridad con D anza de tinieblas (2005). primera entrega de

u na su geren te ucronía steam p u n k a m b ien ta d a en un siglo XX alternativo, aún semi-

feuda: pero con tecn olo gía a vapor, en el que el Imperio h ispán ico sig u e sien d o la

m ayor potencia m undial gra cias a que la muerte prem atura de Felipe II en 1571

llevó a trono a Juan de Austria, que aceptó el p ro te sta n tism o y libró al país de
conflictos religiosos. S u s continu acion es. M em orias de tinieblas (20 13) y Crónicas

de tinieblas (20 14 ), antología qu e reúne cu e n to s de varios au to re s a m b ie n ta d o s en

el m is m o universo, han co n s o lid a d o u no de los m e jo re s ejem p lo s de inteligente

hibridación de s u b g é n e r o s de o s últimos años.


LA C I E N C I A F IC C IO N H I S P A N O A M E R I C A N A

Pero no to d a la literatura en esp a ñ o l e s literatura españo la, c o m o s a b e m o s , y ío

m is m o pu ed e d e cirse de la ciencia ficción escrita en la e n g u a de C ervan tes. No

podría, p u es, co n s id e ra rs e co m p le to el sucinto p a n o ra m a de la historia del gen ero

q u e h e m o s tratado de describir a q u í sin unas pin celad as, siquiera breves, que ayu­

den a pintar el lienzo, no d e m a s ia d o va s to pero sin du d a interesante, de la ciencia

ficción escrita en las n a cion es h erm a n a s del otro -ado de! Atlántico.

La tarea, em p ero , no es fácil. Los estu d ios g lob ales sobre e! tem a no abundan,

por no decir que a p e n a s existen. Q uizá porque son m u c h o s ¡os críticos que pien­

san , quizá d e já n d o s e ¡levar por un a p rio rism o que s e c o m p a d e c e mal con a re a ­

lidad, q u e no p u ed e haber caldo de cultivo para el im aginario futurista en naciones

po co industrializadas y d o m in a d a s por una cultura h um anista alérgica a las in­

n o vacion es. S e han publicado, e s o sí, m o n o g ra fía s sobre a lg u n o s países, México.

Argentina, C u b a y C o lom b ia prin cipalm ente, pero la f a !ta de es p a cio nos impide

profundizar en s u experiencia. Tratarem os, p u es, de describir su periplo histórico a

gra n d e s ra sg o s, d e ten ié n d o n o s en aquellos p a ís e s y autores m á s señ e ros.

Existe cierto c o n s e n s o en recon ocer c o m o prim er relato de ciencia ficción e s ­

crito en lo que hoy e s H isp an o a m érica Las Sizigias y cuadraturas lunares, del fraile

franciscan o M anuel Antonio de Rivas, pu blicado en la ciudad m exicana de Mérida,

enton ces virreinato de N u eva E spaña, en 1775. H a b lan d o en puridad, se trataría de

protociencia ficción — m á s de cuarenta a ñ os q u ed ab a n aún para que la obra de

Mary Sheliey viera la luz— , pero h allam os en é¡ a lg u n a s de las características típi­

cas de la ciencia ficción m o d ern a , c o m o la b ú sq u e d a de una cierta verosimilitud

científica, la ab u n d a n cia de cálcu los g eográficos, físicos y a s tr o n ó m ic o s o la p re­

sencia de criaturas extraterrestres, m e z c la d a s con otros ra s g o s propios de -a

época, c o m o la sátira social y la configuración de la obra c o m o una utopía ilus­

trada. Poco d e s p u é s , en 18 1 6 , un periódico de B u e n o s Aires pubica Delirio, una

sátira ilustrada a m b ien ta d a en íS S o , de autor d e sco n o cid o .

Poco m á s h allam o s del género hasta la s e g u n d a mitad del siglo xtx. Pero cu a n ­

d o reaparece, lo hace con una calidad literaria que no tenía por en to n c es en otros

lugares. Al igua que sucedería en E sp añ a con los escritores noventayoch istas, los
autores h isp a n o a m e ric a n o s a d scrito s a! m o d e rn is m o — Rubén Darío, Leopoldo

Lu gones, A m a d o Ñervo, H oracio Q uiroga. M ac ed o n io Fernández— com partieron

u n a evidente adm iración por el p ro g re s o científico, herencia indudable de Julio

Verne. trufada de un no m e n o s innegable gu sto po r o m acabro, al estilo de Edgar

Alian Poe. m ezcla de la que surgió una m anera particular de escribir ciencia ficción

en el su bcon tin en te, que ha pervivido hasta nu estro s días, en la que lo científico, lo

especu lativo y lo terrorífico tienden a ir de la m an o. Entre ellos m e rece la pena

deten e rse en la obra del m exicano A m a d o Nen/o, en especial en La últim a guerra

( 19 0 6 ) , uno de los textos que inauguró el gé n ero de la ciencia ficción en México. El

relato, breve, se desarrolla en un futuro lejano en el que los an im a le s, hartos de

a b u s o s , s e rebelan contra los h u m a n o s e im plantan su propio s is te m a de g o ­

bierno, que en s e g u id a degenera en brutal dictadura, tem a qu e prefigura el de la

cé;ebre Rebelión en la granja, de G e o r g e Orwell, publicado cuarenta y do s a ñ o s m á s

tarde. De L u gon es d e stac a Las fu erzas extrañas (19 0 6 ) , m ientras Q u iroga m erece un

lugar a q u í por su s relatos El m ono que asesinó (19 0 9 ) y H om bre artificia! ( 1 9 1 0 ) .

Pero junto a es to s au to re s m á s literarios, no faltan ta m p o c o q u ien e s se dedicaron

al gé n ero en exclusiva. En 1875 publicaba el argentino Eduardo Ladislao H o im berg

Dos partidos en lucha, y ai año siguiente veía la luz El viaje m aravilloso del señor Nic-

N a c ai plan eta M arte, para a g u n o s la prim era novela que m e rece sin duda el califi­

cativo de ciencia ficción en H isp an o a m érica . También por en tonces iniciaba su

viaje la ciencia ficción chilena con Francisco Miliares, que publicaba en 18 7 7 Desde

Jú p ite r, una utopía qu e describe una s o cie d a d ideal en el gigante g a s e o s o .

Tan p ro m e ted o res inicios literarios qu edaron en s e g u id a tru n cado s por el auge

del realism o, qu e si bien sin/ió en cierto m o d o de valladar contra a irrupción de la

ciencia ficción n ortea m e rica n a del período de en treguerras, crecida al calor de las

revistas pulp, privó de prestigio literario a cuanto se escribía por en to n ces, con

c o n ta d a s excepcion es c o m o la novela M i tío Ju a n (19 34 ), del m exicano Francisco

L. Urquizo, relato en e qu e un espíritu bienh echo r crea un producto m ila groso

para a lim e n t a r a la gente ham brienta pero m á s tarde s e tra n s fo rm a en un person aje

d e m o n ía c o d e s e o s o de destruir el m u n d o . Por fortuna, se trató de un paréntesis

breve. En los a ñ os cuarenta, so b re todo en Argentina, surgen autores de tanta


relevancia internacional c o m o Jo rg e Luis B orges y Adolfo Bioy C asa res, cuyas

ob ras devolvieron a la ciencia ficción la visibilidad y el resp eto perdidos en la d é ­

cada anterior.

Resulta obligado detenerse, siquiera un instante, en la obra de e s to s autores.

Jo rg e Luis B orges no escribió, en puridad, ciencia ficción o, al m e n o s, ciencia fic­

ción en un sen tid o canónico. En s u s libros no e n c o n trarem o s rastro algun o de su s

tó p ic o s m á s clá sico s: viajes en el e s p a c io o en el tiem po, extraterrestres, m u n d o s

paralelos, tecn olog ía de en su eñ o... pero s í h allare m o s t e m a s h eterod o xos que anti­

cipan m u c h o de cuanto el gén ero exploraría posteriorm ente: m u n d o s inventados

q u e s e apropian del rea!; bibliotecas que contienen el universo entero; el tiem po

q u e s e detiene; s ere s im aginarios que cobran vida... Por otra parte, nadie ignora

q u e B orges ado ra b a la ciencia ficción. La leyó con fruición; prologó incontables li­

bros; la tradujo: p ro c la m ó sin a m b a g e s su febril adm iración por H. G . Wells... Bor­

ges y la ciencia ficción sin d u d a constituyen fe n ó m e n o s inseparab les.

M e n o s problem ática resulta la adscripción a gé n ero de a lg u n a s ob ras de A d o l­

fo Bioy C asa res. Su m á s f a m o s a novela, La invención de M ore! ( 19 4 0 ), sin du d a in­

fluida por H. G. Wells, narra la historia de un fugitivo que huye a una isla infectada

por una en ferm ed ad mortal. En ella obseo/a p e rson a jes c r e a d o s por una máquina

inventada por un m a d doctor que repiten sin c e s a r las m is m a s a ccio ne s, haciendo

q u e el prófu go termine casi loco. También am b ien ta d a en una isla rem ota, un pre­

sidio ce rca d o por el Caribe. Plan de evasión (1945) describe una revolución s e n s o ­

rial lograda por m e d io s quirúrgicos. En La tram a celeste (1948) a b a n d o n a ya a am-

bientación en lugares lejanos, a m e d io ca m in o entre el e n s u e ñ o y la realidad, para

atreverse a situ ar la acción en un entorno próxim o, el propio Buenos Aires, en la

q u e ubica una historia de universos paralelos. D e s p u é s , los e s c e n a rio s y ios pro­

t a g o n is ta s se tornarán aún m á s cercan os. En El c a lam ar opta p o r su tinta (19 6 2 ), la

caricatura de la o b se s ió n con los ovnis se localiza en un pueblo de la Pam pa, al

igual qu e Los afanes (19 67), qu e narra la historia del inventor de una m áqu ina capaz

de preservar e: a rr.a de s u perro. D orm ir ai sol (1973). la saga de un viviseccion ad or

de la conciencia, o M áscaras venecianas (19 86), historia de a m o r y clonación hu­

m a n a. O bras to d a s ellas que dibujan con claridad ei perfil de un valiente visionario


que fue ca p a z de reventar los tó pico s al u so y llevar al castellano m á s allá de los

límites heredados.

Lo que el gén ero g a n ó en calidad en los cuarenta lo ganaría tam b ién en canti­

dad en las d é c a d a s posteriores. Algo tuvieron que ver en ello las revistas, que

co m e n z a ro n a proliferar en la A m érica hisp an a c o m o lo habían hecho a n te s en

otros lugares. A partir de los a ñ o s cincuenta, n u m e r o s o s factores s e conjugaron

para proporcionar a la ciencia ficción h isp an o a m erica n a un a ug e notorio y una

p e rson a idad indiscutib'e. La difusión de tradu ccion es de las principales obras

e u ro p e as y e s ta d o u n id e n s e s ; la publicación creciente de revistas dei género, tanto

n a cion ales c o m o im p ortad as — en M éxico ven la luz Enigm as. Ciencia y Fantasía o

Fantasía del ju tu ro , entre otras; en Argentina, M ás allá y M inotauro— : el m ayor inte­

rés por las cien cias sociales y ias h u m an id ad es; !a co n solidación de editoriales

esp e cia liza d as; y, en fin, el pecu;iar contexto político del su bco ntinente actuaron

de c o n s u n o para im p ulsar la ciencia ficción h isp an o a m erica n a. Este último factor

requiere una r e f exión m á s p a u sa d a . Las dictadu ras actuaron en la A m érica hispana

a la inversa que en la propia E spaña. Si aquí, c o m o v im o s, frenaron el desarrollo de

la ciencia ficción el integrismo moral del régim en y la d e sco n fian z a de la izcuierda

hacia un gén ero que tenía por in strum ento de im p en a ism o cultural n o rtea­

m e rica n o. allí actu aron c o m o acicate de unas o b ras que sin/ieron de herramienta a

la crítica social y política q u e los regím en es autoritarios convirtieron en arriesgada

c u a n d o no im p osib le. Los au tore s de ren om bre proliferan en ton ces. Escriben en

México Alfredo Card on a. René Rebetez, y Carlos O lvera; en Argentina, Pablo Ca-

pan na, H. G . O esterheid y A ngélica G o rodischer, y en Chile, H u go Correa, cuya n o­

vela Los altísim os O 950), en la q u e a g u n o s críticos creen ve r un claro precedente

de M undo Anillo, de Larry Niven. alcanzaría incluso una cierta celebrid ad interna­

cional, y Antonio M ontero (Los superhom os, 1963).

En lo que parece adoptar el perfil de un ciclo continuo de a u g e y decandencia,

esta sobrevin o de nu evo en la d é ca d a de los setenta. La grave crisis e con óm ica

m u ndial golpeó con m ayor fuerza a H isp an o a m érica , ge n e ra n d o vivas ten sio n e s

so cia les a u e term inaron por d e sestabilizar las frágiles d e m o c r a c ia s de la zona y

abrir la puerta a la im plantación de re gím e n es dictatoriaies. En e s e difícil contexto,


los au tore s dejaron de escribir o bien se vieron fo rza d o s al exilio. El género, e m ­

pero, no s e extinguió del todo y vivió un nu evo ren acim iento en la d é ca d a de los

ochenta. Es en tonces cu a n d o en M éxico s e crea la A so ciación M exicana de Ciencia

Ficción, que otorga el p rem io Kalpa, a s í c o m o la revista Ciencia y Desarrollo y el

prem io Puebla; en Argentina ven la luz !a revista El Péndulo y s e crea el Círculo

Argentino de Ciencia Ficción, m ientras a los au to re s clá s ico s se s u m a n o tros n u e­

v o s c o m o Carlos Gardini, autor de n o velas tan d e s ta c a d a s c o m o Prim era línea

(1983), Los ojos de un dios en celo (1996) o El libro de las roces ( 2 0 0 1) ; y en Chile

proiiferan, sin orden ni concierto, o b ras y au to re s sin excesivo ren om bre ni proyec­

ción, excepción hecha de jo rg e Baradit (Ygdrasil, 2005) y, po r s u p u e s to , Alejandro

jodorow sky, cuyo polém ico n om b re s e encuentra detrás de co m ic s del gén ero tan

relevantes c o m o El Incal (19 8 0 -19 8 8 ), ilustrado por M oeb iu s, películas fallidas

c o m o la adaptación de D une de Frank Herbert. revistas efím e ra s c o m o Crononauta

(1964) y no velas c o m o A lbina y los hom bres perros (19 9 9 ).

3 Una relación co m p le ta de ¡os fa n z in es e s p a ñ o le s p u ed e encontrarse en la

m agnífica página de ciencia ficción de A u g u sto Uribe:

http:// w w w .a u g u s to u rib e .c o m .
R e co m e n d a cio n e s
1. Frankenstein o el m oderno Prom eteo, de Mary Sheliey (iSiS)

2. Los quinientos m illones de la begún, de Ju les Verne (1879)

3. La m áq u in a del tiem po, de H. G . Wells (1S95)

4. La guerra de los m undos, de H. G . Wells {1898)

5. H acedor de estrellas, de O la f Stapledon (1937)

6. Un m un do feliz , de A ld ous Huxley (1932)

7. La guerra de ¡as salam andras, de Karel (íapek (1936)

8. Rebellón en la granja, de G e o r g e Orwell (1945)

9. El m un do de los N o-A, de Alfred E. van Vogt (1948)

10 . 7984, de G e o r g e Orwell (1949)

11 Crónicas m arcianas, de Ray Bradbury (1950)

12. El día de los trífidos, de John W yndham (1951)

13. Fundación, de Isaac A s im o v (1951)

14. El hom bre dem olido, de Alfred B ester (1952)

15. C iudad, de CüfFord D. S im ak (1952)

15. Los am antes, de Philip jo s é Farm er (1952)

17. M ercaderes del espacio, de Frederik Pohl y Cyri K. Kornbluth (1953)

18. El fin de la infancia, de Arthur C. Clarke (1953)

19. M ás que hum an o, de Th eod ore Sturgeon (1953)

20 . Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (1953)

2 1. Misión de gravedad, de H a ' C le m e n t (1953)

22. Soy leyenda, de Richard M atheso n (1954)

23. La patrulla d el tiem po, de Poul A n d erso n (1955)

24. La ciudad y las estrellas, de Arthur C. Clarke (1956)

25. Las estrellas m i destino, de Alfred B ester (1956)

26. La nube negra, de Fred Hoyle (1957)

27. Un caso de conciencia, de ja m e s B ish (1958)

28. Tropas del espacio, de Robert A. Heinlein (1959)

29. Cántico p o r Leibowitz, de Walter M. Miller Jr. (1960)

30. Venus m á s X , de T h eo d o re Sturgeon (1960)


31 . Solaris, de Stanislaw Lem (19 61)

32. Forastero en tierra extraña, de Robert A. Heiniein (19 6 1)

33. El hom bre en el castillo, de Philip K. Dick (1962)

34. La naranja m ecánica, de A nthony B u rg e s s (19 6 2)

35. La isla, de A ld ous Huxley (1962)

36. Estación de tránsito, de Clifford D. S im a k (1963)

37. Q u é difícil es ser Dios, de Arcadi y Boris Strugatski (1964)

38. Los señores de la instrum entalidad, de C o rdw ainer Smith (1964}

39. D añe, de Frank H erbert (1965)

40. Flores para Aigernon. de Daniel Keyes (1966)

4 1. B ab el-iy, de S a m u e R. Deiany {1966)

42. Visiones peligrosas, de Harían Ellison (ed.) (1967)

43. Todos sobre Z anzíbar, de John Brunner {196S)

44. 2 0 0 1: una odisea espacial, de Arthur C. Clarke (1968)

45. La m an o izquierda de la oscuridad, de Ursula K. Le Guin (1969)

46. Ubik. de Philip K. Dick (1969)

47. Incordie a Ja c k Barron, de N o rm an Spinrad (1969)

48. M undo Anillo, de Larry Niven (1970)

49. Tau Cero, de Poul A n d erso n (1970)

50. Cita con R am a, de Arthur C. Clarke (1972)

51. Los propios dioses, de Isaac A s im o v {1972)

52. Picnic ju n to al cam ino, de Arcadi y Boris Strugatski (1972)

53. Los desposeídos, de Ursuia K. Le Guin (1974)

54. La paja en el ojo de Dios, de Larry Niven y Jerry Pournelle (1974)

55. La guerra interm inable, de Jo e H aldem an (1975)

56. El nom bre del m undo es Bosque, de Ursula K. Le Guin (1976)

57. H om o Plus, de Frederik Pohi (1976)

58. Pórtico, de Frederik Pohl (1977)

59. G u ía dei autoestopista galáctico, de D ou g la s A d a m s (1979)

60. Titán, de John Varley (1979)

61. Las fu en tes d el paraíso, de Arthur C. Clarke (1979)


62. Cronopaisaje. de G regory Benford (19S0)

63. M aestro cantor, de Orson Scott Card (1980)

64. H eliconia: prim avera, de Brian W. A ld iss (1982)

65. M area estelar, de David Brin (1983)

66. N eu rom ante. de William G ib s o n (1984)

67. El ju e g o de Ender. de O rson Scott Card (1985)

68. La voz de los m uertos, de O rson Scott Card (19S6)

69. Pensad en Flebas, de lain M. Banks (1987)

70. Las torres del olvido, de G e o r g e Turner (1987)

71. La puerta al país de las m ujeres, de Sheri S. Tepper (1988)

72. En caída libre, de Lois M c M a s t e r Bujold (1988)

73. La nave de un m illón de años, de Poul A n d erso n O989)

74. H yperion. de Dan S im m o n s ( i 989)

75. El libro d el día del Ju ic io Final, de Connie Willis (1992)

76. Un fu e g o sobre el abism o, de Vernor Vinge (1992)

77. M arte Rojo, de Kim Stanley Robinson (1993)

78. M arte se m ueve, de G r e g Bear (1993)

79. C iudad Perm utación, de G re g Egan (1994)

80. Las naves del tiem po, de Stephen Baxter (1995)

81. C ríptonom icón: 1. El código Enigm a, de Neaí S tep h en so n (1999)

82. La radio de D anvin, de G re g Bear (1999)

83. Flashforward, de Robert J. Saw y er (1999)

84. El cálculo de Dios, de Robert J. S aw yer (20 0 0 )

85. Espacio revelación, de A lastair Reynolds (20 0 0 )

86. Tránsito, de Connie Wiilis (2 0 0 1)

87. A m erican C oas, de Neil G a im a n (20 01)

88. Carbono alterado, de Richard M organ (2002)

89. El naufragio de « E l rio de las estrellas», de M ichael F. Flynn (2003)

90. H om ínidos, de Robert J. S aw yer (2003)

9 1. Spin, de Robert Charles Wilson (2005)

92. A ccelerando. de Charles S tro ss (2005)


9 3 - A ! fin a l del arco iris, de Vernor Vinge (2006}

94. La ciudad y la ciudad, de China Miéville {20 09 )

95. La ciudad al fin a l dei tiem po, de G r e g Bear (2 0 10 )

96. El despertar del Leviatán, de Ja m e s S. A. Corey ( 2 0 n )

97. 2372. de Kim Stanley Robinson (2012)

98. Ju sticia auxiliar, de Ann Leckie (2013)

99. A rm ada, de Ernest Cline (2015)

1 0 0 . Los últim os días de nueva París, de China Miéville (2016)


1. M etrópolis, de Fritz Lang (1926)

2. £/ doctor Frankenstein, de J a m e s Wha ie (1931)

3. El hom bre invisible, de Ja m e s Whale {1933)

4. La vida fu tu ra , de William C am ero n M en z ies (1936)

5. D octor Cyclops, de Ernest B. S c h o e d s a c k (19 40 )

6. Con destino a la Luna, de Irvirg Piche (1950)

7. C uando los m undos chocan, de Rudolph M até (1951)

S. El ser del Planeta X, de Edgar G . U :m er (1951)

9. U ltim átum a la Tierra, de Robert Wise (19 5 1),

10 . Ei enigm a de otro m undo, de Christian Nyby (1951)

11 La guerra de los m ur.dos, de Byron Haskin (1952).

12 . Invasores de M arte, de WÜiiam C am ero n M en z ies (1953)

13. El m onstruo de los tiem pos remotos, de Eugéne Lourié (1953)

14. Ja p ó n bajo el terror del m onstruo, de Inoshiro H on d a (1954)

15. La m u jer y el m onstruo, de Jack Arnold (1954)

1 5 . La h u m an ida d en peligro, de G o rd o n D o u g a s (1954)

17. El experim ento del doctor Q uaterm ass, de Val G u e s t {1955)

18. Tarántula, de Jack Arnold (1955)

19 . La invasión de ¡os ladrones de cuerpos, de Don Siege (1956)

20 . La Tierra contra ¡os platillos volantes, de Fred F. S e a rs (1956)

2 1. Planeta prohibido, de Fred M cLeod Wilcox (1956)

22. Q uaterm ass II, de Va! G u e s t (1957)

23. La m osca, de Kurt N e w m a n n (1958)

24. La hora fin a l, de Stanley Kram er (1 9 5 9 )

25. El tiem po en sus m anos, de G e o r g e Pa! (1960)

26. El pueblo de los m alditos, de John Rilla (1960)

27. La sem illa d e! espacio, de Steve Sekely (1962)

2S. Farenheit 451, de Francois Truffaut (1965)

29. Lem m y contra Aíphaville, de Jean-L uc G o d a rd (1965)

30. Viaje alucinante, de Richard Fleischer (1966)


31 . H ace un m illón de años, de Don Chaffey (1966)

32. ¿ Q u é sucedió entonces?, de Roy Ward Baker (1967)

33. El planeta de los sim ios, de Franklin J. Sch affner (1968)

34. 20 0 1: Una odisea del espacio, de Stanley Kubrick (1968)

35. Barbarella, de Roger Vadim (1968)

36. Regreso al planeta de los simios, de Ted Post (1970)

37. H uida del plan eta de ¡os sim ios, de Don Taylor (1971)

38. La am en aza de A n dróm eda, de Robert W ise (1971)

39. N aves misteriosas, de D ou g la s Trumbull (1971)

40. Pánico en el Transiberiano, de Eugenio Martín (1972)

41. Zardoz. de John B oo rm an (1974)

42. La tierra olvidada por el tiem po, de Kevin C o n n o r (1975)

43. La fu g a de Logan, de Michael A n d erso n (1976)

44. La guerra de las galaxias, de G e o r g e Lucas (1977)

45. Encuentros en ¡a tercera fa s e , de Steven Spielb erg (1977),

46. S u p erm a n , de Richard D onner (1978)

47. Star Trek, la película, de Robert Wise (1979)

48. Alien, el octavo pasajero, de Ridley Scott (1979)

49. Stalker, de Andrei Tarkovski (1979)

50. Saturno Tres, de Stanley Donen (1980)

51. M a d M ax. eí guerrero de la carretera, de G e o r g e Miller {1980)

52. El Im perio contraataca, de Irving Kershner (1980)

53. Scanners, de David C ro n en b erg (1980)

54. A tm ósfera cero, de Peter H y a m s (1981)

55. Tron. de Steven Lisberger (1982)

56. B lade Runner, de Ridley S cott (1982)

57. S ta r Trek. II: La ira de Khan, de N ichoias M eyer (1982)

58. La Cosa, de John C arpenter (1982)

59. E.T.. ei extraterrestre, de Steven Spielb erg (1982)

60. La zona m uerta, de David C ron en b erg (1983)

61. El retorno d e !Je d i. de Richard M arquan d (1983)


6 2 . Ju eg o s de guerra, de John B adham (1983)

63. S ta r Trek, III: En busca de Spock. de Leonard N im oy (1984)

64. El experim ento F ila d e ifa . de S tew art Raffill (1984)

6$. Terminator. de Ja m e s C am eron (1984)

66. Starm an , de Johr. C arpenter {1984)

67. 20 10 , O disea dos. de Peter H y a m s (1984)

68. D une. de David Lynch (1984)

69. Enem igo m ío. de W olfgang Petersen (19S5)

70. Regreso al fu tu ro , de Robert Z e m e c k is (19S5)

71. Cocoon. de Ron H ow ard (1985)

72. La M osca, de David C ron en b erg (1986)

73. Aliens: el regreso, de Ja m e s C am ero n (1986)

74. D epredador, de John M cTiernan (1987)

75. RoboCop. de Paul Verhoeven (1987)

76. S ta r Trek. V: La últim a frontera, de William S h a ín e r (1989)

j j . j o h n n y M nem onic. de Robert Longo {1995)

78. Virtuosity, de Brett Leonard (1995)

79. M atrix. de Lana y Lilly Wachowsky (1999)

80. Desafío total, de Paul Verhoeven (1990)

81. El cortador de césped, de Brett Leonard (1992)

82. eXistenZ. de David C ro n e m o e rg (1999)

83. G attaca, de Andrevv Niccol (1997)

84. El show de Truman, de Peter Weir (1998)

85. El pueblo de los m alditos, de John Carpenter (1995)

86. Independence Day, de Roland Emmerich (1996)

87. El quinto elem ento, de Luc B e s s o n (1997)

88. Stargate: puerta a las estrellas, de Roland Emmerich (1994)

89. D oce m onos, de Terry Gilliam (1996)

90. El día de m añ an a, de Roland Emmerich {20 04)

91. La isla, de Michael Bay (2005)

92. Sur.shine. de Danny Boyle (2007}


93- Distrito 9. de Neill B lo m k a m p {20 09 )

04. A valar, de Ja m e s C am ero n (2009)

95. Señales del fu tu ro , de A e x Proyas (2009)

96. Prornetheus. de Ridley Scott (2012)

07. hier. de Spike Jo n z e (2013)

98. Irterstellar, de Christopher Nolan (2014)

99. Eíysium, de Neill B lo m k a m p (2013)

1 0 0 . La llegada, de Denis Villeneuve (2016)


Los p re cu rso res (18 0 0 -19 2 9 )

Mary Shelley (1707-1851)

Edgar Alian Poe (180 9 -1849 )

Juiio Verne (1828-1905)

Edward Bellamy (1850-1898)

H . C . Wells (18 6 6 -19 4 6 )

Edgar Rice Burroughs (1875-1950)

El a lu m b ra m ie n to (19 29 -19 36)

EN E U R O P A : A U T O R E S DE C I E N C I A F I C C I Ó N D E L M A I N S T R E A M LITE
RARIO

Yevgueni Z am iatin (1884-1937)

Karel (Üapek (1890-1938)

O la f S ta p le d o n (1886-1950)

A ld o u s Huxiey (189 4-196 3)

G e o r g e Orwell (19 03-19 50 )

C. S. Lewis (1898-1963)

EN E . E . U . U . DE A M É R I C A : A U T O R E S DE C I E N C I A F I C C I Ó N P U L P

Edward Eim er Smith (189 0-19 65)

Stanley G. W einbaum ( 19 0 0 -19 3 6 )

John W. CampbeÜ ( 19 10 -19 7 1)

La Edad de O ro ( 1 9 3 7 1 9 6 5 )

Alfred van Vogt ( 19 12 - 2 0 0 0 )

Robert A. Heinlein (19 07-19 88)

Th eod ore Sturgeon (1918-1985)

Isaa c A sim o v (19 2 0 -19 9 2 )


Ray D o u g la s Bradbury (19 2 0 -2 0 12 )

Arthur C harles C a r k e (19 17 -2 0 0 8 )

Frederik Pohl ( 19 19 -2 0 13 )

Alfred B ester (19 13 -19 8 7)

Fredric Brown ( 19 0 6 -19 7 2 )

John V/indham ( 19 0 3 -19 6 9 )

CliíFord D. S im a k (19 0 4 -19 8 8 )

Philip Jo s é Farm er (19 18 -2 0 0 9 )

H enr/ Kuttner (1915-1958)

Ha! C le m e n t (19 22-200 3)

Fred Hoyle (19 15 -2 0 0 1)

P o u lA n d e rs o n ( 19 2 6 -2 0 0 1)

J a m e s Blish (19 21-19 75)

W a lte rM . M illerjr. (19 23-19 9 6)

La era de la rebelión (1965-1970)

Philip K. Dick (19 28-19 82)

Frank Herbert (19 20 -19 8 6 )

S ta n is ia w Lem ( 19 2 1-2 0 0 6 )

Arcadi ( 10 2 5 -19 9 1) y Boris Strugatski (19 33-20 12 )

M ichael M o orcock (1939)

J a m e s Gra'nam Ballard ( 19 30 -2 0 0 9 )

Brian W. A ldiss (19 25-20 17)

John Brunner, (1934-1995)

Harían Ellison (1934)

Robert Silverberg (1935)

T h o m a s M. Disch (19 4 0 -2 0 0 8 )

Roger Zelazny (l 937-1955)

Sam u e l R. Deiany (1942)

N orm an Spinrad (1940)

Kurt Vonnegut (19 22-20 0 7)


J o a n a Russ ( 19 3 7 -2 0 11)

Ursula K. Le Guin (1929)

La m adu rez (19 70 -19 80)

G regory Benford (19 41)

Jo e H aldem an (1943)

Larry Niven (1938)

John Varley (1947)

D o u g ;a s A c a m s (19 5 2-20 0 1)

Vonda N. Mclntyre (1948)

Ja m e s Tiptree Jr. (1915-1987)

G e o r g e R. R. Martin (1948)

Los límites de la Ciencia Ficción (19 8 0 -2 0 0 0 )

O rson Scott Card (1951)

Lois M c M a s te r Bujold (1949)

David Brin (1950)

C. J. Cherr/h (1942)

Octavia Butler (19 4 7-2 0 0 6 )

Sheri S. Tepper ( 19 2 9 -2 0 16 )

lain M. Banks (19 54-20 13)

Robert L. Forward ( 19 32 -20 0 2 )

G e o r g e Turner ( 19 16 -19 9 7 )

William G ib s o n (1948)

Bruce Sterling (1954)

G re g Egan (19 61)

Dan S im m o n s (1948)

V e r n o r V in g e (1944)

Robert J. S aw yer (1960)

G re g Bear (1951)

Kim Stanley Robinson (1952)


Stephen Baxter (1957)

Connie Willis (1945)

N ancy Kress (1948)

Elizabeth M o o n (1945)

Entre el presente y el futuro (2 0 0 1-2 0 17 )

John Scalzi (1969)

Anne Leckie (1966)

Ja m e s S. A Corey (Danie- A brah am , 19 6 9 , y T y Franck, 19 6 9 ) .

Michael F. Flynn (1947)

Alastair Reynolds (1966)

Neal S te p h e n s o n (1959)

Richard M organ (1965)

Robert Charles Wilson (1953)

Ernest Cline (1972)

Charies S tro ss (1964)

Ken M acLeod (1954)

Kari S ch ro ed er {1962)

China Miévilie (1972)

M. John Harrison (1945)

ESPAÑOLES E HISPAN OAM ERICANO S

J o s é de Elola (corone! Ignotus) (1859-1933)

Je s ú s de A ragó n (capitán Sirius) (1393-1973)

Enrique G a s p a r (18 4 2 -19 0 2 )

Carlos M end izáb al (1864-194 9 )

Nilo María Fabra (1843-1903)

Pascual Engu ídan os (G eorg e H. White) (19 23 -20 0 6 )

Ángel Torres Q u e s a d a (A. Thorkent) (1940)

C ésa r M allo rq u í (1953)

Pedro Salinas (189 1-195 1)


T o m á s S a lv a d o r ( 19 2 1-19 3 4 )

Juan Miguel Aguilera (19 6 0 )

Rafael Martín (1959)

Daniel Sueiro (1935-1926)

Carlos Saiz C idon ch a (1939)

Gabriel B erm ú d ez Castilio (1934)

Javier Reda {1952)

Elia Barceló {1957)

Ju an Carlos Planells (19 5 0 -2 0 11)

Javier N egrete (1964)

Rodolfo Martínez (1965)

Miquel de Palol (1953)

Andrés Ibáñez (19 6 1)

Jo s é C arlos S o m o z a (1959)

Félix J. Palm a (1968)

Carlos S is í (1971)

Je s ú s C a ñ a d a s (1980)

Ju an Cuadra (1978)

Elio Q u iroga (1965)

Eduardo Vaquerizo (1967)

A m a d o Ñ ervo (18 7 0 -19 19 )

Leopoldo L u g on e s (1874-1938)

H o racio Q u iroga (1878-1937)

Eduardo Ladislao H o im b e rg (1852-1937)

Jo rg e Luis B orges (189 9 -19 86)

Adolfo Bioy C a s a re s (19 14 -19 9 9 )

H u go Correa (19 26 -2 0 0 8 )

Carlos C ard in i (19 4 8 -2 0 17 )

Jo rg e Baradit (1969)

Alejandro Jodorov/sky (1929)


Glosario

Ciencia ficción . E conjun to de m a n ifestac io n es de la creatividad h u m a n a que ex­

plora el im pacto sobre e individuo y la sociedad de a v a n c e s v e ro sím ile s en las d is­

tintas ra m a s de conocim iento, con á n im o de despertar en qu ienes a ellas se a ce r­

can el sen tid o de lo m aravilloso, p rovoc án d ole s a s i una em oció n de carácter e s t é ­

tico.

Ciencia ficción pulp. Expresión pro ced en te del inglés que alude a -a pasta de papel
de ba^a ca'idad, material de: que estab an h ech as as revistas n o rteam erican as de

entreguerras que publicaban relatos de ciencia ficción caracterizados por a b u n ­

d a n tes d o sis de acción, fantasía, exotism o, heroicidad y erotism o , co n fo rm a n d o

a s i un nu evo género de a literatura de evasión para jó ven e s, m uy sed u c to ra , pero

de baja calidad artística.

Cyberpunk. S u b gé n ero de la ciencia ficción literaria y cinem atográfica caracterizado

por una visión distópica del futuro que co m b in a tecnología a v an z ad a, m argi­

na idad y autoritarism o político. S u s ob ras suelen m ostra r conflictos entre hackers.

inteligencias artificiales y m e g a c o rp o ra c io n e s en un futuro cercano. Su m e jo r e x p o ­

nente literario es N eu rom an te, de Wiiliam G ib s o n (1984), m ientras en el cine p u e ­

den adscribirse al m o vim ien to cintas c o m o B lade R unner (Ridley Scott, 19 82).

Fix-up. Novela de ciencia ficción elaborada m ediante la a gregación de re;atos co r­

to s pu blicados previam ente en una revista del género. Ejemp o s d e s ta c a d o s d e fix -

ups son M ás que hum an o, de T h eo d ore Sturgeon (1953), y, s o b re todo, Fundación,

de Isaac A sim o v (1951).

Futurianos. G ru p o de fans de la ciencia ficción creado en N u eva York en 19 38. en el

qu e militaron au to re s de tanta relevancia posterior c o m o Ja m e s Blish, Cyril M.

Kornbluth, Judith Merril, Frederik Pohl y D am on Knight, que escribiría su historia

a ñ o s d e s p u é s en The Futunaris 0 9 7 7 ). A lg u n o s de eílos eran m u jeres, ra sg o poco

habitúa! en el fa n d o m de la ép oca, y la mayoría po seía n una ideología izquierdista.

Tal era la fam a de radicales que arrastraban, qu e incluso se les prohibió la entrada
en a Worldcon de N u eva York de julio de 19 3 9 . ¡a prim era q u e se celebró. Sin e m ­

bargo, su influencia fue notoria. Hacia 194.0, la mitad de las revistas del género

esta b an editadas por futurianos.

H AL 9000. A cró n im o de Heuristicaüy P rogram m ed Algorithm ic C om pu ter (C o m p u ­

ta d o r algorítm ico heu rísticam ente p ro g ram ad o), e s un su p e ro rd e n a d o r que a p a ­

rece en. 2 0 0 1: Una odisea de! espacio, de Arthur C. Clarke. HAL es tá en c a rg a d o de

controlar as fun cion es vitales de ia nave Dlscovery, pero c a m b ia in e sp e ra d a m en te

su co m p o rta m ie n to y ad op ta d e cisio n e s que ponen en peligro a vida de a tripu­

lación.

H ard Science fictio n . Literalmente, ‘ciencia f c c ió n dura'. S e aplica a ia ciencia ficción


qu e p ersigu e ante todo un m á x im o rigor científico, al punto de que, en su s m a n i­

fes ta c io n e s extrem as, llega a sacrificar el argu m e n to y o s posib les valores artís­

ticos de la obra en aras de aquel. Por lo generai, d e sp rec ia las cien cias sociales en

beneficio de la física, la q u ím ica y la biología, y exige de su s au tore s u n a sólida

preparación y una m áxim a a c tu a lz a c ió n en ta le s ca m p o s .

M a d doctor. Literalmente, ‘ do c to r lo co’ o ‘científico loco'. Personaje clásico de ¡a

ciencia ficción n orteam erican a de los a ñ o s treinta, por lo general un científico que

pon e su talento al servicio de su am bición personal, que e co n d u ce a un afán

d e s m e d id o de poder ante e que los d e rec h o s y las n e c e s id a d e s de los d e m á s

s e r e s h u m a n o s c a re ce r de im portancia. B uenos eje m p lo s de m a d doctors s o r el

protagon ista de La isla de! doctor M oreau, de H. G. Wells (1S96 ), que experim enta

con a n im a le s a los q u e viviseccion a d e sp rec ia n d o su do or para convertirlos en

h o m b res, o el p ro fe s o r Torke!, de la película D octor Cyclops (Ernest B. Sch oedsack ,

19 4 0 ) , cuyo afán de con ocim ien to lo ha en loqu ecido hasta el punto de miniaturizar

a cu a n tas p e rs o n a s caen en s u s m a n o s para probar la eficacia de su co n d e n s a d o r

de radio.

N e a r Future. S u b g é n e ro de la ciencia ficción cuyas o b ras sitúan la acción e r un fu ­

turo próxim o. En s u s m a n ifestacion es m á s recientes, constituye una estrategia

para a se g u ra r la verosimilitud especu lativa de la obra frente a los im p revisibles


efectos de la singularidad tecn ológica p rovocad a por el aug e de a inteligencia arti­

ficial.

N e w Wave. Corriente literaria de la ciencia ficción surgid a en torno a la revista

británica N ew Worlds, dirigida por M ichael M oorco ck d e s d e 1 9 6 4 nasta 19 7 1 , en la

qu e escriben a lg u n o s de ios autores qu e u eg o serían los adalides del m ovim iento:

J. C Baliard. Brian W. Aldiss. o John Brunner M ás tarde su s id eas influirían en

jó v e n e s autores n orteam erican os c o m o Robert Silverberg: T h o m a s M. Disch o

Harían Elíison, recopilador de la antología de relatos breves Visiones peligrosas.

N ew Worlds. Revista británica de ciencia ficción qu e publicó 2 0 1 n ú m e ros entre


19 4 6 y 19 7 1. Dirigida s u c e s iv a m e n t e po r John Carnell (19 4 6 -19 6 3 ) y Michael M o o r­

co ck (19 6 3 -19 7 1) , se convirtió bajo la dirección de este último en el adalid de la

N e w Wave y su principal receptáculo. G a n ó un Prem io H j g o a la m e jo r revista

profesional en 1957.

N ovu m . Vocablo a cu ñ ad o por el crítico literario Darko Suvin para de scribir las in­

novacio nes científicam ente pro b ab les que s e utilizan en la narrativa c e la ciencia

ficción Su naturaleza en una obra permite distinguirla de la fantasía, po r cuanto en

la ciencia ficción e novum deb e ser validado por lógica cognitiva, es decir, el hipo­

tético nu evo objeto en e cual s e basa a historia podría existir a través de la ciencia

y no so lo por m agia.

Singularidad tecnológica. C on cep to a cu ñ ad o en 19 58 por el físico h ún garo John von

N e u m a n n en alusión al a dven im ien to hipotético de inteligencia artificial general

c a p a z de a u to m e jo ra rs e de fo rm a ¡limitada hasta e s c a p a r al control de la h u m a ­

nidad. Vernor Vinge sostien e que este punto s e alcanzará antes del 2 0 3 0 , mientras

au tore s c o m o Kurzweil lo sitúan alrededor del 2045.

Soft Science fc t io n . 'Ciencia ficción blanda’. Sin d e sprecia r la ciencia, presta a ten ­

ción a otros á m b ito s del con ocim ien to, en e s p e c ia la psicología o la antropología.

Su a u g e s e produjo en o s a ñ o s sesen ta , en ei m a rco de la N e w Wave británica, y

se caracterizó por su interés en el interior de los p e rson a jes frente al es p a cio


exterior del c o s m o s , asi' c o m o por una a rriesg ad a experim entación literaria.

Space opera. Expresión a cu ñ ad a en 19 4 1 por Wilson Tucker con ánim o de asim ilar

esto s relatos a los vu lgares seriales radiofónicos pa trocin a d os por as m a rca s de

d e terg en te s, las soap operas. S o n : en s u s orígen es, historias de aventuras e s p a ­

ciales de a rg u m e n to s sencillos, p e rson a jes planos, acción trepidante y esc en a rio s

gra n d io sos.

S team pun k. S u b g é n e ro literario de la ciencia ficción que surgió durante la d écada


de 1 9 8 0 y s e caracteriza por un entorno, por lo general la Inglaterra victoriana, en el

qu e la tecn olo gía a v a p o r sig u e sien d o la predom inante. Estas o b ras suelen a d o p ­

tar inventos inexistentes im a g in a d o s po r los vision arios de a ép oc a, so b re to do H.

G . Wells y Julio Verne. Junto a Dieselpunk, que s e caracteriza por el u so de e s a

tecnología, o el Atomp.unk, fo rm a parte del retrofuturismo.

Trekkie. Fan de ias series de televisión y películas a m b ie n ta d a s en el universo de

S ta r Trek, la serie de televisión creada en 1 9 6 6 po r G e n e Roddenberry. que acu ñ ó el

término. Ejem plo m á x im o de las m a n ifestac io n es ó e fa n d o m , ia c o m u n id a d de afi­

c io n a d o s a la ciencia ficción, o s trekkies se reúnen periódicam ente en co n g re s o s ,

s e visten c o m o ios p e rson a jes de las series y m antienen una gran actividad social

en internet Trekkies recon ocid os sor Barack O b a m a , Bi'l G a te s y Stephen

Hawking

Ucronía. S u b g é n e ro de a ciencia ficción q u e se caracteriza por situ ar la acción en

un tie m p o alternativo, presen te o p a s a d o , en el q u e la historia transcurre de form a

distinta a la que c o n o c e m o s . La ucronía m á s célebre de la ciencia ficción literaria

es, sin duda. El hom bre en el castillo, de Philip K. Dick (19 6 2 ), en la qu e la trama

parte del s u p u e s to de que los p a ís e s del Eje ganaron la S e g u n d a Guerra Mundial.


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A¡t64-w¡ki. Enciclopedia u>iki de Ciencia Ficción. Es un sitio d o n d e los a ficion ad os

pueden contribuir en la construcción de una enciclopedia so b re este g é ­

nero.

Asociación Española de Fantasía. Ciencia Ficción y Terror. A d e m á s de la revista

que publica la A sociación, Espora, contiene m u c h o s en la ce s útiles.

http://um>w.a u e usiouribe.com . Página personal de este gran experto en la m a te ­

ria que contiene gran cantidad de información sobre el género. Muy reco­

m en dable.

Base Bibliográfica de Ciencia Ficción y Fantasía. Una bibliografía en línea s o b re el

tem a.

G o iiren . Una enciclopedia en form ato wilci so b re el género.

Prenniosylistas. Relación muy co m p le ta de prem ios y listas de n ovela s de ciencia

ficción De co nsu lta ob ligad a.

O uintadim ensión. D esta ca so b re todo por su exten so archivo de artículos intere­


s an te s so b re el tem a y críticas ¡iterarías y cinem atográficas.

Sitio de Ciencia dicción. Es la página w eb en esp a ñ o l m á s c o m p le ta sobre el

tem a. C ontiene m u ch a in form ación a cerca de autores, obras...

StarD u stC F. Portal d edicado al gén ero. Tiene a lg u n a s se c c io n e s interesantes

c o m o artículos o re se ñ as. El apartad o de en la ce s e s m uy com pleto.

Tercera Fundación. Presenta gran cantidad de fich as y un interesante apartad o de

n o v e d a d e s editoriales.

tcrminus Trántor. Enciclopedia de térm in o s del género.

Tum ba A bierta. Portal d edicado a la iiteratura y al cine de terror, fantasía y


ciencia ficción, con gran cantidad de artículos, foro, noticias, reseñas,

etcétera.

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