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Carpe Noctem

La luna ilumina la banca del parque donde nos encontramos. Miro tu rostro y me pongo a pensar si todo
valdrá la pena. Daría todo por que así sea.
Desvío mi mirada y observo alrededor. Siento una brisa que me hace recordar la señal. Ha acudido a mi
llamado.
Hay noches en que la penumbra invoca al silencio y sólo la luna emana su sórdido lamento. Hoy, ese
silencio es especialmente profundo, una calma sepulcral anuncia lo que está a punto de acontecer.
Los demonios danzan sombríos en mi mente, envolviéndome en una agonía que me ha atormentado por
mucho tiempo. Ya no puedo más, he acudido a ella y finalmente he obtenido respuesta. Convoco sus
favores a cambio de un destino sin retorno.
“Cuando encuentres un lugar donde el reflejo de mi presencia opaque todo lo demás, ahí sería nuestro
encuentro”. Fueron sus palabras que aún retumban en mis oídos. Su voz seductora descontrola mis
sentidos, haciéndome despreciar mi pusilánime existencia comparada con la exquisitez de su sonrisa.
Estoy en el lugar pactado, y mientras la espero, siento como si mil ojos se posaran sobre mí. No puedo
verlos, pero sus penetrantes miradas se clavan como si fueran punzadas que con saña quieren hacerme
doblegar. Percibo su ansiedad de poseer mi alma, comérsela a pedazos.
Eso seres deambulan en todos lados, huelen el miedo y buscan a los más débiles para alimentarse de ellos,
los seducen hasta que caen rendidos a sus tóxicos encantos y beben lentamente toda su esencia. Nunca
podrán tener una propia, pero disfrutan embriagarse de almas ajenas. Sienten placer al arrebatarlas de
sus dueños. Yo estoy protegido, no pueden hacerme daño, ya que fui elegido por ella.
De pronto, una brisa inunda el lugar. El momento ha llegado. Parece un susurro que viene desde lejos y
se va convirtiendo en murmullos que se intensifican hasta transformarse en angustiosos lamentos que se
apoderan de mí. Pierdo el control. Mis extremidades obedecen a un deseo superior que oprime mi
conciencia y se adueña de mis pensamientos.
El cielo se torna rojo como el fuego, su sonrisa se hace más brillante, mientras comienza a dibujarse su
silueta. Todos los seres vivientes y no vivientes se rinden ante su majestuosidad.
La han llamado diosa, musa y guerrera. Los reyes le rinden culto por su belleza y los sabios la admiran por
sus secretos. Siempre enmarca las más románticas historias y protagoniza grandes relatos épicos.
La diosa Luna desciende lentamente. Todos los seres sin alma aúllan extasiados mientras su manto los
cubre y los hace delirar.
El rito está por iniciar, un ardor me invade y abrasa mi cuerpo. Siento cómo mi sangre hierve y comienza
a evaporarse mientras ella se introduce en mis venas y llena cada espacio, desgarrándome sin piedad.
La tengo frente a mí, es el ser más horrendo que mis ojos hayan visto jamás. Su verdadero rostro solo se
manifiesta ante los que están en el umbral de su maleficio, su mirada es vacía, a través de ella puede verse
el infierno y sentir el dolor de toda la humanidad en un solo instante. Madre de todos los demonios y ama
de las más sórdidas desgracias, es un ser maligno que se alimenta de las almas para mantenerse hermosa
y brillante en el firmamento. Para eso elige a los más débiles y se los devora. A cambio, les otorga placeres
mundanos que nublan su razón y les hace percibir una realidad efímera con egolatría. Los convierte en
sus esclavos que la admiran bajo su embrujo.
Esta noche yo soy el elegido y he aceptado pagar el precio.
La agonía no se detiene, sus dedos ponzoñosos se posan sobre mí y siento como si una serpiente de mil
cabezas comiera mis entrañas.
Poco a poco me voy desvaneciendo. Me pudro por dentro, mientras ella toma un color brillante que le
devuelve su belleza. Su risa triunfal retumba en todo el lugar. Los seres sin alma entonan cánticos con
desenfreno y concluyen el rito con una orgía donde devoran ciervos y se bañan con su sangre. Estoy al
final de la transformación. Viviré en la realidad que ella ha creado para mí, y no sé si algún día pueda
recordar lo que alguna vez fui…

Parpadeo por un segundo, siento una leve brisa y una sensación confusa me distrae. No sé bien qué pasó,
pero no le doy importancia. Regreso a contemplar tu rostro. Sentados en esa banca del parque, solos tú
y yo, con la luna enmarcando el firmamento, me pierdo en ti. Tomo tu mano, me reflejo en tus ojos y
pienso en lo feliz que me haces. Esa sensación me hace sentir pleno. Observo a la luna, su belleza me
inspira a desearte cada día más. Ella nos sonríe, es cómplice de nuestro amor.

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