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Publicaciones Académicas de la
Universidad Católica de Salta, vol. 6, 2013: 33-44
Democracia y República
Cuando el fortalecimiento de una se obtiene a expensas de la otra
Víctor F. Toledo1
Resumen
Introducción
Desde la irrupción del denominado «So- Democracia versus República porque desde
cialismo del siglo XXI» en Latinoamérica — Montesquieu (1686-1755) en adelante, se evi-
particularmente en Sudamérica— se reavivó denció en la doctrina política y caló con fuerza
el debate en torno a la dualidad —y acaso riva- a partir de Kant (1724-1804). Pero también lo
lidad— entre Democracia y República. Con el afirmamos porque en América Latina, bajo el
imperativo de «más democracia», ciertos sec- predominio de las premisas neoliberales (o pos
tores de la sociedad cuestionan las prácticas liberales) durante la década de los ’90 del siglo
de la Democracia Representativa Liberal por XX, autores como Guillermo O’ Donnell cues-
entender que no son democráticas sino más tionaron ciertas prácticas de las jóvenes de-
bien que se erigen como el modo de legitimar mocracias.
el gobierno de una elite. En la actualidad el debate ha dejado de ser
Decimos que se reabrió el debate entre meramente doctrinario o teórico para consti-
Ciencias Políticas | 33
Toledo
tuirse en el telón de fondo de importantes cri- sostenía que «un Estado puede mantenerse
sis políticas que llevaron a la destitución de conforme al espíritu de justicia sin ser por ello
presidentes (Honduras y Paraguay) o masivas una democracia» (2008: 121). Más adelante es-
protestas (Ecuador, Bolivia y Venezuela) que cribiría sobre los enemigos internos de la de-
fueron presentadas como nuevos golpes de Es- mocracia, especialmente el peligro del autori-
tado (sin militares) o intentos de golpes de Es- tarismo en nombre de la mayoría, que en Eu-
tado. El argumento: se vulnera el principio de ropa combina peligrosamente populismo con
las mayorías destituyendo —o pretendiendo sentimientos xenófobos (Todorov, 2012).
hacerlo— a un presidente democrático electo A partir de esta reflexión se torna necesa-
como consecuencia de la soberanía popular rio —y en el caso latinoamericano más toda-
expresada en las urnas. vía— ahondar detrás de las exigencias de más
Entre los trabajos que abordaron las rela- democracia y cuestionarnos si esta no vulnera
ciones de la República y Democracia en los los supuestos básicos de la República como
albores del siglo XXI debe mencionarse a una institución que garantiza el bien común más
interesante obra compilada por Newton allá de las mayorías coyunturales.
Bignotto publicada en el año 2000 y que, en 2008, El presente artículo de divulgación tiene
tuvo su segunda reimpresión. En el capítulo I, dos objetivos fundamentales:
dedicado a la dicotomía «Democracia versus • Analizar el alcance conceptual de los térmi-
República», Renato Ribeiro pone énfasis en la nos Democracia y República.
necesidad de la República para el desarrollo • Describir la interrelación entre la Democra-
democrático, esgrimiendo que mientras que cia y la República en las sociedades occidenta-
la República ya se encuentra consolidada, la les actuales, especialmente las latinoamerica-
democracia necesita de esta para fortalecerse nas.
(Ribeiro, 2000: 24). En el mismo sentido, es Para alcanzar estos objetivos se parte, más
decir en el de apuntalar el desarrollo democrá- que de una hipótesis, de lo que Catalina Wainer-
tico, Robert Dahl publicaba ¿Es democrática man llama «supuesto teórico» (Wainerman,
la Constitución de los Estados Unidos? (2003). Catalina; Sautu, Ruth, 2004: 29), consistente
Puede observarse que muchos de los trabajos en afirmar que el pretendido fortalecimiento
acerca de esta temática en Occidente tenían la de la democracia se hace a expensas de las
misma dirección, ya que estaban contextua- instituciones republicanas.
lizados en la caída de la Unión Soviética y la
adopción del modelo democrático occidental Aclaraciones (y confusiones)
por parte de los ex países comunistas. Obvia- conceptuales
mente, esto traía aparejada una mirada intros-
pectiva sobre el modelo democrático en los Hay quienes sostienen que República y
países occidentales. Democracia son conceptos diferentes. Sin du-
Pero casi paralelamente, a partir de los das, la raíz etimológica de ambos términos nos
atentados de 2001, puede observarse la apari- lleva a esa rápida conclusión, pues mientras
ción de ciertas voces críticas para con la cuasi que la primera se refiere a «la cosa pública», la
entronización de la democracia como forma segunda al «gobierno del pueblo». Y si bien el
de gobierno perfecta. En El nuevo desorden sujeto «pueblo» es el común denominador, no
mundial, Tzvetan Todorov ya anticipaba lo que se puede decir que el «gobierno» sea lo mismo
luego sería una crítica más enfática cuando que «la cosa». Es más, podríamos decir que si
democracia-y-republica.htm
3 Fernández Santillán, José, 2001: 22 [acceso 15 junio 2013].
República (si hay división de poderes) o Des- hacia la forma en la cual se efectiviza la sobe-
potismo (si hay concentración de poderes) ranía popular. Pero, ¿qué es la mayoría?
(Kant, 18-19)4. Si tomamos como concepto de «mayoría»
Si combinamos las tipologías de las for- al «mayor número» cuantitativamente hablan-
mas de gobierno, puede darse el caso de que do, la Democracia como gobierno de la mayo-
una Monarquía sea despótica, pero también ría no es, sino, una ilusión, pues en la práctica
democrática, por ejemplo, o que una Repúbli- no se dio ni siquiera entre los griegos de la
ca no necesariamente sea democrática. Recién antigüedad.
es en el siglo XX, y especialmente a partir de la Decimos esto porque claramente, desde
segunda mitad, cuando las repúblicas y las de- que la democracia es representativa, los ciu-
mocracias confluyeron conceptualmente y se dadanos (y no el pueblo) eligen a sus represen-
empezó a tratárselas como términos práctica- tantes, sean estos legisladores o gobernantes,
mente inseparables, aún cuando histórica y para que ellos deliberen, decidan y/o gestionen
teóricamente no sea acertado hacerlo. en su nombre. Es más, estos (los representan-
Ahora bien, los carriles entre Democracia tes) a su vez eligen a los gestores (ministros o
y República se entrecruzan constantemente, secretarios) entre un grupo reducido de per-
pues mientras que la democracia se asienta sonas, formando así otro grupo minúsculo que
en la igualdad de derecho, la periodicidad en el es el que efectivamente gobierna representan-
ejercicio de las funciones, la alternancia, las do a la mayoría; una elite que en definitiva es la
elecciones libres y competitivas, etcétera, la que legisla y gobierna, controlada, a su vez, por
república se apoya en el imperio de la ley y el otra elite que es la que juzga. Si el sistema no
control de los poderes del Estado. funcionara así, sería inoperante ya que caería
Es la división de poderes el mejor meca- en un estado deliberativo permanente.
nismo para evitar la tiranía, de allí que sea una Debe quedar claro, no obstante, que pos-
suerte de antídoto en su contra, y si bien es tular que la Democracia Representativa es la
cierto que lo más común ha sido la tiranía de única democracia viable no es desconocer o
uno, esta también puede ser de pocos e inclu- menospreciar el valor de las mayorías para la
sive de la mayoría. conformación de los gobiernos, sino que es
sentar las bases para un funcionamiento nor-
La ilusión de la mayoría mal de cualquier sociedad.
Cabría preguntarse por qué hacer tan con-
Una definición mínima de Democracia es tundente afirmación si se supone que en Ate-
la que la caracteriza simplemente como el go- nas había una Democracia Directa. La res-
bierno de la mayoría. Sería, como dice Norberto puesta es que es cierto, pero en el siglo V a.C.
Bobbio, una definición «procedimental» no gobernaba el «pueblo», sino solo los «ciuda-
(Bobbio, 1986: 15; 2001: 24), es decir que apunta danos», que eran hombres (y no mujeres) ma-
4 La opinión de Kant sobre la Democracia no era precisamente positiva. Decía que «de las tres formas
de Estado, la Democracia es, en el sentido propio de la palabra, necesariamente un despotismo, porque
funda un poder ejecutivo donde todos deciden sobre y, en todo caso, también contra uno (quien, por
tanto, no da su consentimiento), con lo que todos, sin ser todos, deciden; esto es una contracción de
la voluntad general consigo misma y con la libertad» (Kant, 1991: 18 y 19).
yores y libres. Y además, no se tomaban las es el «criterio mayoritario» (Sartori, 2003: 134).
decisiones al unísono y en constantes votacio- Esto quiere decir que quien accede al gobier-
nes, sino que había magistraturas a las cuales no con «x» porcentaje está democráticamente
se accedía por sorteos. ¿Por qué sorteo? Pues, legitimado en nombre de la mayoría. Ahora
nada más democrático, desde la perspectiva bien, la República le impone que su gobierno
antigua, ya que partía de la base de que todo sea el gobierno para el bien común de «todos»
ciudadano estaba en condiciones de poder to- y no solo de «esa» mayoría que lo ungió pues,
mar decisiones. La elección, en rigor, era un en la República, quien realmente gobierna es
procedimiento de raíz aristocrático en cuya la ley, asegurando, en principio, que todos —y
naturaleza subyace la idea de que se elige a los no una mayoría o minoría— sean iguales ante
mejores5. La posibilidad de que esos mejores ella.
duren solo un tiempo en sus funciones y que El apego absoluto al concepto de la mayoría
haya alternancia es lo que hizo al sistema de numérica como razón única de la democracia
representación, un sistema democrático. acarrea el riesgo de degenerarla y, como decía
Ahora bien, aún si tomamos el criterio Montesquieu, caer en el despotismo de todos:
cuantitativo, la pretendida mayoría sigue sin
ser tal. Si las democracias llegan a su perdi-
Repasemos. ¿Quiénes votan? Los ciuda- ción cuando el pueblo despoja de sus fun-
danos (los hombres y mujeres mayores de de- ciones al senado, a los magistrados y a los
terminada edad). ¿Votan todos? Seguramente jueces, las monarquías se pierden cuando
no (algunos están exceptuados y otros directa- van cercenando poco a poco los privilegios
mente no concurren a las urnas). Entonces, de las ciudades o las prerrogativas de las
cuando se dice que un presidente ganó con el corporaciones. En el primer caso, se va al
51% de los votos y que por lo tanto es la expre- despotismo de todos; en el segundo, al
sión de la mayoría del pueblo, es una falacia. despotismo de uno solo (El Espíritu de
Probablemente ese presidente fue elegido por las Leyes, VIII, 2).
la mayoría de los «ciudadanos que votaron» pero
no por la mayoría de todos los ciudadanos. En En definitiva, lo que queremos dejar sen-
Argentina, con 40 millones de habitantes, quien tado es que la República es el anverso de la
resultó presidente en 2011 lo hizo con el 54%, Monarquía, y que conceptualmente es diferen-
de los votos, que representaban a 11.865.055 te de la democracia, aunque se complementen
ciudadanos6. Claramente ese número no ex- a la perfección. Finalmente, así como una Mo-
presa, estrictamente, a la «mayoría de los ar- narquía puede ser democrática, valdría la pena
gentinos». preguntarnos si una Democracia puede su-
No es el criterio del número lo que importa cumbir a tentaciones monárquicas.
en la democracia; el 40%, el 51% o el 60% son
casi anécdotas, ya que en rigor lo que interesa
constante referencia» (Bobbio et al., 1998. II: tituciones alternativas que controlen el poder—
1246). Los estudios sobre el fenómeno han sido mermaba la calidad democrática a pesar de la
muy heterogéneos y como bien señala Laclau, existencia de controles verticales, es decir, elec-
no se ha podido establecer una tipología seria ciones periódicas (O’Donnell, 1997: 296). De
sobre los mismos, sino que detrás de ella se esta forma, las democracias latinoamericanas
encuentran ambigüedades y paradojas (2006: de la década de 1990 se volvieron «Democra-
15-23). cias Delegativas», basadas en
Los regímenes populistas latinoamerica-
nos, disímiles entre ellos, no solo de país a país la premisa de que la persona que gana la
sino también en las diversas experiencias den- elección presidencial está autorizada a go-
tro de un mismo país, han tenido como ele- bernar como él o ella crea conveniente, solo
mento común a la mitificación del «pueblo», la restringida por la cruda realidad de las
heterogeneidad del movimiento y su constante relaciones de poder existentes y por la li-
movilización (Bobbio et al., 1998. II: 1254-1255). mitación constitucional del término de su
La permanente apelación al pueblo tiene mandato. El presidente es considerado la
tintes demagógicos, siendo esta una de las encarnación de la nación y el principal
amenazas más serias que se ciernen sobre las definidor y guardián de sus intereses […]
democracias actuales7. Las críticas al popu- Típicamente [en las Democracias Dele-
lismo se asientan, entonces, en este carácter gativas], los candidatos presidenciales vic-
demagógico que encuentra en la voluntad po- toriosos se ven a sí mismos como figuras
pular el escudo para proteger prácticas que cla- por encima de los partidos políticos y de
ramente conducen a la concentración del po- los intereses organizados (293).
der y el avasallamiento de la auténtica demo-
cracia, cuyos valores se extienden más allá de El parecido con el fundamento populista
la regla del número. resulta más que evidente.
La caída del Muro de Berlín y la extensión La crisis neoliberal de fines del siglo XX y
del Neoliberalismo generaron un contexto fa- principios del siglo XXI impulsó al denomina-
vorable para las críticas al populismo, común- do Socialismo del siglo XXI y sus denuncias
mente identificado con regímenes nacionalis- acerca de las prácticas y males neoliberales,
tas cuasi fascistas o socialistas retrógrados. en especial de la destrucción del Estado. Para
Resulta curioso, no obstante, que los gobier- recuperarlo se apeló, una vez más, al «pueblo»
nos neoliberales, sin apelar al populismo sino como fundamento de la autoridad política, mis-
criticándolo, apelaron por igual a la regla de la ma autoridad que en los ’90 había sido despla-
mayoría para escapar de los controles insti- zada por la del mercado o las corporaciones
tucionales que la República ejerce sobre la De- que funcionaban en él. Emerge, en consecuen-
mocracia. Guillermo O’Donnell lo ha explica- cia, un nuevo populismo que critica el mote
do muy bien cuando se refirió a que la falta de peyorativo que tradicionalmente se hizo de él y
controles (accountability) horizontales —ins- más bien lo reivindica como un modo de «cons-
7 Tzvetan Todorov identifica entre las amenazas más peligrosas sobre la democracia al mesianismo, al
truir lo político» (Laclau, 2006: 11). 137). Los populismos y neopopulismos tien-
Sin embargo, esta construcción —que más den a regularla solo cuando la prensa actúa
bien es una reconstrucción— invoca al «pue- como contrapoder del gobierno.
blo» y, por lógica, a la mayoría, para poder legi- La justicia está cuestionada por este tipo
timar los cambios del viejo sistema que impi- de gobierno, puesto que el control que ejerce
de el avance de la democracia (entendida como puede ser visto como una obstrucción al ejer-
regla de la mayoría). De este modo, si la volun- cicio del gobierno que expresa la voluntad po-
tad popular lo quiere y expresa en las urnas, pular. Y es probablemente aquí donde reposa
cualquier forma de accountability horizontal el riesgo más grande para la democracia, como
puede ser reemplazada, eliminada o adaptada lo había señalado Montesquieu a quien cita-
a las necesidades del gobierno de turno. Las mos previamente en este trabajo.
iniciativas políticas dejan de pasar por el ta- La absorción de la justicia por la política
miz parlamentario cuando el gobierno no tiene partidaria conduciría, por lo tanto, a los exce-
la cantidad de votos necesarios pues se argu- sos de la mayoría. La democratización de la
menta que el gobierno, elegido mayoritaria- justicia, en nombre de la soberanía popular,
mente, es el encargado de gobernar, mientras puede significar la completa eliminación del
que el Parlamento solo recibió la autoridad po- sistema republicano de controles, que es el
pular para deliberar, negando así su función verdadero freno en contra del autoritarismo y
clave de control y el sistema de frenos y contra- la concentración de los poderes.
pesos propio de la República. Se gobierna, en- Pensemos, por ejemplo, que en nombre de
tonces, por decreto. la democracia los jueces sean elegidos por el
Tampoco hay lugar para la crítica de los «pueblo»; nada más democrático que ello, al
medios de comunicación, a los que suele se- menos teóricamente. Ahora reflexionemos so-
ñalarse como opositores y se llega al extremo bre la mecánica electoral. Para ser elegidos ten-
de la revocación de concesiones o expropiacio- drían que ser, primero, candidatos. Y si son
nes, como en la Venezuela de Hugo Chávez; o la candidatos tendrían que hacer campañas.
mera amenaza de hacerlo, como en Ecuador y ¿Quiénes las financiarían? ¿Los empresarios?
en Honduras. Es cierto que los medios de co- ¿Los partidos políticos? Pues bien, a la hora
municación constituyen un poder de enorme de emitir sus dictámenes, esos jueces electos
peso en las sociedades contemporáneas, y que ¿cómo fallarían si una de las partes que com-
en nombre de la libertad de expresión pueden parecen hubiese sido contribuyente de su cam-
manipular a la opinión pública, en contra —y paña?
también a favor—, de un gobierno determina- Podría pensarse en que la solución fuera
do. Entonces, el rol del Estado como regulador que el Estado financiara las campañas de los
es fundamental en tanto y en cuanto no inter- jueces. Pero, si pensamos bien, el Estado no es
fiera con la posibilidad de expresar toda opi- un ente abstracto ni impersonal sino que es
nión, por crítica que esta le sea. No basta con representado por un gobierno. Existen razo-
que se resguarde el derecho a la libre expre- nes de sobra para dudar de que esos jueces
sión si no puede ser ejercido en la práctica. Y, pudieran ser imparciales en aquellas causas
en este sentido, hay que entender que en una en las que el Estado —representado por el go-
República democrática «…la libertad de ex- bierno de turno— sea parte. Y si esto pasa con
presión es muy valiosa como contrapoder, pero los jueces, lo mismo le cabe a aquellos que son
como poder debe limitarse» (Todorov, 2012: los encargados de controlar a los jueces.
Los tres poderes del Estado son poderes las armas, como era habitual en el siglo XX,
políticos. El poder judicial sin dudas, lo es. Pero sino por instancia de las mismas institucio-
la iniciativa de dejar la justicia en manos de la nes existentes en el sistema. En muchos ca-
mayoría no la democratiza ni politiza, sino que sos, estas son acusadas de ser antidemocrá-
la «partidiza», incorporándola al sistema polí- ticas por no aceptar los gobiernos que están en
tico en el cual la división de poderes es, como el ejercicio del poder y tienen el derecho a to-
hemos dicho, la garantía en contra del autori- mar sus decisiones porque fueron electos por
tarismo en todas sus manifestaciones. la mayoría.
Tal partidización en nombre de la demo- En el caso de Honduras, por ejemplo, hay
cracia no es solo falaz sino tramposa, pues usa una mezcla de nuevos y viejos estilos de golpes
el nombre de la mayoría para reivindicar pro- de Estado. En 2009 el presidente Zelaya inten-
yectos que no hacen sino concentrar el poder tó una convocatoria a elecciones para reformar
de la minoría que efectivamente gobierna. Usa la Constitución a través de una consulta popu-
y abusa de la voluntad popular para borrar aque- lar por fuera de los mecanismos constitucio-
llas instituciones que no son sino estorbos para nales. Tanto el Congreso como la Corte Supre-
quienes encarnan a la mayoría. Estos intentos ma de Justicia se opusieron y Romeo Velásquez,
tergiversan el espíritu democrático y muy poco Jefe del Estado Mayor, se negó a distribuir las
tienen que ver con la democracia, ya que en urnas para la consulta en acatamiento a la de-
realidad: cisión judicial. Zelaya anunció que lo destitui-
ría. La Corte Suprema dejó sin efecto la medi-
Al demócrata no le queda más remedio da y abrió una acusación en su contra por trai-
que defender valores impopulares y pre- ción a la patria. El Congreso, a su vez, ordenó
conizar sacrificios, porque le preocupan una investigación y el allanamiento de la resi-
también las generaciones futuras, pero el dencia de Zelaya. De madrugada, un grupo de
populista actúa sobre la emoción del mo- militares ingresaron a la residencia del presi-
mento, necesariamente efímera. El demó- dente, lo detuvieron y lo embarcaron hacia Cos-
crata está dispuesto a intervenir a favor de ta Rica. El Congreso aceptó la renuncia que, en
las minorías del país en nombre del inte- palabras de Zelaya, nunca existió. Ninguna de
rés general, pero el populista prefiere limi- las instituciones internacionales convalidaron
tarse a las certezas de la mayoría (Todorov, el accionar en contra de Zelaya, pero este no
2012: 150). pudo retornar al poder. Hubo un golpe, sin du-
das, pero no fue el motivo el menosprecio de la
Los «nuevos» golpes a voluntad popular sino la vulneración de los pre-
la democracia ceptos constitucionales que el presidente ha-
bía jurado respetar8.
El discurso democrático neopopulista ha En Paraguay la situación fue diferente, de
encontrado ejemplos de cómo los poderes cons- allí que se hable de un «golpe institucional». El
tituidos desoyen a los gobiernos mayoritarios y Congreso, en juicio político, destituyó al presi-
se aprestan a derribarlos, no ya por la fuerza de dente electo Fernando Lugo al responsabili-
8 Para mayores datos, la Constitución hondureña prohíbe toda reforma que plantee introducir la
reelección presidencial.
10 De allí que Robert Dahl denomina al sistema como Poliarquía, es decir, «gobierno de muchos».
La cuestión no pasa, entonces, por más Laclau, Ernesto. La Razón Populista. México
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