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Guaguanco Trasatlantico PDF
Guaguanco Trasatlantico PDF
Teresa Dovalpage
Una ciudad flotante, tan enorme que un barrio de la Habana Vieja podía caber
desde un posible secuestro por parte de los alienígenas hasta una traslación del
Caballeros, que algo así no se da todos los días. Dicen que no lo localizan
ni los radares ni los sonares ni los aviones que llevan dos semanas peinando el
océano en busca del navío perdido. Como les decía, todo el mundo tiene su
teoría: que si los extraterrestres se lo llevaron para Marte, que si una ola
gigante lo hundió, que si una horda de tiburones hambrientos y sangrientos lo
volcó.
sea. Y hasta tiene su propia hipótesis de lo que pudo haber pasado. Yo no digo
ni fu ni fa, que los tiempos no están para darle a la lengua por gusto.
escuela primaria porque desde niño soñaba con el escenario, dicen. Quería ser
que todas mis amigas envidiaban, y veía esa cara de gloria y esos ojazos
verdes cada día a la hora de levantarme y cada noche antes de irme a acostar.
A veces, por la madrugada, cuando me metía los dedos entre las piernas y
jadeaba bajito, con cuidado para no despertar a mi hermana, que dormía en la
una vez.
Volviendo a Peter, lo cierto era que de joven tenía muy buena voz y un
secundaria, supongo que porque allí se nos colaban estudiantes que eran
metralla pura —gente de Buenavista y de los barrios adyacentes.
La tonada es viejísima. Vaya usted a saber cómo esos muchachos, que eran
adolescentes en los ochenta, sabían canciones de facinerosos compuestas en el
año del caldo, cuando existía el asilo de Torrens. Vaya usted a saber.
Únicamente que los facinerosos y los presidiaros fueran parientes suyos, tíos,
abuelos o hasta los mismos padres. Pues Peter, que era de la crema y nata de
Buenavista, se lucía en los camiones de la escuela al campo cantando Anabaná
siendo muy señorita por los cuatro costados. Esto yo lo cuento en confianza,
aunque a estas alturas ya a nadie le importa a quién le di la tota por primera
vez o a quién dejé de dársela. Fue en una escuela al campo allá en Pinar del
Río, donde trabajábamos juntos en una casa de tabaco: allí se guardaban las
hojas antes de ensartarlas para ponerlas a secar. Todavía hoy paso por un lugar
donde venden tabaco, se me mete el olor por las narices y por asociación de
quitaba ni para dormir. Porque eso sí, el Estrella era santero a machamartillo y
cubanos dicen que son sus hijos, para hacerse los súper machos. Changó, en la
mitología grecolatina, es Zeus, con rayos y todo, preñador de cuanta diosa o
Bárbara, una santa a quien el penúltimo Papa desalojó de los altares. A ver qué
se puede pensar de un tipo que por un lado presume de virilidad y que por otro
que besé, abracé y hasta chupé esos músculos marcados de tinta, ah!
Su devoción por esta orisha tiene más miga, y tiene que ver también con el
brete del North Star, pues Yemayá es la diosa de los mares. Es además el
Arte, por eso hago estas alusiones, aunque tenga que traerlas por los pelos. Y
cuál es el problema, ¿eh?) Poniéndonos la chancleta, Yemayá viene a ser
tiempo con esas tonterías. Yo no tengo un título en arte, ni falta que me hace,
pero el sentido común (que es el menos común de todos los sentidos) me dice
otras. Un católico seguidor del dogma ¿cómo va a aceptar que le mezclen sus
santos, sus vírgenes y mártires, con dioses africanos que no han pasado por los
juntar sus divinidades ancestrales con las de los colonizadores que los sacaron
del mundo, lo más probable es que tampoco le haga gracia el asunto, ¿no?
silvestre de cuarenta y cinco días, que era lo que duraban nuestras estancias en
Pinar del Río, ensartando hojas de tabaco en unos palos que llamaban cujes.
Revolución. A solas con amigos y enemigos, sin nadie más que los maestros
para cuidarnos el trasero. Y los maestros, que eran pocos años mayores que
Dicen que ya no existen las escuelas al campo, pero mi generación bien que
las aprovechó. Me atrevo a decir que el setenta por ciento de las muchachas (y
Mi hermana, ahí donde ustedes la ven, también hizo de las suyas en una
Ahora, al grano.
una alergia que me provocaron las matas del potrero donde me revolcaba con
Peter. Cada pareja tenía sus escondites favoritos, y a nosotros nos gustaba
que nunca supe cómo se llamaban y que nos tapaban completos cuando nos
veces olía a podrido; otras, a mierda de los animales salvajes que merodeaban
por allá.
flamante novio tenía una verga enhiesta como el asta de una bandera, tan
orgullosa y empingorotada que había que saludarla con respeto y hasta decirle
usted. Lo mejor de aquellos encuentros eran las bofetadas con las que Peter me
hermana supo que lo más me atraía del Estrella, luego de probar el mantecado,
era su forma de tratarme en medio de la templeta, los tirones de pelo y las
en mitad de la espalda.
Entre pitos y flautas, el resultado de tales apreturas sadomaso fue que quedé
desde que regresamos y faltaba muchísimo a las clases. Le dije que él era el
padre de mi hijo (bueno, también podría haber sido hija, pero hijo sonaba…no
sé, más contundente) y que esperaba que se portase como el hombre que
aseguraba ser.
Yania: Metamorfosis
Eso pasó con el tal Peter. Yamila, la pazguata, todavía no tocaba tierra,
flotando obnubilada en las nubes de su amorzuelo de campamento, creyendo
Un muchacho que no tiene oficio ni beneficio, que desde ahora ha dicho que
más.
Para entonces Peter andaba enredado con una mujer mucho mayor que él,
una que había sido vedette en sus buenos tiempos, aunque ya estaba hecha un
señora había tenido voz (y tremendo cuerpazo) en sus verdores. Pero la voz no
le daba más que para desafinar y el cuerpazo, por más fajas que se pusiera, se
le había vuelto fofo como una pelota de playa desinflada, pateada y vuelta a
patear.
Ahora, al Peter ¿qué le importaba eso? Si estaba con ella era por el gasto,
no por el gusto. Se rumoraba que la Diva del Ocaso tenía acceso a las tiendas
prohibido que leer el New York Times en el muro del Malecón. Anatema total.
Como artista famosa que era, o que había sido, la señora tenía conexiones
Aunque tampoco sería mucho, porque la doña tenía familia, hijos y hasta
nietos de la edad de nosotras, que tampoco iban a permitir que un chamaco sin
pedigrí les fuera a chulear a la vieja. Pero a lo que vamos, Peter no se volvió a
ocupar de mi hermana, por más que ella insistiera en que él era el Hombre De
Su Vida. Y por más que lo fuera, en su imaginación, durante mucho, mucho
tiempo…
(nuestros padres, los abuelos maternos y nosotras dos) y con sólo dos cuartos,
pues no había espacio para un alma más. Razón no le falta en eso. Los viejos
ático sin ventanas donde nos asábamos de calor por las noches porque ni
Ésa era otra. Mami, que vivía en una menopausia permanente, era capaz de
botarme para el medio de la calle, con barriga y todo, en cuanto le comunicara
la noticia. Seducida y abandonada, como en el título de la más ridícula
película argentina de los cincuenta, accedí que tirasen por un tragante al fruto
de los bofetones compartidos con el Estrella. Reventé mis ilusiones contra el
tiré en la cama por dos días, vacía de cuerpo y de alma, a soñar sin sueños de
amor.
Yania les explicó a los viejos que me había dado un trompazo en la clase de
Educación Física y debía hacer reposo por una semana. Ni mami, ni mi padre,
corresponda agradecer.
barrios residenciales.
Pasaron los años y alguien me contó que se había hecho músico, como
siempre quiso. Supongo que la Diva del Ocaso, aquella cantante de cuplés con
quien se enredó cuando era un jovencito, lo ayudó a escalar peldaños en la
carrera artística. O a lo mejor los subió por sus propios méritos. ¿Qué sé yo?
El caso fue que un día me enteré de que estaba tocando en Café Rodney, en
el Cabaret Tropicana. Sin pensarlo dos veces me zumbé para allá con Yania,
que fue a regañadientes porque a ella no le interesan esos fandangos —de
mejor gana habría ido a ver a las rumberas que bailaban semi encueras en el
Salón Bajo las Estrellas, pero no teníamos presupuesto para eso.
¿Qué por qué fui? Bueno, pues siempre he sido una romántica
potrero de Pinar del Río (estoy hablando del noventa y cuatro, en plena crisis)
todavía le guardaba una lealtad de perra al recuerdo de Peter. Pensé que ahora
una canción.
pesos por cabeza para ver a ese idiota que te dejó plantada cuando más lo
necesitaste —le dije.
Dicen que los optimistas ven el vaso medio lleno y los pesimistas (como
yo) medio vacío. El problema con Yamila es que ella siempre lo veía rebosante
de champán, aunque lo que tuviese el vaso fuera pipi de gato.
Después de un solo de tambor salió por fin al escenario Peter, que estaba
flaco como una vara de tumbar gatos y más feo que pegarle a Dios. Los
músculos que según mi hermanita se parecían a los brazotes de Delon se
habían volatilizado. Para colmo, se había dejado crecer una barbita ratonera
que le caía fatal, pero fatal. Luego, ya no cantaba los guaguancós de
Yania, la muy hocicona, tiene la boca llena de razón, por más que me duela
Pensé que aquélla sería la última vez que nos cruzaríamos en esta
encarnación, pero estaba equivocada, muy equivocada. Lo irónico del caso fue
del Cementerio de Colón. Cuando el gobierno de España aprobó una ley que
permitía a todo el que tuviera antepasados ibéricos emigrar al ruedo ídem, allí
estábamos nosotras en primera fila con la partida de bautismo del abuelo, que
se fue a Cuba en busca de mejor futuro y setenta años más tarde, por los azares
que pagaban una miseria. Pero cubana, recién llegada y sin recomendaciones,
¿qué otra cosa iba a hacer? Al cabo de un par de años conseguí que me
educar a quienes aquí llaman niñatos y que, comparados con las fieras de
Buenavista, son unos angelitos en mermelada.
No soy rica ni mucho menos, pero cuando volví a ver a Peter, ya en pleno
siglo veintiuno, la distancia entre los dos era más larga, económicamente
Yo había salido de una clase que terminaba a las tres de la tarde y pasé por
hambre. En lugar de Jordi, un camarero viejito que siempre estaba allí a esa
— ¿Qué desea?
Por el olor, más que por el acento, supe que era cubano. No, no es una
pata) sino una especie de vaho isleño que me alertó. Le pedí un capuchino y
un pan con tomate usando mi mejor acento catalán, porque si algo he
Basta decir que una parejita recién llegada me estafó trescientos euros, y ésos
fueron los menos malos.
El camarero me trajo el pan con tomate y se quedó plantado frente a mí, sin
dejarme tragar en paz. Yo estaba a punto de mandarlo a pescar truchas cuando
me dijo:
nombre, pero cuando llegué aquí me deshice del primero, que siempre me
Campeador.
decirle que no, que no era yo, pero la curiosidad pudo más que la suspicacia y
asentí con la cabeza sin mucho entusiasmo. Entonces salió de atrás de la barra,
me dio un abrazo y me contó, hipando de emoción, que él era Pedro, Peter
Por poco me atraganto con un trozo de tomate. Aquel tipo era una
caricatura del Peter de mi adolescencia: la barbita ratonera se le había
desea) es que envejecemos mejor que las buenas mozas. Vaya, que no
tetamenta. Flaca como una escoba había sido de joven y flaca seguí siendo
después de los cuarenta. Gracias a mis cremas Clinique, con las que me
veces por semana, estoy pasable. Pero de ahí a decir que estaba idéntica a
y agiliza la mente. Peter había llegado a Barcelona dos años antes y estaba
cal le daba alergia, según él), lo botó de su piso sin contemplaciones. Había
sido conserje, canguro, ayudante de un pescadero en la Boquería y ahora
estaba de camarero, donde al menos tenía la comida segura.
la sorpresa.
fue hasta que salí del café que me acordé de Carles, mi marido español.
se hubiera criado en la Gran Vía, pero bastó que se encontrase con aquel
gringo, que no hay cosa más picúa que ésa, ni digo como otros trasplantados
lengua materna (para mis adentros, desde luego). Si me doy un trompazo digo
ay, no ouch. A mis parejas les enseño español, porque no hay nada más erótico
que templar en el idioma de uno. Y lo mejor es que a ellas les gusta el cubaneo
también.
que también caza con el género de las que aquí se llaman partners. Eso sí que
no lo habría podido hacer en Cuba, al menos en mis tiempos, cuando tortillera
y machorra eras los peores insultos que le podían decir a una mujer. Yo lo fui
desde que tengo uso de razón.
Yamila dice que ella lo sospechaba, pero no sé cómo, porque ni siquiera
con ella, mi única hermana, me franqueé en los primeros tiempos. Luego
estaban las diferencias: ella podía tener un poster de Alain Delon encima de su
cama, pero yo tenía que esconder el de Tanya, una cantante (cantante de
entonces.
En fin, ya todo aquello era agua pasada que no movía molino. Las dos
estábamos más o menos encaminadas. Yamila tenía un marido español, un
señor más bueno que el pan, y yo andaba con Ellen desde hacía cinco años.
Los abuelos se habían muerto en La Habana. A papá, que siempre fue una
americano rubio y de ojos azules, para que les salga un bebé de anuncio?
familia, y hasta para la cama si una no tiene gustos raros, como yo. Esto no se
lo digo a nadie, menos a mi hermana, aunque a lo mejor ella me entendería,
sombras de Grey, tal vez sea un buen momento para sacar el tema a colación,
pero me da vergüenza, vaya. ¿Y si piensa que soy una tía marrana y me pierde
dónde me brotó ese lado maso que no le había mostrado hasta entonces.
A veces pienso que aquella primera experiencia con Peter me dejó marcada
para los restos, adicta a las vergas cubanas y a los maltratos en la cama—o en
los potreros repletos de malas hierbas. Eso era lo que yo extrañaba y lo que,
quizá inconscientemente, buscaba en el Estrella metamorfoseado en camarero.
O tal vez acepté verlo de nuevo para borrar de alguna forma el recuerdo de
mis entrañas aspiradas, del plantón en el Café Rodney, por vanidad, por… qué
sé yo. El caso fue que aquella noche, después de decirle a Carles que iba a
asistir a un seminario de metodología, terminé enredada con Peter entre las
sábanas de un motel en la Avenida Diagonal.
cada dos o tres días, con una servidora de paganini, y Peter a arrullarme con el
—Es que yo era joven y medio loco, mima, incapaz de apreciar la joyita
que tenía entonces —me dijo entre jipidos—. ¡Mira que lo he lamentado
después!
verga enhiesta de los tiempos de Pinar del Río había perdido mucho de su
Vaya, que el hombre andaba de capa caída por cualquier lado que se le
mirase.
Algo me habló de probar con el Viagra, pero por nada del mundo le iba
financiar yo las pastillitas color cielo, con lo caras que son.
Yania: Autoestima
mismo, pero es igual) que se había enredado de nuevo con aquel perdedor, yo
me quedé patidifusa.
— ¿A esta hora y con este recado? —le pregunté—. ¡Oye, que lo tuyo no
tiene nombre, nena! Después de todas las perrerías que te hizo ese hombre ¿a
santo de qué lo vienes a recoger de la basura? Hazte un favor y mándalo a
volar.
encontré sobre el tema del desamor propio. Creo que ni los abrió. Se había
encaprichado otra vez con el comebolas y no había manera humana ni divina
de hacerla reaccionar.
Por eso, ahora yo digo que se tiene merecido lo que le pasó. Muy merecido,
Durante los primeros tiempos con Peter intenté revivir mis fantasías de
que yo me hiciera humo casi todas las tardes después de terminar las clases.
el matrimonio.
que por verdadero deseo) murió de inapetencia a las pocas semanas. Pero, para
sorpresa mía, la lástima lo reemplazó. Ya no me importaba vengarme del tipo
muerto hacía cinco años) ni de ninguna de las otras mujeres que habían
disfrutado la verga cabezuda del Estrella en las tardes calientes de allende los
mares.
Sus tibios bofetones me dejaban fría y empezó a pesarme el tener que pagar
el costo del motel. Más en cuenta me habría salido gastarme los sesenta euros
en una buena cena en 7 Portes, pensaba cada vez que firmaba la cuenta de
Visa. Y tampoco quería que se fuera a pique mi matrimonio, pues Carles se
merecía más que los tarros sin orgasmos con que lo estaba coronando. Mi
aventura cubana estaba llegando a su fin. Al fin sería una cana al aire, una
cana que cubriría con el mejor tinte de pelo que pudiera comprar y de la que
Así fue que empecé a elucubrar cómo librarme del Estrella sin machucarle
el orgullo, olvidándome de cómo el muy desgraciado había hecho trizas el mío
futuro. Su meta era llegar a Miami; allí sí que iba levantar cabeza (no sé cuál)
camino sin ayuda de nadie. Ah, pero aquí entraba en danza un verbo al que mi
romperlos, y a todas éstas rezongando porque aquella labor estaba por debajo
de sus capacidades y de su dignidad. Ahora, para soñar no tenía cortapisas.
como un pavo real—. Mamita, yo tengo una voz de oro, lo que necesito es un
española y con su pasaporte cubano, que además debía renovar, porque estaba
vencido hacía dos años, no lo iban a dejar ni decir tres palabras en la embajada
crucero desde Barcelona a Miami, con una escala en las Azores, ¿y qué tal si
yo la acompañaba y nos dábamos el viajecito las dos?
Dios.
qué tenía Yamila que volverse a enredar con un tipo que, si en Cuba era
—Cuando Peter llegue a la Florida, puede pedir asilo porque cumple con el
famoso requisito de los pies secos —me decía—. Lo peor que puede pasar es
que lo manden de vuelta a Barcelona. Él entiende los riesgos, pero así y todo
duraba la travesía.
Yamila lo tenía todo calculado con precisión de operativo policial y yo, por
ayudarla, me dejé convencer. Porque me daba lástima con ella, vaya, con aquel
pedazo de inútil colgado de su cuello como albatros a punto de estirar la pata y
el ala. Al fin y al cabo, pensé, ¿qué le hace otra raya al tigre? Aquí llegan cada
semana decenas de cubanos. Todos se acogen a la Ley de Ajuste y al año y un
día están tan ajustados que regresan a Cuba a llevar pacotilla y a hacer
negocios más o menos sucios. ¿Qué tenía de particular otro más? Como decía
mi abuela, cuando llega visita se le echa más agua al café y palante el carro.
Yamila le explicó a su marido que quería pasarse unos días en medio del
Atlántico para despejar, con su hermana del alma. Que últimamente se había
sentido un poco nerviosa y fuera de sus cabales, por lo que le hacía falta
Aduanas donde les revisan el pasaporte y los boletos y les toman una foto para
la tarjeta de a bordo.
Alain Delon, como decía la muy guanaja!) Lo pintamos como una puerta, le
delineamos bien las cejas, le pusimos una peluca corta del color de mi pelo y
al fin resultó una versión, mejorada y muy femenil, de quien les habla. Dicha
versión pasó Aduanas, entró al North Star con mi pasaporte y mi boleto, como
si fuera yo, y recibió la tarjetita que les dan a todos los pasajeros, y que sirve
Yo volé a las Azores desde Barcelona. Una vez allí, Yamila salió del barco
con las dos tarjetas de identificación; la suya y la mía, mientras Peter se
Y así terminamos los tres compartiendo una cabina durante dos noches. Le
Se pasó el viaje fastidiando. Cantar era lo único que quería hacer el muy
loco. Y yo, espantada, a pedirle que se callara. Si alguien oía una voz de
hombre en un camarote donde se suponía que viajaban dos mujeres solas, nos
aprendí que era mentira la palabra amigo fiel. Y paseándose de un lado a otro
con su peluca y su disfraz, tan hembrango como machango había sido en los
tiempos de la escuela al campo.
Cuando ideamos el plan, mi mayor preocupación fue lo difícil que sería para
un macho, varón, masculino e hijo confeso de Changó el vestirse y calzarse
inspiró más que otras veces y empezó a cantar a todo pecho “El día que me
quieras,” con ratatán y todo al final de cada verso.
—Oh, ¡qué voz tan preciosa tienes! —Le dijo la pasajera, que era una
—Lo que estamos haciendo por ti es un favor que no nos pagas ni en cien
años que vivas —le espetó—. Así que lo menos que puedes hacer es mantener
menos de esa clase, por unos cuantos días. Por lo demás, el North Star
funcionaba estilo Disneylandia: una vez que entras, nadie va a cuestionarse
qué haces allí. Una tejana hasta se las había arreglado para llevar a su perro,
un Cavalier King Charles que parecía un plumero, con el que andaba de un
lado para otro sin que le preguntasen nada… ¡a saber dónde haría sus
necesidades aquel animal!
dándose un chapuzón en las piscinas al aire libre (se había enfundado en una
trusa enteriza después de depilarse piernas y sobacos con una destreza que me
hizo sospechar que no era la primera vez que lo hacía) como metido en la
tipo se mató el hambre vieja que traía desde Cuba y que no se le había quitado
en Barcelona. ¡Qué manera de atracarse, por Dios! Yo creo que engordó cinco
advertencia que le hice, el fulano se quedaría más tranquilo que estate quieto.
Ah, pues no. No tenía abuela ese maldito. Un día lo agarré lanzando un
paquete al mar desde el puente número trece, donde otro pasajero, o hasta
iba saliendo del spa, donde me acaban de dar un masaje de ensueño, y me picó
la curiosidad de saber a dónde iba aquel tío con un paquetico en la mano.
Aquí vale aclarar que, según las reglas del barco, estaba prohibido tirar
basura al mar.
—Ah, nada, es una ofrenda a Yemayá —me dijo, con porte y aspecto de un
niño cogido en falta—. Yo soy creyente y vaya…estas cosas son importantes
para mí.
— ¿Y en qué consistía tu ofrenda, si se puede saber?
— ¿Dónde lo conseguiste?
—En la cocina.
Fue esa misma noche, o tal vez la siguiente, cuando la tripulación puso en
que parecía un tanque Sherman, cantaba cuplés con voz de falsete y los chicos
de la cocina se lucieron con un acto de Burlesque que arrancó aplausos a los
Yo pensé que allí mismo le iban a preguntar de dónde había salido y que se
— ¿Tú viste eso? —Me preguntó Yamila—. Estoy pensando que quizás no
contrato en Hollywood!
de los cinco mil pasajeros a quien los demás reconocían en los restaurantes o
en las piscinas. El nombre artístico con el que se bautizó a sí mismo fue
—Yo nací para esto —nos dijo la noche antes de desembarcar, cuando se
brinca un chivo.
Yamila lo observaba con los ojos encandilados, fascinada otra vez por la
magia del Don Juan de Buenavista. Me dio rabia por ella, por lo fácil que se
dejaba engatusar.
muelle de Miami para contratarte estás muy equivocado —le solté, para
bajarle los humos—. En el Norte hay que doblar el lomo, pariente, porque el
que no trabaja no come.
que se iba a refrescar al Ice Bar y no volvió; esa noche dormimos solas.
pusiera. Fu.
en el North Star. Por eso no me extrañó tanto que no pasara la última con
nosotras. Pensé en buscarlo por todo el barco para pedirle explicaciones, como
penas ni glorias, habíamos llegado al final del camino. A partir del día
Y sin embargo… tengo que confesar que, mientras más nos acercábamos a
— ¡No me digas que estás pensando en quedarte aquí con este sanaco!
—Se horripiló mi hermana—. ¿Y qué va a pasar con Carles y tu trabajo?
vestido blanco con lunares azules manchado de vino y de quién sabe qué otras
cosas más.
Aduana.
Caribe te las arreglaste para subir al barco por una cuerda que un marinero
compasivo te lanzó.
Aquello estaba más difícil de tragar que una venta de propiedad costera en
el desierto de Sahara, pero era lo que habíamos acordado unos días antes. Al
fin no importaba lo que dijera: había puesto los pies, bien secos y embutidos
en tacones de seis centímetros, en suelo americano. De allí no lo podían echar,
contestó el Estrella.
— ¿Y cuál es ese plan? —le pregunté intrigada, porque según lo poco que
entendía yo de las leyes americanas, la de Ajuste Cubano era la única a la que
Me quedé fría, no tanto por la sorpresa como por la grosería con que aquel
me había tratado. Fue una bofetada metafórica que me escoció hasta el fondo
de la vida. Las Cincuenta sombras de Grey se disolvieron entre las olas sucias
aspiradora del obstetra había absorbido los tejidos informes del hijo del
Estrella. Si Yania no se hubiera apresurado a sostenerme, habría caído redonda
les había cogido miedo a los ojos. Que, enfrentado a la posibilidad horrenda de
tener que trabajar en serio para sobrevivir, había decidido regresar, polizón de
ida y vuelta, al Viejo Continente, usando la misma ruta por la que había venido
a América. El North Star volvería a emprender el viaje en dirección contraria
dos días después, con una nueva carga de pasajeros.
cuando hablamos por teléfono el otro día, conteniendo las lágrimas para que
FIN