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POESIA INGENUA

Y
POESIA SENTIMENTAL
por
FEDERICO SCHILLER
HAY en nuestra NAa momentos en que dedicamos cier-
to amor v conmovido respeto a la naturaleza en las plan-
tas, minerales, animales, paisajes, así como a la naturale-
za humana en los niños, en las costumbres de la gente
campesina y de los pueblos primitivos, no porque agrade
a nuestros sentidos, ni tampoco porque satisfaga a nuestro
entendimiento o gusto (en ambos respectos puede a me-
nudo ocurrir lo contrario), sino,por el mero hecho de ser
naturaleza. Todo espíritu afinado que no carezca por com-
pleto de sentimientos lo experimenta cuando se pasea al
aire libre, cuando vive en. el campo o cuando se detiene
ante los monumentos de tiempos pasados; en suma, cuan-
do el aspecto de la simple naturaleza lo sorprende en cir-
cunstancias y situaciones artificiales. En este interés, que
no pocas veces llega a ser necesidad, se fundan muchas de
nuestras aficienes'., por ejemplo a flores y animales, a los
jardines sencillos, a los paseos, al campo y sus habitantes,
a muchas creaciones de la antigüedad remota, siempre que
no entre en ello la afectación, ni algún otro interés acci-
dental. Pero este modo de interés hacia la naturaleza nace
sólo bajo dos condiciones. En, primer lugar, es absolutamen-
te necesu, vio que el objeto que nos lo inspira sea naturaleza
o por lo menos que lo consideremos como tal; y luego, que
sea ingenuo (en el más amplio significado de la palabra),
es decir, que en él la naturaleza contraste con el arte y lo
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lencioso obrar por sí solo, la existencia según leyes propias,
supere. Cuando esto último se agrega a lo primero, y sólo la necesidad interior, la unidad eterna consigo mismo.
entonces, resulta ingenua la naturaleza. Son lo que nosotros fuimos; son lo que debemos vol-
La naturaleza, desde este punto de vista, no radica en Hemos sido naturaleza, como ellos, y nuestra
ver a ser.
otra cosa que en ser espontáneamente, en subsistir las co. cultura debe volvernos, por el camino de la razón y de la
sas por sí mismas, en existir según leyes propias e inva. libertad, a la naturaleza. Al mismo tiempo son, pues, re-
riables. presentaciones de nuestra infancia perdida, hacia la cual
Es indispensable que admitamos tal concepción si he. conservamos eternamente el más entrañable cariño; por
mos de tomar interés en semejantes fenómenos. Aunque a eso nos llenan de cierta melancolía. Son a la vez represen-
una flor artificial pudiera dársele la más acabada y enga taciones de nuestra suprema perfección en el inundo ideal;
ñosa apariencia de naturaleza, aunque la ilusión de lo por eso nos conmueven de sublime manera.
genuo en las costumbres pudiera llevarse hasta el máximo : Pero su perfección no es mérito suyo, porque no es
grado, al descubrir que era una imitación quedaría si.n;, obra de su libre albedrío. Nos conceden, pues, el peculia-
embargo anulado el sentimiento a que nos referimos 1 : rísimo placer de que sean nuestros modelos sin humillar-
De esto se desprende que tal manera de complacencia!, nos. Manifestación permanente de la divinidad, están en
en la naturaleza no es estética, sino moral; porque no es torno nuestro, pero más bien confortándonos que deslum-
producida directamente por la contemplación, sino por in- brándonos. Lo que determina su carácter es precisamente
termedio de una idea. Tampoco se rige de ninguna manera lo que le falta al nuestro para alcanzar su perfección; lo
por la belleza de las formas. ¿Pues qué tendría por sí mis-1 que nos distingue de ellos es precisamente lo que a su vez
ma de tan agradable una insignificante flor, una fuente, `1 les falta a ellos para alcanzar la divinidad. Nosotros somos
una piedra cubierta de musgo, el piar de los pájaros, el libres, y ellos determinados; nosotros variarnos, ellos per-
zumbido de las abejas ...? ¿Qué es lo que podría hacerlos manecen idénticos. Pero sólo cuando lo uno lo otro se
hasta dignos de nuestro amor? No son esos objetos mismos, unen —cuando la voluntad obedece libremente a la ley de
es una idea representada por los objetos lo que amamosii
la necesidad, y la razón hace valer su norma a través de
en ellos. Amamos en ellos la serena vida creadora, el si4
todos los cambios de la fantasía— es cuando surge lo di-
presamente sobre este fenómeno-- recuerda que si oímos, imitado por
vino o el ideal. Así, siempre vemos en ellos aquello de que
un hombre en la forma más perfecta, el trino del ruiseñor y, en el carecemos, pero por lo que somas impulsados a luchar, y
engaño, nos entregamos a esta impresión plenamente conmovidos, al
destruirse la ilusión desaparece todo nuestro placer. Véase en la Crítica a lo cual, aunque nunca lo alcancemos, debemos esperar
del Juicio el capítulo sobre el interés intelectual en lo bello. Quien acercarnos, sin embargo, en progreso infinito. Vennos en
sólo haya aprendido a admirar a Kant como gran pensador se ale-
grará de encontrar aquí una huella de su capacidad emotiva y se ' nosotros una ventaja que a ellos les falta, y de la cual no
convencerá, al descubrirlo, de la alta vocación filosófica de este hombre : 'pueden participar nunca (así en el caso de los irracionales)
(vocación que requiere siempre ambas cualidades).
Kant —el primero, que yo sepa, que comenzó a reflexionar ex-
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o a lo sumo (como en el caso de los niños) no de otro in unca suelen sentir otra cosa que su propia superiori-
do que siguiendo nuestro propio camino. Nos procuran p dad n
dad. Pero el sentimiento a que me refiero (y que sólo
lo tanto el más dulce goce de nuestra humanidad co ocurre en disposiciones morales muy particulares y no de-
idea, aunque a la vez deben necesariamente humillarnos
onfundirse con el que provoca en nosotros la alegre
consideramos nuestra humanidad en una situación dote be c
minada. actividad de los niños) es más bien humillante que favo-
r rable para el amor propio; y aunque hubiera allí una vir-
Como este interés por la naturaleza se funda en tud, no estaría ciertamente de nuestro lado. Si nos conmo-
,idea, sólo puede manifestarse en espíritus que sean sen
vemos, no es porque miremos al niño desde la altura de
bles a las ideas, esto es, en espíritus morales. La gran may
nuestra fuerza y perfección, sino porque desde la limita-
ría de los hombres no hacen más que fingirlo, y la (LE
sión de este gusto sentimental en nuestra época —que ción de nuestro estado, inseparable de la determinación
ya definitivamente alcanzada, elevamos la vista hacia la
traduce, particularmente desde la aparición de cierta lit
ratura, en viajes sentimentales 1 , jardines y paseos a infinita posibilidad que tiene el niño de ser determinado,
y hacia su inocente pureza; y a nuestro sentimiento, en
nerados, y otras aficiones de ese género— no prueba
tales ocasiones, se mezcla demasiado visiblemente cierta
ningún modo la difusión de esa forma de sensibilidad. S'
melancolía, para que pueda desconocérsele esta fuente t En
embargo la naturaleza manifestará siempre algo de e
el niño está representada la disposición y la determina-
efecto aun sobre el más insensible, porque ya basta pa -
ello la propensión ciórz.; en_ nosotros su realización, que se queda siempre in-
hacia lo moral, común a todos los ho finitamente rezagada con respecto a aquéllas. De ahí que
bres, y porque todos somos impulsados hacia esa meta e
la idea, por más alejados que nuestros x1 ia(2sea_paranosotros una actualización del ideali, no
hechos estén de por cierto del ideal realizado, sino del señalado; y así, lo
sencillez y verdad de la naturaleza.
que nos conmueve no es de ningún modo la representación
Esa sensibilidad para la naturaleza se pone de ma
de su debilidad y de sus límites, sino, muy por el contra-
fiesto con particular fuerza y de la manera más gener
rio, la de su pura y libre fuerza, su integridad, su infinitud.
ante objetos que, como los niños y los pueblos infantile Para el hombre dotado de moralidad y sensibilidad el ni-
están más estrechamente enlazados a nosotros y nos lleva ño pasa a ser por eso un objeto sagrado, esto es, un objeto
tanto mejor a reflexionar sobre nosotros mismos y sob
lo que tenemos de artificial. tal que con la grandeza del factor ideal aniquila todo fac-
Es un error creer que lo qu tor empírico ygyuelve a ganar sobradamente ante la razón
en ciertos momentos hace que nos detengamos con tant lo que puede haber perdido ante el entendimiento.\
emoción ante los niños sea la representación de su impo- Justamente de esta contradicción entre el juicio de la
tencia. Podrá ser ése el caso de quienes frente a la debili- razón y el del entendimiento nace el peculiarísimo fenó-
1 [Alusión a Sternel. meno del sentimiento mixto que el pensar ingenuo suscita
en nosotros. Combina la simplicidad infantil con la pue-
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ril; por esta última presenta un punto vulnerable al Para lo ingenuo se requiere que la naturaleza venza
1, ya sea contra lo que la persona sabe y quiere,
tendimiento y provoca esa sonrisa con que damos a c al arte -
cer nuestra superioridad (teorética). Pero en cuanto te ya con su plena conciencia.
mos motivo de creer que la simplicidad pueril es al mis El primer caso es el de lo ingenuo en la sorpresa, que
tiempo infantil, y que por lo tanto_ su fuente no es fa nos divierte; el otro es el de lo ingenuo del carácter, que
_de entendimiento, no es incapacidad, sino una fuerz ra.uleovei
nos cpoanm
perior (práctica),, un corazón lleno de inocencia y ver ingenuo en la sorpresa, la persona debe ser
capaz de negar a la naturaleza; para lo inge-
que por grandeza interior desprecia el auxilio del arte, moralmente
nuo del carácter no debe serlo, pero no tenemos que ima-
tonces se desvanece aquel triunfo del intelecto, y la bu incapaz de ello, si es que ha de
_de la simpleza se_vuelye admiración de la simplicidadJ\T ginarla como físicamente
causarnos impresión de ingenuidad. Las acciones y dichos
sentimos obligados a respetar el objeto que antes nos ha de los niños no nos darán, pues, una pura imresión p de
hecho sonreír y, echando una ojeada en nosotros mism ingenuidad sino en la medida en que no nos recuerden su
a lamentar que no nos parezcamos a él. Así surge el fen de ternura, que se deja muy bien enlazar como juego a esa risa de
meno, tan particular, de un sentimiento en que confluy buen corazón, y que, en realidad, se enlaza ordinariamente con ella,
compensando al mismo tiempo, a veces, en el que la ocasiona, su con-
la burla alegre, el respeto y la melancolía 1 . fusión, por no estar aún picardeado como los hombres" [Traducción
1 de García Morente]. Confieso que esta explicación no me satisface
Kant, en una observación sobre la analítica de lo sublime del todo, principalmente porque atribuye a lo ingenuo en general algo
tica del Juicio estético, § 54) distingue asimismo ese triple ingredie que, en todo caso, sólo es verdad de una de sus especies: lo ingenuo en
en el sentimiento de lo ingenuo, pero lo explica de otro modo: " la sorpresa, a que me referiré luego. Cierto es que nos mueve a risa
que se compone de ambos (es decir, el sentimiento animal de placer quien por su ingenuidad nos ofrece un blanco, y en muchos casos esta
el sentimiento espiritual de respeto) se encuentra en la ingenui risa puede brotar de una expectativa previa que se resuelve en nada.
que es la explosión de la sinceridad, primitivamente natural a la hu Pero también la forma más noble de la ingenuidad, la ingenuidad de
nidad, contra la disimulación, tornada en segunda naturaleza. Se carácter, provoca siempre una sonrisa, que sin embargo difícilmente
uno de la simplicidad, que no sabe aún disimular, y sin embargo podría tener su causa en una expectativa malograda, sino que en
regocija uno también de la simplicidad de la naturaleza, que suprime general ha de explicarse sólo por el contraste entre una determinada
aquí, de un rasgo, aquella disimulación. Esperábase la costumbre diará manera de proceder y las formas ya admitidas y esperadas. Dudo
de la manifestación artificial y que se preocupa de la bella aparienc también de que el pesar que en este modo de ingenuidad se mezcla
y ved: es la naturaleza sana e inocente que no se esperaba encontr a nuestromismos
sentimiento sea por la persona ingenua y no más bien por
nosotros o aún por la humanidad en general, cuya decadencia
y que el que la deja ver no pensaba tampoco descubrir. El que recordamos por tal motivo. Es, con sobrada evidencia, una tristeza
bella pero falsa apariencia, a la cual damos mucha importancia, ge moral que debe tener un objeto más noble que los males físicos que
ralmente, en nuestro juicio se transforme aquí, súbitamente, en nad amenazan a la sinceridad en la vida ordinaria; y este objeto quizás no
el que, por decirlo así, el astuto se descubra a nosotros mismos, es
que produce un movimiento del espíritu hacia dos direcciones red') pueda ser otro que la pérdida de la veracidad y de la sencillez en la
camente opuestas, y que al mismo tiempo sacude el cuerpo sanamen humanidad.
Pero que algo que es infinitamente mejor que toda supuesta costumbre, que la verdad venza
la pureza del modo de pensar (al menos, la capacidad para ello), no 1 Quizá debiéramos decir, en pocas palabras:
a la simulación; pero el concepto de lo ingenuo todavía incluye, me
está totalmente apagada en la naturaleza humana, eso pone seriedad y parece, algo más, pues la sencillez en general, que se sobrepone al.
alta estimación en ese juego del juicio. Pero como es un fenómeno que artificio, y la libertad natural, que se sobrepone al estiramiento for-
sólo se produce por poco tiempo, y el velo de la disimulación vuelve zado, despiertan en nosotros un sentimiento parecido.
pronto a correrse, se mezcla, pues, con él una añoranza, un sentimiento
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incapacidad para el arte .y sólo consideramos, en gener cimiento al respeto. Si bien es 'verdad que en lo in-
dar na
el contraste entre su naturalidad y nuestro artificio. genuo de sorpresa siempre es la preponderancia del afecto
ingenuo es una modalidad de niño allí donde ya no se e y cierta falta de reflexión lo que pone de manifiesto a la
pera, y, por lo mismo, no puede en realidad atribuirse naturaleza, esa falta y esa preponderancia no constituyen
la infancia en su sentido más estricto. todavía lo ingenuo, sino que ofrecen sólo la ocasión para
Pero en ambos casos, en la ingenuidad de sorpre que la naturaleza obedezca sin estorbo a su contextura mo-
como en la de carácter, la razón debe estar de parte ral, es decir, a la ley de la armonía.
la naturaleza y contra el arte. Lo ingenuo de sorpresa sólo puede convenir al hom-
Sólo con esta última determinación queda completad al hombre en la estricta medida en que deja de ser
bre, y
el concepto de lo ingenuo. El afecto es también naturale en ese instante naturaleza pura e inocente. Presupone una
y la regla de la decencia es cosa artificial; pero la victo voluntad que no armoniza con lo que la naturaleza hace
del afecto sobre la decencia es todo menos ingenuidad. por su propio impulso. Un hombre tal, si se le llama a re-
ese mismo afecto triunfa en cambio sobre el artificio, sob flexionar, se quedará asustado de sí mismo; en cambio el
la falsa decencia, sobre la simulación, no vacilamos en 11 hombre de carácter ingenuo se extrañará de los demás y
marlo ingenuo I. de su asombro. Y como quien confiesa aquí la verdad no
Se requiere, pues, que la naturaleza triunfe sobre e es el carácter personal y moral, sino sólo el carácter natu-
arte, no por su violencia como factor dinámico, sino por s ral desatado por el afecto, no consideramos esta sinceri-
forma como factor moral; en suma, no en cuanto neces dad como mérito del hombre, y nuestra risa es burla me-
dad exterior, sino en cuanto necesidad interna. Lo que d recida que ninguna estimación personal de él nos hace re-
be haber procurado la victoria a la naturaleza, no es 1 primir. Pero como también aquí es la sinceridad de la na-
insuficiente sino lo ilícito del arte; pues lo primero es ca turaleza lo que rasga el velo de la falsedad, una satisfac-
rencia, y nada de lo que proviene de la carencia pued ción más alta viene a unirse al placer maligno de haber
atrapado a un hombre; pues la naturaleza en oposición al
1 Un niño es malcriado si infrin ge los preceptos de una buena edu- artificio, y la verdad en oposición al fraude, deben en todo
cación movido por sus apetitos o por su carácter liviano o impetuoso; momento inspirar respeto. También sentimos, pues, hacia
pero es ingenuo si se desentiende del amaneramiento de una educación
equivocada, de las tiesas actitudes del maestro de danza y otras cosas lo ingenuo de sorpresa un placer realmente moral, aunque
de ese género, a impulso de su naturaleza libre y sana. Lo mismo no lo sintamos hacia un carácter moral I.
ocurre con lo ingenuo tomado en sentido totalmente impropio, que
resulta si lo trasladamos del hombre al mundo irracional. Nadie en-
contrará ingenuo el aspecto de un jardín mal cuidado, invadido por 1 Como lo in genuo se basa sólo en la forma en que algo se hace o
la maleza; pero sí hay algo de ingenuo en que el libre crecimiento se dice, perdemos de vista esta particularidad apenas la impresión que
de las ramas salientes destruya la penosa labor de la podadera en la cosa misma produce por sus causas o por sus consecuencias es pre-
un jardín francés. Así, tampoco tiene nada de ingenuo el que un ca- ponderante o, más aún, contradictoria. Con una ingenuidad de esta
ballo amaestrado eche a perder la lección por natural torpeza ; pero especie hasta se puede descubrir un crimen; pero en tal caso no tene-
encontramos algo de ingenuo en que la olvide por su libertad natural. mos tranquilidad ni tiempo para dirigir nuestra atención a la forma
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Si en lo ingenuo de sorpresa respetamos siempre la
turaleza porque debemos respetar la verdad, en lo ingen
tensión del derecho de propiedad, que podría ser ruinosa
del carácter respetamos, en cambio, la persona, y por para una parte de la humanidad, no está fundada en la
tanto no sólo gozamos un placer moral, sino que ese pl aturaleza. La acción del niño avergüenza así al
simple n
cer está además dirigido hacia un objeto moral. Tanto undo real, y nuestro corazón lo confiesa también con el
un caso como en el otro la razón está de parte de m
placer que por esa acción siente.
naturaleza en cuanto que expresa la verdad; pero en el Si un hombre sin roce del mundo, pero por lo demás
gundo no sólo ocurre que la naturaleza tiene razón s
también que la persona tiene honor. En el primer caso de buen entendimiento, confiesa sus secretos a otro, que lo
está engañando pero que sabe disimular hábilmente, y con
sinceridad de la naturaleza implica siempre menoscabo su sinceridad le proporciona él mismo los medios de perjudi-
ra la persona, porque es involuntaria ; en el segundo carlo, nos parece ingenuo.' Nos reímos de él, pero no pode-
plica siempre un mérito, aunque supongamos que lo q mos menos de estimarlo por eso mismo. ,Pues su confianza
expresa le signifique una vergüenza. en el otro nace de la honradez de su propio carácter; por lo
Atribuimos a un hombre carácter ingenuo cuando e menos es ingenuo sólo en la medida en que esto ocurre.
sus juicios sobre las cosas pasa por alto lo que tienen Lo ingenuo del carácter nunca puede ser, pues, cuali-
artificioso y rebuscado y no se atiene más que a la simpl dad de hombres corrompidos, sino que únicamente puede
naturaleza. Todo lo que al respecto puede opinarse dentro convenir a los niños y a hombres con alma de niño. Estos
de'la sana naturaleza, lo exigimos de él, y únicamente le últimos obran y piensan a menudo ingenuamente en me-
perdonamos lo que presupone un alejamiento de la nat dio de las artificiosas circunstancias del gran mundo; olvi-
raleza, sea en el pensar o en el sentir. dan, a causa de la belleza de su propia humanidad, que
Si un padre le cuenta a su niño que tal o cual hombre tienen que habérselas con un mundo corrompido, y se con-
perece de miseria y el niño corre a llevarle al pobre la ducen aun en las cortes de los reyes con una ingenuidad
bolsa de su padre, esta acción resulta ingenua, pues es la e inocencia (me sólo caben en un mundo idílico.
sana naturaleza la que actúa a través del niño, y en un Por otra parte, no es nada fácil distinguir siempre con
mundo en que la sana naturaleza dominara, tendría per- justeza la inocencia pueril de la infantil, pues hay acciones
fecta razón quien procediese así. Mira sólo a la necesidad que flotan en el límite extremo entre ambas y que nos de-
jan absolutamente en la duda de si debemos reírnos de su
y al medio más a mano para satisfacerla; semejante ex- simpleza o apreciar su noble sencillez. Un ejemplo muy
del descubrimiento, y el horror que el carácter personal nos inspira
paraliza la complacencia en el carácter natural. Así, como al descu- curioso de esa especie nos lo ofrece la historia del papado
brir un crimen por una ingenuidad, el sentimiento sublevado nos priva
del placer moral que suscita en nosotros la sinceridad de la naturaleza,
de Adriano VI que nos ha descrito Schriickh 1 con la pro-
así la compasión provocada ahoga nuestro goce maligno apenas vemos
a alguien puesto en peligro por su ingenuidad.
1 [JOHANN MATTHIAS SCHROCKu, Christliche Kirchengesclzichte
(Historia de la Iglesia cristiana), 1768-1803].
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lijidad que le es peculiar y con objetiva veracidad. Este` ordena al legado declarar en su nombre "que a él, a Adria-
papa, holandés de nacimiento, tuvo a su cargo el pontifi. na no debía vituperársele por lo que otros papas habían
cado en uno de los momentos más críticos para la jerar. hecho antes, y que tales aberraciones ya le disgustaban
quia, cuando una facción exasperada sacaba a luz, sin lin, cuando se encontraba todavía en humilde estado, etc.". Fá-
ramientos, las fallas de la Iglesia romana, y la facción con. cil es imaginar cómo debió recibir la clerecía romana una
traria tenía el mayor interés en ocultarlas. En cuanto a lo ingenuidad semejante del papa; lo menos que se le echó
que un carácter verdaderamente ingenuo (si es que uno en cara fué que había entregado la Iglesia a los herejes.
de ellos fuera a dar por casualidad en la silla de San Pe- Paso tan imprudente del papa merecería no obstante todo
dro) debería hacer en ese caso, no cabe duda alguna; pero nuestro respeto y admiración, sólo con que pudiéramos per-
sí cabe dudar hasta qué punto puede avenirse semejante suadimos de que fué realmente ingenuo, es decir, que lo
ingenuidad de carácter con el papel de papa. Por lo demás, único que lo obligó a ello fué la natural veracidad de su ca-
eso era lo que menos preocupaba a los antecesores de Adria- rácter, sin consideración alguna de las consecuencias posi-
no. Seguían uniformemente el sistema romano —aceptado bles, y que no hubiera dejado de proceder así aun cuando
una vez por todas— de desmentirlo todo. Pero Adriano te- se hubiese hecho cargo, en todo su alcance, de la inconve-
nía realmente el recto temple de su pueblo y la inocencia niencia cometida. Pero alguna razón tenemos para creer que
de su anterior estado. Del ambiente estricto de la erudición, no consideraba de mala política dar ese paso, y que en su
se había elevado a su altísimo cargo, y ni aun en la cum- ingenuidad iba lo bastante lejos para esperar que con su
bre de su nueva dignidad fué infiel a esa sencillez de ca-
condescendencia hacia los adversarios ganaba cosa muy im-
rácter. Lo que había de vituperable en la Iglesia le afecta-
portante en provecho de su Iglesia. No sólo se figuró que
ba, y él era demasiado honrado para disimular públicamen-
debía hacerlo como hombre honrado, sino que podía tam-
te lo que se confesaba a sí mismo. Conforme a estas ideas,
se permitió hacer, en las instrucciones que dió a su lega- bién responsabilizarse de ello como papa, y al olvidar que
do en Alemania, confesiones que nunca papa alguno había la más artificial de todas las construcciones de ningún otro
hecho y que contrariaban en absoluto los principios de aque- modo podía sostenerse que por una continuada negación
lla corte. "Bien sabemos", decía entre otras cosas, "que des- de la verdad, cometió la imperdonable falta de atenerse a
de hace ya varios años muchas abominaciones han sucedi- normas de conducta acaso acertadas en circunstancias nor-
do en esta Santa Sede; no es de extrañar que el mal se males, cuando se hallaba en una situación del todo opues-
trasmitiera de la cabeza a los miembros, del papa a los ta. Por cierto que esto trastorna considerablemente nuestro
prelados. Todos nos hemos desviado de la senda, y desde concepto de él; y aunque no podamos negar respeto a la
hace ya mucho tiempo no ha habido entre nosotros quien honradez del corazón de que ese acto brotó, no por ello se
hiciera algo de bueno: ni uno tan sólo". Y en otra parte debilita menos tal respeto por la consideración de que la
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porque la naturaleza siempre
naturaleza tenía en el arte, y el corazón en la cabeza, costumbres. Es pudoroso,
sus porque ese géne-
contrincante demasiado endeble. es; pero no ,es artificialmente recatado,
lo aparece cuando ya hay corrupción. Es ra-
Todo verdadero genio, para serlo, debe ser ingen ro de recato sólo
pues la naturaleza nunca puede ser lo contrario;
Sólo su ingenuidad es lo que le hace genio, no puede n zonable, astucia, que sólo pertenece al artificio. Es
-no tiene
gar en lo moral lo que ya es en lo intelectual y estétic peroa-- su carácter y a sus inclinaciones, peroirv2 -tarEito
Ignorante de las reglas, esas muletas de la endeblez iel
f ue se _atenga como porque la yiaturaleza por
amaestradoras del extravío, guiado no más que por la n scile,.nc£Lbra .aiempre su anterior posición, vuel-
turaleza y por el instinto, que es su ángel guardián, mar más que o
ve siempre a su antigua necesidad.
cha tranquilo y seguro a través de todas las trampas d
Es modesto y aun tímido, porque siempre el genio si-
falso gusto, donde los que no son genios quedan inevitabl gue siendo un misterio para sí mismo; pero no conoce el
mente atrapados si no son lo bastante prudente para es temor, porque ignora los peligros del camino que recorre.
- quivarlas desde lejos. ?Sólo al genio le es dado encontrar Poco sabemos de la vida privada de los mayores genios,
- como en su propia casa fuera de lo conocido y ensanchar pero aun lo poco que se nos ha trasmitido, por ejemplo,
la naturaleza sin salirse de ella. Verdad es que esto último acerca de Sófocles, de Arquímedes, de Hipócrates y, entre
les ocurre a veces aun a los más grandes genios, pero sólo los más modernos, de Ariosto, Dante, Tasso, Rafael, Dure-
porque también ellos se entregan a su fantasía en ciertos o, Cervantes, Shakespeare, Fielding, Sterne y otros, con-
r
momentos en que la naturaleza protectora los abandona, firma esta tesis.
sea porque los arrebata el poder del ejemplo, sea porqu Y, lo' que parecería ofrecer dificultad mucho mayor,
los seduce el gusto corrompido de su época. aun el gran político y el estratego, en cuanto son grandes
Los problemas más complicados debe resolverlos el ge- por su genio, revelan ingenuidad de carácter. Me limitaré
nio con una sencillez y facilidad sin pretensiones; aquello a recordar aquí entre los antiguos a Enaminondas y Julio
del huevo de Colón vale para toda determinación genial. César, entre los modernos a Enrique IV de Francia, Gus-
El genio sólo demuestra serlo triunfando, por la simplici- tavo Adolfo de Suecia y el zar Pedro el Grande. El duque
dad, sobre el arte complicado. No procede según principios de Marlborough, Turena, Vend6me, ofrecen todos ese ca-
reconocidos, sino por ocurrencias y sentimientos; pero sus
rácter.
ocurrencias son inspiraciones de un dios (todo lo que la Al otro sexo la naturaleza le ha señalado en la inge-
sana naturaleza hace es divino), sus sentimientos son le- nuidad de carácter su más alta perfección. No hay aspi-
yes para todos los tiempos y para todas las generaciones ración mayor para la coquetería femenina que la aparien-
humanas.
cia de ingenuidad; prueba suficiente, aun cuando no se tu-
El carácter infantil, cuyo sello imprime el genio en viera otra, de que la mayor fuerza del sexo descansa en
sus obras, lo demuestra también en su vida privada y en
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esta cualidad. Pero como los principios dominantes en resentarla sin velarla al mismo tiempo), es lo que en el
p
educación femenina están en perpetuo conflicto con ese1 arte de escribir se suele llamar talentoso y genial.
rácter, es tan difícil para la mujer en lo moral como Tan libre y natural como el genio en sus creaciones
el hombre en lo intelectual conservar tan espléndido espirituales, se manifiesta la inocencia del corazón en el
de la naturaleza con las ventajas de la buena educaci' trato vivo con las personas. Sabido es que en la vida social
y la mujer que une a su atinada conducta en el gran ni bandonado la sencillez y la rigurosa verdad de la
do esa ingenuidad de costumbres es tan digna de esti se ha a
expresión en la misma medida que la simplicidad del ca-
ción como el sabio que combina todo el rigor de la esc rácter; y la conciencia fácilmente vulnerable, así como la
con una genial libertad de pensamiento. imaginación fácil de seducir, han hecho necesario un re-
De la mentalidad ingenua, necesariamente fluye t celoso sentido de las conveniencias. Sin pecar de falso sue-
bién una expresión ingenua tanto en palabras como en le uno decir otra cosa que la que piensa; hay que usar
~ientos, y es el elemento principal de la gracia. Con rodeos para decir lo que sólo puede causar dolor a un amor
gracia ingenua el genio expresa sus más altas y profundas! propio enfermizo o poner en peligro a una fantasía co-
ideas; son sentencias de un dios en boca de un niño. Mien. rrompida. Un testimonio de esas leyes convencionales, uni-
tras la inteligencia rutinaria, siempre temerosa de errar, do a una sinceridad natural que desprecia todo camino tor-
crucifica sus vocablos y sus conceptos en la gramática y tuoso y toda apariencia de falsedad (y que no es grosería
la lógica, y es dura y tiesa para no ser de ningún modo' que prescinda de estos recursos porque le son molestos),
imprecisa, yt gasta multitud de palabras para no decir más producen una ingenuidad de expresión en el trato que
de lo conveniente, y prefiere quitar fuerza y agudez& al consiste en llamar con su verdadero nombre y por el ca-
pensamiento para que no hiera al incauto, el genio da en mino más corto cosas que de ningún modo está permitido
cambio al suyo, con una sola y feliz pincelada, un cantor. mencionar o, cuando más, sólo en forma indirecta. De esta
no siempre preciso, firme y sin embargo perfectamente especie son las expresiones habituales de los niños. Mue-
libre. Mientras allí el signo permanece eternamente hete- ven a risa por su contraste con las costumbres, pero siem-
rogéneo y extraño a lo significado, aquí el lenguaje brota, pre confesaremos, en nuestro sentir más íntimo, que el
como por necesidad interior, del pensamiento, y está tan niño tiene razón.
Cierto que la ingenuidad de carácter tampoco puede
identificado con él que el espíritu aparece como desnudo
atribuirse en rigor más que al hombre en cuanto ser no
aun bajo la vestidura corpórea. Semejante modo de expre-i totalmente sometido a la naturaleza y, por otro lado, sólo
sión, en que el signo desaparece por entero en lo signifi- en la medida en que la mera naturaleza sigue obrando por
cado y en que el lenguaje deja como al descubierto la idea su intermedio; pero gracias a la imaginación poetizadora,
que expresa (mientras que el otro modo nunca puede re- i suele trasladársela de lo racional a lo irracional. Así es
36 POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 37
FEDERICO SCHILLER

corno a menudo• atribuimos carácter ingenuo a un aniniat hombre sensible; 1-.1 pérdida de la otra sólo aflige
sólo el
un paisaje, un edificio, y hasta a la naturaleza en general al hombre moral.
en contraste con la arbitrariedad y las fantásticas ideas del No dejes de preguntarte, pues, sensible amigo de la
hombre. Pero esto siempre requiere que a lo que carece de naturaleza, si no es tu indolencia lo que suspira por su
voluntad le prestemos mentalmente una voluntad, y aten. tu moralidad ofendida, por su armonía. No dejes
damos a que se rija estrictamente según la ley de la ne. sdoesipergeog;untarte,
y cuando el arte te repugna y los abusos de
cesidad. La insatisfacción por nuestra propia libertad mo- la sociedad te empujan a buscar la soledad de la natura-
ral mal empleada y Por la falta de armonía ética en nuestra leza inanimada, si lo que detestas son sus privaciones, sus
conducta lleva fácilmente a un estado de ánimo en que cargas, sus sinsabores, o más bien su anarquía moral, su
hablamos con lo irracional como con una persona, y ta arbitrariedad, sus desórdenes. Sobre ellos debes lanzarte con
mamos por mérito su perpetua uniformidad y envidiarnos alegre ánimo, y tu compensación debe ser la libertad mis-
su serenidad, como si hubiese tenido realmente que luchar ma de que brotan. Debes sin duda señalarte como meta le-
con una tentación opuesta. Es muy explicable que en tales jana la tranquila dicha natural, pero sólo aquella que sea
momentos consideremos la prerrogativa de nuestra razón premio de tus merecimientos. Así, nada de lamentarte por
como una maldición y una calamidad, y que, abandonán- lo complicado de la vida, por la desigualdad de las condi-
donos al vivo sentimiento de la imperfección de lo que efec- ciones, por el apremio de las circunstancias, por la insegu-
tivamente realizamos, no seamos equitativos con nuestras • ridad de la posesión, por la ingratitud, la opresión, la per-
aptitudes y nuestro destino. secución; a todos los inconvenientes de la cultura debes
someterte con libre resignación, debes respetarlos como con-
En la naturaleza irracional no vemos entonces otra
diciones naturales del bien indivisible; sólo lo que encie-
cosa que una hermana más feliz que se ha quedado en el
rran de malo es lo que debes deplorar, pero no meramente
hogar, desde el cual nosotros, en la soberbia de nuestra
con lágrimas de debilidad. Procura más bien, aun bajo esas
libertad, nos hemos lanzado a lo desconocido. Con ansia do- tachas, obrar con pureza; bajo esa servidumbre, con liber-
lorosa sentimos su nostalgia en cuanto comenzamos a ex- tad; bajo ese cambio caprichoso, con constancia; bajo esa
perimentar los vejámenes de la cultura y oímos en las anarquía, según ley. No temas la perturbación fuera de ti,
lejanas tierras del arte la aleccionante voz maternal. Mien- pero témela dentro de ti mismo; aspira a la unidad, pero
tras éramos simples hijos de la naturaleza, gozábamos de no la busques en la monotonía; aspira al sosiego, pero por
felicidad y perfección; llegamos a emanciparnos, y perdi- el equilibrio, no por la paralización de tu actividad. Aque-
mos lo uno y lo otro. De aquí nace un doble y muy des- lla naturaleza que envidias al irracional no es digna de
igual anhelo de naturaleza: un anhelo de su felicidad, otro respeto, de anhelo ninguno. Está detrás de ti, debe quedar
de su perfección. La pérdida de la primera, la lamenta eternamente detrás de ti. Privado de la escala que te sos-
38 FEDERICO SCHILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 39

tenía, no te queda ahora otra alternativa que aferrart utensilio o cualquier producto mecánico. En su amor al
un
la ley con libre conciencia y voluntad o caer sin salvaci objeto, parece no hacer distinción alguna entre el objeto
en un precipicio insondable. existe por sí mismo y el que se debe al arte y a la
que
Pero si te has consolado de la dicha perdida de la voluntad humana. Es como si la naturaleza interesara más
turaleza, deja que su perfección sirva de ejemplo a tu a su entendimiento y a su curiosidad que a su sentimiento
razón. Si saliendo de tu círculo artificial vas hacia ell inoral; su afecto hacia ella carece de la ternura, de la sen-
se te presenta en su calma grandiosa, en su ingenua sibilidad, de la dulce melancolía que los modernos pone-
lleza, en su infantil inocencia y simplicidad, deténte mos en el nuestro. Más aún, al personificarla y divinizarla
tonces ante ese cuadro, cultiva ese sentimiento: es di distintos fenómenos y al representar sus efectos co-
de tu humanidad más espléndida. en sus
mo acciones de seres libres, suprime su serena necesidad,
No se te ocurra querer confundirte con ella; antes bie por la cual precisamente nos atrae tanto a nosotros. Su
acógela dentro de ti y afánate por enlazar su privile fantasía impaciente lo lleva, pasando por encima de ella, al
infinito con tu propia infinita prerrogativa para que de drama de la vida humana. Sólo le satisface lo viviente y
ambos se engendre lo divino. Envuélvate con idílica dulz libre, los caracteres, acciones, destinos y costumbres, y si
ra, en que cada vez que el arte te extravíe tornes a enco nosotros a veces deseamos, en ciertas situaciones morales
trarte a ti mismo; donde acumules valor y nueva confia de ánimo, ceder la ventaja de nuestro libre albedrío, que
za para la carrera, y enciendas una vez más en tu coraz' nos expone a tanta lucha con nosotros mismos, a tanta de-
la llama del ideal que tan fácilmente se apaga en las te sazón y error, a cambio de la necesidad —fatal, pero sose-
pestades de la vida. gada— de lo irracional, en cambio la fantasía del griego
Si se recuerda el hermoso paisaje que rodeaba a los aspira, precisamente al revés, a hacer comenzar la natu-
antiguos griegos; si se piensa en qué intimidad con la libre raleza humana ya en el mundo inanimado, y conferir un
naturaleza vivía este pueblo bajo su cielo feliz y cuánto papel a la voluntad allí donde reina una ciega necesidad.
más cercanas a su simplicidad eran sus representaciones, ¿Y de dónde esta diferencia de espíritu? ¿Cómo se ex-
sus sentimientos, sus costumbres, y con qué fidelidad las plica que nosotros, ya que los antiguos nos superan infini-
reflejan sus obras poéticas, debe extrañarnos el advertir tamente en todo lo que sea naturaleza, rindamos a la na-
que ofrezcan tan pocos rastros de ese interés sentimental turaleza más alto homenaje, la amemos efusivamente y
con que nosotros los modernos nos inclinamos a las esce- hasta lleguemos a abrazar el mundo inanimado con el más
nas y caracteres naturales. Ciertamente el griego es sobre- cálido afecto? Se explica porque hoy la naturaleza ha des-
manera exacto, fiel, prolijo al describirlos, pero no en ma- aparecido de nuestra humanidad, y sólo fuera de ella, en
yor grado, sin embargo, ni animado de más viva simpatía el reino de lo inerte, volvemos a encontrarla en su pureza.
que cuando describe un traje, un escudo, una armadura, No es nuestra mayor naturalidad, sino, muy por el con-
41
40 POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL
FEDERICO SCHILLER

trario, la antinaturalidad de nuestras relaciones, situa raleza en la humanidad, tampoco podía asombrarse de
tu fuera de la humanidad ni sentir tan urgente necesi-
nes y costumbres lo que nos empuja a proporcionar al
ciente instinto de veracidad y simplicidad —que, corno d de objetos donde volver a encontrarla. Acorde consigo
eciiala
disposición moral de la cual surge, yace incorruptib mismo y feliz en el sentimiento de su humanidad, debía
inextinguible en todos los corazones humanos— una detenerse en ella como en su destino supremo esforzarse
tisfacción en el mundo físico que no hay que esperar n acercarle toda otra cosa; nosotros, en cambi yo, dis
e
el moral. Por eso el sentimiento con que la naturaleza n nuestro propio ser y desdichados en nuestras experien-
co
atrae está tan estrechamente emparentado con la nos ta cias de la humanidad, no tenemos interés tan pre ioso
de los años de niñez y de candor infantil. Nuestra ue huir de ella y apartar de nuestros ojos más malograda
g
q
es la única naturaleza no mutilada que encontramos t forma.
vía en la humanidad culta: no es de extrañar, pues, El sentimiento de que aquí se trata no es, pues, el
toda huella de la naturaleza fuera de nosotros nos r que los antiguos tenían; más bien coincide con el que te-
traiga a nuestra infancia. nemos nosotros hacia los antiguos. Ellos sentían natural-
Muy otra cosa ocurría con los antiguos griegos, mente; nosotros sentimos lo natural. El sentimiento que
entre quienes la cultura no degeneró a tal punto que sE llenaba el alma de Romero cuando hizo que el divino por-
abandonara por ella a la naturaleza. La estructura toda querizo agasajara a Ulises era sin duda muy otro que el
de su vida social se basaba en la sensibilidad, no en una que agitaba el alma del joven Werther al leer ese canto
hechura del arte; su mitología misma era inspiración dE después de importuna reunión. Nuestro modo de conmo-
un sentimiento ingenuo, parto de una alegre imaginación vernos ante la naturaleza se parece a la sensación que el
no de la razón sutilizadora, como el dogma de las nacia enfermo tiene de la salud.
nes modernas. No habiendo perdido el griego, pues, la na. Así como la naturaleza fué poco a poco desaparecien-
do de la vida humana en cuanto experiencia y en cuanto
1 Pero sólo entre los griegos; pues se necesitaba precisamente sujeto (sujeto que obra y siente), así la vemos surgir en
El pue-
vivacidad de movimiento y una riqueza y plenitud de vida hu el inundo de los poetas como idea y como objeto.
como las que rodeaban al griego, para introducir la vida tambié
lo inerte y aferrarse tan celosamente a la imagen del hombre. blo que más lejos llevó lo antinatural y la reflexión sobre
Ossian, por ejemplo, el mundo humano era precario y monótono; e lo antinatural tenía que adelantarse también en ser el que
cambio el ambiente era grandioso, colosal y potente: se imponía, pul
y afirmaba hasta sobre el hombre sus derechos. De ahí que en lo, con más fuerza sintiera el fenómeno de lo ingenuo, y el
cantos de ese poeta la naturaleza inanimada (en oposición al hombre) que le pusiera nombre. Y fueron, por lo que se me alcan-
resalte aún mucho más como objeto del sentimiento. Sin embargo ya
Ossian se lamenta también de una decadencia de la humanidad, y por, za, los franceses. Pero el sentimiento de lo ingenuo y el
pequeño que fuese en su pueblo el ámbito de la cultura y sus corrupl interés en él es, naturalmente, mucho más antiguo y data
ciones, debió experimentarlo de modo bastante intenso y penetrante
para que el bardo, lleno de emoción moral, fuese llevado a refugiarse ya de los comienzos de la corrupción moral y estética. Esa
en lo inanimado y a derramar en sus cantos ese tono elegíaco que nos transformación en el modo de sensibilidad salta ya a la
los hace tan atrayentes y conmovedores.
42 POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 43
FEDERICO SCHILLER

vista en sumo grado, por ejemplo, en Eurípides, si se sustrae al corazón que lo busca, al deseo que quiere abra-
compara con sus predecesores, especialmente con Esquilo; zarlo La seca veracidad con que trata el objeto parece no
y sin embargo aquel poeta fué el favorito de su época. La s insensibilidad. El objeto lo posee por entero:
pocas veces
misma revolución puede comprobarse también entre los a corazón no está, como metal vil, casi inmediatamente
--u
tiguos historiadores. Horacio, poeta de un siglo cultiva superficie, sino que quiere, como el oro, ser buscado
y corrompido, ensalza la dichosa tranquilidad de su Tíb lonofundo. Como la divinidad está detrás del universo,
sebnaila
y podríamos considerarlo como el verdadero creador de ese. í está él detrás de su obra; él es la obra, y la obra es él:
as
género poético sentimental, en que asimismo es modelo no debe uno ser indigno de ella o no alcanzarla o verla ya
superado todavía. También en Propercio, Virgilio y otros n hastío para preguntar siquiera por él.
co
hallamos rastros de esa manera de sentir; en menor grado Así se nos aparecen, por ejemplo, Homero entre los
en Ovidio, a quien faltaba para esto la abundancia de co- antiguos y Shakespeare entre los modernos: dos caracteres
razón, y que en su destierro de Tomi echaba dolorosamen. sumamente distintos, separados por la inmensa distancia
te de menos aquella felicidad de que Horacio, en su Tíbur, de sus épocas, pero del todo idénticos precisamente en ese
prescindía de tan buena gana. rasgo. Cuando en edad muy temprana leí por vez primera
En la idea misma de poeta está el ser siempre custo- a Shakespeare ', me indignaba su frialdad, su insensibi-
dio de la naturaleza. Allí donde los poetas ya no pueden lidad, que le permitían bromear en el punto de mayor pa-
serlo del todo y ya han sentido en sí mismo el influjo des- tetismo, hacer interrumpir por un bufón las desgarradoras
tructor de las formas arbitrarias y artificiosas o han tenido escenas de Hamlet, del Rey Lear, de Macbeth y otras se-
al menos que luchar con ellas, aparecerán como testigos y mejantes, y que unas veces lo hacían detenerse allí donde
como vengadores de la naturaleza. Así, pues, o serán na- mi sensibilidad volaba, y otras veces seguir adelante im-
turaleza o buscarán la naturaleza perdida. De donde re- pasible allí donde el corazón tanto hubiera anhelado de-
sultan dos modos de poesía totalmente distintos, con que morarse. Tentado, por mi trato con los poetas modernos,
se agota y se abarca el dominio entero de la poesía. Todo de buscar en la obra el poeta ante todo, de ir al encuentro
poeta, si lo es de verdad, pertenecerá —según la condición de su corazón, de reflexionar en unión con él acerca de
de la época en que florezca o las circunstancias acciden- su objeto, en suma, de contemplar el objeto en el sujeto,
tales que hayan influido en su formación general y en su me era insoportable que el poeta X10 quisiera aquí dejarse
estado de ánimo transitorio— sea a los ingenuos, sea a los nunca atrapar ni darme nunca razones. Varios años hacía
sentimentales. que era ya suya toda mi estudiosa devoción, cuando em-
El poeta de un mundo joven, de espíritu ingenuo y
despierto, así como aquel que más se le acerca en las épo- 1 [Abel, profesor de Schiller en la Academia militar, fué quien le
cas de cultura refinada, es severo y esquivo como la vir- hizo conocer el teatro de Shakespeare. El mismo Abel ha descrito la
profunda impresión que causaron en Schiller los pasajes de Otelo leídos
ginal Diana en sus bosques; sin familiaridad alguna se en clase].
44 FEDERICO SCHILLER
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 45

pecé a amarlo también como a persona. Todavía no era yo su emoción, mientras relata el suceso. Subyugado
capaz de comprender la naturaleza de primera mano. Sólo rn' distancias entre aquellas costumbres y las que ca-
podía tolerar su imagen si era reflejada por el entendí, rpsociólas
racterizan su propia época, abandona de pronto la pintura
miento y aderezada por las reglas, y para ello los poetas
sentimentales franceses, y también los alemanes, de 1750 del objeto, y él mismo se nos aparece en persona. Conocida
es la hermosa estrofa, que ha merecido siempre especial
hasta poco más o menos 1780, eran precisamente los nIs
apropiados. Por lo demás, no me avergüenzo de ese juicio a
dmiración:
infantil, pues la crítica madura era de parecida opi, . Oh gran bontá de cavallieri antiqui,
nión, y lo bastante ingenua para difundirla por el mundo Eran rivali, eran di fé diversi,
en sus escritos. E si sentian degli aspri colpi iniqui
Per tutta la persona anco dolersi;
Lo mismo me ocurrió con Hornero, a quien conocí niés E pur per selve oscure e calli obliqui
tarde aún. Recuerdo ahora aquel curioso pasaje del sexto lrzsierne van senza sospetto aversi:
libro de la Riada en que Glauco y Diomedes se encuera. Da quatro sproni ii destrier punto arriva
Ove una strada in due si dipartiva.
tran en medio del combate y, una vez que se han recono.
cido como huéspedes, se ofrecen mutuos presentes. Con es- Y ahora el viejo Homero. Apenas Diomedes se entera
te cuadro conmovedor de la piedad con que se observaban, por el relato de Glauco, su adversario, de que éste, desde
aun en la guerra, las leyes de la hospitalidad, puede pa- los tiempos de sus padres, está ligado a su estirpe por los
rangonarse aquella descripción que hace Ariosto de la no- vínculos de la hospitalidad, clava la lanza en tierra, le ha-
bleza caballeresca, donde dos caballeros adversarios, Fe- bla amistosamente y conviene con él que en lo futuro se
rragut y Reinaldo, el uno sarraceno, el otro cristiano, des- evitarán en el combate. Pero oigamos a Homero mismo:
pués de rudo combate, y cubiertos de heridas, se reconci-
"Soy, pues, tu caro huésped en Argos,
lian y montan un mismo caballo para dar alcance a la
y tú lo serás mío en Licia
fugitiva Angélica. Ambos ejemplos, por muy diversos que ... Y ahora troquemos armas
en lo demás sean, casi coinciden en su efecto sobre nuestro para que todos sepan que nos gloriamos de ser
corazón, pues ambos pintan el hermoso triunfo de la cor- [huéspedes paternos."
tesía sobre la pasión y nos conmueven por la ingenuidad Así hablaron, y descendieron de los carros
y se estrecharon la'mano en prueba de amistad.
de los caracteres. Pero cuán distinta es la conducta de uno
y otro poeta al describir estas acciones semejantes. Ariosto, Sería difícil que un poeta moderno (por lo menos el
ciudadano de un mundo más tardío y apartado de la sen- que lo sea en el sentido íntimo de esta palabra) esperara
cillez de las costumbres, no puede ocultar su propia admi- siquiera hasta aquí para manifestar su alegría ante ese
comportamiento. Se lo perdonaríamos tanto más fácilmen-
1 [La escuela crítica de Gottsched]. te cuanto que también nuestro corazón se detiene en la
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 47
46 FEDERICO SCHILLER

lectura y gusta de alejarse del objeto para mirar den El poeta, he dicho, o es naturaleza o la buscará; de
de sí mismo. Pero de todo esto no hay rastro en Home lo uno resulta el poeta ingenuo, de lo otro el sentimental.
como si se relatara un hecho cotidiano, más aún, com El genio poético es inmortal y la humanidad no puede
no tuviera corazón en el pecho, prosigue con su impasi Perderlo; sólo puede desaparecer con la humanidad y con
veracidad: 1a disposición para ella. Pues aunque por la libertad de su
fantasía y de su entendimiento el hombre se aleja de la
Y en verdad que Júpiter Saturnio hizo perder sencillez, verdad y necesidad de la naturaleza, no sólo tie-
[la razón a Gla ne siempre abierto ante sí el sendero que a ella conduce,
quien, trocando sus armas por las del hijo de Tideo,
dió por unas de bronce, que valían nueve bueyes,
sino que un instinto poderoso e indestructible, el moral, lo
las suyas de oro, que valían cien. retrotrae a ella sin cesar, y precisamente con ese instinto
tiene estrechísimo parentesco la capacidad poética. De ahí
Poetas de esa especie ingenua ya no convienen del que esta capacidad, lejos de perderse también con el can-
do a un siglo artificioso. Tampoco son ya casi posibles dor natural, no haga más que obrar en otra dirección.
él; en todo caso lo son únicamente si se mantienen apar. También ahora sigue siendo la naturaleza la única
tados de su época y si un destino favorable los protege de llama que nutre al genio poético; de ella sola extrae todo
su influjo mutilador. De la sociedad misma no pueden nun- su poder; a ella sola es a quien habla aun en el hombre
ca surgir; pero fuera de ella aun suelen aparecer a veces, artificioso, preso en la cultura. Toda otra manera de ma-
aunque más bien como desconcertantes forasteros y corno nifestarse es extraña al espíritu poético; por eso, dicho sea
irritantes hijos malcriados de la naturaleza. Aunque sean de paso, no hay ninguna razón para que todas las llama-
fenómenos benéficos para el artista que los estudia y para das obras de ingenio se califiquen de poéticas, aunque des-
el verdadero conocedor que sabe apreciarlos, poca fortuna de hace mucho las hayamos confundido con ellas, mal en-
tienen por lo general en su siglo. Traen marcado en la caminados por el prestigio de la literatura francesa. La
frente el sello de su señorío; nosotros en cambio queremos naturaleza —digo—, aun hoy, en el estado artificial de la
ser mecidos y llevados por las musas. Los críticos, verda- cultura, continúa siendo, lo que hace poderoso al genio
deras guardias fronterizas del gusto, los odian porque tras. poético; sólo que éste se encuentra en relación totalmente
tornan los límites, y preferirían, suprimirlos; pues hasta el distinta con respecto a la naturaleza.
mismo Hornero quizás deba sólo al poder de un título más Mientras el hombre es todavía naturaleza pura —no
que milenario el que estos jueces del gusto admitan sus bárbara, claro está— obra como unidad sensorial indivisa
méritos; y aun así, bastante amargo les sabe el afirmar las y como un todo en armonía. Los sentidos y la razón, la
reglas contra su ejemplo, y su prestigio contra las reglas '. facultad receptiva y la activa, aún no han comenzado a
separarse en sus tareas, mucho menos a oponerse entre sí.
1 [Aquí concluye la primera parte y comienza el ensayo sobre los Sus sensaciones no son juguete (sin forma) del azar, ni
poetas sentimentales].
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 49
FEDERICO SCHILLER
48
de la iina. poetas antiguos y modernos 1 , guiándose por el es-
pensamientos son juguete (sin contenido) entre
SUS necesidad, és, íritu y no meramente por formas accidentales, podrá con-
ginación; aquéllas proceden de la ley de la p
Cuando el hombre ha entrado en la eta. vencerse fácilmente de la verdad de esa idea. Los unos nos
tos de la realidad. ,
de la cultura, y el arte ha puesto la mano sobre 61 conmueven por la naturalidad, por la verdad sensible, por
pa
queda abolida aquella su armonía sensorial y sólo le resta viva presencia; los otros nos conmueven por ideas.
expresarse como unidad moral, es decir, como ser que anhe. Esta ruta que siguen los poetas modernos es, por lo
demás, la misma que el hombre debe tomar siempre, tan-
la la unidad. ri.
La armonía entre su sentir y su pensar, que en el p to en lo particular como en lo general. La naturaleza lo
ahora sólo existe ideal. pone de acuerdo consigo mismo; el arte lo divide y desga-
mer estado se cumplía realmente,
mente;
ya no está en él, sino fuera de él; como un pensa. rra; por el ideal vuelve a la unidad. Pero como el ideal es
u infinito, y el hombre cultivado nunca lo alcanza, tampoco
miento por realizarse, no ya como un hecho positivo de s
n. puede nunca alcanzar la perfección dentro de su propia
vida. Ahora bien, si se aplica a uno y otro estado el co
dar a la humani. índole, mientras que el hombre natural sí lo puede, dentro
cepto de poesía, que no es otro que el de
resulta que allí, en el es, de la suya. El primero sería, pues, infinitamente inferior
dad su expresión más completa,
tado de sencillez natural —en que el hombre todavía obra al segundo en perfección, si sólo se tuviera en cuenta la
n relación e,n que uno y otro están con la propia índole y
con todas sus fuerzas a la vez, como unidad armónica; e
que, por lo tanto, la totalidad de su naturaleza se expresa con su forma más alta. Si en cambio se comparan entre
plenamente en la realidad—, lo que hace al poeta debe ser sí las índoles mismas, se ve que el fin a que el hombre
lo más acabado posible, de la realidad; mien- tiende por la cultura debe preferirse infinitamente al que
la imitación, alcanza por la naturaleza. Lo que da, pues, su valor al
tras que aquí, en el estado de cultura, en que esa colabo-
uno es el logro absoluto de una magnitud finita; lo que se
ración armónica de toda su naturaleza no es más que una
lo confiere al otro es su aproximación a una magnitud in-
idea, lo que hace al poeta debe ser el elevar la realidad
epresentación del ideal. finita. Pero como sólo esta última tiene grados y progreso,
a ideal o, en otros palabras, la r el valor relativo del hombre en estado de cultura, tomado
Y son precisamente ésas las dos únicas formas en que pue-
da exteriorizarse el genio poético. Son, como se ve, en ex- Quizá no esté de más recordar que, cuando contraponemos aquí
tremo diversas; pero hay un concepto más alto que las los poetas modernos a los antiguos, ha de entenderse no tanto la diver-
CM sidad de épocas como la diversidad de procedimiento. También en los
abraza a ambas, y no tiene nada de extraño el que ese tiempos modernos, y aun en los más recientes, tenemos poemas inge-
cepto coincida con la idea de humanidad. nuos en todos los géneros, bien que ya no totalmente puros, y entre
los antiguos poetas latinos, y hasta entre los griegos, no faltan los
No es éste el lugar de llevar adelante ese pensamien- sentimentales. No sólo en un mismo poeta sino también en una misma
to, que sólo podríamos dilucidar plenamente tratándolo por obra se encuentran a menudo reunidas varias especies —así, por ejem-
plo, en los Sufrimientos de W erther— y tales producciones liarán
separado. Pero cualquiera que sepa establecer comparaci siempre el mayor efecto.
50 FEDERICO SCHILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 51

en general, no es nunca determinable, aunque, considera el ánimo ya preparado para ir, más allá de la
do individualmente, se encuentra en necesaria desventaiz rio tenga al reino de las ideas, el más rico contenido le
realidad,
con respecto a aquel en que la naturaleza obra en toda st parecerá vacía apariencia, y el más alto vuelo poético, ex-
perfección. Ahora bien: como el fin último de la hurr travagancia. A ningún ser racional puede ocurrírsele que-
a.
nidad no puede alcanzarse sino mediante este progreso, 1, parangonar a un moderno, sea quien sea, con Homero
rer
como el hombre en estado natural no puede progresar (11
en a quello en que radique su grandeza, y resulta bastante
otro modo que cultivándose y pasando por consiguiente risible ver gratificado con el nombre de nuevo Homero a
otro estado, no puede haber duda sobre a cuál de los dos , uri NIilt,:ra o un Klopstock. Pero tampoco podrá un poeta
en consideración a ese fin último, corresponde la prefe, ntiguo, y Homero menos que nadie, resistir la compara-
a
rencia. ión con el poeta moderno en aquello que constituye su
c
Lo mismo que aquí decimos de las dos ;listintas f or. distinción característica. El antiguo es, si se me permite
mas de humanidad puede también aplicarse a los respecti. expresarlo así, poderoso por el arte de la limitación; el
vos tipos de poetas. moderno lo es por el arte de la infinitud.
Por eso una comparación entre poetas antiguos y /no. y precisamente porque en la limitación reside la fuer-
denlos —ingenuos y sentimentales— o sería en absoluto za del artista antiguo (pues lo dicho aquí del poeta puede
imposible o sólo debería hacerse dentro de un concepto ca`. también extenderse, con las restricciones que de por si re-
mún más elevado (tal concepto en realidad existe). Pues sultan, a las bellas artes en general), se explica la gran
claro está que si se empieza por abstraer el concepto ge.. ventaja que las artes plásticas de la antigüedad llevan a
nérico de poesía, unilateralmente, de los poetas antiguos, las de la época moderna, y toda esa desigual relación de
nada es más fácil, ni tampoco más trivial, que rebajar fren- valor en que la poesía moderna y la plástica moderna es-
te a ellos a los modernos. Si se llama poesía sólo a aquello tán con respecto a uno y otro arte en la antigüedad. Una
que en todos los tiempos ha actuado uniformemente sobre obra para los ojos, sólo puede encontrar su perfección en
la naturaleza sencilla, no se podrá menos de tener que dis- lo limitado; una obra para la fantasía puede también al-
cutir hasta el nombre de poetas a los modernos, justamen- canzarla por lo ilimitado. En las obras plásticas, pues, de
te en su belleza más peculiar y más sublime, porque pre- poco le vale al moderno su superioridad en ideas; aquí está
cisamente allí hablan sólo al entendido en cosas de arte y
nada tienen que decir a la naturaleza sencilla 1 . A quien Paraíso perdido, de Natán el Sabio y muchas otras obras. Pero ¡qué
digo! El experimento se ha hecho en realidad, y la criada de Moliére
razona a sus anchas en nuestras bibliotecas críticas, anales filosóficos
1 Moliére, como poeta ingenuo, sí se podía arriesgar quizás a y literarios y descripciones de viajes en que 'se habla de poesía, arte,
atenerse al juicio de su criada sobre qué debía dejar o quitar en sus etcétera, sólo que, como es lógico en tierra alemana, de modo algo más
comedias; y aun hubiera sido de desear que los maestros del coturno insípido que en la francesa, y según conviene a esa parte de la lite-
francés hubiesen sometido a veces sus tragedias a esa prueba. Yo no ratura nacional que es como su cuarto de criados. [Alusión a los
aconsejaría, sin embargo, que se hiciese parecido experimento con las críticos de las Horas, uno de los cuales, por otra parte, había comen-
odas de Klopstock, con los pasajes más hermosos de la Mesíada, del tado desfavorablemente las Cartas sobre la educación estética].
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 53
52 FEDERICO SCHILLER
en la impresión que le producen los objetos, y sólo en
obligado a precisar lo más exactamente en el espacio j dita
ese meditar se funda la emoción en que el poeta mismo se
imagen de su fantasía y por lo tanto a medirse con el ar, en que nos sume a nosotros. El objeto es referido
sume y
tista antiguo en aquella misma calidad en que éste tiene
aquí a una idea, y su fuerza poética se basa únicamente
indiscutible ventaja. No así en las obras poéticas. Aunque en esa relación. Así el poeta sentimental tiene siempre que
también en ellas venzan los antiguos poetas en la sencillez vérselas con dos representaciones y sentimientos en pugna,
de las formas y en lo que sea sensorialmente representable con la realidad como límite y con su idea como lo infinito,
y corpóreo, el moderno puede a su vez dejarlos atrás por moción mixta que provoca dará siempre testimonio
y la e
la riqueza de la materia, por todo lo que sea imposible de de esa doble fuente 1 . Como se está, pues, ante una plu-
representar y expresar; en suma, por lo que en las obras ralidad de principios, lo que importa es cuál de los dos pre-
de arte se llama espíritu. valecerá en el sentimiento del poeta y en su expresión, y
Como el poeta ingenuo sigue únicamente a la simple es posible, por lo tanto, diversidad de tratamiento. Porque
naturaleza y al sentimiento y se reduce sólo a la imitación surge ahora el problema de si el poeta prefiere insistir más
de la realidad, tampoco cabe para él más que una actitud bien en la realidad o en el ideal: de si prefiere representar
ante su objeto, y no le queda, en este respecto, alternativa la realidad como objeto de aversión o el ideal como objeto
posible en el procedimiento. El distinto efecto de los No. de simpatía Su exposición será pues satírica o será elegíaca
mas ingenuos, suponiendo que se haga abstracción de todo (en el sentido más amplio del término, que se explicará
lo que en ellos corresponde al contenido y se considere ese más adelante). A uno de esos dos modos de sentimiento
efecto como debido exclusivamente al procedimiento poéti- debe atenerse todo poeta sentimental 2 .
co, descansa sólo en el distinto grado de un mismo modo
Poeta satírico es aquel que toma como objeto el ale-
de sentimiento; aun la diversidad de las formas exteriores
jamiento de la naturaleza y el contraste de la realidad con
es incapaz de alterar la calidad de esa impresión estética,
el ideal (en ambos casos se ejerce sobre el ánimo un mis-
Sea lírica o épica la forma, sea dramática o descriptiva,
podemos sin duda ser afectados con mayor o menor fuerza, mo efecto). Esto puede llevarlo a cabo el poeta, ya seria y
pero (en cuanto prescindimos de la materia) no de modo 1 Quien se pone a considerar la impresión que hacen en él los
poemas ingenuos, y es capaz de separar la parte que en esa impresión
diverso. corresponde al contenido, la encontrará —aun en temas sobremanera
Nuestro sentimiento es en todos los casos el mismo; patéticos— siempre alegre, siempre pura y serena, mientras que en
los poemas sentimentales tendrá siempre algo de grave y tenso. Y es
consta de un solo elemento, de suerte que no podemos ha. que en las representaciones ingenuas, traten de lo que traten, nos
cer en él distinción ninguna. Ni siquiera la diferencia de causa placer la verdad, la presencia viva del objeto en nuestra ima-
ginación, y no buscamos siquiera otra cosa, en tanto que en las senti-
lenguas y de épocas influye en esto para nada, pues justa. mentales debemos reunir la representación de la fantasía con una idea
mente esa pura unidad de su origen y su efecto es carac- de la razón, lo que nos lleva siempre a oscilar entre dos estados de
terística de la poesía ingenua. ánimo diversos.
2 [Aquí comienza, en las Horas, el artículo sobre Poesía satírica].
Muy otra cosa ocurre con el poeta sentimental. El me•
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 55
54 FEDERICO SCHILLER

apasionadamente, ya juguetona y plácidamente, sell tener una mera fuente sensorial y estar fundada sólo en
arraigue más bien en el dominio de la voluntad o en una necesidad en lucha con lo real; y con sobrada frecuen-
del entendimiento. El primer caso es el de la sátira paf, cia ocurre que creemos sentir cierto disgusto moral para
tica, que castiga; el otro el de la sátira festiva. con el mundo cuando lo que nos irrita no es más que su
Cierto es que, en rigor, los fines del poeta no consien. conflicto con nuestra inclinación. Ese interés material es lo
ten el tono punitivo ni el recreativo. Aquél es demasiado ue el satírico vulgar pone en juego, y como por este cami-
q
serio para el juego que la poesía siempre debe ser; éste es no consigue al fin y al cabo conmovernos, llega a pensar
demasiado frívolo para la seriedad que ha de estar en la ue ya tiene nuestro corazón en su poder y que maneja
q
base de todo juego poético. Las contradicciones morales afee. magistralmente lo patético. Pero todo patetismo que tenga
rigen es indigno de la poesía, que sólo ha de movernos
tan necesariamente a nuestro corazón y quitan así al es- ese o
píritu su libertad, cuando por el contrario debiera estar mediante ideas y sólo ha de llegar a nuestros corazones a
desterrado de las emociones poéticas todo lo que implique través de la razón. Por otra parte, ese patetismo impuro y
interés, es decir, toda relación con una necesidad. En mil. material se manifestará siempre por cierto predominio de
bio las contradicciones intelectuales dejan indiferente al co- la pasividad y cierto penoso encogimiento del ánimo, en
razón, y eso que el poeta debe abordar el más alto proble- tanto que el verdadero patetismo poético puede reconocerse
ma del corazón, el de la naturaleza y el ideal. De ahí que, por el predominio de la actividad autónoma y de una liber-
para él, sea obligación no pequeña el no ofender en la sá- tad de espíritu que perdura aún en la pasión. Si la emo-
tira patética la forma artística, que consiste en la libertad ción resulta del ideal contrapuesto a la realidad, en lo su-
del juego, y no equivocar en la sátira festiva el contenido blime de ese ideal se pierde todo sentimiento inhibitorio, y
poético, que debe ser siempre lo infinito. Obligación que la grandeza de la idea que nos llena nos levanta por enci-
no puede cumplirse sino de un solo modo. La sátira que ma de todas las limitaciones de la experiencia. Al descri-
reprende alcanza libertad poética cuando pasa a lo subli- bir pues una realidad indignante, lo que en primer tér-
me; la sátira que ríe recibe contenido poético al tratar con mino importa es que el poeta o narrador tome lo Necesario
belleza su objeto. En la sátira el mundo de lo existente se como cimiento sobre el cual construir la realidad, y que
contrapone como cosa imperfecta al ideal como realidad sepa predisponer nuestro ánimo a las ideas. Siempre que
suprema. Por lo demás, no es en absoluto necesario que es-
para juzgar ascendamos a bastante altura, nada importa
ta se diga explícitamente, con tal que el poeta sepa evocar-
que dejemos atrás el objeto, allá en lo bajo, a nuestros pies.
lo en el ánimo; pero esto sí es del todo imprescindible para
Cuando Tácito describe la profunda decadencia de los ro-
que haya efecto poético. Aquí la realidad es pues objeto
necesario de aversión; pero tal aversión —y de esa cir- manos del siglo primero, es un alto espíritu que mira hacia
cunstancia depende todo debe a su vez provenir nece- abajo, hacia lo inferior, y nuestro estado de ánimo es en
sariamente del ideal contrapuesto. Porque también podría verdad poético porque sólo a causa de la elevación en que
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POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL
56 FEDERICO SCHILLER

el escritor mismo está, y hacia la cual ha sabido alzarno, lo y perdería toda dignidad poética, si el contenido
a nosotros, es por lo que el objeto se nos aparece como ba jo
frivo 9 nobleciera por la forma de tratarlo, si el sujeto, el
no se en

Por eso la sátira patética debe siempre brotar de ue no reemplazara a su objeto. Pero sólo al corazón
poeta,
espíritu vivamente penetrado del ideal. Sólo si domina el ello le ha sido dado reproducir en cada una de sus ex-
anhelo de armonía, puede y debe nacer ese hondo semi, presiones, independientemente del objeto de su obrar, una
miento de contradicción moral y esa ardiente indignaciót ;wagon perfecta de sí mismo. El carácter sublime no puede
contra la perversidad moral que llega a ser arrebato en 14, manifestarse más que en triunfos aislados sobre la resis-
Juvenal, un Swift, un Rousseau, un Haller y otros. Eso tencia de los sentidos en ciertos momentos de exaltación
mismos poetas hubieran podido y debido componer tal y de instantáneo esfuerzo; mientras que en el alma bella
bié.n con igual felicidad en los géneros conmovedores ti el ideal obra como naturaleza, es decir uniformemente, y
tiernos, si causas fortuitas no hubiesen dado temprana/nen. puede así mostrarse también en estado de reposo. Cuando
te a sus espíritus esa determinada dirección; y en parte así más sublime aparece el mar profundo es en su agitación;
lo hicieron en efecto. Todos los satíricos que hemos nom. el claro arroyo nunca es más bello que en su tranquilo fluir.
brado vivieron en tiempos de degradación y tuvieron ante Más de una vez se ha discutido cuál debe ser, entre la
sí un horrible espectáculo de corrupción moral, o sus pro. tragedia y la comedia, la que merezca preeminencia. Si lo
pias experiencias habían sembrado amargura en sus almas. único que con ello se pregunta es cuál de las dos trata
También el espíritu filosófico, separando con implacable objeto más importante, no cabe duda de que es la tragedia
rigor la apariencia y el ser y penetrando en lo hondo de la que sale victoriosa; pero si se quiere saber cuál necesita
las cosas, inclina el espíritu a esa dureza y austeridad con de sujeto más importante, la sentencia favorecería más bien
que pintan el mundo Rousseau, Haller y otros. Pero esas a la comedia. En la tragedia, muchísimo es lo que sucede
influencias externas y accidentales, que tienen siempre ya por el objeto; en la comedia nada sucede por el objeto.,
efecto restrictivo, deben determinar a lo sumo la dirección y todo por el poeta. Pero como en los juicios de gusto nun-
del entusiasmo, pero nunca su contenido. Éste ha de ser ca se considera la materia, claro es que el valor estético de
el mismo en todos, y emanar, sin que lo contamine necesi. esos dos géneros debe estar en relación inversa con su im-
dad alguna, de un ferviente anhelo de ideal, que es, en portancia material. Al poeta trágico lo sostiene su objeto;
absoluto, la única verdadera vocación del poeta satírico el cómico, por el contrario, debe mantener el suyo a altura
aun, en términos más latos, del sentimental. estética mediante su subjetividad. El primero puede tomar
Si la sátira patética sólo sienta bien a las almas subli• ímpetu, para lo cual no se necesita precisamente mucho;
el otro debe permanecer igual a sí mismo, es decir ya debe
mes, la sátira burlesca sólo puede lograrla un corazón be-
llo. Pues la una está ya a salvo de la frivolidad por su estar, y estar como en su casa, allí adonde el trágico no
asunto serio; pero la otra, que no puede tratar sino una llega sin impulso. Y en eso es precisamente en lo que el
materia moralmente indiferente, caería sin remedio en lo carácter bello se distingue del sublime. En el uno ya está
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 59
58 FEDERICO SCHILLER

incluida toda grandeza, que fluye sin traba ni esfuerzo de indo. Si la tragedia, pues, tiene un punto de partida
su misma índole; es, según su capacidad, un infinito más im portante, debe concederse, por otro lado, que la co-
cada punto de su órbita. El otro puede tender y elevarse media se dirige hacia una meta más importante y que, si
alcanzara, haría superflua e imposible toda tragedia. Su
hacia toda grandeza, puede arrancarse por la fuerza de la
se identifica con lo más alto que el hombre puede pre-
voluntad a cualquier estado de limitación. El carácter su, fin
tender: estar libre de pasión, ver siempre con claridad y
blime, pues, si es libre, lo es a intervalos y con esfuerzo;
serenidad a su alrededor y dentro de sí mismo, encontrar
el bello lo es con facilidad y de modo permanente. todo momento más bien el azar que el destino y reír del
en
Suscitar y alimentar en nosotros esta libertad de áni,
absurdo antes que irritarse y llorar por la maldad.
mo es la bella misión de la comedia, así como a la trage Lo mismo que en la vida activa, también en las crea-
le está señalado el ayudarnos, por vía estética, a recobra? nes poéticas sucede a menudo que el espíritu meramente
cio
esa libertad de ánimo cuando ha sido anulada por la vio. ligero, el ingenio agradable, la plácida bonhomía, se con-
lencia de una pasión. De ahí que en la tragedia la liber.
funden con el alma bella; y como en general el gusto co-
tad de ánimo debe anularse de manera artificial y como mún nunca llega a elevarse más allá de lo agradable, fácil
por experimento, ya que restableciéndola es como la trage. les resulta a esos espíritus simpáticos usurpar aquella glo-
dia hace patente su fuerza poética; en cambio en la come. ria, tan difícil de merecer. Pero hay una prueba inequí-
dia debe cuidarse que nunca llegue a producirse esa anu- voca con que puede distinguirse entre la ligereza por dis-
lación de la libertad de ánimo. Por eso el poeta trágico en- posición natural y la ligereza de ideal, así como entre la
cara siempre prácticamente su objeto, y el cómico teórica. virtud de temperamento y la verdadera moralidad de ca-
mente, aun cuando el uno tuviera (como Lessing en su rácter, y es cuando ambas abordan un objeto grande y di-
Natán) el antojo de elaborar un argumento teórico, y el fícil. En tal caso el ingenio meramente simpático cae sin
otro un argumento práctico. Lo que hace trágico o cómico remedio en lo vulgar, y la virtud de temperamento en lo
un objeto no es el dominio de donde se tome, sino el foro
1 No ocurre esto en Natán el Sabio, donde la gélida naturaleza
ante el cual lo lleve el poeta. El trágico debe precaverse del asunto ha enfriado la obra entera. Pero el mismo Lessing sabía
contra la tentación de entregarse al razonamiento y debe que no estaba escribiendo una tragedia, sólo que se olvidó —debilidad
humana— de aplicar a su propio caso la doctrina, establecida en su
en todo instante interesar al corazón; el cómico debe evitar dramaturgia, de que el poeta no está autorizado a usar la forma trágica
para otro fin que no sea el trágico. A menos de introducir modifica-
el patetismo y entretener siempre al entendimiento. El uno ciones esenciales, apenas hubiera sido posible transformar ese poema
demuestra su arte, pues, excitando de continuo la pasión, dramático en una buena tragedia; pero con cambios meramente acci-
dentales habría podido resultar, quizás, una buena comedia. Para este
el otro preservándonos de ella; y ese arte es naturalmente segundo fin se habría tenido que sacrificar, en efecto, lo patético, y pa-
en ambos tanto mayor cuanto más abstracto sea el objeto ra el primero todo lo que fuera razonamiento. Y no cabe poner en
duda, creo, en cuál de los dos elementos se basa principalmente la
del primero y cuanto más tienda a lo patético el del se- se- belleza de ese poema.
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FEDERICO SCHILLER
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 61

material; en cambio el alma bella se vuelve infalibletu


te sublime. de su amor caprichoso cobran hondura y no-
viesos J uegos
Mientras Luciano castiga sólo lo absurdo, como por la gracia del corazón, que llega a imprimir su
Los deseos, en Los Lapitas, en el Júpiter trágico, no p el ritmo de su canto; ni le falta nunca el ímpetu
ello en
snecesario para elevarnos, cuando importa, a las cimas más
de ser un burlador y nos regocija con su alegre humo bleza
mo; pero se transforma en hombre totalmente distinto
altas.No cabe juzgar de la misma manera la sátira de Vol-
muchos pasajes de su Nigrino, de su Timón, de su
Aleje!,
dro, donde su sátira alcanza también a la corrupción u
l taire. Cierto que también este escritor, si a veces nos con-
ral. "Desdichado —así comienza en su Nigrino el repug, /nueve poéticamente, es sólo por la verdad y simplicidad
nante cuadro de la Roma de entonces—, ¿por qué abatid aturaleza, sea que la alcance realmente al describir
a de la n
nastes la luz del sol, Grecia, y aquella vida feliz de libe, un
carácter candoroso, como sucede más de una vez en su
tad, y te has venido aquí, a este torbellino de ostentoso ingériu, o que la busque y la desagravie, como en su Can-
servilismo, de homenajes y banquetes, de sicofantas, adu, dide. Donde no ocurre ni lo uno ni lo otro, puede, sí, di-
ladores, envenenadores, cazadores de herencias, falsos ami, vertirnos como cabeza ingeniosa, aunque no ciertamente
gos? ." En estas y parecidas ocasiones debe manifestar, conmovernos como poeta. Pero en el fondo de su burla hay
se la elevada gravedad de sentimientos que ha de estar en siempre demasiado poca seriedad y esto nos hace sospechar,
la base de todo juego para que sea poético. Aun a través con razón, de su vocación poética. Con lo único con que
de la burla maliciosa con que tanto Luciano como Aristó. nos encontramos es siempre con su inteligencia, nunca con
fanes maltratan a Sócrates, se trasluce cierta seriedad de su sentimiento. No aparece ideal ninguno bajo esa envoltu-
juicio que vindica en el sofista la verdad y que combate ra vaporosa ni nada que sea absolutamente firme en ese
por un ideal aunque no siempre lo declare expresamente perpetuo movimiento.' Su admirable multiplicidad de for-
Y el primero de ellos ha justificado además contra toda mas externas, lejos de demostrar nada en favor de la abun-
duda ese carácter en su Diógenes y su Demónax. Entre los dancia interior de su espíritu, da más bien en su contra
modernos, ¡qué grande y bello carácter revela Cervantes un testimonio que invita a la reflexión, ya que a pesar de
por su Don Quijote en cada ocasión digna que se le ofrece! todas esas formas no pudo encontrar siquiera una en que
¡Qué magnífico ideal debía albergarse en el alma del poe• moldear un corazón. Casi es de temer, pues, que lo que en
ta ' que creó un Tom Jones y una Sofía! ¿Cómo puede el genio tan rico determinó la vocación para la sátira fué úni-
burlón Yorick ', en cuanto se lo propone, conmovernos el camente la pobreza de corazón. De otro modo, seguro es
ánimo con tanta fuerza y poder? También en nuestro Wie- que en algún punto de su largo camino hubiese tenido que
land descubro esta gravedad de sentimiento; hasta los tra- salirse de ese estrecho carril. Pero por mucha que sea la
variedad de asunto y de forma exterior, vemos repetirse
1 [Fielding].
I [Personaje de Sterne]. esa forma interior en eterna e indigente monotonía. No
obstante su voluminosa carrera, no llegó a cumplir en sí
pOESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 63
62 FEDF,IZICO SCI-IILLER

mismo la órbita de humanidad que nos alegra ver reto Á)


mismo que el disgusto en la sátira patética, y la
en los satíricos antes nombrados.' burla en la jocosa, así en la elegía el dolor debe fluir sólo
de un entusiasmo provocado por el ideal. Es lo único capaz
Cuando un poeta contrapone al arte la naturaleza y
de dar un contenido poético a la elegía; toda otra fuente
la realidad el ideal, de tal manera que la representac del sentimiento doloroso es indecorosa para la dignidad del
de ese ideal es lo que prepondera y el complacerse en o poético. El poeta elegíaco busca la naturaleza, pero la
vuelve sentimiento dominante, lo llamo elegíaco. Tambi, artesca en lo que tiene de bello, no sólo en lo que tiene de
este género se subdivide, como la sátira, en. dos clases. bu agradable; en su acuerdo con las ideas, no sólo en su in-
bien la naturaleza y el ideal son objeto de dolor, cuan
dulgencia con la necesidad. El dolor por las alegrías perdi-
la naturaleza se representa como perdida y el ideal collo das, por la edad de oro desaparecida del mundo, por la di-
inalcanzado, o lo son de alegría, al representarse Conit cha desvanecida de la juventud, del amor, etc., no puede
reales. De lo primero resulta la elegía en sentido estricto, volverse tema de poesía elegíaca sino cuando esos estados
de lo otro el idilio en su sentido más amplio.' de paz sensible pueden representarse a la vez como objetos
I [A continuación comienza el capítulo sobre Poesía elegíaca]. de armonía moral. Por eso las líricas lamentaciones que
2 Apenas necesito justificarme, ante los lectores que profundice
' Ovidio entona desde su destierro del Ponto, por más con-
más en este asunto, de usar aquí las denominaciones de sátira, elegía'
idilio con un sentido más lato que el usual. Al hacerlo mi intención r, movedoras que sean y por mucho que tengan también, de
es de ninguna manera remover los límites que el uso ha ido fijando poético en algunos pasajes, yo no puedo considerarlas, en
con buenas razones tanto a la sátira y a la elegía como al idilio ; silo
atiendo al modo de sentimiento dominante en esos géneros poaico; su conjunto, como obra artística. Hay en su dolor demasia-
que, corno bien sabernos, es absolutamente imposible encerrar en esos do poca energía, demasiado poca espiritualidad y nobleza.
estrechos lindes. La emoción elegíaca no nos la produce sólo la elegía,
único género así denominado: también el poeta dramático y el épico Es la necesidad, no el entusiasmo, lo que le hace proferir
pueden conmovernos elegíacamente. En la Mesíada, en las Estaciona esas quejas; se respira en ellas, si no un alma vulgar, sí el
de Thomson, en el Paraíso perdido, en la Jerusalén libertada, encon•
tramos más de un cuadro que, en general, correspondería sólo al estado de ánimo vulgar de un espíritu, de suyo más noble,
a la elegía, a la sátira. Lo mismo sucede, poco más o menos, en casi a quien su destino aplastó contra la tierra. Ciertamente si
todos los poemas patéticos. Pero el incluir, como he dicho, el idilio
mismo en el género elegíaco ya es cosa que parece exigir una justift•
catión. Recuérdese no obstante que aquí no nos referimos sino a aquel vería así elegíaca la reacción de nuestra sensibilidad, por más que el
idilio que es especie de la poesía sentimental, a cuya esencia corres poeta no se lo hubiera propuesto. Tan inevitable es esto, que hasta el
ponde que la naturaleza sea contrapuesta al arte y el ideal a la reali• goce altísimo que ,las obras más bellas de la poesía ingenua —antigua
dad. Aunque el poeta no lo haga expresamente y ofrezca a nuestra y moderna— procuran al hombre cultivado, no permanece puro por
vista el espectáculo de la naturaleza incorrupta o del ideal cumplido, mucho tiempo, sino que tarde o temprano se acompañará de cierto
puro e independiente, aquel contraste está sin embargo en su corazón sentimiento elegíaco. Quiero finalmente advertir que la división aquí
y se traicionará, aun contra su voluntad, en cada una de sus pinceladas. ensayada, precisamente porque se apoya en las distintas maneras de
Y dado que así no fuera, ya el lenguaje de que debe servirse nos recor• sentir, nada pretende determinar sobre la clasificación de los poemas
daría —puesto que lleva adherido el espíritu de la época y ha pasado mismos y la derivación lógica de los géneros poéticos; pues, como el
por el influjo del arte— la realidad con sus limitaciones, la cultura poeta, aun en una misma obra, no está en absoluto atado a un mismo
con su artificio; más aún, nuestro propio corazón contrapondría a esa modo de sentir, ninguna clasificación puede ser deducida de los modos
visión de la naturaleza pura la experiencia de la corrupción y vol de sentimiento, sino que debe serlo de la forma de exposición.
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 65
64 FEDERICO SCHILLER

hallarnos, según su sentimiento se detenga en lo uno o


recordamos que el objeto de su dolor es Roma, y la Ro le
lo otro, ya lleno de emoción elegíaca, ya inflamado en
de Augusto, perdonamos al hijo de la alegría su aflicció, n
e l espíritu satírico de Juvenal, ya, como en su
Julia, arre-
pero aun la espléndida Roma, con todos sus halagos, si
al campo del idilio. Sus composiciones tienen, indis-
fantasía no empieza por ennoblecerla no es más que batado
cutiblemente, contenido poético, pues tratan un ideal; sólo
magnitud finita, vale decir un tema indigno para la r oes,
ue él no sabe utilizarlo de manera poética. Cierto que la
que, elevada por encima de todo lo que la realidad presea q
seriedad de su carácter nunca lo deja descender hasta la
sólo tiene derecho de lamentarse por lo infinito.
frivolidad, pero tampoco le permite elevarse hasta el juego
El contenido de la lamentación poética nunca ha
poético. Uncido unas veces a la pasión, y otras a la abstrac-
ser pues una cosa exterior, sino siempre un objeto id
c
ión, rara vez o nunca logra la libertad estética que el poeta
interior; hasta cuando llora una pérdida real, debe prime
debe mantener frente a su materia y comunicarla a su lec-
transfigurarla en ideal. En esta reducción de lo limitado
tor. O su impresionabilidad enfermiza es lo que lo domina
un objeto infinito consiste propiamente el tratamiento p,;
exagera sus sentimientos hasta lo desagradable; o bien es
tico. Así es que la materia exterior siempre resulta en y
su e
ntendimiento lo que encadena su imaginación y anula
misma indiferente, puesto que la poesía no puede emplear
con el rigor del concepto la gracia de la pintura. Ambas
la tal como la encuentra, sino que le da dignidad poóti►
ualidades, cuya íntima correlación y unidad hacen en rigor
únicamente por la transformación a que la somete. El poe c
al poeta, se encuentran en este escritor en grado extraordi-
elegíaco busca la naturaleza, pero como idea, y en un es
nario; lo único que falta es oue lleguen también a exterio-
do de perfección en que nunca existió, aunque la lío
rizarse realmente unidas entre sí, que su actividad reflexi-
como cosa alguna vez real y ahora perdida. Ossian nos cue
va se mezcle más con su sensibilidad, que su receptividad
ta de épocas pasadas y de héroes que fueron; es que
se mezcle más con su pensamiento. De ahí que también en
fuerza poética ha convertido hace mucho esas imágen
el ideal de humanidad que él propone, se tiende demasiado
del recuerdo en ideales, esos héroes en dioses. Las experiep
a sus limitaciones y demasiado poco a sus potencias y en
cias de una pérdida determinada se dilataron hasta volver
todo momento se trasluce más un anhelo de paz física que
se idea de lo transitorio de todas las cosas, y el bardo con
de armonía moral. Su impresionabilidad apasionada tiene
movido, a quien asedia el cuadro de la ruina omnipresep
la culpa de que, para librarse cuanto antes del conflicto
te, se eleva hasta el cielo para encontrar ahí, en el curso
latente en la humanidad, prefiera retraerla a la inespiri-
del sol, un símbolo de lo imperecedero.'
tual monotonía del estado primitivo más bien que ver re-
Paso ahora a los poetas modernos del género elegíaco. suelto ese conflicto en la armonía espiritual de una educa-
Rousseau, como poeta y como filósofo, no tiende a otra cosa
ción plenamente cumplida; de que prefiera no dejar siquie-
que a buscar la naturaleza o a vindicarla en el arte. Y as ra que el arte comience, antes que esperar su perfección;
en suma, de que prefiera fijar una meta más baja, un ideal
1 Léase por ejemplo el excelente poema titulado Carthon.
66 FEDERICO SCHILLER 67
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL

inferior, para alcanzarlo con tanto mayor rapidez, con,


mayor seguridad. Soll ich von deinem Tode singen?
O Mariane, welch ein Lied!
Entre los poetas alemanes que cultivaron este gen Wenn Seufzer mit den Worten ringen
sólo quiero citar a Haller, Kleist y Klopstock. El cará Und ein Begriff den andern flieth... 1
de su poesía es sentimental. Nos conmueven por ideas,
muy exacta esta descripción; pero sentimos tam-
por verdad sensible; no tanto porque ellos sean natura hallamos
bién que con ella el poeta no nos comunica en verdad sus
como porque saben entusiasmarnos por la naturaleza. p
lo que vale en general para el carácter de estos corno afectos, sino sus pensamientos. Por eso también nos conmue-
todos los poetas sentimentales, de ningún modo exci ve mucho más débilmente, pues él mismo debía estar ya
naturalmente la capacidad de conmovernos en lo par muy frío para poder contemplar su propia emoción.
lar mediante la belleza ingenua: sin esa condición ni Ya la materia, las más veces suprasensible, de los poe-
quiera serían poetas. Sólo que su carácter peculiar y do ma de Haller y en parte también de los de Klopstock, los
s
nante no es percibir con sentido sereno, simple y ligero excluye del género ingenuo. En cuanto esta materia, pues,
representar del mismo modo lo percibido. Involuntaria tenia que ser elaborada poéticamente, debía ser llevada a
te la fantasía se antepone a la intuición, el entendimiento lo infinito y alzada a objeto de intuición espiritual, puesto
la sensibilidad, y cierra uno sus ojos y oídos para sumergir que no podía admitir naturaleza corpórea alguna ni llegar
se contemplativamente en sí mismo. El espíritu no pu a ser, por lo tanto, objeto de intuición sensorial. Es que
experimentar impresión alguna sin presenciar al mi sólo en este sentido puede pensarse una poesía didáctica
tiempo su propio juego y poner frente a sí mismo, poi' sin íntima contradicción, Porque, para decirlo una vez más,
los dos únicos campos que posee la poesía son éstos: o tiene
flexión, lo que tiene dentro de sí. Nunca obtenemos de e
que demorarse en el mundo de los sentidos o en el de las
manera el objeto, sino sólo lo que el entendimiento refl
ideas, pues en el reino de los conceptos o del entendimien-
xivo del poeta ha hecho del objeto, y aun en el caso en q
to no puede en absoluto medrar. Ni conozco todavía, lo
el propio poeta es ese objeto, en que quiere representa
cenfieso, poema alguno de esa especie, ni de la literatura
sus sentimientos, no sabemos de su estado directamente y antigua ni de la moderna, que haya hecho descender pura
primera mano, sino tal como se refleja en su espíritu, y lo y simplemente el concepto que elabora, llevándolo hasta
que el poeta como espectador de sí mismo ha pensado sobre el plano de lo individual, o la haya elevado hasta el plano
ello. Cuando Haller se lamenta de la muerte de su esposa de la idea. Lo común es que, en el mejor de los casos, al-
(conocida es la bella composición) 2 y empieza con esta ternen lo uno y lo otro con preponderancia del concepto
versos:
1 [ ¡He de cantar de tu muerte!
[Ewald von Kleist]. ¡Oh Mariana, qué canción!
2 [Trauerrede beim Absterben seiner geliebten Mariane]. Cuando los suspiros luchan con las palabras
y una idea huye de la otra ...]
68 FEDERICO SCIIILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 69

abstracto, y que a la fantasía, que debiera dominar el cal)], campestres. Huye gustoso del vano ruido de la sociedad y
po poético, se le permita apenas servir al entendimiento, encuentra en el seno de la naturaleza inanimada la armo-
Estamos aún esperando un poema didáctico en que el pon, nía y la paz que echa de menos en el mundo moral. Qué
samiento mismo sea poético y se mantenga como tal. ~dor en su afán de sosiego.' Qué verdadero y sen-
corun
Lo que aquí decimos en general de todos los poemas tido cuando canta:
didácticos vale también en particular para los de Haller, 'O Welt, du bist des wahren Lebens Grab!
La idea misma no es poética, pero sí se vuelve a veces poé, Of t reizet mich ein heisser Trieb zur Tugend,
tica por su realización, ya por el uso de las imágenes, ya Für Wehmut rollt ein Bach die Wang' herab,
por el vuelo con que se eleva hasta las ideas. Sólo en virtud Das Beispiel siegt, und du, o Feu'r der Jugend,
Ihr trocknet bald die edlen Thrünen ein.
de estas cualidades entran en la poesía elegíaca. Caracte. Ein wahrer Mcnsch nzuss fern von Menschen sein." 2
rizan a este poeta la fuerza y la hondura y cierta patética
gravedad. Un ideal inflama su alma, y su ardiente senti. Pero cuando el empuje poético lo ha sacado del círcu-
miento de la verdad busca en la quietud de los valles al- lo a sfixiante de las circunstancias y lo ha llevado a la es-
pinos la inocencia desaparecida del mundo. Su queja es piritual soledad de la naturaleza, aun alli lo persigue la
profundamente conmovedora; con sátira enérgica, casi imagen angustiosa de la época y también, por desgracia,
amarga, dibuja las aberraciones del entendimiento y del sus ataduras. En él mismo está lo que rehuye; eternamen-
corazón, y con amor la bella simplicidad de la naturale- te fuera de él lo que busca; nunca puede reponerse del
za.' Sólo que en todo momento el concepto prevalece de- maligno influjo de su siglo. Por más que su corazón sea
masiado en sus cuadros, así como en él mismo el entendi- lo bastante ardoroso y su fantasía lo bastante enérgica pa-
miento se erige en maestro de la sensibilidad. De ahí es ra dotar de alma, mediante la representación, los produc-
que siempre instruye más bien que presenta, y expone tos muertos del entendimiento, el frío concepto vuelve cada
con rasgos más vigorosos que amables. Es grande, atrevi- vez a quitársela a la viviente creación de la fuerza poética,
do, fogoso, imponente; pero rara vez o nunca ha logrado y la reflexión perturba la obra secreta de la sensibilidad.
elevas-se hasta la belleza. Su poesía es, sin duda, multicolor y espléndida como la
En riqueza de ideas y en profundidad de espíritu primavera a la cual cantó; su imaginación, despierta y
Kleist queda muy a la zaga de este poeta; en gracia, yo activa; pero nos sentimos tentados de llamarla más bien
diría que le supera, a no ser que, como a veces ocurre,
tengamos por falla de una parte lo que de la otra parte Véase su poema de este título.
2 [¡Oh mundo, eres la tumba de la vida verdadera!
es un mérito. En nada se complace tanto el alma afectuosa Muchas veces me aguija un ardiente impulso hacia la virtud;
de Kleist como en la visión de ambientes y costumbres De melancolía, rueda por mis mejillas un arroyo,
Pero el ejemplo, y tú, oh fuego de la juventud, vencéis;
Vosotros enjugáis pronto las generosas lágrimas.
[Cf. el poema Los Alpes]. Para ser de veras hombre, hay que estar lejos de los hombres].
70 FEDERICO SCHILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 71

voluble que rica, más bien juguetona que creadora, de lit .a el negarle en absoluto esa veracidad y vida individual
mo más bien inquieto que recogido y constructivo. %pi, con
c que el poeta ingenuo pinta su objeto. Muchas de sus
dos y exuberantes se suceden unos rasgos a otros, pero al odas y no pocos rasgos aislados en sus dramas y en su
'
llegar a concentrarse en tipo individual, sin cobrar piel, representan el objeto con exacta verdad y límpi-
gesíada
tud de vida ni redondearse en una forma. Mientras se 1i. contorno. Sobre todo allí donde el objeto es su propio
do
mita a poetizar líricamente y se detiene sólo en describir corazón, no es raro que haya demostrado un gran tempe-
el paisaje, podemos pasar por alto esta falla en considera, ramento, una encantadora ingenuidad. Sólo que no está
ción, por un lado, a la mayor libertad de la forma lírica, a hí su fuerte ni sería posible comprobar esta cualidad en
y por otro, a la índole arbitraria de su asunto, pues lo que l conjunto de su obra poética. Por muy hermosa creación
e
aquí queremos ver representado no es tanto el objeto coma que sea la Mesíada en cuanto poesía musical conforme a
los sentimientos del poeta. Pero el defecto se hace tanta la definición que hemos dado, mucho deja sin embargo que
más notable cuando acomete la tarea de representar, coma desear en cuanto poesía plástica, que requiere formas de-
en su Cissides und Paches y en su Séneca hombres y terminadas, y determinadas para la contemplación. Acaso
acciones humanas, porque entonces la imaginación se ye pueda decirse que en este poema son bastante determina-
encerrada entre límites fijos y necesarios, y el efecto poé. das las figuras, pero no que lo sean para la contemplación;
tico sólo puede resultar del objeto. Aquí se vuelve niel sólo la abstracción las ha creado, sólo ella puede distin-
quino, monótono, árido y seco hasta lo insoportable; ejem. guirlas. Son buenos ejemplos para conceptos, pero no son
plo aleccionador para todos aquellos que, sin íntima voca- individuos, no son figuras vivientes. La imaginación, a la
ción, dejan el campo de la poesía musical para aventurarse cual debe dirigirse ciertamente el poeta y a la que debe
en el de la poesía creadora. Otro espíritu afín, Thompson, dominar en todo momento por la determinación de sus
corrió la misma suerte. formas, ha quedado con demasiada libertad en cuanto al
En el género sentimental y principalmente, dentro de modo en que han de adquirir forma sensible estos hombres
él, en lo elegíaco, pocos poetas entre los modernos y me-
y ángeles, estos dioses y demonios, ese cielo y ese infierno.
nos aún entre los antiguos podrían compararse con nues-
Se nos da apenas un perfil dentro del cual el entendimien-
tro Klopstock. Todo lo que es posible alcanzar en el campo
de lo ideal, fuera de los límites de la forma viviente y poesía con la música y con las artes plásticas. Pues según la poesía
fuera del ámbito de la individualidad, supo lograrlo este imite un objeto determinado, como hace la plástica, o en cambio, como
la música, no produzca más que un determinado estado de ánimo sin
noeta musical.' Claro está que sería hacerle gran injusti que para ello necesite de ningún objeto preciso, puede llamarse poesía
plástica o musical. Esta segunda expresión no se refiere pues única-
[Poema épico y boceto de tragedia, respectivamente. Ambas mente a aquellos elementos que en realidad, y por su materia, son mú-
obras son de 17581. sica, sino en general a todos los efectos que la poesía puede producir
2 [El poeta de las Seasons]. sin limitar la imaginación por un objeto determinado. Si prefiero
3 Y digo musical para recordar aquí el doble parentseco de la llamar poeta musical a Klopstock, es justamente en este sentido.
72 POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 73
FEDERICO SCHILLER

to debe por fuerza pensarlos, pero no se pone un U/11i alguna vez se haya perdido en ellas. Por eso no tengo re-
fijo en que la fantasía deba necesariamente representarlo/ n declarar que abrigo mis temores por la sensatez
paro p-
Y lo que digo de los personajes vale para todo lo que el de quien
adopte la obra de este poeta, real y sinceramente,
este poema es o quiere ser vida y acción; y no sólo en esta com o libro de cabecera, es decir como libro con el cual
epopeya, sino también en las obras dramáticas de nuest.to uno armonizar sea cual sea la situación en que se
pueda
poeta. Para el entendimiento, todo está acertadamente prl ; y estoy por decir
encuentre, y volver a él una y otra vez
cisado y limitado (básteme recordar su Judas, su Pillo; también que ya hemos visto en Alemania bastantes frutos
su Filón, su Salomón, en la tragedia de ese nombre) ; pero de su peligrosa influencia. Sólo en ciertos estados de exal-
es demasiado informe para la fantasía, y en esto, lo col, tación es cuando podemos buscarlo y sentirlo; por eso tam-
fieso francamente, encuentro que Klopstock se halla por bién es el ídolo de la juventud, aunque dista mucho de ser
completo fuera de los dominios de su genio. su elección más feliz. La juventud, que se esfuerza siem-
Sus dominios están siempre en el reino de las ideas pre en elevarse por encima de la vida y huye de toda for-
y él sabe transportar a lo infinito todo asunto que elabora ma y halla estrecho todo límite, recorre con amor y deleite
Se diría que despoja de cuerpo a cuanto trata, para Col los espacios infinitos que abre para ella este poeta. Pero
vertirlo en espíritu, así como otros poetas revisten de cuer. cuando el mozo se hace luego hombre y vuelve del reino
po lo espiritual. Casi todo el placer que sus poemas procu. de las ideas a las limitaciones de la experiencia, pierde mu-
ran debe alcanzarse mediante cierto ejercicio del pensar; cho, muchísimo de aquel amor entusiasta, aunque nada
todos los sentimientos que sabe provocar en nosotros, y de pierda del respeto que todos deben, y particularmente los
manera tan íntima y poderosa, brotan de fuentes supra. alemanes, a fenómeno tan singular, a genio tan extraordi-
sensibles. De ahí esa gravedad, esa fuerza, ese vuelo, esa nario, a tan refinado sentimiento y a tan alto mérito.
profundidad que caracterizan su producción entera; de ahí He dicho que este poeta sobresale especialmente en
también esa continua tensión del ánimo en que su lectura el género elegíaco, y apenas será necesario justificar por
nos mantiene. No hay poeta (quizá con excepción de lo menudo esta afirmación. Capaz de toda fuerza y maes-
Young, que en este respecto exige más, pero sin compen. tría en el ámbito entero de la poesía sentimental, puede
sarlo como Klopstock) que menos se preste para ser nues- llenarnos de agitación por arranques de extremo patetis-
tro favorito y nuestro compañero a través de la vida, pues mo o mecernos en sentimientos de dulzura celestial; pero
siempre nos aleja de la vida, apela sólo a las armas del' su corazón se inclina de preferencia a una melancolía de
espíritu, sin recrear los sentidos con la tranquila presencia' elevada espiritualidad: por muy sublimes que sean las me-
de un objeto. Su musa poética es casta, supraterrena, in- lodías de su arpa y de su lira, las lánguidas notas de su
corpórea, santa, como su religión; y debemos confesar ad- laúd resonarán siempre con tono más sincero, más hondo
mirados que nunca ha descendido de estas alturas aunque y más conmovedor. Pregunto a cualquier espíritu de sensi-
74 FEDERICO SCHILLER INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 75
POESÍA

bilidad afinada si no daría toda la audacia y fuerza, tod nuevo y de muy especial dificultad, ya que en
pnte
las ficciones, todas las descripciones magníficas, todas Dictan' ntiguo e ingenuo no existía tal especie de argu-
do a
muestras de elocuencia oratoria de la Mesíada, todo el ceu, el Inun mientras en el moderno quizá falte el poeta ade-
mtos,
telleo de las metáforas en que tan particularment e feliz %do. Sin embargo el genio ha abordado también este
es nuestro poeta, por los tiernos sentimientos que exhalan lo ha resuelto de manera admirablemente fe-.
la elegía a Ebert, el espléndido Bardale, las Tumbas tern problema y
Un carácter que abraza con ardor un ideal y huye de
pranas, la Noche de estío, el Lago de Zurich y //lucilos la realidad para perseguir un ente infinito e inmaterial;
otros poemas de esta especie. Y así estimo la Mesíada como ile busca incesantemente fuera de sí lo que incesante-
un tesoro de emociones elegíacas y de cuadros ideales, aun, (l
rien
te destruye dentro de sí mismo; para quien sólo sus
que me satisfaga muy poco como exposición de un argu. sueños son lo real y sus experiencias no son nunca otra
mento y como obra épica.
cosa que limitaciones; que, en fin, en su propia existencia
Quizás debiera yo, antes de pasar a otro tema, recor•
ve no más que una barrera a la cual, como es justo, derri-
dar también los méritos de Uz, Denis, Gessner (en su
ba también Para alcanzar la realidad verdadera, este pe-
Muerte de Abel), Jacobi, von Gerstenberg, 1-1,51thy, von
ligroso extremo del carácter sentimental lo ha tomado co-
Gickingk y muchos otros dentro del mismo género, todos
mo asunto un poeta en quien la naturaleza obra más fiel
los cuales nos conmueven por ideas y han compuesto poe.
y límpidamente que en ningún otro, y que entre todos los
sía sentimental en el sentido antes fijado. Pero mi inten•
poetas modernos es quizás el que menos se aleja de la
ción no es escribir una historia de la poesía alemana, sino
aclarar lo dicho más arriba por algunos ejemplos tomados verdad sensible de las cosas.
de nuestra literatura. Quería mostrar la diversidad del ca- Es interesante ver con qué feliz instinto ha venido a
mino recorrido hacia una misma meta por poetas antiguos concentrarse en el Werther todo aquello que nutre el ca-
y modernos, ingenuos y sentimentales; quería mostrar que rácter sentimental: una desdichada exaltación amorosa,
si los unos nos mueven por la naturaleza, la individuali- sensibilidad para la naturaleza, sentimientos religiosos, es-
dad y la viviente sensorialidad, los otros, valiéndose de píritu de contemplación filosófica, y en fin, para no olvidar
ideas y de una elevada espiritualidad, revelan influjo no nada, el sombrío mundo ossiánico, informe y desolado. Si
menos poderoso sobre nuestras almas, aunque sí menos a esto se agrega la manera tan poco cordial, y hasta hostil,
amplio. con que la realidad lo enfrenta, y la forma en que todo,
Por los ejemplos citados hemos visto cómo trata el poe- desde fuera, se reúne para rechazar al atormentado hacia
ta sentimental un argumento natural; pero también podría su mundo ideal, no se ve posibilidad alguna de que seme-
ser interesante saber cómo se conduce el poeta ingenuo an- jante carácter pudiera escapar de este círculo. En el Tasso,
te un argumento sentimental. Este problema parece com- del mismo poeta, reaparece esta oposición, aunque entre
76 FEDERICO SCHILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 77

caracteres muy distintos. También en su última novela terpretación y peor imitación de ciertas obras excelentes
como en la primera, se contrapone el espíritu poético al prl cobrar auge en Alemania desde hace unos dieci-
empezó a
saico sentido común, lo ideal a lo real, el modo subjetivo ocho a rios, aunque la indulgencia que se tiende a mostrar
de representación al objetivo — pero ¡con cuánta vario, ontraparte, no mucho mejor, de esa caricatura ele-
dad! Y hasta en el Fausto volvemos a hallar la misma epc, con la c
con la burlonería, con la sátira desalmada y el ca-
oca,
sición, aunque por cierto, como el asunto lo exigía, mate, pricho insípido ', revela con bastante claridad que el em-
rializada con trazos mucho más gruesos por una y oto peño con que se la ha castigado no se fundaba en motivos
parte. Bien valdría la pena intentar una exposición del des, En la balanza del verdadero gusto lo uno
tenente puros.
eotaalm
tcnsoon
arrollo psicológico de este carácter, representado de cuatro puede valer más que lo otro, pues a ambos les falta el
maneras tan distintas. do estético que sólo se encuentra en el íntimo en-
Ya antes hemos observado que la disposición de áni. lace de espíritu y materia y en la relación que una obra
mo meramente ligera y jovial, cuando no se apoya en uno capaz de mantener al mismo tiempo con la facultad
íntima plenitud de ideas, no ofrece todavía condición ni/ de sentir y con la de pensar.
guna para la sátira jocosa, por muy liberalmente que el Se ha hecho burla de Siegwart y su historia de con-
juicio común la tome jor tal; y lo que no sea más que
viento,2 y se admiran los Viajes al mediodía de Francia; 3
tierna melancolía y blandura tampoco ofrece semejante sin embargo ambas producciones merecen igualmente cier-
base a la poesía elegíaca. En ambos casos falta para el ver.k to grado de estimación y son igualmente indignas de elogio
dadero talento poético ese principio de energía que debe incondicional. La primera de estas novelas tiene a su fa-
dar vida al argumento para producir la verdadera belleza. vor un sentimiento verdadero aunque exasperado; la otra
Los productos de ese género tierno, lo único que pueden
hacer es precisamente enternecernos y halagar la sensibi« adecuada". El señor Adelung tiene la gran dicha de sentir sólo con
lidad, sin confortar el corazón ni ocupar el espíritu. La intención, y, lo que es más, sólo con intención racional.
Verdad es que a cierta clase de lectores no hay que echarles a
continua propensión a esta forma de sensibilidad debe por perder sus mezquinos placeres, y en definitiva poco puede imuortar a
fuerza acabar por enervar el carácter y sumergirlo en un la crítica que haya gentes para quienes el sórdido ingenio del señor
Blumauer sirva de edificación y entretenimiento. [Schiller alude aquí
estado de pasividad del cual no podrá brotar ninguna rea-
a la parodia de la Eneida por Aloys Blumauerl. Pero por lo m^nos
lidad ni para la vida exterior ni para la interior. Muy bien los jueces del arte tendrían que abstenerse de hablar con cierto respeto
de producciones cuya existencia debiera en justicia permanecer oculta
se ha hecho, pues, en perseguir con burla inexorable esta al buen gusto. Verdad es que no se les puede desconocer cierto talento
calamidad de la sensiblería lacrimosa 2 que por mala in« ' humor, pero tanto más deplorable es que ambas cosas no estén mejor
depuradas. Nada digo de nuestras comedias alemanas; sus autores
pintan los tiempos en que viven.
1 [Los Años de Aprendizaje de Wilhelm Meister, cuya primera 2 íSiegwart. Eine Klostergeschichte, de JOHANN MARTIN MILLER
parte apareció en 1794]. (1777)1.
2 "Propensión, corno la define el señor Adelung, a los sentimientos 3 íReise in die mittüglichen Provinzen von Frankreich im Jahre
conmovedores y suaves, sin intención racional y más allá de la medida 1785-86, de MORITZ AUGUST VON THÜMMEL].
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un humorismo ligero y un entendimiento despierto y f'ne habría que desechar esas obras poéticas, o es que el con-
pero así como la una carece por completo de la debida uí fijado de poesía elegíaca lo hemos admitido de-
°epto aq
briedad de inteligencia, así carece la otra de dignidad masiado arbitrariamente.
tética. La primera, frente a la experiencia, resulta un Lo que puede permitirse al poeta, se ha dicho, ¿no ha
to ridícula; la otra, frente al ideal, casi despreciable. p de tolerarse al narrador en prosa? La respuesta está ya
como la belleza verdadera debe armonizar por una p jplícita en la pregunta misma: lo que se concede al poeta
con la naturaleza y por otra con el ideal, ninguna de no vale en modo alguno para quien no lo sea. Pues ya en
dos obras puede pretender el nombre de bella. Con tod el concepto del poeta, y sólo en él, 'va envuelta la causa
es natural y justo, y lo sé por propia experiencia, que quella libertad que pasa a ser mera licencia desprecia-
de a
novela de Thümmel se lea con gran placer. Como s ble en cuanto no puede derivarse de los más altos y nobles
ofende las exigencias que nacen del ideal —exigencias q elementos que constituyen su esencia.
por lo tanto, la mayoría de los lectores no se plantea Las leyes del decoro son extrañas a la naturaleza in-
absoluto y que la mejor parte de ellos no se plantea p contaminada; sólo la experiencia de la corrupción es lo
cisamente cuando se pone a leer novelas, — y como, q ue les dió origen. Pero una vez hecha esa experiencia y
lo demás, las otras exigencias del espíritu y del cuerpo desaparecida la inocencia natural de las costumbres, se vuel-
cumplen en grado no común, ese libro debe ser y se ven leyes sagradas que ningún ser moral puede infringir.
siendo, con razón, favorito de nuestra época y de to Valen en. el mundo artificial con el mismo derecho con
aquellas en que se escriben obras literarias sin más fin q que las leyes de la naturaleza rigen en el mundo ingenuo.
el de agradar, y en que sólo se lee para procurarse placer Pero precisamente lo que hace al poeta es que anula en su
Pero ¿acaso la historia de la poesía no ofrece ha espíritu todo aquello que recuerde un mundo artificial, y
obras clásicas que parecen ofender de manera parecida que sabe reconstituir la naturaleza en su simplicidad ori-
alta pureza del ideal y alejarse muchísimo, por lo materia ginaria. Y habiéndolo hecho queda por eso mismo absuelto
de su contenido, de esa espiritualidad que aquí exigimos, de todas aquellas leyes merced a las cuales un corazón se-
toda obra estética? Lo que el lírico mismo, casto apóstol ducido se pone a cubierto de sí mismo. Es puro, es inocente,
la musa, puede permitirse ¿le ha de estar vedado al novE y lo que está permitido a la naturaleza inocente lo está
lista, que es apenas su hermanastro y que tiene todavía tan también a él. Si tú, que lo lees u oyes, ya no lo eres, y ni
estrecho contacto con la tierra? Tanto más difícil me e siquiera puedes volver a serlo momentáneamente gracias
eludir aquí este problema cuanto que, así en el género ele a su presencia purificadora, es desgracia tuya y no suya.
gíaco como en el satírico, hay obras maestras que paren Eres tú quien lo abandona; él no ha cantado para ti.
rían buscar y recomendar una naturaleza muy distinta de Podemos, pues, con respecto a este género de liberta-
la que consideramos en este ensayo, y defenderla no tan des, establecer lo siguiente:
to de las malas costumbres como de las buenas. Así pues Primero: sólo la naturaleza puede justificarlas. No
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pueden ser, por tanto, obra del albedrío y de una imitaciól porque a testigua en él una falta de verdadera y cabal hu-
intencionada; pues en ningún caso hemos de perdonarl manidad; si nos ofende en una obra poética, es sólo por-
la voluntad, siempre orientada por leyes morales, que fa• o pretendiendo agradarnos nos considera también a nos-
vorezca lo sensorial. Deben ser, pues, ingenuidad. pero os como capaces de semejante falla. Pero si en el hom-
otr
para que podamos convencernos de que lo son realmente, bre a quien sorprendemos en estas licencias, vemos obrar
tenemos que verlas apoyadas y acompañadas por todas las la humanidad en toda su restante extensión, y si en la obra
otras cosas que se fundan también en la naturaleza, pues. enque se han tomado libertades de este género, se nos
to que sólo reconocemos la naturaleza en la estricta con% aparece expresada la humanidad en todos sus aspectos, se
cuencia, unidad y uniformidad de sus efectos. Sólo a In elimina aquel motivo de desagrado y podemos entonces con
corazón que desprecia siempre todo artificio, aun en los no turbada alegría deleitarnos en la expresión ingenua de
casos en que le sea útil, le permitimos liberarse de la la naturaleza verdadera y bella. Así el mismo poeta que
turaleza allí donde ella oprime y limita; sólo a un corazón puede permitirse hacernos copartícipes de sentimientos hu-
que se somete a todas las ataduras de la naturaleza le per, ma nos tan bajos, debe saber, por otra parte, elevarnos a
mitimos hacer uso de sus libertades. Todos los demás sea. todo lo que en el hombre sea grande, bello y sublime.
timientos de semejante hombre han de llevar por lo tanto Y de este modo habríamos encontrado la medida que
la marca de la naturalidad. Debe ser verdadero, simple, pudiéramos aplicar con certeza a todo poeta que de alguna
libre, franco, sensible, recto. Todo disimulo, todo engaño, manera se atreve a alzarse contra el decoro y lleva hasta
toda arbitrariedad, todo mezquino egoísmo deben estar des. estos límites su libertad en la representación de la natura-
terrados de su carácter, ni ha de haber rastro alguno de leza. Su producción será vulgar, baja y, sin excepción al-
ello en su obra. guna, inadmisible cuando sea fría y vacua, porque mostra-
Segundo: sólo la naturaleza bella puede justificar tale rá entonces su origen intencionado en una necesidad vul-
libertades. No han de ser, pues, explosión unilateral de la gar y revelará una infame asechanza a la concupiscencia
concupiscencia, porque todo lo que procede de la mera ne. de nuestros deseos. Será, en cambio, bella, noble y digna
cesidad es despreciable. De la totalidad y plenitud de la de aplauso, pese a todos los reparos de una frígida decen-
naturaleza humana deben brotar también estas energías cia, cuando sea ingenua y sepa reunir espíritu y corazón.'
sensoriales. Deben ser humanidad. Pero para poder deci.
dir si lo que las exige es la totalidad de la naturaleza hu.
1 Corazón, porque no basta, ni con mucho, la pasión meramente
mana, y no sólo una necesidad unilateral y vulgar de la sensorial del cuadro ni la opulenta riqueza de la fantasía. Por eso el
Ardinghello [Ardinghello und die glückseligen Inseln, de WILHELM
sensorialidad, tenemos que ver representado el todo del HEINSE, 746-1803], a pesar de toda la fuerza sensual y todo el fuego
que ellas forman un aspecto aislado. En sí misma la sensi. de su colorido, nunca pasará de ser una caricatura lasciva sin verdad
y sin dignidad estética. Sin embargo, esta curiosa producción será
bilidad sensorial es cosa inocente que no nos afecta. Si nos siempre memorable como ejemplo del vuelo casi poético de que ha
desagrada en un hombre, es por ser rasgo de animalidad y sido capaz la simple concupiscencia.
82 FEDERICO SCHILLER 83
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL

Si se me opone que, aplicando esta medida, la hia


IDILIO
ría de la literatura narrativa francesa de esegénero y
más felices imitaciones en Alemania podrían no salir
bien paradas —y que acaso lo mismo ocurriría, en p Me quedan todavía por decir algunas palabras sobre
esta tercera especie de la poesía sentimental; sólo pocas
can muchas producciones de nuestro poeta más gracioso
espiritual 1 , sin excluir siquiera sus obras maestras_ labras, pues dejo para otra ocasión el desarrollar más
p
extensamente este tema, que lo exige de especial manera)
tengo que replicar. Mi afirmación carece en sí de toda
vedad y sólo me limito aquí a aducir las razones para de semejante tendencia. Pero tengo la impresión de que le per-
sentencia dictada sobre esta materia, desde hace ya n ,.her n infortunio muy peculiar, y es que el plan de sus poemas hace
" u
,711,
necesarias estas descripciones. El frío entendimiento que trazaba el
tiempo, por todos los espíritus de sensibilidad superior. p. -ecu creo que su sentimiento está tan lejos de favore-
ii- se las exigía; y
estos mismos principios que para aquellas obras paree plan especial complacencia, que no puedo dejar de reconocer, en
ealización, aquel frío entendimiento. Y precisamente la
quizás demasiado rigurosos, podrían considerarse tal y cerliansiscrra r epresentación las perjudica al ser juzgadas, porque sólo
frialdad en la r
demasiado benignos para algunas otras. Porque no ni tiendo ingenuamente tales descripciones puede uno justificarlas, tan-
si:estética como moralmente. Pero que al poeta le esté permitido, cuan-
que las mismas razones por las cuales considero absolu do traza su plan, exponerse a semejante peligro en su ejecución, y que
mente indisculpables los cuadros seductores del Ovidio seo lícito, en general, considerar poético un plan que, admitámoslo, no
mano y del alemán 2 , así como los de un Crébillon, Vol Mismo puede ejecutarse sin sublevar los castos sentimientos tanto del poeta
como de su lector y sin obligar a uno y a otro a detenerse en
re, Marmontel (que se califica a sí mismo de narrador ni asuntos que tan de grado evita un espíritu cultivado —esto es para
ral)3 , Lacios y de muchos otros, me reconcilian can las el mí materia dudosa, sobre la cual me agradaría oír una opinión inte-
gías del Propercio romano y las del alemán 4, y hasta c ligente. I Debo recordar una vez más que la sátira, la elegía y el idilio
—según han sido aquí tratadas, como las tres únicas maneras posibles
más de una denigrada producción de Diderot 5 ; pues aqu de poesía sentimental— nada tienen de común con las tres especies
líos no son más que chistosos, prosaicos y lascivos, pe poéticas particulares que se conocen con esos nombres, a no ser el modo
éstos son poéticos, humanos e ingenuos.6 de sensibilidad propio de unos y otros. Pero que, fuera de los límites
de la poesía ingenua, sólo pueda existir esa triple forma de sensibilidad
y de poesía y que por lo tanto la división dé cuenta de todo el campo
1 [Wieland]. de la poesía sentimental, es cosa que puede deducirse fácilmente del
2 [El Ovidio alemánes JOHANN KASPAR MANSO (1760-1826), au r. concepto de esta última.
de Die Kunst zu lieben; Lelzrgedicht in drei Büchern (1797)]. Pues esta poesía sentimental se distingue de la ingenua en que
3 [Alusión a los Contes moraux de MARMONTE] refiere a ideas la realidad ante la cual la ingenua se detiene, y en que
4 [GoETHE. Se le comparó con Propercio por sus Elegías romanas] aplica ideas a lo real. Por eso, siempre tiene que vérselas al mismo
5 [Alusión a Les bijoux indiscrets y La religieuse, de DIDEROT tiempo, como ya antes hemos observado, con dos objetos en pugna, a
6 Si al inmortal autor de Agathon, Olieron, etc., lo menciono saber, con el ideal y la experiencia, entre los cuales no pueden conce-
birse ni más ni menos que tres relaciones. O es la contradicción de la
esta compañía, debo aclarar expresamente que de ningún modo quie
realidad con el ideal, o bien su armonía, lo que ocupa preferentemente
confundirlo con ella. Sus descripciones, aun las más dudosas desde el ánimo, o éste se siente dividido entre lo uno y lo otro. En el
punto de vista, no tienden nunca a lo material (como se ha permitido primer caso en¿uentra satisfacción por la intensidad de la lucha íntima,
decir hace poco un crítico moderno algo atolondrado); en el autor do por el movimiento enérgico; en el otro por la armonía de la vida
Amor por amor, y de tantos otras obras ingenuas y geniales en que a
interior, por la serenidad enérgica; en el tercero alternan la lucha y
refleja con rasgos inconfundibles un alma bella y noble, nada pu la armonía, la serenidad y el movimiento. Esta triple situación afectiva
84
FEDERICO SCHILLER
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 85

Idea general de esta especie poética es la represe


ción artística de la humanidad inocente y feliz. Como nunca ses otra que la de representar al hombre en estado de
docencia, es decir, en una situación de armonía y de paz
inocencia y felicidad parecerían inconciliables con el
'ao mismo y con lo exterior.
ficio de una sociedad más numerosa y de cierto grado
desarrollo y refinamiento, los poetas trasladaron el e c°111Pero tal situación no sólo ocurre antes de que la cul-
sce tura comience, sino que la cultura, si ha de tener en todos
rio del idilio desde el tumulto de la ciudad a la simple
pastoril, y lo situaron antes del comienzo de la cultura, casos una sola y precisa tendencia, mira hacia ella co-
ufin último. Lo único que puede reconciliar al hom-
la infancia de la humanidad. Pero es fácil comprender mo
bre:acon
s los males a que está sometido en el camino
semejante disposición es meramente accidental, que
no de la cultura es la idea de ese estado y la fe en su posible
de tomarse en cuenta como finalidad del idilio sino realización; y si sólo fuese una quimera, estarían perfecta-
como el camino más natural hacia él. La finalidad mente justificadas las quejas de quienes proclaman que el
crecimiento de la sociedad y el cultivo de la mente no es
da origen a tres distintas especies de poesía, a las cuales correspo mis que un mal, y que reputan aquel estado natural, que
perfectamente las usuales designaciones de sátira, idilio y elegí
sólo tener presente la disposición en que colocan al espíritu los na, la humanidad abandonó, como su verdadero fin. Así es que
de poesía existentes bajo esas denominaciones, y en cuanto dejaniN i
un lado los medios con que obtienen ese efecto. para el hombre de quien ya se ha apoderado la cultura,
Así, pues, si alguien preguntara en cuál de los tres gén ros tiene infinita importancia lograr una confirmación senso-
cluiría yo la epopeya, la novela, la tragedia, etc., no me habría en, rial de la posibilidad de corporizar esa idea en el mundo
dido en absoluto. Pues el concepto de epopeya, novela, etc.,
especies poéticas singulares, no está determinado de ningún ma. co sensible y dar realidad a aquel estado; y como la experien-
no lo está exclusivamente, por la manera de sentir; antes bien modo
, sal cia real, muy lejos de alimentar esta fe, más bien la con-
es que pueden realizarse bajo el influjo de más de una manera
y por lo tanto en varias de las especies de poesía que he tradice de continuo, la facultad poética acude aquí, como
sado.
entir,
tantas otras veces, en auxilio de la razón, para dar forma
Finalmente, advierto también que si tendemos a ver en la
sentimental, como es justo, un género auténtico (no sólo una d a aquella idea y realizarla en un caso determinado.
neración) y una ampliación de la verdadera poesía, hay que guar Cierto que esa inocencia de la vida pastoril es también
también ciertos miramientos en la determinación de los géneros
ticos, así como en general en toda la preceptiva poética, que una representación poética, y la imaginación debía ya, por
siempre fundada unilateralmente en la observación de los poetas tanto, mostrarse creadora; pero aparte de que el problema
guos e ingenuos. El poeta sentimental se aparta del ingenuo en
pectos demasiado esenciales para que las formas que éste ha in era entonces muchísimo más simple y fácil de resolver, ya
t
cido puedan en todo momento adaptársele sin violencia. Claro que en la experiencia misma se daban los rasgos aislados, que
difícil distinguir siempre con acierto entre las excepciones requeri
por la diversidad de géneros y los subterfugios que la incapacidad sólo era preciso escoger y enlazar en un todo. Bajo un cielo
permite; pero lo que sí enseña la experiencia es que en manos de feliz, en la sencillez del estado primitivo, con un saber limi-
poetas sentimentales (aun de los más eximios) no ha habido gén
poético que siguiera siendo exactamente lo que fué entre los anti tado, la naturaleza se satisface sin esfuerzo y el hombre no
y que bajo los viejos nombres se han introducido, a menudo, gén se pervierte antes de verse estrechado por la necesidad.
muy nuevos.
Todos los pueblos que tienen historia tienen un paraíso, un
86 POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 87
FEDERICO SCHILLER

estado de inocencia, una edad de oro; y hasta cada h oni d i idilio pastoril, ningún arte de poetas ha podido reme-
tiene su paraíso, su edad de oro, que él recuerda con e ia. Cierto es que tampoco a ese género literario le faltan
diar
o menos fervor según el grado en que entre en su cará entusiastas aficionados, y hay bastante lectores capaces de
el elemento poético. La experiencia misma ofrece, p preferir un Amyntas y una Daphnis ' a las primeras obras
bastantes rasgos para la pintura que el idilio pastoril ti usa épica y dramática; pero en tales lec-
maestras de lato
como tema. No obstante, el idilio es siempre una fic es tanel gusto el que juzga de las obras como la
tores
necesidad individual, y por consiguiente su juicio no puede
bella y conmovedora, y el talento poético, al represen
ha trabajado en verdad por el ideal. Pues para el hoin aquí tomarse en cuenta. El lector de inteligencia y sensibi-
que ya se ha apartado de la simplicidad de la natural desconoce por cierto el valor de esas composicio-
lidad n°
y ha sido entregado al peligroso gobierno de su razón, nes , pero es más raro que le atraigan, y tardan menos en
de enorme importancia volver a contemplar las leyes saciarle. En el momento preciso de la necesidad ejercen,
la naturaleza en un claro paradigma y poder purific en cambio, influjo tanto más potente; pero la verdadera
una vez más, en este fiel espejo, de las corrupciones belleza nunca ha de tener que aguardar tal ocasión, sino
arte. Pero hay en esto una circunstancia que quita mu que más bien ha de provocarla.
de su valor estético a tales composiciones. Puestas antes Lo que aquí reprocho al idilio pastoril se aplica única-
comienzo de la cultura, excluyen, a la vez que sus in mente, sea dicho de paso, al sentimental; pues el ingenuo
venientes, todas sus ventajas, y se encuentran por esen nunca puede padecer falta de contenido, ya que esto va
en necesario conflicto con ella. Nos llevan pues, en te implicado en su misma forma. En efecto, toda poesía debe
hacia atrás, mientras que, en la práctica, nos hacen ay tener contenido infinito (sólo por eso es poesía), pero cabe
zar y nos mejoran. Colocan desgraciadamente detrás cumplir este requisito de dos modos diversos. Puede ser un
nosotros la meta hacia la que debían llevarnos, por lo infinito por su forma, cuando representa su objeto con todos
sólo pueden inspirarnos el triste sentimiento de una sus límites, cuando lo individualiza, y puede ser un infinito
dida, no la alegría de la esperanza. Puesto que para por su materia, cuando quita a su objeto todos los límites,
plir su finalidad tienen que suprimir todo arte y simp cuando lo idealiza; es decir, ya por una representación ab-
car la naturaleza humana, ocurre que, ofreciendo el m soluta, ya por representación de algo absoluto. El primer
mo contenido para el corazón, ofrecen demasiado poco camino es el que sigue el poeta ingenuo; el segundo, el sen-
el espíritu, y muy pronto concluye su monótono ciclo. timental. El ingenuo no puede errar, pues, en el contenido,
podemos, pues, amarlas y buscarlas cuando necesitamos con tal que se atenga fielmente a la naturaleza, que es
sosiego, no cuando nuestras fuerzas se inclinan al mo siempre y en todo respecto limitada, vale decir, infinita por
miento y actividad. Sólo pueden curar el ánimo enfe
no alimentar el sano; no son capaces de estimular, sino 1 [Amyntas, de ENVALD \TON KLEIST (1715-19); Daphnis, de SALO-
calmar. Esta falla, que tiene su fundamento en la ín MÓN GESSNER (1730-88)].
88 POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 89
FEDERICO SCHILLER

la forma. En cambio, al sentimental le estorba la natur ir lo ingenuo y lo sentimental y satisface de esta


cura un
za con su permanente limitación, pues ha de poner en man era, en alguna medida, las dos condiciones opuestas que
objeto un contenido absoluto. El sentimental, por lo tanta pueden exigirse de un poema; pero como el poeta, en su
no sabe aprovechar bien su ventaja cuando toma prestad esfuerzo de reunir ambas cosas, no hace plena justicia a la
del ingenuo sus objetos, que en sí mismos son por completo una ni a la otra, y así ni es del todo naturaleza ni es del
indiferentes y que sólo por la manera de ser tratados st todo ideal, no puede por eso mismo arrostrar satisfactoria-
vuelven poéticos. Se impone así, sin ninguna necesidad,1 mente el fallo de un gusto riguroso, que en materia estética
mismos límites que el ingenuo, pero sin tener la posibili, no tolera cosas a medias. Es curioso que este defecto se ex-
dad de realizar plenamente la limitación ni de competir tiende también al lenguaje de Gessner, que vacila, sin de-
con él en el carácter absolutamente determinado de la ex. cidirse, entre la poesía y la prosa, como si el poeta temiera
posición, cuando debería más bien alejarse del poeta finge. q ue el verso lo alejara demasiado de la naturaleza real y
nuo en lo tocante al objeto, ya que sólo mediante el objel, q ue la prosa le hiciera perder su vuelo poético. Más alta
puede compensar las ventajas que el ingenuo le lleva en satisfacción nos proporciona Milton con su magnífica des-
la forma. cripción de la primera pareja humana y del estado de ino-
Si aplicamos ahora lo dicho al idilio pastoril de 11 cencia en el Paraíso — el más bello idilio que conozco en
poetas sentimentales, quedará aclarado por qué estos poe. el género sentimental. Aquí la naturaleza es noble, espiri-
mas, a pesar de todo su despliegue de genio y arte, no pue. tual, rica a la vez en superficie y en profundidad; el más
den satisfacer plenamente al corazón y al espíritu. Han alto contenido humano se viste de la forma más graciosa.
realizado un ideal conservando sin embargo el estrecho r Es decir que también en el idilio, como en todos los
mezquino ambiente pastoril, cuando lo cierto es que hu. otros géneros poéticos, hay que elegir de una vez por todas
bieran debido elegir, o un mundo distinto para el ideal, o entre la individualidad y la idealidad; pues querer cumplir
una distinta manera de representación para ese ambiente al mismo tiempo con ambos requisitos, mientras no haya-
de pastores. Persiguen el ideal hasta el punto justo en que mos alcanzado la meta de la perfección, es el camino más
la representación pierde en cuanto a su verdad individual seguro para errar en lo uno y en lo otro. Si el moderno
y por otro lado alcanzan tal grado de individualidad que el se siente lo bastante poseído de espíritu griego para que,
contenido ideal resulta perjudicado. Un pastor de Gessner, no obstante lo rebelde de su materia, pueda competir con
por ejemplo, no puede entusiasmarnos como naturaleza ni los griegos en el propio terreno de ellos, es decir en el de
por la fidelidad de la imitación, pues para esto es un ser la poesía ingenua, hágalo en forma plena y exclusiva y so-
demasiado ideal, ni puede tampoco satisfacernos como un brepóngase a todas las exigencias del gusto sentimental de
ideal por la infinitud de la idea, pues para esto otro es una la época. Cierto que difícilmente podrá alcanzar a su mo-
criatura demasiado insignificante. Así, agradará hasta cierto delo; entre el original y el más feliz imitador mediará siem-
punto a toda clase de lectores, sin excepción, porque pro• pre una notable distancia. Pero en ese camino tendrá, no
90 FEDERICO SCHILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 91

obstante, la certidumbre de producir una obra genuinp nlel de una naturaleza purificada y elevada a suprema dig-
te poética.' Si en cambio el impulso poético sentimentall d moral; en pocas palabras, no es otro que el ideal de
e -da
lleva hacia el ideal, persígalo también plenamente, con toda la belleza aplicado a la vida real. Su carácter consiste, pues,
pureza y no se detenga antes de alcanzar la cumbre, 14 toda oposición entre la realidad y el ideal, que ha-
- que
volver la mirada para ver si la realidad puede seres bía proporcionado materia a la poesía satírica y a la ele-
Desdeñe el indigno expediente de rebajar el contenido do ,aea, a parezca completamente resuelta y cese también con
ideal para ajustarlo a la indigencia humana, y de elimino, ello toda pugna de sentimientos. La impresión dominante
el espíritu para poner en juego el corazón con tanta Tila» de esta forma poética sería pues la serenidad, pero la sere-
facilidad. No nos vuelva a llevar a la infancia para que nida d de la perfección, no la de la indolencia; serenidad
compremos con las más preciosas adquisicienes del ente ue fluye del equilibrio, no del estancamiento de las fuer-
q
dimiento una quietud que no puede durar más de lo que zas; de la plenitud, no de la vaciedad, y que se acompaña
dure el sopor de nuestras fuerzas espirituales; antes bien, de un sentimiento de infinito poder. Pero precisamente por-
háganos avanzar hacia nuestra mayoridad para darnos a que se hace a un lado toda resistencia, resulta aquí muchí-
sentir la armonía superior que recompensa al que lucha y simo más difícil que en los dos géneros poéticos preceden-
hace feliz al que vence. Propóngase un idilio que realice tes provocar el movimiento, sin el cual no es posible ima-
también aquella inocencia pastoril en hombres cultivados ginar, en ningún caso, efecto poético alguno. Debe haber
y en todas las circunstancias de la vida más activa y fogo. la más perfecta unidad, pero sin que quite nada a la mul-
sa, del pensamiento más amplio, del arte más depurado y tiplicidad; se ha de satisfacer el ánimo, pero sin que por
sutil, del más alto refinamiento social; un idilio, en suma, ello cese el esfuerzo y afán. La solución de este problema
que guíe al hombre hasta el Elíseo, ya que no podemos vol. es precisamente lo que la teoría del idilio ha de propor-
ver a la Arcadia. r
cionarnos.
El concepto de este idilio es el de un conflicto plena- Sobrelas relaciones entre uno y otro género, y entre
mente resuelto tanto en el individuo como en la sociedad, ambos y el ideal poético, hemos llegado, pues, a las siguien-
el de una libre amalgama de las inclinaciones con la ley, tes conclusiones.
La naturaleza ha concedido al poeta ingenuo el don
1 Nuestra literatura alemana se ha enriquecido hace poco, y hasta de obrar siempre como unidad indivisa, de ser en todo ins-
en verdad se ha ampliado, con una obra de esas calidades: la Luise de tante un todo autónomo y completo, y representar al hom-
Voss. Este idilio, aunque no esté enteramente libre de influjos sentí
mentales, pertenece por completo al género ingenuo y llega a emular bre en su realidad, de acuerdo con su pleno contenido. Al
con raro éxito los mejores moda los griegos por su verdad individual y sentimental le ha conferido el poder, o más bien le ha im-
por lo recio de su naturaleza. Por eso, y para mayor gloria suya, no
admite comparación con ningún poema moderno de su clase, sino que preso el vivo impulso, de reconstituir por sí mismo aquella
ha de equipararse con los modelos griegos, con los que comparte tam- unidad que la abstracción había anulado en él; de comple-
bién el tan raro privilegio de procurarnos un goce puro, preciso y
siempre igual. tar en sí la humanidad, y de transportarse de un estado
92 93
FEDERICO SCHILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL

de limitación a otro de infinitud '. Pero tarea común .mental en la realidad de su objeto y puede dar existen-
ambos es dar a la naturaleza humana su plena expresi6
ia sensible a aquello para lo cual el sentimental sólo pue-
sin lo cual ni siquiera podrían llamarse poetas; sólo quel de provocar un vivo anhelo, el sentimental tiene a su vez
el poeta ingenuo aventaja siempre al sentimental por
'oebr'e el ingenuo la gran ventaja de que está en condicio-
realidad sensible, ya que cumple como hecho real lo un objeto más grande que el que el
que s-es de dar al anhelo
el otro apenas trata de alcanzar. Y esto es también lo ingenuo ha logrado y podía lograr. Sabido es que toda rea-
experimenta todo aquel que se observe a sí mismo cuando que
se queda a la zaga del ideal; todo lo existente tiene
goza de un poema ingenuo. En tales momentos siente que dadlímites, pero el pensamiento es ilimitado. Así es que
:
Lis
están activas todas las fuerzas de su humanidad ; de esa limitación, a que toda cosa sensible está sometida,
no rece.
sita nada; es un todo en sí mismo; sin hacer ninguna dis• también el poeta ingenuo, mientras que la obsoluta
padeCe
tinción en su sentimiento, se deleita a la vez en su activi. -libertad de la ideación viene a beneficiar al sentimental.
dad espiritual y en su vida sensible. En muy otro estado de El uno cumple pues su cometido; pero ese cometido es ya
ánimo lo coloca el poeta sentimental. En este caso no sien. de Por sí de alcance limitado; el otro, aunque ciertamente
te más que un vivo impulso de producir dentro de sí no cumple del todo el suyo, tiene por misión un infinito.
la
armonía que de hecho experimentaba en el otro caso; de
Ta mbién en este punto puede ilustrarle a cada cual su pro-
transformarse en un todo; de exteriorizar en forma perfec.
pia experiencia. De la lectura del poeta ingenuo pasa uno
ta la humanidad que hay en él. Por eso el espíritu está fácil y gustosamente a la efectiva actualidad; el sentimen-
aquí en movimiento, tenso, fluctuante entre sentimientos tal siempre nos predispone, por unos instantes, contra la
contradictorios, mientras allí está sosegado, distendido, en vida real. Esto proviene de que la infinitud de la idea di-
armonía consigo mismo y plenamente satisfecho. lata nuestro espíritu, por decir así, más allá de su diáme-
Pero si el poeta ingenuo aventaja por un lado al sea. tro natural, de suerte que nada de cuanto existe puede ya
llenarlo. Preferimos sumergirnos contemplativamente en
1 Para el lector que examine las cosas con criterio científico, he de
advertir que los dos modos de sentimiento, pensados en su concepto
nosotros mismos, donde para el anhelo excitado encontra-
más alto, están entre sí en la misma relación en que están la primera mos alimento en el mundo de las ideas, en lugar de tender
categoría y la tercera, dado que ésta surge siempre al enlazar la prime. hacia objetos sensibles proyectándonos fuera de nosotros. La
ra con su opuesto. En efecto, lo opuesto del sentimiento ingenuo es el
entendimiento reflexivo, y el estado de ánimo sentimental resulta del poesía sentimental es fuente de recogimiento y silencio, y
esfuerzo de reconstituir el sentimiento ingenuo, según el contenido, a ello nos invita; la ingenua es hija de la vida, y a la vida
inclusive bajo las condiciones de la reflexión. Esto sucedería mediante
el ideal realizado, en que el arte vuelve a encontrarse con la natura- vuelve a conducirnos .
leza. Si se recorren aquellos tres conceptos de acuerdo con las cate. He dicho que la poesía ingenua es un favor de la na-
gorías, la naturaleza y el correspondiente estado de ánimo sentimental
se hallarán siempre en la primera; el arte, como supresión de la turaleza, para recordar que la reflexión no tiene en ella
naturaleza por el entendimiento en libre actividad, en la segunda, y, participación alguna. Es un lance feliz que no necesita me-
finalmente, el ideal en que el arte acabado vuelve a la naturaleza, en
la tercera. jora cuando sale bien, pero que tampoco la admite cuando
94 FEDERICO SCHILLER pOESÍA INGENUA Y POESÍA SEN TIMENTAL os

falla. Toda la obra del talento ingenuo se cumple caim. con el cual tiene inmediato contacto. El poe-
cl ue vive y
mente en la sensibilidad; ahí radica su fuerza y su iírnite, .»,enu
eri Ingenuo u está, pues, con respecto al mundo empírico, en
Si no ha empezado, pues, por sentir poéticamente —ea ta dependencia que el sentimental no conoce. Éste, ya lo
cir, en forma plenamente humana—, no habrá arte una comienza a obrar en el punto en que aquél ter-
gile
pueda ya reparar esta falta. La crítica sólo podrá ayudatie Sa.na ; su fuerza consiste en completar, con lo que extrae
a advertir la falta, pero no reemplazarla por belleza al
gu dril; sí mismo, un objeto incompleto, y transportarse, por su
na. Todo lo que el poeta ingenuo haga, debe hacerlo por su
nrepia • fuerza, de un estado de limitación a otro de liber-
naturaleza; poco es lo que puede por su libertad. y cuy. r d. Así el poeta ingenuo necesita recibir de fuera una ayu-
plirá plenamente las exigencias implicadas por su defini. taa a hí donde el sentimental se nutre y depura por sí mis-
ción, en cuanto la naturaleZa obre en él de acuerdo con inu; debe ver a su alrededor una naturaleza rica en for-
una interior necesidad. Ciertamente, todo lo que ocurre p
ot os, un mundo poético, una humanidad ingenua, pues ha
naturaleza es necesario, y lo es también todo producto --por de completar su obra en la impresión sensible. Cuando le
muy malogrado que resulte— del talento ingenuo, al cual falta esta ayuda exterior, cuando se ve rodeado de una ma-
nada es más extraño que la arbitrariedad ; pero una cos teria insulsa, pueden ocurrir dos cosas. Si el género es lo
a
es la coacción del instante, y otra la interior necesidad del que prevalece en él, se sale de su especie y se vuelve sen-
todo. Considerada como un todo, la naturaleza es autóno. turiental con tal de seguir siendo poético; o, si el carácter
ma e infinita; en cambio, en cada uno de sus efectos, lo. específico mantiene su preponderancia, se sale de su géne-
mado aisladamente, es necesitada y limitada. Por lo tanto, ro y, con tal de seguir siendo naturaleza, se vuelve natu-
esto se aplica también a la naturaleza del poeta. Aun el raleza común. El primer caso sería el de los más eximios
momento más feliz en que él pueda encontrarse, depende poetas sentimentales de la antigüedad romana y de los
de una situación anterior; de ahí que sólo pueda atribuir. tiempos modernos. Nacidos en otro siglo, trasplantados ba-
sele asimismo una necesidad condicionada. Ahora bien, el jo otro cielo, ellos, que hoy nos conmueven por sus ideas,
problema que se le plantea al poeta es elevar una situa- nos habrían encantado por su verdad individual y su be-
ción particular a totalidad humana, darle por consiguiente lleza ingenua. Del otro inconveniente, me cuesta creer que
un fundamento absoluto y necesario en sí mismo. Del mo- pueda librarse del todo un poeta que, en medio de un mun-
mento del entusiasmo ha de borrarse, pues, toda huella de do ordinario, no se resuelva a abandonar la naturaleza.
necesidad temporal, y el objeto mismo, por muy limitado La naturaleza real, por supuesto. Pero nunca se podrá
que sea, no debe limitar al poeta. Fácilmente se compren- distinguir de ella con bastante cuidado la naturaleza ver-
derá que ésto es sólo posible en la medida en que el poeta dadera, que es el asunto de los poemas ingenuos. La na-
aporte al objeto una absoluta libertad y riqueza de aptitu- turaleza real existe en todas partes, pero tanto más rara
des y esté ejercitado en abarcarlo todo con su plena huma- es la naturaleza verdadera, pues a ella corresponde una
nidad. Pero tal ejercitación sólo puede dársela el mundo necesidad interior de la existencia. Es naturaleza real todo.
96 FEDERICO SCHILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 97

estallido de la pasión, por muy vulgar que sea; podrá se tecle


volverse peligrosa la naturaleza común; pues, en fin
también naturaleza verdadera, pero no verdadera natur t id)t cuentas, esa bella armonía entre el sentir y el pensar
leza humana; pues ésta exige que en todas sus manif es: que constituye su carácter no es nada más que una idea,
e
ciones participe el libre albedrío, cuya expresión es sien]. ve en realidad nunca se alcanza del todo, y hasta en el
pre la dignidad. Toda bajeza moral es real naturaleza bu, ás feliz de este tipo la sensibilidad siempre aven-
an'," m
mana, pero no es —esperémoslo así— verdadera naturale, ajará en algo a la voluntad autónoma. Pero la sensibilidad
t
za humana, que no puede ser sino noble. Son incalculables depende siempre, en mayor o menor grado, de la expre-
las aberraciones del gusto a que ha llevado, tanto e/111 xterior, y sólo un continuo movimiento de la facul-
sión e
crítica como en la creación misma, ese confundir la nato. tad creadora (lo que no puede esperarse de la naturaleza
raleza humana real con la verdadera: las trivialidades que humana) podría impedir que la materia ejerciera a veces
en poesía se admiten y hasta se elogian porque desgracie, imperio sobre la sensibilidad. Y siempre que esto ocu-
cieno
damente son naturaleza real, el placer con que ciertas ea. rre, e sentimiento poético se torna vulgar 1 .
l
ricaturas que lo oprimen a uno y lo ahuyentan del inundo
real se ven cuidadosamente conservadas en el mundo poé, 1 En la poesía antigua podemos encontrar las mejores pruebas de
dependencia del poeta ingenuo con relación a su objeto y de la im-
tico como fieles retratos de la vida. El poeta puede, sin la
portancia considerable —más aún, total— de su manera de sentir. Los
duda, imitar también la naturaleza mala, y en el caso del poemas antiguos son hermosos cuando lo es la naturaleza dentro y
fuera de ellos; pero apenas se vuelve vulgar, el espíritu abandona
satírico esto ya va envuelto en su misma definición; pero también los poemas. Todo lector de fino sentimiento experimentará,
entonces su bella naturaleza propia ha de transportar el por ejemplo, ante sus descripciones de la naturaleza femenina, de la
relación entre ambos sexos y especialmente del amor, cierta impre-
objeto, y la materia ruin no ha de arrastrar consigo hacia sión de vaciedad y de hastío que el ingenuo realismo de la descripción
tierra al imitador. Con tal que él mismo, por lo menos en es incapaz de borrar. Sin pretender aquí defender ese modo de exal-
el momento en que escribe, sea naturaleza humana verda- tación que por cierto no ennoblece a la naturaleza sino que se des-
entiende de ella, habrá que admitir, espero, que la naturaleza es
dera, nada importa lo que nos pinte; pero si hemos de so• capaz, con respecto a esa relación entre los sexos y el sentimiento amo-
portar un cuadro exacto de la realidad, será exclusivamen- roso, de mayor elevación que la que los antiguos le dieron. Cono-
cidas son, por lo demás, las circunstancias accidentales que entre ellos
te el que semejante poeta nos ofrezca. ¡Ay de nosotros los se oponían al ennoblecimiento de tales afectos. Que lo que en esta
lectores si la mueca se refleja en la mueca, si el flagelo de materia retuvo a los antiguos en una etapa inferior fué limitación, no
necesidad interna, nos lo enseña el ejemplo de poetas más recientes
la sátira cae en manos de aquel a quien la naturaleza ha. que han ido mucho más lejos que sus predecesores sin salirse, no obs-
bía señalado para manejar látigo mucho más severo, si tante, de la naturaleza. No hablamos aquí de lo que los poetas sen-
timentales han sabido hacer de ese objeto, pues ellos, rebasando la
unos hombres que, desnudos de todo lo que se llama espí- naturaleza, marchan hacia lo ideal, y su ejemplo nada puede demos-
ritu poético, sólo poseen la habilidad simiesca de la imita- trar por lo tanto contra los antiguos; sólo nos referimos a cómo el
mismo objeto ha sido tratado por poetas verdaderamente ingenuos,
ción ordinaria, la ejercen, de modo horrible y repugnante, por ejemplo en el Sakuntala, en los trovadores, en muchas novelas y
a costa de nuestro gusto! epopeyas caballerescas, y en Shakespeare, en Fielding y tantos otros
escritores, inclusive alemanes. Con esto se hubiera dado, para los
Hemos visto que aun para el poeta ingenuo verdadero antiguos, el caso de espiritualizar desde dentro, por el sujeto, lo que
98 FEDERICO SCHILLER 99
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL

Entre todos los talentos de este tipo ingenuo, del género no menciono a ninguno, pues a ninguno puedo ex-
Homero hasta Bodmer, ninguno hubo que evitara por coili
pleto este escollo; pero no hay duda de que para cpaier , ceptuar'
y por si no fuera bastante que el poeta ingenuo corra
ofrece mayores peligros es para los que tienen que poners1 el peligro de acercarse demasiado a una realidad prosaica,
en guardia contra un ambiente vulgar, o los que, por falta ocurre que, por la facilidad con que se expresa, y precisa-
de disciplina, han caído en un estado de abandono interior. mente por esa mayor aproximación a la vida real, da áni-
A lo primero se debe el que aun escritores cultos no sierra, mos al imitador vulgar para ensayarse en el terreno poéti-
pre se eximan de vulgaridades, y lo otro ha impedido a co. La poesía sentimental, aunque bastante peligrosa desde
muchos magníficos talentos conquistar el puesto a que 11 punto de vista, como demostraré luego, mantiene si-
otro
naturaleza los llamaba. Los autores de comedias, cuyo ge. quiera alejadas a estas gentes, pues no es para todos ele-
nio es el que más se nutre de la vida real, son por ese varse hasta las ideas; en cambio, la poesía ingenua les hace
mismo los más expuestos a la vulgaridad, como vemos el creer que ya el mero sentimiento, el mero humor, la mera
el ejemplo de Aristófanes y Plauto y en el de casi todos imitación de la naturaleza real hacen al poeta. Pero nada
los poetas que después de ellos siguieron sus huellas. Cuán. es más repulsivo que un carácter trivial cuando le da
to nos hace descender a veces el sublime Shakespeare; con por querer ser amable e ingenuo — él, que debiera ocul-
qué trivialidades nos atormentan Lope de Vega, Moliére, tarse bajo todos los ropajes del arte para esconder lo repug-
Regnard, Goldoni; a qué ciénaga nos arrastra Holberg, nante de su índole. De ahí también las indecibles boberías
Schlegel 1 , uno de los más espirituales poetas de nuestra que bajo el título de canciones ingenuas y humorísticas se
patria, y a cuyo talento no puede culparse de que no brille dejan cantar los alemanes y que suelen divertirlos infini-
entre los primeros de esta clase; Gellert, poeta verdadera. tamente ante una mesa bien provista. Se toleran estas mi-
mente ingenuo; así como Rabener, y el mismo Lessing, si serias dando carta blanca al capricho, al sentimiento —
se me permite aquí nombrarlo —Lessing, ilustrado adepto pero un capricho, un sentimiento que nunca proscribire-
de la crítica y tan vigilante juez de sí mismo—, hasta qué mos con bastante cuidado. En esto las musas de orillas del
punto no expían todos, en mayor o menor medida, el in- Pleisse se destacan por lo peculiar de su coro quejumbroso,
sípido carácter de la naturaleza que escogieron para ma. y a ellas contestan las camenas del Leine y del Elba 1 con
teria de su sátira. De los escritores más modernos de este no mejores acordes 2.

desde fuera era una materia demasiado tosca; de compensar el con- 1 [Alusión a los colaboradores del Almanaque de las Musas, de
tenido poético, deficiente para la sensibilidad exterior, por medio de la Leipzig, Gotinga y Hamburgo].
reflexión; de completar la naturaleza con la idea; en suma, de trans- 2 Estos buenos amigos han recibido muy mal las censuras que,
formar un objeto limitado en otro infinito por obra del sentimiento. hace unos años, hizo un crítico en la Allgemeine Literaturzeitung [el
Pero eran poetas ingenuos, no sentimentales; con la sensibilidad exte- mismo Schiller, en 1791] a los poemas de B Unger; y la furia con que
rior terminaba, pues, su cometido. dan coces contra el aguijón parece demostrar que ellos creen defender,
1 [Johann Elias Schlegel (1718-1749) . con la causa de ese poeta, la suya propia. Pero en esto andan muy
100
FEDERICO SCHILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 101

Por mucho que sea lo insípido de estas bromas, no estos productos de la naturaleza vulgar con los espiri-
menos lo lastimero de las pasiones que resuenan en nu: tuales frutos del talento ingenuo; pero lo que escasea es
'lir
tros escenarios trágicos, pasiones que, en vez dei r mente esa pureza de afinación y las más veces no
a la verdadera naturaleza, sólo logran una expresión torpl precisa
se pret en
de otra cosa que satisfacer una necesidad sin que
e innoble de la realidad, de suerte que cada vez que asisti espíritu
formule exigencia alguna. La idea —tan mal
mos a una de estas orgías de lágrimas nos parece precisa. entendida, por muy verdadera que sea en sí misma— de
el
mente como si hubiéramos cumplido con un enfermo yetl. recreamos en las obras del espíritu bello, contri-
e p.os
do a visitarlo al hospital, o como si hubiéramos leído r_,2 boye por su parte considerablemente a esta indulgencia, si
miseria humana de Salzmann I. Peor aún es el caso de puede hablarse de indulgencia allí donde no se sos-
es que

poesía satírica y en especial de la novela humorística, la pecha nada que sea más elevado y donde tanto el lector
que
están ya por su naturaleza tan próximas a la vida corrí coro el escritor encuentran satisfacción de igual modo.
y que por lo tanto debieran en justicia, como todo puesto
pues la naturaleza vulgar, cuando ha sido puesta en ten-
fronterizo, ponerse precisamente en las mejores manos. por
sión, sólo puede recrearse en la vaciedad; y hasta el unte-
cierto que el menos llamado a convertirse en pintor
época es aquel que sea criatura y caricatura de su iecto superior, si no se apoya en un proporcionado cultivo
de ella; pero de los sentimientos, sólo descansa de sus fatigas en un goce
como es cosa tan fácil encontrar algún personaje divertido, sensorial falto de toda espiritualidad.
o aunque sólo sea un hombre gordo, entre los conocidos, y Si el genio poético debe poder elevarse, con libre y
trazar su mueca sobre el papel con cuatro plumazos 2 utónoma actividad, por encima de todos los límites acci-
, 105 a
enemigos jurados de todo espíritu poético sienten a veces
dentales, inseparables de cualquier situación determinada,
la comezón de chapucear en este oficio y deleitar con tan para alcanzar la naturaleza humana en su absoluto poder,
hermoso parto a un círculo de dignos amigos. Una sensi. no debe, por otra parte, trasponer los límites necesarios que
bilidad bien afinada nunca peligrará, sin duda, de confun. el concepto de naturaleza humana comporta; pues su mi-
sión y esfera es lo absoluto, pero sólo dentro dé la huma-
errados. Aquel reproche podía valer sólo para un verdadero genio nidad. Hemos visto que el talento ingenuo corre el riesgo,
poético que, ricamente dotado por la naturaleza, había omitido el des.
arrollar con su cultura personal aquel raro don. A. semejante espíritu no por cierto de transgredir esta esfera, pero sí de no lle-
podía y debía aplicársele la más alta medida del arte, porque poseía narla totalmente, cuando cede demasiado a una necesidad
en sí misma la fuerza necesaria para llenarla, en cuanto se lo pro-
pusiera seriamente; pero sería a la vez ridículo y cruel proceder de exterior o a la exigencia accidental del momento, a costa
modo análogo con gentes en quienes la naturaleza no ha pensado y de la necesidad interior. En cambio el genio sentimental,
que con cada producto que sacan a la luz exhiben un irrebatible
certificado de pobreza. en su afán de alejar de la naturaleza humana todo límite,
1
[Karl von Karlsberg oder über das menschliche Elend (1788), está expuesto al peligro de anularla por completo y de ele-
novela de CHRISTIAN GOTTHILF SALZ MANN ( 1744-1811)].
2 [Alusión a la varse no sólo, como puede y debe, a la absoluta posibilidad,
Geschichte eines dicken Alarmes (1749) de FRIE.
DRICH NICOLAI (1733-1811)1. más allá de toda realidad determinada y limitada —o sea
102 pOESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 103
FEDERICO SCHILLER

de idealizar—, sino de trasponer todavía la posibilida d )111 10 ideas que no el empuje de la sensibilidad, están en ma-
ma — es decir, de divagar. Esta falla, por supertensión, ' , menor peligro de caer en ese extravío. La razón
vor -
atiende demasiado poco en sus creaciones a los límites del
funda en el carácter propio de su procedimiento, del mis
mo modo que la falla opuesta, la flojedad, tiene por b mundo se
d •nsorial y el pensamiento es siempre impulsado
ase
el método peculiar del talento ingenuo. Porque éste d • más allá del punto hasta el cual la experiencia puede se-
obrar ilimitadamente a la naturaleza, y como la natural, Pero si se extrema tanto que ya no hay modo de
It , rle.
za, en sus manifestaciones temporales tomadas una a una orresponda experiencia alguna (pues hasta ahí pue-
0le le c
padece siempre dependencia y necesidad, el sentimiento de debe llegar lo bello ideal), sino que contradice las
genuo nunca permanecerá lo bastante exaltado para poder condiciones de toda posible experiencia, y por consiguien-
hacer frente a las determinaciones accidentales del momea_ te, para realizarlo, debería abandonarse por completo la
to. El genio sentimental, por el contrario, abandona la rea. naturaleza humana, es entonces un pensamiento no ya poé-
lidad para elevarse a ideas y dominar su materia con liba tico, sino llevado a la exaltación — suponiendo desde luego
autonomía; pero como la razón, de acuerdo con su ley, que se haya anunciado como representable y artístico, pues
tiende siempre a lo incondicionado, el genio sentimental' de lo contrario ya es bastante con que no se contradiga a
no siempre permanecerá lo bastante sereno para mante. 4 mismo. Si se contradice, ya no se trata de exaltación,
nerse ininterrumpida y uniformemente en las condiciones sino de absurdo, puesto que lo que no tiene realidad nin-
que el concepto de naturaleza humana implica, y a las zuna no puede tampoco sobrepasar su medida. Pero si ni
cuales ha de estar siempre ligada la razón, aun en su acti. siquiera se anuncia como objeto para la fantasía, tampoco
vidad más libre. Esto podría ocurrir únicamente por un habrá exaltación, pues el puro pensar es ilimitado y lo
relativo grado de receptividad, sólo que en el poeta sentí. que no tiene frontera tampoco la puede transgredir. Sólo
mental esa receptividad es superada por la actividad autá ha de llamarse pues exaltado lo que infringe, si no la ver-
noma, en la misma medida en que ésta supera a aquélla dad lógica, sí la sensorial, y pretende sin embargo respetar
en el poeta ingenuo. De ahí que, si en las creaciones del esta verdad. Por eso, si un poeta tiene la desdichada ocu-
talento ingenuo se echa a veces de menos el espíritu, ea rrencia de elegir para materia de su descripción caracteres
las del sentimental suele uno preguntar en vano por el que son simplemente sobrehumanos y que no deben repre-
objeto. Ambos caerán, pues, aunque de modo totalmente sentarse de otro modo, sólo puede asegurarse contra la exal-
opuesto, en el defecto de vaciedad, ya que tanto un objeto tación renunciando a lo poético y no intentando siquiera
sin espíritu como un juego de espíritu sin objeto son la que la imaginación realice el objeto. Pues si así lo hiciera,
nada ante el juicio estético. la imaginación trasladaría sus límites al objeto y lo con-
Todos los poetas que extraen su materia demasiado vertiría de absoluto en limitado y humano (como son, por
unilateralmente del mundo del pensamiento y a quienes ejemplo, y deben también serlo, todas las divinidades grie-
lleva a la creación poética más bien una interior plenitud gas), o bien el objeto tomaría de la imaginación sus fron-
105
104 POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL
FEDERICO SCHILLER

teras, es decir las suprimiría, en lo cual consiste, pre 1 objeto es fingido y está fuera de la naturaleza hu-
,,p Si su sentimiento no se hubiese atenido más que
mente, la exaltación. e" e
Es menester distinguir entre el sentimiento exaital verdad sensorial de los objetos, no habría podido to-
la -
y la representación exaltadá; aquí no nos referimos a ar ese vuelo; por el contrario, un juego meramente ar
que a lo primero. El objeto del sentimiento puede no s: de la fantasía sin ningún contenido interior tam-
T ario
bitr estado en condiciones de conmover el corazón,
natural, pero el sentimiento mismo es naturaleza y '
debe fleco
por lo tanto emplear el lenguaje de la naturaleza. Si quien sóloa la
l razón conmueve. Esa exaltación merece pues
exaltación en el sentimiento puede, pues, brotar de un cá eoreehe, no desdén, y quien se burla de ella hará bien
"reproc
he, no
lido corazón y de dotes verdaderamente poéticas, lo exa : examinarse a sí mismo, no sea que deba acaso su pru-
er
l ncia a frialdad de corazón, su sensatez a falta de verda-
tado de la representación atestigua siempre un corazón fsil de
y muchas veces incapacidad poética. No es, por lo tank inteligencia. Así también la exagerada efusión en ma-
falta contra la cual haya que precaver al genio sentinik a de galantería y honor que caracteriza las novelas de
dteerria
tal, sino que amenaza sólo a sus incompetentes imitadores caballería, especialmente las españolas, y la escrupulosa
de ahí que éstos no desdeñan de ningún modo el aconi delicadeza, extremada hasta el preciosismo, en las novelas
ñamiento de lo chabacano, de lo tonto y hasta de lo bel sentimentales francesas e inglesas (de la mejor clase), no
El sentimiento exaltado no deja de tener su parte de ver. n sólo subjetivamente verdaderos, sino que aun desde el
sa
dad, y como sentimiento real ha de poseer también, riel punto de vista objetivo no carecen de sustancia; son senti-
sariamente, un objeto real. Por eso admite también, dado mientos genuinos que tienen en realidad fuente moral y
que es naturaleza, una expresión sencilla y, como viene dei sólo resultan reprobables porque trasponen los lindes de la
corazón, no equivocará tampoco el camino al corazón. Pero verdad humana. Sin esa realidad moral ¿cómo sería posi-
como su objeto no brota de la naturaleza, sino que es pro. ble que pudieran comunicarse con tanta fuerza y entra-
ducido unilateral y artificiosamente por el intelecto, sólo ñable fervor, según nos lo muestra la experiencia? Lo mismo
tiene mera realidad lógica, y el sentimiento no es, por lo puede decirse también de la exaltación moral y religiosa
tanto, puramente humano. No es ilusorio lo que Helo y del arrebatado amor a la libertad y a la patria. Como los
siente por Abelardo i, Petrarca por su Laura, Saint Preui objetos de estos sentimientos son siempre ideas y no apa-
por su Julia 2 , Werther por su Carlota, ni lo que Agatón recen en la experiencia externa (pues lo que mueve, por
Fanias, Peregrino Proteo (me refiero al de Wieland)1 ejemplo, al hombre apasionado por la política, no es lo
sienten por sus ideales; el sentimiento es verdadero, sólo que ve, sino lo que piensa), la imaginación autónoma dis-
pone de una peligrosa libertad y no es posible, como en
1 [Cf. POPE, Epistle from Eloisa to Abelard]. otros casos, reducirla a sus límites por la presencia sen-
2 [En la Nouvelle Heloise, de RoussEAu].
3 [De estos tres personajes de CHRISTOPH MARTIN WIELAND (17
sible de su objeto. Pero ni el hombre en general, ni en
1813), Agatón y Peregrino Proteo dan nombre a sendas novelas; F particular el poeta, deben sustraerse a la ley de la natu-
nias aparece en el Musarión].
106 107
FEDERICO SCHILLER POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL

raleza, como no sea para someterse a la ley opuest erina Corno éste realizaba nor su naturaleza cuanto em-
ad
la razón; si han de abandonar la realidad, debe ser o el imitador vulgar no está dispuesto a admitir que
oto g..00A '.a,
por el ideal, pues a una de estas dos anclas debe esta? P' propiaa naturaleza sea guía menos eficaz. De ahí que
su
afianzada la libertad. Pero el camino de la experiencia ei aestras de la especie ingenua tendrán, por lo co-
ideal es muy largo y en medio está la fantasía con su in, Ini séquito de los más tontos y sórdidos calcos de
domable arbitrariedad. Por eso no puede evitarse que el naturaleza vulgar; y los modelos de arte sentimental,
hombre en general, como en especial el poeta, cuando o ejército de producciones fantásticas, co-
per il numeroso
la libertad del entendimiento se emancipan de los af ectos üeros omprobarse fácilmente en la literatura de cual-
ino uede
p c
sin que los empujen a ello las leyes de la razón, esto es
q
cuando abandonan la naturaleza por pura libertad' emplearse con respecto a la poesía dos prin-
estén
sin ley alguna y, por consiguiente, a m erced u su
dp.ielorS so en sí perfectamente acertados pero que se
pqueuleeebnlo
de los devaneos de la fantasía. utuamente si les damos el sentido en que por lo
anulan m
La experiencia enseña que, en realidad, éste es el ca- ún se toman. Del primero, "que la poesía sirve para
com
so tanto de pueblos enteros como de individuos aislados recreación", ya hemos dicho más arriba que la-
que se sustrajeron a la segura guía de la naturaleza. y es p poco la vaciedad y vulgaridad en las obras poé-
enno-
la misma experiencia la que nos ofrece también bastantes e can
‘tearacesec;r y el otro principio, "que la poesía sirve al
ejemplos de una aberración parecida en la poesía. Corno moral del hombre", lo que se propugna es la
blecimiento
la inspiración sentimental legítima, para elevarse a lo ideal, exaltación. No estará de más ilustrar con algún mayor de-
debe traspasar los límites de la naturaleza verdadera, la tenimiento ambos principios, con tanta frecuencia citados
ilegítima traspone todo límite y llega a persuadirse de que que tan a menudo se interpretan con total desacierto y
y
ya el juego desordenado de la imaginación basta para cons- se aplican tan inhábilmente.
tituir el entusiasmo poético. Al verdadero genio poético, que Llamamos recreación el pasar de una situación vio-
sólo se desentiende de la naturaleza por la idea, eso no lenta a otra que nos es natural. Todo estriba aquí, pues, en
puede sucederle nunca o, a lo sumo, únicamente en los precisar dónde colocamos nuestro estado natural y qué en-
instantes de abandono, pues a él ya su misma natura. tendemos por estado violento. Si colocamos lo primero, sim-
leza puede llevarle a un modo exaltado de sensibilidad, plemente, en un libre juego de nuestras fuerzas físicas y
Pero con su ejemplo puede inducir a otros al fantaseo, en el emanciparnos de toda coacción, entonces cualquier
porque los lectores de viva fantasía y débil entendimiento actividad racional, puesto que ejerce resistencia contra la
sólo alcanzan a ver en él las libertades a que se ha atrevi- sensorialidad, vendrá a ser una violencia que obra sobre
do contrariando la naturaleza real, sin que puedan seguir- nosotros; y en el reposo del espíritu, ligado a movimiento
lo hasta las alturas de su necesidad interior. En este punto sensorial, consistirá el verdadero ideal de recreación. Si en
le ocurre al poeta sentimental lo que hemos visto en el in- cambio situamos nuestro estado natural en una ilimitada
108 pOESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 109
IrEDERIC'.0 SCHILLER

capacidad para toda expresión humana y en la f aeultv nroducto del acuerdo entre el espíritu y los sentidos;
de poder disponer con igual libertad sobre todas nues es r todas las facultades del hombre a la -vez y, por lo
labia a
fuerzas, cualquier separación y aislación de estas fuerzas tras , sólo puede ser sentida y valorada bajo el supuesto
rito
tanto,
será un estado de violencia, y el ideal de recreación s uso pleno y libre de todas sus fuerzas. Debemos apor-
era sentidos abiertos, corazón ensanchado, espíritu fresco y
el restablecimiento de nuestra naturaleza total después , er
tensiones unilaterales. El primer ideal se impone, nue debemos mantener reunida dentro de nosotros toda
aIalerta;
simplemente por la necesidad de la naturaleza sensories, a] nuestra naturaleza, lo cual de ningún modo ocurre con
el segundo por la autonomía de la naturaleza humana. cienes están en sí mismos divididos por el pensar abstrae-
Ña estrechados por mezquinas fórmulas utilitarias, fatiga-
creo que teóricamente haya que plantearse siquiera el Pro, sgo,
blema de cuál de esas dos especies de recreación es la que dos por el esfuerzo de atención. Éstos reclaman, sin duda,
la poesía puede y debe proporcionar, pues a nadie le gus, una materia sensible, pero no para continuar en ella el
tará aparecer como si estuviera tentado de posponer el ideal juego de las fuerzas mentales, sino para detenerlo. Quieren
de humanidad al de animalidad. Sin embargo, las exigen. ser libres, pero sólo de una carga que abrumaba su inercia,
cias que en la vida real suelen hacerse a las obras poéticas no de una limitación que impedía su actividad.
derivan preferentemente del ideal sensorial y, las más de ¿ Habrá que extrañarse, pues, de la fortuna que la me-
las veces, aunque no se le tenga en cuenta ciertamente para diocridad y la vaciedad alcanzan en terreno estético, y de
decidir el respeto que se tributa a estas obras, se decide p
or cómo los espíritus débiles se vengan en lo que es verdadera
él la inclinación y la elección de las lecturas
favoritas. fj v enérgicamente bello? Buscaban aquí recreación, pero una
estado espiritual de la mayoría de los hombres es, por una recreación según sus necesidades y según su pobre concep-
parte, trabajo tenso y agobiador, y por otra, placer to, y descubren con disgusto que se empieza ahora por exi-
ador-
mecedor. Pero sabemos que lo primero hace que la necesi- girles una manifestación de fuerza, para la cual les faltaría
dad sensible de reposar el espíritu y de suspender la acción quizá capacidad aun en sus mejores momentos. Allí, en
sea mucho más apremiante que la necesidad moral de ar- cambio, se les da la bienvenida tales como son; pues por
monía y de una absoluta libertad de obrar, pues debe em- muy poca fuerza que traigan, mucho menor es todavía la
pezarse por satisfacer la naturaleza antes que el espíritu que necesitan para agotar el espíritu del autor. Allí pueden
pueda plantear una exigencia; y lo segundo, el placer, ata desembarazarse, de una vez por todas, de la carga del pen-
y paraliza los impulsos morales mismos que debían susci- samiento, y la naturaleza aflojada encuentra ocasión de
tar aquella exigencia. De ahí que nada sea más perjudicial regalarse con el goce beatífico de la nada sobre las blandas
a la receptividad de la verdadera belleza que estos dos es- almohadas de la chabacanería. En el templo de Talía y
tados de espíritu, harto habituales entre los hombres, y ello Melpómene, tal como está instalado entre nosotros, reina
explica por qué son tan pocos, aun entre los mejores, los en su trono la amada diosa, recibe en su amplio regazo al
que tienen juicio acertado en materia estética. La belleza erudito de roma sensibilidad y al hombre de negocios ex-
110 pOESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 111
FEDERICO SCHILLER

lo
hausto, y acuna al espíritu en sueño magnético prestau eral y, con el sudor de su frente, juzgan sobre
calor a los sentidos entumecidos y meciendo en dulce )11' to gen-
vimiento la imaginación. bell°A 1 concepto de recreación, a que la poesía debe acce-
¿Y por qué no habría de disculparse en mentes y dr se
le fijan habitualmente, como hemos visto, fronteras
res lo que con bastante frecuencia se da aun en las niega lrechísimas, pues se le suele referir, de modo demasiado
e,
res? El relajamiento que la naturaleza exige después d unilateral, a la mera necesidad de los sentidos. Precisa-
e- nte a la inversa, se acostumbra dar al concepto de enno-
toda tensión continuada, y que ella se toma también e. rie
pontáneamente (y sólo para tales instantes se suele reses blecimiento, que el poeta debe proponerse, un alcance exa-
var el goce de las obras bellas), es tan poco favorable pari
gerad a rriente amplio, pues se le determina, de modo tam-
el juicio estético, que entre las clases verdaderamente oca. bién demasiado unilateral, de acuerdo con la mera idea.
padas serán poquísimos los que puedan juzgar de las cosa; Conforme a la idea, en efecto, el ennoblecimiento va
del gusto con seguridad y, lo que tanto importa en este siempre hasta lo infinito, ya que la razón, en sus exigen-
punto, con uniformidad. Nada es más común que yeti no se atiene a las barreras necesarias del mundo sen-
csibalse, ni cesa antes de llegar a lo absolutamente perfecto.
los eruditos poniéndose en el mayor ridículo, frente a haz.
bres de mundo cultivados, cuando juzgan sobre la bellezA No le basta cosa alguna por encima de la cual pueda pen-
y especialmente a los aristarcos de oficio convertidos eo sarse todavía algo más alto; ante su severo tribunal no hay
burla de todos los conocedores. Su descuidado sentimiento, disculpa para ninguna necesidad de la naturaleza finita;
ya excesivo, ya tosco, los lleva casi siempre por mal canii. no reconoce otros límites que los del pensamiento, y de
no, y aunque para defenderlo hayan recogido una que otro éste sabemos que se cierne por sobre todos los lindes del
cosilla en la teoría, sólo les bastará para formar juicios tiempo y del espacio. Semejante ideal de ennoblecimiento,
técnicos, referentes a la adecuación de la obra a su final que la razón prescribe en la pureza de sus leyes, no ha
dad, pero no estéticos, que deben siempre abarcar la tota- de imponérselo el poeta como fin, del mismo modo que
lidad y en los cuales la sensibilidad debe ser por tanto lo no ha de imponerse aquel bajo ideal de la recreación, ofre-
decisivo. Si, en fin, consintieran en renunciar a los juicios cido por la sensorialidad, puesto que debe, ciertamente, li-
estéticos y se contentaran con los técnicos, serían aún de berar la humanidad de todas las limitaciones accidentales,
bastante utilidad, pues el poeta en su entusiasmo y el lec- pero sin suprimir su concepto y sin remover sus fronteras
tor sensitivo en el momento del goce suelen descuidar con necesarias. Todo lo que él se permite más allá de estas
demasiada facilidad el detalle. Pero tanto más ridículo es líneas es exageración, hacia la cual lo lleva demasiado f á-
el espectáculo cuando estas toscas naturalezas, que con to- cilmente un mal entendido concepto de ennoblecimiento.
da clase de fatigas han conseguido, puliéndose a sí mismas, Pero lo malo es que ni él mismo puede elevarse al verda-
perfeccionar a lo sumo una determinada aptitud, erigen dero ideal del ennoblecimiento humano sin excederse por
su mezquina personalidad en representante del sentimien- algunos pasos. Pues para llegar a ese punto, debe abando-
112 FEDERICO SCHILLER 113
pOESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL

nar la realidad, ya que sólo puede tomar este ideal , la naturaleza humana —destruído momentánea-
co, • o de r cualquier trabajo, y continuamente por una vida
todo otro ideal, de fuentes interiores, morales. No es
en oente Po.
mundo que lo rodea y en el tumulto de la vida activa d dar leyes, por medio de sus sentimientos,
ba. o-- y
de lo encuentra, sino en su propio corazón, y sólo hal cía• de tra universal, en todo lo que es puramente humano.
al juicio
su corazón en la quietud de la meditación solitaria, pe,,, emblema distinto, que no hay por qué tocar aquí, es de-
este retraimiento de la vida no sólo apartará de su yisi ódir si existe en realidad semejante clase de hombres o,
las limitaciones accidentales de la humanidad, sino tal si la que existe de hecho en circunstancias
Meoj r dicho,
bién, a menudo, las necesarias e insuperables, y busca eriores parecidas, concuerda también en lo íntimo con
einet'
la forma pura correrá peligro de perder todo contenid concepto. Si no concuerda con él, sólo ha de acusarse
o -eN
La razón obrará demasiado separada de la experiencia e si misma, pues la clase activa opuesta tiene al menos la
lo que el espíritu contemplativo haya encontrado Por j ,atisfacción de considerarse víctima de su oficio. En seme-
a
tranquila senda del pensamiento, no lo podrá realizare' nte clase (que aquí no hago más que proponer como idea,
:a
hombre activo en el angustioso camino de la vida. Así ncu, que de ningún modo pretenda caracterizarla como he-
rre generalmente que las circunstancias que hacen al exal cho) se reunirían el carácter ingenuo y el sentimental, de
tado son precisamente las únicas capaces de hacer al sabia suerte que cada uno preservaría al otro de incurrir en su
y la ventaja de éste quizá consista menos en no llegara extremo, pues el primero protegería al ánimo contra la
la exaltación que en no quedarse detenido en ella. esaltación, y el otro lo aseguraría contra la flojedad. Por-
Así, pues, como no puede relegarse a la parte activa que debemos, en fin, confesar que ni el carácter ingenuo
de los hombres el determinar el concepto de recreación de ni el sentimental, tomado cada cual por sí solo, agotan por
acuerdo con su necesidad, ni a la parte contemplativa el completo el ideal de humanidad bella, que no puede nacer
concepto de ennoblecimiento de acuerdo con sus especula. sino del íntimo enlace de uno y otro.
ciones —para que el primer concepto no resulte demasía. Cierto es que mientras elevamos ambos caracteres al
do físico y demasiado indigno de la poesía, y el segundo plano poético, como hasta ahora lo hemos encarado, se pier-
demasiado hiperfísico y excesivo para ella—; y como sin de mucho de las limitaciones que les son inherentes, y aun
embargo estos dos conceptos, según enseña la experiencia sucede que su oposición se vuelve también cada vez menos
rigen el juicio general sobre la poesía y las obras poéticas. perceptible, en la medida que adquieren mayor grado de
debemos buscar, para que puedan interpretarse, una clase poesía; pues el estado poético es una entidad independiente
de hombres que, sin trabajar, sea activa y capaz de idea. en que se borran todas las distinciones y todas las deficien-
lizar sin devaneos, que reúna en sí todas las realidades de cias. Pero precisamente porque ambos modos de sensibili-
la vida con las menos limitaciones posibles y que sea lle. dad no pueden coincidir sino en el concepto de lo poético,
vada por la corriente de los sucesos sin dejarse arrebatar su mutua diversidad y manquedad se hacen más notables
por ella. Son los únicos que pueden conservar el bello con- en la medida en que deponen su carácter poético; y éste
114 FEDERICO SCHILLER

es el caso en la vida común. Cuando más desciend


Fir..,
en
POESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL

El mejor modo de alcanzar el concepto exacto de ese


115

ella, tanto más pierden de su carácter genérico, que contraste es, como acabo de decir, separar tanto del carác-
acerca el uno al otro, hasta que en sus caricaturas acatl: como del sentimental lo que ambos tienen de
ingenuo
por no quedar otra cosa que el carácter específico que los ter,tico. Del primero queda pues únicamente, en cuanto a
hace oponerse entre sí. 10 teóric o, un sobrio espíritu de observación y una firme
Esto me lleva a señalar un antagonismo psicoló adhesión al testimonio uniforme de los sentidos, y en cuan-
muy curioso entre los hombres de un siglo en progresin ;a lo práctico, un resignado sometimiento a la necesidad
cultura, antagonismo que por ser raigal y estar fundado (pero no a la ciega coacción) de la naturaleza; es decir,
en la forma íntima del espíritu, provoca entre los hombres sal entregarse a lo que es y debe ser. Del carácter senti-
una separación peor que la que puede deberse a la pugna mental sólo subsiste, en cuanto a lo teórico, un inquieto
ocasional de intereses; que no deja al artista ni al poeta espíritu especulativo que persigue lo absoluto en .todo co-
esperanza alguna de agradar y conmover a todos, NI nocimiento, y en cuanto a lo práctico, un rigorismo moral
ciertamente es su misión; que hace imposible para el 2a que exige lo absoluto en los actos de la voluntad. Quien se
sofo, haga lo que haga, convencer a todos, lo que está sil incluya en la primera clase podrá llamarse realista, y quien
embargo implicado en el concepto de sistema filosófico; se incluya en la otra, idealista, nombres a los cuales no ha
que, en fin, nunca permitirá al hombre, en su vida práo. de asociarse el sentido favorable o despectivo que suelen
tica, ver aprobada por todos su conducta —en suma, una tenerpu o eqtaufeíseiclarel
enestm
oposición por cuya culpa no hay obra creada por el espi. *alista se deja determinar por la nece-
ritu ni acto inspirado por el corazón que pueda lograr el dad de la naturaleza, y el idealista se determina por la
decidido aplauso de una clase sin que por eso mismo se necesidad de la razón, debe haber entre ambos la misma
atraiga el juicio condenatorio de la otra. Este contraste es relación que encontramos entre los efectos de la natura-
sin duda tan antiguo como los comienzos de la cultura y leza y las acciones de la razón. Sabemos que la naturale-
difícilmente podrá resolverse antes que ella acabe, como
no sea en algunos raros individuos que es de esperar han Quiero advertir, para prevenir toda falsa interpretación, que con
existido y existan siempre; pero aunque entre sus efectos esta clasificación de ningún modo me propongo dar motivo a que se
elija entre lo uno y lo otro, favoreciendo así lo uno con exclusión de
se cuenta también el de hacer fracasar toda tentativa de lo otro. Precisamente lo que combato es esa exclusión, que encon-
avenimiento, porque ninguna de las partes podrá ser indo. tramos en la experiencia, y el resultado de las presentes considera-
ciones será probar que sólo incluyendo ambos con absoluta igualdad
cida a admitir una falta de su lado y una ventaja del otro, es como puede satisfacerse la idea racional de lo humano. Por lo
siempre se sacará bastante provecho de seguir hasta su úl- demás, tomo a ambos en su sentido más digno y en la total plenitud
de su concepto, que sólo puede subsistir si se mantiene su pureza y se
tima fuente una división tan importante y reducir así, por ponen a salvo sus diferencias específicas. Se verá también que un alto
lo menos, a una fórmula más simple el verdadero núcleo grado de verdad humana es compatible con ambos, y que las des-
viaciones del uno con respecto al otro determinan, sí, una variación
del conflicto. en el detalle, pero no en el todo; en la forma, pero no en el contenido.
116 FEDERICO SCHILLER pOESÍA INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 117

za, con ser en su totalidad una magnitud infinita,5 se p Su actividad (moral). Su carácter posee moralidad,
senta en cada efecto particular como dependiente y nett, Pa" sta,de acuerdo con su concepto puro, no radica en
úero e
sitada; sólo en la totalidad de sus manifestaciones es dorad, r.accuna acción aislada, sino sólo en la suma total de su
expresa un gran carácter independiente. En ella todo En cada caso particular el realista será determinado
individual existe, únicamente porque es otra cosa; nal. larcausas externas y por fines externos; pero estas causas
surge de sí mismo, sino que procede del momento antena I son accidentales, ni estos fines son momentáneos, sino
para llevar a otro posterior. Pero justamente esta interil r el lado subjetivo fluyen de la totalidad de la na-
que po
pendencia de los fenómenos asegura a cada uno de el,' turalezay, por el lado objetivo, se refieren a ella. Así,
su existir mediante el existir de los demás, y del condici1 que los impulsos de su voluntad no son, en sen-
namiento de sus efectos son inseparables su continuidad riguroso,
citideortoes lo bastante libres, ni moralmente lo bastan-
necesidad. En la naturaleza nada es libre, pero nada ;, te puros, porque tienen como causa otra cosa que la mera
tampoco arbitrario. voluntad, y como objeto otra cosa que la mera ley; pero
Y así es precisamente como se nos aparece el realista tam poco son impulsos ciegos y materialistas, porque esa
tanto en lo que sabe como en lo que hace. El ámbito otra cosa es la absoluta totalidad de la naturaleza, y por
su ciencia y de su actividad se extiende a todo lo que eldj5 tanto una cosa autónoma y necesaria. Por eso el sentido
te de modo condicionado; pero nunca llega a más que común humano, que es la parte preferente del realista, se
conocimientos relativos, y las reglas que forma a base manifiesta de continuo en su pensamiento y en su conduc-
experiencias aisladas no valen, consideradas en todo su ta. Del caso aislado extrae la regla de su juicio, de un sen-
gor, sino para una sola vez; si eleva a ley general la regí timiento interior la de su acción; pero con feliz instinto
momentánea, se precipitará inexorablemente en el erro? sabe separar de ambos todo lo momentáneo y accidental.
Si el realista quiere, pues, en materia de conocimiento,11 Con este método se las arregla en general a las mil mara-
gar a algo absoluto, debe intentarlo por el mismo ca villas, y difícilmente tendrá que reprocharse alguna falla
en que la naturaleza llega a ser un infinito, vale decir de importancia; sólo que en ningún caso especial podrá
el de la totalidad y el del conjunto de la experiencia. Per tener pretensiones de dignidad ni grandeza. Ellas no re-
como la suma de la experiencia nunca llega plenamente' compensan sino a la autonomía y libertad, y de esto vemos
término, una relativa generalidad es lo más que el realist huellas demasiado escasas en sus distintos actos.
alcanza en su saber. Apoya su inteligencia de las cosas e Muy otra cosa ocurre con el idealista, que saca de sí
la repetición de casos parecidos, y juzgará por eso con acie mismo y de la mera razón sus nociones teóricas y sus mo-
to en todo aquello que responda a un orden, mientras qu, tivos prácticos. Si la naturaleza aparece siempre como de-
en todo lo que se le ofrece por primera vez, su sabid pendiente y limitada en sus efectos aislados, la razón da
regresa al punto de partida. inmediatamente a cada acción individual el carácter de
Lo que es aplicable al saber del realista vale tambié autonomía y perfección. Todo lo saca de sí misma y todo
118 INGENUA Y POESÍA SENTIMENTAL 119
FEDERICO SCHILLER POESÍA

lo refiere a sí misma. Lo que se produce por la raz • ochisiinci con su saber, y quizás por eso mismo compren-
on,
produce exclusivamente por ella; todo concepto que " poco perder a menudo en visión de profundidad lo
pone y toda resolución que determina son magnitud abrs. deletier gane y
n visión de conjunto. De ahí que, si el entendi-
luta. Y así también se nos presenta el idealista nsli, peculativo desprecia al común por su limitación,
ni.ento es
medida en que lleva con justicia ese nombre—. tanto común se burla del especulativo por su
-41 entendimiento
su saber como en su actuar. No contento con nociones sói, 'Vacuidad, ya que los conocimientos pierden siempre en pre-
válidas bajo determinados supuestos, trata de penetrar hal cisión lo que ganan en amplitud.
ta las verdades que ya no presuponen nada y que son Desde el punto de vista moral encontraremos en el
supuesto previo de todo lo demás. Lo único que le sal idealista una moralidad más pura en lo individual, pero
face es la intuición filosófica que refiere todo saber COndi. una
uniformidad moral mucho menor en conjunto. Como
cionado a un saber absoluto y que afianza toda experiel puede llamarse idealista en cuanto que toma de la ra-
sólo
cia a lo que hay de necesario en el espíritu humano; jón pura sus motivos de determinación, y como, por otra
cosas a que el realista somete su pensamiento, el idealiste parte, la razón aparece absoluta en cada una de sus mani-
tiene que sometérselas a sí mismo y a su facultad pensante festaciones, sus actos particulares, si es que han de ser
Y lo hace con pleno derecho, pues si las leyes del espín, morales, llevan ya todo el carácter de la autonomía y liber-
humano no fuesen también las leyes del universo, si la tad morales; y supuesto que en la vida real quepa una ac-
razón misma acabara por estar sometida a la experiencia, ción verdaderamente ética, capaz de hacer frente hasta a un
sería imposible toda experiencia. juicio riguroso, sólo podrá ejecutarla el idealista. Pero cuan-
Pero puede haber llegado a verdades absolutas sin que to más pura es la moralidad de sus distintas acciones, tanto
esto le haya valido mucho en pro de sus conocimientos. más accidental es también; pues aunque la continuidad y
Porque aunque en definitiva todo está sujeto a leyes neta. necesidad son características de la naturaleza, no lo son de
sarias y generales, cada hecho individual se rige según re la libertad. Desde luego, no es que el idealismo pueda en-
glas ocasionales y particulares, y en la naturaleza todo el trar en conflicto con la moralidad, lo cual sería contradic-
individual. Puede sucederle, pues, que con su saber filoso- torio, sino que la naturaleza humana no es siquiera capaz
fico domine el todo sin que con ello haya ganado nada de un idealismo consecuente. Mientras el realista, aun en
para lo particular, para la práctica; más aún, en su al su actividad moral, se subordina tranquila y uniformemen-
bición de llegar siempre a las razones supremas, por las te a una necesidad física, el idealista debe tomar impulso,
cuales todo se hace posible, es fácil que descuide las raza debe exaltar momentáneamente su naturaleza, y nada pue-
nes próximas, por las cuales todo se hace real; al dirigir de sin entusiasmo. Cierto que entonces su capacidad es tan-
siempre su atención hacia lo general, que iguala entre si to mayor y su conducta mostrará un carácter de elevación
los casos más diversos, es fácil que pierda de vista lo par y grandeza que en vano buscaríamos en los actos del rea-
titular, que los distingue unos de otros. Podrá así abarco lista. Pero la vida real no se presta de modo alguno para
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despertar en él ese entusiasmo, y mucho menos para naturalmente, la totalidad) ; en cuestiones de gusto fa-
tn
mentarlo uniformemente. Frente a la grandeza ..0
luta "recorá al placer, en cuestiones de moral a la felicidad,
de la cual parte cada vez, la pequeñez absoluta del cal, ligue no la erija en condición de la conducta moral;
individual al cual ha de aplicarse ofrece un contraste de, tampoco en religión se inclina a olvidar su provecho, sólo
: supremo bien.
masiado fuerte. Como su voluntad, en cuanto a la f ernia, -lie lo ennoblece y santifica como ideal del
está siempre orientada hacia el todo, no querrá, en Cuanto realista perseguirá la dicha de aquello que ame, el idea-
a la materia, dirigirla hacia lo fragmentario; y sin embat, ennoblecimiento. Si el realista, pues, en sus ten-
go, las más veces, es sólo por realizaciones menudas cota, políticas mira al bienestar, aun cuando con ella
puede demostrar su disposición moral. Y no es raro que dsilcaa aslgún detrimento la independencia moral del pueblo,
por el ideal ilimitado pierda de vista el limitado caso prá e
l idealista tendrá siempre como norte la libertad, aunque
c• peligre el bienestar. Para el primero la meta suprema es
tico y que, lleno su espíritu de un máximo, descuide el
para el otro la independencia
mínimo, pese a que sólo de este mínimo proviene toda la situación independiente,
y esta característica diferencia
grandeza en la realidad. con respecto a la situación,
Si se quiere pues hacer justicia al realista, hay que puede seguirse a través de sus respectivas maneras de pen-
juzgarlo teniendo en cuenta todo el conjunto de su vida; sar y de obrar. Por eso el realista demostrará siempre su
Con lo que cada cual
si se trata en cambio del idealista, hay que atenerse a de. afecto al dar, el idealista al recibir.
terminadas expresiones suyas, pero previamente elegidas. magnánimamente, revelará qué es lo que más
Por eso el juicio común, que tanto gusta de decidir por el apreciaidealista repara las fallas de su sistema con su
caso aislado, guardará ante el realista un silencio indife. qiund ividualidad y su situación temporal, pero no tie-
rente, porque sus distintos actos vitales ofrecen tan poca n
e en cuenta ese sacrificio; el realista paga las fallas del
materia para el elogio como para la censura; en cambio suyo con su dignidad personal, pero ni advierte este sa-
tomará siempre partido ante el idealista y se dividirá en. crificio. Su sistema prueba ser eficaz en todas las cosas de
tre el rechazo y la admiración, porque en lo singular está que él tiene noticia y necesidad: ¿qué le importan los bie-
su debilidad y su fuerza. nes que ni siquiera sospecha y en que no tiene fe alguna?
Es inevitable que, dada una diversidad tan grande de Le basta con poseer, con que la tierra sea suya, y con que
principios, ambas partes estén a menudo en directa oposi. haya luz en su entendimiento y la satisfacción llene su
ción en sus juicios, y aunque coincidan en los objetos y pecho. El idealista está muy lejos de tener tan buen des-
resultados, diverjan en las razones. El realista preguntará tino. Como si fuera poco el estar muchas veces desavenido
para qué es buena la cosa, y sabrá estimarla según su va. can la dicha porque olvidó hacer del instante su amigo,
lor; el idealista preguntará si es buena, y la valorará se. entra también en conflicto c: nsigo mismo; ni su saber ni
gún su dignidad. El realista ni sabe ni se preocupa mucho su obrar pueden bastarle. Lo que exige de sí es un infinito,
de aquello que tiene en sí mismo su valor y su fin (exceir pero todo lo que hace es limitado. Esta severidad que de-
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muestra contra sí mismo, tampoco la niega en su oond Eternidad y, al hacerlo, olvida que el todo es sólo
uctl a la
para con los otros.
Cierto que es magnánimo, porque, frente a los dem.
recuerdan menos su propia persona; pero es muchas mas,
I ciclo completo de lo individual y que la eternidad no
niás o
ye una suma de instantes. El mundo tal como el
es lista quisiera configurarlo en torno suyo, y de hecho lo
injusto, porque con la misma facilidad pasa por alto configura, es un jardín bien dispuesto donde todo sirve,
el,'
persona en los otros. En cambio el realista es menos ,„ de todo merece su lugar y de donde se destierra lo que
ag don
nánimo, pero es más justo, porque juzga todas las Cosas inde fruto; el mundo en manos del idealista es una
00 r
más bien en su limitación. Puede perdonar lo vulgar y aun naturaleza menos utilizada, pero realizada de acuerdo con
lo vil en el pensamiento y en la acción, pero no lo a rbi, ncepción de mayor grandeza. Al primero no se le
naa co
trario, lo excéntrico; mientras que el idealista es enemigo corr
e que el hombre puede existir para otra cosa que para
jurado de todo lo mezquino y trivial y se reconciliará has- vivir bie n y a gusto, ni que deba echar raíces sólo para que
ta con lo extravagante y monstruoso, siempre que sea tes. tronco se eleve a las alturas. El otro no piensa que an-
su
timonio de una gran capacidad. El uno se muestra amigo tes
que nada debe ciertamente vivir para tener siempre
de los hombres sin que por eso tenga muy alta idea de los pensamientos buenos y nobles y que, cuando las raíces
hombres y de la humanidad; el otro tiene tan elevado con. faltan, se pierde también el tronco.
cepto de la humanidad que corre peligro de desprecia r a Si en un sistema se omite un elemento cuya existen-
los hombres. cia es sin embargo en la naturaleza una necesidad urgen-
El realista por sí solo nunca hubiera ensanchado el te e inevitable, la naturaleza sólo podrá satisfacerse me-
ámbito de la humanidad más allá de los límites del /min. diante una inconsecuencia contra el sistema. De una in-
do sensible ni hubiera revelado al espíritu humano su gran- nsecuencia semejante resultan culpables también aquí
co
deza autónoma y su libertad; todo lo que en la humanidad ambas partes, y ella demuestra al mismo tiempo, si es que
hay de absoluto no pasa de ser para él una hermosa qui- hasta ahora pudo parecer dudoso, la unilateralidad de uno
mera y el creer en ello no le parece mucho mejor que un y otro sistema y el rico contenido de la naturaleza huma-
desvarío, porque nunca contempla al hombre en su pura na. En lo que toca al idealista, no necesito siquiera probar
capacidad, sino únicamente en un obrar determinado y expresamente que debe por fuerza salirse de su sistema
por lo tanto limitado. Pero en cambio, el idealista por sí en cuanto se propone un efecto determinado, pues toda
solo no hubiera cultivado las fuerzas sensibles ni hubiera existencia determinada está sujeta a condiciones tempora-
perfeccionado al hombre como ser natural, lo que es sin les y se rige por leyes empíricas. Con respecto al idealista,
embargo parte igualmente esencial de su destino, y con- por el contrario, podría surgir la duda de si no puede
dición de todo mejoramiento moral. La aspiración del idea- satisfacer ya también dentro de su sistema todas las exi-
lista rebasa con demasiado exceso la vida sensible y el pre- gencias necesarias de la humanidad. Si se pregunta al rea-
sente; no quiere sembrar y plantar sino para el Todo, lista: ¿por qué haces lo que está bien, y sufres lo que es
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necesario?, contestará, dentro del espíritu de su sist Después de lo expuesto (cuya veracidad podrá admi-
porque la naturaleza lo implica, porque así debe ser. enkp tonbién quien no acepte las conclusiones), el lector
e • e imparcial me dispensará de tener que demostrar
con esto la pregunta no queda de ningún modo contestad': Ir
aton to
porque no se trata de loque la naturaleza implica, sino de el ideal de la naturaleza humana se reparte entre am-
lie
lo que el hombre quiere, ya que también puede él no e q sin que ninguno de los dos lo alcance plenamente.
rer lo que debe ser. Cabe, pues, replicarle con esta otra que. experiencia como la razón tienen cada una sus
pee Tanto
gunta: ¿y por qué quieres lo que debe ser? ¿por qué ti; b° °la fueros y ninguna puede invadir los dominios de la
propios
libre voluntad se somete a esa necesidad natural, ya provocar dañosas consecuencias para el estado in-
., que otra o exterior del hombre. La sola experiencia puede en-
de la misma manera (aunque sin éxito, cosa que a quí no
nos interesa) podría oponérsele, y en millones de hernia‘ teriors.j1
eñarnos lo que existe bajo determinadas condiciones, lo
nos tuyos se le opone en efecto? No puedes decir que acaece bajo determinados supuestos, lo que tiene que
que
porque todos los demás seres naturales se le someten pe,
, uei urrir para determinados fines. En cambio la sola razón
oc
sólo tú tienes una voluntad, más aún, sientes que tu nseñarnos lo que vale independientemente de toda
su: puede e
metimiento ha de ser voluntario. Así, pues, te sometes dición y lo que debe ser necesario. Si con nuestra mera
con
—cuando ello ocurre libremente— no a la necesidad n razón pretendemos indagar en torno a la existencia exterior
a.
tural misma, sino a su idea; porque aquélla te constriñe
de las cosas, no haremos más que caer en un juego vacío
sólo ciegamente, como constriñe al gusano; pero nada pue- el resultado se perderá en la nada; pues toda existencia
y
de contra tu voluntad, ya que tú, aun aniquilado por ella, está sujeta a condiciones, y la razón determina incondicio-
puedes tener una voluntad distinta. Pero ¿de dónde sacas nalmente. Si dejamos, en cambio, que un suceso acciden-
esa idea de la necesidad? Me figuro que no de la experien. tal decida sobre lo que ya va implicado en el concepto
cia, que sólo te ofrece efectos naturales aislados, pero ne puro de nuestro propio ser, hacemos de nosotros mismos
una Naturaleza (como totalidad), y sólo realidades parti- un vano juego del azar, y será nuestra personalidad lo
culares, pero no una Necesidad. Así es que siempre que que se resuelva en la nada. En el primer caso se pierde,
quieres obrar moralmente, o al menos no sufrir con ciega
pues, el valor (el contenido temporal) de nuestra vida, en
pasividad, traspones los lindes de la naturaleza y tomas
el segundo su dignidad (su contenido moral).
una determinación idealista. Es pues evidente que el rea- Cierto que hasta aquí hemos concedido al realista un
lista obra de manera más digna que lo que él admite con- valor moral y al idealista un contenido de experiencia, pero
forme a su teoría, así como el idealista piensa de manera sólo en la medida en que uno y otro no proceden con en-
más sublime que la de su obrar. Sin confesárselo a sí mis- tera consecuencia, y en cuanto que la naturaleza obra en
mo, el uno demuestra por toda la actitud de su vida la ellos más poderosamente que el sistema. Pero aunque nin-
autonomía de la naturaleza humana, y el otro, por actos guno de los dos responda del todo al ideal de la humani-
aislados, su indigencia. dad perfecta, hay sin embargo entre ellos la importante
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diferencia de que el realista, si es cierto que no s. la naturaleza como a una fuerza, entregándose
jinete a
en ningún caso aislado el concepto racional de huna sin discernir. Sus juicios, sus afanes se limitan
y
ciegas ticular;
nunca contradice en cambio su concepto intelectual inual
rhleb a par cree y comprende sólo lo que toca; estima
a lo
tras que el idealista, si en casos aislados se acerca , mas llo que lo mejora sensorialmente. Por eso, tam-
aquello
10
supremo concepto de la humanidad, muchas veces, por l no es más que lo que las impresiones externas quie-
contrario, no llega a alcanzar siquiera su concepto nel ullacer accidentalmente de él; su personalidad está so-
bajo. Pero en la vida práctica importa mucho más que da, y como hombre no tiene absolutamente ningún valor
foca
todo sea humanamente bueno, de modo uniforme, y dignidad. Pero como cosa sigue siendo siempre algo,
tanto que lo particular sea divino, pero por accidente; yn°s 1. niPuede siempre servir para algo. Justamente la naturaleza,
el idealista es, pues, más indicado para despertar en nos la cual se entrega ciegamente, no le deja hundirse del
otros un gran concepto de las posibilidades de la hurnani iodo; sus límites eternos lo protegen, sus inagotables
recur-
dad y para inspirarnos respeto por su destino, sólo el rea, ;os
lo salvan, no bien renuncia a su libertad sin reserva.
lista puede realizarlo continuadamente en la experienci .aunque en esta situación no reconoce leyes, las leyes, ig-
ay
mantener la especie en sus límites eternos. Aquél es cier lloradas, imperan sobre él, y por más que sus esfuerzos
tamente un ser más noble, pero mucho menos perfecto, aislados estén en conflicto con el todo, éste sabrá afirmar-
éste, aunque parezca siempre menos noble, es en cambio se infaliblemente en su contra. Muchos hombres hay, y
tanto más perfecto, pues aunque ya hay nobleza en el da, hasta pueblos enteros, que viven en ese despreciable esta-
muestras de una gran capacidad, la perfección está sin ¿u do. Perduran por gracia de la ley natural, sin personalidad
da en la actitud total y en la acción efectiva. alguna, y por tanto, sólo son buenos para algo; pero el
Lo que vale para los dos caracteres en su mejor sen- mero hecho de que viven y perduran demuestra que ese
tido, resulta más patente aún en sus respectivas caricato. estado no carece totalmente de contenido.
ras. El verdadero realismo es benéfico en sus efectos, sólo Si en cambio ya el verdadero idealismo es inseguro y
que menos noble en su fuente; el falso es despreciable en a menudo peligroso en sus efectos, el falso es terrible en.
su fuente y apenas menos pernicioso en sus efectos. Puel los suyos. El verdadero idealista abandona la naturaleza y
el verdadero realista se somete, sí, a la naturaleza y a su la experiencia sólo porque ahí no encuentra lo inmutable
necesidad; pero a la naturaleza como un todo, a su nece- y lo incondicionalmente necesario, a que la razón le orde-
sidad eterna y absoluta, no a sus ciegas y momentánea, na tender; el fantaseador abandona la naturaleza por pura
coacciones. Abraza y obedece libremente a su ley, y siem- arbitrariedad, para poder • ceder tanto más desatadamente
pre subordinará lo individual a lo general; de ahí que en a la porfía de los apetitos y a los caprichos de la imagina-
el resultado final no pueda menos de coincidir con el ver- ción. No hace residir su libertad en la independencia con
dadero idealista, por muy diverso que sea el camino to- respecto a las coacciones físicas, sino en el liberarse de las
mado por uno y otro. En cambio el empírico vulgar se coacciones morales. El fantaseador, pues, no sólo niega el
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carácter humano, sino todo carácter; carece de toda ley :\


por tanto, ni es nada ni sirve tampoco para nada. pe,'
precisamente porque la extravagancia de fantasía no es
desorden de la naturaleza sino de la libertad, —es deci
que brota de una disposición estimable que puede pele,
cionarse hasta lo infinito—, es por lo que lleva tarribi,, DE LA GRACIA
a una infinita caída, a un abismo sin fondo, y sólo N'e,.
acabar en un total aniquilamiento. Y
LA DIGNIDAD
por
FEDERICO SCHILLER

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