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A vueltas con la reconstrucción del Jesús histórico.

Segunda entrega (24-02-2019) (1047)


Hoy escribe Antonio Piñero
Foto: Códice Sinaítico
Sigo con la idea de explicitar la lógica interna del libro “La invención de Jesús de Nazaret”
de Fernando Bermejo, que es la mejor manera el desarrollo argumental del volumen, que me
parece único en la bibliografía española, y diría que también extraño en la extranjera. La
primera parte, “La constitución de Jesús como objeto de estudio (puramente) histórico”
comienza lógicamente por las fuentes, y dentro de ellas con la exposición del valor de las
cartas auténticas de Pablo como dijimos, anteriores a la literatura evangélica.
Es natural que valore luego los evangelios “canonizados”, como fuente histórica, y es lógico
también que insista en su carácter mixto: pretensión histórica y a la vez propaganda del
personaje que presentan como héroe. Insiste en su abundante material taumatúrgico, es
decir, milagrero, de dudoso valor histórico, en su anacronismo (a menudo los dichos y
hechos de Jesús están retocados de modo que el crítico cae en la cuente de que están
reflejando no la época exacta de Jesús sino la de composición de los evangelistas, después
del año 70. To lo que ocurrió tras el asedio de Jerusalén y su toma por los romanos influyó
notablemente en la mentalidad de los autores evangélicos, quienes adoptan una posición
antijudía (los perdedores de la guerra) y prorromana, la de los vencedores.
Insiste Bermejo en que el lector debe de tener en cuenta que gran parte de los evangelios
fueron escritos para consumo interno, es decir, para lectores ya previamente convencidos
de la verdad evangélica. Este hecho haga que no puedan ser imparciales ya que funciones
con categorías y convicciones previas. Aquí pone como ejemplo de falta de historicidad el
relato marcano de la pasión de Jesús, que se funda en parte en otro más antiguo de autor
desconocido. Es un argumento contra esa historicidad el uso evidente de alusiones y citas a
las Escrituras hebreas, lo cual hace provocar al menos la duda de que los acontecimiento
hayan sido moldeados, o incluso inventados, para hacerlos coincidir con textos
escriturarios.
Bermejo pone también como ejemplo el uso por parte de los evangelistas del modelo judío
usual, y en gran parte mítico, del siervo de Dios sufriente y perseguido, al cual acoplan las
vicisitudes de la muerte de Jesús. También insiste el autor en que los procedimientos de
redacción de los evangelios incluye la omisión de información relevante o la disposición del
material presentado en un sentido muy preciso para que el lector se vea forzado a
entenderlo de una manera y no de otra.
Es también obligada una breve discusión en este apartado sobre el uso de los evangelios
apócrifos. Opina FB que “la desestimación tajante y genérica de los escritos evangélicos no
canonizados traiciona (sic) un apriorismo metodológicamente indefendible, ya que confunde
una categoría teológica (canon) con una historiográfica (fuentes relevantes para el estudio
de una figura histórica)” (p. 41).
Pero esta suerte de posición “buenista” respecto al uso teórico de los apócrifos (ya que
luego queda muy matizada, porque en la práctica apenas, o nada salvo del Evangelio de
Tomás gnóstico) hará uso de los apócrifos a lo largo del libro. A la posible utilización de este
evangelio griego, pero casi todo él conservado en copto, probablemente de mediados del
siglo II, dedica FB casi cuatro páginas, discutiendo si hay en él, o no, material coetáneo o
previo respecto a los Sinópticos. En la p. 45 reconoce que la discusión es de tal talante que
ha de concluirse que solo un número muy limitado de dichos de Jesús tiene trazas de
remontarse a él (en concreto el 77 y el 82), por lo que lo utilizará exclusivamente como
confirmación y con ciertas reservas.
En síntesis la posición de FB respecto a las fuentes principales para la reconstrucción del
Jesús histórico (Pablo, poco; evangelios canonizados, sobre todo sinópticos y con mucha
crítica; y solo muy poco de los evangelios apócrifos) no difiere en nada del punto de vista
usual respecto a las fuentes de la inmensa mayoría de los investigadores independientes y
la enumeración de las debidas cautelas.
Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Www.antoniopinero.com

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