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MINERIA PERUANA Y SUS RECURSOS Owal .

A Velasquez Viza

HISTORIA DE LA MINERIA PERUANA

La historia de la minería peruana a través del tiempo ha sido dividida, para su


mejor estudio en dos grandes períodos: Prehistoria e Historia. La prehistoria
comprende a su vez dos grandes épocas: Pre-Inca e Inca.

1.1. EPOCA PRE-INCA:

Desde los inicios de esta antiquísima y dilatada época, el aborigen peruano


incorporó los recursos minerales a su lucha por la supervivencia y dominación de un
medio hostil, y a lo largo de esa enconada lucha por la forja de una cultura, no solo
utilizó los minerales en su alimentación, sino también
en la elaboración de toscos y rudimentarios utensilios.
Prueba de ello son los instrumentos líticos hallados en
1969 por el arqueólogo norteamericano Richard Mac
Neish, en Poccaicasa, Ayacucho, a los que se atribuye
una antigüedad comprendida entre los 20,000 a los
22,000 años antes de Cristo.
De esos instrumentos de piedra, el aborigen
ingresó, después de muchos milenios a la etapa
alfarera de la prehistoria peruana, como lo ha señalado
la arqueóloga peruana Rosa Fung Pineda, con su
descubrimiento del Templo de Hadas, ubicado cerca
de la ciudad de Casma, y con una antigüedad de 1,600
años antes de Cristo.
Si bien consiguió aquellos hitos culturales,
caracterizados por la utilización de los minerales, el
antiguo peruano no se quedó ahí, sino que avanzó a la etapa de las grandes culturas,
etapa en la cual alcanzaron su mayor expresión la
alfarería, los instrumentos líticos y apareció rica y
orgánicamente la minería metálica y la metalurgia.
Prueba de ello son las culturas Chavín de Huántar,
provincia de Huari, departamento de Ancash, con una
antigüedad de 900 a 500 años a.C., ampliamente
estudiadas por el arqueólogo peruano Julio C. Tello en
1919; Vicús, a unos 900 kilómetros al norte de Lima,
sobre la carretera Panamericana cerca de Piura y con
una antigüedad entre el milenio anterior a Cristo y 300
años de nuestra era; Paracas, descubierta por Tello en
1925, y clasificada en períodos que varían entre 700 y
500 años A.C.; Nazca ubicada en el tiempo hacia el
año 100 de nuestra era, como la fecha inicial; y
Mochica, llamada Proto Chimú por Max Uhle. Todas
estas culturas conocieron el oro, la plata, el cobre, el
platino, y muchas veces mezclaron los minerales
rudimentariamente.
Y es así como el hombre peruano inició la era
de los grandes imperios pre-incas, en los cuales los metales y la metalurgia alcanzaron
un alto grado de desarrollo. Expresión de tan grande avance fue la cultura Tiahuanaco,
que se centró en el Alto Perú, al sur este del lago Titicaca y a 4,000 metros sobre el
nivel del mar; en sus diferentes períodos abarcó más
de un milenio, casi desde el principio de nuestra era
hasta el siglo XIV, a las vísperas del nacimiento del

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incario. Esta cultura se caracterizó por su


arquitectura lítica de grandes proporciones, como la
famosa Portada del Sol y el conjunto de grandes
monumentos de Kalasasaya. También conocieron la
cerámica y la metalurgia, campo este último en el
que trabajaron con acierto el cobre y el estaño,
logrando el bronce, como también el oro y la plata.
La cultura Wari, que tuvo su principal asiento
en Ayacucho, se entroncó con Tiahuanaco y con
Nazca. Insurgió en el siglo octavo de la era presente,
y después de tres siglos decayó. Conoció la alfarería
ceremonial con temas míticos y piezas gigantes, y
supo usar turquesas, lapislázuli.

El reino Chimú, con una duración


relativamente breve, del año 1,200 de nuestra era
hasta el 1,460, forjó una cultura excepcional, que
se expresó especialmente en su arte para trabajar
los metales. Este reino pre-inca no solo conoció la
alfarería, sino que logró las más avanzadas
técnicas para trabajar el oro, al que trataron por
fundición, soldadura, martillo, remache, repujado y
laminado. Prueba de tan avanzado arte son las
numerosas piezas de oro halladas en Batán Grande,
Lambayeque; y los utensilios domésticos y rituales
como los tumi, porras estrelladas y puntas de
lanza.
A esta gran variedad de recursos del
antiguo minero peruano, hay que agregar las
hornillas de piedra y cerámica, crisoles para
fundición y yunques de cobre, bronce y piedra o engastados en madera.
Ante tantas evidencias del uso de los minerales por los antiguos peruanos, los
etnólogos y antropólogos se han preguntado: ¿En qué fechas de la cronología y con
qué culturas apareció el uso de tal o cual metal? Al respecto, Paúl Rivet, etnólogo y
antropólogo francés que precisa y compendia científicamente las más variadas
respuestas a dicha interrogante, ha sostenido que el cobre apareció en la alta meseta
peruano-boliviana con la civilización Tiahuanaco, es decir hacia el cuarto de siglo de
nuestra era, y en la región de la costa del Perú, con la civilización Chimú.
Respecto a la metalurgia de la plata, señala que desde el Tiahuanaco, el
conocimiento de la plata había existido en las altas mesetas peruano-bolivianas, y que
los Incas asimilaron esa técnica, del mismo modo que adquirieron la del bronce de los
aymaras.
En sus conclusiones, Rivet estableció que la utilización del oro fue anterior a
la del cobre, puesto que el oro aparece desde el principio de la cultura Nazca en la
costa peruana, y desde el principio del período Chavín en la cordillera septentrional
peruana.

1.2. EPOCA INCA:

Es un hecho incuestionable la
importancia que revistió la actividad
minera en el incario, y más aún, el
apreciable nivel técnico alcanzado en el
campo de la metalurgia, con métodos
propios que en algunos casos fueron
adoptados por los hispanos, por más

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prácticos y eficientes que los conocidos por


esto.
La época incaica se inició entre los
siglos XII y XIII de nuestra era, y su
expansión y consolidación llegaban a su
punto más alto precisamente en los tiempos
en que se producía el descubrimiento de
América.
A su llegada al Perú, el hecho que
más impacto a los españoles fue la
abundancia y uso de metales preciosos.
Encontraron una industria minera muy
activa y diversificada, que aparte del oro y
la plata trabajaba también el cobre en gran escala, conocía el mercurio y elaboraba
variadas aleaciones entre las cuales la principal fue el bronce, y otras de producción
irregular y hasta ocasional, como el plomo y el zinc, y aún el platino.
También los incas alcanzaron gran destreza en el trabajo de la piedra,
realizando, sin otros recursos que el ingenio y herramientas elementales,
movilizaciones ciclópeas de bloques que pesaban hasta cien toneladas, logrando
uniones y acabados tan notables -como la famosa piedras de los doce ángulos en
Cusco- que demuestran no solo precisión, sino también procedimientos acerca de los
cuales no se ha logrado hasta ahora una explicación concluyente.
Conocieron el petróleo natural, aunque ignoraron sus usos, los venenos
arsenicales y los sulfuros. En
textilería emplearon sales minerales
como mordientes. Igualmente
extrajeron y aplicaron múltiples
colorantes, tales como el cinabrio
en varios tonos de rojo, el verde de
la atacamita, el gris de la blenda de
zinc con ganga de hierro, el
anaranjado de cinabrio y ganga
ferruginosa, el gris azulado, cerúleo
de la azurita con malaquita, el rojo
oscuro algo azulado de un óxido
férrico, el gris verdoso de la obsidiana, el anaranjado del rejalgar, y el amarillo del
oropimente, emplearon también el aluminio, óxidos de hierro y de antimonio, turquesa
pulverizada y ocre rojo.
El mismo autor señala que los indios conocieron, además, gran número de
especies mineralógicas como el yeso, arcilla limonítica, tierra silicosa, limonita
terrosa, toba, caliza, ocre ferruginoso rojizo, almagre, calcita, chalcopirita, sulfuro de
plomo, sulfato de cobre, silicato de cobre, pirita de hierro, limonita geódica (peróxido
de hierro hidratado), galena antimonial y carbonato de sodio natural.
En el conocimiento y desarrollo de la actividad minera, el minero de la época
inca supo explotar buen número de minas. En el área de la provincia franciscana de
San Antonio de Charcas que comenzaba en el Cusco y acababa en Tarija, se
produjeron las mayores riquezas de oro y plata, estaño, cobre y demás metales.
Pudiéndose enumerar los yacimientos de Potosí, Chichas, Lipes, Charcas (con más de
veinte asientos), Oruro, Carangas, Berenguela, Sicasica, Pocajes, Tiahuanaco,
Lorecaja, San Antonio de Esquilache, Cailloma, Lampa, Pomasi, Santa Lucía,
Condoroma, Vilcabamba y Carabaya, con mención especial de este último valle donde
hay en más de ocho cerros de la cordillera todos los minerales de oro que corren tierra
adentro, así mismo las minas de oro y plata de Porco y Tarapacá.
La forma como se llevó a cabo la explotación de dichas minas fue descrita por
Pedro Sancho de la Hoz, secretario de Francisco Pizarro en los siguientes términos:
Están las minas en la caja de un río, a la mitad de la altura, hechas a modo de cuevas,

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a cuya boca entran a escarbar la tierra y la escarban con cuernos de ciervo y la sacan
fuera con ciertos cueros cosidos en forma de sacos o de odres de pieles de ovejas. El
modo con que las lavan del mismo río una seriola de agua, y en la orilla tienen puestas
ciertas losas muy lisas sobre las cuales echan la tierra, y echada sacan por una canaleta
el agua de la seriola que viene a caer encima y el agua se lleva poco a poco la tierra, y
se queda el oro en las mismas lozas y de esta manera lo recogen. Las minas entran
mucho dentro de la tierra, diez brazas unas y otras veinte, y la mina mayor que se
llama Guarnacabo, entra cuarenta brazas. No tiene luz ninguna ni más anchura que
para que pueda entrar una persona agachada y hasta que esta no salga, no puede entrar
ninguna otra.
El autor además destaca que este tipo de mina no es común y que contrasta con
el de otras zonas del continente y aún de la misma región, que son simples pozos
profundos, como la altura de un hombre y que se abandonan para abrir otros cuando
exceden de esa hondura.
Otra valiosa conclusión, digna de ser comentada, es que las minas de la región
del Titicaca eran trabajadas solamente cuatro meses al año, desde el amanecer hasta el
atardecer. Aunque los incas extraían una gran variedad de metales, el cobre era el de
uso más extenso, mientras que el oro era de propiedad del estado, quien disponía de
inspectores para el control de la producción, así como para evitar que nadie robase.

A) METALURGIA INCA:

En este aspecto de la minería incaica, se ha comprobado, según las


investigaciones de Rivet y de Henri Arsandaux, que en el Perú, Bolivia y Ecuador
(el área del Tahuantinsuyo) hubo una era del cobre precedente a la del bronce, y
que el paso de la era de piedra a la del cobre se realizó fuera de toda influencia
exterior. Pero el centro del descubrimiento del bronce fue precisamente la alta
meseta peruano-boliviana. Los incas fueron, sin ninguna duda, los principales
propagadores del bronce en todas las provincias y regiones que estaban dentro de
su imperio. Conclusión científica que expresa el autoctonismo del desarrollo
minero y metalúrgico.
En el estudio de la metalurgia de la plata y de las aleaciones cupro-
argentíferas, se ha comprobado que los antiguos peruanos, época inca conocían la
técnica del plateado. Hay aleaciones que contienen por lo menos un 60% de plata;
aleaciones que contienen de 40% a 60% de plata; y aleaciones con menos de 40%
de plata. Conocieron también el enchapado y la técnica del dorado.
Respecto a las aleaciones auro-
argentíferas se estima que la plata fue añadida
intencionalmente. en el museo del hombre de
París, existen objetos peruanos resultantes de una
aleación intencional de oro, plata y cobre.
Por medio del testimonio de las
aleaciones auro-cupro-argentíferas se constató
que en el litoral, y excepcionalmente en las
mesetas altas, hubo una mezcla intencional tanto
de los tres metales, como solamente de oro y
plata, siendo lógico suponer que fueron los
orfebres de la costa peruana los que descubrieron
la aleación del oro nativo y la plata en bruto y las
aleaciones auro-cupro-argentíferas.
Si bien Garcilaso hizo algunas
referencias sobre la utilización del plomo, y su
mezcla con el metal de la plata, las apreciaciones
científicas sobre la metalurgia del plomo en el incario son cautelosas, estimándose
que, en todo caso, debe buscarse su huella en las zonas andinas del Perú más que en la
costa.

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Sin embargo, en la costa peruana se han encontrado objetos de ese metal


(cucharas y figuras de animales) y en el Cusco dos figuras, una humana y otra animal,
en plata cuprífera recubierta de plomo, y que actualmente se encuentran en el citado
Museo del hombre en París. En este mismo existe un fragmento de sandalia funeraria
proveniente del Bajo Perú, que es de latón: sería uno de los pocos indicios de aleación
de cobre con zinc o sea de la metalurgia del zinc.
También los indios supieron fundir y colar los metales y aleaciones que
empleaban, con excepción del platino y el hierro. Hay indicios que la soldadura
autógena (unión de dos objetos de la misma composición metálica) fue aplicada ya
por los antiguos peruanos. Como prueba existe una figurina del Cusco, representando
una llama hecha de láminas de oro. Está compuesta de quince partes: el cuerpo, el
cuello, la cabeza, orejas, patas; genitales y cola está unidos por soldadura.
Los autores ya anotados señalan finalmente que en la costa peruana los
metales conocidos fueron el oro, la plata, el cobre, estaño, plomo; las aleaciones de
cobre y estaño, plata y cobre, oro y cobre, plata y oro; plata, oro y cobre; y las técnicas
aplicadas: martillaje, endurecimiento por martillaje en frío, coladura ordinaria y con
cera perdida, puesta en calor; enchapado en oro sobre plata y sobre cobre, enchapado
de plata sobre cobre o sobre aleación de cobre y plata, soldadura autógena y soldadura
ordinaria, trefilado, proceso de repujado, revestimiento metálico, recortado.

1.3. EPOCA COLONIAL:

La minería colonial tuvo más de extracción que de industria. Se trabajó sin


método, con desperdicio de recursos y energías. Los primeros años de la conquista
fueron de distribución de las riquezas del imperio incaico. Solo cuando los templos,
palacios y tumbas comenzaron a mostrar signos de agotamiento, se pensó en las
minas.
Durante esos años, los indígenas, como una forma de resistencia pasiva,
eliminaron huellas e indicios que hubieran permitido localizar las vetas metálicas
explotadas por ellos, algunas de las cuales no llegaron a ser descubiertas jamás por los
peninsulares.

A) LOS AÑOS INÍCIALES:

Conocida es la intensa agitación que siguió a los primeros años de la


conquista. Las guerras entre conquistadores y el poder real español abarcaron más
de veinte años, ya se cuenten desde la
prisión de Atahualpa en diciembre de
1532, o su muerte en agosto del año
siguiente: o desde la fundación de Lima
por Pizarro el 18 de enero de 1535; hasta
que con el marqués de Cañete comenzó un
poco de tranquilidad en el Virreinato.
Según la relación que diera
a conocer José Balta - ingeniero minero y
estadista peruano -, la cronología minera
del Perú colonial tendría su punto de
partida en 1537, con la explotación de los
yacimientos de oro y plata de Lucanas y
Parinacochas, siguiéndole los
descubrimientos de minas de plata en Jauja y Huancayo el año de 1539; las de oro
en Jaén y Carabaya los años de 1544 y 1545 respectivamente. Así mismo Cieza de
León menciona, en 1533, minas en Chacas, Sandia, Carabaya y Cajamarca.
El suceso más importante data de 1540 cuando Gonzalo Pizarro y Diego

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Centeno consiguieron que los indígenas de su encomienda les proporcionasen la


ubicación del asiento argentífero de Colque Porco, que según los nativos conocían,
y del cual, según Cieza de León, se había extraído buena parte de la plata que
recubría algunos de los muros del Templo del Sol, el Coricancha en el Cuzco. Las
minas de Porco, cuyas menas eran principalmente pirargirita o plata roja, rosicler,
que los antiguos peruanos denominaron cochizo, quedaron en manos de los
hermanos Pizarro, Francisco, Gonzalo y Hernando; y de ellas se abasteció para sus
recursos Gonzalo, cuando la ambición le impulsó a las aventuras belicistas que
culminaron con su muerte.
Por su riqueza, las minas de Porco en el Alto Perú, se convirtieron en el
característico botín del vencedor; siendo por último incorporado a la Corona por el
pacificador La Gasca.
El descubrimiento de Potosí (21/4/1545), por el indígena Huallpa, tuvo una
influencia decisiva en el desarrollo de esa región. Casi de inmediato se constituyó
una población que se conformó en 175 españoles que acudieron desde
Chuquisaca, llevando
alrededor de 3,000 indios de sus encomiendas. A 4,146 metros sobre el nivel del
mar fue fundado el pueblo en 1546 por Juan de Villaroel, Diego Centeno y Pedro
Cotamito, dándosele el título de Villa Imperial de Potosí por disposición del
emperador Carlos V. Poco después, en 1571 tenía alrededor de cuatrocientas casas
de españoles y entre treinta y cincuenta mil indios. Llegó a tener 160,000
habitantes, de los cuales 15,000 eran mineros estables.
Cuando el padre Acosta visitó Potosí en los tiempos del Virrey Toledo, el año
de 1547, los trabajos de excavación habían alcanzado cerca de 400 metros de
profundidad; las vetas variaban de ancho entre 1.65 m y 21 cm, y la ley de mineral
se calculaba de 6 a 10marcos – el marco equivale a 230 gramos – por quintal, o sea
de 30 a 50 kilos por tonelada métrica, estimándose pobres los minerales de 2 a 6
kilos por tonelada métrica.
Según Carlos Prieto, autor de “La minería en el Nuevo Mundo”, considera que
las minas de Potosí rindieron, del año 1545 a 1803 1,095.500.000 de pesos.
La explotación de las minas de Potosí adquirió importancia a partir de la
adopción de la nueva técnica de amalgamación con azogue, hecho que se vinculó al
descubrimiento de las minas de Huancavelica, en 1566, uno de los acontecimientos
que señalaron la gran expansión de la minería colonial.

B) EXPANSIÓN DE LA MINERÍA COLONIAL:


La riqueza argentífera del Altiplano, primero Porco, pero sobre todo Potosí,
quitó significación a otras explotaciones mineras que se emprenden en los primeros
años de la colonia (Lucanas, Parinacochas, Jauja, Huancayo, Jaén, Cajamarca,
Chacas, Sandia, Carabaya).
Pero el acontecimiento que más conmocionó al Virreinato fue el
descubrimiento de las minas de azogue de Huancavelica, en 1566, trascendencia
que no solo residió en la riqueza de los yacimientos sino también por la
repercusión que tuvo en el impulso de la explotación de la plata.

I) HUANCAVELICA:

Las minas de este nombre eran conocidas en tiempo de los incas, y de ellas
obtuvieron el cinabrio o bermellón que, con el nombre de llimpi, era utilizado
como colorante facial, con fines de adorno, festivos, bélicos o religiosos; existiendo
la presunción de que se le empleara aún antes del Tahuantinsuyo.
Fue durante el gobierno del Virrey Marqués de Cañete, que se favoreció la
búsqueda de mercurio como lo acredita una Real Cédula expedida el 4 de setiembre
de 1555, donde se recomienda al mencionado virrey estudiar unas notas del
secretario Vásques de Molina y del consejero Vaca de Castro, acerca de la manera
de valerse del mercurio para tratar los minerales de plata.

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El virrey favoreció por todos los medios la búsqueda de vetas de mercurio, y


hacia 1558, Gil Ramírez Dávalos y Enrique Garcés hicieron algunos hallazgos
menores, consiguiéndose inclusive una especie de exclusiva de explotación, que
fue derogada.
A base de las referencias indirectas sobre el cinabrio usado por los indios,
Garcés y algunos socios suyos efectuaron trabajos de exploración y cateo en las
zonas de Huancavelica, pero el descubrimiento de las ricas minas de azogue fue
hecho por un indio llamado Navicopa.
El lugar donde estuvieron esas minas de azogue era una meseta deshabitada a
3,800 metros de altura, situada cerca de la ciudad de Huamanga.
Se dice que en la primera exploración realizada por Cabrera, este encontró una
veta que representaba 80 varas de longitud por 40 de ancho, en la cual podían
trabajar simultáneamente más de trescientos hombres. Posteriores trabajos
mostraron una gran veta que se denominó la “Descubridora”, después Santa
Bárbara, con una anchura de más de 30 metros, que corría de norte a sur, y se
extendía a flor de tierra por unas siete leguas.
Los descubrimientos de nuevas minas se sucedieron, y Cabrera hizo esfuerzos
por controlar la mayor parte de la inmensa riqueza que la casualidad le había
proporcionado.
La noticia del descubrimiento de Huancavelica causó honda impresión en el
virreinato, despertando codicia y ambición. Fue en el gobierno del virrey Conde de
Nieva, que se dictó una provisión, el 5 de febrero de 1564, pregonada en
Huancavelica el 26 del mismo mes, recordando que la explotación de la mina de
azogue era regalía de la Corona, y como sin autorización gubernativa ningún
particular podía trabajarlas, declaró legalmente nulos los denuncios registrados
sobre pertenencias en Huancavelica, y ordenó al corregidor de Huamanga que
prohibiera el acceso a las minas a quienes carecían de licencia expresa del virrey.
El rendimiento de las minas de Huancavelica durante la dominación española
se calcula en 1,115,000 quintales, con un valor aproximado de 82 millones de
pesos, unos 17 millones de libras esterlinas, “sin considerar las extracciones
clandestinas”.
La producción de las minas de Huancavelica no solo cubrió con
holgura las necesidades internas, sobre todo para el tratamiento de la plata, sino
que, aún más, se hicieron considerables envíos de azogue a México.
Tiempo después, se suspendieron los envíos, a causa, primero, de las
necesidades de azogue en el Perú; segundo, por haberse intensificado en España la
producción de Almadén; y tercero para evitar de pudiera desarrollarse un
intercambio intercolonial, que la metrópoli no deseaba. Décadas más tarde, en
1670, se reinició la exportación hasta 1699.
A través de estos hechos se releva la importancia que tuvo el mineral de
Huancavelica en la economía de la época colonial.

II) HUANTAJAYA:

Los españoles reconocieron la provincia de Tarapacá en 1538, quedándose


algunos en Arica y Pica, al retorno de Almagro luego de su expedición a Chile. En
1566 unos mineros portugueses descubrieron en el cerro Huantajaya una rica mina
de plata, situada a 16 kilómetros de Iquique, en las cercanías del Océano Pacífico y
a poca altura sobre el nivel del mar.
La importancia que desde el primer momento se asignó al yacimiento de
Huantajaya, inspiró al corregidor de Arequipa, Juan Ramírez Zegarra, proponer, el
5 de enero de 1571, que se emprendiera una exploración minera en todo el valle de
Tarapacá.
La mina de Chiflón fue trabajada desde la cumbre a tajo abierto, quedando
temporalmente abandonada cuando se agotó la veta de superficie. Casi un siglo
más tarde, en 1680, el indio Domingo Quilina descubrió nuevas vetas, que puso en

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conocimiento de Francisco de Loayza.


En un artículo publicado en el Mercurio Peruano, Pedro de Ureta y Peralta da
cuenta que en 1792 había 18 minas en actividad en la zona de Huantajaya.
Las vetas de estas minas se presentaban rodeadas de capas de sal gema; en ella
se descubrió más tarde la huantajayita, un cloruro doble de sodio y plata, de
composición 20 Na Cl, Ag Cl, que se presenta en incrustaciones o en cristales
cúbicos.

III) CERRO DE PASCO:

Desde antes de la llegada de los españoles, la zona de Cerro de Pasco era


objeto de trabajos mineros para la extracción de la plata. Es en el año de 1630, en el
gobierno del virrey Luis Gerónimo Cabrera, que se descubrió el mineral de
Yauricocha o Pasco. Se atribuye el hallazgo al indio Huari Capcha, pastor de
ovejas de una hacienda del lugar.
La explotación se realizó desde el comienzo con marcado buen éxito,
atrayendo a muchos mineros, entre ellos Martín Retuerto, quien abrió en
Lauricocha, dentro de la hacienda Paria, el primer socavón que resultó muy rico, y
que muchos años después, en 1745, fue vendido a José Maíz, quien perforó otro
socavón.
La gran cantidad de plata extraída de Cerro de Pasco en la época colonial,
provino casi exclusivamente de la explotación de los pacos superficiales que se
beneficiaban por el método de amalgamación. Los socavones hechos fueron de
poca profundidad, solo en el año de 1780 se comenzó el de San Judas, con una
penetración de 1,400 varas bajo tierra, unos mil doscientos metros. Su ejecución
duró alrededor de unos veinte años, terminándose en 1800, aunque uno de sus
ramales, el Yanacancha, se prosiguió hasta 1807. Además, en 1806, se emprendió
la construcción del socavón de Quiulacocha.
Se creyó inicialmente que se trataba de tres minas diferentes, pero las
excavaciones y avances posteriores demostraron que era un solo manto, con varios
pliegues, con afloramientos visibles en una extensión de más de tres kilómetros. El
yacimiento se extiende por una serie de montañas, en la mesa de Bombón, a más de
4000 metros de altitud, rodeando la laguna de Colquijirca, de pórfido cuarcífero,
cuyo nombre significa en Quechua “Cerro de plata”.
El gran problema de las minas de Cerro de Pasco fueron las inundaciones que
dificultaban e impedían los trabajos. La solución llegó a través de la revolución
industrial, y la primera máquina a vapor usada en América fue instalada en la mina
Santa Rosa de Cerro de Pasco, en 1816.
Fue durante las luchas por la independencia que las tropas realistas destruyeron
las bombas a vapor porque las minas de Cerro de Pasco eran la principal fuente de
ingresos económicos para los independientes.

IV) LAYCACOTA:

Fue José Salcedo, quien en 1657, según unos por revelaciones de un indio,
según otros por consejo de una india, atacó el crestón del vecino Cerro de
Laycacota, descubriendo una valiosa veta; lo mismo hizo en la laguna cercana
que mandó barrena, “encontrando una rica mina de plata blanca”, que pudo ser
extraída a poco costo, abriéndose dos bocas principales, la de “Las Animas” y
la de “Laycacota la baja”. Se asegura que de esta última, en una sola noche,
José Salcedo sacó 93 bolsas de mineral, por valor de más de cien mil pesos. En
la misma mina obtuvo un bloque de plata maciza y sin mezcla, que pudo ser
marcada como si fuera una barra una vez fundida para separar el quinto del
rey. La riqueza del cerro se extendió a los cerros de Cancharani, Azoguine y
otros.
Los Salcedo envanecidos y soberbios por el éxito económico alcanzado con la

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mina de Laycacota, se enfrentaron a las autoridades coloniales, siendo el virrey Conde


de Lemos, quien apresó a José Salcedo y lo llevó a la horca.
El virrey Conde de Lemos hizo arrasar y asolar la población de San Luis de
Alba (Laycacota), que contaba con más de tres casas y dispuso el traslado de la capital
de la provincia de Paucarcolla a la población de San Juan Bautista de Puno.
La dramática peripecia de Laycacota y los Salcedo tuvo efectos
catastróficos desde el punto de vista minero, pues el rico yacimiento fue inundado. Las
labores quedaron definitivamente interrumpidas y se anegaron.

Hualgayoc.

No obstante estar entre los más ricos yacimientos de plata explotados durante
la colonia, los datos de las minas de Hualgayoc son escasos, lo que tal vez obedece a
lo tardío de su descubrimiento español, el año de 1771.
El nombre de Hualgayoc significa “tiene collar”, y se debe a la saliente en
forma de anillo que circunda la cima más alta de la región. Hay evidencias de que sus
minas fueron trabajadas en tiempo de los incas, particularmente las ubicadas en los
cerros de Chupicayacu, así como también algunas riquísimas minas superficiales que
presentaban adherencias de plata nativa a las raíces de las gramíneas, característica
que fue observada y comprobada por Humboldt.
Los minerales de Hualgayoc contenían oro, plata, cobre y plomo. Humboldt
indica que también hay huellas de habérseles beneficiado a la orilla derecha del río
Mucurpampa, entre el cerro de San José y el lugar que los indígenas denominan
Choropampa, donde se han encontrado grandes masas de oro diseminadas en ramas y
fibras, contorneadas en algunas vetas de rosicler y de plata sulfúrea.
Humboldt indica que la plata sacada de esas minas en los primeros 30 años,
desde 1771 a 1802 “excede probablemente en mucho” de 30 millones de pesos; y
Raimondi menciona la misma cantidad como rendimiento de los últimos 30 años del
siglo XVIII.

Minería de Oro.

La producción aurífera durante la colonia tuvo menos importancia que la de la


plata. Según da cuenta Cieza de León en su relato sobre las guerras civiles del Perú, al
principios se explotaron y en gran escala desde 1542, los yacimientos de Carabaya, así
como los de Oruro, Asillo y Azángaro.
Además de los de Carabaya, también fueron famosos los de Sandia; unos y
otros habían sido intensamente trabajados durante el Tahuantinsuyo; y su explotación
hispánica se incrementó después de la derrota de Gonzalo Pizarro por La Gasca,
probablemente hacia 1549, a la llegada de numerosos españoles prófugos que
fundaron la población de San Juan del Oro.
En 1550 se descubrió en la provincia de Condesuyos un rico yacimiento
aurífero, en Chaucalla, determinando la formación y surgimiento del pueblo de ese
nombre. Parece que al margen del control real existían mitas en los lavaderos de
Carabaya y Zaruma.
Acontecimiento destacado fue el descubrimiento de una mine de oro cerca de
Cotahuasi, Arequipa, el año de 1612, llamada Montesclaros.
En la relación que Fray Buenaventura Salinas ofrece sobre las minas
descubiertas hasta 1630, se mencionan entre las de oro: Carabaya, Chilpacas, Collay,
Chimbo, Zaruma, Chocorbos, Cuenca, Sarguansongo, Mandinga, Popayán, Quixos,
daroca, Valladolid, Cuayllay, Labia, Canas y Canchis, San Juan del Oro y
Vilcabamba.
Descubrimientos posteriores son los de Alpacay en 1680, Chorunga en 1750;
Chalhuani en 1775. En los departamentos del sur se trabajaban además los
yacimientos de la Convención, Paucartambo y Cotabambas, atestiguando una extensa
población los desmontes dejados en las minas de Cochasayguas (Cotabambas). En el

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norte, los lavaderos de Pallasca y las minas de Pataz. Según la memoria del Virrey
Gil, en su época, de 1790 a 1795, había en actividad 69 minas de oro, con 122
molinos, sin contar los lavaderos.

Otras minas de plata.

Se ha dicho ya que la minería de plata en la Colonia adquiere su real


importancia a partir de la adopción del llamado sistema “de patio”, modalidad a escala
económica del de amalgamación, implantado en México por Bartolomé de Medina, y
que en el Perú se incorporó en 1751, en el gobierno del Virrey Francisco de Toledo,
por Pedro Fernández de Velazco.
La amalgamación se generalizó en todo el Virreinato, determinando,
paralelamente, el auge de la minería del azogue, que se hizo esencial dado el rápido
incremento que causó la extracción de la plata.
Entre muchas minas que fueron descubiertas y trabajadas, requieren mención
especial las de Castrovirreyna y San Antonio de Esquilache. Hay que agregar el cerro
de Colqueporco (cerro de plata en quechua) en la provincia de Huaylas.
El origen de la villa de Castrovirreyna fue el descubrimiento de las minas de
Urococha y Choclococha en la comarca de Huancavelica, cuya producción alcanzó tal
importancia, que ya en 1592 hubo que nombrarse corregidor de distrito, y se
establecieron las Cajas Reales del asiento.
El descubrimiento de la mina de San Antonio de Esquilache en Puno, se sitúa
en 1619. El cerro de San Antonio dista 12 leguas de la ciudad de Puno. El hallazgo fue
hecho por Durán, compañero de los famosos Salcedo. El asiento comprendió las
minas de Farallón, Crestón, concepción, Los Pobres, El Azufrado, Belén, San Miguel,
San Antonio, Tingo María, Atacocha, Victorias, Nuevo Potosí, San Sebastián,
Colcochagua, Recuay, Cajamarca, Huánuco, Berenguela, Coracollo, Conchucos,
Caylloma y las minas de Ventaya en la provincia de Carabaya, descubiertas entre
1710 y 1713.
Y en los umbrales de la emancipación, 1818, estaban en operación las
siguientes minas: Pomasi, Paratía, Lagunillas, Angostura, Quillogillo, Chupica,
Amatía, Chuallani, San Antonio de Esquilache, Carachanca, Chuique, Pompea y
Cancharani.
Se ha estimado que en los primeros años del Virreinato la producción peruana
de plata tuvo un promedio anual entre 150 y 200 toneladas métricas, incluyendo
amalgamación, fundición y evasiones.

Minerales varios.

Conocido es que los conquistadores españoles solo pusieron interés en los


metales preciosos, oro y plata, que se hizo extensivo al azogue por la importancia que
este mineral tenía para el más provechoso beneficio de la plata.
Es natural que, con la Colonia, en todo lo que no fuera oro y plata, la minería
languideciera. Lo poco que se extrajo de otros metales fue ocasionalmente, por
encontrárseles como componentes de aquellos.
Es a raíz de las incursiones de los barcos piratas que las autoridades coloniales
se acordaron de la utilización del cobre y del estaño para la fundición de cañones de
bronce, indispensables para la defensa del litoral.
Lo poco que se extrajo de cobre procedió de Cerro de Pasco y de algunas otras
explotaciones de mineral de plata; pero las principales explotaciones fueron de las
minas del Alto Perú, como las de Oruro, Lagunillas, La Paz y Corocoro, o en las
regiones de Copiapó y la Serena en Chile, así como las que se descubrieron en Salta,
Argentina.
El estaño se trabajó principalmente en La Paz, Oruro y Potosí. También se
trabajaron las minas de Carabuco y posiblemente las de Colquiri.
El plomo se extraía de casi todas las minas de plata. Las minas de zinc apenas

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se explotaron. En cuanto al hierro, su explotación fue nula; solo al final de la


dominación española se descubrieron las minas de Santiago del Estero y Salta, ambas
en Argentina.
Mención especial debe hacerse de las breas coloniales, que si bien extraídas y
aprovechadas en mínimas proporciones, constituyeron el antecedente de la industria
petrolera desarrollada en la República ya en el presente siglo XX. La historia de esta
explotación se centra exclusivamente en las minas de Amotape en Trujillo.
La explotación de las salinas fue otro sector importante, siendo las más
significativas las de Yocolla, Potosí, Chilca, Tumbes, Puerto Viejo, valle de Huaura,
en la provincia de Condesuyos.
Es hacia fines del virreinato que en Minerva Peruana se noticia, el año de
1809, el descubrimiento del nitrato de soda, cuya explotación solo habría de comenzar
en 1830, en los primeros años de la República. Es el punto de partida de la historia del
salitre.

La metalurgia colonial.

Las primeras fundiciones realizadas por los españoles datan de la llegada de


Francisco Pizarro, que “mandó fundir cierto oro que estos caciques (de Hachire,
Almotaje o Amotape, Tangarará) y el de Tumbes habían dado de presente”. Esta
inaugural fundición, para reducir el oro a tejos, se habría realizado en Tangarará o en
el puerto de San Miguel de Piura.
Antes que se introdujera, en 1571, el procedimiento de amalgamación con el
azogue, el beneficio de los minerales de oro y plata se hacía únicamente por fundición.
Se usaban hornos de diverso tipo, según que el combustible utilizado fuese carbón o
leña. Eran muy parecidos a las guairas incaicas.
Los métodos hispanos no siempre fueron eficaces, y así, en Potosí durante 25
años, hasta la amalgamación se siguieron usando las pequeñas y primitivas guairas de
los indios. Como inventor del proceso metalúrgico de amalgamación se reconoce a
Bartolomé de Medina español llegado a México hacia 1553. El método se utilizó
durante tres siglos sin sustanciales modificaciones, solamente con algunas mejoras,
entre las cuales es destacable el beneficio de caso y conocimiento inventado en 1590
por Alvaro Alonso Barba.
El procedimiento de amalgamación era solo aplicable a los minerales oxidados
o “pacos” y a los minerales auríferos. En los primeros se lograba una extracción de
50% a 70% máximo, con una pérdida mínima de una libra de azogue por marco de
plata. También se extendió el método a algunas especies sulfuradas. A los sulfuros
complejos no amalgamables de ninguna forma, se les designó con el nombre general
de minerales rebeldes y su aparición marco muchas veces el abandono de las
exploraciones, aún en el caso de minerales de alta ley.
En cuanto al azogue, al principio los minerales de Huancavelica se destilaban
calcinándolos en simples vasijas de barro; después se usaron las llamadas javecas y
otros tipos, hasta que en 1633, Lope de Saavedra Barba, un médico avecindado en esa
ciudad, inventó los hornos que se llamaron busconiles, usados sin modificación hasta
los últimos tiempos.

1.4. LA EPOCA REPUBLICANA.

La época republicana se inicia con la guerra de la independencia, en la cual la


actividad minera decae drásticamente, pues las instalaciones mineras eran destruidas
por causa de los saqueos, produciéndose también una escasez de mano de obra debido
a que la mayoría de los obreros eran reclutados para defender el país, siendo así, el
primer medio siglo de la vida independiente la continuación de la decadencia de los

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últimos años de la colonia.


Algunas autoridades de nueva república ya independiente carecían de
experiencia y capacidad de organización para realizar un impulso para volver a realzar
la actividad extractiva, se realizaron algún esfuerzo y se dictaron varias disposiciones
orientadas a realzar la minería, la producción siguió baja por varios años.
Algunos antecedentes notables fueron:
En 1809 "La Minerva Peruana hace un anuncio muy importante del descubrimiento de
nitrato de sodio"
1830 empieza su explotación, en el mismo año, la introducción al país por primera vez
máquinas de vapor para desaguar las minas de Cerro de Pasco, por Pedro Abadia.
1840 empieza la explotación del guano de Isla.
1860 se realizan numerosos esfuerzos para explotar el cobre de Ica y Nazca.
1870 se inicia la construcción de ferrocarriles.
1876 se funda la escuela de ingenieros.
Esta etapa se caracterizó por la explotación del guano y el salitre; en 1884 se
inicia la reconstrucción de un país abatido por una derrota.
En el período de 1884 hasta el término del siglo se dieron importantes hechos
que vale la pena mencionar.
El 8 de febrero de 1890 se da la Ley por la cual se exonera por 25 años la
industria minera a todo gravamen e impuesto excepción de la contribución de minas
instauradas por la ley del 12 de enero de 1877, en el año de 1890 se descubre los
boratos de Arequipa. En 1896 se crea el ministerio de fomento y en 1897 se funda la
sociedad de ingenieros del Perú.
El interés del sector empresarial se desplazó hacia la minería de cobre; mineral
que había cobrado importancia luego del alza de su cotización a mediados de la
década de 1890-1899 y de la reducción considerable del costo de transporte; en 1892
el ferrocarril central llega a Casapalca y el año siguiente a la Oroya.
Posteriormente, para hacer rentable la explotación de minerales de menor ley
en esta zona, hubo necesidad de instalar fundiciones, que permitieran disminuir aún
más el costo del transporte que, en estos casos, resultaba elevado.
De esta forma a comienzos del siglo, se encontraban operando once
fundaciones en Cerro de Pasco y cuatro en zonas aledañas, las cuales llevaron un
mayor dinamismo económico a la zona.
Hacia mediados de la década 1890-1899,la minería en el Perú era desarrollada
por un número elevado de pequeños empresarios nacionales e inmigrantes, que
extraían fundamentalmente metales preciosos. Fueron ellos los que primero
impulsaron la producción cuprífera en Cerro de Pasco, pues hasta 1897 sólo existían
dos empresas extranjeras; sin embargo, a partir de entonces, comenzó en esta región
un proceso de desnacionalización y concentración de la propiedad de la minería,
proceso que se acentuó después de 1900, cuando gran parte de las explotaciones
existentes fueron adquiridas por inversionistas extranjeros.

1.4. LA MINERIA EN EL SIGLO XX Y EN LA ACTUALIDAD

Ingresamos luego al siglo XX en el cual se producen hechos de gran


trascendencia, como por ejemplo la promulgación del nuevo código de minería,
En el año de 1903 se organiza por primera vez la estadística minera, en el año
de 1904 llega el ferrocarril a Cerro de Pasco, el auge de la plata es reemplazado por el
del cobre hasta que perdure la crisis económica mundial 1929-1932, en éstas tres
primeras décadas el auge del cobre se reforzaron la instalación en el año de 1922 de la
fundición de Oroya la constitución en el año de 1926.
El año de 1904 se inicia la explotación de bismuto en las minas de San
Gregorio que perduraría hasta 1914, ese mismo año se constituyó la azufrera Sechura.
Para explotar el azufre de la costa del desierto de Sechura en 1905 se exporta 1778
Kg. de mineral de níquel de Ayacucho, el año de 1907 se inicia la explotación de
antimonio y en 1907 la de vanadio. En 1910 se comenzaron a trabajar los yacimientos

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de tungsteno de Ancash y la libertad y en 1915 se inicia con la explotación del


molibdeno.
En el año de 1915 al cumplirse los 25 años de rigor de la ley del 29 de
noviembre de 1890 que exonero todo impuesto a minería, se establecen los derechos
de exportación como una forma de impuesto a las utilidades al oro, la plata y el cobre.
En el año de 1922 se crea la dirección de minas y petróleo y el año de 1926 al
darse la ley 7574 se exonera al plomo y al zinc de todo impuesto.
Pasada la crisis de los años 29 al 32 resurge la minería aurífera al amparo de la
ley 7601 del año 1930 y tomó impulso la minería de plomo y zinc.
La creación del banco minero del Perú el año de 1942 de fundación del
instituto geológico en el año de 1944, la división de la dirección de minas y petróleo
en dos direcciones en 1949, la creación de las jefaturas regionales de minería y el
registro de concesiones y derechos mineros en marzo de 1950 y promulgación del
código de minería el 12 de mayo de 1950 son hechos relativamente recientes.
En los últimos 50 años, el Perú registra la producción de 20 metales: oro, plata,
cobre, plomo, zinc, fierro, tungsteno, vanadio, manganeso, molibdeno, níquel,
arsénico, antimonio, bismuto, mercurio, cadmio, estaño, indio, telurio y talio; y de 24
no metálicos: petróleo, carbón, azufre, cal, cemento, sal, yeso, agua, mineral, arcilla,
baritina, borac, cuarzo, caolín, ocres, sillar, graba, sílice, mica, asbesto, salitre, sulfato
de magnesio, talco y tierra de infusorios.
En 1900, el gobierno de presidente López de Romaña promulgó el código de
minería. Este código unificaba la dispersa legislación vigente, a las vez que recogía
algunas instituciones creadas por la legislación mexicana para superar conceptos
provenientes de la época colonial. El nuevo código establecía por ejemplo que la
propiedad minera se consideraba un bien inmueble, concedido a perpetuidad, por lo
cual podía ser objeto de libre disposición y ser hipotecado.
A raíz de dicha norma, y gracias al dictado de leyes que daban incentivos
tributarios a la actividad minera, se produjo un flujo significativo de inversión
extranjera destaca la creación, en 1901, de la empresa Cerro de Pasco Mining
Corporation, Northern Perú Mining and Smelting Company y la Vandium
Corporation.
En 1902 se funda el cuerpo de ingenieros de minas y ese mismo año, se
organiza la cerro de Pasco Mining Co. Predecesora de la Cerro de Pasco Copper
Corporation.
La producción de cobre empezó a crecer desde comienzos del siglo, sobre todo
por el aumento de la producción de Morococha y la apertura dl tramo ferroviario la
Oroya - Cerro de Pasco, lo cuál favoreció el transporte y por ende, la explotación de
minerales. Asimismo, en 1906, se puso en funcionamiento la fundición de
Tinyahuarco, que empezó a producir cobre blister.
En general, entre 1900 y 1917, la minería metálica tuvo un crecimiento
importante debido principalmente a la inversión extranjera que introdujo capital en
gran escala y nuevas tecnologías. Así, la minería volvió a ser una de las principales
fuentes de ingreso de divisas, aunque sin igualar todavía la importancia de productos
agrícolas como el algodón y el azúcar.
Durante la Primera Guerra Mundial, el aumento de la demanda elevó el precio
de los metales. Este aumento de la demanda tuvo una influencia positiva en la
producción, pese a los peligros, escasez de medios de transportes y el mayor costo de
seguros, Al finalizar la guerra cayeron las cotizaciones y Estados Unidos restringió la
importancia de cobre de bajo contenido metálico, lo cual afectó a muchos productores
nacionales. Debido a ello, Cerro de Pasco empezó la construcción de la fundición de l
Oroya para reducir costos y tratar metales de menor ley. En este período, luego de una
breve y ligera contracción, la minería peruana -especialmente la de cobre, volvió a
crecer, para luego verse afectada por un retroceso severo debido a la caída de las
compras externas y el bajo nivel de precios como consecuencia de la Gran Depresión,
la cual causó profundos trastornos en casi todos los países exportadores de la región.
A mediados de la década de 1930-1939, la cotización de los metales empezó a

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recuperarse, a excepción del cobre, la cual se mantuvo deprimida hasta fines de la


segunda guerra mundial
Esta evolución afecto particularmente a las compañías extranjeras, que
explotaban principalmente cobre aunque también eran las mayores productoras de oro.
Resurgió así la minería con empresas de capitales nacionales, empresas que fueron
favorecidas por una nueva legislación que les dio prioridad en los denuncios. Estas
empresas se dedicaron, en su mayoría, a la explotación aurífera. Estas condiciones
provocaron que la producción de oro tuviera un notable crecimiento durante los años
1930-1939.La producción de este metal alcanzo un nivel máximo de 8.9 toneladas de
oro fino en 1940 y a partir de entonces empezó a decaer hasta 1948 (cuando la
producción alcanzó sólo 3.5 toneladas)para mantenerse estable después de 1950.
La caída en la producción de oro se compensó con el desarrollo intensivo de la
explotación de plomo y zinc, incentivada por el alza de precios a partir de los
primeros años de la década 1940-1949.Al recuperarse aún más las cotización, la
Cerro de Pasco construyo su concentradora en Casapalca para tratar los minerales de
plomo, plata y zinc y dio inicio a las operaciones de un horno de plomo en la Oroya.
Entre las nuevas compañías nacionales que aparecen en estos años destacan las minas
Cercapuquio,la compañía minera Atacocha y el sindicato minero Río Pallanga.
Pese a este resultado favorable observado en el plomo y el zinc; en términos
generales, la producción minera del país declino durante la segunda guerra mundial.
Esto se debió a la caída en la demanda externa de metales a partir de 1941, luego que
se frenada la carrera armamentista que la había venido impulsando en los años
previos. Adicionalmente, la actividad exportadora hizo frente a serios problemas de
transporte derivados del conflicto bélico, los que causaron desabastecimiento de
insumos, maquinarias, equipo y repuestos
En estos años se destaca el impulso que recibe la minería con la creación de
instituciones gremiales y de fomento, como el instituto de instituto de ingenieros de
minas del Perú (1943),el instituto geológico del Perú (1944)y el banco minero del
Perú (1940).En 1942,se creo la corporación peruana del Santa, que impulso la
industria del Acero a través del desarrollo de la minería de hierro en Marcona y la
puesta en marcha de una central hidroeléctrica y una planta siderúrgica en Chimbote.
El Banco Minero por su parte, empezó a cumplir un rol muy importante en el
desarrollo de la pequeña y mediana minería, gracias a los diferentes servicios que
prestaba, como el establecimiento de oficinas en diferentes zonas para comprar
minerales y la operación de plantas concentradoras para el procesamiento de
minerales provenientes de otras minas; además de conceder prestamos promocionales.
Se puede concluir, entonces, que la mayor importancia adquirida por las
empresas Nacionales medianas y pequeñas no fue producto de un desplazamiento del
capital extranjero de los yacimientos que poseía y que siguió explotando, sino del
mayor apoyo estatal ala minería nacional y de la relativa menor tasa de inversión de
las empresas extranjeras.
A partir de 1948, con el régimen del General Odría, se da un nuevo impulso a
la actividad minera al otorgársele un adecuado trato cambiario y al liberalizarse,
además, la importación de bienes de capital e insumos más importante aún, en 1950,
se promulgó el nuevo Código de Minería que racionalizó los impuestos y asignó
mayor importancia al impuesto a la renta que al aplicado a las exportaciones.
Permitió, al mismo tiempo, mejores márgenes por depreciación y agotamiento.
Gracias a estos dispositivos, aumentó fuertemente la inversión de las empresas
medianas y pequeñas y se produjo el ingreso de nuevas compañías extranjeras de gran
tamaño como la Southern Perú Copper Corporatión y la Marcona Mining Company
(1952). Estas emprendieron nuevos proyectos de desarrollo en el Sur del país: de
cobre en Toquepala, la primera y de hierro, en Marcona, la segunda La Cerro de Pasco
Mining Corporation, por su parte empezó a extraer intensivamente zinc y plomo en
Casapalca y Cerro de Pasco, con lo cual se incrementó la participación del capital
foráneo en la explotación de estos metales. Los precios de ambos metales y del cobre
subieron de manera importante, debido a la política norteamericana de acumulación

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de stocks y a la Guerra de Corea.


En este período se inicia también la articulación de la industria nacional con la
minería, al iniciarse la fabricación local de algunos insumos y bienes de capital
requeridos por ésta (como por ejemplo, concentradores para flotación). La Cerro de
Pasco también contribuyó a aumentar los encadenamientos con el resto de la
economía, al crear empresas abastecedoras de artículos para la minería.
Entre 1960 y 1969 se produce una pérdida de dinamismo en la pequeña y
mediana minería ante la caída de los precios del plomo y zinc. El estado, por su
parte, mantuvo una presencia cada vez más importante a través del Banco Minero;
aunque todavía toda la explotación minera estaba en manos privadas.
La inversión extranjera, que fue particularmente elevada durante el período
1950-1959, experimentó una reducción en la década siguiente, pues sus relaciones con
el gobierno, se deterioraron fundamentalmente, por que se la grabó con mayores
impuestos, sin embargo, la producción no se vio afectada, pues entraron en operación
los proyectos desarrollados en el decenio anterior. Este fue el caso de Toquepala, que
recién entró en la fase de explotación en 1960. La única mina grande cuyo desarrollo
se inició en este período fue la de Cobriza, propiedad de la Cerro de Pasco Mining
Corporation.
A partir de la llegada al poder del gobierno militar (1968) la actividad minera
en el Perú sufrió profundos cambios, especialmente, en la estructura de propiedad, por
el rol empresarial que se le asignó al estado.
En 1968 se creó el Ministerio de Energía y Minas para hacerse cargo de la
política sectorial. En 1970, mediante el Decreto ley 18225, se establece el monopolio
del estado en la comercialización y refinación (sobre derechos adquiridos) de
productos mineros; se creó la Empresa Estatal Minero-Perú para llevar a cabo la
explotación directa de yacimientos, se suprimió la reserva por agotamiento que
establecía el artículo 54 del Código de Minería del año 1950 y también se estableció el
pago del impuesto a la renta en una escala progresiva determinada en base al ratio de
renta bruta (diferencia entre el precio de venta y los costos, sin considerar los
intereses, depreciación y amortización del activo fijo) sobre la inversión (inversión en
activo fijo del año).
En 1971, mediante el Decreto Ley 18880, se promulgó una nueva "Ley general
de Minería". Esta establecía que los yacimientos minerales son propiedad del estado,
quien puede entregarlos en concesión a particulares para su trabajo. Por otra parte, se
dividió la actividad minera en dos campos: la privada y la estatal. Además, se creó la
comunidad minera y las acciones laborales con el fin de otorgar participación a los
trabajadores en el participación a los trabajadores en el patrimonio de las empresas.
En 1973 se produjo la expropiación y la estatización de dos de las más grandes
compañías de capital extranjero que operaban en el país: la Cerro de Pasco Mining
Corporation y la Marcona Mining Company, las cuales sirvieron de base para la
creación de las empresas estatales Centromin-Perú y Hierro Perú. De esta manera, la
presencia del estado creció en forma sustantiva en la gran minería, y éste llegó a
controlar la mayor parte de la producción de los principales minerales metálicos.
Asimismo, se efectuaron fuertes inversiones públicas en diversos yacimientos
(Cerro Verde, continuación de Cobriza y otros) y en refinerías (las de cobre en Ilo y
de zinc en Cajamarquilla). El capital extranjero desarrolló otro gran proyecto de
cobre, bajo contrato con el estado: el de la Southern Perú Copper Corporation en la
mina Cuajone a partir de 1969, que entró en producción en 1976.
En los primeros años de la década del 1970-1979, la producción de los
principales metales presentó un comportamiento diferenciado. Mientras que la
producción de cobre y hierro cayeron entre 1970 y 1976; la de plata, plomo y zinc
creció en forma significativa. E estos tres casos, dicho desarrollo se vio alentado por
la mejora en la cotización de estos metales. La producción de oro también se recuperó
en estos años, al ser incentivada la producción del tipo aluvial por el Banco Minero a
través de la ley de promoción aurífera, y experimentarse un sostenido aumento en la
cotización de este metal.

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La participación de las exportaciones de productos mineros en el total de las


exportaciones del país entre 1970 y 1977 bordeó el 50% con ello se confirmó su
importancia en la generación de divisas, la cual ya había quedado en manifiesto
durante los años anteriores.

La realidad actual del sector minero

Desde mediados de la década de los ochenta y hasta 1992, la minería atravesó


por una fase de depresión, manifestada en tasas de crecimiento negativas y en la
disminución de las inversiones en el sector. Este panorama se modificó en los años
posteriores, cuando el sector entró en una etapa de franca recuperación como resultado
de las reformas económicas que se pusieron en ejecución, y el importante incremento
de los precios internacionales de los principales productos mineros. Entre otros
aspectos, las reformas antes mencionadas comprenden: la dación de una ley de
minería que la pone en ventaja en relación con los otros sectores, la desregulación y
liberalización cambiaría, la privatización de las empresas públicas mineras en su etapa
final, etc.
Durante los últimos tres años el sector ha venido registrando una expansión
productiva: 8% en 1993, 3,6% en 1994 y 2.3% en 1995. Además de las razones que
explican el incremento productivo de cada metal en particular, la realización de
contratos de compromiso de inversión con estabilidad 'uridica tributario, con Southern
Perú.
Copper Corporation, Consorcio Aurífero Retamas, Consorcio Horizonte,
Sociedad Minera Cerro Verde, Minsur S.A., Magma Tintaya y Minera Yanacocha,
han sido factores que han incentivado a las empresas mineras a elevar su producción y
productividad.
Este entorno favorable se ha traducido en una elevación de las exportaciones
de la minería metálica, las cuales aumentaron en 29.8% en 1994, y en 32.6% durante
el último año. Adicionalmente, los US$ 2608.7 millones que entraron al país por
concepto de exportaciones mineras en 1995 constituyen un récord histórico; y el
volumen exportado parece ser también el más elevado de los últimos veinticinco años.
Ello ha permitido un incremento de la participación de este rubro dentro del total de
exportaciones. Así, en 1995 la importancia relativa del sector fue de 46.8% (¡a mayor
en los últimos diez años). Este crecimiento de las exportaciones mineras se debe en
parte a la elevación del precio de la mayoría de metales y, de otro lado, al aumento en
la producción de oro, hierro y otros metales.

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