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Nuevas Hordas Viejas Culturas La Antrop PDF
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LA ANTROPOLOGÍA Y EL TURISMO
Prefacio
Capítulo I. La Antropología y el Turismo.
1.1. ¿Dónde y cómo emplazamos el turismo en la antropología?: pasado, presente y ciencia
ficción.
1.2. Las historias del turismo.
Capítulo II. Acercamientos, tipologías y definiciones.
2.1. Las tipologías: necesidad y criterios.
2.1.1. Tipologías centradas en la estructura espacial del desarrollo turístico.
2.1.2. Tipologías de tipo interaccional (comportamentales).
2.1.3. Tipologías de tipo cognitivo-normativo (motivacionales).
2.1.4. Tipología motivacional-comportamental.
2.1.5. Comparación de tipologías y establecimiento metodológico de modelos.
2.2. Definiendo para comprender y analizar: el turismo como actividad.
Capítulo III. El sistema turístico: generalidades y especificidades para antropólogos.
3.1. Los elementos del sistema.
3.2. La generación/conversión de destinos y turistas: culturas e imágenes.
3.3. Turismo y desarrollo: revisión de los impactos generados.
3.3.1. El impacto económico del turismo.
3.3.1.1. Costos y beneficios del turismo.
3.3.1.2. El turismo como actividad empresarial y su actuación intersectorial.
3.3.1.3. El turismo, generador de empleo.
3.3.1.4. El turismo y la dependencia económica.
3.3.2. El impacto físico del turismo (los espacios).
3.3.2.1. La creación de nuevas infraestructuras y la conservación.
3.3.2.2. Capacidad de sustentación y uso múltiple del espacio.
3.3.2.3. Turismo y generación de presiones sobre el medio natural.
3.3.3. El impacto sociocultural del turismo.
3.3.3.2. Los sistemas de Doxey y Butler para medir el impacto.
3.3.3.3. Los cambios de la cultura por efecto del desarrollo turístico: el ejemplo
de la artesanía y la autenticidad.
3.3.4. Ejemplificación de los impactos socioeconómico y sociocultural.
Capítulo IV. ¿Cómo investigamos el sistema turístico?
4.1. Unidades de estudio y unidades de observación en el análisis del sistema.
4.2. Las poblaciones de destino: el punto de partida para los antropólogos.
4.3. Entrevistas y encuestas en la Torre de Babel.
4.4. La imprescindible normalización de los datos.
Epílogo
Bibliografía desde la Ciencias Sociales por descriptores.
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PREFACIO
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distinguen los centros ni las periferias del poder, podemos identificarlas en una
aldea de la China rural, en la gran conurbación mexicana, o paseando por los
museos madrileños, diluyendo sus culturas, camufladas por la máscara del turismo,
entre otras tantas. Abstraídos de la realidad son actores que más o menos siguen
un guión prefijado. Este libro trata de ellos, de sus anfitriones y del sistema que les
da cobertura.
¿Nuevas hordas, viejas culturas? Un texto que comienza desde su título con
una pregunta puede parecer que promete respuestas, tantas como las que la teoría,
reflexión, experiencia e intereses de su autor quiera ofrecer. Las páginas que
componen el libro que ahora está leyendo no son respuestas o, al menos, no lo son
en exclusividad y el lector, usted, ha de aportar su peculiar punto de vista. Yo, me
limito a sugerir. Para ello me valgo de la propuesta de un marco común de
referencia, uno entre otros, que hasta ahora nos ha resultado ventajoso tanto en el
nivel de la investigación como en el de la docencia.
He intentado que el lenguaje en el que se expresan las ideas y
conceptualizaciones sea sencillo y comprensible para aquellos que por necesidad, o
mero placer de estudio, deseen o se vean obligados a acercarse a una comprensión
antropológica del turismo, con o sin conocimientos previos de la disciplina y su
historia. Sin embargo, como docente, no puedo por menos que incitar a los no
iniciados a introducirse en algún manual de antropología social y cultural,
averiguar cuáles son los temas, los problemas y las formas de organización tratadas
ampliamente por la antropología y que no se mencionan y podrían mencionarse en
este texto, por principio, no exhaustivo. El bien fundado interés de los antropólogos
por el cambio social y cultural me llevaron a establecer un orden de prioridades y,
así, el libro se estructura sobre su capítulo central (capítulo III) en el que se
exponen los tratamientos que pueden ser dados a los impactos del turismo,
principalmente, sobre las sociedades que reciben el flujo de aquellas personas que
quieren y pueden costearse un viaje. Para ello, sin pretender grandes
originalidades, se parte de una concepción muy concreta, la sistémica-procesual, del
funcionamiento e interrelaciones de los diversos agentes, situaciones y actores
inmersos en el desarrollo de esta especial actividad, basándonos en el esquema
propuesto por Mathieson y Wall (1986).
Los capítulos anteriores, tratan, por una parte (capítulo I), de responder a
cuestiones meramente existenciales tales como ¿quiénes somos? ¿qué hacemos?
¿desde dónde? y ¿cómo?, explicando los ajustes que han sido necesarios para que la
antropología llegara al intento de comprensión del sistema. Por otra (capítulo II),
expresar algún tipo de orden en el aparente caos conceptual en que se puede
encontrar alguien que desee pasar del conocimiento general, intuitivo, del turismo
a su sistematización, además de plantear un modelo incial para afrontar esa tarea.
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Mentalizados de la complejidad del sistema y la enorme complicación que
representa su análisis, el capítulo IV, ofrece una de las vías posibles -la
normalización- para superar algunas de las trabas y traspiés que el tiempo, las
subvenciones y la comparación van poniendo en el camino del investigador
sociocultural.
Además, hemos optado aquí por presentar una bibliografía poco usual. En las
notas a pie de página se encontrarán citadas algunas obras de carácter general y/o
metodológico que han sido referidas en el texto, mientras que al final se presenta
un listado de publicaciones catalogado con descriptores que posibiliten una
reselección por temas específicos (indicados en una lista previa a la bibliografía). La
idea es que cada lector pueda avanzar en el camino analítico partiendo de esta base
de datos bibliográfica que, ya de por sí, aunque amplia, es una escueta selección de
lo que se puede encontrar en este mundillo hipercomunicado.
Por último, creo necesario justificar el uso mayoritario de la primera persona
del plural (el ‘nosotros’) a lo largo y ancho de estas páginas. Evidentemente no es
un plural mayestático. Lo aquí expresado, podríamos decir, no es mío. El que escribe
exclusivamente hace de portavoz, de relator de múltiples lecturas, discusiones con
compañeros antropólogos y no antropólogos, exposiciones realizadas para, y también
por, alumnos, de los datos ofrecidos por informantes pacientes que han soportado,
más o menos de buena gana, nuestra presencia, y de aquellos amigos y familiares
que han colaborado simplemente ‘estando’ cuando les he necesitado o ejerciendo
activamente la labor de fieros críticos. Y por si todo esto fuera poco, la posibilidad
de ejercer la actitud reflexiva, parte consustancial de ese ‘nosotros’, se debe también
a aquellas instituciones que bien solventan nuestras necesidades mundanas bien
apoyan la investigación, como ha sido el caso de la Universidad de La Laguna, que
me da cobijo y despacho, el Cabildo de Tenerife, que financió en parte el proyecto
“Espacios, imagen, efectos y prevención de actitudes no deseables en el desarrollo
turístico”, y la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (Plan Nacional
I+D), que subvencionó el proyecto “Patrimonio, Turismo y Desarrollo” (SEC95-
0298). A todos mi más sincero agradecimiento.
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CAPÍTULO I. LA ANTROPOLOGÍA Y EL TURISMO
Dicen los entendidos que el hombre, como el resto de los seres vivos, proviene
de una antigua célula que habitaba en uno de tantos mares; pero esa porción de
agua era diferente, contenía justo los ingredientes necesarios para un buen caldo,
ni más ni menos. Algunos miles de años después, algún que otro retoque evolutivo
y aquí nos encontramos, múltiples, diferentes y tan parecidos, poblando todos y cada
uno de los espacios del planeta en que nos tocó vivir, adaptándonos, tratando con
mayor o menor fortuna de comprender, explicar y predecir los actos de los otros y
del medio ambiente. Creamos dioses y ciencias, contamos historias y leyendas para
aprender qué y cómo hacer mejor lo que debemos (o no) hacer y, algunos, los
antropólogos, nos empeñamos en darle un contenido, una justificación, a los actos,
comportamientos, decisiones, mitos, cuentos, deidades e invenciones, y a los demás
aspectos de la naturaleza humana, en los tiempos y espacios concretos. Y ello lo
hacemos con una pretensión comparativa, holística y global, pero también
contextualizadora y, en mayor o menor medida, interdisciplinar, buscando
similitudes y, sobre todo, diferencias, interesados por la cultura e interrogando a los
variados sistemas socioculturales sobre todos sus aspectos.
En esa tarea, que cada día da un paso más, la antropología, hija de occidente
y de su tiempo, ha ido basculando por todos los aspectos y los tópicos que a las
academias, tradiciones nacionales y antropólogos les han importado en cada
momento, coexistiendo enfoques y teorías, apareciendo subdisciplinas híbridas y
sustituyendo programas de investigación por considerar estériles a los precedentes.
En este contexto, junto a las antropologías de la guerra y la paz, la de la mujer y el
género, la de la alimentación, la del trabajo y otras tantas, surge la que se dió en
llamar antropología del turismo. De ésta y de las historias del turismo, trata el
presente capítulo.
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1.1. ¿DÓNDE Y CÓMO EMPLAZAMOS EL TURISMO EN LA
ANTROPOLOGÍA?: PASADO, PRESENTE Y CIENCIA FICCIÓN
Los estudios sobre ‘los otros’, que en muchos casos somos ‘nosotros’, desde la
particular visión de la antropología han pasado de la contemplación monográfica de
un pueblo y/o grupo al completo al tratamiento de temas-problema específicos,
dibujando un nuevo paisaje antropológico parcelado por la ecología, la economía, el
parentesco, la religión, la política o las diversas formas de organización social,
abandonando al “hombre primitivo” y abrazando primero al campesino, después al
“hombre tercermundista”, más tarde al urbano, para acabar con distinciones
disciplinares de todo tipo, por campos, subcampos y elementos concretos de los
mismos, más o menos restringidos. En la práctica el objeto de estudio sigue siendo
el mismo, la cultura y los sistemas de relaciones sociales, pero a la vista del
estudiante, del aprendiz de antropólogo, se le ofrece una compartimentación de la
disciplina y su objeto tal vez demasiado estricta y, casi por definición, excluyente.
Lejos de ello, la capacidad holística de la antropología le lleva a penetrar en todas
las formas posibles del saber, del trabajo y las ideas, desde la cocina y la
alimentación hasta la medicina y el turismo, sin apartarse del tronco disciplinar,
observando, por lo general, una serie de líneas y ordenamientos metodológicos
básicos de la profesión.
De esta forma, según las inclinaciones personales y académicas, el
antropólogo describe de forma compleja y sistemática, descubriendo causas, motivos
y cosmovisiones de la gente estudiada en su entorno, pudiendo aplicar los modelos
extraídos por análisis y comparación para establecer un ámbito predictivo en
condiciones reales. Es decir, a través de la teoría y diferentes estrategias de
investigación -constituídas éstas por los presupuestos teóricos, hipótesis de partida
y opciones metodológicas- el antropólogo ofrece, presta o vende sus conocimientos,
poniéndolos al servicio de la teoría, la disciplina y su época.
Pero, concretemos. En los párrafos anteriores estamos planteando una serie
de problemas recurrentes a la disciplina (su objeto, la continua división disciplinar
-atomización-, la aplicabilidad y la fuerza de los intereses no teóricos) que vuelven
a repetirse, con idéntica intensidad, cuando nos referimos a los estudios
antropológicos del turismo. Así, los ‘otros’, el objeto tradicional de la antropología,
se complejiza y, en parte, retoma la vieja idea de lo exótico en su aplicación al
turismo. Según costumbres disciplinares, parcelamos y dividimos los distintos
grupos implicados en la actividad turística para obtener un ‘otro’ acotado, limitado
a nuestro campo de estudio, que puede recibir el nombre de ‘turista’, ‘anfitrión’,
‘indígena’ o ‘huésped’, pero en último término no ha variado tanto respecto al
“hombre primitivo” que estudiaron los antropólogos de ayer. Este nuevo ‘otro’ nos
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es, evidentemente, más cercano y, sin embargo, no por ello se hace obvio. Pertenecer
a la propia cultura -si fuera el caso- y tratar de sistematizarla, globalmente o
siguiendo parcelas metodológicas, nos hace contemplarla desde fuera, como si en un
extraño experimento mirásemos hacia dentro, por la ventana de nuestra casa-
cultura, y nos viéramos a nosotros mismos frente al televisor que impersonalmente
nos habla.
Buscamos con nuestra mirada expectante, de nuevo, las respuestas a todas
aquellas cuestiones que nos lo hacen extraño y, tratando de aplicar nuestras
características técnicas de investigación, descubrimos que el sistema sigue teniendo
partes invisibles, que en esas áreas moran, se organizan y trabajan gentes diversas
con organizaciones y adaptaciones que varían en forma, grado y contenido. Y, así,
llevados por la necesidad y curiosidad que nos es propia, damos un paso más en el
acercamiento progresivo del ‘otro’, ahora convertido en turistas, población local o
servidores foráneos de los visitantes. Estos constituyen, en nuestro caso particular,
el reflejo material del objeto, pero se ha de tener en cuenta que junto a ellos
deambulan fantasmas -los de todos aquellos que todavía no se han convertido ni en
turistas ni en servidores del turismo- que son tan importantes para el conocimiento
de la actividad como los propios implicados. Evidentemente, por ello, los estudios
antropológicos del turismo no pueden, o al menos no deben, considerarse de manera
aislada, separada del resto de la disciplina, sus conquistas y batallas perdidas, o,
lo que es lo mismo, necesariamente dependen de los múltiples análisis realizados
sobre áreas concretas, sobre problemas concretos, sobre culturas concretas y sobre
los desarrollos teórico-metodológicos de la misma.
Sin embargo, debemos realizarnos una segunda serie de preguntas. ¿Dónde
encajamos los estudios del turismo? ¿podemos realizar una nueva subdivisión y
referirnos propiamente a lo que hacemos por ‘Antropología del Turismo’? Tales
cuestiones no son, ni mucho menos, vanales para la comprensión teórica de la
actividad, ni para la continua construcción -reconstrucción- de la antropología. Los
campos tradicionales de la antropología social y cultural (económica, ecológica,
política, organización social, simbólica y cognitiva) cubren el amplio espectro de la
vida cotidiana y no cotidiana de la mayoría de las sociedades, pero la disciplina, con
el paso de estudios globales de culturas específicas al tratamiento de temas-
problema en esas mismas y otras culturas, comienza un proceso en el que emergen
de sus entrañas una amplia gama de especialidades, casi tantas como temas-
problema planteados (alimentación, mujer y género, trabajo, pesca, educación, paz,
guerra, indígenas, textos, etc.). No es mi tarea aquí, ni la deseo, justificar o
invalidar la conveniencia de tales distinciones subdisciplinares pero no se puede
evitar, por incómodo, hacerlo con el tema que nos ocupa.
Adoptemos por un momento el punto de vista de un pintor. Nuestros pinceles
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y colores son la teoría, metodología y técnicas de investigación; el motivo, una
parcela de cualquier cultura. En la concepción de nuestro cuadro, por esta vez
permítasenos que realista, configuramos idealmente un modelo, unas formas que
toman cuerpo en el boceto y que irán variando según nuestro ingenio, hasta ser
materializadas por el arte en una imagen. Pero el trabajo final, por mucho que lo
adornemos con un buen marco, seguirá siendo una representación estática de la
idea original que, en el mejor de los casos, mostrará fielmente un corte, un
fotograma de realidad. Si nosotros nos acercamos a la disciplina desde esta especial
mirada, siendo dotados con el don de plasmar en la imagen los efectos de la
diacronía, tendríamos con el tiempo una extensa galería por temas específicos, pero
ningún cuadro que nos revelara la organización, que nos mostrara la cultura.
No estamos, con esto, apostando por una vuelta a los estudios culturales
monográficos. Los humanos tenemos la extraña costumbre de variar nuestras
formas de vida, de mutar las organizaciones, y los antropólogos (aunque no lo
parezca, también humanos) de tratar de reconocerlas. Aunque se practiquen estilos
distintos, la disciplina debe adaptarse a las nuevas situaciones, debe pintar tantos
cuadros como sea posible, pero cada pincelada en un nuevo trabajo debe ser dada,
al menos, con la intención de modificar o ratificar la imagen global. Pocos son los
análisis antropológicos que no se ven obligados a levantar las barreras y violar las
circunscripciones nominales auto-impuestas por sus autores. El turismo,
caracterizado por provocar los mayores desplazamientos poblacionales de la historia
(500 millones en el año 1993 según la UNESCO), afecta a todos y cada uno de los
componentes de aquellas culturas y sociedades que se ven tocadas por su
organización, gestión, desarrollo o simple deseo de los mismos, y los estudios
antropológicos del turismo no están libres de tales hechos. El marco trata siempre
de contener la pintura y el lienzo.
¿Cómo estudiamos, por ejemplo, los efectos de la actividad turística sobre la
cultura material sin tener en cuenta los factores simbólicos y económicos asociados
a la misma? ¿Cómo lo hacemos con la imagen real de un destino, sin valorar la
percepción de si mismos, el reconocimiento como grupo y la organización que
puedan tener los locales? ¿Cómo nos acercamos a la experiencia de los encuentros
entre turistas y anfitriones, dejando al margen la construcción de estereotipos y sus
caracterizaciones socioeconómicas? Al menos yo no dispongo de argumentos que me
lleven a responder coherentemente a tales cuestiones. Considero que el turismo
representa un terreno que cruza transversalmente los campos disciplinares y, por
tanto, referirnos a sus estudios como ‘Antropología del Turismo’ debe entenderse
exclusivamente como abreviatura y sinónimo de ‘estudios antropológicos del
turismo’. La modesta obra de arte que podemos pintar los que trabajamos este
tema-problema -en todos sus matices- debe recordar que, pese a los diferentes
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estilos y posibles innovaciones metodológicas, los pinceles con que se construye
están hechos con pelo teórico proveniente de la melena antropológica y que el
objetivo último, sin mermar la posibilidad de aplicación, es la contribución al cuadro
general de la cultura o las culturas.
La antropología dispone, pues, de la capacidad para abordar cualquier nueva
situación creada por el genero humano pero, como es lógico, su objeto es compartido
por otras disciplinas. El turismo, la actividad turística y sus actores, no constituye
una excepción y su comprensión se realiza con el esfuerzo conjunto de antropólogos,
sociólogos, geógrafos, economistas, psicólogos y otros, careciendo, sobre todo en sus
comienzos, de los corsés impuestos por las barreras disciplinares. La dependencia
de problemas comunes y la necesidad de su estudio en unas condiciones de rechazo,
desprecio o permisiva tolerancia académica, impulsó como consecuencia inmediata
al empleo de conceptos y técnicas de investigación que, normalmente sin caer en el
eclecticismo metodológico, apuntaron hacia criterios de multidisciplinariedad1,
dando forma a una extensa bibliografía (mayoritariamente sobre estudio de casos)
que no puede delimitarse claramente por una u otra disciplina. En otras palabras,
a falta de herramientas para solucionar problemas concretos y de grupos con los que
discutir ideas, los investigadores recurrieron a conocimientos y textos de todo
ámbito (desde las ciencias sociales en su conjunto a las naturales).
Aún hoy, las distinciones se hacen arduas y es fácil encontrar trabajos
antropológicos que combinan sin sutilezas estrategias de investigación, técnicas y
bibliografías estrictamente no disciplinares. Sin embargo, cuando un problema es
tratado durante largo tiempo, las fronteras comienzan a marcarse, se inaugura la
tarea de distinguirse del otro y, con ella, el proceso que conduce a un aislamiento
cubierto por el velo de la ‘especialización’. Llegado a este punto se desarrollan
inventarios y clasificaciones de la parcela, se diseñan itinerarios y se empieza a
enseñar en las aulas qué nos diferencia de -nunca que nos asemeja a- otras ciencias
sociales. Actualmente, una vez establecido un marco mínimo de referencia -aunque
sea por comparación a estudios realizados en otras áreas geográficas- y visto el
turismo como una línea prioritaria para el desarrollo de amplias regiones (lo cual
puede implicar nuevas vías de investigación y subvención), asistimos atónitos al
esfuerzo de muchos por delimitar el territorio, por justificar el estudio del turismo
desde una óptica disciplinar exclusiva, haciendo gala de la multidisciplinariedad no
como algo que une sino, más bien, que crea distancias, fosos y puentes levadizos
entre investigadores de todo tipo. Evidentemente no es esta una postura que
comparta, pero el estudioso renacentista, conocedor de las múltiples ciencias,
tampoco es la panacea.
1
Entiendase desde la óptica de muchas disciplinas en un mismo análisis por un único investigador.
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Entiendo que el ánimo debe dirigirse hacia la interdisciplinariedad, tomando
ésta como la cooperación de igual a igual de las disciplinas implicadas en el estudio
del turismo o un problema específico respecto al mismo. Las posibilidades que ofrece
esta manera de trabajar son variadas, pero tal vez destaca la de crear modelos de
difusión de información, desarrollo, gestión y control de la actividad sobre
realidades concretas, contextualizadas en un medio condicionado y determinado por
múltiples factores. La antropología puede aportar, entre otras cosas, la relatividad
de puntos de vista culturales, de las relaciones recíprocas inherentes a cada grupo
y de las diferentes estrategias de decisión de los actores, además de hacer posible
reparar en el carácter no racional de buena parte de los comportamientos en, y de,
las sociedades, grupos e instituciones implicadas. Tales aportaciones parten de
nuestra primigenia y compleja técnica -que ya no distintiva- que es el trabajo de
campo, en tanto que, como señaló Peacock2, se lleva a cabo en un contexto de
necesidades y relaciones humanas, y llegan, de la mano de los estudios sobre el
cambio cultural y la aculturación, a la tarea predictiva, implícita en muchos
análisis.
Gran parte de los escritos sobre turismo que pueden identificarse como
antropológicos, realizados o no por antropólogos, versan sobre el cambio
sociocultural que acontece tanto en los asentamientos elegidos como destinos
turísticos, como en aquellas áreas que dependen de los primeros. Este interés no es
casual. Los antropólogos comenzaron su andadura, a principios de este siglo,
tratando de recomponer las culturas estudiadas antes de su contacto con el hombre
occidental, más o menos como algunos tratan de hacerlo actualmente para el
análisis de los impactos del turismo; sin embargo, poco después, sobre todo a partir
de la Segunda Guerra Mundial, el cambio cultural se convierte en uno de sus temas
centrales. En términos generales, los antropólogos comprobaron que este tipo de
cambios, que residen en la variación de las ideas, valores y creencias del individuo,
acontecen bien cuando se sufren adaptaciones concretas al medio ambiente, bien
cuando se agregan nuevos elementos o se perfeccionan los antiguos por medio de
invenciones (innovación cultural), se toman en préstamo elementos de culturas
diferentes (generalmente vecinas) o se dan fallos de transmisión cultural de una
generación a la siguiente. Por sí misma, ninguna de tales causas ha de motivar
perjuicios a la población, en tanto que las modificaciones o cambios culturales son
inherentes a toda sociedad, pero es frecuente que cuando los cambios se suceden a
ritmos acelerados, como pasa con los impulsados por el desarrollo turístico, se
sufran consecuencias disfuncionales y, en menor medida, desintegradoras.
Un tipo específico de cambio cultural, especialmente atendido por la
2
El enfoq ue de la a ntropolo gía. Barcelona: Herder. 1989:171.
-11-
‘antropología del turismo’, es el denominado como aculturación. Éste, hace
referencia específicamente a los procesos y acontecimientos que provienen del
encuentro de dos o más culturas y, en principio, por definición, todas las culturas
implicadas se verán afectadas. Sin embargo, dependiendo siempre del tipo de
desarrollo turístico, los múltiples análisis demuestran que, en este caso concreto,
la relación que se da entre las culturas que se encuentran es asimétrica; es decir,
la cultura local se muestra en inferioridad frente a las culturas visitantes,
produciéndose, trás la desestructuración inicial, una suerte de fusión gradual a
modo de síntesis de elementos culturales del precontacto, otros asimilados de
aquellas y otros nuevos surgidos como reacción a la cultura dominante. En
cualquier caso, hemos de tener en cuenta que las culturas varían también por
acciones intraculturales, están vivas, y esto las desacraliza, haciendo hincapié no
sólo en sus significaciones pasadas, en su historia, sino también en las acciones e
intereses futuros de sus miembros.
La relación interdisciplinar y este tipo de estudios particulares ofrecidos por
la antropología son especialmente importantes en la relación dialógica establecida
entre las ciencias sociales y los gobiernos, administraciones, organismos y empresas
privadas, esto es, en el componente aplicado de las disciplinas, donde las
investigaciones han de diseñarse y ofrecer resultados con fecha límite, concreción
e inmediatez, empleando los conceptos, métodos y teorías antropológicas con el
propósito concreto de inducir cambios o prevenir efectos perniciosos. Lo cual
representa para nosotros -en el ámbito del turismo- un verdadero reto. Pero este
desafío, ficción realizable, ha comenzado mucho antes de conveniar un trabajo
concreto. Se inició con los intentos de enmarcar el turismo en la conceptualización
antropológica, en perpetuar en él los intereses de la disciplina, en definir sus
historias concretas y, en último término, en tratar de conseguir un mayor impacto
sobre el pensamiento contemporáneo.
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ritual de un árbol, también, concreto. Sigamos en nuestro imaginario retablo y
situémonos ahora en el Machu Pichu contemporáneo, un grupo de norteamericanos
paseando (adornemos nuestra idea con guías, trajes ‘típicos’ y algo de asfixia) por
las ruinas de la civilización perdida o en las gentes de la jet que ven pasar el mundo
desde la estereotipada fiesta de turno en cualquier mansión mediterránea.
¿Qué les iguala? Probablemente realizar un desplazamiento ‘voluntario’ y, al
menos aparentemente, no obligatorio. ¿Qué les diferencia? Entre otras cosas, el que
los segundos son turistas y los primeros no. El turismo es una manifestación de su
tiempo, de una realidad socio-económica e histórica en general, y acercarse a su
cronología exige identificar sus orígenes, pero no por la vinculación inmediata y
directa al desplazamiento, ni siquiera, al viaje para el disfrute del tiempo de ocio.
Si lo que pretendemos es tratar de conocer las condiciones que hicieron posible el
turismo tal y como actualmente se practica, no es necesario recurrir a lejanos
momentos del pasado. Más bien, podríamos quedarnos en las estructuras urbanas
de la Europa industrializada del noroeste y la costa oriental estadounidense, y en
un tiempo más cercano, la segunda mitad del siglo XIX.
Las fechas e identificación de los primeros servicios relacionados con el
turismo poseen un valor histórico muy variable. Es por ello que en principio, teórica
y metodológicamente, hay que delimitar el turismo a aquellos desplazamientos que
impliquen una mentalidad colectiva y de consumo. En este sentido, tienen
significado muy distinto el escritor que viaja por placer, describiendo el entorno, de
los miles de ingleses anónimos en su viaje por los Alpes Suizos o la Riviera francesa,
y los millones de ‘ociosos’ que ocupan las infraestructuras actuales del Gran
Mediterráneo. Es por tal variabilidad que consideramos que se debería adoptar,
convencionalmente, para su tratamiento un planteamiento centrado en un doble
aspecto:
(1º) El turismo se inserta dentro de las necesidades de expansión económica,
social, cultural, política y psicológica de las sociedades occidentales u
occidentalizadas, pues sólo éstas vienen siendo sociedades de concentración y de
formación de los excedentes necesarios, potenciando el desarrollo de las
comunicaciones y los desplazamientos humanos colectivos, no forzados, como
válvula de escape a su propio estrés.
(2º) En lo que al turismo se refiere, y como forma posible de ocupación de los
ocios, hay que reservar para él aquellos desplazamientos colectivos que son
realizados ‘libremente’, por placer, recreación o simple deseo de estancia.
El turismo, tal y como hoy lo entendemos tiene su origen en la curiosidad, el
esnobismo, la enfermedad y la búsqueda de climas diferentes (no siempre más
benignos), pero logra establecerse cuando algunas personas emprendedoras
comienzan a cobrar por prestar un servicio que no sólo facilita el desplazamiento
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sino que, además, lo decora con actividades concretas. Tales son los casos, bien
conocidos, de Thomas Cook o William Cody (Bufalo Bill). Cook, fundador de la
primera agencia de viajes organizada, la Thomas Cook and Son, y, como empresa,
creadora de los cheques de viaje (travellers cheque) en 1874, inicia la actividad
turística organizada, promoviendo y dando publicidad a excursiones en tren por
Inglaterra (1841) para posteriormente, coincidiendo con la Exposición Mundial de
París (1855), saltar al continente. Búfalo Bill, con una reputación ya consolidada
como explorador, guía y cazador, trabaja para la Union Pacific Railroad (1867-68),
animando a la caza de búfalos como valor añadido al viaje en tren. Posteriormente,
1883, organiza la primera exhibición sobre el Salvaje Oeste, donde se escenificaba
toda la mitología del la conquista, decorada con búfalos, caballos, indios y vaqueros.
Lo más importante de estos dos emprendedores personajes, dentro del
espíritu del liberalismo capitalista y con el desarrollo de la emigración, es el paso
de la idea de desplazamiento y la del romanticismo de la historia contemporánea,
a una concepción comercial y mercantil de las mismas, creando empresas cuyo fin
ya no radica exclusivamente en el transporte sino también en la ocupación
publicitada del tiempo de ocio.
De otra parte, íntimamente relacionado con el desencadenar del turismo, hay
que subrayar el papel desempeñado por escritores y publicistas que hicieron posible
la formación de una ‘mentalidad colectiva’ que motivó desplazamientos para
reconocer lo ‘extraño’, lo ‘desconocido’, la diversidad de las realidades humanas
auténticas, pintorescas y excéntricas a los ojos de aquellos centros emisores. Las
Memorias de un turista de Stendhal o los Viajes en mi tierra de Almeida Garret
corresponden no sólo a la identificación de los nacionalismos románticos sino
también a los desencadenantes de la ‘peregrinación’, dando origen al gusto y a la sed
de conocer lugares distantes del entorno propio, buscando lo auténtico y
posibilitando el conocimiento del folk dentro de auténticas folkways. Pero,
históricamente, este soñar una realidad diferente de la nuestra dio origen a la
optimización de actitudes prácticas. Así, para poder viajar más fácilmente y con un
máximo de beneficio, se publican itinerarios y guías de viajes. Es decir, el ensueño
da origen al indicador, y las posibilidades de desarrollo colectivo de los
desplazamientos acompañan a las transformaciones de la estructura de las
sociedades europeas del nordeste en sus relaciones con el Gran Mediterráneo.
Así pues, el desarrollo acelerado del turismo sólo comienza a partir de los
años setenta del siglo pasado en toda Europa y, para ello, fue necesario que se
constituyera en Europa una clientela capaz de disponer de ahorro y excedentes para
dedicarse al ocio. El enriquecimiento de las burguesías alemanas, inglesa y francesa
es un hecho común al proceso de industrialización de estas sociedades, uniéndose
estos burgueses-negociantes a la aristocracia que ya visitaba el mundo. Este deseo
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de viaje estaba socialmente reforzado en Inglaterra por las condiciones climáticas
de su insularidad y en Francia o Alemania, por las crisis sociales resultantes de las
guerras de 1870. Es evidente que en este periodo los desplazamientos colectivos son
facilitados por el desarrollo de las grandes compañías de transporte que buscan
clientes por todos los medios. Sin embargo, hay que tener presente que estamos
hablando de una clientela de ingresos elevados y que dispone de tiempo para el ocio.
De otra parte, si en su tiempo el siervo de la gleba tiene en la romería la
única posibilidad de viaje, a fines del siglo XIX las posibilidades de ocio de la clase
trabajadora sólo existen dominicalmente bajo la forma de excursión pedestre o en
bicicleta (costumbre que dará lugar a los primeros Touring Clubs en Francia). Tal
situación no cambiará hasta los años treinta, en que las luchas sindicales
conquistan las vacaciones pagadas. Pero, mientras tanto, la realización práctica de
los viajes será potenciada por el desarrollo del automóvil y de la moto, que se añade
a la intervención publicitario-propagandística de una prensa selecta y especializada,
que ofertan aún viajes no asequibles al cliente-trabajador. Se crean así las
organizaciones de grupos de posibles clientes trabajadores para facilitar los viajes
de sus socios, enmarcadas en la dinámica de la ‘conquista del ocio’, considerado
como un elemento reificador de la personalidad (en el sentido de la recuperación
física, mental o cultural), dando un carácter político e ideológico a esta fase de la
historia del turismo.
Es a partir de aquí que, con el aumento creciente de un turismo de masas, el
público pasa a ser más sensible a la calidad de los viajes y a las facilidades
económicas propuestas, abandonando las superestructuras ideológicas. Aún hoy, el
turismo como actividad ociosa, es considerado un lujo. Y si bien ya no podemos
referirnos al turista, al menos exclusivamente, como aquellos aventureros y jóvenes
educados del siglo XVIII, hasta hace relativamente poco tiempo la participación en
esta actividad estaba restringida a un grupo de individuos selecta que podían
invertir tiempo y dinero en afrontar un viaje con grandes dificultades de
desplazamiento y hospedaje. Con la pérdida de ese turismo privilegiado caen
también los míticos objetivos del aumento de la erudición, los deseos de prestigio y
la búsqueda de la fortuna, surgiendo los atributos que paralelamente estaban
asociados a él, la diversión y el placer por el ocio mismo que se extienden a capas
sociales más extensas.
Aún entonces, si bien se diversifica el origen de los viajeros y se suman
nuevas clases sociales (Vera Galván, 1984:328), este tipo de viajes estaba reservado
a las gentes adineradas y los lugares elegidos eran preferiblemente de interior,
estaciones de invierno y balnearios, lugares tranquilos, muchas veces recomendados
como medida terapéutica, donde seguir manteniendo el mismo tipo de relaciones de
clase, donde nada, salvo el sosiego del campo, variaba. No se vislumbraba todavía
-15-
el cambio más allá de lo cuantitativo que supondría la conquista de las ‘vacaciones’
por las clases populares de los países donde predominó la economía de mercado. Los
viajes siguen siendo un elemento de la vida social, económica o psicológica de la
sociedad generadora en que se inscriben (Defert, 1960:21), pero entran en juego
nuevos elementos artificiales que convierten al turismo como un objetivo en sí
mismo, como un negocio englobado en una historia general del desarrollo económico
europeo, en el que el ocio revierte en explotación casi ‘industrial’ y toma una
importancia económica y sociocultural considerable para la economía de los países,
tanto emisores como receptores.
Con el advenimiento del turismo de masas, unos cinco años después de la
Segunda Guerra Mundial y como uno de los resultados de la explosión económica
de Europa y Estados Unidos (Fernández Fuster, 1985:14), prácticamente todas las
clases sociales tienden a practicar el turismo. Este es considerado como un bien más
de los que se pueden alcanzar, convirtiéndose en un hecho significativo en la vida
de la gente contemporánea (Nash, 1987:2; Mathieson y Wall, 1986:1),
principalmente de aquellos que desarrollan sus actividades en concentraciones
urbanas de países industrializados. Tal tendencia pronto es absorbida por el sistema
capitalista y entra en su fase de ‘industria de servicios’, siendo controlada por
agencias o tour operadores que dirigen y manipulan la oferta y demanda turísticas.
Según Jurdao Arrones (1983:23), este sustancial cambio de lo que él denomina
“turismo preindustrial” al “industrial”, ha sido posible gracias a la conjunción de
una serie de factores, algunos de los cuales ya hemos indicado:
(a) Crecimiento económico de los países capitalistas.
(b) Modernización y facilidad de acceso a los medios de transporte de viajeros,
principalmente el coche y el avión.
(c) Proceso mundial de concentración urbana.
(d) Liberalización del movimiento de personas entre los países capitalistas.
(e) Vacaciones pagadas a la clase trabajadora.
(f) Relativa estabilidad político-social en los países emisores y, en la mayoría de los
casos, en los receptores.
Por otra parte, algunos autores, como MacCannell (1976), Fernández Fuster
(1985) o Jafari (1987), buscan las causas fundamentales del turismo de estas masas
urbanas, en el deseo de ruptura de la rutina diaria y la libertad de escoger una vida
distinta -aunque temporalmente limitada. Las vacaciones, punto de referencia
fundamental en el estudio del desarrollo turístico, y la esperanza de disfrutarlas
plenamente “contribuyen a la integración social del moderno sistema laboral y de
la sociedad organizada en torno a él, proporcionando una válvula de seguridad para
satisfacer las pulsiones potencialmente perturbadoras” (Duysens, 1987:9).
Abundando en ello, Jafari (1987:15-6) anota “el sistema, a la vez que se sirve o se
-16-
ocupa de su gente (los trabajadores), ha pasado por encima de todos ellos -ellos
trabajan para el sistema. A medida que actúa, va absorbiendo física y mentalmente
a sus trabajadores. Pero éstos cuando estén agotados no rinden con efectividad. Por
eso el sistema tiene que añadir subsistemas recreativos (satélites) a modo de
tratamiento de las ‘extenuaciones’ o los ‘vacíos’ que se acumulan a lo largo de la
corriente principal ordinaria (...). Cuando concluye este procesado, estos
trabajadores (...) están preparados para volver a desempeñar sus cometidos dentro
del sistema principal”.
Pero como veremos, si bien podemos delimitar las circunstancias para el
desarrollo del turismo, sus características, sus consecuencias, etc., los problemas
acerca de su definición y las escasez de estudios sistemáticos sobre el turista,
imposibilitan o convierten en especulación la delimitación estricta de las causas del
turismo. Mario Gaviria (1978:53), obviando las causas, prefiere referirse a las
condiciones que esta actividad requiere para su desarrollo, esto es, una tecnología
medianamente simple (Rodríguez Martín, 1985:242), que conlleva:
(a) Disponer de elementos técnicos para la construcción rápida de infraestructura
urbana y turística.
(b) Disponer de mano de obra abundante, infraempleada, barata, dispuesta a servir
pero lo suficientemente educada o educable para seguir las pautas de
conducta del turista.
(c) Disponer de un exotismo diferencial suficiente, pero sin rayar en lo extraño o no
familiar, esto es, el turista espera encontrar lo mismo que en su país pero con
una apariencia diferente.
(d) Disponer de un urbanismo en el que el turista pueda desenvolverse sin agobio
o, al menos, suelo suficiente para su edificación.
Reuniendo tales condiciones, el desarrollo del turismo en cualquier área sólo
depende de los promotores y algo de colaboración nativa. Pero a muchos les ha
llegado sin ser esperado, sin preparación ni ‘protección’ contra esa invasión muchas
veces deseada por algunos. De esta forma, el turismo, que en principio fue visto
como una ‘fuente renovable de recurso industrial’, con visitantes que eran
retratados como admiradores -no consumidores- de los paisajes, costumbres y
monumentos de las áreas de destino, pasa a ser considerado (sin abandonar la idea
anterior) como un competidor sobre los mismos recursos y capital de otras áreas de
destino y se convertía, como factor casi indispensable de su proceso de producción,
en consumidor de suelo. Es decir, de pronto se comienza a caer en la cuenta que,
como cualquier otra actividad económica de carácter extensivo, la actividad turística
requiere de una importante labor sobre el planeamiento y la gestión.
Este paso, que reconocía implícitamente que el turismo de masas es algo más
que el simple incremento de visitantes y que significa el incremento espectacular
-17-
del volumen de servicios y negocios de un mercado altamente capitalizado y un
compromiso administrativo de gran alcance, fue indudablemente de un valor
incalculable para la propia actividad, pero dejó en el olvido a la sombra creciente
que cubría tanto a los sectores económicos tradicionales como al entorno natural y
sociocultural. Consecuentemente a este nuevo desarrollo, se puso un especial énfasis
en el crecimiento y la promoción de los destinos, dejando al margen los aspectos que
atañen a su control. Esta situación, que mantiene sus secuelas hasta la actualidad,
es la que ha hecho que el turismo “sea mejor conocido en sus aspectos estadísticos
y económicos que sociológicos” (Prod'home, 1985:21) y, mucho menos,
antropológicos. Así, como resultado del desarrollo administrativo y académico del
turismo, las investigaciones sobre la economía de la actividad han ido más allá de
la documentación y descripción de los beneficios económicos, llegando a la medida
de impactos económicos secundarios, al perfeccionamiento de las técnicas de análisis
de los datos de viaje o a la iniciación de investigaciones sobre los costos económicos
del turismo (Mathieson y Wall, 1986:37).
Desde las ciencias sociales, los estudios sistemáticos del turismo (Cohen,
1984:373-4) se originan en el continente europeo, que fue la primera región que
experimentó el impacto del turismo de masas, siendo H.J. Knebel en 19603 el que
publicó el primer trabajo largo desde la sociología. Pero el estudio del turismo con
intereses antropológicos y sociológicos, tomado por algo más que lo meramente
exótico, llega en la década de los 70 con la tipología de Cohen (1972) y la primera
síntesis teórica de MacCannell (1973). Desde la mitad de los 70 el campo de estudio
experimenta un rápido crecimiento que se representa con un importante incremento
de las publicaciones y revistas. Son textos a destacar en esos primeros momentos
los de Young (1973), Turner y Ash (1975), MacCannell (1976), Noronha (1977),
Smith (1977) y de Kadt (1979), algunos de los cuales han sido traducidos como: V.
Smith (ed.) “Anfitriones e invitados” (1977, 1989), E. de Kadt “Turismo: ¿Pasaporte
al desarrollo?” (1979) y L. Turner y J. Ash “La horda dorada” (1979), a cargo de la
editorial Endymion entre los años 1990 y 1993.
De la parte de estudios que corresponden, siempre con matices, al campo de
la antropología4, los esfuerzos de los investigadores pueden ser sintetizados, como
apunta Duysens (1987:2) en dos líneas que comportan, por un lado, el intento de
3
El primer artículo científico social sobre el sujeto del turismo fue escrito en 1899 por L. Bodio, bajo el
título "Sul movimento dei foresteri in Italia e sul dinero chi vi spendono" (G. Econ. 15 :54-61). Y el primer
escrito específicamente sociológico sobre el turismo lo fue en alemán por L. von Wiese e n 1930 , que lo
tituló "Fremdenverkehr als zwischenmenschliche Beziehung" (Arch. Fremdenverkehr 1(1)) (Tomado de
Cohen, 1984:373).
4
“Afortunad amente para el crecimiento de los estudios de turismo, los científicos socia les con interés en este
campo han desarr ollado sus inv estigaciones sin tener muy en cuenta las fron teras entre las distintas
materias” (Nash, 1987:2), si bien cada una de las ciencias sociales tiene su punto de vista.
-18-
esbozar las dimensiones económicas, sociales y culturales de la sociedad en estudio,
dibujando una imagen pretendidamente holista de la sociedad antes de la
transición; y, por otro, relacionar la dinámica de la sociedad anfitriona con una
tipología concreta del turismo que se desarrolla en ese contexto.Son este tipo de
trabajos los que mayoritariamente analizan tipos específicos de impacto en
exclusión de otros, partiendo de que el turismo puede desarrollarse de diferentes
maneras y que procesos similares pueden dar lugar a muy diferentes impactos
cuando los contextos son diferentes (Pearce, 1986:43). De esta forma, mientras que
en el estudio de sectores como la agricultura o la industria, se puede llegar al
establecimiento de modelos generales de desarrollo, para el turismo no podemos
referirnos a un solo tipo de modelo (Pearce, 1986:2), problema que sólo puede ser
superado por el establecimiento de un marco de coincidencia en torno a una serie
de características que lo identifican y ayudan a su definición conceptual, por otra
parte, como veremos, confusa.
Tales características (Mathieson y Wall, 1986:38-9; Pearce, 1986:51) se
establecen en:
(a) El turismo es una industria invisible de exportación altamente inestable,
estacional y, como producto, no almacenable.
(b) El turismo es un producto fragmentado, integrado con y directamente afectado
por otros sectores de la economía.
(c) El turismo implica casi directamente vacaciones o tiempo de ocio, este hecho crea
grandes diferencias entre el sujeto de la actividad y el 'anfitrión', estando
además marcadas sus relaciones por su carácter transitorio y desigual.
(d) La naturaleza estacional del turismo tiende a ser más desorganizadora que la
mayoría de las actividades constantes durante todo el año, creando
fluctuaciones en el empleo y exacerbando las tensiones que existan entre los
grupos anfitrión-anfitrión, anfitrión-huésped.
(e) Las motivaciones del turista son altamente complejas, muchas veces
incompatibles, y varían enormemente según el tipo de turismo.
(f) El turismo tiene unos beneficios y unos costos elásticos, pero siempre las señales
externas de su desarrollo serán más manifiestas que en los debidos a otras
fuentes de ingresos y gastos.
Estos puntos, además de los puramente administrativos y de gestión, han
sido tratados ampliamente y desde una visión interdisciplinar en tres importantes
revistas: Annals of Tourism Research, Perspectivas y Estudios en Turismo y Tourist
Management. Entre ellas, no podemos menos que alabar el trabajo realizado por los
editores de la revista Perspectivas y Estudios en Turismo que, siguiendo la línea de
la revista interdisciplinar pionera Annals of Tourism Research pero centrada sobre
todo en América del Sur y Centro América, ha servido de punto de encuentro a
-19-
investigadores de habla hispana. En ella, además de los artículos de base, presenta
varias secciones fijas: ‘Documentos especiales’ que incluye trabajos de investigación
y ensayos que se consideren de especial interés, ‘Crónica de eventos’ donde se
ofrecerá una síntesis de lo ocurrido en reuniones de carácter nacional e
internacional, ‘Reseñas de publicaciones especializadas’, una ‘guía de publicaciones’,
y una ‘agenda turística’ sobre los próximos congresos y reuniones de estudiosos del
turismo.
-20-
CAPÍTULO II. ACERCAMIENTOS, TIPOLOGÍAS Y DEFINICIONES
-21-
la contribución positiva a la balanza de pagos de los países receptores en todo el
mundo lo justifica plenamente.
La aproximación pesimista del turismo (dominante en la década de los 70),
parte de la premisa de que el turismo lleva aparejado un modelo cerrado que lo
equipara a las formas históricas de colonialismo y dependencia económica,
perpetuando las desigualdades existentes. El turismo de este modo parece exacerbar
la división existente en las comunidades (Greenwood, 1977:129), puesto que,
paralelamente, se suman a tales desigualdades las producidas por las estrategias
de desarrollo de las distintas unidades productivas propias del lugar escogido como
destino. Desde el punto de vista pesimista de los estudios del turismo se entiende
que, acompañando a los extendidos beneficios económicos, hay una gran variedad
de costos físicos y sociales no cuantificados (Mathieson y Wall, 1986:42) que pueden
ser de suficiente magnitud para aportar argumentos contra esa expansión, es decir,
que el turismo “no es la panacea de desarrollo que unos pocos planificadores
apresurados proclamaron” (Greenwood, 1977:129).
Jafar Jafari (1994:13 y ss) identifica, además, dos nuevos grupos que surgen
ya en la década de los 80. El primero de ellos, la plataforma de adaptación, se nutre
de las perspectivas anteriormente expuestas, buscando alternativas de desarrollo
turístico basadas en las necesidades y entornos de los anfitriones. Éstos, con
resultados más o menos afortunados, se han mostrado como una respuesta parcial
a los aspectos consecuenciales del desarrollo turístico y, prácticamente nula en lo
que se refiere a crear un medio teórico. Por último, y en segundo lugar, la
plataforma basada en el conocimiento, ha conformado el estudio del turismo como
una multidisciplina deudora de todas las ciencias sociales, aunando gradualmente
perspectivas y posiciones, teorías y técnicas de investigación.
Más o menos claramente diferenciadas en estas visiones, cronológicas pero
no excluyentes (Smith y Eadington, 1992:10), las investigaciones sobre el turismo
hacen hincapié en cuatro áreas temáticas principales (Cohen, 1984:376): el turista
y las áreas generadoras del turismo, las relaciones entre turistas y locales, la
estructura y funcionamiento del sistema turístico, y las consecuencias o impactos
del turismo. Dependiendo de éstas, los investigadores del turismo han establecido
diferentes criterios, órdenes de prioridad, clasificaciones y conceptualizaciones de
la actividad que constituyen, en gran medida, el punto de partida de los estudios
realizados en los noventa y, deseablemente, deberían guiar, con la crítica prudente
y argumentada, los análisis futuros.
-22-
CONC EPTUA LIZACIÓN OPTIMISTA (años 60)
Clasifica el turism o en tér mino s de sus partes f uncion ales, per o sin arm onizac ión, tom ándo lo
com o ind ustria (fuer te sen tido d e ‘lo ec onóm ico’)
Parte de la premisa de que el turismo lleva consigo un modelo cerrado que lo equipara a las
formas históricas de colonialismo y dependencia, perpetuando las desigualdades existentes
Estudio del turism o como m ultidisciplina social, aunando grad ualmente p erspectivas, teorías y
técnicas de investigación, ayudando a su definición conceptual
CUADRO 1. Resúmen de los acercamientos al estudio del turismo (Lea, 1988;
Jafari, 1994).
-23-
unos pocos compañeros de viaje. Pero ¿cuál de ellos causa menos impactos en el
área? ¿cuál tiene mayor influencia sobre los modos de vida locales? Imaginemos que
estamos realizando un estudio de caso en un pequeño pueblo dependiente
económicamente de una serie de actividades tradicionales y de un centro turístico
localizado. ¿Será el número mayor de visitantes el que condicione de un modo u otro
a los locales? ¿podrá ser la frecuencia de los encuentros entre los anfitriones y los
visitantes de uno u otro tipo?
Puesto que los hechos demuestran que esas personas ociosas que viajan no
tienen, en la mayor parte de los casos, ni procedencia socioeconómica común, ni
culturas homogéneas, ni comportamientos similares, el análisis de aquéllas y otras
cuestiones pasa necesariamente por acordar, convencional y metodológicamente,
una categorización global de los visitantes, de manera que podamos acotar grupos
y establecer patrones de comportamiento diferenciales que pudieran caracterizar
diferentes modos y modelos de actividad turística y, consecuentemente, tipos de
impacto, el grado de influencia, que puedan ocurrir sobre la comunidad local de
destino y su entorno físico. Está claro que la existencia de ese esquema
clasificatorio, por definición comprensivo y global, no es esencial para resolver los
problemas que genera el turismo, pero una base sistemática para la discriminación
entre diferentes formas de turismo (Pearce, 1994:22) podría no sólo proveer de unos
cimientos firmes para explorar los aspectos más controvertidos del turismo, sino que
además podría ayudar a establecer, a largo plazo, un terreno común sobre el que se
unificaran criterios y aproximaciones teóricas al estudio del turismo y su desarrollo.
Sin embargo, una vez planteado el porqué de realizar esta clasificación nos
queda en el aire otra pregunta de difícil respuesta y de poco tratamiento
bibliográfico: ¿por qué razón producen las sociedades distintos tipos de turistas y por
qué se diferencian los distintos estilos de turismo que practican?, es decir, ¿por qúe
un alemán escoge preferentemente las áreas de costa y las islas? ¿por qué el turista
europeo consume de forma muy limitada productos del área de destino? ¿por qué
unos ignoran las montañas y se asombran con un río o un lago? ¿por qué algunos
prefieren los viajes organizados y otros no? ¿por qué unos viajeros son atraídos por
la naturaleza salvaje y otros por las ruinas del pasado? Dean MacCannell (1976)
considera que para encontrar respuesta a esta cuestión hemos de referirnos a la
base misma de la sociedad moderna, en ésta los individuos tienden a llevar una
existencia artificial y a sentir falta de autenticidad en sus vidas. La búsqueda de la
autenticidad es comercializada, perfectamente canalizada por la empresa del ocio,
que la convierte en objeto de consumo a través de los encuentros turísticos que
operan a gran escala y bajo una amplia variedad de formas en diferentes
circunstancias (Greenwood, 1977:129).
El turismo, entonces, se conforma como una respuesta al estres y la
-24-
uniformidad de la vida urbana, significando un cambio en el estilo de vida de los
turistas potenciales, es decir, los trabajadores mayoritariamente urbanos, que se
acomodan temporalmente a un nuevo estándar, con diferentes expectativas,
demandas y necesidades. Así, siguiendo a Graburn (1983), sin tratar de ser
exhaustivos, podemos contar con una serie de factores, emanados de la cultura
dominante en la sociedad o subsociedad de que se trate, de tipo infraestructural
(tales como relaciones sociales, relaciones productivas, estructura política, posición
socioeconómica, etc.) y superestructural (arte, filosofía, religión, etc.), que se
encuentran en continua relación. Sin embargo, son los factores infraestructurales,
los estándar de vida, los que en último término van a enmarcar y, hasta cierto
punto, conducir los diferentes comportamientos de los individuos convertidos en
turistas y a través de los cuales podemos establecer patrones o modelos que los
distingan. Éstos nos sugieren elementos de reflexión acerca de temas como porqué
las expectativas de ocio, vacación y turismo generadas por los integrantes de una
determinada sociedad no coinciden con los de otra (comparese por ejemplo el español
medio con el inglés, o el norteamericano con el sudafricano), o porqué se necesitan
reforzar ciertos estereotipos sobre destinos en algunas sociedades a través de
campañas publicitarias, tarjetas postales, etc. (el Caribe virgen, las islas Seychelles,
el desierto y su historia, o las ciudades monumentales europeas para el turista
aleman), directamente relacionados con la actuación del propio sistema turístico
sobre las sociedades generadoras.
Con todo, debemos partir de dos premisas fundamentales: (1) que con la
modernización (postmodernización) -con la diferenciación social que conlleva- de las
sociedades occidentalizadas se ha dado un incremento de la “diversidad turística”
(Nash, 1994:219), incluyendo en ésta tanto a los productos turísticos, como a los
tipos de turistas y formas de turismo; y (2) que con el desarrollo de estas mismas
sociedades, principales generadoras de turistas, seguirán surgiendo
“espontaneamente” nuevas formas de turismo al margen de las que el propio
macrosector trate de introducir. Ello nos lleva a plantear las tipologías como
categorizaciones marco que, siempre y en todos los casos, según los intereses de la
investigación, deberán ser testeadas, actualizadas y corregidas, por lo que no es
sorprendente que no exista, aunque sea teóricamente deseable, un acuerdo
universal, una tipología única que diferencie entre turistas y turismo.
En 1992, Douglas G. Pearce (1994), revisando el concepto de ‘turismo
alternativo’, llevó a cabo un repaso a las diferentes clasificaciones realizadas. Desde
su punto de vista han sido escasos los escritos que han intentado identificar y
clarificar los diferentes tipos de turismo, refiriéndose la mayoría de los realizados
a los casos de estudio concretos, sin intentos de comparación y generalización y, por
tanto, sin ofrecer la posibilidad de generar un método analítico potente, aplicable
-25-
a cualquier área geográfica. En la mayor parte de los estudios analizados por el
autor, no se justifican suficientemente las variables utilizadas en la clasificación y
rara vez aparece un nuevo tipo, no incluído en las primeras tipologías. En su
artículo, Pearce identifica la variables que han sido consideras más relevantes para
el diseño de la tipología del turismo. Éstas son: contexto, instalaciones (tipo, escala,
calidad, servicio y precio), localización (localizado/extensivo, aislado/agregado),
promotores/propietarios (origen y tipo, actitudes y motivos), proceso de desarrollo
(requisitos, tiempo, planificación, proceso, forma), mercado y promoción (origen de
los turistas, otras características de los turistas, promoción y viaje organizado) e
impactos. Asociadas parcialmente a alguna de tales variables, Pearce relaciona
unas cincuenta tipologías, lo cual refleja la extrema complejidad de la actividad y
las múltiples facetas que toma el turismo, conduciendo a los investigadores a
concentrarse sobre aspectos particulares.
Fundamentalmente, y salvo investigaciones de carácter muy específico, las
tipologías de uso más común para los antropólogos y sociólogos, dado su objeto de
estudio, son las basadas (A) sobre la estructura espacial del desarrollo turístico
(análisis de los usos de los espacios) y (B) sobre el rol desempeñado por el turista
(análisis de actividades, encuentros e impactos).
-26-
cálido. En la primera, éste es llevado a cabo en dos fases, una inicial donde la
estacionalidad es muy marcada (invierno) y en la que a lo largo de la costa van
surgiendo villas de recreo para el solaz de las clases pudientes, y una segunda, más
anárquica, en la que se rompe la estacionalidad y se populariza el área, con la
construcción de una banda costera entre los núcleos ya existentes. El desarrollo de
la Costa Brava adolece de la fase aristocrática, iniciándose por una ocupación
agrícola-pesquera, sobre la que, con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial
(SGM), recae la demanda de un turismo de veraneo. Al preceder la demanda al
equipamiento del área, se produce una suerte de construcción totalmente anárquica
que degrada el entorno y reorganiza espacial y socialmente la región,
constituyéndose como una unidad funcional y permitiendo la continuidad de
algunas labores tradicionales.
Muy diferenciado de los casos anteriores, el litoral del Mar Negro (Rumanía
y Bulgaria) fue planificado y organizado en un plan de los gobiernos socialistas
posteriores a la SGM cuya finalidad era la expansión turística orientada tanto hacia
el extranjero como hacia el turismo social interior. Este desarrollo, consciente y
cuidadosamente calculado, contó además con la propiedad colectiva de la tierra, con
lo que los efectos sobre los núcleos de población local y sus actividades fueron
mínimos.
Con el caso del Rousillon francés ilustra Barbaza su tercera categoría. En
éste, a partir de unos pequeños núcleos locales, con carácter privado se inicia en la
década de los sesenta una operación de desarrollo extensiva que incluyó no sólo la
construcción de nuevos complejos sino también la expansión de los ya existentes,
tratando de unificar y presentar la región como un todo.
(B) Una segunda tipología, centrada en áreas de costa, es la formulada por
Peck y Lepie (1977-1989) basada en un estudio de pequeñas comunidades costeras
de Carolina del Norte (USA). Para ello partieron de tres criterios: (a) el tipo de
desarrollo, según su magnitud y velocidad; (b) los impulsores del desarrollo (las
bases del poder), incluyendo propiedad de la tierra, fuentes de financiación, ingresos
locales y la relación entre tradiciones locales y proyectos de desarrollo; y (c) los
impactos sobre las comunidades anfitrionas, expresados en términos de rentabilidad
e impactos sociales primarios. Con estos realizaron una triple categorización del
desarrollo turístico, ilustrada con sendas comunidades, en crecimiento rápido,
crecimiento lento y desarrollo transitorio.
Esta tipología, aparecida en el texto Host and Guest (Anfitriones e Invitados)
en 1977, es tal vez de las más importantes y de mayor aplicación posible en el
ámbito de la antropología que estudia el turismo, permitiendo, covenientemente
acompañada por los tipos de turista que visitan las áreas (ver tipologías según rol
del turista), realizar generalizaciones en el tratamiento del desarrollo espacial del
-27-
turismo y los efectos sobre las poblaciones locales.
5
Citado por Pearce, D.G. (1986:15-16)
-28-
lugar y las posibilidades técnicas y financieras para su desarrollo. Con éstos, el
autor, si bien reconoce que existen situaciones intermedias, diferencia dos
escenarios contrapuestos en sus características: Chamonix (s.XIX) y Les Belleville.
En el primero de los casos, donde se daba un turismo estacional de verano, se
enfatizan las condiciones y factores locales que han sido modificados después de su
descubrimiento como atractivos turísticos. La población local, muy implicada, se
adapta de buena gana a la actividad turística, funcionando ésta como el germen
para el desarrollo económico y social del área.
Un proceso radicalmente diferente sucedió en Les Belleville (1970), donde el
complejo turístico es concebida por planificadores totalmente externos y ajenos al
área y los atractivos se concentran más en presentar una serie de instalaciones
funcionales que en los parajes naturales (reducidos a características técnicas) o la
identidad sociocultural local. La población local sólo es tenida en cuenta en tanto
que propietarios de la tierra y como fuerza de trabajo
(D) Pearce (1986), tomando algunas ideas expresadas en las tipologías
anteriores, realiza una doble división: el desarrollo integrado y el desarrollo
catalítico. El desarrollo integrado, implica sólo a un promotor o compañía con
exclusión del resto de los actores; la población local, al margen del desarrollo, queda
relegada a fuerza de trabajo ocasional para la construcción y algunos servicios
menores. Este tipo de desarrollo, contando con importantes medios técnicos y
financieros, suele ser rápido, planificado y muy coordinado, teniendo como resultado
complejos turísticos funcionalmente especializados, aislados y dirigidos a turistas
de clase alta.
El desarrollo catalítico, al contrario que el anterior, a partir de un promotor
inicial, las actividades llevadas a cabo van implicando a otras compañías e
individuos tanto locales como foráneos, es decir, la actividad hace de catalizador
para un desarrollo complementario simultáneo. Resultando unos complejos
turísticos injertados en los pueblos o en áreas cercanas a éstos, con lo que la
población local se puede beneficiar de las actividades comerciales de los turistas,
generalmente de estatus socioeconómico más variado que el anterior6.
Estas clasificaciones, como otras, configuradas esencialmente por geógrafos,
si bien permiten al antropólogo su utilización en el análisis de los espacios
interferidos y le capacita, en el momento de la comparación, para distinguir
claramente entre diversos núcleos, no incluye a los actores más usuales del
escenario turístico y, por tanto, quedan al margen variables como encuentros, modo
de organización social y económica, estructura sociocultural del destino, etc., por lo
6
Pearce (198 6:20-22), ilustra su clasificación con los siguientes ejemplos: Modelo integrado: estación de
ski La Grande Plagne y las marinas de Port Grimaud y Marines de Cogolin. Modelo catalítico: estación de
ski de Vars y balneario d e Gréoux-les-Bains.
-29-
que tendrán que ser complementadas con otras que traten de interpretar el rol del
turista. Para ello, algunos investigadores han propuesto tipologías que tratan de
asistir su descripción y análisis, caracterizando los diferentes ‘turismos’ atendiendo
a las características del turista (nivel de instrucción, estilo de vida, ...), las
características del viaje (duración, país, ...), el modo de organización (en grupo o
individual), el tipo de servicio utilizado (modo de transporte), el motivo del viaje
(peregrinación, vacaciones, descanso, ...) (Noronha, 1979) o la relación interactiva
entre anfitrión y huésped en los destinos.
Desde este punto de vista, corroborando la importancia que tuvieron las
primeras clasificaciones realizadas en los años setenta, las tipologías sobre el
turismo pueden ser agrupadas en dos categorías generales (Murphy, 1984:5; Lea,
1988:26):
(a) De tipo interaccional, que enfatizan las relaciones entre los visitantes y las áreas
de destino. Dentro de estas se incluirán las de Cohen (1972:167-8), Wahab
(1975:10) y Smith (1977c:2-3)
(b) De tipo cognitivo-normativo, que analizan las motivaciones previas al viaje, que
serían las de Plog (1972) y Cohen (1979).
-30-
tratando, como en el tipo anterior, de evitar las atracciones turísticas tanto como les
sea posible, buscando el contacto necesario con los residentes para satisfacer sus
necesidades mínimas pero sin llegar a integrarse en la vida local.
Los viajeros institucionalizados, mediatizando el desplazamiento por agencias
al efecto y siguiendo ofertas concretas, son divididos por Cohen entre turismo de
masas individual y turismo de masas organizado. En el primero de ellos, turismo
de masas individual, los destinos son siempre de reconocido prestigio, es decir,
conocidos a nivel popular. La agencia se encargará de todos los preparativos
mayores del viaje, manteniendo el turista un cierto control sobre su itinerario en el
destino y reparto de su tiempo. Sobre este tipo de turismo existe una creciente
comercialización y especialización en la demanda, reflejándose tales hechos a nivel
de impactos económico, físico y sociocultural.
Por otra parte, el turismo de masas organizado está tipificado por el paquete
de viaje en el que los itinerarios son fijos, las paradas están planificadas y guiadas,
y todas las decisiones de cierta importancia se dejan al organizador. Esto garantiza
un alto grado de seguridad a los turistas, que no abandonan en ningún momento el
'entorno burbuja' de lo familiar. Para ellos se crean un nativo, una aldea, un arte,
todo dentro de un supuesto tipismo, es decir, un representación artificial de lo que
se pretende tradicional.
(B) Wahab (1975:10), expone algunas formas diferentes de turismo de
acuerdo con una amplia gama de variables que incluyen: sexo, significado del
transporte, localización geográfica, edad, clase social y precios, etc. a partir de la
cual clasifica el turismo en cinco categorías: turismo recreacional, turismo cultural,
turismo de salud, turismo deportivo y turismo de conferencias (Mathieson y Wall,
1986:18). Caracterizándose cada uno de ellos, no ya por el nivel de organización,
sino por el tipo de actividad preferencial de los turistas en el destino.
(C) Valene Smith (1977c:2-3), incluyendo las dos primeras categorías de
Wahab, turismo recreacional y turismo cultural, conforma una lista de cinco que se
completan con turismo histórico, turismo étnico y turismo medioambiental,
definidas en términos de la clase de movilidad de tiempo libre que prefiera el
turista.
El turismo recreacional se asocia a menudo con las cuatro ‘S’, es decir, sun
(sol), sand (arena), sea (mar) y sex (sexo), impulsados por ‘lo bonito’ que se puede
encontrar en el destino y por el relax de ‘lo natural’, y promocionados por atractivas
imágenes de playas con palmerales, mares en azul turquesa o bellos y torneados
cuerpos al sol. Sus actividades en el destino se centran en la participación en
entretenimientos que van desde la buena comida (‘comida internacional disfrazada’)
a las muestras del tipismo y, por supuesto, el buen clima para disfrutar de la playa
y los parajes de 'interés turístico'. Se trata, generalmente, de un turismo marcado
-31-
por la estacionalidad, con lo que los destinos que le son asignados se adaptan
temporalmente tanto con importación de fuerza de trabajo como con el cambio de
actividades laborales.
El turismo cultural incluye lo pintoresco o el colorido local, un vestigio del
estilo de vida tradicional campesino (tejidos, alfarería, construcciones, etc.) que, tal
vez, pueda coincidir con el pasado de la cultura propia; añadiendo a ello unas
costumbres y un lenguaje diferente. Tratando de ‘informarse’ lo mejor posible sobre
estos ‘otros’, el turista observa y participa en comidas y fiestas rústicas, en el
folklore e, incluso, en deportes populares, donde siempre está presente la cámara
fotográfica. Buenos ejemplos de este tipo de turismo pueden ser encontrados en
España y Suramérica. Al tratarse de zonas que son fácilmente accesibles, pueden
darse serias tensiones entre turistas y locales, que no suelen estar dispuestos a
dejar su intimidad como un atractivo público-turístico (según el punto de vista).
El turismo histórico se caracteriza por una revisión de las glorias del pasado,
representadas en los museos, catedrales, monumentos y ruinas, que ven
generalmente favorecida su conservación gracias al interés despertado por estos
viajes. Ahora bien, el interés por el pasado no incluye a los anfitriones del presente.
Las relaciones de este tipo de turismo con los nativos están a menudo marcadas por
la impersonalidad y la separación física entre clases, primando el intercambio
económico. Para este tipo de turismo abundan las excursiones guiadas (dándose al
guía un trato impersonal y económico) y los espectáculos de luz y sonido al modo de
Uxmal (Yucatán - México), en los que se dramatiza el pasado y caída misteriosa de
la ciudad.
En cuanto al turismo étnico, Smith lo propone como aquel donde se
comercializa con las costumbres curiosas y la gente exótica, llevando al turista a los
hogares y pueblos donde pueden adquirir lo llamativo, a veces de importante valor
en el arte histórico (viajes para ‘conocer’ los Tuareg, los indonesios de Toraya, los
indios panameños de San Blás, etc.), visitar aldeas indígenas, degustar sus
alimentos tradicionales, asistir a ‘espectáculos’ en los que se representan
ceremonias y danzas típicas. Por los elementos que caracterizan a este tipo de
turismo, generalmente está restringido a una élite poco numerosa, con lo que el
impacto es mínimo, al menos en principio.
Por último, el turismo medioambiental en muchas ocasiones está asociado al
turismo étnico y, de igual forma que éste, representa un atractivo para las élites.
En ambos casos, parece que el principal atractivo del viaje es la ‘educación’,
pudiendo incluir bien visitas a fábricas artesanas, procesadoras de productos
vegetales, piscifactorías, etc. que muestren la adaptación de la cultura material de
un pueblo a su medio, bien visitas a zonas lejanas como la Antártida, Alaska,
Patagonia o Japón. Los contactos con la cultura local, en este caso, son muy
-32-
variados y deben ser examinados en cada caso.
En el mismo artículo, que constituye la introducción a Host and Guest, Smith
(1977c:9; revisado en 1989 y traducido en 1992) sugiere una tipología
complementaria, en función del número de turistas que acuda a un destino, sus
espectativas y su grado de adaptación a las normas locales, que comprende a:
(a) Exploradores, que viajan con deseo de descubrir e interactuar con los anfitriones,
aceptando las normas locales. Por autodefinición son y se muestran ajenos
al turismo en sí, y “están emparentados” con los antropólos tanto en su
interés por observar y participar, como por la tecnología que les acompaña
(desde grabadoras y cámaras fotográficas a radioteléfonos y alimentos
deshidratados). En términos numéricos son pocos y, por ello, fácilmente
acomodables en el entorno, tanto espacial como social, sin fuertes
modificaciones.
(b) Elite, viajan a lugares poco usuales, viviendo representaciones nativas muchas
veces pre-organizadas o realizando viajes ‘exóticos’ (y normalmente guiados)
en canoa por los ríos brasileños o en camiones a través del continente
africano, siempre en viajes organizados ‘turísticamente’ a tal fin. También
poco numerosos y, si bien son más exigentes que los ‘exploradores’, son
fácilmente acomodables en viviendas locales, compartiendo la dieta e
‘incomodidades’ propias del lugar
(c) Excéntricos (ajeno a los circuitos), son poco comunes y tratan de alejarse de la
multitud, dando lugar a ciertas emociones y riesgos semi-controlados
(excursiones en solitario, itinerarios en carro por Nepal, visita a la región
Toraya para presenciar un ritual funerario, etc.). Su impacto es
prácticamente nulo debido a que se acomodan fácilmente a las situaciones
locales.
(d) Inusuales, son viajeros ocasionales con preferencia por lugares por explorar,
áreas aisladas y llevar a cabo actividades ricas y ‘emocionantes’ organizadas
en grupo por agencias al efecto (visitas a las reservas naturales de Kenia o
a los nativos Cuna en Panamá). Si bien en los destinos temporales sólo
necesitan de una estructura alojativa simple, dependen de una base donde
se contemplen todos los servicios. Con lo que su impacto hay que verlo
diferenciando entre su itinerario, siempre visitas temporalmente cortas, y la
base, donde los medios necesarios pueden comenzar a afectar a la estructura
socio-económica-física del enclave.
(e) Masa incipiente, de flujo constante, son aquellos viajes individuales o en
pequeños grupos, donde se busca una combinación de comodidad y
autenticidad, mezclándose con residentes de paso y dsifrutando de las
características propias de los destinos (comunmente ciudades como México,
-33-
Nueva York o Madrid, aunque pueden ser también incluidos en esta
categoría los veraniegos visitantes del Ártico). En cualquier caso los destinos
suelen ser ya áreas turísticas consolidadas y, en ocasiones, de gran
popularidad, con la consecuente demanda de bienes y servicios.
(f) Masa, con una afluencia continua de visitantes, significa el gran salto hacia el
desarrollo turístico de aquellos lugares accesibles a la clase media (Hawaii
o Acapulco para los norteamericanos; Canarias, Azores o el Caribe para los
españoles). Con el incremento notable del número de viajeros, el turismo se
convierte en la mayor fuente de ingresos y, con ello, de una parte, se diluyen
los pocos lazos de relación, salvo el meramente comercial, entre anfitriones
e invitados; y, de otra, convierte a los destinos en altamente dependientes de
los ingresos y valores de la clase media de las sociedades generadoras de
turistas. Este tipo de turismo modifica de manera considerablemente más
notable la escena local, pudiendo segmentar a la población (Smith, 1977a:68).
(g) Charter, muestra el triunfo de la homogeneización y la estandarización de
comodidades y servicios turísticos para atender la llegada masiva de los
buscadores del buen clima, en un entorno nuevo pero familiar y
relativamente barato, con todo (hotel, comidas, excursiones y actividades
complementarias) pre-organizado. Con un trato guía-turista que aparenta
personalizar, en muchas ocasiones los turistas van identificados por grupos
con colores o escarapelas, son continuamente contados, los autobuses
numerados y se les recuerda que, por motivos de organización, no se
confundan de transporte, cumplan con los horarios o no se separen de su
grupo y guía.
Smith incorpora, de esta forma, los desarrollos del mercado turístico no
organizado y las implicaciones sociales del altamente estructurado negocio charter,
introducidos durante la década de los sesenta. Ambos, Smith y Cohen, ven en los
‘explorer’ y los viajeros de élite los que menor impacto ejercen sobre las culturas
anfitrionas ya que, debido unas veces al bajo número de ellos y otras a la filosofía
turística que les es característica, estos tipos de turismo ejercen casi un absoluto
control sobre sus decisiones, pudiendo estas adaptarse continuamente a las
circunstancias del entorno real del viaje. El turismo charter, en cambio, con su viaje
organizado y pagado por adelantado, exige seguridad en el cumplimiento de lo
descrito en lo ofertado por las agencias que le venden el ‘viaje enlatado’, ello
necesita tanto una estructura de servicios y comercio como una importante
inversión de capital, todo lo cual repercute directamente sobre la organización
turística y estructura socioeconómica local del área de destino.
-34-
Tipo de turistas Número de turistas Grado de adaptación
Explorador Muy limitado Total
Elite Muy escaso Total
Ajeno a los circuitos Poco frecuente Bueno
Inusual Esporádico Aceptable
Masa Incipiente Flujo constante Busca comodidades occidentales
Masa ( y Charter) Afluencia continua Espera comodidades occidentales
CUADRO 3. Tipos de turista, número y su grado de adaptación a las normas locales
(Smith, 1992:32)
-35-
El área de destino estará así preparada para la recepción de un gran número de
visitantes psicocéntricos (turismo experiencial), constructores y portadores de las
normas sociales de la sociedad generadora, que la convertirán en un destino
popular, dependiente de la inversión extranjera y los empleos creados por ella. Los
nuevos visitantes deben encontrarse como en su casa, con un completo lote de
servicios y atracciones que poco tendrán que ver con el entorno natural y social que
encontraron los alocéntricos.
(B) Cohen (1979), distingue a los turistas en términos de lo que para ellos
significa el viaje, separando claramente las visitas dirigidas al placer de aquellas
que ponen el énfasis sobre la peregrinación hacia una nueva experiencia personal.
En el caso de que el ‘centro espiritual’ de atracción sea puramente hedonístico,
Cohen los denomina viajes de diversión o recreacionales, según se trate de una
ruptura con las tensiones del trabajo o la visita sea un escape de la rutina diaria.
Frente a estos sitúa los tipos de turismo cuya motivación resulta de alguna forma
de peregrinación, esto es, viajeros que solicitan una respuesta a través de las formas
experienciales (buscando la autenticidad en la vida de otras sociedades ya que la
propia la ha perdido), experimentales (experimentando con estilos de vida diferentes
al propio) o existenciales (adquiriendo un nuevo ‘centro espiritual’ como resultado
de una experiencia de viaje).
-36-
La investigación, desarrollada sobre entrevistas telefónicas a una muestra
de 521 individuos adultos, diferenciados por edad, sexo y educación, concluye
sugiriendo como hipótesis la existencia de tres dimensiones bipolares (Yiannakis y
Gibson, 1992:299): estimulación-tranquilidad, lo extraño-familiar y estructura-
independencia, entre las que podríamos situar cada uno de los catorce tipos
marcados. La localización de un rol particular de turista en ese espacio
tridimensional debería sugerir las características de un destino óptimo para el
mismo, con lo que estudiando la demanda (motivación-comportamiento previsible
por rol) podrían ser definidos a priori y de manera específica los factores claves e
identificativos de los destinos creados o por crear. Con ello, los autores subrayan la
idea de que no es suficiente estudiar los comportamientos de los turistas mientras
están de vacaciones, antes bien, tal tarea ha de ser complementada,
necesariamente, con la exploración de la preferencias de los turistas potenciales y
sus motivaciones para emprender el viaje.
-37-
Esta clasificación, como exponente de los intentos de operacionalización,
predicción y aplicación ‘industrial’ de los análisis científico-sociales del turismo,
puede mostrarnos claramente cuáles son las líneas actuales en que se debaten los
intentos de tipologización de los turistas, sus comportamientos, roles y
motivaciones. Sin embargo, de una parte, sigue estando circunscrita, como
Yiannakis y Gibson reconocen (1992:292) a individuos, turistas potenciales, de
características similares a las de la muestra, es decir, por más extensa no es
alegremente generalizable; y, de otra, queda restringida al ámbito de la demanda,
con lo que tampoco es fácilmente comparable con otras tipogías al uso.
-38-
Amantes del sol [recreacional, Smith 77]
Interesados en relajarse y tomar el sol en lugares calurosos y con mucho sol, arena y mar
Buscadores de ‘acción’
Mayoritariamente interesados en fiestas y clubes nocturnos, en los que encontrar a
personas del sexo opuesto para mantener experiencias románticas sin complicaciones
Turismo de evasión
Disfru tan de los luga res en lo s que re ina la tran quilida d, la paz y el silenc io
-39-
2.1.5. Comparación de tipologías y establecimiento metodológico de
modelos.
A fin de disponer de una comparación (que no combinación) de tipologías,
hemos establecido un conjunto de cuatro niveles de correlación, más una indicación
de impactos, con el que poder identificar (CUADRO #), orientativamente según las
metas de la investigación, a qué tipo de turista/turismo nos estamos refiriendo en
cada momento y qué implicaciones de carácter general pueden tener para los actores
y el destino.
-40-
evidente la presencia más o menos esporádica de individuos foráneos y totalmente
descontextualizados. Éstos suelen ser pocos individuos y, dependiendo de los
atractivos y características propias de la zona, encontrarse de paso o pernoctar,
generalmente pocas noches, en la misma y, por ello, los efectos generados sobre la
población local, aunque variables y continuos, suelen ser mínimos. Probablemente,
desde el punto de vista de muchos antropólogos del turismo, no tendría interés
llevar a cabo estudios de áreas no desarrolladas (y que en la mayoría de las
ocasiones no lo serán a medio plazo), sin embargo, su no consideración en
investigaciones antropológicas de otra índole puede llevarnos a serias distorsiones
en nuestros análisis y conclusiones. Sin pensar que el turismo es el único generador
de efectos, en algunas poblaciones andinas o de las islas más alejadas del pacífico
¿cómo entender ciertas variaciones -introducciones- de la cultura material? ¿cómo
los cambios en la ornamentación? ¿cómo la estereotipación de los foráneos y, con
ella, del mundo exterior al propio? etc.
El tipo de visitantes asociados con el modelo aquí descrito corresponde a
individuos que, en términos generales, se interesa por y se adapta (o soporta) muy
bien a las características socioculturales del área, organizan su propio viaje (no
utilizando los canales convencionales de la ‘industria’) y ajusta el tiempo/secuencia
de disfrute de las actividades por las que optan a sus propias apetencias. Si bien
este proceso de desarrollo se describirá posteriormente, en ocasiones la frecuencia
de visitas de este amplio tipo de turismo ha llevado, y lleva, a algunos individuos
residentes a emprender el desarrollo turístico del área con un estilo de promoción
que, con fondos provenientes del ahorro familiar, se inicia con la restauración (“dar
comidas”), sigue con la creación de comercios de los tipos más insospechados, para
posteriormente acabar ofreciendo alojamiento. Caso aparte es el de los empresarios
foráneos que, previendo expansiones futuras, realizan las inversiones pertinentes
en proyectos de tipo individual, normalmente sin ninguna clase de planificación
global del destino.
El modelo 2 gira en torno a los turistas que Smith (1989) denominó
‘inusuales’ y al gran olvidado de las tipologías del turismo: el doméstico,
caracterizado por ser una forma de viaje familiar, de relativamente cortas
distancias, muy estacional y con viajes cada vez más intermediados -sobre todo a
nivel de transporte y alojamiento- por agencias, genera una forma de desarrollo
turístico “transitorio” (diferenciado por Peck y Lepie, 1989). Sin la necesidad de
grandes inversiones y de efectos económicos generalmente muy positivos para la
población local (principalmente a través del comercio y el alojamiento), los impactos
globales que ocasiona pueden ser calificados de bajos y localizados espacial y
temporalmente, en tanto que son atraídos por lugares de vacación más o menos
concretos, no suelen relacionarse e integrarse con los residentes fijos y su estancia
-41-
o es de fin de semana o a lo sumo de treinta días. Tal es el caso de muchos pueblos
costeros cercanos a grandes urbes u otros como Sámara y Coco en el Pacífico
Costarricense (descrito por Breton y otros, 1991) o como los del litoral Mediterráneo
(Siches i cuadra, 1990) o Les Valls d’Aneu en el Pirineo Catalán (Jiménez Setó,
1996), que absorben gran parte del turismo nacional. Como en el modelo anterior,
la planificación global del destino suele brillar por su ausencia, lo cual le anula
como destino internacional de cierta calidad.
Mención aparte merece, incluído en este modelo, el denominado “turismo
7
rural” , que planteado desde hace algunos años como modelo alternativo al turismo
de masas para países en desarrollo, está siendo utilizado, además de para el fin
previsto, como complementario a la oferta de destinos masificados. En términos
generales, el turismo rural se debe atener a las premisas del desarrollo sostenible,
generar efectos eminentemente positivos, promoverse en áreas ‘no invadidas’,
incluir a la población local como ‘actores culturales’, ser minoritario y promover, a
través de encuentros espontáneos y la participación, el contacto intercultural. Sin
embargo, nos son desconocidas las experiencias que han cumplido con todas estas
‘normas de implantación’, antes bien, han aparecido muchos problemas e
implicaciones socioculturales, pérdida de la propiedad, dependencia de las
subvenciones estatales y supraestatales, altos costes y baja rentabilidad, que han
sido sistemáticamente ignorados por sus proponentes y defensores (Butler, 1992:40).
Con todo, tales problemas no invalidan este tipo de turismo que, aunque no es la
panacea del bienestar, puede ser planteado como una forma posible y factible de
desarrollo en ciertas áreas, siempre y cuando se atenga a una planificación global
previa de las áreas (que suelen ser de extrema fragilidad), un control y corrección
de impactos y evite la dependencia exclusiva del mismo.
El tercer modelo de la correlación presentada, está referido al turismo
siempre intermediado y organizado por agencias y tour-operadores, con un gran
número de visitantes y de frecuencia prácticamente continua, esto es, el turismo de
masas individual o incipiente, el masivo o de masa organizado (ambos descritos por
Cohen, 1972, y Smith, 1989) y el charter o de ‘paquete turístico’ (Smith, 1989), con
preferencia -ya sea por propio interés del turista o por motivos económicos- bien por
áreas de recreo (playas y lagos) y de salud (balnearios) bien por visitas
monumentales, arquitectónicas e históricas, si bien en la última década se ha ido
gestando una forma de turismo de masas que desarrollan su actividad en torno a
algún deporte. Con fuerte índice de impacto global sobre las áreas y poblaciones de
7
Aunque también, en muchas ocasiones abusando del término, ecoturismo, turismo participativo, turismo
de áreas rurales, agroturismo, turismo verde, turismo alternativo o por las actividades llevadas a cabo en
destino; cada cual lo ha denominado como más le convenía o como lo hace la ley o reglamento del
momento que otorga permisos, subvenciones o genera planes de desarrollo.
-42-
destino, está asociado, salvo excepciones, a formas de desarrollo con un alto nivel
de planificación (sobre todo en sus comienzos), fuertes inversiones externas y
pérdida del control por la población local, que pasa a formar parte de la fuerza de
trabajo necesaria para el mantenimiento del destino.
Esta clasificación por modelos, que ha sido útil a nuestros alumnos para
adoptar puntos de partida en sus estudios, sin embargo, por definición no puede ser
exhaustiva. Prácticamente en toda investigación se ha de realizar, razonadamente,
una determinación sobre el terreno de tipos de turismo y turista que, si bien en
principio debe coincidir con los tipos antedichos, se ajuste tanto a la realidad
concreta del ámbito analizado como a las posibles innovaciones o actualizaciones del
mercado y la demanda. Para ello, se han de manifestar claramente los criterios por
los que se realiza la clasificación y, en la medida de lo posible, identificar a los
actores implicados en el desarrollo turístico (gobiernos, instituciones, promotores
públicos y privados, población local, etc.), además del espacio concreto (núcleo de
destino) y áreas de influencia.
8
Determinada p or la Organización M undial del Turismo en más de 24 ho ras.
-43-
hemos ya tipologizado, no es sólo el motivo del traslado, sino también el
comportamiento de los individuos, en ese otro entorno, hacia los demás y hacia sí
mismo, en el sentido del alojamiento, compras, uso del transporte, llamadas
telefónicas, actividades en horas libres, encuentros e intercambios cara a cara, etc.
Sin embargo, turista y turismo no son realidades equivalentes y entonces
¿cómo hemos de referirnos al turismo? Esta no es una cuestión vanal, antes bien se
presenta como un problema complejo de resolver, puesto que según como hagamos
mención a él le estamos cargando de significado y de connotaciones positivas o
negativas, podrá relacionarse con otros conceptos, será enmarcado en teorías y en
concepciones, se estará hablando de símbolos, economía, desarrollo o cultura.
Es por ello que se hace necesario clarificar qué y cómo entendemos el turismo,
de manera que las investigaciones, desde el momento de su diseño, puedan (deben)
explicitar la naturaleza de su objeto de estudio, dando así un primer paso para
evitar la mera descripción de manifestaciones (Molina, 1991:17) y adentrarse en el
campo del análisis, las explicaciones y las posibles predicciones.
Partiendo de lo dicho, de la generalidad de formas que puede tomar el
turismo, es fácil entender que uno de los problemas teóricos que se plantean en la
antropología del turismo es la propia definición del término. Frechtling (1976:59)9
sugiere una serie de requisitos que aquella ha de cumplir: (1) ser discreta y no
ambigua, debiendo definir claramente una actividad como distinta de otras; (2)
facilitar la cuantificación y medida, tal como se hace con otros objetos; (3) facilitar
por medio del lenguaje la comparación con otros estudios, “añadiendo continuidad
a la investigación y permitiendo el desarrollo de un cuerpo acumulativo de
conocimientos”.
En general, el turismo ha sido definido (Fdez. Fuster, 1985:26-7) como:
(a) Conjunto de turistas.
(b) Fenómenos y relaciones que la masa turística produce a consecuencia de sus
viajes.
(c) Todo el equipo receptor (hoteles, agencias de viajes, transportes, ...).
(d) Efectos negativos o positivos que se producen en las poblaciones receptoras y las
limítrofes con estas.
(e) Efecto que se produce en un núcleo receptor cuando se corta la afluencia
turística.
A partir de ello se pueden distinguir entre aquellas que resaltan el lado
dinámico del fenómeno (cambio de lugar), el lado estático (estancia), el lado
teleológico (motivaciones) y el lado consecuencial, con el añadido de algunas, las
menos, con intención de alcanzar un carácter holístico, que incluya no sólo los tres
9
Citado por Mathieson y Wall (1986:10 ).
-44-
aspectos indicados, sino que además pongan de manifiesto las categorías económica
y técnica (Lieper, 1979).
Siguiendo a Fernández Fuster (1985), parece ser que las primeras
referencias, aún en la prehistoria del turismo, son realizadas desde su carácter
dinámico, haciendo hincapié en el viaje en sí mismo, y teleológico. Así, hacia 1760
se utiliza la expresión “to make a tour” para indicar un tipo concreto de circuitos de
viaje donde se visitan lugares con el fin de recrearse o hacer negocios, donde el viaje
implica ya una idea de giro, esto es, de vuelta al punto de partida. Pero las
definiciones, propiamente dichas, no son enunciadas hasta bastante después. En
1929, Glucksmann lo entiende, circunscribiéndose al sujeto agente, como un
vencimiento del espacio por personas que fluyen a un sitio donde no poseen lugar
fijo de residencia; añadiendo Schwinck que las motivaciones están relacionadas con
el espíritu, el cuerpo o la profesión, con lo que engloba la práctica totalidad de los
viajeros.
El placer y la temporalidad limitada del viaje, los encontramos en la
definición de Bormann (1930) que, a su vez, excluye los viajes realizados para
trasladarse al lugar de trabajo10. Posteriormente, Morgenroth, entendiendo el
turismo como un consumo de lujo, se refiere a él como el tráfico de personas que se
alejan temporalmente de su lugar fijo de residencia para detenerse en otro sitio con
objeto de satisfacer sus necesidades vitales y de cultura o para llevar a cabo deseos
de diversa índole, únicamente como consumidores de bienes económicos y
culturales11.
En el período de preguerra (Segunda Guerra Mundial) el impacto en los
núcleos receptores comienza a tomar un cariz importante y, algunos como
Glucksmann, comienzan a advertir que en las definiciones formuladas hasta
entonces se había olvidado algo: el “puerto del turismo”, esto es, el área de destino.
Introduciendo el lado estático y el consecuencial en su redefinición del turismo de
1935: turismo es la suma de las relaciones existentes entre personas que se
encuentran pasajeramente en un lugar de estancia y los naturales del lugar.
A partir de este desarrollo, Fdez. Fuster (1985) considera como la más
completa a la definición ofrecida por Krapf y Hunziker (1942), que entiende que el
turismo es el conjunto de relaciones y fenómenos producidos por el desplazamiento
y permanencia de personas fuera de su lugar de domicilio, en tanto que dichos
desplazamientos y permanencia no estén motivados por una actividad lucrativa.
10
Turismo es el conjunto de los viajes, cuyo objeto es el placer o p or motivos come rciales, profesionales u
otros análogos y durante los cuales la ausencia de la residencia habitual es temporal. No son turismo los
viajes realizados para trasladarse al lugar de trabajo (Bormann, 1930 citado por Fd ez. Fuster, 1985:24).
11
Citado por Fdez. Fuster, 1985:24.
-45-
Esbozándose, con ello, la idea del ‘sistema turístico’.
En 1950, la Organización Mundial de Turismo, define el turismo
internacional como la estancia de visitantes temporales por más de veinticuatro
horas en un país visitado y el propósito del viaje esté enmarcado en el ocio o los
negocios (Lieper, 1979:393). A la par de ésta, algunos que desean la aplicación y
reconocimiento del turismo como una verdadera industria, la amplían y modifican
considerando al turismo como “el agregado de todos los negocios que directamente
proveen bienes o servicios para facilitar actividades de negocios, placer y ocio fuera
del hogar habitual” (S.L.J. Smith, 1988:183). En este sentido, el turismo está
considerado básicamente como una industria que vende/renta servicios, bajo el
intento explícito de que las motivaciones de los viajeros no tienen importancia en
la definición (si bien reconocen que lo son en extremo para el sector marketing).
Ahora, si bien esta definición estática debe ser de suma importancia para lo
que Burkart y Medlik (1974:3)12 llamaron “propósitos estadísticos, legislativos e
industriales”, es insatisfactoria para la mayoría de los trabajos antropológicos, tanto
por su amplitud excesiva como por su esterilidad teórica que abandona los aspectos
teleológico, consecuencial y dinámico del turismo.
Más recientemente, en los estudios realizados desde la década de los setenta,
se muestran notables diferencias tanto de filosofía general como de perspectivas
ideológicas y aproximaciones teóricas. Ello, siguiendo a Cohen (1984:374-6), ha
producido una variedad de aproximaciones conceptuales que modifican según sus
intereses la definición. Estas son:
(1) Turismo como hospitalidad comercializada (Cohen, 1974:545-6). Se proponen
concebir el proceso turístico como una comercialización de la tradición en las
relaciones turista-anfitrión, en la cual los extraños ocupan un rol temporal
y un estatus de ‘cliente’ en la sociedad visitada. De manera que se
‘industrializa’ la hospitalidad y se vende temporalmente al turista. Esta
aproximación provee de elementos tanto para el estudio de la evolución y
dinámica de las relaciones entre turistas y locales, como para el análisis de
los conflictos entre roles e instituciones del turismo.
(2) Turismo como agente democratizador. Esta perspectiva genera algunos trabajos
importantes sobre transformación histórica de los roles desempeñados por el
turismo tanto en las áreas de destino como en las generadoras (Turner y Ash,
1975).
(3) Turismo como una moderna actividad de ocio. El turismo es visto como una
moderna actividad de ocio (Dumazdier, 1967:123-38; Pearce, 1982:20) y el
turista como ‘una persona ociosa que además viaja’ (Nash, 1981:462). Esta
12
Citado por Cohen, 1984:374.
-46-
aproximación, informando sobre las investigaciones macrosociológicas e
institucionales sobre el turismo, contempla el ocio como una actividad libre
de obligaciones.
(4) Turismo como una moderna variedad del peregrinaje tradicional. Propuesto por
MacCannell (1973:589) y Graburn (1977), identifica el turismo como una
forma de ‘sacred journey’.
(5) Turismo como una expresión cultural. El turismo es una de las influencias
modernizadoras e impulsoras de la instrucción, haciendo que se modifiquen
los valores y cambien las actitudes humanas en todas las civilizaciones (de
Kadt, 1979:12).
(6) Turismo como un proceso aculturativo. Tratando de integrar el estudio del
turismo en el sistema de la teoría de la aculturación, destaca el enfoque de
los efectos del turismo sobre la cultura local-anfitriona (Nuñez, 1963:347-78).
(7) Turismo como un tipo de relaciones étnicas. Integra el análisis del turismo en el
campo de la etnicidad y las relaciones étnicas (Pi-Sunyer, 1977; Gamper,
1981), siendo su mayor proponente van der Berghe (1980). Graburn (1976:
23-30) enlaza esta aproximación con el impacto sobre la producción de arte
étnico para el mercado turístico.
(8) Turismo como una forma de colonialismo. Formulada por Nash (1977), se enfoca
sobre el rol que desempeña el turismo como creador de dependencias entre
la metrópoli (generadora del turismo) y la periferia (receptores del turismo)
en una réplica de las relaciones coloniales o formas ‘imperialistas’ de
dominación y subdesarrollo cultural.
-47-
elabora un modelo general, basado en el desarrollo del fenómeno turístico, que
consiste en tres estadios: descubrimiento, respuesta e iniciativa local e
institucionalización, donde los locales van perdiendo gradualmente el control según
aumenta el desarrollo, en tanto que se caracterizaría por un mayor poder de las
agencias turísticas puesto de manifiesto en el control de la oferta, los viajes y los
lugares que se visitan, esto es, el ‘viaje enlatado’ (Melis y Oliver, 1987:7)
Sin embargo, incluso dentro de la concepción del turismo como un sistema
(del cual trataremos en el capítulo siguiente), los estudiosos del mismo siguen
refiriéndose a él de maneras diversas: se le denomina (Figuerola, 1990:16-18) unas
veces como fenómeno económico y social, otras sector económico, cuando no
industria limpia o de servicios o actividad social y económica, además de usar tales
términos como sinónimos o, al menos, superpuestos y relacionados entre sí de
manera algo difusa y sin vinculación a una parte (subsistema) determinada del
sistema.
Entendiendo el término ‘fenómeno’ como aquello que se manifiesta y tiene
apariencia material o espiritual (DRAE, 1992), es decir, un hecho exterior y
existente en sí (Molina, 1991:78), y aplicado al conjunto del proceso turístico, no
parece muy afortunada la designación del turismo como tal (Figuerola, 1990:16), en
tanto que el proceso turístico global no puede ser percibido. Ahora bien, en tanto que
manifestaciones parciales de la realidad, el investigador puede estudiar y analizar
apariencias tales como el consumo, la indumentaria, etc. tanto de turistas como de
anfitriones, con lo cual, al menos en el entorno en el que se desarrolla el turismo
(destino áreas de influencia) y siendo conscientes de la ocultación de las
motivaciones, expectativas, y aspiraciones de los actores, podría ser válida la
consideración del turismo como ‘fenómeno’.
Más complejas son las denominaciones ‘sector’ e ‘industria’. Como ‘sector’
económico, como aspecto particular de un conjunto, parte de una clase o
colectividad, con caracteres peculiares, el funcionamiento real no permite la
identificación (Figuerola, 1990:17), ya que se escapa por su contenido y variedad de
formas de lo que puede ser considerado como tal. Aunque, en sentido figurado,
pueda ser denominado como ‘sector servicios’, el turismo compete a prácticamente
todas las ramas de la actividad económica (desde la construcción a la producción
primaria de alimentos, pasando por la elaboración de productos manufacturados -
p.e. artesanías o restauración- e industriales -p.e. locomoción, ropa y calzado,
menaje-). Con ésto, en el mejor de los casos, debería denominarse ‘multisector’
turístico, siendo aplicable cuando tratamos de referirnos a los aspectos
infraestructurales del sistema -enraizados en los tres sectores económicos-, los que,
al margen de la ‘materia prima’ turista, lo forman y mantienen emanando del
sistema socioeconómico global.
-48-
Tampoco es, en sentido general, una industria. Ésta es definida por el
Diccionario de la Real Academia Española (DRAE, 1992) como el conjunto de
operaciones materiales ejecutadas para la obtención, transformación o transporte
de productos naturales, y obviamente ninguna de estas operaciones concurren en
lo que se ha dado en llamar ‘industria turística’. De nuevo en sentido figurado, la
industria turística está formada por el conjunto de empresas e iniciativas
constituidas para satisfacer las demandas de los usuarios del sistema, los turistas
y los residentes (con tiempo libre y fondos económicos para pagar el servicio). Es en
torno a la materialización de este término que se han concentrado las esperanzas
de desarrollo de muchos países (sobre todo de Centro y Sur América, Asia y algunos
en África, pero también en áreas concretas del grupo de los occidentalizados), en
tanto que se atribuye a esta ‘industria’ la amplia generación de riqueza, casi
siempre ignorando los efectos colaterales13. Con todo y con ello, la industria turística
no es sinónimo de turismo (Molina, 1991:52), es tan sólo un aspecto parcial del
mismo relacionado con la parte operativa, con el negocio turístico.
Por último, en consonancia con la definición del turismo como proceso y
sistema abierto, el único término que merece la consideración de adecuado y
aplicable al turismo en su conjunto parece ser el de ‘actividad’ turística. Una
actividad es definida como “el conjunto de operaciones o tareas propias de una
persona o entidad” (DRAE, 1992), recogiendo en sí misma las posibles aplicaciones
de ‘fenómeno turístico’, ‘multisector turístico’ e ‘industria turística’ (Figuerola,
1990:17), añadiendo además la posibilidad de adentrarse en las motivaciones,
expectativas y su generación a través del estudio de la causalidad de las actividades
manifiestas en la realidad de cada caso de estudio.
13
Entre los más destacados se encuentran la perpetuación de desigualdades, con un importante barniz de
aumento del nivel medio de vida, y la dependencia generada en las relaciones centro-periferia.
-49-
Proceso - Sistema abierto
CUADRO 7. Aproximaciones conceptuales y referencias terminológicas más
comunes en los estudios antropológicos del turismo.
-50-
CAPÍTULO III. EL SISTEMA TURÍSTICO: GENERALIDADES Y
ESPECIFICIDADES PARA ANTROPÓLOGOS
14
Lieper (1979: 403-4) identifica los siguientes elementos: área generadora, turistas, rutas de tránsito (viajes),
regiones de destino, estructura turística, anfitriones y re laciones de impacto físico , político, socia l,
económico, tecno lógico y sus interacciones.
-51-
combustible al motor del propio sistema. La demanda, efectiva o supresiva (aquellos
que desean incorporarse al tren turístico pero no pueden debido restricciones
económicas o temporales), está determinada por la facilidad de acceso a los
transportes (haciendo accesibles destinos lejanos), el aumento de los ingresos
(generando mayores posibilidades de consumo), elevación del nivel educativo
(desarrollando la curiosidad por conocer nuevas gentes y lugares y experimentar
situaciones no cotidianas) y el deseo de cambiar de la vida cotidiana (rompiendo con
el rol adscrito a cada cual en su medio). En cualquier caso, sólo podrá existir la
existencia de demanda en una sociedad cuando ésta haya superado, con carácter
general, el nivel de renta necesario para satisfacer sus necesidades básicas, de
manera que se haga posible la detracción de una parte de los ingresos para
consumir ocio turístico. Así pues, una distribución no equitativa de la renta (como
lo sucedido en muchos países en desarrollo), es decir, la concentración de riqueza en
unos estratos sociales muy determinados, imposibilitará la generación extendida de
demanda efectiva, restringiéndola a unos pocos individuos al estilo de la
‘prehistoria’ del turismo.
En principio, todo parece indicar que los diferentes agentes y procesos de
cambio, costumbres y modas de las sociedades generadoras, influyen en la creación
de un determinado tipo y forma ‘idealizada’ de destino deseado y solicitado por la
demanda. Sin embargo, no se suele tener en consideración la inducción realizada
sobre aquellos viajeros potenciales por el propio sistema y sus agentes, que,
previendo tales modas y procesos de cambio, diseñan y ofertan un destino, una
imagen concreta, que no sólo sirve como producto comercial en venta sino que, a su
vez, refuerza la producción de estilos de vida determinados y, con ellos, la
continuidad del sistema social. Es decir, el sistema turístico es consecuente con el
tiempo histórico en el que se desarrolla pero, en la actualidad, paralelamente
constituye una de las variables principales que dan forma a las sociedades (tanto
en su versión de generadora como anfitriona de turistas) y los estilos de vida de sus
gentes.
Valgan como ejemplo la explosión del turismo de masas en los años cincuenta
y del ‘turismo verde’ en Occidente en la década de los ochenta, en ambos casos el
sistema turístico se acomoda y refuerza situaciones económico-sociales muy
concretas y, hasta cierto punto, contrapuestas. De una parte, en un momento de
auge económico y de refuerzo de la identidad europea y norteamericana, la
popularización del viaje, de los ocios con mucho Sol, arena y diversión, profetizan
un mundo unido en la democracia y el consumo, en el que todas sus gentes podrán
acercarse temporalmente al estilo de vida de las élites sociales, compartiendo
destinos, disfrutando ‘de los mismos placeres’ de aquellas y sentir el placer de ‘estar
allí’ con un afán notorio de distinción, dejando atrás el ritmo de la cadena de
-52-
montaje y la industrialización. De otra, en un tiempo histórico marcado por las
crisis económica, medioambiental e ideológica, la huida de las muchedumbres y el
contacto con la naturaleza, la tradición y el pasado perdido, que refuerza la idea
existencial de la individualidad y la conciencia de unos ‘otros’ (llámense campesinos
o aborígenes) a los que se le supone al borde de la desaparición, y la concienciación
de un medio natural que ‘hay que conservar a toda costa’, de lo ‘verde’, el ‘reciclaje’
y el ‘desarrollo sostenible’ de esos ‘otros’.
El sistema turístico asume el papel de válvula de escape, de ruptura
prometida con los ritmos cotidianos, reconciliando a sus usuarios con las
necesidades y/u obligaciones de su sociedad de origen, justificando en parte el diseño
productivo, político e ideológico de la misma. De esta forma es capaz de generar
múltiples tipos o formas de turismo (ver capítulo II) que se adapten a los deseos y
posibilidades tanto, y como es obvio, de la demanda efectiva, como de la supresiva
(abaratamiento del viaje con transportes no actualizados técnicamente, reutilización
de destinos secundarios -estancados o en recesión- o desplazamientos de fin de
semana), lo cual, en parte, es posible gracias a los rápidos reajustes que puede
realizar la estructura empresarial (la ‘industria turística’).
Generalmente los antropólogos han omitido este elemento en sus análisis,
haciendo exclusivamente pequeñas referencias a las tipologías de turistas y/o tipos
de turismo. Esto resulta, cuanto menos, paradójico, ya que es a partir de los turistas
potenciales y la cultura o subcultura de sus sociedades, con sus expectativas, niveles
socioeconómicos y necesidades de esparcimiento, cuando se generan y regeneran las
imágenes y estereotipos que se superpondrán a las poblaciones de las áreas de
destino, que sí han constituido la base fundamental de tales estudios desde la
antropología.
(B) El elemento estático, en tanto que lo referimos a la actividad y rapidez del
primero, tiene por componentes el destino como entorno global, la estructura
empresarial de acogida y los propios turistas y sus actividades. Es en éste,
vinculándolo al elemento consecuencial, en el que se encuentran estrechamente
ligados varios ítems ampliamente estudiados por la antropología en otros contextos,
tales como el efecto demostración, el choque de culturas y la aculturación, los
niveles de desarrollo, simbología de los espacios, etc. confluyendo con otros que
representan un nuevo reto, como son las estructuras empresariales, el consumo del
espacio, los niveles de satisfacción, el cruce de estereotipos, etc. a los que le han
prestado más atención, desde sus perspectivas disciplinares, sociólogos, psicólogos,
geógrafos y economistas, parcelando en extremo el objeto de estudio. La preferencia
antropológica por el elemento estático parece dada porque es en él en el que se
ponen de manifiesto, a través de los encuentros turista/población local/empresa, las
-53-
consecuencias efectivas sobre los anfitriones, pero también por estar estrechamente
CUADRO 8. Sistema funcional del proceso turístico. Elaboración propia sobre la fuente de Mathieson
y Wall (1986:15).
-54-
-55-
vinculado a áreas geográficas y poblaciones que pueden ser delimitadas y, con ello,
analizadas con los útiles y técnicas comunes a nuestra disciplina.
En la práctica, el núcleo receptor o destino15 se inicia, muy diferenciado en el
turismo, pero conforme va consolidando su recepción, va alterando sus estructuras
generales (Fdez. Fuster, 1985:63) al adaptarse a una población transitoria,
inestable y estacional, externamente basada y acompañada de expectativas en torno
al ocio y la vacación. Este es el entorno donde, una vez captados, los turistas se ven
sometidos a la estructura empresarial, convirtiéndose definitivamente en ‘materia
prima’ de la ‘industria’, factor catalizador de todo el sistema, ya que a través de ella,
de los productos y estereotipos que ofrece o intermedia, se producen los encuentros
de visitantes y locales-residentes. Para su buen funcionamiento, la estructura
empresarial, con acciones previas y/o paralelas en el elemento dinámico (promoción
de destinos y captación de clientes), debe contar con la tenencia en el destino no sólo
de medios técnicos, humanos y económicos sino también con el apoyo institucional,
haciendo patente la imbricación de las economías y políticas nacionales (que deben
realizar fuertes inversiones en la adecuación de infraestructuras básicas) en el
sistema turístico.
Pero además, la empresa turística es la, supuestamente, más interesada en
que se determinen los diferentes niveles de carga y tolerancia del entorno
promocionado, para mantener y controlar que se cumpla la satisfacción de los
consumidores directos de sus servicios. Para ello es necesario un conocimiento
exhaustivo, además de las características socioeconómicas, culturales y de
expectativas de los visitantes, de la población residente en el área, incluyendo
variables como estructura demográfica y social, organizaciones formales e
informales, modos de vida, etc. pudiendo de esta forma, de una parte, evitar
rechazos y antagonismos o la creación de grupos anti-turismo y, de otra, ofrecer a
los residentes fórmulas para un desarrollo integral, que no olvide sus aspectos
identitarios.
Sin embargo, y con escasez de tales análisis, la realidad nos muestra como
la relación que en los destinos se produce es inversamente proporcional a lo
acontecido en la generación de turistas. Es decir, mientras que en aquella la mayor
riqueza y equidad en la distribución de la renta facilitaba la demanda, la conversión
de un área en receptora de turistas viene facilitada por su pobreza y tales
instituciones pasan, en la mayor parte de los casos, a ser dependientes del sistema,
careciendo o minimizando su poder de decisión respecto al mismo.
15
Entendemos que un ‘destino’ es un lugar que tiene unas características que son conocidas por un número
suficiente de visitantes pote nciales, atrayen do viajero s. Son de inte rés el medio natural/artificial, la
infraestructura, la estructura económica y los atributos estereotipados de la población anfitriona. El destino,
una vez reconocido como tal, entra en competición con otros, tanto de su entorno geográfico cercano como
lejano, que le hacen por definición inestable.
-56-
El turista, unido a un destino por sus características socioeconómicas (edad,
sexo, nivel de ingresos, motivaciones, disponibilidad de tiempo y dinero, percepción
de recursos y tipo de comportamiento), marcará la pauta del elemento estático, en
tanto que por su número, frecuencia de las visitas y nivel de uso de las distintas
atracciones, ejercerá una menor o mayor presión sobre el recurso mismo y sobre la
población anfitriona.
(C) El elemento consecuencial, impacto resultante de los anteriores, incluye
tanto a los efectos primarios, ocasionados con el desarrollo inicial del turismo en un
destino, como los rutinarios, que suceden lentamente en comparación con los
anteriores pero de manera mucho más firme; además de los distintos controles y
correcciones efectuados, en su mayoría, institucionalmente. Los efectos del turismo,
desde el punto de vista del sistema, no son una consecuencia directa de una causa
específica (las variaciones en cualquier elemento del sistema puede influir a otro u
otros de manera indirecta) y han de ser analizados como algo más que los resultados
de un hecho turístico. Los impactos, los cambios netos en la sociedad anfitriona,
serán pues generados por procesos o secuencias de hechos ocurridos en el desarrollo
turístico (la concentración de turistas y la proliferación de bienes y servicios
asociados a la misma), emergiendo en forma de alteraciones del comportamiento
humano y su entorno físico habitual. Tales alteraciones consideramos que provienen
de las interacciones entre los agentes del cambio (turistas y planificadores del
turismo) y los subsistemas sobre los que ellos actúan, que han de complementar las
necesidades corrientes con la satisfacción de los deseos de ocio (Jafari, 1987:6) de
esos ‘otros’ llegados de fuera.
-57-
subculturas implicadas y la imagen del destino.
16
A pesar de la explotación y sobre explotación del recu rso turístico, el m acro-secto r que con tribuye a la
existencia de la actividad turística ha adaptado las imágenes en todos y cada uno de los sentidos que le han
(continúa...)
-58-
En este contexto es necesario que nos refiramos a dos elementos que recorren
y se presentan en todo el sistema turístico: las culturas implicadas y la imagen, y
a sus actores principales: turistas y poblaciones locales. Las dos primeras variables,
cultura e imagen, si bien los antropólogos han realizado sus trabajos teniéndolas
siempre presentes, no han sido contempladas explícitamente hasta la década de los
noventa y, según han ido incorporándose a los diferentes estudios empíricos hemos
visto su traducción a términos teóricos y conceptuales aplicados al sistema turístico.
Es aceptado que todo individuo pasa, a lo largo de su vida en cualquier
sociedad, de una situación a otra, de ocupación a otra, y cada uno de estos cambios
va acompañado de una serie de acciones especiales y reacciones a las mismas,
motivaciones y expectativas, ajustes en lo personal y en lo social que serán más o
menos encauzados, cuando no reglamentados. Tales cambios (pongamos por caso el
paso de la infancia a la pubertad), sin ser idénticos en sus detalles, siempre que su
objeto sea el mismo mostrarán elementos y medios análogos para alcanzar el fin (la
circunscición, la puesta de largo, pasar a estudios de bachillerato, convertirse en
guerrero, etc.). Con esto el mismo individuo va franqueando fronteras,
modificándose a sí mismo y, hasta cierto punto, a su entorno social y cultural. En
nuestro tiempo, un paso más, cada vez más frecuente y que en demasiadas
ocasiones ha pasado inadvertido a los analistas sociales, es el que ocurre cuando
cualquier miembro de una sociedad se convierte en turista, esto es, en usuario del
sistema. Para ello, como en el resto de su cotidianeidad, es preciso siempre la
realización de un ceremonial, de una serie rigurosa y repetitiva de acciones que, en
último término, van separándolo de su vida diaria y dándole cierta orientación
mental. Entre ambas situaciones, la cotidiana y la turística, hay una evidente
incompatibilidad y el salto rara vez se produce de manera instantánea, de manera
que en un análisis superficial, y para nuestros intereses disciplinares, podríamos
identificar, al menos, cinco dimensiones, no necesariamente consecutivas: (1) un
proceso de decisión, (2) preparación del viaje, (3) el desarrollo del viaje, (4) un
proceso de cambio, (5) la conversión del sujeto en valor de cambio y (6) el retorno
a la sociedad de origen. Algunos autores, como Jafari (1987), han encontrado,
acertadamente, en esta estructura un símil con “los ritos de paso” o “transición”,
descritos teóricamente por van Gennep (1986 [1909]), que se refiere a tales fases
16
(...continuacion)
sido demand ados, hasta el punto de que todo , extensivame nte, todo lo que sucede, todo lo que existe puede
hoy ser vendido como producto más o menos imaginablemente turístico. Cuando una experiencia turística
fracasa no es porque no pueda incluirse en ese m ercado sin o porqu e ha sido b ien ofertada a un turista
potencial equivocado, bien porque su imagen ha sido mal diseñada y promocionada o bien porque se han
excedido la capacidad de carga e índices de tolerancia supuestamente predefinidos y realmente existentes
para esas a ctividades y p oblacion es, alterando la experienc ia prome tida.
-59-
como separación (dimensiones 1, 2 y 3), limen (dimensiones 4 y 5) y agregación
(dimensión 6).
En la primera de las fases, el individuo (turista potencial) comienza,
ampliamente motivado por las campañas promocionales de la empresa o gobiernos
turísticos y por la acción del “boca a boca” de los ex-turistas, a tener expectativas
sobre lugares, actividades y/o culturas ajenas a la propia (desde lo exótico
propiamente dicho -un pueblo a sus ojos ‘primitivo’- a situaciones más familiares -
los campesinos de su propia región geográfica-). En su visita al agente de viajes, su
consulta de precios o la búsqueda de documentación sobre el entorno deseado, está
dando en la práctica un paso que le acerca cada vez más a “ser turista”. El viaje en
sí mismo llega a ocupar una parte fundamental de su tiempo, que es modificado,
pautado y condicionado por y para la idea y la acción premeditada del abandono de
su cotidianeidad. Con ello, se inicia una separación de sus semejantes, que pasan
a diferenciarse de éste tanto por sus comportamientos y rutinas cotidianas como por
sus expectativas a corto plazo17. La cultura y normas sociales del grupo poblacional
de origen (en el sistema CULT 0n) van siendo adaptadas para acometer la situación
ociosa venidera, van , poco a poco, siendo suplantadas por las nuevas formas de
comportamiento esperadas y separando al individuo de su posición en la estructura
social. Por último, la culminación de la fase de separación se dará en el momento
de dejar atrás el mundo doméstico y pasar la frontera real, es decir, cumplir con los
trámites burocráticos de entrada en un país ajeno, el paso del borde geográfico, el
uso de un medio de transporte determinado con un fin también determinado, etc.
A medida que el sujeto va internándose en el sistema, sólo o en grupo, el
mundo turístico va predominando sobre el cotiadiano, englobando todas y cada una
de las actividades y contactos, organizados todos y cada uno sobre las bases del ocio,
la recreación, el descanso, la aventura, el descubrimiento, o cualquier combinación
de las mismas. El sujeto pasa, en esta segunda fase, a un estado de características
socio-culturales, cuando menos, ambiguo, escapando a las clasificaciones estandar
que normalmente puedan ser establecidas para situaciones y posiciones de su
espacio cultural. Fuera de su tradición, sus costumbres y sus convenciones, sus
atributos son expresados por medio de una amplia variedad de comportamientos y
símbolos muy extendidos. A nadie en los destinos extrañan las combinaciones
extremas y anodinas en el vestido y calzado, que ponen de manifiesto caracteres
como la comodidad y la frescura, la ruptura del elemento más expresivo de su
sociedad (camisa a flores, pantalón corto no combinado, calcetines y sandalias,
acompañados por gafas de sol), pero también su falta de estatus, de rol y posición
17
En ocasiones , cuando la s necesidad es econó micas del desplazamiento o las ocupaciones habituales del
individuo lo impone n, este proc eso de sep aració n se dilata en el tiempo, y con ello, los efectos sob re su
entorno inmediato se diluyen y disfrazan.
-60-
en el sistema social visitado.
De igual manera, son liberados muchos de los tabues, miedos y prohibiciones
de origen, sus comportamientos en el área visitada expresan la importancia de
ocupar una posición preeminente y, dentro de los márgenes permitidos según el
país, es común el abandono de la obediencia a la ‘legalidad’ y/o ‘moralidad’ debida
(emocionalmente, nada agrada tanto como la extravagancia y la conducta ilícita
explícitamente permitida). Es decir, todos los atributos que designan a su categoría
y grupo en el estructurado orden social cotidiano se encuentan temporalmente en
suspenso, pasando a ser anónimo como integrante de una multitud de personas
carentes temporalmente de estructura social (nadie por encima o por debajo) y sólo
limitados por la disponibilidad económica. Por el mero hecho de ser ‘turistas’, esta
comunidad es depositaria de unos valores, normas y actitudes de transición,
conformando una nueva forma cultural o subcultura (CULT 2n en el sistema) no
única aunque si bastante homogénea, que no por repetitiva es menos compleja.
Resumiendo, pues, las dos primeras fases, estos individuos, según se van
alejando de su hogar, van disfrazando su identidad real (Jafari, 1987:5), de manera
que cuando interioriza el proceso y los ‘otros’ que le rodean legitiman su nuevo
estatus, aquel ha entrado adecuadamente disfrazado, ataviado, equipado y
transformado en el estado de turismo. En éste proceso de transformación en
‘turista’, su cultura de origen queda relegada a la cultura ‘residual’, proclamando
su extranjería a través de manifestaciones antiestructurales, fuera de lo corriente,
en contraposición a la vida culturalmente formada y adquirida (ropa, habla,
comportamiento) (Pi-Sunyer, 1977:151). Estos visitantes, extraños dentro de una
sociedad anfitriona, suelen de esta forma dejar de lado no sólo sus propias normas,
sino también las del país de destino. El turista supone o sabe que en este escenario
no corriente su conducta es completamente apropiada y aceptable y, hasta cierto
punto, incluso la esperada (Jafari, 1987:7). Encontrarán, de esta manera, aquello
que ha sido creado especialmente para ellos y que ellos mismos han ayudado a crear
(Melis y Oliver, 1987:26 citando a MacCannell), un destino turístico, convirtiéndose
en un recurso o mercancía, en un valor de cambio.
En tanto que esto sucede continuamente, las culturas específicas locales
(CULT 02) son adaptadas por los propios residentes (consciente o
inconscientemente) para los encuentros con los visitantes en un proceso similar al
de la conversión de individuo en turista. Esto es, los locales para su funcionamiento
cotidano necesitan establecer clasificaciones de individuos y situaciones
culturalmente reconocidas que pongan cierto orden en un entorno aparentemente
caótico (múltiples lenguas, expectativas encontradas, etc.), para lo cual suman a los
rasgos propios de la actividad turística tanto los estereotipos que le han sido
asignados grupalmente a los visitantes como los que se le ofrecen, por parte de la
-61-
estructura empresarial, además de sus experiencias concretas (individuales o de
grupo) con ellos. Los estereotipos construidos tratan generalmente de simplificar,
a nivel de uso, las características de los visitantes; realizándose según la
nacionalidad u origen geográfico, sexo, atribución de ‘raza’, etc., de manera que se
unifican referentes dispares y se obvian caracteres no útiles para la relación
convenida. Tales clasificaciones funcionales, casi específicas de cada área de destino
y en ocasiones individualizables, establecen comúnmente tanto una organización
jerarquizada de los visitantes y comportamientos esperados -irreverencia e
inmodestia-, como de sus preferencias y expectativas con respecto a la cultura local,
con lo que los elementos consumibles (desde arquitectura a ceremonias, rituales e
individuos) de ésta se transforman cara al público. Evidentemente, entre la cultura
local cotidiana y esta nueva situación hay analogía, pero no una copia exacta.
Surge así una cultura del encuentro (CULT 1.1), resultante de las formas
adaptadas de visitantes y residentes, que la hacen diferenciarse de las dos culturas
matrices y donde cada una de ellas ‘presta’ parte de sus conceptos, valores y
actitudes de manera asimétrica, constituyendo en sí misma una ‘combinación
cultural’ única. El punto hasta el cual los roles de los turistas y los anfitriones, sus
culturas, están predefinidos y las expectativas sociales son conocidas, determina la
manera en que los turistas interactúan con los miembros de los grupos residentes.
Por norma, con el incremento de los visitantes y el abismo abierto entre anfitrión
e invitado, se produce un proceso de deshumanización (Pi-Sunyer, 1977:155), de
manera que los residentes categorizan a los visitantes como un recurso o una
molestia antes que como personas. El o ella es anónimo e intercambiable por otro
turista y la estereotipación es aplicada sin los factores correctivos que son
normalmente llevados a cabo en las primeras fases del desarrollo turístico. Esto es,
los estereotipos son aplicados virtual y automáticamente por ambas partes de la
relación.
Para los primeros, las fuerzas lúdicas y los deseos de ocio toman un papel
preponderante sobre sus necesidades corrientes. La generalización de este hecho,
legitima los modos de interacción diseñados para capitalizar la relación. El
residente, que necesita clasificar a los individuos (al menos, entre propios, extraños
y extranjeros), toma tales estereotipos como una guía para los encuentros
interpersonales, ensalzando la imagen propia frente a la evaluación positiva o
negativa de los modelos de comportamiento y, en un número reducido de ocasiones,
las cualidades personales de esos ‘otros generalizados’18. De esta forma, el encuentro
18
Pi-Sunyer (1977:152 ) sugiere, en su análisis de una comunid ad pesq uera catalan a, que surge una tipolog ía
étnica, basada en la suma de experiencias con diferentes nacionalidades y/o subculturas, como una forma
práctica de distinguir entre varias categorías de turistas, lo que debe ser esperado de ellos por su forma de
(continúa...)
-62-
entre culturas, que podría representar el turismo (Melis y Oliver, 1987:32), se
desvanece con la estandarización de las diversas formas de turismo. Si bien el caso
más evidente es el del turismo de masas que, en sus ghettos, puede mantener los
mismos gustos y aficiones que en sus lugares de origen y los cambios hallados son
los esperados convencionalmente, consideramos que los mecanismos descritos para
el encuentro funcionan igualmente en otras formas institucionalizadas del turismo,
llámese turismo de masas individual o turismo rural.
La cultura del encuentro, o alguno de sus elementos, puede, de forma
gradual y como parte de los impactos rutinarios del desarrollo turístico, ser
incorporada e incluso reemplazar la forma original ordinaria (cultura local) del
anfitrión, corriendo el riesgo de homogeneizarse con el resto de los destinos. Este
proceso de sustitución y/o solapamiento de una ‘cultura de ninguna parte’ con la
local nos lleva a plantearnos el turismo como una posible forma de aculturación19;
punto de vista desde el cual el turista es contemplado como un agente de contacto
entre culturas y, directa o indirectamente, la causa del cambio cultural,
particularmente en las regiones menos desarrolladas del planeta (Nash, 1977:33).
Sin embargo, en su análisis, hemos de tener en cuenta que, si bien los antropólogos
nos solemos centrar en el estudio de las poblaciones anfitrionas, el turista es
también afectado.
Cuando el turista regresa a su cotidianeidad (fase de agregación de van
Gennep) no es, estrictamente, el mismo individuo que partió. Vuelve cargado de
experiencias, emociones y recuerdos que contaminarán del ‘virus turístico’ a otros
como él; pero también, todo aquello que fue modificado en los preliminares del viaje
realizado, sobre todo lo concerniente a comportamientos e imagen pública ha de ser
restaurado, aunque no lo será de igual manera. Teóricamente, puesto que
desgraciadamente no abundan los trabajos antropológicos sobre los turistas que se
incorporan de nuevo a su vida cotidiana, las principales sociedades generadoras de
turistas deberán a largo plazo ir incorporando elementos de esas culturas del
encuentro de los diferentes destinos visitados por sus gentes. En cualquier caso, en
la memoria de la gente, convertida alguna vez en turista, quedan las escenas
captables en imágenes y los sentimientos preformados y que le han sido vendidos.
El ritual representado, la naturaleza aparentemente impoluta, la emoción de la
aventura, quedan rápidamente inmortalizadas, con el desarrollo tecnológico, en una
película fotográfica o en vídeo. Lo efímero, el simulacro de la realidad, pasa a ser “lo
(...continuacion)
comportarse y la respuesta apropiada por parte del anfitrión.
19
Recordemos que por aculturación estamos entendiendo los procesos y acontecimientos que provienen de
dos o más culturas, separadas y autónomas en principio.
-63-
auténtico” y el compartir, “lo democrático”, queda sumido en una forma paralela al
estilo de vida, el consumismo.
La oferta turística se basa siempre en estampas y promesas excitantes de
ruptura con el ritmo de vida cotidiano, cálidas playas y ambiente tropical para el
individuo de ciudad o enormes ciudades comerciales-culturales para los integrantes
de la población periférica. Paradójicamente, el sistema se adapta a los individuos
a la vez que acomoda a éstos a sus requisitos de mercado. En este sentido, el turista
es la “materia prima” que genera utilidades (Molina, 1991: 79-81) y ni ellos ni los
integrantes de las poblaciones locales se benefician integralmente de este modelo
“industrial” que conforma escenarios, materiales e inmateriales, dando lugar a una
-64-
se puedan elegir libremente y sean practicadas según una motivación intrínseca.
Sin embargo, el turismo se presenta como una potente posibilidad de ampliar los
puntos de vista (la mirada o “gaze” de J. Urry), así como la conciencia
-65-
medioambientalistas.
Estos, incluyendo en ocasiones la gestión de las áreas, se complementan con
la imagen gráfica (parcializada según el propósito) y son articulados a través de la
publicidad y el resto de los medios de comunicación de masas.
La conformación del destino-espectáculo, donde todo lo que acontece puede
ser construido y regulado como pintoresco, concluye con su presentación a la
población consumidora con una uniformidad de estilo, léxico y temática (según los
grupos de destinatarios) e iconos representativos estandard. En este ámbito la
fotografía, como imagen fija reproducible en la experiencia individual, y el vídeo,
como imagen en movimiento igualmente reproducible, erigen el destino en escenario
donde los espectáculos manifestados en su venta son continua e individualmente
repetibles. A partir de ello, se da una valoración fundamentalmente estética del
área ocultando las posibles contradicciones, tanto entre el espacio y el resto de la
sociedad anfitrona, como entre los grupos sociales que la componen, ofreciendo una
aparente armonía. De esta forma, se impone la aceptación de tales contradicciones
y la participación o connivencia en su proyección espacial. El sujeto de la mirada,
el turista-actor, aprehende la imagen como parte de “lo natural” y como un objeto
de la cultura que visita (normalmente oculta tras el velo de la industria) en un
ejercicio de codificación e interpretación desde su modo de vida y cultura de origen,
mediado por el sistema turístico. La espacialidad y la temporalidad de lo cotidiano
son limitadas, cuando no suspendidas, a priori reforzando el carácter “inmortal” de
lo creado.
Si bien las características individuales del turista (grado de instrucción, lugar
de residencia habitual, expectativas, etc.) van a condicionar en mayor o menor
medida la aprehensión de la imagen del destino, los estereotipos que en la
actualidad son difundidos por los medios de comunicación de masas (Bardon Fdez.,
1991: 37) la desvirtúan y fuerzan al individuo a adaptar su propia
observación/participación a la imagen que resulta más conveniente al negocio
turístico. Y algo parecido, pero de consecuencias más duraderas sucede a los
poblados de destino.
Ahora, si partimos de que el área de destino es algo más que un simple
espacio físico, que es el resultado de la proyección cultural de los grupos sociales que
en él han habitado, que es tomado como símbolo de identidad más que como mero
entorno, hay que admitir a priori que la interiorización de la nueva imagen por
parte de los locales va a causar, cuando menos, modificaciones culturales a corto
plazo. Cuando los anfitriones han de asumir en la vida diaria/laboral los patrones
de imagen creados por otros y apoyados por aparentes resultados positivos, al menos
en lo económico, éstos son legitimados y dados por válidos, socializando a las nuevas
generaciones con esos nuevos valores, aunque no podamos achacar este
-66-
comportamiento siempre y exclusivamente al turismo. En el peor de los casos, los
actores-anfitriones, a merced de los cambios de tour-operadores y gustos de las
sociedades de origen del turismo, comienzan a tomar su pasado e incluso su
cotidianeidad como parte del espectáculo, pudiendo convertirse en caricaturas de sí
mismos.
Con la irrupción de un grupo social más o menos homogéneo, el turista, se
dan valores nuevos a objetos (como símbolos), a relaciones efímeras, a las posiciones
sociales y a las ocupaciones de la gente, renacen historias, cuentos y leyendas, el
paso de lo religioso-festivo a lo profano adquiere un nuevo sentido (objeto de
intercambio económico) y cuando no existen esos rituales se “reinventan”. La
representación de labores y/o rituales tradicionales, el comportamiento público, los
cánones del prestigio, el reconocimiento familiar y/o grupal, las representaciones
individuales, son objeto de cambios más lentos que la economía o el medio físico bajo
el peso del turismo, tal vez por ello conozcamos tan poco de estos aspectos.
Muestra:
- facilidad de acceso- inocuidad- exotismo -
NATURAL Y/O CULTURAL
TURIS MO siguien do mod elo “NUE VAS EX PERIEN CIAS” (o tend encias)
Muestra:
- peligrosidad- riesgo- desamparo-aventura -
NATURAL - CULTURAL
EN AMBOS CA SOS:
“Lo real” se reinventa en términos de “parecido a”
IMAGEN CREADA
Se conforma el
DESTINO - ESPECTÁCULO
Características:
* Ocultación de contradicciones
* Ofrec imien to de ap arente armo nía
* Espectáculos de venta contínua e individualmente repetibles
* Espacialidad y temporalidad limitadas o suspendidas (refuerzo del carácter “inmortal” de
lo creado)
CUADRO 10. Relación de la imagen creada y el destino.
-67-
-68-
3.3. TURISMO Y DESARROLLO: REVISIÓN DE LOS IMPACTOS
GENERADOS.
-69-
economía, etc.).
2. Examinar cuantitativa y cualitativamente el desarrollo del turismo.
3. Realizar previsiones futuras del desarrollo del turismo.
4. Identificar las diferencias entre 2 y 3.
Respondiendo a cinco cuestiones de carácter específico, fundamentales en el
análisis: ¿cómo ha comenzado el desarrollo? (natural/construído; público/privado;
... incluyendo el tipo de atracción al destino), ¿dónde ha comenzado a desarrollarse
el turismo? y ¿cuáles han sido sus vías de expansión? (aspectos espaciales), ¿quiénes
son los promotores del desarrollo? (público/privado; local/foráneo;
individual/corporativo; ...) y ¿cómo se ha realizado el desarrollo? (interrelación de
factores como necesidades económicas e infraestructurales, seguimiento de la
planificación, proceso de ventas, ...), además de indicar cuál es la distribución
regional de los núcleos turísticos. Con tales conocimientos se podrá entonces iniciar
un estudio exhaustivo de los impactos generados por el desarrollo turístico.
El proceso debe llevarse a cabo, en la medida de lo posible, a través de
parámetros y expresiones cuantificables, como capacidad de carga, efecto
demostración y efecto onda (Nash, 1987:6), y/o explicitando los niveles de análisis
de aquellas variables de tipo cualitativo incluidas en la investigación.
Los impactos generados20 deben ser asociados en tres categorías:
(A) Impacto económico. Costos y beneficios que resultan del desarrollo y uso de los
bienes y servicios turísticos.
(B) Impacto físico. Alteraciones espaciales y del medio ambiente.
(C) Impacto social y cultural. Cambio en la estructura colectiva y forma de vida de
los residentes en las áreas de destino, incluyendo las consideraciones de este
impacto sobre el nivel interpersonal.
Ahora bien, es necesario aclarar que, de alguna manera, tal división es artificial o
metodológica puesto que, en realidad, los saltos de una a otra categoría son
normalmente indistinguibles y sus contenidos suelen estar, cuando menos,
íntimamente relacionados21.
Con la aplicación del modelo es posible afirmar que la naturaleza de los
impactos del turismo sobre una población dada es el producto de la interrelación de
complejos factores políticos y económicos, tanto como de la geografía particular, el
20
Estamos aquí p artiendo de la base, sugerida por Miosec (cf Pearce, 1986:3), de que los impactos
particulares están conectados a desarrollos específicos (vease la tipología de Peck y Lepie, 1992, en
apartado 2.1.1.) y, por tanto, sólo son comparables en términos de parámetros generales, más o menos
abstractos, inducidos a pa rtir de la cuantificación de los factores reseñad os.
21
Una muestra de ello la encon tramos en q ue mucho s investigadores aplican la d istinción realiza da por la
UNESCO (1976) entre impactos socioeconómico y sociocultural, diluyendo en ambos los impactos sobre
el medio ambiente.
-70-
tamaño de la misma y las características recreacionales que atraen a los turistas
o las posibilidades de empleo que la hacen foco de la emigración laboral (Peck y
Lepie, 1977:171-2; de Kadt, 1979:4; Lea, 1988:66). El modelo además sugiere que
el índice de cambio y la magnitud de los mismos afecta a la integración de las gentes
del destino; además, la naturaleza del cambio asociada con el turismo debe ser
correlacionada con las fuentes de regulación del poder, tanto político como
económico, que emerge como un factor central diferenciado en los impactos
turísticos22. El ocio, en el sistema turístico, ha sido reemplazado por el consumo
(Melis y Oliver, 1987:11) y éste juega un papel central en la reproducción de la
estructura económica y en la existencia cotidiana, legitimando a través del proceso
turístico un poderoso sistema aculturativo.
22
En situaciones donde los grupos ya estén aculturados, estos tienen toscamente igual poder, con lo que a la
mínima ruptura la co munidad puede d esintegrarse co mo tal (Pe ck y Lepie, 1 977:17 2), pote nciando
circunstancias que algunos han tildado de ‘neocolonialistas’. En cualquier caso, se ha de diferenciar entre
el neocolonialismo, al cual nos referimos como una consecuencia de las tradiciones del juego político-
económico tendentes a tomar los destinos como satélites de la metrópoli (Centroeuropea), del
etnocentrismo (Smith, V.L., 1977:68). Este, patrocinado también por el fenómeno turístico, se debe más
al turismo de élite y de masas, formado fundamentalmente por trabajadores de clase media o bien por una
clase rica y ociosa, q ue una vez a l año se desp renden de la percep ción de sí m ismos, se tr ansforman en
turistas y compar an y manifiestan su estandard de vida, supuestamente supe rior, con el de los locales-
anfitriones que ellos visitan.
-71-
La mayoría de estos estudios enfatizan el aumento de los beneficios
económicos en las áreas de destino, a través del desarrollo de bienes y servicios
turísticos que revierten positivamente a escala local. Pero a lo que dan más interés
los investigadores de este impacto es a cómo tal desarrollo acompañado por la
cobertura de actividades recreacionales se convierte frecuentemente en la mayor
contribución a la balanza de pagos nacional y en una manera de redirigir la
disparidad regional tanto de ingresos como de empleos, causada por la elección
turística y las posibilidades reales para llevar a buen término otras industrias.
Otros factores que han pasado a ser tópicos de las diversas investigaciones
serán: intercambio comercial, ingresos para el país anfitrión, precios, distribución
de beneficios, propiedad y control, e ingresos para el gobierno.
A partir de estos factores, un estudio antropológico que pretenda relacionar
el turismo y el desarrollo económico de un área, deberá examinar ambas variables
de manera simultánea y diacrónica, desde dos niveles diferentes (Lea, 1988:37). De
un lado, desde la discusión político-económica que sopesa los beneficios económicos
del turismo contra un amplio bagaje de costos y, de otro, al nivel del análisis
microeconómico, a través de las complejas interacciones, no siempre comprendidas,
del turismo propiamente dicho con diversos sectores de la economía y los diversos
grupos sociales que interactúan tanto en las áreas de destino como en las afectadas
por la atracción que aquellas ejercen. Con ello se podrán plantear cuestiones como
la generación de empleo y la amplitud de la posible dependencia destino-generador.
3.3.1.1. Costos y beneficios del turismo
Con el turismo como panacea de desarrollo, siguiendo a Mathieson y Wall
(1986:36), hasta la década de los setenta sólo unos pocos estudios examinaban los
costos económicos, directos e indirectos, que suponía para las áreas de destino la
entrada en el mercado turístico. De este modo, en la literatura anterior se ponían
de manifiesto los múltiples beneficios generados por esta industria, arguyendo que
no sólo potenciaba el desarrollo económico, sino que además aliviaba los problemas
de desempleo y, a largo plazo, proveería de ingresos elásticos que podrían llegar a
sustituir las exportaciones tradicionales, supuestamente de futuro más incierto.
Esto es, el turismo sería el mayor contribuyente al crecimiento económico sostenido
(Mathieson y Wall, 1986:41), a través de la transformación/modernización desde la
economía agrícola tradicional a una economía basada en los servicios. Este hecho
supondría en sí mismo el impulso de la actividad empresarial y, con ella, la
generación de un bucle creador de infraestructura, relaciones con el exterior, etc.
con el poder de un multiplicador23.
23
El multiplicador de ingresos p uede ser definido com o la relación existente entre los cambios debidos al
turismo (directos, indirectos e inducid os) en una economía y el efecto d e cambio de esa economía po r sí
(continúa...)
-72-
En este sentido, los propulsores del turismo se refieren a tres tipos de efectos,
encadenados sobre la economía local, que compensarán los gastos originados. Así,
los efectos primarios serán aquellos inducidos por el desembolso de moneda
extranjera en un país anfitrión, que ajustan el gasto directo realizado inicialmente
para dotar de infraestructura el destino. Los efectos secundarios, surgen con los
múltiples contactos del sistema turístico con otros sectores, minimizando los gastos
indirectos ocasionados bien por la reposición de las existencias de los
establecimientos turísticos, bien por el pago de salarios. Por último, los efectos
terciarios, en tanto que estimulación de la inversión, que justifican los gastos
inducidos y el incremento del consumo.
Ahora bien, como correlato del optimismo y pesimismo teórico antes expuesto,
surge un debate general que se cuestiona:
(a) La importancia de las exportaciones -divisas- sobre la economía local (en
relación a lo que representan las importaciones tanto directas, esto es, bienes
y servicios consumidos inmediatamente por el turista o usados por el sector
turístico, como indirectas, es decir, materiales sin elaborar, bienes y servicios
manufacturados por productores locales para satisfacer la demanda
turística).
(b) El ascenso en el crecimiento del producto nacional, a través del efecto
multiplicador.
(c) Que sea una fuente de ingresos gubernamental.
(d) El valor real de los empleos generados por el turismo, en relación a la inversión
equivalente para crearlos como dependientes del sector industrial (p.e.
textiles).
(e) La creación de infraestructura, puesto que los servicios motivados por el mismo
suelen estar dirigidos hacia la satisfacción del entretenimiento y el ocio (p.e.
piscinas, casinos, clubs nocturnos, ...).
Concluyendo que el liderato del turismo, siendo en principio bienvenido como
una forma de diversificación, suplanta las ganancias provenientes de las actividades
tradicionales y abren la economía, tanto a nivel local como nacional, a la
inestabilidad, fruto de los cambios en las rutas turísticas, la influencia de grupos
transnacionales, la disminución de la publicidad, etc., y a la variación productiva
estacional.
Ante tal situación, las pequeñas economías pueden tender bien hacia la
dependencia, bien hacia su dualización. Cuando ‘optan’ por una economía dual,
tratan de incrementar sus ingresos a través de la búsqueda del equilibrio entre dos
(...continuacion)
misma.
-73-
fuentes de ingresos (turismo y actividades productivas tradicionales), controlando
la producción y distribución, y compatibilizando la estructura local con la nueva
organización, en una explotación más ‘racional’ de la fuerza económica del
capitalismo -oferta y demanda, ampliamente entendidas- (McKean, 1977;
Sutherland, 1986)24. Sin embargo, cuando no se produce tal dualización -situación
más frecuente que lo deseable para los planificadores del desarrollo-, el turismo
provoca o refuerza la tendencia inflacionaria (Cohen, 1984:384; Prod'homme, 1985;
Lea, 1988:50) y una institucionalización del subdesarrollo estructural (Cohen,
1984:384).
Una tendencia inflacionaria en tanto que establece presión bien sobre
recursos a menudo insustituibles (p.e. suelo; Noronha, 1979:188)), bien en torno a
precios e impuestos que afectan directamente a la población local, normalmente sin
tener en cuenta los usos y costumbres anteriores. Este ‘pagar más por lo mismo’
puede variar según los tipos de turismo que visiten la zona, de manera que mientras
que, siguiendo la tipología de Cohen (1972), con el turismo no institucionalizado no
se notaría tal efecto, será con el turismo institucionalizado, sea individual, sea de
masas, sea el charter (Smith, 1977) cuando la inflación comenzará a notarse en el
incremento de los precios, primero paulatino y luego desmesurado, de la tierra, los
bienes, la comida, etc. en un continuum que acompaña al desarrollo del núcleo
visitado.
Una institucionalización del subdesarrollo estructural, en tanto que,
beneficiando a los locales que están directamente involucrados en el desarrollo
turístico (Cohen, 1984:384), conlleva la penetración de capitales e intereses
financieros foráneos, conduciendo a la pérdida del control local sobre la actividad
que crece desproporcionadamente y desarticula los otros sectores productivos
tradicionales; a la vez que lleva rápidamente a la población local a un nivel de vida,
en muchos casos superfluo y poco sólido, marcado por el consumo.
En cualquier caso, la magnitud del impacto económico está condicionada por
factores (Mathieson y Wall, 1986:52) tales como:
(A) La naturaleza de los principales servicios y su atractivo para los turistas.
(B) El volumen e intensidad del desembolso de los turistas en el destino.
(C) El nivel de desarrollo y la base económica del área de destino.
(D) El grado de recirculación del desembolso turístico al interior del área de destino.
(E) El grado de ajuste que ha tenido el destino a la estacionalidad de la demanda
turística.
En tanto que prácticamente todos son cuantificables y han sido tratados
24
Sutherland (1986) observa este tipo de comportamiento adaptativo al nuevo fenómeno turístico en Belice,
donde los patrones de desarrollo de los negocios de la pesca y del control local de los recursos, se ven
repetidos en el desarrollo del turismo.
-74-
amplia y específicamente por economistas, tales factores deben ser analizados bien
en equipos interdisciplinares, bien recurriendo a los índices de medida y fórmulas
propuestas desde la teoría económica del turismo (veáse por ejemplo el manual de
Figuerola, 1990).
3.3.1.2. El turismo como actividad empresarial y su actuación
intersectorial
Hasta el momento actual, los investigadores sociales han mostrado poco
interés en ayudar a conducir de forma seria y sofisticada a la empresa turística
(Smith, S.L.J., 1988:182), lo cual se evidencia en el contenido y perspectiva de las
definiciones que antes ofrecimos, yendo desde la calificación de acciones al
tratamiento de los impactos. Tal vez por ello, los líderes de la empresa han visto
como irrelevante a la comunidad académica para el desarrollo y la toma de
decisiones. Sin embargo, creemos que el entendimiento del turismo como sistema
puede proveer a los empresarios del mismo de una adecuada definición donde
conjuguen la demanda, el tipo de turismo, las características viables de sus negocios
y las posibles motivaciones al consumo, todo ello sin descartar la posibilidad para
los investigadores académicos de estudiar los elementos consecuenciales de las
relaciones que tal actividad empresarial supone.
A tales efectos, podemos considerar el comportamiento del sistema turístico
con una lógica similar a la de la producción de cualquier otra mercancía (puntos de
producción, redes de transporte, puntos de consumo, etc.) (Gaviria, 1978:52), aunque
ello no lleve consigo que tenga que ser entendido exclusivamente en términos de los
bienes y servicios que produce.
De esta manera, podemos decir que, institucionalizado, el turismo impone
considerables demandas para el suministro de bienes (artículos de origen animal
y vegetal, artesanía, antigüedades, ...) y servicios (actividades deportivas y
recreativas, actividades de ocio, condiciones sanitarias, alojamiento, ...) con los que
realmente se identifica, definiéndose el desarrollo del sector en tanto que tales
demandas aumenten.
Pero el turismo moderno no está confinado al viaje y la acomodación de los
visitantes, sino que incluye una larga lista de actividades (Lea, 1988:5)
dependientes tanto de la capacidad de suministros a nivel local, como del tipo de
suministros requeridos y del desarrollo turístico del área. De manera que los centros
receptores se ven obligados a la formación de un equipo comercial que podríamos
llamar turístico (Fdez. Fuster, 1985:466). Una lista de tales negocios debería al
menos contar con cinco categorías:
(a) Artículos alimenticios: pescaderías, carnicerías y fiambres, pastelerías y
panaderías, heladerías, restaurantes y cafeterías, bares.
(b) Alojamiento y recreación: hoteles, apartamentos, pensiones, discotecas, salas de
-75-
fiesta, escuelas de vela, etc.
(c) Transporte: agencias de viaje.
(d) Servicios médicos: farmacias y centros asistenciales.
(e) Otros: banca, venta de souvenirs, prensa, artículos deportivos, etc.
Manteniendose los porcentajes desde los años ochenta, por término medio el
desembolso realizado por los turistas se reparte entre alimentación, que alcanza un
25 por ciento, alojamiento con un 27 por ciento y el transporte un 23 por ciento,
quedando para el resto de los negocios en torno al 25 por ciento (cuadro 11). Los
efectos secundarios que derivan de esta proporción, revelan claramente que,
hablando del turismo institucionalizado (donde los operadores controlan
alojamiento, comida y transporte), los negocios posibles para los locales se reducen
generalmente a menos de la cuarta parte del total, es decir, representan como tal
un inputs bajo. Pero aún así, modifica la actividad comercial del área de manera
directa, en tanto que el tipo de productos se especializa en la demanda turística, e
indirecta, puesto que el núcleo turístico tendrá una mayor dotación comercial que
el resto del área. Ello, acompañado de la tendencia inflacionaria (aumento de
precios), conlleva de una parte una disminución de posibilidades de compra de
productos de consumo tradicional por parte de los locales y, de otra, un desequilibrio
de ingresos comerciales, generando una fuerte competencia con los inversores
externos por el suelo ‘útil’ desde la perspectiva del negociante, esto es, una pérdida
del control también de esa pequeña proporción.
Así pues, la empresa turística se compondría de un grupo heterogéneo de
establecimientos que proveen de una amplia gama de bienes y servicios para el
consumo de los turistas (Archer, 1972:42), obteniendo una pequeña parte de sus
ingresos de la venta de sus productos a los locales. Ahora bien otros sectores de la
economía pueden ser influidos por el gasto turístico, dependiendo éste “de la
distribución del círculo inicial del desembolso turístico y de las uniones
(intersectoriales) de la economía” (Mathieson y Wall, 1986:74). Pero ¿en qué sentido
se muestra tal influencia?
-76-
La finalidad del turismo se orienta al consumo privado, encuadrado en un
‘sistema total expandido’ (McKean, 1977:100) de corte capitalista, y ello hace que,
si bien depende directamente de
todos los sectores productivos, su
participación en los mismos sea
baja y, en muchos casos, se refiera,
como parte que es de ese
macrosistema, a relaciones
intersectoriales a nivel
internacional.
Por ejemplo, para la
agricultura o la pesca, aunque
existen casos documentados donde
el desarrollo del turismo ha
frenado el declive poblacional en
áreas marginales, induciendo el
CUADRO 11. Representación porcentual del incremento de ganancias agrícolas
desembolso turístico por grupos de negocios (Greenwood, 1976:138) o
pesqueras (Sutherland, 1986), el
cambio estructural desde el sector primario al turismo, desde una economía
tradicional a otra similar a la industrial, sabemos que significa una emigración25,
con el subsiguiente abandono de las zonas de habitats tradicional (salvándose, sólo
en parte, las localidades que reúnen condiciones turísticas al convertirse en núcleos
receptores), y un cambio de conducta y ocupación laboral.
Bryden (1973:33) aportó, con su trabajo en las islas del Caribe durante la
década de los sesenta, que el declive de la producción agrícola, como consecuencia
del proceso descrito, redujo la autosuficiencia en producción alimentaria y
aumentaron la necesidad de importar comida por encima del cuatro por ciento
anual. Este tipo de cambios significa, por regla general, un incremento en la
proporción del desembolso turístico usado para pagar bienes y servicios importados,
que ha de sumarse a los pagos realizados por la administración especializada, los
equipos y materiales de construcción, etc.
Aún reconociendo que estos cambios no son endémicos del turismo, éste, sin
ser la mayor de las causas ha contribuido directa o indirectamente a la aceleración
de los mismos, incrementando la competición por la tierra y su precio, alentando la
25
Jurdao Arrones (1987:5) corrobora uno de los peligros que conlleva tales emigraciones desde zonas rurales
a urbanas. A sí, dice "los jóvenes campesinos de Mijas (Málaga) abandonaron sus estructuras económicas
familiares campesinas para irse a trabajar como albañiles a la costa. Los padres quedarían solos en sus
tierras, sin posibilidad de seguir labrándolas por falta de mano de obra".
-77-
venta de suelo y contribuyendo, con ello, a la fragmentación de las propiedades26.
Otros sectores, como la construcción, si bien frecuentemente se ven alentados por
el turismo, sólo mantienen una relación temporalmente acotada con el mismo (etapa
inicial), generando movimientos poblacionales que contribuyen a la
desestabilización del área de destino.
Con todo, tales impactos pueden ser paliados, afectando al alcance y
distribución de la rentabilidad y las transacciones, con un mayor compromiso y
control (poder) comunitario sobre la magnitud y velocidad del desarrollo turístico.
26
La tierra es vendida en peq ueñas unidades y altos precios y esto contribuye a la inflación. Las víctimas de
esta inflación son los jóvenes residentes que intentan adquirir tierra s o vivienda s (Mathies on y Wa ll,
1986:86).
-78-
3.3.1.3. El turismo, generador de empleo
Según Boyer (1972)27, el desarrollo del turismo es reflejado en la estructura
de ocupación local por una expansión de centros de servicio de la economía. El
turista debe, como ya dijimos anteriormente, ser transportado, alojado y asistido
pero, secundariamente, necesita también de una provisión de actividades ociosas,
para todo lo cual precisa un número, más o menos amplio, de personal en edad
activa para el desempeño de funciones en la actividad turística (generalmente no
superior a los 45-50 años).
Se suelen diferenciar tres tipos de empleo (Archer, 1973; Goffe, 1975;
Vaugham, 1977; Mathieson y Wall, 1986; Lea, 1988) generados como consecuencia
del desarrollo turístico:
(A) Empleo directo, que es el que surge como resultado del desembolso de los
visitantes en los núcleos turísticos (p.e. hoteles, apartamentos, etc.).
(B) Empleo indirecto que, aunque no resulta directamente del desembolso turístico,
comprende todo lo que se refiere al suministro de turistas (p.e. transportes,
banca, agencias, etc.).
(C) Empleo inducido, es el empleo adicional que resulta de los efectos
multiplicadores del turismo -residentes locales- (p.e. cambio de moneda,
suministro de mercancías desde otros sectores, comercio, etc.)
Con esta categorización, Vaughan (1977a:10) calcula la proporción del efecto
multiplicador atribuible a cada uno, afirmando, y no es sorprendente, que la
mayoría de los trabajos son creados en lo que llamamos empleo directo. Esto es, los
visitantes que usan más intensivamente los tipos de alojamiento como el hotel
generan de forma equivalente un mayor número de empleos. Anteriormente, Archer
(1973:76), analizando la actividad turística de Anglesey (Gran Bretaña), calculó que
por cada nueve puestos de trabajo creados directamente por el turismo aparece,
como resultado, un puesto adicional inducido, funcionando como un multiplicador
continuo que genera dos veces más empleo por unidad de gasto que el sector
industrial.
Para el análisis de esa fuerza de trabajo se deberá responder al menos a las
siguientes cuestiones (Mathieson y Wall, 1986:76):
(a) ¿Quiénes son empleados como resultado del proceso descrito?
(b) ¿Qué tipo de puestos de trabajo están disponibles?
(c) ¿Qué grado de especialización requieren y qué expectativas laborales tienen esos
empleos?
(d) ¿Qué distribución geográfica tienen los empleos generados?
(e) ¿Qué inversión de capital requiere crear estos empleos?
27
Citado por Nash, 1977:43.
-79-
(f) ¿Qué contribución tienen estos empleos a la economía local, regional y nacional?
(g) ¿Qué importancia futura tiene la actividad turística como generador de empleo?
Alrededor del núcleo en desarrollo, surgen expectativas de empleo que atraen,
en un primer momento, a individuos localizados en torno al área afectada. Al poco,
la atracción se extiende, bien por medio de contratas bien a nivel individual, más
allá de las fronteras geográficas de aquélla y de las fronteras laborales del sector.
Las oportunidades de empleo en el turismo (incluyendo el proceso inicial de
construcción) generalmente atraen a trabajadores de otros sectores económicos
tradicionales (p.e. agricultura o pesca) y abren oportunidades laborales para la
población activa femenina, conformando la tendencia de la estructura profesional
al cambio de dirección desde el sector primario al terciario. Pero, además, sus
efectos sobre el empleo se disfrazan de economía sumergida al tomar gente
normalmente considerada no disponible como fuerza de trabajo en la economía
institucionalizada.
Para un investigador de campo son fácilmente observables al menos tres
manifestaciones de los efectos del ‘empleo turístico’: los derivados del empleo
femenino, de la migración rural-urbana y la correlación empleo estable-empleo
inestable. Así, para las mujeres, la incorporación a este mundo laboral
compatiblilizable en muchas ocasiones con las labores que tradicionalmente ha
desempeñado, ha podido suponer tanto una fuente de ingresos que las independice
de sus padres y maridos, a niveles generales, como un cambio de estatus
(familiar/local) respecto a su posición en la estructura social. Todo ello en paralelo
a la convivencia marginal con los visitantes que, a través del efecto demostración
(Pearce, 1986:52), provoca el cambio de sus valores y patrones de consumo.
La migración rural-urbana es una importante manifestación, también, del
efecto demostración (Mathieson y Wall, 1986:145). No es que sea un proceso reciente
ni que el turismo sea el único y mayor causante del fenómeno, pero la habilidad de
la actividad turística para generar centros urbanos ha facilitado el cambio de
residencia de los individuos, pasando de campesinos a habitantes urbanos que
tratan de localizarse en los alrededores del núcleo. Proliferan así las construcciones
diseminadas a lo largo de caminos y las parcelaciones clandestinas (Seco Gómez,
1985:430), lo cual se convierte en un problema añadido para la administración local.
En tercer lugar, aunque se reconozca que hay una correlación cerrada (no
perfecta) entre la generación de ingresos por el turismo y la creación de empleo
(Lea, 1988:46), los puestos creados, si bien reducen la figura del desempleo en su
conjunto, lo son a tiempo parcial (estacionales)28 o, cuando más, a tiempo completo
28
El empleo estacional tiene una desventaja inherente (Mathieson y Wall, 1986:81), esto es, tiende a atraer
a la periferia de la fuerza de trabajo. Además de que en muchas ocasiones, ya por el incentivo de una mayor
(continúa...)
-80-
pero temporalmente inestables (pocos trabajadores fijos en plantilla) y, siempre, de
carácter cíclico. Pudiéndose afirmar ante ello, con algunos autores como Young
(1973:15), que, a largo plazo, la baja productividad potencial del trabajo en la
empresa turística puede tener un efecto depresivo sobre el crecimiento económico
local.
En términos generales, cuando se compara con el sector industrial, el turismo
requiere personal con un relativamente bajo nivel de cualificación; de este modo le
puede ser posible absorber una gran proporción de la fuerza de trabajo de los
sectores tradicionales de la economía con un mínimo de preparación. Sin embargo,
Gray (1974:395) sugiere que la habilidad de que el turismo use gran cantidad de
trabajadores no preparados es sólo una fase temporal en el desarrollo del sector.
“Como toda industria en expansión, en sus comienzos le puede ser más rentable
usar trabajadores sin experiencia para luego favorecer a los más especializados.
Esto puede crear una estratificación laboral y aumentar los costos por puesto de
trabajo (con la tendencia clara a su reducción en número). Como en otros sectores
de la industria (en general) se deberá dar cualificación a la población trabajadora,
y esto requiere grandes cantidades de capital para sostener el nivel de desarrollo
económico” (Mathieson y Wall, 1986:43).
El principal motivo de la profesionalización consiste en preservar y aumentar
la reputación del área y asegurar beneficios a largo plazo, de forma creciente
(Cohen, 1984:380). Tal profesionalización, además, tiene por objetivo disminuir el
conflicto entre los componentes económico y social del rol de ‘servicio’ y, mientras
no se consiga, puede prevenir o atenuar el servilismo de los anfitriones-empleados
y, con ello, la considerable hostilidad que genera. En este sentido, el bilingüísmo,
entre otras características deseables como el carisma, el encanto, el ingenio y el
‘servir sin ser servil’, son capacidades aprendibles que pueden dar renombre a un
núcleo de atracción turística. Sin embargo, si evitando este tipo de gasto, se
demandan puestos cualificados, generalmente se excede de las capacidades locales
dando el control a promotores externos (Pearce, 1986:52) y tales puestos serán
ocupados por individuos de fuera de la región. A los residentes locales sólo quedarán
las faenas de carácter doméstico y, lejos de incrementar el deseo por la atención
educacional, aumentarán las actitudes de frustración y hostilidad.
En general, los efectos del turismo sobre el empleo están influidos por el tipo
de actividad turística que, tomada como actividad complementaria (Prod'homme,
1985:25; Duysens, 1987:15), podría combinarse con las actividades tradicionales
(...continuacion)
comodidad ya por obtener mejores y más rápidos beneficios, atrae a trabajadores que desempeñaban
labores a tiempo completo en otras actividades, lo cual puede desalentar a la industria ajena al sector
turístico y a otras a ctividades lo calizadas tra dicionalme nte a nivel loca l.
-81-
mediante una suma de trabajo que se constituiría en una fórmula de escape de la
dependencia monolítica. Esta postura de sobreutilización de los ya empleados no
influirá en el decrecimiento del desempleo pero quizás se puedan evitar los efectos
negativos de la importación de trabajadores (que en demasiadas ocasiones llegan
a superar a la población local residente).
3.3.1.4. El turismo y la dependencia económica
En el nivel más general, las teorías sobre el imperialismo (Nash, 1977:34) se
refieren a los intereses de sociedades extranjeras que se imponen sobre, o son
adaptados por, una sociedad ajena. Ello lleva aparejado transacciones intersociales
marcadas por la decadencia, aunque es condición indispensable la posible
aceptación ‘voluntaria’ de, al menos, algunos de los componentes de la población
nativa.
La visión de que el turismo es una nueva forma de colonialismo e
imperialismo es una percepción extrema, aún en debate, del desarrollo turístico y
sus efectos y está sostenida por tres condiciones económicas constatables (Mathieson
y Wall, 1986:148):
(a) Algunas áreas y países en desarrollo han crecido dirigiendo sus prioridades
políticas y económicas hacia la satisfacción de la demanda turística.
(b) El desarrollo del turismo puede ir acompañado por una forma de transferencia
de riqueza desde las áreas de destino a los puntos de generación turística (ya
en forma de costos ya de pagos directos del turista).
(c) El empleo de no locales en puestos profesionales especializados y la frecuente
presencia de extranjeros en labores directivas, han provocado además la
imposición de sistemas de trabajo explotadores con cargas de
neocolonialismo.
Así pues, apoyando tales criterios, uno de los efectos del turismo más
omnipresente es el impacto sobre la división del trabajo, particularmente entre
sexos (de Kadt, 1979:43-44) pero, además, éste promueve un cambio en los criterios
de estratificación sustituyendo valores tradicionales, como origen o prestigio, por el
‘valor dinero’. De esta forma, según Cohen (1984:386), esta situación crea, a través
de la distribución desigual de los beneficios, un nuevo estrato social particularmente
de clase media (de Kadt, 1979:47-48), que pasa a estar económicamente ligada,
desde su origen, a la actividad turística. A la vez, el área comienza a ser menos
‘autosuficiente’ e incrementa la dependencia de las condiciones económicas
nacionales e internacionales. En este sentido, Prod'homme (1985:23) considera que
el turismo es un generador de desequilibrios cuando representa un 25 por ciento del
producto interior bruto, como es el caso, entre otros, de Canarias, Baleares, Córcega
o, en menor grado, Madagascar, que se ven condicionadas de forma limitante,
además por su carácter insular, o Puerto Vallarta, Acapulco, Cancun y Mijas,
-82-
situadas en zonas costeras. Estos destinos, por llegar a ser sobredependientes del
turismo, se han hecho vulnerables a los cambios dentro (p.e. cambio de precios y de
hábitos de consumo) y fuera (p.e. tendencias de la economía global, situación
política, disponibilidad energética) de la actividad; y si bien a través de sus
dirigentes, ellos han colaborado activamente e incluso, en ocasiones, tomado la
iniciativa del establecimiento del turismo (observando como referencia la
disponibilidad y necesidades de ciertos centros metropolitanos), con la expansión del
mismo han perdido el control sobre la tierra, sobre los negocios y sobre la
rentabilidad, esto es, sobre los tres criterios principales de la relación económica, y
a veces social, turismo/anfitrión29.
De esta forma, desde este punto de vista, la expansión económica de los
núcleos receptores, basados prioritariamente en el turismo, no representará un
desarrollo real. Antes bien, mostrarán una apariencia de tal, amenazada por la
fragilidad del sistema que le sustenta.
En cualquier caso, tanto la naturaleza del impacto como el nivel de
dependencia, y con ello de inestabilidad, estarán estrechamente relacionados con
la capacidad de los destinos para adaptarse y absorber tales llegadas adicionales de
individuos y capitales, así como para mantener un nivel competitivo dentro de la
relación de sustituibilidad que se establece entre destinos. Entrando, así, en la
dinámica de constituirse en satélites turísticos, la sombra de las sociedades
generadoras (Nash, 1987:11). Es sabido que son éstos, los países exportadores del
turismo, y no los receptores, los que más se benefician (Jafari, 1987:18) y ello,
primordialmente, a través de la figura del operador turístico. El operador aglutina
a distintas empresas y las usa a manera de una gigantesca maquinaria (Vera
Galván, 1984:338), cuyo objetivo global es único: la maximización de beneficios y el
control del mercado, desbancando, cuando menos, a los oferentes del alojamiento y
del suelo, y fijando los precios de ‘paquetes’ turísticos de carácter global; con lo cual
el desarrollo del turismo es, la mayoría de las veces, equivalente al endeudamiento
directo de establecimientos hoteleros, e indirecto de la comunidad en general con el
tour-operador.
29
Tales criterios son expuestos por Peck y Lep ie (1977 :159), qu e los consid eran constituid os de la siguiente
forma: (1) ‘Poder’, que incluye la propiedad de la tierra que está siendo desarrollada, las fuentes de
financiación, los inputs de los agentes locales y la relación de éstos con el desarrollo de los proyectos. (2)
‘Rentabilida d’, que incluye los beneficios de la sociedad anfitriona por el turismo, y los cambios
potenciales en la movilidad social en relación al orden social existente. (3) ‘Comercio y transacciones’, que
incumbe también al impacto social, incluyendo el cambio por medio de éstos de la naturaleza de las
comunidade s, tal como las consecuencias del paso desde el sector primario al terciario, de familias extensas
a nucleares, etc.
-83-
3.3.2. El impacto físico del turismo (los espacios)
La mayoría de los individuos que integran las corrientes turísticas habitan
en ciudades, viviendo sometidos a un ritmo exigente y a una presión externa que los
conduce a un progresivo acumulamiento de tensiones. En tales condiciones se
trasladan al lugar de vacaciones, con la intención de ‘olvidarse de los problemas’ y
dispuestos a variar sus patrones de comportamiento. El equipamiento hotelero y los
servicios de apoyo, auspiciados por el desarrollo turístico, se ocupan de ello. Tan
pronto los visitantes comienzan a aparecer, en número cada vez mayor, la necesidad
de camas y comida se hace imperiosa; gradualmente se comienzan a habilitar
pensiones, construir hoteles, restaurantes y servicios varios destinados al ocio30.
En este proceso, el turismo utiliza el entorno natural, tanto ocupando una
porción del espacio como usando sus recursos, por lo que se hace necesario en
cualquier estudio de campo sobre el turismo llevar a cabo los pertinentes análisis
de los efectos y alteraciones que sobre él produce el desarrollo de esta actividad. La
historia del turismo indica claramente que el medio ambiente, abarcando desde
atracciones básicas como sol, mar y arena hasta el indudable atractivo de lugares
y estructuras de interés histórico, ha contribuido tanto a su nacimiento como a su
progreso, complementando éste con la construcción de infraestructura y áreas
recreativas; pero cualquiera de estos elementos, por separado, se muestra
insuficiente para originar y mantener un destino turístico. Es más, ni aún contando
con éstos elementos en estado óptimo, un área tiene por qué ser destino.
Intermediando entre el no ser y el ser suele estar toda la compleja red de promoción,
estudio de expectativas y mercado. Así, identificando y creando una serie limitada
de atributos en los turistas potenciales, simplificando en ellos las características del
posible destino y jugando con las modas culturales, el sistema construye de forma
holística y abierta un ideal de paisaje, de paraíso exótico lo suficientemente
familiar, una imagen a medida del consumidor.
Cuando este arquetipo es extrapolado al entorno real, generalmente un
ambiente frágil (pequeñas islas, zonas de costa o montaña), se produce un proceso
de apropiación que va más allá del medio ambiente físico. Con la llegada de los
turistas, con su presencia, comienzan a distorsionarse las relaciones entre locales
dadas en espacios “locales” (espacios públicos apropiados simbólicamente), la
cotidianidad pasa a ser un nuevo recurso que se solapa a los ya existentes. Como los
demás es explotable, estudiable o “fotografiable” (convertible en imagen, la “tourist
gaze” de J. Urry (1990)), comportándose con una lógica similar a cualquier otra
30
Según M. Gaviria (1978:53), “lo más frecuente y rápido para la promoción de una ciud ad turística de playa
en España ha sido así: un vecino del pueblo, generalmente ni pescador ni labrador, pone en la planta baja
de su casa, situada cerca de la playa, un b ar; al año siguiente levanta una planta y construye hab itaciones;
al año siguiente levanta una o dos plantas más y acaba teniendo una pensión familiar; años después, con
los beneficios o btenidos, c onstruye un hotel (...) en otro lugar exterior al antiguo casco urbano del pueblo”.
-84-
mercancía y cumpliendo con el ciclo de consumo de cualquier producto (el “ciclo
turístico”). Es decir, el espacio, el entorno físico pasa a ser un ‘bien turístico
mercadeable’.
Sin embargo, en el estudio de los impactos físicos del turismo hemos de tener
en cuenta una serie de dificultades, esto es, según Mathieson y Wall (1986:5-6), nos
será imposible:
(A) Reconstruir el medio de antes de verse afectado por el turismo y distinguir entre
cambios inducidos por éste y por otras actividades humanas.
(B) Desunir el binomio hombre/naturaleza
(C) Concretar (medir) el impacto físico, rompiendo las complejas interacciones del
impacto global.
(D) Superar la discontinuidad espacial y temporal entre causa y efecto.
(E) Detectar una selección válida de los indicadores del impacto.
Tal vez en tales dificultades, además de en los casos concretos de estudio,
radiquen las diferencias en las conclusiones de muchos investigadores. Así,
mientras para algunos autores el turismo provee de incentivos para la restauración
de monumentos antiguos y la conservación de restos arqueológicos o recursos
naturales, para otros sólo significa gente, congestión, ruidos, etc. que implican un
amplio espectro de efectos exclusivamente negativos sobre el área en desarrollo.
Budowski (1976:27)31 sugiere que pueden darse tres relaciones diferentes
entre ambas opiniones (promoción/conservación):
(1) Turismo y conservación pueden existir en una situación en la que ambos campos
promuevan sus respectivas posiciones y establezcan pocos contactos uno con
otro.
(2) Turismo y conservación pueden soportarse mutuamente, manteniendo una
relación simbiótica, a través de la organización, planeamiento y control.
(3) Turismo y conservación pueden entrar en conflicto, particularmente cuando el
turismo induce efectos negativos sobre el medio ambiente.
Tales relaciones, en último término incentivadas o retardadas por la puesta
en uso de los medios necesarios para proporcionar bienestar al turista, pueden ser
planteadas a partir del esquema propuesto por la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico) y tomado por J. Lea (1988:52) y Pearce
(1986:47) (CUADRO 12), que establece cuatro cotas paralelas de efecto para el uso
y gestión del entorno, no con el fin de aminorar la sobre-explotación del recurso (los
espacios) sino de establecer los límites de cambio aceptables para mantener
constante el producto (el ideal de turista), estas son: la creación de nuevas
infraestructuras, la conservación, la capacidad de sustentación (carrying capacity)
31
Citado por Mathieson y Wall, 1986:95.
-85-
y la generación/mitigación de presiones sobre el medio físico.
CUADRO 12. Efectos del turismo sobre el entorno físico (sobre fuente: Pearce,
1986:47; Lea, 1988:52).
-86-
o representar por los locales un papel distintivo, ya sea laboral o “folclórico”,
quedando el aspecto de las relaciones sociales (desarrolladas ampliamente en los
lugares públicos tradicionales) reducidas a su más mínima expresión.
De otra parte, la posible conservación tanto de elementos naturales como
creados por el hombre es utilizada como una justificación, hasta cierto punto
acertada, del desarrollo turístico en algunas áreas. Esto es, siguiendo a Gunn (1978:
3), el crecimiento de la industria turística, del comercio y sus asociados estimulan,
en la mayoría de las ocasiones, la demanda de parques y espacios abiertos, a la vez
que hace a los gestores poner énfasis sobre la eficacia en el uso de los recursos y la
protección y/o rehabilitación de construcciones existentes y lugares históricamente
relevantes. Además de realzar la eficacia de los recursos, particularmente los no
renovables, potenciando su máxima utilización con una mínima degradación, y
potenciar el equilibrio hombre/medio, pudiendo evitar la manipulación no-
controlada del entorno físico.
El problema surge, una vez más, con la fuerte apreciación y condicionamiento
cultural sobre esa “imagen” de lo estéticamente atractivo; es decir, se mantiene y
restaura lo que aparentemente es significativo en el contexto recreacional, dando
en la mayor parte de los casos un nuevo uso ocioso a espacios antes olvidados. Pero
¿no es ésta una nueva manifestación de las modas culturales? Es fácil caer en la
tentación del “todo es conservable” o, lo que es lo mismo, todo es degradable y
sobreexplotable y por tanto hay que proteger, controlar y prohibir.
En la rivalidad y competencia espacial turista/anfitrión, la conservación se
puede manifestar como un nuevo elemento de fricción, en tanto en cuanto los
nativos se ven sometidos bien a expropiaciones forzosas bien a planes de
procedimiento y control que tienen como fin último el asegurar la buena
administración del nuevo ambiente (p.e. la reserva de un área como parque
nacional). Si no se toman buenas medidas de gestión, tanto la conservación o
rehabilitación como los usuarios ociosos del territorio se encontrarán con una
actitud y comportamiento abiertamente antagónica (usando el índice de irritación
de Doxey (Murphy, 1984: 124) para medir la respuesta) pudiendo deteriorar la
reputación del destino.
Pero estamos reflexionando sobre un sistema vivo y dinámico como es el
turístico, donde cualquier elemento social (incluidos aquellos deplorables como la
miseria y la guerra) es constituyente de comercio, es capaz de adaptar o adaptarse
a la nueva dinámica de defensa y custodia de “lo natural”, “lo étnico” o “lo
tradicional”. Así, por ejemplo, cuando un destino llega a su fase de estancamiento
(sobre todo para el turismo de masas), un desierto o un erial próximo puede cobrar
estatus de “lugar para la aventura” o un ritual de sacrificio, sufriendo algunos
cambios, una escenificación de los exótico, conquistando nuevos espacios que
-87-
rejuvenezcan el destino.
Es obvio, y casi nadie lo pretende, tratar de encontrar un estado de cosas
anterior a la llegada del turismo, es obvio también el porqué ningún Estado rechaza
esta forma de incrementar su economía, así como el porqué se recurre a ella en esos
momentos de búsqueda de alternativas (que normalmente para el destino son
complementos) al mercado turístico. La conservación, muchas veces relativamente
costeada desde el occidente proveedor de turistas, además de deseable es
financieramente rentable. En tanto que conservación, el turismo puede promover
y, en parte, ha sido responsable de la rehabilitación de construcciones existentes y
lugares históricos, dando nuevos usos a edificaciones abandonadas e introduciendo
planes de procedimiento y control que deberían asegurar la buena administración
del medio ambiente, desde el punto del vista del operador, con el fin de preservar
la buena experiencia de los visitantes.
3.3.2.2. Capacidad de sustentación y uso múltiple del espacio.
En cuanto a la aplicación de la capacidad de sustentación (carrying capacity)32
, nos encontramos no ya con un nuevo problema sino con una fuerte dificultad
metodológica. Barkham (1973: 218) ya dijo que era encantador en su simplicidad,
complejo en su significado y difícil de definir, en tanto que en diferentes situaciones
y diferentes pueblos es entendido de manera también diferente.
Desde el punto de vista del espacio, con esta noción se hace referencia a cómo
existen unos límites en la cabida de un entorno, natural o creado artificialmente,
para soportar a un determinado número de individuos y sus actividades. La
dificultad surge al tratar de medir los cambios y descubrir las relaciones causales
directas entre visitantes-residentes y los efectos sobre el entorno-global (Murphy,
1984; Pearce, 1986; Mathieson y Wall, 1986; Lea, 1988), en tanto que se ve afectada
por el sistema turístico en su conjunto y variará, entonces, según las características
propias del turismo (tales como procedencia socioeconómica, niveles de uso, tiempo
de estancia, tipo de actividad, nivel de satisfacción, ...), las características
específicas del área de destino y las de su población, haciendo imposible un cálculo
en valores absolutos.
Lo fundamental del concepto, siguiendo a P.E. Murphy (1984:64-8), es que
indica como cada entorno tiene la posibilidad de sostener, además de, como hemos
indicado más arriba, un número determinado de individuos, ciertas actividades.
Esto es, se le da al concepto un doble uso (Hendee et al., 1978:171) en tanto que, de
una parte, describe la capacidad de uso residencial y recreacional del medio físico
y, de otra, relaciona la anterior con la consistencia del medio para soportar una
32
Capacidad de sustentación es interpretada en los estudios de turismo como el número máximo de personas
que pueden usar un lugar sin una alteración no aceptable en el medio físico y un descenso no aceptable en
la calidad de la experiencia vivida por los visitantes en el área de destino (Mathieson y Wall, 1986:21).
-88-
experiencia recreacional de calidad. En su aplicación a la comprensión y gestión del
sector, la capacidad de sustentación nos ofrece la posibilidad de contar con, al
menos, cuatro medidas, esto es la capacidad ecológica (impactos sobre el sistema),
la capacidad física (número de individuos), la capacidad de atracciones recreaciona-
les y la capacidad social (Healy, 1991:7). Una vez que el nivel de carga es excedido
se comienzan a manifestar diferentes formas de deterioro tanto del medio natural
como de las actividades llevadas a cabo en el mismo. Ahora bien, en su valoración
no pueden ser desvinculadas unas medidas de otras, so pena de confundir los
posibles niveles de tolerancia y, como consecuencia de ello, anular la potencialidad
del destino para ofrecer una experiencia recreacional de calidad.
En este sentido, el de la planificación turística, la capacidad de sustentación
debe ser vista como un instrumento dirigido a un fin, ya que funcionaría como un
añadido en la toma de decisiones tanto sobre el impacto como del mantenimiento
de la demanda local de plazas o el incremento adicional de las mismas, así como de
los niveles de tolerancia entre los turistas y sus anfitriones, además de al interior
de cada uno de estos grupos, indicando cuándo y dónde tomar las medidas
pertinentes para su corrección (tendencia al equilibrio ideal calidad/beneficios) o
cambio de la imagen promocionada.
En un intento de establecer un modelo, partiendo de que la presión sobre el
entorno se agravará cuando los niveles de aguante de aquel y las demandas de sus
visitantes y residentes no estén sincronizadas, se puede proceder a examinar las
necesidades y patrones de actividad, mientras que, paralelamente, se informe sobre
los parámetros recreacionales, físicos y biológicos del área de experiencia, cen-
trándose particularmente en las zonas más sensibles y populares. Este modelo
tendrá que tener en consideración, de una parte, las características definitorias de
la población nativa (homogeneización cultural con el tipo de turistas que le visitan,
profesionalización, actividades laborales tradicionales, etc.) y de otra la tipología de
los visitantes, en tanto que puede darse un fenómeno incompatibilidad de expec-
tativas experienciales entre ellos.
Por ejemplo, una aldea rural en la celebración de una fiesta religiosa si se ve
invadida por un alto número de turistas (en relación al número de residentes
presentes) reaccionará, probablemente, entrando en conflicto con estos o cambiando
su forma original (escenificándose hacia el foráneo), pudiendo llegar a desvirtuarse
como recreación y, en último término, provocar cambios culturales profundos en el
lugar. En cambio la misma masa de individuos puede ayudar a la “creación del
ambiente” de excitación, alegría y bullicio, siendo incluso bienvenida, en una fiesta
como el carnaval. De la misma forma, son irreconciliables algunos tipos de turistas
tanto por el número como por la actividad desarrollada, o algunos ambientes
naturales, esto es, por el nivel de congestión (Healy, 1991: 6). Véase a modo de
-89-
ilustración la masificación de las costas mediterráneas frente a un modo de turismo
drifter (-de mochila- ejemplo de contra-vacación).
Ligado a la aplicación del concepto ‘capacidad de sustentación’ se encuentra
el cambio continuo en el uso de la tierra (‘uso múltiple’)33 que pasa a ser tierra-
recreacional, no necesariamente urbanizada. Así por ejemplo, un parque natural
podrá ser invadido de visitantes que ejercerán una presión específica sobre el mismo
y sus habitantes, sin necesidad de construcción neogénica alguna, pudiendo ser
explotado, a la vez por otras actividades productivas, como la agricultura. Este
hecho es especialmente importante en ecosistemas insulares donde las posibilidades
de tierra agrícola sean escasas (Caribe y las islas del Pacífico), reduciendo la
competencia por las mismas. La demanda de estas áreas, bien estéticamente
atractivas bien de producción tradicional, se incrementa no sólo con el desarrollo
turístico, y el ‘uso múltiple’ se plantea como una solución al aumento de los costes
de su conservación. Se está abogando por una utilización racional de los recursos,
minimizando los conflictos y, para ello, se debería tender no tanto a una estrategia
dominante de un uso primario sobre otro secundario, como al equilibrio, tal vez
utópico, entre ambos.
No obstante, según Lea (1988:62), es difícil encontrar casos donde tal
estrategia haya sido adoptada deliberadamente, reduciéndose estos a algunos en
Estados Unidos de América (p.e. Tennesse Valley), la Columbia Británica e
Inglaterra y Gales, siempre en Parques Nacionales. Ello nos debe indicar como se
cierra el círculo vicioso, esto es, se vuelve a tropezar con la dificultad de las distintas
formas de apropiación, en tanto en cuanto la conversión en mercancía de ese espacio
radica en su capacidad de servir de soporte y/o medio de las actividades recreativas
(Vera Galván, 1987:449). Por una parte, en cuanto a la propiedad formal no estatal,
las administraciones pueden estipular cotas de crecimiento e incluso de actividades
a desarrollar. Pero, de un lado, la titularidad de los distintos actores privados sobre
su producción dirigida al ocio, y, de otro, la necesidad de crear empleo o de
rejuvenecer el área, generalmente ha llevado a relativizar los topes legales a cambio
de incentivar otros servicios, supuestamente destinados a los locales, como
educación-formación ocupacional, vivienda, sanidad, transporte, etc. O, en mo-
mentos de alta dependencia de los ingresos turísticos, simplemente aplicando las
normas del trueque en relación a un potencial cambio de imagen dictado por las
corrientes y expectativas turísticas. De otra, en lo que se refiere a la apropiación
informal, los anfitriones, usuarios constantes, pueden ofrecer una franca oposición
33
'Multiple use' es una estrategia que reconoce que un suministro limitado de tierra recreacional a menudo
necesita ser usada para múltiples propósitos (Lea, 1988:61), tanto productivos o de conservación como
recreacionales.
-90-
a compartir los espacios públicos de uso habitual y semi-restringido, que son
apropiados en aras de la costumbre, la tradición o la vida cotidiana. Los individuos
pueden llegar a ver a los visitantes, en la peor de las ocurrencias, como intrusos y
como tales ser recibidos (p.e. actos xenófobos), lo cual dañaría la calidad
recreacional del destino.
Pero generalmente lo que ha sucedido, muchas veces en períodos temporales
más o menos cortos, es que los anfitriones ceden esos espacios ante la presión del
número y tipo de visitantes, implicando en primera instancia un cambio de uso (de
social a directamente productivo) del área (real o simbólica) en litigio y, en
ocasiones, una reestructuración tanto de la imagen propia como del hábitat
habitual. Las consecuencias, entre otras, pueden ser observadas en los diversos
canales de información local, la socialización de nuevas generaciones, las formas
tradicionales de asociacionismo, los evaluadores del prestigio o la división del
trabajo, según el tipo de empresa y la calidad de la gestión. Si se tiene en cuenta
que los turistas son, normalmente, transferibles y la actividad empresarial turística
es, por excelencia, complementable a otras, el papel de los gestores debería
convertirse, además de en controladores, en coordinadores de los distintos aspectos
socioeconómicos y socioculturales, con el fin de al menos mediatizar los rápidos
efectos del multisector turístico sobre los espacios de destino en su transformación
hacia “espacio turístico”.
En este sentido, abogamos por un aprovechamiento de las distintas formas
asociativas locales en un intento de complementar la estrategia del “uso múltiple”
con la “gestión múltiple”.
Hasta ahora, la población autóctona generalmente ha constituido sólo la
masa trabajadora no cualificada o, cuando más, parte del recurso turístico a
explotar. Sería utópico proponer un control directo del sistema turístico, incluso sólo
del subsistema “destino”, por parte de esta población, pero es de considerar cómo su
participación en la gestión de su entorno tradicional puede, a la vez que aminorar
los efectos socioculturales, mejorar las relaciones en los espacios interferidos
(turístico-locales) y proponer un mejor alineamiento de las infraestructuras de
acuerdo con las necesidades reales del área.
Al efecto, la creación de comisiones consultivas (no necesariamente
vinculantes) o de seguimiento, donde se encuentren representadas todas las partes
(población local, instituciones públicas locales, agentes inmobiliarios, empresarios,
tour-operadores, etc.) y las entidades estatales implicadas, asesorados por las
distintas ramas técnico-científicas, podría dar luz a una mejor gestión y uso
-91-
compartido, haciendo al modelo turístico partícipe de las formas de administración
democrática, a la vez que es integrado como “propiedad común”.
3.3.2.3. Turismo y generación de presiones sobre el medio natural.
La cuarta y última cota de efecto para el uso y gestión del entorno se refiere
a las acciones que generan algún tipo de presión sobre el entorno. Según la
naturaleza de la presión del turismo y la reacción del entorno físico, se identifican
cuatro grupos de actividades: reestructuración física, generación de desperdicios,
actividades recreativas y dinámica de poblaciones.
(A) La reestructuración física permanente, como resultado del movimiento
continuo de tierras, antes baldías o con destino agrícola, para la construcción de
nuevas urbanizaciones, o para el desarrollo de infraestructuras del ocio como
puertos deportivos y paseos marítimos, que ocupan también espacios de producción
primaria34. Los efectos directos de esta actividad se muestran en los cambios de
hábitat para la población e indirectamente sobre los valores estéticos del área, que
tenderán a la homogeneización anulando las diferencias entre las áreas turísticas.
Pero existen efectos indirectos como la compactación de suelos o la alteración de la
vida animal como consecuencia de un alto número de excursionistas (Healy, 1991:8).
Ahora bien, consideramos que la actividad de reestructuración del suelo es
necesario analizarla como un proceso que, tal como Goodall (1977)35 sugiere, es el
resultado de una acción económica en la que cada uno de los implicados lucha por
conseguir la combinación más favorable de variables como localización y cantidad
de espacio. A lo cual habría que añadir la necesidad, previa a la promoción, de bajos
precios del suelo que generará rentabilidad en el proceso especulativo posterior.
Este marco se materializó en un modelo ideal de suelos que M. Gaviria (1978:53)
sintetiza, para el turismo de playa del Mediterráneo, en lugares con numerosos
pequeños agricultores propietarios, con una producción poco rentable en cultivos de
secano; constituyendo los grandes propietarios un freno al desarrollo turístico del
área, puesto que, disponiendo de recursos, tratarán de promover sus terrenos
cuando la actividad constructora esté iniciada, contribuyendo al incremento de la
especulación.
Tras una fuerte y arrolladora presión económica urbana, los pequeños
34
“La construcción de pue rtos deportivos o incluso de un simple embarcadero o dique puede afectar de una
manera definitiva la con stitución del litora l, acarreand o la pérdida de fajas de arena existentes o creando
otras nuevas donde no existían. Es sabido que el oleaje normal contra la playa no altera la estabilidad de
ésta, puesto que trae y lleva la misma arena. Pero a este movimiento se unen las corrientes paralelas al
litoral, que son afectadas cuando se construyen elementos deportivos” (Fdez. Fuster, 1985:71).
35
Citado por Gutiérrez Hernández, 1985:271.
-92-
agricultores, que valoran sus terrenos en función del rendimiento a corto plazo de
los mismos, comienzan a venderlos, en principio a promotores y hoteleros,
generalmente de la zona. Posteriormente, los capitales extranjeros comienzan a
fundirse con los nacionales en porcentajes cada vez mayores. Con el tiempo y el paso
de las primeras etapas de promoción/especulación, aumenta el número de ventas
que se realizan fuera de la nación, entre extranjeros y ante notario extranjero
(Jurdao Arrones, 1987:9), quedando la población autóctona al margen de las
principales actividades económicas (venta de suelo y construcción de edificios). Esto
es, el espacio está ya ‘neocolonizado’ al abrirse el mercado exterior, que si en
principio se restringe a la residencia secundaria, llega a afectar a las áreas
recreativas asociadas a la industria turística, donde los nativos, dada la inflación
quedan totalmente desplazados. Más aún si tomamos en consideración que la
especulación sobre el suelo potencialmente turístico, acarrea una supervaloración
de los terrenos que, con mentalidad mercantil, son vistos como sólo aptos para
construcciones de lujo o edificios que aprovechan pequeños espacios multiplicados
por innumerables pisos, en ambos casos construcciones de fácil y rápida
amortización.
Siguiendo con el ejemplo del Mediterráneo y Canarias, no es hasta la década
de los sesenta, una vez que el incremento de turistas empezó a tenerse en cuenta
como un hecho social y económico con entidad propia (Seco Gómez, 1985:414),
cuando se motiva la necesidad de ordenar el territorio y su consumo, pero sin poner
ningún tipo de obstáculos a la transformación de suelo rústico en urbano,
convirtiendo grandes áreas en potenciales núcleos turísticos.
Una vez que el terreno ha sido promovido, el desarrollo del núcleo turístico,
destinado al turismo de masas, sigue, según Fernández Fuster (1985:204-5), una
serie de fases, que en parte variarán según se trate de un núcleo arqueogénico
(cuando se localiza sobre una localidad ya existente antes de la introducción del
turismo y que irá transformándose con él) o neogénico (de nueva planta) (Defert,
1960). Estas son: (1) Fase de adaptación, donde la población visitante se aloja
aprovechando sus primitivos y no apropiados alojamientos, dentro de un sabor típico
que luego se perderá. Esta fase despierta la industria del alojamiento en algunos
sectores del pueblo, que comenzarán a habilitar habitaciones para su alquiler. (2)
Fase constructiva, cuando se inicia la construcción de apartamentos y hoteles de
nueva planta dirigidos al turismo. Se urbaniza el terreno adjunto a la playa y surge
la infraestructura comercial propia del turismo (material deportivo, prensa
extranjera, fotografía, souvenirs, ...). (3) Fase sustitutiva, donde la especulación
-93-
alcanza las casas de los residentes tradicionales del pueblo, demoliéndose para
edificar otras de uso mixto (residencia/negocio). (4) Surge la ‘tercera zona’, área
turística de nueva creación en los aledaños del pueblo, uniendo en ocasiones a aquel
con las construcciones en primera línea de playa. (5) Fase de expansión lineal,
tratando de aprovechar para su explotación turística todas las playas disponibles.
Esto es, a partir de un núcleo arqueogénico, por expansión, surgen áreas de nueva
creación, casi fundidas con el anterior, totalmente independientes, es decir, de tipo
enclave36.
(B) Un segundo grupo de actividades de presión sobre el medio ambiente es
el resultado de la generación o incremento de los desperdicios urbanos, su transporte
y destrucción. Esta actividad, a través de la polución consecuente, cambia la calidad
del medio, pudiendo alterar el aire, las aguas y la salud de los individuos que
conviven en el área. Wall y Wright (1977)37 identifican, los cuatro efectos principales
de la polución sobre las aguas: vertido de las aguas de alcantarillado sin tratar,
adición de nutrientes a las aguas por la eliminación de herbicidas e insecticidas,
contaminación por aceites de industrias y navegación, y contaminación por
derivados como detergentes y agentes químicos. En todos los casos la calidad
recreacional de las aguas disminuye.
(C) Las actividades turístico-recreacionales, dentro de las posibilidades de ocio
ofrecidas por los operadores, incluyen aspectos dañinos al entorno, del tipo de
caminos sobre arrecifes coralinos, construcción de infraestructura en las playas,
excursiones fuera de las carreteras convencionales con vehículos todo terreno, etc.
Los efectos de estas actividades se muestran en el incremento de la compactación
y erosión de los suelos y en la diversidad de las especies de animales y plantas que
lo habitan.
(D) En cuanto a la dinámica de poblaciones, el turismo ha marcado un efecto,
cuando menos, estacional sobre la densidad de población de todos los puntos de
destino, alterando, como hemos visto, playas, montañas y parajes naturales al
provocar la congestión física de algunas áreas y el incremento en la demanda de
recursos (tierra, agua y energía). Además, el desarrollo de esta industria es usual
36
Complementando la tipología de núcleos turísticos de P. Defert (1960), Prod'homme (1985) hace tres
acepciones al núcleo neogénico: modelo anárq uico (ocupación d ispersa de terreno s disponib les); mode lo
concentrado (desarrollo homogéneo por zonas, planificado por el gobierno municipal) y modelo enclave
(donde los turistas pueden satisfacer en el mismo sitio casi la totalidad de sus necesidades y vive en una
especie de ghetto de lujo, aislados de la comarca inmediata). Denominando modelo integrado a lo que antes
denominamos núcleo arqueogénico.
37
Citado por Pearce, 1986:49 y Lea, 1988:56.
-94-
que afecte al tamaño, estructura y composición de la población residente (Pearce,
1986:52), originando nuevas migraciones laborales cortas38 o la atracción de
trabajadores, generalmente jóvenes, al área. Consecuencias obvias de este hecho se
observan en la reducción de los lazos familiares, ruptura de la familia extensa
(Greenwood, 1972), aumento de hombres y/o mujeres (según la etapa del desarrollo
turístico) en los grupos de edad productivos de la pirámide, etc.
En casi todos los casos, según Díaz Rodríguez (1985:325-6), las tasas de
crecimiento de la población de hecho son más elevadas, debido a la intensa afluencia
de individuos (turistas y trabajadores) que no fijan su residencia, mientras que las
de derecho pueden o no bajar mucho con respecto a aquella por la enorme avalancha
de inmigrantes, procedentes de zonas más o menos cercanas, que fijan la residencia
en torno al área en desarrollo. Cuanto menor sea el porcentaje que representa la
población de derecho con respecto a la de hecho, podremos inferir que el número de
turistas es mayor en relación a los habitantes residentes.
38
El fenómeno de revalorización, al comienzo, comprende una larga etapa en la que el pue blo está a la
expectativa, sin terminar de abandonar sus trabajos y mentalidad tradicional, ni decidirse a adoptar los
nuevos. Puede darse el caso incluso de una emigración no lejana, como si no se deseara perder todas las
raíces con la tierra natal (Fdez. Fuster, 1985:212).
-95-
inmediatos en la calidad de vida y el ajuste a la actividad en las comunidades de
destino, mientras que el impacto cultural (o aculturación turística - Fdez. Fuster,
1985:15) abarca los cambios a largo plazo en las normas sociales, la cultura
material y los estandar, los cuales irán emergiendo gradualmente en una relación
social comunitaria.
En las últimas décadas se han llevado a cabo un buen número de estudios
que examinan este tipo de impactos y en contraste con los efectos económicos, en
casi todos los casos, la literatura los muestra desde una visión negativa. Algunos
han inventariado numerosos impactos concretos (Young, 1973; Jafari, 1974; Turner
y Ash, 1975; Adams, 1992; Berghe, 1992, 1995; Black, 1996), otros se han
concentrado sobre un tipo particular de ellos (Jud, 1975; Graburn, 1976; Eadington,
1978), lo han localizado sobre zonas específicas, incluyendo las islas del Pacífico
(Farrell, 1977; Finney y Watson, 1977; Chesney-Lind y Lind, 1986; Cessford y
Dingwall, 1994), Asia (Francillon, 1975; McKean 1976; Cohen y Cooper, 1986),
España (Greenwood, 1972; Agudo Torrico, 1991; Santana Talavera, 1987, 1990),
Europa (Boissevain, 1996; Bostedt y Mattsson, 1995), Africa (Ouma, 1970;
Bachmann, 1988), el Ártico (Beck, 1994), el Caribe (Bryden, 1973; Pérez, 1975;
Lundberg, 1974), de Kadt en 1979 ya realizó una sucinta recopilación sobre los
tópicos que aparecen en diferentes autores, Smith (1977c) y Nettckoven (1979)
expusieron y discutieron acerca de los mecanismos de interacción intercultural,
etc.39
Un tema común en el estudio del turismo es el considerable cambio cultural
forjado por la llegada de los turistas (McKean, 1977:93-4), partiendo siempre de
suposiciones del tipo: (1) los cambios provocados por la intrusión de un sistema
externo producen disonancias dentro de la débil cultura receptora; (2) los cambios
son generalmente destructivos para la población nativa; (3) los cambios conducen
a una homogeneización cultural, pasando la identidad étnica o local a ser sumida
bajo la tutela de un sistema, similar al industrial, tecnológicamente avanzado, una
burocracia nacional/multinacional y una economía orientada al consumo.
En general, si bien los impactos socioculturales son numerosos y variados, la
mayoría de ellos pueden ser clasificados en diez tópicos mayores (Cohen, 1984:385;
Pearce, 1986:41): comunidad envuelta en un sistema amplio, la naturaleza
interpersonal de las relaciones, las bases de la organización social (composición
sexual y generacional, modificación del tamaño y tipo de familia, transformación de
39
Puede encontr arse informació n detallada por áreas g eográficas e impactos e n los descrip tores de la
bibliografía de este texto.
-96-
una población rural a urbana, etc.), el ritmo de vida social (vida diaria), la
migración, la división del trabajo y el tipo de ocupación (aumento de demanda de
fuerza de trabajo femenina), la estratificación (tanto laboral como social), la
distribución del poder, la desviación de las costumbres y el arte.
Tales tópicos se desenvuelven en un contexto marcado por los grupos
involucrados y las relaciones entre ellos. En este sentido se acepta la dicotomía
básica ‘host and guest’ (Smith, 1977), esto es, anfitrión e invitado, si bien algunos
como Murphy (1984) prefiere denominarlos, sin dejar en desuso la anterior,
residente y turista. Podemos pues establecer tres categorías diferentes implicadas
en este tipo de impacto (Affeld, 1975:109)40:
(a) El turista. Cuyos estudios han mostrado las ramificaciones de la demanda de
servicios turísticos y las motivaciones, actitudes y expectativas de aquel.
(b) El residente. Enfatizando el papel que juega como oferente de servicios al turista
y de ‘organizador’ local del sistema.
(c) La interrelación turista-anfitrión. Concerniendo a estos trabajos la naturaleza
del contacto entre los implicados y las consecuencias del mismo.
Sin embargo, como Fernández Fuster (1985) anota, del mismo modo que no
podemos limitar el impacto al núcleo turístico, pues sus efectos pueden sentirse en
las zonas no turísticas lindantes y en las áreas generadoras, tampoco debemos
considerar a ningún grupo como homogéneo, variando el impacto de acuerdo con las
diferencias entre residentes y visitantes, ya en términos de número, frecuencia,
procedencia y nivel económico, ya en cuanto a su cultura de origen, visión social o
tipo de turismo que practique. Con estas consideraciones, y siguiendo la tipología
de Smith (1977) podemos determinar hasta qué punto los turistas se adaptan al
entorno local visitado (Cuadro 3), aunque es escaso el conocimiento de los efectos del
turismo no institucionalizado (Cohen, 1972) -exploradores y turismo de mochila-
sobre las sociedades anfitrionas.
Se nos plantean de esta forma cuatro problemas que deben ser analizados:
las relaciones residente/visitante, los sistemas de medida del impacto, el cambio
social y el cambio cultural. Pero, antes de comenzar con esta tarea, es necesario
precisar que los analistas del turismo se encuentran con serias dificultades para
separar los efectos de éste sobre las culturas anfitrionas de aquellos cambios
inducidos por otras causas. El turismo representa solamente una forma de
exposición de los residentes a elementos de sociedades con una cultura diferente,
40
Citado por Mathieson y Wall, 1986:133.
-97-
con lo que podemos considerarlo responsable de acelerar los cambios, pero nunca
como un factor endémico y necesario para el desarrollo de los mismos. Además de
ello, los efectos iniciales sobre la gente, sobre sus vidas cotidinas, generalmente
rápidos y claramente identificables (impactos primarios), se vuelven con el tiempo
lentos, rutinarios (impactos secundarios) y, con esto, mucho menos obvios tanto para
los actores sociales como para .la mirada del investigador.
3.3.3.1. Las relaciones residente/visitante
Si bien no es necesario el contacto directo turista-anfitrión para que se de el
impacto41, la presencia de corrientes turísticas en un núcleo receptor posibilita la
coexistencia de dos realidades separadas, universo del turista y universo del
residente, en el mismo espacio físico. El turista se encuentra separado de sus
anfitriones por los factores de dominio, la distinción trabajo-ocio y todas las
diferencias culturales se muestran en situaciones o encuentros particulares que
serán el mayor factor de influencia en el entendimiento o rechazo.
Ahora bien, tal punto de vista -dos mundos separados, dos extremos- peca de
cierto simplismo. Como lo indicó Frick McKean (1977:94-5), podemos situar, si es
imprescindible y, en cualquier caso, exclusivamente durante las etapas iniciales de
la investigación, dos extremos metodológicos: de una parte el ‘mundo turista’ en el
que el total de los cambios socioculturales ocurren en el área afectada por el turismo
y el área anfitriona viene a ser modelada desde los patrones de los grupos visitantes
y, de otra, un ‘mundo nativo’ en el que no ocurren cambios, y la vida usual anterior
al contacto continúa. Estos deben ser contemplados como los polos de un continuum
y cada uno puede ser visto como un ‘tipo ideal’. En la práctica, la aparente
continuidad o persistencia de cada uno deberá ser explicada en términos del
sistema, de manera que permita llevar a cabo transacciones autónomas y no
interferentes.
Se pueden señalar tres contextos básicos de encuentro (De Kadt, 1979:50) que
deben ser estudiados por el investigador, estos son:
(a) Cuando el turista adquiere un bien o servicio del residente.
(b) Cuando el turista y el residente se encuentran uno junto al otro en lugares de
ocio, tales como una playa, un parque, un festival o una discoteca.
(c) Cuando las dos partes se encuentran cara a cara con objeto de intercambiar
información e ideas que faciliten su entendimiento.
Pocos estudios tratan específicamente, sin embargo, la naturaleza y dinámica
41
La mera señal de los turistas y sus compo rtamientos p ueden ind ucir a camb ios comp ortamenta les sobre la
parte de los residentes perm anentes.
-98-
de la relación turista/anfitrión en sus tres dimensiones -interacción, percepción y
motivación- (Cohen, 1984:379). Sutton (1967:220) inicia el análisis del carácter
distintivo de esta relación especial y lo caracteriza como una serie de encuentros,
donde los participantes están orientados a conseguir una gratificación inmediata
más que a mantener una relación continua, con lo que la interacción se presta al
engaño, la explotación y la desconfianza, esto es, “ambos, turistas y nativos,
difícilmente pueden escapar a las consecuencias de la hostilidad y la deshonestidad”
(van den Berghe, 1980:388) en unos encuentros donde se enfatizan y se da prioridad
a la relación comercial transitoria (los dos primeros contextos señalados).
De acuerdo con la UNESCO (1976:82), tales encuentros están caracterizados
por cuatro grandes rasgos:
(1) Los encuentros transitorios son una característica de la mayoría de las visitas de
los turistas temporales y son vistos de manera muy diferente por ambas
partes de la relación, en tanto que la relación temporaria es diferente para
cada grupo interactúante. Es fácilmente comprensible que el anfitrión pueda
verla como una relación superficial que se lleva a cabo a lo largo de la
estación turística, como una experiencia tautológica y repetitiva, en tanto que
se funciona a partir de estereotipos y no de individualidades.
(2) Tiempo y espacio continuamente tienen el efecto de obligar e intensificar los
encuentros, que a su vez se ven restringidos a los empleados directamente en
el sector (p.e. hoteles o apartamentos y sus servicios) o al resto de la
población señalada por su tipismo/rareza desde un autobús o desde el ‘ghetto
turístico’. Si distinguimos, de nuevo, por tipos de turistas hay que precisar
que algunos, exploradores y drifter, están suficientemente motivados para
mezclarse de inmediato, si bien de forma artificial, con la población residente
(Cohen, 1972:168), mientras que el turismo de masas tiene controlados sus
movimientos directamente por los tour-operadores o indirectamente a través
de la localización de sus ‘ghettos’ (completos en lo que a servicios de ocio y
descanso se refiere).
(3) Además, es típica una suerte de espontaneidad en la mayoría de los encuentros.
El turismo toma ciertas relaciones humanas informales y tradicionales del
área de actividad, volviendo sus actos de la hospitalidad espontánea a la
transacción comercial (De Kadt, 1979:14) (tales como el pago por ver una
ceremonia o la artificialidad de una expedición de compras organizada). Los
encuentros son preparados con antelación y formalizados, incluso mediante
contrato, con el fin de que se encajen en el horario del tour y ofrezcan
-99-
exactamente lo que el turista espera.
(4) Otra característica frecuente de los encuentros viene dada por una relación
turista/anfitrión basada sobre una experiencia desigual y desequilibrada. El
anfitrión se siente inferior (UNESCO, 1976:93) y, para compensar ésto, una
vez percibidas las debilidades del turista, explota su aparente abundancia.
Podemos, pues, resumir lo dicho en que la relación turista/residente está
continuamente variando en grado, incluida en y regulada desde dos sistemas
socioculturales diferentes: un sistema nativo, que es invadido por el turismo, y el
emergente sistema turístico. Los turistas son inicialmente tratados como parte de
las relaciones tradicionales anfitrión/invitado, pero al incrementar su número
comienzan a ser menos bienvenidos (Cohen 1982:248), alejándose de la relación
tradicional. Pasan, pues, del trato familiar a otro que no precisa obligación ni
reciprocidad, esto es, el comercio, donde la hospitalidad entra en el dominio
económico y el encuentro se basa en la remuneración (Greenwood, 1977).
3.3.3.2. Los sistemas de Doxey y Butler para medir el impacto.
Siguiendo a Murphy (1984), Mathieson y Wall (1986) y Lea (1988), pocos
estudios han sugerido las formas de valorar el impacto social del turismo. Una de
las direcciones tomadas por los teóricos ha sido enfocar sobre los factores de presión
y buscar el umbral entre aceptación y rechazo de la industria. Tal aproximación
tiene mucho en común con el concepto de capacidad de sustentación, pero tiende a
ser más abstracta en tanto que extrapola un concepto más o menos tangible por
medidas biológicas al campo de las presiones y actitudes humanas, de carácter no
cuantificable.
Dos son los sistemas que parecen ser capaces de valorar tales factores
intangibles, aplicándolo a las investigaciones sobre el impacto social del turismo,
aún reconociendo que este cambia a través del tiempo en respuesta a los cambios
estructurales de la industria y la intensidad de la relación turista/residente.
Doxey (1975), tomando la idea de Young (1973)42, propone un índice de
irritación que se identifica con los efectos acumulativos del desarrollo turístico sobre
las interrelaciones sociales. Basando su modelo sobre análisis de trabajos de campo
en núcleos turísticos como Barbados y Niágara (Canada), sugiere que la existencia
de impacto recíproco entre visitantes y residentes puede ser convertida
metodológicamente en varios grados de irritación de los residentes.
42
Según Young (1973:111), existe un nivel de saturación para el turismo, sobre una localidad dada, y si ese
nivel es excedido los costos del turismo comienzan a superar a los beneficios. Esto es, el turismo empieza
a considerarse, al menos, como poco deseable.
-100-
Esta puede tener sus orígenes en el ascenso del número y/o frecuencia de
turistas y la amenaza de que ellos actúen sobre la forma de vida local, pasando
sucesivamente a través de estados de euforia, apatía, enojo y antagonismo (Cuadro
13), estado este último en el que, generalmente, la gente considera que ha perdido
lo que apreciaban y el entorno está destruido.
Mientras que, como vemos, el modelo de Doxey sugiere una secuencia
unidireccional, donde las actitudes de los residentes van cambiando en el tiempo en
una secuencia predecible, el de Butler (1975)43 reconoce que las actitudes
emergentes en una comunidad dada ante el desarrollo del turismo son comúnmente
más complejas, al involucrar a los residentes, tanto individuos como grupos, en una
industria creciente.
FASE
1 Euforia Fase inicial del desarrollo, visitantes e inversores son bienvenidos, pocos
planes y mecanismos de control
2 Apatía Los visitantes se dan por sentado, los contactos entre residentes y
visitantes toman forma comercial, la planificación está
fundamentalmente dirigida al marketing
43
Aplicación al fenómeno turístico del desarrollado por Bjouklund y Philbrick (1972 y 1975) para analizar
los procesos que tienen lugar cuando dos o más grupos culturales interactúan.
-101-
Características como el nivel de desarrollo económico, la distribución espacial
de la actividad turística en relación a otras actividades económicas, la resistencia
de su cultura local y la actitud política pueden mostrar la forma en que un destino
amolde y administre la actividad turística para maximizar los beneficios y
minimizar los efectos negativos, tanto económicos como sobre la estructura social.
Se podría usar una combinación de los dos sistemas de valoración para ver
como la proporción de individuos en cada categoría de Butler varía en núcleos
turísticos atendiendo a diferentes estados del índice de irritación de Doxey. Aunque
es poca la evidencia de la aplicación de estos sistemas, podemos ver a través del
análisis del cambio social una de ellas.
Así pues, se suelen asociar la euforia y el entusiasmo con los estados
preliminares del turismo (Nash, 1977:43; Cohen, 1984:381; Mathieson y Wall,
1986:142), aunque esta actitud positiva no suele darse en aquellos casos en que la
nueva actividad es impuesta desde fuera, y la disipación del optimismo con el
-102-
forma de capacida de sustentación o de carga44, ya que excedido este umbral se
hacen notar una serie de efectos detrimentes sobre la industria, creando un
ambiente no amigable para los turistas y reduciendo, con ello, parte del atractivo
del destino. Se da pues una forma de impacto acumulativo sólo aceptable mientras
el turismo deja beneficios económicos a nivel local. Ahora bien, tales límites
variarán entre los grupos anfitriones de distintas áreas (Mathieson y Wall,
1986:141) con:
A) La distancia cultural y económica entre turistas y anfitriones.
B) La capacidad del destino y su población a la absorción física y psicológica de la
llegada de turistas sin marginar más de lo deseable las actividades locales.
C) La rapidez e intensidad del desarrollo turístico. Cuando el turismo es introducido
de manera paulatina, sus efectos se hacen menos notorios; sin embargo,
cuando el turismo sustituye a las actividades productivas locales en un corto
período de tiempo y adquiere un papel dominante dentro de la estructura y
cambio económico y social, las repercusiones psicológicas son inevitables
(caso por ejemplo de lo ocurrido en las islas del Caribe, Pacífico e incluso
Canarias).
Atendiendo a ello, podemos dar al menos dos usos a la noción de capacidad
de sustentación social, ambos con funciones prácticas para el planeamiento y control
del turismo. De una parte, determinar para cada destino sus recursos sociales
finitos, incluyendo la hospitalidad, para no añadir presiones que conduzcan a los
residentes de actitudes de entusiasmo a la oposición agresiva a la actividad
turística. De otra, proveernos de un modelo para valorar el impacto social relativo
del desarrollo turístico, sobre todo el nivel de dependencia social (a través del efecto
demostración) del triángulo turistas-residentes-inmigrantes.
Pero ¿en qué elementos sociales se muestran los impactos del turismo? La
simple presencia de los turistas, su aparente superioridad material y la propiedad
de tierras, negocios u ocupación de puestos destacados dentro de las actividades
asociadas al sector, puede crear nuevas aspiraciones (Smith, 1977:68) que empujan
a los residentes a copiar tanto su comportamiento (que Prod'homme -1885- cataloga
como exhibicionismo cultural) como sus modelos de gasto (efecto demostración),
impulsando modificaciones en la estructura interna de las comunidades anfitrionas,
como pueden ser, los cambios en la estratificación (modificación de la importancia
44
D'Amore (1983:144, cf Murphy, 1984:134), define la superación de la capacidad de sustentación para el
turismo como el punto en el crecimiento del turismo donde los residentes locales perciben niveles
inaceptables de prejuicios sociales provenientes del desarrollo del turismo.
-103-
respecto a los grupos socioprofesionales), en el rol de las mujeres, en la cohesión
comunitaria o en las instituciones y organizaciones formales e informales que se
reflejan en temas concretos como la conducta moral (prostitución, delitos, apuestas),
la religión y la sanidad.
En este sentido, una amplia literatura ha cubierto las principales regiones
turísticas indicando que existe una relación cerrada entre la venta del sexo, varias
formas de delito y apuestas organizadas con el desarrollo del turismo, si bien, dada
la ilegalidad de tales factores, es muy difícil encontrar evidencias claras con
respaldo estadístico del rol exacto jugado por la industria en cuestión. Las hipótesis
que se barajan en torno a estos temas sugieren que la actividad ociosa, la congestión
de personas, la relajación de las costumbres y el incremento del gasto potencian este
tipo de actividades que dejan pingües beneficios en los entornos locales.
De otra parte, por último, la religión ha sido una fuerza poderosa que ha
viajado con los turistas y que ha generado núcleos turísticos espirituales como
Jerusalén, Medina, La Meca o Bangkok, provocando reacciones diversas (desde la
conversión a un culto diferente al tradicional hasta el rechazo hacia los turistas-
peregrinos) entre los residentes.
3.3.3.3. Los cambios de la cultura por efecto del desarrollo turístico: el
ejemplo de la artesanía y la autenticidad.
El visitante viaja con una serie de expectativas sobre el destino y,
generalmente, entre ellas pueden indentificarse algunas de índole cultural, tales
como: las tradiciones, la gastronomía, la artesanía, el arte, la arquitectura o los
elementos materiales de la historia, las celebraciones festivas y la música, etc., pero
los efectos producidos van más allá de tales elementos culturales demandados. Los
valores, la identidad, los patrones de uso de la tierra, la socialización de nuevas
generaciones, las formas de organización doméstica, la percepción del medio, la
religión o la indumentaria, entre otros, pueden verse modificados por la acción de
los impactos secundarios del turismo45. Éstos, que describimos como rutinarios,
lentos y pausados, son fruto del encuentro del turista y el residente local, que
enfrentan un bagaje de estereotipos supuestamente útiles para ese tipo concreto de
contacto, temporalmente limitado y repetitivo en su esencia, aunque no en sus
actores, y que a largo plazo afectará definitivamente a ambas partes de la relación.
45
Los cambios que sobre la cultura provoca el desarrollo de la actividad turística son los que, desde la década
de los setenta, hacen acercarse a los antropólogos a este nuevo ámbito de investigación. Así en 1974 se
celebra el primer simposio de antropología y turismo en México, del cual surge el texto reco pilatorio “Host
and Guest”.
-104-
De manera idéntica a otras formas de impacto, los efectos culturales del
turismo no son, ni en ningún caso pueden ser considerados, factores únicos del
cambio cultural, pero tendrán que ser considerados siempre que el área de estudio
pueda estar influida directa o indirectamente por el turismo. Esto es, no sólo en
aquellos casos en que la evidencia demuestre que se trata de un centro receptor o
de visita turística, sino además en todos aquellos que puedan verse afectados por
la atracción de fuerza de trabajo, la producción de bienes y/o servicios, la alteración
del nicho ecológico por extracción de áridos, el encuentro esporádico con turistas, o
cualquier otra forma de contacto con la actividad. Si no se tiene en cuenta esta
posibilidad corremos el riesgo de no poder justificar algunas variaciones
importantes en las poblaciones analizadas, ocurridas precisamente para adaptarse
a las nuevas situaciones económicas, sociales y culturales que genera el turismo.
La investigación del impacto cultural del turismo está centrada en tres
formas culturales (Mathieson y Wall, 1990:203):
(A) Formas de cultura que son especialmente animadas y pueden involucrar
hechos especiales para la sociedad anfitriona. Con el avance de la actividad turística,
eventos privados como las ceremonias religiosas o las fiestas populares han sido
afectadas tanto positiva como negativamente. En cuanto al primer aspecto, muchas
han sido las fiestas y ceremonias que se han salvado de la desaparición o se han
creado al convertirse en un acto de interés turístico46. Ahora bien, muchos rituales
han sido desvirtuados para su explotación como fenómenos extraños (Boorstin,
1961), exóticos y típicos, pasando a ser productos artificiales ofertados en el mercado
del turismo.
(B) Formas de cultura reflejadas en la vida diaria del área de destino. Dentro
de estas, destaca, junto al crecimiento de la estandarización de los bienes de
consumo, los cambios de uso del lenguaje, tal vez por influencia directa del negocio
con la empresa hotelera. El lenguaje como vehículo de comunicación social es un
elemento vital para la supervivencia cultural (Murphy, 1984:132) y, examinando los
patrones lingüísticos, se puede ilustrar el grado de asimilación social y la pureza
étnica presente en una sociedad.
White (1974), a partir de un estudio realizado en el cantón de Graubunden
(Suiza), ha propuesto tres maneras por las cuales el turismo puede conducir a
cambios en los patrones del lenguaje. La primera apunta que a través de la
introducción de inmigrantes y el contacto de estos con la población residente,
46
Salvo casos anecdóticos, como el que destacan Turner y Ash (1972), cuando en una celebración en Nueva
Guinea un grupo de guerreros ataco a la audiencia al sentirse ofendidos porque no habían pagado primero.
-105-
además del cambio económico provocado por el turismo, puede ocurrir un traslado
del lenguaje en uso hacia el utilizado por los emigrantes. Este nuevo lenguaje estará
en función de facilitar los encuentros cara a cara con los nuevos vecinos,
normalmente temporales. En segundo lugar, a través del efecto demostración,
cuando los residentes aspiran a obtener el estatus de los visitantes, comienzan a
imitar tanto su lenguaje como su estilo de vida. Y, por último, a través del contacto
social directo, que requiere a los residentes conversar en el lenguaje del turista para
participar en la transacción comercial y social. Los análisis de las uniones entre el
lenguaje en declive y el desarrollo del turismo, indica que los factores dominantes
en este sentido también tienen base económica.
(C) Formas de cultura que son inanimadas (la cultura material). Incluyen
esta categoría la arquitectura y los monumentos -lugares- históricos, además de la
producción artística y artesana. Esta última forma cultural, la artesanía, por las
transformaciones que suele sufrir en el entorno de la actividad turística -indicativas
del grado de aculturación- y por estar estrechamente vinculada a los intereses
etnográficos de la disciplina, merece una especial atención en los estudios de caso.
En este sentido, el investigador ha de tener en cuenta que al igual que existe un
espacio o una comida propiamente turística, existe un objeto turístico (Gaviria,
1978:55). Este objeto, según el tipo de cosumidor turístico y de destino, podrá ser
identificado por sus características más obvias: pequeño, barato, no demasiado
exótico y poseer la cualidad de connotar simbólicamente el área visitada. Pero
deberemos mirar más acá del objeto en venta, descubrir cuál ha sido el proceso por
el que ahora se encuentra expuesto en un escaparate o sobre una manta que invita
a su compra a un nuevo público al que, en último término, no le interesa el estilo y
la forma simbólica sino la representación suntuaria y recordatoria.
La artesanía, el arte funcional popular, posee fuertes contenidos étnicos
emanados de la tradición y la cultura propia, constituyéndose, en origen, en la
expresión material de la cultura y su propia percepción. Es la representación de lo
exótico no mutable por excelencia. La artesanía se conforma como una identificación
más del grupo frente a lo externo, manifestándose como los símbolos materiales
estereotipados que les representan.
Si bien no es sencillo referise a una evolución de la artesanía en términos
generales, puesto que en ningún caso se dan cambios unilineales, si son apreciables
una serie de procesos repetitivos, de manera que podemos establecer una línea
breve y generalizante. De esta forma, con la industrialización, más que con el
desarrollo turístico, esta forma útil de expresión, va transformándose o
-106-
desapareciendo. Quedan los artesanos viejos, caracterizados por una baja renta y,
generalmente, poco prestigio social. El “renovarse o morir” se convierte en lema,
muchos pasan a ser pequeños industriales, y sus hijos, en otros tiempos sus
sucesores en la actividad artesana, se reconvierten a los sectores productivos
dominantes. Simplificando mucho, la artesanía útil puede desaparecer con el
artesano pero ésta es, al menos, recreada en un objeto de consumo industrializado,
el souvenir. Con él se abre un mercado, no necesariamente de la artesanía
tradicionalmente entendida, para productos que tengan demanda entre los turistas
y, según el tipo, entre los mismos anfitriones.
El proceso de cambio, lejos de ser visto como un elemento denigrante de la
cultura local, una separación del contenido étnico -que en algunos casos, sobre todo
con el turismo de masas, es indudable que sucede-, ha de entenderse como un
continuum, esto es, en una forma transicional (Cohen, 1993:139) del arte que, con
el turismo o sin él, evoluciona para adaptarse a las nuevas situaciones. Los símbolos
estereotipados que representan a los actores, al menos en un primer estadio, se
separan de la identidad cultural. Estos se transforman creando nuevos estereotipos
que son muestra de la conjunción de las demandas de mercado (de los comparadores
potenciales, mayoritariamente turistas, y desde los países de origen) y la
adaptación, más o menos consciente, por las gentes del destino.
A la vez que se transmite una supuesta imagen simbolizada del área de
atracción turística, con la ventaja -ausente del resto de los medios de promoción- del
hecho a mano como forma de autenticidad, los nuevos estereotipos son asumidos y
transmitidos en la endoculturación.
Siguiendo a Graburn (1984), podemos establecer la línea (no evolutiva, puesto
que todos los elementos a describir pueden sucederse en un tiempo) seguida por la
artesanía. De esta forma, a partir de la artesanía tradicional, fundamentalmente
utilitarista y funcional, ante un mercado potencial originariamente local-urbano y,
en menor medida, turístico, el objeto artesano se adapta, manteniendo formas
tradicionales y la 'autenticidad' garantizada por el artesano, dando origen a una
réplica comercializada de la artesanía tradicional. Ésta está destinada a un
comprador que generalmente conoce el objeto originario, su uso y lugar en el pueblo.
En el caso de venta turística, se trata de un turismo culto y que, dentro de la
clasificación de Smith (1977), podría ser considerado como parte de un turismo de
élite, cultural y étnico, normalmente restringido a una minoría que busca el vestigio
del estilo de vida tradicional que, tal vez, pudiera coincidir con el pasado de su
cultura propia.
-107-
Con la llegada del turismo de masa y charter, con el cambio cultural que se
da paralelo a él, se dan dos procesos simultáneos e intercomunicados. De una parte
la réplica creada para su comercialización es adaptada para una masa importante
de compradores. Por las características propias del viaje, es necesario que el objeto
sea transportable, y por las características propias del comprador, ahora
mayoritariamente turista, en necesario que el objeto sea barato. Se da para ello una
reestructuración de las condiciones de producción, que afecta tanto a los motivos
representados como a las formas, generalizándose la miniaturización.
Nace así el souvenir, donde las nuevas formas deben responder a lo que el
comprador potencial, normalmente desconocedor de la artesanía tradicional-
funcional, piensa y espera encontrar en el área. Con ello se produce una
desconección, en la mayor parte de los casos temporal, entre los objetos realizados
y la cultura de la zona, de manera que los habitantes locales no entenderán en los
objetos una representación de los estereotipos propios, identificadores del grupo. El
caso más obvio es lo ocurrido en una gran variedad de destinos con la artesanía del
barro, donde es fácilmente apreciable una total separación de sus usos tradicionales,
empequeñecimiento hasta los extremos, eliminación de etapas en el proceso de
elaboración, etc. Paralelamente, y debido más al cambio cultural, a partir de las
formas tradicionales se produce una artesanía recreada que reintegra lo tradicional
con los elementos surgidos de la evolución del área. La ejemplificación coincide con
las citadas anteriormente, añadiendo las nuevas formas de la cerámica esmaltada,
pero se trata, en este caso, de objetos de alto precio y calidad que pueden influir y
son, a su vez, influidos por el souvenir, en tanto que éste se comporta como una
fuerza de modificación cultural al margen de los propios elementos locales,
reemplazando gradualmente al elemento tradicional. Si bien el destino de esta
nueva forma artesana suele ser el mercado local, se trata de un reducido grupo de
compradores adinerados e intelectuales que la adquieren más por un afán
coleccionista o de ostentación de un nivel social, que por su valor utilitario, perdido
en el paso del tiempo y la modernización de los usos cotidianos.
Con la influencia directa de los souvenirs y destinado al mercado local menos
pudiente, la artesanía popular, ya aculturada, forma parte de una reformulación de
lo tradicional y lo recreado, llevando consigo, también, una reformulación cultural
que estandariza y mitifica la tradición como elemento unificador a nivel
archipielágico. El objeto tradicional usado llega a nivel de culto, puesto que es él la
representación misma del pasado y de sus funciones tradicionales -de ahí que fueran
los ya utilizados, los más ‘viejos’, los más valorados- y es la demanda y cotización
-108-
de tales elementos reificados los que impulsan la proliferación de este tipo de
artesanías.
Paradójicamente, el producto de este proceso no es ni ‘viejo’, ni usado, ni,
estrictamente, el que originó la demanda; además, y de forma contradictoria, su
funcionalidad pasa a ser meramente estética. Todo ello, además, porque sufre la
presión de lo que se ha dado en llamar una forma de arteanía asimilada
manifestación de la homogeneización de los cambios a nivel nacional e
internacional, facilitados por la educación y la fluidez en las comunicaciones. Este
último tipo de artesanía tendrá requerimientos no necesariamente presentes en las
formas anteriores, en tanto que requiere el acceso tanto a nuevas herramientas y
materiales como a trabajos realizados o en curso de realización (contacto con otros
artesanos y artesanías) donde se puedan observar los elementos y fases
constructivas del objeto suficientes para su posterior copia y adaptación cultural.
El souvenir, como producción orientada al turismo (Jafari, 1982), será pues
fruto de la confluencia de elementos de la réplica artesana comercializable, la
artesanía recreada y la artesanía asimilada del exterior, mostrando paralelamente
su influencia sobre todas estas variantes y cumpliendo, como en parte indicamos,
con cuatro requisitos indispensables: pequeño, barato, no demasiado exótico y
denotando simbólicamente el área visitada (que no necesariamente de producción
del mismo). La categoría estéticamente bello funciona como un reforzador para la
comercialización y aceptación de estos productos entre los potenciales compradores
pero, curiosamente y atendiendo a que la misma está condicionada por la cultura,
cuando no se cumple se alude a la representación étnica. Con ello, los productos y/o
situaciones rechazadas en la sociedad generadora son igualmente adquiridos como
parte de lo exótico e, indirectamente, influyendo en su conservación o postergación
cultural, además de en su consumo futuro.
En términos generales, el turista, cuando adquiere el objeto artesano como
souvenir está comprando un reforzador de recuerdos y una demostración del “estar
allí” que le diferencie del resto; esto es, de una parte, de aquellos que en el área
generadora no han cumplido con el ritual de conversión a turista y, de otra, del resto
de los turistas. En este sentido, el souvenir denota ciertas características
definitorias de su comprador que, en general, busca lo auténtico, que no
necesariamente tiene que coincidir con la materialidad forjada en el área de destino.
La autenticidad es creada individualmente, aunque semidirigida por los
agentes del comercio del viaje, como un constructo (Cohen, 1988:374)
contextualizado en las propias experiencias del sujeto. En ellas se entremezclan los
-109-
estereotipos del estilo de vida y uso de la cultura material de los visitados con la
imagen vendida de los mismos, además del anhelo de los visitantes de consumir
(compartir y apropiarse simbólicamente) ese estilo de vida distinto al propio. Pero,
además, así como el souvenir denota el objeto de ese consumo definitorio, la imagen
-fijada a través de la fotografía o el vídeo- del proceso de elaboración es también
apropiada y a través de ello el turista manifiesta posteriormente ante los otros su
‘conocimiento’ no sólo del destino sino también del estilo de vida en el mismo. Esta
transmisión de experiencias constituye la mejor promoción externa del área visitada
y, generalmente, favorece -dada la transitoriedad y superficialidad de los
encuentros- una perspectiva de autenticidad, cercanía al pasado del visitante, la
seguridad que da la familiariedad -aunque manteniendo algún grado de atrayente
exotismo- y estabilidad sin problemas.
Elementos de variación
Co n su mo Interno/externo º Externo
limitado
-110-
representados para el disfrute turístico (Noronha, 1991 -Bali-; Greenwood, 1992 -
España-; Simpson, 1993 -Sri Lanka-, por citar algunos). Esto lleva en muchos casos
a la exageración en la escenificación de la cultura, que trata de mostrar todos sus
componentes pretendidamente étnicos en un lapso temporalmente corto -el que dura
la visita programada o la estancia en casos de las nuevas modalidades alojativas al
estilo del turismo rural-, y a la adaptación fácil y constante tanto a los distintos
grupos de turistas (según las tipologías emic) como a las evoluciones del mercado
-gustos específicos sobre ambientes, colores o texturas, motivos, partes concretas
(las más llamativas) de la elaboración de un determinado producto, etc.- Nunca
antes se habían visto en áreas geográficas tan diversas tantas piezas de alfarería,
cestería, textiles, calados, adornos supuestamente tradicionales, elementos
miniaturizados de labranza, ídolos, etc. y, tampoco nunca, a una tan amplia
variedad de precios y tamaños que hacen a los productos en sí mismos atractivos.
Nunca tal florecimiento en el apoyo y muestra de la artesanía y sus procesos de
elaboración no sólo, y tal vez por eso, para el turista.
Tanto el trabajo como su producto pasan a considerarse por los planificadores
como “recurso natural” o como una mercancía sui generis (Greenwood, 1992: 259-60)
pero, en la mayoría de los casos y aunque sea innegable una alteración de la
cultura, no podemos considerar que se esté explotando la cultura local. Y ello en
tanto que los actores están recibiendo una serie de emolumentos, bien directos bien
a través de las ventas de sus productos, por la representación. No cabe duda que
estamos asistiendo a un proceso ya establecido de comercialización de la cultura,
que es adornada, clasificada y vendida por un precio variable según una amplia
tipología de consumidores. En este sentido, afirmar que los operadores y gestores
del turismo han encontrado un señuelo en esta mercancía que les ayuda a competir
en un mercado, no es ninguna exageración.
Siguiendo a Greenwood (1992), las formas y valores implícitos, tras una
suerte de intermediación y adaptación, pasan a mostrarse explícitos perdiendo su
eficacia social anterior. La transformación, o cultura transicional, a la que más
arriba hacíamos referencia, puede convertirse en una trampa para la cultura local
al despojarse de significación y dejar a la estructura social sin un soporte
organizativo propio.
-111-
sobre el resto de forma ajena a la realidad, presentamos aquí una breve
aproximación a tales efectos en el Municipio de Mogán en Gran Canaria (Islas
Canarias - España)47, en el que se muestra el modelo básico de cambio, encuentro
y adaptación que, con ciertas modificaciones contextuales, se repite en otros
entornos del Archipiélago. Tratándose de un municipio cuya principal fuente de
riqueza es la actividad turística y donde un porcentaje elevado de su población
activa desempeña sus labores en el sector servicios, no es de extrañar que su
población real quede muy lejos de los datos poblacionales (población de hecho y de
derecho) obtenidos a través de las hojas censales o estadísticas elaboradas sobre
ellas. Tal es así que se ofertan en torno a las 100.000 camas hoteleras, con una
población de derecho censada de 7.932 personas frente a 16.295 de hecho en 1986,
ascendiendo la población de derecho a 10.208 en 1990. Fenómeno este que se
acompaña por un importante desarrollo de la residencia secundaria.
47
El contenido de este apartado fue presentado como comunicación en el Congreso Internacional: La
Periferia Atlántica de Europa, celebrado en Santiago de Compostela (España) en junio de 1992.
-112-
barco y/o artes de pesca). Los cambios del grupo doméstico se dan en la línea de una
ruptura tanto en lo que respecta a la casa del padre como centro de reunión de los
hermanos/as y sus consortes, como en lo tocante a las relaciones cara a cara (respeto
y mutua asistencia) dentro y fuera del grupo, que en la actualidad, salvo servicios
colectivos de ‘obligado’ cumplimiento (funerales, etc.), rara vez se cumplen.
Tradicionalmente, las unidades domésticas han utilizado estrategias diversas
tendentes a la maximización de ingresos a partir de empleos alternativos fuera del
sector pesquero. Ello lo podemos apreciar observando el comportamiento seguido en
el período 1930-1960, donde se da un fuerte impulso a la agricultura y, con él, se
demanda fuerza de trabajo. Las primeras en acudir fueron las mujeres que antes
se dedicaban a trabajos complementarios a la pesca (reparación de artes y venta del
pescado, principalmente), pero seguidamente los pescadores dejaron la mar y se
‘contrataron’ también, manteniendo la pesca como forma de obtención de la comida
diaria. Pasados estos años, con el declinar de los negocios agrícolas y tras una breve
vuelta a la pesca, se produce una nueva demanda de mano de obra, esta vez
proveniente del sector de la construcción, en el municipio lindante (San Bartolomé
de Tirajana) que iniciaba su desarrollo turístico. En ese momento son los más
jóvenes los que abandonan la pesca y/o la agricultura por esta fuente de ingresos
segura (reducción de la incertidumbre creada por la estacionalidad y escaso control
sobre los cardúmenes de túnidos) y menos sacrificada. En la misma época, casi de
forma paralela en el tiempo, comienza el cultivo de la berenjena en zonas agrícolas
cercanas. Las mujeres, de nuevo, forman la mano de obra que desbroza, siembra,
limpia y recolecta el fruto, ayudadas sólo ocasionalmente por los hombres de la casa.
Más tarde, ya en la década de los ochenta, la construcción hotelera y la
puesta en funcionamiento de nuevos complejos turísticos en el territorio municipal,
lleva o casi fuerza a un cambio masivo de dedicación laboral de la población activa
como forma de rápida adaptación a la estructura de oportunidades que ofrece el
entorno económico. Tal variación pudo apreciarse tanto en el incremento de la
fuerza de trabajo dependiente del sector hostelero, que correspondería con el empleo
directamente creado por el desembolso de los visitantes en su alojamiento, como en
aquellos puestos de trabajo creados indirectamente y de forma imprescindible, como
son la construcción (empleo indirecto) y, cómo no, el comercio (empleo inducido). De
esta forma, a partir del número y tipo de empleos creados en el municipio para los
años 1981, 1986 y 1990, observamos una proporción relativamente similar entre
ellos, esto es, por cada cuatro puestos de trabajo generados como empleo directo
obtendremos uno inducido, siendo más baja la proporción generada de empleo
-113-
indirecto, por cada cinco directos uno de este último.
-114-
puestos de trabajo, otros varones hasta entonces integrados plenamente en la pesca,
fueron abandonando paulatinamente el sector e incorporándose también a esas
nuevas ocupaciones48. La temporalidad limitada de estas labores fue consolidándose
por parte de las empresas que, previendo el índice de ocupación de cada temporada
futura y la necesidad de fuerza de trabajo, iban haciendo nuevos contratos (no
renovando) a los mismos trabajadores, con lo que, paradójicamente, sin llegar a ser
fijos en las plantillas de esas empresas, tenían siempre trabajo (durante todo el año)
en un sector menos ‘duro’ y, todavía por entonces, de menor incertidumbre.
La fuerza de trabajo que pudieron ofrecer nuestras unidades de estudio
mayoritariamente fue de individuos menores de 35 años y con niveles de estudios
que no sobrepasaban, salvo raras excepciones, la E.G.B. Este bajo nivel educacional
limita a estos individuos para la ocupación de puestos cualificados, pasando a
formar parte de lo que Mario Gaviria (1974) llamó “braceros del turismo”
(limpiadoras, camareros, peones, freganchines, etc.), caracterizados por la falta de
preparación profesional y la marginalidad estructural de los trabajos llevados a
cabo, propios de núcleos turísticos en su primera fase de desarrollo, pero capaces de
aprender y de prestarse a la sobre-explotación. Para llegar a estos empleos, frente
a la organización formal de agencias de contratación, la población siguió las -
estrategias de ayuda mutua tradicionales, consistentes en entablar conversaciones
con algunos amigos, parientes o vecinos ya situados en la empresa turística (sin
importar el rango en la misma o condición de ocupación), utilizando para ello
contactos que localizaban el empleo en cuestión, distinguiéndose en esto según sexo.
Tratando de caracterizarlos, podemos ver como los hombres comienzan
siempre, a través del círculo de conocidos, por aquellas labores donde los saberes
adquiridos en la dedicación original sean aprovechables (por ejemplo, el que
desempeñaba la labor de motorista en el barco tenderá a puestos de servicio técnico,
mientras que el marinero desearía seguirlo siendo en un barco turístico). Si esta
búsqueda falla, entonces dejarán la mar, orientándose hacia labores afines
individualmente. Así por ejemplo, algunos desprecian el trabajo de bar o cocina,
mientras que otros lo prefieren a la construcción por ser más estable.
Las mujeres, en cambio, ven el círculo de posibilidades mucho más reducido,
48
De esta forma p odemo s afirmar que el municipio procura fuerza de trabajo (casi siempre desde algún sector
artesanal) y la reproducción de la misma al sector capitalista y, además, éste, a través de los salario s,
procura unos ingreso s que tienen p or función ú ltima la repro ducción d e la unidad doméstica y su ascensión
en la escala social. Tanto es así, que hemos podido observar como este tipo de trabajo es parte de una
estrategia o forma de acumulación de capital destinado a formar un nuevo hogar, siendo las m ujeres y
hombres solteros los que mayoritariamente emprendían la aventura, además, por supuesto, de una ayuda
para la casa paterna.
-115-
en tanto que sólo pueden procurarse empleo bien en los comercios bien,
mayoritariamente, como limpiadoras (llamadas también camareras). Su trabajo
consiste en limpiar diariamente no sólo un alto número de apartamentos, indicado
previamente por la empresa, sino además en mantener en condiciones agradables
a la vista del turista el recinto hotelero, añadiéndose a ello las “salidas”; esto es,
limpieza y desinfección a fondo cuando los apartamentos o habitaciones cambian de
huésped. Estas labores son siempre supervisadas por una ‘encargada’ o ‘gobernanta’
que, generalmente, no es originaria del municipio y se mantiene siempre separada
(sin relaciones de amistad) con el personal a su cargo, supuestamente para evitar
connivencias y excesos de confianza, asegurando el rendimiento de las contratadas,
que pueden ser despedidas si no desarrollan aceptablemente su cometido.
Para ambos, tanto hombres como mujeres, la eventualidad y marginalidad
de los empleos, además de la fuerte competencia por conseguirlos y mantenerlos que
se ha dado en los últimos años frente a los llegados de fuera, ha terminado de
caracterizar a estos trabajadores por el bajo nivel reivindicativo y, a costa de ello,
el fomento de la inestabilidad antes que la preocupación por la profesionalización.
En términos generales podemos resumir en tres puntos las consecuencias
más inmediatas y directas que este tipo de empleo ha generado, esto es: sobre la
composición familiar, los ritmos de vida y la estratificación social.
Los efectos sobre la composición familiar, se han hecho notar en el paso de la
familia extensa originaria, de al menos tres generaciones que conviven en el mismo
hogar, a un nuevo modelo intermedio entre ésta y la familia nuclear, reduciendo
además considerablemente el número de hijos. Se da en este caso una forma de
adaptación que parte del aumento de ingresos, de manera que los jóvenes casados
se pueden separar de padres y hermanos construyendo una nueva casa o
adquiriendo alguna en las afueras del pueblo (donde la tierra es más barata). Al
estar ocupados ambos cónyuges prácticamente durante todo el día, se mantiene una
relación de dependencia de la generación anterior (generalmente la paterna),
encargándose ésta de la atención de los vástagos y del cuidado del nuevo hogar. De
esta forma, nos encontramos con que la nueva pareja forma una familia nuclear sólo
aparente y artificialmente independiente de la casa paterna.
Se desprende además de nuestro análisis una importante variación de los
ritmos de la vida social, en tanto que han de ajustarse a unos horarios formales de
trabajo que ya no son marcados por factores del medio sino por las condiciones de
contrato y la dinámica formal de las empresas. Ello cambia la división diaria del
tiempo entre trabajo y ocio para los empleados en la nueva industria, afectando a
-116-
la vida familiar de aquellas unidades domésticas que complementan el sector
artesanal con el industrial, al no ser compatible en muchas ocasiones las jornadas
laborales de sus miembros.
Por último, se observan los efectos del nuevo empleo sobre la estratificación
social en tanto en cuanto el proceso descrito ha llevado a una alteración artificial
en la misma dentro de las unidades de estudio, provocando una movilidad social
más rápida que la acostumbrada y siendo ésta más inestable que la producida por
el sector pesquero, dada la dependencia de las fluctuaciones del turismo
internacional y de las tendencias en la planificación de empleo de las empresas que
atienden dicha demanda. Ello se hace patente si tenemos en cuenta que hasta la
llegada del turismo de masas, la estratificación social estaba basada en el control
de los medios de producción -generalmente navales-, el conocimiento del medio y el
prestigio adquirido ante el resto de la comunidad. Hoy, otros factores intervinientes
dejan aquellos como ‘tradición’ o ‘recuerdo’. Los medios de producción han pasado
a ser bienes muebles o inmuebles (proliferación de negocios familiares, sobre todo
alquiler de habitaciones), el conocimiento del medio es menospreciado por los
jóvenes y sustituido por el conocimiento de alguna profesión (no necesariamente
titulado) como albañil o ayudante de cocina y, por último, al verse modificados los
medios de control social, el prestigio pierde su sentido y es sustituido por la posesión
de bienes y lo generoso o no que seas con tus vecinos.
Una consecuencia directa de tales cambios en el nivel de la valoración social,
añadidos a la ostentación (consciente o inconsciente) que hacen tanto los visitantes
ociosos como el resto de los “llegados de fuera”, podemos verla en como la inversión
se ha desviado de sus cánones originales, homogeneizándose con el resto de la
sociedad urbana del Archipiélago. Esto es, pocos son los que en los últimos años han
destinado sus beneficios o ahorros a la mejora o compra de medios de producción
tradicionales. Antes bien, las nuevas inversiones han sido dirigidas a bienes
muebles (electrodomésticos, menaje, bien vestir, ...), de ostentación, e incluso
algunos, empeñando modestos capitales en pequeños negocios con supuestos
beneficios a corto plazo.
En este último caso, que va desde tiendas de souvenirs hasta habitaciones o
pseudoapartamentos, podemos señalar como se copian los modelos no sólo de
comportamiento sino también de gasto de los turistas y los ‘cultural brokers’, en un
intento por participar modestamente de la industria hostelera, y ello es además
importante en tanto que cuando un propietario alquila una casa, o parte de ella, o
explota en propiedad un negocio está controlando un medio de producción que
-117-
deviene en importantes ingresos a la unidad doméstica, sustituyendo en algunos
casos a los medios de producción tradicionales que pueden llegar a ser enajenados.
Para esta mínima intervención en la empresa turística parten de una
acumulación de capital proveniente de créditos bancarios, la combinación
conveniente y acertada de estrategias productivas de rentabilidad alta en el sector
pesquero o el trabajo anterior de algún miembro de la unidad doméstica en la
hostelería/construcción, pudiendo darse el caso de que se utilicen conjuntamente
varias de estas vías de acumulación. Un segundo paso implica bien la habilitación
de una segunda planta o de parte de la casa familiar para el alquiler a turistas o
trabajadores foráneos, prefiriéndose a los primeros, bien preparar parte de la casa,
si ésta se encuentra medianamente bien situada en el pueblo, para instalar un
comercio que suele combinar artículos para el turismo (souvenirs, artículos de
playa, etc.) con perfumería, ropa, revistas, etc. Si el resultado de esta experiencia
es satisfactorio, tratarán de acumular más capital con el objeto de ampliar el
negocio (hospedaje o bazar), utilizando esta vez para ello los beneficios obtenidos y/o
el crédito bancario, abriendo una casa de hospedaje ya separada de la casa familiar,
como bien se muestra en el aumento de pensiones (o pseudo-apartamentos), que
pasa de 3 en 1981 a 16 en 1987, en sólo uno de los núcleos costeros.
En suma, nos encontramos con que la mayoría se muestran siempre
favorecidos, aunque ellos mismos reconozcan que de forma cada vez más incierta,
por el auge que ha tomado la actividad turística en el municipio. De manera
contradictoria con esta idea de incertidumbre laboral, los beneficios obtenidos de la
nueva economía dual rara vez han sido invertidos en el sector artesanal, antes bien,
se ha desarrollado una fuerte tendencia consumista y sólo en casos excepcionales
se constituyen en propietarios de medios de producción. El antedicho aumento del
consumo y abandono progresivo de las actividades productivas artesanales, paralelo
al crecimiento en el número de visitantes y de empleos en la empresa turística y sus
asociadas, es un indicador más del poderoso efecto demostración que procurando un
nivel de vida más alto, hace a la población de nuestras unidades de estudio más y
más dependientes cada vez de factores limitantes no controlados por ella y modifica
hasta cierto punto, al crear nuevas élites basadas en el turismo, el control político
local.
Los trabajadores foráneos residentes (que representaban en torno al 25% de
la población de derecho en 1990) se concentran en las edades de máximo
rendimiento laboral y en pocas profesiones (hostelería y construcción), y en términos
generales no suelen integrarse con la población local hasta pasado un largo periodo
-118-
de tiempo (no inferior a los cinco años). Son vistos por los habitantes de las distintas
comunidades estudiadas como un grupo de ‘outsiders’ que compiten por el poder y
por ocupar empleos teóricamente destinados a vecinos o parientes. Ni tan siquiera
la cercanía laboral une a estos grupos claramente diferenciados que, como afirma
Gaviria (1978:60), “coexisten pero no conviven” en una serie de contactos
intermitentes y reducidos exclusivamente al utilitarismo de ambas partes, en tanto
que sólo cooperan ante la presencia de actores que no asuman las reglas del juego
(por ejemplo, frente a los extranjeros que trabajan ilegalmente). Sirva una cita que
expresa claramente el sentimiento de un amplio grupo de población:
“A mi no me importa que vengan y trabajen, cuando hace falta (...) Lo malo
es que después se quedan”.
Encuentros y estereotipos.
En una situación tal, ¿cómo serán los encuentros con los turistas y cuáles las
relaciones mantenidas? El turista, que en número supera con creces a la población
local en cualquier época del año, es intercambiable como individuo y, en la
impersonalidad y transitoriedad de la relación, es contemplado, en último término,
como mercancía. Esto es, una relación que es ya parte de la vida cotidiana y se basa
en aspectos económicos.
Los encuentros en situaciones laborales, en la empresa turística, serán pues
los ‘más intensos’, pero vendrán siempre marcados por un juego de estereotipos que
dirigen los comportamientos y actitudes. Es necesario distinguir las diferentes
dedicaciones internas. Por ejemplo, en la categoría de limpiadores y otra clase de
personal no cualificado el contacto con el turista es mínimo; éste es visto como una
“clase superior” que posee la posibilidad de dedicar una parte de su tiempo y dinero
a la vacación. El respeto, casi sumisión, y la eficacia en el trabajo son los cánones
con los que se miden las posibilidades de permanencia en el puesto de trabajo. En
capas laborales directamente superiores, tales como recepcionistas y camareros de
bar, aumenta el contacto con el turista pero no por ello varían las relaciones. La
diferencia es que las experiencias vividas como desiguales les justifican, una vez
percibidas las debilidades del turista, su explotación económica, social y, en
ocasiones, su uso sexual. Por último, los cargos medios, en su mayoría personal
supuestamente calificado, suelen mantenerse claramente distanciados del resto y
realizan sus actividades hacia el interior de su oficinas (técnicos) o en forma directa
con el turista.
Para entender esta situación tal vez sea conveniente recurrir al pasado. Las
-119-
relaciones laborales en un contexto agrícola-pesquero anterior al desarrollo turístico
eran como una pirámide en cuya cúspide estaba el terrateniente o propietario de las
empresas de manufacturado de la pesca. Sus lugartenientes y capataces eran los
que mantenían una relación directa con los trabajadores mientras que “el amo” sólo
aparecía como expendedor de dádivas y solucionador de problemas, casi siempre
financieros. Pero a pesar de eso estaba ahí; era real. El modelo fue inicialmente
exportado a la nueva industria del ocio. Sin embargo, con el desarrollo y
consolidación de Canarias como destino del turismo europeo, las empresas de
propiedad local poco a poco han sido traspasadas a manos de multinacionales del
sector, con lo cual la pirámide ha quedado truncada en su vértice. El patrón, “el
amo”, dejó de ser alguien conocido para pasar a ser un difuso Consejo de
Administración, inflexible a los problemas de la base.
En esta situación, las personas que ocupan cargos medios, normalmente
personal cualificado que fue traído exprofeso y que no tiene ninguna vinculación con
las población local, son equiparados a aquellos lugartenientes-mediadores, sólo que
en esta ocasión únicamente favorecen a los líderes y a las élites. El resquemor hacia
“el amo” se refleja en ellos y, a su vez ven impotentes la imagen del “amo” en el
turista y entre sus competidores de clase laboral. Todo ello fue amparado,
nuevamente, por la transitoriedad de los encuentros (la individualidad desaparece
frente al estereotipo), por la restricción de los mismos a espacios concretos y por la
comparación frecuente entre el ocio y el consumo de unos frente al trabajo de los
otros.
Un tipo de encuentro laboral diferente, en tanto que en él se hace más
evidente el uso de estereotipos, lo observamos en las sitaciones de trabajo
relacionadas con la pesca recreativa y los guías turísticos. En el primero de los
casos, antiguos pescadores invirtieron las ganancias de su unidad doméstica en
yates o barcos de pesca que luego remodelaron para utilizarlos en la pesca
recreativa. Este tipo de actividad suele ser prohibitiva para el turismo medio dado
su precio diario (unas 35.000 Ptas.). Así, los barcos dedicados a este turismo de élite
están dotados de interiores cómodos y lujosos, potentes motores y todo el
equipamiento necesario para la pesca. Sus visitantes suelen ser captados por
agencias de viaje, normalmente en el extranjero, y suelen repetir la experiencia una
o dos veces por año. Los clientes rara vez saben pescar o quizás lo han hecho en
pocas ocasiones. Sin embargo, las tripulaciones, aunque solícitas en sus labores,
actúan como si éstos fueran pescadores consagrados. A todo ello contribuyen los
estereotipos con que son instruídos tanto unos como otros, ya sea por el patrón, ya
-120-
sea por el individuo encargado de contratar el período de pesca.
En este caso, los estereotipos se muestran específicos, marcan claramente la
conducta de ambas partes, y apenas se modifican con la experiencia, pues para el
marinero los estereotipos creados sobre ese turismo de élite vienen prefijados por
el empresario y deben cumplirse obligatoriamente: “Cuando tú llegas te dicen más
o menos qué tienes que hacer con los turistas (...) Ellos siempre tienen razón y si te
dicen que el pescado es así o de otra forma tú siempre les das la razón (...) aunque
ya estén borrachos como cubas”.
La forma de categorización aquí empleada aparece menos variada pero tiene
una naturaleza mucho más compleja y diferente, de manera que si antes eran el
comportamiento y la imagen del turista los factores de catalogación, ahora lo son
la ostentación de su nivel económico y la educación (“que se olvida después de la
segunda botella”). Estos factores no sólo se aplican por nacionalidad sino también
por las características propias del grupo: “Los americanos (no genérico) a veces
vienen todos los años y alquilan el barco por una semana o un mes (...) y como ya te
conocen, aunque tú no hayas estado en el barco cuando vinieron, como conocen al
patrón te confunden con cualquier otro v tú como si nada le sigues la corriente, como
si lo conocieras de toda la vida (...). Esos llegan hasta el muelle con cochazos con
chofér y siempre con chicas buenísimas que hablan bien inglés (...). Pero hay otros
americanos (genérico) que llegan como reyes y te tratan al trancazo y son más
agarrados”.
Por otra parte, el idioma se muestra aquí -donde existe un mayor contacto
cliente/trabajador- más importante, pero sigue existiendo una comunicación
únicamente gestual o, en contadas ocasiones, por medio del patrón, lo cual parece
conveniente para mantener una relación comercial empresa-cliente sin perder una
moderada familiaridad artificial. Así las cosas, se aprecia claramente que ni en
ocasiones como ésta, en las que se da una proximidad física entre locales y turistas
en un espacio muy limitado, la relación pasa de un contacto mínimo. E1 turista es
tratado como el elemento mercadeable y propagandístico de este tipo de negocios y
el marinero, como el tipismo personificado (amable, servicial y sonriente). La
distinción ocio-trabajador: “Ellos están de turistas y nosotros estamos trabajando”.
Otra relación de encuentro laboral se observa en el caso de los guías
turísticos, (isla de Tenerife) quienes al jugar un papel dominante en la transmisión
de información anfitrión/visitante, podrían motivar el intercambio cultural y las
experiencias auténticas. Pero el propio carácter lucrativo de las agencias de viaje
(que imponen tanto los itinerarios y las formas concretas de vender la imagen como
-121-
los estereotipos a aplicar) y los propios intereses, conocimientos y estereotipos de
carácter general de los guías convierten a éstos en profesionales de la
intermediación cultural adulterada. El discurso de los guías suele estar limitado
y condicionado. Muestran un cuadro parcial subscripto a los requerimientos del
mercado, y a su vez aleccionan a los locales de los centros a visitar (restaurantes,
artesanías, museos...) con respecto al comportamiento que deben mostrar, lo cual
ayuda a la configuración del trabajo-espectáculo. En esta ocasión convergen los
comportamientos fenotípico y genotípico; aún en ausencia de los turistas, éstos se
han convertido ya no sólo en tema de conversación sino también de preocupación,
administración y copia. Es decir que se asiste a un proceso de aculturación en el que
con el tiempo se diluye la distancia entre ambas partes, tal vez tendiendo a la
teórica hegemonía cultural, que ya ha comenzado a manifestarse en los individuos
directamente beneficiados por el sector.
En términos generales, los locales comparan el trabajo en la empresa
turística con las labores agrícola-pesqueras realizadas tradicionalmente. El trabajo
en ella es considerado “limpio” y con “buen salario” frente a lo “sucio” e “inseguro”
salarialmente del trabajo tradicional. De igual forma, las mujeres que en un entorno
de economía sumergida planchan y lavan ropa o elaboran diversos productos para
empresas de la actividad destacan “los beneficios de estar trabajando en casa” al no
poder trabajar, sobre todo por la edad, como limpiadores de hotel o apartamentos.
Prácticamente en ninguna de las entrevistas realizadas se mencionó el problema,
manifiesto en conversaciones informales, relacionado con la obligación de adaptarse
a horarios empresariales fijos, de efectuar retenciones y declaraciones de impuestos
o “deber favores” por haber conseguido puestos de trabajo a través de las redes
sociales y familiares. Es en estos niveles donde el local establece los roles a
mantener frente a los extraños y frente a las distintas cotas intra-empresariales. Es
aquí donde se realizan las mayores diferencias y categorizaciones a partir de las
propias expectativas, las actividades realizadas por los otros, el comportamiento y
la generosidad mostrada, el tipo y tiempo de visita, etc.
Con respecto al factor aprendizaje, los locales toman, por una parte,
elementos no específicos fundamentados en la nacionalidad y el grupo étnico del
turista y, por otra, las experiencias vividas por otros locales. Pero son la observación
y la experiencia propia las que en mayor o menor medida adaptan estas
categorizaciones a los nuevos modelos de la industria turística y, por ello, las
vuelven temporalmente mutables. En lugares como Canarias, donde los contactos
con los turistas son casi permanentes (al desaparecer la estacionalidad), cuando los
-122-
estereotipos se muestran efectivos, cambian las normas, valores y estándares de los
anfitriones. Estos nuevos valores son transmitidos a las siguientes generaciones (lo
que Mathieson y Wall (1986) han denominado comportamiento genotípico). El
desarrollo turístico y la concentración demográfica han convertido las buenas
relaciones entre vecinos, las charlas en las aceras y otras áreas de uso público, la
reciprocidad, la ayuda mutua y las obligaciones con los parientes, tradicionales en
las áreas no urbanas del archipiélago, en un tipo de interacciones casi vertical. En
los individuos socializados en este nuevo ambiente se denotan comportamientos de
tipo urbano caracterizados por la indiferencia hacia el vecino y el esfuerzo
encaminado a ascender en la escala social.
Con todo, y generalizando, la imagen vendida del destino Islas Canarias da
una valoración fundamentalmente estética y oculta tales contradicciones y
tensiones sociales, al ofrecer una aparente “armonía tropical”, más cercana y
segura. Actualmente incluye dentro de sus rasgos publicitables, además de su cálido
clima y su endemismo, la bondad de sus gentes y el tipismo ancestral de su cultura.
Todo esto contribuye a crear el escenario y el espectáculo que, como tal, es continua
e individualmente repetible a través del juego -también creado- de estereotipos.
-123-
CAPÍTULO IV. ¿CÓMO INVESTIGAMOS EL SISTEMA TURÍSTICO?
-124-
cabo mediante técnicas que no se hacen explícitas y que hacen de la comprobación
de los datos y criterios algo personalizado e individualizado, en el mejor de los casos,
en tal o cual investigador. Evidentemente , no existe una fórmula mágica que haga
posible una selección de unidades idónea que integre los diferentes niveles de
investigación y que nos dote de la seguridad de estar absolutamente exentos de
peligros, en cualquier sentido, reduccionistas; tampoco existe un cuestionario guía
de entrevista o una encuesta completa y utilizada convenientemente en el campo
del turismo, pero si que se encuentran a disposición de los investigadores múltiples
y probadas fórmulas de normalización de los datos recogidos en el campo y de las
técnicas concretas de investigación. Con esa normalización de los datos, más el
empeño teórico-metodológico en insertar los resultados en un esquema global como
el propuesto, no sólo permitirá la corroboración de las conclusiones obtenidas, sino
también la continuación y/o revisión de trabajos en tiempos venideros; es decir,
comprobación de resultados y proyección futura de los análisis, ambos elementos
fundamentales para el entendimiento de un sistema, marcado por el dinamismo y
la extensión, como el turístico.
La importancia del análisis desde el punto de vista sistémico procesual más
que radicar en que se ofrezca un paradigma teórico diferente, o una receta
doctrinaria, se muestra como un grupo de estrategias en las que, a partir de la
teoría marco, los estudios y análisis puedan ser desarrollados y, sobre todo,
relacionados de forma comparativa en un marco de continua contextualización.
Siendo coherentes, la concreción y exposición de los niveles debe ir más allá de los
datos que se desea examinar, incluyendo factores como la dimensión temporal y
asumiendo el sistema como interactivo y dinámico. El análisis de sistemas general
es un modelo en el que los conceptos y teorías apropiadas para un sistema pueden
ser vistos en relación con sus subsistemas y con sistemas de rango superior,
poniendo a la vista (con posibilidades pictográficas) sus influencias y relaciones
(sistema vertical), además de mostrar los sistemas del mismo nivel de análisis
(sistema horizontal). En la red de relaciones dibujada, además de visualizar los ejes
señalados, se reconocen a través de los tópicos involucrados en cada ocasión los
subcampos que atañen al trabajo antropológico, pero sin despreciar otros campos
disciplinares.
Los ‘otros’ a investigar, organizados en grupos socioculturales y sobre
espacios concretos, tradicionalmente han sido tratados como si pudiéramos
disgregarlos, como si desde cada especialización y cada disciplina se pudiera
contemplarlos, entenderlos y establecer predicciones válidas separadamente.
-125-
Nosotros afirmamos que un programa de investigación como el que sería deseable
para el estudio del sistema turístico, requiere, en la mayor parte de los casos, la
participación de varias disciplinas, cuyos datos deben ser integrados en un esquema
de interdependencia funcional entre las ciencias sociales y que los fenómenos
estudiados han de contextualizarse en algún tipo de totalidad o sistema
organizacional. Con tal fin, nos proponemos en el presente capítulo presentar
algunos criterios y elementos básicos que nos han sido útiles, tanto a la hora de
enfrentarnos a las diversas situaciones que depara el trabajo de campo (no sólo en
estudios sobre el turismo), como para sentar la bases que ayuden a dar continuidad
y perspectiva futura a nuestros estudios.
-126-
las realidades estudiadas, en su realización práctica, la investigación no tiene lugar
mediante el examen de los seres o cosas en su conjunto, sino a través del análisis
de características determinadas de estas realidades, o sea de variables.
Quizás la manera más evidente de entender las diversas formas que puede
tomar actualmente la unidad de estudio en antropología viene expresada por una
conceptualización altamente generalizante como son los niveles ‘micro’ y ‘macro’.
Estos, siendo sólo significativos cuando se utilizan en un contexto específico y de
manera complementaria (no exclusiva), pueden referirse, al menos, a dos
elementos: el tamaño (o magnitud) y localización de las formas y procesos sociales,
de una parte, y la escala temporal de su tratamiento.
El primero es, tal vez, la formulación más común de la relación micro-macro
y en este sentido, micro se usa como referente a ‘pequeña escala’ o a formas sociales
‘locales’ y, como contraste, macro a ‘gran escala’ o formas ‘externas’ que puedan
intervenir o influenciar de cualquier modo en la local (Bennett, 1985). Con este
tratamiento, los antropólogos y otros científicos sociales han hecho hincapié en sus
trabajos sobre tres ‘tamaños’ o formas claramente diferenciadas que puede tomar
la unidad de estudio: individuos, grupos y niveles de organización. Cualquiera de
las tres puede ser válida para el análisis del sistema turístico, pero hemos de tener
en cuenta que un punto de vista individualista nos puede llevar a posturas
reduccionistas, tales como que los atributos de la colectividad pueden siempre ser
reducidos al cálculo estratégico de los propios intereses de los actores, induciéndonos
-127-
en la mayor parte de los casos a despreciar relaciones, encuentros y motivaciones
de grupo que diferencian a los implicados en el sistema. En cuanto a los niveles de
organización, los antropólogos se han centrado normalmente en comunidades locales
o en grupos parentales que están jerárquicamente ordenados de manera parecida
a como un pueblo está social, política, económica y religiosamente vinculado a un
centro regional o estatal. En las investigaciones presentes es común encontrar el
reconocimiento implícito de que la mayor parte de las unidades de análisis
antropológicas están integradas por aglomeraciones de otras pequeñas unidades y
a su vez enmarcadas en conjuntos mayores.
La segunda toma de posición frente a los términos micro y macro viene dada
por la escala temporal considerada en el tratamiento de la unidad de estudio.
Algunos investigadores pueden considerar sólo las causas e implicaciones
inmediatas de los fenómenos estudiados en una escala temporalmente corta, siendo
ésta una de las fallas más importantes de muchas de las aplicaciones de las
investigaciones antropológicas. La revisión de Ortner (1984:158) de la teoría
antropológica reciente sugiere que uno de los cambios más importantes en ella ha
sido la incorporación del análisis diacrónico, de una parte recurriendo a la historia
como disciplina y, de otra, tomando la historia como una construcción de los nativos,
mostrándose en raras ocasiones como excluyentes. Ello se ha visto reflejado
fundamentalmente en dos áreas: la primera es la investigación que se interesa por
los procesos de microdesarrollo; la segunda es la macroprocesual o macrohistórica,
que presta gran atención a la dinámica de desarrollo externamente inducida y/o
internamente derivada.
Por otra parte, en lo que a la unidad de observación se refiere, la distinción
micro-macro toma forma en términos de la escala de causalidad en que suceden las
acciones, hechos, eventos o procesos, esto es, la cuestión de si se pueden explicar
aquellos como resultado de procesos que surgen en el interior de la unidad o como
resultado de fuerzas externas. De manera similar a lo anteriormente expuesto, y
tras las críticas internas y externas a la disciplina, muchos antropólogos están
siguiendo estrategias metodológicas diseñadas para considerar explícitamente los
efectos de las fuerzas globales, incluyendo el sistema turístico a escala de la llamada
‘Aldea Global’ (afectado por condiciones político-económicas mundiales), sobre las
poblaciones locales.
Pero la unidad de observación tiene, en lo que a investigación de campo se
refiere, una polarización más evidente: se trata de los tratamientos emic y etic de
la misma, que conllevan tratamientos diferenciados de la misma. De una parte la
-128-
aproximación emic, tomando al nativo o grupo de ellos como unidad, enfatiza la
importancia de la recolección de datos en forma de textos, referencias verbales y
comportamientos no verbales de los informantes en una amplia variedad de
contextos relevantes, con el objetivo de preservar el significado original de la
información y asumiendo que la categorización del nativo es la única correcta (Pelto,
1970:69). Es decir, el investigador ‘describe’ e ‘interpreta’ la unidad de observación.
De otra parte, frente a esto, la perspectiva etic presupone que el universo de los
sentidos, las intenciones, los objetivos y motivaciones de los informantes son
inalcanzables (Harris, 1978:498) y, por tanto, el investigador realiza sobre los datos
una abstracción analítica dependiente de las consideraciones de la comunidad
científica en la que se inserta. O lo que es lo mismo, el investigador abstrae de la
unidad de observación una serie de proposiciones referentes a las variables e
hipótesis que su proyecto y caracterización teórica le impone. Ambas formas de
acercarse a la unidad de observación se han mostrado igualmente válidas y
necesarias, pero la aproximación etic se ofrece, siempre que se respete la diversidad
por encima de los axiomas teóricos, como más fácilmente constrastable.
-129-
unidades de estudio a partir de la literatura, los datos macroestadísticos, los
intereses personales y académicos, etc., el siguiente paso necesario será la
descomposición de las mismas en sus mínimos y apriorísticos elementos, las
unidades de observación, entrando a considerar entonces otros criterios de selección,
no necesariamente por orden de importancia, tales como simplicidad, accesibilidad,
posibilidad de realizar observaciones no obstrusivas, posibilidad de conseguir
permisos o asentimiento, frecuencia o repetición de los procesos que interesen y
posibilidad de participación.
La enorme variedad de lugares donde, según el problema, la investigación
puede ser llevada a cabo obscurece una característica importante de todos los
estudios realizados desde la antropología, es decir, que de manera más o menos
directa todos se realizan a partir de, o contextualizados en, situaciones sociales
determinadas, con la subsecuente complicación de enmarcarlas espacial y
temporalmente, además de en un subsistema concreto. Sin intención de ofrecer una
‘receta’ de cómo seleccionar una unidad o situación sociocultural de estudio,
podemos establecer tres elementos básicos siempre interrelacionados en cualquiera
de ellas, que en sí mismos pueden constituir la base del problema a investigar: un
lugar, actores y actividades, es decir, siempre llevaremos a cabo el trabajo de campo
sobre uno o más contextos medioambientales (por ejemplo, un núcleo turístico
arqueogénico), siempre intervendrán uno o más actores (locales, trabajadores
foráneos y turistas), y siempre habrá algún tipo de actividad o labor realizada por
los mismos (actividades económicas, ocio, actividades familiares, rituales y fiestas,
encuentros cara a cara, etc.). Tales elementos no constituyen, ni pueden ser vistos
como el centro del subsistema, pero ellos nos sirven como punto de partida
simplificado para realizar la selección.
Repasándolos brevemente, un entorno físico determinado, sea natural o un
escenario creado por el hombre (un pueblo, un local comercial, una plaza, una calle,
etc.), puede llegar a ser la base de una situación social concreta, con actores y
actividades presentes. En nuestro caso de estudio, hemos diferenciado tres tipos
básicos de espacios: privados, públicos e interferidos, según el grado de
interactividad y encuentros cara a cara, principalmente, de turistas y locales. Esto
facilita notablemente la identificación de un lugar donde en un momento
determinado podemos hacer observaciones concretas. Sin embargo, es necesario no
perder la perspectiva sistémica, en tanto que en la mayor parte de las ocasiones, y
más en el estudio del subsistema local en el sistema turístico, hemos de referirnos
a una especie o un tipo de lugares. Por ejemplo, una plaza pública o una avenida,
-130-
como tal, es fácilmente localizable y sus límites suelen estar claros, pero en ellas no
siempre tiene por qué existir unicidad. El mismo entorno puede ocultar cualquiera
de las tres o las tres categorías espaciales antedichas en una especie de totalidad
más o menos interrelacionada. En algunas ocasiones, los lugares estarán
claramente definidos y en otras la unidad de estudio estará compuesta por una
diversidad ordenada de los mismos, que el investigador tendrá que tener en cuenta.
Por otra parte, cada situación social incluye personas que deberán ser
agrupadas de algún modo (por ejemplo, por lo que caracteriza a las principales
actividades realizadas). Desde luego se puede dar el caso de que, por su
importancia, representatividad, status o necesidad teórica, nos interese un sólo
individuo, pero generalmente los actores presentes formarán uno o más grupos más
o menos diferenciados, al menos metodológicamente. Y aunque todos lleguen a
formar parte de nuestras observaciones en algún momento de nuestro trabajo de
campo, es conveniente, al menos en principio, su tratamiento e identificación global
diferenciada. Teniendo en mente las relaciones y conflictos posibles que tanto entre
los diferentes grupos como de manera intragrupal se darán, en nuestro ejemplo y
a partir de los datos bibliográficos y observaciones preliminares, dividimos a los
actores en tres grandes grupos excluyentes: población local, población foránea-
trabajadora y turistas, pudiendo posteriormente segregarse cada uno de ellos según
los intereses concretos de la investigación. En cualquier caso, y en términos
generales, de manera opuesta a lo que sería la selección de unidades de observación,
en la selección de una unidad de estudio no es rigurosamente necesario distinguir
entre diversos tipos de actores; lo único imprescindible es saber qué actores
abstractos o ideales están presentes y cuál es su papel marco en la escena (por
ejemplo, algo tan obvio como si sólo existen turistas y locales en un lugar
determinado).
El tercer elemento primario en cada unidad de estudio es la actividad que
tiene lugar (o la ausencia de una actividad que teóricamente tendría que suceder).
Al principio el investigador, según su procedencia y perspectiva, puede percibir sólo
un flujo de actividades o cientos de actuaciones más o menos coherentes, pero ya en
la observación preliminar (si parte de un diseño de la investigación bien elaborado)
podrá reconocer pautas o patrones de comportamientos referentes a actividades
concretas que, en relación directa con otras, pueden dar lugar a situaciones
complejas o "eventos". Una celebración local, por ejemplo, puede incluir los
preparativos, ceremonias religiosas, compartir comidas especiales para la ocasión
y sólo para la misma, bailes, juegos, borracheras, y otras actividades festivas.
-131-
Durante la misma, los actores involucrados se moverán de una lado a otro haciendo
diferentes cosas, y un etnógrafo foráneo, al comienzo de su trabajo de campo, puede
o no reconocer el conjunto de estas actividades como parte de una situación compleja
con una denominación propia. La estructura del mismo podría quedar más clara si
el etnógrafo comienza haciendo, más que observación participante, observaciones
sistemáticas y registro de actividades (pequeñas unidades de observación
comportamentales) en una situación social.
La dinámica del trabajo y los objetivos de la investigación determinarán qué
situaciones sociales, actores, grupos de actores o instituciones pueden tomarse como
unidades de observación, esto es, las realidades empíricas que se pretenden
observar y que generalmente se presentan como conjuntos o redes de diversa
significación, todas conectadas en el sistema pero no necesariamente de forma
directa y simple. Si en un momento determinado de la investigación, atendiendo a
sus propiedades, características y grado de estructuración, tomamos como unidad
de observación, por ejemplo, a la tripulación de un barco de pesca de un puerto
turístico-pesquero, las actividades laborales de los actores en la mar y en tierra, las
relaciones sociales que se mantienen entre ellos y con los otros locales, los
comportamientos en espacios interferidos, donde se encuentran turistas y locales,
sus unidades domésticas, y otras situaciones o acontecimientos en las que ellos
estén implicados, formarán una extensa red de interconecciones que unidas a otras
formarán la unidad de estudio.
Sin lugar a dudas cada investigador puede tener diferentes razones, al
margen de las de índole metodológica, para seleccionar una unidad de observación
concreta; en ese sentido no podemos más que recomendar que tales motivos se
hagan explícitos en el informe de la investigación. Sin embargo, en muchas y
deseables ocasiones la selección de la unidad se realiza a través de los criterios
antes citados y formalmente establecidos. De esta forma, en cuanto al criterio de
simplicidad, la gran ventaja de comenzar el trabajo de campo en situaciones sociales
simples consiste en que el etnógrafo puede "aprender" haciendo la etnografía
requerida en su proyecto de investigación. Como consideramos que las situaciones
sociales están unidas en un sistema, podemos partir del estudio de subsistemas
menos complejos no cerrando nuestra línea de trabajo, puesto que siempre estarán
unidos a otros subsistemas horizontales y a su vez con otros de mayor o menor
rango. Posteriormente, una vez adquirida la experiencia necesaria, podremos
navegar en las aguas de la complejidad del sistema global analizado.
En otro orden de cosas, un segundo criterio a seguir consiste en la posibilidad
-132-
de acceso a la situación social que nos interese. El investigador puede entrar en
algunos entornos muy fácilmente, participar libremente de las actividades y
registrar sus observaciones, pero obviamente esto no siempre es así y por ello ha de
ser considerado previamente a la selección de la unidad de observación. En algunas
ocasiones el acceso inicial es fácil y cuando llegan las dificultades (p.e. la
identificación o confusión sobre su cometido) es prácticamente imposible seguir el
trabajo. Tomemos como ejemplo el estudio de las diferentes situaciones que se
pueden dar en un centro turístico, o más sencillamente en un hotel. El investigador
puede pasar por turista y tomar una habitación, puede hacer observación
participante en el vestíbulo, en el área de piscinas u otras zonas de uso común,
puede incluso observar las relaciones entre turistas y trabajadores del
establecimiento en diferentes encuentros realizados en esas áreas. Pero cuando
trata de entrevistar o pide datos a la dirección, suelen comenzar las dificultades y
suspicacias, surgiendo cortapisas directas (como negar el acceso a los datos
requeridos) o indirectas (amenaza a los trabajadores que faciliten información)
hasta el punto de hacer totalmente imposible la aplicación de técnicas comunes de
la investigación, tales como entrevistas en los entornos laborales apropiados,
fotografiar fuera de los espacios comunes, tomar datos cuantitativos, etc. Esto
podría representar un duro revés a la investigación, por lo que es conveniente
tenerlo previsto, consiguiendo que algún actor o informante (a veces denominados
por la literatura antropológica “porteros”) facilite la tarea de acceder a tales
establecimientos.
Aunque rara vez se refleja en los informes y publicaciones antropológicas, las
situaciones del tipo descrito pueden encontrarse en una enorme variación de forma
y grado, desde unidades domésticas a instituciones donde puede considerarse que
es significativo hacer etnografía. La experiencia, por supuesto, puede soslayar
muchas de estas dificultades, sin embargo una valoración errónea de las
posibilidades de acceso puede hacer que se presenten complicaciones innecesarias
y nunca deseables para un aprendiz de investigador.
Un tercer criterio de selección radica en la posibilidad de realizar
observaciones no obstrusivas, es decir, de la forma más discreta posible. Es esta una
de las razones por la que el trabajo de campo antropológico requiere muchos meses
de estancia y participación a tiempo completo en los que el etnógrafo trata de
controlar las diferentes reacciones a su presencia. En principio, algunos espacios,
públicos o interferidos en nuestro caso, ayudan a reducir el influjo de la presencia
del etnógrafo sobre las actividades y situaciones que en ellos se llevan a cabo; pero
-133-
una vez que el rol del investigador ha quedado patente, ni siquiera en esos espacios
se podrá realizar una observación completamente discreta. Este es el caso en el que
saber qué rol debe mostrar el investigador puede salvar las observaciones, es decir,
que los actores no lleven a cabo acciones de forma distinta a su cotidianeidad.
Cuando se trata de antropólogos en formación, es recomendable que, en principio,
las unidades de observación seleccionadas sean aquellas en las que menos llamen
la atención sus actividades.
Por otra parte, en muchas sociedades se dan situaciones sociales que no
pueden ser estudiadas sin un permiso explícito, y a ello hace referencia el cuarto
criterio de selección. Decidir si solicitar el permiso, localizar a las personas que nos
lo puedan garantizar, explicar la naturaleza de la investigación y finalmente
obtenerlo, puede convertirse en una actividad que consuma una parte importante
del tiempo de la investigación. Y es necesario valorar previamente si podemos
burlar este proceso, en muchas ocasiones largo y costoso. Podemos considerar tres
tipos de situaciones con respecto a la adquisición de permisos: las de entrada libre,
las de entrada limitada (que requieren el permiso de una o más personas, pero cuya
consecución puede plantearse, si no es demasiado complicado, como una buena
práctica para el aprendizaje) y las de entrada restringida (en las que el permiso es
extremadamente difícil de conseguir). Una vez hecha la lista previa de las
situaciones, actividades o actores que podrían resultar de interés para la
investigación y habiendo valorado los posibles inconvenientes, es mejor comenzar
por el estudio de las primeras, y dejar para cuando la experiencia e integración en
la unidad sean altas, las últimas.
El quinto criterio de selección se refiere a que la unidad de observación
seleccionada ofrezca la posibilidad de descubrir las normas de comportamiento y
relación a través de la repetitibilidad de actividades similares. Esto es, la frecuencia
o recurrencia de actividades. Bien es cierto, que tal frecuencia depende, en parte,
del tiempo seleccionado para la observación. Por ejemplo, un espectáculo turístico
que se repite para cada grupo de visitantes es probable que lo podamos estudiar en
un lapso de tiempo más o menos corto (puesto que se repite cada semana o
quincena), y muchos investigadores podrían obtener multitud de datos concluyentes
del mismo; pero si el interés está puesto en, por citar uno, los comportamientos
estereotipados será necesario tomar los datos de, al menos, una temporada turística
completa que muestra la diversidad de nacionalidades que pueden visitar un
destino en ella. Si, por el contrario, pretendemos analizar una celebración
temporalmente no pautada, la permanencia ha de ser obligatoriamente amplia o,
-134-
al menos, repetitiva. Muchos etnógrafos principiantes cometen el error de centrarse
en situaciones bien difícilmente repetitivas bien con una gran variedad de
actividades no observables simultáneamente. Este tipo de situaciones es
conveniente conocerlas previamente y lo más detalladamente posible, pudiendo así
planificar las observaciones y anticiparse a las actividades. Si no todo es observable
simultáneamente o por otros motivos, se debe intentar seleccionar, salvo
excepciones a criterio del investigador, aquellas actividades que ocurren con una
frecuencia relativamente alta.
Pero el etnógrafo no sólo hace observaciones, también participa. Este criterio
de selección, la posibilidad de participar, permite al investigador experimentar
directamente las actividades y, según algunos enfoques teóricos, obtener las
sensaciones de los eventos tal como son y registrar las percepciones propias. Sin
embargo, hay que reconocer que el etnógrafo raramente puede llegar a ser un
participante totalmente integrado en una situación social, siendo, en último
término, una cuestión de grado y forma. En nuestro ejemplo, algunas
participaciones son sencillas y valen como práctica en la formación, tal como hacer
turismo charter y relacionarse con otros miembros del grupo, realizar las
actividades que hacen estos, etc.. En un grado mayor de dificultad estaría,
abandonando el rol público de investigador, ejercer alguna profesión relacionada y
contratarse como tal. Y finalmente, llegar a parecer “un miembro de la comunidad”,
actuando, según los intereses de la investigación lo permitan, como los actores que
la integran y no como un mero espectador. Este criterio tiene tanta importancia,
sobre todo en el comienzo de una investigación, que en muchos casos, la posibilidad
de participación podrá determinar la selección de una unidad o de otra.
-135-
4.2. LAS POBLACIONES DE DESTINO: EL PUNTO DE PARTIDA PARA
LOS ANTROPÓLOGOS
-136-
Las situaciones en que se ve involucrado un antropólogo que estudia el
turismo favorecen, o pueden favorecer en los inicios del trabajo, el anonimato; pero
ello sucede a costa de renunciar a la búsqueda inicial de contactos e informantes
relevantes. La observación, en la primera fase, debe primar sobre otras técnicas si
nuestro objetivo es comprender los roles y estereotipos usados para la identificación
de los turistas y el trato con ellos. ¿Nos debemos entonces ‘convertir’ en turistas? A
veces, muchas veces, sí. El antropólogo pasa a ser un turista curioso y preguntón,
pero sin abandonar aparentemente la superficialidad ociosa de ese individuo que
disfruta del espectáculo preparado para él. Desde este lado del escenario podremos
contemplar y participar del anonimato, encuentros cara a cara y vivencias del
grupo, numeroso o reducido según el tipo de turismo, de visitantes temporales.
Sin embargo, en lo privado, algo nos va a diferenciar del resto: nuestro block
de notas y el diario, omnipresentes en todo trabajo de campo y en las fases sucesivas
del nuestro. El primero, registro especializado por temas, nos debe acompañar, en
lugar seguro, continuamente y en él habrá que diferenciar de forma clara lo que son
notas rápidas, planificación y apuntes de campo. Dado que la memoria es un
registro muy pobre para el tipo de detalles que son propios de nuestras
observaciones, y que la condición de ‘turista’ nos limita, los apuntes deben ser
tomados (y datados -fecha y hora-) contínuamente, en cualquier momento que
consideremos oportuno y no restringirlo a determinados momentos del día. En
cualquier caso, es necesario evaluar la situación concreta y, en fases posteriores del
trabajo, el nivel de integración, antes de decidirnos a tomar notas públicamente,
puesto que ello podría romper tanto nuestro rol como la intimidad de los
comportamientos que tratamos de observar y describir. Como norma general, en el
registro de los apuntes y notas de campo no debemos escatimar papel, siendo
preferible acabar con muchas notas pequeñas, concisas y claras, que con largos
comentarios que con el paso del tiempo queden difusos a nuestra comprensión. Por
su parte, el diario de campo deberá ser un fiel reflejo de los acontecimientos,
emociones, percepciones y actividades llevadas a cabo en cada jornada, para lo cual
es necesario dedicar un tiempo relativamente fijo. En demasiadas ocasiones, la
mayoría nunca reconocidas, la comparación posterior de las notas de campo, la
grabación de entrevistas y el diario, reflejan que un día determinado hubiera sido
mejor opción dedicarnos a actividades no sistematizadas.
Claro está, otras herramientas destacarán en nuestro extraño equipaje de
turista de conveniencia. La omnipresente cámara fotográfica (o de vídeo),
perfectamente camuflable entre todos aquellos visitantes que tratan de capturar la
-137-
imagen reforzadora de sus recuerdos, del “estar allí”49; la grabadora, disimulada o
a la vista según los criterios éticos de cada cual; papeles, fichas y cuestionarios
elaborados al efecto o adaptados de investigaciones y publicaciones anteriores a
nuestro estudio; o el último grito en tecnología aplicable al trabajo de campo, como
ordenadores portátiles o GPS (Sistemas de Posicionamiento Global), necesariamente
ocultos en algún cajón o maleta, si no integrados en nuestro rol posterior. Con estas
armas, y un bagaje teórico adquirido, entramos al área de estudio con nuevas
unidades de observación: la población local.
Sin embargo, este rol de turista no puede ser eternamente mantenido. La
necesidad de detectar informantes clave y de realizar entrevistas en profundidad
nos obliga a adoptar un nuevo papel en el destino. Sea cual sea la parte del
escenario en que actuemos, nuestros congéneres deben hacerse una imagen, con sus
atributos sociales y culturales, de alguién que permanece un tiempo fuera de lo
normal para un turista en un destino; esa imagen podemos construirla
deliberadamente o nos será, simplemente, adscrita por los individuos no turistas
que nos rodean. En la práctica eres, de nuevo, un recien llegado, con la desventaja
que tendrás que justificar la etapa anterior. Muchos autores recomiendan
manifestar lo mas claramente que aconsejen las circunstancias cuál es la tarea que
nos ha llevado hasta allí, y a veces funciona. Pero en el análisis del subsistema
‘destino’ no suele ser así. El entramado administrativo y empresarial, los intereses
económicos, el alto nivel de competencia, desaconsejan en la mayor parte de las
ocasiones revelar nuestro sano propósito de entender cuál es el funcionamiento del
sistema, donde se están produciendo errores que afecten negativamente, qué vías
de desarrollo se ajustan mejor a un área o grupo determinado, o cualquier otro
interés que podamos tener. Desde luego esta no es una situación deseable, pero si
no queda más remedio tendremos que pasar por estudiantes, escritores o curiosos,
que en el fondo lo somos, hasta sentirnos integrados y, si no aceptados plenamente,
al menos no rechazados. Será en este momento cuando podamos ejercer y
profundizar en la cultura, estructura, organización y estrategias del grupo
investigado.
Son muchos los estudios de casos que optan por centrar su investigación sobre
este área, la población, que nosotros proponemos como segundo paso. En cualquier
caso, las recomendaciones realizadas más arriba siguen siendo válidas; pero hemos
de considerar otros hechos no tratados hasta el momento. En primer lugar, no
49
Y nosotros los antropólogos, ¿no hacemos algo parecido?
-138-
Cuadro 20. Simplificación de los efectos del turismo sobre las poblaciones locales.
podemos, so pena de llegar a conclusiones erróneas o perdernos en las ramas de un
arbol sin fin, acercarnos a investigar el proceso turístico y las adaptaciones de los
actores-anfitriones pretendiendo generalizar comportamientos y estereotipos. La
experiencia nos dicta que es recomendable, al menos en principio, realizar una
delimitación de las unidades de observación siguiendo los criterios oportunos,
emanados de nuestros intereses y el diseño de la investigación en curso. Hasta
ahora nos ha sido válido partir de una selección de unidades domésticas de la
población de destino con al menos un miembro directamente vinculado laboralmente
a tal actividad, para proseguir ampliando el círculo con las unidades productivas
relacionadas con aquellas. Esta vía, generalmente, nos llevará a dibujar un
esquema global de interdependencia entre las unidades seleccionadas y el resto,
ofreciendo las suficientes pistas para iniciar la investigación en profundidad, en
tanto que partimos de la hipótesis de que aquellos individuos que mantienen un
mayor y frecuente número de encuentros con los turistas y ‘su mundo’, mostrarán
más evidentemente los efectos y adaptaciones que se suelen observar en estos
núcleos de acogida (cuadro 20).
Podemos optar entonces, en gran medida presionados por las circunstancias
concretas que podamos detectar por observación y el objetivo de nuestra
investigación, bien por tratar de recomponer la historia recordada y percibida por
los individuos implicados para verificar los cambios acontecidos, bien por recurrir
-139-
a ella estrictamente lo mínimo y centrarnos en el análisis de la situación actual. En
ambas opciones estará presente la máxima de que el sistema turístico se adapta a
los individuos a la vez que acomoda a éstos a sus requisitos de mercado, por lo que
en no pocas ocasiones nos encontraremos con que nuestros informantes no son
conscientes de sus propias adaptaciones y dependerá de nuestra habilidad no sólo
descubrirlas sino también hallar sus causas y motivaciones específicas. Para ello es
necesario hacer hincapié en que gran parte de los recuerdos se corresponderán con
momentos de ruptura de los ritmos cotidianos (celebraciones, conflictos, ferias y
mercados, nacimientos y defunciones, adquisiciones de viviendas o bienes de
consumo relevantes, etc.), trascendiendo su fin correspondiente, con lo que nuestras
indagaciones sobre tales eventos podrán conducirnos a nuestro propósito.
Así si cuestionamos, por ejemplo en una celebración, cuál o cuáles son los
motivos de la misma, cuáles los actores implicados, si existen o no transacciones de
bienes o servicios, etc., a partir de ella, deberíamos saltar a elementos de la vida
cotidiana como vestido, relaciones entre familiares y vecinos, comportamiento ante
individuos foráneos o la misma defición de lo foráneo, y mucho más. Por este
procedimiento podremos reconocer los diferentes elementos que han variado y
cuáles han sido las causas de tales modificaciones en la vida cotidiana de la unidad
de observación, pero además nos revelará las reglas del juego diario y común, la
organización, los roles, estereotipos, y una infinidad de variables culturales en los
que, si la temporalización de nuestro proyecto nos lo permite, podremos profundizar.
El sistema, y sobre todo en lo que atañe al destino, se nos muestra como un
campo de pruebas de indudable valor, en tanto que, como hemos indicado, los
cambios acontecen de manera vertiginosa (sobre todo en el nivel de los impactos
primarios), con lo que es posible contrastar una investigación y sus resultados en
un plazo temporal relativamente corto. Con el reconocimiento y clasificación
jerarquizada de los elementos del cambio se podrá, en algunos casos, sugerir los
diferentes modos o modelos según los cuales un grupo social con unas características
determinadas responde a la introducción de cualquier agente. Ello puede permitir
al investigador del sistema turístico el establecimiento de posibles predicciones,
aunque, claro está, deberán aparecer siempre como condicionadas a situaciones
específicas.
El poder adelantarnos a los hechos significa que, con la prudencia de no
descontextualizar, se podrán prever y paliar efectos no deseados del desarrollo
turístico. Desde este punto de vista, encontramos una serie de items que creemos,
con las limitaciones situacionales antedichas, de obligada revisión en los proyectos
-140-
antropológicos de prevención y/o disminución de efectos no deseados50, estos son:
imagen, control de carga, uso múltiple, desarrollo, actuaciones puntuales
generacionales y, por último, sistemas de información; que deberán ser tratados
puntualmente o de manera interrelacionada.
Imagen. Las relaciones entre las formas que toma la imagen de un destino
(real, creada, vendida y percibida) se muestra como un ámbito propicio para el
ensayo de nuevas investigaciones. Así, partiendo de los datos ya obtenidos por los
procesos anteriores con los que, deseablemente, habremos obtenido una información
suficiente sobre la imagen real y la imagen percibida, podremos comparar la
relación existente entre éstas y la imagen vendida (análisis de las promociones de
un núcleo de destino). En términos generales, actualmente, con las nuevas formas
más sofisticadas de turismo, la imagen vendida debe ser tomada (o retomada, según
el caso) de las circunstancias y percepciones reales del entorno-destino, renunciando
en parte a la prefijada por la demanda turística. La concepción de los habitantes del
Norte de las áreas turísticas del Sur no tiene que ser siempre, salvo tal vez para el
turismo de masas, la que marque los valores resaltables y componentes
homogeneizados de la información estática que se presenta en las agencias de
viaje.Una imagen más acorde con las percepciones de los residentes y con el entorno
físico real, sin por ello renunciar a su embellecimiento, además de ser más
fácilmente perpetuable y rentable al marcar diferencias con otros destinos, podría
influir positivamente en la creación de estereotipos turísticos cercanos a la situación
socioeconómica y medioambiental real y dinámica, repercutiendo directamente
sobre las actitudes mostradas en los encuentros cara a cara.
Control de carga (capacidad de sustentación). Si bien el trabajo sobre este
concepto es generalmente de un carácter muy complejo, los datos obtenidos tanto
sobre las tipologías y los comportamientos de los visitantes como sobre la toma de
desiciones por parte de los residentes y las diferentes estrategias productivas
seguidas por sus unidades domésticas, pueden guiarnos hacia los modos de
actuación que deben ser adoptados por una buena gestora, generalmente
institucional. Con ello podrá determinarse desde la capacidad y compatibilidad de
las atracciones recreacionales hasta la capacidad social de absorver y tolerar un
tipo, número y frecuencia de visitantes y/o trabajadores foráneos.
Uso múltiple. Trabajando con la población residente y habiendo obtenido
50
Aunque consideramos que no es fácil, ni deseable, establecer un listado tipo de actuaciones
conducentes a minorar n i los impacto s del sistema turísti co ni las fricciones turista/local que
puedan surgir en los encu entros.
-141-
datos tanto sobre la percepción de sí mismos como de su entorno, es posible
establecer una planificación detallada de las áreas de actividad común. De esta
forma, sobre todo en aquellos casos en que el espacio constituye un bien limitado
(p.e. franjas costeras, lagos, valles, etc.) el uso para múltiples propósitos de un área,
tanto productiva como recreacionalmente o de conservación, puede mitigar las
fricciones en los encuentros provocadas por la irrupción del sistema turístico en
espacios tradicionalmente ocupados por los residentes y sus actividades.
Desarrollo integral. Si detectamos que algunos residentes no están seguros
de que su relación con el turismo mejore su calidad de vida, probablemente ello sea
debido bien a la percepción de la desigualdad en la distribución de beneficios en el
área (apropiadas generalmente por las élites locales) bien por la alta dependencia
y exclusividad creada hacia el sistema turístico. En este caso, una buena opción
investigadora consiste en prestar especial atención a los encuentros y a las
manifestaciones, tanto públicas (grafitis y pintadas) como privadas (referencias
peyorativas a los turistas y/o trabajadores foráneos en la conversación de los
locales), por las que la población anfitriona pueda expresar su peculiar forma de
racionalizar la situación. La principal consecuencia de tal sensación suele ser la
creación de grupos anti-turismo y puede materializarse en forma de antagonismo
y rechazo frontal a los visitantes e infraestructuras alojativas o recreacionales.
Directamente relacionado con las estrategias anteriores, la buena planificación y
puesta en práctica de infraestructuras básicas, además de la reinversión de al
menos una parte de los ingresos institucionales derivados de la explotación turística
en el apoyo de actividades tradicionales, ha resultado ser el medio más eficaz para
conseguir, por medio de un desarrollo integral y sostenible de las áreas afectadas,
una minoración del sentimiento de agobio y marginalidad local.
Actuaciones puntuales. En la mayoría de los trabajos de campo en destinos
podremos constatar que la principal consecuencia del rápido crecimiento turístico,
a niveles socioculturales, es el desarraigo de los residentes de su cultura original.
A lo cual se añade el paso de formar parte de un grupo más o menos homogéneo y
estable de individuos (población autóctona) a la conformación de una población
residente que congrega a gentes llegadas de otras áreas (trabajadores y sus fami-
lias). Como un rasgo más, los lazos parentales y de vecinazgo son alterados, surgen
grupos de poder/interés (p.e. conseguidores de empleo, nuevos comerciantes, ...) y
las posiciones sociales basadas en el prestigio y conocimiento (sobre todo en
poblaciones no urbanas) se diluyen. Esta desestructuración lleva consigo la creación
de entidades urbanas marginales, más o menos alejadas del núcleo turístico, nor-
-142-
malmente mal dotadas de infraestructuras y servicios donde, de manera muy
extendida, se dan niveles de conflictividad, delincuencia y violencia que no sólo
afectan a esos ámbitos concretos, sino que además se reflejan en los centros
alojativos, minorando su seguridad y formando parte de una espiral difícilmente
superable. Es por ello que, en muchas ocasiones, nuestro trabajo debe trascender
el núcleo turístico mismo y seguir, como una onda, las influencias y efectos que
ocasiona en áreas que no necesariamente tienen que ser colindantes.
En éstas y en los propios destinos, podremos observar que la mayor parte de
las medidas que se toman ante las circunstancias mencionadas basan sus
actuaciones en reprimir (policialmente) sus manifestaciones, no afrontando la
problemática en origen. El antropólogo tiene los medios para indagar cuáles son las
actuaciones puntuales que deban tomarse como medida preventiva/paliativa, con
lo que además de mejorar/mantener una imagen determinada, se podrá tratar de
intervenir en la reestructuración social residente. Por ejemplo, brevemente, una de
ellas, ya utilizada en casos de desarraigo por efecto de la emigración y la
urbanización de entornos tradicionalmente rurales, es la actuación sobre los dos
extremos de la pirámide poblacional, es decir, los jóvenes y los ancianos. Un acerca-
miento de ambas bandas poblacionales, haciendo llegar la cultura y experiencias
vividas de aquellos de más edad a los de menos, hace dar un valor identitario a
elementos olvidados (desde la gastronomía a los actos ceremoniales) e imbuye a los
viejos en un mundo del que se les ha desplazado (“el empleo turístico es cosa de
jóvenes”). Así, entre otras cosas, a la vez que se revaloriza lo tradicional, se
amortiguan parte de las presiones que ejerce un entorno altamente competitivo,
dando pié a relaciones sociales normales frente a una en continua conflictividad.
Sistemas de información. Hasta el momento pocos son los núcleos turísticos
(y sus periferias) en que se ha aplicado una tecnología mínimamente comparable
con la desarrollada para la promoción de los mismos. La tarea del antropólogo
consistirá, sobre este ámbito, en averiguar cuáles son los canales de información que
mejor conectarán con la población residente y ello sólo será posible conociendo sus
expectativas, emociones, pensamientos y estereotipos de los otros. Partimos de la
idea de que si el residente está bien informado (desde actividades recreativas a
-143-
creación de infraestructuras y actos lúdico-culturales posibles) la percepción del
entorno como algo propio, en donde puede tener al menos simbólicamente un fácil
acceso, no sólo mejorará su calidad de vida sino que promoverá la consolidación del
área como destino.
Con todo, cualquiera de las dos vías de acceso propuestas (turistas y
población local), es muy probable que nos cierre el paso al tercer grupo,
metodológicamente hablando, implicado, el de los trabajadores foráneos.
Generalmente los núcleos turísticos se constituyen, por su propia dinámica, en polos
de atracción de una ingente masa de individuos que llegan no sólo de las diversas
áreas colindantes sino también de otras regiones e incluso países. Valga como
ejemplo que en casi todos los casos analizados una parte importante de este grupo
procede de los mismos paises generadores de los turistas que visitan el núcleo.
La competencia por el empleo, las tareas desempeñadas y la temporalidad de
su estancia suelen convertir a éstos en un subgrupo excesivamente heterogéneo,
sólo vinculado por su condición de ‘extraño’ y el deseo común de acumulación de
capital. El acceso más eficiente del investigador al mismo, recurriendo a las técnicas
y consideraciones antedichas, pasa en la mayor parte de las ocasiones por
incorporarse al grupo como un trabajador mas. Ello, por supuesto, debe ser
previamente programado, puesto que no es posible saltar del rol de turista al de
trabajador o de cualquier rol seleccionado para nuestra integración en la población
local al de empleado foráneo de la empresa turística. La utilización de este medio,
una vez superadas las trabas administrativas, puede facilitarnos además conocer
de primera mano los entresijos de la empresa y de las complejas relaciones
establecidas en los encuentros entre los turistas y los empleados en los servicios que
soportan la actividad. Cumplimentada nuestra tarea, siempre es posible dar el paso
de introducirnos en la población local sin la necesidad de cambiar de rol.
Así pues, hemos tratado sobre las variadas formas de introducirnos en el
estudio del sistema turístico, en nuestro caso geográfica y metodológicamente
encorsetado al destino y sus áreas de influencia. El ideal de investigación debería
en muchos casos ampliar el ámbito hasta las áreas generadoras de turistas,
siguiendo el periplo y transformación individual que el propio viaje impone; sin
-144-
embargo, aunque la idea temática es aceptada y se suponen los logros que una
investigación de ese calibre pueden aportar, las dificultades de la formación de
equipos internacionales e interdisciplinares, así como las ligadas a los altos costes
que conlleva, han frenado su desarrollo. Es un placer sólo imaginar cuántas nuevas
aportaciones se podrían realizar si se cumpliera esa situación ideal.
-145-
Los antropólogos, preguntones ingeniosos, hemos tratado de acercarnos tan
bien como hemos podido a esas otras culturas o a elementos concretos de las
mismas, arañando en su exterior, abriendo brecha y profundizando. Pero para ello,
necesariamente, hemos tenido que superar las barreras linguísticas.
Tradicionalmente se ha recurrido bien al aprendizaje del lenguaje nativo, bien al
uso de intérpretes, bien -en menor medida- al uso de encuestas. La elección por
cualquiera de estás vías vendrá señalada por el objetivo de nuestro trabajo de
campo y, en todos los casos, la decisión marcará profundamente los resultados; es
por ello que consideramos oportuno introducir un apartado sobre la utilización de
las técnicas de entrevista y encuesta, sus fases, recomendaciones y vericuetos
adaptativos que hagan posible la obtención de registros metodológicamente válidos.
Comenzaremos pues por una breve exposición de las técnicas propiamente dichas,
para pasar posteriormente a su adaptación y conveniencia en el análisis del sistema
turístico siguiendo el modelo de introducción expuesto en el epígrafe anterior.
La técnica de la entrevista ha sido tratada en múltiples manuales desde
prácticamente todas las ciencias sociales, clasificando y caracterizando diversos
tipos según su grado de estructuración, aplicación, forma de encausarla, etc. y un
punto que destaca repetitivamente es el reconocimiento de que, en cualquier caso,
la entrevista constituye un proceso bidireccional (siempre participan dos o más
personas que intercambian información), asimétrico (los roles de entrevistador, que
supuestamente controla la situación, y entrevistado no son intercambiables), con
cierto grado de estructuración y una finalidad específica. Pero a partir de este punto
de encuentro, las diferencias de conceptualización y aplicación marcan no sólo
distancias disciplinares sino de tradiciones académicas, e incluso de investigadores
específicos.
En nuestro caso, nosotros consideramos inprescidible comenzar con un buen
diseño de cuestionario, esto es, un repertorio de preguntas que sirva de guía en la
tarea de obtener información. Ello requiere, en toda investigación, de cierta
habilidad y conocimiento temático, pero, evidentemente, existen fórmulas para
simplificar esta labor. En primer lugar debemos considerar la posibilidad de
encontrar listados específicos por problemas utilizados en otras investigaciones, a
-146-
los cuales realizaremos las modificaciones necesarias para su adaptación a nuestras
unidades de observación y situaciones específicas, incluyendo aquellas formas
culturales no observables directamente. Sin embargo este recurso no está siempre
disponible, por lo que nos veremos obligados a formular nuestro propio listado de
preguntas y sugerencias, siempre teniendo en cuenta que no pretendemos elaborar
una enciclopedia etnográfica sino registrar una información más o menos concreta
que verifique y precise las hipótesis del proyecto en el que se encardina el estudio.
Las cuestiones, ordenadas temática o temporalmente, deben ser lo más cortas
posible, evitando ambiguedades y términos emocionales, además de semejarse tanto
como se pueda a la estructura de una entrevista ideal. Ésto implica utilizar un
lenguaje claro y sencillo, con un orden lógico -sin rupturas o grandes saltos de una
pregunta a la siguiente- y planteadas de forma que el informante no asuma que sus
respuestas son predecibles.
Controlado el lenguaje y armados con este útil instrumento, que ha de ser
continuamente revisado, podemos dar el paso de encararnos con las gentes de
nuestra área de estudio para algo más que disculparnos por nuestra torpeza o pedir
un café. La forma más simple consiste en el establecimiento de una conversación
con uno o más interlocutores y ha de distinguirse de la conversación vulgar
exclusivamente porque, trás de sí, esconde el rigor y preparación de una técnica de
investigación. El antropólogo mantiene en ésta una estructuración mínima que le
permite, progresivamente, introducir un tema aprovechando las pausas del diálogo,
pero siempre dejando hablar al entrevistado, manteniendo una actitud de escucha
y no imponiendo una situación o pregunta que altere las condiciones normales en
las que transcurre la vida cotidiana. Este tipo de entrevistas conversacionales,
conocidas metodológicamente como no dirigidas o semiestructuradas, dejan al
individuo entrevistado que exprese sus ideas, y son de uso idóneo tanto para el
reforzamiento del rol adscrito al investigador como para la selección de futuros
informantes. Tal selección será realizada atendiendo a la accesibilidad, significación
en su grupo social y representatividad para nuestro trabajo de los individuos
(llegado el caso pueden incluso “adoptarnos” simbólicamente y presentarnos ante
el resto como parte de su grupo, lo cual no siempre constituye una situación ideal),
-147-
pero tendremos que tomar en consideración lo que algunos han denominado “factor
aprendizaje” o, lo que es lo mismo, la profesionalización del informante. Ésta suele
producirse por el aprendizaje y conocimiento acumulado por un individuo que ha
servido a otros o al mismo investigador durante un tiempo prolongado pero, además,
la situación puede agravarse porque en otras ocasiones haya recibido alguna
remuneración por sus servicios o simplemente porque en su núcleo le otorgue
prestigio estar acompañado del investigador. En estos casos, el informante puede
llegar a saber no sólo lo que el investigador quiere escuchar, de qué manera y en
qué orden, sino que en ocasiones (y no es exagerado) parece que incluso conozcan el
cuestionario, pudiendo condicionar y/o mutilar el objetivo concreto de la entrevista.
Con los informantes seleccionados, y salvando si nos interesa la situación
descrita, una vez integrados y aceptado nuestro rol, podremos iniciar una serie de
entrevistas propiamente dichas, es decir, formales y con un mayor grado de
estructuración, aplicando el cuestionario más exhaustivamente. Esta forma de
obtener sistemáticamente información, constituye, a través de la interacción
entrevistador-entrevistado, la única manera de acercarnos a los comportamientos
y experiencias pasadas, acciones privadas y motivaciones, creencias, percepciones,
valores y actividades, es decir, de combinar lo emic con la visión etic51, dada por las
observaciones y nuestro propio análisis. Para emprender la tarea del entrevistador
se ha de tener en cuenta que, en sentido limitado, el objeto de estudio es ahora un
sujeto, una persona, y, por tanto, puede tener otras obligaciones y apetencias que
la de estar frente a nosotros o a nuestra grabadora. Lógicamente podremos
aprovechar los diferentes factores positivos que prevalecen en estas situaciones,
tales como el reflejo de cortesía que mueve a los individuos a responder a quien
pregunta, el compromiso con aquel que nos ha introducido, la necesidad de contar
sus experiencias o hacerse notar ante el resto de su grupo, pero, porque nos
interesan también las manifestaciones no verbales, es preciso mantenerse
expectante a los diferentes mecanismos de ‘defensa’ del informante, como las
51
Simplificando, se entiende por emic las explicaciones y criterios del sujeto investigado; mientras que etic
se refiere a cómo el investigador, con su teoría, interpreta y aporta el punto de vista global al estudio de
otras culturas.
-148-
excusas, la negación, la latencia en el tiempo de reacción a las preguntas, etc. que
nos pueden estar indicando el cansancio del entrevistado o que hemos prolongado
demasiado la entrevista, interrumpiendo en exceso su ritmo cotidiano.
El antropólogo, que en este momento interpreta el papel de entrevistador,
debe seguir una estrategia que, simultáneamente, sea capaz de estimular al sujeto,
despertar su interés y cumplir con el objetivo de obtener la información deseada. A
este fin pueden contribuir aspectos del entrevistante como la simpatía, la presencia,
el interés demostrado, la mirada y la expresión, pero también el lenguaje en que se
exprese (deseablemente siempre acorde con la actitud y situación social y cultural
del informante) y el orden de las preguntas. En este sentido, es recomendable seguir
un orden lógico, sin rupturas, comenzando por una batería de observaciones,
sugerencias y alguna pregunta introductoria, de carácter informal y sencilla, para
ir paulatinamente aumentando en complejidad y/o compromiso; las cuestiones de
mayor importancia deben ser situadas pasada la mitad de la entrevista, pero nunca
al final, evitando que el cansancio mutuo distorsione tanto el planteamiento como
las respuestas. Además, y salvo casos de experiementación programada (por ejemplo
para observar reacciones determinadas), el entrevistador no debe expresar sus
opiniones personales o cualquier otra forma verbal o no verbal que condicione la
respuesta del informante.
Evidentemente, las entrevistas no siempre se desarrollan en situaciones
totalmente controladas, a modo de laboratorio, y en muchas ocasiones un sin fin de
factores (desde intensos ruidos a una llamada telefónica, pasando por la temida
carencia de baterias en nuestra grabadora) alterarán tanto la comunicación como
el desarrollo práctico de nuestro tan preciado cuestionario. Ante esto, es la buena
estructuración y memorización del conjunto de preguntas, además de la capacidad
del investigador para modificar sobre el terreno su estrategia, la que puede salvar
la situación; es decir, aunque pueda escapar momentáneamente de nuestro control,
en muchos casos podremos seguir obteniendo información, pero nunca debemos
forzar la vuelta directa e inmediata al tema tratado antes de la disrupción.
Una técnica alternativa, como extensión natural de la entrevista y su
cuestionario, es la encuesta. No demasiado recurrida por los antropólogos, en tanto
-149-
que no se observan los hechos directamente, la encuesta es aplicada sobre una
muestra y, básicamente, se trata de la formalización en un formulario del
cuestionario al que más arriba hacíamos referencia. Sin embargo, en esa
formalización si tendremos que tomar en consideración cuestiones que en la
entrevista podíamos, según las circunstancias, pasar por alto. Aquí las preguntas
no pueden llevar a imprecisiones lingüísticas o comparativas (por ejemplo el uso de
“a veces” o “mucho”, que pueden tener referentes distintos), no pueden formularse
de manera que sitúen al encuestado a la defensiva, hay que evitar preguntas que
obliguen a la realización de cálculos o sobre las que, probablemente, el encuestado
no tenga conocimiento alguno.
El objetivo de la encuesta es, generalmente, poder cuantificar una serie de
cuestiones sobre una población determinada y, por ello, el tipo de preguntas
establecidas suelen caracterizarse por estar muy estructuradas y de respuesta
limitada. Así, no son de uso corriente los formularios que ofrecen preguntas de tipo
abierto (de respuesta libre) y predominan aquellos de respuesta cerrada (con
categorías limitadas) o por estimación (del tipo valoración: bueno, regular, malo; o
1, 2, 3, ...), si bien en las encuestas utilizadas por antropólogos se suelen combinar
los tipos anteriores con la inclusión de algún item abierto (generalmente el “otros
(especificar)” u “observaciones”), que reservan la posibilidad de incorporar repuestas
no seleccionadas previamente.
Desde luego, el trabajo con esta técnica suele ser económicamente más barato
que el basado en la entrevista y la observación participante, requiere menos
habilidad y ofrece la posibilidad de entrenar a diversos individuos como
encuestadores, cubriendo áreas mucho más extensas (incluido el uso del correo, el
teléfono, etc.), además de garantizar la uniformidad en las respuestas. Pero,
personalmente, considero que su uso debe ser restringido a aquellas situaciones en
que no sea posible la práctica de la observación participante, o bien como
complemento de ésta. En el trabajo de campo antropológico una alternativa a la
encuesta viene dada por el uso de la entrevista estructurada, consistente en el
planteamiento sistemático de las mismas preguntas, o al menos sobre los mismos
tópicos, a una selección de informantes que ven restringidas las posibles respuestas.
-150-
Si bien de alcance menor que la encuesta, esta técnica ofrece la posibilidad de
mantener la reflexividad de la entrevista etnográfica -frente a la estandarización
de la encuesta- y de observar los comportamientos y expresiones no verbales de los
individuos entrevistados, ofreciendo además la posibilidad de establecer
comparaciones y, en su caso, cuantificaciones.
Pero nuestra torre puede muy bien convertirse en uno de esos casos
especiales en el que el uso de entrevistas requiera, necesariamente, bien de un
traductor bien de un antropólogo políglota. El dominio de todos los lenguajes que
pueden encontrarse en cualquier destino turístico es prácticamente imposible, por
lo que nuestra selección de las unidades de observación se verá, en la práctica,
condicionada a priori. Imaginemos, generosamente, un núcleo en el que la población
residente hable español, los trabajadores foráneos español o inglés o alemán, los
visitantes aleman, sueco, inglés, francés, polaco, ruso, finlandes, etc. y el
investigador sea de lengua española, dominando el inglés y el francés. ¿Existe una
lengua franca? En el desarrollo de la actividad turística, no.
Por regla general el turista no trata de comunicarse a través de un idioma
diferente al suyo y, para nuestros intereses, aunque lo hiciera no sería capaz de
comunicarse con la riqueza cultural de su lengua cotidiana. Más bien, estaría
simplificando, interpretando y traduciendo sus pensamientos y emociones. Pero, el
dilema crece. ¿No haría lo mismo un traductor? Un buen sinónimo de traductor es
“intérprete”. De nuevo un intermediario (más) entre el dato y su registro, con lo que
el investigador se convierte en, al menos, el tercer eslabón de la cadena. Pero no
seamos catactrofistas. De una parte, muchos antropólogos podrán seleccionar
aquellos conjuntos de turistas con los que pueda comunicarse en su propia lengua;
de otra, la formación de grupos de investigación internacionales, entre otras
ventajas, podría mostrársenos como una solución. Y para el resto, los descendientes
de aquellos constructores de torres en Babilonia, el uso de encuestas si bien no
solventará completamente la problemática planteada, al menos no obviará a uno de
los tres grupos fundamentales.
Ahora bien, ¿qué encuesta? y ¿cómo ‘pasarla’? Se ha de tomar en
consideración que las personas que pretendemos que ejecuten el formulario están
-151-
disfrutando de su tiempo de ocio en un área geográfica que no es la suya, que ésto
lo hacen durante un tiempo determinado, que en muchos casos se encontrarán
agobiados por los ‘asaltos’ continuos de todos aquellos que quieren sacar provecho
de su presencia y que, probablemente, no tendran ningún deseo de atender a un
encuestador. La tentación puede llevarnos a, como es metodológicamente correcto,
volcar nuestro cuestionario-guía de entrevista en múltiples folios, con muchas
preguntas abiertas, y pasarla ¿cómo no? en el aeropuerto, justo antes de facturar el
equipaje. Desde luego esta es una opción más, pero las prisas, la extensión y las
últimas impresiones pueden distorsionar gravemente las respuestas.
Partiendo de que el diseño (y traducción) ha de ser probado con anterioridad
a su puesta en uso definitiva, un formulario escueto, con no más de cuatro o cinco
grupos de preguntas que cumplan las condiciones antedichas, al que no se le tenga
que dedicar más de cinco o diez minutos y que pueda cumplimentarse sin necesidad
de escribir demasiado (número reducido de preguntas de tipo abierto), ayudará si
no a despertar el interés si a que el trago -pongámonos en su lugar- se haga menos
amargo. Asimismo, el factor psicológico del número de folios que se le presenten
influirá decisivamente en si se aviene a aceptarlo o no, con lo que, con una letra
estandard, lo recomentable es no pasar de dos folios a doble cara. Los momentos
idóneos tendrán que ser, en la medida de lo posible, seleccionados por los propios
encuestados, para lo cual es una buena medida depositarlos en los alojamientos o,
alternativamente, pasarlo por encuestadores cuando los turistas están en colas de
espera o, al menos, en situaciones cerradas no disfrutables. Un índice de aceptación
y respuesta de en torno al setenta y cinco por ciento es perfectamente aceptable.
Nuestra segunda entrada, tomando como unidades de observación a grupos
o unidades vinculadas a los anfitriones, no debe representar duda alguna, puesto
que las entrevistas son aplicables en todos sus tipos y modalidades, cumpliendo
totalmente los requerimientos metodológicos. Sin embargo, hay un modelo
complementario a la entrevista al que no nos hemos referido y que resulta de gran
ayuda -y en ocasiones un estudio por sí mismo-. Se trata de la, tan recurrida por los
antropólogos, historia de vida.
Especialmente aplicable en el estudio de la población local y trabajadores
-152-
foráneos afectados por la actividad turística, la historia de vida da pleno significado
al término “proceso”, conduciéndonos a la comprensión de los aspectos subjetivos de
la implantación y desarrollo institucional del turismo a través de la reconstrucción
biográfica, reordenada y analizada, de un informante, unidad sociocultural o
categoría de ellas. En términos generales, no nos interesa la personalidad de un
sujeto determinado sino, más bien, sus experiencias y modos de interpretar su
particular mundo, es decir, su cultura desde un punto de vista interior; y para ello
volvemos a hacer uso de nuestras entrevistas -guiadas por cuestionarios específicos-
repetidas durante un periodo prolongado. Si lo conseguimos, por abstracción de los
datos tendremos representada, en uno o más individuos, la historia vivida, con
aquellos factores del juego que han marcado su cotidianeidad, sus voluntades y las
diferentes estrategias que orientan la toma de decisiones.
El nacimiento de un hijo, un matrimonio, las crisis, el encuentro y despedida
con un puesto de trabajo o con un extranjero, las situaciones favorables y adversas
de todos los días, marcarán una cronología que hemos de tener en cuenta a la hora
de preparar el uso de esta técnica, para la que seleccionaremos el/los informante/s
-no necesariamente personas de edad avanzada- según su importancia,
conocimiento de especial relevancia, representatividad y relación personal con
nuestro rol de campo (o con nosotros como personas, si fuera el caso). Acompañando
de manera ineludible a la cronología general, previamente establecida, deberemos
planificar cada supuesta etapa atentiendo a los diferentes planos temáticos, no
subestimando en principio ningún posible hecho o acontecimiento, y prestando
especial atención a las diferentes fuentes de información con que pudiera contar el
sujeto en cada una de las mismas. Dado que nuestro objetivo es la revitalización de
recuerdos, se hace necesario el apoyo tanto en material gráfico (fotografias de la
época tratada) como en documentos -registros- de la historia oficial, además de las
declaraciones y aportes de aquellos otros individuos que puedan mantener, o haber
mantenido, alguna relación con nuestro informante en unas circunstancias
concretas. Siempre, en todos los casos, se hace imprescindible cumplir con el, casi,
ritual del informe o anotación posterior a cada entrevista en nuestras libretas de
campo, con lo cual podremos en cada momento corregir, adaptar o repasar puntos
-153-
específicos tanto del cuestionario como de la planificación general de la historia de
vida.
El idioma, los idiomas, son pues una barrera a la investigación del sistema
turístico, pero como hemos visto es esta una empalizada que, con cierto ingenio,
podemos sortear sin mermar en modo alguno los objetivos de la investigación.
-154-
pertinentes a todos los niveles, incluida la normalización.
Tratamos pues aquí de establecer cuáles son los útiles básicos con que cuenta
el antropólogo para el análisis del turismo. No nos encontraremos, como norma
general, con nuevas propuestas metodológicas o técnicas y, en un repaso a la
bibliografía existente sobre estudios de casos, observamos que impera, cómo no, el
trabajo de campo. Ahora bien, ¿qué tipo de trabajo de campo? Siendo sinceros y
autocríticos con la disciplina, es fácil observar como gran parte de los estudios
antropológicos sobre el turismo se hacen a partir de breves visitas, muchas como
turista, a poblaciones concretas o, en otros casos, como cuestiones totalmente
circunstanciales (desde aprovechar las líneas prioritarias de determinada
subvención institucional hasta la posibilidad de publicación en tal o cual revista).
La primera cuestión que se nos plantea es si, en realidad, un estudio monográfico
sobre el turismo es posible desde el ámbito disciplinar de la antropología, con
nuestras técnicas y limitaciones. Indudablemente ningún antropólogo solitario
podrá abarcar el inmenso mundo del sistema turístico, además de, por supuesto,
entender las distintas relaciones, causalidades y entramados de toda índole que en
él se suceden. Sin embargo, con el recurso a la interdisciplinariedad, la buena
normalización y una delimitación metodológica del sistema y las unidades de
observación, el trabajo de campo se nos sigue mostrando como una buena, si no la
única, herramienta.
En cualquier caso, las entrevistas, los cuestionarios, las notas de campo, la
observación sistematizada, etc. deberán ser adaptadas a un entorno que no cumple
con las características clásicas de nuestras unidades de estudio. Se trata de un
medio en alteración continua, tanto física como poblacional. Cuando un antropólogo,
sobre un problema dado, selecciona una unidad de estudio y una serie, determinada
o no, de unidades de observación, lo hace diseccionando la realidad, parando su
tiempo y, hasta cierto punto, construyendo mental o teóricamente una realidad
virtual que debe encajar en sus esquemas teóricos. Etnografiamos, cuantificamos
y observamos, nos relacionamos con la gente y compartimos su mundo más o menos
dinámico. Sin embargo, estas poblaciones son relativamente estables, cuando no
casi estáticas, en número y forma organizativa, con todo lo que ello representa;
-155-
valores, normas de comportamiento, rituales, fiestas, cultura material, etc. varían
lentamente por la propia inercia del grupo, además de las influencias habituales de
los medios de comunicación de masas.
El turismo, en lo que a la población de destino se refiere, como motor de esos
cambios, los acelera, la desestructura y vuelve a estructurar en un proceso
meramente adaptativo a un sistema que requiere de los individuos respuestas y
estrategias diferentes, y en unos plazos temporales diferentes a las poblaciones no
involucradas en el sistema. Al acercarnos a la toma de datos en tales circunstancias
hemos de ser conscientes, tanto para la investigación en curso como para sus
actualizaciones o posibles comparaciones con estudios no vinculados a nuestro
proyecto, que los datos que estamos obteniendo de la realidad serán historia a corto
plazo y o quedan fielmente reflejados o hasta para el investigador implicado
supondrá una traducción su lectura posterior.
Por otra parte, y antes de pasar a mostrar las diferentes fichas propuestas,
es necesario añadir que algunos autores dividen el proceso de investigación en dos
grandes bloques monolíticos -separados incluso temporalmente-, a saber, la recogida
de datos en el trabajo de campo y el análisis de tales datos. Esta separación de los
procesos es, indudablemente, óptima para impedir que surjan nuevas hipótesis o
contra-hipótesis (lo cual suele ocurrir frecuentemente durante el análisis), pero ello
suele reducir la calidad teórico-metodológica del trabajo realizado al excluir la
posibilidad de volver sobre nuevos datos a partir de los ya recogidos. El análisis
simultáneo a la recopilación de materiales y datos obliga al investigador a realizar
un ciclo continuado (a modo de controles de retroalimentación) que le hace pensar
y le conduce a la existencia de otros datos, así como le genera estrategias para la
recolección o mejora de la calidad de los datos obtenidos. Además, éste análisis
genera un intermedio o descanso que tanto mejora el rendimiento del investigador
como potencia la auto-evaluación administrativa de su trabajo. En cualquier caso,
una vez finalizado el trabajo de campo, se hacen necesarias algunas visitas no
periódicas ni predecibles, al tiempo que se realiza la reducción y exposición de los
datos. Con ello se consigue ir pre-dibujando las conclusiones y testear los datos en
diferentes tiempos.
-156-
FICHA HOGAR o de UNIDAD DOMÉSTICA
Nº Apellidos Sexo Estado Parentesc Nombre Lugar Fecha Estudio Nivel Profesió Lugar
y nombre civil o de los nacimiento naci s labora n de
padres m l trabajo
1 (5) (6)
10
VIVIENDA: (7)
OBSERVACIONES:
-157-
conservación, servicios, etc.
(8) Señalar las altas y bajas a la unidad doméstica efectuadas co n posterioridad a la tom a de datos.
-158-
FICHA de UNIDAD PRODUCTIVA
TIPO: (3)
POBLACIÓN: TELEFONO:
DOMICILIO:
PERSONA DE CONTACTO: (4)
Nº Apellidos y nombre Sexo Categorí Fecha alta Fecha baja Ref. Un. Parentesco Forma de
a Domes. ingreso
OBSERVACIONES:
-159-
por medio de una oficina de contratación.
(13) Números de registro de otras fichas relacionadas.
-160-
FICHA DE CONTACTO (no grabado) CON INFORMANTE
TEMA:
INFORMANTE/S: (4)
CONTEXTUALIZACIÓN: (5)
DESCRIPTORES: (9)
OBSERVACIONES: (10)
-161-
TRANSCRIPCIÓN DE ENTREVISTAS
TEMA:
INFORMANTE/S: (3)
CONTEXTUALIZACION: (4)
DESCRIPTORES: (6)
OBSERVACIONES:
TRANSCRIPCIÓN: (7)
(SIGUE...)
-162-
FICHA DE EXTRACTO DE ENTREVISTAS
TEMA:
INFORMANTE: (4)
CONTEXTUALIZACION: (5)
DESCRIPTORES: (8)
OBSERVACIONES:
-163-
FICHA DESCRIPTIVA DE FENÓMEN OS EN MOVIM IENTO
DESCRIPTORES: (6)
OBSERVACIONES:
-164-
dibujo y bibliográfico.
-165-
REGISTRO FOTOGRÁFICO
DESCRIPTORES: (6)
OBSERVACIONES:
-166-
NORMALIZACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE UN DOCUMENTO O ILUSTRACIÓN
ORIGEN: (3)
DESCRIPTORES: (7)
OBSERVACIONES:
-167-
EPÍLOGO
-168-
el ‘ser turista’ o ‘ser anfitrion’. En el resto, el deseo puede ser manifestado de
múltiples formas, desde la imitación de las maneras, comportamientos y estética de
los visitantes hasta la modificación de los valores y consideraciones sobre el propio
grupo; sólo algunos, las clases adineradas, el equivalente a los aristócratas europeos
del pasado siglo, podrán hacer efectivo, real, el disfrute del ocio a través del turismo.
Con todo, estamos sugiriendo que cada uno de los actores del sistema puede
constituirse en unidad de observación, pudiendo darse el caso de ambivalencias de
los mismos individuos o grupos que podrán pasar de turistas a anfitriones en
períodos de tiempo relativamente cortos. Pero ¿puede ser el grupo de los visitantes,
o una porción de él, tomado como unidad de observación? Los estudios realizados por
antropólogos hasta la fecha no los han tenido en consideración salvo como una de
las partes de los encuentros, causantes de los cambios acaecidos en la población
anfitriona, reconstruyendo el momento anterior al desarrollo turístico y analizando
los efectos de éste. Pero sí, si que pueden ser tomados como unidad de observación.
Ello representa un desafio; el seguimiento de un grupo desde su origen, paso por el
destino y vuelta a su entorno cotidiano, puede darnos las pistas suficientes para
explicar qué elementos del viaje y su experiencia influyen en su modo habitual de
vida, en su entorno social, en sus recuerdos y modos de percibir. En realidad, sólo
las limitaciones presupuestarias de un proyecto de tal índole pueden frenar su
realización. Desde luego, no es un trabajo de campo clásico, pero si lo son las
técnicas que pueden ser empleadas en él o en otros tantos aún por investigar o con
trabajos, como se ha reflejado en las páginas anteriores, apenas comenzados.
En el marco de la globalización, de la que el turismo es uno de sus más
conocidos exponentes, el modelo de investigación antropológica basado en la
‘comunidad’ (lo local) necesita expandirse si se quiere entrar en el análisis de las
interacciones entre los fenómenos locales-regionales-globales en sistemas amplios
y abiertos, en continua interrelación, como el aquí presentado. Consideramos que,
para ello, son necesarios dos planteamientos paralelos a la necesaria explicitación
de los puntos de partida teórico y metodológico (a veces incluso ideológico) y a la
secuencia temporal apropiada -progresión cronológica-. De una parte, los modelos
conceptuales, y en especial los niveles de investigación, necesitan ser claramente
-169-
delineados en unidades de observación sociocultural, recurriendo a los equipos
interdiciplinares para complementar las relaciones físicas, geográficas, económicas
de gran escala, etc. De otra, para una mejor operacionalización de los niveles
descriptivos, deben ser claramente definidos los vínculos, uniones e interconecciones
tanto dentro del proceso analizado como de éste con el resto de los sistemas que le
afectan y son afectados por él.
Pero, no debemos perdernos. La Aldea Global puede llevarnos a considerar
a las poblaciones estudiadas como homogéneas, olvidando que la realidad, nos guste
o no, se compone por diferentes grados de heterogeneidad y con fronteras o límites
permeables por múltiples factores. La burbuja conservacionista que muchos desean
imponer a los ‘tradicionales’ (antes ‘primitivos’), enfrentados al supuesto peligro
inminente de su desaparición, parece muchas veces no tomar en consideración los
intereses de aquellos que se ven englobados en ella. Aunque el foco de las
investigaciones desde la antropología siga estando en la diversidad y en la
diferencia intracultural y ello nos lleve muchas veces a constatar las ‘pérdidas’
culturales, no somos los antropólogos quienes debamos juzgar, ponderar, sobre la
bondad o maldad del sistema, del desarrollo de la actividad turística, aquí o allá.
La teoría, la observación participante, la entrevista, encuesta, cuestionarios
e historias de vida, su normalización, codificación y análisis, son nuestras
herramientas para comprender la actividad turística, pero hemos de dar el paso
siguiente; una vez sean conocidos los actores, entendido el funcionamiento y la
estructura, hemos de poder llegar al establecimiento de modelos, siempre
dependientes de la contextualización específica, útiles para la predicción, para la
implicación de la disciplina en las prácticas cotidianas locales, en las de gestión y
en las empresariales; pero ésto sin creernos, pobres peones sociales, que somos
árbitros de este partido mundial. En último término, el antropólogo, conseguida la
tarea anterior, sólo propondrá una serie de actuaciones que otros, en el mejor de los
casos sus clientes, podrán o no escuchar, y esta Torre de Babel contemporánea
seguirá, con o sin nosotros, en pie.
-170-
BIBLIOGRAFÍA DESDE LAS CIENCIAS SOCIALES POR DESCRIPTORES
ÍNDICE DE DESCRIPTORES
ACADEMIA ANTARTIDA
ACOMODACION ANTIGUA
ACTITUDES ANTILLAS
ACTIVIDADES ANTROPOLOGIA
ACULTURACION ANTROPOLOGIA VISUAL
ADAPTACION APLICADA
ADMINISTRACION APROPIACION
AFRICA ARABIA SAUDI
AGENCIAS DE VIAJE ARAGON
AGRICULTURA AREAS NATURALES
ALARDE ARGENTINA
ALEMANIA ARQUEOLOGIA
ALICANTE ARTE
ALPES ARTEANIA
ALPINISMO ARTICO
AMAZONAS ASIA
AMERICA ASIMILACION
AMISH ATRACCIONES
ANALISIS AUSTRALIA
ANALISIS DE CONTENIDO AUSTRIA
ANDALUCIA AUTENTICIDAD
ANFITRION AUTO-CORRECCIONES
-171-
BAHAMAS DESARROLLO SOSTENIBLE
BALEARES DESARROLLO TURISTICO
BALI DESARROLLO URBANO
BARBADOS DESEMBOLSO
BELGICA DESTINO
BELICE DIFERENCIAL SEMANTICO
BENEFICIOS DISCRIMINACION
BERMUDAS DISEÑO
BIENES DISEÑO DE CUESTIONARIOS
BIENESTAR DISTANCIA COGNITIVA
BIG-MEN DIVERSIFICACION DE PRODUCTO
BOSQUES DIVISAS
BOTSWANA DIVISION DEL TRABAJO
BRASIL DOCUMENTACION
C.E.E. ECOLOGIA
CALIDAD ECONOMIA
CAMBIO ECOTURISMO
CAMPING ECUADOR
CANADA EDUCACION
CANARIAS EFECTO DEMOSTRACION
CAPACIDAD DE SUSTENTACION EL ROCIO
CARIBE ELECCION DE DESTINO
CATALUÑA ELITES
CATERING EMIGRACION
CAZADORES EMPLEO
CELEBRACION EMPRESA
CERDEÑA ENCUENTROS
CHARTER ENCUESTA
CHINA ENTREVISTA
CHIPRE EQUILIBRIO
CICLO PRODUCTIVO ESCENARIO
CIENCIA POLITICA ESCOCIA
CIUDADES ESPACIOS
COLONIALISMO ESPAÑA
COMERCIO ESPECIALIZACION
COMPETENCIA ESPECTACULO
COMPORTAMIENTOS ESPECULACION
COMUNES ESQUIMALES
COMUNICACION ESTACIONALIDAD
COMUNIDAD ESTADOS UNIDOS
CONCEPTUALIZACION ESTEREOTIPOS
CONFLICTO ESTIMACION
CONSERVACION ESTONIA
CONSTRUCCION DEL PRODUCTO ESTRUCTURA ECONOMICA
CONSUMO ESTRUCTURA SOCIAL
COSTA ESTUDIO DE CASOS
COSTA DEL PACIFICO ESTUDIO LONGITUDINAL
COSTA RICA ETICA
COSTOS ETNICIDAD
CRUCEROS ETNOGRAFIA
CUBA EUROPA
CUESTIONARIO EVALUACION
CULTURA EXCURSIONISMO
DEFINICION EXOTISMO
DELINCUENCIA EXPERIENCIA
DELTA DEL DANUBIO FENOMENOLOGIA
DEMANDA FIJI
DEMOGRAFIA FILIPINAS
DEPENDENCIA FILM
DEPORTE FINLANDIA
DERECHOS DE ACCESO FOLKLORE
DESARROLLO FOTOGRAFIA
-172-
FRANCIA LA GOMERA
FRONTERA LAKEBA
FUERTEVENTURA LANZAROTE
FUERZA DE TRABAJO LENGUAJE
GAMBIA LIMINALIDAD
GENERO LOCAL
GEOGRAFIA LOURDES
GESTION MALTA
GLOBALIZACION MAR DEL NORTE
GRAN CANARIA MAR NEGRO
GRECIA MARGINACION
GRUPOS MASSAI
GUERRA MAURICIO
GUETTOS MAYAS
GUIAS MEDIDA
HAWAII MEDIOS DE PRODUCCION
HERCEGOVINA MEDITERRANEO
HETEROGENIEZACION MERCADOTECNIA
HISTORIA METODOLOGIA
HOLANDA MEXICO
HOMOGENEIZACION MIGRACION
HOMOSEXUALIDAD MINORIAS
HONG KONG MIRADORES
HOTELERIA MODELO
HUNGRIA MONTAÑA
IDENTIDAD MORMONES
IDEOLOGIA MOTIVACION
IMAGEN MOVIMIENTOS SOCIALES
IMPACTOS MUESTRA
IMPERIALISMO MULTIPLICADOR
IMPUESTOS MUSEOS
INDIA NACIONALISMO
INDIGENAS NAMIBIA
INDIOS PUEBLO NAVIDAD
INDONESIA NECESIDADES DEL TURISTA
INDUSTRIA NEGOCIOS
INDUSTRIALIZACION NEPAL
INFLACION NORUEGA
INFORMATICA NUEVA ZELANDA
INFRAESTRUCTURA NUTRICION
INTEGRACION OBJETO
INTERACCIONISMO SIMBOLICO OBSERVACION PARTICIPANTE
INTERCAMBIO CULTURAL OCEANIA
INTERDISCIPLINARIEDAD OCIO
INTERPRETACION OFERTA
INTERVENCION OPTIMIZACION
INVERSION ORGANIZACIONES
INVOLUCION PACIFICO
IRAN PAIS DE GALES
IRLANDA PAIS VASCO
ISLAM PAISAJE
ISLAS PAISES DESARROLLADOS
ISLAS COOK PAKISTAN
ISLAS SALOMON PANAMA
ISLAS VIRGENES BRITANICAS PAQUETE TURISTICO
ISRAEL PARENTESCO
JAMAICA PARQUES
JAPON PARQUES NACIONALES
JAVA PARQUES TEMATICOS
JUEGOS DE AZAR PARTICIPACION
KENIA PATRIMONIO
KUNA PERCEPCION
-173-
PEREGRINAJE SISTEMAS DE INFORMACION
PERSPECTIVAS SKI
PERU SOCIEDAD
PESCA SOCIEDADES GENERADORAS
PLANIFICACION SOCIOLOGIA
PODER SOCIOLOGIA APLICADA
POLINESIA SOCIOLOGIA DEL TURISMO
POLONIA SOCIOLOGIA INDUSTRIAL
POLUCION SRI LANKA
PORTUGAL SUDAFRICA
POSTALES SUECIA
POSTMODERNISMO SUIZA
POTLACH SUR
PREDICCION SURVEY
PRENSA SWAZILANDIA
PRESTIGIO TAILANDIA
PROCESO DE DECISION TAIWAN
PRODUCCION TAVEUNI
PRODUCTO TECNOLOGIA
PROFESIONALIZACION TENERIFE
PROGRAMAS DE INVESTIGACION TEORIA
PROMOCION TEORIA DE SISTEMAS
PROPIEDAD DE LA TIERRA TERCER MUNDO
PROSPECTIVA TESIS DOCTORALES
PROSTITUCION TEXTILES
PROTECCION TIBET
PSICOLOGIA TIEMPO
PUERTO RICO TIPOLOGIA
RACISMO TOLERANCIA
RECIPROCIDAD TONGA
RECREACION TORAYA
RECURSOS TOUR-OPERADOR
REESTRUCTURACION ECONOMICA TRABAJO DE CAMPO
REHABILITACION TRANSICION POLITICA
REINO UNIDO TRANSPORTE
REINVENCION TREKKING
RELACIONES TUNEZ
RELIGION TURISMO ALTERNATIVO
REPRESENTACION TURISMO CULTURAL
REPUBLICA DOMINICANA TURISMO DE AVENTURA
RESERVAS NATURALES TURISMO DE MASAS
RESIDENCIA SECUNDARIA TURISMO DE MOCHILA
RESIDENTES TURISMO DOMESTICO
REVITALIZACION TURISMO EN TREN
RITUAL TURISMO ETNICO
RODESIA TURISMO EXISTENCIAL
RUSIA TURISMO EXPERIENCIAL
SAFARI TURISMO INDUSTRIAL
SALUD TURISMO INTERNACIONAL
SATISFACCION TURISMO RELIGIOSO
SEGMENTACION DEL MERCADO TURISMO RURAL
SEGMENTACION POR EDAD TURISMO SEXUAL
SEMIOTICA TURISMO SOSTENIBLE
SENEGAL TURISMO URBANO
SERVICIOS TURISTA
SEXO UNIDAD DE ESTUDIO
SEYCHELLES UNIDAD DOMESTICA
SIDA UNION SOVIETICA
SIMBOLISMO URBANISMO
SIMULACION USO DE LA TIERRA
SINGAPUR VALENCIA
SISTEMA VALORACION
-174-
VALORES ZAMBIA
VENEZUELA ZAPOTECAS
VENTA ZIMBAWE
VESTIDO
VIAJE
VIDA COTIDIANA
VIDA SALVAJE
VIDEO
YUGOSLAVIA
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