Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Janett Tourn
Tomaré algunas categorías aportadas por Alicia Fernández, así como convocaré por
momentos al filósofo F. Nietzsche e intentaré desde allí pensar el aula de filosofía en sus
necesidades y perplejidades.
Así dice “El cuerpo, transversalizado por la inteligencia y el deseo, se alimenta y aprende,
pasando a representar el escenario donde se mostrará la historia del alimentarse, el
aprender y el enseñar del sujeto”2
Digamos que esta modalidad puede adquirir formas saludables o formas más o menos
patológicas, de acuerdo a la alternancia de las categorías que la autora toma de Piaget:
acomodación y asimilación, reformuladas luego por Sara Paín.
1
Comparar al respecto Litwin, E. en “El campo de la didáctica: la búsqueda de una nueva agenda”. En
Camilloni, A. Davini, M.C., Eldestein, G., Litwin, E., Souto, M., Barco, S. “Corrientes didácticas
contemporáneas”. Paidós Buenos Aires 1999.
2
Ver Fernández, A. Los idiomas del aprendiente. 2003. Cap. V Ediciones Nueva Visión Buenos Aires
Es muy frecuente que en el sistema de enseñanza se “naturalicen” las formas menos
saludables del aprender y enseñar: la híper e hipo acomodación y asimilación, debido a
que el sistema no ha estimulado lo que con la autora podríamos llamar “autoría del
pensamiento”.
Me parece muy interesante esta categoría, el pensar la autoría de pensamiento como una
posibilidad que no solo es dable al aprendiz- por llamarlo de alguna manera- sino que en
principio es adjudicable al propio enseñante. Comparto entonces con la autora que nadie
puede propiciar algo que no tiene –aunque esto no significa que un sujeto lo
suficientemente crítico no pueda desarrollar ciertos niveles de creatividad sin poseer un
docente que lo sea. Pero de todas formas el espacio habilitante para pensar sin un
docente que lo haga, se cierra provocando entonces anulaciones de posibilidades que solo
en ese lugar y de cierta forma podrían aparecer.
Y también
“Pensar implica, necesariamente, transformar (se). Cuando digo: “yo pienso”, estoy
diciendo que estoy construyendo algo nuevo, aun en relación con lo que ayer pensaba.” 4
En primer lugar el poder pensar significa superar las formas de hipo e híper asimilación y
acomodación. El sujeto que dice “yo pienso” se diferencia del otro asumiendo su
subjetividad como propia y se hace cargo de sus producciones. Sabe en definitiva que hay
algo que ha sido producto de él mismo aunque proceda también de otras fuentes. Pero
esas fuentes han sido procesadas, asimiladas y acomodadas de tal forma que han
producido algo propio: no lo que supone que debe decir, sino lo que “yo pienso”.
Por ello implica diferenciación: dejo de ser el espejo en el cual se refleja otro.
Implica además agresividad puesto que eso que me posibilita el yo pienso debió ser
digerido, triturado, destruido para que pase a formar parte de mí y produzca lo pensado,
no lo imitado, sino lo creado, lo nuevo. No hay emergencia de lo nuevo sino hay
destrucción; pero los nutrientes son los que pasan a formar parte de mí y que alimentan la
creación.
3
Ver Fernández, A. Poner en juego el saber. 2002. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. Cap. VI.
4
Ver Obra citada
Dice Nietzsche al respecto “señor en su propio desierto”5 . Nietzsche se refiere aquí a la
aparición del león una vez que el espíritu se transformó de camello a león. ¿Quién es el
camello? Es el espíritu paciente, el que todo carga, el que sabe un saber que lo hace
culpable. El que no posee la falta, el que no posee el deseo puesto que ya está completo.
Su culpa es saber por lo cual no hay posibilidad de crear. Pero… ¿quién es el león? El que
destruye al camello. El que digiere el saber. Mejor dicho en el planteo de Nietzsche es el
que destruye ese saber para que aparezca el desierto. Si no hay desierto no hay creación.
Si no se reconoce la falta, si no está el deseo no hay posibilidad de creación, de pensar, de
construir. Claro que el león tampoco puede crear. Se necesita la figura del niño para crear.
Pero el león es quien se reconoce como el señor, es decir como el que puede, como el que
dice “yo”. El camello solo dice “Él”. No hay yo; hay él. Pero el león dice yo quiero, y antes,
dice “no”. Es decir no hay “yo” si no hay antes “no”. Y no hay asunción del deseo si no hay
un no.
En la autoría del pensar la modalidad de aprendizaje implica una asimilación del objeto del
conocimiento y una acomodación en la cual el sujeto no desaparece por la invasión del
objeto del conocimiento pero a su vez este sujeto es nutrido por el objeto de
conocimiento. La autoría del pensamiento significa la creación desde y por.
Por eso animarse a pensar por sí mismo significa transformarse: ese pensar no estaba, por
lo cual hay una vuelta sobre sí mismo para producir.
¿Por qué a partir de aquí puede producirse el “nosotros”? Pues porque el sujeto
indiferenciado no puede integrarse a un nosotros en tanto no puede reconocerse como
otro. Solo puede ser parte de una masa indiferenciada, es decir puede pensar “yo soy tú
5
Ver Nietzsche, F. Así habló Zaratustra. Alianza Editorial Madrid 1983. Cap. “Las transformaciones del
espíritu”.
porque somos lo mismo”. Pero el sujeto que piensa, que asume su yo puede asumir el
pensar “con” o el pensar “como” pero partiendo siempre de su propia producción y no a
la manera del camello en la negación de su deseo y de su pensar, o mejor dicho de su
pensar atravesado por su deseo. El sujeto que piensa ha logrado decir “no” para poder
afirmar luego.
Si continuamos con un cierto diálogo entre Nietzsche y la autora podemos plantear cómo
para el camello hay también “no pensables”: esencialmente todo aquello que tenga que
ver con la propia afirmación del propio yo. Todo lo que para el autor significa la
positividad de la “moral de los fuertes” 6 en su valor máximo que es el egoísmo.7 Estos “no
pensables” significarían para Alicia Fernández los obstáculos subjetivos de los cuales se
ocuparía la psicopedagogía.
Ahora bien ¿qué lugar le cabe a la enseñanza de la filosofía en relación a la autoría del
pensamiento? Y por ende ¿qué modalidad de aprendizaje propicia la enseñanza de la
filosofía?
Ahora bien, esta asunción del deseo significa también la articulación con la inteligencia:
puesto que le cabe a la inteligencia el resignar conocerlo todo –ambición impulsada desde
el deseo- y asumir al decir de Sara Paín, la función positiva de la ignorancia. Asumir solo
conocer parcialidades, pero incluyéndose como co-autor de este parcial conocimiento. El
pronunciar el “yo pienso” atravesado por el deseo y la inteligencia; el pronunciar el “yo
quiero” del león.
6
Comparar Nietzsche, F. Genealogía de la Moral. Alianza Editorial. 1984. Madrid
7
Digamos que la interpretación que realiza el autor de este concepto tiene que ver con la exaltación del
propio yo por oposición a la humildad entendida desde la historicidad cristiana como sumisión, como
despojo del propio yo. Me remito a la obra antes citada.
Ahora bien decíamos al principio que esta modalidad de aprendizaje es
fundamentalmente un modo vincular en tres sentidos: con el objeto a conocer, consigo
mismo como autor y con el otro como enseñante.
Para significar desde la propia historia debe existir el lugar habilitante para esto. Y esto
significa que no solo hay una modalidad de aprendizaje desde el estudiante sino que
también hay una modalidad del enseñante (que en definitiva se corresponde con su
propia modalidad de aprendizaje). Tenemos entonces planteada la necesidad de pensar
también el modo de aprender en vinculación con el enseñante.
Aún que dicha forma explicite el “permiso” de preguntar, éste no es real ni sincero. Si las
posibles preguntas que puedan aparecer re alimentan la posibilidad de continuar
exhibiéndose, entonces son bienvenidas; pero si interpelan al pensamiento entonces
serán anuladas. Hay muchas formas de anular a los alumnos: en el avasallamiento de la luz
del saber; en el ignorar las voces que quieren irrumpir; en el no escuchar lo que dicen; en
el no permitir que los alumnos hablen desde otros saberes y por tanto dejarse sorprender.
8
Ver Fernández, A. Poner en juego el saber. 2002. Ediciones Nueva Visión Buenos Aires. Cap. VI.
9
Comparar Fernández, A. La sexualidad atrapada de la señorita maestra.” Nueva Visión. Bs. As. 1992
El exhibicionista no puede dejarse sorprender por otro; porque en realidad ese otro es
solo un posible soporte para continuar con su exhibición y porque además no puede, no
debe haber sorpresa en tanto está protegido por la “muralla” del supuesto saber.
También la modalidad enseñante del que no quiere mostrar, del que oculta, inhibe la
posibilidad cognitiva de aprendizaje: no está habilitado el aprender; no está habilitada la
significación desde la propia historia puesto que no hay “saber” desde el cual hacerlo. En
esto me parece importante enmarcar la función o mejor dicho la identidad de la escuela
como tal en la valorización de cierto saber –sea el cual se trate. Es más me animaría a
decir que si no hay un “poner en juego el saber” –tomando el título de la autora- no hay
posibilidades reales de generar espacios democráticos. Estimular la Democracia significa
entre otras cosas hacer público un saber para poder pensar (digerirlo, triturarlo, hacerlo
propio) y escuchar todas las voces.
Por esto desde aquí comparto la visión de la autora quien reafirma la validez de todas las
intervenciones –sinceras, agregaría yo- de los alumnos: ellas están mostrando las
conexiones que cada uno de los estudiantes realiza. Desde ellas se hace necesario partir.
El aula filosófica
La enseñanza de la Filosofía como tal ha estado unida desde sus propios comienzos
históricos a la forma dialógica. Pensemos en Sócrates y en los diálogos platónicos.
Sócrates se reconoce a sí mismo ignorante, no porque no posea ningún saber sino porque
es incapaz de enseñarlo, de transmitirlo, en tanto que su función no puede ser esta. Su rol
radica en posibilitar que el otro acceda al saber, en posibilitar un espacio en el cual el
“pensar con” sea el protagonista.
Yo creo que desde aquí los docentes de Filosofía contamos con ciertas ventajas y
desventajas a la hora de pensar nuestro lugar en el sistema de enseñanza.
Esta actitud de sospecha de lo establecido no está impulsada desde el “espiar”11, sino que
es habilitada, es permitida, es estimulada como propia del pensar, como propia del autor
de su propio pensamiento. Por lo cual el docente de Filosofía debería ser quien muestra y
guarda dando paso a las diferentes autores presentes en el salón de clases, a los autores
convocados desde la tradición filosófica pero además a los autores adolescentes que
conforman este hoy y aquí.
Digamos que quizá estas supuestas “ventajas” que conforman el lugar del enseñar
filosofía también se podrían constituir en su propia desventaja. Existe la necesidad de un
cierto “piso” desde el cual partir, o lo que podríamos decir con A. Fernández, se impone la
necesidad de contar con cierta modalidad flexible del aprendizaje y de enseñanza. Lo que
10
Comparar aquí con variadas fuentes sobre el intento de conceptualizar qué es filosofía y su enseñanza. Me
remito a Cerletti, A. por ejemplo en La enseñanza de la Filosofía como problema filosófico. Libros del Zorzal
2008. Buenos Aires.
11
Comparar con Fernández, A. La sexualidad atrapada de la señorita maestra. 1992. Ediciones Nueva Visión.
Buenos Aires.
nos haría infelizmente decir que entonces solo unos pocos, o los que llegan, podrían
formar parte del aula filosófica. Quiero creer que esta posible conclusión es falaz. Quiero
poder afirmar la posibilidad de la transformación de los esquemas de aprendizaje
propiciados por un ambiente que así se lo propone. Si no creyera en esta posibilidad no
continuaría mi labor como docente de la asignatura en la cual me formé.
Creo que es posible estimular la autoría del pensamiento, lo que en otros términos
podríamos llamar el “pensamiento crítico”12 en alumnos que en principio parecen estar
caracterizados por su rigidez en su modalidad de aprendizaje.
Tomando el planteo de la propia autora13 pensaría que esto puede ser propiciado si la
clase permite: 1)-elegir por y no necesariamente elegir contra. Aunque también
podríamos decir que desde el “no” del león este “contra” se constituye en un momento
necesario, pero se debería visualizar la necesidad de dirigirlo hacia “elegir por” y no por la
mera oposición. 2) el estimular el pensar diferente como necesario para la construcción
del conocimiento. Esto es propio del saber filosófico y de lo que podríamos llamar, el
pensamiento multilógico14. Es decir por un lado los cursos de Filosofía se estructuran de
forma que las diferentes respuestas de los filósofos a una cuestión problemática sean
pensadas con la misma validez. Cada autor logra establecer sus propias argumentaciones
por lo cual desde su lugar es posible comprender su concepción. Esto habilita el ponerse
en lugar del otro, habilita la posibilidad de pensar como otro sin ser otro por lo cual
también habilita el aceptar las diferencias como valiosas en sí mismas. 3) Por lo cual el
elegir no es significado desde la falta, o desde la culpa. Se puede elegir pensar diferente,
se puede elegir interpelar al autor. No es necesario aceptar su respuesta como la validada.
4) Y por último se debería propiciar la no fragmentación del saber: esta ha sido otras de
las funciones de la Filosofía, el propiciar una visión de conjunto a los saberes. Hoy quizá
este ambicioso rol de la Filosofía no aparece tan claro, pero pensando en un salón de
clases si es posible estimular la conexión con el mundo de cada uno de los alumnos. Es
decir sí es posible lograr generar la construcción desde las propias “lunas”, al decir de la
autora15. Y esta construcción posibilita la visión integral de la realidad desde el horizonte
de cada uno de los alumnos.
12
Ver Lipman, M. Pensamiento complejo y educación. Ediciones De la Torre. Madrid 1997.
13
Me remito aquí al desarrollo que realiza en Poner en juego el saber. 2002. Ediciones Nueva Visión.
Capítulo X.
14
Comparar Sharp, A. y Splitter, La otra educación. 1996. Ediciones Manantiales Buenos Aires
15
Ver Fernández, A. Los idiomas del aprendiente. 2003. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. Capítulo V.
No quiero generar una visión simplista y omnipotente de la enseñanza de la filosofía. Es
decir no ignoro las dificultades y obstáculos que se presentan muchos de ellos insalvables.
Pero pienso desde lo propio del saber filosófico, y desde allí y de mi experiencia como
docente he visto expresiones de satisfacción cuando el pensamiento se explaya y es
considerado como valioso desde el momento que puede ser expresado. Y no estoy
convocando a la producción de filósofos, sino que estoy pensando en alumnos que sienten
que su propio pensar puede producir algo, que luego quizá se enteran que lo dijo otro,
pero que ha sido producido por sí mismos, en un espacio dialógico en el cual el saber de la
propia disciplina está también presente.
Quizá uno de los riesgos más comunes en la enseñanza de la filosofía pueda ser el pobre
contacto con el objeto de conocimiento por la misma complejidad del mismo. Su
abstracción lo establece requiriendo instrumentos para posibilitar el camino de acceso al
mismo. Y es cierto que muchas veces estos instrumentos no están dados. Me refiero sobre
todo al lenguaje y lo que significa en su incidencia en la estructuración del pensamiento. Si
el lenguaje, o determinado lenguaje falta a la cita, deberíamos decir que el concepto
también falta a la cita. Pero desde las condiciones en las que llegan los alumnos son en
definitiva desde las cuales hay que trabajar.
Enunciar, poder hablar, pero no solo en la emisión de sonidos sino en el poder enunciar
significa construir la diferencia. En esta construcción de la diferencia está la necesidad de
la escucha por parte de los padres en un principio puesto que con ellos el niño aprende a
hablar; está también la necesidad de la espera y de soportar el no escuchar lo que quizá
era deseable escuchar. Cuando los padres no pueden aceptar la frustración que implica el
aceptar la originalidad del pensamiento, comienza lo que P. Aulagnier llama “violencia
secundaria patógena”16en el cual se anula el espacio de escucha y la madre continúa
siendo la portavoz del niño sin que él pueda enunciar por sí mismo.
El todo vale tampoco habilita la diferencia porque desaparece la categoría para pensar la
diferencia. Si no está el límite no existe la diferencia.
16
Ver Fernández, A. La sexualidad atrapada de la señorita maestra. 1992 Ediciones Nueva Visión Buenos
Aires. Capítulo IX.
En el caso de nuestros alumnos su lenguaje muchas veces se ve empobrecido, no porque
no puedan hablar sino porque la diferencia no está instalada. Es decir no hay
discriminación de espacios y por tanto las formas de expresarse pensar son las mismas en
todos los contextos. ¿Será también porque los espacios de comunicación, de escucha, de
límite, no han sido establecidos, desde las propias familias, de la misma forma que a nivel
social tampoco están estimulados?
En realidad son muchas las dudas que surgen y son muchas las “faltas” que es posible
registrar. Pero desde Freud podríamos pensar que en ese registro de “faltas” sigue
funcionando el ideal del yo, que en este caso quizá no deja hacer contacto con la realidad
y con la necesidad de contactarnos con el principio de realidad.
BIBLIOGRAFÍA:
Camilloni, A., Davini, M.C., Eldestein, G. Litwin, E., Souto, M., Barco, S. “Corrientes
didácticas contemporáneas”. Paidós Buenos Aires 1999.
Cerletti, A. La enseñanza de la Filosofía como problema filosófico. Libros del Zorzal
2008. Buenos Aires.
.
Fernández, A. La sexualidad atrapada de la señorita maestra. 1992. Ediciones
Nueva Visión. Buenos Aires.
Fernández, A. Los idiomas del aprendiente. 2003. Cap. V Ediciones Nueva Visión
Buenos Aires.
Fernández, A. Poner en juego el saber. 2002. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires.
Lipman, M. Pensamiento complejo y educación. Ediciones De la Torre. Madrid
1997.