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COMEDIA

es el género dramático opuesto a la tragedia2 y, por lo tanto, relacionado casi


siempre con historias con final feliz. Esa lectura epicúrea, placentera y optimista,3
tuvo su origen en los primitivos cultos de la fertilidad en honor del
dios Dionisos («Diônysos») y se desarrolló como género derivado del
griego ditirambo, asociado a los dramas satíricos y al mimo.45
En la Antigua Grecia adquirió su máximo esplendor con Aristófanes (periodo
antiguo) y pasó a la cultura romana de la mano de Menandro (periodo medio), en
el siglo IV.67 Durante el medievo adquiere un tono más ligero y elemental, llegando
a ser burlesco en muchos subgéneros y convirtiéndose en espectáculo muy
popular ya que en su caso es muy especial y como en el caso de la «Commedia
dell'Arte»,8 Como género dramático global definió el conjunto del teatro clásico
español, con las coordenadas del conjunto de la obra dramática de Lope de
Vega.9a Está clasificada, junto con la tragicomedia,b como una de las formas
clásicas del drama griego, y uno de los tres géneros dramáticos
llamados realistas.10
A partir del siglo XX se convirtió en uno de los géneros básicos del Séptimo Arte,11
y en el lenguaje ha alumbrado expresiones más amplias como hacer comedia o,
referido a la dramaturgia, autor de comedia.2
{{caja de cita|Comedia es en la escena «imitación de hombres inferiores, pero no
en toda la extensión del vicio, sino en lo que tienen de risible, pues lo risible es un
defecto y una fealdad no especial, Ya que da risa que no causa dolor ni ruina.»
|Aristóteles.

Literatura grecolatina
Las literaturas grecolatinas forman parte de la cultura occidental desde la Edad
Media hasta nuestros días. No se puede concebir el panorama literario actual ni la
historia del mismo sin tener presentes las obras gestadas en la Antigüedad. De
ellas en su origen y de sus continuas lecturas se nutre gran parte del ideario
colectivo literario. Los clásicos, como reconocía Calvino, son «libros que ejercen
una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea
cuando se esconden en los pliegues de la memoria mitetizándose con el
inconsciente colectivo e individual» (Calvino, 2009: 15).
Eliot reconoce la importancia de la permanencia de la tradición, y llega a aseverar
–siguiendo los preceptos de las poéticas clásicas– que es una de las
características que debe poseer el poeta:

Aunque durante la Edad Media se practicó, en rigor, una intensa y, a su modo,


creativa imitación del legado grecolatino, es en los siglo XVI y XVII cuando
esta imitatio se produce desde la profunda conciencia de salto, de ruptura y
recuperación. Esto se produce en gran medida por la valoración negativa, en
cierta manera prejuiciada, que el Humanismo tiene de los “siglos oscuros”
medievales (con todo, puede verse ya una marcada conciencia de salto cultural en
la afirmación que Juan de Salisbury atribuye a Bernardo de Chartres: quasi nanos,
gigantium humeris insidentes). Desde el Renacimiento la literatura latina fue
concebida como modelo a seguir o imitar,

Lingüística
es la disciplina científica que investiga el origen, la evolución y la estructura del
lenguaje, a fin de deducir las leyes que rigen las lenguas (antiguas y modernas).
Así, la Lingüística estudia las estructuras fundamentales del lenguaje humano, sus
variaciones a través de todas las familias de lenguas (las cuales también identifica
y clasifica) y las condiciones que hacen posible la comprensión y la comunicación
por medio de la lengua natural. Como toda ciencia, la Lingüística cuenta con
propuestas teóricas, métodos de análisis y dominios de estudio que le son propios.
No obstante, la Lingüística es una ciencia pluridisciplinaria, caracterizada por una
gran riqueza epistemológica a la hora de abordar el fenómeno del lenguaje.
El lenguaje, como objeto de estudio, puede resultar desconcertante dadas su
complejidad y la intimidad que establecemos con él desde antes de adquirir
consciencia. Sin embargo, esto no impide que podamos dividir su problemática en
varias áreas, las cuales, incluso, pueden ser enfocadas de manera general (para
todas las lenguas) o particular (para una lengua o familia de lenguas):
LECTURA

La lectura es una forma de adquirir conocimientos, de aprehender cierta


información a partir de un código. Para el ser humano, el código por excelencia es
el lenguaje. A partir de la lectura de ciertos símbolos, el lector aprehende
conocimientos, los traduce en información dentro de su mente, los decodifica. El
código posee un soporte que puede ser visual, auditivo o táctil.

Leer implica saber pronunciar las palabras escritas, identificarlas y comprender su


significado. A nivel textual, leer es poder comprender un texto y extraer su
significado.

Las personas que leen con mayor regularidad, y adquieren lo que se conoce como
hábito de lectura, son beneficiados con diversas ventajas. En primer lugar estas
personas enriquecen su mundo interior, lo que les permite comprender el mundo
externo de mejor manera. Alguien que lee adquiere más conocimientos e
incrementa su capacidad comunicativa. Las palabras ayudan no sólo a
comprender mejor las cosas sino también a hacernos comprender mejor con los
otros.

Por otro lado, leer ayuda a desarrollar nuestra capacidad de análisis y resolución
de problemas, ya sea a nivel intelectual, práctico, en la vida diaria o laboral. Por
otro lado, también es una opción de entretenimiento para aquellos que eligen la
lectura de ficción en vez de realizar otras actividades como mirar televisión o
navegar en Internet.

RELACIÓN ENTRE LITERATURA E IDENTIDAD Y CULTURAL

Se afirma que la literatura no sólo representa la identidad cultural de la comunidad


o colectividad desde donde emerge, sino que ella misma crea identidad. Creemos
que la correlación literatura-identidad, para que se torne productiva en términos de
crítica literaria y cultural, hay que inscribirla en un horizonte político de
comprensión; esto en la medida en que el reclamo por identidad y, sobre todo, el
reclamo por una práctica textual literaria que problematice la identidad, no sería
sino, en definitiva, una práctica política de visibilización que implica desafiar
discursos e ideologías complacientes con estereotipos "oficiales" y/o con la
negación radical del sujeto subalterno desde instancias de dominación. Partiremos
del supuesto de que los efectos identitarios propios de la literatura (o que pueden
serle reclamados a la literatura) tienen que ver más con la no-identidad de la
identidad, con lo ausente y lo posible que se materializa como "presencia" a través
de la memoria y/o de la imaginación literaria que construye la "otra historia de la
historia".
Implicados en esta trascendencia funcional, los términos lenguaje, identidad y
cultura asumen roles, que adquieren vigor práctico en la medida de su capacidad
de intervención en los procesos sociales que dinamizan la vida de una comunidad.
Estas intervenciones, generalmente, van coimplicadas, en donde
las evidencias culturales son puestas en escena por el lenguaje mismo, de
acuerdo a sus ritmos internos y a la correlación con otros elementos del sistema
de la cultura en general.
- De esta manera, la aproximación funcional a los conceptos de lenguaje,
identidad y cultura, es una forma de comprenderlos en su dimensión operativa. No
es posible reconocer el lenguaje en sí mismo, se distingue en sus relaciones
que le dan sentido a la vida en comunidady se nutre de esos sentidos para
implicar otros, a su vez. De igual manera la cultura es comprendida y puede ser
explicada en sus manifestaciones funcionales. La funcionalidad, es expresión de
los sentidos que le dan vida al lenguaje y a la cultura. Lo funcional expresa y
reconoce la identidad, la hace manifiesta.

EPOCA MEDIEVAL Y EL RENACIMIENTO

ÉPOCA MEDIEVAL

Desde la caída de Roma en manos de los godos (476 d.C.) y hasta el siglo XV, en
el mundo occidental, la superstición impidió la realización de estudios serios de
anatomía y patología quirúrgica. Prevalecía el concepto de Galeno del "laudable
pus", encontrar una sustancia milagrosa para prevenir la infección e inducir la
curación. Su dogmatismo perduró durante siglos al amparo del oscurantismo en
que se vio sumido el mundo occidental tras la caída del Imperio Romano.

En la baja Edad Media, los monasterios recogieron y transmitieron conocimientos


con la veneración por lo antiguo y el desinterés o alejamiento de la realidad. Sin
embargo, su labor permitió la supervivencia de un cuerpo doctrinal en Occidente.
La terapéutica abandonó los incipientes criterios científicos y volvió a las
simplificaciones de la medicina popular y a las interpretaciones sobrenaturales. La
influencia del cristianismo otorgó a la medicina un importante componente de
misticismo religioso. Por otra parte, la asociación de los primeros hospitales
cristianos de beneficencia y el desarrollo de las órdenes monásticas permitió que
los monasterios asumieran parte de la asistencia médica de occidente.
Paralelamente, la práctica de la cirugía se devaluó, siendo ejercida por profanos,
iletrados y charlatanes. Así, los curanderos germánicos daban masajes, reducían
luxaciones y fracturas y curaban heridas.

No fue hasta el siglo XII cuando Europa comenzó a despertar gradualmente de su


edad oscura. Empezaron a fundarse universidades y hospitales, la disección
humana se reanudó y los importantes textos griegos comenzaron a traducirse del
árabe al latín. Sin embargo, hasta el siglo XVI, todos los avances se realizaron a la
sombra de Hipócrates. Los primeros hospitales de la época medieval surgieron en
Bizancio. De ellos, el más importante fue el de Constantinopla, fundado en el siglo
XII, y que de un total de 50 camas dedicaba 10 a pacientes quirúrgicos.

En confluencia con el mundo árabe, se organizaron en torno al Mediterráneo


algunos centros de excepción en los que el saber médico era transmitido. La
Escuela de Salerno, o la de Montpellier, comenzaron el desarrollo de la enseñanza
médica organizada, recibiendo influencias desde el mundo islámico.

Renacimiento
es el nombre dado en el siglo XIX a un amplio movimiento cultural que se produjo
en Europa Occidental durante los siglos XV y XVI. Fue un período de transición
entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes
se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en
las ciencias, tanto naturales como humanas. La ciudad de Florencia, en Italia, fue
el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, que se extendió después
por toda Europa.
El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que
determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo. El término
«renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos elementos de la cultura clásica
griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los valores de la
cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de
predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la
Europa medieval. En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el
mundo y al ser humano, con nuevos enfoques en los campos de las artes,
la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por
el antropocentrismo.
El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra
"renacimiento" (rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística
medieval, a la que calificaba como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el
calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes habían entrado en decadencia
al hundirse el Imperio Romano y solo habían sido rescatadas por los artistas de
la Toscana a partir del siglo XIII.1
El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a
mediados del siglo XIX por el historiador francés Jules Michelet, en su
obra Renaissance et Réforme, publicada en 1855.2 Por primera vez, Michelet usó
el término en el sentido de un periodo histórico, que abarcaría desde
el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por sus
desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que
era nacionalista francés y republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores
democráticos opuestos a los de la Edad Media precedente y un protagonismo
francés.

cantares de gesta

es el nombre dado a la epopeya escrita en la Edad Media o a una


manifestación literaria extensa perteneciente a la épica que narra las hazañas de
un héroe cuyas virtudes representan modelos para un pueblo o colectividad
durante el Medievo.

Los juglares
En los siglos XI y XII, los juglares divulgaban oralmente los cantares de gesta,
debido al analfabetismo de la sociedad de la época (véase Mester de juglaría).
Aunque su longitud varía entre los 2000 y los 20 000 versos, como media no
solían exceder los 4000. Esta cantidad de versos ya suponía que el juglar que lo
recitaba en público tuviera que fragmentar su relato en más de una jornada. Esto
parece demostrarse por la existencia de determinados pasajes (de entre 20 y 90
versos) en los que se hace un resumen de lo anteriormente acontecido,
probablemente para refrescar la memoria del auditorio o introducir en el relato a
los nuevos espectadores. Los cantares se agrupaban en tiradas variables de
versos, que se relacionaban por tener la misma asonancia al final de cada verso y
por constituir una unidad de significado, a menudo anunciado en la tirada anterior.
Sin embargo, si estos cantares de gesta han llegado hasta nuestros días, se debe
a que se realizaron copias manuscritas de ellos. En general estas copias son
bastante más tardías que las propias canciones. Estos cantares eran recitados por
los juglares.

Francia
Los cantares de gesta fueron especialmente numerosos en Francia, donde
probablemente eran compuestos en su mayoría por clérigos instruidos. Se
conservan muchos manuscritos de cantares de gesta franceses. De ellos, la obra
maestra es la Chanson de Roland, en castellano Cantar de Roldán por su héroe
central, llamado también Orlando en italiano. Narra, en términos apocalípticos,
la derrota de la retaguardia del ejército de Carlomagno hostigada en el valle
de Roncesvalles por el rey moro de Zaragoza Marsilio, aliado con el traidor a
Carlomagno Ganelón. En esta batalla perece el héroe del cantar, Roldán, y su
deuteragonista Oliveros, por confiar demasiado en sus propias fuerzas para
repeler la agresión. Cuando Roldán toca el olifante para pedir ayuda ya es
demasiado tarde. La venganza del emperador Carlomagno, del obispo Turpin y de
los Doce Pares de Francia ocupa el apocalíptico final de la historia.

Alemania
En Alemania, por otra parte, fue célebre también el Cantar de los Nibelungos.

Rusia
En Rusia es particularmente reconocida la obra anónima el Cantar de las
huestes de Ígor, escrita en eslavo antiguo y que data de finales del siglo XII.

España
Ni la épica medieval francesa ni la alemana perduran de forma oral ni poseen la
vitalidad de la épica medieval española; fragmentos de los cantares de gesta
españoles se recitan todavía en pueblos de España y América Latina, transmitidos
de padres a hijos de forma oral: es el llamado Romancero viejo, y la temática
medieval de los cantares de gesta continuó siendo motivo de inspiración para
el teatro clásico en el Siglo de Oro.
CANTAR DE MIO CID

es un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas libremente


en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar el
Campeador. La versión conservada fue compuesta, según la mayoría de la crítica
actual, alrededor del año 1200.12
Se trata de la primera obra poética extensa de la literatura española y el único
cantar épico de la misma conservado casi completo; solo se han perdido la
primera hoja del original y otras dos en el interior del códice, aunque el contenido
de las lagunas existentes puede ser deducido de las prosificaciones cronísticas,
en especial de la Crónica de veinte reyes. Además del Cantar de mio Cid, los otros
tres textos de su género que han perdurado son: las Mocedades de Rodrigo —
circa 1360—, con 1700 versos; el Cantar de Roncesvalles —ca. 1270—, un
fragmento de unos 100 versos; y una corta inscripción de un templo románico,
conocida como Epitafio épico del Cid —¿ca. 1400?—.
El poema consta de 3735 versos de extensión variable (anisosilábicos), aunque
predominan los de catorce a dieciséis sílabas métricas, divididos en
dos hemistiquios separados por cesura. La longitud de cada hemistiquio es
normalmente de tres a once sílabas, y se considera unidad mínima de
la prosodia del Cantar. Sus versos no se agrupan en estrofas, sino en tiradas;
cada una es una serie sin número fijo de versos con una sola y misma rima
asonante.
Se desconoce su título original, aunque probablemente se llamaría «gesta» o
«cantar», términos con los que el autor describe la obra en los versos 1085 ("Aquí
compieça la gesta de mio Çid el de Bivar", comienzo del segundo cantar) y 2276
("las coplas deste cantar aquís van acabando", casi al fin del segundo),
respectivamente.
Argumento y estructura

Estructura interna[
El tema del Cantar de mio Cid es el complejo proceso de recuperación de
la honra perdida por el héroe, cuya restauración supondrá al cabo
una honra mayor a la de la situación de partida. Implícitamente, se contiene una
dura crítica a la alta nobleza leonesa de sangre o cortesana y una alabanza a la
baja nobleza que ha conseguido su estatus por méritos propios, no heredados, y
guerrea para conseguir honra y honor.
El poema se inicia con el destierro del Cid, primer motivo de deshonra, a causa de
la figura jurídica de la ira regia3 ("el rey me ha airado", vv. 90 y 114), injusta porque
ha sido provocada por mentirosos intrigantes ("por malos mestureros de tierra
sodes echado", v. 267) y la consiguiente confiscación de sus heredades en Vivar,
el secuestro de sus bienes materiales y la privación de la patria potestad de su
familia.
Estructura externa
Los editores del texto, desde la edición de Menéndez Pidal de 1913, lo han
dividido en tres cantares. Podría reflejar las tres sesiones en que el autor
considera conveniente que el juglar recite la gesta. Parece confirmarlo así el texto
al separar una parte de otra con las palabras: «aquís conpieça la gesta de mio Çid
el de Bivar» (v. 1085), y otra más adelante cuando dice: «Las coplas deste cantar
aquís van acabando» (v. 2276).
Características y temas

El Cantar de mio Cid se diferencia de la épica francesa en la ausencia de


elementos sobrenaturales (salvo, quizá, la aparición en sueños del arcángel San
Gabriel al protagonista, el episodio del león que se humilla ante el Campeador, el
brillo de las espadas Colada y Tizona, y la extraordinaria calidad de Babieca),4
la mesura con la que se conduce su héroe y la relativa verosimilitud de sus
hazañas. El Cid que ofrece el Cantar constituye un modelo de prudencia y
equilibrio. Así, cuando de un prototipo de héroe épico se esperaría una inmediata
y sangrienta venganza, en esta obra el héroe se toma su tiempo para reflexionar al
recibir la mala noticia del maltrato de sus hijas («cuando ge lo dizen a mio Cid el
Campeador, / una grand ora pensó e comidió», vv. 2827-8) y busca su reparación
en un solemne proceso judicial; rechaza, además, como buen estratega, actuar
precipitadamente en las batallas cuando las circunstancias lo desaconsejan. Por
otro lado, el Cid mantiene buenas y amistosas relaciones con muchos
musulmanes, como su aliado y vasallo Abengalbón, que refleja el estatus
de mudéjar (los «moros de paz» del Cantar) y la convivencia amistosa y tolerante
con la comunidad hispanoárabe, de origen andalusí, habitual en los valles
del Jalón y Jiloca por donde transcurre buena parte del texto

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