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Explicar estos hechos o situaciones mediante la teoría mecánica clásica sobre las ondas
luminosas era prácticamente imposible. La mecánica clásica supone que la energía
transportada por la luz está repartida sobre la onda y se debería repartir sobre los átomos
en los que incide el haz. La energía, repartida equitativamente ente los átomos, es incapaz
de extraer los electrones salvo que se acumule en ellos, y así, tendríamos que esperar
mucho tiempo para alcanzar la energía de extracción y, entonces todos saldrían de golpe.
Para que la luz incidente sea capaz de arrancar los electrones de la placa de metal, es
necesario que esta sea de una calidad adecuada (frecuencia adecuada), independiente de
la cantidad de energía que se esté aplicando. Por tanto a mayor tiempo de exposición a la
radiación más energía incidente y al final se producirá la extracción repentina de todos los
electrones. Pero esto en realidad no sucede, entonces la Teoría Clásica puede solo decir que
la extracción no depende “solo” de la intensidad (I) de la luz incidente.
Así que una posible explicación en aquel momento (finales del siglo XIX) era la siguiente:
“La luz es capaz de extraer los electrones cuando hay un exceso de ellos sobre el metal
cargado negativamente. Si el electroscopio está cargado positivamente puede que la luz
extraiga algunos electrones pero no logra arrancarlos y alejarlos de la placa volviendo a
caer en ella, por tanto la carga del electroscopio no varía. El cristal absorbe la luz ultravioleta
y al interponerlo entre la luz y la lámina del electroscopio absorbe la componente más
energética de la radiación, por ello la radiación que queda no puede extraer electrones”
Se hizo necesaria la explicación de este fenómeno. En 1905, Albert Einstein afirma que la
energía no se transmite repartida en toda la onda (como suponía la Teoría Clásica), sino
agrupada en unos paquetes de energía que llamo fotones que se mueven con la onda.
Cuando la luz llega a la superficie del metal, la energía no se reparte de forma equitativa
entre los átomos que componen las primeras capas en las que el haz puede penetrar, por
el contrario, solo algunos átomos son impactados por el fotón que lleva la energía y, si esa
energía es suficiente para extraerlos de la atracción de los núcleos, los arranca del metal.
Efecto Compton
En 1923, el físico estadounidense Arthur Holly Compton durante una investigación observo
el siguiente fenómeno: cuando un fotón choca con un electrón, ambos siguen diferentes
direcciones. El efecto conlleva a un aumento de la I del fotón después de la colisión,
demostrando que ha perdido energía E y a un ensanchamiento de la radiación, que
corresponde a la distribución de los ángulos de salida.
Compton, encontró que la energía E perdida por le fotón es igual a la ganada por el electrón,
y que la cantidad de movimiento del fotón original es igual a la cantidad de movimiento del
electrón, más la cantidad de movimiento del nuevo fotón.