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"Ya estaba recibida, trabajando, podía mantenerme sola, pero

llevaba dos años de novia con mi actual marido y decidimos


mudarnos juntos. Teníamos en claro que no queríamos alquilar.
Entonces también empezamos a averiguar por créditos
hipotecarios. Había distintas opciones -no tantas como
departamentos o casas- suficientes como para que esa también
resultara otra búsqueda en sí misma. Al final, encontramos un
departamento que nos encantó de entrada y optamos por el
Banco Nación. Sé que tuvimos suerte porque en total
demoramos cinco meses, cuando hay conocidos y amigos a los
que les llevó bastante más. De todas maneras, no fue fácil”. Así
resume Milka Zanetich, una ingeniera ambiental de 28 años, las
corridas, ansiedades y obstáculos que tuvo que sortear cuando,
a fines de 2010, salió a la búsqueda de su primera casa.

Avisos vs. realidad

El afán de las inmobiliarias por vender a veces parece irracional


y les ocasionó más de una visita inútil, recuerda Milka. “Los
avisos, en muchos casos eran un fiasco. Te quieren vender sea lo
que sea. Y en algún punto te dan la sensación de que lo que más
les importa es que vayas a ver para dejar tu nombre en la
planilla. Por más que por teléfono preguntáramos todo lo
imaginable, nos llevábamos grandes sorpresas por no decir
decepciones. Por ejemplo, pedíamos tres ambientes, de los
cuales dos tenían que ser dormitorios, y varias veces nos
encontramos con que ese segundo dormitorio era… ¡Un patio
techado o una cocina comedor!”.
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Al comenzar la búsqueda, Milka y su novio acordaron que se
mudarían a una franja de barrios en los que los dos se sentirían
cómodos. El venía de zona norte, ella de Villa Urquiza:
decidieron circunscribirse a Núñez, Saavedra y Vicente López.
“Como preveíamos, no fue fácil. La verdad es que mucho de lo
que aparecía en oferta era simplemente un desastre. Los
nuevos, parecían hechos de cartón, y eso sin contar al arquitecto
inteligente que ponía una parrilla en el balcón. ¡Balcón que daba
al cuarto principal! Y así te lo vendían: ‘balcón, parrilla’. O, si
no, estaban esos departamentos viejos que se publican con la
advertencia ‘reciclar’. Lo que en otras palabras quería decir
‘para hacer de nuevo’, porque estaban en un estado deplorable”.

Inmobiliaria o dueño directo

Cuando les pareció que habían dado con alguna propiedad


adecuada, para una operación con dueño directo, “encontramos
que los propietarios eran reticentes a hacer la venta con alguien
que, como nosotros, no tenía el dinero en efectivo, sino que
tenía que esperar la aprobación de un crédito. Les generaba
desconfianza, además que de ese modo la venta,
inevitablemente, siempre demora más en concretarse. Esto fue
una restricción importante para la búsqueda. Hasta que un día
encontramos un departamento que nos encantó: primer piso
por escalera, súper tranquilo, con un balcón que da hacia unos
árboles. Ideal para empezar. Pero como todos, nos pedían la
firma del boleto que implicaba pagar un porcentaje antes de
estar seguros de que el crédito fuera otorgado. Y un poco así fue:
nos tuvimos que tirar a la pileta, invertimos nuestros ahorros
para pagar ese boleto y después cruzamos los dedos para que
todo saliera bien”.

La obtención del crédito fue un capítulo aparte. Habían


convenido que lo sacarían en un banco nacional y que
procurarían conseguir el plazo más largo posible y a tasa fija,
para poder asumir sin riesgo la cuota. Toda la tramitación les
llevó cuatro meses, un tiempo razonable, aunque según Milka
esos cuatro meses equivalieron a cuatro años. “Terminamos
tomando el crédito que ofrecía el Banco Nación, donde (además
de que la tasa era buena) encontramos a una chica encargada de
la operación que fue un gran apoyo. Hay que decirlo, no todas
son siempre pálidas. Ella fue muy organizada y nos ayudó
muchísimo en todo el proceso. Pedimos el 100% de la
propiedad, sabiendo que la tasación iba a estar por debajo del
precio de venta, por lo que contábamos con un resto para poder
afrontar la diferencia, y que no sirvió para el boleto”.

La firma

“Como soy bastante obse, llevé puntualmente cada uno de los


mil papelitos que el banco nos fue exigiendo. No era nada
simple. Había que ir de un lado al otro y siempre con
incertidumbre. ¿Aparecerá el certificado que piden? ¿Estará el
papelito? ¿Lo aprobarán de una vez, o no? Y mientras tanto, la
presión del propietario: había que tranquilizarlo, convencerlo
de que la cosa marchaba y de que él también tenía que ser un
poco paciente. O sea: luchábamos contra su ansiedad mientras
nos trituraba la nuestra”.
Como en una de suspenso, de pronto, en mitad del trámite, el
banco se descolgó con una circular letal: se cancelaba esa línea
de crédito. “Entramos en pánico. Nos quedábamos sin nada,
perdíamos el boleto, un desastre. Pero zafamos: el banco
resolvió continuar con aquellos créditos que estaban en gestión
avanzada. Me quedo corta si digo que fue estresante”.

La historia tiene final feliz porque Milka y su actual marido


cumplieron todos los requisitos y llegó en anhelado día de la
escritura. “Con hipoteca, pero escritura al fin y al cabo. Hoy,
cuando me acuerdo de esos meses, de la incertidumbre, me
pregunto cómo hicimos para soportar tanta tensión. Pero
también me acuerdo del momento en que firmamos los papeles.
¡Qué emoción! La chica del banco me dijo que nunca había visto
a alguien tan contenta. Es que apostamos todo, nos jugamos, y
bueno, hoy estamos acá, en nuestra casa, cada día más linda.”

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