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Programa del 30/6 al 1 de Julio de 1994 / Maradona fuera del Mundial de Fútbol

Alejandro Dolina

Hoy estamos muy de indignaciones -¿No?- Es una jornada triste. Y


yo hace unos
minutos tuve ocación de hacer un pequeño comentario por Canal
13 acerca de ésta
desgracia de Diego Maradona; y quiero decir que si fuera
solamente una
desgracia futbolística, seguramente no la traería yo a colación en
este
programa y si fuera nada más que el comentario de un partido
perdido, o de un
jugador en infracción que ha quedado fuera del campeonato,
bueno tampoco,
porque aquí hay un equipo muy idóneo para ésto -Creo que el
mejor, ustedes
saben la admiración que tengo yo por Victor Hugo Morales-. De
manera que no es
un comentario deportivo éste.
Pero el sueño del regreso del Diego era -para éste que habla- un
sueño mucho
más grande que un sueño futbolístico. Creía yo ver en el regreso
de éste chico
al quien he admirado tanto y he querido tanto como jugador de
futbol y también
como persona. Creía yo ver en ese regreso uno de los
contadísimos éxitos que el
hombre tiene frente al tiempo, frente a la muerte, frente a la
maldad y frente
a la mezquindad. En general el tiempo siempre vence, la muerte
prevalece, la
mezquindad triunfa y las sencillas virtudes más tarde o más
temprano, suelen
quedar sepultadas. Recuerdo a Rubén Darío en esa línea,
vencedor de la muerte.
Vencedor del tiempo, vencedor de la maledicencia, vencedor de
su propia
equivocación: Volvía Diego Maradona.
Y al margen de que a uno lo ponga contento que un tipo con la 10
celeste y
blanca juegue bien... había más... había más... Había ese
deportista que había
sido vapuleado por una sociedad hipócrita que lo señaló como un
delincuente,
siendo que en ese mismo círculo que lo señalaba a él como
delincuente, se
verificaban las mismas costumbres que le enrostraban a Diego,
con una
hipocresía impresionante. Ciertos periodistas, pensadores y
mediocres en
general, atacaron a Diego. Se pusieron parternalistas con Diego.
Empezaron a
darle consejos a Diego. Empezaron a negar o a lamentarse de que
Diego fuera
ejemplo para muchos jóvenes. Al respecto debería decir yo lo
siguiente, lo he
dicho otra veces pero vale decirlo ahora: Yo creo que sí es
ejemplo. Es ejemplo
en un país, en un mundo, pero particularmente en un país donde
la aspiración de
las personas es obtener un 4 para poder seguir adelante, es decir,
entregar lo
menos posible para recibir lo más posible. Negar la excelencia
como si fuera
obsesiva y demencial, para conformarse con la mediocridad que
permite zafar -
Como suele decirse-. En un mundo que aspira un 4, Diego era el
10. Y en ese
sentido es, sigue siendo un ejemplo para los chicos. Paradigma,
porque les
muestra que a veces es deseable ser el mejor de todos. Y aunque
no se consiga
serlo, que vale la pena la lucha para ver si uno lo logra.
Ningún deportista del mundo, ningún deportista del mundo fue
tan perseguido.
Jugador de fútbol suspendido por un año en el ápice mismo de su
carrera. Siendo
el mejor de todos. Una carrera que como todos sabemos -lugar
común mediante,
tópico mediante: es breve-
[Jorge Dorio]
Hubo otro gesto, Alejandro -si me permite ahi en el medio-
también en ese
ápice y en el medio de esa caída, que es el haberse permitido
cuando la
comodidad a su vez le permitía circular tranquilo en medio del
ruido y de la
gloria, alzarse frente a los poderosos -equivocado o no, tampoco
importa-
sino tener una opinión personal, funcionar como un hombre en
medio de ésta
circulación de ídolos habitualmente vacíos de discursos, de
opiniones y de
pasiones.
[Alejandro Dolina]
Así es. Tomó la posición más incómoda. Se situó en el centro
mismo de la
incomodidad. Muy fácil hubiera sido para él, hacer como digamos
como Pelé.
Hacerse amigo de los poderosos, hacerse patrocinar, marchar por
las avenidas
centrales de los "mangiaorejas" y no lo hizo así.
No le perdonaron muchos su origen. Yo he escuchado muchas
veces, durante el
año de su suspensión: "¿Y qué querés con ese negrito villero?". No
le
perdonaron su origen. Tampoco se lo perdonaron a José Maria
Gatica, a otros
que desde muy, muy abajo llegaron muy arriba por su talento y
sin ser
alcahuetes de nadie. Ningún deportista padeció trauma
semejante.
Alcanzó a volver. Fue atacado. Fue empujado hacia la
equivocación incluso.
¿Pero por qué? Los medios de comunicación, el mundo éste en
que vivimos, suele
obligar a los luchadores quijotescos y solitarios a jugar el juego
que todos
juegan. Y entonces... ¿Cuál es el juego que todos juegan? El juego
de los
medios de comunicación, el juego del retruque, el juego de saber
que Sócrates
no escribió ningún libro, el juego de no comerse las 'eses'. El
juego de una
cierta elegancia, y a ese juego, juegan muy bien quienes el
mundo manejan. Y
Diego jugó a ese juego, claro, al otro, al juego de él era muy difícil
ganarle.
No he visto ningún periodista que lo desafiara a hacer "jueguito",
pero sí he
visto periodistas que lo desafiaban a hablar, a una polémica. ¡Ah!
¡Gran
cosa!... Pedirle a Diego que sea polemista, que sea culto. Bueno,
por Dios...
[Jorge Dorio]
Si me permite Alejandro, también perdieron en ese juego
justamente porque no
esperaron -e insisto, esto no tiene que ver con las opiniones
vertidas en cada
ocasión por Diego Maradona, más allá de su posible acierto o error
como si uno
pudiera juzgar esto- también perdieron el punto en que no
encontraron
lo previsible: No encontraron la anuencia para el juego de los
poderosos, no
encontraron aquello que se debe esperar de un número uno.
[Alejandro Dolina]
No. No encontraron eso. No encontraron la complacencia, el
beneplácito y la
complicidad que suelen tener a veces los que llegan desde muy
abajo y que
encuentran cómoda, la alianza con los poderosos. No la hallaron
en Diego.
Bueno, a todo esto se sobrepuso Diego. ¡Y casi éste regreso, era
un milagro!
Era un milagro. El milagro del héroe que vuelve del infierno. Teseo
rescatado
de los infiernos. El novio que espera a la princesa que está triste,
de
Rubén... pero bueno, y entonces sucede éste episodio absurdo.
Por eso mi
tristeza y por eso el desengaño.
No la tristeza del hincha de fútbol que dice: ¡Uh! ¡Nos sacaron el
mejor! Esa
sería una tristeza chiquita. No. La tristeza de un criollo que vio
como un
chico de Fiorito -El mejor jugador que yo haya visto nunca- pudo
sobreponerse a
los miserables y ver como -para alegría de tales miserables que
ahora se
estarán llenando la boca con reconvenciones legalistas y cosas
por el estilo-
como para alegría de ellos, ese sueño se frustró.
Yo estoy muy triste. He llorado, no por el fútbol -yo hace desde los
11 años
que no lloro por el fútbol- lloro por una estética y por una ética
que vuelve a
ser pisoteada por los mediocres. Decía yo en canal 13 -quizá
exagerando mis
sentimientos- pero algo que es verdadero: Más deseo tenía yo de
ver campeón a
Diego que de ver campeón a Argentina. Y otra cosa dije también:
A la hora de
poner las manos sobre el fuego, el buen amigo habrá de ponerlas
aun cuando sepa
que es posible quemarse. Porque las manos en el fuego con la
seguridad de no
sufrir quemaduras las pone cualquiera. El verdadero amigo es el
que pone las
manos en el fuego aun cuando sabe que se va a quemar. Y si
Dieguito Maradona
que tantas alegrías nos ha dado, no merece que hoy nosotros
pongamos las manos
en el fuego aun cuando las saquemos quemadas, pues entonces
yo no entiendo
nada, ni de fobal, ni tampoco -lo que es peor- de la vida.
[Jorge Dorio]
Hay algo más Alejandro que usted pensó y lo hablamos, después
en una
entrevista a veces las cosas se diluyen, no aparecen, se le
escapan a uno. Hay
una especie de cita patria -diríamos- Hay algo que quizás se
parezca -porque
las dimensiones son diferentes- digo, pensaba en algún
acontecimiento político
hace un par de décadas -¿No?- Alguien que vuelve también, que
reencuentra a la
gente reunida en torno de sí, y eso se pierde, se diluye como
ilusión, como
emoción de todo un país.
Pero usted pensó en un ejemplo, en una historia que es
precedente a eso y que
funda a éste país. Digamos, la necesidad de alguien que haga un
gesto accesorio
al gesto del héroe, un gesto más. Usted se acuerda perfectamente
de quién estoy
hablando.
[Alejandro Dolina]
Claro. No hubo en éste caso -lástima que no lo haya habido- un
Tadeo Isidoro
Cruz para éste Fierro. Tadeo Isidoro Cruz, aquel sargento de la
partida, que va
a aprender a Martin Fierro que cuando lo ve batirse en
inferioridad, pero con
tanto coraje, dice: Yo no voy a permitir que se mate así a un
valiente y toma
su partido, el partido de los perdedores. Sabía Cruz, que tomar
ese partido lo
conducía a la marginalidad y al aniquilamiento pero lo tomó y dijo:
Yo no voy a
dejar que se mate así a un valiente. No hubo ningún Cruz para
este Fierro.
Iba yo a hablar de algunas paradojas, de algunas aporías, de
Bertrand
Russell, de Zenón de Elea, de Timénedes, pero las paradojas son
jueguitos de
manos de la razón, y pudo más por suerte ésta vez, la potencia de
la pasión.
Vamos a escuchar un tango, no importa cual, dedicado a Dieguito
Maradona que
canta un amigo nuestro.

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