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El día que Aburto converso con "El Chapo" Guzmán

Posted: 20 Mar 2014 10:59 AM PDT


Proclive al silencio o en el mejor de los casos, a los monosílabos, Mario Aburto
Martínez, ha sido analizado más a través de su palabra escrita que dicha. De 1994 a
2000, escribió decenas de fábulas y otros cuentos; además de mensajes detrás de sus
pinturas. Los psicólogos jamás se retractaron del diagnóstico de trastorno narcisista de
la personalidad del asesino confeso de Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien fuera
candidato a la Presidencia de la República en 1994 por el Partido Revolucionario
Institucional (PRI). Pero a la vez, esos mismos analistas de la conducta reconocieron en
Aburto la expresión reiterada de que es inocente. Si bien el interno prefirió escribir a
hablar en sus primeros años de reclusión, referidos en el Informe de la Investigación
del homicidio del licenciado Luis Donaldo Colosio Murrieta de la Subprocuraduría
Especial para el Caso, hubo alguien con quien sí conversó de viva voz: Joaquín Guzmán
Loera, "El Chapo" Guzmán…

Autorretratos de Mario Aburto. Foto: Investigación del homicidio del licenciado Luis Donaldo Colosio
Murrieta de la Subprocuraduría Especial para el Caso Colosio

Ciudad de México, 20 de marzo.– Fue una plática rápida, acaso no completó el minuto, de celda a
celda, con el apuro natural de las prisiones, de desconocido a desconocido, bajo el único vínculo de la
desgracia. Además, predominó la brevedad a la que es proclive Mario Aburto Martínez, el asesino
confeso de Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien fuera candidato del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) a la Presidencia de la República en 1994. El otro interlocutor era Joaquín Guzmán
Loera "El Chapo" Guzmán.

¿Qué relación había entre ellos? Ninguna. Ni siquiera se conocían. Pese a un cúmulo de versiones de
fuentes periodísticas, declaraciones ministeriales e interrogatorios, que de 1994 a 2000 sostuvo que el
narcotráfico pudo ser el gran móvil para matar al candidato, ninguno de los tres fiscales a cargo del
caso lograron resultados bajo esa línea de investigación.

En el Informe de la Subprocuraduría Especial para el Caso Colosio hay cuatro versiones que indican la
posibilidad de un vínculo entre narcotraficantes y miembros del equipo de campaña de Luis Donaldo
Colosio. Hay otras tres que aluden a que la campaña se financió con fondos de esa actividad ilícita
(aquí es donde aparece el nombre de Joaquín Guzmán Loera, como simpatizante de Colosio y
proveedor de la campaña). Nueve versiones sugieren que por muchas razones, los cárteles pudieron
haber ordenado el asesinato. Seis versiones llevan a la frase consabida: ajuste de cuentas. Ello porque
para los cárteles, el escenario de Colosio en la Presidencia no les auguraba buen destino o porque ya
habían resultado afectados por "algo". Tres versiones indican que Aburto Martínez pudo haber estado
relacionado con el trasiego de droga.

"El Chapo" Guzmán fue llamado a cuentas dos veces sobre el crimen y las dos veces respondió que él
no sabía nada de esa muerte porque el 23 de marzo de 1994 ya se encontraba preso. Tras el deslinde
de la muerte del candidato, no se quedó callado. Dijo algo que el escribiente de la Fiscalía reprodujo
así: "Estando en el Cefereso de Almoloya de Juárez, en un cuarto cercano al de Mario Aburto
Martínez, éste mencionaba que él no había sido quien atentó contra el licenciado Luis Donaldo
Colosio, sino Jorge Sánchez Ortega".

Las Fiscalía para el Caso Colosio descartó por completo el señalamiento de Joaquín Guzmán Loera, de
acuerdo con la exposición de la línea "Existencia o no de un segundo disparador", contenida en el
tomo III del Informe de la Investigación del homicidio, editada por la Subprocuraduría Especial, en el
capítulo "Posibles cómplices y encubridores".

SÁNCHEZ ORTEGA

Alguien extiende el brazo y acerca la Taurus .38 con cachas de madera a la cabeza de Luis Donaldo
Colosio Murrieta, este día 23 de marzo de 1994, en acto de campaña presidencial. El candidato acaba
de bajar del templete. Saluda de mano. Se desvanece con la cabeza chorreada de sangre. Segundos
después Jorge Antonio Sánchez Ortega, agente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional
(CISEN), es detenido por la policía municipal de Tijuana. Él habla por radio dentro de un volkswagen,
el mismo vehículo en el que llegó a Lomas Taurinas, una colonia periférica de la frontera. Alguien lo
ha visto correr. Y ese alguien ha visto que lleva la chamarra pintada de sangre, en la parte del
antebrazo izquierdo. Ese alguien es el comandante Carlos Federico Torres Ramírez, jefe dela Policía
Municipal y Tránsito de Tijuana y es quien ahora lo detiene mientras los cubre un remolino de polvo y
personas.

Jorge Sánchez Ortega es llevado a la Subprocuraduría local. Le practican la prueba de rodizonato de


sodio. Es el método con el que se detecta si hay residuos de plomo y bario, dos de los componentes
químicos de un cartucho de arma de fuego. Da positivo. A partir de ahora, Sánchez Ortega se convierte
en uno de los posibles tiradores. El segundo o tercero, según se armen las piezas de este rompecabezas
en la memoria pública.

Estaba en Lomas Taurinas porque Alejandro Ibarra Borbón, subdelegado del CISEN en Tijuana, lo
había instruido –además de a Moisés Aldana Pérez y José Luis Pimentel- para que recabaran
información del ambiente sociopolítico del acto de campaña. Cuando ocurre el disparo lo separaba
1.50 metros del candidato, según su declaración ministerial.

LA SANGRE, ¿CÓMO SE EXPLICA?

Esa mancha de sangre de Jorge Sánchez Ortega fue explicada por él mismo de esta forma ante
Ministerio Público.

• El 24 de marzo de 1994 declaró:

"…que al tratar de acercarse al licenciado Colosio, alguna de las personas que ahí se encontraban
haciendo el traslado del herido, le mancharon la manga izquierda
de la chamarra de color blanco que traía puesta el de la voz, de sangre, no habiéndose percatado de
ello…"

• El 25 de agosto de 1994 aseveró que estaba

"…mirando que llegaba una ambulancia que se paraba detrás de las camionetas, observando entonces
que bajaron a una persona herida de (una) Blazer negra, que esto lo vio como a un metro de distancia,
ya que el emitente se acercó a ver qué sucedía, observando herido al licenciado Colosio, al que pasaron
a la ambulancia para enseguida arrancarse, que se percató eran como seis hombres los que cargaron al
licenciado Colosio, que ellos se encontraban con sus ropas manchadas de sangre, que entre ellos
gritaban que todo fuera rápido, que no puede proporcionar la media filiación de los mismos por lo
rápido de los hechos, pero si ubica a uno de ellos como una persona blanca de cabello castaño claro y
calvo, que este sujeto le llamó la atención por parecerse al presidente estatal del PRI, refiriéndose a lo
escaso de su cabello y su estatura, que el de la voz piensa fue en ese momento en que lo mancharon de
sangre, sin poder precisarlo, ya que nunca observó su ropa".

• El 31 de enero de 1995 manifestó que:

"…se percata como a 150 metros aproximadamente, tomando como referencia el puente de madera, se
detiene (una) la camioneta Blazer y los otros vehículos, ya que fue alcanzada por una ambulancia que
tenía las letras Delta, percatándose que efectivamente se trata del licenciado Colosio el cual se veía
herido y manchado de sangre en el pecho y la cara, encontrándose el de la voz a una distancia
aproximada de un metro con cincuenta centímetros, a un metro de distancia se da cuenta que
diferentes personas al parecer de su cuerpo de seguridad lo pasaron a la ambulancia y arrancó
inmediatamente con sirena prendida, siguiéndole todos los automóviles, que el de la voz no ayudó en
ningún momento a pasar el cuerpo del licenciado Colosio de un vehículo a otro y solamente observó
que posteriormente se dirigió corriendo a donde se encontraba estacionado su vehículo el cual lo
abordó y entabló comunicación por radio con el señor Alejandro Ibarra".

EN TODO ESTO, ¿QUÉ TENÍA QUÉ VER "EL CHAPO"?

El periódico estadounidense The Dallas Morning News publicó el 7 de agosto de 1999 un artículo
firmado por Tracey Eaton en el que refería un reporte del Centro de Inteligencia de El Paso,
dependiente de la DEA, así como del FBI.

El reporte sostenía que Joaquín Guzmán Loera había ayudado a financiar la campaña presidencial y
que uno de los socios del traficante planeaba contribuir con 3.5 millones de dólares. Más aún, el
documento indicó que "El Chapo" buscó al candidato presidencial porque consideraba que era "el
puntero".

El 25 de enero de 2000, las autoridades de Estados Unidos informaron a la autoridad mexicana que
según una fuente confidencial, una persona, de quien omitieron el nombre, había declarado que el
dinero de Guzmán Loera fue utilizado para cubrir los gastos de la campaña de Luis Donaldo Colosio, a
través de una persona que había ostentado la dirección del aeropuerto de Tijuana.

Relataron también que se había organizado una reunión de alto nivel en esa ciudad antes del asesinato
de Luis Donaldo Colosio para acordar la forma de dirigir fondos de un socio de la campaña.

El oficio 179/2000 del 3 de marzo de 2000 contenía los informes PGR-00-0038, PGR-00-0039 y
PGR-00-0040, signados por Michael G. Garlan, agregado de la Embajada de Estados Unidos. Los tres
comunicaron que en Estados Unidos había antecedentes criminales de la persona que dirigía el
Aeropuerto de Tijuana. Todos relacionaban a esa persona con actividades de narcotráfico y lavado de
dinero en varios estados de la Unión Americana y México, así como con miembros muy importantes
del narcotráfico mexicano. Pero el legajo de reportes también indicó que esa persona se encontraba
detenida y sentenciada a cadena perpetua, acusada por conspiración y posesión de cuatro toneladas
de cocaína en Texas.

En efecto, en México, la Policía Judicial Federal encontró una historia de narcotráfico. Había alguien
detenido en Estados Unidos que había traficado grandes cantidades de droga hacia Estados Unidos.
En 1993, esa persona había sido detenida en Baja California con un tráiler en el que transportaba siete
toneladas y media de cocaína dentro de latas de chiles, destinadas a ser entregadas en una bodega de
su propiedad, en Tijuana.

Esos datos se desvirtuaron con el tiempo.

Jamás se encontró la coincidencia entre un director del Aeropuerto de Tijuana y droga en latas de
chile.
Y cuando se le llamó a cuentas, Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo" Guzmán manifestó que no poseía
ninguna pista sobre el crimen de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Lo que sí transmitió es que Aburto le
dijo que él no había matado al licenciado Colosio, que había sido Jorge Sánchez Ortega.
ABURTO EN SUS FÁBULAS

Cuando conversa, Aburto Martínez es un hombre proclive a los monosílabos o al silencio. Pero en la
palabra sobre papel, sí ha sido generoso: ha escrito incluso detrás de sus dibujos o pinturas, casi
siempre sobre historias de desventura y justicia. Para elaborar su perfil psicológico, los especialistas se
basaron más en su escritura que en su palabra dicha. Ya fuera en la breve conversación -la que
mantuvo con "El Chapo"- como en la escritura, el mensaje de Mario Aburto Martínez ha sido uno: "Yo
no le disparé al licenciado Colosio".

Entre 1994 y 2000, Mario Aburto Martínez escribió 12 fábulas y decenas de cuentos cuya estructura y
contenido fueron analizados para los fines de la investigación criminalística de su caso. El chivo, el
búho, la tortuga, el camaleón, el gusano, el cerdo, el pato, las hormigas, el topo, la víbora y el zopilote
son algunos de los protagonistas de sus relatos. Los juicios y la injusticias son las circunstancias. La
libertad –siempre una justicia divina que llega a poner orden y brindar libertad- es la moraleja.

Los psicólogos contratados para el caso Colosio, dudaron de la autenticidad de la autoría y calificaron
esos textos como "lejanos a las reglas de la Literatura". Pero a la vez, los mismos analistas de la
conducta reconocieron la insistencia del interno a decir que es inocente.

"A través de sus fábulas, Mario Aburto indica que recibió presiones de infinidad de gentes de
diferentes estatus sociales: Presidentes, Congresistas, legisladores de diferentes partidos (…)
Gobernantes del Estado", se indica en los documentos de los psicólogos contenidos en el Informe de la
Investigación del homicidio del licenciado Luis Donaldo Colosio Murrieta, El Autor Material,
elaborado por la Subprocuraduría Especial para el Caso Colosio.

El escritor Augusto Monterroso, en 1996, en una entrevista, poco antes de presentar su libro "Cuentos,
fábulas y lo demás es silencio", dijo: "La vida es cruel. La literatura tiende a suavizar esa crueldad". En
la introducción a uno de sus textos de apuntes históricos, políticos y culturales, el asesino confeso,
dice:

"Pero Quién pudiera pasar por algo la necesidad imperiosa de escribir cuando por sus venas corre
la tinta que le apremia a realizar el rito sagrado de plasmar en el papiro las inquietudes; las
interpretaciones más claras, precisas, veraces y esactas de las cosas, que a juicio del actor y Su libre
albedrio le parescan".

Para él, escribir fue una actividad incesante en los primeros años de cautiverio. Leer, también. En el
tomo II del informe, se indica que desde su ingreso al Centro Federal de Readaptación Social
(Cefereso) de Almoloya de Juárez (hoy de El Altiplano) en 1994 y hasta 2000, solicitó 370 libros y 175
revistas. Los temas que más le interesaron fueron Economía política, textos clásicos y pintura. A partir
de 1999 fue menos asiduo a la lectura porque, según refirió, requería un ajuste en la graduación de sus
anteojos.

CUANDO LA PINTURA SIRVE PARA ESCRIBIR


La otra actividad ocupacional que Mario Aburto Martínez realizó con más constancia en sus primeros
años de reclusión fue la pintura. A las clases de música –donde aprendió a tocar guitarra y cantar
corridos- dejó de asistir a los dos años de ingresar al Cefereso. Al cine-debate fue de manera
esporádica. A las obras del taller mecánico no se adaptó porque no le permitieron utilizar el torno con
el alegato que sus manos eran lentas y hasta torpes (él le escribió una carta a la directora, pero la
respuesta fue negativa).

Los especialistas analizaron 32 dibujos y pinturas. Mario Aburto eligió como temas, los religiosos, los
paisajes, los bodegones, dos retratos de hombre, dos autorretratos y bustos de mujeres o mujeres
completas. Al analizar sus trazos, los especialistas no encontraron datos que reforzaran los aspectos
psicóticos de personalidad, atribuidos a su ser poco después de su detención. Reconocieron
"psiconeurosis mixta" que significa obsesión, histrionismo, depresión y quizá, hipocondria.

Al final, quedó asentado que Mario Aburto Martínez vive enojado, a disgusto con la sociedad, con sus
circunstancias, consigo mismo, que se opone a todo, que se contradice y que detesta su insatisfacción.
Refirieron que mostraba regresiones frecuentes que quizá coincidían con las experiencias cuajadas en
la impotencia para lograr la defensa y que esa, al parecer, era el área más afectada de su vida.

Si se toma en cuenta la opinión del tallerista y que cada cuadro y dibujo que hizo entre 1994 y el 2000,
tiene palabras escritas detrás o en un margen, lo que al interno le interesaba, en realidad, era la
escritura.

En 1997, el responsable de la clase de Pintura, indicó que el interno no hacía los dibujos frente a los
demás compañeros por temor a equivocarse pues no aceptaba nada que pudiera ridiculizarlo. En la
selección de colores, no usaba el negro porque para él significaba depresión. También prescindía del
rojo que era agresión. Sólo usaba colores pastel.

Un año después, el tallerista de pintura dijo que Mario Aburto Martínez tenía errores de perspectiva y
manejo de línea, y volvió a decir que no aceptaba errores. "Cuando se le corrige asume una actitud de
enojo, se molesta y dice que a él, nadie le enseñó nada". Dijo el profesor de Pintura que Aburto era
muy detallista en lo que pintaba, pero ese año -1998- evitaba el amarillo porque le causaba mareos.

"Mario tiene facilidad para dibujar, no así para la conceptualización de la idea; también se le dificulta
el manejo con los colores, prefiere los suaves que para él representan tranquilidad, no utiliza el
contraste, sus tonos los mantiene en una monocromía y dice que el color amarillo lo bloquea", expuso
el profesor ante elementos de la Subprocuraduría de los trazos de Aburto.

Hay dos dibujos que a la Subprocuraduría le parecieron importantes en la elaboración del expediente.
En uno aparecen dos niñas, una de las cuales es su hermanita, según dijo. El otro fue un autorretrato
en óleo con acuarela donde se encuentra sentado con un símbolo patrio. En realidad, el tallerista le
explicó a los psicólogos que no se trataba de ninguna alusión ideológica. La idea era dibujar a
Venustiano Carranza o Benito Juárez, pero como no le iban a salir bien, le pareció una falta de respeto
y prefirió dibujarse él.
Aunque, según el informe, la pintura ha estado en sus preferencias para ocuparse, Mario Aburto tuvo
uno de esos enojos que a través de estas dos décadas se le han atribuido en los perfiles psicológicos
dados a conocer por la PGR. Presentó sus trabajos en una exposición, pero dado que no le compraron,
se molestó y expresó que jamás volvería a participar. Una de las cosas que dijo es que le parecía
morboso exponer su obra.

En 2000, Mario Aburto le vendió algunos de sus trabajos a la encargada de la actividad de cine-debate
en 600 pesos. De esa cantidad, gastó 254 pesos en artículos para manualidades (pinceles y pinturas).
Ese mismo año se realizó una Expo Venta en Toluca donde Mario Aburto se animó a exponer de
nuevo.

PERFIL INASIBLE, SÓLO POSIBLE POR SUS PALABRAS

Con Mario Aburto Martínez se siguió una psicoterapia con temática libre, que durante los primeros
años se mantuvo en un nivel superficial, dado que el interno pidió cambio de psicólogos varias veces y
se mostró callado. En el informe sobre su caso, se reconoce que hasta el 2000, los profesionales de la
conducta no habían podido penetrar al nivel inconsciente.

Los psicólogos jamás se han retractado del diagnóstico de transtorno narcisista de la personalidad de
Mario Aburto Martínez. En 1998, ampliaron el diagnóstico con un transtorno paranoide, para lo cual,
consideraron que el interno debía ser evaluado en el contexto de la realidad que vivía. Aburto
reaccionaba al encierro con un mecanismo de defensa.

Si se toma en cuenta el número de visitas de Aburto Martínez en los primeros años de su prisión,
puede decirse que fue un hombre con muy poco contacto con el exterior. Entre 1995 y 1996, lo
visitaron su abogado, Héctor Sergio Pérez Vargas 16 veces; su defensor legal provisional, José
Clemente Navarro Marqués cuatro veces y el médico Jorge Mancillas Treviño, dos veces. También
estuvo María Luisa Martínez Pinones, su madre, sólo una vez, el 19 de abril de 1994. Acudió, por su
parte, la religiosa Mary Antonia Brenner en un par de ocasiones, en 1994 y otra en 1998. Una cuñada,
Alma Elizabeth Aburto, estuvo dos veces, en 1996. Y además está el registro de una amiga, Irma
Guerrero Magaña, en 1996, según datos de la PGR.

Esa instancia se negó a brindar información a la solicitud de un ciudadano para conocer las visitas que
Mario Aburto ha recibido en el penal de Puente Grande, Jalisco –a donde fue trasladado- ni en el de
Tabasco, donde su familia ha dicho que se encuentra ahora.

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