Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Geografias Final Completo PDF
Geografias Final Completo PDF
CITATIONS READS
2 1,005
5 authors, including:
Nicolas Espinosa
The University of Arizona
38 PUBLICATIONS 37 CITATIONS
SEE PROFILE
E
dana y el fortalecimiento institucional
l énfasis en la dimensión espacial de la violencia, el
DE LA GUERRA,
hizo parte de Odecofi el Grupo de In- investigación, Equipo Iner- Odecofi,
vestigación en Desarrollo Social, Gides,
nómicos, sociales, culturales y políticos y sus formas espa-
Universidad de Antioquia
de la Universidad de San Buenaventu- ciales. En esa línea de análisis, este libro, concentrado en Nicolás Espinosa, asistente de
EL PODER Y LA RESISTENCIA
ra de Cartagena. el Urabá y Oriente antioqueños, analiza la manera como el investigación,Equipo Iner- Odecofi,
En los primeros años de actividades
Odecofi ha venido analizando varia-
conflicto armado ha desencadenado nuevos procesos so- Universidad de Antioquia.
ciones y diferentes modalidades del ciales y reconfiguraciones socioespaciales producidos por
conflicto armado en tres grandes ma-
crorregiones del país (Suroccidente,
la interacción de las dinámicas de la guerra y las respues- Oriente y Urabá antioqueños 1990-2008
Oriente-Nororiente y Costa Caribe) y
tas de los actores regionales en esos territorios.
cinco subregiones (Urabá y Oriente an-
tioqueños, Montes de María, Córdoba Clara Inés García de la Torre
y Sucre, Bajo Putumayo) ubicadas en Clara Inés Aramburo Siegert, editoras
las zonas más conflictivas del país.
COLECCIÓN
TERRITORIO, PODER
COLECCIÓN TERRITORIO, PODER Y CONFLICTO Y CONFLICTO COLECCIÓN TERRITORIO, PODER Y CONFLICTO COLECCIÓN TERRITORIO, PODER Y CONFLICTO
© Cinep-Odecofi
Carrera 5ª No. 33A – 08
PBX (57-1) 2456181 • (57-1) 3230715
Bogotá D.C., Colombia
www.cinep.org.co
www.odecofi.org.co
Contacto: fergon39@hotmail.com
ISBN: 978-958-644-150-6
Marzo de 2011
Introducción general
El espacio y el tiempo en los conflictos del Oriente y Urabá antioqueños 13
Fernán E. González G.
PARTE 1
El Oriente antioqueño
Introducción 35
Mapas
Tablas
PARTE 2
El Urabá antioqueño
Presentación 263
Capítulo 1. Las territorialidades y el conflicto armado insurgente, 1960-1988 269
La diferenciación socioespacial y la noción de territorialidad 271
Tipos de territorialidad 275
Gráficas
porales, según los diversos momentos en que las regiones son afectadas por
el conflicto armado.
Por ejemplo, a diferencia del escenario regional del primer libro de la
colección, Una vieja guerra en un nuevo contexto. Conflicto y territorio en
el suroccidente colombiano, las regiones antioqueñas del oriente y el Urabá
se insertan tardíamente en la dinámica del conflicto armado. En ese libro,
concentrado en el suroccidente del país, Teófilo Vásquez comparaba las su-
bregiones de colonización campesina donde se originaron las Farc con los
territorios donde se expandieron en los años ochenta y noventa y las áreas
actuales de refugio y de proyección hacia las zonas fronterizas en su actual
momento de repliegue. En contraste con ese largo periodo, tanto el oriente
como el Urabá de Antioquia solo se convierten en objetivo de la guerrilla
cuando ellas deciden pasar de las zonas originales de su momento fundacio-
nal a regiones más integradas a la vida política y económica de la nación o
a espacios cuyo rápido crecimiento los va integrando al conjunto de la eco-
nomía nacional, aunque con grandes desigualdades sociales y económicas.
Estas dos situaciones pueden ilustrarse con las regiones objeto de es-
tudio de la presente obra: por una parte, el Oriente antioqueño no es un
área de colonización reciente ni una zona de frontera a punto de cerrarse,
como ocurre con los territorios donde se instalan inicialmente el ELN
y el EPL, sino de una región con una larga historia de población y de
inserción, tanto en el conjunto de las subregiones de Antioquia como en
las del resto del país. Por otra parte, el Urabá antioqueño ilustra el caso
de la ampliación de la presencia guerrillera hacia regiones en rápida ex-
pansión económica, donde las tensiones y desigualdades internas que se
desprenden de la manera desigual como las regiones se articulan a la vida
económica y política del conjunto nacional son aprovechadas por esas
agrupaciones para su inserción. Así, tales conflictos tienen que ver con la
combinación de los problemas sociales que acompañan la expansión de
la agroindustria del banano, los problemas de la colonización campesina
producidos por la expansión y consolidación de las haciendas tradicio-
nales de Córdoba y Sucre, el trabajo político de grupos de izquierda en el
mundo sindical de la zona bananera y la implantación de grupos urbanos
radicalizados en las territorios fronterizos donde se habían alojado des-
tacamentos guerrilleros de orientación gaitanista en la Violencia de los
años cincuenta.
Este contraste muestra la importancia que tiene la comparación de di-
ferentes espacios y momentos del conflicto armado, tanto según las carac-
terísticas internas de las regiones y subregiones como de acuerdo con sus
relaciones políticas y económicas con el conjunto de la nación. Lo mismo
que la necesidad de observar de manera más dinámica, tanto la configura-
ción social del territorio como sus interacciones con el resto del país. En
El espacio y el tiempo en los conflictos del Oriente y Urabá antioqueños 15
La perspectiva de análisis
En esta primera fase de la agenda nuestro particular interés fue abordar la pes-
quisa central desde una perspectiva en que lo “regional” hiciera parte del pro-
pio problema de investigación. Mientras otros equipos concentran su atención
en desentrañar las actuaciones del Estado o el proceso de desarrollo de las
regiones afectadas intensamente por el conflicto armado, así como sus mane-
ras diferenciadas de materializarse, o la manera como se comporta el conflic-
to armado según las diferenciaciones territoriales, nuestro grupo se centra en
conocer la manera como los procesos económicos, sociales y políticos, así como
las formas espaciales de los mismos, interactúan, se condicionan mutuamente
y dan por resultado una particular configuración o reconfiguración regional en
un lapso de tiempo determinado. En otras palabras, nuestros interrogantes se
forjan en torno de los asuntos que hayan problematizado el propio proceso de
construcción social del espacio; en nuestro caso, el de una región.
Este enfoque –expuesto de manera sistemática en dos capítulos1 del libro
“Universos socioespaciales. Procedencias y destinos”– acoge las conceptua-
lizaciones que desarrolló la geografía posmoderna, justamente aquella que
estima el espacio como una dimensión clave para la comprensión de la so-
ciedad, y en especial de los problemas de la desigualdad y el poder, asuntos
nucleares de nuestra agenda de investigación en el Odecofi.
1 “Nuevo enfoque para el análisis regional. Elementos para una discusión” y “Los estudios
regionales en Colombia. Una crítica desde los estudios socioespaciales”. En: Universos so-
cioespaciales. Procedencias y destinos. Clara Inés García y Clara Inés Aramburu, editoras
académicas, (2009). Bogotá: Siglo del Hombre Editores.
38 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
3 Hace alusión al artículo de Foucault que abrió a la ciencia social esta nueva manera de con-
cebir lo espacial: “Des espaces autres. Hétérotopies”, 1967.
40 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Las representaciones sociales serán también el otro concepto del cual nos
valdremos para dar cuenta de las “múltiples voces” que se debaten y pugnan
por orientar el proyecto regional que se propone actuar sobre el “desarrollo”,
el “territorio”, la “ciudadanía” y la “reconciliación”. Mediante este concepto
podremos analizar las maneras de ver, creer, conocer y reconocer el mundo
social por parte de los diversos actores; también podrán desbrozarse las dife-
rencias que separan las visiones dominantes de las alternativas, e identificar
el juego que tienen esas mismas visiones en el campo político –al construir
actores y fuerzas sociales, al permear otros discursos, al delimitar campos
de disputa–. Así “los sentidos del lugar”, en los que operan las identidades
políticas asociadas al territorio, como categoría espacial, estarán asociados
al trabajo de las representaciones sociales. Lo político atraviesa todo: espacio,
acciones colectivas, ciudadanía, representaciones sociales.
Entonces, necesariamente, el enfoque espacial adoptado tiene que rela-
cionar estos diferentes conceptos para dar cuenta de su objeto, toda vez que
las formas de apropiación y control que estructuran la geografía política de
la región pasan no solo por las formas que utilizan los actores de la guerra o
los factores económicos y políticos dominantes, sino también por las formas
que inventan los actores subordinados, que encuentran su recurso principal
en diversas modalidades de la actuación colectiva, la movilización social y
la construcción de ciudadanía. A su vez, el interrogante sobre los sentidos
del lugar se responde con base en la identificación de las representaciones
sociales que alimentan el discurso dominante o las que emergen como alter-
nativas y que tienen papel fundamental en la lucha política por imponer uno
u otro proyecto de región.
El concepto que, por su capacidad integradora, nos ha orientado en esa
dirección ha sido el de geografías del poder4, que permite tres cosas princi-
palísimas: la identificación de las diversas geografías que constituyen una
región, su comprensión a partir de las interacciones sociales y la doble di-
rección en que se configuran, esto es, la manera como los procesos sociales
asumen formas espaciales y configuran lugares, y la manera como las espa-
cialidades constituidas ejercen presión y condicionan las orientaciones espe-
cíficas de los procesos sociales. Con esta noción, pudimos abordar el análisis
espacial de las relaciones de poder en la región y dar cuenta, tanto de las
formas espaciales en que estas relaciones se materializan (las áreas geográ-
ficas en las que se estructuran la inequidad, la desigualdad, la dominación,
4 Para elaborar este concepto se consultaron textos de Massey, Agnew, Cairo-Cairu y García
Vargas.
Introducción 41
las jerarquías, al igual que aquéllas en que cobra forma la resistencia de los
poderes emergentes y alternativos), como de las maneras en que, a través del
espacio, se ejerce poder sobre los individuos y los grupos sociales.
El orden de la exposición
Hemos organizado de la siguiente manera la exposición de los resultados de
la investigación:
1 A mediados del siglo XVIII en el valle de Rionegro y Marinilla confluían las jurisdicciones
de Popayán, Mariquita y Antioquia. Véase Roberto Luis Jaramillo en “Historia de Antio-
quia”. Además, “a principios del siglo XVII, las vegas situadas a lo largo del alto Río Negro
habían sido cedidas a la ciudad de Antioquia como ejidos, por su primer dueño, el gober-
nador Gaspar de Rodas, y habían sido arrebatadas a ganaderos de Arma, Anserma y el
alto valle del río Cauca, y también a los de la capital (...) Por decreto virreinal de 1756 fue
incorporada a la provincia de Antioquia (Marinilla), a la cual pertenecía geográfica y eco-
nómicamente; y en 1787 fue creada villa independiente...” (véase Parsons. “La colonización
antioqueña”, pp. 66-67).
44 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 1
El Oriente antioqueño y su localización en el contexto nacional
El Oriente antioqueño: espacio, historia y reconfiguraciones 45
2 Véase Roberto Luis Jaramillo, (1988). “La colonización antioqueña”. En Melo, Jorge Orlan-
do, director general, Historia de Antioquia. Bogotá: Suramericana de Seguros.
3 Sergio Boisier, (1988). “Palimsesto de las regiones como espacios socialmente construidos”.
En Revista Oikos, No. 3, julio-diciembre, 1988, Medellín.
4 De acuerdo con las estadísticas del Censo Agropecuario 2005-2007, Secretaría de Agricul-
tura, Departamento de Planeación de Antioquia.
46 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
asumiera una nueva manera de relacionarse con su territorio, con los ac-
tores del poder y con la proyección de su futuro; el segundo, que se forjara
una memoria histórica a propósito del significado de las intervenciones de
agentes externos y sus megaproyectos y de la capacidad y potencialidad
que tiene la población de base de juntarse y actuar colectivamente en fun-
ción de un proyecto. Esta memoria intervendrá de manera singular en el
presente. Tales fueron, entonces, las tres claves que reconfiguraron “lo lo-
cal”, “la localización” y “los sentidos del lugar” que, en palabras de Agnew,
definen un lugar o región.
Pero lo más interesante de todo esto estriba en la forma como esas tres
claves actuaron y dieron el resultado que hoy está a la vista, y que han teni-
do particular influencia sobre la manera como la escalada de la guerra de
los últimos doce años actuó sobre ese territorio, esto es, sobre las geografías
del poder y los sentidos del lugar. En el primer capítulo vamos a mostrar el
primer aspecto: en qué sentido intervino cada uno de los tres factores enun-
ciados, cómo ellos interactuaron y qué resultado arrojaron como proceso de
reconfiguración regional en los últimos cincuenta años de historia colom-
biana. Los capítulos siguientes se ocuparán del segundo aspecto: la manera
como esta configuración regional interactúa con la guerra, con la economía
y con las respuestas sociales a ese conflicto.
Durante los últimos sesenta años tuvo lugar un proceso de construc-
ción de región que presenta una doble faz. De una parte, la conducta de
las fuerzas del desarrollo económico –de la “mano invisible”– que inter-
vienen en un territorio con anterioridad enteramente “campesino” y que
lo parten en dos: un altiplano industrializado y urbanizado vinculado
con el Valle de Aburrá y una amplia zona periférica –en términos de
índices socioeconómicos, de posibilidades de comunicación e informa-
ción, de capacidades en el ejercicio ciudadano y de poblaciones sujetas
a los vaivenes de los grupos armados sobre su territorio. De otra parte,
la actuación del Estado, que por medio de la Corporación de Desarrollo
Regional (Cornare), creada en 1984, reordena el territorio y le “inventa”
su nueva coherencia para el discurso y para la gestión. Por su parte, con
el correr del tiempo las movilizaciones sociales fueron anudando políti-
camente el conjunto del territorio denominado Oriente antioqueño, al
asumirlo como uno y propio, al actuar al unísono y en un mismo sentido
y al formular propuestas colectivas sobre él.
En otras palabras: mientras la fuerza de la dinámica económica fracturaba
el territorio, las fuerzas de la producción discursiva y de la gestión del Estado
lo unificaban, al igual que lo hacían –con otros sentidos– los pobladores con sus
El Oriente antioqueño: espacio, historia y reconfiguraciones 47
adicionales sobre el conjunto del territorio, pues, a pesar de que las centra-
les hidroeléctricas se asientan en la vertiente oriental, y de que la autopista
Medellín-Bogotá atraviesa toda la región, los efectos reales del “desarrollo”
se concentran en una pequeña porción de sus municipios y ocasionan así la
fractura del Oriente en dos escenarios. En otras palabras, todo lo que suele
afirmarse acerca del “desarrollo” del Oriente antioqueño está referido al de-
sarrollo del Altiplano y, dentro de éste, especialmente de cinco municipios:
Rionegro, como su polo, y Marinilla, La Ceja, El Carmen de Viboral y El
Santuario.
5 Para citar dos ejemplos recientes: el Foro por la Reconciliación, realizado en La Ceja en
septiembre de 2007, y la Asamblea Provincial Constituyente, en octubre de 2008.
El Oriente antioqueño: espacio, historia y reconfiguraciones 51
6 En cuanto a acciones colectivas, observamos especialmente las de los pueblos que sufren los
efectos que provocan las obras de las centrales hidroeléctricas y la inundación de sus tierras
(Guatapé, El Peñol, Granada, San Rafael) y las de Rionegro y Marinilla, como poblados
centrales del altiplano que se solidarizan con los primeros. Véase García, 1994b, Anexo 2,
Movilizaciones locales cívicas y gremiales, 1960-1990.
52 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
7 Por ejemplo, en octubre de 1982, a tiempo con el segundo paro cívico regional del Oriente
antioqueño, tenían lugar otros en Barranquilla, Riosucio, Tocaima, Villavicencio, Mocoa y
Leticia. Véase: Clara Inés García, op. cit., Mapa No. 6, Geografía nacional del movimiento
cívico de octubre de 1982, p. 100.
8 Véase en el capítulo II de este libro, acápite “Territorialidades y formas de inserción de los
actores armados”.
El Oriente antioqueño: espacio, historia y reconfiguraciones 53
250
214
200
164
150 147 152 148 143
127
120
100
89
56 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
74
Eventos de Conflicto
57
50 44 47
35
24 28
17 19
9 8
0
1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Serie1
Fuente: Cerac
La geografía política del conflicto armado en la región 57
1997 cuando las cosas cambian, cuando la guerra que se libra en Colombia
incluye de manera frontal y decidida al Oriente antioqueño.
Entre 1997 y 2007 el conflicto armado asciende en la región. Espacial-
mente se puede apreciar también una expansión de los territorios involu-
crados: si durante los primeros diez años del periodo estudiado los grupos
guerrilleros se asentaron en torno de los municipios de Embalses y de San
Luis –donde recientemente se había inaugurado la autopista Medellín-Bogo-
tá–, para la década siguiente, por motivo de la escalada bélica, es el conjunto
de los municipios del “oriente lejano” –compuestos por las subregiones de
Embalses, Bosques y Páramos– el que concentra el grueso de los eventos
armados en el territorio, y el municipio de San Luis resulta ser el principal
afectado (véanse mapas 2 y 3).
En la década de la escalada del conflicto armado en la región –como en-
seña la gráfica 1– es posible distinguir tres periodos:
Mapa 2
Índice de eventos de conflicto.
Oriente antioqueño, 1988-1997
La geografía política del conflicto armado en la región 59
Mapa 3
Índice de eventos de conflicto.
Oriente antioqueño, 1998-2007
60 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
90
80
70
60
20
10
0
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
-10
Fuente: Cerac
La geografía política del conflicto armado en la región 61
62 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
El Ejército Nacional
La georreferencia de sus acciones en tres cortes temporales de especial ac-
tividad armada da cuenta del cambio de actitud de la fuerza pública en la
región. Si en el año 2001 (año del mayor número de masacres paramilitares
y acciones del ELN) las Fuerzas Armadas apenas tenían operaciones margi-
nales, concentradas en el cuidado del complejo hidroeléctrico (subregión de
los Embalses), y sus enfrentamientos estaban dirigidos exclusivamente contra
las guerrillas (ninguno contra los paramilitares), para 2004 su radio de acción
se extiende a lo largo de las subregiones de Embalses (nororiente), Bosques
(centro-oriente, por la zona de la autopista Medellín-Bogotá, dominada por
las guerrillas) y Páramos (sur). Allí mismo, su presencia se hace todavía más
intensa en 2007, al finalizar el periodo (véanse los mapas 4, 5 y 6). Este cambio
Mapa 4
Acciones unilaterales fuerzas del estado.
Oriente antioqueño, 2001
64 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 5
Acciones unilaterales fuerzas del estado.
Oriente antioqueño, 2004
La geografía política del conflicto armado en la región 65
Mapa 6
Acciones unilaterales fuerzas del estado.
Oriente antioqueño, 2007
66 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
“Entonces, como les digo, ante esas situaciones, el oriente, en esa mala resolu-
ción de conflictos del movimiento cívico nosotros no hemos podido encontrar el
punto de unión o de articulación que nos diga: ‘¿Vio? Esto se acabó, esto empezó’,
pero sí tenemos casi la certeza que desaparece. El movimiento cívico es acabado,
y entonces van apareciendo las guerrillas, el ELN, las Farc, el EPL, bueno, van
apareciendo justo de manera muy fuerte en las localidades más débiles. Se fueron
posicionando mucho más” (Entrevista a Patricia Aristizábal, 2007).
La geografía política del conflicto armado en la región 67
2 El mapa 7 corresponde al año 1998, cuando se inicia la escalada; el mapa 8 del año 2000,
tiempo de su mayor actividad, y el mapa 9 del año 2007, momento en que se observa la
mínima expresión a que han llegado las confrontaciones en la región.
3 Véase “Farc contra Eln”. En Revista Semana, 2 de marzo de 2007. Disponible en: http://www.
semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=100803 (Consultado en marzo de 2008).
68 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 7
Acciones unilaterales del ELN.
Oriente antioqueño, 1998
La geografía política del conflicto armado en la región 69
Mapa 8
Acciones unilaterales del ELN.
Oriente antioqueño, 2000
70 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 9
Acciones unilaterales del ELN.
Oriente antioqueño, 2007
La geografía política del conflicto armado en la región 71
“Eso se van dando copamientos de las áreas donde actuaban antes y (las Farc) co-
mienzan a imponer también sus condiciones. Ese es un copamiento casi que como
natural, (en la forma) como ellos entran ahí. En una época hubo aquí en la región,
inclusive, hasta combates entre ellos mismos, eso en el año 2000, 2001, por el tema
del territorio. Pero, sin embargo, tienen unos objetivos similares. Llegaron como a
acuerdos y se respetaban zonas e inclusive se apoyaban. En muchas ocasiones las Farc
les daban protección a los elenos, porque son más fuertes. Y una vez ya salen de ahí,
del territorio, el que es más fuerte tiene más posibilidad o más capacidad de coparlos”.
Durante los años 2001 y 2002 el ELN accedió a los acercamientos con los
alcaldes de la región; entretanto las Farc amenazaron a todos los funciona-
rios públicos, impidieron el paso de dichos contactos y se opusieron a la idea
del ELN de concertar acuerdos con las administraciones municipales. Ad-
ministraciones que las Farc desconocieron, al declararlas objetivo militar4.
No obstante, el predominio militar que las Farc adquirió en el Oriente
antioqueño a partir de ese momento hizo que el ELN finalmente también se
sumara al tipo de acciones armadas implementadas por las Farc en el perío-
do y que comenzaron a afectar directamente a la población civil: atentados,
bombardeos a pueblos y reclutamiento forzoso de jóvenes, tipo de acciones
que se generalizaron como mecanismos de guerra.
Finalmente, ante el distinto cúmulo de presiones políticas y militares,
el ELN desaparece del panorama. Según testimonios obtenidos durante el
trabajo de campo, entre la población circulan rumores que dan cuenta de
numerosas deserciones del ELN hacia el bando paramilitar y de coman-
dantes del ELN que hicieron el tránsito, no solo a posiciones cercanas a los
paramilitares (como es el caso de Byron, comandante del ELN detenido en
Itagüí), sino también a las Farc, guerrilla que a partir de 2001 incursionara
desde sus parajes históricos (la zona noreste de Embalses y la zona sureste
de Páramos) a las áreas de tradicional dominio del ELN.
4 Véase “Amenazas de Farc impiden contactos entre alcaldes y ELN”. Noviembre de 2002.
Disponible en: http://www.orientevirtual.org/?2,252,es (consultado en marzo de 2008).
72 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Los paramilitares
Los grupos paramilitares que han hecho presencia en el Oriente antioque-
ño han sido diversos: las Accu, de Carlos Castaño; las Autodefensas del
Magdalena Medio, de Ramón Isaza; el Bloque Metro y los bloques Cacique
Nutibara y Héroes de Granada. Las Accu señalan su primera incursión en la
región, hecha en 1998, con una masacre cometida en una vereda de La Ceja
(Altiplano) y luego con otra del corregimiento El Jordán, perteneciente al
municipio de San Carlos, subregión de Embalses. Existe además referencia
sobre una incursión en el oriente hecha por integrantes del Bloque Central
Bolívar durante la disputa interna que se presentó en las AUC entre los líde-
res paramilitares y el Bloque Metro6.
5 Clara Inés García 1994b. “El movimiento cívico del Oriente antioqueño”. Informe Colcien-
cias, 2004, tomo II de “Movimientos cívicos y regiones”.
6 1988: autodefensas de Ramón Isaza; 1995-1998: Accu (1998: primera incursión en una ve-
reda de La Ceja, donde cometieron una masacre. Luego, en el corregimiento El Jordan, de
San Carlos, otra masacre inaugura el dominio paramilitar de la zona. 1998-2003: Bloque
Metro (hasta 2002, como parte de las AUC. Desde entonces, y hasta su desarticulación por
parte del Bloque Cacique Nutibara, fue una disidencia). 2003: el Bloque Central Bolívar
disputa con el Bloque Metro el control de La Ceja y El Santuario (Vicepresidencia, 2004).
En septiembre se enfrenta con el Bloque Cacique Nutibara y desaparece del panorama del
Oriente antioqueño. 1998-2005: Frente José Luis Zuluaga de las Autodefensas del Magdale-
na Medio-Ramón Isaza. (Vicepresidencia, 2004; Garzón, 2006; Romero, 2007).
La geografía política del conflicto armado en la región 73
Mapa 10
Acciones unilaterales Farc.
Oriente antioqueño, 2001
74 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 11
Acciones unilaterales Farc.
Oriente antioqueño, 2002
La geografía política del conflicto armado en la región 75
Mapa 12
Acciones unilaterales Farc.
Oriente antioqueño, 2007
76 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
7 Grupo paramilitar originario del Valle de Aburrá que tuvo injerencia en Medellín y el Nor-
deste y el Oriente antioqueños.
La geografía política del conflicto armado en la región 77
Mapa 13
Acciones unilaterales paramilitares.
Oriente antioqueño, 1998
78 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 14
Acciones unilaterales paramilitares.
Oriente antioqueño, 2001
La geografía política del conflicto armado en la región 79
Mapa 15
Acciones unilaterales paramilitares.
Oriente antioqueño, 2003
80 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
fico8. Por tal motivo, este Bloque es enfrentado y subsumido por los
bloques Central Bolívar9 y Cacique Nutibara. En el año 2003 el Blo-
que Metro desaparece del panorama.
• En ese mismo año se inicia el proceso de desmovilización parami-
litar en Colombia. El Bloque Cacique Nutibara es el primer grupo
paramilitar del país que acoge el proceso de desmovilización y acepta,
en diciembre de 2003, concentrar más de 800 de sus integrantes de
las comunas urbanas de Medellín en el municipio de La Ceja, en el
Oriente antioqueño. Es liderado por Diego Fernando Murillo Bejara-
no, ‘Don Berna’ o ‘Adolfo Paz’, quien, según aseguró la Vicepresiden-
cia de la República (2004: 5), “ha dado muestras de llevar a cabo un
proceso de paz”. Se trataba de una federación de estructuras armadas
extendida sobre territorios antes controlados por las Farc, el ELN y el
Bloque Metro. Una vez desaparece del panorama, el Bloque Héroes de
Granada entra a copar el territorio. Este último bloque se desmoviliza
en 2005.
8 Juan Carlos Garzón (2006), de la Fundación Seguridad y Democracia, señala que en los
cuatro primeros meses de 2003 se hicieron intentos de conciliar con el Bloque Metro. Sin
embargo, en mayo comenzó una arremetida de la organización paramilitar contra esta es-
tructura, “con choques armados en Amalfi, La Ceja y Santa Bárbara; en junio se extendieron
a Segovia y El Santuario y en agosto se registraron en Santo Domingo y Yalí, en el nordeste
antioqueño; finalmente, la fuerza de Rodrigo terminó replegada en San Roque, de donde
fueron desterrados. Todo esto antecedido por una fuerte confrontación entre el Bloque Me-
tro y el Bloque Cacique Nutibara en la ciudad de Medellín, que se fue extendiendo al Oriente
antioqueño”.
9 Bloque Central Bolívar (2003) disputa con el Bloque Metro el control de La Ceja y El San-
tuario (Vicepresidencia, 2004). En septiembre se enfrenta con el Cacique Nutibara y desapa-
rece del panorama del Oriente antioqueño.
La geografía política del conflicto armado en la región 81
Mapa 16
Presencia paramilitar.
Oriente antioqueño, 1998-2006
82 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 17
Acciones armadas, Antioquia, 1993
La geografía política del conflicto armado en la región 85
Mapa 18
Acciones Armadas, Antioquia, 2001
86 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 19
Acciones unilaterales ELN.
Oriente antioqueño, 2001
88 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 20
Índice de acciones unilaterales escalada paramilitar.
Oriente antioqueño, 2000-2002
La geografía política del conflicto armado en la región 89
misma región con integrantes nacidos allí; miembros del ELN confirman esa
identidad:
“También hay que decir que quienes habitamos el Oriente antioqueño nos hemos
expresado de múltiples formas: movilizaciones populares, paros, participación en
movimientos cívicos, cuerpos colegiados, alcaldías, ¿y cual ha sido la respuesta?
Desaparición, torturas, masacres, desplazamientos, humillación y degradación
del ser humano. Se han agotado todas las vías constitucionales y legales existen-
tes. No hubo y no hay otra forma posible al día de hoy, para los que habitamos
la región, que la de organizarnos en guerrillas. De eso son y somos conocedores
los habitantes y gobernantes. Precisamente de estas humillaciones y atropellos
surgen varios frentes guerrilleros, entre ellos el Carlos Alirio Buitrago, el Bernar-
do López Arroyave, el Noveno Frente de las Farc, donde actualmente militamos
muchos de esos líderes que intentamos agotar todas esas instancias de lucha por
la vida digna (…)”. (www.patrialibre.org, 2003).
“Algunas entrevistas que tuve con comandantes del ELN y de las Farc decían que
sus hombres habían construido las centrales hidroeléctricas, algunos de sus hom-
bres; que ellos conocían muy bien los territorios, muy bien los caminos, los atajos,
las personas solidarias en las veredas. Entonces, hay, por un lado, una relación con
las comunidades. Yo creo que desde el principio ha sido directa, sobre todo frente
a zonas veredales de ciertos municipios, y que además ahí había en la militancia
personas propias de la región. O sea, nunca fue una guerrilla que trajo boyacen-
ses, tolimenses, para meterlos en un lugar extraño. No. Formó la gente, la atrajo
al reclutamiento, les vendió la promesa de la utopía socialista en este territorio.
Entonces uno, aunque se encuentre uno que otro costeño o algún comandante
de los de afuera, uno encontraba campesinos militantes del oriente” (Entrevista
a Pedro Chica).
“…al menos para los procesos locales de carácter humanitario que tuvimos en
San Luis y en la zona de bosques, se convirtieron en una oportunidad: muchas de
las acciones, de las tensiones fuertes que generaban ellos como grupo de guerri-
lla –bien fuera contra la autopista, contra la empresa cementos Rioclaro, contra
las administraciones municipales, dondequiera que pusieran el foco de sus ac-
ciones–, tenían alguna posibilidad de solución, de contención, de aplazamiento
(…) lo manejábamos en esos términos, por las redes de los afectos entre los res-
ponsables de esos grupos armados, los jefes, sus células armadas o patrullas, las
que despliegan la acción violenta, y las familias que terminaban afectadas con las
acciones de ellos, las redes vecinales, veredales” (Entrevista a Pedro Chica).
“Doña Berta era la secretaria y la que coordinaba todo, porque, como yo era con-
cejal… Fuera de eso, yo trabajaba, era madre de familia, tenía a mis hijas estu-
diando, pero sí, yo estaba ahí… Hicimos un trabajo en el 2000, luego se nos viene
la población de la autopista desplazada. Luego, como el conocimiento para no-
sotros era que las autodefensas eran las que los habían desplazado, entonces em-
pezamos a hacer contactos con las autodefensas del Magdalena Medio, hasta que
nos admitieron que lleváramos. Fuimos como con doscientos desplazados. Los
llevamos allá y tuvieron una reunión y ellos mismos autorizaron que volvieran a
11 “Sí, hay alguna diferencia entre McGiver, si lo vemos diferente, como una ínsula, ahí, a los
actores clásicos como Mancuso, como Castaño. ¿Qué caracterización le damos al tipo? Una
diferencia central, por ejemplo: y es que McGiver es de la zona, ha vivido en la zona y nunca
quiso crecer, se quedó en su zona. Entonces, es como un rey feudal en esa zona del Magda-
lena Medio (…) McGiver siempre estuvo ahí y se quedó ahí, yo no sé con qué tanto reflejo
y crecimiento hacia San Francisco, San Luis…” (Entrevista a Pedro Chica).
92 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Otro de los campos en que pueden observarse los efectos que tienen las
características socioespaciales de los grupos armados corresponde a la etapa
de desmovilización paramilitar. El Oriente antioqueño no produjo interna-
mente grupos paramilitares; sus regiones vecinas sí lo hicieron. Y es a partir
de ellas (el Magdalena Medio, el Nordeste antioqueño y el Valle de Aburrá)
como el paramilitarismo incursiona y actúa en el Oriente antioqueño. Como
indicador del asunto podemos apreciar que la desmovilización de quienes
operaron en esta región se produce masivamente en las zonas vecinas. Así lo
manifiesta también el número de desmovilizados que se quedaron viviendo
en los municipios del “lejano oriente” antioqueño y que, grosso modo, oscilan
entre 10 y 20 desmovilizados por municipio, con excepción de San Carlos,
que tuvo 4212.
Ello plantea diferencias al proceso de posconflicto en una zona donde se
asienta una significativa cantidad de desmovilizados (casos de Urabá o Mag-
dalena Medio, por ejemplo), al que se dé en una jurisdicción que, a pesar de
haber sido igualmente golpeada por estos grupos como las anteriores, no los
aloja masivamente en su seno.
Para cerrar esta parte del texto –dedicada a mostrar los tres ámbitos de la
guerra donde se manifiestan los elementos sociespaciales que tienden a re-
forzar la idea de un Oriente antioqueño como unidad territorial–, conviene
afirmar que esta fuerza actúa de dos maneras:
14000
12000 12551 11950
10000
11059
3186
2000
1310
0
Totales desplazados
1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
Años
Fuente: Codhes
La geografía política del conflicto armado en la región 95
Mapa 21
Índice de impacto del desplazamiento, 1997-2007.
Oriente antioqueño y destinos intrarregionales
96 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Es una disparidad que mantiene y refuerza la “fractura” entre los dos. Obser-
vemos un indicador adicional de lo afirmado: la curva de eventos totales del
conflicto, por subregiones. En el año 2005, y en lo que toca con eventos ar-
mados, el Altiplano recupera el estado original de seguridad que presentaba
en 1997 (el momento anterior a la escalada del conflicto armado en la región
y en el Altiplano) (véase gráfica 4). Por el contrario, las tres subregiones del
oriente lejano no solo no llegaron, en su punto más bajo, a nada parecido a
sus niveles originales de diez años antes, sino que, por el contrario, y después
de haber experimentado un descenso, el nivel del conflicto armado vuelve a
ascender a partir de 2006.
90
80
70
60
50 Altiplano
Promedio Regional de Eventos
40
30 29
28
20 19 21 19
12 17 11 9
10 10
7
0
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Fuente: CERAC
Fuente: Cerac
La geografía política del conflicto armado en la región 97
98 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 22
Índice de localización anual de desplazamiento forzado, 1999
La geografía política del conflicto armado en la región 99
Mapa 23
Índice de localización anual de desplazamiento forzado, 2001
100 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 24
Índice de localización anual de desplazamiento forzado, 2004
La geografía política del conflicto armado en la región 101
Mapa 25
Índice de localización anual de desplazamiento forzado, 2007
Gráfica 5
Eventos totales del conflicto por subregiones.
Oriente antioqueño, 1997-2007
90
85
80
76
73
70
64
60 60 Altiplano
55
50 50 52 Bosques
49
44 45 45 46 45 Embalses
40 39 41 39 39 Páramos
37
Promedio Regional de Eventos
102 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
30 28 29
24 26
21 23
20 19 19
17 17 16 15 17
10 12 12 11 10
9 7 9
6 6
0
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Fuente: CERAC
Fuente: Cerac
La geografía política del conflicto armado en la región 103
40
35 35
30
25
20 19
15 16
12
104 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
10
7 7
5 4 4 4
0 0 0
-5
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Fuente: CERAC
Fuente: Cerac
Gráfica 7
Masacres paramilitares.
Oriente antioqueño, 1997-2007
30
26
25
20
15
12 12
10
6
5 4
2 1 1
0 0 0 0
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
-5
Fuente: CERAC
Fuente: Cerac
La geografía política del conflicto armado en la región 105
106 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 26
Acciones unilaterales fuerza del estado.
Oriente antioqueño, 2003
La geografía política del conflicto armado en la región 107
Mapa 27
Acciones unilaterales fuerza del estado.
Oriente antioqueño, 2007
108 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 28
Expansión de cultivos de ilícitos.
Oriente antioqueño, 2004-2006
La geografía política del conflicto armado en la región 109
a lo largo de los últimos sesenta años. Pues, de una parte, evidencia las dife-
rencias geopolíticas de sus distintos territorios a través de la acción de los
actores armados y refuerza sus fracturas como el principal de sus efectos
socioespaciales, pero, por la otra, también muestra que lo que se denomina
Oriente antioqueño está conformado por factores que permiten entenderlo
como una unidad socioespacial distinta de otras, que esos factores también
inciden en la orientación de la guerra y que la guerra acaba a la vez por re-
forzarlos.
Como uno de los aspectos que hacen posible la comparación entre regio-
nes diversas, este punto es crucial. ¿En qué condiciones la guerra se amolda
a las características de la estructura regional y en qué condiciones la guerra
interfiere y reconfigura estructuras regionales?
90
85
80
76
73
70
64
60 60
55
50 50 52
49
44 45 45 46 45
40 41
39 37 39 39
30 28 29
25 24 26
21 23
20 19 19
17
15 17 17 16 15 17
14 14 14 12 12
10 10 11
10 9 11 9 10
8 7 8 8 8 7
110 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
4 5 6 6
4 4 6 4 6 6
2
1 2
1 3
2 2 1 1
0 0 0
1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
-10
Altiplano
Bosques
Embalses
Páramos
Promedio Regional de Eventos
Fuente: Cerac
Gráfica 9
Acciones unilaterales de grupos armados
en el Oriente antioqueño, 1997-2007
90
80
70
60 Fuerzas del estado
50 Paramilitares
40 Farc
30 Eln
Promedio de Acciones
20
10
0
-10
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Fuente: Cerac
La geografía política del conflicto armado en la región 111
112 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 29
Índice de competitividad. Departamento de Antioquia.
Gráfica 10
Ingreso municipal, 1997-2007
60
240
55
220
50
200
45
180
40
160
140 35
Millones de pesos. (Oriente lejano)
116 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
100 25
2000-I
1997-I
1998-I
1999-I
2007-I
2006-I
2005-I
2004-I
2003-I
2002-I
2001-I
2000-III
1997-III
1998-III
1999-III
2007-III
2006-III
2005-III
2004-III
2003-III
2002-III
2001-III
oriente cercano oriente lejano (eje secundario)
Polinómica (oriente cercano) Polinómica (oriente lejano (eje secundario))
Gráfica 11
Matrículas y renovaciones del registro mercantil del Oriente antioqueño
por subregiones 1997-2006
20000
16000
Número de matriculas y renovaciones
12000
8000
4000
0
1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009
Matrículas y renovaciones
Subregiones Promedio Particiapcion
1997-2009 regional
ALTIPLANO 12728 89,32%
EMBALSES 707 4,96%
PARAMO 580 4,07%
BOSQUES 236 1,66%
ORIENTE 14250 100%
16000
1400
Número de matriculas y renovaciones
14000
1200
12000
1000
10000
800
8000
600
6000
400 4000
200 2000
0 0
1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009
por municipios. Obtuvimos así un cuadro muy distinto del aportado por la
panorámica anteriormente expuesta, y mucho más diciente acerca de cómo
estas dos dimensiones sociales interactúan en la región.
La variación de los ingresos municipales entre 1997 y 2007 permite apre-
ciar los resultados con respecto a la relación entre el conflicto armado y la
afectación de los niveles de ingresos, como muestra la tabla 1.
El Carmen de Viboral
2002-2004 Rionegro La Ceja El Santuario (sube de cluster) Abejorral El Peñol Concepción-Alejandría
Tabla 1
Fuente: Superintendencia Financiera. Registro de captaciones bancarias por municipio, 2007. Captaciones bancarias. Nota: Análisis de cluster por el método
de conglomerados jerárquicos. (Los municipios que experimentaron cambios dentro de la década se resaltan en negrillas e itálicas)
Convenciones: Itálicas: asciende en el mismo cluster. Itálicas: asciende de cluster. MAYÚSCULAS: desciende en el mismo cluster. MAYÚSCULAS: des-
Economía regional y conflicto armado 119
ciende de cluster
120 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 30
Crecimiento económico durante la escalada
del conflicto armado en el Oriente antioqueño, 1997-2007
Gráfica 12
Índice de localización de eventos de conflicto armado
y economía municipal.
2,5
1,5
0,5
0
122 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Argelia
Guarné
La Ceja
Cocorná
Granada
Guatapé
Abejorral
Alejandría
Concepción
El Santuario
Carmen de viboral
Índice de localización de eventos de conflicto Índice de localización de economia regional
3,5
San Luis
3
Concepción
San Carlos
2,5
San Francisco
2
Granada
Sonsón
1,5
Argelia
5 Si bien el conjunto de los municipios del “altiplano” se han beneficiado de múltiples formas
del polo de desarrollo que se formó en los cuatro municipios enunciados, y gozan por tanto
de niveles de calidad de vida (vías, comunicaciones, salud, educación, infraestructura social,
etc.) significativamente mayores a los del resto de los municipios del oriente lejano, a la hora
de jerarquizar las dinámicas económicas y de conflicto armado observamos que, a pesar de
todo, dichas dotaciones no han desencadenado verdaderos procesos de cambio estructural
y desarrollo de sus economías.
Economía regional y conflicto armado 125
casos aislados y únicos, pues ellos comparten estas mismas condiciones con
otro conjunto de municipios asentados a todo lo largo –de sur a norte– del
llamado oriente lejano.
Desde este punto de vista podemos, para algunos efectos, concebir la re-
gión del Oriente antioqueño como diferenciada internamente de la siguiente
manera:
Mapa 31
Subregionalización según promedio de ingresos municipales.
Oriente antioqueño, 1997-2007
Economía regional y conflicto armado 127
6 Se analizaron los siguientes cultivos: café, fríjol, caña para panela, papa, maíz, tomate chon-
to, yuca, plátano, cacao y mora.
7 En la recolección, sistematización y análisis de la información correspondiente a este acápite
colaboró la economista Claudia Medina Palacio.
128 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 32
Extensión agrícola relativa (%).
Oriente antioqueño, 1993-1996
Economía regional y conflicto armado 129
Mapa 33
Extensión agrícola relativa (%).
Oriente antioqueño, 1996-2002
130 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Mapa 34
Extensión agrícola relativa (%).
Oriente antioqueño, 2002-2007
Gráfica 14
Estructura económica regional, 1994-2002 y 2003-2005
Minería
Industria
Construcción
0 5 10 15 20 25 30
Conclusiones
Podemos concluir entonces:
1 Para el análisis socioespacial que se realiza en este documento nos basamos en autores como
Agnew et al., 2005; Massey, 1999; Gupta y Fergusson, 1992; Soja, 1996, y Derek, 2005.
Guerra, ciudadanía y región 137
2 Entendemos por resistencia la acción colectiva que articula prácticas no violentas que van
dirigidas a socavar, o al menos ponerle algún tipo de talanquera, al poder del que domina
y ejerce la violencia; a obtener un sentido de control propio que desafía al miedo, a reparar
y recrear los elementos de cultura e identidad golpeados o destruidos por la violencia que
se emplea como método para aplastar la voluntad, y a buscar soluciones a las derivaciones
de la guerra y al conflicto social (véase Carolyn Nordstrom, “A different kind of war story”,
University of Pensilvania Press, 1997. Michael Randle “Resistencia civil, “La ciudadanía
ante las arbitrariedades de los gobiernos”, Paidos, España, 1994. Paul Routledge, “Terrains of
resistence. Non violent social movements and the contestation of place in India”, Forword by
John Agnew, USA, 1993.
3 Esta información proviene del trabajo de campo. San Luis fue el primer municipio que rea-
lizó este tipo de acción de manera abierta (1996), y su ejemplo fue seguido en los años
siguientes por San Francisco, Cocorná, Sonsón, Marinilla y El Carmen de Viboral.
4 Asociación de Mujeres del Oriente, Red de Jóvenes, Red de Asociaciones de Juntas de Ac-
ción Comunal, Sistema Regional de Planeación. Parcialmente convoca el Consejo Subre-
gional de Alcaldes, la Asociación de Personeros y la Asociación de Concejales (tomado de
“Buenas prácticas para superar el conflicto”. Disponible en: www.saliendodelcallejon.pnud.
org.co/buenas_practicas.shtml
138 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
“Estamos contra la guerra y queremos protegernos de ella y ese contra la guerra era
no contra su proyecto político-militar sino que su proyecto político-militar no tiene
que estar contra nosotros y agredirnos a nosotros como sector social” (Pedro Chica,
entrevista, 2007).
“Lo que pasa aquí… yo te hablo desde lo que uno escuchaba de esos responsables o
jefes guerrilleros: cualquier iniciativa de paz que no sea capaz de asumirse, que no sea
5 No son muchos los casos colombianos que se han destacado por plantear acciones de re-
sistencia regional a los actores armados en los propios territorios del conflicto y en directa
relación con el mismo. En este sentido, los mayores y más contundentes ejemplos de re-
sistencia a los actores armados los han dado las comunidades indígenas, las comunidades
negras de la región Pacífico y la población del Magdalena Medio, además de la población del
Oriente antioqueño.
Guerra, ciudadanía y región 139
“… todos los actores armados son de la región, los grupos paramilitares llegan de afuera
(en su mayoría), pero reclutan jóvenes hombres y mujeres de la región, y la fuerza
pública también cuenta con efectivos oriundos del Oriente, lo que hace pensar a las
mujeres que es necesario trabajar por el horizonte de la reconciliación, ya en el mo-
mento de un desarme o desmovilización de combatientes no se puede expulsar a nin-
guno de ellos; éstos regresarán a sus hogares (en el Oriente), sin importar a qué bando
pertenecen. Las mujeres son madres y como tales están a la espera de sus hijos e hijas”
(Londoño, Marín y Alzate, 2005: 49).
6 En una ocasión la Comisión se presentó ante las Autodefensas con un grupo de 200 despla-
zados de la zona de la autopista (información del trabajo de campo).
7 El concepto de “estructura de oportunidad política” identifica “cómo los cambios en el sis-
tema político más amplio pueden precipitar la movilización. Éstas son una especie de se-
ñales percibidas por los agentes sociales o políticos que los animan o desaniman a utilizar
recursos con los que cuentan para construir o reconstruirse”. Rodrigo J. Vélez. “¿Deben los
estudios de los movimientos sociales empezar por el por qué y por el cómo los actores socia-
les se movilizan? Una cuestión de principio”. En Albeldrío Org. Disponible en: http://www.
albedrio.org/htm/documentos/RodrigoVelez-015.pdf
140 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
8 Véase nota 4.
Guerra, ciudadanía y región 141
9 ISA e Isagen.
142 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Diócesis y una ONG de los jesuitas. Este viraje se materializa en una coyuntu-
ra de dos años (finales de 2001 hasta 2003) que transforma el significado y las
potencialidades de la movilización social en el Oriente antioqueño. La acción
del colectivo se concentra en la construcción de un proyecto regional en el cual
todas las partes civiles e institucionales que estaban involucradas en la región se
comprometan y pacten con la cooperación internacional de la Unión Europea
un trabajo conjunto encaminado a la creación de un “laboratorio de paz”. Y si el
Estado nacional había estado inicialmente tentando de declarar al Oriente an-
tioqueño como “zona de rehabilitación y consolidación” y por tanto objeto de
su política militar10, ante la posibilidad de la cooperación internacional con el
laboratorio de paz el gobierno cede y apoya la iniciativa.
En esta coyuntura es el propio proyecto de “laboratorio de paz” el que
se convierte en “la oportunidad política” que produce claros efectos en la
construcción de un sujeto político regional, pero también la “oportunidad
política” que el Estado nacional aprovecha para institucionalizar el proceso
social del Oriente antioqueño e imprimirle su impronta. Esta se va a evi-
denciar en el siguiente periodo, cuando el laboratorio se ponga en marcha.
Se reconfiguran los actores y los objetivos de su acción. El propio colec-
tivo que venía adelantando acciones de resistencia a la guerra en la etapa
anterior, pasa a ser ahora “el interlocutor social” del Estado para acordar las
bases del acuerdo con la Unión Europea. Esto lleva a dos de sus actores a
consolidar mejor su posición: los alcaldes se conforman en “Consejo regio-
nal de alcaldes”, mientras la Asamblea Provincial de Paz, que venía sesionan-
do desde 1998, se declara como “Asamblea Provincial Constituyente”. Ella
cumplirá papel central en la discusión y afinamiento de los ejes en torno de
los cuales se articularía la propuesta colombiana a ser presentada a la Unión
Europea11. Además, a la mesa de las discusiones fueron invitados también
empresarios, comerciantes y ONG.
12 “Y la otra cosa es que dio origen al ‘Laboratorio de Paz-Euros’, porque ya el Oriente era un
laboratorio de paz” (entrevista Amor, Marinilla)”.
146 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Tabla 2
Asambleas municipales, 2008
Característica Municipios
1ª generación: se mantienen fuertes. Marinilla El Carmen de El Peñol
Viboral
ver con una muy fuerte inversión en los nuevos gobernantes. Que piensen una región
diferente y unas formas de participación en política diferentes” (Entrevista a Pedro
Chica, 2007).
“Nos han dejado como una idea errónea de lo que es la política. Entonces, si usted le
habla a un joven de política, inmediatamente se previene y dice que eso solo lo hacen
los ladrones, los bandidos de cuello blanco. Esa es la idea inmediata que se hace un
joven cuando usted le habla de política” (Entrevista a Yorman y Jennifer, 2007).
13 Para solo referirnos a la historia nacional de los últimos sesenta años: a mitad de siglo mu-
rieron violentamente 200.000 ciudadanos en un enfrentamiento político-partidista entre los
partidos tradicionales en el poder. Cinco candidatos a la Presidencia han sido asesinados
(2 del partido tradicional liberal y 3 de grupos alternativos de izquierda). Se exterminó a
la totalidad de un partido alternativo (la Unión Patriótica), con más de 6.000 militantes
asesinados. En cada contienda electoral sube significativamente la tasa de los homicidios
políticos. La criminalización de la protesta social es la regla. En los años 80, en el Oriente
antioqueño se exterminó al grupo de líderes cívicos que lideró el movimiento cívico re-
gional. En un país así, muchos dirigentes alternativos han optado por no identificarse con
agrupaciones políticas de ninguna especie y denominar su trabajo como “cívico”. De alguna
manera el trabajo por la “ciudadanía” se sitúa también en esta frontera.
150 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
“Entonces todo esto se juntó y eso permitió que el nacimiento de Amor fuera un na-
cimiento político netamente. Entonces aquí las mujeres venían era a aprender polí-
14 Se crea en 1994 como resultado de la dinámica desatada por el proyecto “La mujer al poder
local”, que propició la Consejería para la Mujer de la Gobernación de Antioquia, así como
del trabajo de Conciudadanía, una ONG con la cual la Gobernación concertó el proyecto.
15 Esta vez gestionados por Conciudadanía como ONG, con dineros de agencias internaciona-
les.
Guerra, ciudadanía y región 151
“… nada que envidiarle a Amor. Al contrario, Amor tiene mucho más trabajo po-
lítico que las mismas Mujeres del Mundo, la organización de mujeres del mundo.
Uno no se valora tanto sino cuando sale, cuando nosotras las escuchamos a ellas.
Nos decían que nos hacían una invitación. Cuando fuimos a la invitación, cada
país mostraba una comida, la comida típica del país; nosotras pensábamos que
ese era el primer momento: el recibimiento. Cuando después se dio como la parte
de la presentación de lo que era la organización, era trabajo con los inmigrantes
y trabajo muy locativo de los derechos de las mujeres, entonces yo (pensé): “¡No
puedo creer! Y Amor, entonces, ¿qué significa en el mundo? Si nosotros llevára-
mos Amor al mundo, pues, ¡superaba mucho rato todo ese trabajo!” (Entrevista
Amor-Marinilla, 2007).
“En la noche hacíamos unos conversatorios como parte de pasar ahí la noche, el rato.
Esto nos permitió pensar en el proceso de reconciliación, porque las mujeres, como ya
no teníamos (para hacer) nada oficial de las reuniones y de las asambleas, hablábamos
de todo. Entonces las mujeres empezaban a contar todas sus tragedias personales: que
le habían matado al hijo, que le habían matado al esposo, que le habían matado al
hermano. Y eso no lo sabíamos en la organización, porque nunca había tiempo para
eso. Entonces, cuando ellas contaban eso, lloraban mucho y todas las mujeres nos soli-
darizábamos mucho con ese dolor. En vista de eso, empezamos a pensar –sobre todo la
directora de Conciudadanía y una de las compañeras de El Peñol– en que por qué no
hacíamos un proyecto donde las mujeres pudieran decir todas esas cosas y sanarse de
todos esos dolores y todos los rencores y todas esas cosas que sentían. Ahí nace el eje
de la reconciliación, que no lo había contemplado Amor sino hasta ese entonces, por-
que surgió de la necesidad de la región. Entonces se hizo el proceso de reconciliación
y se empezó con las promotoras de vida y salud mental, con el proyecto de Provisames
(Entrevista Amor, Marinilla, 2007).
16 ONG regional.
17 ONG de los jesuitas.
Guerra, ciudadanía y región 153
“El acto simbólico de la luz, ‘apaga el miedo y enciende una luz’, es a nivel regional,
y cuando yo participaba de lleno sabía que todos los municipios recogíamos la vela.
Luego hacíamos un encuentro a nivel regional. En una oportunidad se hizo en Nariño,
y en otra oportunidad, si no estaría mal [si mal no recuerdo], en Sonsón. Una vez
154 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
también vinieron aquí cuando estuvimos tan golpeados de la guerra. Nos vinieron a
visitar. Entonces, cuando nosotros vimos que nos estaban apoyando, vimos que valía
la pena pertenecer a la asociación y que luchar por un mismo ideal era lo mejor para
nosotros”, (entrevista-2008).
La novedad que aportó este espacio en la región marcó una clara diferen-
cia con el carácter asistencialista de otras iniciativas de atención a población
vulnerable, en particular con aquellos escenarios de atención a la población
desplazada que promueve el Estado. Hoy día, cuando ya se han consolida-
do los comités municipales, el esfuerzo para convocar se concreta mediante
el sostenido trabajo realizado en ellos (talleres, capacitaciones, jornadas de
asesoría, encuentros, acciones simbólicas), que conserva a las personas ya
participantes y atrae a nuevas. Los comités se han configurado de tal forma,
que se presentan como una instancia de participación social y, de alguna
manera, como un espacio de formación política.
Sin embargo, la materialización de este último objetivo ha sido lenta.
En primer lugar, porque dichos comités están abiertos a todo tipo de vícti-
mas, tengan o no conciencia de los valores cívicos y de autorreconocimiento
como sujetos que se han cultivado en torno al proceso. De hecho, allí llegan
muchas personas a la espera de alguna “ayuda” (“Llegaron con un costal,
pero se fueron con el costal vacío”, es una interpretación de la gente). Pero
si los gestores de los comités pensaron que no iban a volver, se equivocaron:
estas personas “volvieron, y son cada vez más”18.
“Ellas se ven en un espacio donde se pueden acercar y conversar y pensarse como per-
sonas que tienen en común la afectación por el conflicto. Pero no han llegado al nivel
político de pensarse como sujetos capaces de generar transformación, de sentarse con
otras instituciones y poner sus puntos de vista y pelearlos en forma horizontal” (Entre-
vista con un facilitador del Programa por la Paz).
18 Entrevista de Asovida.
Guerra, ciudadanía y región 155
“La gente va entendiendo que (el propósito de los comités) no es solamente establecer
los derechos de la verdad, la justicia y la reparación y garantía de no repetición, sino
todos los derechos a los que como ciudadanos podemos acceder. Y cómo desde esa
posición de víctimas podemos ayudar a que la sociedad entera entienda, comprenda
y se vuelva sujeto; un sujeto capaz de buscar que le respondan a la víctima, no solo de
las víctimas sino todos los derechos que tenemos como ciudadanos”, (entrevista-2008)
“El conocimiento frente a sus derechos, empoderamiento en la medida en que han logrado
ser interlocutores, por ejemplo, para la elaboración de agendas que les han presentado los
candidatos, para la elaboración del plan de desarrollo y para estar en algunas instancias, en
algunos municipios que tienen que ver con la participación ciudadana: el consejo territo-
rial de planeación, concejos municipales, asociaciones comunales. Hay víctimas que tienen
concejales en los municipios (Entrevista con facilitador del Programa por la Paz).
“Nosotros, como organizaciones de víctimas, somos los que nos estamos metiendo
dentro de los ojos de las entidades gubernamentales. Nosotras presentamos una agen-
da pública de víctimas a las administraciones para que nos tuvieran en cuenta en los
planes de desarrollo. Somos nosotros los que tenemos que meternos para que ellos
entiendan que tienen que manejar un presupuesto para organizaciones de víctimas,
que tienen que tener un rubro cuando hay unos desplazamientos masivos, cuando
hay unas masacres; para que ellos sepan que eso se tiene que hacer”, (entrevista-2008).
¿Por qué en este periodo las víctimas se convierten en el actor que parece
tomar el relevo del movimiento asambleario, en torno del cual habían con-
fluido con anterioridad, tanto la capacitación en ciudadanía como la acción
colectiva tendiente a la construcción del territorio y del sujeto político en la
región? Son varias las razones:
Por un lado, porque el movimiento de víctimas se apersona del conflicto
armado como problema que le da sentido a su existencia y a su acción. A
partir del año 2002 ese asunto había sido relegado a una posición marginal,
en contraste con el de la participación ciudadana en los asuntos de las agen-
das municipales de desarrollo. El movimiento lo recupera porque necesaria-
mente tiene que habérselas con el conflicto armado como materia prima de
su trabajo. En primer lugar, porque la única manera de sanar los corazones
y las mentes de las víctimas es a través de la recuperación de su memoria
–memoria de los muertos, de los desaparecidos, de los hechos violentos, de
los lugares abandonados, de los caminos dejados de transitar… En segundo
lugar, porque los agravios que configuran la materia prima de su identifi-
cación inicial aluden directamente a actos de violencia perpetrados por los
actores legales e ilegales que han alimentado el conflicto armado colombiano
por décadas, y, por tanto, a las “víctimas”, como “sobrevivientes” de un cata-
clismo social que aún pervive. Y en tercer lugar, porque la “reconciliación”,
que es su horizonte de acción, pone el dedo en la llaga de lo que el Estado no
quiere reconocer en términos del conflicto armado. Las víctimas reivindican
la no violencia, el reconocimiento del otro, el diálogo y la solución política
a ultranza; además, en la particular coyuntura de la Ley de Justicia y Paz,
ponen en tela de juicio la posibilidad real de hablar de prácticas concretas
de “reconciliación” con actores que aparentemente se desmovilizaron, pero
que realmente siguen a órdenes de sus jefes armados e inclusive continúan
perpetrando acciones violentas en el territorio, cosa que el Estado nacional
no ha querido admitir.
El segundo factor que contempla el movimiento de víctimas es el políti-
co, porque sus demandas involucran tanto a los actores armados como a la
institución que debe garantizar la verdad, la justicia y la reparación, esto es,
el Estado, el mismo que de manera tan lenta, débil y contradictoria responde
Guerra, ciudadanía y región 157
sujetos: como las cabezas de hogar que deben sacar a sus familias adelante –y por
tanto con la urgencia de reconvertirse en sujetos de su propia historia– y como
víctimas sobrevivientes y miembros de familia que esperan la reincorporación de
los combatientes a sus hogares y la verdad, justicia y reparación por sus muertos.
En las mujeres se interceptan, pues, de manera más orgánica y visceral, al tiem-
po que consciente y política, los tres lemas con los que se construye el proyecto
regional: “provincia”, “ciudadanía” y “reconciliación”. Y no se puede desconocer
que Conciudadanía –como ONG regional y desde principios de los noventa– y
el Programa por la Paz de los jesuitas, a partir del año 2003, han posibilitado la
concreción, fortalecimiento y orientación de esta fuerza social regional, primero
en Amor y más recientemente en Aproviaci.
El aspecto que interviene en la confluencia de “mujeres” y la gran mayo-
ría de quienes protagonizan el movimiento de “víctimas” es la misma condi-
ción de género. Con la pedagogía ciudadana que han recibido, las mujeres se
encontraron como sujetos sociales con derechos y capacidades para ser algo
diferente de madres y esposas encerradas en sus casas:
“Que las mujeres saliéramos de los encierros en que vivíamos en nuestras casas y que
pensáramos en nosotras, porque siempre hemos estado como muy sumisas al hogar,
al cuidado de los hombres. Entonces, de eso se trataba: de que nosotras dedicáramos
parte del tiempo para nosotras mismas, que nosotras saliéramos de la casa, pero no a
la plaza de mercado sino a la plaza pública; que, al igual que los hombres, podíamos
ser empleadas públicas, podíamos llegar a ser altas funcionarias y no solamente pensar
como la cultura: ‘Ustedes son de la casa, están es para cuidar a los hijos; cuando se ca-
san, para cuidar al esposo’. No. Que pensáramos en otras cosas, que así como podíamos
cuidar a nuestros hijos y a nuestros esposos también podíamos pensar en nosotras mis-
mas, en estar al cuidado de otros, pero en otras circunstancias, donde nosotras también
nos pudiéramos beneficiar económicamente. Porque el hecho de ser mujeres no es que
no nos guste la plata, y es que estar uno en la casa esperando a que el papá le dé para lo
que necesita no es tan bueno. Siempre es bueno tener sus propios recursos, porque así,
si uno tiene una necesidad, si el otro no tiene, pues yo tengo para cubrir esa necesidad.
De eso se trataba en los talleres: de la casa a la plaza [plaza pública].
adelante. Después de la escuela de formación y que nos dieron la certificación, nos die-
ron la oportunidad de replicar esos talleres que allí veíamos en otros municipios. A mí,
por ejemplo, me tocó replicarlos en Argelia, en Nariño y en Abejorral, y de pronto aquí
también me tocó una partecita. También nos sirvió mucho, porque lo que aprendimos
aquí y lo replicamos allá” (Entrevista a Belén. Víctimas, 2007).
De alguna manera, las mujeres del oriente reproducen para ellas –aunque
en un sentido articulado en torno del papel de convertirse en ciudadanas–
la fuerza que el movimiento feminista ha demostrado tener en el mundo,
al despertar en este género –por siglos sumergido en virtud de la cultura
dominante– sus potencialidades de sujeto. Ese despertar de género se une a
otra característica de las mujeres, que les imprime su particular fuerza: el en-
tusiasmo, las emociones, el sentimiento de verse transformadas. Esa particular
condición femenina aporta buena parte del mantenimiento de esa fuerza a
través del tiempo.
“… sin lugar a dudas, uno de los motores para que la gente participe, definitivamente es
el entusiasmo. El entusiasmo no se da por sí solo, sino que tiene una fuerza motivadora
que hace que ellas participen. Por ejemplo, el interés, pero no solo en lo económico, en
lo material, que uno sabe que es la mayor fuerza motivadora, sino también los demás
valores agregados que ellas van adquiriendo.
“Se han tenido que generar herramientas para que las mujeres no lleguen y únicamente
entren a beneficiarse de un proyecto productivo. Se han generado mecanismos y criterios
para que las mujeres puedan llegar a ser socias. Después de que son socias de la organiza-
ción, en cuánto tiempo pueden comenzar a beneficiarse de un proyecto productivo.
“De esa manera muchas mujeres han reconocido que inicialmente lo que las motiva es
el poder beneficiarse de un proyecto productivo, pero en una segunda instancia dicen que
han ganado enormemente. Mujeres que cuando entran a un comité veredal, ni te hablan,
ni te miran a los ojos, tienen temor y se les nota su inseguridad, y mujeres que después de
ocho meses o un año tienen la capacidad de discutir decisiones y plantear puntos de vista
interesantes” (Entrevista con Patricia Zuluaga, 2007).
“Hay una cosa interesante, y es que la mayoría de las personas que están asesoran-
do a las organizaciones de víctimas son de la región, no son agentes externos, son
agentes internos que también obedecen a esos procesos sociales. Podríamos decir
que hay como una especie de nexo, es decir, la gente que trabaja en el Programa por
la Paz es gente de la región que ha sido cooptada por el mismo proceso social, es
decir, son líderes sociales que trabajan ahora con organizaciones”, (entrevista 2008).
20 Para tener una idea de las Mesas de Reinserción, véase la presentación ejecutiva de los resul-
tados de la investigación financiada por la OIM, “La reconciliación entre víctimas, comuni-
dades y población desmovilizada”. Disponible en:
http://www.geocities.com/conciudadania1/EstudioCasosReconciliacionCbia_OIM_US-
AID.pdf.
El informe recoge que “el modelo de las mesas de reinserción busca propiciar espacios de
reconciliación a través del fortalecimiento de la democracia local en municipios del depar-
tamento de Antioquia”. Las principales características de este modelo son las siguientes:
“modelo en las regiones, centrado en cascos municipales; ONG con pocos recursos econó-
micos, institucionales y políticos; concepto de reconciliación asociado a la promoción de la
democracia local y participativa; trabajo basado en voluntades; promoción de encuentros
directos entre víctimas, desmovilizados/as y comunidad. Intervienen en procesos relaciona-
dos con la promoción de la democracia local.
Las fortalezas que la investigación destaca contemplan: “confianza de la gente por trabajo
previo y presencia prolongada de la ONG en el territorio (De la casa a la plaza, Provisame,
asambleas ciudadanas, Módulo Cero); promueve derechos ciudadanos y busca la institucio-
nalidad democrática local; al trabajar en grupos pequeños permite la construcción gradual
de espacios de confianza entre los actores; los acercamientos periódicos permiten niveles de
interacción más profundos; (la) participación no está condicionada a la entrega de benefi-
cios; se ha logrado influir positivamente en las agendas políticas y sociales locales (víctimas,
reparaciones).
Las debilidades del modelo contemplan: “Parte de un supuesto (falso) de que los actores son
iguales y/o que las asimetrías entre ellos se corrigen en los espacios participativos locales;
Guerra, ciudadanía y región 161
carece de un análisis realista del poder y de los actores locales; al no reconocer la asimetría
entre víctima y victimario se corre el riesgo de generar procesos de re-victimización; el
modelo opera en el contexto de una institucionalidad democrática débil; no ha logrado
convertir las mesas en un espacio real de participación; la ONG carece de alianzas políticas
y sociales, así como de recursos humanos, materiales e institucionales, todo lo cual le reduce
sus posibilidades de intervención; no aplica intervención diferenciada según contexto mu-
nicipal”.
162 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
social a los problemas” (Das, 1997: IX). Siendo así, proponemos entonces
que la política del dolor es aquel campo político de relaciones conflictivas
donde se oponen, aprueban o desaprueban las respuestas sociales al sufri-
miento, mediante estrategias, prácticas y negociaciones que disputan las for-
mas “correctas” (legítimas, dominantes, posibles) que han de asumir estas
respuestas.
Esta política del dolor tiene que ver con la transición de las víctimas
como sujetos a actores, puesto que los objetivos de las ONG y organizaciones
regionales trascienden la atención al dolor individual con un componente
social y político de empoderamiento y participación, demanda de derechos
y exigencia de reparación. A partir de sus peticiones, este componente aso-
ciativo encuentra, en su interior, tensiones que lo configuran. Ellas son in-
ternas cuando se trata de discusiones, por ejemplo, frente a aceptar o no
la reparación administrativa, si la organización buscará su reconocimiento
jurídico o si vale la pena trabajar con una ONG que plantea cierta propuesta.
Y son externas, cuando en el panorama regional de víctimas, que aglutina
organizaciones sociales, agencias del Estado y ONG, se debaten posiciones
que comprometen las apuestas del movimiento de víctimas, como pueden
serlo las distintas posturas frente a la desmovilización paramilitar o la Ley
de Víctimas.
Un ejemplo, que no el único, útil para ilustrar esta compleja es-
trategia que relaciona discursos y prácticas en la configuración del
movimiento de víctimas, lo supone la tensión antes mencionada: las
posiciones que se tejen en torno al proceso de desmovilización para-
militar. Cabe resaltar que el trabajo de la primera cohorte de Proví-
sames coincidió con el proceso nacional de desmovilización. Dicho
proceso demandó una nueva agenda para las ONG y organizaciones
regionales que participaron en la formación de las promotoras y el
acompañamiento de los Comités de Reconciliación: la cuestión prin-
cipal consistió en qué posición tomar frente a la desmovilización y la
“Ley de Justicia y Paz”. Por razón de sus distintas posiciones ante la
desmovilización, Conciudadanía y el Programa por la Paz terminaron
la alianza que había dado nacimiento a las Provísames: si por un lado
Conciudadanía le apuesta a un trabajo de acercamiento y reconcilia-
ción con los desmovilizados y las víctimas de nivel municipal, por el
otro el Programa por la Paz manifiesta sus reservas ante esa desmo-
vilización y prefiere apoyar la consolidación de los comités de recon-
ciliación. Por consiguiente, la nueva cohorte de Provísames se realizó
sin el acompañamiento de Conciudadanía.
Guerra, ciudadanía y región 163
“Lo del trabajo con desmovilizados es una cuestión de aquí, de nosotros, de San
Carlos. Lo que estamos es buscando qué hacer para mejorar la convivencia con
ellos. A nosotros, a los que nos toca vivir con ellos. Desde el año 2005, que se da
la desmovilización, se hizo el análisis de cómo carajos queremos seguir viviendo
aquí. Se inicia entonces a gestarse esa sana convivencia [con los desmovilizados] y
no puede ser apuntándonos desde orillas, tirándonos piedras; tampoco dándonos
besos ni abrazándonos, ni mucho menos que se parezca. Es al menos restable-
ciendo la oportunidad de escucharnos”, (entrevista, 2008).
22 Véase: http://www.cnrr.org.co/new/newnoticias/08/julio/jul25-formulario-08.html
23 Véase: http://www.cnrr.org.co/noticias/notimedios/mun_sep11-06.htm
166 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
27 Garretón, 1996.
28 Foweraker, J. y Landman, T. , 2004, pp. 30, 40.
170 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
“sectorial” (que, además de ser más específica, se corresponde con dos asun-
tos que mueven sentimientos profundos y permanentes en el tiempo); c) su
inserción en redes de carácter nacional y global –para el caso de las mujeres–
y redes de carácter nacional con fuertes apoyos en ONG y de justicia interna-
cional –para el caso de las víctimas–; y d) su identidad territorial.
Por el contrario, la Asamblea Provincial es un actor cuyo movilizador
central es el propio territorio: “construir territorio y sujeto político” como
Oriente antioqueño (“otro Oriente es posible”). Es un actor que, por tanto,
cuenta exclusivamente con su propia y única fuerza –una fuerza circunscrita
territorialmente31–. Su objeto no tiene parangones en las redes nacionales ni
internacionales. Ese tipo de actor encuentra menos fácilmente redes nacio-
nales o internacionales eficaces, como aquellas de que disponen las mujeres
y las víctimas. En el mundo global de nuestros días, solo la fuerza política
que emana de la inserción en redes de diferente nivel socioespacial permite
a los movimientos sociales hacer frente a la fuerza de los poderes dominan-
tes, locales o regionales. Ellas son una base importante para hacer frente con
mayor eficacia a las fuerzas dominantes, locales o regionales, que, además de
ser las imperantes, cuentan con la fuerza de estructuras nacionales y globales
por largo tiempo consolidadas32. Por eso, para el actor que tiene circunscrito
su objetivo al propio “territorio” es más difícil acceder a redes de este tipo y
sostener la intensidad de la acción y su protagonismo a mediano y largo plazo.
Además, el “territorio”, como objeto, implica para la Asamblea Provincial
trabajar con la pluralidad de actores y sectores sociales del mismo y, por tan-
to, estar sujeta a la contrafuerza de los poderes que plantean explícitamente
otros proyectos o que operan simplemente con la fuerza de la “mano invisi-
ble” que emerge del poder económico y político de las estructuras dominan-
tes. No sucede lo mismo con los movimientos “sectoriales”, que tienen sus
“adversarios” puntuales, sus demandas específicas –y en teoría “externas” a
sus propios movimientos; en esos casos las diferencias internas se presentan
en torno a cómo orientar la acción sobre la demanda específica. En cam-
bio, en su propósito de “construir territorio y sujeto político”, a la Asam-
blea Provincial Constituyente no la acompañan los actores y las fuerzas que
agencian las prácticas y los discursos y proyectos de territorio contrarios: el
empresarial, el de los poderes políticos tradicionales y el de los sectores de
base que ellos arrastran o subordinan por las vías electorales y culturales.
a) Fue el primer actor que, en este proceso, se formó con visión regional.
A 3er ESPACIO
S
A “construcción de territorio
M
y de
178 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
L sujeto político”
O APROVIACI
C
A
L
E
S
PRODEPAZ
36 Hace 20 años la región vivió dos de estas situaciones: el exterminio de la Unión Patriótica y
del movimiento cívico regional contra la política pública de servicios de energía eléctrica.
En la historia reciente, la guerra entre guerrillas, paramilitares y Estado ha dejado cientos y
miles de civiles y líderes muertos.
Guerra, ciudadanía y región 181
Conclusiones
1. Las acciones colectivas extendidas a lo largo de los doce últimos años
están conformadas por conjuntos de actividades de distintos ritmos y
duraciones en el tiempo, abanderadas por actores diversos. Pese a su
apariencia fragmentada y diversa, tales acciones colectivas configuran
un “movimiento regional por la construcción de la provincia, la ciu-
dadanía y la reconciliación”.
del proyecto regional general y a fragmentar las acciones de tal manera que,
como acción de conjunto, pierden su norte. Sus efectos socioespaciales son
dispersadores.
En tercer lugar, los actores empresariales privados, formalmente compro-
metidos en el proyecto regional mediante su participación en Prodepaz, así
como, de ser convocados, a estar presentes en los foros regionales en que se
debaten los grandes asuntos y orientaciones generales del proceso, hasta hoy
han sido los grandes ausentes. Los efectos socioespaciales de tal situación
son evidentes: con su posición, los empresarios mantienen la fuerza de la
inercia de “la mano invisible de la economía”, y en vez de aportar con hechos
a la fuerza que propugna la construcción de un oriente como región integra-
da y equitativa, dejan hacer y dejan pasar los efectos de esa mano invisible
que fractura.
En definitiva, la fuerza de las diferencias dentro del proyecto regional que
persigue la construcción del oriente tiene dos caras: la que juega por él a tra-
vés de ese “tercer espacio” que recorre transversalmente las diferencias y que
une en torno de un proyecto político de “provincia” en la integridad de sus
dimensiones materiales, políticas y simbólicas, y la que le apuesta a la iner-
cia de los poderes políticos y económicos tradicionales, que, si bien en un
momento clave posibilitaron el fortalecimiento de un proyecto regional, en
los hechos posteriores lo minaron desde adentro mediante lo que pudiéra-
mos denominar resistencia a los objetivos políticos y de transformación que
identifican públicamente al proyecto regional. Por su parte, la cooperación
internacional fortalece procesos sociales y ciudadanos en espacios delimita-
dos, pero, al operar dentro del repertorio total de fuerzas regionales, acaba
también haciéndole el juego a la manía despolitizadora y fragmentadora de
las instituciones públicas nacionales.
De esa manera, la guerra en el Oriente antioqueño se rigió y reforzó al mis-
mo tiempo la tensión permanente que allí se desarrolla entre la acción de las
fuerzas que tienden a fracturar su territorio (el altiplano, de un lado, y del otro
el resto de municipios) y aquellas que configuran la región como una unidad
socioespacial diferenciable de otras y significativa para los actores que se dis-
putan en ella y por ella (esto es, el Oriente antioqueño como región).
Bibliografía
Bowman, G. 2001. «The Violence in Identity». En Schmidt, B. & Schroeder, I. (Eds.). The
Anthropology of Violence and Conflict. European Association of Social Anthropolo-
gists. London: Routledge. pp. 25-46.
Cámara de Comercio del Oriente Antioqueño (2007). Análisis comercial y empresarial
(Hacer). Oriente antioqueño. Disponible en: http://www.ccoa.org.co/sitio/anali-
sis_estadistico.php
Cano, C. M. et al. (2008). “Infraestructura vial, desarrollo y crecimiento del oriente an-
tioqueño. El papel de la infraestructura vial y de transporte en el desarrollo regio-
nal”. Tesis de pregrado. Medellín: Universidad de Antioquia.
Cárdenas Arroyo, F. (1996). “Frontera arqueológica vs. Frontera etnohistórica: Pastos y
Quillacingas en la arqueología del sur de Colombia”. En Cavaillet, C. (Comp.). Fron-
tera y poblamiento: estudios de historia y antropología de Colombia y Ecuador. Bogotá:
Ed. Instituto Francés de Estudios Andinos (Ifea), Instituto de Investigaciones Amazó-
nicas (Sinchi), Departamento de Antropología, Universidad de los Andes.
Cárdenas Santamaría, M. y Escobar, A. (1995). Infraestructura y crecimiento departa-
mental, 1950-1994, Planeación y Desarrollo, vol. XXVI, No. 4, Bogotá D. C.: DNP,
octubre-diciembre.
Cardona, G. A. y Aristizábal, A. P. (1999). Consolidación político-administrativa y forma-
ción de ciudadanía en la subregión del Altiplano del Oriente. Monografía, Medellín:
Instituto de Estudios Políticos, Colegio Altos Estudios de Quirama, Universidad
de Antioquia.
Cepal (2002). El escalafón de la competitividad de los departamentos colombianos. Docu-
mento de trabajo en medio magnético.
CID (2002). Sistema de indicadores de competitividad departamental, Bogotá, Ministerio
de Comercio Exterior.
Cinep (1999). “Indicadores de violencia política”. En Banco de Datos. Noche y Niebla.
Bogotá: Cinep.
________ (1998). Colombia: país de regiones. 4 vols. Bogotá: Cinep.
CISP. Efectos económicos del desplazamiento forzado en Colombia. Antioquia, Bolívar y
Valle del Cauca, 1997-2004. Disponible en: http://www.luisbernardo.com/compar-
tidos/docs/efectos_economicos_del_desplazamiento1.pdf
Colectivo de Derechos Humanos Semillas de Libertad (Codehse) (2007). “Ejecuciones
extrajudiciales: el caso del oriente antioqueño”. Bogotá: Cceeu.
Comisión Nacional de Estudios Sobre la Violencia (1997). Colombia, violencia y demo-
cracia. Bogotá: Universidad Nacional.
Comisión Colombiana de Juristas (2006). Revertir el desplazamiento forzado: protección
y restitución de territorios usurpados. Bogotá: CCJ.
Conferencia Episcopal de Colombia. Instituto de Estudios Políticos, Universidad de An-
tioquia, Uribe, M. T. (2001). Desplazamiento forzado en Antioquia, No. 5, Oriente.
Medellín: Universidad de Antioquia.
Coq, D. (2004). “Economía y territorio: una revisión crítica”. En Revista Asturiana de
Economía, No. 31-2004, pp. 119-150.
Crece (2004). Observatorio de la Competitividad de Caldas, Manizales, Crece.
Das, V. y Poole, D. (2004). “State and its Margins. Comparative Ethnographies”. En An-
thropology in the Margins of the State. Santa Fe, Nuevo México: Editorial School of
American Research. pp. 3-33.
Das, V. (1997). “Language and Body: Transactions in the Construction of Pain”. En
Kleinman, et. Al. (Eds). Social Suffering. Berkeley: University of California Press.
196 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Fals Borda, O. (2000). Acción y espacio. Autonomías en la nueva república. Bogotá: Ter-
cer Mundo Editores-Iepri, Universidad Nacional.
________ (1996). Región e historia. Elementos sobre ordenamiento y equilibrio regional
en Colombia. Bogotá: Tercer Mundo Editores-Iepri, Universidad Nacional.
________ (1979, 1981, 1984). Historia doble de la costa. Bogotá: Carlos Valencia Edito-
res. Vol. 1, 1979. Vol. 2, 1981. Vol. 3, 1984.
Fernández M., C. (1998). “Agglomeration and Trade: the Case of Colombia”. En Ensayos
sobre Economía, No. 33, Bogotá D. C.: Banco de la República, junio.
Flórez, L. y González, C. (1983). Industria, regiones y urbanización en Colombia. Bogotá,
D. C.: Editorial Oveja Negra.
Foweraker, J. y Landman, T. (2004). Citizenship, collective action and the State. Popular Stru-
ggles por Citizenship: the View from Below. New York: Oxford University. pp. 1-25.
Fundación Seguridad y Democracia. Bogotá (2003-2008). Revista Coyuntura de Segu-
ridad.
Galvis, L. A. y Meisel, A. (2000). El crecimiento económico de las ciudades colombianas y sus
determinantes, 1973-1998. Documento preparado para el II Simposio sobre la Econo-
mía de la Costa Caribe: Las ciudades portuarias como polos de crecimiento, Cartagena.
Garafoli, G. (1995). “Desarrollo económico, organización de la producción y territorio”.
En Vázquez, A. y Garafoli, G. (1995). Desarrollo económico local en Europa. Madrid:
Colegio de Economistas de Madrid.
García, A. y Sarmiento, A. (2002). Programas regionales de desarrollo y paz: casos de capital
social y desarrollo institucional. Bogotá: Fundación Ideas para la Paz (FIP) y Pnud.
García, Clara Inés (2006). Conflicto, discursos y reconfiguración regional. El oriente
antioqueño: de la violencia de los cincuentas al laboratorio de paz. Ponencia pre-
sentada al Congreso Nacional de Sociología, Bogotá, 2006, y al Primer Seminario
Nacional Odecofi, Bogotá, marzo, 2007.
________ (2004). “Resistencias. Análisis comparado de la acción colectiva frente a la
guerra en Urabá y oriente antioqueño”. En Revista Nómadas, No. 20, pp. 102-110.
Bogotá, Fundación Universidad Central.
________ (2003). “Problemáticas y enfoques de la investigación sobre territorios de
frontera interna en Colombia”. En Fronteras: territorios y metáforas. Medellín:
Hombre Nuevo Editores, pp. 47-60.
________ (1996). Urabá. Región, actores y conflicto, 1960-1990. Bogotá: Ed. Cerec.
________ (1994). “Territorios, regiones y acción colectiva”. En Silva, Renán, (Ed.) Terri-
torios, regiones, sociedades. Bogotá: Cerec.
________ (1994b). “El movimiento cívico del Oriente antioqueño”. Informe Colcien-
cias, 2004, tomo II de “Movimientos cívicos y regiones”.
Garretón, M. A. (2002). “La transformación de la acción colectiva en América Latina”.
En Revista Cepal, No. 76, abril, 2002, pp. 7-24.
________ (1996). “Movimientos sociales y procesos de democratización”. En Excerpta
No. 2, abril de 1996, Chile: Centro de Estudios Miguel Enriquez (Ceme).
Giraldo Escobar, S. A. (2005). “La memoria como tabla de salvación”. En Desde la región,
Nº 44, Medellín, julio, 2005.
Gobernación de Antioquia (2002a). Departamento Administrativo de Planeación. Perfil
subregional oriente. Documento preliminar. Dirección de Planeación Estratégica
Integral, Medellín, junio, 2002.
________ (2004b). Departamento Administrativo de Planeación. La equidad social en
Antioquia. Informe preliminar. Medellín, enero.
198 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Randle, M. (1994). La ciudadanía ante las arbitrariedades de los gobiernos. Madrid: Paidos.
Revilla Blanco, M. (2005). “Ciudadanía y acción colectiva en América Latina. Tenden-
cias recientes”. En Revista Estudios Políticos, No. 27, 2005, pp. 29-41.
Retamozo, M. Movimientos sociales y orden social en América Latina. Sujetos, antagonis-
mos y articulación en tiempos neoliberales. Disponible en: http://www.insumisos.
com/bibliotecanew/Movimientos%20sociales%20en%20america%20Latina.pdf.
________ (2006). “Esbozos para una epistemología de los sujetos y movimientos socia-
les”. En Cinta de Moebio, septiembre, No. 26. Universidad de Chile, 2006, pp. 1-16.
________ (2006). “Los piqueteros. Trabajo, subjetividad y acción colectiva en el movi-
miento de desocupados en Argentina”. En América Latina Hoy, No. 42, 2006, pp.
109-128. Ediciones Universidad de Salamanca.
Revéiz, E. y Montenegro, S. (1983). “Modelos de desarrollo, recomposición industrial y
evolución de la concentración industrial de las ciudades en Colombia”. En Revista
Desarrollo y Sociedad, No. 11, Bogotá D. E.: Cede.
Reyes Posada, A. (1994). “Conflicto y territorio en Colombia”. En Territorios, regiones,
sociedades. Bogotá: Ed. Renán Silva, Cerec.
________ (1987). “La violencia y el conflicto armado en Colombia”. En Análisis Político,
vol. 2.
Reyes Posada, A. y Bejarano, A. M. (1985). “Conflictos sociales y luchas armadas en la
Colombia contemporánea. Una visión geográfica”. En Análisis Político, vol. 5. Bo-
gotá.
Rhenals, R. et al. (1998). Crecimiento y convergencia regional en Colombia: el caso de
Antioquia. Medellín: Cide.
Ríos, A. (1994). Desplazamiento interno en Antioquia. Medellín: Red de Solidaridad So-
cial. Presidencia de la República.
Rocha, R. y Vivas, A. (1998). “Crecimiento regional en Colombia: ¿persiste la desigual-
dad”. En Revista de Economía del Rosario, vol. 1, No. 1, enero. Bogotá, D.C.: Uni-
versidad del Rosario.
Roldán, M. (2002). A sangre y fuego en Antioquia. Colombia, 1946-1953. Bogotá: Icanh.
Routledge, P. (1993). “Terrains of resistence. Non violent social movements and the con-
testation of place in India”. En Agnew, J.(1933). Forword. USA.
Said, E. (2005). “From Orientalism”. En Agnew, J. Livingstones, D. y Rogers, A. (Edts.).
Human Geography and Essential Anthology. USA, UK Australia: Blackwell Publis-
hing Ltd. Part IV, cap. 26, pp. 414-421.
Sánchez, F., y Núñez, J. (2000). “Geography and Economic Development, A Municipal
Approach for Colombia”. En Archivos de Economía. Marzo.
Schmidt, B. E. y Schröder, I. W. (2001a). Anthropology of Violence and Conflict. UK:
Routledge.
________ (2001b) “Introduction: Violent Imaginaries and Violent Practices” en B.E.
Schmidt y I.W. Schröder (eds.) Anthropology of Violence and Conflict, Londres,
Routledge, pp. 1-24.
Slater, D. (1999). “Situating geopolitical representations. Inside/outside and de power
of imperial interventions”. En Massey, S., et al. (Edts.). Human Geography Today.
Cambridge, UK: Polity Press, Capítulo 4, pp. 62-84.
________ (1998). “Rethinking the spatialities of social movementes: questions of (b)
orders, culture and politics in global times”. En Álvarez, S., Escobar, A. y Dagnino,
E. (Edts.). pp. 33-63. Boulder: Westview Press.
Soja, E. y Hooper, B. (1993). “The Spaces That Difference Makes. Some notes on the
Bibliografía 203
geographical margins of the new cultural politics”. En Place in the politics of identity.
Keith, M. y Pile, S., (Edts.) London y New York: Routledge. Cap. 10, pp. 183-205.
Soja, E. (1996) “Thirdspace”. En Journeys to Los Angeles and Other Real and Imagined
Spaces. Cambridge, MA: Blackwell, 1996.
Sojo, C. (2002). “La noción de ciudadanía en el debate latinoamericano”. En Revista
Cepal, No. 76, abril, 2002, pp. 25-38.
Soja, E. W. (2005). “Algunas consideraciones sobre el concepto de ciudades- región
globales”. En Economías, No. 58, 1er. cuatrimestre, 2005. Disponible en: http://dial-
net.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2008983
Steiner, C. (2001). Urabá. Imaginación y poder. Editorial Universidad de Antioquia, Me-
dellín.
Stienen, A. et al. (2001). Relocalización industrial del oriente antioqueño respecto al Valle
de Aburrá. Globalización: cadenas productivas y redes de acción colectiva. Santafé de
Bogotá: Tercer Mundo Editores. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.
ar/ar/libros/colombia/ipc/betancur/Cap4.pdf
Talal, A. (2004) “Where are the margins of de state?”. En Veena D. y Poole, D. Anthro-
pology in the Margins of the State. Santa Fe y New Mexico, School of American
Research Press. pp. 279-278.
Universidad de Antioquia. Instituto de Estudios Regionales (Iner); Aramburo Siegert,
C. et al. (2006). La fuerza de lo cotidiano en la gobernabilidad local : cinco asam-
bleas municipales. Medellín: Gobernación de Antioquia.
Uribe de Hincapié, M. T. et al. (2001). Desplazamiento forzado en Antioquia. Volumen 6:
Oriente. Bogotá: Ed. Kimpres Ltda.
________ (1992). Urabá: ¿región o territorio? Medellín: Corpourabá-Iner, Universidad
de Antioquia.
________ (1990). “La territorialidad de los conflictos y de la violencia en Antioquia”. En
Realidad Social, Tomo I. Medellín: Gobernación de Antioquia.
Vargas Sarmiento, P. (1995). Naciones aborígenes y estructuración del espacio colonial:
fronteras internas y externas en la Nueva Granada durante los siglos XVI, XVII,
XVII. Regiones culturales y fronteras entre el Magdalena y el Pacifico: siglos XVI,
XVII, XVII: informe final. Bogotá: Fundación para la Promoción de la Investigación
y la Tecnología.
Vélez, L. (2006) “En torno a la violencia. Entrevista a Michel Wieviorka”. En Revista El
Viejo Topo, Nos. 222-223, España.
Viqueira, J. P. (2002). Encrucijadas chiapanecas. México: Tusquets Editores.
Wieviorka, M. (2001). “La violencia: Destrucción y constitución del sujeto”. En Espacio
Abierto, vol. 10, No. 3. Cuaderno Venezolano de Sociología, Maracaibo, Venezuela.
Yarce Ospina, M. E. (2000). “Los Estados de guerra en el oriente antioqueño. Tesis para
especialista en ciencia política”. Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Uni-
versidad Nacional.
Zapata, R. D. (2003). “La guerra en el Oriente Antioqueño entre dos proyectos de desa-
rrollo”. Disponible en: http://www.prensarural.org/ruben20031209a.htm
250 250
204
200 183 200
100 84 91 100
79
206 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
61 64
46
50 29 50
0 0
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Fuente: Cerac
Gráfica 18
Tasas de homicidios y masacres paramilitares.
Oriente antioqueño, 1997-2007
250 30
26 25
200
20
150
15
12 12
10
100
6 5
4
50 2
1 1 0
0 0 0
0 -5
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Masacres Paramilitares
Tasas de homicidio
Fuente: Cerac
Anexo 1 207
Gráfica 19
Relación entre eventos del conflicto armado y combates.
Oriente antioqueño, 1997-2007
250
214
200
164
147 152 148 143
150
127
120
100 89
101
74
208 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
74
47
50 51
43
26 26 26 30
19 16 21
0
1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Fuente: Cerac
Gráfica 20
Número de desplazados y eventos armados totales.
Oriente antioqueño, 1999-2005
14000 250
12000
200
10000
8000 150
6000
100
4000
50
2000
0 0
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
14000 50
45
12000
40
10000
35
8000 30
25
6000
20
210 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
4000 15
10
2000
5
0 0
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
14000 45
40
12000
35
10000
30
8000 25
6000 20
15
4000
10
2000
5
0 0
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
Mapa 35
Desplazamiento forzado, 2003
Anexo 2
Respuestas sociales al conflicto armado.
Oriente antioqueño, 1994-2008*
“Una marcha silenciosa, denominada ‘Oración por la paz’, se realizará mañana en Rionegro en
rechazo a la situación de violencia que atraviesa el país y en especial el Oriente antioqueño (…)
La Cámara Junior de Colombia, capítulo Oriente antioqueño, convocó a todos los estamentos
gubernamentales, municipales, eclesiásticos, entidades privadas, fuerzas militares, instituciones
educativas, corporaciones y a la comunidad en general para que se unan a la marcha, que partirá
del parque principal de Rionegro a las once de la mañana”.
“Mañana se realizará una marcha que integra los esfuerzos de la Iglesia católica del Oriente antio-
queño y de los organizadores del Mandato Ciudadano por la Paz. Una oportunidad para que los
habitantes de esta región expresen su rechazo al conflicto armado y su deseo de que se solucione
mediante el diálogo”.
216 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
17 organizaciones comunitarias del municipio de San Carlos, así como la administración mu-
nicipal y el Colectivo Derechos Humanos Semillas de Libertad, cuestionaron la negligencia de
las autoridades nacionales y departamentales en la superación de los efectos provocados por la
masacre perpetrada por paramilitares hace ocho días en este municipio del Oriente antioqueño.
Primera Asamblea Provincial de Paz, preparatoria de la primera sesión nacional de la Asamblea
Permanente de la Sociedad Civil por la Paz. Desde entonces se realizaron periódicamente sesiones
de la Asamblea Provincial de Paz.
El susto que pasaron los 17.000 habitantes del barrio El Porvenir hace mes y medio, cuando se des-
activó una carga de 200 kilos de nitroglicerina pura cerca del comando de la policía de Rionegro,
en el Oriente antioqueño, dejó tan inquietos a sus líderes comunales, que decidieron movilizarse
para que la guerra no pueda pasar por las calles de la población.
Las calles se llenaron de gente que pedía a guerrilleros y paramilitares dejar de masacrar, secues-
trar, derribar torres de energía y atemorizar a los antioqueños. Por la gran cantidad de caminantes,
Envigado, Itagüí, Bello y los 11 municipios de Urabá sobresalieron en la respuesta que dieron a la
propuesta del gobernador, Alberto Builes Ortega, de marchar en toda Antioquia como respuesta
a las 18 torres de energía derribadas por la guerrilla, el racionamiento del servicio y las muertes
de 22 campesinos en la última semana. En Rionegro, 5.000 niños recorrieron seis cuadras de la
marcha.
“Una caravana compuesta por más de cinco mil personas recorrió ayer las vías del Oriente antioque-
ño y se congregó en el municipio de Guatapé para reclamar la libertad de un ingeniero, un vende-
dor y 27 operarios en poder del frente Carlos Alirio Buitrago, del ELN, desde el pasado 3 de marzo”.
“Con el ánimo de reclamar la entrega de sus compañeros de trabajo, cuatro mil empleados de ISA,
Isagen y Empresas Públicas de Medellín, y por lo menos mil habitantes más de la región, ondearon
banderas y pañuelos blancos en una manifestación que clamó a los actores del conflicto armado
respeto por la población civil indefensa”.
218 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
El 2 de agosto, durante la “Cumbre nacional de autoridades locales” realizada en Bogotá, los al-
caldes del Oriente antioqueño, los gobernadores del llamado “Bloque de la surcolombianidad” y
el gobernador de Bolívar plantearon la necesidad de mantener o establecer alguna interlocución
con los actores del conflicto armado, con fines humanitarios y para permitir el desarrollo local.
Apoyo a diálogos.
Coyuntura de amenaza generalizada de las Farc a todos los alcaldes para que renuncien a sus
cargos.
Ayer, 15 de los 23 alcaldes presentaron su propuesta de diálogo en una reunión que se llevó a cabo en Me-
dellín con el Alto Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, el gobernador encargado de Antioquia,
Eugenio Prieto Soto, y el comandante departamental de la Policía, coronel Pedro Antonio Molano.
Los 23 mandatarios, que desde octubre pasado han desarrollado gestiones con el ELN y las Autode-
fensas Campesinas del Magdalena Medio, están por fuera de sus municipios hace casi dos meses, des-
pués de que las Farc les enviaran una carta que exigía su renuncia, que la Gobernación no ha aceptado.
“Hay un gran esfuerzo por parte de los alcaldes para encontrar salidas humanitarias. Este tipo
de acercamientos los valoramos y en ningún caso pueden entenderse como políticas de diálogo
regional”, afirmó Restrepo. El Comisionado aseguró que el Presidente está interesado en encontrar
salidas regionales y territoriales al conflicto, siempre y cuando sean monitoreadas por el gobierno.
El 14 de septiembre de 2002, en la IX sesión de la Asamblea Provincial de Paz y ante la inti-
midación de las Farc a los alcaldes populares, la Asamblea se proclamó Constituyen-
te y enfatizó su vocería como expresión de la soberanía del pueblo para respaldar a los alcal-
des elegidos por voto popular. Aunque la propuesta era ventilada hace varios meses por
líderes de la zona y organizaciones como Redepaz y Conciudanía, el proceso se aceleró
por la crisis de gobernabilidad desencadenada por las amenazas de las Farc a los alcaldes.
También ayudó la unión de los 23 mandatarios, que desde octubre del año pasado han gestionado
acercamientos humanitarios con los grupos armados. Entre sus logros está el hecho de que el ELN
y las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio hayan procedido simultáneamente a no
efectuar bloqueos de víveres y del transporte de las poblaciones. “No sabemos movernos en este
nuevo escenario de la Asamblea Constituyente. El reto es aprender y priorizar los temas que se
trabajarán, porque el panorama es muy amplio”, comentó el padre Miguel Ángel Salazar, delegado
de la Diócesis Sonsón-Rionegro.
Además de comenzar a escoger los 400 mandatarios que la conformarán, los temas que siguen
en la agenda de la asamblea son los de continuar con los acercamientos humanitarios, articular
los planes municipales de desarrollo y los planes para la reactivación agrícola y la generación de
empleo.
Resolución N° 1, sobre el diseño de la Asamblea Provincial.
Resolución N° 2, sobre gobernabilidad.
Resolución N° 3, sobre derechos humanos y Derecho Internacional Humanitario.
Resolución N° 4, sobre desarrollo económico y social.
224 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
La iniciativa, organizada por el Comité Interinstitucional de esta población del Oriente de An-
tioquia, agrupó a las diferentes organizaciones cívicas, deportivas y culturales del municipio.
“Durante el certamen hubo proyección de películas, conferencias y oraciones por la paz en los dos
templos de Granada”, informó Alonso Gildardo Hoyos.
En este segundo semestre se ha incrementado también la resistencia civil no violenta en la provin-
cia: importantes movilizaciones se han realizado en San Carlos, San Luis, San Francisco, Sonsón y
otras poblaciones, especialmente durante la Semana por la Paz. En el resto del semestre también
hay movilizaciones programadas:
• Octubre 22-24: “Abriendo trochas a la reconciliación. Otro Oriente es posible”. Animadas por los jó-
venes, habrá caminatas desde distintos municipios hasta llegar a Marinilla el domingo 24 de octubre.
• Octubre 25-30: Festival de la Convivencia. Durante una semana se realizarán tertulias vecinales y
escolares para encontrar formas de convivencia donde no violemos la dignidad y los derechos funda-
mentales de otras personas. Se espera que en esta actividad participe un mínimo de 5.000 personas.
• Noviembre 11-13: Encuentro nacional de procesos constituyentes, en Sonsón, para culminar en
la Casa de la Convención, de Rionegro. Caravana Medellín-Sonsón- Rionegro.
• Noviembre 27-28: jornadas de no violencia contra la mujer. Caravana Medellín-Oriente-Alejan-
dría. Organiza la Asociación de Mujeres del Oriente (Amor).
• Diciembre 10: movilización de sobrevivientes de la confrontación armada. Movilización de des-
plazados y familiares de víctimas en Medellín. Foro sobre la sentencia de la Corte Constitucional
relativa a los derechos de los desplazados.
242 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
El domingo 24 de junio las víctimas sobrevivientes de San Carlos realizaron una marcha pacífica
alrededor del parque principal y culminaron la actividad con una misa para clamar por la soli-
daridad de la comunidad en la identificación de fosas donde puedan reposar los cuerpos de sus
familiares desaparecidos.
La marcha es silenciosa, pero las pancartas hablan por los habitantes cejeños que se unieron al
llamado nacional. “La libertad no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente man-
chada de sangre”. “Por la vida y la libertad nos unimos a la marcha. Rechazamos la violencia”.
“Los cejeños no somos indiferentes ante las personas que sienten el dolor de tener un ser querido
secuestrado o muerto. Por eso los acompañamos para brindar una voz de aliento. Hoy son ellos,
mañana podemos ser nosotros”, expresa Teresa Castaño, quien hace parte de la Escuela Itinerante
de Comunicaciones y se solidariza con la marcha.
“Soy víctima de la violencia, estoy marchando para pedir a los secuestradores que devuelvan a
nuestros hijos, que nos digan dónde están. Me mataron un hijo, pero tengo la esperanza de que mi
otro hijo, que está secuestrado, regrese a casa con vida”.
250 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
El evento se realiza con la consigna “De nuestras aguas surge la energía que nos niegan día a
día”. Busca comprometer a las empresas prestadoras del servicio de energía en la región, con un
análisis del concepto de la Provincia del Oriente Antioqueño y su importancia para el país en la
generación de energía.
“Con esta campaña queremos solidarizarnos con las víctimas y sus familias, en reconocimiento a
su derecho a la libertad”, puntualiza Luz Dary Valencia.
Este viernes 5 de octubre le toca el turno a la comunidad granadina: las 128 personas que tiene esta
localidad en sus registros de desapariciones forzadas.
“La Organización de Víctimas Caminos de la Esperanza del municipio de Argelia, Antioquia,
cuenta aproximadamente con 400 socios, quienes se reúnen mensualmente en diferentes centros
de capacitación de este municipio. Su finalidad es encontrar una solución a problemas de despla-
zamientos, minas antipersona, homicidios, desapariciones y violación de los derechos humanos.
“Esta organización comenzó de poquito a poquito, por ahí con veinte personas, y ya contamos con
400 personas aproximadamente. La gente ha estado muy animada porque ya tenemos personería
jurídica y contamos con el apoyo de asesores de Conciudadanía y el Programa por la Paz para
empezar a gestionar proyectos, además del apoyo personal que nos brindan”, explica don Reinaldo
Suaza, presidente de la organización.
El foro intenta comprometer los tres brazos (económico, empresarial, social), las organizaciones y
los políticos en la reconstrucción del territorio.
Con la participación de unas 200 personas, entre víctimas del conflicto armado, funcionarios de
la administración municipal, autoridades eclesiásticas y miembros de la fuerza pública, se realizó
ayer en el municipio de San Vicente, Oriente antioqueño, la tercera aparición pública de “Abrien-
do trochas por la paz y la reconciliación”, acto simbólico que tuvo como objetivo la movilización
ciudadana y la solidaridad frente al dolor de las víctimas del conflicto.
256 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Configuraciones socioespaciales
y conflicto armado Urabá, 1990-2006
Este estudio hace parte del conjunto de trabajos que ha desarrollado el Ob-
servatorio para el desarrollo integral, el fortalecimiento institucional y la
convivencia ciudadana en zonas fuertemente afectadas por el conflicto ar-
mado, Odecofi. El Observatorio se pregunta por las limitaciones que expe-
rimentan regiones afectadas por la violencia y las posibilidades que ellas
ofrecen para superar su inserción desigual en el desarrollo nacional, cons-
truir relaciones de convivencia ciudadana y fortalecer instituciones estatales
de carácter democrático. En particular, Odecofi indaga por los procesos de
configuración social de las territorialidades de Urabá como parte de otro
asunto: las diferencias en la conformación territorial de las distintas regio-
nes colombianas y su interacción con el conflicto armado interno1.
En este documento analizamos de qué manera la heterogeneidad que
caracteriza a Urabá se concreta en sus variados procesos de colonización,
en la interacción desigual de éstos con las insurgencias y el paramilitarismo,
en el impacto diferencial de la instalación del proyecto agroindustrial bana-
nero en una zona de colonización y en las diferentes respuestas sociales que
promovieron sus pobladores para afrontar el conflicto armado. La región
fue elegida para el análisis no solo por la heterogeneidad mencionada sino
también porque en ella se engendró el proyecto paramilitar y desde allí se
extendió al resto del país, situación nodal para la comparación de la acción
paramilitar en distintas regiones de Colombia. El conjunto de los elementos
mencionados produjo diferentes territorialidades socioculturales y bélicas,
como se verá a lo largo del estudio.
Para comenzar, hay que aclarar que la región del Urabá antioqueño es
parte del Gran Urabá, un amplio territorio histórico-cultural que compren-
de porciones de los departamentos de Córdoba (Valencia, Tierralta), Chocó
(Riosucio, Acandí, Bojayá) y Antioquia. No nos ocuparemos de los avatares
históricos que fueron conformando esta macrorregión en tres jurisdiccio-
2 Es decir, la división de la región en las zonas norte, centro y sur, tal como se definen en
términos de la planeación y el ordenamiento territorial.
3 Esto significa que hay una mixtura entre territorio y acción de la sociedad, que desarrolló
este producto único que es la territorialidad. Véase Torres, Ana Clara (2008). En González
G., Fernán E. (Ed.) 2008. “Hacia la reconstrucción del país: desarrollo, política y territorio
en regiones afectadas por el conflicto armado”. Bogotá: Odecofi, Colciencias, Cinep.
2 Esta última disputa está en la base de los conflictos de las comunidades negras por ne-
gociaciones de tierra individuales con paramilitares y narcotraficantes, disputas que han
ocasionado desplazamientos y muertes de pobladores negros por los efectos sobre el posi-
cionamiento regional de la guerrilla y las prácticas de retaliación en las que ésta incurre en
las nuevas fases de la guerra por el territorio, lo que ha exacerbado el control militar sobre
el uso simbólico y material en las denominadas territorialidades bélicas. Véase Haesbaert,
R. da (2007). O mito da desterritorializção: do “fim dos territórios” á multiterritorialidade. 3°
ed. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, pp. 1-37.
3 El reconocimiento es diferente, en dependencia del ámbito de las relaciones, es decir, si se
trata del contexto internacional, nacional, regional, subregional y local. Esto es fundamental
para entender cómo dialogan, por ejemplo, las territorialidades indígenas con las instancias
nacionales e internacionales en cuanto a sus autonomías territoriales reconocidas constitu-
cionalmente; cómo los negros de los territorios colectivos del Atrato sustentaron sus retor-
nos en la Ley 70 de 1993; cómo las comunidades de paz interactúan de forma parcial con
el Estado nacional utilizando mecanismos de interlocución presentes en la Constitución,
al mismo tiempo que muestran posturas antiestatales y se protegen con disposiciones de
protección internacionales, entre otros ejemplos.
“una conducta humana que intenta influir, afectar o controlar acciones mediante
el establecimiento de un control sobre un área geográfica específica: el territorio”.
6 A pesar de ser paradigmas muy viejos, en el transcurso del desarrollo de la disciplina perma-
necen en el “inconsciente colectivo antropológico”, como lo discuten Gupta, A. y Ferguson,
J. (1997) en su artículo “Discipline and Practice: ‘The Field’ as Site, Method, and Location
in Anthropology”. Disponible en; http://books.google.com/books?hl=es&lr=&id=C4fUm
MDEbUIC&oi=fnd&pg=PA1&dq=Discipline+and+Practice:+%E2%80%98The+Field%E2
%80%99+as+Site,+Method,+and+Location+in+Anthropology&ots=edGNOhlTC_&sig=B
u6AomjHBxrLP8vFhGHlqccfh14#v=onepage&q=Discipline%20and%20Practice%3A%20
%E2%80%98The%20Field%E2%80%99%20as%20Site%2C%20Method%2C%20and%20
Location%20in%20Anthropology&f=false
7 Gupta, A. y Ferguson, J. (1992). “Más allá de la cultura”. Disponible en: http://www.ram-
wan.net/restrepo/teorias-antrop-contem/mas%20alla%20de%20la%20cultura-ferguson-
gupta.pdf
Con las tres claves que nos proporcionan Soja y Sack, abordaremos el
segundo interrogante de este capítulo, sobre los tipos de territorialidades que
se configuraron en la región y las diferencias entre las socioculturales y las
bélicas.
Tipos de territorialidad
En Urabá se superponen tres tipos de territorialidades: 1) la sociocultu-
ral, que agrupa los procesos poblacionales más importantes8; 2) la béli-
ca, relacionada con los procesos de expansión y desarrollo del proyecto
insurgente en la región de Urabá9; y 3) la institucional, que muestra la
diferenciación espacial para atender asuntos de gestión y ordenamiento
departamental, y sobre la cual se ejerce un control administrativo y mi-
litar explícito. Tales territorialidades están motivadas, concebidas y habi-
tadas con objetivos diferentes, que hacen de tal diversidad un terreno de
contradicción y conflicto.
A pesar de no ser objeto de nuestra preocupación, requerimos, en pri-
mer lugar, un simple esbozo de la territorialidad institucional, por ser éste el
ordenamiento que se utiliza para acopiar la información y asentar los regis-
tros gubernamentales. Los datos así recolectados son los que utilizamos para
nuestro análisis. Enseguida veremos cómo se configuraron las territoriali-
dades socioculturales y, finalmente, las bélicas. Proponemos un mapa que
superpone de manera gráfica ambas territorialidades, aunque para su lectura
es necesario un trabajo de campo explícito que indague en profundidad por
los órdenes creados en esa “superposición”.
8 Hay que hacer la diferencia entre las territorialidades socioculturales y otras diferenciacio-
nes espaciales que se utilizan, por ejemplo, en los análisis de tipo económico y político que
acostumbran espacializar sus datos. En este estudio tales diferencias hacen parte, constituyen,
están entre los rasgos de configuración de las distintas territorialidades: en lo económico, por
ejemplo, la actividad agroindustrial es constitutiva de la territorialidad empresarial junto con
otras características sociales que complementan las prácticas económicas, como el tipo de
relaciones empresariales o los discursos hegemónicos sobre el desarrollo que ha producido la
actividad agroindustrial, entre otros rasgos a los que nos referiremos en el texto. Igual sucede
con la economía de subsistencia, vista como una práctica que acompaña procesos históricos,
relaciones sociales y parentales y otros rasgos de la territorialidad campesina.
9 A la territorialidad bélica ingresarán los paramilitares en el capítulo siguiente.
10 William Ramírez Tobón, “Estado y crisis regional. El caso de Urabá”. En Análisis Político, No.
20, Bogotá, septiembre-diciembre de 1993 pp. 23-38. En el periodo 1977-1986 el proceso de
concentración de la propiedad podía inferirse de la desaparición de las fincas menores de 10
hectáreas y de la reducción, en un 50%, de aquellas situadas entre 10 y 30 hectáreas, p. 31.
11 William Ramírez Tobón (1993), op. cit.
13 Mientras la recolección de la información no se haga por veredas será imposible agregar los
datos de manera más pertinente con la configuración de las territorialidades propuestas.
del siglo XX– se unieron otros emigrantes, provenientes de las sabanas de Bo-
lívar y Córdoba y del interior del país, en un complejo proceso colonizador.
Las migraciones incorporaron a la región antioqueña las problemáticas de
sus regiones vecinas14; así lo han demostrado muchos de los estudios sobre
Urabá, que interpretan ese territorio como zona de refugio político, económi-
co y social (Uribe, 1992; Botero, 1990; García, 1996; Bejarano, 1988; Ramírez,
1993; Steiner, 2000) y como zona de desfogue de otras regiones acosadas por la
ampliación del latifundio en el Sinú, la exclusión de potenciales masas trabaja-
doras de las industrias del interior del país y la intolerancia para la convivencia
entre partidos políticos oficiales en áreas consolidadas del país, fanatismo que
provocó el destierro de los lugares de origen de muchos habitantes. Sin embar-
go, la llegada a Urabá no significó para los colonos la liberación de sus proble-
mas, pues con su instalación se atizaron disputas por la tierra con pobladores
indígenas ancestrales y con otros pobladores, cuyos intereses económicos no
coincidían con los promovidos por los colonos, como ocurrió con los conce-
sionarios de madera, constructores de carreteras, inversionistas en tierras y
agroindustriales del banano, entre los más poderosos intereses.
Habitar una nueva región implicó para los colonos resignificar sus luga-
res de origen en la construcción de sus nuevos espacios. Ese proceso paula-
tino de asentamiento, apropiación, identificación y producción del espacio,
construyó sentimientos de identidad, mostró diferentes formas de instala-
ción de los pobladores de cada oleada colonizadora, forzó la definición de
comportamientos para el entendimiento entre grupos diferentes y formas
de control sobre áreas geográficas específicas. Todos estos elementos fueron
diseñando distintas territorialidades.
Es preciso declarar y anticipar que, del conjunto de las territorialidades
socioculturales (campesinas, de acaparamiento, empresariales, urbanas y
étnicas –indígenas y negras–), fueron las étnicas las que mostraron mayor
decisión para enfrentar el conflicto armado, al permanecer en sus territorios
mediante una variada utilización de recursos, con los cuales trataron de en-
torpecer de alguna manera las formas de actuación de los actores armados,
14 El Urabá antioqueño hace parte del Gran Urabá, macrorregión compuesta por el Urabá
chocoano, el cordobés y el antioqueño. En este texto nos referimos al antioqueño, elegido
como unidad de análisis por aglutinar en su territorio masas de emigrantes provenientes del
Caribe, el Chocó, las sabanas de Córdoba y Bolívar, y también el interior de Antioquia. Tal
concentración obedeció principalmente, de un lado, a que fue considerada zona de refugio
por habitantes expulsados de sus lugares de origen, y, del otro, a que la implantación de la
agroindustria bananera atrajo mano de obra e imprimió un fuerte dinamismo económico
en la zona Centro del Urabá antioqueño.
La trayectoria colonizadora15
Por los registros arqueológicos y los estudios etnohistóricos se sabe que Ura-
bá ha sido de vieja data tierra tule y embera, a la que arribaron procesos co-
lonizadores que la tornaron pluriétnica y más tarde multicultural. En el siglo
XVIII bajaron por el río Atrato grupos de cimarrones o manumitidos pro-
cedentes del sur y del interior de Antioquia; en el siglo XIX se reportó una
actividad comercial ejercida por negros caribeños que entraban por el mar
y remontaban el Atrato hasta Quibdó; a finales de ese mismo siglo llegaron
los primeros sinuanos por el norte de Urabá, en una colonización extractiva
de madera y tagua dirigida por una compañía norteamericana que “barría”
de manera ordenada, en dirección oriente-occidente, las cuencas de los ríos
San Jorge, Sinú (Urabá cordobés), Mulatos y San Juan (Urabá antioqueño).
Todos estos procesos de poblamiento se acentuaron en las primeras déca-
das del siglo XX, cuando colonos sinuanos se internaron en el norte de la re-
gión, una vez fueron desalojados por el latifundio ganadero del actual depar-
tamento de Córdoba, mientras, de manera simultánea, llegaban por el sur los
primeros paisas, algunos fugados de la colonia penal de Antadó, en Ituango
(región occidental de Antioquia). Otros fueron empleados en la apertura de
la carretera al mar, que comenzó al finalizar el decenio de 1920 y terminó en
1957, cuando llegó a Turbo; y un tercer grupo ingresó como trabajadores del
proyecto de caucho de Mutatá o como paisas liberales que buscaron refugio
para escapar de la violencia de los años cincuenta (véase mapa 2).
Las distintas oleadas colonizadoras, dotadas de móviles propios, se fue-
ron estableciendo a lo largo de las rutas de arribo y dejaron a su paso territo-
rios culturales muy marcados: el norte de Urabá se reconocía como sinuano;
las costas, por su sabor caribeño; el Atrato, por interétnico, habitado por
una población negra de temperamento distinto del portado por la caribeña
y los indígenas emberas de río; el sur, mayoritariamente paisa; la serranía de
Abibe, poblada por emberas de montaña y, más al norte, por indígenas tule
ubicados entre Turbo y Necoclí. Durante la Violencia, y como lo hicieron
algunos paisas en el sur, los indígenas zenúes de las sabanas de Córdoba
buscaron también refugio en el norte de Urabá, en sitios que bautizaron con
los nombres de Canime, El Volao y Varasanta.
15 Para mayor detalle, véanse Uribe, 1991, Steiner, 2000 y Ortiz, 2001.
1. De acuerdo con las tres claves elegidas de Soja y Sack (véase atrás “Las
diferenciación socioespacial y la noción de territorialidad”), enten-
demos por territorialidades socioculturales aquellos espacios donde
se puede identificar: 1) un “sentimiento de pertenencia a una porción
particular de tierra sobre la que se tienen derechos exclusivos”;
2. un “modo de comportamiento en el interior de esa entidad”; y
3. “una conducta humana que intenta influir, afectar o controlar acciones
mediante el establecimiento de un control sobre un área geográfica espe-
cífica: el territorio”17.
17 Soja y Sack, citados por Cairo Carou, H. (2001). “Territorialidad y fronteras del estado-
nación: las condiciones de la política en un mundo fragmentado”. En Política y Sociedad, No.
36, Madrid, pp. 29-38.
18 Esto se diferencia de plano de otras territorialidades socioculturales, como, por ejemplo, la
empresarial, en la cual el rasgo primordial es el económico, que modela las prácticas pro-
ductivas y las formas de relación laboral.
19 “Tradicionalmente los planes de vida han sido diseñados y transmitidos de forma oral por
los pueblos indígenas, sin embargo en la actualidad se formulan por escrito como una ma-
nera de garantizar mayor perdurabilidad de su cosmovisión, y como una forma de inser-
tarlos y darlos a conocer en otros contextos. Estos planes reflejan profundos procesos de
reflexión y participación que se producen en las comunidades, favorecen la reafirmación
cultural y permiten asumir diferentes posiciones respecto a fenómenos sociales, económi-
cos, políticos y culturales que afectan la vida de los pueblos indígenas. Las distintas propues-
tas y preocupaciones plasmadas, a largo plazo, en los planes de vida, se articulan en torno a
los principios básicos de reivindicación territorial y autonomía cultural, ejes que determi-
nan en gran medida la supervivencia de estos pueblos”. Disponible en: www.mincultura.
gov.co/index.php?idcategoria=8875. Consulta: 16 de junio de 2010.
20 Sistema de monitoreo de la protección de los derechos y la promoción del buen vivir de
los pueblos indígenas de América latina y el Caribe. Disponible en: www.fondoindigena.
org/.../5_1_Planes%20de%20vida_def.pdf. Consulta: 16 de junio de 2010.
21 Ibíd.
22 Las Autoridades Indígenas de Colombia (Aico) definen así sus territorios: “Los territorios
indígenas bajo las diferentes formas jurídicas de tenencia, ya sean de origen colonial, republi-
canos, creados por el Incora o Incoder, o simplemente aquellas áreas territoriales poseídas en
forma regular y permanente por los diferentes pueblos indígenas, son legales y pertenecen a
sus comunidades, porque allí realizan sus labores sociales, económicas y culturales, lo cual les
da el carácter de territorio indígena, figura que el estado reconoce mediante el decreto 2164,
que reglamenta la Ley 160 de 1994, y antes que las normas nacionales está el derecho mayor,
la ley natural y ley de origen, que nos dan mayor legitimidad y autonomía de posesión y pro-
piedad, por estar antes que la Corona española y antes de las repúblicas de este continente.
Por esto y más razones, Autoridades Indígenas de Colombia (Aico) rechazamos de manera
enérgica las pretensiones de algunas instituciones del estado que se han propuesto desconocer
la existencia y vigencia de los resguardos de origen colonial. Ante esta actuación inconstitucio-
nal, como primera instancia emprenderemos las respectivas acciones legales para demostrar
la legalidad, vigencia y propiedad de nuestros territorios, tal como lo plasmó el Constituyente
en 1991”. Disponible en: http://www.aicocolombia.org/. Consulta: 16 de junio de 2010.
XIX, se excluyeron los territorios bajos de Antioquia, entre los que aparecían
Urabá, las zonas ribereñas del Magdalena Medio y el Bajo Cauca, habitados
por mestizos, negros e indígenas23. Con excepción de Claudia Steiner (2000),
pocos estudiosos han abordado el tema de la interculturalidad en la región,
pero hay que decir que las territorialidades ancestrales indígena y negra –la
más reciente– no estuvieron en los planes de inclusión institucional para la
construcción de la región; tampoco entre los intereses iniciales de los grupos
armados, que actuaron más en el terreno público que en el doméstico –que
caracterizaba la vida en estas territorialidades–, ni tampoco en los planes de
los grupos étnicos dirigidos a integrarse, toda vez que ellos contaban con una
larga historia de maltrato y discriminación en sus experiencias de relación con
los pobladores procedentes del interior y con los nuevos colonos del siglo XX24.
Las territorialidades étnicas de carácter indígena y negro han cobrado im-
portancia para la disputa por el territorio a medida que el desarrollo se ha des-
plazado hacia los bordes de la región, en busca de la ampliación de la agroin-
dustria, labor en la cual el narcotráfico ha conquistado rutas y espacios para
los cultivos de coca; la globalización ha hecho de estos territorios zonas estra-
tégicas para el mercado (megaproyectos) y los ejércitos irregulares los conside-
ran como puntos claves de conexión entre la serranía de Abibe y el andén del
Pacífico para el tráfico de armas y narcóticos y para apuntalar sus estrategias
de guerra25. Esto obligó a los grupos étnicos a cambiar su forma doméstica de
actuar y a convertirse en defensores políticos y culturales de sus territorialida-
des (véase Capítulo 4), además de que los llevó a acentuar los rasgos claves de
pertenencia, comportamiento y control, definidos para interpretar las territo-
rialidades pese a que la guerra continúe campeando por sus territorios.
23 Véase María Teresa Uribe (1990). “La territorialidad de los conflictos y de la violencia en
Antioquia”. En Gobernación de Antioquia (1990). Realidad social. Medellín: Edinalco.
24 Peter Wade ha mostrado la discriminación histórica con la que los paisas se han relacionado
con los chocoanos. Para un ejemplo, consultar Wade, Peter (1983). “Raza y etnicidad en el
Urabá chocoano”. Manuscrito en la biblioteca central de la Universidad de Antioquia. Co-
lección Antioquia. 156 h.
25 Las territorialidades indígenas (embera catío y embera chamí) están ubicadas en la serranía
de Abibe y en las llanuras del Atrato, en Caimán Nuevo (tule) y en Las Changas, El Volao y
Varasanta (zenú), todas con proyectos territoriales. La de los negros, por su parte, abarca las
planicies aluviales del río Atrato.
las retaliaciones de las Farc los volvió tolerantes con los paramilitares, que
ingresaban por el norte a disputar el territorio a las Farc. Los que decidieron
no respaldar a la nueva fuerza se desplazaron o fueron forzados a hacerlo, y
los que optaron por permanecer en su lugar se convirtieron en campesinos a
órdenes del paramilitarismo; éstos gozaron de su protección, hasta el punto
de que algunos obtuvieron garantías para acceder a la producción de plátano
de exportación30 y cambiaron su tradicional calidad de campesinos rasos.
Los demás siguieron como campesinos autosubsistentes en condiciones di-
fíciles de estabilidad, según fuera la marcha del conflicto, cómo avanzaran
los eventos armados por todo el espacio regional y cómo desarrollaran su
estrategia de desplazamiento los actores armados, de acuerdo con sus planes
de dominio territorial.
A diferencia de los indígenas y los negros, que tienen protección legal
para sus tierras y reconocimiento de sus autoridades, los campesinos ni si-
quiera poseen títulos de propiedad que los acrediten como autoridad, en tér-
minos de la propiedad de sus parcelas31. Los títulos son el mínimo requisito
para ejercer algún dominio sobre sus predios, así sea de carácter legal, y para
aspirar a acceder a los programas de la institucionalidad social, financiera y
de sustento que ofrece el Estado, con lo cual ejercerían un control más ro-
tundo sobre sus territorios. Tampoco sus formas organizativas han gozado
de la autonomía para mantener algún tipo de control o para ser un órgano de
deliberación y decisión efectivo que equilibre fuerzas con los demás actores y
con el Estado. Algunas de sus organizaciones fueron permeadas por los gru-
pos guerrilleros, razón para que fueran estigmatizadas como subversivas por
los contrincantes políticos de turno, así como sus reivindicaciones sociales
fueron calificadas como expresiones de la tendencia política de izquierda.
Tal vilipendio las hizo vulnerables ante los paramilitares cuando, años más
tarde, ingresaron a sus predios y decidieron desintegrarlas por la vía del ase-
sinato o el desplazamiento forzado de sus líderes32.
Para concluir, esta territorialidad campesina tiene rasgos esenciales de
arraigo a la tierra a causa de la condición del mismo campesino, que, in-
dependientemente de su cultura, busca reproducirse en lugares donde crea
disponer de tales condiciones. Además, a esta territorialidad la alimenta un
proceso permanente de construcción de pertenencia al territorio, traducido
iii) Por territorialidad empresarial nos referimos tanto a las 30.000 hectáreas
que ocupa la producción del banano en la zona Centro de Urabá como a la
estructuración de una institucionalidad que se fundamentó en normas pri-
vadas de interacción, propias de una economía agroindustrial sin regulación
inicial del Estado. Esta economía produjo transformaciones rotundas en la
tradicional estructura agraria regional, pues no solo cambió las tendencias de
crecimiento demográfico34 y concentró a los pobladores en centros urbanos,
sino que también provocó cambios en la estructura de la producción al redu-
cir los cultivos transitorios a favor de los permanentes (véase Capítulo 3) y al
provocar mejoras en la infraestructura productiva y de servicios concentrada
en las fincas bananeras al servicio de la integración vertical de la agroindus-
tria, entre muchas otras transformaciones que no son ahora nuestro objeto.
En el acápite sobre la ordenación institucional del territorio se enunció
cómo la instalación de la agroindustria del banano y el respaldo estatal a una
distribución desequilibrada de las inversiones en la región, fue una de las
33 Los procesos de restitución de tierras en Urabá durante los escasos dos últimos años han
conllevado el asesinato de varios de los líderes que estaban a la cabeza de tales procesos.
Sobre esto no se tiene un registro sistemático pero se conoce la información de prensa, los
boletines virtuales del Instituto de Estudios Humanitarios y otros informes públicos pro-
porcionados por la Comisión de Reparación y Reconciliación de Antioquia.
34 Se ha dicho que entre los censos de 1964 y 1973 la población se cuadruplicó.
“El salario por jornal o a destajo, la inexistencia de la jornada laboral legal, la au-
sencia total de prestaciones sociales, la utilización de contratistas independientes
para evadir obligaciones laborales, la no remuneración de horas extras, domi-
nicales y festivos, y en general, el desconocimiento de las normas laborales por
parte de los empresarios, con la complicidad del Ministerio de Trabajo en muchas
ocasiones, marcaron el periodo inicial de las nuevas relaciones de producción
capitalista, signadas por la sobreexplotación del trabajo” (Bejarano, 1993, p. 61).
40 Bejarano, A.M. (1988). “La violencia regional y sus protagonistas: el caso de Urabá”. En
Análisis Político, No. 4, mayo-agosto de 1988, pp. 54-68.
44 Consultar Uribe de H., M. T. (1992). Urabá: ¿Región o territorio? Primera edición. Medellín:
Iner, Corpouraba, 273 p. y García, C.I. (1996). Urabá. Región, actores y conflictos 1960-1990.
Bogotá: Cerec e Iner, 288 p. quienes ilustran las adhesiones políticas y el influjo de las fuer-
zas sociales y económicas sobre los poderes locales.
bano que tramitó sus demandas por la vía de los partidos políticos (el barrio El
Consejo, de Apartadó, fue promovido por el Partido Liberal) o mediante otro
tipo de acciones políticas impulsadas por las guerrillas para buscar adhesión
social a sus propios intereses revolucionarios.
Aunque es incuestionable el influjo de la instalación de la agroindustria y
la intervención de la insurgencia en la creación de la territorialidad urbana,
no por eso ésta es un mero apéndice de sus procesos o una simple recep-
tora de las problemáticas que caracterizan a las restantes territorialidades.
Esta territorialidad ha engendrado sus propios procesos, ha creado vínculos
de relación diversos, ha canalizado procesos sociales para la demanda de
bienes, derechos y servicios. La territorialidad urbana tiene sus maneras de
comportamiento propias de la complejidad organizativa estatal, institucio-
nal, partidista, administrativa. Por ahora solo interesa acentuar que dichos
comportamientos, y las respectivas formas de control establecidos para go-
bernarlos, configuran un tipo de territorialidad que concentra el interés y el
poder de muchos para controlar todo lo que funciona en ella: instituciones,
administración local, partidos políticos, finanzas públicas, seguridad social
y justicia. Por eso los centros urbanos han sido eje de control de todas las
fuerzas en disputa que actúan en el conflicto armado de la región de Urabá.
47 Para sobrevivir a la guerra con los actores paramilitares durante los últimos 20 años, y con el
Estado en los últimos años de la Seguridad Democrática, la guerrilla apeló a las actividades
del narcotráfico, a fin de reforzar su capacidad defensiva con los ingresos generados por la
posesión de las rutas de transporte de droga, parte de la cadena del negocio que tiene Urabá.
A pesar de estar engolosinada con el negocio, la guerrilla no ha sacrificado del todo su tra-
dicional proselitismo político, comportamiento requerido para congraciarse y legitimarse
ante los pobladores regionales.
En los años 60 estas guerrillas liberales fueron buscadas por los movi-
mientos comunistas y de izquierda, que estaban en auge y querían incremen-
tar sus bases de apoyo. Esa interacción desembocó en la configuración de las
guerrillas EPL y Farc y éstas rápidamente establecieron alianzas con el Parti-
do Comunista, con sus disidencias y con partidos alternativos formados por
fuera de los cauces y clientelas de los partidos tradicionales. Los guerrilleros
del EPL se ubicaron en dirección hacia Córdoba –ríos Sinú y San Jorge– y
hacia el Abibe, y las Farc lo hicieron hacia el sur de la región, en Mutatá y la
planicie del Atrato en dirección a Murindó48.
La fuerza ideológica que acompañó a las guerrillas, sobre todo a la del
EPL, que era seguidora del pensamiento de Mao, fue la convicción de que la
lucha revolucionaria se realizaba en las zonas rurales y con el campesinado.
Así que los nuevos actores armados acompañaron la colonización e incluso
promovieron una colonización armada dirigida, como lo hicieron las Farc
en la zona de Mutatá, en dirección al Atrato, de la misma manera que lo
habían hecho en el piedemonte llanero y en Caquetá (Uribe, 1992, p. 250).
con los campesinos por un nuevo tipo de entendimiento con los obreros de
la agroindustria. Aunque tal disposición no hubiera sido asunto de los fren-
tes regionales sino de sus jerarquías nacionales, se trataba de incidir, a través
de una labor política e ideológica, en los centros urbanos y en áreas de mayor
desarrollo, donde había que capturar nuevas bases sociales y fortalecer sus
anclajes para la expansión del proyecto revolucionario.
Para entenderse con los obreros tuvieron que vigorizar su fuerza polí-
tica y participar en el movimiento sindical (el EPL con Sintagro y las Farc
con Sintrabanano)52, aprovechando el descontento de la fuerza laboral con
los propietarios y empresarios que por todos los medios querían impedir
la organización sindical53. El tránsito del ámbito rural al urbano no sig-
nificó abandonar las causas agraristas sino consolidar nuevas identifica-
ciones “revolucionarias” con la fuerza laboral, en lucha contra el capital
y los empresarios bananeros, sobre quienes también ejercieron prácticas
extorsivas.
Carlos Miguel Ortiz distingue cuatro formas de relación entre habitantes
de las zonas rurales y guerrillas, algunas referidas a la región de Urabá.
La primera de ellas es el
“adherente político por razones más o menos programáticas, ligadas con inte-
reses colectivos y con las identidades, por ejemplo, de campesinos pobres o de
jornaleros: es la que se ha dado en las veredas, corregimientos y, aunque menos,
en las cabeceras municipales, en donde antes o con la guerrilla ha existido un
trabajo político de un partido o movimiento proclive a la organización guerrille-
ra: del Partido Comunista o de la Unión Patriótica, para el caso de las Farc. Son
bastiones, incluso electorales, que datan de los años 60 y 70. Por citar algunos: el
corregimiento de San José de Apartadó, en Urabá, que durante los años 80 incli-
nó acentuadamente la balanza a favor de la Unión Patriótica en el municipio de
Apartadó e hizo pensar inexactamente que la totalidad del municipio votaba por
el movimiento” (Ortiz, 2001, pp. 69-70).
52 Luchaban contra la desprotección laboral del trabajador, las respuestas militares del gobier-
no a las protestas obreras y las desvinculaciones laborales sin causa justa, entre muchas otras
reivindicaciones ampliamente documentadas por García, 1996.
53 “La persecución sindical en todas sus formas (despidos, detenciones, amenazas, asesinatos),
la militarización de las fincas bananeras, la introducción de contratistas para sabotear la
lucha sindicalizada, la firma de pactos colectivos sin intermediación de los sindicatos, el
incumplimiento de convenciones colectivas e incluso la compra de pliegos de peticiones,
fueron algunas de las modalidades utilizadas por los propietarios para debilitar el movi-
miento sindical” (Bejarano, 1998, p. 62).
“la adhesión programática y la de conveniencia (…) en los casos en que las guerri-
llas han apoyado acciones colectivas como las sindicales, no sin reclamar contra-
partidas, incluso de imposiciones económicas. Por ejemplo, en Urabá, tanto Farc
como EPL fueron funcionales para las acciones sindicales de Sintrabanano y de
Sintagro; digamos que han sido de los pocos casos en los que las guerrillas han te-
nido una expresión clasista. Los salarios reales mejoraron en el tiempo en el cual
esos sindicatos, en su radicalismo, hicieron huelgas y las ganaron, pero a costa de
ser instrumentalizados por las guerrillas, tributándoles de sus fondos sindicales
y, peor aún, poniendo víctimas en la pelea sangrienta entre las dos guerrillas que
pretendían el dominio de los dos sindicatos” (Ortiz, 2001, p. 70).
“terminan por constituir tres aparatos: un aparato militar que proteja los acce-
sos de un enemigo a su zona de influencia; un aparato de justicia o de policía
que mantenga el orden interno, dirima los conflictos y castigue a los culpables de
quebrar la normatividad que rige en el área. Se trata, claramente, de una legalidad
alternativa que no coincide con las normas del Estado. Y en tercer término, un
aparato impositivo que define la contribución de cada uno de los miembros de
la zona bajo control al sostenimiento del aparato de poder existente. En otras
palabras, la guerrilla, como cualquier Estado, pero en una menor dimensión y en
ocasiones en forma muy porosa, configura en el ‘adentro’ de su zona de influencia
una función policial e impositiva, y en el ‘afuera’ una función militar” (Pizarro,
1991, pp. 16-17).
“en las áreas por ellos controladas (son) un verdadero poder; dirimen los conflic-
tos, manejan el orden público, aplican un modelo primario de justicia y reciben
un apoyo real de los pobladores, quienes los reconocen como Estado, es decir,
como principio de orden y organización” (Uribe de H., 1991, p. 250).
Mapa 1
División subregional institucional Urabá antioqueño
Mapa 2
Olas colonizadoras
Mapa 3
Territorialidades socioculturales
Urabá antioqueño, 1960-1990
Mapa 4
Conflicto y actores armados.
Urabá antioqueño, 1960-1990
Mapa 5
Territorialidades Urabá antioqueño.
Anterior al conflicto paramilitar 1990
que protegían los territorios donde la guerrilla había concentrado sus ata-
ques; en otras palabras, atacar a los amigos de la guerrilla y defender a los
enemigos. Para su proyecto económico, los paramilitares controlaron las te-
rritorialidades de los grupos étnicos (resguardos y territorios colectivos), a
fin de facilitar su actividad de narcotráfico o para incorporar esos territorios
a la estructura productiva nacional, o bien para alcanzar ambos objetivos,
además de otras motivaciones contrainsurgentes.
Entre los años 1988 y 1998 Urabá vivió una de las más sangrientas dé-
cadas de su historia, cuando se pretendió decidir la disputa entre guerrilla y
paramilitares por el control de la región. Entre 1988 y 1995 hubo una avan-
zada paramilitar no identificada con claridad por los pobladores, quienes no
entendían a qué venían aquellas formas de violencia poco “usuales” dentro
de los procederes violentos de un intenso conflicto político-laboral-armado
entre sindicalistas, partidos políticos, empresarios bananeros y guerrillas
(EPL y Farc), conflicto que también implicaba a campesinos, minorías étni-
cas y demás pobladores. La nueva lógica de penetración se reveló realmente
cuando, a mediados de los años noventa, el paramilitarismo ingresó al eje
bananero anunciándose con nombre propio y proclamando el objeto de su
presencia. Fue entonces cuando, comenzando por el norte (estaban asenta-
dos en Valencia y Arboletes desde 1992 y 1993)1, los paramilitares hicieron
un barrido macabro hacia el centro, ocupado por dicho eje. En su lucha por
el dominio territorial la nueva fuerza llegó hasta los más remotos rincones,
exterminando a cuantos consideraba guerrilleros2 o simpatizantes de ellos,
acabando con las milicias bolivarianas en todos los municipios donde tenían
presencia (el eje, principalmente) y consiguiendo el repliegue de las Farc ha-
cia los confines de la región.
Escudados en los objetivos manifiestos de lucha contrainsurgente, de-
fensa del Estado y protección de la producción agroindustrial, iban tras el
dominio de una tierra rica en recursos, con una excelente ubicación geoes-
tratégica y múltiples conexiones con distintos puntos del interior del país,
merecedora de ser disputada a muerte con la guerrilla. Con la presencia de
los paramilitares cesaron las extorsiones, ‘vacunas’ y secuestros a empresa-
rios, políticos y ganaderos, mientras aquéllos echaban mano de las rutas del
contrabando de armas y narcóticos y ejercían coacción sobre los grupos po-
líticos regionales, hasta entonces prerrogativas de la guerrilla. Se dice que los
paramilitares copiaron los métodos insurgentes de coacción y dominio y que
la mayoría de los eventos (cerca del 80%) y define en gran parte la tenden-
cia histórica de Urabá. Esto hace que el dato regional oculte las dinámicas
particulares de las otras zonas, que son las que queremos explicitar a conti-
nuación para analizar las variantes y principales características zonales del
conflicto en Urabá.
Zona Norte. La gráfica 5 muestra la dinámica del Norte, donde los primeros
años de la tendencia (1988-1992) son estables, con 6 acciones unilaterales.
En 1993 comienza un ascenso importante, hasta alcanzar en 1994 un pico
histórico de 14 acciones (aun cuando en la zona Centro dichos eventos des-
cienden), momento en el que oficialmente entran los paramilitares desde
Córdoba, hacia Urabá. Los años 1997, 1998 y 2000 no registraron acciones
armadas (los paramilitares ya habían conquistado el Norte), aunque ellas
se reactivan, en muy bajo nivel, desde 2001 y luego a partir de 2005, bajo el
incentivo del narcotráfico.
Una característica del Norte es que las acciones unilaterales desplegadas
en Urabá ocurren de manera más fuerte en Necoclí y San Pedro de Urabá,
municipios que tienen más cercanía estadística con la dinámica del Cen-
tro. Esto tiene explicación en la acción paralela que estaban ejerciendo los
paramilitares en ambas zonas, es decir, mientras libraban una lucha contra
la guerrilla en el Centro, atacando prioritariamente a sindicalistas y simpati-
zantes de las Farc, en el Norte estaban disputando el control territorial a las
Farc, asesinando simpatizantes de la guerrilla y desplazando a campesinos.
Para el caso de Necoclí, a pesar de que las acciones unilaterales eran esca-
sas, el conflicto parece reactivarse después de la desmovilización paramilitar,
particularidad que se atribuye a la nueva dinámica delictiva adoptada por el
narcotráfico (gráfica 6).
Observadas por grupos armados, las acciones en la zona dejan ver cómo
cambia, hasta desaparecer, la activa presencia guerrillera a causa de la pre-
sión paramilitar desplegada a comienzos de la década, y cómo el fenómeno
del incremento del conflicto responde más a las acciones del Ejército y de los
paramilitares, las cuales podrían estar vinculadas al incremento del narco-
tráfico en la región (gráfica 7).
Zona Sur. Durante los veinte años, la tendencia del Sur está muy por debajo
del promedio regional. Una serie de eventos registrados en 1991, y otros en
los periodos 1997-2001 y 2003-2007, marcan los momentos destacados en el
registro de eventos.
Ese comportamiento, aunque marginal, define una nueva pauta para la
última década: aunque se presentan pocos eventos, ellos son permanentes
desde el año 2003, en principio más intensos en Murindó (cuatro acciones
registradas en 2004) y luego en Vigía del Fuerte (cinco acciones registradas
en 2006 (gráfica 9), como manifestación del traslado de la disputa entre gue-
rrilla y paramilitares hacia los territorios del Atrato.
de los territorios dejados por aquellos en toda la región del gran Urabá4.
Tras la desmovilización del EPL, una suma de factores5 originó una guerra
sucia que involucró a las Farc en alianza con la disidencia del EPL, a los
paramilitares y a sectores del EPL reinsertados6; en otras palabras, signifi-
có la guerra entre Esperanza Paz y Libertad y la Unión Patriótica. Así que
la sucesión de eventos (negociaciones de paz, desmovilización del EPL,
arremetida de las Farc e ingreso del paramilitarismo) explica la caída de las
acciones armadas y enseguida el incremento de ellas, como lo representa la
gráfica 12 y su expresión espacial en el mapa 6, que dibuja, en forma de U,
la intensidad del conflicto entre los años 1988 y 1991.
La expresión socioespacial del conflicto durante este primer ciclo se apre-
cia en el mapa 8, que muestra la forma como se afectaron las territorialidades
urbana y empresarial en el Centro, así como las territorialidades de acapara-
miento y campesinas del Norte, cuando las Farc se enfrentaron con los ex EPL
y comenzó la guerra sucia con la avanzada del paramilitarismo que ingresó a
ese territorio por los municipios de Valencia y Tierralta, al norte de la región.
7 Se la denomina como definitiva porque no era la primera vez que hacían presencia en la
región (ya en 1985 habían sido denunciados, y se tienen registros de masacres perpetradas
por ellos en 1989, según reportes de Ramírez 1997), pero solo a partir de 1992 llegaron para
quedarse.
8 Basta con mencionar los testimonios dados en las versiones libres de los paramilitares des-
movilizados, de las cuales la de la Brigada XVII, con Rito Alejo del Río al mando, fue una de
las denuncias más sonadas, entre muchas otras hechas por los pobladores contra el Ejército
Nacional.
de Arboletes, San Pedro, San Juan de Urabá y Necoclí (esta última con cierto
rezago respecto de las anteriores, como muestran las gráficas 6 y 7).
Para el Centro de Urabá el proyecto paramilitar fue igualmente efec-
tivo, pero a mediano plazo. Aunque la escalada del conflicto comenzó a
partir de 1992, su recrudecimiento esperó hasta 1996, año a partir del cual
inició su descenso, mientras que la dinámica regional había tenido su pico
mayor en 1993 y a partir de ahí había iniciado su declive. Como lo muestra
la gráfica 1, cuando la actividad armada alcanzó el momento más alto en
el Centro de Urabá, la dinámica de esta zona comenzó a ser totalmente
equivalente a la dinámica observada en el conjunto de la región del Urabá
antioqueño. Esto nos lleva a concluir que se presentó un dominio de los
paras en el Norte y de las Farc en el Sur, mientras el Centro continuaba
como territorio en disputa. Por tanto, en este ciclo se vislumbra la primera
retirada guerrillera de la zona Norte de Urabá, operada entre 1995 y 1996 y,
consecuentemente, la agudización del conflicto armado en el Centro, que
alcanza su cima en 1996 para finalmente terminar expulsando a los frentes
guerrilleros hacia el occidente antioqueño y hacia el Chocó a comienzos
de 1998.
Entre 1996 y 1998 la zona del Centro disminuye rápidamente sus índices
de conflicto en relación con el número de eventos (véanse gráficas 2 y 13),
como señal del comienzo del dominio paramilitar en su disputa territorial
con las Farc, y, como puede apreciarse en el mapa 12, las territorialidades
político-militares se modifican, pues el conflicto emigra mientras las zonas
Centro y Norte de Urabá terminan por quedar bajo control paramilitar.
Entre 1996 y 1998 ocurrió un cambio en la intensidad del conflicto, pues,
como enseña la gráfica 15, las jerarquías zonales se transforman: mientras
en el Norte y en el Centro decaen los índices del conflicto, éstos ascienden
de modo equivalente en el departamento del Chocó (municipios de Acandí,
Unguía, Riosucio y Carmen del Darién) y en la región vecina del occiden-
te antioqueño (municipios de Dabeiba, Frontino y Urrao). Esto se explica
por la contigüidad espacial entre las regiones y por las características de un
proceso de expansión de la frontera político-militar, que se comporta como
en un juego de suma cero9. La expulsión de la guerrilla del eje bananero por
9 Este movimiento espacial se evidencia en las cifras del conflicto en Mutatá, como municipio
de frontera entre Urabá y la región del occidente, donde en 1998 se presentaron 15 eventos
armados, casi el doble de los reportados en el periodo de mayor sevicia del conflicto en la
zona Centro de Urabá (1992-1996), cuando la cifra fue de 7,6 (véase la gráfica 3). Esto im-
plica un rezago de Mutatá en aproximadamente dos años con respecto a la dinámica general
de la zona Centro.
10 Algunas características específicas del Urabá Central que pueden servir de determinantes
para explicar la inercia de la violencia en la región son: i) las relaciones depredatorias y sim-
bióticas que establecen los actores armados con la agroindustria bananera como fuente de
financiación; ii) la inoperancia de las instituciones formales, que son sustituidas por órdenes
de control armado que, a pesar de la hegemonía por parte de uno de los grupos armados, no
anulan la persistente defensa de ley y la lucha por la soberanía del Estado; iii) la inserción de
los actores armados en la vida política institucional para lograr el control social.
Los homicidios
Los ejércitos alzados en armas operan con dos lógicas diferentes y opuestas: una
identifica a las Farc y la otra a los paramilitares. En la gráfica 19 observamos cómo la
actividad guerrillera se concentra en combates con las fuerzas estatales, que en 1993
alcanzaron un máximo de 61, frente a 32 acciones unilaterales.
Para el caso de los paramilitares, por el contrario (gráfica 20), su actua-
ción se enfoca casi exclusivamente en los hechos unilaterales, que en 1995,
cuando el conflicto alcanzaba los más altos niveles, llegaron a ser diez, en
comparación con solo dos combates de guerra.
Las acciones unilaterales de las guerrillas y los paramilitares causaron
fuertes daños a la población civil, particularmente en materia de homicidios.
Al analizar la lista de masacres que sucedieron en Urabá se observa que sus
principales responsables fueron los paramilitares, lo que se colige de la co-
incidencia que se manifiesta al superponer la representación de las acciones
unilaterales sobre la correspondiente a las masacres, tal como se muestra en
la gráfica 21. A partir de 2002 las acciones unilaterales paramilitares desple-
gadas dentro del ciclo de la desmovilización parecen reenfocarse hacia otra
dinámica, muy posiblemente relacionada con la actividad del narcotráfico.
Hay que insistir en que el recrudecimiento del conflicto en la región de
estudio por efecto del arribo del paramilitarismo, en lugar de significar es-
trictamente un combate entre grupos al margen de la ley, implicó también
ataques a la población civil bajo la idea paramilitar de destruir la base social
de la guerrilla y desarticular a las Farc en el territorio. Esta forma de actuar
provocó una alarmante crisis humanitaria, pues, además de los altos niveles
de homicidio, puso en marcha la revancha de la guerrilla contra las supuestas
bases sociales de los paramilitares, en una represalia que utilizó la misma
estrategia con la que operaban sus odiados enemigos y provocó un efecto
multiplicador en el número de homicidios11 (véase gráfica 22).
11 Cabe resaltar que las tasas de homicidios perpetrados en Urabá durante el conflicto armado
en el lapso 1992-1996 fueron superiores a los correspondientes valores nacionales y depar-
tamentales, lo que implica un fenómeno alto de localización del homicidio en el momento
en que se produce un recrudecimiento de la violencia en la región, por lo cual es permisible
plantearse la hipótesis de que los muertos directamente atribuibles al conflicto armado pue-
den ser más numerosos que aquellos que las bases de datos pueden comprobar.
15 Para el año 2005 estos datos integran a Riosucio y Carmen del Darién, ya que en 1993 éste
último no se había constituido como municipio y hacía parte del primero.
A fin de analizar los efectos causados por el conflicto regional en las tasas de
recepción, en los mapas 23 y 24 se trazan las rutas de migración que siguió el
desplazamiento en el Gran Urabá. Al observar los mapas se puede notar que una
parte de la población expulsada de la región siguió una serie de rutas de origen/
destino que, según el índice de centralidad16, se concentraron en los municipios
de Apartadó y Turbo, que acogieron, en calidad de destino del desplazamiento,
entre el 19,68% y el 24,06% de la población desplazada. Este valor es ampliamente
significativo, si se considera que el municipio que ocupa el tercer lugar en térmi-
nos de gravitación del desplazamiento regional es Carepa, con un valor de solo el
4,86% de los desplazados, es decir, menos de una cuarta parte de la centralidad de
los dos primeros municipios. La ruta del desplazamiento ha recorrido los cami-
nos que otrora trazaran los procesos de colonización y la mano de obra excedente
de las economías de diversas regiones del país, atraída (entre otras razones) por
la agroindustria del banano. En su momento, estas migraciones representaron
importantes niveles de crecimiento demográfico en Apartado y Turbo17.
Por otra parte, dada la migración del conflicto armado descrita en el ca-
pítulo anterior (véase gráfica 15), deben considerarse los desplazamientos
que la ruta bélica (Centro-Occidente y Centro-Chocó) descarga sobre las
regiones de frontera y la consecuente migración de desplazados hacia la re-
gión del Urabá antioqueño.
Un análisis de las rutas del desplazamiento del Gran Urabá permite ob-
servar que la gravitación del Centro sobrepasa los límites antioqueños. El
mapa 24 muestra el primero y el segundo destinos que los desplazados de los
municipios de frontera definen como lugares de refugio dentro de la región
de Urabá18. Como lo ilustra la figura, los desplazados de la región del Chocó-
Quibdó, Riosucio, Acandí y Unguía –y así mismo de Córdoba-Valencia y
Tierralta– privilegiaron las cabeceras de Turbo, Apartadó y Carepa.
16 Entendido como el porcentaje del total de la población desplazada que, tras permanecer
en la región, toma como lugar de destino un municipio determinado. Así, un 50% para
Apartadó significaría que de la población desplazada que se queda en la región de Urabá, es
decir, excluyendo aquella que migra a Medellín, Bogotá, etc., el 50% escoge como destino a
Apartadó, dando así idea de la capacidad gravitatoria de cada municipio.
17 Entre los censos de 1964 y 1973 la población de ambos municipios pasó de 34.432 a 60.245
habitantes, variación equivalente a un crecimiento de 74%.
18 Vale destacar que un análisis de las jerarquías del desplazamiento extrarregional debe, como
mínimo, poner en tela de juicio la atracción de los centros de Urabá (Apartadó y Turbo)
frente a otras centralidades de Córdoba (Montería) y Chocó (Quibdó). Sin embargo, no
se pudo acceder a la información disponible de origen destino sobre municipios por fuera
del departamento de Antioquia, por lo cual simplemente se puede ratificar la centralidad
del Apartadó y Turbo frente a la región del Urabá antioqueño, y no frente al Gran Urabá
(antioqueño, cordobés y chocoano).
100
90
80
70
60
50
40
30
330 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
10
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
50
43 41
40
30 30
28
23
20 20
18 16
13 13 14
10 9 9 9 9
7
Acciones unilaterales
5 5 5
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004
Centro
30
25
20
15
10
5
332 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Acciones unilaterales
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
Centro - Apartadó Centro - Carepa
Centro - Chigorodó Centro - Mutatá
Centro - Turbo
30
25
20
15
10
5
Acciones unilaterales
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
16
14 14
12
10
8 8
7
6 6 6 6
5
334 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
4 4
3
2 2 2 2 2
1 1
0 0 0 0 0 0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
Norte
10
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
1
336 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Acciones unilaterales
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
8
7 7
6
5
4 4
3 3 3 3 3
2 2 2
Acciones unilaterales
1 1 1
0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
Sur
2
338 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
Acciones unilaterales
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
4.5
4
3.5
3
2.5
2
1.5
1
Acciones Unilaterales
0.5
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
100
94
90
80 79
70
66
60 57 60
54
50
40 37 39
30 32 29
28 25
340 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
20 21 24 19
12 13 14 14
10 9
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
100
90 94
80
70
60
57
50
40
37
30 32
20 21 24
10
0
1988 1989 1990 1991 1992 1993
100
90
80
70
60
50
40
30
342 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
20
0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000
70
60
50
40
30
20
10
80
30
70
25 60
20 50
40
15
30
10
20
344 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
0 0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
45
40
35
30
25
20
15
10
60
50
40
30
20
346 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
0
2003 2004 2005 2006 2007
14
12 12
10 10
8 8
6
5 5
4 4 4
3
2 2 2
1 1 1 1 1 1
0 0 0 0 0
88 9
19 198 19
90 991 992 993 994 995 996 997 998 999 000 001 002 003 004 005 006 007
1 1 1 1 1 1 1 1 1 2 2 2 2 2 2 2 2
Centro
70
60
50
40
30
20
10
Número de acciones
348 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
14
12
10
Número de Acciones
4
88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 00 01 02 03 04 05 06 07
19 19 19 19 19 19 19 19 19 19 19 19 20 20 20 20 20 20 20 20
14
12
10
Número de Acciones
4
2
350 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
35 1400
30 1200
25 1000
20 800
15 600
10 400
5 200
0 0
1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006
18000
16000
15,413
14000
2000
200 35000
180 30000
160
25000
140
20000
120
100 15000
80 10000
60
5000
40
0
20
0 -5000
88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 00 01 02 03 04 05 06 07
19 19 19 19 19 19 19 19 19 19 19 19 20 20 20 20 20 20 20 20
Mapa 6
Eventos primer ciclo del conflicto armado.
Urabá, 1988-1991
Mapa 7
Distribución de los actores armados.
Urabá, 1960-1990
Mapa 8
Expresión socioespacial del conflicto armado.
Primer ciclo. Urabá, 1989-1991
Mapa 9
Distribución de los actores armados.
Urabá, 1990-1995
Mapa 10
Eventos del segundo ciclo del conflicto armado.
Urabá, 1992-1996. Escalada del conflicto
Mapa 11
Eventos del segundo ciclo del conflicto armado.
Urabá, 1997-1999. Disminución del conflicto
Mapa 12
Distribución de los actores armados.
Urabá, 1996-1998
Mapa 13
Expresión socioespacial del conflicto armado.
Urabá, 1992-1996
Mapa 14
Expresión socioespacial del conflicto armado.
Urabá, 1997-1999
Mapa 15
Eventos del tercer ciclo del conflicto armado.
Urabá, 2000-2003
Mapa 16
Presencia paramilitar en
Urabá antioqueño, 1999
Mapa 17
Presencia paramilitar en
Urabá antioqueño, 2001
Mapa 18
Presencia paramilitar en
Urabá antioqueño, 2003
Mapa 19
Expresión socioespacial del conflicto.
Urabá, 1997-1999
Mapa 20
Bloques paramilitares
Urabá, 1999-2003
Mapa 21
Eventos totales del conflicto.
Urabá, 2007
Mapa 22
Expresión socioespacial del conflicto armado.
Urabá, 2007
Mapa 23
Principales destinos del desplazamiento intrarregional
Urabá, 1997-2007
Fuente: cálculos de los autores con base en la información de desplazamiento de Sistema Único de
Registro. Acción Social de la Presidencia, (Antioquia, octubre de 2007).
Mapa 24
Principales destinos de desplazamiento del Gran Urabá.
1997-2007
Fuente: cálculos de los autores con base en la información de desplazamiento de Sistema Único de
Registro. Acción Social de la Presidencia, (Antioquia, octubre de 2007).
de campesinos, lo que explica el descenso del índice de Gini (es decir, su giro
hacia una mayor equidad) y no permite observar las desigualdades de la po-
blación en el acceso a la tierra. Veamos estos temas en mayor detalle.
municipal: los Ginis calculados en 2004 para todos los municipios del
departamento experimentaron un descenso, es decir, señalaron una
mejor asignación en la propiedad de la tierra. La nota técnica anexa
a la información de 2004 en adelante afirma: “no se incluyen propie-
tarios sin área de terreno”, lo que hace razonable el cambio metodo-
lógico, en el sentido de que el objetivo del cálculo del índice de Gini
es medir la concentración de la propiedad de la tierra y, por tanto, los
insumos con los que se construye son precisamente los propietarios y
sus respectivas áreas de terreno, excluyéndose consecuentemente una
categoría como la de “propietarios sin áreas de terreno”. Lo que esto
significa en la región de Urabá se desarrollará adelante.
Estos aspectos son móviles claves para entender por qué, entre 1997 y
2005, Urabá se configuró como la segunda región de Antioquia (después del
Oriente antioqueño)1 en materia de desplazamiento forzado y la segunda
(después del Occidente antioqueño) en porcentaje de tierras abandonadas
a causa de dicho fenómeno2: Urabá presentaba 3.336,4 hectáreas abandona-
das (sobre todo en los municipios de Mutatá, Apartadó y Turbo), extensión
equivalente al 15,2% del total de tierras abandonadas en el departamento. El
impacto del destierro urabeño sobre la propiedad de la tierra puede obser-
varse mediante el análisis de los cálculos de Mora (2007), los cuales sacan la
conclusión que entre 1995 y 2004 la región experimentó una ampliación del
Tabla 1
Índice (Gini) de concentración de la propiedad de la tierra.
Urabá antioqueño, 2002-2004-2005-2006
Fuente: cálculos del DAP con base en datos del Catastro Departamental.
Nota: El índice está construido por quintiles de tierra.
3 Si bien el estudio en cuestión define el rango del latifundio como el superior a 200 hectáreas,
para la realidad de la gran propiedad en Urabá ese límite inferior de 200 es muy bajo, dados
los tamaños de las grandes fincas ganaderas de la región, donde las hay de 2.000, 3.000 y
hasta 5.000 hectáreas. Se dice que todo el municipio de Arboletes, por ejemplo, está dividido
en solo tres fincas.
4 Tatiana Maritza Mora y Juan Carlos Muñoz. “Concentración de la propiedad de la tierra y
producto agrícola en Antioquia, 1995-2004”. En Ecos de Economía, No. 26. Medellín, abril
de 2008, p. 85.
Tabla 2
Distribución de la propiedad de la tierra según tipos de propietarios
Urabá antioqueño, 2002, 2004, 2005, 2006
Para una lectura más sofisticada del índice de Gini, que nos permita cal-
cular un indicador de inequidad por rango, proponemos un “índice de po-
5 Citados en Tatiana Maritza Mora y Juan Carlos Muñoz, op. cit., p. 81.
Tabla 3
Índice de polarización interna de la propiedad según tipos de propietarios.
Urabá antioqueño.
6 El repoblamiento del campesinado en la región bajo la tutela paramilitar puede ser una de
las razones.
Tabla 4
Cambio metodológico en el coeficiente de concentración (Gini).
Municipios del Urabá antioqueño, 2002-2004
Coeficiente de Coeficiente de
Municipios concentración (Gini) concentración (Gini)
2002 2004 (1)
ANTIOQUIA 0,8330 0,7785
URABÁ 0,8376 0,6721
Apartadó 0,7014 0,7071
Arboletes 0,9021 0,4931
Carepa 0,6840 0,7040
Chigorodó 0,7136 0,5763
Murindó (2) … 0,8447
Mutatá 0,6672 0,6365
Necoclí 0,7085 0,7207
San Juan de Urabá 0,9622 0,5084
San Pedro de Urabá (2)(3) … 0,5917
Turbo 0,7925 0,7139
Vigía del Fuerte (2) … 0,8451
Fuente: cálculos DAP con base en Catastro Departamental.
(1) Para el año 2004 no incluye propietarios sin área de terreno.
(2) Sin información para el dato de 2002.
(3) Con información de 2003.
El sector agropecuario
Para el análisis de la espacialidad del sector primario, con exclusión de las
actividades forestal, piscícola y minera, por ser atípicas dentro de la confor-
mación del sector primario regional, es necesario comenzar por las extensio-
nes dedicadas a la producción, independientemente de la vocación agrícola
7 El análisis de la ganadería se hace por medio del número de hectáreas sembradas en pastos,
sin diferenciar la calidad de los mismos y la proporción de cabeza/hectáreas. La ganadería
de Urabá es de tipo extensivo y poco tecnificado.
8 Cabe resaltar que los datos para la región Sur no son tenidos en cuenta en todos los ejer-
cicios, dada la inconsistencia que demostraron las pruebas de raíces unitarias hechas a la
información. Por tanto, el área cultivada de Murindó y Vigía del Fuerte corresponde a datos
poco confiables si se tienen en cuenta las dinámicas intertemporales, aunque son útiles para
sacar conclusiones panorámicas y de largo plazo acerca de la presencia o ausencia de algu-
nos tipos de cultivo.
Tabla 5
Composición interna de la economía campesina.
Urabá antioqueño, 1989-2006 (porcentajes)
11 Free on Borrad (FOB) traduce el costo de la mercancía en el puerto de salida, a partir del
cual se acaba la generación de producto interno para el país exportador.
La tercerización de la economía
Con el fin de rastrear la dinámica sectorial de los centros urbanos de la re-
gión, tomamos la información registrada en la Cámara de Comercio de Urabá
acerca de los establecimientos comerciales: empresas, industrias, almacenes,
cooperativas, sucursales, agencias, sedes, negocios, “chuzos” y locales. Es decir,
los hemos tomado sin importar la magnitud de empleos que sostienen, el valor
agregado de su actividad, el número de activos y los tamaños de plantas de que
disponga cada uno de ellos. A partir de una primera categorización de los esta-
13 Los registros de prensa constatan que la población campesina tiende a copar las cabeceras.
En 1996, campesinos del Alto Mulatos huyen de sus tierras por el temor que les produce es-
tar entre el fuego cruzado de paramilitares y guerrilla. Una masacre de las Farc impulsó a los
campesinos a dejar sus tierras y arribar a las cabeceras de Turbo y Apartadó (“Campesinos
huyen de Alto Mulatos”. En El Colombiano, junio 1 de 1996, p. 15-A.), mientras que más de
900 campesinos de las veredas Arenas Bajas, El Salto, Oriedo, El Porvenir, Arcua Arriba y
Arcua Central se refugian en el coliseo de Apartadó (“CUT denuncia éxodo masivo desde
Urabá”. En El País, junio 24 de 1996, p. 7D) y 22 familias desplazadas de la vereda Puerto
Rico llegan a la cabecera municipal de Chigorodó (“Campesinos de Urabá, entre el terror y
la muerte”. En El Colombiano, noviembre 11 de 1996, p. 6-A). En enero de 1997 más de 100
personas desplazadas de Riosucio arriban a Turbo y Necoclí y, en febrero, aviones Hércules
y helicópteros del Ejército bombardean alrededores del río Salaquí, dando comienzo a un
desplazamiento hacia Mutatá, Turbo, Bocas del Atrato y Panamá; el 28 de febrero llega el
primer bloque de 2.700 personas a Pavarandó y el 1º de marzo de 650 personas a Turbo. El
1º de abril se contabilizan 2.798 personas en Pavarandó, 1.028 en el coliseo de Turbo y 740
en Bocas del Atrato (Turbo) (“Actores, fechas, promesas... y nada”. En El Mundo, octubre 10
de 1997, p. 13.). Los líderes del éxodo de Pavarandó pidieron que se les deje llegar a su des-
tino –el casco urbano de Mutatá–, porque allí tendrían mejores condiciones de seguridad,
higiene, alimentación y atención médica (Giraldo, C.A. (1997). “Crece el éxodo campesino”.
En El País, abril 1º de 1997, p. 10-A). Entretanto, “en pobrísimas condiciones de higiene y
alojamiento se encuentran refugiados en el corregimiento de Pavarandó, en Mutatá, más de
2.200 campesinos que huyen de las acciones de la guerrilla, los paramilitares y el Ejército, en
inmediaciones del municipio de Riosucio, en el Atrato y Urabá chocoanos. Los desterrados
(...) carecen también de otros elementos indispensables para su subsistencia, como alimen-
tos, agua potable, ropa, medicamentos y menajes de cocina (...) reportaron la muerte de
tres niños entre los 2 y 3 años de edad, quienes murieron ahogados en la travesía. También
el fallecimiento de dos bebés debido a que nacieron en rastrojos y sin ninguna asistencia
médica, además de las precarias condiciones de las lactantes y sus criaturas para alimentarse
(Giraldo, C.A. (1997), op. cit.).
14 La capacidad de recepción de la población migrante en las cabeceras fue insuficiente. Los
desplazados se enfrentan a situaciones límite, de extrema pobreza y precariedad. Por ejem-
plo, en marzo de 1997, del total de desplazados de Riosucio recibidos en el Urabá Antioque-
ño (más de 3.000), 700 personas (cifra que se duplicó en pocos meses) permanecían en es-
tado de hacinamiento en el coliseo deportivo de Turbo, escenario que solo contaba con tres
sanitarios y carecía de agua potable; 350 personas residían en la escuela y otros albergues
improvisados en Bocas del Atrato, mientras que los restantes pasaban sus días en barrios de
invasión y casas de amigos y familiares (“El cólera amenaza a desplazados del Chocó”. En El
Colombiano, marzo 12 de 1997, p. 12-A).
Tabla 6
Participación demográfica de los municipios del
Urabá antioqueño, 1964-2005 (porcentajes)
15 Como fue demostrado mediante el análisis espacial de los eventos y los actores armados en
el apartado anterior.
16 Tenthoff (2008) argumenta que el incremento radical en la producción de coca en 2003 parece
haber sido una estrategia directa de las AUC para acceder a los fondos de cooperación in-
ternacional una vez desmovilizados. Apoya su hipótesis en tres ideas: 1) el incremento de los
cultivos ocurre en municipios bajo la jurisdicción del bloque Elmer Cárdenas; 2) a finales
del mismo año se inauguran en los municipios cocaleros los programas de Familias Guarda-
bosques; 3) los acuerdos entre paramilitares y Gobierno en Ralito buscaban la financiación
de los proyectos productivos promovidos por el gobierno y las AUC en la región. Véase
Tenthoff, M. (2008). “El Urabá: donde el desarrollo alternativo se confunde con intereses
económicos y la reinserción del paramilitarismo”. En Boletín de TNI, Informe sobre políticas
de drogas septiembre de 2008, Transnational Institute TNI.
Tabla 7
Cultivos de coca en la región del Urabá antioqueño y Córdoba
La intervención humanitaria
El desplazamiento forzado que llevó la población a los centros poblados es-
timuló la presión al Estado para dar respuestas a la crisis humanitaria desen-
cadenada en la región, tarea que también fue asumida por las organizaciones
internacionales, que reconocían a una multitud de víctimas entre los nuevos
pobladores urbanos. Tales constataciones han promovido donaciones, prés-
tamos, inversiones y otras intervenciones que materializan la presencia de los
funcionarios públicos, los informes humanitarios, la colaboración a las vícti-
mas, las compras simbólicas de tierra y los proyectos productivos. Todas estas
actividades humanitarias y de intervención estatal arrojan un efecto moneta-
rio en la región, además del crecimiento de entidades avalados por el Estado,
como la educación, la salud, la infraestructura social. La ampliación de los
servicios tecnológicos, por ejemplo, agrupa los bienes impulsados por la inter-
vención humanitaria, la cual, si bien está presente por todo Urabá, arroja sus
mayores frutos en las cabeceras urbanas de la zona central, ya que la planifi-
cación humanitaria, a pesar de operar muchas veces sobre la periferia, se con-
cibe, establece, gestiona y administra, por lo general, en los centros urbanos
dotados de los servicios requeridos para la gestión de los programas.
La conclusión espacial que se desprende de los efectos económicos del
conflicto armado, en cuanto a la ampliación del latifundio y el cambio in-
ducido en los sectores primario y terciario de la economía y en la estructura
económica misma, puede representarse con un antes y un después del ingreso
paramilitar, como se expresa con los mapas 27 y 28. En ellos, comparativa-
mente, se observa la ampliación de las territorialidades del acaparamiento, la
estabilidad de la territorialidad empresarial, la disminución de la territoria-
lidad campesina, el engrosamiento de los cascos urbanos como resultado de
los desplazamientos y la mayor demanda de bienes y servicios, y el comienzo
de un cambio de uso en las territorialidades étnicas con el establecimiento de
los cultivos agroindustriales de palma, que incluyen a territorios colectivos
en inmediaciones de Bajirá, como lo detecta un punto gris casi imperceptible
en el mapa 28, dadas las limitaciones de representación gráfica de la escala.
Las razones expuestas en los capítulos anteriores sobre la confrontación
entre actores armados por el control de la región, así como los efectos de
esta confrontación sobre la economía, argumentan los nítidos cambios en
las expresiones espaciales en cuanto a la transformación física y de uso por
parte de las territorialidades socioculturales de la región. Sin embargo, hay
otras transformaciones ocasionadas por la guerra en las subjetividades y los
modos de habitar los espacios, concretamente en las territorialidades étnicas
y en una parte de la campesina, como lo expresa el proceso de resistencia de
San José de Apartadó. Estos procesos subjetivos y políticos será el tema del
próximo capítulo.
100
90
80
70
60
50
40
30
20
Porcentaje de Tierra.
10
398 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
0 20 40 60 80 100
Porcentaje de población
650
562
550
500
492
475
462 457 468
450 455
441 439 444
425
397 413
400
400
Fuente: cálculo de los autores con base en el Censo Agropecuario y el Anuario Estadístico Agropecuario (1989-2006).
Incidencia del conflicto armado en la economía regional 399
140 600
130 550
500
120
450
110
400
100
350
90
300
400 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
80 250
70 200
1989
1990
1991
1992
1993
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2005
2006
1994
2004
Fuente: cálculo de los autores basado en el Censo Agropecuario y el Anuario Estadístico Agropecuario (1989-2006).
100 300
90
250
80
200
70
150
60
100
50
40 50
1989 1991 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005
Fuente: cálculo de los autores con base en el Censo Agropecuario y el Anuario Estadístico Agropecuario (1989-2006).
Incidencia del conflicto armado en la economía regional 401
60 250
230
50
210
190
40
170
30 150
130
20
110
402 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
90
10
70
0 50
1989 1991 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005
Fuente: cálculo de los autores con con base en el Censo Agropecuario y el Anuario Estadístico Agropecuario (1989-2006).
140
120
100
80
60
40
20
Banano exportación
Fuente: cálculo de los autores con base en el Censo Agropecuario y el Anuario el Estadístico Agropecuario (1989-2006).
Incidencia del conflicto armado en la economía regional 403
80
70
60
50
40
30
20
404 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
10
Fuente: cálculo de los autores con base en el Censo Agropecuario y el Anuario Estadístico Agropecuario (1989-2006).
90000
80000
70000
60000
50000
40000
30000
20000
Hectáreas producidas
10000
89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 00 01 02 03 04 05 06
19 19 19 19 19 19 19 19 19 19 19 20 20 20 20 20 20 20
Fuente: cálculo de los autores con base en el Censo Agropecuario y el Anuario Estadístico Agropecuario (1989-2006)
Incidencia del conflicto armado en la economía regional 405
70
60
50
40
30
20
406 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
10
Apartado, Carepa, Chigorodó, Mutatá, San Pedro de Urabá, Murindó y Vigia del Fuerte.
Urabá antioqueño
Fuente: cálculo de los autores con base en el Censo Agropecuario y el Anuario Estadístico Agropecuario (1989-2006).
14000
12000
10000
8000
6000
4000
2000
0
1983 1985 1987 1989 1991 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005
Primario Industrial
Total Establecimientos
Fuente: cálculos de los autores con base en registros de la Cámara de Comercio de Urabá (2008).
Incidencia del conflicto armado en la economía regional 407
600
800
500 700
600
400
500
300 400
300
200
408 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
200
100
100
0 0
1983 1985 1987 1989 1991 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005
Primario Industrial
Servicios Tecnologicos y de desarrollo Servicios Pecuniarios (Eje Derecho)
Fuente: cálculos de los autores con base en registros de la Cámara de Comercio de Urabá (2008).
Turbo
150
San Juan de Urabá Necoclí
100
50
Mutatá Apartadó
0
Arboletes Chigorodó
Fuente: cálculos de los autores con base en Dane, Censo de población, 2005 y Censo de establecimientos eco-
nómicos, 2005.
Incidencia del conflicto armado en la economía regional 409
0.07
0.065
0.06
0.055
410 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
0.05
0.045
0.04
1964 1973 1985 1993 2005
Fuente: cálculos de los autores con base en Dane, Censos de población, 1964, 1973, 1985, 1993 y 2005.
Mapa 25
Calidad de vida del Urabá Antioqueño, 2005
Mapa 26
Comparación de cultivos de coca. Censos de 2001-2006
Fuente: Proyecto Simci II. Análisis multitemporal de cultivos de coca, 2001-2006. Bogotá, febrero de 2008, p. 32-37.
Mapa 27
Territorialidades socioculturales antes del ingreso paramilitar
Urabá, 1960-1988
Mapa 28
Territorialidades Urabá antioqueño posterior
al conflicto paramilitar, 1988-2007
1 Archivo de prensa del Cinep, que incluye el análisis de 18 periódicos nacionales y regionales.
5 HRW advirtió que hacía su trabajo a pesar de los peligros que implicaba trabajar en uno de
los países más peligrosos del mundo en los ámbitos de los derechos humanos y el desplaza-
miento. Véase “Advierte Human Right Watch: Colombia, difícil para labores humanitarias”.
En El Colombiano, 26 de marzo de 1999, p. 2.
6 Véase “Desde marzo presencia internacional en Urabá. Buscará que grupos armados respe-
ten Derecho Humanitario”. En El Colombiano, 23 de diciembre de 1995, p. 10 A.
7 Véase “Un señor llamado DIH”. En El Colombiano, 25 de agosto de 1996, p. 14ª.
8 En cooperación con la Cruz Roja Colombiana entregó una ayuda humanitaria de apoyo a
los desplazados del Chocó que se encuentran en Turbo, compuesta de enseres de hogar por
valor de $26 millones. Véase “Gobierno alemán dona ayuda a desplazados”. En El Colombia-
no, 29 de agosto de 1997, p. 10 A.
9 La embajada británica donó $80 millones y la embajada japonesa entregó a la Cruz Roja $70
millones. Elizabeth Yarce (1997). “Riosucio volvió a ser habitable”. En El Espectador, 5 de
octubre de 1997, p. 16 A.
10 El Cinep, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, la Comisión Andina de Juristas, las
Brigadas Internacionales de Paz, la Sección de Movilidad Humana del Episcopado y la Con-
sejería de proyectos para refugiados latinoamericanos presentaron el informe “Urabá: el
mayor éxodo de los últimos años”. Véase “Violencia desplazó a 20 mil personas”. En Van-
guardia Liberal, 3 de junio de 1995, p. 8 A.
11 Véase “Pax Christi se reunió con desplazados de Riosucio. En El Tiempo, 26 de marzo de
1997, p. 8 A.
12 Sup.ort Network fue creada para atender a la situación de derechos humanos en Colombia y
sus delegados visitaron Urabá. Son observadores para constatar la situación de desplazados
de San José de Apartadó, Turbo y Pavarandó. Es una agremiación de ONG defensoras de de-
rechos humanos y toma el nombre de nación en casos de atención especial. Antes hubo una
para Nicaragua. Véase “ONG internacional visita a desplazados en Urabá”. En El Tiempo, 2
de agosto de 1997, p. 3 A. Disponible en: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/
MAM-637275
13 Amnistía Internacional presentará en Madrid el informe “Colombia: ¡en busca de un refu-
gio!”, donde cuestiona al gobierno por su connivencia con los grupos paramilitares, critica a
los grupos armados de oposición y pide a Naciones Unidas y a la comunidad internacional
corregir los errores de su política frente a los desplazados internos. Ignacio Gómez (1997).
“Radiografía de los desplazados”. En El Espectador, octubre 1 de 1997, p. 4 A.
14 Como garantía del retorno de los desplazados de Pavarandó, se conformó una comisión
verificadora coordinada por la Consejería Presidencial para los desplazados de Antioquia,
en la cual se espera la participación del Ministerio del Interior, la Red de Solidaridad, la
Defensoría del Pueblo, Acnur, la Cruz Roja Colombia y Cicr. Véase “Mañana habría acuerdo
para regreso de desplazados”. En El Colombiano, noviembre 10 de 1997, p. 10 A.
15 Setenta personas acompañadas por Pax Christie y las hermanas Dominicas viajaron a Villa-
hermosa para adelantar la adecuación del terreno. Véase “El 14 de enero regresarán despla-
zados de Pavarandó”. En El Colombiano, enero 8 de 1998, p. 7 B.
16 Aunque existen tratados firmados por Colombia, con esto nos referimos a la presencia e
inserción cultural, social y política de esta justicia internacional en la vida de la región.
17 Entre los derechos más violados contenidos en los 29 artículos que componen la Declara-
ción se destaca la violación de:
• El derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad.
La aparición de la víctima
¿Cómo se incorporó social y culturalmente esta justicia en la vida cotidiana?
Este asunto, que merece una investigación por separado, reconoce en la re-
gión una nueva forma de justicia (la humanitaria) y la presencia de nuevos
organismos, dos claves para concebir en Urabá la construcción social de un
nuevo sujeto denominado “víctima”.
Hablar de víctimas del conflicto político es referirse a aquellas personas
o grupos de personas afectados por las manifestaciones de la guerra. Estas
personas no son “sustancialmente” víctimas sino que el término señala una
categoría socialmente construida, por estar atada a situaciones políticas y
culturales concretas en la cuales se produce la guerra, es decir, no alude a
rasgos personales esencialistas. “Destacamos de la definición del carácter
político que implica la lucha de las víctimas para construirse e ‘inventarse’
desde ciertos lugares de reconocimiento en lo público, donde se confrontan
sus ‘verdades’ en una lucha permanente con otros sectores sociales que las
niegan y/o las excluyen”20 (Blair, 2008, p. 210).
Para lograr la construcción subjetiva y el reconocimiento de víctima, entre
otras acciones institucionales, desempeñaron un papel fundamental la difu-
sión del DIH, la protección a los sectores débiles en medio del conflicto, la
inserción de programas de ayuda, la presencia material y simbólica de las insti-
tuciones (sus vehículos, distintivos, lemas y oficinas), la provisión de consultas
y asesorías a los vulnerados, así como las prácticas de memoria de la mano de
la justicia transicional, tema que no hace parte de este estudio pero que alude a
la construcción, en paralelo, de la víctima, de las instituciones internacionales
en la región y de la relación interescalar por la vía institucional y normativa.
Este conjunto de acciones se llevó a cabo junto con nuevas formas de
concepción, percepción, gestión y práctica de la justicia y del respeto por los
21 Se informa también del encuentro internacional Una opción: la guerra o la vida en Urabá,
citado para el 21 y 22 de noviembre de 1996, con la participación de víctimas de la violencia
procedentes de Ruanda, Burundi, Bosnia, Palestina y Pakistán. Véase “Nace red de amigos
de Urabá”. En El Espectador, 2 de septiembre de 1996, p. 11A. Asimismo, sobre la visita de
la comisión de Ginebra al municipio de Apartadó para evaluar la aplicación del Derecho
Internacional Humanitario y el Protocolo II.
22 Véase “Nace red de amigos de Urabá”. En El Espectador, 2 de septiembre de 1996, p. 11A.
23 Así se hizo después de la Segunda Guerra Mundial (tribunales de Nüremberg y Tokio) y
recientemente con los tribunales internacionales para la antigua Yugoslavia y Ruanda.
24 Elemento, temas y notas tomados de la conferencia sobre justicia transicional dictada por
el profesor Iván Orozco en la Universidad Eafit, en Medellín, el 7 de noviembre de 2008.
que continúan las iniciativas de paz como un ideal para la región. Estas dos
situaciones ponen de presente la validez y coexistencia de formas de justicia
relacionadas con la guerra y con la paz, además de otras provenientes de co-
munidades políticas reconocidas por la Constitución de 1991, como la de los
grupos indígenas con autonomía territorial, códigos propios de convivencia
y regulación de sus comportamientos, y en consecuencia, formas específicas
de sanción consignadas en la justicia indígena.
La importancia de entender la coexistencia de las justicias humanita-
ria, indígena, ordinaria y transicional25 radica en que todas ellas tratan de
combatir las “justicias de facto” de los actores armados y proteger a todos
aquellos que en su concepción no se ven protegidos por las demás. Estas
diversas justicias, que no solo existen a consecuencia del conflicto, se han
ido elaborando mutuamente a pesar de la disparidad de criterios normativos
acerca de las prácticas y actitudes que deben prevalecer en las relaciones en-
tre actores armados, Estado, organismos internacionales, grupos culturales
y escalas territoriales. No interesa demostrar cuál justicia se impone o cuán
efectiva sea alguna sobre las demás (ninguna logra aniquilar la crueldad y
la impunidad), pero sí resaltar cómo cada una de esas múltiples respuestas
en forma de justicias encarnan el deseo de defender los derechos de los po-
bladores, contrarrestar las nefastas acciones y los efectos de los guerreros y
terminar con una larga situación de impunidad.
Simultáneamente con esa pluralidad de justicias existe en Urabá una
multiplicidad de territorialidades que nos lleva a cavilar sobre la comple-
jidad que reviste el tema de la justicia en un contexto de diversidad, es de-
cir, cómo las justicias establecen una relación diferente según el lugar donde
ellas actúen y sean interpretadas e, incluso, reelaboradas, como veremos con
las territorialidades étnicas y con la nueva territorialidad construida en el
conflicto y denominada “comunidad de paz”.
Nos enfocaremos en la interacción entre la justicia de facto ejercida por
los actores armados, la justicia ordinaria del Estado para tiempos de paz, la
justicia indígena –que se ha reformulado para sobrevivir en medio de la gue-
rra– y la que denominamos justicia humanitaria, que aplica las disposiciones
internacionales definidas después de la II Guerra Mundial con la creación
de las Naciones Unidas en 1948 y la Carta de Derechos Humanos que mide
con ese mismo rasero a los miembros de cualquier Estado en su aspiración
25 Hay otras dos formas adicionales de justicia que también concurren en este conjunto nor-
mativo: la comercial y la comunitaria, promovidas por la OEA y a las que nos referiremos
rápidamente adelante.
por crear una comunidad global. De esas interacciones entre justicias surgió
una especie de justicia “híbrida”, utilizada por las “comunidades de paz” para
permanecer en el territorio y que expresa la tensión entre la utilización de
los mecanismos internacionales de protección en tiempos de guerra y los
mecanismos de la justicia ordinaria del Estado. Esta cabría en lo que aquí
denominaremos justicia política.
Por ahora sacrificamos la mención a las justicias comercial, comunita-
ria y transicional, por estar atadas a procesos complejos sobre los que valen
algunas precisiones, como disculpa por la omisión. Por justicia comercial
entendemos la configurada luego del asesinato de un alto número de sindi-
calistas cometido en la región durante las décadas de los años ochenta y no-
venta26, que llevó a los demás a buscar protección en organismos sindicales
por fuera del país y en otras organizaciones internacionales, configurando,
al fin, un marco de justicia incorporado en las prácticas de trabajo en bene-
ficio de los trabajadores, con apoyo de sindicatos internacionales y ligas de
compradores (europeas principalmente) que propendían al respeto de los
derechos humanos27. El proceso sindical merece un tratamiento ulterior.
La justicia comunitaria, por su parte, se refiere a aquella reciente inicia-
tiva de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz (Mapp) de la OEA para incor-
porar en las comunidades, con base en la realidad de la violencia, ejercicios
de reconciliación y posterior reconstrucción de la memoria histórica para
la búsqueda de la verdad como un derecho fundamental de las víctimas del
conflicto. Para la Mapp-OEA es insuficiente que las víctimas sean solo es-
cuchadas, razón por la cual promueven su participación en la construcción
de la verdad. Con ello buscan, también, acercar las instituciones públicas y
académicas a las comunidades y contribuir al fortalecimiento institucional28.
26 Solo en el mes de agosto de 1995 fueron asesinados en Urabá cien trabajadores agrícolas, y
doscientos en todo el año. Véase “Los trabajadores de Urabá piden una manito a la Iglesia”.
En El Espectador, sep. 20 de 1995, p. 9-A.
27 Para acceder al comercio justo:
• Las empresas deben tener sindicatos
• Las empresas deben cumplir con las convenciones colectivas de trabajo
• Se deben respetar los sistemas de contratación a término indefinido
• No debe haber persecución sindical
• No debe haber trabajo infantil
• No debe haber trabajo forzado ni discriminación
• Debe cumplirse con las normas incluidas en el código sustantivo del trabajo
• Los trabajadores tienen derecho de hacer parte del manejo de su fondo social.
28 OEA. Informes trimestrales del Secretario General al Consejo Permanente sobre la Misión
de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia (Map.-OEA), enero 31 de 2005. Disponible en:
(http://www.oas.org/documents/spa/colombia.asp).
29 Para calibrar lo complejo del tema consúltense los estudios del profesor Iván Orozco Abad
que relacionan el derecho con la política, lo universal con lo contextual, las discusiones
entre poderes y posturas sobre el castigo y el perdón, entre otros elementos que demuestran
lo intrincado del asunto. Notas tomadas de la conferencia sobre justicia transicional dictada
por el profesor Iván Orozco en la Universidad Eafit, en Medellín el 7 de noviembre de 2008.
31 La OIA ha reflexionado sobre la diferencia entre ser un desplazado indígena y ser un despla-
zado campesino de la región, quien comparativamente dispone de herramientas culturales
más aptas para acomodarse a un entorno nuevo o provisional.
32 Uno es el concepto de víctima cuando se hace referencia a los muertos, heridos o lesionados
dejados por una situación de agresión y otro el de la víctima entendida como categoría
social, construida subjetivamente en la guerra y con la intención de configurar un contexto
político de producción de autonomías y resistencias para buscar salidas culturales, sociales
y políticas a una situación de guerra.
33 Jorge Giraldo Ramírez, op. cit., p. 5.
34 Había el dato de 280 líderes indígenas asesinados en el país entre 1996 y 2000, 150 de ellos
en Antioquia. Véase “Es un etnocidio´: ONIC”. En El Mundo, 13 de diciembre de 2004, p.
A1-A6.
35 Ésta ha sido una situación repetida desde 1996, aún vigente en los resguardos de la serranía
de Abibe, sobre las vertientes hacia Antioquia y Córdoba, así como en el medio Atrato
chocoano y antioqueño, según sean los vaivenes de la guerra. Para mayores detalles véase el
Archivo de Prensa del Cinep de varios años.
36 Incluye acciones de la fuerza pública del Estado.
37 Pensamiento indígena frente a la guerra, citado en Organización Indígena de Antioquia
(OIA), Declaración de los Cabildos Indígenas, y Organización Indígena de Antioquia
(OIA), Los indígenas de Antioquia somos neutrales frente al conflicto armado, pero no
indiferentes ante la muerte. Correa V., Oni de Abiayala. (2001). Diagnóstico general de las
comunidades indígenas desplazadas de Mutatá en el Urabá antioqueño. Proyecto Preven-
ción y Atención Integral del Desplazamiento Forzado en las Comunidades Indígenas del
Urabá Antioqueño. Medellín: Organización Indígena de Antioquia, 81 p.
38 Véase “Asesinado Gobernador Mayor Indígena en Urabá”. En El Colombiano, 17 de marzo
de 1995, p. 2-A.
39 Ellen Messer. Anthropology and Human Rigths. Annual Review of Anthropology, Vol. 22 (1993),
p. 221-249, p. 226. Disponible en: http:/www.jstor.org/stable/2155847 Accessed: 25/08/2008
40 Organización Indígena de Antioquia (2002). Proyecto “Prevención y atención integral del des-
plazamiento forzado en las comunidades indígenas del Urabá antioqueño”. Medellín: OIA, p. 20.
41 Correa V., O. de A. (2002). Comité indígena de paz y convivencia para las comunidades del
Urabá antioqueño. Medellín: Organización Indígena de Antioquia, p 5.
42 Comisión Humanitaria. Sexto Congreso Indígena de Antioquia. Declaración final. Mede-
llín, OIA, junio 22 de 2000. Citado por Correa V., O. de A. (2001). Diagnóstico general de las
comunidades indígenas desplazadas de Mutatá en el Urabá antioqueño. Proyecto Prevención
y Atención Integral del Desplazamiento Forzado en las Comunidades Indígenas del Urabá
Antioqueño. Medellín: Organización Indígena de Antioquia, 81 p.
43 Correa V., O. de A. (2001). Diagnóstico general de las comunidades indígenas desplazadas de
Mutatá en el Urabá antioqueño. Proyecto Prevención y Atención Integral del Desplazamiento
Forzado en las Comunidades Indígenas del Urabá Antioqueño. Medellín: Organización Indí-
gena de Antioquia, 81 p.
49 Nieto, J.R. (2008). Resistencias: capturas y fugas del poder, 1ª ed. Bogotá: Ediciones Desde
Abajo, p. 236.
50 Para referirse a Urabá, María Teresa Uribe habla de un panorama sociobélico configurado
por la disputa soberana entre actores armados contrainstitucionales, parainstitucionales e
institucionales (2004: 79). Igualmente, William Ramírez Tobón se refiere a la configuración
de territorialidades privadas en Urabá a expensas de la soberanía del Estado, donde hay una
redistribución geográfica de territorios contraestatales y paraestatales (1997, p. 115).
51 Nieto, op. cit., p. 244.
52 Por degradación del conflicto entendemos la estrategia adoptada por los actores armados en
la que el ataque a la población civil se constituyó en táctica de guerra; al no hacer distinción
entre ésta y sus objetivos militares se infringe el Derecho Internacional Humanitario (por
parte de otros actores armados o del Estado).
53 “En 1973 las Farc oficializan la creación del V Frente en San José de Apartadó, un aconteci-
miento relevante en lo político y lo militar por ser la resultante de un trabajo de politización
que se venía adelantando por parte del Partido Comunista y por su ubicación estratégica
cerca del piedemonte de la Serranía de Abibe, un punto de avanzada para la expansión hacia
Turbo, Mutatá, Riosucio y hacia Peque e Ituango. Sin embargo, esta parece haber sido una
época de relativa tranquilidad, alterada por las incursiones del ejército y acciones puntuales
de las Farc. También por esta época el Ejército Popular de Liberación (EPL), otra agrupación
recién conformada y surgida de una disidencia del Partido Comunista, intenta echar raíces
entre la población campesina del norte de Urabá y en la frontera con Córdoba (alto Sinú y
San Jorge)”. Ana María Jaramillo, “Informe final sobre Urabá”. Corporación Región, 2007, p.
7. Documento magnético.
54 Feinberg, J. (1974) “Noncomparative Justice”. En The Philosophical Review, vol. 83, No. 3
(jul. 1974), p. 297-338. Durham: Duke University Press on behalf of Philosophical Review.
59 Cinep, 2001. Informe final de sistematización. Hacia una metodología para construir comuni-
dad en situaciones de conflicto. Bogotá: Cinep, p. 24.
60 Hernández, E. y Salazar, M. (1999). Con la esperanza intacta. Experiencias comunitarias de
resistencia civil no violenta, 1ª ed. Bogotá: Oxfam-GB en Colombia. p. 52-65.
61 “Preparados para resistir”. En El Colombiano, 24 de junio de 1996, p. 2C.
latos, Arenas Bajas y Alto Bonito, después de realizar visitas a todas estas ve-
redas. “La Comunidad ha venido generando alternativas organizativas y de
respeto a la población civil; por ello, ante la estrategia de muerte, de arrasar
y desplazar al campesinado para que los paramilitares tomen posesión de la
tierra, se decidió crear Zonas Humanitarias en diversas veredas. La búsque-
da allí es el respeto de la población civil por parte de los actores armados, con
los mismos principios de la comunidad”66.
66 Cinep, 2005. “Caso Tipo Nº 6”. En Noche y Niebla, Bogotá, julio-diciembre, p. 17.
67 Ascoba, s. f. Historia del proceso organizativo en el Bajo Atrato. Mimeo, Riosucio, Chocó, p.
1-10.
68 Arbeláez, M. (2001). “Comunidades de paz del Urabá chocoano. Reglamentos jurídicos y
vida comunitaria”. En Controversia, Bogotá, Nº 177, p. 14.
69 Solidaridad Colombia. Proyecto de acompañamiento Solidaridad Colombia (2008). “Las
zonas humanitarias”. Disponible en: http://www.pasc.ca/spip.php?article157. Consulta: 27
de febrero de 2008.
75 Cinep y Justicia y Paz, 2005, La Tramoya, Derechos humanos y palma aceitera. Curvaradó y
Jiguamiandó, Bogotá: Cinep.
76 Saldarriaga Londoño, J. (1997). “Van tres víctimas en Pavarandogrande”. En El Mundo, 6 de
mayo de 1997, p. 7.
lla del río y en 2004 el Ejército hizo presencia abierta en la zona, que estuvo
acompañada de asesinatos, amenazas y bloqueos de caminos.
En ese momento los campesinos, desplazados dentro de sus propios te-
rritorios, deciden adoptar la estrategia de protegerse ahí mismo mediante la
constitución de Zonas Humanitarias, proceso que fue acompañado por la
Comisión de Justicia y Paz, ahora sin la participación del Cinep77. La pobla-
ción desplazada de las cuencas del río Jiguamiandó, los resistentes refugia-
dos en la selva durante el éxodo del 1997 y los desplazados de la cuenca del
río Curvaradó constituyeron las zonas humanitarias de Bella Flor Remacho,
Pueblo Nuevo y Nueva Esperanza. En abril de 2006, en la cuenca del río
Curvaradó, se fundó la Zona Humanitaria de Caño Claro con habitantes del
río que estaban dispersos en Belén de Bajirá y Chigorodó; y en octubre del
mismo año, familias de Curvaradó asentadas en la zona humanitaria Bella
Flor de Remacho, en Jiguamiandó, crearon la zona humanitaria de El Tesoro.
Lo anterior es un pálido reflejo del intríngulis que configuró este comple-
jo proceso de desalojo, constitución de un nuevo sujeto político, retornos y
reconfiguración de sus territorialidades, pero indica que, bajo la consigna de
salvaguardar la vida y la integridad personal, algunas poblaciones decidieron
huir mientras que otras prefirieron gestionar la permanencia en sus territo-
rios o retornar a sus tierras o a zonas cercanas haciendo uso del marco jurí-
dico plural. Lo más importante fueron sus formas de autorregulación: “estas
comunidades, sometidas a procesos de violencia que amenazan práctica-
mente con liquidarlas o disolverlas, encuentran en la declaratoria de Comu-
nidad de Paz, y en la correspondiente adopción de un reglamento que funge
como ordenamiento jurídico interno, una estrategia de supervivencia”78, ya
que “la garantía de seguridad, más que desde afuera –que es importante–,
vendrá del interior mismo de las comunidades, decididas a actuar con abso-
luta neutralidad mediante el apoyo de organizaciones no gubernamentales y
del gobierno, y con el acompañamiento permanente de la Iglesia”.79
77 Estos procesos de zonas humanitarias no son acompañados por el Cinep, ya que esta ONG
se retira del Jiguamiandó desde el año 2002, por presión y amenaza de actores armados.
78 Arbeláez, op. cit., p. 13.
79 “El 14 de enero regresarán desplazados de Pavarandó”, op. cit.
“El surgimiento de la Comunidad de Paz (de San José de Apartadó) implicó mo-
dificar radicalmente las maneras tradicionales de relación con los órdenes contra-
estatales, estatales y para-estatales establecidos en la zona. La radicalización de
la guerra y la barbarie obligaron a los labriegos a inventarse formas nuevas de
enfrentar la realidad, a responder con propuestas renovadoras en capacidad de
contrastar la nueva situación de disputa del territorio por parte de viejos y nue-
vos actores del conflicto (...) La creación de la Comunidad es ante todo un acto
político, determinado por el auto-reconocimiento de los pobladores como sujetos
sociales y políticos, dispuestos a reclamar la soberanía de sus espacios vitales y el
respeto de sus procesos y derechos fundamentales por parte de los guerreros. Este
proceso de resistencia representa una posibilidad de descentralización del poder,
de restar poder a los sujetos político-militares y sumarlo a la población civil, es
decir, de debilitar las bases de poder de los órdenes verticales imperantes y crear
condiciones para establecer otras formas de relación y convivencia”82.
82 Pardo Santamaría, R.D. (2007). “Una elección de resistencia, dignidad y valentía”. En Qua-
derni Satyagraha la forza della verità, Pisa, Nº 13, p. 23.
83 La Comunidad de Paz de San José de Apartadó ha logrado establecer vínculos con organis-
mos internacionales como Brigadas Internacionales de Paz (PBI), Pax Christi, Internacional
Fellowship or Reconciliation (FOR), Red Italiana de Solidaridad Colombia Vive!, Amnistía
Internacional, Oficina del Consejero de Naciones Unidas para la Protección de los Derechos
Humanos y Acnur. Igualmente tiene pactos de hermanamiento con la Universidad de Cork,
de Canadá, y de Madison, Estados Unidos y con el Ayuntamiento de Narni, que coordina
la Red Italiana. Cuenta con reconocimientos como el Premio Pfeffer de la Paz, otorgado
en 1998 por FOR de Estados Unidos; el premio a la creatividad de la mujer en el medio
rural, otorgado por la Fundación Cumbre Mundial de la Mujer (Wwsf), de Suiza, a la líder
Brígida González; el Premio de la Paz otorgado por una plataforma de partidos, sindicatos
y movimientos civiles del Ayuntamiento de Aquisgrán, Alemania, en 2007; el premio Tes-
timone di Peace, del Ayuntamiento de Ovada y el Centro para la Paz y la no Violencia, de
Ovadese Raquel Corrie, de Italia, en 2007, y en el mismo año fue postulada oficialmente al
Premio Nobel de la Paz por American Friends Service Committee (Afsc). Entretanto, las
zonas humanitarias del Bajo Atrato han establecido vínculos con el Proyecto de Acompa-
ñamiento Solidaridad por Colombia (Pacs), de Canadá, Brigadas Internacionales de Paz
(PBI) y presbiterianos de la Red Ecuménica, y participan en los encuentros de la Red de
Alternativas a la Impunidad y a la Globalización del Mercado Excluyente, de la cual hacen
parte la Red de Defensores Comunitarios por los Derechos Humanos de Chiapas (México),
el Consejo Indígena Popular de Oaxaca (México), la Asociación de Comunidades Rurales
para el Desarrollo de El Salvador (Cripdes), el Movimiento de los Trabajadores Rurales
Sin Tierra, del Brasil (MST-Brasil), la Comunidad Indígena Mapuches del Sur de Chile,
Bridges Across Borders del Estado de la Florida, Colombia Solidarity Campaing (Reino
Unido), Projet Accomp.nement Solidarité Colombie (Pasc, Canadá), Movimiento Ya Basta
(Italia), Ayuntamiento de Santa Pau (Estado Español), Alternativa Per la Gorrotas (FOR),
Movimiento de Reconciliación Presencia para La Paz en Colombia (EE. UU.), Acadis (Pu-
tumayo), Consejo Comunitario del Río Calima (Valle del Cauca), Consejo Comunitario del
Bajo Naya (Valle del Cauca), Asociación de Familiares de los Hechos Violentos de Trujillo
(Afavit, Valle), Resguardo Indígena de San Francisco,Toribío (Cauca), Asocomunal de Cal-
dono (Cauca), Asocomunal de La Vega (Cauca), Estudiantes de la Universidad del Cauca,
Comunidad Civil de Vida y Paz (Alto Ariari, Meta), Comunidad de Vida y Trabajo La Bal-
sita (Dabeiba, Antioquia), Asociación Campesina de Antioquia (ACA), Asentamiento de
Desplazados La Honda (Antioquia), Comunidades Eclesiales de Base (Cebs, Antioquia),
Red Juvenil de Medellín, Fundación Vamos Mujer (Antioquia), Comunidades Campesinas
del Oriente Antioqueño, Estudiantes de la Universidad Nacional Proyecto Aurora (Bogo-
tá), Comunidades Afrodescendientes Palenque Libre (Bolívar), Fundación Patria Libre de
Cartagena, Junta de Acción Comunal de Magangué (Bolívar), Comunidades Indígenas del
Pueblo Kankuamo (César), Fundación Wayuu Monserrat (La Guajira), Comunidades Cam-
pesinas de Catatumbo (Norte de Santander), Asociación de Consejos Comunitarios del
Municipio de Nuquí-Los Riscales (Chocó), Parroquia Nuestra Señora del Carmen (Riosu-
cio, Chocó), Asociación de Consejos Comunitarios del Bajo Atrato (Ascoba), Comunidades
de Autodeterminación Vida y Dignidad del Cacarica (Cavida), Asociación de Familiares de
la Violencia de Riosucio Clamores (Chocó), Red Ecuménica de Iglesias y Organizaciones
Cristianas de Colombia, Comisión de Justicia y Paz.
84 Cinep (2005). “Caso Tipo Nº 6”. En Noche y Niebla, Bogotá, julio-diciembre, p. 141.
“el nivel de impunidad e ineficiencia con que la justicia colombiana actúa frente
a los crímenes de lesa humanidad y violaciones graves de los derechos humanos
perpetradas por agentes directos o indirectos del Estado, así como el nivel de
arbitrariedad y parcialidad con que se juzga a quienes se oponen o denuncian
las grandes injusticias del régimen y trabajan en la búsqueda de alternativas
políticas y sociales, sin embargo se había procurado salvar algunas aparien-
cias formales que buscaban legitimar el aparato judicial, creando instancias con
mayor conocimiento del derecho internacional de los derechos humanos en
organismos de control. Hoy todas esas instancias han sido cooptadas o copadas
por funcionarios y funcionarias que se han plegado a las directrices que emanan
de la cabeza del ente investigativo central, habiendo sido destituidos e incluso
perseguidos y exilados quienes defendieron principios innegociables de la jus-
ticia universal. Quienes suscribimos este documento estamos convencidos de
que la justicia, para ser legítima, necesita respetar unos mínimos parámetros
que la historia de la civilización ha convertido en requisitos esenciales de su
aceptación y vigencia. La mayoría de esos principios son burlados hoy día en
Colombia de manera flagrante”85.
85 Comunidad de Paz de San José de Apartadó, et al. (2003). “Comunidades campesinas decla-
ran su ruptura con el sistema de justicia colombiana”. Disponible en: http://www.derechos.
org/nizkor/colombia/doc/apartado2.html, Consulta: 7 de mayo de 2008.
86 “A prueba neutralidad de ocho comunidades de paz en el Urabá. Fuerza pública ingresará a
territorios que han rechazado su presencia”. En El Tiempo, 3 de septiembre de 2005, p. 1-2.
87 “Comunidad de paz pidió el apoyo internacional”. El Colombiano, 11 de marzo de 2005, p.
10-A.
88 Uribe de H., M.T. (2004). “Emancipación social en un contexto de guerra prolongada. El caso
de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó”. En Santos, B. De S. y García Villegas, M.
(Edts.). Emancipación social y violencia en Colombia. Bogotá: Grupo Editorial Norma, p. 73
93 Estos datos integran para el año 2005 a Riosucio y Carmen del Darién, ya que en 1993 éste
último no se había constituido como municipio y hacía parte del primero.
94 Como se aclaró en ese capítulo, este aumento también está asociado con la actividad del
narcotráfico, uno de los móviles regionales del conflicto armado.
95 “Urabá: 500 muertos en cinco meses”, El Nuevo Siglo, 3 de junio de 1995, p. 7-A.
96 “Cantaclaro: el refugio más grande de Colombia”, El Colombiano, 28 de mayo de 1995, p. 4C.
97 Ponencia para primer debate del Proyecto de Ley 044 de 2008, p. 11.
98 República de Colombia, Leyes. Ley 387 de 1997, por la cual se adoptan medidas para la pre-
vención del desplazamiento forzado; la atención, protección, consolidación y estabilización
socioeconómica de los desplazados internos por la violencia, Diario Oficial No. 43.091, julio
24 de 1997, Art. 1.
99 Ministerio del Interior y de Justicia, Decretos. Decreto 250 de 2005, por el cual se expide el
Plan Nacional para la Atención Integral a la Población Desplazada por la Violencia y se dic-
tan otras disposiciones, febrero 7 de 2005, Principios Rectores del Plan Nacional, Enfoque
Restitutivo.
100 República de Colombia, Decretos. Decreto 2569 de 2000, por el cual se reglamenta parcial-
mente la Ley 387 de 1997y se dictan otras disposiciones, Art. 2.
101 Corte Constitucional de Colombia. Sentencias T-327 de 2001 y T-268 de 2003, Mag. Ponen-
te Marco Gerardo Monroy Cabra, T-1094 de 2004, Mag. Ponente Manuel Cepeda.
102 Partido Liberal, Ponencia para primer debate del Proyecto de Ley 044 de 2008, Cámara, 157
de 2007, Senado. “Por la cual se dictan medidas de protección a las víctimas de la violencia”,
p. 15.
103 Corte Constitucional de Colombia. Sentencia T-188/07. Acción de tutela instaurada por
Nancy Lozano Escandón contra la Presidencia de la República. Red de Solidaridad Social.
M. p.: Dr. Álvaro Tafur Galvis.
104 Blair, E.M. et al. (2008). De memorias y de guerras. Medellín: Iner, Alcaldía de Medellín,
Idea, Colciencias, p. 237.
105 Giménez, G., 2000. “Materiales para una teoría de las identidades sociales”. En Frontera
Norte, No. 18, Seminario Permanente de Cultura y Representaciones Sociales. Disponible
en: http://www.paginasprodigy.com/peimber/identidades.pdf. Consulta julio de 2006.
106 “Minagricultura entrega 58 títulos de propiedad”. En El Heraldo, mayo 15 de 1998, p. 10B.
107 “Desplazados quieren sacarle provecho a la ganadería”. En El Espectador, mayo 10 de 1998,
p. 7B.
a ser beneficiaria de todos los recursos que el Estado debe repararles a las
víctimas”108.
En la búsqueda de esa construcción intersubjetiva, del apoyo a partir de
la pertenencia a un grupo, se constituyen las organizaciones de “población
desplazada” que articulan sus prácticas, demandas e intereses con los refe-
rentes “humanitarios” (universales) para superar sus obstáculos por los ca-
minos legales de la institucionalidad. Organizarse significa asumir una po-
sición estratégica que apela a lo colectivo en un contexto donde el individuo
desplazado es invisibilizado a pesar de la atención institucional, ampliamen-
te sobrepasada por las dimensiones del desplazamiento.
Las organizaciones surgen entonces por la necesidad de la población des-
plazada de ratificarse como víctimas políticas y de apersonarse de una figura
jurídica que les permita articularse al Sistema Nacional de Atención Integral
a Población Desplazada (Snaipd) y que, de acuerdo con el Plan Nacional
para la Atención Integral a la Población Desplazada por la Violencia, les de-
manda la participación y el control social como un principio de intervención
para la gestión, acción y procedimientos operativos de las entidades y orga-
nismos involucrados en el desarrollo de dicho Plan109.
La articulación con el Snaipd, de carácter nacional, la realizan los Comi-
tés Territoriales de Atención Integral de Población Desplazada, máxima ins-
tancia de coordinación interinstitucional en los territorios locales, distritales
y departamentales. Allí se formulan, aprueban y ponen en marcha los Planes
Integrales Únicos (PIU) y se busca garantizar la gestión de recursos. Estos
Comités son el escenario más efectivo de participación con que cuenta la po-
blación desplazada, dado que funcionan por conducto de mesas de trabajo
que vinculan a representantes de los desplazados elegidos por las mesas de
fortalecimiento organizativo, es decir, por organizaciones constituidas o en
proceso de constituirse; los comités convocan a representantes de otras orga-
nizaciones e instituciones, y del liderazgo de los entes territoriales depende
la ejecución de la política pública en lo concerniente a prevención, atención
y estabilización socioeconómica.
En Urabá se han creado organizaciones de población desplazada de tipo
local y regional, demandadas por la práctica y la normatividad del Estado y
de los organismos internacionales, que les exigen estar “reconocidos jurídi-
110 Comité Regional de Organizaciones de Población Desplazada (Cordeu), 2007, Taller Gru-
pal, Apartadó p. 6-7.
111 Ministerio del Interior y de Justicia. Decretos, Decreto 250 de 2005, op. cit., p. 17.
112 En este punto hay que tener en cuenta la reflexión de Daniel Pécaut, para quien el resultado
de la violencia reciente es, más bien, un fenómeno general de “desafiliación” que debilita las
posibilidades de identificación colectiva y solo deja lugar para adhesiones instrumentales o
para un individualismo “negativo”, es decir, un individualismo que no es portador de una
pretensión emancipadora. Sin embargo, citar la noción de “multitudes” de Antonio Negri
permite pensar en la “posibilidad de que se establezcan formas de solidaridad y resistencia,
aunque por ahora carezcan de expresión política” Al referirse al estudio de los desplazados
en Colombia aduce que uno se sorprende al ver que se mantienen formas de solidaridad y,
ciones comunales”114. El hecho de que primero se les viera “con malos ojos”
es una situación que parece no haber cambiado en el sector privado, por-
que “los desplazados, para conseguir un empleito, nunca pudieron decir que
eran desplazados (...) el empresario cree que desplazado es un maleante”115.
Como situación de fondo, de parte del sector privado y especialmente
del público no existe responsabilidad social con los desplazados, a pesar de
los programas y las leyes. Ellos constituyen un sector poblacional proble-
mático porque, además de que la prevención, la atención de emergencia y
la estabilización socioeconómica que se les ofrece son insuficientes, no lo-
gran ningún nivel de autosostenimiento. Según el parecer de los desplaza-
dos, ellos son meros depositarios de la “limosna” de un Estado que nunca
ve más allá de “la simple matrícula para la (enseñanza) básica y la libra de
arroz”. En consecuencia, Cordeu le apuesta a convertir a sus líderes en go-
bernantes locales, incluso regionales y nacionales, estrategia que garantiza-
ría el cumplimiento de la ley de desplazamiento; en sus palabras, esto sería
“metérsele al rancho al gobierno” para que los deje de ver como “mendigos
y limosneros”116. Tal vez este proceso político madure hasta el punto de dar
frutos en futuras elecciones públicas.
No obstante haberse renovado el tipo de relaciones existente con el Es-
tado y con otras organizaciones e instituciones sociales, en la ejecución y
aplicación de programas y proyectos persiste una relación asistencialista,
semejante a la que se presentó con posterioridad a la fase de emergencia hu-
manitaria117. Sin embargo, las organizaciones de desplazados estrechan otro
Mapa 29
Veredas declaradas Comunidades de Paz.
Corregimiento de San José de Apartadó, 1997
Mapa 30
Panorama de la Comunidad de Paz San José de Apartadó, 2000
Fuente: Banco de datos de Derechos Humanos Cinep. Giraldo, Javier (2010). Fusil y Toga. Toga y Fusil. Bogotá: Cinep.
Mapa 31
Zonas humanitarias y comunidades de paz. Urabá, 2005
Mapa 32
Nuevas espacialidades para enfrentar el conflicto (resistencia,
acomodación, neutralidad, autonomía)
Mapa 33
Expresión espacial de los cambios en la configuración territorial
sociocultural. Urabá, 1960-2008
1 Llamamos justicia comercial a aquella configurada luego del asesinato de un alto número
de sindicalistas en la región durante los años ochenta y noventa que llevó a los demás a bus-
car protección en organismos sindicales por fuera del país y en otras organizaciones inter-
nacionales. Esto configuró un marco de justicia que se incorporó a las prácticas de trabajo
al imponer restricciones comerciales a las fincas productoras y organizaciones gremiales
que reportaran casos de violación de derechos dentro de la compleja dinámica laboral. Este
tema no hizo parte del estudio.
2 Estos son los ejes de análisis del Observatorio para el desarrollo integral, el fortalecimiento
institucional y la convivencia ciudadana en zonas fuertemente afectadas por el conflicto
armado (Odecofi), centro de excelencia en Ciencias Sociales, de Conciencias, del cual hago
parte.
3 Planteamientos señalados por el profesor en la conferencia sobre justicia transicional dada
en Eafit el 7 de noviembre de 2008.
Allen, J., Massey, D. y Cochrane, A. (1998). Rethinking the Region. London and New York:
Routledge.
Angarita, P.E., (Coord.) (1997). ¿Hacia dónde va Colombia? Una mirada desde Antioquia.
Violencia, derechos humanos y Derecho Internacional Humanitario en Antioquia du-
rante 1996. Medellín: Instituto Popular de Capacitación (IPC).
Arbeláez, M. (2001). “Comunidades de paz del Urabá chocoano. Reglamentos jurídicos y vida
comunitaria”. En Controversia, Bogotá, Nº 177, p. 11-40.
Ascoba, s. f. Historia del proceso organizativo en el Bajo Atrato (Riosucio-Chocó) (mimeo).
Barth, F. (1976). “Introducción”. En Fredrik Barth (Comp.) Los grupos étnicos y sus fronteras. La or-
ganización social de las diferencias culturales. México: Fondo de Cultura Económica, pp. 9-49.
Badie, B. (2000). Un mundo sin soberanía. Estados entre artificio y responsabilidad. 1ª ed. Bo-
gotá: Tercer Mundo Editores.
Bejarano, A.M. (1988). “La violencia regional y sus protagonistas: el caso de Urabá”. En Aná-
lisis Político, No. 4, mayo-agosto de 1988, pp. 54-68.
Blair, E.M. et al. (2008). De memorias y de guerras. Medellín: Iner, Alcaldía de Medellín, Idea,
Colciencias.
Botero Herrera, F. (1990). Urabá. Colonización, violencia y crisis del Estado, 1ª ed. Medellín:
Editorial Universidad de Antioquia.
Cairo Carou, H. (2001). “Territorialidad y fronteras del estado-nación: las condiciones de la
política en un mundo fragmentado”. En Política y Sociedad, No. 36, Madrid, pp. 29-38.
Cámara de Comercio de Urabá (2005). Informe socioeconómico, 2005, Medellín.
________ (2008). “Registro de matrículas y renovaciones mercantiles”. Apartadó.
Comisión Andina de Juristas (1994). Urabá. Serie Informes regionales de Derechos Humanos,
Bogotá.
Cinep (2001). Informe final de sistematización. Hacia una metodología para construir comuni-
dad en situaciones de conflicto. Bogotá: Cinep.
________ (2005). “Caso Tipo Nº 6”. En Noche y Niebla No. 32, julio - diciembre de 2005,
Bogotá.
Cinep y Justicia y Paz (2005). La tramoya. Derechos humanos y palma aceitera. Curvaradó y
Jiguamiandó, Bogotá: Cinep.
Comitato Internazionaleper lo Sviluppodei Popoli, Cisp (2005). Efectos económicos del despla-
zamiento forzado en Colombia: departamentos de Antioquia, Bolívar y Valle del Cauca,
1997-2004. Cartagena: Escuela Latinoamericana de Cooperación y Desarrollo.
Comunidad de Paz de San José de Apartadó, et al. (2003). “Comunidades de paz. No a la jus-
ticia injusta”. Disponible en: http://www.derechos.org/nizkor/colombia/doc/apartado2.
html, Consulta: mayo de 2008.
González G., F.E., Bolívar J., I. y Vázquez, T. (2002). Violencia política en Colombia: de la na-
ción fragmentada a la construcción del Estado. Bogotá: Cinep, 336 p.
González G. F.E. (Edt.) (2008). Hacia la reconstrucción del país: desarrollo, política y territorio
en regiones afectadas por el conflicto armado. Bogotá: Odecofi, Colciencias, Cinep.
Grimson, A. (2008). “Diversidad y cultura: reificación y situacionalidad”. En Tábula Rasa,
revista de humanidades, No. 08, enero-junio, Bogotá, pp. 45-67.
Gupta, A. y Ferguson, J. (1997). “Discipline and Practice: ‘The Field’ as Site, Method, and Loca-
tion in Anthropology”. Disponible en; http://books.google.com/books?hl=es&lr=&id=C
4fUmMDEbUIC&oi=fnd&pg=PA1&dq=Discipline+and+Practice:+%E2%80%98The+
Field%E2%80%99+as+Site,+Method,+and+Location+in+Anthropology&ots=edGNO
hlTC_&sig=Bu6AomjHBxrLP8vFhGHlqccfh14#v=onepage&q=Discipline%20and%20
Practice%3A%20%E2%80%98The%20Field%E2%80%99%20as%20Site%2C%20Me-
thod%2C%20and%20Location%20in%20Anthropology&f=false
Gupta, A. y Ferguson, J. (1992). Más allá de la cultura. Disponible en: http://www.ram-wan.
net/restrepo/teorias-antrop-contem/mas%20alla%20de%20la%20cultura-ferguson-
gupta.pdf
Hernández, E. y Salazar, M. (1999). Con la esperanza intacta. Experiencias comunitarias de
resistencia civil no violenta, 1ª ed. Bogotá: Oxfam-GB en Colombia.
Haesbaert, R. da (2007). O mito da desterritorializção: do “fim dos territórios” á multiterrito-
rialidade. 3° ed. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, pp. 1-37. Disponible en: www.extension.
unc.edu.ar/programa-salud/.../haesbaert-traduccion-final.pdf
Hurtado Galeano, D.P. et al. (2003). Exploraciones sobre la formación de ciudadanía: una pro-
puesta de reconstrucción de aprendizajes sociales para la formulación de pedagogías ciuda-
danas en contextos conflictivos de urbanización. Medellín: Instituto de Estudios Políticos,
Universidad de Antioquia.
Instituto de Estudios Regionales, Iner (2003). Urabá, Desarrollo regional: una tarea común.
Medellín: Universidad de Antioquia.
________ (2006). Geografías de las movilidades poblacionales en Antioquia. Medellín: Uni-
versidad de Antioquia.
Jaramillo, A.M. (2007). “Informe final sobre Urabá”, documento magnético. Medellín: Cor-
poración Región.
Jaramillo Ceballos, L. F. (2007). “Elementos para el análisis de la población rural en la zona
centro de Urabá. El caso de las comunidades Puerto Girón y Zungo Arriba, de Apartadó,
y Casanova, de Turbo”. Pontificia Universidad Javeriana. Faculta de Estudios Ambienta-
les y Rurales. Maestría en Desarrollo Rural. Disponible en: http://scholar.google.com.co/
scholar?q=demografia+Urab%C3%A1+2005&hl=es&btnG=Buscar&lr= Consulta: julio
9 de 2010.
Jelin, E. (2005). “Exclusión, memorias y luchas políticas”. En Cultura, política y sociedad Pers-
pectivas latinoamericanas. Daniel Mato. Clacso, Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. 2005. pp. 219-239. Disponible
en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/mato/Jelin.rtf, pág. 1
Liñán Barreto, A. P. (s. f.) “El Derecho Internacional Humanitario (DIH)”. Disponible en:
http://www.monografias.com/trabajos43/derecho-internacional-humanitario/derecho-
internacional-humanitario.shtml. Consulta: agosto de 2008
Messer, E. (1998). “Anthropology and Human Rigths”. En Annual Review of Anthropology, vol.
22. Disponible en: http://www.jstor.org/action/doAdvancedSearch?q0=Messer%2C+Ell
en&f0=au&c0=AND&q1=&f1=all&c1=AND&q2=&f2=all&c2=AND&q3=&f3=all&wc
=on&Search=Search&sd=&ed=&la=&jo Consulta: agosto de 2008.
Ministerio del Interior y de Justicia, Decretos. Decreto 250 de 2005, por el cual se expide el
Plan Nacional para la Atención Integral a la Población Desplazada por la Violencia y
se dictan otras disposiciones, febrero 7 de 2005, Principios Rectores del Plan Nacional,
Enfoque Restitutivo.
Mora, T.M. y Muñoz, J.C. (2008). “Concentración de la propiedad de la tierra y producto
agrícola en Antioquia, 1995-2004”. En Ecos de Economía, No. 26. Medellín, abril de 2008.
Negrete, V. (1991). “Historia de la violencia en Córdoba”. En La Revista, No. 14. Montería:
Academia de Historia de Córdoba.
Nieto, J.R. (2008). Resistencias: capturas y fugas del poder, 1ª ed. Bogotá: Ediciones Desde
Abajo.
Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos (2006). “Dinámica reciente
de la confrontación armada en el Urabá antioqueño”. Disponible en: http://www.dere-
choshumanos.gov.co/observatorio_de_DDHH/04_publicaciones/uraba.pdf. Consulta:
septiembre de 2006.
OEA (2005) Informes trimestrales del Secretario General al Consejo Permanente sobre la
Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia (Map.-OEA), enero 31 de 2005. Dispo-
nible en: http://www.oas.org/documents/spa/colombia.asp.
Oppenheim, F.E. (1985). En Bobbio, N., Matteucci, N. y Pasquino, G. Diccionario de política.
Madrid: Siglo XXI. Segunda edición en español, pp. 846-852.
Organización Indígena de Antioquia, OIA (1996). “Declaración de los cabildos indígenas y
de la Organización Indígena de Antioquia: los indígenas de Antioquia somos neutrales
frente al conflicto armado, pero no indiferentes ante la muerte”, Medellín.
_________ (2002). “Prevención y atención integral del desplazamiento forzado en las comu-
nidades indígenas del Urabá Antioqueño”, Medellín.
Ortiz, C.M. (2001). “Actores armados, territorios y poblaciones”. En Análisis Político, No. 42,
enero-abril. pp. 67-75.
Pardo Santamaría, R.D. (2007). “Una elección de resistencia, dignidad y valentía”. En Quader-
ni Satyagraha la forza della verità, Pisa, Nº 13, pp. 20-32.
Partido Liberal (2007). Ponencia para primer debate del Proyecto de Ley 044 de 2008, Cáma-
ra, 157 de 2007, Senado. “Por la cual se dictan medidas de protección a las víctimas de
la violencia”, p. 15.
Pécaut, D. (1997). “Presente, pasado y futuro de la violencia”. En Análisis Político, No. 030,
Bogotá, enero-abril de 1997, pp. 3-36.
Pérez, G. J. (2007). “El caribe antioqueño: entre los retos de la geografía y el espíritu paisa”.
En Documentos de trabajo sobre economía regional, No. 88, Cartagena: Banco de la Re-
pública.
Plan Estratégico de Antioquia (Planea) y Escuela de Gobierno y Políticas Públicas (Egpp), “El
desarrollo local en Antioquia. Compilación de los seminarios subregionales, 2004-2005.
Urabá”. Disponible en: http://www.escuelagobierno.org/v1/index.php?ap=0&id=288.
Consulta: junio de 2008.
Pizarro Leongómez, E. (1991). “Elementos para una sociología de la guerrilla en Colombia”.
En Análisis Político, No. 12, Bogotá, enero-abril, pp. 7-20.
Ramírez Tobón, W. (1997). Urabá. Los inciertos confines de una crisis. Bogota: Editorial Pla-
neta, Primera Plana.
Ramírez Tobón, W. (1993). “Estado y crisis regional. El caso de Urabá”. En Análisis Político,
No. 20, Bogotá, septiembre-diciembre de 1993, pp. 23-38.
República de Colombia, Leyes (1997). Ley 387 de 1997, por la cual se adoptan medidas para
la prevención del desplazamiento forzado; la atención, protección, consolidación y es-
tabilización socioeconómica de los desplazados internos por la violencia, Diario Oficial
No. 43.091, julio 24 de 1997, Art. 1.
República de Colombia, Decretos (2000). Decreto 2569 de 2000, por el cual se reglamenta
parcialmente la Ley 387 de 1997y se dictan otras disposiciones, Art. 2.
República de Colombia, Decretos (2005). Decreto 250 de 2005, Principios rectores del Plan
Nacional Participación y Control Social.
Romero, M. (2003). Paramilitares y autodefensas, 1982-2003, Bogotá: Editorial Planeta Co-
lombia.
_________ (2004). “Los trabajadores bananeros de Urabá: ¿de súbditos a ciudadanos?”. En De
Sousa Santos, B. y García Villegas, M. (Edts.) Emancipación social y violencia en Colom-
bia, Bogotá: Grupo Editorial Norma.
Saldarriaga Flórez, N.I. (2004). Nuevas entidades territoriales en la región central del Urabá
antioqueño. Análisis para la aplicación del ordenamiento territorial. Tesis: Especializa-
ción en Planeación Urbano-regional, Medellín: Facultad de Arquitectura, Universidad
Nacional de Colombia.
Santos, B. De S. y García Villegas, M. (2004). Emancipación social y violencia en Colombia.
Bogotá: Grupo Editorial Norma.
Sistema de monitoreo de la protección de los derechos y la promoción del buen vivir de los
pueblos indígenas de América Latina y el Caribe. Disponible en:
www.fondoindigena.org/.../5_1_Planes%20de%20vida_def.pdf Consulta: junio 16 de 2010.
Solidaridad Colombia. Proyecto de acompañamiento Solidaridad Colombia (2008). “Las
zonas humanitarias”. Disponible en: http://www.pasc.ca/spip.php?article157 Consulta:
febrero de 2008.
Steiner, C. (2000). Imaginación y poder. El encuentro del interior con la costa en Urabá, 1900-
1960. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.
Teleantioquia (2006). Urabá, puerto de embarque y distribución de coca. Octubre 26 de 2008.
Tenthoff, M. (2008). “El Urabá: donde el desarrollo alternativo se confunde con intereses eco-
nómicos y la reinserción del paramilitarismo”. En Boletín de TNI, Informe sobre políticas
de drogas septiembre de 2008, Transnational Institute TNI.
Toro Martínez, M.I. (2001). Terceros inocentes. Consecuencias de vivir en medio de la violencia
política. Medellín: Universidad de Antioquia.
Universidad Nacional, sede Medellín, e Instituto de Estudios Regionales, Iner (2000). Plan de
Ordenamiento Territorial de la zona centro de Urabá. Diagnósticos integrados subregiona-
les. Zona centro, Medellín.
Uribe de H., M.T. (1990). “La territorialidad de los conflictos y de la violencia en Antioquia”.
En Gobernación de Antioquia (1990). Realidad social. Medellín: Edinalco.
_________ (1992). “Urabá, ¿región o territorio? Un análisis en el contexto de la política, la
historia y la etnicidad. Medellín: Iner/Corpourabá.
_________ (2004). “Emancipación social en un contexto de guerra prolongada. El caso de la
Comunidad de Paz de San José de Apartadó”. En Santos, B. De S. y García Villegas, M.
(Edts.). Emancipación social y violencia en Colombia. Bogotá: Grupo Editorial Norma.
Vásquez, H. y Gutiérrez, J.F. (2000). Calidad de vida y futuro en la zona de Urabá. Documento
de trabajo. Medellín: Sintrainagro.
_________ (2000). Estudio de la agroindustria del banano. Programa de Medellín: Asesorías
de la Escuela Nacional Sindical (ENS).
Vega Medina, G. (2000). Urabá: pacto para la inversión y el desarrollo del Urabá Centro. Hacia
un objetivo común. Medellín: Imprenta Departamental, 2000. 60 p.
Wade, P. (1983). “Raza y etnicidad en el Urabá chocoano”. Manuscrito en la biblioteca del
Departamento de Antropología, Universidad de los Andes.
Páginas Web
Bases de Datos
Entrevistas
Agencia de Desarrollo Local (Adel), 2007. Entrevista personal con Jorge Mateus, Apartadó.
Alcaldía de Apartadó, 2007. Entrevista personal con Juan Carlos Muñoz, Secretaría de Agri-
cultura y Medio Ambiente, Apartadó.
Alcaldía de San Pedro de Urabá, 2007. Entrevista personal con Fidel Almario, Secretaría de
Desarrollo Social, San Pedro de Urabá.
Alcaldía de San Pedro de Urabá, 2007. Entrevista personal con Rafael Méndez, Secretaría de
Agricultura y Medio Ambiente, San Pedro de Urabá.
Comité Regional de Organizaciones de Población Desplazada (Cordeu), 2007. Entrevista per-
sonal con Eliodoro Julio, presidente, Apartadó.
Defensoría del Pueblo, 2007. Entrevista personal con Alberto Monsalve, Sistema de Alertas
Tempranas, regional Urabá, Apartadó.
Defensoría del Pueblo, 2007. Entrevista personal con Rubén Darío Díaz, Defensor Comuni-
tario de San José de Apartadó, Apartadó.
Mesa de Reincorporación, 2007. Entrevista personal con Ferney Suaza, desmovilizado del
Bloque Bananero de las Autodefensas, Apartadó.
Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 2007. Entrevista con Mónica Ángel,
Sistema de Acompañamiento, Monitoreo y Evaluación, Apartadó.
Oxfam, Comité Oxford para la lucha contra el hambre, 2007. Entrevista personal con Julia
Marín, coordinadora para Urabá, Apartadó.
Oxfam, Comité Oxford para la lucha contra el hambre, 2007. Entrevista personal con Daniel
Rojas, funcionario para Urabá, Apartadó.
Poblador urbano, 2008. Entrevista personal con el doctor Luis Alfonso Ossa, Apartadó.
Presidencia de la República, 2007. Entrevista personal con Luis Mario Gaviria, Coordinador
de Acción Social Urabá y Darién-Caribe. Apartadó.
Talleres
Asociación de Consejos Comunitarios de Bajo Atrato (Ascoba), 2008. Taller grupal con inte-
grantes de Ascoba, Riosucio-Chocó.
Cabildo Mayor Indígena, 2007. Taller grupal con representantes del Cabildo Indígena, Chi-
gorodó.
Comité Regional de Organizaciones de Población Desplazada (Cordeu), 2007. Taller grupal
con representantes de organizaciones locales, Apartadó.
90
80
70
60
50
40
486 Geografías de la guerra, el poder y la resistencia
30
20
10
0
n io á clí á lta s bo á ía dí pa dó dó
ié uc ab cia ab te r at gu re
ar Ur co len Ur rra le Tu ut an oro rta
lD os Ne e bo M Un Ac Ca ig a
Ri de Va de Ti Ar Ap
de o Ch
en dr an
rm Pe Ju
n n
Ca Sa Sa
Municipios Tot.
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 1990-
Subregiones 2007
Apartadó 0 20 4 6 21 128 1.178 2.215 2.023 797 1.271 2.826 2.239 750 999 2.440 1.365 291 18.573
Carepa 2 0 0 0 0 7 182 399 247 155 406 959 408 319 358 378 241 170 4.231
Chigorodó 0 5 0 0 3 31 363 592 486 287 556 800 758 359 302 516 435 105 5.598
Mutatá 4 0 7 0 0 22 271 1.328 1.363 725 1.904 1.431 506 221 219 611 622 44 9.278
Turbo 8 11 3 31 14 708 6.438 3.936 1.960 967 1.502 4.347 1.522 763 803 1.148 1.430 272 25.863
Total Centro 14 36 14 37 38 896 8.432 8.470 6.079 2.931 5.639 10.363 5.433 2.412 2.681 5.093 4.093 882 63.543
Arboletes 3 3 0 7 24 17 158 151 212 161 213 566 330 169 170 231 231 70 2.716
Necoclí 1 0 12 12 16 51 446 587 312 297 314 672 632 191 325 540 491 150 5.049
San Juan De Urabá 0 0 0 0 0 18 53 2.766 130 127 87 385 265 178 133 222 226 62 4.652
San Pedro De
0 0 0 4 8 15 278 446 378 366 461 1.665 907 317 410 538 295 62 6.150
Urabá
Total Norte 4 3 12 23 48 101 935 3.950 1.032 951 1.075 3.288 2.134 855 1.038 1.531 1.243 344 18.567
Vigía Del Fuerte 0 12 0 0 0 3 58 158 140 362 1.105 731 4.200 68 184 203 275 65 7.564
Total Sur 0 12 0 0 0 3 64 205 211 426 1.173 1.762 4.560 106 312 329 339 73 9.575
Total Urabá
18 51 26 60 86 1.000 9.431 12.625 7.322 4.308 7.887 15.413 12.127 3.373 4.031 6.953 5.675 1.299 91.685
Antioqueño
Anexos 487
E
dana y el fortalecimiento institucional
l énfasis en la dimensión espacial de la violencia, el
DE LA GUERRA,
hizo parte de Odecofi el Grupo de In- investigación, Equipo Iner- Odecofi,
vestigación en Desarrollo Social, Gides,
nómicos, sociales, culturales y políticos y sus formas espa-
Universidad de Antioquia
de la Universidad de San Buenaventu- ciales. En esa línea de análisis, este libro, concentrado en Nicolás Espinosa, asistente de
EL PODER Y LA RESISTENCIA
ra de Cartagena. el Urabá y Oriente antioqueños, analiza la manera como el investigación,Equipo Iner- Odecofi,
En los primeros años de actividades
Odecofi ha venido analizando varia-
conflicto armado ha desencadenado nuevos procesos so- Universidad de Antioquia.
ciones y diferentes modalidades del ciales y reconfiguraciones socioespaciales producidos por
conflicto armado en tres grandes ma-
crorregiones del país (Suroccidente,
la interacción de las dinámicas de la guerra y las respues- Oriente y Urabá antioqueños 1990-2008
Oriente-Nororiente y Costa Caribe) y
tas de los actores regionales en esos territorios.
cinco subregiones (Urabá y Oriente an-
tioqueños, Montes de María, Córdoba Clara Inés García de la Torre
y Sucre, Bajo Putumayo) ubicadas en Clara Inés Aramburo Siegert, editoras
las zonas más conflictivas del país.
COLECCIÓN
TERRITORIO, PODER
COLECCIÓN TERRITORIO, PODER Y CONFLICTO Y CONFLICTO COLECCIÓN TERRITORIO, PODER Y CONFLICTO COLECCIÓN TERRITORIO, PODER Y CONFLICTO