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Conjuntos Inmobiliarios
Conjuntos Inmobiliarios
Previsiones del
Código Civil y Comercial
Por Thomson Reuters En 30 marzo, 2017 · Añadir comentario · En Nuevo Código Civil y Comercial
Abstract: No existen razones de valía, tampoco las invoca la ley, para alterar los sistemas y regímenes
vigentes en los “conjuntos inmobiliarios” preexistentes. Si fuera posible, y los titulares de los derechos lo
considerasen, podrían conformar un nuevo sistema legal, o bien formular algún tipo de adecuación, pero
sin ser ello de exigencia rígida y determinante.
I. Introducción sobre la figura de los conjuntos inmobiliarios. Diferentes formas de constitución jurídica
Los denominados conjuntos inmobiliarios, aparecen regulados en el nuevo código civil y comercial en el
título sexto del libro cuarto, en los artículos 2073 a 2113, siguiendo de esa manera el Proyecto de
unificación de la legislación civil y comercial del año 1998. Tiene como característica ese título que se
divide en tres capítulos, que comprende a los conjuntos inmobiliarios propiamente dichos, al sistema del
tiempo compartido, y al régimen de los cementerios privados.
En lo que interesa a este análisis, me ocuparé de lo referido en el capítulo primero, es decir, a los
conjuntos inmobiliarios en sentido específico, o como dice Alterini, aquellos “conjuntos inmobiliarios
propiamente dichos” (1).
Es importante señalar que, de conformidad al primero de los artículos citados, es decir al art. 2073,
ingresarían en este concepto los: “clubes de campo”, “barrios cerrados o privados”, “parques industriales,
empresariales o náuticos” o cualquier otro “emprendimiento urbanístico”.
Esta regulación y sus diferentes formas ha tenido una razón social determinante que la mayoría de la
doctrina se encarga en señalar, su incremento y su gran desarrollo se produce en los últimos treinta años
cuando las personas buscan una mejor calidad de vida y contacto con la naturaleza, alejándose de los
centros urbanos más poblados . A ello se suma una mayor seguridad personal, el poder satisfacer
necesidades de esparcimiento, actividad deportiva, y diversión (2).
Este fenómeno social que posee una amplia difusión en el mundo, choca con las figuras jurídicas
tradicionales, especialmente con lo que se ha entendido que es la propiedad inmueble.
Así en la doctrina española es siempre trascedente acercar la opinión de Castán Tobeñas. Este
distinguido jurista señala que propiedad tiene un sentido filosófico que equivale a la cualidad distintiva de
una cosa o de una esencia; en un sentido vulgar significa las cosas sometidas al poder del hombre; y en
un sentido económico jurídico la relación de dependencia en que se encuentran respecto del hombre y
que a este sirven para satisfacer sus necesidades. Agrega, para concluir que la propiedad es un derecho
real cuyo ámbito se circunscribe en un doble sentido, recae sobre cosas corporales, y se diferencia de los
demás derechos reales que atribuye a su titular un poder general y pleno sobre la cosa (3).
Es evidente que el conjunto inmobiliario no responde plenamente a dicha característica, ya que, es
imposible ubicarlo o tipificarlo dentro del entorno que rodea al derecho real de dominio. A mi juicio esta es
la razón histórica que llevara a que antes de producirse una regulación legal determinada, se tratara de
buscar distintas figuras jurídicas a los efectos de lograr soluciones prácticas.
Incluso se ha planteado todo un cuestionamiento a su tipificación como derecho real, cuando la titularidad
de un derecho real concurre en personas diferentes y surgen comunidades distintas. Entre dichos casos,
hace notar el profesor Diez Picazo que aparecen los procesos de urbanización, donde se crean zonas
comunes que deben ser integradas con las propiedades sitas en el sector. Se pierde aquello que se solía
decir en cuanto a que “Mi propiedad es mi reino, mi castillo” (4).
Es así que el autor citado refiere al llamado de atención sobre los diferentes regímenes entre la
“propiedad solitaria”, de la “propiedad gregaria”. En el primer caso existe una cierta inmunidad sobre las
regulaciones urbanísticas, mientras que en el otro, sufre una serie de limitaciones, algunas muy
justificadas y otras no tanto (5).
Ante el fenómeno bajo análisis y a fin de lograr soluciones concretas, en la experiencia local se anotan
diversas modalidades que hoy se hallan vigentes y con un funcionamiento normal y adecuado.
Por ello se crearon estos “clubes de campo” u otras urbanizaciones, bajo la forma que van desde
establecer solamente derechos personales a sus integrantes, o bien derechos reales, o la suma de
ambos.
Cuando se trataba de derechos personales surgía la necesidad de unirlo a una persona jurídica, como
puede ser una sociedad comercial, asociación civil, o a una cooperativa, donde los accionistas o socios
accedían a las partes comunes del ente (6).
En el caso de constitución mediante la figura del derecho real la solución arrastraba diversas variantes. Lo
primero en considerar es que se distinguen con cierta nitidez las partes privadas de las partes comunes.
Es de considerar que el titular es dueño de una fracción de terreno, con las características de la propiedad
individual. A todo se le agregan las denominadas partes comunes que se integran con: las calles de
acceso, el área recreativa, el “club house”, el cercamiento, y otras edificaciones para servicios, como
sanitarios, generadores eléctricos, etc. El problema que se suscita es la vinculación entre el propietario de
un parte privativa con la común. De allí que se crearon formas asociativas para otorgar la propiedad de
estas partes comunes, y vincularlas con los propietarios mediante el derecho real de servidumbre (7) u
otros medios jurídicos que ofrecieran una especie de conexidad entre ambas.
II. Características
La ley civil y comercial vigente en el art. 2074 se ocupa en indicar de manera exhaustiva y con cierto
puntillismo, las características que tienen los conjuntos inmobiliarios.
Y ellas son: a) el cerramiento perimetral, mediante diferentes medios que no hacen al caso: b) la
necesidad de existencia de partes comunes y privativas; c) el estado de indivisión forzosa y perpetua de
los lugares y partes de contenido común; d) tener un reglamento que determina la forma de
funcionamiento.
El limite perimetral dispuesto en el cerramiento tiene un objetivo bien definido ya que determina
exactamente y deslinda el lugar donde se halla el complejo o la urbanización, y a más de ello, protege el
predio impidiendo el ingreso de extraños. Generalmente hay un lugar predefinido para entrar y salir que
se encuentra vigilado por personal especializado (8).
Con relación a las partes privativas y comunes, constituyen elementos esenciales de este tipo legal. Las
privativas generalmente destinadas a viviendas permanentes o transitorias, tienen como cualidad que su
destino y función se halla sometido a lo dispuesto en la reglamentación, y al control de su desarrollo y
actividad. En ello se anota quizá el rasgo diferencial con la propiedad privada individual, donde el titular
posee un campo mucho más amplio de libertad (9).
En cuando a las partes denominadas “comunes” deben regirse por una situación jurídica de “indivisión
forzosa perdurable” que las caracteriza. Si bien su estado se acerca a la figura del condominio, se puede
señalar una diferencia notoria en cuanto a la imposibilidad jurídica de reclamar mediante la “actio finium
regundorum” (10). Esta situación jurídica está prevista en lo dispuesto en el art. 2004 del Código Civil y
Comercial, donde se brinda la solución a que se hace referencia.
Es de hacer notar que entre las partes privadas y las comunes se anota la exigencia de una relación de
inescindibilidad que las une. Hay, como bien dice Saucedo, una “interdepencia jurídico funcional”, que
hace a la imposibilidad de trasmitir una sin conectarla con la otra y viceversa. Ello lleva como
consecuencia, según el autor citado, a que el titular de una porción privativa no puede eximirse del pago
de gastos y expensas comunes mediante el abandono de la porción de lo común que “proindiviso” le
corresponde (11).
El reglamento o “lex privata “que regula y rige la actividad, derechos, obligaciones y cargas de todos los
titulares de partes privadas, resulta ser el elemento central y una especie de estatuto supremo que
gobierna la vida comunitaria. De esa manera quedan bien determinados los órganos que ejercen el
gobierno de la comunidad, la manera de regir la administración, elección de miembros, comisiones
internas, la limitación y restricciones de derechos, etc. Todo esto permitirá el adecuado funcionamiento
del gobierno del conjunto.
Y además, coadyuvando con lo indicado y lo ya dicho, la necesaria obligatoriedad del pago de los gastos
comunes, a que se hizo referencia (12).
V. Previsiones del Código Civil y Comercial, y especialmente lo dispuesto en el art. 2075. Objeciones y
observaciones
En el tercer párrafo el art. 2075 se dispone: “…Los conjuntos inmobiliarios preexistentes que se hubieren
establecidos como derechos personales o donde coexistan derechos reales y derechos personales se
deben adecuar a las previsiones normativas que regulan ese derecho real”.
Esta regla de aparente imposición forzosa de mutación de régimen legal, ante la situaciones ya
concretadas y en funcionamiento como sistema mixto (derecho real con derecho personal), o de derecho
personal (soc. comercial, con propietarios accionistas), exige un profundo análisis por sus posibles
consecuencias jurídicas.
A mi juicio, y tal como lo hacen distinguidos autores, es necesario comenzar en el análisis de la cuestión
semántica con respecto al entendimiento y alcance que se le brinde al vocablo “adecuar”.
No debe entenderse al verbo “adecuar” como reconvertir ni adoptar, sino como acomodar o proporcionar
algo a otra cosa, es decir adaptar. (Conf. Diccionario de la Real Academia Española) (25).
En otra tesis contraria se entiende que: “adecuar” es transformar y modificar la estructura jurídica del
conjunto (26).
Antes de continuar es dable consignar que la ley no establece reglas ni término alguno para llevar
adelante la mentada “adecuación”. Y a más de ello que solamente pueden sufrir el embate de la mutación
ontológica, los conjuntos inmobiliarios que hubieran sido constituidos: a) como derechos personales; y b)
o como derechos personales y reales coadyuvantes; quedan excluidos de la previsión normativa aquellos
que tienen el régimen vinculado a derechos reales (Verbigracia: dominio y condominio con indivisión
forzosa perdurable, dominio privado y servidumbre, etc.) (27).
Ahora bien, retornando a la “adecuación” que exige el párrafo bajo estudio, entiendo que dicha obligación
legal puede recibir tres interpretaciones.
La primera que es que su entendimiento sea lineal, sin mayores profundizaciones, y aceptando la
ausencia de razones de valía, y por ello se considere que debe ser modificado todo el régimen
adoptándose el sistema de la propiedad horizontal con leves variaciones que trae el capítulo específico
(28).
Esta posibilidad recibe el rechazo de la doctrina en general por varias razones que merecen ser
compartidas. Una de ellas es esencialmente práctica y con efectos económicos impensados. Tener que
realizar planos que deben ser aprobados por organismos administrativos, escrituras públicas que
contengan los reglamentos de copropiedad, y los títulos de cada bien particular, todo más las
inscripciones en los respectivos registros, es una tarea que a más de las dificultades propias, generará
una cantidad de gastos a soportar por los propietarios titulares de derechos, que carecen de razón
justificante necesaria. (29).
El otro aspecto aún más relevante, es la infracción y lesión a la garantía constitucional al derecho de
propiedad previsto en art. 17 de la Const. Nacional. Ello se entronca con el respeto a los derechos
adquiridos, su jerarquía en el plexo normativo, y a la imposibilidad del efecto retroactivo de la ley para
afectar ese principio.
Si un conjunto inmobiliario tuvo génesis mediante un régimen de derechos reales y personales, o de
derechos personales, conforme a un sistema que permitía dicha cualidad, y en algún supuesto sobre
normativa que propiciaba esa base jurídica, constituye un derecho consolidado por haber cumplimentado
debidamente el “factum” normativo (30).
Al respecto la Corte Suprema Nacional, se ha expedido en ese mismo sentir al juzgar: “Conforme con la
doctrina de Fallos 209: 247 (en LA LEY 1975- A, 337 ), entre muchos otros, sobre la modificación de
normas por otras posteriores, es necesario que el régimen que se trate no arrase con los derechos
definitivamente incorporados al patrimonio, situación que solo puede considerarse que existe cuando bajo
la vigencia de una ley se han cumplido todos los actos y condiciones sustanciales y los requisitos
formales previstos en la norma para que el particular sea titular de un derecho . En otros términos la
adquisición del derecho requiere que la situación general creada por la ley se transforme en una situación
jurídica concreta e individual en cabeza del sujeto; es a partir de entonces que se hace inalterable y no
puede ser suprimida por ley posterior sin agravio al derecho de propiedad, consagrado por el art. 17 de la
Const. Nac. (C.S.Nac. Fallos 298: 462, y en LA LEY 1978-A, 251” (31).
Cuando el art. 7 del Código civil y comercial, con consonancia con lo que establecía el art. 3 del anterior
trae como barrera de los efectos de la nueva ley a los “derechos amparados por garantías
constitucionales”, le acerca y asimila a los invocados como “derechos adquiridos”, y de esa forma se nota
la similitud con lo expuesto en el sentido preindicado (32).
En este sentido se manifiestan relevantes autores nacionales. Por ejemplo el Dr. Jorge H. Alterini afirma:
“… Debe entenderse que se procura que los conjuntos inmobiliarios se ajusten a la nueva regulación y no
el cambio frontal de un sistema por otro lo que no sería conforme a derecho por violar garantías
constitucionales”. A su vez las profesoras Mariani de Vidal y C. Arbella indican que la solución dada por el
art. 2075 para los conjuntos inmobiliarios preexistentes se aparta de lo proyectado originariamente, y que
ademán la norma no contempla debidamente y en forma meditada los inconvenientes trastornos y gastos
que generará tal adecuación. Y agregan: “que la impuesta adecuación impresiona como de muy dudosa
constitucionalidad, lesiva de la garantía de la propiedad”. También el Dr. Nelson A. Cossari señala:
“Nosotros estimamos que los derechos personales o reales adquiridos respecto de los conjuntos
inmobiliarios al amparo de una legislación anterior a la vigencia del Cód. Civil y comercial son bienes que
integran el patrimonio de su titular y constituye por lo tanto una propiedad en sentido constitucional (art.
17 de la Const. Nac.). La aludida garantía constitucional obliga al intérprete a pronunciarse por la
subsistencia de los conjuntos inmobiliarios que preexistentes a la sanción del Código, fueron regulados
como derechos personales o combinando derechos reales y personales. Por supuesto que para exista
inconstitucionalidad deberá escudriñarse en el caso concreto que la garantía de la propiedad se
encuentre afectada” (33).
Estos argumentos llevan a que los referidos juristas afirmen sin hesitar que, en el régimen legal argentino
no tiene cabida la conversión de los “Conjuntos inmobiliarios” preexistentes a un nuevo sistema que la ley,
pareciera tratar de imponer.
Por último y, como posición intermedia intentando conciliar la visión del legislador, y entendiendo que –
como se dijo “supra”-, el vocablo adecuar, importa acomodar, adaptar, etç. algunos autores arriban a una
conclusión digna de ser tenida en cuenta. Sostienen que para la referida “adecuación” es posible aplicar
algunas consideraciones y pautas para el funcionamiento del conjunto, como verbigracia hacer uso del
art. 2053 en cuanto al requisitos de la unanimidad de voluntad de los copropietarios ante la obra nueva
que muta o gravita en la estructura del inmueble de manera sustantiva (34).
A modo de colofón y en mi opinión personal, entiendo que no existen razones de valía, tampoco las
invoca la ley, para alterar los sistemas y regímenes vigentes en los “conjuntos inmobiliarios” preexistentes.
Si fuera posible, y los titulares de los derechos lo considerasen, podrían conformar un nuevo sistema
legal, o bien formular algún tipo de adecuación, pero sin ser ello de exigencia rígida y determinante.