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El Conflicto Árabe-Israelí - José F Durán Velasco PDF
El Conflicto Árabe-Israelí - José F Durán Velasco PDF
EL CONFLICTO
ÁRABE-ISRAELÍ
J O S É F. D U R Á N V E L A S C O
EL CONFLICTO
ÁRABE-ISRAELÍ
Una visión
no estatolátrica
Prólogo de
ALBERTO ARCE
www.bosforolibros.com
bosforo@bosforolibros.com
ISBN: 978-84-936189-4-0
Depósito Legal: B-35331-2009
Reza Baraheni*1
*
Reza Baraheni es un escritor iraní, nacido en 1935 en Tabriz. Pertenece
a la minoría turca azerí (la etnia más numerosa de Irán después de los per-
sas). En su obra más famosa, Los caníbales coronados (traducida al español
como Persia sin máscara) incluye diversos ensayos («Historia masculina»,
«Memorias de prisión», etc.) y un poemario titulado «Máscaras y palabras»,
del que forma parte el poema «Los políticos». Los caníbales coronados es
una durísima requisitoria contra la monarquía, el patriarcado, el chovinismo
persa (opresor de las otras lenguas, como el turco azerí, idioma materno de
Baraheni), el imperialismo occidental y el «orientalismo» (en sus dos varian-
tes: estalinista y colonialista capitalista). En 1973 fue detenido, interrogado
y torturado por la Savak (la gestapo del shah). En 1981 fue detenido bajo el
régimen de Jomeini y al salir de la cárcel en 1982 se le prohibió volver a la
enseñanza en la universidad. En la actualidad reside en Canadá y da clases de
literatura comparada en la Universidad de Toronto. Ha escrito más de cincuen-
ta libros en persa o inglés, que han sido traducidos a varios idiomas. También
ha sido traductor al persa de Shakespeare, Fanon y otros autores.
Prólogo ........................................................................................ 11
Introducción. ................................................................................ 19
Capítulo segundo: E
l estado en el mundo moderno:
nacionalismo y estado-nación...................... 55
El nacionalismo y el estado-nación................................................ 55
La actitud del nacionalismo y del estado-nación hacia
«los elementos extraños» y «las minorías nacionales»............ 61
Nacionalismo aconfesional y nacionalismo confesional:
nacionalismo laico y nacional-confesionalismo....................... 64
Cómo el nacionalismo convierte un determinado factor en eje
de la identidad, es decir, en eje de la nacionalidad................... 67
Victimismo nacionalista y rechazo de la lucha de clases............... 70
Capítulo quinto: L
os palestinos: consecuencia del colonialismo
sionista y resistencia a la colonización
de las víctimas primarias del sionismo.......... 287
Los acuerdos de Sykes-Picot y la declaración de Balfour
hacen surgir al pueblo palestino en lo que hasta entonces
había sido parte del sur de Siria................................................ 287
Pueblo palestino versus estado sionista......................................... 294
La resistencia palestina: derecha e izquierda palestinas................ 297
¿Se puede hablar de una «revolución palestina»?.......................... 308
Las ideologías vertebradoras de la resistencia de los oprimidos:
nacionalismo árabe, nacionalismo palestino, socialismo
e islamismo............................................................................... 317
Bibliografía................................................................................... 367
Eric Blair, conocido más tarde como George Orwell, no había leído
este poema cuando en 1936 llegó a España y terminó por convertirse
en miembro de la milicia del POUM en el frente de Aragón, pero com-
prendió rápidamente, en aquella época y en aquel contexto, que la
caída de Belchite no era más que el comienzo de la caída de París, de
Varsovia o de Praga. El fascismo se cernía entonces sobre Europa y
Alberto Arce
agosto de 2009
3
Ibid., p. 34.
muy rica y poderosa, judía y no judía. De ahí que se haya dicho que un
libro como el mencionado Cómo y cuándo se inventó el pueblo judío
vaya a tener muchos más problemas de publicación y de distribución
en Estados Unidos que en Israel.
En un mundo cada vez más homogeneizado por la globalización,
se da la paradoja de que los mismos que abogan por la globalización
capitalista sean los que más hincapié hacen en unas diferencias cultu-
ralistas supuestamente insalvables, basadas en identidades confesiona-
les, étnicas, etno-confesionalistas y en civilizaciones «incompatibles»
y «enfrentadas». Pero tan absurdo discurso es acorde a los intereses
de quienes desean el flujo de capitales y mercancías para su lucro, a
la vez que encierran a los pueblos dentro de cárceles estatales, por no
hablar de guetos como el de la Franja de Gaza, a los que se pretende
convertir en campos de concentración. De ahí que la globalización
capitalista más feroz y la ideología neoliberal del «estado-mínimo»
vaya muchas veces de la mano de la potenciación de las estatolatrías
más fanáticas y de los nacionalismos que les sirven de justificación,
nacionalismos étnicos, confesionales o etno-confesionales, siempre,
claro está, que no sean de signo anticolonialista ni antiimperialista y
vayan dirigidos contra el vecino, siguiendo la vieja consigna colonial
de «divide e impera». Este tipo de nacionalismos y estatolatrías son
los que florecen por doquier apoyados por Estados Unidos: esloveno,
croata, albano-kosovar, taiwanés, israelí... La taifización está a la orden
del día: la antigua Yugoslavia, el mundo árabe, Iraq, Palestina...
En lugar de otorgar derechos civiles y políticos idénticos a todas
las personas del mundo, independientemente de su identidad étnica,
lingüística, confesional o cualquier otra, se recluye a las personas en
estados o estadículos de base cada vez más excluyente, en los que el
capital dominante tiene todos los derechos y la población los menos
o ninguno.
El caso palestino es un caso extremo de esa lógica inhumana: una
población expulsada de su tierra en beneficio de un proyecto colonial
etno-confesionalista, convertida en una población de parias en aras
de la estatolatría sionista y de los estados árabes constituidos, víc-
tima del sionismo, de un supuesto maximalismo nacionalista árabe,
del egoísmo de cada estado árabe, del propio proyecto estatal de la
clase política palestina, de los intereses de las potencias imperialistas
del momento...
1
El estado
caballos’, es decir, de tratar al pueblo como ganado. Un sâ`is (en plural sâsa)
es lo mismo un ‘político’ o un ‘estadista’ que un ‘palafrenero’ o un ‘domador
de caballos’. El primer califa omeya, Mu´âwiya, que era un consumado esta-
dista (y un consumado granuja), solía decir: «No utilizo la espada donde me
basta la fusta, ni utilizo la fusta donde me basta la lengua». La etimología de
la palabra árabe para ‘política’ se aproxima a la definición anarquista clásica
de la política como «el arte de engañar y sojuzgar a los pueblos».
2
Aun cuando muchas veces la debilidad del estado y de su aparato mi-
litar es lo que permite la resistencia del pueblo contra el invasor. La derrota
de Napoleón en España se debió a los guerrilleros, no a un ejército que era
mucho más insignificante que el de los países conquistados o vencidos por
el emperador francés. Durante la segunda guerra mundial, la resistencia
antinazi en los países ocupados no fue obra de militares profesionales, que
en su gran mayoría se resignaron a la sumisión al vencedor tras su derrota
en la guerra convencional, sino de partisanos movilizados por ideologías de
izquierda. Los ejércitos de los estados árabes han sido repetidamente derro-
tados por el ejército israelí y no han conseguido liberar ni un palmo de tierra
conquistada por los sionistas; sólo el Líbano logró derrotar y expulsar al
ejército israelí precisamente por tener un estado débil e inoperante. Gracias
a la debilidad de su estado, los libaneses consiguieron lo que jamás consi-
guieron ni Egipto, ni Siria, ni Jordania, ni Iraq. Hamâs obtuvo en menor
medida una victoria similar en la Franja de Gaza unos años después merced
a la debilidad del proto-estado palestino, precisamente por la negativa israelí
a crear un estado palestino y sobre todo un estado palestino mínimamente
viable. En Iraq, las guerrillas tienen en jaque a la mayor superpotencia mun-
dial desde hace años, mientras que el ejército iraquí fue incapaz de resistir ni
un mes. La función de la mayoria de los ejércitos no consiste en defender el
país, ni su soberanía, ni a su pueblo, sino de tenerlos bien sujetos, intimidar
a estados extranjeros enemigos o someter a otros pueblos. Esto explica que
cuando un ejército es derrotado en una guerra convencional, los militares
profesionales, lejos de ser los primeros en negarse a aceptar la derrota y
seguir la lucha optando por la guerra de guerrillas, suelan ser los primeros
en asumir una «actitud realista» aceptando la derrota a cambio de conservar
sus privilegios corporativos, en nueva condición de ejército subordinado al
vencedor, pues, normalmente, los vencedores suelen ser lo suficientemente
inteligentes como para aceptarlos en ese papel, conscientes de que los ne-
cesitan para meter en cintura al pueblo del país vencido; cuando no es así
(caso de Iraq tras la invasión en 2003), los vencedores se encuentran con
que el vacío de un aparato represor interno es aprovechado por la resistencia
popular contra los invasores.
3
La «democracia» burguesa como «democracia» por antonomasia. Sin
embargo, en realidad, el poder de la burguesía es incompatible con el del
pueblo, de manera que si un régimen es burgués no puede ser democrático y
si es democrático no puede ser burgués.
4
El término ‘democracia popular’ es ya en sí mismo un pleonasmo absur-
do, dado que democracia significa ‘poder del pueblo’; el añadido ‘popular’
sobra, pero resulta muy revelador de lo poco versados en democracia que
estaban los que inventaron y han utilizado el término, o quizás de cómo nece-
sitaban insistir en términos para compensar con las palabras aquello que era
sumamente deficitario en la realidad.
5
En 1982, cuando el PSOE ganó las elecciones en España, dijeron a Fe-
derica Montseny: «Los socialistas se han hecho con el poder». A lo que ella
contestó con clarividencia: «No, es el poder el que se ha hecho con los so-
cialistas».
6
Casos del Chile de Allende a principios de los años setenta del siglo xx o
de España en los años treinta del mismo siglo. El gobierno de Unidad Popular
sólo pudo gobernar de 1970 a 1973. Tras un acoso exterior e interior, que
incluyó sabotajes permanentes con la esperanza de que UP perdiera las elec-
ciones en 1973 –inútilmente, ya que volvió a ganarlas–, la reacción recurrió al
golpe de estado liderado por el general Pinochet. En España, la inestabilidad
durante la II República fue extrema porque, a pesar de su moderación, los
partidos parlamentarios de izquierda estaban en una evidente contradicción
con la clase dominante (especialmente con sus sectores terrratenientes y finan-
tierran a los otros y reparten con los que quedan los cargos y la
administración de los negocios, reparto que en estos gobiernos
se arregla de ordinario por la suerte.7
– Así es en efecto, como la democracia se establece– dijo él–,
sea por la vía de las armas, sea que los ricos, temiendo por sí
mismos, tomen el partido de retirarse.8
7
Nótese que no se habla por ningún lado de que democracia consista en
que el pueblo «elija a sus gobernantes» sino que la democracia consiste en que
el pueblo mismo gobierna. En la democracia griega, por ejemplo la ateniense,
el poder decisorio siempre estaba en la asamblea popular, en la que todos los
ciudadanos tenían voz y voto, mientras que las personas encargadas de la
administración ordinaria (el consejo de los 500) se designaban por sorteo, no
por elección, procurando que todos los ciudadanos participaran alguna vez en
su vida en el consejo administrativo.
8
Platón, La República (Madrid: Gredos, 1986), 557 a.
9
Excluidos de una condición de igualdad con los ciudadanos atenienses y
sometidos a tributos en beneficio de Atenas y a discriminaciones varias. Sin
embargo, aun en estas condiciones, las clases populares de los estados aliados
de Atenas preferían la hegemonía ateniense a la espartana y al dominio de sus
propios oligarcas, pues la hegemonía ateniense aseguraba la democracia en
los estados aliados.
10
La raíz de las desigualdades sexistas en los estados democráticos grie-
gos hay que buscarla en la vinculación entre democracia y participación en
la guerra. La primera democratización fue que los varones de la clase media
obtuvieran derechos políticos, cuando la infantería hoplítica (pesada) se con-
virtió en el cuerpo militar decisivo en las guerras griegas; la segunda demo-
cratización se produjo con la extensión de los derechos políticos a los varones
de la clase baja cuando estos tuvieron en la marina ateniense tanta o más
importancia que los varones de clase media en la infantería hoplítica. Pero las
mujeres griegas habitualmente no participaban en la guerra, al contrario que
las mujeres de pueblos iranios ecuestres que fueron el referente real que dio
lugar al mito griego sobre las amazonas. Es significativo en cualquier caso que
Platón vinculara la participación de las mujeres en la política con su participa-
ción en la guerra, mientras que Aristóteles rechazara por igual la participación
de las mujeres en la política y en la guerra.
11
Las razones por las que ni siquiera en las póleis griegas más democrá-
ticas se llevó a cabo una democracia radical, que abarcara transformaciones
radicalmente igualitarias en lo económico parejas a las transformaciones ra-
dicalmente igualitarias en lo político, hay que buscarlas en dos causas fun-
damentales:
1)
Las limitaciones antes aludidas de la propia democracia política (exclu-
sión xenofóbica y sexista, esclavismo), que no fueron cuestionadas.
2)
Que mientras la clase media (pequeños propietarios agrícolas, sobre
todo) fue suficientemente fuerte, la fuerza de esta clase, unida a la del pro-
letariado, hizo posible la democracia política, deseada por la clase media y
por el proletariado, pero impidió la democracia económica, que podía ser
deseada por el proletariado pero no por la clase media. Cuando, posterior-
mente (a partir del siglo iv a.C.), la clase media se hundió en su mayor parte y
aumentaron las desigualdades, hubo tendencias a una democracia más radical,
que incluyera un igualitarismo económico, pero estos movimientos fueron
contenidos por el reino de Macedonia y más tarde completamente aplastados
por el imperio romano.
12
Hablar de «democracia participativa» es un pleonasmo, pues no puede
haber más democracia que la participativa, pero se utiliza para distinguirla de
la «democracia» degradada semánticamente. Hay una contradicción radical
entre quienes pretenden elevar la realidad existente a lo que es la democracia
y los que pretenden degradar la democracia hasta hacerla sinónima del orden
existente. O lo que es lo mismo, entre quienes conciben la democracia como
una exigencia a priori y los que utilizan esa palabra como una justificación a
posteriori.
14
A partir de la monolatría yahvista, lo que dio un carácter exclusivista
muy peculiar al monoteísmo judío, cristiano y musulmán. En Irán el mono-
teísmo mazdeísta tuvo otra génesis, vinculada al imperio persa.
15
De ahí la perfecta continuidad entre la filosofía romana más conserva-
dora y la patrística cristiana. Pensadores del estoicismo tardío, como Séne-
ca, fueron perfectamente asimilables por los pensadores cristianos. Epicteto
(siglo ii) podría ser definido como el eslabón perdido entre un filósofo estoico
extremadamente conservador y un cura, aunque mucho más cerca del cura.
Los estoicos fanáticos enemigos de los epicúreos que aparecen en los diálogos
de Luciano de Samosata son figuras casi medievales e incluso inquisitoriales.
La Inquisición aparece prefigurada en Las leyes de Platón, cuya tripartición
social (filósofos, guardianes y productores) es casi la misma que los tres esta-
dos (eclesiástico, nobiliario y llano) del sistema europeo precapitalista.
En los primeros siglos antes de la era cristiana, los moístas abogaron por
16
la idea de una providencia de las divinidades, pero esta idea fue rechazada por
las demás doctrinas chinas y se extinguió con la completa desaparición del
moísmo. Cuando el cristianismo llegó a China con los misioneros en la edad
moderna, los chinos y los propios misioneros subrayaron las similitudes entre
el moísmo y el cristianismo, los chinos viendo el cristianismo como el ho-
mólogo bárbaro de una doctrina antigua descartada, los misioneros cristianos
lamentando que las ideas moístas no hubieran triunfado y en su lugar hubieran
triunfado las doctrinas inmanentistas y «ateas».
17
El carácter no religioso de la ideología imperante en China y en el
mundo confuciano favoreció que, cuando se vio que el confucianismo resul-
taba inútil para afrontar los retos modernos, China y los pueblos de su órbita
cultural (Corea, Vietnam y Japón) fueran más proclives que otras sociedades
a adoptar el capitalismo o las ideas socialistas. Esa facilidad se debió a la falta
de rigidez religiosa y a que el ateísmo anarquista y marxista no podia inquietar
a los chinos o ser utilizado por los reaccionarios, dado que entre los chinos no
existía el concepto de Dios.
18
En China la clase dominante no era una clase militar o de origen militar
como en el resto de las sociedades clasistas precapitalistas, tampoco existían
ni una hierocracia ni una clerocracia (al modo de los rabinos judíos o los
ulemas musulmanes). El ejército estaba subordinado a la burocracia literaria
civil y los tao-se taoístas y los monjes budistas no gozaban de ningún prestigio
entre la élite ni de ningún rango oficial.
19
No es casual que el título que Diocleciano asumió en latín, Dominus,
fuera la misma palabra que los cristianos de lengua latina utilizaban para Dios.
La palabra dominus en latín era la habitual para amo respecto a sus esclavos,
por ello los emperadores anteriores, como Augusto, formalmente apegados a
la tradición romana republicana, la habían rechazado para sí mismos cuando
se la aplicaron sus aduladores, a los que solían replicar que sólo eran dominus
de sus propios esclavos, en ningún caso de personas libres y menos aún de
ciudadanos romanos. Significativamente, unos siglos antes, cuando se tradujo
la Biblia hebrea al griego, los traductores tradujeron al griego ‘Señor’ como
Kyrios y no como despotês, palabra esta última con un sentido idéntico al de
dominus en latín y que todavía conservaba entre los griegos unas connotacio-
nes que cuadraban mal con su recientemente perdida tradición democrática; el
nombre propio de Filodéspoto (‘amigo de su amo’) era un nombre de esclavo
entre los griegos, pero muy mal habría sonado aplicado a hombres libres,
incluso en su relación con la divinidad.
20
De la misma manera, modernamente las superpotencias con voluntad de
hegemonía y dominio más allá de sus fronteras estatales han utilizado ideo-
logías universalistas como «la democracia», «el socialismo» o incluso «los
derechos humanos» como coartada ideológica para su imperialismo, mientras
que las potencias y los estados más modestos, que sólo aspiraban a contro-
lar a sus súbditos y las riquezas de su territorio, han apelado a la soberanía
nacional, la no intromisión en los asuntos internos y la inviolabilidad de la
soberanía estatal.
21
Los reyes asirios precedieron a los soberanos persas en sus afanes de do-
minación universal. Pero fracasaron en su empeño y fueron destruidos porque
su proyecto imperial excedía sus posibilidades por varios conceptos:
1)
Asiria, al ser el primer imperio con tales pretensiones, se encontró con
una oposición feroz por parte de pueblos acostumbrados a la indepen-
dencia que no se resignaban a perderla.
2)
En consecuencia, el dominio asirio hubo de ser atroz, lo que provocó un
odio general incompatible con la dominación ideológica necesaria para
sostener el imperio.
3)
Los asirios carecían de una ideología adecuada. El monoteísmo con pre-
tensiones éticas era la ideología acorde con un proyecto imperial univer-
sal, pero los asirios sólo tenían una religión nacionalista centrada en un
dios que tenía el mismo nombre que su pueblo; un dios tan identificado
con la nación opresora no tenía nada que ofrecer a los otros pueblos
(salvo un yugo feroz) y no podía servir de ideología vertebradora y ho-
mogeneizadora del nuevo orden imperial.
22
Ni el imperio aqueménida ni el sasánida fueron capaces de realizar sus
designios. La religión mazdeísta no pudo llegar a ser siquiera la de la mayor
parte de la población del imperio persa y los soberanos persas pronto se dieron
cuenta de que tratar de convertir a sus súbditos a la fuerza era contraprodu-
cente políticamente, por lo que instauraron un sistema de tolerancia multi-
confesional que fue precedente y sirvió de modelo al que luego existió en el
mundo islámico.
23
Moisés aparece en el Éxodo como un Espartaco victorioso; Jesús fue
crucificado por el poder imperial romano, con gran satisfacción de la oligar-
quía sacerdotal judía; Muhammad en sus orígenes fue un huérfano pobre cuyos
primeros seguidores eran las gentes más humildes de La Meca. La polémica
medieval de la «tesis de los tres impostores» contra los fundadores de las tres re-
ligiones «abrahámicas» tuvo un origen mazdeísta y se cebaba especialmente en
la condición social humilde de esos tres personajes. Para personas que han cre-
cido en el seno de sociedades en las que estas religiones son poderes alienantes
es difícil apreciarlo, pero para personas de fuera es indudable el carácter social-
mente subversivo originario de estas religiones. Nada similar se encuentra en
los fundadores de otras religiones como el zoroastrismo, el budismo, el jainismo
o el maniqueísmo, de orígenes mucho más acomodados o incluso principescos,
cuyos mensajes no tuvieron contenido socialmente subversivo comparable, ni
siquiera en sus más prístinos orígenes. La actual teología de la liberación ha
encontrado elementos alentadores para sus tesis en aquellos fragmentos vete-
rotestamentarios y neotestamentarios que expresan el descontento social y la
rebeldía contra el orden establecido de las clases oprimidas de la antigüedad;
los mismos elementos habían servido de inspiración a las herejías socialmente
inconformistas de la edad media, y en la edad moderna a los anabaptistas.
24
De facto, todas las religiones «modernas» tienden a calvinizarse para
adaptarse a los imperativos de la sociedad capitalista. El Opus Dei es el ejem-
plo más acabado de calvinismo católico hoy en día, pero lo mismo sucede en
el budismo (en Japón, especialmente), el judaísmo, el hinduismo, el jainismo
y el islam. Aunque el islam rechaza teóricamente la usura, los capitalistas
musulmanes –medievales y modernos– se limitan a triquiñuelas para eludir el
nombre de usura pero no su realidad.
25
Lo que no tiene nada de nuevo. En la antigüedad los oligarcas griegos y
romanos ya fueron conscientes de la utilidad de la religión como superstición
organizada para atemorizar al pueblo y mantener el orden oligárquico. Critias,
tío de Platón y líder de los 30 tiranos, opinaba que la religión fue obra de alguien
inteligente y astuto para atemorizar al pueblo y tenerlo sometido. Su sobrino
Platón, en su República y sus Leyes, ideó un sistema legal que castigaba severísi-
mamente el ateísmo y el cuestionamiento de la religión oficial, concebida como
«noble mentira» para mantener el poder del estado y el orden social. El histo-
riador romano Tácito, aunque al parecer era agnóstico, consideraba muy útil la
superstición para controlar a la plebe. La mayor parte de los oligarcas antiguos,
griegos y romanos helenizados, no parece que fueran muy supersticiosos perso-
nalmente, pero consideraban la superstición como su mejor aliado para mantener
sus privilegios. En la actualidad, incluso los sionistas ateos son partidarios de
honrar al judaísmo como garantizador de la cohesión del «pueblo judío».
26
El ejemplo más reciente lo tenemos en el presidente francés Sarkozy, que
contra toda la tradición de laicismo francés, ha ensalzado la religión al modo
estadounidense y ha puesto la labor de los clérigos por encima de la de los
profesores de la escuela laica francesa. Evidentemente, sus loas a la religión
son inseparables de su proyecto neoliberal de desmantelamiento del estado del
bienestar; lo que ofrece el proyecto sarkoziano al pueblo francés es tan insatis-
factorio que se impone el retorno al viejo «opio del pueblo»: el bienestar que el
capitalismo salvaje no puede ofrecer, que lo espere el pueblo en «la otra vida».
La canción de «el predicador y el esclavo» vuelve por sus fueros:
Trabaja y suda
y come forraje,
que cuando te mueras
te espera un pastel en el cielo.
27
Los términos ‘periferia’ (o ‘periferias’) y ‘centro’ (o ‘centros’) pare-
cen los más adecuados para referirse, respectivamente, al llamado «tercer
mundo» y a los países capitalistas dominantes, pues explican mucho mejor
las relaciones entre los países capitalistas-imperialistas y el mundo colonizado
dependiente que términos como Norte y Sur, «países desarrollados» y «países
subdesarrollados» o «países ricos» y «países pobres». Hablar de centros y
periferias implica la relación de dependencia, dominación-sometimiento y
desigualdad que existe entre ambas partes del mundo, cómo ambas partes son
los dos polos de un mismo sistema global.
28
Por «burguesía compradora» se entiende a la clase dominante de los
países de las periferias, que actúa como intermediaria entre sus países y los
estados imperialistas del centro, a cambio de una parte de los beneficios. Esta
burguesía compradora es una clase tan claramente anti-nacional que no puede
beneficiarse de la coartada «patriótica» de sus homólogas no compradoras de
los centros capitalistas. Sólo allí donde la renta petrolífera genera enormes
beneficios y el trabajo duro recae sobre trabajadores extranjeros, como es el
caso de las monarquías petroleras de Arabia, la burguesía compradora goza
de amplio apoyo entre la mayoría de la población autóctona, que se beneficia
de la situación y obtiene su parte de los beneficios de la explotación de los ex-
tranjeros, de una manera similar a como la población corriente de los centros
capitalistas se beneficia de la explotación de las periferias, aunque sea mucho
menos que sus clases dominantes.
29
Frente a la teología de la liberación, desarrollada por los medios progre-
sistas católicos latinoamericanos, se encuentran no sólo la ofensiva reacciona-
ria del catolicismo conservador sino también estas iglesias fundamentalistas
protestantes, sucursales del fundamentalismo estadounidense, con su teología
política reaccionaria filoestadounidense y fanáticamente prosionista.
30
Esta versión «laica» de la ideología de la clase dominante es propia del
estoicismo tardío en la civilización greco-romana y del confucianismo chino. El
estoicismo romano no aguantó la crisis del siglo iii, que propició el surgimiento
de la metafísica neoplatónica en filosofía y llevó a la instauración del cristianis-
mo como religión oficial, que llegaría a sobrevivir al propio imperio romano
como ideología metafísica de los estados que le sucedieron. En China, la crisis
«medieval» fue más breve y el confucianismo pudo recuperar su posición destro-
nando al budismo (no es casual que «el gran fervor budista» en China coincidiera
con el corto «medievo chino»); esto fue posible porque la magnitud del imperio
chino y de la economía china permitieron un nivel de secularización ideológica
sin parangón con ninguna otra civilización conocida, ni siquiera la griega anti-
gua. El imperio chino pudo permitirse tener una filosofía civil «casi laica» en
lugar de una religión, un caso único en las civilizaciones premodernas.
31
En formas todavía más burdas ha sido la justificación de regímenes
dictatoriales árabes de tipo nacionalista, dirigidos por pequeñas burguesías
populistas, rápidamente reconvertidas en burguesías de estado, que justifica-
ban su poder en nombre de un «socialismo árabe» estatista. De una forma aún
más burda que la de las dictaduras nacionalistas árabes, ha formado parte del
mito sobre un supuesto «socialismo israelí», fundamentado en el hecho de la
gran importancia que durante muchos años tuvieron en Israel el sector estatal
y la Histadrut (el gran sindicato empresario sionista).
32
La confusión entre «estatalización» y «socialización» y entre «estatis-
mo» y «socialismo» hubiera sido algo impensable antes de la revolución rusa
para cualquier marxista, pero se ha generalizado tanto que ha hecho estragos.
Ha sido utilísima para los capitalistas en su tarea de desacreditar cualquier
idea de socialismo y utilísima para los mandarines de «la nueva clase» para
justificar ideológicamente su mandato, en nombre del socialismo. También
ha permitido hacer pasar por «socialistas» a las más ramplonas burguesías de
estado, como ha ocurrido en varios estados árabes y en el estado de Israel.
33
El proceso de transformación que llevó del politeísmo al monoteísmo
no fue «rectilíneo» ni simple. Las religiones monoteístas surgieron de una
convergencia de factores complejos y a menudo contradictorios:
1)
La tendencia antes aludida de que a un soberano terrenal único le corres-
pondiera un único señor divino.
2)
Las especulaciones teológico-filosóficas de las élites intelectuales, como
los sacerdotes egipcios y los filósofos griegos.
3)
Cultos exclusivistas como el yahvismo israelita.
En principio, unos factores podían estar en contradicción con otros. El
afán monoteísta de un soberano (Ajenatón, por ejemplo) podía estar en con-
tradicción con los intereses corporativos de una clase sacerdotal, o un ex-
clusivismo monoteísta como el judío podía convertirse en una bandera de
combate contra el imperio romano. El islam, monoteísmo estricto surgido en
la periferia árabe de Oriente Medio, asestó un golpe mortal al imperio persa,
cuyo soberano encarnaba aún más que el emperador romano el carácter de
«sombra de Dios en la tierra». El monoteísmo «desde arriba» (al estilo ajena-
toniano) fracasó rotundamente, las religiones monoteístas que acabaron por
triunfar surgieron en la periferia e inicialmente contra los poderes imperiales
(Moisés como enemigo del faraón, Jesús crucificado por el poder imperial
romano, Muhammad como enemigo del «rey de reyes»), sólo más tarde estas
religiones se convirtieron en ideología de estado y se utilizaron para justificar
el orden establecido: el cristianismo para sacralizar el poder imperial romano,
el islam para servir de soporte ideológico a unas formas de estado muy simi-
lares a las del imperio persa desdeñado por Muhammad, el judaísmo como
religión de los jázaros...
34
Digo «más o menos» por el fuerte contenido dualista presente en el
mazdeísmo, pese a lo cual, debido a la superioridad de Ahura-Mazda sobre
Ahrimán, puede clasificarse el mazdeísmo como monoteísmo.
35
El conflicto entre Antioco IV Epífanes y los macabeos por la heleniza-
ción del culto judío no fue provocado por el afán helenizador del soberano
seléucida sino por la propia hierocracia judía, empeñada en un sincretismo
radical entre «el dios de Israel» y el Zeus Olímpico griego; la aristocracia
sacerdotal judía filohelena fue demasiado lejos y demasiado rápido en sus
afanes helenizadores y eso provocó la violenta reacción de los enemigos de la
helenización y del sincretismo.
36
El enfrentamiento entre Roma y los judíos no lo deseaba la mayoría
de la clase alta judía, que era prorromana; el alzamiento religioso fue la ex-
presión del descontento de las clases populares judías, que encontraron en el
celotismo la ideología que encauzaba sus ansias de rebelión contra el odioso
poder romano y contra las clases altas colaboracionistas. Pese a lo irritante
que resultaba para los romanos el exclusivismo judaico, Roma, mientras fue
pagana, respetó el derecho de los judíos a seguir su religión ancestral, pues era
inherente al paganismo la idea de que los seres humanos debían honrar a sus
dioses según sus tradiciones étnicas. Lo que no obsta para que los romanos
reprimieran durísimamente las rebeliones judías y las utilizaran como pretexto
para imponer sobre los judíos cargas fiscales abrumadoras (como el fiscus
iudaicus) en concepto de castigo por la rebelión. Por lo demás, las medidas
antijudías en general se debieron a motivos políticos, no a un «odio teológi-
co». Los romanos trataron bastante peor que a los judíos a los druidas galos y
britanos, a los que tenían por un gran peligro para su dominio.
37
La clase dominante romana era consciente de que las oligarquías sacer-
dotales eran sumisas y que tenerlas como amigas y aliadas era provechoso
para su dominio. Esto tuvo consecuencias a la larga funestas para las religio-
nes locales, que terminaron desprestigiadas ante los ojos del pueblo; el ejem-
plo más elocuente es el caso egipcio: la mayor parte de la población egipcia
fue sometida a una explotación brutal por parte de Roma, pues el trigo egipcio
alimentaba a la plebe romana, mientras que los sacerdotes egipcios seguían
gozando de una situación privilegiada bajo el poder romano. Esta situación
fue decisiva en la conversión masiva de los egipcios al cristianismo, hasta
el punto de que el odio popular egipcio contra el orden existente, canaliza-
do por los monjes egipcios en forma de odio teológico, se desencadenó en
destrucciones de templos y agresiones contra los adoradores de los antiguos
dioses. De todas las formas de expresión que podría haber tenido el descon-
tento popular, esta era la más inocua para el poder romano, al que en realidad
reforzaba, puesto que una vez que el emperador era cristiano y el imperio era
turca millet (en plural milletler) designaba a cada una de las comunida-
des religiosas dotada de autonomía para asuntos internos. Así, existía
el millet musulmán (conocido también como millet-i hâkime, ‘millet
gobernante’), el millet de los rûm (o sea, de los ‘romanos’,48 que era el
de los cristianos ortodoxos), el millet de los armenios49 y el millet de los
judíos, todos ellos regidos por sus autoridades religiosas respectivas.
Al margen del sistema se encontraban las sectas musulmanas di-
sidentes y las religiones no reconocidas como revelaciones anteriores
al islam. En esta última categoría se encontraban religiones como el
maniqueísmo o el yazidismo.50 El maniqueísmo fue objeto de una per-
48
Téngase presente que lo que comúnmente llamamos los europeos occiden-
tales «imperio bizantino» era el imperio romano sin más, pues tras la desapari-
ción del imperio romano de occidente el año 476 no había más imperio romano
que el de oriente. Los llamados «bizantinos» siempre se llamaron a sí mismos
«romanos»; el hecho de que hablasen griego no cambiaba el hecho de que polí-
ticamente fuesen romanos, e incluso ellos mismos llamaban a su idioma griego
«lengua romana». Consecuentemente, primero los árabes y luego los demás pue-
blos musulmanes llamaron rûm («romanos») a los bizantinos y, por extensión, a
los correligionarios cristianos occidentales de los «bizantinos». De todas formas,
en el mundo musulmán siempre existió una cierta confusión terminológica entre
romanos antiguos, griegos, bizantinos y cristianos ortodoxos y occidentales. El
geógrafo Ibn Hawqal (siglo x), para aclarar la confusión, distinguía entre «rûm
puros» (los bizantinos) y rûm en el sentido amplio, categoría esta última que
incluía tanto a la cristiandad bizantina como a la latina occidental.
49
Los armenios en aquel tiempo, más que una etnia o la comunidad de
hablantes del idioma armenio, eran los pertenecientes a la iglesia armenia
gregoriana; aunque también existiera una iglesia armenia católica y más tarde
comunidades armenias protestantes. En la época final del imperio otomano
muchos armenios hablaban turco como lengua materna y su pertenencia a la
armenidad era más confesional que etno-«nacional».
50
El yazidismo es una religión fruto del más extraordinario sincretismo de
las religiones de Oriente Medio: islam normativo y sufí, mazdeísmo, mani-
queísmo, mazdakismo, gnosticismo, cristianismo, judaísmo, paganismo astral
mesopotámico, chamanismo... En Oriente Medio se conoce vulgar e impro-
piamente a los yazidíes como «adoradores del diablo» por la veneración que
profesan al ángel caído, al que no tienen por maléfico sino por el mejor de
los ángeles de Dios, que prefirió la condenación eterna por amor a su crea-
dor (creencia compartida con muchos sufíes musulmanes), cuyas lágrimas
apagaron el fuego del infierno, que por ello ya no existe. Los yazidíes llaman
al diablo Malak Tâwûs («el ángel pavo real») y lo veneran bajo esa imagen;
53
Abdallah Laroui, El islam árabe y sus problemas (Barcelona: Península,
1984), p. 76.
54
Durante mucho tiempo, los cristianos nestorianos de Hakkari fueron
prácticamente independientes e incluso tuvieron a tribus kurdas musulmanas
como subordinadas. Los misioneros protestantes británicos difundieron entre
ellos la idea de que eran el remanente de los asirios de la antigüedad, por lo
que desde entonces se hicieron llamar «asirios» y surgió entre ellos la idea de
crear un estado-nación «asirio». En la primera guerra mundial se imaginaron
que bajo la hegemonía rusa e inglesa se harían con un estado propio en su
territorio natal, pero sólo consiguieron perder su tierra nativa y tener que
exiliarse en Iraq, donde, no escarmentados con la experiencia de haber sido
las marionetas del imperialismo europeo, muchos de ellos se enrolaron en
las tropas coloniales y participaron en la brutal represión británica contra los
levantamientos anticoloniales árabes y kurdos, esperando que los colonialistas
ingleses, a cambio de su colaboracionismo, les dieran un pedazo de Iraq para
asentar su estado-nación «asirio», cosa que los ingleses no hicieron. Cuando
Iraq accedió oficialmente a la independencia formal, aunque sin perder la
2
El estado en el mundo moderno:
nacionalismo y estado-nación
El nacionalismo y el estado-nación
El estado-nación y la ideología del nacionalismo en sentido estricto no
surgieron hasta la Revolución Francesa y sobre todo en el siglo xix.
En la Revolución Francesa, «la nación» emergió como concepto
revolucionario en contraposición al sistema político del antiguo régi-
men: «nación» y «ciudadanos» frente a «rey» y «súbditos». Frente al
lema del despotismo monárquico de Luis XIV («el estado soy yo»), los
revolucionarios lanzaban la consigna de «¡Viva la nación!». La idea
de «ciudadanos» frente a súbditos estaba influida por las viejas tradi-
ciones republicanas de la antigüedad greco-romana sobre ciudadanía
y república,1 pero la idea de ‘nación’ era en gran medida nueva, una
creación de la burguesía emergente. En muchos aspectos, la ilustración
y los revolucionarios más radicalizados iban mucho más allá de la
ciudadanía democrática griega, al universalizar la idea de ciudadanía
2
La idea democrática en Grecia raras veces superó los egoísmos de la autoc-
tonía y de la más estrecha etnicidad. Los filósofos que universalizaron las ideas
de ciudadanía (el cosmopolitismo cínico y de los primeros estoicos, próximos a
los orígenes cínicos del estoicismo) no consiguieron que sus ideas se plasmaran
en un orden político, pues las monarquías helenísticas eran hostiles a la democra-
cia clásica y Roma se encargó de destruir las democracias existentes y de abor-
tar los intentos democráticos que pretendían ir aún más allá. En la Revolución
Francesa, la proclamación de los derechos del ciudadano fue indisociable de la
proclamación de los derechos del hombre. Olympe de Gouges emitió la decla-
ración de «los derechos de la mujer y la ciudadana», pues, aunque hubiera sido
de esperar que el término «hombre» incluyera al varón y a la mujer y «ciudada-
no» fuera un término génerico, de facto, para la mayoría de los revolucionarios
franceses el ser humano al que hacía referencia su declaración de derechos era
exclusivamente varón; su idea de ciudadanía apenas alcanzaba a las mujeres, a
las que se llamaba «ciudadanas» pero no se les reconocían los correspondientes
derechos políticos ni los demás derechos inherentes al ciudadano.
3
Como es bien sabido (o debería serlo), en la democracia griega, ate-
niense, por ejemplo, las decisiones se tomaban por votación en la asamblea
popular, en la que tenían voz y voto todos los ciudadanos, mientras que la
gestión de la cosa pública recaía en el consejo de los quinientos, elegido por
sorteo. Los griegos nunca hubieran reconocido como «democracia» el sistema
parlamentario actual en el que la ciudadanía no sólo no participa directamen-
te en las decisiones sino que ni siquiera está representada por delegados, y
donde el pueblo, en lugar de gobernar, «elige a sus gobernantes». Si bien es
cierto que la idea ateniense de democracia («poder del pueblo») era limitada
en tanto que el dêmos («pueblo») era mucho más limitado que el actual, su
kratía («poder») era mucho más real que la del actual pueblo, que no go-
bierna sino que, al elegir a sus «gobernantes», cede de hecho y de derecho la
decisión; nótese además que no se trata de delegados sino de «gobernantes»,
idea intrínsecamente contradictoria con la de democracia. A duras penas la
mayoría de las «democracias» actuales tolerarían traducirse como «poder del
pueblo», hasta el punto de que el helenismo «democracia» (vaciado de su
sentido original y etimológico) se ha convertido en un término perfectamente
aceptable para la gran mayoría de las oligarquías contemporáneas, mientras
que su traducción («poder del pueblo»), que no se utiliza, mantiene el sentido
subversivo del término griego original.
4
Hasta el punto de que se justifica la oligarquía en nombre de la democra-
cia, la represión en nombre de la libertad y la tortura en nombre de la defensa
de los derechos humanos.
5
La primera guerra mundial fue la materialización más pavorosa del poder
del nacionalismo y de la debilidad del internacionalismo. La inmensa ma-
yoría de los partidos socialistas europeos traicionaron la causa del interna-
cionalismo proletario y del socialismo para abrazar «la unión sagrada» del
nacionalismo con sus respectivas clases dominantes. Después de algo así,
se comprende bien la facilidad con la que más tarde los fascismos se impu-
sieron en la mayor parte de los países europeos. Pero si se observa con más
detenimiento, se verá que la oposición internacionalista dentro de los países
capitalistas del centro a las políticas imperialistas siempre ha sido mínima: en
las guerras coloniales, la solidaridad con los pueblos de la periferia colonial
ha pesado siempre menos que el coste en bajas propias producidas por la re-
sistencia anticolonialista de las periferias. En los países llamados «socialistas»
del siglo xx, el internacionalismo se entendía como sumisión a los intereses de
Unión Soviética o más exactamente a las directrices de su equipo gobernante
(«construir el socialismo en un solo país»), y cuando esto cambió fue porque
cada partido comunista «nacional» aspiró a su propia versión nacionalista de
«socialismo en un solo país».
1) En los países capitalistas del centro, habrá una complicidad im-
perialista frente a la periferia colonial y en la competencia entre
centros capitalistas. La socialdemocracia contribuirá no poco a
las tendencias chovinistas de las clases populares, al no cues-
tionar el sistema y buscar mejorar las condiciones de las clases
6
Los ejemplos de esta actitud son innumerables. La clase dominante de
la RFA rechazó durante toda la Guerra Fría cualquier idea de reunificación de
Alemania que no fuese fagocitación de la RDA por la RFA en el marco no sólo
del capitalismo, sino de la hegemonía estadounidense y de la OTAN; es decir,
la clase dominante de Alemania occidental siempre sacrificó el nacionalismo
alemán a sus intereses de clase. Lo mismo puede decirse de las flamantes cla-
ses dirigentes de estados como Kosovo o Moldavia, que no han tenido ningún
interés en incorporarse o unificarse con Albania o Rumanía respectivamente.
La clase dominante de Somalia estuvo empeñada en la unificación de «las
cinco Somalias» cuando tal objetivo implicaba extender su dominio al Oga-
dén y tierras de Yibuti y Kenia; mientras tuvo esperanzas de hacerse con el
Ogadén, rechazó ardientemente las propuestas soviéticas de una unificación
pansomalí en el marco de una federación con Etiopía. Más tarde, Somalia se
ha desintegrado y las «élites» antes pansomalistas ahora incluso hablan de di-
vidir la misma Somalia en dos estados siguiendo las demarcaciones de reparto
del país entre los antiguos colonialismos británico e italiano.
7
Llamo «recolonialismo» a lo que el profesor Martínez Montávez ha
llamado en alguna ocasión «neo-paleo-colonialismo» para referirse a la in-
vasión y recolonización de Iraq a partir del año 2003. En todas partes el co-
lonialismo fue sustituido por el neocolonialismo (o colonialismo encubierto
de independencias estatales) a partir de la segunda guerra mundial. La única
excepción han sido Palestina y algunos otros territorios árabes ocupados por
Israel, donde el colonialismo no terminó e incluso volvió de manera directa.
El colonialismo y recolonialismo israelíes han sido en este sentido pioneros
y precursores del recolonialismo surgido a partir de la caída del bloque so-
viético y bajo el pretexto de los atentados del 11-S. Durante la Guerra Fría,
Israel fue una mezcla de la Suráfrica del apartheid (rémora colonial en un
medio internacional neocolonial) y del nuevo recolonialismo que surgiría tras
la Guerra Fría.
8
Se conoce como «bantustanes» a las «reservas» creadas por el estado
racista surafricano a partir del año 1959, en las que pretendía acantonar a la
población negra. Algunos de los bantustanes (como Transkei, Bophuthatswa-
na y Venda) recibieron una «independencia» aparente. El pretexto del régimen
racista surafricano era que cada etnia bantú era una nacionalidad diferenciada
que debía ser dotada de su propio estado-nación. Con esta política de división
y acantonamiento, el gobierno surafricano pretendía dividir a la población
negra y despojarla de la ciudadanía surafricana, haciéndola súbdita de minús-
culos y fragmentados «estados-naciones» bantúes desprovistos de recursos,
que serían satélites políticos y económicos de la Suráfrica de hegemonía blan-
ca. De haber conseguido el objetivo perseguido, el estado racista surafricano
se habría desembarazado de la mayoría negra convirtiéndola jurídicamente en
extranjera pero quedándose con la mayor parte del territorio y los recursos del
país, ya que los bantustanes nunca supusieron más del 16% de la superficie del
país, aunque la población negra de Suráfrica era ampliamente mayoritaria. La
estrategia de la bantustanización perseguía que Suráfrica mantuviera la supre-
macía blanca sin ser formalmente un estado racista, al convertir a los negros
del país en «extranjeros», aunque los bantustanes fueran de facto reservas
Menahem Begin, que fue líder del Irgún, luego del Likud y primer mi-
11
nistro israelí, siempre justificó la matanza de Dayr Yâsîn arguyendo que sin
ella no habría habido estado de Israel. Quería con ello decir que la matanza
de Dayr Yâsîn tuvo un papel decisivo en la campaña de terror para expulsar a
los palestinos de su tierra durante la primera guerra árabe-israelí en 1948. Sin
matanza no habría habido terror, sin terror los palestinos no habrían huido y
sin huida de los palestinos no habría sido posible un estado-nación judío sobre
una mayoría palestina no judía.
12
Lo que no era muy diferente ni peor que la situación de los negros en
Estados Unidos durante la misma época, con la diferencia de que el alemán
medio de la época de entreguerras hubiera visto con horror que se quemasen
vivos a judíos en las calles, espectáculo que no era infrecuente en Estados
Unidos, donde los linchamientos de negros eran cosa corriente y espectáculo
jaleado por la chusma blanca estadounidense. Naturalmente, Estados Unidos
nunca entró en la guerra contra la Alemania nazi porque esta fuera racista,
sino indirectamente al entrar en guerra con Japón. El racismo legal no fue
abolido en Estados Unidos hasta los años sesenta del siglo xx (¡cien años
después de la abolición de la esclavitud!) y la condición legal de los negros
en muchas partes de Estados Unidos en nada era mejor que la de los judíos de
Alemania bajo las leyes de Nühremberg.
13
A diferencia de los genocidios llevados a cabo por los europeos y euro-
peos de ultramar en las colonias de poblamiento europeo, que frecuentemente
se realizaron abiertamente y sin vergüenza alguna. Así fueron exterminados
la mayor parte de los amerindios de Estados Unidos, Brasil y el Cono Sur (es-
pecialmente Argentina y Uruguay), los aborígenes australianos y más aún los
tasmanios. Ninguno de estos genocidios ha cubierto de ignominia universal a
sus perpetradores y sus herederos. En esos países recordar todo esto habitual-
mente se considera «indigenismo» masoquista de mal tono.
14
O como hipócrita por nacional-confesionalismo, caso de los falangistas
españoles, que podían aceptar en sus filas a ateos, siempre que lo fueran en
16
Obsérvese la similitud entre antisemitismo y sionismo, que no sólo com-
partían la idea del carácter extraño de los judíos en Europa y la inevitabilidad
de la judeofobia sino también su corolario: la emigración de los judíos fuera
de Europa a Asia o África. Muchos antisemitas no eran hostiles al sionismo
sino que compartían la idea sionista de crear un «estado judío» en Palestina o
en algún lugar de África. La idea original nazi de enviar a los judíos europeos
a Madagascar se parece bastante a un proyecto sionista de crear un estado
judío en Uganda.
17
Paradójicamente, ‘hinduismo’ es un término creado en el siglo xviii
por los europeos por descarte. Llamaron «hindúes» a los indios que no eran
musulmanes, sijs, cristianos, judíos, jainistas, budistas o zoroastrianos. Para
homologar a estos «hindúes» con las demás religiones, a la palabra ‘hindú’ le
añadieron un -ismo y crearon el «hinduismo». Pero lo que llamaron «hinduis-
mo» apenas era homologable a los otros «ismos» puesto que ese «hinduismo»
incluía al menos media docena de religiones y concepciones filosóficas cuyas
diferencias entre sí eran mucho mayores que las existentes entre las otras reli-
giones. Esto no ha sido obstáculo para que muchos hindúes aceptaran la idea
del «hinduismo» y para que lo amalgamaran con el nacionalismo para crear
la «hindutva» o nacional-confesionalismo hindú.
18
Pakistán significa ‘país de los puros’, con lo que los que inventaron y
adoptaron este nombre estaban diciendo implícitamente que los indios no
musulmanes eran impuros. Pakistán, creado por el colonialismo inglés el
mismo año que se fundó el estado de Israel, fue una especie de «Israel indo-
musulmán» y su creación provocó una tragedia no menor que la fundación
del estado sionista: un millón de personas perdieron la vida y millones de
hindúes y sijs hubieron de emigrar a la Unión India, a la vez que millones de
musulmanes emigraron (de buen grado o expulsados) a Pakistán. Las simili-
tudes entre Pakistán e Israel son considerables y ambos estados, creados para
sendos «pueblos elegidos», se convirtieron en estados etno-confesionalistas
en conflicto con el medio en el que habían surgido (indio o árabe), alineados
con la superpotencia mundial y dotados de armas atómicas.
ser prosionista sin ser siquiera judío (incluso sin sentir simpatía alguna por
los judíos), mientras que se puede ser judío e israelí sin ser sionista e inclu-
so siendo antisionista. Esta última opción ideológica no significa tendencias
suicidas ni masoquistas sino más bien todo lo contrario; el antisionismo de
un judío israelí puede tener su fuente principal no en un sentimiento de culpa
hacia los árabes no judíos sino en un razonable sentido de la supervivencia y
la autoconservación individual y colectiva: la consciencia de la manipulación
de los judíos por el sionismo y de que los intereses de la política sionista no
coinciden con los de los judíos israelíes como personas y como pueblo, la
consciencia de que hay que acabar con el sionismo en beneficio de los judíos
y con el estado sionista en beneficio de los ciudadanos israelíes, no sólo de los
palestinos sino también de los judíos.
20
Como bien definió Marx a los liberales decimonónicos españoles.
3
Los judíos y el sionismo
Judaidad y judaísmo
La tribu de Judá fue una de las tribus de Israel. Cuando el reino is-
raelita se fragmentó en el siglo x a.C., la mayor parte correspondió al
reino del norte, conocido como Israel, mientras que el reino meridio-
nal, regido por la dinastía davídica, se conoció como reino de Judá,
puesto que, aunque no todos sus habitantes pertenecían a la tribu de
Judá –también había benjaminitas y levitas–, esta era ampliamente
mayoritaria en el reino.
Tras la destrucción del reino del norte por los asirios, el remanente,
los samaritanos, fue menor que los judíos, cuya diáspora era mayor y
practicó un activísimo proselitismo. Ambas etno-confesiones, la sa-
maritana y la judía, se consideraban a sí mismas el verdadero Israel y
despreciaban a la otra, en la que veían una desviación herética y una
etnia espúrea.
El judaísmo quedó a medio camino entre la religión étnica de
cuño antiguo y la religión universalista de cuño moderno. Esto se
explica por el hecho de que el judaísmo no llegara a convertirse en re-
ligión de ningún gran imperio de pretensiones mundiales y que nunca
perdiera del todo sus vinculaciones con la etnia de la que había sur-
gido. Sin embargo, del judaísmo surgieron religiones universalistas
del nuevo tipo, tales como el cristianismo y el islam.1 El cristianismo
incluso se considera «el nuevo Israel» y por ello los cristianos distin-
guían netamente entre judíos, cristianos y gentiles. Para los cristianos
premodernos Jerusalén era el centro del mundo tanto como para los
judíos.
Una consecuencia de esa concepción parcialmente étnica del ju-
daísmo es que, aunque en muchas épocas los judíos hayan practicado
un proselitismo activo y exitoso, el judaísmo nunca se ha concebido
como una religión que deba ser profesada por todos los seres humanos.
Los judíos siempre han aceptado prosélitos y en algunas ocasiones han
forzado las conversiones, pero el judaísmo no entiende que su propó-
sito sea convertir a todos los no judíos al judaísmo. Es más, según la
creencia judía, incluso un no judío que crea lo mismo que creen los
judíos, no tiene necesidad de convertirse al judaísmo, aunque puede
hacerlo si lo desea. Téngase en cuenta que el judaísmo no se concibe
como religión universal sino como la ley de un pueblo concreto, Israel;
según la concepción religiosa judía, los seres humanos no israelitas no
están obligados a guardar la ley de Moisés sino sólo los mandamientos
dados a Noé para todos sus descendientes, a saber:
1) No matar.2
2) No ser cruel con los animales ni comer animales vivos.3
3) No robar.
islam que entre las religiones y doctrinas filosóficas de lo que desde el siglo
xviii los europeos han dado en llamar «hinduismo». Si, valga la ucronía, la
India hubiera colonizado Europa y el mundo islámico en lugar de ser Inglate-
rra la que colonizara la India, quizás los «occidentalistas» indios habrían lla-
mado «abrahamismo» a esas tres religiones y «abrahamistas» a los seguidores
de esas religiones, sin entrar en excesivas disquisiciones sobre sus diferencias,
de una manera similar a como hicieron los «orientalistas» con las creencias
de la India cuando inventaron el neologismo «hinduismo» para una realidad
religiosa mucho más compleja que la de las tres religiones «abrahámicas».
2
Se sobreentiende que salvo a personas que cometan actos criminales
según la misma ley de Noé, pues en la legislación judía existe la pena de
muerte para un buen número de delitos.
3
El judaísmo y el islam proscriben la crueldad con los animales, motivo
por el que sólo se pueden comer aquellos animales que hayan sido sacrificados
siguiendo un ritual y unas prescripciones de degüello que se supone que es
como menos sufren. En ese aspecto ambas religiones han demostrado más
sensibilidad hacia los animales que la que ha existido generalmente en el
cristianismo.
4
Habría que ver qué se quiere decir con esto. Quizás no se refiera sólo a
la homosexualidad masculina o la zoofilia, penadas con pena de muerte en la
Torá, sino que tal vez se refiera a otras cosas. Por ejemplo a posturas copula-
torias heterosexuales que no cuadran con el rígido machismo de la tradición
rabínica. Según la tradición judía, Adán, antes de que fuera creada Eva, tuvo
otra esposa, Lilith, que abandonó a Adán porque este le exigía practicar el
coito colocándose debajo de él, postura que indicaba sumisión y que Lilith
rechazaba, porque se consideraba igual que Adán, creada del mismo barro;
cuando Adán quiso forzarla a adoptar esa postura, Lilith pronunció el nombre
divino y en virtud de ello salió por los aires y abandonó a Adán. La tradición
rabínica hizo de Lilith la madre de demonios, que engendraba seduciendo
a los varones en sueños eróticos nocturnos (el nombre de Lilith en hebreo
puede entenderse como ‘Nocturna’); la tradición rabínica posterior, en su
afán por denigrar a Lilith, paradigma aborrecible para ellos de protofeminis-
ta, pretendió que mientras que Adán había sido creado del barro más puro,
Lilith lo había sido de inmundicias. Los judíos medievales escribían sobre
el lecho conyugal la inscripción «Lilith, fuera de aquí». Según la tradición
midráshica, el pecado que motivó el castigo del diluvio universal fue que los
seres humanos y los animales copulaban con la hembra encima del macho.
Por lo que se refiere al adulterio, en la época bíblica los hombres simple-
mente tomaban a una mujer en propiedad, de manera que el esposo era el
ba´al (‘amo’, ‘señor’) de la esposa; todavía en hebreo moderno ba´al es el
término corriente para ‘esposo’, mientras que esposa es simplemente ishshá
(voz emparentada con el árabe untà, ‘hembra’, pero que en hebreo significa
‘mujer’); en la etapa mishnaica se instituyeron los esponsales (qiddushim,
literalmente ‘santificaciones’ o ‘sacralizaciones’), que consistían en que el
hombre «santificaba» o «consagraba» a la mujer, y así el varón pasó de ser
sólo ba´al a ser también meqaddesh (‘consagrador’), lo que significa que la
mujer queda consagrada para el hombre pero no este para su esposa (uno era
el «consagrador» y otra la «consagrada»), de manera que, por ejemplo, el
delito de adulterio sólo se daba cuando el marido tenía relaciones sexuales
con la esposa de otro hombre (o sea, con la mujer «consagrada» a otro) o
cuando la esposa tenía relaciones sexuales con otro hombre, pero no cuando
un hombre casado tenía relaciones sexuales con otra mujer que no estuviera
casada («consagrada») con otro. Por este motivo, en el judaísmo se siguió
aceptando la poliginia (pero en ningún caso la poliandria), que sólo fue abo-
lida en la edad media entre los judíos ashkenazis por un dictamen del rabino
Gershom, conocido como «la luz de la diáspora». Esto significa que en el
judaísmo (ortodoxo) ningún tribunal puede obligar al marido a divorciarse
de su esposa; la Mishná dice que «un hombre que se divorcia no es lo mismo
que una mujer que se divorcia, ya que la mujer deja el matrimonio bien sea
queriendo o contra su voluntad, mientras que el marido sólo abandona a su
mujer cuando así lo desea». La mujer, en el judaísmo, no tiene derecho al
divorcio ni siquiera cuando existe una ausencia prolongadísima del esposo
o cuando se supone que ha muerto pero no se ha encontrado el cadáver. Las
mujeres en esta situación –su marido ha desaparecido pero no se sabe si ha
muerto– se conocen como ´agunot; si una mujer en esta situación se casase
con otro hombre y apareciese el primer marido, los hijos de la segunda unión
serían considerados bastardos (mamzerim), con todos los terribles problemas
legales que acarrea esa condición según la ley judía, pues los mamzerim son
una especie de parias en el judaísmo y su condición es hereditaria, con lo que
se ha dado lugar a una especie de casta, que sólo se puede desposar entre sí
o con prosélitos, hasta que el Mesías venga y los libere de su impureza here-
ditaria. En el estado de Israel no existe el matrimonio civil y la ley rabínica
regula las cuestiones de derecho matrimonial entre los judíos, sean creyentes
o no, con lo que se puede imaginar cómo estas leyes absurdas y retrógradas
influirán en la vida cotidiana de muchas personas y las repercusiones de-
sastrosas que tendrán, por ejemplo en el estatuto legal de las mencionadas
´agunot y de los mencionados mamzerim.
5
Los judíos han distinguido entre los gentiles no idólatras y los idó-
latras. Maimónides y muchos rabinos opinaban que los musulmanes eran
gentiles no idólatras, mientras que los cristianos eran gentiles idólatras, lo
que tenía graves repercusiones en la actitud hacia unos y otros, por ejemplo
que las mezquitas fueran oratorios respetables y las iglesias antros de abo-
minación, que el Corán fuera un libro corriente y el Nuevo Testamento un
libro aborrecible. Todavía hoy, en los sellos israelíes en los que aparecen
monumentos en los que figuran cruces, estas están borradas para no ofen-
der a los judíos fanáticos, para los que la cruz cristiana en un sello israelí
sería una abominación. Evidentemente, terminajos modernos como ‘judeo-
cristiano’ en oposición a un islam demonizado son creaciones recientes de
una política interesada de acercamiento judeocristiano y una islamofobia
común. Tradicionalmente el judaísmo y el cristianismo se han considerado
tan alejados entre sí como del islam, sin contar con que el aborrecimiento
mutuo entre judíos y cristianos era mucho mayor que el que los judíos y
cristianos sentían por los musulmanes. Para los judíos el cristianismo era
una abominación y para los cristianos los judíos eran «el pueblo maldito»,
mientras que los musulmanes se limitaban a ver a unos y otros con una
tolerancia despectiva. El odio teológico que los judíos profesaban a los
cristianos y los cristianos a los judíos era mucho mayor que el que unos y
otros sentían por el islam.
6) No blasfemar.6
7) Fomentar la creación de tribunales de justicia.7
6
Recuérdese que la ley judaica prescribe la pena de muerte por la blasfe-
mia y que el nombre de Dios (Yahweh) era impronunciable, de manera que se
sustituía por Adonay (‘mi Señor’, literalmente en hebreo ‘mis Señores’), hasta
que llegó a olvidarse cuáles eran las vocales de Yahweh, pues el nombre nunca
se pronunciaba y el texto hebreo era consonántico y no incluyó las vocales
hasta mucho más tarde, como grafemas auxiliares, no como letras propia-
mente dichas. Los judíos normalmente se refieren a Dios como ha-Shem (‘el
Nombre’), evitando pronunciarlo.
7
Un conocido dicho talmúdico afirma que el mundo se sostiene sobre tres
cosas: la verdad, la justicia y la paz.
8
André Paul, El mundo judío en tiempos de Jesús. Historia política (Ma-
drid: Ed. Cristiandad, 1982), pp. 90-91.
9
Idea bastante insólita en las religiones universalistas pero muy corriente
entre los hindúes y su idea de dharma: el dharma del brahmán no es el mismo
que el de las personas de otras castas. Esta similitud se debe a que tanto el
judaísmo como el hinduismo no conciben un dharma humano universal, pues
son religiones étnicas. La idea es insólita para quienes están acostumbrados a
las concepciones cristianas o musulmanas, pero no eran extrañas en el mundo
antiguo. Los romanos respetaban la religión judía como obligación religiosa
particular de los que habían nacido en esa religión y seguían el dharma reli-
gioso de sus mayores, aunque las leyes romanas trataban de obstaculizar el
proselitismo judío y que esas obligaciones religiosas se extendieran a quienes
no eran judíos de nacimiento.
10
Xabier Zabaltza, «Onomástica, genealogía e ideología en Oriente Próxi-
mo», El Viejo Topo, mayo de 2005, n.º 207, p. 55.
11
C. del Valle Rodríguez, La escuela hebrea de Córdoba (Madrid: Editora
Nacional, 1981), p. 362.
pp. 22-23.
13
El judaísmo se ha impuesto por la fuerza en algunas ocasiones: los reyes
asmoneos obligaron a judaizarse a los galileos, idumeos y otros pueblos. En
el siglo VI, el rey del Yemen, Dû Nuwâs, se convirtió al judaísmo y persiguió
a los cristianos de su reino. Algunos sionistas abrigaban la esperanza de una
judaización de los palestinos si no por la fuerza, sí bajo presión.
sigue siendo judío converso, y nada más, a los ojos del mundo. Por
lo tanto, lo que determina la identidad de un judío es su linaje o su fe.
Esto es lo que nos asegura nuestra tradición.14
14
Herman Wouk, op. cit., p.29.
15
Abraham Leon fue un judío belga trotskista, autor de una obra titulada
Conception matérialiste de la question juive; murió en un campo de concen-
tración nazi durante la segunda guerra mundial.
16
Aunque ya antes existieran comunidades judías fuera del reino de Judá.
También muchos judíos escaparon a otros lugares huyendo de los babilonios,
por ejemplo a Egipto.
17
Cuando retornaron a Judea, los judíos cautivos llamaron despectivamen-
te a la población rural que no había sido deportada ´amm ha-ares (‘la gente
de la tierra’).
ción entre los judíos del infanticidio, al contrario que entre griegos y
romanos.21 Pero sin negar que entre los judíos hubiera un fuerte creci-
miento demográfico por una más alta natalidad y unas tasas más bajas
de infanticidio,22 más importante en el crecimiento espectacular de las
comunidades judías durante el periodo que va del cautiverio babiló-
nico al comienzo de la era cristiana tuvo que ser la enorme cantidad de
conversos al judaísmo ganados por un activísimo proselitismo,23 que
sólo se detuvo cuando fue prohibido en los territorios bajo dominio
de la cristiandad y el islam, las dos religiones surgidas del judaísmo y
rivales de este.
Según el historiador sirio Ibn al-´Ibrî (Bar Hebraeus), en el año 43
el emperador Claudio ordenó hacer un censo de la población judía y
este censo contabilizó 6.944.000 personas.24 Pero fuera del imperio
romano, en el imperio parto, había más, sobre todo en Mesopotamia.
Existía un campesinado judío, pero los judíos eran más numerosos
proporcionalmente en las ciudades. Durante la época helenística, los
21
Tácito, Historias (Madrid: Coloquio, 1987), V, 5, 3.
22
Pero hay que tener presente que no todos los pueblos de la antigüedad
eran los griegos y los romanos y que tampoco todos los pueblos tenían por
normal el infanticidio o la exposición de niños no deseados. En el siglo I a.C.,
el historiador Diodoro de Sicilia en su Biblioteca histórica (I, 80, 3) mencio-
na, aunque como algo excepcional, que los egipcios criaban a todos sus hijos.
Téngase en cuenta que el infanticidio era un recurso extremo en sociedades
con graves problemas de superpoblación en relación con los recursos y las
fuerzas productivas de la época; también era una forma de evitar la pauperiza-
ción de las familias con escasos recursos (pequeños campesinos propietarios),
como fue el caso de Grecia, país de pocos recursos naturales en comparación
con Egipto. Entre los fenicios y los cananeos, el infanticidio por las mismas
razones se sacralizó en forma de sacrificios humanos de niños, lo que era
una forma más honorable y quizás menos cruel que el infanticidio griego y
romano o el abandono de niños en la basura. Tampoco debe olvidarse que no
todos los niños no deseados eran matados por sus padres sino que muchos
eran abandonados y expuestos a lo que el destino les deparara: morir más
lentamente, ser criados por padres adoptivos o ser esclavizados; esto último
debió de ser lo más frecuente, porque una de las fuentes de aprovisionamien-
to de esclavos era la de los niños expósitos, llamados literalmente en griego
«provenientes de la basura».
23
Jean-Pierre Alem, Judíos y árabes (3000 años de historia) (Barcelona:
Península, 1970), pp. 28-34.
24
Ibid., p. 28.
un fenómeno más urbano que rural. Incluso después, el campo siguió siendo
el medio más refractario al cristianismo, de ahí que «pagano» (habitante del
campo, pagus en latín) se convirtiera en sinónimo de seguidor de la antigua
religión no judía ni cristiana. El desprecio del clero cristiano por los «pa-
ganos» recuerda al de la hierocracia judía por «la gente de la tierra» (´amm
ha-ares). La continuidad entre judaísmo helenista y cristianismo explica el
carácter mixto judeo-helénico de esta religión (al que pronto se añadió un
tercer elemento: el romano) y que sea demasiado gentil desde el punto de vista
judío, pero demasiado judía desde una perspectiva gentil. Nótese también que
los cristianos distinguían netamente a judíos y cristianos de los «gentiles»;
aunque los judíos han visto en los cristianos unos gentiles más, los cristianos
no se veían a sí mismos como «gentiles» sino como «el nuevo Israel».
Francia.
29
Con toda probabilidad el idioma romance de la península Ibérica, por
aquel entonces más o menos inteligible para otras poblaciones de lengua ro-
mánica no ibéricas.
30
Dado que las normas dietéticas y de sacrificio de animales en el judaís-
mo son todavía más estrictas que las musulmanas, la mayoría de las autori-
dades religiosas musulmanas aceptaban que los musulmanes consumieran la
carne sacrificada por judíos, mientras que los judíos tenían reparos en aceptar
la carne de animales sacrificados por los musulmanes.
31
Bernard Lewis, Los judíos del Islam (Madrid: Letrúmero, 2002),
p. 73.
descargar su ira contra los judíos (explotadores o no) que contra las
clases altas cristianas. El clero cristiano profesaba un odio teológico
a los judíos y el bajo clero se identificaba con sus correligionarios
humildes contra los judíos, en una amalgama de odio confesional y
confusa aversión de clase, confusa porque identificaba a una clase (los
usureros e intermediarios de la nobleza) con una comunidad cuyos
miembros ejercían múltiples oficios y pertenecían a clases sociales
distintas.32 A esto también contribuía que los moralistas cristianos cle-
ricales, siguiendo a Aristóteles, considerasen el préstamo con interés
como algo criminal, al tiempo que justificaban la explotación tributaria
por parte de la nobleza y el mismo clero.33 Por su parte, la monarquía
y la nobleza, llegado el caso, encontraban satisfactorio que la plebe
cristiana la emprendiera contra los judíos y no contra ellas, del mismo
modo que prefería un clero virulentamente antijudío y no un bajo clero
con herejías revolucionarias radicalmente igualitaristas.
En los países europeos en los que había un protocapitalismo entre
los siglos xv al xviii, los judíos no desempeñaban un papel en abso-
luto preponderante. Además, los judíos no eran numerosos en Europa
occidental. En la península Ibérica, donde había más que en cualquier
otro país europeo occidental, se ordenó su expulsión a principios de
la edad moderna.
Los judíos eran muchísimos más en la Europa oriental, sobre todo
en el reino de Polonia, pero el este de Europa era una zona sin desarro-
llo protocapitalista, en la que los judíos constituían una capa interme-
dia entre la nobleza y un campesinado reducido a la servidumbre. En
el reino de Polonia, muchos judíos hacían el papel de intermediarios en
la explotación del campesinado, lo que provocó un gran odio contra la
32
En ese sentido, este bajo clero era una especie de precursor del «socia-
lismo de los imbéciles», como llamó siglos después Bebel al antisemitismo.
El antisemitismo de los siglos xix y xx va a retomar mucho del planteamiento
clerical judeófobo, pero secularizándolo, sustituyendo el odio teológico por
un odio «racial».
33
Aristóteles había condenado el préstamo con interés y defendido la es-
clavitud como algo justo y «natural»; también negaba los derechos políticos a
los trabajadores libres asalariados griegos y pedía la conquista y explotación
de los «bárbaros» (los no griegos). Los antisemitas nazis harán algo simi-
lar al abominar del «capitalismo judío» y propugnar la sumisión política del
proletariado y la subordinación servil de las «razas inferiores». El nazismo
políticamente fue muy «aristotélico».
34
Aversión mutua, no únicamente de los cristianos a los judíos. En reci-
procidad al odio cristiano contra los «deicidas» y «asesinos de Cristo» estaba
la aversión judía por los cristianos y su religión, a la que no consideraban
digna de ser incluida siquiera en la categoría de religión gentil no idolátrica,
categoría en la que sí incluían al islam.
35
El levantamiento ucraniano cosaco se ha interpretado de distintas ma-
neras:
1)
Los nacionalistas ucranianos (muchos de ellos antisemitas) han querido
ver en los cosacos de Chmielniky a los héroes de la independencia ucra-
niana contra el dominio extranjero y sus colaboradores judíos.
2)
Muchos judíos sólo han querido ver en Chmielniky un precursor de
Hitler y en sus cosacos a protomiembros de las SS.
3)
Muchos comunistas (judíos incluidos) vieron en Chmielniky a un «li-
bertador de las masas». De esta opinión es Israel Shahak, que en su obra
Historia judía, religión judía. El peso de tres mil años, hace una dura
autocrítica como judío del chovinismo judío y de su desprecio por la
explotación de los campesinos de Europa del este.
A mi entender, el problema para un entendimiento cabal de la cuestión
estriba en la incapacidad de unos y otros para valorar los distintos elementos:
lucha de explotados contra explotadores, pero también mistificación confesio-
nal y extensión a un colectivo amplio del odio generado por una parte, pues
no parece que los cosacos distinguieran en sus matanzas entre los judíos que
habían participado en su explotación y los que se habían dedicado a otra cosa;
igualmente, los chovinistas judíos sólo ven «pobres judíos inocentes, víctimas
de un odio vesánico de malvados gentiles», en lo que tenía mucho de lucha de
liberación y de venganza contra los colaboradores de los nobles polacos.
otras. Pero, sobre todo, hay que tener presente que los judíos no eran
homogéneos y las diferencias (salvo en lo estrictamente religioso) eran
mucho mayores entre unas comunidades judías y otras de lo que en la
mayoría de los casos lo eran entre cada comunidad judía y su medio
circundante no judío.
Como poco, se podría hablar de más de una docena de etnias judías
diferenciadas unas de otras: ashkenazis, sefardíes, italianos, romiotas,
árabes y «arabizados» (muy diversificados entre sí), bereberes, persas
(iraníes, afganos y bujaríes), georgianos, «judíos de las montañas»,
«judíos del Kurdistán», judíos de Cochin, mahratíes, falashas... Y eso
sin contar los modernos judíos «asimilados» en los países en los que
viven y los judíos israelíes.
Ashkenazis
Su origen se encuentra en la conversión de los jázaros42 al judaísmo
en el siglo viii. Los jázaros eran un pueblo turco establecido entre
el Volga, el Don y el Cáucaso, que desde el siglo vi había creado
un gran imperio del que eran tributarios muchos pueblos de Europa
oriental. Por su posición geográfica, los jázaros se convirtieron en
intermediarios comerciales entre las regiones forestales al norte
de las estepas y Bizancio y el mundo musulmán. Para preservar
su independencia frente al Bizancio cristiano y el califato ´abbâsí
musulmán, los soberanos jázaros se convirtieron al judaísmo con la
mayor parte de su pueblo.43 El imperio jázaro entró en decadencia
en el siglo x a consecuencia de los ataques rusos; en el siglo xii
Jazaria fue completamente devastada por los ataques cumanos y en
el siglo xiii los mongoles barrieron lo que quedaba de ellos. Los
jázaros emigraron progresivamente al oeste y se extendieron por la
mayor parte de Europa oriental y central, sobre todo en el reino de
42
Los jázaros fueron resultado de la fusión de varias poblaciones turcas
en el curso de los siglos vi y vii: los akatzir (que habían sido vasallos de los
hunos) y otros elementos de las hordas de Atila que se retiraron hacia el este
tras la desintegración del imperio huno, donde se les agregaron otros pueblos
turcos como los sabires, los ogures, los búlgaros del Kubán y algunos gök-
türk.
43
El judaísmo fue introducido en Jazaria por judíos bizantinos persegui-
dos y ganó muchos prosélitos. La mayoría de los jázaros se judaizaron pero no
la mayor parte de los súbditos del imperio jázaro, que no eran jázaros.
44
En el Génesis, Gomer es uno de los hijos de Jafet y Ashkenaz es uno
de los tres hijos de Gomer. Originariamente, Ashkenaz hacía referencia a los
escitas. Desde el siglo xi Ashkenaz fue el nombre hebreo que los rabinos die-
ron a Alemania, posiblemente por la similitud fonética con Sajonia o Escania.
Al ser Alemania en hebreo Ashkenaz, los judíos de lengua yiddish (judeo-
alemán) pasaron a ser conocidos como ashkenazis.
45
La mayoría de los descendientes de los judíos de la edad antigua se
convirtieron al cristianismo y al islam y se perdieron para el judaísmo. En
contrapartida, el judaísmo en la alta edad media ganó muchos prosélitos en
los países que no pertenecían a la cristiandad y al mundo musulmán, que son
los antepasados de la mayoría de los judíos actuales.
46
Los caraítas han sido llamados «los protestantes del judaísmo» porque
rechazaron la tradición rabínica y el Talmud. El caraísmo tuvo una importante
difusión durante la edad media, pero a día de hoy sobreviven muy escasas
comunidades caraítas.
47
Distinto de la lengua túrquica hablada por sus antepasados jázaros.
48
Poco se imaginaban los nazis que los judíos ashkenazis tampoco eran
de origen semita sino turco.
94 José F. Durán Velasco
Sefardíes
Los sefardíes son los judíos originarios de la península Ibérica.49 Expul-
sados del solar ibérico a comienzos de la edad moderna, se establecie-
ron en otros países de Europa (y de allí algunos en América), en Ma-
rruecos y en el imperio otomano. En todos estos lugares conservaron su
identidad étnica, con una fuerte consciencia de su diferencia con otras
etnias judías, como los romiotas, los musta´rabîn y los ashkenazis.
Italianos
Muchos judíos italianos que no son de origen ashkenazi ni sefardí des-
cienden de los judíos que ya vivían en Italia en tiempos del imperio ro-
mano. Las familias judías aristocráticas de Roma, como los Rossi, los
Pomi o los Anau, pretenden ser descendientes de la aristocracia judía
hierosolimitana deportada a Italia a raíz de la destrucción de Jerusalén
por Tito. Sea o no sea cierta esta pretensión, el caso es que Roma es
la única ciudad de Europa con una comunidad judía importante que se
ha mantenido ininterrumpidamente desde la antigüedad. En general los
judíos vivieron en Italia mejor que en cualquier otro país europeo; en los
estados pontificios sufrieron segregación y humillaciones pero estuvieron
a salvo de matanzas y expulsiones. Los judíos italianos fueron los judíos
más asimilados de Europa en la época premoderna y después aún más.
Romiotas
Son los judíos de lengua griega, descendientes de los judíos del impe-
rio bizantino. Cuando los sefardíes expulsados se establecieron donde
vivían los romiotas, hubo tensiones entre unos y otros; los romiotas
llamaban a los sefardíes con la palabra hebrea megorashim (‘expul-
sados’) y los sefardíes llamaban a los romiotas «griegos», ambos tér-
minos tenían connotaciones despectivas. En todo caso, los sefardíes
fueron mucho más numerosos que los romiotas.
Árabes y arabizados
En época preislámica había judíos en Arabia, descendientes de judíos
inmigrados y de árabes conversos al judaísmo. Los judíos yemeníes
Bereberes
El judaísmo se difundió asimismo entre los bereberes.52 En el siglo vii,
la resistencia bereber a la conquista árabe-islámica estuvo dirigida por
una reina judía, la famosa Kâhina.
En Marruecos ha habido judíos de lengua bereber hasta el siglo xx.
Cuando la mayoría de los judíos marroquíes pobres emigraron a Israel,
judíos bereberes se establecieron en la zona de Ascalón.
Persas
Ciro incorporó el Creciente Fértil al imperio persa y permitió volver a
Judea a los judíos deportados por Nabucodonosor, pero muchos per-
manecieron en Mesopotamia y algunos se establecieron más al este.
Bajo Darío I (529-486) y Artajerjes I (465-429) hubo deportaciones de
judíos a Hircania, en el norte del actual Irán.
50
Por Gran Siria se entiende la parte occidental del Creciente Fértil, que
políticamente está ocupado hoy por los estados de Siria, Líbano, Jordania,
Israel y los territorios palestinos ocupados en 1967.
51
De la misma palabra musta´rab de la que viene la palabra ‘mozárabe’.
52
Las leyendas judías y musulmanas hacían de los bereberes descendien-
tes de los filisteos que huyeron aterrorizados cuando David mató a Goliat y
no pararon hasta que llegaron al Mágreb; los judíos del sur de Marruecos
relacionaban el bereber con el idioma de los filisteos. Naturalmente, eran le-
yendas sin fundamento.
Georgianos
Hay judíos en Georgia desde tiempos inmemoriales.53 Los judíos geor-
gianos hablaban georgiano y eran claramente distintos de los judíos
de otros países. En la Unión Soviética se les taxonomizó étnicamente
como «judíos georgianos», distintos de los simplemente «judíos» (los
ashkenazis). Según el último censo soviético (el de 1989) eran 16.000
personas.
costa de Georgia, llamada Cólquide por los griegos) con los egipcios, debido
al hábito común de colcos y egipcios de practicar la circuncisión; más tarde
se atribuyó a los georgianos un origen judío, acaso porque ese hábito pasó a
asociarse con los judíos y porque había muchos judíos en Georgia. La dinastía
bagrátida, que reinó primero en Armenia y luego en Georgia, pretendía des-
cender de judíos deportados a Babilonia por Nabucodonosor.
Judíos mahratíes
Los judíos de lengua mahratí se llamaban a sí mismos «bené Israel»
(«los hijos de Israel») y estaban divididos en dos castas endogámicas:
la de los blancos y la de los negros. Los bené Israel blancos pretendían
ser descendientes de israelitas inmigrados y se suponía que los bené
Israel negros eran descendientes de indios judaizados que habían sido
esclavos de los bené Israel blancos. Unos y otros vivían dispersos por
la zona de Kankan, hasta que en los siglos xviii y xix empezaron a
establecerse en Bombay, donde se enriquecieron. En 1948 los bené
Israel eran unos 17.000, pero después muchos emigraron a Israel y a
otros países.
Judíos de Cochin
Habitantes de la costa malabar, en Kerala, hablantes de malayalam y
divididos en tres castas endogámicas: blancos, pardos y negros.
Cuando se produjo la independencia de la India en 1948 eran 2.000,
pero tras una fuerte emigración en Cochin sólo han quedado algunas
familias.
Falashas
Los judíos de Etiopía se conocen como falashas, que significa ‘ex-
tranjeros’, aunque el nombre que se dan a sí mismos es Israel Beta, es
decir, ‘la casa de Israel’. Los falashas afirman que llegaron a Etiopía en
tiempos del rey Salomón e incluso antes, durante el éxodo de Egipto;
en cualquier caso su origen es tan antiguo y se mantuvieron tan ais-
lados de los demás judíos que no llegaron a conocer el Talmud. Las
crónicas cristianas etíopes de los siglos xiv al xvii mencionan guerras
de los gobernantes cristianos contra los judíos, a los que vencieron
en muchas ocasiones y obligaron a aceptar el cristianismo, pero los
judíos una y otra vez recuperaban su independencia y volvían al ju-
daísmo, hasta que fueron sometidos en el siglo xvii y se dispersaron
54
Abraham Ben-Yaacob, s.v ‘Kurdistán’, Encyclopaedia Judaica, X, p.
1302.
55
Algunos fueron cristianizados, pero conservaron la conciencia de su ori-
gen judaico, son los falashmura. En la actualidad, muchos falashmura quieren
retornar al judaísmo para emigrar a Israel y escapar de la miseria de su país.
56
Bû ´Alî Yâsîn (m. 2000) fue un intelectual sirio, cuya obra más impor-
tante y famosa es At-tâlût al-muharram: dirâsa fî-d-dîn wa-l-ÿins wa-s-sirâ´
at-tabaqî («La trinidad prohibida: un estudio sobre la religión, el sexo y la
lucha de clases»); como su nombre indica, esta obra trata de lo que el autor
considera como los tres grandes tabúes de la sociedad árabe.
59
Las intenciones británicas en ese proyecto y las buenas razones del go-
bierno egipcio para oponerse a él quedan patentes cuando, 54 años más tarde,
el estado sionista creado en Palestina participó con Gran Bretaña y Francia en
la agresión contra Egipto a raíz de la nacionalización del canal de Suez.
60
Unos años después, los nazis propusieron deportar a todos los judíos
a Madagascar.
61
El barón Edmond de Rothschild fue el patrocinador de las primeras co-
lonias judías en Palestina a finales del siglo xix, se le llamó por ello «el padre
del Yishuv» (el Yishuv es el asentamiento o la población judía en Palestina).
Sin embargo, el barón de Rothschild no era sionista sino que veía a los colo-
nos judíos útiles para los intereses coloniales de Francia.
A día de hoy, muchos no judíos reaccionarios que antes habrían sido an-
62
63
Antes de la llegada de las grandes oleadas migratorias de judíos del este
de Europa a Estados Unidos a finales del siglo xix, la mayoría de los judíos
estadounidenses pertenecían al judaísmo reformista. El judaísmo reformista
y el conservador surgieron en el siglo xix en Alemania, Inglaterra y Estados
Unidos como forma de aggiornamento del judaísmo en unas comunidades
judías ansiosas de asimilarse en vestido, dieta, modo de vida e ideas al medio
circundante.
64
En el siglo xviii, el judaísmo ashkenazi vivió la reforma religiosa del mo-
vimiento hasídico, que propugnaba una mística popular en torno a sus santos,
conocidos como rebbes; para muchos judíos (conocidos como los mitnagge-
dim, «opositores») el hasidismo era una herejía, pero en el siglo xix hasidim
y mitnaggedim aunaron fuerzas contra las corrientes modernas secularistas y
modernistas. Mención aparte merecen los frankistas, seguidores de Ya´qov
Frank, que en el siglo xviii pretendían acelerar la venida del Mesías cometien-
do todas las transgresiones posibles de las normas judías.
65
Marx fue un judío alemán asimilado. Muchos destacados pensadores y
revolucionarios marxistas han sido de origen judío, como Rosa Luxemburgo o
León Trotsky. La revolución húngara, que proclamó durante un breve periodo
la república soviética en Hungría, estuvo dirigida por un judío, Bela Kun. Los
judíos fueron desproporcionadamente numerosos entre los bolcheviques, cosa
comprensible si se tiene en cuenta la extrema opresión de los judíos bajo el
régimen zarista; en 1927 los judíos constituían la tercera nacionalidad más
numerosa dentro del PCUS, aunque la situación cambió radicalmente bajo el
estalinismo. Ha habido muchos comunistas de origen judío entre los marxistas
occidentales y en los países árabes.
66
El anarquismo también ganó muchos partidarios entre los judíos, al
que han aportado muchos militantes y pensadores ilustres como Max Nett-
lau, Emma Goldman, Erich Mühsam, Alexander Berkman, Landauer o Noam
Chomsky. Antes de la primera guerra mundial los judíos anarquistas de lengua
yiddish constituían el grupo mayor de exiliados anarquistas procedentes del
imperio ruso, más incluso que los anarquistas propiamente rusos. En el mo-
vimiento obrero judío londinense los anarquistas fueron el elemento político
más activo. A finales del siglo xix y principios del siglo xx, el anarquismo en
Estados Unidos era cosa de los judíos de las grandes ciudades, los italianos
y los exiliados rusos (muchos de ellos también judíos). En la actualidad, en
Israel, una de las organizaciones más activas y valientes contra el militarismo
y el apartheid sionistas es la organización ácrata denominada Anarquistas con-
tra el Muro, cuyos activistas han sido los únicos disidentes judíos a los que el
ejército israelí ha reprimido a tiros.
67
El Bund (Liga General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia
y Rusia) fue la corriente política más importante entre los judíos del este de
Europa. Se trataba de un partido socialista marxista no leninista. Al contrario
que el partido bolchevique y tantos otros partidos «obreros» dirigidos por
intelectuales de origen burgués, el Bund era un partido obrero dirigido por
obreros. El Bund era partidario de la autonomía cultural de los judíos y del
yiddish como lengua nacional judía (cuando hablaban de judíos se referían a
los ashkenazis), también se oponían al sionismo. Lenin describió despectiva
(e injustamente) a los bundistas como «sionistas con miedo al mareo», con lo
que venía a acusarles de nacionalismo judío y de que sólo se diferenciaban de
los sionistas en su negativa a coger el barco para emigrar a Palestina; en rea-
lidad, las diferencias entre el Bund y el sionismo eran muchísimo mayores de
lo que pretendía Lenin. El Bund fue ilegalizado y eliminado en la Unión So-
viética, pero se mantuvo con fuerza en Polonia. En este país, en 1939, cuando
la población judía eligió por última vez a los dirigentes de sus comunidades,
las qehillot, los comunistas boicotearon las elecciones porque consideraban
que las qehillot eran instituciones religiosas, pero el Bund sí se presentó a las
elecciones y obtuvo la mayoría de los votos.
Lo que no obstó para que Stalin desde finales de los años treinta em-
69
Sionismo y antisemitismo
El antisemitismo surgió en el siglo xix como forma de judeofobia dis-
tinta de la tradicional judeofobia cristiana confesional. Su propio nom-
bre remite a categorías pseudorraciales decimonónicas muy distintas
de las categorías confesionales anteriores: no se odiaría a los judíos
en tanto que seguidores de la religión judía (eso sería más bien anti-
judaísmo) sino a los judíos en tanto que pertenecientes a una supuesta
«raza semita»,71 cuyos enemigos ya no se veían tanto como cristianos
70
Una de las cosas que no perdonaron al presidente del gobierno español
Adolfo Suárez fue que pretendiera practicar una política propalestina, recibien-
do a Yâsir ´Arafât y negándose a establecer relaciones diplomáticas con el es-
tado de Israel. No es casual que el anclamiento del estado español en la OTAN
(mediante el referéndum) y el establecimiento de relaciones de embajada con
el estado de Israel fueran el mismo año (1986) y casi por las mismas fechas. La
sumisión total a Estados Unidos y el proisraelismo obligatorio iban en el mismo
lote. No es casual tampoco que el más propalestino de los gobernantes euro-
peos, el canciller Bruno Kreiski (él mismo de origen judío), fuera gobernante de
un estado neutral durante la Guerra Fría. Tampoco es casual que el giro proárabe
de De Gaulle coincidiera con su distanciamiento de Estados Unidos.
71
En las tipologías pseudorraciales de los racistas, la «raza aria» sería
la raza superior, la «raza semita» sería inferior y vendría en segundo lugar,
la «raza hamita» (camita) vendría en tercer lugar y los negros ocuparían el
lugar más bajo, en tanto que más alejados de la supuesta «raza superior» de
los «arios». En tipologías varias dentro de la jerarquización racista estaban
los distintos pueblos de Asia, América y Oceanía. Pero dentro de la misma
Europa la pertenencia o no a «la raza aria» dependía de los intereses políticos
de los racistas de turno. Así, los nazis declararon «raza inferior» que debía
ser esclavizada a los eslavos (a pesar de ser europeos, rubios, de ojos azu-
les, hablantes de una lengua indoeuropea) y «arios honorarios» a sus aliados
japoneses, pero no a los chinos, clasificados como «inferiores», aunque físi-
camente fueran similares a los japoneses y tuvieran una civilización mucho
más antigua, de la que derivaba la japonesa. Las categorías «raciales» de los
racistas eran tan absurdas que a menudo se confundían con las confesionales,
con los intereses políticos del momento o con el puro capricho del taxono-
mista. El alcalde de Viena, Karl Lueger, muy admirado por Hitler, decía «yo
decido quién es judío» y el propio Hitler (él mismo cuarterón de judío) podía
expedir un certificado de «ario puro» a su médico personal, clasificado antes
como mestizo de judío, en agradecimiento por sus servicios.
72
Los «cristianos viejos» al menos, pues en el siglo xix muchos judíos se
convirtieron al cristianismo. En este sentido, las categorías de racismo confe-
sional existentes en la España de los Austrias –la llamada «pureza de sangre»
de «cristianos viejos» frente a la falta de ella de los «cristianos nuevos» («cris-
tianos nuevos de judíos» y «cristianos nuevos de moros»)– pueden conside-
rarse precursoras de las categorías racistas antisemitas, aunque las diferencias
entre unas y otras sean muy considerables.
73
Si bien las categorías étnicas y las confesionales se solapaban: ruso para
muchos era prácticamente sinónimo de cristiano ortodoxo del imperio ruso,
de tal modo que una conversión religiosa bastaba para convertir en «ruso»
a un judío. Con la revolución rusa las cosas cambiarían, y «ruso» y «judío»
se convirtieron en categorías de «nacionalidad étnica» taxonomizadas por el
estado soviético al margen de la religión, oficialmente irrelevante, pues, según
la nueva ideología oficial, el ateísmo era la orientación oficial y las religiones
eran creencias supersticiosas toleradas pero no fomentadas.
74
A raíz de esta inmigración se extendió mucho el antisemitismo por Es-
tados Unidos, donde hasta entonces no había habido judeofobia. En cambio
en Italia, donde esa inmigración fue mínima y los judíos italianos eran en su
mayoría autóctonos antiguos asimilados en todo salvo en la religión, el fenó-
meno antisemita fue inexistente incluso en el fascismo (en el que militaron
judíos) hasta que Mussolini se convirtió en un pelele de Hitler obligado a
imitar en todo a su homólogo alemán.
75
El ministro zarista organizador de pogromos, con quien se entrevistó
Herzl con la intención de que el imperio zarista apoyara la causa sionista, dijo
a Herzl con toda sinceridad que deseaban la emigración de la mayoría de los
judíos, aunque no de los que como Herzl eran ricos y cultos.
76
Los sionistas no desean la emigración masiva de comunidades de «la
diáspora» que son ricas, poderosas y prosionistas, porque eso perjudicaría la
influencia del sionismo en esos países. Ese es el caso, sobre todo, de la comu-
nidad judía estadounidense.
El genocidio contra los judíos era tan infame que los propios nazis lo
77
dió entre los conservadores del mundo árabe y también entre muchos
nacionalistas e islamistas, para desgracia de los judíos del mundo
árabe y para satisfacción de los sionistas, que encontraron en ello un
rico filón para su propaganda antiárabe. Este tardío antisemitismo,
estólido y torpe, difundido por conservadores, islamistas y naciona-
listas en el mundo árabe, constituyó uno de los mejores pretextos de
la propaganda sionista, empeñada en presentar a sus enemigos árabes
como «los nuevos nazis».
La acusación de «antisemitismo» para cualquier posición an-
tisionista ha sido constante por parte de la propaganda sionista y
prosionista. Todo no judío antisionista o simplemente crítico con la
política del estado de Israel es acusado de «antisemita», y si es judío
se le acusa de «judío que practica el auto-odio».79 Estas acusaciones
irrisorias recuerdan mucho a cuando los nazis descalificaban siste-
máticamente a sus enemigos como «judíos» y, cuando era evidente
que un enemigo no podía ser judío, se le llamaba «judío blanco»,80
con lo que se mantenía la connotación negativa de «judío» en el
imaginario antisemita, aun cuando se aplicara a quien no lo era en
ningún caso.
Cuando la distancia de una etnia judía era mayor aún, los ashke-
nazis incluso dudaban de su condición judía. Ese ha sido el caso de
los judíos etíopes, judíos negros en las antípodas de los muy blancos
y a menudo pelirrojos judíos ashkenazis. Muchos judíos ashkenazis
han mirado con sospecha la existencia y los orígenes de «los judíos
negros» de Etiopía, tan distintos de ellos. No se les ocurría plantearse
que unos judíos negros no eran más sospechosos de no descender de
los judíos bíblicos que los judíos ashkenazis de ojos azules, rubios o
pelirrojos. Por razones racistas y de confesionalismo, pues los judíos
reconocidos por el rabinato eran los talmúdicos y los falashas no
conocían el Talmud,82 hasta los años setenta las autoridades israelíes
no les declararon susceptibles de obtener la ciudadanía israelí aco-
giéndose a «la ley del retorno», que permite obtener inmediatamente
la ciudadanía israelí a cualquier judío que la solicite. Este dicta-
men sólo se produjo después de que los grandes rabinos de Israel,
el «sefardí»83 ´Ovadya Yosef en 1973 y el ashkenazi Shlomo Goren
en 1975, reconocieran en los falashas a los descendientes de la tribu
de Dan. Nótese a todo esto que aunque los reconocieron como is-
raelitas, no los reconocieron propiamente como judíos, sino como
miembros de una de «las tribus perdidas de Israel». Lo más absurdo
en todo esto es que los falashas siempre se habían visto a sí mismos
como los judíos por excelencia: «La casa de Israel» era el nombre
que se daban a sí mismos. Pero ni siquiera tras las declaraciones
rabínicas haciendo de ellos el remanente de la tribu de Dan se les ha
dejado de ver como «sospechosos» de no ser «auténticos judíos».
El escándalo del desperdicio de las donaciones de sangre de judíos
etíopes por no considerarla «pura» fue la gota que colmó el vaso en
los años noventa.84
Quizás sólo los gobernantes asirios llegaran a superarlo, con sus cró-
86
nicas jactanciosas sobre las más atroces crueldades contra los pueblos que
se resistieron a su dominio. Si bien no cabe dudar de que los reyes asirios
cometieron las atrocidades de las que se jactaban, esas crónicas formaban
parte de su campaña de dominio por el terror y no practicaron genocidios.
Cuando los asirios conquistaron el reino de Israel deportaron a gran parte de
sus habitantes a Asiria, pero no los exterminaron.
87
Estos textos los han mencionado algunos sionistas como modelo del
trato que el estado sionista debe dispensar a los palestinos que han permaneci-
do en el estado de Israel y se han librado de la limpieza étnica de 1948: hacer
de ellos una casta de servidores de los judíos.
88
Los piadosos cristianos racistas blancos de Suráfrica y de Estados Uni-
dos justificaban la esclavitud o el apartheid con argumentos bíblicos de este
tipo. También identificaban a la descendencia «maldita» de Cam con los ne-
gros. Pero los negros cristianos daban la vuelta al argumento bíblico y se veían
a sí mismos como israelitas oprimidos por los egipcios, de manera que algún
día llegaría la liberación de los negros y las plagas caerían sobre los blancos
opresores. Los colonos protestantes anglosajones se veían a sí mismos como
«los nuevos israelitas» con derecho a tomar posesión de «la tierra prometi-
da» y a tratar a los amerindios como la Biblia decía que los israelitas habían
tratado a los cananeos. En el filosionismo estadounidense late la idea de que
los israelíes son los israelitas de la Biblia con un derecho divino a desposeer
y matar a los habitantes de «la tierra prometida», y a la vez se los ve como
los pioneros del «salvaje oeste» en su lucha contra los indios (los palestinos).
A su vez, los palestinos y los árabes a menudo se han identificado con los
91
Los fenicios no eran otra cosa que cananeos: fenicios era el etnónimo
que les aplicaron los griegos, cananeos era el etnónimo que se daban a sí mis-
mos. Todavía en el siglo V, según testimonio de Agustín de Hipona, los cam-
pesinos africanos de lengua púnica se llamaban a sí mismos «cananeos».
92
Ba´al en cananeo (tanto fenicio como hebreo) significa simplemente
‘Señor’, de manera que no era difícil identificar al dios de Tiro con el dios
de Israel. Ya antes había habido sincretismos similares con otros dioses ca-
naneos: El (‘dios’, el dios por antonomasia) era el dios principal del panteón
cananeo y un nombre del dios de Israel; El ´Elyón (‘dios altísimo’) había sido
el dios de los jebuseos y luego este nombre se convirtió en una más de las
denominaciones del dios de Israel.
93
La ciudad de Acre, antaño fenicia, nunca estuvo en manos judías hasta
1948, pero aun hoy la ciudad vieja de Acre sigue estando habitada mayorita-
riamente por palestinos.
94
Ascalón, antigua ciudad filistea, nunca estuvo en manos judías hasta
1948.
95
Acerca de estos israelitas deportados y perdidos para la israelidad sur-
gieron las leyendas sobre «las tribus perdidas de Israel».
nos se hacen eco de él. Unos y otros se disputaban la continuidad del genuino
Israel. Los judíos les aborrecían tanto que, en lugar de llamarles samaritanos
(shomronim en hebreo), les llamaban kutim (cuteos), dando a entender que no
eran israelitas de origen sino habitantes de Cuta (en Mesopotamia) deportados
por los asirios a Samaria para sustituir a los genuinos israelitas deportados a
Asiria. Según los rabinos, los kutim constituían una categoría aparte, a medio
camino entre los judíos y los gentiles, aunque admitían que estaban más cerca
de los judíos que de los gentiles.
97
Los samaritanos reconocen el carácter sagrado de la Torá (los cinco
primeros libros de la Biblia) y del libro de Josué, pero rechazan el resto de la
Biblia. Para sus textos sagrados utilizan el alfabeto cananeo (fenicio) antiguo,
que los judíos abandonaron en el siglo ii en favor del alfabeto arameo cuadra-
do que hoy llamamos hebreo.
ella. El país, durante la mayor parte de esos dos mil años, estuvo bajo
control de poderes imperiales no nacionales que no hubieran tenido
inconveniente en que los judíos se establecieran masivamente en ese
territorio, siempre que fuesen súbditos sumisos y pagasen los tributos
requeridos. El imperio otomano acogió a miles de judíos españoles,
expulsados por los Reyes Católicos, pero sólo un número muy escaso
de ellos se estableció en Tierra Santa, la mayoría prefirió establecerse
en ciudades de otros países del imperio otomano donde la vida era
más próspera. No había en el imperio otomano ninguna ordenanza
que prohibiese a los judíos establecerse en Palestina. Sencillamente: la
mayoría de los judíos no tenían interés en vivir en «la tierra de Israel»;
preferían habitar en los países de los que eran nativos, y si emigraban
de su tierra natal preferían irse a morar a tierras más ricas donde la
vida fuera mejor, cosa que no solía ser el caso de «la tierra prometida»,
un país rico («la tierra de la leche y la miel») desde la perspectiva de
los nómadas del desierto pero no desde la perspectiva de urbanitas o
campesinos de países mucho más prósperos.
La expresión «la tierra de la leche y la miel» es en sí misma muy
expresiva de la pobre realidad del país. Leche y miel son productos
propios de un país de pocos recursos, un país pequeño con pocas tierras
fértiles. Un país rico desde el punto de vista de nómadas que venían del
desierto, pero un país pobre desde el punto de vista de los agricultores
de países realmente fértiles. Se ha dicho y repetido con razón que en
ese país «incluso los métodos de cultivo más modernos e intensivos
no dan más que cosechas comparables a las que los campesinos de los
Balcanes obtienen con su agricultura primitiva y extensiva».98
Desde la lejanía y la idealización, «la tierra de Israel» podía verse
como el país más maravilloso del mundo; el Talmud dice: «Diez medi-
das de sabiduría bajaron al mundo: nueve le correspondieron a la tierra
de Israel y una a todo el resto del mundo. Diez medidas de belleza
bajaron al mundo: nueve le correspondieron a Jerusalén y una a todo
el resto del mundo». También se suponía que vivir en ella era para los
judíos una gran bendición, equivalente a guardar todos los precep-
tos religiosos judíos. Pero todo eso no pasaban de ser exageraciones
piadosas para incitar a los judíos a vivir allí, lo que indica que pocos
motivos no religiosos podían impulsarlos a establecerse allí y que para
los judíos era más fácil emigrar de «la tierra prometida» que inmigrar
a ella.
98
Nathan Weinstock, op. cit., p. 207.
El sionismo lingüístico:
hebreo versus «lenguas diaspóricas»
El nacionalismo judío precisaba de una lengua judía, una sola, pues
igual que no concebía una pluralidad étnica judía, no admitía una
pluralidad lingüística judía, como tampoco admitía una pluralidad de
patrias para los judíos. Un pueblo, un idioma, un estado...
Como hemos visto, el sionismo apenas entendía por judíos otra
cosa que los judíos ashkenazis, que ya tenían un idioma étnico, propio,
el yiddish. Habría sido lógico, consecuente con el ashkenazicentrismo
del sionismo, que el yiddish hubiera sido la lengua sionista, pues era
la lengua de los judíos (ashkenazis). Sin embargo, aunque el sionismo
era ashkenazicéntrico, se avergonzaba del judaísmo y de la judaidad
tradicional; en su búsqueda de un pasado judío «nacional», de «estado-
nación», se remontaba a los tiempos bíblicos, a los hebreos, saltándose,
como si de una ignominia se tratara, todo el periodo «diaspórico», es
decir, la mayor parte de la historia judía.
En especial el sionismo se avergonzaba del yiddish, vergüenza
compartida por muchos judíos ashkenazis «asimilacionistas». Moi-
sés Mendelssohn, el iniciador de la haskalá (la ilustración judía) en el
siglo xviii, trató de popularizar el alemán entre los judíos y rechazó el
yiddish, al que consideraba una «jerga inculta»,99 una «lengua salvaje
100
Ibid., p. 300.
101
Se ha dicho que la diferencia entre un dialecto o una «jerga inculta» y
un idioma es que el segundo es un dialecto con estado o con ejército.
102
Evidentemente, por «judíos» entendía a los ashkenazis.
1) Para los judíos, el hebreo había sido lashon ha-qodesh (‘la len-
gua santa’) por excelencia.104
2) Utilizar el hebreo para fines seculares era una provocación
muy del gusto de ciertos sionistas secularistas. En principio los
judios ortodoxos rechazaban el empleo del hebreo para usos
profanos,105 prácticamente lo veían como una blasfemia; todavía
hoy algunas comunidades judías ortodoxas ashkenazis utilizan
el yiddish como lengua coloquial y se niegan a utilizar el hebreo
con fines no religiosos.
3) Para los cristianos occidentales (modelos para el sionismo)
era la lengua de la parte de la Biblia compartida con los
judíos, es decir, una lengua prestigiosa ante los ojos de los
gentiles (europeos), cuyos nacionalismos trataba de emular
el sionismo.
4) No era lengua materna de ningún judío «diaspórico», pues, a
decir verdad, no era la lengua materna de nadie.
103
Isaac Deutscher, El judío no sionista y otros ensayos (Madrid: Ayuso,
1971), p. 128.
104
La tradición rabínica incluso suponía que los ángeles hablaban en he-
breo y no entendían otra lengua, ni siquiera el arameo.
105
Como anécdota significativa del valor sacral del hebreo para el judaís-
mo ortodoxo, en contraste con la desacralización de este idioma llevada a
cabo por el sionismo, basta recordar la «fatua» del que fuera gran rabino de
Israel, Mordejai Eliahu, que prohibía cantar en hebreo en el baño e incluso
hablar en hebreo en el cuarto de baño, por tratarse de un lugar impuro en el
que predomina «el espíritu del mal». Imaginemos lo que los rabinos pensarían
de utilizar el hebreo para toda clase de menesteres cotidianos, incluyendo
actividades pecaminosas.
5) Se suponía que había sido la lengua que hablaron los judíos
antes de la diáspora.106
6) Se suponía que era la lengua judía por excelencia.107
7) Se suponía que era la lengua propiamente judía.108
8) El yiddish era «judío» (‘yiddish’ significa ‘judío’) mientras
que el hebreo era otra cosa. Una de las consignas sionistas era
precisamente «el último judío, el primer hebreo»;109 otra de las
consignas sionistas era daber ´ivrit («¡habla hebreo!»), que es-
taba dirigida contra el yiddish, principal rival del hebreo, ya que
era la lengua materna de la mayoría de los inmigrantes judíos
en Palestina, a quienes iba dirigida esta consigna. Si tenemos en
cuenta que yiddish significa ‘judío’, el contenido de la consigna
es más claro: «No hables judío, habla hebreo».
9) El yiddish era la lengua del pueblo, el idioma del proletariado
judío ashkenazi, que a finales del siglo xix y comienzos del siglo
xx se convirtió en la lengua de la cultura secular de los judíos
ashkenazis y en concreto del movimiento obrero judío.110 Frente
106
Cosa que no es cierta. La mayoría de los judíos de Palestina hablaban
arameo antes de las guerras judeo-romanas en los siglos I y II. Sólo existe dis-
cusión sobre si en Judea (pero no en el resto de «la tierra de Israel») el hebreo
se utilizaba como lengua cotidiana al lado del arameo, es decir, si en Judea
hasta el siglo II existió un bilingüismo hebreo-arameo o no; en cualquier caso,
de lo que no hay duda es de que el arameo era la lengua más difundida; en las
cuevas de Qumrân se han encontrado textos judíos en hebreo, arameo y grie-
go. También conviene recordar que el arameo era la lengua materna común
a todo el Creciente Fértil. El fenicio (casi el mismo idioma que el hebreo) se
mantuvo más tiempo en Fenicia y el Mediterráneo occidental (en Málaga se
acuñaban monedas con inscripciones fenicias todavía en el siglo II) que el
hebreo en Palestina.
107
Aunque en muchos países y épocas y a lo largo de la mayor parte de la
historia los judíos hicieron más uso de otras lenguas y no del hebreo. Entre
estas lenguas podemos citar el arameo, el griego, el árabe, el persa, el español,
el alemán, el yiddish y en la actualidad el inglés o el francés.
108
En realidad el hebreo es una variante del cananeo, el idioma de los
pobladores preisraelitas.
109
Gassân Kanafânî, Fî-l-adab as-sahyûnî (Beirut, 1982), p. 22.
110
Como anécdota altamente expresiva de esta situación se puede mencio-
nar que el anarquista alemán no judío Rudolf Rocker, cuando llegó a Londres
en 1893 como refugiado político, no tardó en relacionarse con sus camaradas
112
Es significativo que la forma más radical de «socialismo» sionista, los
kibutzim, hayan sido la única forma de «socialismo» que ha gozado del visto
bueno de los muy capitalistas Estados Unidos. Pero, bien mirados, los ki-
butzim tienen mucho más que ver con lo que Marx llamó despectivamente
«socialismo de cuartel» o «socialismo de convento» que con un proyecto so-
cialista verdadero: los kibutzianos, «mitad monjes, mitad soldados», siempre
ávidos de tierras expoliadas a los campesinos y beduinos palestinos (o a los
sirios del Golán, o a los egipcios del Sinaí) han sido la avanzadilla colonial
sionista, una especie de cosacos del sionismo. Los kibutzim surgieron por la
influencia dentro del sionismo de las ideas socialistas, tan extendidas entre los
judíos de Europa oriental a finales del siglo xix y el siglo xx: el socialismo era
tan influyente entre los judíos ashkenazis que muchos sionistas fueron influi-
dos por él, de manera que de la hibridación de las aspiraciones socialistas y
el sionismo (pero siempre supeditando aquellas a este) surgió el movimiento
kibutziano, que al no suponer ningún peligro para los intereses capitalistas
fue financiado por el propio capitalismo sionista en su afán colonizador, pues
era una forma de volver inocuas las aspiraciones socialistas y de convertir el
socialismo en un «nacional-socialismo» inofensivo para el capital.
el que se conoce a la población judía de «la tierra de Israel». Nótese que, aunque
debiera referirse a toda la población del país, en la jerga sionista se refiere sólo a
la población judía del país; la población no judía es como si no existiera para el
movimiento sionista, cuyo objetivo es colonizar el país con judíos y deshacerse
en lo posible de los no judíos. Así, aunque la mayor parte de la población del
país fueran árabes no judíos, el término yishuv sólo alude a los judíos.
Esta tendencia llegó tan lejos que, con gran escándalo de los judíos
piadosos, incluyó los nombres de los personajes bíblicos a los que el
judaísmo tenía por los mayores malvados, como el mismo Nemrod,
del que el Talmud dice que fue uno de los cinco hombres más malva-
dos que han existido. Pero precisamente por eso resultaba atractivo a
«los nuevos hebreos»: era un nombre hebreo, escandalosamente pro-
vocativo para los judíos devotos, a la vez que la persona y el nombre
de Nemrod aunaban tres cualidades que esos sionistas admiraban: la
fuerza, la violencia y la rebeldía.119
Sin embargo el sionismo, al concebirse como nacionalismo judío,
pero no como el nacionalismo judío de una determinada etnia judía (la
ashkenazi, cuyo idioma nacional sería el yiddish) sino como el nacio-
nalismo de todos los judíos, aunque tratara de romper con el pasado
judío para remontarse al pasado «hebreo», se encontraba amalgamando
etnia, religión y «restauración nacional». De facto se convertía en el
120
Por ejemplo, en 1970 el Tribunal Supremo israelí permitió inscribir
como judíos a los hijos de un matrimonio de padre judío y madre no judía,
lo que contravenía la ley religiosa judía sobre quién es judío. Pero el estado
siguió sin aceptar más judíos conversos que los convertidos al judaísmo orto-
doxo, sin reconocer como judíos a los convertidos por el judaísmo conserva-
dor o el judaísmo reformista.
121
Sarcásticamente, muchos israelíes hablan del «Daticán» (por dat, ‘reli-
gión’ en hebreo) para referirse al rabinato, comparándolo con el Vaticano de
los cristianos católicos.
beneficioso a la vez para los judíos y los árabes. Este sionismo utópico,
distinto del sionismo real, ha oscilado entre la mejor voluntad igualitaria-
fraternal y el paternalismo colonial. Este último sionismo utópico, el
paternalista bienintencionado, es «el eslabón perdido» entre el sionismo
utópico y el sionismo real nada bienintencionado respecto a los árabes.
La idea misma de una simbiosis «árabe-judía» ya demuestra una vi-
sión eurocéntrica y ashkenazicéntrica de la identidad judía y un descono-
cimiento profundo de la complejidad del mundo árabe, pues supone que
judíos y árabes son dos categorías distintas e incompatibles, ignorando la
complejidad étnica y cultural de los judíos del mundo y la complejidad
confesional del mundo árabe. Para los sionistas «utópicos», como para
los no utópicos, los judíos del mundo árabe, si es que los tenían en cuenta,
eran sólo un apéndice marginal del pueblo judío (constituido por los ju-
díos europeos y sobre todo por ashkenazis), no unas comunidades con
entidad propia vigorosa que participaban a la vez del mundo judío y del
mundo árabe, comunidades diferenciadas de sus vecinos no judíos por la
religión y de los otros judíos por los demás elementos de su cultura. Así,
el sionismo utópico ya de base va a partir de fundamentos erróneos.
Una categoría de sionistas utópicos (o más bien prosionistas utó-
picos) la constituían judíos que vivían en Europa o Estados Unidos y
no tuvieron contacto directo con el mundo árabe o este fue mínimo.
Uno de los mejores representantes de esta categoría de prosionistas
utópicos bienintencionados fue Albert Einstein.
Einstein nunca pensó que el sionismo pretendiera crear un estado-na-
ción judeo-nazi a costa de los árabes; al contrario, concebía el sionismo
como convivencia binacional entre judíos y árabes. El prosionismo de
Einstein estuvo motivado por dos causas que se concatenaron:
122
Albert Einstein, Mi visión del mundo (Barcelona: Tusquets, 2005), p. 123.
123
Ibid., pp. 124-125.
124
Ibid., pp. 120-121.
125
Ibid., p. 114.
126
Idea que les descalificaba como marxistas y que les incluía más bien
en las categorías premarxistas de los socialismos utópicos partidarios de los
falansterios.
127
Nathan Weinstock, op. cit., p. 268.
Ibid., p. 271
128
que hizo causa común con las demás organizaciones sionistas contra los árabes.
130
Ilan Pappé, op. cit., p. 207.
131
Lo que no impide connivencias irano-israelíes siempre que sean en
detrimento de estados árabes considerados por la política sionista mucho más
peligrosos que Irán. Así, durante la guerra irano-iraquí de 1980-1988, el esta-
do israelí proporcionó valiosos suministros militares al Irán jomeinista en su
guerra contra Iraq; eso fue así porque los gobernantes israelíes consideraban
al Iraq árabe y nacionalista mucho más peligroso para el estado sionista que
el régimen islamista de un país no árabe, y también porque les interesaba que
ambos países se destrozasen mutuamente.
132
En 1958, Israel dejó sobrevolar su territorio a los marines británicos
enviados para evitar un posible golpe de estado pronaserista. Ben Gurión in-
formó a Estados Unidos de que si la monarquía hâshimí caía, Israel invadiría
Cisjordania. En septiembre de 1970, el ejército israelí habría invadido Jorda-
nia si el ejército sirio hubiera intervenido en favor de la resistencia palestina
o simplemente si el rey Husayn hubiera sido derrocado.
135
La misma formulación como «problema judío» (no «problema antiju-
dío») y la solución ofrecida, la emigración fuera de Europa, son extraordina-
riamente similares a los planteamientos y las «soluciones» de los antisemitas
para «el problema judío en Europa». En ningún momento se concibe el an-
tisemitismo como el problema y como una lacra con la que hay que acabar,
sino que, al igual que los antisemitas, el sionismo cree que hay un «problema
judío», que el antisemitismo es «natural», insoluble y que los judíos deben
marchar a «su país» porque son «extranjeros» que deben irse. Igual que mu-
chos antisemitas, muchos sionistas no quieren que se vayan todos los judíos
sino sólo los que son pobres y potencialmente subversivos.
136
Para las víctimas del estado de Israel pero también para los judíos israe-
líes, aunque esto es conveniente para los sionistas, puesto que el sufrimiento
de las víctimas genera odio y violencia contra los judíos israelíes, que así se
sienten amenazados y eso puede servir a su vez para justificar ante sus ciu-
dadanos judíos la intensificación de la violencia, la brutalidad y las rapiñas
del estado sionista contra los palestinos y otros árabes. El sionismo genera así
un círculo vicioso muy favorable a sus intereses, a expensas de los intereses
de todos, salvo de unas oligarquías económicas, políticas y militares que se
benefician de la situación dentro y fuera de Israel.
2002), p. 63.
138
Llamado por Yosef Klausner «el poeta del renacimiento nacional».
Yosef Klausner fue un destacado intelectual de la derecha sionista.
139
Podemos imaginar lo que los judíos anarquistas, comunistas o bundistas
pensarían de esta frasecita de nacionalista burgués estatólatra.
140
Cualidades «no judías», sansonianas (hebraicas prejudías), «arias», de
«superhombre» europeo frente a los no europeos (por ejemplo los árabes). Y
recuérdese que, para los antisemitas, los judíos europeos no eran europeos. El
objetivo del sionismo era convertir a los judíos europeos en europeos fuera de
Europa, donde encarnarían todas las «superioridades» del «hombre blanco»
frente a «los salvajes» no occidentales. Quizás por eso gran parte de la derecha
occidental, que hasta la segunda guerra mundial era rabiosamente antisemita,
ahora es estruendosamente prosionista.
Pero la actitud del sionismo hacia los judíos también tiene que
ver con que tengan o no riqueza y poder, y con el uso que hagan de
esa riqueza y ese poder en provecho del sionismo, de manera que los
sionistas siempre han distinguido tres categorías de judíos «diaspó-
ricos»:
141
La excepción la constituyen los judíos marroquíes de más alto nivel
económico y social, allegados a la monarquía ´alawí proisraelí, pero al resto
de la judería marroquí el sionismo la quería emigrada al estado de Israel.
giera más de la ignorancia que de la mala fe, aunque luego fuera utili-
zada con mucha más mala fe que ignorancia.
Pero los colonos sionistas no necesitaron más que llegar a «la tierra
de Israel» para encontrarse con que lo que creían un desierto, sin ser
un hormiguero humano, era un país poblado por gente de lengua árabe
y mayoritariamente musulmana, con una importante minoría cristiana,
una minoría drusa más exigua y otras minorías menores, entre las que
se contaban judíos de orígenes étnicos variados, así como algunos sa-
maritanos.142
Algunos sionistas, llevados por un romanticismo filooriental,
creyeron ver en los árabes palestinos el remanente desjudaizado de
los judíos bíblicos,143 pero que aun habiendo dejado de ser judíos
resultaban más próximos a los hebreos antiguos que ellos mismos.
Hubo sionistas que vieron en «los árabes» la «antinorma» deseable
en la línea de hebraización y desjudaización. También hubo quien los
vio como «nobles salvajes» que incluso podrían servir a los judíos ex
diaspóricos para re-hebraizarse; los pioneros sionistas en un princi-
pio trataron de parecerse a los árabes y gustaron de usar la kûfiyya,144
142
Musta´rabim, sefardíes, ashkenazis, bujaríes... Dada la condición de
tierra santa judía, judíos de las más diversas procedencias se habían instalado
allí, pero no como colonos sino como comunidades piadosas; los judíos iban
más a «la tierra de Israel» a morir que a vivir, pues creían que la resurrección
empezaría en Jerusalén.
143
Es un hecho poco conocido, pero muy significativo por varios concep-
tos, que tanto Ben Gurión como Ben Zvi durante muchos años consideraron
a los árabes palestinos como los descendientes de los judíos bíblicos. Ben
Gurión y Ben Zvi dejaron constancia de esta idea en un libro en yiddish pu-
blicado en Jerusalén en 1918: La tierra de Israel en el pasado y en el presente.
Esta idea se reiteró en otro libro de Ben Zvi publicado en hebreo en Varsovia
por el Comité Ejecutivo de la Unión de la Juventud y Fondo Nacional Judío
el año 1929, titulado Nuestra población en el país. Significativamente, uno y
otro dejaron de hablar de ello a partir de 1929, cuando la población palestina
se insurreccionó contra las pretensiones sionistas. No es que se convencieran
de que no era verdad, es que esa verdad desde ese momento no podía servir al
sionismo sino al antisionismo, de ahí que prefirieran silenciarla por razones
de estado.
144
La kûfiyya es el pañuelo árabe (aunque también lo usan los kurdos), a
veces anudado con un cordón llamado ´iqâl, que puede ser de color blanco,
blanco y negro o blanco y rojo, en estos dos últimos casos tiene una forma
característica. Desde la época del mandato británico, la kûfiyya blanca y negra
148
O más exactamente de los judíos israelíes, pues los no judíos son consi-
derados en el mejor de los casos «minorías amistosas» (caso de los circasianos
y de la mayoría de los drusos) y en el peor «minoría hostil» o peligrosa (caso
de los ciudadanos «árabes»), pero, por su propia condición sionista, el estado
de Israel no considera a los no judíos como parte del pueblo israelí con los
mismos derechos que los judíos, sólo como minorías extrañas.
149
Marruecos en árabe es al-Magrib, que significa precisamente ‘el oc-
cidente’. Más aún: el nombre más tradicional de Marruecos en árabe era al-
Magrib al-Aqsà, que significa ‘el occidente más lejano’ o ‘el extremo occi-
dente’.
150
Palabra árabe que significa ‘occidente’. En la actualidad se llama en
árabe al-Magrib al-´Arabî (‘el occidente árabe’) en contraposición a al-Mas-
hriq al-´Arabî (‘el oriente árabe’), que son los países árabes de Oriente Medio.
Tradicionalmente se conocía a Marruecos como al-Magrib al-Aqsà (‘el occi-
dente más lejano’), Argelia como al-Magrib al-Awsat (‘el occidente medio’)
y Túnez como al-Magrib al-Adnà (‘el occidente más cercano’).
conocida como Bilâd ash-Shâm (‘el país de Siria’), o sea, Siria en el sentido
amplio, a la que también se llama Gran Siria para distinguirla de Siria en el
sentido del actual estado sirio. Téngase en cuenta que el fraccionamiento entre
Siria, Líbano, Jordania y Palestina es posterior a la primera guerra mundial, en
función de los intereses británicos y franceses, que se repartieron el territorio
y lo fraccionaron a su capricho en función de sus intereses.
152
Por la misma razón, los sionistas deseaban la emigración de los judíos
de la Unión Soviética, mientras que la emigración masiva de los judíos de
Estados Unidos, si bien útil demográficamente para el estado sionista, habría
sido negativa para el sionismo desde un punto de vista político y económico.
153
En Iraq en los años cuarenta los judíos crearon ligas antisionistas.
154
Las posiciones antisionistas de los judíos iraquíes, inmigrantes o de se-
gunda generación, resultan especialmente irritantes para los sionistas, porque
ponen en cuestión todo el entramado de la ideología y la praxis del sionismo,
subrayan su carácter eurocéntrico y ashkenazi, y sus desafiantes definiciones
de sí mismos como «judíos árabes» o «árabes judíos» atentan contra el dogma
sionista de la oposición antitética entre «judío» y «árabe». Personajes como
Shimón Ballas, Ella Shohat y Yehudá Shenhav provocan sarpullidos en los
sionistas, que apenas pueden concebir que un judío se considere a sí mismo
árabe. Téngase en cuenta que para el estado sionista y la ideología sionista
exterior, la oposición entre árabe y judío es un dogma incuestionable. Téngase
presente también que los judíos iraquíes eran los judíos más integrados en su
sociedad de origen de todos los judíos del mundo árabe emigrados a Israel.
155
Recuérdese la consigna del ulema Ben Bâdîs y que acabó siendo la
del movimiento de liberación argelino: «El islam es nuestra religión, el árabe
es nuestra lengua y Argelia nuestra patria». Esta consigna es una confusa
La madre de Gadafi era una judía de Bengasi que a los catorce años se
157
convirtió al islam para casarse con el padre de Gadafi. Los dos tíos maternos
de Gadafi emigraron a Israel. Según la ley judía, que sólo reconoce la ascen-
dencia materna, Gadafi es judío y podría acogerse a «la ley del retorno» para
obtener la ciudadanía israelí.
158
Xavier de Planhol, Minorías en el islam. Una geografía de pluralidad
(Barcelona: Bellaterra, 2002), p. 380.
159
En los países de emigración, los judíos sirios mantenían muy buenas
relaciones con sus compatriotas cristianos y musulmanes. Incluso después de
1948 siguieron teniendo excelentes relaciones con los demás sirios emigra-
dos.
160
También había judíos kurdos, que vivían en el norte, integrados en el
mundo tribal kurdo y que hablaban una lengua neoaramea.
161
El árabe coloquial de los judíos iraquíes era similar al de los cris-
tianos y diferente del de los musulmanes. Esto se debe a que el árabe
dialectal de los judíos y cristianos derivaba de las hablas urbanas de la
época ´abbâsí, mientras que los dialectos de los musulmanes eran de tipo
beduino; téngase en cuenta que Iraq estuvo sometido a un intenso proceso
de beduinización a raíz de las devastaciones mongolas en el siglo xiii;
desde entonces, los judíos y cristianos se retrajeron en sus comunidades
y mantuvieron el viejo dialecto, mientras que sus conciudadanos musul-
manes, más en contacto con sus correligionarios beduinos, adoptaron el
habla de estos.
162
En el siglo xx, los judíos iraquíes hicieron una destacada contribución
a la literatura árabe y el árabe estándar se convirtió en su principal lengua de
cultura. Algunos escritores emigrados a Israel siguieron escribiendo en árabe.
El más importante de los escritores judíos iraquíes en Israel, el novelista,
cuentista y dramaturgo Samîr Naqqâsh (1938-2004), escribió toda su obra en
árabe y siempre se negó a escribir en hebreo.
163
Al parecer estas bombas fueron obra de agentes de la Agencia Judía
sionista, para aterrorizar a los judíos iraquíes y provocar su éxodo a Israel,
como sucedió. Estos agentes sionistas trabajaban a cuenta del gobierno israelí
y en connivencia con los gobernantes iraquíes, que querían deshacerse de los
judíos y quedarse con sus propiedades.
164
En 1941 los judíos iraquíes habían sufrido un pogromo durante el golpe
de estado pronazi de Rashîd ´Alî. El recuerdo de esa matanza y de las atro-
cidades cometidas entonces contra ellos sin duda contribuyó al pánico y al
éxodo de la comunidad judía iraquí.
165
El traslado masivo de judíos iraquíes al estado de Israel fue denomina-
do por los israelíes «operación Esdras y Nehemías», en recuerdo del retorno a
Judea de los judíos deportados a Babilonia por Nabucodonosor.
166
Para los sionistas eurocéntricos, los judíos «orientales» eran necesaria-
mente sucios piojosos a los que había que desinsectar antes de permitirles la
entrada en su «baluarte de la civilización occidental». Aunque muchos de esos
judíos, como fue el caso de los iraquíes, pasaran de viviendas que a veces eran
palacios a la miseria de los «campos de tránsito».
judíos iraquíes, que eran los más cultos y más cualificados profesio-
nalmente, se defendieron mejor y trataron de establecerse donde más
les conviniera y no donde los querían enviar.
Los que se llevaron la peor parte fueron los marroquíes, que eran
mano de obra no cualificada y a los que se estableció en las peores vivien-
das, muchas veces vivienda estatal de mala calidad expropiada a los pa-
lestinos expulsados; además esa vivienda, aparte de mala, no era gratuita
y tenían que pagar alquileres e hipotecas. Incluso los marroquíes pobres,
que estaban acostumbrados a viviendas más amplias y con patios, encon-
traron claustrofóbicos los apartamentos diminutos de los suburbios.167 Las
condiciones de paro, subempleo y desintegración de la estructura familiar
tradicional, fomentaron entre los marroquíes la difusión de la pequeña
delincuencia y la prostitución, fenómenos casi desconocidos entre ellos
en su país de origen, pero que los ashkenazis malignamente identificaron
con «la perversa índole» de sus correligionarios marroquíes.
Incluso a los yemeníes, que eran muy trabajadores y eficaces, se les
intentó negar su capacidad profesional porque no eran sumisos.168
Hay que señalar que los sionistas ashkenazis se consideraban los
«salvadores» de los judíos «orientales», a los que habían hecho entrar
en «la civilización». La política del estado hacia ellos era de asimila-
ción y en más de una ocasión Ben Gurión expresó su miedo a que el
estado de Israel pudiera «orientalizarse», es decir, convertirse en un
país más de Oriente Medio, un país árabe más con una mayoría de
ciudadanos de religión judía. Para evitarlo, se sometió a los judíos
«orientales» a un proceso de asimilación forzosa con el fin de hacer
de ellos israelíes, buenos hebreos y buenos sionistas, que absorbieran
en todo lo posible la cultura dominante sionista-ashkenazi.169 El ideal
asimilatorio incluía idealmente el matrimonio mixto interjudío,170 pre-
167
No digamos ya lo que fue el cambio para los judíos iraquíes o egipcios,
que en sus países de origen habían sido de clase media acomodada e incluso
ricos y pasaron de buenas viviendas a la miseria del campo de tránsito y el
suburbio israelí.
168
Ilan Pappé, op. cit., p. 251.
169
Esto ha provocado no poco resentimiento en los demás judíos, que se
quejan amargamente de que Israel no es un estado judío sino «un estado pola-
co», en alusión al origen de su clase dominante y del propio Ben Gurión.
170
El mestizaje se concebía como interjudío. El mestizaje entre judíos y
no judíos (básicamente entre «judíos» y «árabes») se contemplaba tan poco
que el estado de Israel ni siquiera ha instaurado el matrimonio civil, lo que
de Israel fue uno de los motivos que llevó a la clase política israelí a
desencadenar la guerra de junio de 1967 contra los países árabes veci-
nos, con el fin de desviar en conflicto exterior colonial lo que para ella
era una situación inquietante de lucha de clases interjudía.176
En los suburbios de Jerusalén y Tel Aviv surgió entre los jóve-
nes marroquíes el movimiento de las Panteras Negras, imitando a los
negros radicales de los Estados Unidos. En las elecciones israelíes
de 1977 las Panteras negras marroquíes se coaligaron con el partido
comunista Rakah no sionista de mayoría palestina.
Sin embargo, la rebelión mizrahí contra la hegemonía de los judíos
ashkenazis terminó encauzada por el Likud, que nada tenía que ofrecer
a los judíos «orientales» pauperizados, pues era un partido neoliberal de
derechas, pero que se benefició del odio que los «orientales» sentían con-
tra el laborismo ashkenazi. Paradojas: una rebelión, mal orientada y falta
de visión, hizo que los judíos «orientales» pobres acabaran apoyando a
un partido ashkenazi neoliberal dirigido por ashkenazis que poco podía
ofrecerles, aparte de satisfacer su resentimiento contra los laboristas.
La idea de crear un partido «oriental» no tuvo éxito porque los
judíos árabes no eran homogéneos y las diferencias entre yemeníes,
iraquíes y marroquíes eran enormes. Lo que les unía era tabú (la perte-
nencia cultural al mundo árabe) y lo demás era sólo la discriminación
común que sufrían por parte de los ashkenazis.
Finalmente, lo más parecido a un partido mizrahí fue el Shas, que ha
llegado a ser mayoritario entre «los judíos orientales». El Shas es un par-
tido religioso ultraortodoxo liderado por el gran rabino ´Ovadya Yosef. El
surgimiento de ese partido formó parte de la rebelión mizrahí, en concreto
contra los judíos ultraortodoxos ashkenazis. El Shas ha ejercido desde
1988 la función de partido bisagra entre los laboristas y la derecha.
La actitud hacia los palestinos y el mundo árabe de estos judíos es
compleja y variada. Las experiencias en sus países de origen no eran
las mismas en unos casos y otros, unos tenían muy buenos recuerdos
y otros muy malos, e incluso los buenos y los malos recuerdos de
una misma persona podían alternarse de manera esquizofrénica. Unos
añoraban como el paraíso perdido su vida en su país de origen, otros
recordaban con ira sufrimientos y humillaciones. Algunos se identifi-
176
En la actualidad sucede lo mismo: la clase dominante israelí está muy
interesada en que el conflicto con los árabes distraiga a sus súbditos del ma-
lestar social que genera su política económica neoliberal.
177
Como es el caso de los escritores iraquíes Shimón Ballas, Sami Mijael
o Samîr Naqqâsh, o del escritor de origen marroquí Albert Swissa.
178
Una de las argumentaciones que hizo en el juicio Yigal Amir fue que
Rabin había negociado sin tener la mayoría judía legítima porque sus nego-
ciaciones habían sido apoyadas por el voto «árabe», que es lo que le había
dado la mayoría. Como puede verse, este judío yemení no aceptaba el derecho
de sus conciudadanos no judíos a participar en las decisiones políticas del
«estado judío».
179
Aicha Lemsine, Ordalía de voces. Las mujeres árabes hablan (Valla-
dolid: Universidad de Valladolid, 1998), pp. 468-470.
180
Uno de los marroquíes inadaptados antisistema que han simpatizado
con los palestinos ha sido Mordejai Vanunu, el físico nuclear que en los años
ochenta reveló noticias prohibidas sobre el arsenal nuclear israelí. Vanunu
fue secuestrado en Italia por el Mosad y trasladado a Israel, donde ha estado
encarcelado al margen de todo proceso legal.
181
Una conocida calle de Tel Aviv.
182
Vestimentas típicas.
yo soy Zayesh»?
No es esto, no es esto.
Y a pesar de todo, otra lengua me llena la boca
hasta que revientan las encías.
Y a pesar de todo, me invaden olores queridos, reprimidos,
y yo caigo, caigo, entre varios dialectos,
perdido, me pierdo en un Babel de idiomas.183
En otro poema de la misma colección, titulado Algunas palabras
sobre mis raíces, dice:
Madre, madre,
de la aldea de pastos verdes de otro verde.
Desde el nido de los pájaros que daban leche más dulce
que otra leche,
y desde la cuna de miles de jilgueros
como de las mil y una noches.
Madre, madre,
que alejaba los males
con dedos cordiales
y con golpes de pecho,
en nombre de todas las madres.
Mi padre, mi padre,
que se ocupaba de otros mundos
y bendecía los sábados con arak puro,
y era experto como nadie
en ritos y costumbres de la Sinagoga.
183
María Encarnación Varela, Antología de la literatura hebrea contem-
poránea, p. 319.
184
Ibid., pp. 319-320
185
Las hablas árabes de los judíos marroquíes presentaban diferencias frente
a las hablas árabes de los musulmanes, pero esas diferencias no eran mayores
que las que existían entre dialectos árabes de regiones distintas; el árabe colo-
quial de los judíos y musulmanes de Marruecos era mutuamente inteligible, cosa
que no sucede con dialectos árabes de países distintos. Dicho de otra manera: el
árabe coloquial hablado por los judíos marroquíes tenía más en común con el de
sus compatriotas musulmanes que con el de los judíos de otros países.
186
Se evitó el término ‘palestino’ porque era harto problemático para el
estado de Israel. Durante muchos años el término ‘palestino’ fue tabú para los
israelíes, que se referían a los palestinos y a los pobladores de los estados ve-
cinos como «árabes»; pero mientras que hablaban de esos otros árabes como
«egipcios», «jordanos», «sirios» o «libaneses», a los palestinos no se les podía
mencionar como tales, eran sólo «árabes». La razón es muy sencilla: hablar de
«palestinos» hubiera implicado reconocer que había una población que había
sido despojada de su tierra, expulsada y privada de sus derechos en aras de los
objetivos sionistas, mientras que referirse a ellos como «árabes» implicaba la
idea de que eran parte de un mundo árabe inmenso que debería hacerse cargo
de ellos y descargar de esa responsabilidad al «pequeño estado judío». Pero
esto no significaba simpatía sionista alguna por el panarabismo: sólo se insis-
tía en la arabidad cuando se trataba de infravalorar el daño y el expolio hecho
a los palestinos, por lo demás se quería a los árabes lo más divididos posible,
de ahí que con los otros árabes sí se hablara de egipcios, jordanos, sirios o
libaneses y de sus identidades locales amenazadas por el panarabismo.
187
Existen en Israel otras minorías étnicas no judías, como los circasianos
o los armenios, pero son insignificantes demográficamente.
188
El poeta judío norteamericano Allen Ginsberg en alguna ocasión se
definió como «un judío budista». Esa posibilidad no se contempla en el estado
de Israel porque rompe los esquemas de su nacional-judaísmo.
189
En Israel es muy problemática la condición de aquellos judíos que se
han convertido al cristianismo y pretenden que el estado los reconozca como
judíos en cuanto a nacionalidad y cristianos en cuanto a religión. El estado
no acepta otra cosa que no sea la identidad absoluta entre etnicidad y religión
para los judíos, la condición de judío cristiano no se acepta, aun cuando el
judío cristiano sea un furibundo patriotero sionista.
190
Las ironías son fáciles. En la película-reportaje Olvida Bagdad [For-
get Bagdad, Samir, 2003], el judío iraquí comunista Moshé Huri (o Mûsà
Hûrî) señalaba la paradoja de que en Iraq fuera árabe y al emigrar a Israel se
convirtiera en judío, aunque, eso sí, qawmiyyan («en cuanto a nacionalidad
étnica») porque dînî kân yahûdî kamân fî-l-´Irâq («mi religión ya era judía
también en Iraq»).
191
Edward W. Said, Palestina: paz sin territorios (Tafalla: Txalaparta,
1997), p. 84.
incluía una casilla de nacionalidad étnica, en la que cada ciudadano era libre
de poner lo que quisiera: serbio, croata, esloveno, montenegrino, macedonio,
albanés, turco o sencillamente dejarla en blanco. Muchos ponían en esa casi-
lla simplemente yugoslavo. Naturalmente, lo que se pusiera en esa casilla no
menoscababa la condición de ciudadano yugoslavo ni la igualdad ante la ley
entre los ciudadanos, a diferencia de lo que sucede en el estado de Israel.
193
En una misma familia unos eran clasificados como blancos, otros como
mestizos y otros como negros. A veces la cosa llegaba a lo kafkiano-grotesco,
como la inefable «prueba del peine» para clasificar si alguien era blanco o negro:
si había duda, se le ponía un peine en el pelo y si se caía se le clasificaba como
blanco y si no se caía se le clasificaba como negro. Evidentemente los racistas
de tipo nórdico que idearon este tipo de pruebas, no contemplaban la posibilidad
de blancos de pelo rizado. Aunque, al fin y al cabo, el objetivo con todos estos
absurdos inhumanos no era otro que mantener sus privilegios, excluyendo de
los derechos civiles y políticos (y sindicales) a la mayoría de la población para
explotarla en su beneficio y en el de las grandes compañías extranjeras.
194
Por lo que muchos israelíes que quieren efectuar matrimonios mixtos o
simplemente no quieren someterse a las autoridades religiosas suelen casarse
civilmente en Chipre.
195
No existe ni siquiera en el Líbano, donde un proyecto de instauración
de matrimonio civil no prosperó por la coalición de todas las facciones confe-
sionalistas y de todos los cleros, que se unieron contra la secularización.
196
Pongo «árabes» entre comillas porque los palestinos no judíos no eran
en principio los únicos árabes del estado de Israel; muchos judíos de los paí-
ses árabes eran tan árabes como ellos, o quizás incluso más, como en el caso
de los judíos yemeníes, pero en la jerga de las taxonomías sionista-israelíes
«árabe» significa no judío y un judío no puede ser «árabe» en ningún caso.
197
A los judíos israelíes nacidos en el estado de Israel se les conoce como
«sabras». El nombre de «sabra» significa en hebreo ‘higo chumbo’.
202
Lo que no fue óbice para que en la propaganda nazi destinada a los
países árabes se utilizara el antisemitismo vinculándolo al antisionismo árabe,
a fin de ganar simpatías para el III Reich. Los nazis simpatizaban con el sio-
nismo, a la vez que su propaganda de cara al mundo árabe se aprovechaba
del antisionismo.
203
Durante la guerra civil española se editó en España un periódico en
yiddish para los numerosos judíos de este idioma combatientes en las Briga-
das Internacionales. No hace falta decir que no se editó ningún periódico en
hebreo para los inexistentes sionistas combatientes.
204
Ralph Schoenman, op. cit., p. 63.
peligrosa para el proyecto sionista. Los nazis deseaban que los judíos
se fueran de Europa, los sionistas también. La discrepancia podía ser
en todo caso en torno al destino de los judíos europeos: Madagascar
era el lugar donde los nazis proponían enviar a los judíos, pero muchos
nazis tampoco veían con malos ojos la «repatriación» de los judíos
hacia Palestina. A todo esto, hay que decir que la mayoría de los judíos
europeos querían vivir en los países en los que vivían, o en todo caso
emigrar a países europeos occidentales o a América, en ningún caso a
Palestina. Por ello, la única forma que tenía el sionismo de conseguir
sus objetivos era un antisemitismo virulento y que se cerraran a los
judíos europeos todas las escapatorias salvo Palestina. En ello traba-
jaron.
Los sionistas no deseaban un genocidio masivo como el que lle-
varon a cabo los nazis durante la segunda guerra mundial, ya que
eso suponía el aniquilamiento del material demográfico para la co-
lonización, pero no lamentaban los padecimientos de los judíos ni
su discriminación si eso los incitaba a emigrar a «la tierra de Israel».
Si era preciso para sus objetivos colonialistas, estaban dispuestos
a sacrificar a una buena parte de sus correligionarios (Ben Gurión
incluso a la mitad) con tal de que el resto emigrasen a «la tierra de
Israel» y se adueñasen del país. Por supuesto, los inmigrantes debe-
rían ser gente joven y dinámica, no una rémora, y por ese motivo la
Organización Sionista Mundial rechazó a las dos terceras partes de
los judíos alemanes que solicitaron la emigración a Palestina y en su
lugar aceptó a 6.000 judíos jóvenes y sionistas de Estados Unidos y
Gran Bretaña que no estaban amenazados ni vivían en un estado ofi-
cialmente antisemita;205 simplemente sucedía que la OSM no quería
a quienes eran viejos inútiles, personas no cualificadas o no sionis-
tas. El objetivo del sionismo era «el estado judío», no los judíos. En
Hungría, Rudolph Kastner, del comité de rescate de la Agencia Judía,
pactó con el nazi Adolf Eichmann para salvar a seiscientos judíos
ricos y prosionistas a cambio de «no obstaculizar el exterminio» de
la mayoría de los judíos húngaros.
Poco se preocuparon los aliados por los judíos durante la segunda
guerra mundial. Las «democracias» burguesas occidentales acogie-
ron a un número ínfimo de judíos perseguidos. En 1943, cuando el
genocidio nazi estaba en su punto culminante, sólo 4.705 judíos fue-
ron autorizados a emigrar a Estados Unidos. La excepción fue la
205
Ibid., pp. 63-64.
URSS, que durante la guerra contra los nazis permitió a los judíos
retirarse a las zonas no ocupadas por los nazis y así dos millones de
judíos salvaron la vida. Las organizaciones judías pidieron reitera-
damente a los gobiernos aliados que las fuerzas aéreas americanas y
británicas bombardeasen las cámaras de gas y los raíles de tren que
llevaban a los campos de exterminio,206 pero los aliados se negaron
porque no veían ninguna utilidad militar de cara a ganar la guerra en
bombardear tales objetivos, mientras que consideraban muy práctico
bombardear masivamente las ciudades y los objetivos civiles alema-
nes (y después japoneses) para desmoralizar a la población del país
enemigo.
Los aliados no libraron la segunda guerra mundial para liberar a
la humanidad de los nazis, ni contra el fascismo. Buena parte de las
clases dominantes británicas y estadounidenses eran filonazis y veían
con muy buenos ojos el nazi-fascismo; su idea era utilizar a la Ale-
mania nazi para destruir la Unión Soviética. El propio Churchill no
desencadenó la guerra mundial porque fuera antifascista (no lo era)
ni porque le importara mucho la integridad territorial de Polonia, sino
porque era consciente de la amenaza que el imperialismo emergente de
la Alemania nazi suponía para su querido imperio británico, de manera
que para preservarlo estaba dispuesto a aliarse con quien hiciera falta,
incluso con la Unión Soviética. Stalin no hizo ascos a la alianza con
Hitler (el pacto germano-soviético) para garantizar la seguridad de la
URSS y evitar una peligrosa alianza antisoviética entre las «demo-
cracias» burguesas y los regímenes fascistas, y si la Unión Soviética
entró en guerra con la Alemania nazi fue porque, una vez comenzada
la contienda, Alemania invadió la URSS. Estados Unidos entró en la
guerra con la Alemania nazi indirectamente al entrar en guerra con
Japón, que formaba parte del Eje con la Alemania nazi y la Italia fas-
cista. En resumidas cuentas, lo que desencadenó la guerra mundial fue
el expansionismo desenfrenado de las potencias fascistas, que los esta-
dos anglosajones (Gran Bretaña y Estados Unidos) consideraron alta-
mente peligroso para sus propios intereses imperiales a corto o medio
plazo. Para Churchill se trataba de la sempiterna estrategia británica
de impedir que ninguna potencia continental se hiciera hegemónica
en Europa.
206
Zygelbojm, delegado del Bund en el gobierno polaco en el exilio, se
suicidó en Londres en 1943 como protesta contra la indiferencia de los aliados
ante el genocidio que estaban llevando a cabo los nazis contra los judíos.
207
El antisemitismo estaba muy difundido en Estados Unidos y en Francia.
Durante la guerra, los aliados temían mucho la propaganda antisemita alema-
na, que trataba de difundir la idea de que la guerra la libraban los aliados en
beneficio de los judíos. Esa fue una de las causas de que los aliados no ataca-
ran las cámaras de gas, pues no querían que sus pueblos creyesen que libraban
la guerra en beneficio de los judíos.
208
Los antifascistas europeos que consiguieron escapar a Estados Unidos
y trataron de enrolarse para combatir al fascismo, fueron rechazados por el
FBI, que los clasificó como «antifascistas prematuros». Los miembros de la
Brigada Lincoln que habían combatido al nazi-fascismo en España entraron
en las listas negras del FBI y tuvieron muchísimos problemas a su retorno a
Estados Unidos.
209
El supuesto antirracismo anglosajón resultaba irrisorio si tenemos en
cuenta la dominación que los ingleses ejercían sobre sus colonias (precisa-
mente el propósito del imperialismo hitleriano era hacer de Rusia la India de
Alemania) y el apartheid racial imperante en Estados Unidos, donde la dis-
criminación legal contra los negros no se empezó a eliminar legalmente hasta
veinte años después de acabada la segunda guerra mundial.
210
Los judíos no fueron los únicos perseguidos por los nazis, pues antes
de que Hitler pusiera en marcha (comenzada ya la segunda guerra mundial)
su infernal máquina de concentración y exterminio de judíos, los campos de
concentración nazis estaban llenos de presos políticos de izquierdas (comunis-
tas, anarquistas y socialistas). La ideología nazi no era menos anticomunista
que antisemita.
211
Antes incluso que antisemita, el nazismo fue una forma exacerbada de
219
Un genocidio supone un intento de exterminio de la totalidad de una po-
blación, pero no significa necesariamente que se trate de una magnitud mayor
de víctimas que la de una matanza que técnicamente no sea un genocidio pro-
piamente hablando. Si una población pequeña es exterminada en su totalidad
puede hablarse de genocidio aunque numéricamente las víctimas puedan ser
menos que las de una masacre que no sea un genocidio en el sentido estricto.
Tampoco hay que olvidar que el estado nazi no practicó el genocidio con los
judíos hasta comenzada la segunda guerra mundial, pero no por ello dejaba
de ser antes un régimen racista y asesino. Igualmente, hasta la fecha el estado
de Israel no ha llevado a cabo técnicamente un genocidio con los palestinos,
pero sí limpieza étnica, matanzas y atrocidades incontables.
220
El estado de Israel siempre ha justificado sus atrocidades en nombre de
«las represalias», entendidas estas no como «ojo por ojo y diente por diente»
al modo bíblico, sino de «ciento por uno». Una vez llevada a cabo la limpieza
étnica en 1948, se impidió el retorno de los expulsados mediante la más ex-
trema violencia, y las actividades guerrilleras de los expulsados fueron objeto
de las mencionadas represalias de «ciento por uno». Este tipo de represalias
182 José F. Durán Velasco
son similares a las que practicaron los nazis en los territorios ocupados, donde
también vengaban la muerte de cualquier soldado alemán mediante matanzas
de muchos civiles de los países invadidos que no estaban implicados en las
acciones guerrilleras. Los desmanes nazis contra los judíos, tales como «la
noche de los cristales rotos», fueron justificados por los nazis como represa-
lias contra los judíos por «actividades terroristas» de judíos contra el Tercer
Reich, en concreto el atentado llevado a cabo por el judío Herschel Grynspan
(de 17 años e hijo de un refugiado) contra Von Rath, consejero de la embajada
alemana en París. Un pretexto similar sirvió para justificar la invasión israelí
del Líbano en 1982: el atentado llevado a cabo por la facción palestina de Abû
Nidâl (enemiga tanto de Israel como del Fath). Las destrucciones materiales
y los desmanes llevados a cabo por los nazis contra los judíos en Alemania a
resultas del atentado contra Von Rath fueron muy grandes y costaron la vida
a decenas de judíos; la invasión israelí del Líbano provocó destrucciones y
daños mucho mayores y costó la vida a muchos miles de palestinos y liba-
neses. Tampoco hay que olvidar que la propaganda nazi justificaba todas las
medidas contra los judíos acusándolos de ser un peligro letal para Alemania
y el pueblo alemán. En términos estrictamente numéricos, las víctimas del
estado de Israel exceden con mucho a las víctimas judías de los nazis con
anterioridad a la segunda guerra mundial. Si Hitler no hubiera tomado la
decisión de llevar a cabo el genocidio contra los judíos una vez iniciada la
segunda guerra mundial, está claro que el estado sionista habría sido mucho
más sanguinario con los palestinos y otros árabes que el estado nazi con los
judíos. A la luz de los acontecimientos, cabe pensar que los políticos sionistas
tomarían medidas similares a las de Hitler contra los palestinos («una solu-
ción final» genocida del problema palestino) si tuvieran el poder que tenía
Hitler en la Alemania nazi, pues, incluso sin tenerlo, han hecho todo el daño
que ha estado en su mano en forma de limpieza étnica y matanzas. Recuér-
dese que hasta la segunda guerra mundial el proyecto nazi era de apartheid y
deportación, pero no de genocidio, las cámaras de gas y el genocidio en aquel
tiempo eran inimaginables. Todavía está por ver hasta qué punto llegarán los
sionistas si sus valedores estadounidenses se lo permiten: si bien el genocidio
con cámaras de gas parece poco probable, los sionistas no descartan nuevas
limpiezas étnicas, nuevas matanzas masivas y tal vez hasta el uso de armas
nucleares. Hitler concibió el genocidio como su venganza contra los judíos,
a los que culpaba de haber provocado la segunda guerra mundial, de una
manera similar a como los dirigentes sionistas han justificado y justifican sus
El Conflicto Árabe-Israelí 183
del «poder duro» del modo más extremo, lo que no significa que esas
«democracias» supuestamente ejemplares no hayan hecho uso (de
manera permanente) del «poder duro» en el exterior, en las relaciones
entre ellas y las periferias coloniales, neocoloniales y recoloniales.
En virtud del consenso eurocéntrico de los centros imperialistas,
el uso del «poder duro» en el exterior está mucho mejor visto que
su uso en el interior. Lo que sería fascismo intolerable y criminal
en el interior, en los centros, se considera perfectamente tolerable y
aceptable en el exterior, en las periferias coloniales. Si, pongamos
por caso, un gobierno europeo o euro-ultramarino (Estados Unidos,
Israel, etcétera) utilizara contra sus ciudadanos al ejército, la policía
o paramilitares (Blackwater y similares) de la misma manera que los
utiliza en el exterior (Palestina, Iraq o Afganistán), se vería como algo
inadmisible.
Muchos no occidentales opinan que lo que los occidentales ven como
criminal en el nazismo no fueron sus crímenes en sí, sino que se lle-
varan a cabo contra europeos, pues los occidentales no han expresado
indignación similar cuando crimenes semejantes los han llevado a cabo
occidentales contra no occidentales. Sin embargo, esta última acaso sea
una visión excesivamente culturalista, que sobrevalore la función del
eurocentrismo en el uso del «poder duro». Prueba de ello es que las clases
dominantes occidentales jamás se han arredrado a la hora de aplicar el
«poder duro» en sus formas más brutales contra las clases subordinadas
occidentales y sus enemigos políticos cuando eso ha sido necesario para
el mantenimiento de su orden.223 Si el «poder duro» se ha utilizado más
contra los no occidentales que contra los occidentales no ha sido tanto por
racismo eurocéntrico como porque, una vez asentado el poder de la clase
dominante mediante un sistema de centros-periferias, el dominio en los
centros privilegiados se ha obtenido más por el consenso y la ideología,
mientras que en las periferias sobreexplotadas el recurso al «poder duro»
ha sido una necesidad para el mantenimiento del sistema.
223
La clase dominante española y el ejército a su servicio no fueron más bru-
tales en sus guerras coloniales en Cuba o Marruecos que en la represión interna.
Franco no fue más sanguinario con los marroquíes que con los españoles. La sor-
presa y la indignación de sus aliados fascistas italianos al ver que sus homólogos
españoles utilizaban contra su propio pueblo (europeo) métodos que los fascistas
italianos consideraban aceptables contra los abisinios pero no contra los italianos,
se debe simplemente a que la amenaza revolucionaria proveniente de su pueblo
fue mucho menor para los fascistas italianos que para sus homólogos españoles.
El Conflicto Árabe-Israelí 185
El uso del «poder duro» en regímenes como los del bloque del
este224 o nacionalistas de la periferia se ha debido a la debilidad de esos
regímenes, amenazados no sólo desde el interior sino también desde
el exterior por centros capitalistas que aspiraban a la «reabsorción» de
esos países como periferias subordinadas.
Pero el uso del «poder blando» en los centros y el uso del «poder
duro» en las periferias (sea por parte de los propios centros, de go-
biernos «independientes» subordinados o de gobiernos nacionalistas o
«socialistas») presenta una enorme ventaja a los centros capitalistas-
imperialistas: la de mistificar la situación mediante una propaganda
que pretende hacer creer en su «superioridad» por evitar (interna-
mente) el uso de la brutalidad del «poder duro». ¡Qué buen argumento
es comparar «la libertad y la democracia» reinantes en ellos con las
dictaduras (ni libertades ni democracia) existentes en el resto del
mundo! Ignorando siempre que esas «democracias» han apoyado y
apoyan los regímenes más represivos de la periferia y que sólo toleran
las libertades y la «democracia» siempre que los pueblos en cuestión
no cuestionen los intereres de los centros. O que, en los mismos cen-
tros, el fascismo es la otra opción cuando los pueblos desbordan la
«democracia» político-formal con sus exigencias de democratización
política radical y socio-económica. Las dictaduras militares y los regí-
menes fascistoides no desaparecieron hasta los años ochenta en el sur
de la Europa capitalista: en Grecia, Portugal,225 España, Turquía,226 sin
contar «los años de plomo» en Italia. Todavía en 1980 hubo un golpe
de estado militar en Turquía.227
En los países occidentales de la periferia las cosas no han sido dis-
tintas a las de la periferia no occidental. En los países latinoamericanos
se han sucedido las dictaduras patrocinadas por Estados Unidos, las
224
Regímenes autodenominados «socialistas» pero en realidad de econo-
mía de estado, bajo la dirección de un mandarinato burocrático.
225
La dictadura salazarista fue uno de los miembros fundacionales de la
OTAN; la dictadura no cayó hasta que fue derribada por un golpe militar de-
mocrático considerado peligroso por los jerarcas de la OTAN, que jamás se
opusieron a la dictadura portuguesa.
226
Las sucesivas dictaduras militares turcas, con sus siniestras represiones,
no impidieron a Turquía ser miembro de la OTAN.
227
El golpe de estado turco de 1980 era el modelo de los golpistas españo-
les de comienzos de los años ochenta.
186 José F. Durán Velasco
228
Si el fascismo fue el uso del «poder duro» institucionalizado de manera
que pretendía ser permanente, la «pinocheticina» es el uso del «poder duro»
institucionalizado de manera provisional con la idea de volver al «poder blan-
do» en cuanto este sea posible, evitando los efectos nocivos para el sistema
del uso permanente del poder duro y permitiendo a la clase dominante dotarse
de una cara presentable en cuanto el poder duro ya ha cumplido su función de
destrucción de las fuerzas alternativas y ha intimidado a la sociedad para que
a nadie se le ocurra ir más allá de la «democracia» inocua para los intereses
de la clase dominante.
229
Varios alcaldes palestinos electos fueron víctimas de atentados terro-
ristas por parte de los colonos judíos. No hace falta decir que ninguno de esos
terroristas sufrió el trato que los ocupantes israelíes infligen habitualmente a
los resistentes palestinos a los que acusan de terrorismo. A lo largo de cuarenta
años de ocupación, innumerables viviendas palestinas han sido destruidas,
pero no se ha destruido un solo asentamiento judío cuyos moradores hayan
El Conflicto Árabe-Israelí 187
sido responsables de actos terroristas, aunque no han sido pocos los colonos
judíos convictos de atentados terroristas contra palestinos.
230
Los estudios de Mahdî ´Âmil sobre el tema son muy reveladores, sobre
todo su libro Fî-d-dawla at-tâ`ifiyya («Acerca del Estado taifista»), en el que
analiza cómo la estructura confesionalista institucionalizada del estado liba-
nés impide cualquier tipo de ciudadanía al margen de los rebaños sectarios
confesionales. Mahdî ´Âmil fue el pseudónimo de Hasan Hamdân, destacado
intelectual comunista libanés de origen chií, asesinado en 1987 por miembros
islamistas de su misma comunidad confesional de origen.
231
En 2007, una encuesta de la BBC/ABC/NHK que hizo a los iraquíes
la pregunta «¿Es aceptable hacer ataques contra los invasores?», obtuvo el
siguiente resultado: el 57% respondió que sí y el 43% que no. El 93% de los
árabes sunníes respondieron que sí, y no el 7%; los árabes chiíes respondie-
ron que sí el 50% y no el 50%; los kurdos respondieron que sí el 5% y no el
94%. Esta encuesta se refiere sólo a la lucha armada contra el invasor, pues la
proporción de los iraquíes que están por la retirada inmediata e incondicional
de los invasores con o sin lucha armada es mucho mayor. Pero la encuesta
mostraba que la mayoría de los iraquíes no sólo está contra la ocupación sino
que está a favor de combatirla por las armas. Sin embargo los invasores siguen
allí. ¿Esa es la democracia que hay en el Iraq ocupado? ¿Estas proporciones
están representadas en el parlamento iraquí? ¿O como en tantos otros países
el parlamento y el pueblo van cada uno por su lado?
188 José F. Durán Velasco
232
Que en absoluto son exclusivos de los países árabes y musulmanes. El
fundamentalismo judío es igualmente fuerte entre los judíos israelíes, favo-
recido por el hecho de que el sionismo sea un nacional-confesionalismo y su
concepción nacionalista sea etno-confesional, sin diferenciar religión judía de
nacionalidad étnica judía. El fundamentalismo religioso también es pujante
entre los hindúes de la India y los protestantes de Estados Unidos.
El Conflicto Árabe-Israelí 189
limpieza étnica que el apartheid dentro del mismo estado, aun cuando
la limpieza étnica sea quizás la forma más extrema del apartheid y de
la segregación, pues la población víctima es segregada hasta el punto
de que se la expulsa del territorio.
A partir de 1967, la existencia de Israel no ha sido muy diferente
de la de la Suráfrica del apartheid, desde el momento en que pasó a
dominar a una población que no gozó siquiera de la ciudadanía (sub-
ciudadanía) que Israel había otorgado a «los árabes israelíes» sino que
fue sometida a un régimen puramente colonial, cuyas condiciones son
bastante homologables a las de los judíos bajo las leyes racistas del
Tercer Reich (se entiende que hasta el inicio del Holocausto, mientras
los judíos estuvieron sometidos a un régimen de segregación racista y
no de genocidio, cuando eran súbditos del Reich y no ciudadanos, pero
aún no se los exterminaba, «sólo» se los discriminaba, humillaba, mal-
trataba o mataba). En la actualidad, los habitantes de esos territorios
están sometidos a un régimen de terror, con destrucciones y matanzas
masivas justificadas como «represalias».
Los no judíos en el estado de Israel no son ciudadanos en el pleno
sentido de la palabra, aun cuando tengan la ciudadanía israelí, pues en
tanto que estado sionista, el estado de Israel no es el estado de los is-
raelíes sino «el estado de los judíos»; ni siquiera de los judíos israelíes,
sino el estado de los judíos. En virtud del carácter sionista del estado, ni
los no judíos pueden aspirar a otra cosa que a ser sub-ciudadanos, ni los
israelíes, aun cuando sean judíos, gozan de plena soberanía. Las con-
diciones de sub-ciudadanía de «los árabes israelíes» algunos israelíes
judíos las han comparado con las leyes racistas de Nühremberg;233 esto
acaso sea exagerado en la teoría de la letra grande, pero no en la práctica
y la letra pequeña de las leyes, donde las discriminaciones contra los
no judíos hacen que no se pueda hablar más que de una sub-ciudadanía
israelí para «los árabes». Igual que en el Tercer Reich un judío por defi-
nición no podía ser un alemán de pleno derecho (mientras que sí lo era
un «alemán étnico» ario extranjero), en el estado sionista de Israel un no
judío no puede ser un israelí con plenitud de derechos, mientras que sí
puede serlo cualquier judío extranjero con sólo solicitarlo. La «ley del
retorno» supone que cualquier judío pueda obtener automáticamente la
ciudadanía israelí con sólo solicitarla, aunque sea alguien que acaba de
convertirse al judaísmo, mientras que no se permite el retorno de los
palestinos expulsados en 1948 ni de sus descendientes.
233
Yoram Kaniuk, op. cit., p. 105.
190 José F. Durán Velasco
234
Fue la cultísima Alemania la que produjo el nazismo, es decir, la forma
más repugnante de fascismo, con racismo incluido.
235
El Tercer Reich también institucionalizó entre los habitantes de Ale-
mania la división entre «ciudadanos» (los «arios») y los simplemente «súbdi-
tos» (los «no arios»). El estado de Israel ha institucionalizado categorías más
complejas, más similares a las del apartheid surafricano (ciudadanos blancos,
sub-ciudadanos mestizos y asiáticos, súbditos negros):
1)
Ciudadanos: judíos.
2)
Sub-ciudadanos: palestinos con ciudadanía israelí, sin los derechos de
los judíos.
3)
Súbditos: palestinos de los territorios ocupados en 1967, sometidos al es-
tado de Israel pero sin derecho alguno, ni siquiera como sub-ciudadanos.
El Conflicto Árabe-Israelí 191
236
El novelista israelí Amós Kenán, en una novela de política-ficción publi-
cada en 1984, titulada Camino a En-Jerod, presenta esta posibilidad y lo que
podría haber sucedido. En esa novela se describe la situación en Israel tras un
golpe militar de derechas; el protagonista es un judío israelí que quiere llegar al
único lugar de Israel que todavía no ha caído en manos de los golpistas, el ki-
butz de En-Jerod; en su fuga hacia allí, se le une un palestino que añora la aldea
192 José F. Durán Velasco
brea. Ha vivido casi toda su vida en el kibutz de Hulda. Entre sus novelas se
puede mencionar Mi Mijael, Hasta la muerte, Tocar el agua, tocar el viento,
La colina del mal consejo, La caja negra, Las mujeres de Yoel, La tercera
condición, No digas noche, Una pantera en el sótano... Excelente narrador y
gran novelista, es el mejor representante de la «izquierda» sionista y de sus
limitaciones políticas, ideológicas y éticas.
238
Yeshayahu Leibowitz (1903-1994), denostado por Amós Oz, definía a
Israel técnicamente como «estado judeo-nazi». Leibowitz era un judío orto-
doxo que abogaba por un estado israelí laico; su activismo por la objeción de
conciencia contra el servicio militar en los territorios ocupados en 1967 y el
Líbano le costó no recibir un premio del estado poco antes de morir.
194 José F. Durán Velasco
239
La «línea verde» en la terminología israelí es la que desde 1949 hasta
1967 separaba el estado de Israel de Cisjordania. Se llama así porque más o
menos separa las tierras fértiles y verdes, que quedaron en manos israelíes,
de las tierras menos verdes que no fueron ocupadas por el estado sionista en
1948 y fueron anexionadas al reino de Jordania.
El Conflicto Árabe-Israelí 195
pensar en ningún momento que les importe mucho otra cosa que no
sean los intereses de Israel, o más exactamente de sus ciudadanos
judíos. Más que «sionistas moderados», «los sionistas buenos» son
«sionistas con sentido de la moderación», que se preocupan seriamente
por las repercusiones perjudiciales que la política de los «halcones»
del sionismo puedan tener para los israelíes y para el estado de Israel:
1) Las bajas israelíes.
2) Las perturbaciones en Israel.
3) El aislamiento internacional, al perder apoyos en Europa occi-
dental e incluso en Estados Unidos.
Por tales motivos, «los sionistas buenos» estuvieron en contra de la
guerra del Líbano de 1982, pero a favor de la guerra contra el Líbano
del verano del año 2006, ya que en esta última guerra no tenían miedo
al aislamiento israelí, ni a perder apoyos extranjeros, pues, en defini-
tiva, la guerra del año 2006 era una guerra subcontratada por el estado
de Israel a cuenta de Estados Unidos.
Es la presión de la opinión pública internacional contra la política sio-
nista lo que hace moderarse a «los sionistas buenos», pero es significativo
que «el sionista bueno» nunca pida presión sobre Israel para negociar, no
digamos ya para ceder. La moderación es a regañadientes y lo que gusta
es la victoria espectacular, al modo de la guerra de 1967, tan celebrada
por Amós Oz en su novela Tocar el agua, tocar el viento. Lo que «el
sionista bueno» no quiere es un Vietnam israelí del tipo libanés, ni unas
matanzas de Sabra y Shatila que desacrediten a Israel ante el mundo. El
pacifismo de Shalom ´Ajshav no es tal, porque no está realmente contra
la guerra sino contra el daño que esa guerra pueda ocasionar a Israel o
a los israelíes judíos. Cuando el apoyo de la superpotencia mundial es
total, como en la guerra de 2006, Shalom ´Ajshav se convierte de facto
en Milhamá ´Ajshav (‘Guerra ahora’). Desde ese momento su apoyo a
la alianza bélica con Estados Unidos es total: por la dominación estado-
unidense en toda la región y por la hegemonía de Israel en ella. El daño
a los otros (árabes, iraníes o quien sea), si es por el doble objetivo (domi-
nación estadounidense y hegemonía israelí), se considera más que acep-
table. Lo que de ninguna manera quiere es perder el apoyo occidental ni,
sobre todo, el debilitamiento del apoyo incondicional estadounidense.
Shalom ´Ajshav nunca ha sido un movimiento antisionista, ni crítico
con el sionismo. Es el movimiento de un estamento privilegiado ashke-
nazi, sionista, que cuestionaba el mantenimiento de la ocupación de los
territorios ocupados en 1967 y la ocupación del Líbano no tanto por la
injusticia y el sufrimiento causados a los palestinos, los sirios golanitas,
196 José F. Durán Velasco
240
Así dijo en el discurso que pronunció cuando recibió en España el Pre-
mio Príncipe de Asturias del año 2007 y que tradujo al castellano la hebraísta
Raquel García Lozano.
241
Meir Kahana era estadounidense de origen y muchos colonos judíos de
Cisjordania son fanáticos ultrarreligiosos sionistas originarios de Brooklyn.
El Conflicto Árabe-Israelí 197
242
Edom es el sobrenombre de Esaú, el hijo de Isaac y hermano de Jacob
(también llamado Israel), patriarca epónimo de los edomitas o idumeos. Los
reyes judíos asmoneos forzaron a los idumeos a convertirse al judaísmo en el
siglo ii a.C.; en el siglo i a.C. los asmoneos fueron derrocados y sustituidos por la
dinastía herodiana, fundada por Herodes el Grande, que era idumeo, filoheleno
y vasallo de Roma. El odio que sus súbditos judíos profesaron a los dinastas
herodianos de origen edomita y a los romanos que los entronizaron hizo que
el nombre despectivo de Edom se convirtiera en sinónimo de Roma entre los
judíos. Según la leyenda rabínica, Roma había sido fundada por edomitas. Más
tarde, al convertirse el imperio romano en un imperio cristiano opresor de los
judíos, el nombre de Edom fue el término habitual entre los judíos para referirse
a la cristiandad y al cristianismo. Para comprender cabalmente las connotaciones
grandemente negativas del término Edom hace falta saber que, en la tradición
judía, Esaú o Edom no fue sólo el hermano bruto que vendió a Jacob la primo-
genitura por plato de lentejas, sino que la tradición talmúdica y rabínica denigró
a Esaú hasta convertirlo en uno de los mayores malvados: desde que era joven
frecuentó templos cananeos y realizó actos de violencia, antes de los veinte años
ya había cometido delitos de homicidio, violación, robo y sodomía. El nombre
de Edom se relacionó con la palabra hebrea para ‘rojo’ (adom), aludiendo al
carácter sanguinario de Esaú y sus descendientes: romanos y cristianos.
243
Ismael salió algo mejor librado en la tradición judaica que Edom, pero
tampoco mucho mejor: es el hijo de la esclava Agar, maltratador de su herma-
no Isaac, desheredado y arrojado al desierto con su madre, aunque un ángel
les auxilió y predijo a Agar que su hijo sería patriarca de un gran pueblo. En
la tradición judaica, Ismael fue el patriarca de los árabes del norte. Tras la
198 José F. Durán Velasco
aparición del islam, Ismael fue el término judío habitual para referirse al islam
y los musulmanes.
244
Yoram Kaniuk (n. 1930) es un novelista israelí, autor de novelas como
El buen árabe, Su hija y El último judío. Sus novelas indagan en la problemá-
tica de una sociedad israelí deshumanizada por el belicismo y la guerra.
245
Yoram Kaniuk, op. cit., pp. 161, 177 y 224-225.
246
Amós Oz, Una pantera en el sótano (Madrid: Siruela, 1988), pp. 117-
129.
El Conflicto Árabe-Israelí 199
247
Ibid., p. 97.
248
Ibid., p. 35.
249
Ibid., p. 35.
250
Ibid., p. 96.
251
Ibid., p. 101.
252
Ibid., p. 145.
200 José F. Durán Velasco
253
El Bund era mayoritario entre los judíos polacos, pero el 90% de estos
pereció en el genocidio llevado a cabo por los nazis.
El Conflicto Árabe-Israelí 203
254
Algunos de sus miembros posteriormente fueron ultraderechistas, como
Israel Scheib, otros terminaron en el Likud, como Isaac Shamir. Pero algunos
evolucionaron hacia posiciones favorables al binacionalismo árabe-israelí,
como Uri Avnery, o hacia la extrema izquierda. Natan Yalin-Mor, por ejem-
plo, abogó por un antiimperialismo pansemítico. Maxim Gilan presentó el
Lehi como una organización de izquierdas antiimperialista, pero obviaba la
participación del Lehi en la matanza de Dayr Yâsîn y que en la confusa ideo-
logía del Lehi, la tendencia antiimperialista convivía con tendencias fascistas.
Esta confusión y esta dualidad ideológicas explican en gran medida que sus
miembros terminaran en bandos políticos tan opuestos.
255
Militantes del Lehi y del Irgún de Menahem Begin llevaron a cabo
la matanza de Dayr Yâsîn, en la que murieron más de cien palestinos y que
tuvo un papel decisivo en la campaña de terror sionista para hacer huir a los
palestinos.
El Conflicto Árabe-Israelí 205
256
Nathan Weinstock, op. cit., 288.
257
Ibid., p. 300.
258
Ibid., pp. 299-300.
206 José F. Durán Velasco
259
Maki es la abreviatura de ha-Mifléget ha-Komunistit ha-Yisraelit, que
en hebreo significa Partido Comunista Israelí.
260
El Rakah tuvo entre los palestinos del estado de Israel un papel similar
al de la OLP para los palestinos de fuera de este estado. Con la ayuda del
partido muchos podían estudiar en universidades del bloque del este carreras
inaccesibles de facto a los palestinos en Israel, como derecho o medicina. El
Rakah también movilizó a los palestinos de Israel contra las expropiaciones
de tierras en beneficio de los colonos judíos.
261
Jamsîn en árabe significa ‘cincuenta’, pero también es el nombre de un
viento muy cálido procedente del desierto.
El Conflicto Árabe-Israelí 207
262
Nathan Weinstock, op. cit., p. 413.
263
Los generales pro-OAS como Salan nunca hubieran intentado el golpe
de estado si De Gaulle en lugar de acceder a la independencia de Argelia hu-
biera decidido invadir Túnez.
264
La guerra de 1967 se hizo también por el afán de Israel de canalizar
hacia su territorio unos recursos acuíferos que eran de los dos estados, el
israelí y el sirio.
208 José F. Durán Velasco
265
Referencia a las tiendas de campaña de los «campos de tránsito», de
infausto recuerdo, por los que pasaron los judíos «orientales» inmigrados.
266
Ilan Pappé, op. cit., p. 310.
El Conflicto Árabe-Israelí 209
267
Ibid., p. 400.
210 José F. Durán Velasco
con otros elementos aún más desheredados (los palestinos, sean ciu-
dadanos israelíes o de los territorios ocupados en 1967), desviar hacia
fuera todas las tensiones...
Hay tres razones por las que la clase dominante israelí no tiene
deseos de hacer la paz con los palestinos y sus vecinos:
1) El día que Israel hiciera la paz con los árabes, se habría de enfrentar
a los problemas internos interjudíos, tanto de clase como étnicos, lo
que significaría solucionarlos de manera razonable o exponerse a
una implosión interna. Por eso a la clase dominante sionista nunca
le ha interesado realmente la paz con los árabes,268 porque el con-
flicto contra los árabes es la base de su poder y lo que garantiza que
sus súbditos estén quietecitos y obedientes, por aquello de que si
no lo están llegarán los ejércitos árabes y acabarán con los judíos, o
los «peligrosos terroristas palestinos» asesinarán israelíes a granel.
El miedo y el odio a «los árabes» facilita la «cohesión social» y la
aceptación de las desigualdades entre los propios judíos.269
2) El estado de Israel es una entidad artificial, sostenida desde fuera
por Estados Unidos, no sólo política y militarmente sino tam-
bién económicamente. Si no fuera así, debería integrarse en el
Oriente Medio como un país normal, debería renunciar a su alto
nivel de vida (que está por encima de sus posibilidades como
país) y su clase dominante perdería mucho dinero y poder. Así
que la clase dominante israelí prefiere mantener su condición de
macrobase militar al servicio de Estados Unidos y el conflicto
interminable con los árabes y hasta con Irán. En realidad todo
268
Lo que no excluye buscar armisticios duraderos con regímenes árabes
represivos y reaccionarios como el Egipto de Sadat, los monarcas jordanos, la
derecha maronita libanesa o incluso cualquier dirigente palestino aspirante a
carcelero de su propio pueblo. Tampoco se excluyen las retiradas territoriales
de cierta magnitud si eso permite asegurar otras conquistas más importantes,
tal como ocurrió con la devolución del Sinaí a Egipto por parte de Menahem
Begin, pues esa concesión era necesaria al estado sionista para asegurar la
ocupación sobre los demás territorios ocupados en 1967. En 1981, dos años
después de Camp David, Israel se anexionó oficialmente el Golán sirio, y en
1982 emprendió la invasión del Líbano.
269
Aquí se cumple una vez más el adagio de que un pueblo no se puede
liberar en tanto que domine a otro. El enemigo de un pueblo nunca es otro
pueblo, sino otra clase.
212 José F. Durán Velasco
Los grandes beneficiarios de todo esto son los colonos y la clase alta
israelí. Dentro de esta última se pueden diferenciar tres elementos:
270
No les falta razón a los mizrahíes del movimiento Ohalim, pues los gas-
tos en asentamientos son enormes y los colonos son unos privilegiados, que
disfrutan de un bienestar del que carecen los habitantes de los barrios humil-
des israelíes. Y cuando se ha desmantelado alguno de estos asentamientos, los
colonos han recibido indemnizaciones millonarias a costa del erario público,
mientras que los gastos sociales israelíes son comparativamente irrisorios.
271
Los militares neoliberales lo que buscan es hacer dinero y aun en activo
en el ejército preparan sus negocios para después o para ya mismo, en el trá-
fico de armas o la venta de sistemas de seguridad a dictaduras o dictocracias
bananeras o narcotraficantes.
El Conflicto Árabe-Israelí 213
272
Gilbert Achcar y Michel Warschawski, La guerra de los 33 días. Israel
contra Hezbolá en el Líbano y sus consecuencias (Barcelona: Icaria, 2007),
p. 94.
273
Ibid., pp. 87-88.
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Capítulo
4
Los árabes y el nacionalismo
árabe
1
Maxime Rodinson, Los árabes (Madrid: Siglo xxi, 1991), p. 18.
2
Esta palabra (musta´rab o musta´rib) será la misma que en la península
Ibérica se aplicará a los cristianos arabizados y que pasó al castellano como
‘mozárabe’. También más tarde se aplicó a los judíos de lengua árabe en con-
traposición a los judíos de lengua española (sefardíes).
3
Los árabes utilizaban el nombre de paternidad (Abû, ‘padre’, o Umm,
‘madre’, seguido del nombre del hijo mayor) conocido como kunya, tanto o más
que el nombre propio, costumbre común todavía hoy en algunos países árabes
esa época los árabes cristianos no pagaban tributos como la ÿizya, que
en cambio se obligaba a pagar a los no árabes islamizados. El imperio
omeya, aunque musulmán, fue más un imperio árabe que islámico,
lo que despertó grandes resentimientos entre los conquistados, espe-
cialmente los persas, que recordaban sus viejas glorias imperiales y el
esplendor de su civilización preislámica. Pero a partir de la revolución
que derrocó a los omeyas e instauró a los ´abbâsíes, los árabes per-
dieron la posición de privilegio dentro de un estado cuya ideología
justificadora era el islam sunní, no la arabidad.
A partir de entonces habría dos tipos de árabes:
1) Los beduinos,4 que eran considerados los árabes por excelencia.
2) Árabes por genealogía,5 aunque ni vivieran en Arabia ni fueran
beduinos.
(por ejemplo entre los palestinos); en la época omeya, este hábito onomástico se
convirtió en distintivo de superioridad sobre los conquistados no árabes, de ahí
que el término árabe kunya haya pasado al castellano como la palabra ‘alcurnia’.
Una vez los árabes perdieron la posición privilegiada, la kunya se mantuvo entre
algunas poblaciones de lengua árabe pero sin ningún sentido de «alcurnia» ni
privilegio. Téngase en cuenta que en al-Ándalus la preeminencia árabe duró
más que en Oriente Medio porque una rama exiliada de los omeyas consiguió
instaurar un emirato omeya en al-Ándalus y más tarde incluso restauró durante
un siglo un califato omeya. Todavía en el siglo xi, en al-Ándalus las familias de
origen árabe miraban con aire de superioridad a los demás. Sin embargo, no hay
que entender ese orgullo como sentido de «pureza racial», pues las genealogías
árabes eran puramente agnáticas (es decir, puramente patrilineales) y las madres
podían ser de orígenes variadísimos. Todos los emires y califas omeyas de al-
Ándalus fueron hijos de madres esclavas de origen no árabe, lo que no impedía
que los omeyas andalusíes se consideraran puramente árabes, ya que en las
genealogías patrilineales el origen de las madres era irrelevante.
4
No todos los beduinos eran musulmanes. En lo que hoy es el territorio
de los estados de Jordania y Siria han existido hasta la actualidad tribus be-
duinas cristianas.
5
No todos los que se atribuían un origen genealógico árabe eran musul-
manes, ni en la edad media ni en la actualidad, pues no faltaban los cristianos
que se atribuían un origen árabe preislámico, sobre todo entroncado con los
gassâníes, reyes árabes de Siria antes del islam. La familia Ma`lûf (a la que
pertenece el famoso escritor libanés en lengua francesa Amin Maalouf) se
atribuye un origen gassânî. En al-Ándalus también pretendían descender de
los gassâníes los cristianos de lengua árabe dueños de dos fortalezas cerca de
Viseo (en el actual Portugal) en el siglo xi.
6
Aunque los árabes perdieran la posición privilegiada con el derrocamiento
de los omeyas el año 750, no perdieron tan pronto el prestigio social. Por ello,
muchos no árabes se inventaron genealogías árabes para atribuirse un origen
prestigioso. Es divertida la anécdota del poeta Abû Tammâm (siglo ix), que
sólo consiguió cubrirse de ridículo cuando se inventó una linajuda prosapia
árabe, cuando todos sabían que su padre había sido un tabernero cristiano no
árabe de Damasco.
7
El beduino en la cultura árabe ha tenido una posición ambivalente; por
un lado, literariamente era el modelo de virtudes heroicas idealizadas (genero-
sidad, hospitalidad, nobleza...) y su posición de libertad frente al poder estatal
era admirada y envidiada por quienes estaban sometidos a poderes sultánicos,
pero por otra parte, en la vida real, era despreciado por los sedentarios como
«salvaje» al margen de la «civilización».
8
El famoso sultán Saladino, fundador de la dinastía ayyûbí (1171-1250),
era kurdo. También parece haber sido kurdo Shafî ad-Dîn, en quien tuvo su
origen la dinastía safaví que gobernó Irán en la edad moderna.
ciente Fértil era sobre todo un término despectivo para referirse a los
beduinos y no solían aplicárselo a sí mismos.
La población de lengua turca era turca para los no hablantes de
turco; igualmente, los que no hablaban árabe llamaban «árabes» a los
que hablaban árabe. Para los hablantes de árabe, los hablantes de turco
eran «turcos», mientras que para los hablantes de turco, los hablantes
de árabe eran «árabes».
Pero muchas veces, «turcos» en boca de los cristianos balcánicos
y europeos era un término más confesional que etno-lingüístico, refe-
rido a los musulmanes en general. «Hacerse turco» era sinónimo de
«hacerse musulmán».
En Hispanoamérica se llamó «turcos» a los emigrantes sirios9 (la ma-
yoría de ellos cristianos) llegados a finales del siglo xix y comienzos del
siglo xx, cuando Siria era aún parte del imperio otomano («turco»).
Es la desintegración del imperio otomano lo que produjo simultánea-
mente la emergencia del nacionalismo turco y del árabe. Al desintegrarse
el espacio político tradicional, las poblaciones de lengua turca y árabe de
lo que había sido este imperio buscaron en el nacionalismo la ideología
y el proyecto político que sustituyera a los arruinados otomanismo10 y
panislamismo,11 a fin de hacer frente a la dominación imperialista.
9
Hasta la taifización posterior a la primera guerra mundial llevada a cabo
por los colonialistas británicos y franceses, Siria era un término geográfico
que abarcaba los territorios que hoy políticamente se encuentran divididos
entre Líbano, Siria, Israel, Cisjordania, Franja de Gaza, Jordania y algunas
regiones de Turquía limítrofes con el estado sirio.
10
El otomanismo buscaba crear un «patriotismo otomano» supraétnico y
supraconfesional entre los ciudadanos del imperio otomano; en consecuencia,
el otomanismo se derrumbó con el imperio otomano tras la derrota de este en
la primera guerra mundial.
11
El panislamismo pretendía unir a los musulmanes y veía en el sultán oto-
mano al califa del islam. Esta ideología califal otomana era de cuño reciente,
basada en el relato apócrifo según el cual, en 1517, el último califa ´abbâsí del
Cairo habría transferido sus derechos califales al sultán otomano vencedor de
los sultanes mamelucos. Esta ideología se difundió mucho en el siglo xix. El
panislamismo recibió en 1924 un golpe mortal con la abolición del califato
por Atatürk y la instauración de una república laica en Turquía. Esta abolición
del neocalifato otomano en 1924 causó muchísima más consternación en el
mundo musulmán (sunní) que la abolición del casi milenario califato ´abbâsí
por los otomanos cuatro siglos antes.
12
La iglesia copta se configuró como iglesia independiente expresando el
rechazo del pueblo egipcio a la dominación greco-romana de Roma y Cons-
tantinopla. El idioma litúrgico de esta iglesia es el copto, fase final del idioma
egipcio. Aunque en la edad media los coptos se arabizaron y abandonaron el
copto, esta lengua se mantuvo como lengua litúrgica de la iglesia copta; en la
actualidad, los cristianos coptos tienen oraciones en copto y árabe.
En Siria, al lado de la iglesia melkita (cuyo idioma litúrgico era el griego)
surgieron dos iglesias siriacas: la maronita y la jacobita, cuya lengua litúrgica
era el siriaco. Fueron la expresión del particularismo arameo frente a las élites
urbanas de lengua griega de la época bizantina; sin embargo, en Siria, donde
el helenismo había sido más fuerte que en Egipto y donde la explotación del
estado romano no fue tan grande, el melkismo tuvo muchos más adeptos y no
desapareció tras la conquista árabe-islámica como en Egipto.
En Mesopotamia, la iglesia nestoriana era una iglesia de lengua siriaca y
su divergencia sectaria con la melkita garantizaba al imperio persa sasánida la
fidelidad de sus súbditos cristianos y que no tuvieran la tentación de conver-
tirse en la quinta columna del poder imperial cristiano romano.
15
El término ‘ortodoxo’ es el nombre oficial actual de la iglesia e indica
su idea de profesar la doctrina cristiana correcta, pero los «sirios ortodoxos»
no tienen nada que ver con lo que en Occidente conocemos como «iglesia
ortodoxa».
16
El nombre oficial de la iglesia monofisita egipcia es «iglesia ortodoxa
copta» (en árabe al-kanîsa al-urtûdûksiyya al-qibtiyya), pero es un nombre
convencional que indica la pretensión de estar en posesión de la doctrina cris-
tiana genuina, no pertenencia a «la iglesia ortodoxa» griega o rusa.
17
El último soberano gassâní, Ÿabala ibn al-Ayham, se refugió en Ana-
tolia con muchos árabes cristianos cuando se produjo la conquista de Siria
por los musulmanes. Pero fueron muchos más los árabes cristianos que per-
manecieron y los árabes cristianos que combatieron del lado de los árabes
musulmanes contra bizantinos y persas.
18
El siriaco es una variedad del arameo. Con la cristianización, ‘arameo’
se convirtió en sinónimo de ‘pagano’ y los cristianos sustituyeron el nombre
de arameo por el de sirio o siriaco. El siriaco es el arameo literario de los
cristianos arameos, basado en el habla de la ciudad de Edesa (actualmente
en Turquía).
kitas ortodoxos y cristianos melkitas católicos. Las otras dos localidades son
dos aldeas mucho menores en las proximidades de Ma´lûla, cuyos habitantes
son musulmanes.
20
En esta zona también hablaban arameo los llamados «judíos del Kur-
distán».
21
En 1948 una parte de ellos se fue de Nablus y se estableció en Holón,
dentro del estado de Israel; los samaritanos de Holón en la actualidad hablan
hebreo.
22
El presidente del Partido Comunista Sirio, Jâlid Bagdâsh, es kurdo.
23
En Iraq, en virtud de la ley de ciudadanía de 1924, sólo se reconocía
como ciudadanos iraquíes a aquellos habitantes de Iraq que antes habían sido
ciudadanos otomanos; esto suponía excluir a muchas tribus, familias y aldeas
que para eludir el servicio militar se habían registrado como súbditos iraníes.
Aunque muchas de estas personas eran puramente árabes o de origen iraní
pero arabizadas, fueron excluidas de la ciudadanía iraquí y consideradas como
residentes «iraníes». Conviene saber que la mayoría de estas personas eran de
religión musulmana chií. La ley se aplicó con especial inhumanidad durante
los gobiernos de ´Ârif (anticomunista y enemigo del chiismo) y Saddâm Hu-
sayn, quien llegó a expulsar a Irán a un cuarto de millón de iraquíes «iraníes»
durante la guerra irano-iraquí (1980-1988); estos iraquíes se sintieron como
extraños en Irán y, a pesar de la presencia de los servicios secretos iraníes que
los vigilaban, muchos de ellos se manifestaban a favor de Saddâm, con la es-
peranza de que este les permitiera repatriarse. El caso de los iraquíes «iraníes»
es uno de los más expresivos de cómo la estatolatría, con sus flamantes nuevas
fronteras y su sagrada «identidad nacional», puede vulnerar los derechos de
las personas, cómo el estado-nación se coloca por encima de los habitantes
del país y el poder decide incluso qué habitantes del país serán ciudadanos
y quiénes no tendrán siquiera derecho a ser ciudadanos del país donde han
nacido o del que son originarios.
Más numerosos aún que los turcos urbanos son en Iraq los turco-
manos, que viven en el norte del país. Pero desde la invasión de Iraq
en 2003 por los Estados Unidos, los turcomanos (igual que los árabes
y otras minorías del Kurdistán iraquí) están sometidos a los intentos de
limpieza étnica por parte de los nacionalistas kurdos colaboracionistas,
que gozan de la tolerancia de los invasores.
Entre las minorías no árabes y no musulmanas la más numerosa
es la de los habitantes no árabes y no musulmanes del sur de Sudán.24
Entre las minorías menores destaca la armenia, pero también han exis-
tido y existen otras minorías, como los judíos sefardíes, los judíos
bereberes, los judíos kurdos,25 los yazidíes,26 los mandeos…27
Los armenios ya estaban presentes en la Gran Siria en la edad
media,28 pero el establecimiento de minorías armenias considerables
en los actuales estados de Siria y el Líbano fue a raíz de la primera gue-
rra mundial, cuando los armenios fueron deportados por las autorida-
des otomanas para evitar que se convirtieran en la quinta columna del
avance ruso. En el curso de estas deportaciones se produjeron terribles
matanzas de armenios,29 y los supervivientes se establecieron en los
24
El tercio meridional de Sudán está habitado por poblaciones que no son
ni árabes ni musulmanas, de lenguas nilóticas y religión animista o cristiana.
25
Kurdos por el país, el medio tribal y posiblemente en gran parte por el
origen, pero de lengua aramea, no kurda.
26
Kurdos seguidores de una religión sincrética en la que el islam sólo ha
hecho una aportación más en una mezcolanza única en la que predominan
los elementos de otro origen. Aunque por su lengua y otras características se
les puede considerar como kurdos, su peculiaridad religiosa es tan fuerte que
constituyen un grupo a la vez dentro y fuera del conjunto kurdo.
27
El mandeísmo es una religión aparte, fruto de un sincretismo de ele-
mentos gnósticos, mesopotámicos, iranios, judíos y cristianos. Se ha llamado
a los mandeos «adoradores de la estrella Polar» por la importancia que ese
astro tiene en su culto, también se les ha llamado «cristianos de San Juan
Bautista», nombre del todo inadecuado, pues si bien el mandeísmo otorga una
gran importancia a San Juan Bautista y le atribuye un alto rango, considera a
Jesucristo como un impostor deformador de las doctrinas de Juan. Los man-
deos hablan un dialecto arameo propio.
28
La ciudad vieja de Jerusalén se divide en cuatro barrios: el barrio mu-
sulmán, el barrio cristiano, el barrio judío y el barrio armenio. Nótese que, a
pesar de que los armenios eran cristianos, tenían un barrio propio, aparte del
de sus correligionarios autóctonos.
29
Es una cuestión muy controvertida si puede hablarse de «genocidio» o no,
pues no está claro que las autoridades otomanas tuvieran realmente intenciones
genocidas. Sin embargo, la magnitud de la deportación, en invierno, a través
de montañas llenas de nieve, sin el avituallamiento necesario, provocaron un
inmenso número de muertes por hambre y frío. Añádase a eso las matanzas
llevadas a cabo por musulmanes que los odiaban por una mezcla de fanatismo
religioso y ver en ellos colaboracionistas con el enemigo ruso. Los soldados oto-
manos estaban en el frente y las labores de policía en las deportaciones fueron
realizadas frecuentemente por delincuentes y criminales sacados de las cárceles,
con el comportamiento que se puede imaginar. En cualquier caso, la mayoría de
los musulmanes que llevaron a cabo las matanzas no fueron turcos sino kurdos,
pues la mayoría de las rutas de deportación fueron a través del Kurdistán y entre
armenios y kurdos existía una rivalidad tradicional entre agricultores y pastores.
Ni siquiera los historiadores nacionalistas turcos medianamente serios niegan la
terrible magnitud del número de las víctimas armenias (que pudo sobrepasar el
millón), pero replican que el número de musulmanes (turcos o kurdos) muertos
durante la primera guerra mundial en Anatolia oriental fue igual o superior al
de armenios muertos. A eso habría que añadir que durante la primera guerra
mundial decenas de miles de árabes de la Gran Siria fallecieron de hambre sin
que fueran deportados, lo que puede dar idea de las terribles condiciones de esos
años y de que no fueron los armenios los únicos que sufrieron lo indecible. Otra
cuestión es a quién correspondería la responsabilidad del genocidio: el imperio
otomano no era un «imperio turco», por lo que endosar la herencia de la culpabi-
lidad del genocidio a la actual república de Turquía es cuando menos discutible,
máxime teniendo en cuenta que la mayor parte de los armenios asesinados lo
fueron a manos de kurdos. El nacionalismo armenio ha cargado todas las culpas
a «los turcos» y ha evitado mencionar las responsabilidades kurdas, por una
mezcla de ignorancia histórica y oportunismo táctico-estratégico. Sin embargo,
a día de hoy, gran parte de los territorios que los nacionalistas armenios reivindi-
can y que se encuentran en la actual república de Turquía no están habitados por
turcos étnicos sino por kurdos, de manera que, en el caso (harto improbable) de
que el estado turco renunciara a ellos, los nacionalistas armenios se las habrían
de ver con sus actuales moradores kurdos.
Entre los chiíes o de origen chií, habría que distinguir varias sec-
tas:
1) Los zaydíes.30 Constituyen algo más de la mitad de la población
del norte del Yemen; también hay zaydíes en zonas de Arabia
Saudí limítrofes con el norte del Yemen.
2) Los duodecimanos o imamíes.31 Son mayoritarios en Bahrein
(el 60% de la población); en Iraq son algo más del 50% de la po-
blación; en el Líbano son a día de hoy «la minoría mayoritaria»
y su número es similar al de todas las sectas cristianas juntas;32
la cuarta parte de los kuwaytíes son chiíes duodecimanos; en
Arabia Saudí son la décima parte de la población y se encuen-
tran en su mayoría en la estratégica región del Golfo, donde se
halla el petróleo saudí.33
3) Los ismailíes.34 Hay pequeñas minorías ismailíes en Siria,
Es la rama del chiismo más próxima al sunnismo, del que sólo se di-
30
político-religiosas aún más radicales de las que poco se conoce (sus escritos
eran secretos o fueron destruidos), pero de las que se sabe que poseían progra-
mas radicales de revolución social, como fue el caso de los cármatas.
35
Famosos por los magnicidios que cometieron contra sus enemigos sun-
níes; de ellos proviene la palabra ‘asesino’.
36
El ´alawismo es una rama peculiarmente sincrética del chiismo, que
incluye elementos cristianos, entre otros; el nombre de nusayríes con el que
también se les conoce puede entenderse como ‘cristianitos’, aunque deriva
del nombre de Ibn Nusayr de Basora, a quien se tiene por primer teólogo y
fundador del ´alawismo.
37
La religión drusa, aunque tiene su origen en el chiismo ismailí, más que
una secta chií constituye una religión sincrética aparte, no sólo del chiismo
sino del mismo islam.
38
El término ‘judíos árabes’ o ‘árabes judíos’ es objeto de controversia
hoy a causa de los enfrentamientos nacionalistas entre el nacionalismo árabe
y el sionismo. Los judíos sionistas lo rechazan de plano, por considerarlo un
intento de asimilar a estos judíos como una minoría religiosa árabe más y estar
en contra del proyecto sionista, que pretende que los judíos son una nacionali-
dad étnica distinta de la árabe. En cambio, muchos judíos no sionistas, nativos
u originarios de los países árabes y de lengua árabe, se sienten orgullosos
de definirse como «árabes judíos» o «judíos árabes», porque consideran que
los judíos son sólo una confesión religiosa similar a otras del mundo árabe
o un grupo etnoide confesional dentro de un marco árabe global. Los árabes
no judíos unas veces hablan de «judíos árabes» o «árabes judíos» con inten-
ciones integradoras de buena fe, y otras simplemente como medio de negar
las pretensiones sionistas pero sin que haya buena voluntad hacia los judíos
árabes; otros muchos árabes no judíos consideran a los judíos como una etnia
aparte y hablan abiertamente de «judíos y árabes» como de dos categorías
equivalentes diferentes e incompatibles. Aunque resulta obvio que términos
como ‘judíos árabes’ o ‘árabes judíos’ serían los más correctos para los judíos
nativos u originarios del mundo árabe que hablan árabe, la cuestión está muy
distorsionada por manipulaciones políticas nacionalistas, sobre todo por parte
del sionismo.
39
Sin embargo, los antepasados de los judíos sefardíes habían sido judíos
arabizados en la edad media. En al-Ándalus los judíos estaban arabizados y
hablaban las dos lenguas del país: árabe y romance. Precisamente las jarchas,
primer testimonio literario de lengua ibero-romance, son cancioncillas en len-
gua romance al final de poemas en árabe o hebreo escritos por musulmanes
o judíos. Los judíos andalusíes habían participado plenamente de la civili-
zación árabe y utilizaban más el árabe que el hebreo, aunque en este idioma
Los cristianos han sido mayoritarios en algunas zonas del Alto Egip-
45
50
La demagogia antijudía hacía de todo judío un sionista o prosionista, las
leyes antisionistas impedían a los judíos emigrar a Israel con sus propiedades
(pues lo contrario se suponía que enriquecería a ese estado enemigo), pero la
existencia misma de leyes que les permitian emigrar a cambio de perder la
nacionalidad originaria y sus propiedades beneficiaban al sionismo. Había
una clara confluencia de intereses entre los sionistas y los gobernantes árabes
que dictaban esas leyes. La judeofobia y el sionismo constituyeron un buen
negocio para quienes se apropiaron de los bienes de los judíos emigrados.
51
Hasta extremos que serían grotescos si no fueran trágicos. En mayo
de 1967, una revista militar siria publicó un artículo que describía al islam
como «momia en el museo de la historia» y llamaba a la creación del «nuevo
hombre árabe socialista». El escándalo fue enorme y hubo grandes disturbios
en Siria; el autor y el editor del «artículo ateo» fueron condenados a cadena
perpetua y el gobierno, para salir del paso, declaró que todo había sido obra
de «una conspiración sionista».
52
Sin embargo, por razones de hipocresía política obvias, no es Arabia
Saudí el país árabe demonizado sistemáticamente como antisemita. Esa ca-
racterización propagandística se ha reservado a países árabes donde pese a
todo existen minorías judías, bien es verdad que harto exiguas. Últimamente,
el país demonizado como antisemita es Irán, país donde habita la mayor co-
munidad judía de Oriente Medio después de Israel y donde los judíos gozan
de derechos civiles y políticos y tienen representantes en el parlamento. No
haría falta repetir cuánta mala fe hay en la confusión propagandística (sionista
y antisemita) entre judío y sionista o entre antisemita y antisionista, lo mismo
que resulta evidente cuán poco le importan al sionismo los judíos iraníes. Para
los sionistas, los judíos iraníes, lo mismo que antes los judíos iraquíes, donde
deben estar es en Israel o en todo caso fuera de Irán.
Abraham Serfaty.53 Los judíos que han permanecido en los países ára-
bes –por razones ideológicas de antisionismo más o menos militante–
han sido aquellos que tenían una ideología universalista por encima
de las diferencias confesionales y étnicas. Incluso dentro del estado de
Israel, muchos judíos iraquíes emigrados a Israel han sido comunistas
y antisionistas militantes del Rakah, el partido comunista no sionista
que ha sido tradicionalmente el partido político más importante de la
comunidad árabe palestina de Israel. En los años cincuenta y sesenta, la
actividad cultural y periodística en árabe dentro de Israel la llevaron a
cabo tanto palestinos como judíos iraquíes. La primera novela en árabe
que se publicó en Israel no fue obra de un palestino sino del judío ira-
quí Ibrâhîm Mûsà Ibrâhîm.54 El novelista iraquí Samîr Naqqâsh (1938-
2004), aunque emigró a Israel cuando sólo tenía 13 años, escribió toda
su obra en árabe55 y se definió siempre no como un israelí sino como
«un iraquí exiliado» y «un árabe que profesa el judaísmo».
Actualmente las comunidades judías en los países árabes de Oriente
Medio son residuales (como en Siria, Egipto y el Yemen) o en vías de
extinción (como en Iraq), pero algo más de la mitad de los judíos de
Israel son originarios de los países árabes.
53
En 1967, Abraham Serfaty y un grupo de judíos marroquíes publicaron
un texto de solidaridad con la causa palestina. Esta solidaridad fue un fuer-
te catalizador de la radicalización de la izquierda revolucionaria marroquí y
condujo a la formación de Ilà-l-Amâm (‘Hacia delante’ en árabe). Abraham
Serfaty y muchos de sus camaradas fueron detenidos, torturados y pasaron
muchos años en la cárcel de Kenitra. Evelyne Serfaty, hermana de Abraham
Serfaty, murió a consecuencia de las torturas que le infligió la policía ma-
rroquí para que delatara el paradero de su hermano. No se sabe de ningún
sionista, marroquí o extranjero, que denunciara las violaciones de derechos
humanos del régimen hasaniano, fueran sus víctimas judías o no; en cambio,
el régimen proisraelí de Hasan II no dudó en utilizar la judeofobia para des-
acreditar a Ilà-l-Amâm, aprovechando la circunstancia de que su secretario
general fuera judío.
54
Gassân Kanafânî, Adab al-muqâwama fî Filistîn al-muhtalla (Beirut,
1982), p. 28.
55
El premio Nobel egipcio Nagîb Mahfûz definió a Samîr Naqqâsh como
«uno de los más grandes escritores árabes actuales», pero la difusión de la
obra de Samîr Naqqâsh ha sido escasa en el mundo árabe y más aún en Is-
rael, donde sólo una de sus obras se ha traducido al hebreo. Sin embargo, se
han hecho tesis doctorales sobre la obra de Samîr Naqqâsh en Cisjordania,
Jordania e Iraq.
56
En el caso de las religiones reconocidas oficialmente: cristianos, judíos,
samaritanos, mandeos, zoroastrianos.
57
En el caso de las religiones o sectas no reconocidas oficialmente: yazi-
díes, nusayríes. Los no reconocidos estaban expuestos a persecuciones, pero,
como se trataba de poblaciones montañesas tribales, consiguieron mantener
orgullosamente sus creencias y una vigorosa identidad confesional. Además,
el estado sultánico tradicional se inmiscuía poco en la vida de sus súbditos.
58
Un poeta kurdo del siglo xviii, Ahmad Jânî, se lamentaba de la desunión
del pueblo kurdo y de que los kurdos estuvieran subordinados a persas y tur-
cos, que guardaban sus fronteras utilizando a los kurdos, cuando si los kurdos
se unieran, serían los amos de los turcos, los árabes y los persas.
59
Por «gente del libro» (en árabe ahl al-kitâb) se entiende los seguidores
de religiones reveladas por profetas anteriores al islam; si bien los musulma-
nes consideraban que los seguidores de estas religiones «caducadas» habían
falseado en parte el mensaje original revelado a sus profetas fundadores, por
el hecho de poseer una revelación divina auténtica eran dignos de tolerancia.
No ocurría eso con religiones surgidas después del islam (como el bahaísmo),
con sectas consideradas extremadamente heréticas (como los nusayríes) o
religiones excesivamente extrañas (el yazidismo o antes el maniqueísmo).
62
Antûn Sa´âda (de confesión cristiana melkita ortodoxa), que fue el ideó-
logo y líder fundador del nacionalismo sirio, consideraba que el nacionalismo
libanés era cristiano y el nacionalismo árabe era musulmán, mientras que el
nacionalismo sirio, al no ser ni cristiano ni musulmán, era el único realmente
laico. En la práctica, el pansirianismo era la opción de las minorías que des-
confiaban del panarabismo y temían que fuera un nacional-confesionalismo
sunní camuflado.
63
En general la derecha maronita logró atraer a muchos cristianos católi-
cos, pero no tuvo tanto éxito con los melkitas ortodoxos ni con los armenios
gregorianos. Muchos melkitas ortodoxos libaneses se hicieron militantes del
nacionalismo sirio o comunistas aliados de los palestinos; la derecha arme-
nia (el partido Dashnak) se declaró neutral en el conflicto, mientras que la
izquierda armenia y la clase obrera armenia se adhirieron a la causa «palesti-
no-progresista» en la guerra civil libanesa. Describir la guerra civil libanesa
como una guerra entre cristianos y musulmanes sólo hasta cierto punto es
verdad; fue una guerra mucho más compleja, en la que los factores de clase
se mezclaron con odios y rivalidades sectarias mucho más complicadas que
la mera oposición entre cristianos y musulmanes, entre otras cosas porque ni
los cristianos ni los musulmanes eran todos homogéneos, pues se dividían en
confesiones diferentes.
64
Durante la guerra civil libanesa, el sector mayoritario de los drusos se
alineó contra la derecha maronita; el máximo representante de estos drusos,
Kamâl Ÿunblât, fue el líder de la alianza «palestino-progresista», en cambio
otros clanes drusos rivales de los Ÿunblât se aliaron con la derecha cristia-
na. La mayoría de los chiíes eran excesivamente pobres para aliarse con la
derecha maronita; entre los chiíes abundaban los comunistas y más tarde los
seguidores de Amal y Hizbullâh.
65
Para los musulmanes, el Corán no es un libro «inspirado» como para
los cristianos lo es la Biblia, sino un libro «dictado» por el ángel Gabriel al
profeta Muhammad; dicho de otra manera, los musulmanes no tienen el Corán
por un libro compuesto por Muhammad bajo inspiración divina sino como el
Verbo divino expresado en árabe. Por consiguiente, el Corán es mucho más
sagrado para los musulmanes que la Biblia para los cristianos, se podría decir
que el Corán no sería para el islam el equivalente de la Biblia para los cristia-
nos sino que, por su condición de Verbo divino, el Corán sería el equivalente
para los musulmanes de lo que Jesucristo es para los cristianos. El Corán es
indisociable del idioma árabe: no se concibe propiamente la traducción del
texto árabe, pues eso no sería el Corán; el Corán de hecho se traduce para que
lo entiendan los musulmanes que no conocen el árabe, pero esa traducción
se concibe como un comentario que en ningún caso puede sustituir al texto
original. La oración canónica y la llamada a la oración se realizan siempre
en árabe.
66
Los hadices son recopilaciones de «los dichos, hechos y silencios» del
profeta Muhammad.
67
La palabra umma (en plural umam) significa en árabe tanto comuni-
dad étnica como comunidad de religión; esto ha sido así al menos desde que
surgió el islam, así que se puede hablar tanto de la umma de los árabes, la
umma de los turcos, la umma de los persas o la umma de los chinos como de
la umma islámica, la umma cristiana o la umma judía. Significativamente, ya
74
Churchill se jactaba de haber creado Jordania una tarde tomando café.
grandes como para ser un permanente problema para un Iraq árabe que
se consideraba parte integrante de una Nación Árabe mayor.
La sustitución del marco imperial otomano, que se encontraba en
evolución hacia formas de representación parlamentaria supraétnicas,
por el nacionalismo árabe no sólo era una jugada colonial para destruir
el imperio otomano y fragmentar a placer la parte árabe del mismo.
Había más que eso: al sustituir la estructura política supraétnica en aras
del estado-nación, la fragmentación y los conflictos aumentarían en el
futuro, pues ni siquiera se había creado un estado-nación árabe sino
unos estados-nación árabes, cuyas clases dominantes no aspirarían a
la unidad árabe o, si aspiraban a ella, sería en el sentido de fagocitar a
los otros estados o colocarlos bajo su hegemonía.
La fragmentación prosiguió tras la retirada de las potencias coloniales
que habían fragmentado el Creciente Fértil. En Palestina, los sionistas
declararon la independencia del estado de Israel y se desató la primera
guerra árabe-israelí, cuyos resultados fueron que la mayor parte del terri-
torio palestino cayó en manos de los sionistas y sus habitantes originarios
fueron expulsados en su mayoría y se convirtieron en refugiados.
75
En el mundo árabe, el marxismo no se introdujo hasta después de la primera
guerra mundial, bajo el impacto mundial de la revolución rusa; el marxismo pre-
leninista en el mundo árabe fue casi inexistente. Hasta después de la segunda gue-
rra mundial las traducciones de las obras marxistas al árabe fueron muy escasas y
en lo poco que se tradujo primó Stalin; sólo después de la segunda guerra mundial
se tradujeron a gran escala las obras clásicas marxistas al árabe en Moscú y Bei-
rut. La importancia y la influencia en el mundo árabe de estas traducciones se ha
comparado con la influencia y la importancia de las traducciones de las obras de
los filósofos griegos (sobre todo de Aristóteles) al árabe en la edad media.
76
A diferencia de otros países no occidentales como China o Japón, donde
la difusión del socialismo anarquista había precedido al auge del socialismo
marxista antes de la revolución rusa, cuando en el mundo árabe se empezaron
a difundir las ideas socialistas procedentes de Europa, el anarquismo estaba en
declive en todo el mundo (salvo en España) y lo poco que se conocía de él en
el mundo árabe eran comentarios despectivos escritos por autores marxistas.
77
Recuérdese el odio virulento que las clases altas argentinas sentían
contra el peronismo, en contraste con la devoción de la clase alta chilena por
Pinochet. Quienes sólo ven los rasgos fascistoides del populismo no entienden
nada de las diferencias entre ambos fenómenos.
78
Cuyo ejemplo paradigmático es el pinochetismo.
79
En puridad, mal se puede hablar de «vuelta» de algo que nunca se había
81
Aunque el nacionalismo iraní no es necesariamente un nacional-isla-
mismo chií (un perso-chiismo, como le reprochan sus enemigos árabes sun-
níes), no cabe duda de que el chiismo ha sido un componente básico de la
cohesión iraní a pesar de las grandes diferencias etno-lingüísticas y de que
los propiamente persas no lleguen a ser ni la mitad de los habitantes del país.
Los turcos azeríes, segunda etnia del país después de los persas, también son
chiíes. En tiempos del shah, la ideología oficial fue un nacionalismo persa
intolerante con las minorías lingüísticas, pero tras la revolución islámica la
situación de estas minorías mejoró mucho.
82
El jomeinismo estaba muy lejos de la teología de la liberación al estilo
latinoamericano. Sin embargo, un movimiento islamo-marxista antijomeinis-
ta, el de los Muÿâhidîn del Pueblo, sí que llegó a dotarse de una teología re-
volucionaria (y anticlerical); este movimiento amalgamaba marxismo, islam y
nacionalismo antiimperialista. En las únicas elecciones realmente libres cele-
bradas en Irán, al comienzo de la revolución, los Muÿâhidîn del Pueblo fueron
el partido más votado después del Partido Republicano Islámico de Jomeini.
Los Muÿâhidîn del Pueblo fueron los primeros en hablar de los mustad´afîn,
expresión coránica que en su ideología aunaba la noción islámica de justicia
social con la idea revolucionaria del proletariado; Jomeini tomó de ellos esa
expresión y la incluyó en su ideario.
83
Por ese motivo atrajo a sus filas a muchos miembros progresistas de
minorías oprimidas por estados confesionalistas o étnicamente extraños. Ese
es uno de los motivos de que el comunismo ganara tantos partidarios entre los
judíos del mundo árabe o entre los palestinos del estado de Israel.
84
La insistencia en la descalificación del marxismo como ideología «atea»
fue el argumento favorito de los anticomunistas, en especial de los islamis-
tas. A pesar de que los comunistas árabes no destacaron precisamente por su
fervor ateo ni hicieron del ateísmo una de sus banderas favoritas, más bien
al contrario: sus ataques a la religión fueron bastante indirectos e intentaron
hacer una lectura «progresista» del islam, queriendo ver en el mensaje original
islámico una llamada a la justicia social, al mismo tiempo que tendían a evitar
enfrentarse directamente con los aspectos vidriosos de la religión.
85
El Partido Comunista Iraquí fue duramente perseguido bajo la monar-
quía británica: seis sucesivos comités centrales fueron detenidos y la mayo-
ría de sus miembros fueron ejecutados, incluyendo al carismático secretario
general del partido, de origen cristiano, el camarada Fahd. Pese a ello, este
partido en los años cincuenta siguió siendo el más fuerte y numeroso, hasta los
años sesenta, cuando miles de sus militantes fueron exterminados por el Ba´t o
con la colaboración del Ba´t. La revolución maoísta zofârí en Omán fue aplas-
tada en 1975 por el sultán de Omán, con la ayuda de tropas iraníes enviadas
por el shah de Irán. En Egipto, el régimen naserista persiguió duramente a los
comunistas, pese a que la URSS era el mayor apoyo del régimen de Náser.
86
En 1965, un golpe de estado militar en Indonesia exterminó a más de
medio millón de comunistas y filocomunistas, con la colaboración entusiasta
de los islamistas anticomunistas. La represión del shah contra la izquierda
laicistas han emitido consignas poco más o menos igual de facilonas y sim-
plonas como al-´ilmâniyya hiya-l-hall (‘el laicismo es la solución’), como si
el laicismo por sí sólo fuera una panacea para todos los males del mundo.
91
Como le ocurrió al FIS argelino en 1990: los dirigentes querrían haber-
se puesto de parte de Kuwayt y alinearse con las monarquías despóticas de
Arabia, pero las bases populares exigieron y obtuvieron el apoyo a Iraq.
92
La derecha islamista busca la «recompradorización» y sacraliza las
desigualdades sociales en nombre de la religión; la izquierda islamista insiste
en la justicia social y el rechazo de las desigualdades sociales, al menos de
las consideradas excesivas, y también estima que los recursos fundamentales
del país deben estar bajo control estatal y no en manos de compañías extran-
jeras.
93
En el lenguaje del nacionalismo árabe, se llama despectivamente al na-
cionalismo local iqlîmiyya (‘localismo’) o qutriyya (‘regionalismo’). En la
jerga del Ba´t, ni siquiera se habla de países árabes sino de las «regiones»
árabes. Naturalmente, los panarabistas cuando hablan de nación (umma) se
refieren a «la nación árabe», en cambio los nacionalistas locales (libaneses,
sirios o egipcios) usan provocativamente la palabra umma para referirse al
Líbano, Siria o Egipto.
94
Los nacionalistas sirios piensan más o menos lo mismo de «la nación
siria». Su existencia es para ellos independiente de la existencia o no del
estado sirio unitario al que aspiran. Téngase en cuenta que mientras que el
nacionalismo egipcio o el libanés tienen una patria que se identifica con los
límites de los estados egipcio y libanés, ni el nacionalismo árabe ni el sirio
tienen un estado-nación constituido sino que «la nación árabe» y «la nación
siria» están fragmentadas políticamente en varios estados.
95
Aunque los egipcios musulmanes son básicamente coptos convertidos
El Conflicto Árabe-Israelí 253
99
Los maronitas no han sido los únicos católicos que han utilizado a los
fenicios para inventar una identidad semítica no árabe, por identificar lo árabe
con lo musulmán. Los malteses han llegado todavía más lejos si cabe, y mu-
chos de ellos sostienen que su idioma no proviene del árabe sino del púnico,
o que al menos tendría un origen mixto púnico-árabe. En realidad, el idioma
maltés es una variedad de árabe magrebí saturada de italianismos y que se
escribe con alfabeto latino.
100
En la compleja y variada etnogénesis de los actuales maronitas contri-
buyeron:
1)
Maronitas emigrados de la zona siria del Orontes, que fueron el núcleo
fundamental de la etnogénesis maronita.
2)
Mardaítas, que eran iranios cristianos establecidos en Siria.
3)
Árabes, a través de chiíes conversos al final de las cruzadas y algunos
conversos de la edad moderna, tales como los emires Shihâb.
4)
Francos llegados en la época de las cruzadas.
5)
Armenios llegados también durante la época de las cruzadas.
Sin embargo, la población costera de origen fenicio poca o ninguna apor-
tación hizo a la etnogénesis maronita. Eso es así porque los fenicios de la
antigüedad vivían en la costa, no en la montaña, que en los tiempos de los
fenicios era un inmenso bosque deshabitado del que los fenicios extraían la
madera para sus barcos; la montaña sólo se pobló (y deforestó para sustituir
el bosque por los cultivos en terrazas) en la edad media, cuando los maronitas
y otras comunidades minoritarias se refugiaron allí huyendo del poder sunní.
Los maronitas tenían su origen en la zona del valle del Orontes, en el actual
estado de Siria (tan denostado por muchos de ellos). La población de origen
fenicio sería la de las ciudades costeras del Líbano (y de Siria y del norte de
Palestina), pero esta población era mayoritariamente sunní y melkita. Así, se
da la paradoja de que los que tienen mayor probabilidad de ser descendientes
de fenicios son los que rechazan el fenicismo, mientras que quienes no tienen
posibilidades de ser de origen fenicio son los que han hecho de los fenicios sus
antepasados venerados, aunque no hubiera nada más diferente de un fenicio
marinero que un maronita montañés. Téngase en cuenta que, hasta el siglo xix,
los maronitas no vivían en la costa sino en la montaña, no eran ni marinos ni
comerciantes sino agricultores.
101
En la época premoderna, los cristianos de la montaña libanesa no pa-
gaban la ÿizya (impuesto de capitación que pagaban los no musulmanes),
tenían derecho a tañer las campanas y las conversiones al cristianismo de
musulmanes y drusos no eran algo inusitado en la montaña libanesa; el caso
más famoso fue el de la familia drusa de los emires Shihâb, algunos de cuyos
miembros se pasaron al islam sunní, otros al cristianismo maronita y otros
primero al sunnismo y luego al cristianismo. Uno de los argumentos favoritos
de la derecha maronita es que el estado libanés es la garantía de la libertad y
la igualdad de los cristianos, pero se olvidan de que ha sido un estado discri-
minatorio en su favor, no un régimen de libertad e igualdad para cristianos y
musulmanes.
102
Todavía a principios de los años cuarenta los cristianos suponían una
ligera mayoría y los maronitas eran la confesión más numerosa. Pero esto
cambió en las décadas siguientes, porque la comunidad chií, que era la que
tenía más miembros pobres, fue también la más prolífica, de manera que en
la actualidad los cristianos, como mucho, no son mucho más de una tercera
parte de la población y los chiíes son al menos igual de numerosos que todos
los cristianos juntos. Los maronitas han dejado de ser la confesión religiosa
más numerosa.
103
La Gran Siria se correspondía con la región del mundo árabe en la que
vivían los melkitas, de manera que tenía la virtud de abarcarlos sin abarcar
a más musulmanes de la cuenta, que pudieran amenazar la aconfesionalidad
del país. Sumando a todas las minorías (e incluso a los judíos israelíes, una
vez que estos renunciaran al sionismo y aceptasen ser buenos ciudadanos de
Siria) se podría conseguir que la población no sunní fuera lo suficientemente
numerosa como para hacer inviable un estado confesionalista musulmán. Los
sunníes quedarían nivelados por los no sunníes y los musulmanes no sunníes
contribuirían a la defensa de la secularidad y la igualdad entre todos los ciu-
dadanos, frustrando cualquier tentación islamista, que al no poder ser más que
sunní, no contaría con el apoyo sino con la hostilidad de todas las numerosas
comunidades musulmanas no sunníes. Esta era la idea implícita en el nacio-
nalismo sirio de Antûn Sa´âda.
104
Muchos melkitas ortodoxos reconvirtieron su fidelidad al zar ruso en
fidelidad a la Unión Soviética. Para los sectores laicos de la comunidad, la
Unión Soviética conscientemente era un modelo revolucionario e inconscien-
te o semiinconscientemente constituía un orgullo, por ser un país tradicional-
mente «ortodoxo», como ellos.
105
Esto puede llegar a extremos irrisorios, como hablar de «los árabes ba-
bilonios» o «los árabes cananeos». Por no hablar de teorías más disparatadas
aún, que pretenden hacer protoárabes a los propios sumerios.
106
Aunque en un primer momento el nacionalismo sirio incluía dentro de
Siria a la Gran Siria (y Chipre), más tarde Antûn Sa´âda incluyó a Iraq (inclu-
yendo a Kuwayt y Juzestán) como «Siria oriental». En la práctica, la mayoría
de los nacionalistas sirios cuando hablan de Siria se refieren a la Gran Siria,
pero también hay quienes hablan de Sûrâqiyya (Siria-Iraq). En términos eti-
mológicos, el término Siria para todo el Creciente Fértil no es absurdo, pues
el nombre de Siria deriva del de Asiria, ya que los griegos llamaron Siria a la
parte occidental del Creciente Fértil porque era la parte occidental del imperio
asirio (Asiria, de donde pasó al griego el nombre de Siria) con la que tenían
más contacto por razones geográficas.
107
Antûn Sa´âda, Nushû` al-umam (Damasco, 1991), pp. 167-183.
108
El nacionalismo de Antûn Sa´âda fluctúa cuando le conviene entre lo
territorial y lo étnico. Es primariamente territorial, pero cuando le conviene
no duda en reivindicar como propios a los «sirios» de ultramar. El argumento
retorcido es el siguiente: los fenicios eran sirios porque eran nativos de Siria,
luego también los fenicios que vivían fuera eran sirios, como era el caso de
los cartagineses. Así, se da un salto un tanto abusivo del criterio territorial al
étnico.
109
En cualquier caso, los fenicios nunca constituyeron una entidad política
sino que siempre estuvieron divididos políticamente; jamás hubo un «imperio
fenicio», como mucho hubo un imperio cartaginés en el Mediterráneo occi-
dental.
110
La diferencia entre los sionistas extremistas y los moderados es esa: los
sionistas extremistas no reconocen a los no judíos ningún derecho sobre el
país; los sionistas moderados aceptan que los no judíos tengan algún derecho
como ciudadanos de segunda clase, siempre que su número sea menor que el
de los judíos y se garantice la subordinación y la marginación de los no judíos.
Cuando el carácter judío de «la tierra de Israel» está amenazado por el hecho
de que la población no judía es mayoritaria, sionistas extremistas y sionistas
«moderados» se ponen de acuerdo en efectuar una «limpieza étnica», como
sucedió en 1948 con la mayoría de los palestinos en los territorios ocupados
por los sionistas, o con los habitantes sirios del Golán en 1967; en ambos
casos, sólo se dejó permanecer a una población no judía minoritaria.
111
Nathan Weinstock, op. cit., p. 79.
narias fueron aplastadas sin piedad por los poderes conservadores y na-
cionalistas, bajo la mirada satisfecha y la colaboración de Estados Uni-
dos, Israel y el Irán del shah: golpe de estado ba´tista en Iraq en 1968
y feroz represión contra los comunistas, «Septiembre Negro» de 1970
en Jordania, aplastamiento de los revolucionarios zofâríes de Omán...
En consecuencia, el mundo árabe frustrado se tiró al abismo como
«solución»: rendición neocolonial o islamismo... o ambas cosas.
En Egipto, al nacionalismo panarabista moderadísimamente laico
de Náser le sucedió la beatería islámica de Sadat, que trató de compen-
sar las frustraciones sociales y políticas de su pueblo echando mano
de la religión musulmana, además de tratar de utilizar a los islamistas
contra naseristas y comunistas para justificar su nueva alianza con Es-
tados Unidos (enemigo de «los ateos comunistas») y con Arabia Saudí.
De rebote, el auge del islamismo en Egipto provocó el surgimiento de
un confesionalismo copto que llegó al nacional-confesionalismo en
clave centrífuga, algo desconocido hasta entonces, sólo posible en un
contexto de fanatismo religioso creciente.
Los islamistas vieron en la derrota árabe de 1967 un signo divino:
Náser y los nacionalistas habían sido derrotados porque no eran lo
suficientemente musulmanes, mientras que «el estado judío» había
triunfado porque era el castigo de Dios a los musulmanes descarria-
dos. El shayj egipcio Sha´râwî, uno de los más populares (y más os-
curantistas) predicadores islámicos actuales, dio las gracias a Dios
por la derrota árabe en la guerra contra Israel del año 1967. Entre los
islamistas había una hostilidad admirativa por «el estado judío», ya
que ellos aspiraban a un «estado musulmán».114 Los fundamentalistas
más extremistas consideraban que no debía lucharse contra Israel hasta
que no se hubiera derrocado a los regímenes árabes nacionalistas de
tendencia secularista.
La frustración general produjo un «retorno» a la religión. Esto supuso
profundizar en las diferencias confesionales, plantear falsas soluciones
religiosas («el islam es la solución») a problemas complejos de todo tipo
(económicos, sociales, políticos, ideológicos), opaquizar los problemas
reales, sustituir la búsqueda de las soluciones por una actitud de aban-
donismo, de aferramiento a formalidades relgiosas, de uniformización
de comportamientos, de sectarismo religioso... En definitiva, la supuesta
114
Aunque el estado de Israel no es exactamente un estado teocrático judío
en todo el sentido de la palabra, tiene suficiente contenido teocrático como
para que los islamistas lo vean como un referente.
solución religiosa para lo único que servía era para agrandar los proble-
mas existentes y añadir otros. Nada de esto suponía gran problema para
los intereses del sionismo y de sus aliados, al contrario, esta reacción
religiosa les era muy útil, aunque no dejara de tener a veces sus sal-
picaduras desagradables. En todo caso, comparado con una revolución
radical árabe o incluso con el panarabismo naserista, el islamismo (al
menos el sunní) era un enemigo risible para el sionismo y un aliado tácito
del orden establecido del que se beneficiaba el estado sionista.
Hasta la Intifada iniciada en diciembre de 1987, la resistencia pa-
lestina no había tenido nada de islamista. El Fath nunca fue islamista,
aunque su líder, Yâsir ´Arafât, hubiera militado en los Hermanos Mu-
sulmanes de joven, cuando estudiaba ingeniería en El Cairo. Las otras
organizaciones que componían la OLP eran aún menos proclives al
fundamentalismo y sus tendencias eran mucho más secularistas: unas
se declaraban marxista-leninistas (FPLP, FDLP, ambas lideradas por
cristianos: George Habash y Nâyef Hawâtme respectivamente) y otras
ba´tistas. La tendencia islamista nunca estuvo presente en la OLP. Du-
rante décadas, los islamistas no sintieron una especial atracción por
la resistencia palestina, que les parecía demasiado laica, demasiado
de izquierdas y con demasiada relevancia cristiana. Por su parte, la
resistencia palestina desconfiaba de los islamistas, en los que veía los
«tontos útiles» del sionismo y de su sostenedor, Estados Unidos.
Los ocupantes israelíes también utilizaron o dejaron hacer a los
islamistas palestinos, con la intención de dividir a los palestinos opo-
niendo el islam político contra los nacionalistas y la izquierda, para
enfrentar a los musulmanes con los cristianos y para entrentar a los
religiosos con los laicos. Los israelíes siguieron fomentando durante
la década de los ochenta a los islamistas, hasta el estallido de la Inti-
fada. Entonces, pudieron observar cómo habían jugado a aprendices
de brujo y cómo el experimento se les había ido de las manos. Aunque
no tanto: el movimiento islamista palestino se limitó a vertebrar una
resistencia popular que habría existido igualmente con otra ideología.
Al menos hasta el estallido de la Intifada en diciembre de 1987, la
causa y la resistencia palestinas eran demasiado laicas para el gusto de
los islamistas, que preferían reclutarse para el ÿihâd contra el comu-
nismo y la Unión Soviética. Los ex combatientes extranjeros veteranos
de Afganistán crearon al-Qâ´ida, cuyos atentados del 11-S tuvieron
consecuencias devastadoras contra la causa palestina y la segunda In-
tifada. Los islamistas voluntarios de Afganistán contribuyeron a hundir
la Unión Soviética, y con ella al mayor contrapeso contra Israel y su
aliado incondicional estadounidense; más tarde, con sus atentados es-
116
La guerra civil libanesa cristiano-musulmana es el ejemplo más san-
griento: un enfrentamiento de intereses de clase rápidamente degeneró en una
guerra confesional sectaria demencial.
117
La guerra civil en Iraq se ha superpuesto a la guerra de la resistencia
iraquí contra los invasores que han ocupado el país desde el año 2003. Para
satisfacción de los invasores, muchos iraquíes han desviado la resistencia a
la ocupación en enfrentamientos internos interiraquíes de tipo étnico (kurdos
contra árabes y minorías) o confesional (sunníes contra chiíes, musulmanes
contra no musulmanes), sustituyendo la lucha contra el re-colonialismo por
una guerra civil étnica y confesionalista que sirve de coartada propagandística
a los invasores.
118
Hasta el siglo xx, en el mundo musulmán los únicos que creían en
«libelos de sangre» y crímenes rituales judíos habían sido los cristianos, en
tanto que los musulmanes rechazaban tan burdas acusaciones como parte de la
psicosis cristiana contra los judíos. Los acontecimientos de 1840 en Damasco,
que conmocionaron a los judíos de Europa, se debieron a un libelo de sangre
cristiano que acusaba a los judíos de haber cometido crímenes rituales. En
1862 y 1890 hubo ataques cristianos al barrio judío de Beirut provocados por
libelos de sangre. En comparación, la actitud de los musulmanes del Creciente
Fértil hacia los judíos era mucho menos hostil; en las acusaciones cristianas,
los musulmanes sólo veían una hostilidad irracional basada en los errores
teológicos de unos y otros.
119
Téngase en cuenta que los musulmanes no creen que Jesús fuera cru-
cificado ni que fuera Dios o hijo de Dios; en consecuencia, las acusaciones
cristianas contra los judíos de haber crucificado a Jesús eran de algo que no
había ocurrido, por no hablar de la idea de «deicidio», puro dislate para los
musulmanes. Los judíos no negaban que hubieran matado a Jesús (cosa que
el Talmud dice) pero consideraban justa su ejecución, por haberse tratado de
un «brujo» que desviaba a Israel del camino recto. Como puede verse, todo
esto está muy lejos de la ideología «judeo-cristiana» actual con su interesado
acercamiento judeo-cristiano, muchas veces no en pro de una ecumenicidad
irenista sino excluyendo al islam de ese acercamiento y tratando de fomentar
una común islamofobia.
120
La hostilidad cristiana contra los judíos encontraba la horma de su zapato
en la hostilidad de los judíos hacia los cristianos, que era muy grande. La mayo-
ría de los rabinos (incluyendo a Maimónides) consideraba que el cristianismo
era «idolatría», mientras que el islam era una religión respetable monoteísta.
La persona de Jesús era objeto de execración por parte de los judíos (el Tal-
mud y la tradición judía afirman que se trató de un brujo, hijo adulterino de
una judía y un soldado romano, condenado justamente por haber tratado de
desviar a Israel; en un pasaje del Talmud aparece condenado en el infierno a
estar entre excrementos ardientes), mientras que a Muhammad le llamaban
solamente «el loco». Puede parecer paradójico que los judíos tradicionalmente
vieran con odio a Jesús, judío, y vieran con mejores ojos a Muhammad, un
gentil que había hecho mucho daño a las comunidades judías de Medina, pero
precisamente la condición judía de Jesús lo hacía odioso para los judíos, que lo
consideraban un traidor y un hereje, mientras que la condición gentil de Mu-
hammad hacía que lo vieran con relativamente menos malevolencia. Téngase
en cuenta también que el islam fue mucho más tolerante que la cristiandad.
También hay que tener presentes las grandes similitudes estructurales y ras-
gos comunes entre el islam y el judaísmo: estricto monoteísmo, un concepto
similar de ley religiosa, circuncisión, abstención de carne de cerdo, etcétera.
En la actualidad, por motivos irenistas y de buena voluntad, pero también por
intereses más turbios, cristianos y judíos han intentado limar sus diferencias y
algunos han inventado la expresión «civilización judeocristiana», tratando de
amalgamar ambas tradiciones religiosas, pero, significativamente, tratando de
unirlas exluyendo al islam y para oponerlas al islam, lo que supone no sólo ig-
norancia (en muchos aspectos fundamentales las similitudes entre el judaísmo
y el islam son mucho mayores que entre el judaísmo y el cristianismo, por lo
que con tanto o más motivo se podría hablar de «civilización judeoislámica»),
sino también una evidente mala fe: se trata de un acercamiento judeo-cristiano
prosionista en contra de un tercero, que es el mundo musulmán, o, más bien, de
utilizar la islamofobia como pretexto prosionista y colonialista.
121
Al contrario: los musulmanes consideraban que los israelitas habían
sido un pueblo especialmente bendecido con más profetas que ningún otro.
Aunque también distinguían entre los israelitas antiguos y los judíos, pues eran
conscientes de que los judíos posteriores tenían múltiples orígenes. Además,
mientras que ‘israelita’ era un término respetable, ‘judío’ a menudo era des-
pectivo: ‘israelita’ se relacionaba con el pueblo antiguo agraciado con muchos
más profetas de Dios que cualquier otro, mientras que ‘judío’ era sinónimo de
obcecación en no aceptar las revelaciones divinas posteriores y de deformador
de la revelación recibida. Por ese motivo, antes de la creación del estado de
Israel, ‘israelita’ era el término más cortés para referirse a los judíos.
manes consideraban que los judíos (al igual que los cristianos) habían
sido receptores de revelaciones divinas y las habían falseado a lo largo
del tiempo, por lo que el islam había venido a restaurar la religión
verdadera, que en sus aspectos fundamentales era la misma que Dios
había revelado a Moisés y los profetas de Israel, pero no existía entre
los musulmanes nada remotamente parecido a la idea del «deicidio»; si
bien se recordaba que los judíos de Medina se burlaron de Muhammad
y le fueron hostiles, nunca existió una judeofobia de características
similares a la cristiana.
Sin embargo, en el siglo xx, como consecuencia de las pretensio-
nes sionistas sobre Palestina, el mundo árabe y el mundo islámico
han sido un campo fértil para la difusión de la propaganda antisemita
occidental. Clásicos del antisemitismo, como Los protocolos de los
sabios de Sión, se han difundido ampliamente y muchos árabes los han
aceptado como verdad y como la explicación de lo que son los judíos
y el sionismo. Los estragos que esa basura ideológica ha causado son
fáciles de imaginar.
Muchos árabes y musulmanes se dejaron ganar por la propaganda
nazi, que trataba de atraerse a los nacionalistas árabes y a otras vícti-
mas del colonialismo británico y francés con aquello de «el enemigo
de tu enemigo es tu amigo». La emisora en lengua árabe de Berlín di-
fundía propaganda antisemita que hizo mucho daño a las comunidades
judías de los países árabes, porque muchos árabes se dejaron engañar
con la idea de que el Eje les iba a liberar del colonialismo británico y
francés y de que, puesto que el sionismo era enemigo de los árabes,
el antisemitismo nazi era su aliado.122 Toda esta terrible confusión se
debió a la confluencia de tres factores:
122
En realidad, para los nazis los judíos eran inferiores en virtud de su
pertenencia a una supuesta «raza semítica inferior», a la que se suponía que
pertenecían también los árabes. Si el Eje hubiera ganado la guerra, el mundo
árabe habría sufrido otro acuerdo del tipo de Sykes-Picot, por el que la Italia
fascista y la Alemania nazi se hubieran repartido los países árabes de una
manera parecida a como Francia y Gran Bretaña se repartieron los despojos
árabes del imperio otomano tras la primera guerra mundial. No hay ningún
motivo para pensar que los nazi-fascistas hubieran sido menos colonialistas
e imperialistas con los árabes que Francia o Gran Bretaña. Todo sugiere que
los árabes y los musulmanes que se dejaron ganar por las promesas nazis de
liberación nacional eran tontos útiles, similares a los árabes que se dejaron
engañar por promesas británicas similares.
123
En muchos aspectos, el nacionalismo sirio de Antûn Sa´âda era una
expresión de las minorías no musulmanas o no sunníes, en el que los judíos
tenían cabida como un elemento más de Siria. Es significativo que el Partido
Sirio Nacional Social aunara el antisionismo militante con una actitud mucho
más abierta hacia los judíos, incluidos los judíos israelíes de cualquier pro-
cedencia; el proyecto del nacionalismo sirio respecto a esos judíos no era
ni exterminarlos y expulsarlos sino integrarlos como ciudadanos de pleno
derecho en Siria. Esta generosidad no se debía sólo a una posición más laica
y la ausencia de judeofobia sino a que el nacionalismo sirio, en tanto que ex-
presión tácita de los temores de las minorías no sunníes, podía considerar útil
incluir a los judíos israelíes como ciudadanos sirios, de manera que la gran
minoría judía en el sur de Siria fuese un contrapeso contra la mayoría sunní,
que dejaría de ser mayoritaria y tendría que avenirse a aceptar el laicismo y la
igualdad entre todos los grupos confesionales.
124
En el movimiento nacionalista egipcio de las primeras décadas del si-
glo xx militaban por igual musulmanes, cristianos y judíos.
125
Lo que no impidió que más tarde, cuando el régimen franquista estaba
aislado y encontró útil un acercamiento a los estados árabes, el franquismo
hablara de «nuestra tradicional amistad con los países árabes». No dejaba de
ser sarcástico que un dictador que empezó su carrera criminal en una brutal
guerra colonial en Marruecos, que luego utilizó a reclutas marroquíes como
carne de cañón en la guerra civil española y se había negado a descolonizar
el Ifni y el Sáhara, se las diera de «amigo de los árabes». Máxime cuando la
ideología de su régimen era un nacional-catolicismo, uno de cuyos mitos fun-
dacionales eran los siete siglos de «reconquista» y la necesidad de «limpiar»
la España reconquistada de moros y judíos.
126
Y tal vez también España como socio ínfimo, pues cuando se hubiera
visto con total seguridad que el Eje iba a ganar la guerra, Franco se habría
apresurado a declarar la guerra a los aliados para obtener «la parte del buitre»
en el reparto del botín, a costa de los imperios coloniales de las potencias
vencidas, pero también a costa de los pueblos colonizados, que sólo cambia-
rían de amo.
270 José F. Durán Velasco
127
Pero rechazada por el Partico Comunista Iraquí, en cuyas filas militaban
muchos judíos antisionistas que rechazaron la creación de un estado sionista
en Palestina.
128
O quizás no. Los sionistas, en cualquier plan de reparto de Palestina, sólo
veían un primer paso en el camino para apoderarse de todo el país, y si aceptaron
el plan de reparto de la ONU fue sólo como una táctica para que se viera a sus
enemigos como agresores y porque en ese momento su posición era tan débil que
un ataque árabe eficaz hubiera acabado con la presencia sionista en Palestina.
129
Bernadotte (1895-1948) fue el mediador enviado por la ONU para arbi-
trar el conflicto y propuso un plan de paz basado en una partición de Palestina
entre un estado judío y otro árabe, geográficamente más razonable que el
plan de partición de la ONU del año 1947. El plan de Bernadotte incluía toda
Galilea en el estado judío y el Negev y Jerusalén en el estado árabe. Además,
Bernadotte exigía el retorno de los refugiados a sus hogares y que ambos
estados reconociesen como ciudadanos de pleno derecho a los judíos y árabes
que moraban en su territorio. La mediación de Bernadotte fracasó entre otras
cosas porque el propio Bernadotte fue asesinado por terroristas del Lehi.
El Conflicto Árabe-Israelí 271
mento en el que su debilidad militar era más que notoria. Los sionistas
rechazaron el plan porque ya contaban con una aplastante superioridad
militar y aspiraban a conquistar muchos más territorios y no querían
dejar volver a los refugiados palestinos; los gobernantes árabes lo re-
chazaron porque habían caído en las redes de su propia demagogia de
«echar a los judíos al mar»130 y preferían una derrota total y un desastre
para los palestinos antes que el descrédito de dar marcha atrás.
La judeofobia desatada en los países árabes a consecuencia de esa
derrota y de la expulsión de los palestinos contribuyó no poco a hacer
un inmenso servicio a la causa sionista: contribuyó a conseguir que la
mayoría de los judíos de los países árabes emigrasen a Israel. No fue el
único factor, pero en algunos casos fue el decisivo. Sin esa judeofobia
desatada por la guerra de 1948, los judíos iraquíes, que eran la segunda
comunidad judía más numerosa del mundo árabe –después de la ma-
rroquí–, no habrían emprendido el éxodo hacia el estado sionista.
El primer ministro iraquí Nûrî Sa´îd llegó a amenazar con expul-
sar a todos los judíos iraquíes si Israel no permitia la repatriación de
los refugiados palestinos. Las actividades sionistas en Iraq, las reales y
las imaginarias,131 sirvieron de pretexto para nuevas medidas contra los
judíos iraquíes: arrestos, exclusión de profesiones y de empleos del es-
tado. Luego se habló de un intercambio forzoso de población: los judíos
iraquíes serían deportados a Israel, «intercambiados» por un número
similar de refugiados palestinos. Nûrî Sa´îd amenazó con expropiar a los
judíos iraquíes y utilizar sus bienes para compensar a los palestinos lo
130
Obsérvese que no se hablaba de «echar a los sionistas al mar» sino a
«los judíos». La mezcolanza de anticolonialismo y de judeofobia lo envene-
naba todo, como más tarde experimentaron muchos judíos del mundo árabe,
en especial los de Iraq.
131
En Iraq existía un pequeño movimiento sionista, pero era repudiado por
la gran mayoría de la población judía. Los sionistas iraquíes eran muy pocos,
la mayoría de los judíos iraquíes eran antisionistas y muy conscientes del de-
sastre al que les podía abocar el sionismo. Los comunistas eran muchos más
entre los judíos iraquíes que los sionistas, aunque posiblemente la mayoría de
los judíos iraquíes eran apolíticos o patriotas iraquíes. El Partido Comunista
Iraquí, el más numeroso de los partidos comunistas del mundo árabe, fue de
los pocos partidos comunistas del mundo árabe que rechazaron el plan de
partición de Palestina entre un estado árabe y otro estado judío y exigió una
Palestina unida. Los comunistas judíos no eran menos antisionistas que los
comunistas no judíos, y en realidad tenían buenas razones para serlo tanto o
más que el resto de sus compatriotas.
que habían perdido en su tierra. Como puede verse, estas medidas eran
antijudías, pero en modo alguno antisionistas, pues Nûrî Sa´îd proponía
en clave judeofóbica lo mismo que los sionistas habían propuesto hacer
años antes: el traslado forzoso de palestinos a Iraq y de judíos iraquíes
al nuevo estado sionista. Tanto el gobierno probritánico de Nûrî Sa´îd
como el estado de Israel organizaron la emigración. En 1950 se pro-
mulgó una ley que permitía a los judíos iraquíes emigrar a cambio de
perder para siempre la nacionalidad iraquí y llevarse sólo lo puesto. Unas
bombas, que al parecer pusieron agentes sionistas con la complicidad del
gobierno iraquí, sirvieron de detonante del pánico para que la mayoría
de los judíos iraquíes se marcharan. Los judíos iraquíes perdieron su na-
cionalidad, su país, su identidad y sus propiedades. Estas últimas fueron
confiscadas por el gobierno y engrosaron la riqueza de los mandamases
iraquíes. Los políticos antijudíos utilizaron el despojo de los palestinos
como pretexto para despojar a los judíos iraquíes, a la vez que los políti-
cos israelíes justificaron el despojo de los palestinos alegando el despojo
que habían sufrido los judíos en los estados árabes. Naturalmente, los
palestinos no recibieron nada y los judíos iraquíes tampoco: unos fueron
a parar a campos de refugiados y los otros a «campos de tránsito». Los
estadistas israelíes y árabes obraron con idéntica hipocresía, sacrificando
a palestinos y judíos en aras de sus intereses.
La judeofobia desatada en los países árabes sirvió a los estadistas
israelíes y a los sionistas en general como pretexto para justificar la lim-
pieza étnica llevada a cabo contra los palestinos y el latrocinio de su país
y sus bienes, con el argumento de que los judíos del mundo árabe habían
sido privados de su patria natal y despojados de sus bienes,132 que el
número de refugiados palestinos en 1948 y el de judíos del mundo árabe
emigrados a Israel es más o menos similar, por lo que se habría tratado de
un «intercambio de poblaciones» entre Israel y el mundo árabe. La razón
de estado, una vez más, machacaba los derechos de los seres humanos.
La cuestión de la injusticia cometida contra los judíos árabes ape-
nas se planteó:
1) Para los sionistas no eran víctimas sino simplemente judíos que
«retornaban a la tierra de Israel», que era lo que el sionismo
Israel sólo en parte fue debida a la judeofobia desatada por la creación del es-
tado de Israel y la limpieza étnica practicada por este estado contra los palesti-
nos. Muchos judíos no fueron expulsados sino que sencillamente emigraron.
133
Hasta un Jean-Paul Sartre no pudo ver con claridad que tras la propa-
ganda sionista y la aberrante propaganda de ciertos regímenes árabes lo que
había era un puro fenómeno colonial.
134
Fidel Castro advirtió: «Un revolucionario jamás amenaza con extermi-
nar a un pueblo».
agresiva era la única alternativa y que no se podía hacer la paz con los
palestinos ni con los demás árabes porque no hay entre ellos quienes
quieran la paz. Lo que no ha impedido nunca a los estadistas israelíes
hacer la paz o intentarla con los regímenes árabes más derechistas: con
el Egipto de Sadat, el rey Husayn de Jordania o la derecha maronita
libanesa. Consecuentemente con esa propaganda israelí, habría sido
absurdo intentar hacer la paz con Sadat, que desencadenó la guerra de
1973, pero la propaganda sionista no es más que eso: propaganda.
Esa misma propaganda insistió durante décadas en que no se podía
«negociar» y mucho menos «hacer la paz» con «los terroristas» de
la OLP. Hasta que la ocupación israelí en Cisjordania y la Franja de
Gaza se sintió desbordada por la Intifada y encontró útil usar a «los
terroristas» de la OLP como interlocutores válidos con vistas a crear un
bantustán palestino bajo su dirección. Esa misma propaganda sionista
insiste hasta la alucinación en el abismo ontológico entre «la demo-
cracia israelí» y «las dictaduras árabes», aunque los estadistas israelíes
nunca han desdeñado la amistad de los dictadores árabes, fueran los
reyes de Jordania, el rey de Marruecos, Sadat o cualquier otro dictador
«árabe moderado» de su conveniencia. El mismo Yâsir ´Arafât pasó
de ser descalificado como «terrorista» a ser considerado «honorable
estadista», para más tarde ser declarado «corrupto dictador», todo en
función de los intereses sionistas y sin que el individuo en cuestión
hubiera cambiado gran cosa.
Flaco favor hizo a la causa palestina y antisionista la propaganda
nacionalista judeófoba, pero el daño de la propaganda islamista no es
menor.
En el conflicto árabe-israelí, la religión envenena la política y la po-
lítica envenena la religión. Además, toda confesionalización del con-
flicto, por cualquiera de las partes, es beneficiosa para la causa sionista
y dañina para la causa antisionista. La confesionalización islámica es
muy dañina para la causa antisionista,135 mientras que los sionismos
religiosos judío y cristiano son muy valiosos aliados del sionismo y
poderosos catalizadores del sionismo extremista.
Engendros saudíes wahhâbíes y pakistaníes como Ben Laden y su
al-Qâ´ida han brindado servicios espléndidos a la causa sionista y al
imperialismo estadounidense, sea directamente como aliados contra
135
A los islamistas propalestinos y al daño que han hecho a la causa del
pueblo palestino se les puede aplicar el proverbio árabe que dice: «Un enemi-
go inteligente es preferible a un amigo necio».
la URSS,136 bien como tontos útiles utilísimos. Los atentados del 11-S
brindaron a la clase dirigente estadounidense los pretextos para inva-
dir Afganistán e Iraq. Para los dirigentes sionistas fueron auténtico
maná: cuando se encontraban en un serio atolladero, derrotados en
el Líbano, de donde habían tenido que retirarse incondicionalmente,
y con el estallido de la segunda Intifada, el 11-S les brindó el mejor
pretexto propagandístico (árabes igual a musulmanes y musulmanes
igual a terroristas), al tiempo que Estados Unidos adoptaba una polí-
tica acorde con el sionismo más extremista. George Bush consiguió
holgadamente la reelección en el año 2004 gracias a que, poco antes
de esas elecciones, al-Qâ´ida difundió un vídeo de Ben Laden lleno de
bravatas, amenazando con nuevos atentados y deseando la victoria del
candidato demócrata.
Las desafortunadas declaraciones del presidente iraní Ahmadineÿâd,
mezclando churras con merinas y confundiendo el antisionismo con las
dudas sobre la existencia del Holocausto, no se puede decir que ayuden
gran cosa a la causa palestina. Sólo sirven para añadir confusión ideo-
lógica a la causa antisionista y para brindar a sionistas y prosionistas la
oportunidad de presentar a sus enemigos como antisemitas filonazis.
137
El grupo dominante del Ba´t sirio está formado por miembros de la
confesión ´alawí, aborrecida por los musulmanes sunníes fanáticos y bestia
negra de los Hermanos Musulmanes. Por ello los ba´tistas sirios no han podi-
do permitirse las derivas derechistas de los ex naseristas egipcios, ni siquiera
son considerados verdaderos musulmanes por la mayoría sunní, de manera
que la legitimación de su poder no ha podido recurrir a la religión y ha tenido
que basarse en una ideología más secular.
138
El jefe de los servicios secretos del Ba´t encargados de estas operacio-
nes de represión fue un tal Saddâm Husayn, con la ayuda de la CIA, que le
facilitó los nombres y direcciones de los comunistas.
139
No obstante, el Iraq ba´tista otorgó al Kurdistán iraquí una autonomía
y un reconocimiento de la cooficialidad del idioma kurdo sin parangón en
Turquía o Irán.
140
Además de contenciosos territoriales entre los estados iraní e iraquí,
estaba la cuestión de Juzestán (llamada por los nacionalistas árabes Ara-
bistán), región iraní de población árabe, reivindicada como territorio árabe
irredento por los nacionalistas árabes. Saddâm Husayn esperaba encontrar
en su avance un apoyo masivo de la población árabe iraní pero no fue así,
aunque, por si acaso, el gobierno iraní trasladó a esa población para evitar
tentaciones.
141
En 1984, expertos de la ONU recogieron en los campos de batalla
iraníes pruebas de las armas químicas utilizadas por Iraq. Ese mismo año Es-
tados Unidos estableció relaciones diplomáticas con Iraq y desde 1985 hasta
1990 suministró a Iraq cepas de cultivo para armas biológicas, tales como
bacterias del carbunclo y la peste.
142
Israel apoyó a Irán en secreto porque los estrategas israelíes conside-
raron que Iraq era un peligro mucho más serio para Israel que Irán. La idea
israelí era que «Iraq es un enemigo permanente, mientras que Irán es un ene-
migo temporal», lo que dice mucho de cómo los estrategas sionistas siempre
vieron como mucho más peligroso para el proyecto sionista el nacionalismo
árabe que la propaganda jomeinista sobre el ÿihâd que no acabaría «hasta la
liberación de Jerusalén». Reagan vendió armas en secreto a Irán para con-
seguir dinero para la Contra nicaragüense, lo que dice mucho acerca de qué
enemigo le resultaba más peligroso: la revolución sandinista de Nicaragua, no
la «revolución islámica» de Jomeini.
143
Las monarquías de Arabia, empezando por Arabia Saudí, carecían de
ejércitos capaces de hacer frente al iraquí. Aunque Arabia Saudí tiene un gasto
militar que dobla al cuantiosísimo gasto militar israelí, las armas que compra
le son inútiles, pues carece de militares capaces de usarlas; eso es así porque
los reyes de Arabia Saudí han preferido no potenciar el ejército para evitar
golpes de estado similares a los que han derrocado a sus colegas de Egipto,
Iraq y Libia. Estados Unidos ha sabido aprovechar esa situación para instalar
bases estadounidenses en la península Arábiga a partir de 1990.
144
Poco le había importado a Estados Unidos el derecho internacional o
la soberanía de los estados cuando Iraq fue el agresor e Irán el país invadido.
Tampoco les importaba mucho la condición de agresor de Israel, ni su in-
cumplimiento sistemático y permanente de las resoluciones de la ONU, ni su
anexión de Jerusalén y el Golán sirio. En la guerra del Golfo quedó patente
que la legalidad internacional para los Estados Unidos es sólo un pretexto que
se usa cuando conviene a sus intereses y que cuando no conviene se ignora.
Pero el mayor desprecio (al estilo nazi) a la legalidad internacional vigente
vendría más tarde de Bush hijo, cuando invadió Iraq el año 2003 despreciando
a la ONU con el mismo desprecio con el que Hitler y Mussolini trataron a la
Sociedad de Naciones de entreguerras.
otros por Estados Unidos) pero ya no las tenía, y además el gobierno iraquí
estaba dispuesto a aceptar todas las inspecciones de la ONU que se le exi-
gieran.
146
Si Iraq hubiera tenido «armas de destrucción masiva» habría amenaza-
do con usarlas y habría evitado la invasión estadounidense. Estados Unidos
invadió Iraq porque sabía que era un país inerme que carecía de «armas de
destrucción masiva» para repeler la agresión o para infligir al invasor (o a su
satélite sionista) un daño devastador. No lo invadieron porque creyeran que
tenía «armas de destrucción masiva» sino porque sabían perfectamente que
no las tenía. El pretexto era extremadamente burdo e hipócrita, pues los es-
tados invasores (Estados Unidos y Gran Bretaña) disponen de esas armas de
destrucción masiva, lo mismo que el estado de Israel.
147
A veces se ha reprochado a los palestinos que durante el mandato se
enfrentaran a los sionistas y no a los ingleses, pero los hechos posteriores
demostraron que los ingleses eran un enemigo mucho menor del pueblo pa-
lestino que el colonialismo sionista, y precisamente el mayor daño del colo-
nialismo inglés fue permitir a los sionistas poner las bases de la dominación
sionista posterior.
El Conflicto Árabe-Israelí 283
148
Pakistán se creó en 1948, el mismo año que el estado de Israel, como
una especie de Israel musulmán para los musulmanes de la India. Fue la retri-
bución que los ingleses dieron a la Liga Musulmana por su colaboracionismo
en los años anteriores. La creación de Pakistán fue una catástrofe similar a
la creación de Israel y por motivos muy parecidos: la India fue dividida por
motivos confesionalistas, lo que provocó un éxodo de poblaciones (hindúes y
sijs a la Unión India, musulmanes a Pakistán) acompañado de espeluznantes
matanzas sectarias y todo tipo de atrocidades. Pakistán se convirtió en un
país dominado por el ejército, la religión y Estados Unidos, situación que
se expresa como «el gobierno de las 3 A»: Allâh (Dios), Army (el ejército) y
América (Estados Unidos). Como Israel, Pakistán posee armas nucleares con
la venia de Washington.
149
Naturalmente, no me refiero sólo a la musulmana, sino a todas, pues
todas eran utilizables para el proyecto reaccionario de «divide e impera».
Tanto como el islam, se ha utilizado el judaísmo (por parte del sionismo). Si
el cristianismo se ha utilizado menos en el mundo árabe es porque era reli-
gión de minorías menores, pero donde no era así se ha utilizado de la misma
manera, como ha sido el caso del Líbano. Al final todos los confesionalismos
(islámico, judío y cristiano) venían a confluir en el provecho obtenido de
ellos por las oligarquías locales y el imperialismo estadounidense. Al lado de
esta regla general, las excepciones como Hamâs o Hizbullâh son puramente
locales, parciales y excepcionales.
5
Los palestinos: consecuencia del
colonialismo sionista y resistencia
a la colonización de las víctimas
primarias del sionismo
1
El nombre Palestina deriva del de los filisteos. Los griegos llamaron Pa-
lestina al sur de Siria porque los habitantes de la zona costera al sur de Fenicia
con los que tenían tratos eran los filisteos, y por extensión dieron el nombre
de Palestina no sólo a la costa meridional de la Gran Siria habitada por los
filisteos sino a todo el sur de Siria, incluyendo los territorios habitados por los
israelitas, a quienes los griegos sólo conocieron a partir del siglo iv a.C. Tras
personas y sus derechos, sólo tiene en cuenta al «rebaño», y si ese rebaño (por
definir) tiene o no un estado-nación propio.
3
Algunos han querido encontrar en este comportamiento una base con-
fesional, pues según la doctrina drusa, el judaísmo es «la menos condenable»
entre las religiones distintas de la drusa. Las relaciones entre drusos y judíos
siempre habían sido buenas, según testimonia ya en el siglo xii el viajero judío
Benjamín de Tudela, que dejó constancia del buen trato y la simpatía de los
drusos por los judíos. Pese a estas simpatías confesionales, el comportamiento
prosionista de los drusos palestinos se debió simplemente a la animadver-
sión contra ellos de la mayoría musulmana sunní, hasta el punto de que no
había una sola población mixta druso-sunní; los drusos sólo podían vivir en
poblaciones mixtas con los cristianos o donde los cristianos eran el tercer
componente de la población, además de los drusos y los sunníes. Estas malas
relaciones fueron el origen del colaboracionismo druso con los sionistas.
la causa palestina.
5
Un informe británico de comienzos del mandato en Palestina dejaba
constancia de la oposición al sionismo de la práctica totalidad de la población
musulmana y cristiana, así como de «una parte no desdeñable de la población
judía».
6
La milicia que operaba en Galilea, dirigida por Fawzî al-Qawaqÿî, in-
tegrada por palestinos y voluntarios árabes no palestinos, era violentamente
hostil a las milicias que operaban en la zona de Jerusalén lideradas por ´Abd
al-Qâdir al-Husaynî.
7
Al fin y al cabo, el término ‘palestino’ significaba originariamente ‘fi-
listeo’, los enemigos de los israelitas bíblicos.
294 José F. Durán Velasco
8
En 1975, la Asamblea General de las Naciones Unidas condenó el sio-
nismo como una forma de racismo. Esto no tuvo consecuencias prácticas
debido al apoyo incondicional de Estados Unidos al sionismo.
El Conflicto Árabe-Israelí 295
tierra de Israel».
10
La transformación de la Biblia judía de un texto religioso en un acta de
propiedad nacionalista.
11
Salvo que los intereses de otro estado más fuerte estén en juego. La hi-
pocresía del poder y la razón de estado es continua por parte de los estadistas
de las grandes potencias.
12
Sólo quedaron 133.000 palestinos en el estado de Israel, de los 859.000
que habitaban el territorio antes de 1948.
rados, sino que cada uno buscaba su propio interés, sin importarles
gran cosa la causa de los palestinos a los que se suponía que habían
acudido a liberar.
En los años cincuenta y sesenta surgieron dos movimientos pales-
tinos:
1) El Fath,15 organización liderada por Yâsir ´Arafât, que en sus
años de estudiante de ingeniería en El Cairo había militado
en los Hermanos Musulmanes. El objetivo del Fath era libe-
rar Palestina por medio de una guerra de guerrillas y estaba
apoyado por Siria. Desde 1965, la rama militar del Fath em-
prendió una guerra de guerrillas contra Israel que fue uno de
los pretextos israelíes para desencadenar la guerra de junio
de 1967.
2) El Movimiento de los Nacionalistas Árabes (en árabe Harakat
al-Qawmiyyîn al-´Arab), liderado por el médico George Ha-
bash, de religión cristiana melkita ortodoxa. El MNA era una
organización panarabista pronaserista, no era un movimiento
exclusivamente palestino pero estaba dirigido sobre todo por
palestinos que esperaban que Náser, cuando llegara el momento
adecuado, liderara la guerra que acabara con el estado de Israel
y devolviera Palestina a los palestinos.
Fath en árabe significa ‘conquista’, pero leído al revés eran las siglas de
15
una ocasión dijo que Palestina no era otra cosa que el sur de
Siria y que si se insistía en la especificidad nacional palestina
era esencialmente por motivos tácticos de cara a la propaganda
internacional; su objetivo era liberar Palestina de la ocupación
sionista, no crear un estado palestino (o incluso miniestado
palestino) a toda costa como pretendía el Fath. El objetivo de
as-Sâ´iqa era formar un estado democrático en Palestina con la
perspectiva más amplia de un gran estado árabe socialista en
Oriente Medio. Sus relaciones con el Fath no eran demasiado
buenas y con el FPLP eran muy malas. As-Sâ´iqa consideraba
que el Movimiento de los Nacionalistas Árabes debería haber
seguido la misma trayectoria que el Ba´t sirio, girando hacia la
izquierda y prescindiendo de «líderes desfasados»;20 as-Sâ´iqa
se consideraba próxima al FDLP pero más «realista» y «más
cuidadosa tácticamente». Sus miembros se reclutaron en los
campos de refugiados de Siria y su implantación en Jordania
antes del Septiembre Negro de 1970 era importante, sobre
todo en los aledaños de Ammán y en Irbid; disponía de una
fuerza armada importante, aunque no contaba con armamento
pesado como el Fath. El giro a la derecha del Ba´t sirio en
1970 perjudicó a su filial palestina de manera muy perjudicial
para esta. En 1976, cuando el ejército sirio entró en el Líbano
en ayuda de los cristiano-derechistas, que estaban perdiendo
la guerra, as-Sâ´iqa actuó como un satélite del gobierno sirio
apoyando al ejército sirio contra el resto de la resistencia pa-
lestina y sus aliados libaneses. Este tipo de comportamientos
provocaron que muchísimos de sus militantes abandonaran la
organización y que as-Sâ´iqa haya quedado reducida a muy
poca cosa.
3) El Frente de Liberación Árabe. Se constituyó en 1969 como
el equivalente ba´tista proiraquí de la as-Sâ´iqa prosiria, aunque
su importancia efectiva fue mucho menor puesto que Iraq estaba
mucho más lejos de cualquier frente árabe-israelí que Siria. Su
objetivo no era crear un estado palestino sino liberar Palestina
para incluirla en un estado-nación panárabe. La invasión de Iraq
por Estados Unidos el año 2003 fue letal para el FLA, aunque
esta organización sigue existiendo y tras el ahorcamiento de Sa-
24
Karâma (palabra que significa en árabe ‘dignidad’) era el nombre de
un campo de refugiados palestinos en Jordania. Este campo de refugiados fue
asaltado por el ejército israelí y defendido enérgicamente por los guerrilleros
del Fath, que contrariamente a las prácticas guerrilleras habituales no se reti-
raron sino que repelieron a los invasores. Las pérdidas palestinas fueron cuan-
tiosas y el campo de refugiados fue destruido, pero los israelíes hubieron de
retirarse vencidos tras perder varios carros de combate. La batalla de Karâma,
un año después de la derrota de 1967, fue un acontecimiento que conmocionó
al mundo árabe: la resistencia palestina había derrotado a Israel, mientras que
los estados árabes habían fracasado.
25
Fedayín es el nombre convencional para los guerrilleros palestinos. En
árabe es fidâ`iyyîn (en singular fidâ`î), que significa ‘los que se ofrendan por la
causa’. Pese al sentido casi místico de esta palabra, es un término mucho más
secular que el de muÿâhidîn (en singular muÿâhid) o combatienes del ÿihâd.
Téngase en cuenta que los fedayín eran tanto musulmanes como cristianos
y que muchos de ellos profesaban ideologías laicas como el ba´tismo o el
marxismo-leninismo.
26
Jordania es la parte más pobre del sur de la Gran Siria, un país depen-
diente de Estados Unidos, Gran Bretaña y los países petrolíferos conservado-
res. La base del régimen jordano es el ejército y la guardia real formada por
beduinos y circasianos, la monarquía se apoya en una burguesía jordano-pa-
lestina de banqueros, comerciantes y propietarios de inmuebles y una pequeña
29
En su poesía, Tawfîq Zayyâd también escupió su rabia, su indignación
y su ira contra el reyezuelo jordano y su general en jefe, Hâbis al-Maÿalî:
Y Jordania, degollada por dos cuchillos
(el cuchillo del trono y el cuchillo del ocupante) grita
a los cuatro vientos:
«Oh Hâbis,
oh lacayo de los lacayos,
oh Hâbis, oh orina de los amos,
no inclinaremos la cabeza ni un pelo
hasta que esta tierra libre no quede purificada
del enano de palacio y de la rata de palacio
y de
todos
los criminales
serviles...»
«El enano y rata de palacio» murió en el trono treinta años más tarde. A su
entierro acudió el mismo Nâyef Hawatme; allí, el secretario general vitalicio
del FDLP pudo estrechar la mano del presidente de Israel, Ezer Weizmann,
que sí tenía buenos motivos para lamentar la muerte del rey.
30
Los regímenes nacionalistas, como el Egipto de Náser o la Siria ba´tista,
eran dictaduras militares de un alcance «progresista» muy limitado. Tras la
muerte de Náser, Egipto siguió siendo una dictadura pero perdió el nacionalis-
mo y las modestas reformas naseristas, que se sustituyeron por la demagogia
islámica y la «recompradorización» de Sadat.
31
Para suscitar una resistencia de ese tipo, la OLP tendría que haber
ofrecido al pueblo del país huésped la contrapartida de su cooperación para
fueron los únicos que decían a los fedayín palestinos que Jordania no era
Hanoi,32 en Egipto pasaba lo mismo. En los años setenta, el señor feudal
druso y «dirigente izquierdista» Kamâl Ÿunblât estaba muy satisfecho
de utilizar a la OLP para reforzar su poder como líder libanés contra sus
enemigos de «la derecha cristiana», pero estaba tan en desacuerdo con
que el Líbano fuera el Vietnam del Norte de la resistencia palestina como
pudiera estarlo su enemigo Pierre Ÿemayel; no hay que olvidar que en
1970, cuando Kamâl Ÿunblât era ministro de Interior, prohibió a los feda-
yín disparar sus misiles contra Israel desde suelo libanés. Para regímenes
como el iraquí, el libio, el suryemení o el argelino era relativamente fácil
ser propalestinos, porque al no tener un frente con Israel la solidaridad
con la resistencia palestina no suponía padecer los ataques israelíes.33
Pero el Líbano tenía un estado débil, con un ejército inferior mili-
tarmente a las tropas de la OLP, y estaba dividido entre una multitud
de facciones, algunas de las cuales rechazaban tajantemente a la resis-
tencia palestina y otras eran partidarias de su presencia, bien por soli-
daridad, bien por interés. La derecha cristiana era virulentamente hostil
a la OLP, la izquierda simpatizaba con ella y los políticos musulmanes
la veían como una fuerza que podía serles útil en su competencia con
sus homólogos cristianos por el dominio del país.
En 1975 comenzó la guerra civil libanesa, en líneas generales34 con
dos bandos: por un lado la OLP (la fuerza militar más importante del
cambios revolucionarios que compensasen los daños; para que los regímenes
árabes pudieran suscitar una resistencia de tipo vietnamita contra Israel ten-
drían igualmente que haber ofrecido cambios radicales revolucionarios. Pero
ni esos regímenes ni el Fath ofrecían nada semejante.
32
Gerard Chaliand, op. cit., p. 121.
33
Sin embargo, desde el momento en el que el estado de Israel se con-
virtió en el gendarme imperialista en la región, cualquier país árabe podía ser
objeto de sus agresiones. En 1981 la aviación israelí bombardeó y destruyó el
reactor nuclear iraquí de Tammûz. El estado sionista se proponía mantener el
monopolio de las armas nucleares en Oriente Medio y no quería permitir que
ningún estado árabe dispusiera de armas que equilibraran la hegemonía mili-
tar israelí. Años después Iraq fue atacado, cercado, invadido y destruido, cosas
que no habrían ocurrido si, al igual que Corea del Norte, hubiera dispuesto de
armas nucleares capaces de disuadir a Estados Unidos.
34
Digo «en líneas generales» porque la división era enorme en los dos
bandos y en puridad ni siquiera se puede hablar de dos bandos sino de una
multitud de partidos y milicias, unas veces coaligados y otras enzarzados en
guerra feroz con sus anteriores aliados.
35
El confesionalismo venía muy bien a las clases privilegiadas de cada
confesión religiosa para hacerse con una base de masas, sustituir la lucha de
clases por la lucha de sectas e impedir la acción conjunta supraconfesional de
las clases desfavorecidas. El confesionalismo convirtió lo que en sus raíces
tenía mucho de lucha de clases en una horrenda guerra de religiones con atro-
cidades espeluznantes por motivaciones sectarias. Los milicianos cristianos
y musulmanes detenían a la gente y la asesinaban si era de religión distinta a
la suya. Una anécdota expresa muy bien el estólido confesionalismo de aque-
llos milicianos sectarios: unos papanatas uniformados detienen a un hombre
y le preguntan cuál es su religión, a lo que el hombre contesta sin dudarlo
«¡ateo!»; entonces el espeso miliciano se queda perplejo y pregunta: «¿Pero
ateo qué? ¿Ateo cristiano o ateo musulmán?».
36
El pretexto fue un atentado llevado a cabo por el grupo de Abû Nidâl
contra un embajador israelí en Europa. El grupo de Abû Nidâl nada tenía que
ver con la OLP y el propio Abû Nidâl estaba condenado a muerte por el Fath.
Era una simple excusa, porque el ejército israelí llevaba planeando la invasión
del Líbano desde 1975, y en 1982 Menahem Begin y Ariel Sharón intentaron
materializar el viejo proyecto de Ben Gurión de un Líbano cristiano vasallo
de Israel.
37
El sunnismo, mayoritario en el mundo árabe, era la corriente más con-
formista del islam. Para el sunnismo, la insurrección contra los gobernan-
tes establecidos era un grave pecado, por despóticos e inicuos que fueran
–siempre que respetaran formalmente la religión islámica–, ya que, según los
ulemas sunníes, la tiranía era preferible a los males de la fitna (la guerra civil
entre musulmanes), con lo que, de facto, sacralizaron el poder establecido y la
FLN argelino.
39
Gerard Chaliand, op. cit, pp. 96-97.
40
Ibid., p.106.
41
Ibid., p. 139.
Otros tres fedayín del FDLP describían así lo que habían visto de
los del Fath:
Hay que saber que, en aquella época, los fedayín del Fath percibían
15 dinares mensuales, los de as-Sâ´iqa cobraban de 10 a 15 dinares,
según fueran solteros o padres de familia, los del FPLP entre 7 y 12
dinares, y los del FDLP no percibían ningún salario.44 Precisamente, un
punto de conflicto entre la minoría revolucionaria y la mayoría conser-
vadora en la OLP fue la negativa de los conservadores a reconsiderar el
problema de los altos salarios de la dirección administrativa de la OLP
y de los mandos militares superiores (de 80 a 160 dinares).45
Pero, desde el Septiembre Negro de 1970, la izquierda palestina y
el FDLP nunca más volvieron a tener la relevancia revolucionaria que
tuvieron en Jordania a finales de los años sesenta y hasta 1970.
El investigador libanés Georges Corm llamó a la intervención siria
42
Ibid., p. 117.
43
Ibid., pp. 139-140.
44
Ibid., pp. 93-94.
45
Ibid., p. 111.
de 1976 contra la OLP y sus aliados «la muerte árabe del Che Gue-
vara». Sin embargo, esa «muerte árabe del Che Guevara» más bien
había tenido lugar seis años antes en Jordania, porque en el Líbano
hubo una resistencia palestina pero no una revolución palestina.
Tras la expulsión de Jordania y la caída del sector radical del Ba´t en
Siria, el asentamiento de la resistencia palestina en el Líbano hizo per-
der la base natural de la resistencia y de su radicalización. La entrada de
la OLP en el conflicto libanés, con toda su carga de confesionalismo,46
implicaba de facto una derechización. Entre los jordanos, igual que
entre los palestinos, había una mayoría sunní y una minoría cristiana.
El Líbano, en cambio, era un país con una ligera mayoría musulmana
(en la que los chiíes eran más que los sunníes) y una población cris-
tiana que hasta los años cuarenta o cincuenta había sido ligeramente
mayoritaria. La mayor parte de la población cristiana detestaba a la
OLP, que también terminó ganándose la aversión de la mayoría de los
habitantes chiíes del sur del Líbano. Se suponía que, en general, los
drusos y los sunníes simpatizaban con los palestinos, pero en realidad
la burguesía sunní y la camarilla drusa lo que trataban era de utilizarlos
para desplazar del poder al estamento dominante cristiano; en el caso
de que hubieran conseguido este objetivo y se hubieran hecho con el
control del Líbano, hubieran sido tan hostiles a la presencia libre de la
OLP como el resto de los gobernantes árabes.
Aparte de las diferencias confesionales, la resistencia palestina en
el Líbano no tuvo nunca el carácter revolucionario que le dio la iz-
quierda palestina (sobre todo el FDLP) en Jordania, lo que contribuyó
a realzar las diferencias confesionales. Esto resultó fatal a la postre
47
Gilbert Achcar y Michel Warschawski, op. cit., p. 104.
si esta hubiera sido revolucionaria: los habitantes del sur del Líbano
eran los más pobres de los libaneses y muchos chiíes libaneses eran
comunistas. Efectivamente, al principio, la población humilde chií del
Líbano simpatizó con los fedayín palestinos en sus choques con la po-
licía y el ejército libaneses, pensando que aquellos podían ser su ejér-
cito frente a estos, que se encontraban al servicio de los terratenientes
chiíes y de la burguesía cristiana y sunní. Pero la resistencia palestina
muy pronto defraudó esas esperanzas. Los guerrilleros palestinos no
tenían ninguna intención de hacer cambios sociales y «la revolución
palestina» era sólo contra Israel y los libaneses que se interpusieran
en su camino.
La resistencia palestina, bajo la dirección del Fath mayoritario, que
la limitaba a la lucha nacionalista contra Israel, carecía de objetivos
revolucionarios para Palestina y para «los países anfitriones».
Si esto era así en la cuestión de la lucha de clases y de los regímenes
árabes reaccionarios, podemos imaginar cuán pequeña sería también la
preocupación por otras cuestiones, como el sexismo, aún más vidriosas
si cabe, en tanto que no sólo suponían un conflicto entre clases y con
los regímenes sino un conflicto en el seno del pueblo, como expresó
muy bien la novelista palestina Sahar Jalîfa:48
49
Sahar Jalîfa, ´Abbâd ash-shams (Beirut, 1987), p. 211.
50
Como Samîh al-Qâsim, uno de los mayores poetas de la resistencia
palestina, para muchos el más grande poeta palestino después de Mahmûd
Darwîsh.
51
Ilan Pappé, op. cit., pp. 160-169.
52
La aviación israelí destruyó la aviación egipcia en un ataque sorpresa
y avanzó por el Sinaí; en ese momento, Náser debió advertir de la situación
a sus aliados, Jordania y Siria, para que pudieran atacar entonces a Israel, de
modo que la aviación de esos países pudiera destruir la aviación israelí cuando
estaba repostando, pero en lugar de hacerlo, Egipto envió a sus aliados y al
mundo noticias triunfalistas falsas sobre la gran victoria egipcia sobre Israel:
los egipcios habrían destruido la aviación israelí, avanzaban victoriosos por
el Negev y pronto entrarían en Tel Aviv. Engañados por estas mentiras, los
aliados de Náser perdieron la oportunidad de atacar a Israel en el momento
propicio y al poco sufrieron a su vez el ataque israelí y la ocupación de Cisjor-
dania y el Golán. La mayor parte de la población del Golán fue víctima de una
limpieza étnica y muchos palestinos de Cisjordania (muchos de ellos refugia-
dos de 1948) padecieron un nuevo exilio hacia el otro lado del Jordán.
53
Con el agravante de que él mismo era militar de profesión, lo que supo-
ne un plus de incompetencia añadido. Náser sólo pensaba en su popularidad y
no podía aceptar que sus rivales jordanos y sirios asestaran la derrota a Israel,
después de que él hubiese sido derrotado.
54
Literalmente: por debajo de ashkenazis, sefardíes, «orientales» y etío-
pes.
55
En enero de 2009, la judicatura israelí prohibió la participación en las
elecciones de los partidos árabes, pero poco después el Tribunal Supremo
derogó esta prohibición.
56
El régimen argelino trataba de compensar sus deficiencias sociales y
políticas internas con un discurso populista ultranacionalista, que pretendía
«enseñar» a los palestinos cómo se hace una «revolución». Naturalmente, la
«revolución» a la que se refería la nomenclatura argelina era de ese tipo que
la izquierda palestina tomaba como ejemplo de lo que Palestina no debía ser
después de la liberación.
57
José A. Itzigsohn, Una experiencia judía contemporánea (Buenos
Aires: Paidós, 1969), p. 136.
58
El Fath también tenía militantes cristianos. La propaganda del Fath
insistía en la unidad supraconfesional del pueblo palestino, la convivencia
armónica entre musulmanes y cristianos, a la que se podrían sumar los judíos
que renunciaran al sionismo. En la OLP también hubo algunos judíos antisio-
nistas que se sentían palestinos.
59
Hamâs en árabe significa ‘entusiasmo’, pero en árabe (idioma en el que
no suelen escribirse las vocales breves) también son las siglas de Harakat al-
Muqâwama al-Islâmiyya (‘Movimiento de Resistencia Islámica’).
60
Téngase en cuenta que en Cisjordania había una minoría cristiana de
cierta importancia, mientras que en la Franja de Gaza la casi totalidad de la
población es musulmana. La mayoría de los habitantes de Cisjordania son
autóctonos, aunque hay muchos refugiados de 1948, mientras que en la Fran-
ja de Gaza la mayoría de la población está formada por refugiados en un
territorio mucho menor. Cisjordania nunca ha dejado de tener contacto con
Jordania, mientras que la Franja de Gaza es un gueto. El desarrollo de la co-
rriente islamista en la Franja de Gaza también debe mucho a la influencia de
los Hermanos Musulmanes egipcios durante el tiempo que el territorio estuvo
bajo administración egipcia.
61
Hamâs no está en la órbita saudí, y no puede estarlo, puesto que los
intereses saudíes son diametralmente contrarios a los de los refugiados de la
Franja de Gaza. Pese a ser una organización islamista sunní, sus aliados son
Hizbullâh, el régimen sirio e Irán.
62
Significativamente, Hamâs, con una visión inteligente y humana, pero
también con la honradez de sus dirigentes, ligados al pueblo, ha rechazado
siempre la demonización de los familiares de los colaboracionistas, conside-
rando que son unos colonizados más, víctimas del colonialismo sionista. Por
ello, los militantes de Hamâs ejecutan a los colaboracionistas, ya que trabajan
para los sionistas, pero acto seguido brindan su apoyo económico y moral a
sus familiares. Con ello Hamâs distingue entre los traidores y sus familiares
inocentes, considera que unos y otros son víctimas del enemigo, rechaza la
división entre palestinos humildes y se gana el apoyo de los familiares de los
colaboracionistas, en lugar de convertirlos en una casta de parias condenados
al colaboracionismo, como ocurrió en Argelia con los harkis. Esta diferencia
fundamental entre el FLN y el Fath por una parte y Hamâs por la otra, es muy
significativa de las diferencias tácticas y estratégicas de unas organizaciones
y otras. Los tiranos de mañana, para justificarse, tenían que utilizar un chivo
expiatorio; en cambio, la concepción de Hamâs es de liberación integral del
pueblo palestino, incluyendo a quienes han sido utilizados por los invasores
y sometidos a la degradación de convertirse en traidores y colaboracionistas.
Este modo de obrar de Hamâs en las duras condiciones de la ocupación sio-
nista, contrasta con el caso de Argelia, donde los colaboracionistas (los harkis)
fueron tratados muy cruelmente, y hasta el día de hoy los descendientes de los
harkis constituyen en Argelia una casta de parias. El trato inhumano dado a
esta categoría de parias (que en realidad eran también víctimas del colonialis-
mo francés, que los utilizó y los abandonó a la venganza del FLN) sirve para
legitimar por contraste los privilegios de la nomenclatura de la élite de vence-
dores, que utilizó el nacionalismo (argelino y panárabe) y la religión (islámica)
como ideología justificadora de sus privilegios y de su detentación del poder
y la riqueza. Las duras represalias en Francia contra «colaboracionistas» de
medio pelo y mujeres apolíticas que habían tenido relaciones sexuales con sol-
dados alemanes tuvieron la misma función de chivo expiatorio: los franceses
que los israelíes se pensaban ganar de una manera similar a la mayoría de los
drusos de Palestina, pero los drusos golanitas rechazaron la ocupación y se
negaron a aceptar la nacionalidad israelí. En 1974, tras la guerra árabe-israelí
de 1973, Israel se retiró de una pequeña parte del Golán, que incluía la ciudad
de Qunaytra, pero antes de retirarse la dinamitaron. En 1981, el estado de
Israel se anexionó oficialmente la parte del Golán bajo su dominio, poblada
mayoritariamente por colonos judíos y la minoría de drusos sirios que habían
permanecido.
65
Los «presentes ausentes» han sido los palestinos del estado de Israel
que por un motivo u otro no fueron registrados por el censo israelí de 1949, lo
que sirvió de pretexto para privarlos hasta el día de hoy de sus hogares y pro-
piedades e incluirlos en una infracategoría kafkiana de la política sionista.
66
Nathan Weinstock, op. cit., p. 407.
Sharqiyya, ‘la orilla oriental’, se entiende que del Jordán) a lo que hasta en-
tonces había sido Jordania (en árabe al-Urdunn), y como Cisjordania (en árabe
ad-Daffa al-Garbiyya, ‘la orilla occidental’) a la parte de Palestina anexionada
al reino jordano y luego ocupada por Israel.
69
El rey ´Abd Allâh, que se anexionó Cisjordania, fue muerto por un refu-
giado palestino que le consideraba un traidor en connivencia con los sionistas.
La base de la monarquía jordana siempre ha sido un ejército de beduinos y
circasianos y el apoyo de Gran Bretaña, Israel, Estados Unidos y Pakistán.
70
La UNRWA es la Organización para la Ayuda a los Refugiados Árabes
de Palestina, organización creada a raíz de la guerra árabe-israelí de 1948 para
ayudar a sobrevivir a los refugiados palestinos víctimas de la limpieza étnica
71
En Iberoamérica hay más palestinos cristianos que en la misma Pales-
tina. Moisés Hasan, alcalde de Managua durante la revolución sandinista, era
hijo de padre palestino. Rafiq Handal, comandante de la guerrilla salvadoreña
del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, era hijo de padres pa-
lestinos.
72
Râniya al-Misrî, «¿Man anâ fî-l-Wilâyât al-Muttahida?», en al-Âdâb,
n.º del 10-12-2006, p. 22.
73
Una vez que «los aliados» devolvieron al emir su estado y a los kuway-
tíes sus privilegios, la población palestina de Kuwayt fue objeto de brutales
represalias y expulsada.
74
Meir Kahana (1932-1990) era un judío estadounidense, que en su país
de origen creó un movimiento fascistoide llamado Liga de la Defensa Judía,
responsable de actos vandálicos y terroristas. Una vez emigrado a Israel, Meir
Kahana fundó la organización Kaj, que trató de captar para la extrema dere-
cha a judíos «orientales» marginados, aunque la mayoría de los secuaces de
Kahana eran judíos fanáticos procedentes de Estados Unidos y la Unión So-
viética. En 1984 el Kaj obtuvo un diputado (el propio Kahana), pero en 1988
el partido fue excluido de las elecciones por ser considerado una organización
fascista demasiado impresentable. Murió asesinado en 1990.
75
Mahmûd Darwîsh (1942-2008) es el más famoso poeta de la resisten-
cia palestina. Nació en la aldea galilea de al-Birwa, que fue destruida a raíz
de la creación del estado de Israel. No obstante, pese a la destrucción de su
localidad natal y a que pasó algún tiempo con su familia en el Líbano, pudo
volver en 1950, aunque no llegó a obtener la ciudadanía israelí y su estatuto
jurídico en el estado sionista fue una entelequia kafkiana. Tras los estudios
secundarios, trabajó como redactor en el diario al-Ittihâd, del Rakah. Luego
fue redactor literario de la revista al-Ÿadîd, también del Rakah. Pasó varias
temporadas en la cárcel por su militancia política antisionista y por la publica-
ción de sus poemarios, considerados subversivos contra el estado sionista. El
poemario que le hizo más famoso en el mundo árabe, Enamorado de Palesti-
na, lo escribió en la cárcel. Emigró de Israel en 1970 y residió sucesivamente
en Moscú, El Cairo, Beirut, Túnez, París y Ammán. En 1993 se distanció de
la dirección palestina por su desacuerdo con los acuerdos de Oslo. Desde
1972 fue redactor jefe de la revista Shu`ûn Filîstiniyya [Asuntos palestinos]
y director del Centro Palestino de Investigaciones. Fundó la revista literaria
al-Karmil [El Carmelo] y fue su director. Es autor de muchos poemarios:
Las hojas del olivo, Enamorado de Palestina, El fin de la noche, Los pájaros
mueren en Galilea, Mi amada se levanta de su sueño, Te amo o no te amo,
Intento número 7, Ésa es su imagen y éste el suicidio del enamorado, Bodas,
Elogio de la sombra alta, Asedio de los elogios del mar, Es canción, es can-
ción, Menos rosas, Veo lo que quiero, Once estrellas, ¿Por qué dejaste solo el
caballo?… También ha escrito obras en prosa: Algo sobre la patria, Diario de
la tristeza habitual, Adiós guerra, adiós paz, Una memoria para el olvido...
Recibió premios como el Lotus de literatura de África y Asia en 1969, el Pre-
mio Avicena en 1982, el Premio Lenin en 1983, el Premio del Mediterráneo,
el Escudo de la Revolución Palestina o el Premio Europeo de Poesía. Su obra
se ha traducido a más de cuarenta idiomas.
hora, señores, los árabes se sentarán en los cafés con las muchachas
judías. Vendrá Ibrahim de Kafr Qâsim o de Sajnîn, verá a una chica
judía guapa, le dirá: Al-salam ´alaykum, señora… Ellos ahora se ríen,
y yo lloro. Oh, hijas de Israel, ¿qué os ha ocurrido, hijas de Israel? Han
destruido la Tierra Santa, la han destruido el Mapai y el Mapam. ¡Oh,
Dios! Cuatro mil chicas judías están casadas con árabes, sin contar los
miles de chicas judías que viven con los árabes sin casarse. ¿Este es el
sueño del pueblo elegido… el pueblo sagrado?». Y añade: «Dentro de
diez años no tendremos estado, señores. ¿No comprendéis eso, seño-
res? Para la juventud judía hay ejército y deberes. Y el árabe se burla
de nosotros y se ríe de nosotros. Pasea libremente, en el bolsillo tiene
dinero y del brazo una chica judía. Se ríe de nosotros (....) Procrean
seis hijos o siete. ¿Somos un pueblo normal? Cuando el joven judío
termina su servicio militar el árabe de su edad está casado y ha tenido
dos o tres hijos. ¿Cuál será el número de los árabes, ciudadanos de este
estado? ¿Queréis democracia?…Bueno, ¿cuántos serán entonces los
árabes en la Knesset?76 Democracia… ja…ja…ja».77
A día de hoy, no son sólo los seguidores de Meir Kahana los que
propugnan abiertamente la política de limpieza étnica total contra los
palestinos, sino incluso partidos que forman parte de las coaliciones
gubernamentales israelíes, como los partidos de extrema derecha crea-
dos por los numerosísimos rusos emigrados a Israel tras la caída de la
76
Meir Kahana ponía el dedo en la llaga del sionismo: ¿es compatible el
sionismo con la democracia? Evidentemente no. Si durante el mandato britá-
nico la población de Palestina hubiera podido decidir, el país jamás se hubiera
abierto a la colonización sionista, y si en 1948 la población palestina hubiese
decidido en referéndum su destino, no habría habido estado de Israel (los
judíos eran un tercio de la población); si los refugiados hubieran sido repa-
triados como exigían las resoluciones de la ONU, el estado de Israel se habría
vuelto binacional; si prosigue la explosión demográfica palestina, el estado
de Israel deberá dejar de ser sionista o tendrá que convertirse abiertamente en
un sistema de apartheid similar al surafricano, convirtiendo a sus hasta ahora
(sub)ciudadanos «árabe-israelíes» en súbditos sin derecho a voto, similares a
los negros en la Suráfrica racista, si es que los dirigentes sionistas no optan
abiertamente por una limpieza étnica de proporciones mayores que la de 1948,
tal como proponía Meir Kahana y como proponen ahora abiertamente algunos
partidos sionistas.
77
Mahmûd Darwîsh, ´Âbirûn fî kalâm ´âbir (Casablanca, 1991), pp. 78-
79.
78
Llegaron más de un millón de rusos que se decían judíos, aunque la
judaidad de muchos de ellos fuera muy discutible tras setenta años de ateís-
mo oficial, de rusificación lingüística y cultural y de matrimonios mixtos con
rusos no judíos. La mayoría de ellos no eran religiosos en absoluto, no falta-
ban los que, si profesaban alguna creencia religiosa, era la cristiana ortodoxa,
aunque hubieran obtenido la ciudadanía israelí acogiéndose a su condición
judía, ocultando sus creencias cristianas si las tenían y apelando a un origen
judío (una madre judía real o inventada les servía para acogerse a «la ley del
retorno»). Las motivaciones de la gran mayoría de los rusos para emigrar eran
abandonar países arruinados como Rusia y otras repúblicas ex soviéticas y
poder establecerse en un estado más rico. La mayoría están muy apegados a
la cultura y la lengua rusas, de manera que a día de hoy el ruso se ha conver-
tido de facto en el tercer idioma de Israel, después del hebreo y el árabe. Los
sionistas israelíes no tuvieron inconveniente en aceptar a estos inmigrantes
rusos de dudosa judaidad porque les eran muy útiles para aumentar el número
de judíos en Israel y porque eran blancos, europeos y de origen ashkenazi. La
facilidad con la que el estado de Israel ha aceptado a estos inmigrantes euro-
peos contrasta con las dudas sobre la judaidad de los judíos negros de Etiopía
y dice mucho del carácter racista eurocéntrico de los gobernantes israelíes.
79
Aunque sea anecdótico y marginal, pero que vale como punta del ice-
berg de lo que son los rusos en Israel, está la noticia del año 2007 sobre unos
jóvenes nazis israelíes que agredieron a un mendigo y le obligaron a ponerse
de rodillas y «pedir perdón al pueblo ruso por ser heroinómano y judío». Estos
rusos israelíes, que serían en su país de origen «judíos» y víctimas del racismo
judeófobo de los ultraderechistas rusos, en Israel se convierten en nazis rusos
que se consideran no judíos (o se avergüenzan de serlo) y agreden a indigen-
tes toxicómanos judíos. El odio racista desquiciado de la minoría rusa puede
orientarse contra cualquier «cabeza de turco» lo suficientemente débil: pales-
tinos, judíos indigentes... unas veces en nombre de un nacionalismo sionista
virulento, otras de un nacionalismo ruso delirante.
Pero muy pronto resultó evidente que una derrota completa del
estado de Israel sólo era posible dentro de un movimiento mucho
mayor que el de una resistencia palestina circunscrita a la mera lucha
nacionalista. Una vez hundido el panarabismo, sólo un movimiento
revolucionario mucho más radical, que proporcionara un cambio total
en Oriente Medio, podría cuestionar la existencia del estado sionista;82
en esta línea se movía la izquierda palestina, especialmente el FDLP.
Como el Fath no propugnaba ni quería nada de eso, muy pronto se
dio en esta organización la dualidad entre un discurso maximalista y
un proyecto minimalista:
82
Eliminar el estado sionista es algo bien distinto de eliminar a los israe-
líes como pueblo o como personas físicas. El FDLP reconocía la existencia
de un hecho nacional israelí y propugnaba una acción solidaria entre el pro-
letariado israelí y el palestino por una sociedad sin clases y sin chovinismo
nacionalista.
83
Abû Iyâd, número dos del Fath, propuso un plan muy parecido de crea-
ción de un estado palestino en Cisjordania y Gaza ya en 1969, aunque hubo
de retirar la idea ante la oposición que suscitó. Eso significa que por aquel
entonces en la dirección del Fath ya estaba presente esa idea. Abû Iyâd fue
asesinado en enero de 1991 por miembros de su propia guardia personal por
haber propugnado el apoyo a Kuwayt en la guerra del Golfo.
1) En los años ochenta había sido barrida del Líbano, primero por
los israelíes, luego por los sirios y finalmente por los chiíes li-
baneses.
2) La Unión Soviética y el bloque del este habían caído a finales
de los años ochenta y principios de los noventa, con lo que ya
no contaba con su apoyo ni con un contrapeso en la política
internacional.
3) Había perdido gran parte del apoyo financiero de las monar-
quías de Arabia como consecuencia de su apoyo a Iraq en la
guerra del Golfo.
4) El propio Iraq había sufrido un devastador ataque y se encon-
traba sometido a un bloqueo implacable.
88
Premio que también habían recibido en su día personajillos de cata-
dura todavía más dudosa, como Anwar as-Sâdât, Menahem Begin y Henry
Kissinger. También Adolf Hitler estuvo nominado en su día como candidato
a este premio; posiblemente, de haberlo obtenido se habrían disipado muchas
ambigüedades sobre este premio tan discutido que tantas veces ha recaído en
estadistas sanguinarios.
89
Ilan Pappé, op. cit., p 376.
90
Ibid., p. 280.
1) No puede aceptar la vía que le impone Israel, porque eso sería
un suicidio para ella.
2) No puede hacer nada, porque está desbordada por la explosión
de su pueblo y la presión brutal de Israel.
91
Las matanzas y destrucciones llevadas a cabo por el estado de Israel en
la Franja de Gaza en diciembre-enero de 2008-2009 son una muestra de ello.
Para Israel es muy fácil bombardear desde el aire a unos palestinos que care-
cen de defensa antiaérea, para luego entrar a saco por tierra y aire y proseguir
la matanza, arropados en una superioridad militar abrumadora y haciendo uso
de armas como el fósforo blanco (similar al napalm).
94
Los kapos eran los judíos que hacían la función de guardianes en los
campos de concentración nazis, maltratando y torturando a los otros judíos
para salvar sus propias vidas y conseguir otros beneficios. El estado de Israel
siempre ha tenido sus kapos palestinos, pero la idea de utilizar a los que hasta
hacía poco llamaba «terroristas de la OLP» para esa función fue una idea muy
novedosa.
95
Ilan Pappé, op. cit., p 382.
96
Aunque en realidad el acoso había empezado mucho antes, Israel hizo
lo que pudo para impedir la participación de los candidatos de Hamâs y para
sabotear su posible victoria.
97
A comienzos de febrero de 2007, los agentes de la guardia presidencial
de Mahmûd ´Abbâs irrumpieron vandálicamente en la Universidad Islámica
de Gaza, en la que dejaron pintadas machistas y chabacanas contra el líder
de Hamâs, Ismâ´îl Haniyya, muy expresivas de lo que espera a los habitantes
de los territorios si se impone una dictadura colaboracionista: «Haniyya: la
vagina de tu madre para los penes del Fath».
98
A todo esto, conviene recordar que Hamâs surgió en su momento gracias al
patrocinio israelí en los años ochenta, con el objetivo de oponer un movimiento
islamista a la resistencia palestina laica, tanto a la del Fath como a la de izquier-
da. A los sionistas les importa bien poco si los gobernantes palestinos son dicta-
dores o «demócratas», si son laicos o fanáticos religiosos, lo que quieren es un
gobierno palestino sumiso que les obedezca en todo y les haga el trabajo sucio.
99
La ideología islamista de este movimiento puede ser sumamente discu-
tible, pero hasta sus adversarios laicos o cristianos reconocen la honradez y la
incorruptibilidad de los miembros de este movimiento.
100
En ese tiempo, los sionistas no pensaban en llevar a Palestina a los ju-
díos de los países árabes (salvo a los de Iraq, a los que deseaban intercambiar
por los palestinos) sino que pensaban en los millones de judíos ashkenazis
de Europa. Sin embargo, se encontraron con el problema de que esos judíos
ashkenazis no tenían demasiadas ganas de emigrar a Palestina y que, en los
años anteriores a la toma del poder por los nazis, eran más los judíos que emi-
graban de Palestina que los que inmigraban a ella. El auge del antisemitismo
y el ascenso al poder de los nazis en una Alemania expansionista beneficiaron
al proyecto sionista, pues hicieron que muchos judíos europeos tratasen de
emigrar de los países en los que estaban amenazados; la mayoría de ellos no
tenían ninguna predilección por ir a Palestina, pero si no les quedaba otra
alternativa marchaban a ella, por eso para los sionistas era vital encauzar ese
éxodo judío hacia «la tierra de Israel», lo que significaba dificultar en todo lo
posible la emigración a otros países y facilitar todo lo posible la emigración
a Palestina. Un antisemitismo que hubiera encauzado la judeofobia hacia la
emigración a Palestina habría sido muy del gusto de los sionistas, pero Hitler
terminó optando durante la segunda guerra mundial por el genocidio, que ex-
terminó a seis millones de judíos y mermó los inmigrantes potenciales hacia
Israel. Desde ese momento, el objetivo sionista fue hacer emigrar a Israel a
los judíos de los países árabes y de la Unión Soviética.
101
El plan de partición de la ONU de 1947, aprobado por escasa mayoría
y bajo grandes presiones de las grandes potencias, era claramente prosio-
nista, pues otorgaba al «estado judío» algo más de la mitad del territorio,
y estaba estratégicamente diseñado para adjudicar a ese «estado judío» la
mayor extensión geográfica posible con una gran población palestina y una
ligerísima mayoría judía, hasta el punto de que en muchas de esas zonas los
judíos eran claramente minoritarios; simplemente la intención era otorgar al
«estado judío» la mayor extensión posible de territorio a costa del «estado
árabe», constituido por algo menos de la mitad del territorio a pesar de que los
palestinos eran las dos terceras partes de la población y los judíos (la mayoría
de ellos inmigrantes recientes) sólo un tercio de la población de Palestina.
102
El plan de Bernadotte era menos favorable al sionismo y establecía
fronteras más lógicas entre el estado judío y el árabe: adjudicaba al estado
judío la totalidad de Galilea, pero otorgaba al estado árabe palestino la tota-
lidad del Negev y la ciudad de Jerusalén, de manera que el estado de Israel
abarcaría la mayor parte de la costa (salvo su parte meridional) y Galilea.
Naturalmente, este plan exigía el derecho de los refugiados a volver a sus
hogares y a acceder a la ciudadanía del territorio del que habían huido.
103
En el curso de la guerra, el ejército israelí ocupó varias aldeas del sur
del Líbano e incluso trató de emprender la conquista del Sinaí egipcio. Sólo
la presión internacional le obligó a renunciar a conquistar toda Palestina y a
avanzar por el Sinaí.
104
Las excelentes relaciones entre el estado de Israel y la Suráfrica del
apartheid son bien conocidas, como las que el estado sionista mantuvo con
las dictaduras fascistoides latinoamericanas. Cuando, como en el caso de Gua-
temala, las atrocidades del gobierno eran de tal magnitud que el Congreso
estadounidense prohibía al presidente Reagan la venta de armas a ese estado,
Israel se encargaba de suministrárselas.
105
La política moderadamente laicista del Ba´t va en contra del proyecto
sionista, en cambio, los integristas musulmanes sunníes son tontos útiles uti-
lísimos, pues, en el caso de que los Hermanos Musulmanes se hicieran con el
poder en Siria, el país entraría en una devastadora guerra civil y las regiones
´alawí y drusa tratarían de secesionarse.
106
Sin embargo, este proyecto fragmentador encuentra el inconveniente
de que Turquía, aliada de Estados Unidos, no desea en absoluto un Kurdistán
ex iraquí independiente, como tampoco gusta de la limpieza étnica llevada a
cabo por los nacionalistas kurdos proestadounidenses y proisraelíes, ya que
una de sus víctimas es la minoría turcomana del norte de Iraq.
107
El estado de Israel es el estado-nación de la confesión judía y se sen-
tiría más a gusto en un ámbito macro-regional fragmentado en estados etno-
confesionales similares.
testimonio del salvajismo israelí. Las ruinas de Qunaytra son en verdad un tes-
timonio impresionante de la manera que están dispuestos los sionistas a dejar
Oriente Medio antes que renunciar a dominarlo: como un montón de ruinas.
111
El País, lunes 30 de octubre de 2006, p. 27.
112
El País, miércoles 20 de septiembre de 2006, p. 6.
más mediocre y cobarde, sólo vale como matón con civiles inermes
o disparando bombas desde arriba contra quienes carecen de defensa
antiaérea y sólo poseen armas primitivas. Los israelíes están acos-
tumbrados al «ciento por uno» como mínimo, de manera que cuando,
como en el Líbano, su ventaja es «sólo» de 7 por 1, se aterrorizan y se
vuelven histéricos.
A día de hoy, ni los soldados israelíes ni la población civil israelí
están en condiciones de sostener una guerra convencional como las de
1948, 1967 o 1973. El tipo de guerra que gusta a los israelíes (y a los
estadounidenses) es la llamada «guerra posheroica», en la que la falta
de espíritu de sacrificio y de valentía se compensa con una abrumadora
superioridad tecnológica. La «guerra posheroica» consiste en la destruc-
ción sistemática del enemigo desde el aire, arrasando combatientes y
civiles no combatientes, con un número nulo o mínimo de bajas propias.
El problema con el que se topan los estrategas de la «guerra posheroica»
es que así se puede destruir a un enemigo pero no vencerlo. Ni siquiera
ha funcionado contra Hizbullâh, que ha sido capaz de responder contun-
dentemente bombardeando con cierta intensidad el territorio enemigo,
con el consiguiente pánico de los israelíes «posheroicos». La «guerra
posheroica» es un tipo de guerra que vale contra estados, pero no contra
pueblos insurrectos: los gobiernos pueden rendirse, los pueblos no; de
ahí el éxito de esa guerra contra Yugoslavia y su fracaso en Iraq.
Ese fue el error estadounidense en Iraq. En lugar de aceptar la
rendición del estado iraquí y utilizarlo para reprimir a su pueblo, des-
mantelaron al gobierno, el ejército y el estado en un afán de dominio
y saqueo totales. Pero al desmantelar el estado iraquí se encontraban
contra el pueblo iraquí. Podían vencer al estado iraquí en una guerra
convencional en la que la superioridad estadounidense era abrumadora,
pero al desmantelar al estado se encontraron con una guerra «asimé-
trica» que no pueden ganar más que reconstruyendo el estado iraquí
para que les haga el trabajo sucio, aunque es demasiado tarde para
ello. Lo mismo les pasa a los israelíes: si quieren deshacerse de las
organizaciones de resistencia a la ocupación, tendrán que deshacerse
de la ocupación y llegar a un acuerdo con un estado palestino, pero
para ello tendrán que renunciar a su proyecto insostenible y ofrecer
algo viable a los dirigentes palestinos, algo más que convertirse en los
kapos del estado judeo-nazi.113
tara a los colonos. Por mucho menos Yigal Amir asesinó a Rabin. ¿Estaría
dispuesta la gestapo israelí a tratar a esos colonos como trata a los resistentes
palestinos? Eso no lo toleraría ni «el sionista bueno» al estilo de Amós Oz,
que considera que «la presión fisica moderada», «los asesinatos selectivos»,
los bombardeos masivos, las bombas de fragmentación y el fósforo blanco
son aceptables contra «los árabes» díscolos, pero jamás contra «los judíos
israelíes» díscolos, por muy desagradables que le resulten, siempre que sean
sionistas, claro está. Como dice el refrán: «Perros de la misma camada nunca
se muerden».
119
Actualmente se debate públicamente en Israel la posibilidad de privar
a los «árabes israelíes» del derecho al voto. En los años ochenta, plantear tal
cosa se habría considerado de mal tono para la imagen «democrática» del
estado sionista. Dentro de no muchos años es muy posible que esa imagen
les sea tan indiferente que lo lleven a cabo, será la «kahanización» del estado
sionista, un estado abiertamente judeo-nazi.
120
Salvo las gloriosas excepciones reseñadas en páginas anteriores, de per-
sonas individuales y colectivos dignos de los mayores elogios por su valentía,
lucidez y dignidad moral. Pero la mayoría aplastante de la población judía
israelí se ha alineado del lado del fanatismo chovinista más extremo.
Esta carta fue enviada en su día por Sergio Pérez Pariente a Rebelión
1
pero no fue publicada. El autor de este libro no es el autor de esta carta pero
suscribe su contenido prácticamente palabra por palabra y línea por línea, con
excepción de los anglicismos.