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Oremos: Señor Jesús, que tienes a todos los niños entre tus
predilectos, vamos a recorrer y a meditar sobre tu camino
de dolor, no tanto el que viviste hace siglos, sino el que
sigues viviendo hoy especialmente en los niños que sufren.
Tú te has identificado con nosotros los cristianos, pero
también, de manera especial con todos los hombres que
sufren. Tú sigues sangrando en las heridas de los hombres
y de las mujeres de hoy. Todos somos víctimas del
sufrimiento pero también somos culpables de que muchos
sufran. Ayúdanos a reconocer nuestros errores y sembrar
amor en nuestro corazón. Amén.
El Papa Juan Pablo II nos dice: «Los niños no son una carga
para la sociedad, no son instrumentos para la ganancia;
son miembros preciosos de la comunidad humana,
encarnan las grandes esperanzas y potencialidades de toda
la humanidad».
Padrenuestro y Avemaría
Nos dice el Papa: «En algunos países existen niños que son
obligados a trabajar desde tierna edad, niños que son
maltratados, castigados violentamente y a los cuales
prácticamente no les pagan sus trabajos. Se aprovechan de
ellos porque son débiles, porque los pueden obligar
fácilmente y no son capaces de defenderse por si mismos»
Padrenuestro y Avemaría
Padrenuestro y Avemaría
Padrenuestro y Avemaría
Padrenuestro y Avemaría
Padrenuestro y Avemaría
Padrenuestro y Avemaría
Padrenuestro y Avemaría
Décima Estación: Jesús es despojado de sus
vestiduras.
Padrenuestro y Avemaría
Nos dice el Papa: "A menudo los niños son enviados como
avanzada para limpiar los campos minados.
¡Evidentemente su vida, vale bien poco para quien se sirve
así de ellos!"
Padrenuestro y Avemaría
Padrenuestro y Avemaría
Nos dice el Papa: No son pocos los niños que acaban por
tener como único lugar de vida la calle: escapados de casa,
o abandonados por la familia, o simplemente privados para
siempre de un ambiente familiar, viven precariamente, en
estado de total abandono, considerados por muchos como
desechos de los que hay que desprenderse.
Padrenuestro y Avemaría
Padrenuestro y Avemaría
Oración final
Señor Jesucristo, tú nos has concedido acompañarte, con
María tu Madre, en los misterios de tu pasión, muerte y
sepultura, para que te acompañemos también en tu
resurrección; concédenos caminar contigo por los nuevos
caminos del amor y de la paz que nos has enseñado. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
Bendición final.